INICIAR A LA VIDA
Por Andrés BOONE,sdb
(Primer Premio en Primer Concurso “Padre Frans de Vos”
Ensayos, reflexión e investigación catequística –
Instituto Superior de Catequesis – Argentina
http://www.isca.org.ar)
Introducción
1. Jesús inicia a la vida
1. La meta: el Reino de Dios
1.1. Un objetivo: el Reino de Dios
1.2. Palabras del Reino de Dios
1.2.1. Bienaventuranzas
1.2.2. Parábolas
1.3. Acciones del Reino de Dios
1.3.1. Una opción por la vida
1.3.2. Una opción por la libertad
1.3.3. En realidad una sola exigencia: el amor
2. El camino como imagen del actuar pedagógico de Jesús
2.1. El relato de Emaús: un “camino” como relación y experiencia
pedagógica
2.1.1. Emaús: caminar y hablar
2.1.2. Emaús: compartir
2.1.3. Emáus: ir y venir
2.2. El camino como modelo para la catequesis
2.2.1. El primer paso del camino
2.2.2. Caminar en medio del pueblo
2.2.3. El camino de la Pasión y la Muerte
2.2.4. Caminar con Jesús Resucitado
3. Conclusión
2. La iniciación: un camino casi olvidado
1. La iniciación
2. Las etapas de la iniciación
2.1. Las etapas como etapas cronológicas
2.2. Las etapas como recorrido simbólico muerte/vida
3. Elementos de los ritos de iniciación en la catequesis
4. Iniciación, herramienta para la evangelización
Concluyendo
2
Introducción
La catequesis tiene como gran objetivo: “iniciar a la Vida”. Jesús inició un
camino con sus discípulos para que pudieran encontrar la Vida. Le invito en una
primera instancia buscar ciertos rasgos de este camino que recorrió Jesús. Por
supuesto que no encontraremos recetas mágicas ni un tratado pedagógico, pero
ciertamente podemos encontrar un mapa de la ‘pedagogía de Jesús’ que nos pueda
ayudar a encontrar pistas que nos lleven a una espiritualidad de discípulo y misionero:
En un segundo momento quiero acercarme a la dinámica de la iniciación como
se encuentra todavía en ciertas culturas de nuestro continente y que en cierta forma
estaba y está también presente en la Iglesia. Nuestra catequesis es muchas veces
basada sobre 2 columnas o vías que son: la enseñanza y el aprendizaje. ¿Cuáles son
los mecanismos de esta iniciación? ¿Qué elementos nos pueden ayudar a entender
mejor esta tercer vía, y aplicarlo luego en el camino hacia la Vida.
1. Jesús inicia a la Vida
Es en la relación entre Jesús y sus discípulos, que podemos descubrir mejor la
forma cómo Jesús va educando a sus discípulos hacia la misión que les será confiada.
En los evangelios no tenemos un informe detallado de los contenidos y de las
intervenciones ‘pedagógicas’ de Jesús, ni una descripción de un proyecto educativo.
Solamente empezaremos una búsqueda de aquellos elementos del actuar de Jesús que
nos puedan inspirar en nuestro quehacer de catequistas. Elementos que en el diálogo
con las ciencias pedagógicas y psicológicas ayudarán a elaborar un mapa que nos lleve
a la Vida.
1. La meta: el Reino de Dios.
“El verdadero maestro, el auténtico educador‐profeta debe tener una meta
definida que inspira y atrae todos sus mensajes y da sentido a todos sus actos.”1 Jesús
tenía muy claramente definida su misión: la implantación del Reino de Dios. Toda su
enseñanza y su actuación está centrada en proclamar y hacer presente la utopía del
Reino de Dios.
No es posible definir lo que es el Reino de Dios, pues desborda toda
expectativa. Pero puede ser recibido por todo hombre y mujer, cualquiera que sea su
situación, y sea cual sea el ‘lugar’ que tiene en la sociedad.
1.1.
Un objetivo: el Reino de Dios.
En los cuatro evangelios podemos encontrar ya desde el principio la claridad del
objetivo de la actuación de Jesús.
En Marcos, después que Juan fue arrestado, “Jesús se dirigió a Galilea a
proclamar la buena noticia de Dios. Decía: ‘Se ha cumplido el plazo y está cerca el
1
PERESSON TONELLI, M.L., Jesús, el Maestro: algunos aportes para una teología de la
educación. p. 604.
3
reinado de Dios: arrepentíos y creed la buena noticia’” (Mc 1,14‐15). Un verso resume
todo: un hecho y su consecuencia. El reino de Dios está cerca. En Jesús ya está
actuando y por él se ofrece. Sólo pide la ruptura del arrepentimiento y la fe:
elementos que estarán siempre presente en la predicación posterior del evangelio.
En Mateo, al enterarse que Juan el Bautista ha sido arrestado, Jesús se retira a
Galilea y se establece en Cafarnaúm y “desde entonces comenzó Jesús a proclamar:
‘Arrepentíos, que está cerca el reinado de Dios’” (Mt 4,17) Y después de haber
llamado a los discípulos empieza su recorrida por Galilea: “Jesús recorría toda la
Galilea enseñando en las sinagogas, proclamando la buena noticia del reino y curando
entre el pueblo toda clase de enfermedades y dolencias” (Mt 4,23; cfr. Mt 9,35). El
mensaje abreviado de Jesús suena como el del Bautista (Mt 3,2). Sólo que Jesús
personifica ese reino y el arrepentimiento que pide es para recibir el evangelio.
Lucas explica la misión de Jesús en otro contexto: en la sinagoga de Nazaret.
Jesús se encuentra en la sinagoga y se levanta para hacer la lectura del rollo del
profeta Isaías. “El Espíritu de Dios está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé
la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos y la
vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de
gracia del Señor.” (Lc 4,18‐19). Y al sentarse Jesús proclama: “Hoy, en vuestra
presencia se ha cumplido esta Escritura” (Lc 4,21). Jesús se reconoce en el texto. El
cumplimiento de la promesa se realizará en Jesús a través de sus palabras y sus obras.
Y en Juan, podemos encontrar en los motivos de la venida de Jesús, el sentido
profundo del Reino de Dios: “He venido para que tengan vida, una gran vitalidad”. (Jn
10,10)
Jesús va a centrar toda su vida, su palabra y su acción en proclamar y hacer
presente el Reino de Dios “expresada en la imagen que se fue plasmando en la
tradición profética del Reino de Dios, que se haría presente en los últimos tiempos
mediante el Mesías‐Rey.”2
El Reino de Dios que está por venir, pero que ya está aquí. “El Reino
proclamado por Jesús es ciertamente espiritual, interior e individual, pero también
histórico, social y estructural. Se realiza en el tiempo de aquí, pero tiene una semilla de
cumplimiento en los cielos nuevos y en la tierra nueva (Ap 21,1). Se nos da, pero hay
que conquistarlo”3
1.2.
Palabras del Reino de Dios.
No podemos encontrar grandes discursos sobre el Reino de Dios, el Reino de
Dios se hace realidad a través del actuar mismo de Jesús. El Reino de Dios es una
actitud, un estilo de vida, una persona que tiene el rostro y el nombre de Jesús. Jesús
nos presentó un camino diferente, nuevo y original. Pero en sus enseñanzas podemos
encontrar como una declaración de principios en el sermón del monte.
1.2.1. Bienaventuranzas
Tanto en el evangelio de Mateo (5,1‐12) como en el evangelio de Lucas (6,20‐
23), casi desde el inicio se pronuncia el discurso de las bienaventuranzas. Todo lo que
hay descrito posteriormente en los evangelios es cómo la concreción de dicho
2
idem, p 606
DECAT-CELAM, La Catequesis en América Latina, n. 135 (en adelante se indica con las
siglas: CAL)
3
4
discurso. Si bien hay diferencias entrambos, nos encontramos con un discurso
exigente y sin compromisos. Es una invitación a un constante superarse. Jesús da
indicaciones sobre el estilo de la nueva vida que se tiene que vivir. Es una invitación a
ser discípulo. Una invitación para ser levadura en la masa y transformar la sociedad.
