LCDE080 - A. Thorkent - Mundo Olvidado
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LCDE080 - A. Thorkent - Mundo Olvidado
THORKENT
UN MUNDO
OLVIDADO
LA CONQUISTA DEL ESPACIO n. 80
Publicacin semanal.
Aparece los VIERNES.
EDITORIAL BRUGUERA, S. A.
BARCELONA - BOGOTA - BUENOS AIRES - CARACAS MEXICO
INTRODUCCIN
El elevado nmero existente de Mundos Olvidados dificult grandemente la
labor realizada por el Orden Estelar durante ms de tres siglos. Muchos de
estos Mundos Olvidados precisaban la ayuda urgente de la organizacin
terrestre, pero era materialmente imposible acudir a todos.
Muchas eran las Unidades Exploradoras que el Orden enviaba a diversos
puntos de la galaxia para iniciar los acercamientos, pero insuficientes a
todas luces para evitar que en algunos planetas sumidos en el salvajismo
se cometiesen desmanes, o que minoras esclavizasen a las masas
ignorantes y se llevasen a cabo los crmenes ms ignominiosos.
En varias ocasiones los miembros del Orden conocan de estos casos, pero
se vean imposibilitados de actuar por estar as decretado por el Alto
Mando, que por medio de los computadores elega los planetas, antiguas
colonias del Gran Imperio, que deban ser integrados en la civilizacin
porque aportaran al bien comn.
Los planetas que en aquella poca mostraban escasas posibilidades de
colaboracin eran catalogados como prohibidos y relegados a un
acercamiento posterior, cuando las circunstancias lo permitiesen.
(De HISTORIA DEL ORDEN ESTELAR, por K. L. Hokplins & NGun MSliop. Cuarta serie de Registros, Esfera nmero 876, lneas HD-9874 al
HD-9895. Universidad de Amares III).
1
Lars Lappa se sec el sudor con el dorso de la mano y mir con marcado
orgullo los campos de su propiedad, maduros para iniciar en ellos la
recoleccin. Aquel ao la cosecha se presentaba exuberante. Incluso
despus de abonar la parte que correspondera a los seores, le quedara
lo suficiente para pagar los albailes que deban construirle la casita para
Sirgudar y l.
Y le sobrara incluso para pagar un buen banquete con el que obsequiar a
vecinos y amigos el da de la boda.
Al recordar a Sirgudar, sus ojos se entornaron. Pensando en la muchacha
que pronto iba a ser su mujer, una sonrisa inconcreta floreci en sus
labios.
Haba trabajado duro durante aos y peleado con los dems jvenes del
poblado que tambin pretendan a Sirgudar. Ahora todos saban que Lars
Lappa iba a ser su esposo y no la molestaban, temerosos de sus fuertes
puos. Incluso se haban ofrecido a regalarles distintos objetos para el
nuevo hogar. Era lo normal. Una vez que la muchacha se decida por un
varn, los dems aceptaban deportivamente la derrota y no quedaban
rencores.
Sirgudar era la muchacha ms hermosa del poblado. Y quienes
acostumbraban a viajar por los dems pueblos de la comarca, aseguraban
que en ninguno de ellos haba una hembra como Sirgudar.
Todo aquello llenaba de orgullo a Lars, ms incluso que la prometedora
vista que ofrecan sus campos de trigo.
Alz la mirada al cielo. Pronto anochecera. Sirgudar le haba prometido
que al atardecer ira a buscarle. Juntos regresaran al pueblo. Lars estaba
invitado a cenar en casa de sus futuros suegros. Ella le traera sus ropas
ms lujosas para que l, despojndose de las radas de campesino,
ofreciese un buen aspecto.
Lars se arrim a la vereda. Por ella se acercaban dos personas. Entorn los
ojos y descubri que una de ellas era Sirgudar. Quin era la otra?
Hasta que no estuvieron a menos distancia, no supo que se trataba de
Afanaiev, el edil. Por qu acompaaba a Sirgudar?
No ests tan seguro. T nunca has visto a los seores de cerca. No sabes
cmo son.
Desde luego que no. Pero, qu vas a decirles?
Afanaiev qued en silencio unos segundos. Luego respondi:
Los componentes de unas caravanas procedentes del norte vinieron a
verme esta maana. Me trajeron malas noticias.
Recuerdos vagos de la niez acudieron a la mente de Lars. Y no eran nada
agradables. Muerte, lucha, sangre y destruccin.
Nada bueno proviene del norte asegur Lars.
Exacto. Del norte slo pueden llegar los mirdos. La mirada del edil era
taladrante cuando pronunci tales palabras.
Y ellos traen consigo la muerte, el saqueo, la violacin de nuestras
mujeres murmur Lars.
S. Por eso debo visitar maana, a primera hora, a los seores.
Segn me contaba mi padre a la luz del hogar durante los inviernos,
ellos prometieron que nunca ms debamos temer a los mirdos; que con su
poder cedido por los dioses acabaran con las invasiones.
El edil suspir.
