Este documento explora la continuidad entre las ciudades galas pre-romanas, las ciudades romanas y las ciudades medievales en Francia. Argumenta que aunque las ciudades romanas se convirtieron en el punto de partida de la historia urbana occidental, las ciudades medievales no fueron directamente herederas de las ciudades romanas sino que surgieron de cambios demográficos y económicos a partir del siglo X. También sugiere que hubo continuidad en los lugares de culto, mercado y comercio a larga dist
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Este documento explora la continuidad entre las ciudades galas pre-romanas, las ciudades romanas y las ciudades medievales en Francia. Argumenta que aunque las ciudades romanas se convirtieron en el punto de partida de la historia urbana occidental, las ciudades medievales no fueron directamente herederas de las ciudades romanas sino que surgieron de cambios demográficos y económicos a partir del siglo X. También sugiere que hubo continuidad en los lugares de culto, mercado y comercio a larga dist
Este documento explora la continuidad entre las ciudades galas pre-romanas, las ciudades romanas y las ciudades medievales en Francia. Argumenta que aunque las ciudades romanas se convirtieron en el punto de partida de la historia urbana occidental, las ciudades medievales no fueron directamente herederas de las ciudades romanas sino que surgieron de cambios demográficos y económicos a partir del siglo X. También sugiere que hubo continuidad en los lugares de culto, mercado y comercio a larga dist
Este documento explora la continuidad entre las ciudades galas pre-romanas, las ciudades romanas y las ciudades medievales en Francia. Argumenta que aunque las ciudades romanas se convirtieron en el punto de partida de la historia urbana occidental, las ciudades medievales no fueron directamente herederas de las ciudades romanas sino que surgieron de cambios demográficos y económicos a partir del siglo X. También sugiere que hubo continuidad en los lugares de culto, mercado y comercio a larga dist
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DEL PROBLEMA DE LA CONTINUIDAD.
HAY UNA PROTOHISTORIA URBANA EN
FRANCIA? LOMBARD- JOURDAN, Anne.
March Bloch: en ese continuo que es la evolucin de las sociedades humanas, las vibraciones de molcula a molcula se propagan a una distancia tan amplia que jams se logra la comprensin de un instante, cualquiera que sea, tomado en el curso del desarrollo, slo por el examen del momento inmediatamente precedente. Esto es vlido tanto para las ciudades como para el campo. Pero en materia urbana, la fidelidad a los sitios, que facilita la continuidad, hace ms difcil que en otros lados la distincin entre estratos que, a fuerza de acomodarse con el pasado, se encuentran ms o menos contaminados.
Ciudades monumentales romanas, consideradas el punto de partida de la historia urbana de occidente. Pero, luego de su decadencia y de un perodo de eclipse y las invasiones brbaras, es un tipo diferente de aglomeracin el que aparece con la renovacin econmica de los siglos VIII y IX. A la vasta ciudad antigua de hbitat disperso, poblada de funcionarios y de propietarios territoriales, a cuyas necesidades subvienen artesanos y mercaderes, se opone la ciudad medieval rodeada por murallas, pero flanqueada por un faubourg, de funcin esencialmente econmica y donde se desarrollan un patriciado y un proletariado cada da ms conscientes de su importancia social. Las ciudades de la edad media no son las herederas de aquellas que se levantaron durante la dominacin romana. Se ha visto en ellas un tipo urbano nuevo; mientras que la asimilacin de las poblaciones galas fue lenta y la romanizacin jams fue plena en los dominios religioso y social, y fue tarda en el dominio lingstico.