“Es un camino de vida nuevo y original, una escala de valores radicalmente distinta a la
que primaba en la realidad de su época y la propuso como camino seguro de felicidad y
realización personal. El mismo Jesús fue el primero en dar testimonio de ese nuevo
estilo de vida como camino del Reino. Un camino para la felicidad que implica ser
pobre y comprometerse con los pobres, compartir alegrías y dolores, gozos y
esperanzas; trabajar para saciar el hambre y la sed de justicia, ser compasivos, tener
un corazón limpio, luchar por la paz y ser capaces de aceptar la incomprensión, la
persecución y hasta el martirio…”4
1.2.2. Parábolas
Después de la parábola del sembrador, Marcos nos ofrece 2 comparaciones con
respecto al Reino de Dios: “El Reinado de Dios es como un hombre que sembró un
campo: de noche se acuesta, de día se levanta, y la semilla germina y crece sin que él
sepa cómo.” (Mc 4,26) y “Con qué compararemos el reinado de Dios? …/… con una
semilla de mostaza…” (Mc 4,30ss). Lucas y Mateo agregarán la imagen de la levadura:
“Se parece a la levadura que una mujer toma y mezcla con tres medidas de harina,
hasta que todo fermenta” (Lc 13.21: Mt 13,33).
Son parábolas escuetas,
comparaciones sin muchos detalles, que ilustran el dinamismo del Reino de Dios y de
su anuncio de la buena noticia. Comienza con una semilla concreta, menuda pero
tiene en sí una fuerza para crecer y dar frutos. Esta parábola nos indica que la venida
del Reino de Dios es tan seguro cómo la fuerza de germinación de una pequeña
semilla. Y no solamente el árbol dará sombra (cfr. Ez17,22‐23) sino que será lugar de
‘residencia’. Dará lugar para instalarse. El Reino de Dios no es algo pasajero, es algo
enorme en dónde podemos instalarnos.
Pero no es algo que se da gratuitamente; el Reino de Dios es también exigencia.
En el evangelio de Mateo, podemos encontrar dos parábolas que nos hablan del valor
del reino, al cual hay que sacrificar los demás valores (Mt 13,44‐46) El hombre de la
parábola vende todas sus posesiones para comparar el campo con el tesoro escondido
y el mercader hace lo mismo para comprar la perla de gran valor.
Proponiendo parábolas Jesús se ha presentado como ‘doctor sapiencial’. Hay
‘letrados’ que son doctores en la ley; Jesús es ‘doctor del Reino de Dios’. Esa es su
especialidad. La conoce como el amo de casa conoce sus depósitos. Puede sacar y
ofrecer productos viejos y nuevos. “Un letrado experto en el reinado de Dios, se
parece a un amo de casa que saca de su alacena cosas nuevas y viejas” (Mt 10,52).
Pero más que hablar sobre el Reino de Dios, Jesús nos habla de las relaciones,
de los valores y normas que tienen que regir nuestra vida para que el Reino se haga
realidad desde ahora. La primera actitud que se pide es la conversión (cfr. Mc 1,15) A
Nicodemo, Jesús le hablará de la necesidad de nacer de nuevo: “Te aseguro que, si uno
no nace de nuevo, no puede ver el Reino de Dios”. (Jn 3,3). El nuevo nacimiento
permite ver o disfrutar del reino de Dios.
En el encuentro con un letrado, respondiendo a la pregunta sobre cuál de los
mandamientos es el más importante, Jesús dice: “El más importante es: ‘Escucha
4
CELAM-SEJ, Civilización del Amor, Tarea y Esperanza, orientaciones para una Pastoral
Juvenil Latinoamericanca, p. 102
5
Israel, el Señor nuestro Dios es uno solo. Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón,
con toda el alma, con toda la mente.. /… El segundo es: Amarás al prójimo…” (Mc
12,29‐30). El letrado está de acuerdo con Jesús y su actitud hace que Jesús le
responde: “No estás lejos del reino de Dios” (Mc 12,34b).
El Reino de Dios no es una doctrina que se enseña, ni un largo discurso que se
tiene que escuchar, ni una moral que se impone. Tampoco es un lugar ni un concepto.
“El Reino de Dios es una actitud, una práctica, una vida, una persona que tiene el rostro
y el nombre de Jesús.”5
1.3.
Acciones del Reino de Dios.
1.3.1. Una opción por la vida.
Todos están invitados al Reino de Dios, es solamente cuestión de convertirse.
Pero dentro de esta masa de invitados Jesús tenía predilección por los más pequeños,
por los alejados de la sociedad como los enfermos, leprosos, pecadores,… “… para que
dé la buena noticia a los pobres. Me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos y
la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos…” (Lc 4,18) fue el texto que
leyó Jesús en la sinagoga de Nazaret. Después se sentó y empezó diciéndoles:
“Hoy en presencia vuestra, se ha cumplido esta Escritura” (Lc 4,21). Jesús explicitó su
opción. Una opción que se traducirá en acciones bien concretas. Acciones que
podemos definir como el ‘don de mayor (mejor) Vida’.
Podemos hacer una lista larga de los diferentes encuentros que ha tenido Jesús
durante su vida pública: pecadores, prostitutas, recaudadores de impuestos, leprosos y
poseídos, mujeres y niños, enfermos, etc… Todos ellos tienen en común, que en la
sociedad de aquel entonces no tenían lugar en la comunidad, o mejor dicho, tenían un
lugar bien definido: afuera de la comunidad. Estaban condenados a vivir la muerte en
vida. Jesús en cada encuentro da vuelta la situación y pone en el centro y da su valor a
estas personas. El otro es importante, y si una mujer se acerca por detrás para tocar
su manto en la esperanza de ser curada, Jesús la busca, la quiere ver, hay un encuentro
personal que va mucho más allá de la simple curación. Y este encuentro, que muchas
veces va acompañado del perdón de los pecados y la curación, es como una puerta
que se abre hacia la vida en la comunidad. Jesús, pone de pie al marginado y le da
más vida, seguido muchas veces con la invitación de no volver a la vida anterior.
Jesús invita también a todos a vivir las mismas actitudes en su discurso sobre el
juicio de las naciones (Mt 25,31‐46): “Os aseguro que lo que hayáis hecho a estos mis
hermanos menores me lo hicisteis a mí” (v. 40). Solamente por sus actos de amor uno
puede ser testigo del Reino. En el sermón del monte (Mt 5,1‐12) Jesús indica el
camino que lleva a la Vida. En las bienaventuranzas descubrimos un camino de vida
nuevo y original. Un camino contradictorio para la gente de su época, lo contrario a lo
que estaban acostumbrados. Pero las bienaventuranzas son reglas de vida y para la
Vida. Son el camino del evangelio que lleva a la vida plena, a la cual todos estamos
invitados.
1.3.2. Una opción por la libertad.
5
SEJ, Civilización del amor, tarea y esperanza. p. 100
6
“Si os mantenéis fieles a mi palabra, seréis realmente discípulos míos,
entenderéis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8,31). Nos encontramos en medio
de un diálogo entre Jesús y los judíos. El v. 31 indica que eran judíos que habían creído
en él, lo que puede indicar que el diálogo no se desarrollaba en una discusión o en
forma contestataria. Pero a lo dicho por Jesús, ellos responden que ellos son del linaje
de Abrahán, que nunca fueron esclavos y dicen “¿Por qué dices que seremos libres?”
(Jn 8,33) El esclavo no pertenece a la casa y puede ser expulsado, el hijo pertenece y
se queda en casa. Pero el esclavo puede recibir la libertad, emanciparse y aun
heredar. Aunque sea hijo de Abrahán, libre de nacimiento, por el pecado el hombre
cae en la esclavitud. Con su revelación Jesús viene a liberar de esa esclavitud. Más
todavía hemos sido llamados a la libertad: “Vosotros, hermanos, habéis sido llamados
a la libertad; pero no vayáis a tomar la libertad como estímulo del instinto; antes bien,
servíos mutuamente por amor” (Gal 5,13). La libertad no es ilimitada ni es el valor
supremo: está limitada por el amor mutuo. Entre amo y esclavo no existe este amor,
es más bien una relación basada sobre la utilidad. Libertad para el esclavo es entrar en
una nueva dinámica de relaciones.