Yo tambin recuerdo esa promesa. Nos fue hecha hace unos veinte aos,
despus de que los mirdos dejasen esta regin arrasada como la palma de
la mano. Los seores, una vez que regresaron de su estancia con los
dioses, nos prometieron que se encargaran de los mirdos cuando volviesen
a aparecer.
Pareces dudar de que los seores cumplan su promesa.
Es porque conozco a los seores, y cuando era tan joven como t conoc
a esos salvajes del norte. Pero, de todas formas, maana ir a verles para
recordarles su palabra.
Lars saba que el viejo Fieme era menos inteligente que el edil y, si con ste
no se poda hablar de muchas cosas, menos poda hacerlo con aqul. Mir
a Afanaiev. Segua roncando, tal vez ms profundamente que antes.
Me marcho, Fieme. Si desea que le ayude a acostar al edil...
El hombre suspir resignado, dando una ltima chupada a su cigarro
antes de arrojarlo a la lumbre.
Me sent halagado cuando Sirgudar anunci que el edil nos honrara
sentndose con nosotros a la mesa. Me habra gustado hablar con l de
muchas cosas; pero te juro, Lars, que nunca le vi beber con tanta ansia.
Lars se acerc al edil. Lo mir fijamente. Comprenda que hubiese bebido
tanto. La mxima autoridad del poblado estaba demasiado preocupada y
encontr en el vino un olvido a sus problemas. A la maana siguiente se
despertara con profundo dolor de cabeza, que se incrementara cuando
recordase que tena que subir hasta la cima, hasta la morada de los
seores, siendo portador de malas noticias.
Mientras cargaba con el pesado cuerpo de Afanaiev, tomndolo por los
sobacos mientras Fieme agarraba las piernas y suban las escaleras, se
dijo que le gustara estar junto con el edil cuando ste se enfrentase con
los seores.
Pero aquello sera imposible. Excepto los ediles de los poblados, ningn
habitante de los valles poda ver a los seores, representacin viviente de
los dioses que poblaban las alturas.
Antes de desaparecer por el recodo de la escalera, Lars vio a Sirgudar que
apareca en el comedor. La muchacha le sonri. Saba que l se marchaba
y estaba preparndose para despedirle.
Por un momento, Lars se olvid de todo: del cuerpo que cargaba, de los
seores, de los mirdos y del aparente peligro que parecan correr, segn los
rumores trados al poblado por los hombres de la caravana.
Todo su ser estaba concentrado en Sirgudar: en su cuerpo, en sus labios,
que ansiaba volver a besar.
2
S, es cierto Alice gir sobre sus talones para mirar la gran pantalla
que les mostraba el espacio que les rodeaba y dijo: Este sector de la
galaxia est registrado como carente de datos, si no me equivoco. En la
Tierra nada saben de los sistemas planetarios de aqu.
As es, comandante dijo LeLoux entrando en el palco. He buscado
informes de esta zona porque supuse que estaramos aqu algn tiempo,
que quiz podamos aprovechar.
Todos se acercaron llenos de curiosidad a la capitana. LeLoux explic:
El Alto Mando del Orden tiene sealado este sector como prohibido a
toda clase de acercamiento fsico por carecer de datos suficientes. Algunos
de sus planetas parecen haber estado habitados hace casi dos milenios,
pues fueron colonizados en los comienzos de la gran expansin galctica.
Los informes salvados despus de la cada del Gran Imperio nada aclaran
al respecto.
A qu distancia de nosotros se encuentra el sistema planetario ms
cercano? inquiri Kelemen.
A unos ocho mil millones de kilmetros replic LeLoux.
Alice se rasc la barbilla, pensativa. Dijo:
Bajo velocidad normal y mientras efectuamos reparaciones, podemos
acercarnos a un par de centenares de millones de kilmetros de la estrella
y enviar naves exploradoras monoplazas. El Orden nos agradecer los
datos que les llevemos.
Los tcnicos del observatorio ya estn haciendo investigaciones para
determinar qu planetas pueden ofrecer condiciones ptimas de
habitabilidad, comandante dijo, sonriente, LeLoux. Pens que usted
decidira algo semejante.
Alice dirigi una mirada complaciente a la mujer.
No s qu hara sin usted, capitana. Parece adivinar mis pensamientos.
La felicito.
Gracias. Los tcnicos me han adelantado que son tres los planetas que
parecen poseer condiciones tipo Tierra. Sobre todo, uno de ellos.
En ese caso podemos enviar tres naves, una a cada planeta. Por
supuesto, debern estar de regreso antes de veinte horas y, por ningn
motivo, tomar tierra en cualquiera de los tres planetas. Se limitarn a
recoger los informes de costumbre y filmar los posibles ncleos habitados.
Alice dijo directamente a Kelemen. Podra ocuparse de elegir a los tres
pilotos?
A Adn le iban a resultar demasiado largas las horas hasta que las averas
estuviesen reparadas y se apresur a decir:
Solicito pilotar una de esas naves, comandante.
