El complot para derrocar a Putin de los exiliados rusos, contado desde dentro

  • La invasión de Ucrania por parte de Rusia ha dado lugar a una guerra que continúa activa y se ha cobrado la vida de cientos de miles de soldados, tanto ucranianos como rusos.
  • Muchos rusos se están organizando desde el exilio en grupos armados que luchan no solo para defender Ucrania, sino que tienen el objetivo de derrocar al líder ruso. Así planean conseguirlo.
Un grupo de exiliados rusos, muchos de ellos afincados en Varsovia, ha llegado a creer que solo se puede liberar a Rusia mediante la violencia y el sabotaje.
Un grupo de exiliados rusos, muchos de ellos afincados en Varsovia, ha llegado a creer que solo se puede liberar a Rusia mediante la violencia y el sabotaje.

Simona Supino para Business Insider

Paul Starobin,

| Traducido por: 

Desde su infancia en un pueblo de Siberia, Vladislav Ammosov siempre quiso servir a Rusia. "Mi sueño de niño era ser oficial y defender el país", me cuenta. Con los años, alcanzó el rango de capitán en la unidad de inteligencia militar rusa, el GRU. No obstante, a finales de junio nos encontramos en Varsovia (Polonia), donde Ammosov está solicitando asilo político.

Durante parte del año pasado, estuvo luchando en Ucrania como líder de una brigada de voluntarios combatientes anti-Putin. Luchando junto a las tropas ucranianas, Ammosov vio acción contra sus propios compatriotas. Hoy ya no sueña con defender su patria, sino con destruirla por todos los medios.

Lo más importante que hay que saber sobre Ammosov es que, a pesar de su nombre (que suena ruso), es un sajá, miembro de un pueblo turco originario de Siberia. Sajá es también el nombre de su provincia natal en el noreste de Rusia, una extensión de tierra casi tan grande como la India. Según Ammosov, está dotada de muchísimos recursos naturales: diamantes, oro, plata, uranio, mineral de hierro, carbón y varios elementos de tierras raras. Sin embargo, su población vive en la miseria y sus riquezas son desviadas por los que Ammosov considera "oligarcas moscovitas" vinculados a Vladímir Putin. "Somos más ricos que los árabes, pero vivimos en la pobreza", denuncia.

Esa pobreza, finalmente, ha acabado generando una fuerte ira en la población, que se ha traducido en violencia interna. Su hermano menor murió de un disparo en una pelea de borrachos. "Todo el mundo en Sajá está rodeado de muchas muertes de seres queridos", resume Ammosov.

Pero no fue hasta que Putin invadió Ucrania, en 2022, cuando Ammosov empezó a tramar su derrocamiento. La guerra, tal y como él la ve, presenta una oportunidad única para infligir una derrota a los "imperialistas" de Moscú, Rusia, y romper el país por completo. Y con Rusia hecha pedazos, Sajá podría obtener la independencia y ser una nación soberana.

"Soy un antiguo capitán del GRU. Sé cómo destruir naciones", sentencia Ammosov. 

"¿Y cómo se hace eso?", le pregunto yo.

"Estábamos desarrollando nuevas armas estratégicas para destruir la economía estadounidense. Lo mismo puede aplicarse a Rusia. Modelización matemática de sectores individuales de la economía para identificar vulnerabilidades", afirma, citando su trabajo como investigador en el GRU. "Hay mucha gente dispuesta a acabar con determinados países, solo necesitan herramientas", añade.

Vladislav Ammosov fue capitán del GRU, la unidad de inteligencia militar rusa. 'Sé cómo destruir países', afirma.
Vladislav Ammosov fue capitán del GRU, la unidad de inteligencia militar rusa. 'Sé cómo destruir países', afirma.