Es esta forma de libertad que Jesús ofrece al (joven) rico, dejándolo libre en su
opción (Mt 19,16‐30; Mc 10,17‐31; Lc 18,18‐30). En este pasaje nos encontramos con
un ‘joven’, una persona que se acerca a Jesús en búsqueda de libertad plena:
“Maestro, ¿qué obras buenas tengo que hacer para alcanzar vida perdurable?” (Mt
19,16). El joven se informa sobre una espiritualidad de obras que asegure una vida
perpetua. No solamente era consciente del decálogo, lo ponía también en práctico:
“Todo eso lo he cumplido, ¿qué me queda por hacer?” (Mt 19,20). Para ser discípulo
de Jesús le falta solamente liberarse totalmente de sus ataduras y entrar en una nueva
relación: “Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes, dáselo a los pobres y tendrás
un tesoro en el cielo; después ven y sígueme” (Mt 19,21). Es una invitación pero
solamente si el joven rico quiere ser perfecto. Hasta en la respuesta existe la libertad.
Y justamente en esta invitación libre está todo el drama: ser libre es también
aventurarse en algo nuevo, en algo distinto. Es también dejar atrás ‘las seguridades’.
En la historia de la esclavitud se nota que muchas veces los esclavos liberados
preferían seguir viviendo con el amo. Tenían miedo de la libertad, nunca fueron
educados para ser libres.
Lo mismo se nota en el joven rico: “al oírlo, el joven se marchó triste…” (Mt
19,22). Jesús no le dio una respuesta, le dio la libertad, una libertad responsable y el
joven no estaba preparado para esto. Jesús quiere que el joven viva una libertad
interior, que pasa por liberarse de su riqueza que lo tiene esclavizado. Solamente
siendo uno totalmente libre, se convierte en discípulo de Jesús, en portador y
mensajero de libertad. Seguir a Jesús, supone una opción de vida, y si bien Jesús era
exigente en su llamado, siempre respetaba la libertad para aceptar o no. Jesús
invitaba, no obligaba; proponía pero no imponía.
Una libertad “no como la posibilidad de ‘hacer cualquier cosa’ sin límites ni
criterios, sino libertad, como una entrega de sí mismos al servicio de todo lo que hace
más humana la vida de quienes lo rodean y de la construcción de una sociedad libre y
verdadera”6
1.3.3. En realidad una sola exigencia: el amor.
6
SEJ, o.c.. p. 154
7
“Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os amé” (Jn
15,12). El centro de todo el actuar de Jesús es el amor y es también el centro de todo
el Reino de Dios. Es la única exigencia, del amor brota una nueva forma de
relacionarse, del amor nace la vida. El amor lleva vida, es señal de vida y comunica
vida.
El amor de Jesús está patente en su mirada, en un gesto, en la compasión, en
una muestra de afecto y de cariño hacia los que eran menospreciados en la sociedad
judía. El dejaba que los niños se acercaran (Mt. 19,13‐15); Jesús miró al joven rico con
cariño (Mc 10,21). Y sintió compasión de la gente antes de realizar la multiplicación de
los panes (Mc 6,34). En su nuevo modo de comunicarse, en la nueva forma de
convivencia que presenta Jesús, hay una sola ley: el amor. Jesús renueva el precepto
del amor, no por el contenido, sino por la extensión, el motivo, el testimonio: “Os doy
un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado: amamos así
unos a otros. En eso conocerán todos que sois mis discípulos, en que os amáis unos a
otros” (Jn 13,34‐35).
La fuente del amor de Jesús hacia los que lo rodeaban, es la comunicación del
amor del Padre: “Como me amó el Padre os amé yo: manteneos en mi amor” (Jn 15,9).
El amor es la manifestación de Dios mismo. Todo amor auténtico procede de Dios:
“Queridos, amémonos unos a otros, pues el amor viene de Dios”. (1Jn 4,7). El amor de
Dios es comunicativo. Dios demuestra su amor enviando a su Hijo, para dar vida: “Dios
ha demostrado el amor que nos tiene enviando al mundo a su Hijo único para que
vivamos gracias a él” (1Jn 4,9). Y estamos invitados a imitar este gesto de amor,
viviendo en amor los unos con los otros: “si Dios nos ha amado tanto, también
nosotros debemos amarnos unos a otros” (1Jn 4,11)
2. El camino como imagen del actuar pedagógico de Jesús.
Un pasaje clásico para el estudio de la pedagogía de Jesús es el relato de los
discípulos de Emaús (Lc 24,13‐35)7. Es un relato en el cual se puede descubrir más
claramente un proceso de crecimiento en los discípulos gracias a las intervenciones de
Jesús.
2.1.
El relato de Emaús: un “camino” como relación y experiencia pedagógica.
El relato de los discípulos de Emaús se encuentra solamente en el evangelio de
Lucas y tiene un ritmo que refleja una catequesis formulada después de muchos años.
El evangelista da todo lo esencial del mensaje cristiano en una forma condensada y
completa, es como un resumen de todo el evangelio. Pero más que el contenido de
este pasaje nos interesa la dinámica que se presenta. Una dinámica que puede estar
como modelo de pedagogía.
2.1.1. Emaús: caminar y hablar
7
Cfr. OÑORO C., Fidel, Elementos característicos de la pedagogía de Jesús en el Evangelio de
Lucas, Medellín, Vol XXVIII, n. 110, p 5-49; BULCKENS, J., Zoals eens op weg naar Emmaüs,
handboek loor catechetiek, Acco, Leuven y Soeur Jeanne d’Arc, La catéchèse sur la route de Emmaüs,,
Lumen Vitae.
8
Dos temas grandes podemos descubrir en el relato: el camino y la palabra. Y con
ambas imágenes Lucas nos indica un modelo de relación que tendría que existir en
cualquier diálogo educativo.
- El camino: los discípulos “de camino hacia una aldea” (v. 13); “Jesús en persona
los alcanzó y se puso a caminar con ellos” (v. 15); cuando “se acercaban a la
aldea” (v.28), Jesús “fingió seguir adelante” (v. 28). La conversación tuvo lugar
en un camino bien concreto: el camino a Emaús. El ponerse en camino indica
una cierta convivencia; vivir juntos, es la base para una verdadera
comunicación. No hay solamente un caminar “físico/histórico”, se hace
también todo un camino para llegar a entender y descubrir que: Jesús estaba
vivo.
- La palabra: los discípulos “iban comentando” (v. 14); “mientras conversaban y
discutían” (v. 15). La conversación, la discusión, el comentario indica también
que existe una comunidad de personas. Y en esta comunidad se hace presente
Jesús, para luego de la escucha, retomar lo dicho pero iluminándolo
comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas. Unas palabras que
dejaron huella: “¿No se abrasaba nuestro corazón mientas nos hablaba por el
camino y nos explicaba la Escritura?” (v. 32). Después de haber reconocido a
Jesús en el gesto del pan, vuelven por el camino para “contar lo acaecido por el
camino” (v. 35)
El relato de Emaús nos da un modelo de pedagogía8. Cleofás y su amigo saben
todo sobre Jesús, saben todo lo que han dicho las mujeres, y luego los hombres, sobre
la tumba vacía. Pero en realidad siguen en la oscuridad en cuanto al sentido profundo
de la existencia. A través del diálogo y el caminar junto a Jesús, los dos discípulos
darán el paso del saber al creer. Jesús caminó con ellos, compartió el camino, escucha,
ilumina. Esta convivencia será la base para la comunicación de la fe y la revelación.
Lucas traza un camino externo que supone, expresa y realiza el requerimiento interno
de la adhesión del discípulo.9
2.1.2. Emaús: compartir
La presencia de Dios en medio de una experiencia de ausencia de Dios, es otro
aspecto que nos manifiesta la experiencia de los discípulos de Emaús10. En su sed de
sentir a Dios presente en su vida, Cleofás y su amigo habían seguido a Jesús. Tienen
mucha información, están abiertos a Dios, pero “ellos tenían los ojos incapacitados
para reconocerlo” (v. 16). En este momento de desorientación Jesús les invita a
compartir sus angustias, sus preocupaciones. El los deja hablar. De a poco fueron
abriendo su corazón herido. Lo que había dado sentido a su vida, hasta la muerte de
Jesús, se había derrumbado justamente con ella.
Pero en el encuentro con el forastero, Dios se hace presente a través de Jesús.