Alice ocult una sonrisa que sus labios pugnaron por dibujar. Segundos
antes, mientras hablaba, se dijo a s misma que la reaccin de Adn iba a
ser aqulla.
No tiene servicio durante las prximas veinticuatro horas, teniente?
No, seor.
Pese a que saba que sus palabras no iban a ser comprendidas por los
capitanes Kelemen y LeLoux, Alice respondi:
Autorizacin concedida, teniente. Parece que no est dispuesto a esperar
su incorporacin a su nuevo destino para alcanzar honores. Le deseo
suerte.
Adn prefiri no contestar, lo que desagrad a los otros. Tanto Kelemen
como LeLoux haban esperado unas palabras suyas que aclarasen el
significado de las de Alice.
3
En poco ms de diez minutos, Adn podra iniciar la penetracin en la
atmsfera de aquel planeta exuberante de oxgeno con la navecilla que
tripulaba en solitario. Mientras tanto, el Hermes, a unos mil millones de
kilmetros de distancia, al otro lado de la estrella amarilla, reparaba las
averas.
Espero que den pronto conmigo. Tengo oxgeno en mi traje slo para seis
horas grazn Adn.
No se preocupe, Villagran. Era la voz de Alice, y Adn sinti una
pequea satisfaccin porque ella se preocupaba por su suerte en persona
. Seguiremos su rastro y no tardaremos en localizarle. No se preocupe
por la nave. Lo importante es usted.
Olvidando su peligrosa situacin, Adn respondi:
Gracias, comandante, pero confo en volver al Hermes con la nave
intacta.
De todas formas, teniente era de nuevo la voz de LeLoux, olvdese del
oxgeno. El planeta donde aterrizar parece disponer de una atmsfera tipo
Tierra.
Vaya, soy un tipo afortunado ironiz Adn. Les llamar ms tarde.
La pequea nave entraba en la atmsfera. Adn no disminuy en nada la
velocidad, confiando en que el fuselaje le protegiese contra la friccin. No
quera perder tiempo, ni un solo segundo que pudiera serle vital despus.
Penetr en una zona nubosa, que pronto dej atrs para sobrevolar sobre
un ocano azul. Sus ojos buscaron desesperadamente tierra. As
transcurrieron cerca de diez minutos, mientras que la nave segua
perdiendo altura. De improviso, una lnea oscura surgi en el horizonte y
Adn aument la velocidad de la nave.
Pas raudo sobre unos enormes acantilados, y una densa selva comenz a
discurrir debajo de l. Luego rocas, ms selva, unos ros, lagos y, por fin,
observ unos claros.
Con incontenible furia apret los dispositivos de aterrizaje vertical. Haba
elegido el sitio para descender. Sus ojos solamente vean un gran espacio
libre de obstculos. Nada ms.
No vio a los seres humanos que, llenos de miedo, levantaban la mirada
para observar aquel extrao pjaro plateado que descenda aullando y
soltando fuego de sus entraas.
***
An no se haba disipado el humo cuando Adn, de un golpe, abri la
carlinga y salt al suelo. Corri hasta donde estaba adherido el artilugio al
fuselaje y su mano busc nerviosamente la hendidura, que al encontrar
apret.
Como le anunciara LeLoux, una porcin se abri. El complicado
mecanismo se ofreci a los ojos de Adn. En seguida encontr el cilindro,
que mostraba un color anaranjado. An no era rojo, pero tampoco el verde
o azul que le poda indicar seguridad. Qu poda hacer?
No quedaba tiempo para meditar; solamente para decidirse por una cosa u
otra.
Resueltamente, Adn sujet el cilindro y tir de l.
Nada ocurri.
Como algo inservible, la media esfera se desprendi del fuselaje y cay al
suelo. Adn suspir aliviado, libre de la tensin que durante los ltimos
veinte minutos le haba atormentado.
Solamente entonces tuvo nocin de lo que le rodeaba. En su precipitacin
por salir de la carlinga no haba bajado la visera de su casco. Por lo tanto,
estaba respirando el aire del planeta.
No tena necesidad de comprobar las lecturas de la nave para saber si era
bueno o no. Sus pulmones respiraban perfectamente. Si su corazn tena
un ritmo ms apresurado de lo normal, era debido a la tensin padecida, y
no a otra causa.
Se termin de quitar el casco y mir a su alrededor. Poda decir que estaba
en la Tierra. No encontraba la menor diferencia. El sol estaba en el cnit y
calentaba bastante, aunque corriese una ligera y fresca brisa.
Algunos rboles a su derecha indicaban el comienzo de un bosque que
ms adelante se espesaba. Por los dems sitios, vea algunas rocas y
matorrales. Gir sobre sus talones y lleg a la conclusin de que se
encontraba en un frtil valle. El horizonte lo cerraba un macizo
montaoso, de cspides nevadas.
Adn record que aquel planeta estaba prohibido, pero haba llegado all a
causa de una emergencia. Su deber era ahora informar al Hermes. Desde
la nave nodriza, sin duda alguna, le ordenaran el inmediato regreso.