Simona Supino para Business Insider

Por fantásticos que parezcan los objetivos de Ammosov, no es el único. A medida que la oposición pacífica al brutal régimen de Putin se considera cada vez más inútil (especialmente tras la muerte en febrero, bajo el "cuidado" de las autoridades rusas, del líder de la oposición encarcelado Alexey Navalny), las filas de la resistencia crecen. Desde la invasión de Ucrania, un grupo de rusos, tanto dentro del país como en el exilio, ha llegado a creer que Rusia solo puede liberarse mediante la violencia y el sabotaje. Algunos, como Ammosov, quieren romper por completo la Federación Rusa. Otros, un grupo de nacionalistas de extrema derecha, desprecian a los rusos no étnicos, como los sajás y pretenden derrocar a Putin para que gobiernen los "verdaderos rusos". Otros son anarquistas de izquierdas. También hay liberales de orientación occidental, esperanzados en consolidar una Rusia post-Putin en una comunidad europea ampliada.

Como pude comprobar durante meses de entrevistas, todos los que aspiran a una nueva revolución rusa son conscientes de las probabilidades, aparentemente imposibles, de su intento de derrocar a Putin. También son conscientes del riesgo que supone para sus propias vidas el hecho de abrazar abiertamente el derramamiento de sangre. Los agentes de los servicios de seguridad de Moscú no dudan en matar a los adversarios del Kremlin, incluso en suelo extranjero. En Varsovia, Ammosov se presenta a nuestra reunión vestido con una camiseta y pantalones cortos, sin, a mi entender, nada que garantice su seguridad. Pero cuando le pregunto si está preocupado, se muestra tajante. "Por supuesto. Estamos en guerra", responde. Para estar seguro, ha escondido a su mujer y a sus dos hijos en otra ciudad.

En la madrugada del 1 de agosto, un ataque ruso con drones en Kiev, Ucrania, casi destruye la casa de Ilya Ponomarev, líder político de la oposición militante anti-Putin. Ponomarev (cuyo perfil publicó el año pasado The Washington Post bajo el titular ¿Podría este hombre derrocar a Putin?) resultó herido por el ataque, pero sobrevivió. "Esto significa que hemos conseguido identificar los puntos débiles del régimen, y que están haciendo todo lo posible para detenerme", me indicó horas después de ser atacado.

Esta revolución no es nada nuevo para Rusia. La nueva generación es heredera de una tradición nacional de violencia política y subversión que se remonta a siglos atrás. "Los opositores rusos de hoy se encuentran en una situación similar a la de sus antepasados del siglo XIX: que el paso a la violencia es en parte el resultado de un cierre de la política 'normal'", afirma Sean Guillory, historiador de la Universidad de Pittsburgh. Para Ammosov y los demás combatientes, la cuestión no es si la revolución violenta está justificada. Es si la violencia tiene alguna posibilidad de éxito donde todo lo demás ha fracasado.

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Antes de que Ammosov accediera a hablar conmigo, me dijo que tenía que hablar con su amigo y socio, quien lo reclutó para la causa: Denis Sokolov, el principal reclutador de la actual generación de revolucionarios rusos. En 2022, Sokolov fundó el Consejo Cívico, un grupo con sede en Varsovia que ayuda a reclutar, seleccionar y transportar a rusos para luchar contra las tropas de Putin en Ucrania. Antropólogo social especializado en la convulsa región rusa del Cáucaso Norte, fue becario del prestigioso Kennan Institute del Wilson Center de Washington. También fue colaborador de Galina Starovoytova, disidente asesinada en 1998 en un atentado organizado por un antiguo oficial del GRU.

Poco después del colapso de la Unión Soviética en 1991, me explica Sokolov, empezó a pensar que "no había futuro para Rusia". El problema era que las élites atrincheradas de la era soviética, incluidos burócratas y exoficiales del KGB, estaban creando un sistema de "capitalismo de Estado" que impedía gravemente el progreso de la nación. Llegó a apoyar la independencia de cualquier región de Rusia, incluida Sajá, con capacidad de autogobierno.

Denis Sokolov, el principal reclutador de la actual generación de revolucionarios rusos, ha llegado a creer que no hay futuro para Rusia.
Denis Sokolov, el principal reclutador de la actual generación de revolucionarios rusos, ha llegado a creer que no hay futuro para Rusia.