Poco a poco, “comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas” (v. 27),
Jesús, comienza a darles el sentido mesiánico de su sufrimiento y de su muerte. Un
sentido que de a poco va iluminando la mente y el corazón del hombre: ¿no se
abrasaba nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino?” (v. 32).
8
cfr. BULCKENS, J., o.c., p. 24ss
cfr. OÑORO C., F., Elementos característicos de la pedagogía de Jesús en el Evangelio de
Lucas. Medellín, Vol XXVIII, pp 5-49.
10
cfr. idem, p 25ss
9
9
Es esto último, lo que motiva a invitar a Jesús a quedarse. La soledad que
habían experimentado, que los había motivado a salir de Jerusalén, empieza a dar
lugar a la comunión con Jesús Resucitado. Es un primer paso al reconocimiento de la
presencia de Dios, un reconocimiento que es total al compartir el pan. “Se les abrieron
los ojos y lo reconocieron” (v. 31). El compartir el pan es un gesto que trae al presente
la experiencia de la última cena, pero también el haber compartido tantas cosas y
tanto camino. En este gesto del pan, la muerte de Jesús recibe otra dimensión, ya no el
fracaso, sino el gesto de alguien que dio su vida, y dando su vida, da vida a una nueva
comunidad. Y al momento, se les abrieron los ojos y lo reconocieron, “él desapareció
de su vista” (v 31b), él, que estaba presente, se ausenta de nuevo. Pero la experiencia
de Pascua que han vivido los discípulos de Emaús da otro sentido a esta ausencia. Les
da fuerzas para ser testigos de la resurrección. Lo que aparentemente no tenía
sentido, recibe sentido en el camino recorrido; pero más que nada en el símbolo del
pan compartido.
2.1.3. Emaús: ir y venir.
El punto de partida y el punto de llegada en este relato es Jerusalén. Y aunque
sea el mismo lugar, hay un largo camino recorrido entrambos.
Los discípulos están de camino a Emaús “comentando todo lo sucedido” (v.14).
Y el comentario parte de una vivencia personal que es una decepción. Cuando se
detienen para contestar a Jesús tienen un “semblante afligido” (v. 17b). Y la respuesta
que dan a Jesús muestra que ellos tienen un conocimiento real de los acontecimientos.
Ellos hacen más fuerte su confesión de fe diciendo: “lo de Jesús Nazareno, que era un
profeta poderoso en obra y palabras ante Dios y ante todo el pueblo” (v. 19b). Habían
hecho una experiencia fuerte de encuentro con Jesús, una experiencia que se vivió con
el grupo de los discípulos: “… unas mujeres de nuestro grupo” (v. 22). Los dos tienen la
información ‘del acontecimiento Jesús’, lo vivieron, lo escucharon,… pero su mensaje
no ha echado raíces. Esperaban que Jesús “iba a ser él el liberador de Israel” (v. 21).
Ellos tienen un ‘conocimiento’ pero solamente a nivel de información, una información
poca clara y con muchas dudas. Ellos, no esperaban que el grupo o la comunidad de
Jerusalén les diera respuestas. Han vivido algo pero…, se alejan de Jerusalén.
En su camino de búsqueda (“comentando… conversaban y discutían…” (v. 14‐
15) está el encuentro con Jesús. A través del diálogo, descubren nuevos elementos
que iluminan lo vivido y escuchado, iluminándolos con lo dicho por Jesús. Pero este
camino no los iba a llevar directamente a Emaús. Era necesario parar en el camino. Y
cuando ya no existe más la preocupación del caminar, sentados alrededor de una
mesa, es posible hacer la experiencia religiosa y personal de reconocer a Jesús. El
gesto de la fracción del pan, provoca una reacción profunda de reconocimiento. Un
reconocimiento que, a su vez, los lleva a volver sobre sus pasos; ellos, vuelven hacia la
comunidad de Jerusalén. Y será en ésta comunidad, donde podrán expresar lo vivido,
compartir su experiencia del Jesús Resucitado. Vayamos de nuevo al punto de partida,
pero un punto de partida que también ha hecho ya su camino. Ya no es más la
comunidad atemorizada, sino una comunidad que ha vivido la presencia de Jesús vivo.
El camino es una linda imagen que es utilizada muchas veces cuando hablamos
de la vida y de la educación. Hablamos del educador cómo aquel que camina con su
educando, cómo aquel que se hace presente en un momento determinado para luego
desaparecer nuevamente. En el evangelio de Lucas, podemos encontrar justamente
esta imagen del camino, un camino que Jesús hace junto con sus discípulos,
1
0
preparándolos para ser discípulos. El relato de Lucas, demuestra un itinerario, una
intuición educativa, que trae consigo importantes intuiciones pastorales. Esto nos
invita a entrar más en los escritos de Lucas para ir buscando elementos característicos
del comportamiento de Jesús en cuanto educador de su comunidad y de futuros
evangelizadores.11
2.2.
El camino como modelo para la catequesis.
Según Lucas, la vida pública de Jesús empieza con la predicación de Juan el
Bautista (Lc 3,1) y termina con la ascensión de Jesús. (Hch. 1,11). Entre ambos
acontecimientos, podemos descubrir a través de la dinámica de la formación de los
discípulos, ciertos rasgos pedagógicos de Jesús. Jesús realizará todo un camino con
ellos, hasta llegar a una adhesión interior por el Reino de Dios. Y otra vez aparece la
imagen del camino.
La importancia de haber hecho el camino junto a Jesús, la podemos descubrir
en el discurso de Pedro en: Hch. 1,21‐22 en el momento en que buscan a alguien para
reemplazar a Judas Iscariote. “Ahora bien, de todos los que nos acompañaron mientras
el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, desde el bautismo de Juan hasta que nos
fue arrebatado, uno tiene que ser con nosotros testigo de su resurrección.”
Pedro había caminado con Jesús y en cierto modo había terminado su proceso
de formación. El pone como condición para entrar en el grupo de los doce, que quien
formara parte del mismo, debía de haber acompañado al Señor, que tenía que haber
hecho una experiencia comunitaria junto a Jesús. Y esto, desde el inicio de la vida
pública, hasta la Ascensión. Pedro delimita así el tiempo de la experiencia, y en cierta
forma señala el comienzo y el final del proceso de formación necesaria para ser testigo
de la resurrección junto a los demás. Esto supone también un recorrido completo del
itinerario. El caminar junto a Jesús, el ser discípulo, aparece como sinónimo de ser
iniciado por Él.
2.2.1. El primer paso del camino.
Tanto el llamado a los pescadores como el llamado a Leví se puede resumir en
una palabra‐invitación: “sígueme” (Mt 4,18‐22; Mc 1,16‐20; Lc 5,1‐11 y Jn. 2,35‐51).
Este primer encuentro, dónde el camino de Jesús se cruza con los caminos de los
pescadores y de un recaudador de impuestos, tiene un dinamismo en sí, que es tan
fuerte, que ellos lo dejan todo. Ellos lo dejan todo: su oficio, su familia, sus sueños y
proyectos personales, para emprender un nuevo camino, una nueva vida, siguiendo a
Jesús. El “seguir a Jesús” comienza con un cambio de vida.
Lo mismo encontramos en el relato de los tres candidatos‐discípulos en Lc.
9,57‐62 (cf. Mt. 8,19‐22). Al primero, Jesús indica qué dedicarse a seguirlo implica
también vivir sin la garantía de tener lo mínimo para descansar: “…pero este Hombre
no tiene donde recostar la cabeza”, hasta los animales tienen mayor suerte por tener
una madriguera o un nido. Al segundo que quería enterrar a su padre, Jesús le
contesta con fuerza, como para indicar la consecuencia radical que implica ser
discípulo. Lo mismo pasa con el tercero; Jesús niega la prioridad de los lazos
familiares. Quien quiera seguir a Jesús, no tendrá el afecto de la familia y tiene que
asumir la suerte de caminar junto a Jesús, un camino de servicio en bien de los otros.
11
cfr. OÑORO C., F., Elementos característicos de la pedagogía de Jesús en el Evangelio de
Lucas. Medellín XXVIII/n. 110, p 5-49
1
1
Más adelante en el evangelio, Jesús presentará las exigencias para aquellos que
quieren seguirle más de cerca: Lc 14,25‐35 (mt 10,27‐38): “Si alguien acude a mí y no
pospone a su padre y su madre, a…., y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío.