No hubo un resurgimiento de costumbres inveteradas que la administracin romana haba tolerado y que se perpetuaron? Las ciudades medievales nacieron del ritmo acelerado de los cambios, del desarrollo demogrfico, del progreso de las tcnicas agrcolas, que permitieron disponer, a partir del siglo X, de una importante mano de obra y de la sedentarizacin de los mercaderes. La Galia conoca aglomeraciones que Csar llama Oppida y a veces urbes. Eran plazas fuertes cuya poblacin fija se agrupaba en un lugar bien defendido natural y artificialmente, a menudo sobre una altura. El espacio vecino acoga las actividades de tiempos de paz y a menudo se entrecruzaban las rutas. All se implantaron necrpolis y se encontraban los lugares de culto, reunin y de mercado. Las ciudades principales eran pues, en el siglo I de nuestra era, lugares de reunin pasajeros para la plegaria, los negocios o la guerra.
Las Villae se levantaron en la periferia de las ciudades, construidas alrededor de un forum. Las invasiones brbaras forzaron a las ciudades a retraer su permetro para defenderse mejor. Los antiguos lugares indgenas de reunin quedaron en el exterior de la nueva muralla. En ese medio suburbano se extendieron el cristianismo y la renovacin econmica. Luego de la conquista romana los cultos oficiales encontraron su lugar en el corazn de la ciudad. Los antiguos santuarios proto-histricos no fueron abandonados, como consecuencia de la fidelidad de las poblaciones y en razn de la tolerancia indiferente de las autoridades desde el momento en que no atentaban a la lealtad hacia Roma.
Con las invasiones brbaras, el poder romano se debilit, las ciudades fueron abandonadas y los dioses romanos pronto olvidados en sus templos en ruinas. Los obispos tuvieron que luchar en sus ciudades, contra los antiguos cultos protohistricos muy vivos a los cuales los brbaros vinieron a aportar su apoyo. Los evangelizadores iban a lugares de asamblea pagana para enfrentar a los dolos y predicar a las multitudes, muchos sufrieron martirio. Pero al final, la nueva religin se implant en la periferia y a veces a buena distancia de la antigua ciudad abierta. La comunidad cristiana se form en el exterior de la muralla, alrededor de la catedral primitiva. Cuando sta, en los siglos IV y V emigr al interior de la muralla por razones de seguridad ms que de prestigio, una abada, a menudo dedicada a un santo local, continu asegurando la funcin religiosa de ese mismo emplazamiento. No hubo una verdadera solucin de continuidad en cuanto a la Galia pagana y la Francia cristina. Tampoco existi en cuanto a los lugares de comercio. Las fiestas religiosas se acompaaban de ferias. Servan para drenar el exceso de la produccin local y ofreca la ocasin a las mercaderas lejanas de introducirse en la regin. Los romanos aceptaron que los mercados indgenas continuaran realizndose. Luego del paso de los brbaros, las ciudades devastadas cayeron en letargo y los foros fueron abandonados. Los caminos ya no fueron cuidados. Las malas condiciones de transporte terrestre no hicieron sino empeorar en la poca franca y las vas de agua retomaron toda la importancia que tenan antes de la conquista romana. Muchos sitios de portus de la Alta Edad Media recubrieron el emplazamiento de los desembarcaderos galos.