Simona Supino para Business Insider

Durante nuestra conversación, Sokolov estuvo acompañado por su estrecha colaboradora Anastasia Sergeeva. De 2009 a 2016, Sergeeva fue directora del programa de Moscú del Instituto Republicano Internacional, una organización sin ánimo de lucro financiada por el Gobierno de Estados Unidos cuyo objetivo es fomentar la democracia en todo el mundo. Washington, por supuesto, tiene un largo y accidentado historial de reclutamiento, financiación y armamento de insurgentes enfrentados a los adversarios globales de Estados Unidos. Pero cuando pregunté a Sokolov y Sergeeva si la CIA apoya sus actividades revolucionarias, ambos se burlaron. "Tienen miedo", afirma Sokolov, miedo de enfadar al Kremlin. Empresarios rusos están financiando sus esfuerzos, me dice, pero se niega a nombrar a nadie.

Sergeeva comparte su valoración de lo que está impulsando a los rusos a volverse contra Rusia. Bajo el Gobierno de Putin, dice, "el país está cerrado". Para un ruso en edad de luchar, hay dos opciones. Una es vender cara su vida aceptando una prima en metálico para unirse a la guerra de Ucrania, que se ha cobrado la vida de más de 100.000 soldados rusos. La otra es escapar del país y olvidarse de todo. Esta dicotomía, según Sokolov, tiene completamente hartos a algunos ciudadanos. Los rusos tienen una palabra para este tipo particular de angustia: toshno, que literalmente significa una sensación física de náusea, de estar completamente harto del estado de las cosas.

Estos ciudadanos hartos, remata Sokolov, "no soportan la situación. No pueden mirarse al espejo. Se sienten solos en Rusia, donde todo el mundo apoya la guerra". Ofrecerse voluntarios para el movimiento de resistencia les permite buscar una nueva "hermandad".

Como ejemplo de este tipo de hombre, Sokolov señala a un hombre de negocios de unos 50 años que se hace llamar Valter, su nombre de guerra. Tras presentarse voluntario para luchar en Ucrania, resultó herido en combate y ahora se recupera en Kiev. Cuando me puse en contacto con él por WhatsApp, Valter me dijo que está divorciado y tiene una hija adulta. Es ucraniano por parte de madre. La invasión de Ucrania le hizo sentirse cómplice de un crimen increíble, pero sabía que ir a la guerra contra Putin rompería permanentemente sus lazos con su familia en Rusia. Pero ahora, dice, "no puedo ni mirarme en el espejo". Comparte fotos de sus múltiples heridas de bala, incluido un enorme tajo en la parte superior del brazo izquierdo y fragmentos de hueso en la mano. "Volveré al frente en cuanto recupere la actividad de mi mano", afirma.

Tatiana Kosinova ayuda a reclutar rusos para luchar contra sus compatriotas en Ucrania.
Tatiana Kosinova ayuda a reclutar rusos para luchar contra sus compatriotas en Ucrania.

Simona Supino para Business Insider

En Varsovia, me reuní con Tatiana Kosinova, madre de un voluntario que ahora lucha contra las fuerzas rusas en Ucrania. En Rusia, trabajó para Memorial, un grupo ya disuelto cofundado por la activista de derechos humanos Yelena Bonner que documentó los horrores del Gulag soviético. Tras huir del país con su hijo en 2022, conoció a Sokolov en Varsovia y empezó a ayudarle a reclutar combatientes voluntarios. Su hijo, me indica, "quería estar en el primer grupo de nuestros voluntarios y estoy muy orgullosa de ello". En cuanto a Putin, es un "usurpador, bandido y fascista que debe ser derrocado, asesinado, destruido", sentencia.