Ya que estaba all, pens, no deba desaprovechar la ocasin de recorrer un
poco los alrededores. Slo perdera unos minutos. Luego regresara a la
pequea nave, indicara que todo estaba bien y retornara al Hermes,
cuando concluyera su inspeccin desde diez mil metros de altura.
Pero la innata curiosidad de Adn no le impeda seguir siendo prudente.
Ascendi hasta la carlinga y de un compartimento sac un cinturn que se
ci a la cintura, del que penda una pistola de energa. Comprob la carga
del arma, que apareca completa, y empez a caminar en direccin
contraria del bosque, hacia donde el terreno comenzaba un suave declive.
Tal vez desde all pudiese observar la totalidad del valle.
Anduvo con todos sus sentidos despiertos, teniendo presente que siempre
poda existir alguna alimaa salvaje dispuesta a saltar sobre l.
Su sentido del peligro le avis de que algo se haba movido, aunque
ligeramente, a su derecha. Sin dejar de caminar movi un poco la cabeza y
an pudo ver cmo las ramas de un matorral terminaban de agitarse.
Entonces lo que tras ellas se haba ocultado, al sentirse descubierto, ech
a correr.
Adn comprob que se trataba
aparentemente, y vestido incluso.
de
un
ser
bpedo,
un
humano
Ambos rodaron por el suelo. Adn no pretenda lastimarla, pero ella grit
de dolor cuando, por unos segundos, su cuerpo estuvo aprisionado por el
de l. En seguida se incorpor y la ayud a levantarse. Se preguntaba si
ella entendera su idioma.
No tengas miedo, muchacha dijo Adn.
Saba que era difcil que la mujer, aunque fuese una descendiente de la
Primera Era, hablase el idioma ms comn en la galaxia. Dese que ella
dijese algo para averiguar si el lenguaje que empleaba era por l conocido.
Pero un gran terror se haba apoderado de la muchacha, y si Adn no la
hubiese tenido agarrada por la mueca, de nuevo hubiera echado a correr.
No poda, al parecer, articular palabra. Sus ojos miraban llenos de miedo
al terrestre, como si esperase lo peor de l.
Adn le sonri. Una sonrisa amistosa es siempre un gesto de paz en
cualquier parte del Universo. Pero el traje negro del terrestre, brillante en
plata, segua sin inspirar la menor confianza en la muchacha, que al fin,
sobreponindose a su miedo, grit:
Socorro, Lars! Estoy aqu! Son los mirdos!
Adn no tard mucho en comprender que la muchacha hablaba el idioma
que siglos atrs se us en la regin de Cstor y Plux. El paso del tiempo
no lo haba adulterado demasiado y l poda hablarlo. Acentuando su
sonrisa, dijo:
No temas. No voy a hacerte ningn dao. Estabas observndome? Si
corr tras de ti fue porque quera saludarte y hacerte unos regalos. Me
marchar en seguida. A quin llamas?
Por toda respuesta, Adn sinti que un brazo de hierro le rodeaba el cuello
y una voz a sus espaldas deca a la muchacha:
Huye, Sirgudar, huye! Yo matar a este asqueroso mirdo.
Adn apenas tuvo tiempo de volverse para detener el brazo del hombre que
bajaba velozmente, empuando un agudo cuchillo, sobre su garganta. La
punta del acero se detuvo, vacilante, a unos milmetros de la yugular de
Adn.
portaban sus cuerpos, mientras que la mano que no sujetaba las bridas
agarraba una lanza de aguda punta, adornada con trozos de tela de
colores.
Los invasores del norte debieron ver primero a los nativos e irrumpieron
decididos en el claro, dispuestos a hacer prisioneros o a matar. Luego, ante
la presencia del terrestre, hicieron que sus caballos con envoltura de reptil
se detuviesen en seco.
Adn comprendi que estaban confundidos con l, quiz por su porte
decidido y sus ropas.
Los mirdos eran ms de una docena. Uno de ellos llevaba una larga capa
escarlata; deba ser el jefe del grupo. Adn, interponindose entre los
guerreros y la pareja de nativos, dijo:
Yo tambin soy un guerrero como vosotros, mirdos; pero vengo en son de
paz. Mas luchar y os matar a todos si cometis la locura de atacarnos.
El terrestre sinti sobre s las miradas incrdulas de los dos nativos y la de
estupor de los mirdos. Aquellos guerreros deban estar acostumbrados a
que sus enemigos huyesen ante su presencia. Quin era aquel extrao
hombre vestido de negro y plata que osaba enfrentrseles?
Adn termin de sacar su pistola energtica y la dispuso para disparar con
toda su intensidad. La distancia que le separaba de los mirdos era
suficiente para abatir a un buen nmero de ellos antes que pudiesen
acercrsele lo suficiente para herirle con sus lanzas.
