Ejemplos
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De los esclavos ¡guay! El fuego de las iras relampagueó en sus ojos, lanzóse al remolino del humo del cañón; y en pedestal soberbio de muertos y despojos, apareció flameando su blanco pabellón!
Olegario Víctor Andrade
Finalmente, que aunque yo conocía que aquella dueña estaba encendida desde las uñas hasta los cabellos, pensaba en qué manera había de recibirme. Guay de mí, que rompiendo una mujer hijadalgo como aquélla, yo había de ser echado a las bestias bravas que me comiesen y despedazasen, y haría fiesta a mi señor.
Si no vio nunca sus plumas del sol a los resplandores, ¿qué sabe de los colores con que se puede ufanar? Mas ¡guay que alcance a lo lejos del día la lumbre pura, de la selva la frescura y el arrullo de su amor!...
Dormido sobre el bruto un breve instante, Soñó un espectro lívido, horroroso, Con sanguinosa cinta por turbante Y exclamó dando fin a su reposo: -«Infausta es mi misión según mi sueño; Mi padre no me amó... ¡guay no me venda!
¡A nosotros los flagelados, los humillados, los vendidos, los proscriptos en nuestro mismo país, corresponde la vindicación de nuestro honor! ¡Guay de nosotros si el miedo detiene nuestro brazo!
Práxedis G. Guerrero
¡Guay, musa mía, del pastor guerrero, nuevo Viriato y Hércules de España, que en la ferina jaula prisionero la plebe vil con mofas acompaña!
Antonio Ros de Olano
Ángel cuya sombra adoro, Cuyo nombre santo ignoro Cuyo semblante no veo, Y en cuya presencia creo, Y cuya existencia sé, Muéstrame el camino cierto De este mundo en el desierto, Y ¡guay que sin fin no vague Y con los vientos se apague La lámpara de mi fe.
A cada santo ha de hacerle respetuosa genuflexión, añadiendo la obligada frase de: «Beso a su merced los pies». Por supuesto, que no ha de dirigir la palabra a la Madre de Dios sin llamarla antes turris eburnea y regina cæli; y ¡guay de él!
Ricardo Palma
¡Tú, fuente límpida y pura, buscar sin paz ni reposo el áspid más venenoso bajo la peña más dura! Detén la osada carrera, vuelve a tu nido, paloma, ¡guay si en tu seno de aroma su presa el milano hiciera!
Soberbios y engreidos siempre los jesuitas, tuvieron en 1648, con motivo del proceso a que los sometio el ilustre franciscano fray Bernardino de Cardenas, obispo del Para- guay, la insolencia de hacer circular entre los vecinos de la Asuncidn este jactancioso pasquin: Todos nos han menester; frailes, Cabildos y Audiencia; y todos, en competencia, tiemblan de nuestro poder.
Es como novillo alsao y tiene el pesor de un guay, pero se amostró en Yatay más liviano que un benao.» «Usté dice que ha poseído otro tiempo una fortuna, tal vez la bido en la luna y que era suya habrá creído.
¡Guay del seso e ingenio de los médicos!, ¡qué cosa es la vena del pulso o qué cosa es la poca templanza del calor!; ¡qué es la fatiga del resuello y las vueltas continuas de un lado a otro sin reposo, oh buen día!; ¡cuán fácilmente se descubre el mal del amor, no solamente al médico que es letrado, pero a cualquier hombre discreto, especialmente cuando ves a alguno arder sin tener calor en el cuerpo!
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