Para algunos, recurrir a la rebelión armada es la culminación de toda una vida de desilusión con el Kremlin. En una videollamada desde Kiev, un combatiente conocido como Itil me cuenta que es un tártaro de Crimea nacido en Moscú en 1979. Creció en el circo, el negocio familiar, y actuó como acróbata por toda la Unión Soviética. Su padre era un "tipo duro" que odiaba a la URSS. A través de la radio de onda corta, la familia escuchaba la Voz de América. Itil cuenta que trabajó como empleado de alto rango en un centro de mando militar encargado de planificar la respuesta de Rusia a un ataque nuclear de una potencia hostil. Inspirado por su ídolo, el carismático político liberal Boris Nemtsov, Itil participó activamente en manifestaciones contra Putin. Pero cuando un compañero suyo fue detenido y encarcelado por empujar a un policía en una protesta callejera, Itil huyó a Ucrania para evitar un destino similar. (Nemtsov fue asesinado en un puente cerca del Kremlin en 2015.) Para él, la invasión a gran escala de Rusia en 2022 fue el punto de inflexión. "Vi niños asesinados y creía que me estaba volviendo loco", recuerda. Se alistó para luchar contra los soldados rusos. En la actualidad, trabaja principalmente detrás de las líneas del frente, atendiendo a voluntarios heridos en los hospitales de Kiev. En caso de que las fuerzas armadas rusas invadan Ucrania, planea evacuar a su esposa ucraniana y a su hija, que es fruto de una relación anterior. En cuanto a sí mismo, afirma que no volverá a huir: "Ya no tengo miedo".

Bajmut

Internet ha facilitado mucho la tarea de reclutar revolucionarios, mucho más que en los tiempos en que Lenin y sus compañeros bolcheviques en el exilio frecuentaban los cafés de Europa. Incluso en la Rusia "cerrada", el Consejo Cívico puede encontrarse en un canal de Telegram. Allí, las instrucciones para quien quiera "luchar contra Putin del lado de Ucrania" son bastante claras: "Registra una dirección de correo electrónico en ProtonMail y rellena nuestro formulario". La mayoría de los solicitantes viven en Rusia, señala Sokolov, pero han llegado solicitudes de países tan lejanos como Uruguay.

A los que lo solicitan desde dentro de Rusia se les indica que vayan a una antigua república soviética (como Armenia, Georgia o Kazajistán) en la que los ciudadanos rusos puedan entrar sin visado. Una vez allí, Sokolov los somete a una entrevista a través de vídeollamada desde su puesto en Varsovia. Para descartar a los espías del Kremlin, pregunta a los solicitantes sus motivos para alistarse y los interroga sobre sus datos biográficos. Sokolov dice que los que trabajan para el servicio de seguridad ruso, el FSB, siempre se equivocan en algún aspecto de su tapadera. 

Anastasia Sergeeva, una de las líderes del movimiento contra Putin.
Anastasia Sergeeva, una de las líderes del movimiento contra Putin.

Simona Supino para Business Insider

A los solicitantes que superan la fase de entrevistas, alrededor del 70%, se les dice que esperen mientras se resuelve su tránsito a Ucrania. Sokolov trabaja con las autoridades militares ucranianas para trasladar discretamente a los reclutas en tandas de unos 20 cada vez, aproximadamente cada 30 días. Una vez en Ucrania, los reclutas son sometidos a otros métodos de verificación, como un detector de mentiras. A los que aprueban se les pide que firmen un contrato con el Ministerio de Defensa ucraniano, se les incluye en la nómina y se les envía a campos de entrenamiento en lugares secretos. Desde allí, van al frente, adscritos a una brigada compuesta por compatriotas rusos pero dirigida por un oficial ucraniano.

En la práctica, el sistema no ha resultado nada fácil. Al principio, Sokolov reclutaba rusos para una brigada ya existente, conocida como Cuerpo de Voluntarios Rusos (RDK). Pero resultó estar formado en gran parte por lo que Sokolov denomina tipos de "extrema derecha", incluidos nazis, que se negaban a aceptar los principios básicos de libertad y libertad de pensamiento proclamados por el Convenio Europeo de Derechos Humanos. Insistían, por ejemplo, en "criterios sanguíneos claros" para determinar quién es ruso. Sokolov también cree que la brigada había sido "infiltrada" por el FSB.

