He aquí en lo que he gastado mis alientos juveniles, mientras era en sus abriles mi estro pródigo y gentil; e iba entonces descuidado, bardo errante y vagabundo, alegrando al viejo mundo con mi aliento juvenil.
estrella de mis noches de pena y aflicción, por quien el bardo amante, bajo la ojiva ronda, sufriendo una incurable herida, roja y honda, que tus ojos le hicieron en pleno corazón...
Y yo, bardo de raza, de los viejos troveros que a la luz de la luna, cantaban su canción, y que por su Señora, cruzaban los aceros, y en la caza, servíanles de fieles halconeros recibiendo por pago, de ellas el corazón; Os doy el alma entera, ¡Mi Reina, mi Señora!
Cerrémoslo con el del canto patriótico que inspiraron a nuestro
bardo Acuña de Figueroa, autor tres años después del Himno Nacional, y a su turno a Florencio Varela, argentino, afectuoso y nobilísimo amigo del pueblo oriental constituído.
Isidoro de María
la figura del bersolari, ese admirable bardo de la Euskalerría genuinamente popular, que con asombrosa agilidad de imaginación y habilidad en versificar riñe torneos de ingenio discurriendo por los temas más dispares Dignos discípulos del inmortal Iparraguirre, también voluntario de Carlos V, que con su voz arrebatadora, subyugaba auditorios de naciones extranjeras, cantando a la amacho maitia, al blanco querube de Euskalerría, a España, “lur hoberikan, ez da Europa Guziyan”, la tierra mejor cual no hay otra en Europa...”.8 Jesús Etayo escribe en El Pensamiento Navarro, 17 de mayo de 1921, el artículo “Ante el cuarto centenario de la herida de Iñigo de Loyola”.
La magia de un Shilock no hubiera jamás aparecido sin el bardo genial cuya dudosa memoria es mucho más inconsciente, por supuesto, que la del personaje a quién proporcionó la vida y privó al alimón de la muerte.
El infeliz Chatterton logró engañar con una maravillosa falsificación literaria a los eruditos más famosos de su tiempo: rebosan genio la oda de Chatterton a la Libertad y su Canto del
Bardo.
José Martí
Pero son poco resitentes y tienen poca fuerza. También se utilizan bastante en clases semimágicas tipo nigromante, bardo, druida o clérigo, por su gran evasión y maná.
alve, lumbrera bella de la callada noche, henchido de entusiasmo te mira el corazón, vertiendo placentera desde tu excelso coche consuelos al que gime y al bardo inspiración.
Lamartine, el gran poeta de las melancolías y dulzuras, fué el más infeliz de los políticos. Los pueblos no son el arpa de marfil que, pulsada por el
bardo, produce melodías.
Ricardo Palma
s el bardo que dijo en romance galano la legendaria historia del paladín audaz que a las moriscas gentes abatió con su mano que fue timbre y orgullo del valor castellano, que de vencer a un mundo, se dijera capaz.
¡Entre ahora el buen bardo del Niágara, que ha escrito un canto extraordinario y resplandeciente del poema inacabable de la naturaleza!