El lazo que una las ferias a prcticas religiosas fue, en pocas perturbadas, un elemento de permanencia. Y a pesar del temor que inspiraban los germanos y ms tarde los normandos por las devastaciones que infligieron a las ciudades; ello no detuvieron jams el comercio. A comienzos de la renovacin econmica (siglos VIII- X) casi todas las ferias se encuentran en manos de establecimientos religiosos y ninguna puede justificar su existencia por otro motivo que el largo uso o un acta falsa. Hubo una inmutabilidad de los lugares de intercambio, a la espera que la autoridad seorial o real tome el relevo, pero fue el clero quien se ocup de instalar y de organizar en provecho de todos, una tradicin interrumpida. Los sacerdotes de la religin triunfante heredaron las prerrogativas de aquellos de la religin vencida: abrieron las reuniones y vigilaron el orden en ellas. Las aglomeraciones estacionales ofrecieron la ocasin de atraer nuevos fieles al interior de la iglesia vecina y de obligar a practicar a los recin convertidos. Para asegurar su victoria sobre los cultos paganos y conservar los provechos de las ferias, la iglesia dispone de todo un arsenal de procedimientos: Provee a la tregua de caracteres religiosos que aseguraba la seguridad de los que llegaban y garantizaba el valor de los tratos, bendiciendo los cementerios y suscitando el temor por la venganza divina. Adems, las ferias tomaron habitualmente el nombre del santo patrn de la iglesia vecina. Aseguraba la paz del mercado y garantizaba la honestidad de los cambios. Ms tarde la posesin de da del santo era invocado en justicia. Coincidan a menudo con las fechas en las que se celebraban las grandes fiestas clticas. Cuando estas se desarrollaban espontneamente en un lugar poco propicio a su celebracin, el clero se aventuraba a desplazarlas hacia un centro monacal o urbano. Los que son transferidos a un nuevo emplazamiento decaen a menudo y es necesario restablecerlos en su primitivo emplazamiento.
No puede haber verdadera solucin de continuidad en la necesidad de procurarse ciertas mercaderas y he aqu un argumento en favor de la permanencia de las ferias. En las pocas de economa cerrada, los productos agrcolas y los productos del pequeo artesanado pudieron no alimentar sino un mercado dominical o local; la sal y los metales constituyeron siempre, y antes los esclavos y el vino, el objeto de un comercio de larga distancia que tena sitios de etapa y de cambio privilegiados. Las fuentes narrativas testimonian de la continuidad de esos comercios en Galia como en la Francia merovingia y carolingia. Desde antes de la conquista romana y sin interrupcin hasta la edad media, esclavos, vinos, caballos dieron pues lugar a un gran comercio a larga distancia. Es a favor de esas confrontaciones que ciertas mercaderas de lujo penetraron en la regin. Del mercado rural anual al encuentro comercial internacional existe ms de un tipo de feria: diferencias de grado en la evolucin ms que diferencias de naturaleza.
Las ferias ms viejas no han podido ser el objeto de actas de fundacin o donacin, sino de numerosas actas falsas, destinadas a justificar pretensiones fundadas hasta ese momento y el argumento del da del santo. Los agentes reales o seoriales tratan de usurpar privilegios no garantizados por un escrito. En cuanto a los clrigos, posesores de hecho, sintindose en adelante importantes para garantizar el orden de los lugares de cambio y para proteger a los mercaderes en los caminos, son de alguna manera los primeros en solicitar el apoyo de las autoridades laicas para asegurar el conductum y la guardia de las ferias.
Por otro lado, los pueblos galos, dependan casi todos de la administracin romana, pero celebraban siempre sus asambleas polticas, as la aristocracia indgena conserv una parte de sus privilegios. Los oppida continuaron durante mucho tiempo acuando moneda. Poco a poco se acomodaron al rgimen nuevo. Los lmites de las antiguas ciudades permanecieron y las medidas administrativas tomadas por Augusto no hicieron sino acentuar el movimiento de concentracin alrededor de las capitales. A fines del siglo III las ciudades perdieron sus nombres celto-latinos y tomaron los de las antiguas agrupaciones de las que ellas haban continuado siendo smbolo. Mientras la autoridad pblica era deficiente, las poblaciones se vieron forzadas a organizarse para defenderse. Las asambleas del pueblo fueron mantenidas en parte, y segn un capitular de Luis el Piadoso dice que (las asambleas) no deben celebrarse ni en la iglesia ni en el cementerio, lo cual prueba que se haba tomado tal costumbre. Las asambleas eran ms una asamblea poltica que una reunin comercial, que evoca a menudo la terminologa relativa a las ferias. Los textos distinguen la doble naturaleza del personal de las ferias: por un lado los comerciantes autctonos, productores y criadores de las regiones vecinas que llevan all sus productos brutos o ya elaborados en los talleres familiares y rurales; por el otro, los comerciantes de profesin que llevan desde lejos los productos extranjeros (por una parte los descendientes de aquellos que tomaron la iniciativa de reunirse; por la otra, los mercaderes que vienen a unirse a ellos).