El año pasado, Sokolov cortó lazos con el RDK. Con sus contactos ucranianos, creó una nueva brigada, el Batallón Siberiano, con Ammosov como líder. Sin embargo, la inteligencia militar ucraniana, según Sokolov, mantuvo a la unidad demasiado controlada, lo que la hizo ineficaz sobre el terreno. Ahora está creando otra brigada, que operará directamente bajo las Fuerzas Armadas Ucranianas. Aún sin nombre, la nueva unidad será entrenada y asesorada por veteranos militares de Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Alemania y Australia. El objetivo, según Sokolov, es "ejecutar operaciones complejas", en lugar de meras incursiones de ataque. Los participantes rusos de la unidad serán verdaderos soldados, y confía en que, una vez que su reputación esté consolidada, la nueva brigada se convertirá en un imán para nuevos grupos de voluntarios.

Los voluntarios rusos que luchan contra las tropas de Putin en Ucrania no son una amenaza militar significativa, pero su valor como símbolo es alto

El Gobierno ucraniano de Kiev considera secreto de Estado el número de voluntarios rusos sobre el terreno. Las estimaciones no contrastadas entre los militantes anti-Putin se elevan a 10.000, un pequeño grupo de hermanos, en el mejor de los casos, comparado con los 450.000 que forman actualmente las fuerzas armadas de Putin en Ucrania. Pero sea cual sea el recuento exacto, cada voluntario es importante. Kiev está sufriendo para reponer las filas de sus fuerzas armadas, pues la guerra ya se ha cobrado la vida de al menos 31.000 soldados ucranianos.

Los voluntarios rusos no representan una amenaza militar significativa para la patria rusa, pero su valor simbólico es elevado. En marzo, mientras Rusia celebraba sus falsas elecciones presidenciales, docenas de combatientes rusos se enfrentaron a las fuerzas de Putin en un asalto dirigido a las regiones fronterizas de Belgorod y Kursk. Los combatientes afirmaron haber cruzado la frontera con Rusia; el Ministerio de Defensa de Putin insistió en que había "rechazado" el ataque, causando numerosas bajas. Sea como fuere, a Putin no le interesa que se extienda la imagen de rusos contra Rusia.

Valeriya Zavadskaya, copropietaria de Flash Dancers.

Es imposible calibrar hasta qué punto los nuevos revolucionarios rusos suponen una amenaza existencial, si es que suponen alguna, para el Gobierno de Putin. Por el momento, representan, como mucho, una vergüenza, un reproche psicológico a Putin. En la Rusia que sus magos de la propaganda han fabricado, de ciudadanos patriotas unidos contra el malévolo Occidente y la marioneta de la OTAN, Ucrania, se supone que estos rebeldes no existen en absoluto.

Pero cómo derrocar exactamente a Putin es una pregunta que, según descubrí en mis conversaciones con los rebeldes, no tiene una respuesta clara. No existe un plan maestro. Por cada Ammosov, convencido de que el sabotaje de la economía es la clave, hay otros que creen que su ejemplo, de resistencia militante a los soldados de Putin en Ucrania, puede inspirar a sus compatriotas rusos en la madre patria a volverse contra el Kremlin.

El Batallón Siberiano, una brigada de rusos que luchan junto a ucranianos, entrenándose en abril de 2024.
El Batallón Siberiano, una brigada de rusos que luchan junto a ucranianos, entrenándose en abril de 2024.

NurPhoto/ Getty Images

Sin embargo, todas las revoluciones, en sus inicios, han sido tachadas de intrascendentes, desde Lenin y León Trotsky en tiempos de la Rusia zarista hasta Mao Zedong en China y Fidel Castro en Cuba. La revolución violenta requiere enormes niveles de organización, paciencia y suerte.

Para triunfar, la revolución también debe capear una tormenta de críticas por parte de quienes abogan por el cambio por medios más pacíficos. Fuera del círculo de Sokolov, los nuevos militantes anti-Putin son despreciados por muchos activistas políticos rusos en el exilio que se oponen a la violencia tanto en principio como en la práctica. Cualquier intento de insurrección armada, advierten, acabará siendo contraproducente, alienando a ciudadanos rusos que de otro modo podrían simpatizar con la causa anti-Putin.