Los mirdos debieron pensar que poco peligro poda ofrecer un hombre que
nada ms sostena entre sus manos una ridicula maza de metal. Al nativo
apenas s lo tuvieron en cuenta. El cuchillo que blanda caera pronto al
suelo, cuando su dueo fuese atravesado por el primer lanzazo.
El hombre que mandaba el grupo lanz un alarido de guerra y fue el
primero en espolear su horrible caballo, que emiti un graznido parecido al
de un pjaro de rapia. Los dems guerreros siguieron a su jefe, bajando
sus lanzas y gritando tambin. Sirgudar chill, y Lars la apart de su lado
dispuesto a defenderla.
Adn se limit a levantar su pistola y apretar el disparador.
An tuvo Adn que poner fuera de combate a dos mirdos ms antes que el
resto, lleno de miedo, huyese hacia el bosque, sin preocuparse de montar
en sus caballos que a unos metros haban dejado.
Adn salt dentro de la carlinga y palideci al comprobar el alcance de los
daos ocasionados. Todos los mandos necesarios para la navegacin por el
espacio estaban destruidos, as como los medios de comunicacin.
La nave podra navegar an, pero sin indicadores automticos constituira
una locura alejarse del planeta e intentar localizar al Hermes. Tena que
quedarse all, esperando que sus compaeros le localizasen. Lo peor de
todo era que no saban si l haba logrado desconectar a tiempo la bomba
procedente de la unidad automtica de Betelgeuse.
En realidad, lo que le estaba sucediendo se deba a su imprudencia. Debi
conectar la pantalla protectora antes de echar a correr detrs de la
muchacha llamada Sirgudar. De haberlo hecho, los guerreros mirdos
nunca hubiesen logrado averiar la nave. Por el contrario, las descargas
elctricas les habran escarmentado.
Sac de un compartimento de la cabina un paquete con vituallas y algunas
medicinas que se ech al hombro. Luego encendi el sealador magntico
que ayudara en su localizacin a quienes le buscasen. Tambin conect el
campo protector y empez a alejarse de all.
Su nave estaba segura. Nada ni nadie podra hacerle ya ms dao del que
le haban ocasionado. Pero atraera ms guerreros enemigos, y Adn no
pensaba pasarse lo que le restaba de estancia en el planeta matndolos...
o temiendo que alguna atvica arma blanca le alcanzase.
Volvi a recorrer el mismo camino. Pronto pas por donde poco antes fuera
atacado por la patrulla de mirdos. El lugar apestaba a carne quemada, por
lo que apresur el paso.
El terreno ascenda. Adn presuma que siguiendo aquella direccin pronto
alcanzara a la pareja de nativos fugitiva de los invasores. Aprovechara las
horas que deba estar en el planeta para terminar de completar su informe.
Senta curiosidad por enterarse de muchas cosas que le intrigaban.
Encontr el rastro de los dos jvenes cuando alcanz una cierta elevacin
en el terreno que le permiti inspeccionar el valle que tena a sus pies. All
Adn se dej conducir por Lars hasta una pequea hoguera, donde una
pareja madura vigilaba el asado de unos trozos de carne atravesados por
una varilla de hierro. Ambos se levantaron y saludaron al recin llegado.
El terrestre acept el vino servido en un cuenco, pero rechaz la carne. De
su bolsa de emergencia sac unas tabletas que engull rpidamente.
Not, por el rabillo del ojo, que el enfurecido edil se haba acercado hasta
pocos metros de la hoguera y se sentaba sin dejar de mirarle.
Nuestra hija nos lo cont todo, hombre de negro dijo Fieme, llenando
de nuevo el cuenco vaco de Adn. Te agradecemos que la hayas salvado,
junto con Lars Lappa, de caer en las garras de los mirdos.
Llamadme Adn, por favor pidi el terrestre. No tiene ninguna
importancia lo que hice por vuestra hija y Lars, amigo. Pero os agradecera
que me contarais qu es lo que pasa aqu.
Los nativos se miraron entre s, un tanto sorprendidos. No comprendan
como alguien pudiese ignorar lo que estaba pasando. Ninguno de ellos, ni
los dems que paulatinamente se haban estado acercando a la hoguera,
dijo algo.
Adn levant la mirada, posndola en la figura huesuda de un anciano que
se apoyaba en un cayado muy viejo, tanto o ms que l. Su vidriosa
mirada indicaba que haca muchos aos que haba dejado de ver. Deba
tener cien aos o ms.
Me llamo Heron, hombre de las estrellas dijo el anciano con voz segura
. Yo puedo contestar a todas tus preguntas mejor que nadie.
Lars susurr al odo de Adn:
No le hagas caso. Todos sabemos que Heron est loco. Vive aqu, en las
montaas, y proclama conocer la verdad; pero nadie le escucha. Si le
toleramos es porque no es peligroso.
Adn levant la mano. Luego pidi que ayudasen a Heron a sentarse a su
lado, al abrigo de la hoguera. Mirando aquellos ojos ciegos, el terrestre
pidi:
Te ruego que hables, anciano. T, sin verme, sabes que procedo de las
estrellas. Puedes explicarme eso?
