Y, poniéndose a luchar con ellos, les descoyuntaba el sitio del encaje del muslo, y el nervio del tendón se contraía, y los niños caían de bruces a tierra, y cojeaban de sus ancas.
Se puso a mirar detenidamente a su amigo y le dijo que su figura se parecía muchísimo a la del general al-Katib, que incluso los dos cojeaban de la misma manera; y se dirigieron a un bar, ese al que le llevó el esclavo negro, para hablar más tranquilos.