"No creo que el camino hacia la victoria de la democracia pase por que un grupo de rusos dispare a otros rusos. Esto nunca sería comprendido ni apoyado por el pueblo ruso. Creo que el camino hacia la victoria pasa por motivar a los soldados rusos movilizados para que se rebelen contra la dictadura. Así es como se producen las revoluciones", afirma Boris Akunin, popular escritor ruso y fundador de Rusia Verdadera, un grupo de exiliados anti-Putin. Es una forma de insurgencia que emplearon los bolcheviques: gánate a los soldados del zar, y el zar caerá.

Las revoluciones también suelen fracturarse desde dentro, ya que sus líderes se disputan las posiciones de mando una vez derrocado el régimen. Un revolucionario ruso, de hecho, ya está reclamando el manto de liderazgo en una Rusia pos-tPutin. Ilya Ponomarev, el disidente de 49 años que estuvo a punto de morir en un ataque de un avión no tripulado ruso en agosto, es un antiguo empresario tecnológico que formó parte del Parlamento ruso. Hoy es el jefe político de la Legión Libertad de Rusia, otra brigada de voluntarios anti-Putin en Ucrania. Y lo que es quizá más importante, ha destacado mucho en Washington, donde se ha convertido en un elemento fijo de la comunidad rusa en el exilio.

Un día de marzo, me reuní en Washington con Ponomarev y varias figuras de su entorno. Empezamos tomando unas copas en un hotel a última hora de la tarde, antes de seguir en casa de Ponomarev en el norte de Virginia. Mientras apuraba una pipa y bebía a sorbos una botella de sidra imperial Bold Rock, Ponomarev ensalzó las perspectivas de una revolución violenta en Rusia, precipitada por los combatientes voluntarios en Ucrania. "El pueblo ruso nos apoya. Ya tenemos fuerza suficiente para mantener cierto terreno dentro de Rusia", me comentó. A mi salida, me entregó un ejemplar inscrito de su libro de 2002, Does Putin Have to Die?: The Story of How Russia Becomes a Democracy after Losing to Ukraine.

Sin embargo, a diferencia de Trotsky, Mao y Castro, Ponomarev no está en el frente con sus compañeros insurgentes. En lugar de ello, pasa parte de su tiempo en Kiev, interrumpido por frecuentes visitas a varias capitales europeas y a su casa en las afueras de Washington. Un combatiente ruso de la Legión Libertad de Rusia me recalca que Ponomarev no habla en nombre de los que participan activamente en la batalla.

También reivindica el liderazgo de un grupo político, el Congreso de Diputados del Pueblo, que aboga por la resistencia violenta al Kremlin. Durante nuestro encuentro en Washington, Ponomarev me presentó a Alexei Sobchenko, un antiguo traductor del Departamento de Estado que ahora trabaja como agente extranjero para el congreso. Los documentos de registro de Sobchenko, presentados ante el Departamento de Justicia en octubre, citan una dirección en Varsovia para el congreso. Pero el grupo no tiene una oficina real allí, como descubrí en mi viaje a Polonia; la dirección me llevó a una residencia en un frondoso suburbio a las afueras de la ciudad.

Ilya Ponomarev, antiguo empresario tecnológico que fue alcanzado por un ataque ruso con drones en Kiev, destaca en Washington como responsable político de la Legión para la Libertad de Rusia.
Ilya Ponomarev, antiguo empresario tecnológico que fue alcanzado por un ataque ruso con drones en Kiev, destaca en Washington como responsable político de la Legión para la Libertad de Rusia.