Desde la oscuridad de los tiempos mi familia ha vivido en las montaas
dijo el anciano. Mi padre me transmiti la verdad que l recibi del
suyo. Yo he querido comunicarla a los hombres, pero ellos nunca me
hacen caso. S que los hombres viven por millones en las estrellas, que de
all procedieron nuestros antepasados, que vinieron a instalarse en este
planeta y que, olvidados por sus hermanos, perdieron la gran sabidura de
la que otrora gozaran. Olvidaron su ascendencia noble y degeneraron en
tribus,
en
clanes,
en
grupos
ignorantes.
Nosotros, los hombres del sur, aprendimos a cultivar la tierra, a pescar.
Los hombres del norte slo saban luchar, combatir y matar. Saquear. He
conocido cuatro invasiones de mirdos en mi vida. Cada vez sus perodos de
bajada al sur son ms cortos. Esta vez slo han dejado pasar veinte aos
desde la ltima vez para venir a proveerse de esclavos y mujeres. La
prxima vez vendrn antes de los quince aos, hasta que nos aniquilen
totalmente...
No escuchis a ese loco! grit el edil Afanaiev. Est blasfemando
contra los seores, contra los dioses. Los seores me prometieron que
impediran a los mirdos llevarse esclavos al norte.
Lars se levant impetuoso contra el edil.
Calla t, servidor de mentirosos. Cuando las caravanas llegaban al valle
anunciando la proximidad de los mirdos, t nos prometiste que iras a los
seores para recabar su ayuda. Dnde est esa ayuda? Acaso no subiste
hasta la fortaleza de los seores al da siguiente que te emborrachaste en
casa de mis suegros?
Claro que vi a los seores! grazn Afanaiev.
Y qu te dijeron, qu falsas promesas te hicieron?
El edil, sintiendo sobre s la mirada despreciativa de los hombres,
respondi:
Los seores me dijeron que iran a dialogar con los dioses, elevando su
fortaleza a las alturas, donde ellos moran. Pero slo lo haran cuando los
mirdos estuviesen aposentados en los valles! Si irritamos a los seores,
Han estado llegando muchos grupos, Adn. Los mirdos han estado
rodeando los valles, empujando a sus habitantes a ste. Y ahora nos
confinan en estas montaas.
Adn entorn los ojos. El anciano Heron, el edil Afanaiev y otros ediles de
varios poblados, formaban un grupo, junto con muchas personas, cerca de
l. Slo en Afanaiev descubri un sentimiento de animadversin.
Entonces debis huir de las montaas dijo Adn.
Heron le escuch. Movi su cabeza y dijo:
Estos parajes no tienen salida que no est vigilada por los mirdos.
Nunca han actuado as los mirdos en anteriores invasiones? pregunt
Adn.
Sirgudar y varias mujeres haban estado calentando una especie de
infusin, que empezaron a repartir entre los hombres. Adn rechaz
gentilmente la que le ofrecan.
El nico que poda responder a la pregunta del terrestre era Heron.
Los mirdos siempre han actuado de forma anrquica en sus invasiones
repuso el anciano. Saqueaban, mataban, violaban y se llevaban a sus
barcos a los hombres y mujeres que encontraban. Ahora es distinto.
Desarrollan un plan preconcebido. Lo entiendes?
Adn asinti.
S, comprendo. Los mirdos quieren acabar con los valles, llevarse al
norte a todos los esclavos que puedan. Me equivoco?
No replic Heron dibujando una triste sonrisa. Y los que no puedan
o no quieran llevarse, sern pasados a cuchillo.
El crculo de nativos alrededor de Adn se haba incrementado
considerablemente. Haba all gente de todos los valles. Y parecan esperar
del terrestre palabras de aliento, de esperanza.
Afanaiev, retador, se plant ante Adn, diciendo:
Lars Lappa ha dicho que t podras librarnos de los mirdos gracias a tus
poderes. Yo no lo creo.
Adn comprendi que el edil pretenda desacreditarle, para as volver a
recuperar su privilegiado poder en el poblado, una vez que los mirdos se
hubiesen marchado. Aquel estpido no haba comprendido que nadie
quedara con vida o libre en los valles para volver a reconstruir el poblado.
Por otra parte, Adn se hallaba en la encrucijada de ayudar a aquellos
seres desamparados, arriesgndose a quedar para siempre en aquel
planeta si permaneca apartado de su pequea nave, o dejarlos correr su
suerte, que al fin y al cabo era la que deban padecer si l no hubiera
sufrido aquel percance que le oblig a aterrizar. Y no deba olvidar que se
hallaba en un planeta prohibido por el Alto Mando del Orden, en el que no
se deba intervenir sin expreso consentimiento.
