-Bien, no traeré más regalo de
boda que mis cuentos -respondió él, y se despidieron; pero antes la princesa le regaló un sable adornado con monedas de oro.
Hans Christian Andersen
Por esos tiempos no se estilaba que los novios desapareciesen, como por escotillón, para ir á dar el primer mordisco al pan de la boda en una pintoresca casa de campo ó en uno de los elegantes balnearios vecinos á la ciudad.
Al fin dio con una que lo ignoraba, y se casó con ella. En la noche de la boda al acostarse el matrimonio, la mujer exigió que se acostase primero su marido.
Te tienes que preparar: he aquí los tejidos para hacerte los vestidos. No escatimes nada, porque quiero que estés muy hermosa el día de nuestra boda.
Al fin se puso de pie y tendió la mano a Juan, pues había acertado. Sin mirarlo, dijo en voz alta, con un suspiro: -¡Desde hoy eres mi señor! Esta noche se celebrará la
boda. -¡Eso está bien!
Hans Christian Andersen
Pero, mujer al cabo, aunque tan digna y sincera como la que más, supo reprimir su naciente alegría, y dijo con simulada desconfianza y con entereza propia de un recato verdaderamente pudoroso: -¡Hay que reírse de las extravagantes condiciones que pone usted a la concesión de su no solicitado anillo de
boda!
Pedro Antonio de Alarcón
Cantaría claro; desbarataría la
boda; pondría en movimiento a la Policía, si era preciso...; pero le darían su pequeña, y la entregaría a personas que la cuidasen bien, y la educaría y haría que de nada careciese..., y, sobre todo, la vería, la besuquearía, le llevaría juguetes en la Navidad próxima...
Emilia Pardo Bazán
Grande fue el asombro de Vilamorta -mayor que el causado por la
boda aún- cuando notaron que don Fortunato, a quien tenían pronosticada a los ocho días la sepultura, daba indicios de mejorar, hasta de rejuvenecerse.
Emilia Pardo Bazán
Y en el mismo momento desapareció. La
boda se prolongó un mes entero. Juan y la princesa se amaban entrañablemente, y el anciano Rey vio aún muchos días felices, en los que pudo sentar a sus nietecitos sobre sus rodillas y jugar con ellos con el cetro; pero al fin Juan llegó a ser rey de todo el país.
Hans Christian Andersen
-gritaron los presentes, y con ello quedó prometido el escarabajo. Primero el noviazgo, luego la
boda; ningún motivo había para retrasarla.
Hans Christian Andersen
Era entonces una verdadera alondra, me llamaban la gran alondra. Y luego, cuando vivía en el bosque, con la familia del pellejero y celebraron la
boda de su hija...
Hans Christian Andersen
Veo lágrimas en tus ojos, pero te favorecen. Estás encantadora llorando. Te pareces a mí el día de mi
boda. ¡Llora, llora, Emilia querida!
Hans Christian Andersen