Sergei Chuzavkov/ AP Images; Cortesía de Ilya Ponomarev

Ponomarev me dijo que la casa de Varsovia es solo la "dirección legal" del grupo. Y es cierto que el congreso ha organizado varios actos de alto nivel en Varsovia, incluido un foro celebrado en marzo al que asistió Michał Kamiński, vicepresidente del Senado polaco. Ponomarev dijo a los participantes en el foro que el congreso está "formulando órganos de gobierno alternativos en Rusia" para tomar el relevo tras la caída de Putin.

Otros líderes de la insurgencia descartan tales teatralidades. En Varsovia, Sokolov y sus colaboradores señalan que consideran a Ponomarev un charlatán. Kosinova, cuyo hijo lucha en Ucrania, lo compara con Pavel Ivanovich Chichikov, el conspirador de la novela de Nikolai Gogol Almas muertas que "compra" siervos fallecidos para crear una fachada de riqueza. Toda una provocación. 

Ponomarev es muy consciente de las críticas. En Lviv, Ucrania, en una reciente cumbre de destacados exiliados rusos que apoyan la resistencia violenta contra Putin, fue criticado por Leonid Nevzlin, un rico exsocio comercial del otrora barón del petróleo Mikhail Khodorkovsky. Nevzlin, según Ponomarev, expresó su desconfianza hacia la Legión Libertad de Rusia y acusó a Ponomarev de querer ser el "nuevo Navalny". (El propio Navalny nunca apoyó la resistencia armada a Putin).

El líder político de la legión considera un honor. "Nevzlin no es más que un viejo aburrido. Está celoso de las estrellas emergentes. Mi postura es simple. No hay enemigos en la oposición. Podemos debatir las tácticas, pero no debemos luchar entre nosotros", me dijo Ponomarev.

Bomba nuclear.

Dada la naturaleza pequeña de la oposición a Putin, sus desacuerdos internos tienen el carácter de riñas familiares intensas. Un paralelismo, tal vez, sea el de los revolucionarios estadounidenses del siglo XVIII, cuyo objetivo era deshacerse del rey Jorge III, pero que estaban desgarrados por enemistades personales y disputas tácticas. Del mismo modo, las principales figuras de la oposición rusa a Putin se conocen entre sí desde hace mucho tiempo. El propio Ponomarev trabajó hace años como adjunto en Yukos, el conglomerado petrolero ruso presidido en su día por Jodorkovski. Desde su base en Londres, Jodorkovski financia ahora una amplia variedad de actividades políticas contra el Kremlin y es miembro fundador del Comité Ruso contra la Guerra. A través de un ayudante, Jodorkovski me explica que el comité "ha decidido que no cooperaremos con Ilya Ponomarev porque estamos a favor de una serie de formas no violentas de resistencia y, como tal, el comité no puede apoyar la resistencia armada". El ayudante añade que Jodorkovski, "como individuo, no está implicado" en modo alguno en la insurgencia militar anti-Putin que están montando sus compatriotas rusos.

Pero algunos miembros del Comité antiguerra han abrazado la actual guerra rusa contra Putin. Entre ellos está Garry Kasparov, el excampeón mundial de ajedrez convertido en activista político que es un partidario declarado de los voluntarios rusos en Ucrania. Otro miembro del comité indica que sería asesinado si los operativos de Putin supieran lo activo que es en el esfuerzo militar para detener la invasión de Ucrania. El comité, al parecer, se está dividiendo en torno a la cuestión central e ineludible de la necesidad de la violencia para lograr un cambio en Rusia.

En general, soy un tipo extremadamente pacífico. Por desgracia, necesitamos la fuerza militar para cambiar el poder fascista y dictatorial

Para conseguir apoyo político para la causa de los militantes en Washington, Ponomarev me comentó en marzo que estaba estableciendo una base de operaciones de lobby y relaciones públicas en una propiedad de tres pisos de ladrillo rojo cerca del Capitolio estadounidense y a pocas manzanas del Tribunal Supremo. Pero al día siguiente, cuando me pasé por la dirección, encontré el cartel de una agencia inmobiliaria en la entrada. Meses después, seguía sin haber constancia de la transacción. "La propiedad está bajo contrato con nosotros, pero el trato aún no está cerrado", me aseguró Ponomarev. ¿Quiénes son "nosotros"? "En este momento, conmigo personalmente. Pero el acuerdo final sería alguna ONG neutral, así que la casa sería un esfuerzo conjunto de diferentes grupos de la oposición", me respondió. Declina decir quién está pagando por la propiedad, cuyo valor Zillow estima en 2,24 millones de dólares (unos 2 millones de euros).