Quien no carga con su cruz y me sigue no puede ser discípulo mío”. Los vínculos
puramente humanos de familia, el interés personal, interfieren muchas veces y
contrarestan la llamada de Jesús. Por eso, el seguidor o discípulo de Jesús, tiene que
rechazar, “odiar” esos impedimientos. Si no está dispuesto a ello, no reúne las
condiciones para seguir las huellas de Jesús. Para caminar con Jesús, es necesario la
renuncia al propio camino. Las dos parábolas que siguen a esta exigencia (sobre el
constructor de la torre y la sal, cfr. Lc 14,28‐32) insisten en el conocimiento de las
condiciones y la plena conciencia, con que se debe tomar la decisión de seguir a Jesús.
En síntesis, para entrar en el camino formativo de Jesús, los discípulos tuvieron que
dar una respuesta radical y tener una disposición total para dejarse formar por el
Maestro. Jesús los llevará por el camino de una vida diferente, de una vida nueva.
Una vida nueva que implica un proyecto de vida diferente del que se tenían antes de
implicarse con Jesús. En esta elaboración del proyecto de vida del discípulo podemos
encontrar como tres momentos diferentes12:
- el acompañar a Jesús en medio del pueblo
- durante la Pasión y la Muerte de Jesús
- la experiencia de Jesús Resucitado.
2.2.2. Caminar en medio del pueblo.
“A continuación fue recorriendo ciudades y aldeas proclamando la buena
noticia del reinado de Dios. Lo acompañaban los Doces y algunas mujeres que…” (Lc
8,1‐2). Jesús lleva a los discípulos consigo a lo largo de su ministerio itinerante a través
de Galilea. A veces le acompañaban multitudes, o lo buscaban, pero hay experiencias
y momentos en que Jesús comparte solamente con sus discípulos. Por ejemplo en Lc
8,22: “Un día de aquéllos subió él a una barca con los discípulos y les dijo…” .
Jesús emprenderá también con ellos su viaje a Jerusalén: “Cuando se iba
cumpliendo el tiempo de que se lo llevaran, afrontó decidido el viaje hacia Jerusalén y
despachó por delante unos mensajeros..∙” (Lc 9,51‐52). Ir a Jerusalén implica atravesar
ciudades y pueblos; el camino era largo. Es “mientras iban de camino” (Lc 9,57) que
Jesús explica las exigencias del discipulado.
Y en este largo camino hacia Jerusalén los discípulos van aprendiendo de Jesús
su nuevo proyecto de vida: “Camino de Jerusalén recorría ciudades y aldeas
enseñando” (Lc 13,22). Y no solamente fue enseñanza pero fue un compartir en todos
los momentos del día: “Entonces, diréis: contigo comimos y bebimos, en nuestras calles
enseñaste” (Lc 13,26). Por supuesto no basta haber convivido físicamente con Jesús
para tener salvoconducto asegurado para ser su discípulo. Pero los supuestos
momentos informales como por ejemplo: compartir la mesa, habrán sido también
momentos intensos en los que compartir la vida.
Otro testimonio de este largo camino desde Galilea hacia Jerusalén y la
intensidad de las actividades de Jesús, se expresa delante de Pilato: “Ellos insistían:
Está agitando a todo el pueblo de Judea; empezó en Galilea y ha llegado hasta aquí”
(Lc. 23,5). Los testigos insisten ante Pilato mostrando sin querer, la extensión del
ministerio de Jesús y su popularidad.
12
cfr.: idem, p. 15
1
2
En este largo camino se van intercalando períodos narrativos y discursos,
curaciones y explicaciones. A veces en presencia de la muchedumbre, a veces a solas
con sus discípulos, Jesús les ayuda en entrar en el camino del Reino de Dios.
Esta intención, la podemos ver en el deseo de Jesús de estar junto a ellos.
Cómo por ejemplo, después de la primera experiencia misionera: “Los apóstoles
volvieron y le contaron cuanto habían hecho. El, los tomó aparte y se retiró por su
cuenta a una ciudad llamada Betsaida” (Lc 9,10) Lucas no especifica lo que contaron,
pero podemos pensar que fue para compartir las experiencias. Significativo es que
Jesús se retiró con ellos, y no él sólo, para descansar; pero seguramente sería para
continuar su formación. Y a través de esta vivencia diaria, del caminar juntos y del
compartir la mesa, se fue creando una unión íntima entre Jesús y sus discípulos. Será
ésta unión estrecha, la que permite a Jesús anunciar los motivos de subir a Jerusalén:
“Llevándose aparte a los Doce, les dijo: Mirad, subimos a Jerusalén y se cumplirá en
este Hombre cuanto escribieron los profetas: será entregado a los paganos: se burlarán
de él, lo insultarán, le escupirán, lo azotarán y lo matarán; y al tercer día resucitará”
(Lc 18,31‐32). Sólo para los doce predice el hecho y algunos detalles de su pasión,
muerte y también su resurrección. Ellos siguen incapaces de entender el misterio de la
pasión; todavía falta un largo trecho de camino: el mismo camino que tuvieron que
hacer los discípulos de Emaús antes de entender y creer.
Las actitudes de Jesús cuestionan y a veces son criticadas por los fariseos o los
letrados. Y esto, ha sido seguramente también tema de conversaciones entre Jesús y
los apóstoles. Por ejemplo durante la cena con los pecadores narrada en Lc 5,28‐31:
los fariseos preguntan a los discípulos: “¿Cómo es que coméis y bebéis con
recaudadores y pecadores?” (v.30b). Mientras la respuesta viene de Jesús: “del médico
no tienen necesidad los sanos…” (v 31ss). En otros momentos podemos ver cómo la
crítica y el rechazo, no solamente es hacia Jesús, sino también hacia aquellos que lo
seguían más de cerca. “¿Por qué hacéis en sábado una cosa prohibida?” (Lc 6,2)
preguntan los fariseos a los discípulos después que éstos últimos habían arrancado
unas espigas. “Vino este Hombre, que come y bebe, y decís: Mirad qué comilón y
bebedor, amigo de recaudadores y de pecadores” (Lc 7,34). Jesús tomará todos estos
momentos para enseñar a sus discípulos. La vida concreta será objeto y sujeto de la
formación.
Y un último hecho típico de Jesús, llevará también a los discípulos a descubrir el
grado de intimidad que El tenía con su Padre. Y esa acción, eran los momentos de
oración. Por ejemplo la predicción de su muerte y resurrección está precedida por un
momento de oración: “Estando él una vez orando a solas, se le acercaron los discípulos
y él …” (Lc. 9,18ss). Esta misma actitud de oración, observada por los discípulos será
motivo de una enseñanza: “Una vez estaba en un lugar orando. Cuando terminó, uno
de los discípulos le pidió: Señor, enséñanos a orar…” (Jn 11,1ss). Y Jesús responde a la
petición proponiendo una oración muy breve con la novedad de la invocación: ¡Padre!.
En el evangelio de Lucas, Jesús se dirige siempre a Dios como Padre, lo que indica
justamente su intensa relación con Dios. Los discípulos forman parte de esta relación
por la cual Jesús los enseña orar diciendo: ¡Padre!.
1
3
2.2.3. El camino de la Pasión y la Muerte.
“La afirmación ‘Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis
pruebas’ (Lc. 22,28), supone el caminar de los discípulos de Jesús en las experiencias
dramáticas del rechazo y particularmente, la pasión”13
En Lc 22,39 podemos leer como Jesús se dirigía según costumbre (cfr. Lc 21,37)
a rezar en el Monte de los Olivos y “lo siguieron los discípulos” (Lc 22,39b). Con este
gesto, empieza una nueva etapa en el camino como discípulos de Jesús. Ellos son
invitados en este momento de la nueva etapa a rezar; pero Jesús: “los halló dormidos
de tristeza” (Lc. 33,45b). Llegó el momento de la traición y uno que lo había seguido
por el camino, con lo cual había compartido todo lo entregó. En esta hora de captura,
en Lucas, no vemos que los discípulos huyeran (como en el evangelio de Marcos).
Pedro continúa: “Pedro lo seguía a distancia” (Lc 33,54b). Pero luego llegó el
momento de la pasión, y Pedro huye en la oscuridad.