Pero olvidndose de todo y haciendo slo caso a sus sentimientos ms
primitivos, Adn respondi con voz fuerte, para que todos le oyeran:
Os ayudar a expulsar a los mirdos, pero vosotros, hombres de los valles,
debis aprender a defenderos por vosotros mismos. Estoy seguro de que
poseis la tcnica suficiente para construir espadas, lanzas, escudos y
jabalinas. Ya disponis de hachas y machetes. Trabajad todo el da,
templad acero y aprontaos para que maana, a primera hora, podis bajar
a los valles a combatir a los mirdos.
Un murmullo sigui a las palabras de Adn. Despectivo, Afanaiev dijo:
El poder del hombre vestido de negro se basa en que nosotros,
desoyendo las leyes de los seores, tomemos las armas para combatir.
Dnde est el poder que Lars jur haba visto que este hombre utiliz
contra los mirdos? Es un farsante!
Antes de concluir sus palabras, el edil sac de su tnica la mano derecha,
se la llev a la espalda y, proyectndola hacia delante, lanz contra Adn
un corto pual.
Adn haba intuido algn peligro, por lo que se limit a sacar la pistola y
dispararla contra el edil. Heron haba permanecido a su lado y, ante la
sorpresa de todos, se coloc ante el terrestre, recibiendo su pecho el
afilado metal. Mientras Afanaiev caa apestando a carne quemada y
Por dos veces ms Ubren intent sorprender a Adn y otras tantas veces el
mirdo asista asombrado a la inutilidad de sus argucias. Empez a perder
la paciencia, iniciando una serie de golpes en los que depositaba toda su
fuerza confiando en cansar a su oponente.
Cada vez que Adn detena el acero de Ubren, estaba ms convencido de
que si permita que la lucha se prolongara estaba perdido. Por resistencia
fsica plena, l poda vencer al mirdo, pero no si sostena un combate
prolongado. Su brazo derecho empezaba a notar la dureza de los
mandobles de Ubren. Y ste, a cada segundo, acentuaba la sonrisa,
aumentando su confianza de salir victorioso en aquella lid.
Mientras los aceros chocaban y producan agudo gemido, Adn decidi que
haba llegado el momento de pasar al contraataque.
Fint a la izquierda con rapidez. Antes que la espada de Ubren trazase un
arco rpido hacia all, envi otro ataque por la derecha. La afilada hoja de
la espada del terrestre cort el duro cuero que cubra el hombro del mirdo,
aunque no lleg a tocar la carne.
Adn retrocedi unos pasos. Sin poderlo remediar se haba impresionado
ante la imagen, petrica de rabia, del jefe mirdo al sentirse tocado.
Entonces se produjo un ataque ciego y desmelenado del guerrero. Su
mano armada pareca el aspa de un molino en una tormenta. El acero de
su espada era un trazo brillante que danzaba ante el cuerpo de Adn, que
tuvo que emplearse a fondo para impedir ser tocado.
El sol caa a plomo sobre el claro, y Adn sudaba como no recordaba
haberlo hecho nunca antes. Ubren pareci tomarse unos segundos de
respiro. Agarr la empuadura con las dos manos y, gritando como un
posedo, reanud el ataque, ms feroz que los anteriores.
Adn no escuchaba cmo los guerreros aullaban de placer ante aquel
combate y el prximo y seguro triunfo de su jefe sobre aquel extrao
hombre que el da antes haba matado con facilidad a varios de sus
compaeros.
Adn retroceda continuamente ante el enloquecido ataque del mirdo. De
reojo comprendi que estaba cerca del campo de fuerza que rodeaba la
nave. Si llegaba a tocarlo...
xido. Pero aun as, segn contaban los nativos, era capaz de alzarse veloz
hacia ms all de la atmsfera del planeta.
Not Adn que Lars se detena y se volvi interrogndole con la mirada.
Lars respondi:
Los ediles ms ancianos cuentan que cuando los seores se disponen a
visitar a los dioses, un ligero humo blanco anuncia la partida, saliendo de
esos tubos de metal.
Adn mir las toberas. Efectivamente, de ellas parta una delgada lnea de
vapor. Deban darse prisa si queran penetrar en el interior de la gran
astronave, antes que sta partiera para poner a salvo a sus moradores de
caer en poder de los mirdos.
Un rampa de tierra batida les conduca hasta una compuerta cerrada de la
nave. Despus de inspeccionarla, Adn comprendi que solamente poda
abrirse desde el interior. Ante la mirada mezcla de asombro y miedo de los
dos jvenes, el terrestre sac su pistola de la funda y efectu tres
descargas sobre el cierre. Retrocedieron ante el intenso calor. El metal
adquiri un vivo color rojo.
Sin esperar a que se enfriase, Adn tom una piedra de la rampa y golpe
el cierre repetidas veces. Luego tom el tirador del centro y, con todas sus
fuerzas, hizo que la pesada compuerta basculase hacia la derecha.
Aquello significaba ya un seguro de vida para ellos. Si los sistemas de
seguridad an funcionaban en la nave, los que estaban en su interior
nunca podran ponerla en funcionamiento, elevarla, mientras la compuerta
permaneciese abierta. El peligro de un inesperado despegue, de morir
calcinados por los fuegos de las toberas, haba desaparecido.