En el siglo X, cuando comienza el movimiento comunal, los habitantes de las ciudades reclaman el derecho a conjurarse refirindose a un largo uso, en relacin con las ferias. La comuna consiste esencialmente en una asociacin jurada, en un juramento de mutua asistencia pronunciado por hombres libres. Los primeros en reivindicar el derecho a conjurarse son: artesanos y burgueses que se ocupan todava de sus tierras. A los mercaderes, recin llegados, en un comienzo se los mantenan apartados. No hay un lazo estrecho entre el nacimiento de las libertades comunales y la actividad econmica. Las primeras revueltas no tuvieron lugar en las ciudades ms florecientes sino en viejas ciudades episcopales. Quienes las dirigen practican oficios que exigan poca calificacin. Si los movimientos de reivindicacin dirigidos contra los prncipes territoriales tienen como objetivo escapar en la mayor medida posible a su jurisdiccin y a su fiscalidad, se esfuerzan sobre todo por adquirir autonoma. Tal vez es necesario ponerlos en relacin con el deseo de liberacin y el retorno a las tradiciones nacionales que atestigua el nacimiento de una literatura profana y la redaccin de las primeras canciones de gesta. La comuna reclama libertad y derecho de iniciativa. Las tradiciones locales atestiguan la fidelidad de las reuniones comunitarias al primitivo lugar de asamblea, que es el de la primera implantacin del culto cristiano y el comercio. En un gran nmero de ciudades medievales, una iglesia lleva el calificativo de foro o de in foro (del mercado): sera preferible darle el sentido conjunto de lugar de asamblea y de mercado.
Los primeros ayuntamientos fueron con mucha frecuencia edificados fuera de la muralla y cerca de la puerta de las ciudades episcopales. En el siglo IV, Galia reencuentra, en los mismos lugares y en las mismas fechas, antiguos modos de vida, contrariados a veces, pero jams desaparecidos. Si el siglo VII marca el momento en que la decadencia econmica y urbana parece la ms absoluta, las estructuras de recepcin estn listas para el renacimiento observado desde el siglo VIII. Los oppida galos eran verdaderas ciudades temporarias. En la Alta Edad Media, las ferias suscitan, en los mimos lugares, gran concurso de pueblo. Luego el polo peridico de toda una regin se transforma lentamente en un mercado. Los encuentros se hacen ms frecuentes. Alrededor surgen hosteras para los comerciantes, gremios de alimentacin, luego se instalan ah artesanos especializados. El campo de feria se rodea de tiendas y talleres. Su duracin se prolonga y su nmero se multiplica. Sus fechas se calculan de manera de evitar la concurrencia entre localidades vecinas. Se transportan, por rodamiento, en un merado perpetuo. Los negociantes instalan en las ciudades sus casas de comercio. As se debilitan y se borran algunos de los caracteres esenciales de la feria original y especialmente su periodicidad espaciada que constitua toda la importancia.
De manera opuesta a Pirenne para quien slo el portus, centro permanente de comercio, se encuentra en el origen de las ciudades, nosotros vemos una relacin directa entre la celebracin de una feria y el nacimiento de una aglomeracin comercial. Pues la declinacin de las ferias est ligada al desarrollo de las ciudades. Feria y ciudad son dos organismos diferentes que corresponden a sistemas diferentes de cambio y a niveles diferentes de civilizacin material. Causas invocadas para explicar su decadencia. Los privilegios y las exenciones de tasa no pudieron sino prolongar una agona cuyos motivos no era slo de orden econmico. Slo se mantuvieron las ferias especializadas o transformadas en plazas de cambio. Por otro lado, merced a la solidez de su funcin social, capital en su origen, subsistieron sin irradiacin.