A continuación aparece el personaje de Simón de Cirene, y no podemos negar
que en este pasaje encontramos literalmente un gesto que cada discípulo de Jesús
tiene que tener: cargar la cruz (cfr. Lc 9,23; 14,27). ¿Acaso éste gesto no le convierte
en seguidor de Jesús?
Y en el momento de morir, Lucas enumera los allí presentes diciendo: “Sus
conocidos se mantenían a distancia, y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea
lo observaban todo” (Lc 23,49). Aquellos que habían recorrido el camino desde
Galilea, los que habían recibido de Jesús todas sus enseñanzas, los que habían visto
cómo actuaba, estaban y seguirán hasta el último lugar dónde reposó el cuerpo de
Jesús: “Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea, fueron detrás para
observar el sepulcro y cómo habían colocado el cadáver” (Lc 23,55).
Las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, que habían hecho el mismo
camino, querían estar presentes hasta el último momento. Y su preocupación por
embalsamar el cuerpo de Jesús, hace que ellas sean las primeras testigos de la
resurrección.
2.2.4. Caminar con Jesús Resucitado.
El camino junto a Jesús no había terminado con su muerte. No habían
caminado lo suficiente con El, para terminar el recorrido en Jerusalén. Todavía falta
una parte del camino, faltaba ir a hacia Betania. (Lc 24,50). Pero primero está la
experiencia de la tumba vacía. Primero está el testimonio de las mujeres (Lc 24,1‐11),
y luego el de Pedro (Lc 24,11‐12). Pedro, como otras veces toma la iniciativa, se
separa, va curioso y audaz al lugar de los hechos. Comprueba el signo del sepulcro con
detalle, pero le faltan por ahora los testimonios y queda “extrañado” (v. 12b), ni
incrédulo ni creyente. El relato se interrumpe para contar la experiencia de los
discípulos de Emaús. Ellos al regresar a Jerusalén cuentan su encuentro con el
Resucitado y se encuentran que dentro de la comunidad se había aparecido Jesús. Es
curioso que se refiera indirectamente la aparición de Jesús sólo a Simón; (Lc 24,34),
pero luego, se narra la aparición de Jesús al grupo de discípulos. También aquí, como
en el relato de los discípulos de Emaús hay un camino a recorrer: desde el asombro, el
espanto y el miedo; a través de la experiencia de ver y tocar, y de compartir la comida
y la explicación escriturística de Jesús, se “les abrió la inteligencia para que
comprendieran la Escritura” (Lc 24,54) En los Hechos de los apóstoles, Pedro contará
cómo se apareció y “comimos y bebimos con él” (Hch 10,40‐41). Jesús explica otra
13
idem, p. 17
1
4
vez la Escritura, añadiendo esta vez una pieza, la predicación, de la muerte y
resurrección. O sea que la pasión y resurrección desembocan en la predicación
apostólica, universal, a partir de Jerusalén. Un nuevo camino se tiene que hacer, un
camino en el cual los discípulos ya no son solamente testigos de lo ocurrido con Jesús,
sino que tienen la misión de testimoniar (Lc. 24,48). Cómo un día los envió en una
primera expedición (cfr. Lc 9,1‐6), ahora los nombra sus testigos, prometiéndoles el
envío del Espíritu Santo.
Con la ida a Betania, dónde Jesús se despide de sus apóstoles, Lucas quiere
cerrar un doble camino (Lc 24,50ss). Primeramente, Betania es el lugar dónde empezó
el camino hacia Jerusalén, hacia la muerte y resurrección de Jesús (Lc 19,29). Pero
luego también es el lugar donde Jesús bendice a sus discípulos, se separa de ellos y es
llevado al cielo. La formación de los discípulos ha terminado, falta esperar en
Jerusalén “lo prometido por Padre” (Hch 1,4). Y desde Jerusalén, se dibujarán nuevos
caminos. Nuevos guías saldrán de ahí, para ir acompañando a otros, por los caminos
de Israel y por los caminos del mundo, iniciando a todos los que quieran ser discípulos
del Señor Jesús.
Si nos hemos limitado a hacer un acercamiento al evangelio de Lucas, era
justamente porque en su evangelio encontramos más claramente el tema del camino.
El camino cómo símbolo de una actuación educativa de Jesús. Un camino que se hace
realidad a través de un caminar físico, que termina en Jerusalén, y que se hará un
nuevo camino físico, que empieza en Jerusalén. Pero también se muestra un camino
interior que cada discípulo de Jesús tiene que hacer, desde el abandono de su proyecto
de vida personal, tomando su cruz, hasta ser a su vez ‘maestro’ para otros. El caminar
juntos da tiempo a compartir la vida con mayor densidad. Y a través de la vida
cotidiana de compartir crece la comunicación de Jesús con sus discípulos y los
discípulos están en la posibilidad de profundizar en la cotidianidad la propuesta de
Jesús. El camino y el caminar se convirtieron en el discípulo: “Caminar junto con Jesús,
en actitud de ‘seguimiento’, es sinónimo de ser educado por él”14.
3. Conclusión
Nuestra catequesis debe tener un objetivo bien definido, una meta hacia dónde
caminar. Algo que nos inspira y que da sentido a todos nuestros actos. Esta meta será
el centro de todo el actuar, esta meta indicará los pasos a seguir. La meta ayudará a
concentrar todos los esfuerzos de todos los involucrados, catequistas y catequizandos,
hacia el mismo punto de llegada. Sin saber el punto de llegada, no hay tampoco un
camino para llegar.
Jesús tenía una meta bien definida y todo su actuar, todo su camino iba hacia
ella: la implantación del Reino de Dios. Toda su vida, sus palabras y sus acciones
tienen como centro proclamar y hacer presente el Reino de Dios. “La pedagogía de
Jesús es evangelizadora, mediación, signo e instrumento de la Buena Nueva de la
liberación y de la vida”15
En esta misma preocupación de hacer realidad el Reino de Dios, Jesús inició a
sus discípulos para que ellos también pudieran anunciar y realizar el Reino de Dios por
doquier. Seguir a Jesús, significa entrar también en esta nueva relación y seguir con la
14
15
OÑORO, F., o.c., p. 12
PERESSON TONELLI, M.L., o.c., p 607
1
5
misión de Jesús. Los discípulos hacen suyo el proyecto de Jesús: anunciar y realizar el
Reino de Dios. Este Reino de Dios será la motivación y el motor de sus vidas.
Seguir a Jesús hoy, es hacer este proyecto, nuestro propio proyecto de vida
personal y comunitaria. Como catequistas, tenemos la misma meta, la misma misión:
“Como el Padre me envió, yo os envío a vosotros” (Jn 20,21) A medida que nos
acercamos a los Evangelios y que hacemos del Proyecto de Jesús nuestro proyecto,
haremos más realidad el Reino de Dios entre nosotros.
2. LA INICIACIÓN: UN CAMINO CASI OLVIDADO
Ciertamente no es suficiente tener una meta y actividades; hay que comenzar
con el catequizando. La imagen del camino que descubrimos en nuestro acercamiento
al evangelio de Lucas nos invita justamente a comenzar un camino con los niños,
adolescentes y jóvenes que nos son confiados, para que puedan asumir los valores del
Reino y hacer una opción de ser seguidores de Jesús.