Uno de los objetivos de los esfuerzos de presión de Ponomarev es el representante Brian Fitzpatrick, de Pensilvania, exagente especial del FBI que forma parte del Comité Permanente Selecto de Inteligencia de la Cámara de Representantes y es uno de los principales partidarios de la ayuda militar estadounidense a Ucrania. Ponomarev afirma que la resistencia anti-Putin cuenta con el apoyo de cargos electos estadounidenses tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado, pero "el asunto es muy delicado, y muchas personas incluso tienen que negar que nos conozcan". La oficina de Fitzpatrick no ha querido comentar nada para este reportaje.

Un socio de Ponomarev me sugirió que me imaginara La guerra de Charlie Wilson, la película de 2007 sobre el extravagante congresista de Texas, interpretado por Tom Hanks, que consiguió heroicamente financiación para que la CIA armara a la resistencia muyahidín contra las fuerzas soviéticas en Afganistán. Siguiendo con el paralelismo cinematográfico, parece que Ponomarev también está buscando un oficial de la CIA que respalde la causa rebelde, papel interpretado en la película por Philip Seymour Hoffman. "Conozco a muchos buenos oficiales" en la CIA, me dijo Ponomarev, que "simpatizan" con la insurgencia anti-Putin. No obstante, al ponerme en contacto con la CIA, niegan esta afirmación. "De acuerdo con la política estadounidense, la CIA trabaja estrechamente con los Servicios de Seguridad ucranianos, y no con grupos de voluntarios", me indica un representante.

Daniel Fried, exembajador de Estados Unidos en Polonia, rechaza la idea de que William Burns, director de la CIA, "permitiría cualquier apoyo" a los rusos que luchan contra Putin. La agencia no se arriesgaría a ser asociada con ellos, según Fried. Aun así, añade, la Administración Biden no se opone activamente a que Kiev ponga en pie las unidades de voluntarios rusos anti-Putin. "No nos proponemos decirles a los ucranianos que las eliminen", afirma Fried.

Quienquiera que surja como líder de la resistencia violenta, ha atraído el respaldo de algunas figuras aparentemente improbables. Entre sus partidarios se encuentra Evgenia Chirikova, una activista medioambiental rusa aclamada en todo el mundo por sus esfuerzos para proteger un antiguo bosque en las afueras de Moscú. "Esta violencia empezó con Putin. Tenemos que organizar una respuesta igualitaria", declara desde su base en Tallin, Estonia. Otro militante declarado es Andrey Volna, un reputado traumatólogo de unos 60 años que en su día ocupó un prestigioso puesto médico en Moscú. "En general, soy un tipo extremadamente pacífico. Por desgracia, necesitamos la fuerza militar para cambiar el poder fascista y dictatorial", defiende.

Los nuevos revolucionarios rusos creen que Putin solo puede ser depuesto mediante una insurrección armada. La idea es actuar como avanzadilla —o influencers, en la jerga moderna— para dar ejemplo a sus compatriotas rusos. Con palabras y hechos, pretenden crear un rebaño de seguidores capaz de derrocar a un tirano. Al final de nuestras conversaciones en Varsovia, cuando le pregunto a Ammosov si es realmente posible derrocar a Putin, no apunta al futuro, sino al pasado no tan lejano del país. "El imperio ruso se derrumbó dos veces en el siglo XX", recuerda, refiriéndose a la revolución bolchevique de 1917 y al colapso de la URSS en 1991. "Y en ambas ocasiones", señala, "el levantamiento se produjo de repente, aparentemente sin previo aviso". 

Los rusos saben por larga y amarga experiencia que cuando el último resorte se convierte en el único, todo es posible.

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