La velada fue deslizándose como una seda, y ya el Muñequero empezaba a tranquilizarse cuando un murmullo sordo le hizo volver la cara hacia la puerta, en la que acababa de aparecer el Maroto.
Fue en busca del compañero de Juan y le prometió toda la recaudación de la
velada siguiente si se avenía a untarle aunque sólo fuesen cuatro o cinco muñecos; pero el otro le dijo que por toda recompensa sólo quería el gran sable que llevaba al cinto; cuando lo tuvo, aplicó el ungüento a seis figuras, las cuales empezaron a bailar enseguida, con tanta gracia, que las muchachas de veras que lo vieron las acompañaron en la danza.
Hans Christian Andersen
Varias observaciones o conjeturas habían cruzado la madre y la hija, durante aquella larga
velada, acerca de cuál podría ser la calidad originaria del capitán, cuál su carácter, cuáles sus ideas y sentimientos.
Pedro Antonio de Alarcón
He pensado a menudo en ello después; en fin, De Jacquels estaba allí delante de mí; ¿De Jacquels? Es decir un largo dominó, una forma grande, sombría, velada y enmascarada como yo: – ¿Está usted listo?
Vieron que aquello no estaba bien, sino que se caía, se amontonaba, se ablandaba, se mojaba, se cambiaba en tierra, se fundía; la cabeza no se movía; el rostro a un solo lado; la vista estaba velada; no podían mirar detrás de ellos; al principio hablaron, pero sin sensatez.
Todos se quedaron quietos, nadie se movió; pero ni un puchero dudaba de sus habilidades y de su distinción. "Si hubiésemos querido -pensaba cada uno-, ¡qué
velada más deliciosa habríamos pasado!".
Hans Christian Andersen
Y he aquí que en el silencio que le cerca sintió la puerta abrir, y unas pisadas que de él se aproximaban cautelosas, entre el rumor de la ondulante falda de un vestido de seda crujidora, y percibió un sombra que robaba de su alcoba la luz, y vió por último entrar en ella una mujer velada.
No me cabe duda-a su tiempo me justificaré- que tal posibilidad es quien explica satisfactoriamente la antes anotada omisión de “EL CONSERVADOR” y la reserva-velada de amargura- de “EL COMERCIO DEL PLATA”.
Mis conferencias encierran la clave de todo, pero no la entregara al lector, porque no puedo ni debo darla masticada para que sólo le quede el trabajo de deglutir, sino velada.
Por ello, en vez de pasar la velada fuera de casa, como me lo habia propuesto, se me ocurrio que lo ,más sensato seria tomarme un bocado e irme inmediatamente a la cama.
Y estaba el pobre mancebo, velada la faz llorosa en las palmas de las manos, demandando al Dios que adora en aquel amargo trance una idea luminosa, una muerte oscura y rápida o un ángel que le socorra, cuando una mano discreta, con precaución misteriosa, dió en la puerta un golpecito, esperando que a él respondan.
Hasta cerca de una hora después de mi llegada, hubo sólo un quinqué con pantalla en el salón principal, y, según logré apreciar con esta iluminación, ostentaba un gran refinamiento y esplendor. Las salas contiguas, donde la concurrencia se reunía preferentemente, permanecieron toda la velada en agradable penumbra.