Tomamos como premisa que “Por su supervivencia, cualquier grupo humano
transmite sus experiencias, sus leyes, sus valores, sus motivos para vivir. Para eso,
tiene tres herramientas útiles de comunicación: la instrucción, el aprendizaje y la
iniciación. Cada modo de transmisión tiene su lógica propia, su dinamismo interno que
le da estructura y organización. Si la instrucción valoriza la representación conceptual,
la práctica, reina en el aprendizaje, mientras el rito simbólico predomina en la
iniciación. Cada uno tiene su especificidad, pero ninguno funciona solo, los tres se
inscriben de hecho en un dispositivo global en dónde se articulan estrechamente los
unos con los otros para constituir una configuración original de transmisión y de
educación que están entrelazados”16.
pedagogía
de la
enseñanza
pedagogía
del
aprendizaje
16
pedagogía
de la
iniciación
« Pour sa survie, tout groupe humain transmet ses acquis, ses lois, ses valeurs, ses raisons de
vivir. Il dispose à cet effet de trois outils majeurs de communication : l’instruction, l’apprentissage et
l’initiation. Chaque mode de transmettre a sa logique propre, sa dynamique interne qui le structure et
l’organise. Si l’instruction valorise la représentation conceptuelle, la pratique règne dans
l’apprentissage tandis que la symbolique rituelle prédomina dans l’initiation. Chacun a sa spécificité,
mais aucun ne fonctionne seul : les trois s’inscrivent de fait dans un dispositif global oú ils s’articulent
étroitement les uns aux autres pour constituer une configuration originale du transmettre et de
l’éducation qui y est liée. » FAYO-FRICOUT, A., et autres, L’initiation chrétienne démarche
catéchuménale. p. 18
1
6
En nuestros ambientes (tanto la escuela, en la catequesis, etc…) están muy presentes
la instrucción (enseñanza) y el aprendizaje, mientras la iniciación esta ausente. El
término de ‘iniciación’ es solamente conocido y utilizado en el ámbito de la catequesis
parroquial: la catequesis de iniciación. Una catequesis que tiene como objetivo el
iniciar al catequizando en un sacramento como el bautismo, la comunión o la
confirmación. También tenemos la iniciación en el catecumenado de adultos,
concebido como camino, como interiorización en el Misterio de la Salvación.
En un ambiente como son los grupos Scout podemos encontrar la dinámica de
la iniciación cómo un camino a recorrer, etapas a concluir para empezar otra etapa. A
través de ciertas actividades, actitudes, habilidades, etc.. el lobato, trata de superarse
para llegar a ser ‘lobo gris’. Y a través de una ceremonia casi secreta recibe el nombre
y la responsabilidad de ser un lobo gris. Y así sucesivamente hasta llegar a ser un
scout, y ‘una vez scout, siempre scout’. En la práctica del movimiento scout
encontramos justamente las tres formas de educación hacia la vida: enseñanza,
aprendizaje e iniciación.
Pero cuando hablamos de “iniciación”, ¿qué entendemos?
1. La iniciación.
En la iniciación no se quiere transmitir algo a alguien. Es más bien una serie de
etapas de un camino bien preparado. El objetivo del mismo no es que el joven sepa
más, sino que la finalidad de la iniciación está en la modificación de su ser: ‘de ser
joven, pasa a ser adulto’. La función de la iniciación es entonces, integrar socialmente
al joven, ayudándole a pasar la etapa de su juventud: es hacer que se haga adulto. Es
hacer un recorrido del camino con el joven, para que a través del mismo él descubra su
lugar como adulto en el mundo. “La iniciación es un proceso de formación que permite
la maduración y el crecimiento de un sujeto para su integración dinámica en un grupo
social.”17
En este sentido podríamos hablar que el camino que hizo Jesús con sus
discípulos fue en cierta forma un camino de iniciación: fue un proceso de formación y
crecimiento de los discípulos. De ser pescador, llegar a ser pescadores de hombres. Y
a su vez, han puestos a otros en este camino de iniciación.
Iniciación significa ‘comienzo’ y luego ‘final’. ¿Comienzo de qué?: de una
transformación de sí mismo. Si bien la animación o motivación vienen de afuera, la
iniciación, es la acción de un individuo sobre sí mismo. No existe una ‘auto‐iniciación’.
La iniciación es una prueba para llegar a ser uno mismo.
17
« L’initiation est un processus de formation qui permet la maturation et la croissance d’un sujet
par son intégration dynamique dans un groupe social .» VILLEPELET, D., Initiation et pédagogie, p. 17.
1
7
2. Las etapas de la iniciación
La antropología clásica18 distingue estas etapas claramente como:
RUPTURA
PRUEBA
INTEGRACIÓN
Toda iniciación empieza con una ruptura, con una separación de la comunidad.
Todo lo conocido, lo común y lo cotidiano es dejado atrás. Lo que era seguridad,
comodidad, etc. quedó atrás.
Y nunca más volverá a ser lo mismo. No es una
separación con ‘un hasta luego’. Todo lo que era conocido y manejable de la vida
queda atrás. Es como un morir a una vida. Esto está expresado muchas veces en los
ritos de comienzo: una separación física del iniciado de su tribu o familia, un lugar con
símbolos desconocidos y sensaciones extrañas.
El iniciado entra en un mundo diferente de lo que conocía hasta ahora. En este
lugar de reclusión, el iniciado atraviesa pruebas que lo ayudarán a superar la crisis de
la ruptura y que le ayudarán a integrarse como un miembro nuevo y diferente en la
comunidad19. Si la ruptura tiene como trasfondo la muerte, la prueba es cómo la
gestación a una vida nueva. Una vida nueva hacia un nuevo lugar en la comunidad,
que reconoce al iniciado como un miembro nuevo. El iniciado dejó morir al niño para
ser un adulto.
2.1.
Las etapas como etapas cronológicas.
Primeramente descubrimos en estos procesos las tres etapas en un orden
cronológico. En primer lugar existe un acontecimiento (positivo o negativo) que hace
tambalear la situación. La novedad del acontecimiento interrumpe al individuo en su
aparente seguridad. El iniciado no conoce de antemano ni el momento ni la forma en
que se va desarrollar la iniciación. El inicio es sorpresivo e inmediato, no hay tiempo
para prepararse.
El encuentro con esta novedad trae consigo primero una reacción emocional;
de la primera sorpresa surgen rápidamente sentimientos, tanto de miedo, de sorpresa,
de inseguridad. Estos sentimientos son muchas veces en primera instancia difíciles de
controlar. Es necesario que el individuo tome distancia de sus emociones, para luego
poder enfocar su atención a lo acontecido y su influencia en su vida. Aquí las
reacciones pueden ser de lo más variado: desde negarse a entrar en el juego de
interrelación, hasta dejar de lado la experiencia, con la idea que esto ya se vivió. Es
necesario que la persona admita lo sucedido cómo algo nuevo y distinto de lo vivido
hasta ahora. Abrirse a la novedad no es siempre un proceso fácil, y reconocer su
actualidad, es un paso importante durante este segundo momento.
Pero una vez que el individuo ha asumido esta nueva experiencia, descubre
también que ésta, lo ha ayudado a crecer. Su vida puede tomar un rumbo diferente, o
si no toma un rumbo diferente, por lo menos lo ha marcado.
18
cfr. MAYOL, P., De l’initiation aux pratiques artistiques. p. 25-33, Revue Catéchèse n. 141,
1995
19
cfr. I.S.P.C., L’initiation chrétienne démarche catéchuménale. p. 1-40
1
8
2.2.
Las etapas como recorrido simbólico muerte/vida20
Basándose sobre los procesos de iniciación varios autores hablan de un
recorrido simbólico, comparando la primera etapa de ruptura con la muerte, y la
última etapa con la vida. En los ritos de iniciación, vemos cómo el iniciado viviera la
ruptura a través de una situación dónde reina el caos y la muerte. Tiene lugar fuera de
la comunidad, en un lugar apartado con muchos elementos desconocidos. El iniciado
se encuentra luego a través de las pruebas en una situación que tiene que ir
superando. Y a través de esta lucha, el individuo llegará a un nuevo estado. Se
considera que no ha tenido lugar la iniciación si estos tres momentos simbólicos no
han estado presentes:
a. El duelo: momento de separación. En el momento de comenzar la iniciación, el
individuo es separado de su entorno social cómo la familia, la madre, etc… Esta
separación puede tener elementos o ámbitos diferentes. Pero en general se
puede hablar de una separación casi violenta y la introducción en una situación
de muerte. Este último, a veces, es expresado en prohibiciones de tener
contacto con otras personas. Muchas veces se lleva al iniciado en una especie
de trance a través de danzas, cantos, etc… Este momento y sus ritos buscan
siempre querer ‘matar el hombre viejo’.
b. La prueba: separado de su lugar de convivencia, el iniciado vive cómo entre dos
mundos. Se descubren como dos polos diferentes: el masculino y el femenino.
Este último cómo un retorno simbólico al vientre de la madre. Representado a
veces en el mismo lugar oculto de la iniciación o con las pinturas, gestos,… El
mundo ‘artificial’ y lleno de símbolos que lo rodean es sentido cómo una
amenaza. No será fácil salir de ahí; una lucha aún simbólica, será necesaria. El
polo opuesto, el masculino, es la ascensión: el ponerse de pie para progresar.
