Todo museo notable, todo teatro célebre, todo centro de gran cultura, toda maravilla de un arte, era para ellos un santuario que visitaban, no a pie, porque sería mucho más caro (por el tiempo invertido y por los zapatos gastados), pero sí alimentándose como los antiguos romeros. No llevaban el agua en una calabaza porque no era necesario, pero de agua y poco más vivían.
No andaría muy bien cuando don Ciriaco, al recibir la
calabaza, le dijo, con entonación entre reprensiva y cariñosa: –Su mate está lavao, bieja.
Javier de Viana
Yo, mezquina, lo primero que puedo decir es que fui casada con un marido más viejo que mi padre, y además de esto más calvo que una calabaza y más flaco que un niño, guardando de continuo la casa cerrada con cerrojos y cadenas.» Cuando hubo dicho esto, comenzó la otra y dijo: «Pues yo sufro otro marido gotoso, que tiene los dedos tuertos de la gota y es corcovado, por lo cual nunca tengo placer, y estoy fregándole de continuo sus dedos endurecidos como piedra con medicinas hediondas y paños sucios y cataplasmas, que ya tengo quemadas estas mis manos, que solían ser delicadas, que cierto yo no represento oficio de mujer, más antes uso de persona de médico, y aun bien fatigado.
H.- (Encogiéndose con un tiritamiento enfermizo.) No desconoceréis, caballero, que os he tolerado a mi vez muchas impertinencias. La medida está colmada. La luna es una
calabaza vacía y nada más. Sé bien que quien escupe al cielo, cáele la saliva en la cara.
Leopoldo Lugones
Devolvió la
calabaza al sastre, diciéndole: -No me he querido negar a vuestra invitación: he bebido por la sed presente y por la sed futura.
los Hermanos Grimm
Os sentaréis en un pedazo de madera, beberéis agua fangosa en una calabaza, comeréis maíz cocido en una olla sucia, dormiréis sobre correas atadas a cuatro palos.
¡Mi mano en tus crines pesadas Sembrará el rubí, la perla y el zafiro, A fin de que a mi deseo jamás seas sorda! ¿No eres tú el oasis donde sueño, y la calabaza De la que yo sorbo a largos tragos el vino del recuerdo?
No tenía alguna provisión más que una mala calabaza con un poco de agua ni comía otra cosa que pescados de concha que hallaba en los peñascos a las orillas de la mar; además, que le era preciso pasar aún algunas riberas no sabiendo bien nadar, en cuyo conflicto halló una tabla vieja que las olas habían echado en la orilla, la cual tenía algunos clavos que quitó y aguzó sobre una piedra hasta que los redujo cortantes como cuchillos, capaces (si bien trabajosamente) de cortar madera.
Jiizguese por estos fragmentos: Conociendo que este mundo es todo una patarata, y que no marchan conformes las obras con las palabras; Que el que parece perito comunicado es manzana, y el que es melon desde lejos es de cerca calabaza...
Usted mismo... -¡Qué vacío ni qué calabaza! -exclamó mi viejo amigo, verdaderamente sulfurado, y con unos ademanes que no me dejaban duda de que había cometido una torpeza en tocarle este resorte, precisamente cuando necesitaba e iba yo a saber grandes cosas de la tertulia de Su Ilustrísima.
Subió la Cenicienta a la carroza y su madrina le recomendó con mucho empeño que saliese del baile antes de medianoche, advirtiéndola que si permanecía en él un momento más, la carroza volvería a convertirse en calabaza, los caballos en ratones, los lacayos en lagartos y sus hermosos vestidos tomarían la primitiva forma que tenían.
Ya poseedor de ambos preciosos elementos, el hijo de Rota va estercolando pacientemente, no su heredad entera (pues le faltaría abono para tanto), sino redondeles de terreno del vuelo de un plato chico, y en cada uno de estos redondeles estercolados siembra un grano de simiente de tomate o una pepita de
calabaza, que riega luego a mano con un jarro muy diminuto, como quien da de beber a un niño.
Pedro Antonio de Alarcón