La iglesia, al bendecir un cementerio, al edificar una abada o al colocar una feria antes que otra bajo la proteccin de un santo patrono, ejerce una influencia determinante sobre la vida posterior del mercado y de la aglomeracin urbana. Cuando a partir de comienzos del siglo XI, los seores laicos deciden fundar ciudades o burgos y asegurar el doblamiento, toman prestado al clero los procedimientos que haban sido probados en las pocas precedentes. Si levantan un castillo, es para hacerse inmediatamente asistir por clrigos que se ocuparn de la administracin de la nueva aglomeracin y de la organizacin del mercado.
Las agrupaciones urbanas feudales han sido atribuidas a la iniciativa seorial. Su nacimiento cerca de los castillos no fue sin embargo diferente de la de los suburbios al pie de las murallas de las ciudades. Los sitios, donde se los ve aparecer, eran ya lugares de reunin comerciales. Ciertos lugares solitarios elegidos para instalar una capilla o un monasterio, eran, en fechas determinadas el lugar de los sbitos concursos de gente que no dejaban nada luego de su paso. La presencia de ruinas en los bosques o el desierto determina a veces la eleccin del emplazamiento del edifico cristiano que, posteriormente, dar nacimiento a la ciudad. Una taberna, sobre el futuro emplazamiento del mercado, representa el papel de agente de fijacin para la aglomeracin, como en otros lados, la iglesia o el castillo.
Ms que una voluntad de institucin vemos pues, en la intervencin de los seores, la explotacin bien comprendida de corrientes comerciales espontneas que avanzaban progresivamente desde las zonas urbanizadas y ms avanzadas econmicamente hacia las zonas hasta ese momento inhspitas de Flandes interior y Bretaa. El objetivo fiscal represent un papel tan importante como las intenciones estratgicas militares. Por la robustez de sus muros enraizados y la proteccin moral y material que ellos aseguraban, iglesias y castillos fijaron cambios y rutas que, en condiciones menos propicias, desaparecieron en otros lados.
Resumamos. Mientras que en otras regiones las agrupaciones humanas pudieron conocer un crecimiento y una evolucin continuos desde la prehistoria hasta la edad media, en Galia la sur imposicin artificial de grandes ciudades monumentales provoc una solucin de continuidad. Las ciudades a la moda antigua permitieron a los galos sortear etapas y acceder inmediatamente a un nivel superior en la organizacin y el confort materia. Pero no fueron jams completamente adoptadas por las sociedades indgenas. Los edificios arruinados fueron desmantelados sin que se pensara en reedificarlos y las obras de arte se acumularon para servir de fundacin a las murallas del bajo impero. El pnico provocado por las invasiones germnicas, la llegada del cristianismo, la tirana abusiva de los poderes pblicos, no son suficientes para dar cuenta de esta desafectacin, comenzada por otra parte desde principios del siglo III. La Galia repudi, de alguna manera, la civilizacin urbana importada por Roma para forjar la suya propia, conforme a sus tradiciones, a su naturaleza y sus posibilidades. Las ciudades de la edad media descienden, segn nuestra opinin, en lnea directa de las asambleas peridicas prerromanas. Nacieron del esfuerzo de las colectividades para proteger mejor sus intereses morales y materiales y de la necesidad de hacer estables y permanentes funciones temporarias: religiosas, econmicas, administrativas y judiciales. Lo que se ha considerado como un tipo urbano nuevo es, de hecho, la expansin de centros de actividad comunitaria que haban sobrevivido a siglos de ocupacin romana. La iglesia supo recoger las tradiciones romanas: cuadros administrativos de las civitates, ideas de paz, de orden y de derecho; pero tambin supo adoptar, disfrazndolas hbilmente las tradiciones, muy vivas, de la Galia independiente. Ayud as doblemente a la formacin de las ciudades.