Lo simbólico es a veces expresado a través de subir un árbol o una colina, pero
hay que vencer obstáculos para llegar a esta altura. Ambos movimientos tiene
que desembocar en una salida: (nacer de nuevo) y esto, gracias a una fuerza
superior que le impulsa.
c. Y todos estos momentos, con su fuerte carga simbólica, terminan en una nueva
integración en la comunidad. Una nueva integración, que implica un nuevo
lugar para el iniciado. La comunidad cree que el niño que salió, quedó en el
bosque, y una nueva persona ha salido de todo ello.
20
cfr. I.S.P.C., o.c., p. 25ss
1
9
Estas etapas simbólicas podemos representar en el siguiente esquema21:
el polo masculino
ascensión
(cielo, aire, fuego)
DAR A MUERTE el duelo
(ruptura)
RENACER
RECLUSIÓN
el universo en miniatura
gestación
(agua, tierra)
el polo femenino
Y como último elemento no podemos olvidar que la iniciación no es un
acontecimiento individual, sino un acontecimiento grupal. La comunidad de los
iniciados se va a ir gestando a través de la prueba. Cada uno siente la necesidad de
interrelacionarse para ir superando esta etapa. De esta forma, el individuo, va
descubriendo no solamente sus propias capacidades, sino que descubre también el rol
que pueda jugar en el grupo intercambiando justamente cada una sus capacidades.
3. Elementos de los ritos de iniciación en la catequesis.
La presencia de dichos ritos de iniciación dentro de un proceso de crecimiento
del individuo, hace suponer que durante estos momentos, hay toda una búsqueda de
sentido de la vida. No es una mera transmisión de valores, costumbres o símbolos;
fundamentalmente es dar al iniciado un lugar y una identidad dentro de la sociedad.
Tres grandes elementos de la identidad están en juego:
- La identidad existencial: que debe responder a las preguntas sobre ¿quién soy
yo? ¿para qué estoy?;
- La identidad familiar: ¿cómo me sitúo en relación con mis padres, mis
hermanos, mi familia?. ¿Soy capaz de romper con estas relaciones infantiles y
establecer nuevas relaciones como adulto?
- La identidad social: ¿Cómo me sitúo enfrente a la sociedad?.
Hay en juego tres niveles, alrededor del mismo yo. Y a medida que se van
dando respuestas a estas preguntas, el individuo se pone de pie. “La iniciación no es
21
p. 27.
adaptación del esquema del libro L’inititation chrétienne démarche catécumenale, del I.S.P.C.,
2
0
otra cosa que el aprendizaje ritualizado de todas las diferencias sociales para permitir
al individuo integrarse en el cuerpo social del cual el es miembro.”22
La ruptura y toda la iniciación marca claramente la imposibilidad de volver al
principio; no hay un retorno. Y la final de la iniciación tiene que llegar a la necesaria
integración abriéndose al otro, a la comunidad.
4. Iniciación, herramienta para la evangelización.
Desde el ángulo de la educación y de la sociedad vemos que la iniciación puede
responder a una nueva exigencia. Agregamos a estas motivaciones también, el hecho
que la iniciación es también considerada como camino en la evangelización. Con
respecto a la catequesis de iniciación podemos leer en el último DGC: “En síntesis, la
catequesis de iniciación, por ser orgánica y sistemática, no se reduce a lo meramente
circunstancial u ocasional; por ser formación para la vida cristiana, desborda —
incluyéndola— a la mera enseñanza; por ser esencial, se centra en lo «común» para el
cristiano, sin entrar en cuestiones disputadas ni convertirse en investigación teológica.
En fin, por ser iniciación, incorpora a la comunidad que vive, celebra y testimonia la fe.
Ejerce, por tanto, al mismo tiempo, tareas de iniciación, de educación y de
instrucción.”23
Si bien la cita hace referencia a un aspecto concreto de la evangelización, a la
catequesis de iniciación, se nos indica la relación que tiene que existir entre iniciación
– educación – instrucción. Y su formulación indica claramente, lo que tiene que ser el
culmen de toda iniciación: la integración en la comunidad.
La iniciación en sí misma tiene también varios elementos que ayudan
ciertamente en la evangelización. Y aquí podemos retomar la imagen del camino que
hemos descubierto en la lectura del evangelio de Lucas. También en la iniciación
podemos encontrar esta idea de camino. Se va caminando con los iniciados hacia una
meta: la integración en la comunidad como persona adulta.
Concluyendo.
La iniciación parece ser una necesidad en la evangelización. Es ciertamente una
dinámica que ayuda al individuo en su crecimiento, a descubrirse a sí mismo en
relación con los otros. Es el camino en el cual se puede descubrir el sentido de su vida.
Es el camino para descubrir el lugar del Reino de Dios y las exigencias que trae consigo,
en la elaboración de un proyecto de vida. Si bien vemos que la iniciación tiene que
tener un lugar más claro en la , quedan algunas preguntas: ¿Cómo?. ¿Quién?.
¿Cómo podemos introducir la iniciación dentro del dinamismo de la catequesis?
Está claro que no tenemos que copiar o inventar ritos extraordinarios. Es más bien
cuidar una dinámica que ayuda al catequizando a avanzar en su crecimiento hacia un
tipo de persona con posibilidades de integración social. Tenemos que recuperar el
22
“L’initiation n’es rien d’autre que l’apprentissage ritualisé de toutes les différenciations
sociales pour permettre à l’individu d’être pleinement intégré dans le corps social auquel il appartient ».
o.c. p. 33
23
DGC 68
2
1
lenguaje simbólico, los ritos de iniciación dentro de nuestro camino con el
catequizando.
No podemos olvidar en ningún momento que la iniciación no será la solución,
es más bien, una posibilidad de crecer como propuesta evangelizadora. No es una
estructura, sino más bien, una mentalidad, una vía para ayudar aún más al joven a
crecer y ocupar su lugar en la sociedad. Y por último, la iniciación tiene que estar en
una relación íntima con la enseñanza y el aprendizaje. Ninguna de las tres columnas es
más importante que la otra, todas son complementarias y necesarias en la misma
tarea: la formación integral del discípulo.
“La iniciación es un proceso de formación que permite la maduración y el
crecimiento de un sujeto para su integración dinámica en un grupo social”24 . Al
catequizando lo ayudamos a que pueda armar su proyecto de vida, ofreciéndole varias
herramientas de reflexión, de contenidos, etc… Es nuestro deseo que dicho proyecto
de vida, esté basado sobre los valores del Reino y que sea una respuesta personal en el
seguimiento de Jesús. Por lo cual, no buscamos solamente la inserción en la sociedad,
sino también una inserción como laico comprometido dentro de la comunidad de
creyentes.
El camino de la iniciación tiene la imagen simbólica de ‘morir al hombre viejo’.
El niño tiene que morir como niño, para ser adolescente; tiene que morir como
adolescente, para ser joven; tiene que morir como joven, para llegar a ser adulto. La
iniciación, marca fuertemente este momento de muerte simbólica. Es esta,
justamente la base que invita a vivir una nueva vida; una vida diferente. Es justamente
en la fuerza de morir, que el iniciado descubrirá la fuerza para crecer y madurar.
Dentro una sociedad que idealiza la eterna juventud, puede parecer una propuesta
algo extraña.
Es un camino que compromete mucho más al joven con la realidad que lo
rodea. En la búsqueda del sentido de su vida se ve cuestionado y necesariamente,
tiene que dar una respuesta para poder tener su lugar en la sociedad. El camino de la
iniciación no es un camino fácil, es un constante tratar de superarse y al mismo
tiempo, de aceptarse. Es un camino obligatorio grupal y hasta diría: comunitario. Es
un camino que hace posible experimentar los valores del Reino y asimilarlos como
propios. Los valores, no se enseñan o se aprenden, es a través de la experiencia que se
inscriben en el corazón del alumno.
La experiencia no es un camino fácil, pero justamente ahí, en el vencer las
dificultades y obstáculos, y en sentir la necesidad del otro para llegar a la meta, se
realiza esa experiencia de vida propia y auténtica. Lo que se gana con mayor
dificultad, queda siempre mejor grabado.
24
cfr. pie de nota 22