Adn consider que sera mejor no explicar a los dos nativos lo cerca que
haban estado de la muerte. Los empuj al interior, hacia la cabina de
presin. La siguiente puerta fue ms sencilla de abrir, saliendo a un corto
pasillo.
Si quienes dirigan aquella vieja astronave estaban ultimando los
preparativos para huir, no tardaran en darse cuenta de que algo anormal
Eso le dejar inconsciente por un rato explic a los dos jvenes, que
nunca haban visto cmo un hombre se deshaca de otro con tanta
facilidad.
Se dirigieron a la puerta transparente. Ante ella, Adn revis la carga
su pistola. An tena suficiente para efectuar una media docena
disparos de regular potencia. Reducindola al mnimo, tendra cerca
diez. En tal posicin la coloc. Pens que no deba correr el riesgo
causar daos en el puente de mando.
de
de
de
de
cuyo cometido era iniciar el contaje para una partida hacia las estrellas y
no para alcanzar una rbita y obtuvo el mismo resultado negativo.
Debe existir un interruptor maestro que anula todas las dems
funciones del puente de mando musit Adn. Tal vez vuestros
antepasados lo arreglaron as para evitar salir del planeta, donde vivan en
la opulencia a costa de sus semejantes. Quiz por aquel entonces en la
galaxia haba guerra, se desmoronaba el Gran Imperio y tenan miedo de
caer en la hoguera atmica que consumi la Primera Era.
Pero ahora es preciso que utilicemos los medios de esta astronave para
castigar definitivamente a los mirdos, para que nunca, o al menos por
muchos aos, vuelvan a salir de sus hielos del norte.
Adn recorra el puente ansiosamente. Se detuvo ante una pequea puerta
cerrada, una alacena. El cierre era sencillo para un hombre como l
acostumbrado a la tcnica, pero imposible de abrir para los ignorantes
privilegiados. Dentro, una palanca roja desconectaba el puente de mando.
El terrestre baj la palanca y comenz una danza ininterrumpida de luces
a recorrer los grandes paneles de mandos. Los individuos obesos
retrocedieron, asustados. Adn se ri de ellos y regres al salpicadero
desde donde poda disparar los cohetes teledirigidos. Frente a l se haba
encendido una gran pantalla visora. Mediante los dispositivos de
deteccin, podra localizar fcilmente a los contingentes mirdos. Aunque
no todos iban a morir, los supervivientes seran fcilmente abatidos por los
grupos armados de campesinos.
Pero antes que nada, Adn distingui un dispositivo de seal magntica.
Deba ser de gran potencia. Gracias a ella sus compaeros del Hermes, si
an seguan buscndole, le encontraran en pocos minutos.
Ahora veris cmo acabo con los mirdos dijo Adn, dirigindose a los
privilegiados. Y, al mismo tiempo, con toda esta gran mentira que
ensombrece al planeta. Los campesinos nunca ms os temern. Tendris
que salir de esta fortaleza, uniros a ellos para labrar la tierra si queris
comer. Se acab el temor a los seores, y a las invasiones del norte.
Las manos de Adn actuaron vertiginosamente sobre los mandos. Sus
dedos pulsaban decididos diversos botones, mientras en las entraas de la
nave, de los silos, salan rtmicamente docenas de proyectiles que iban
entrando en las lanzaderas.
Atajo el fuego sonri Adn. Deb suponer que esta vieja nave
poseera algn mecanismo contra incendios. En estos momentos el aire
encerrado dentro del puente est siendo extrado. El fuego se extinguir
pronto. Vamos. Ya podemos marcharnos.
Entraron en el ascensor. All, el cocinero segua inconsciente. Bajaron.
Adn volvi a cerrar la puerta del ascensor apenas la abri. El tumulto que
reinaba en pasillos, niveles y estancias de la astronave era enorme. Sus
habitantes, impelidos por el pnico que les produjeron sus palabras,
corran hacia la salida.
Permanecieron all unos minutos. Cuando consideraron que el camino
estara despejado, se dirigieron a la compuerta. Al salir al exterior se
dieron cuenta de que all el aire era ms puro, pues el que haban estado
respirando dentro de la astronave estaba viciado, lleno de olores
desagradables.
Mira cmo corren esos condenados grit Lars, sealando los ltimos
grupos de seores, que corran ladera abajo del monte.
Adn los mir y dijo a Lars:
Deseo que los tuyos no los castiguen. Sufrirn bastante con tener que
trabajar para poder alimentarse. Dadles tierra para que cultiven, que
comprendan el esfuerzo que habis estado realizando hasta la fecha por
ellos.
Lars se volvi hacia Adn.
Hablas como si el peligro mirdo ya no existiese dijo.
El terrestre le dedic una amplia sonrisa.
Estoy seguro de que la mayor parte de los mirdos murieron bajo la
accin de los proyectiles que les envi. Si tus compaeros cumplen con lo
que les orden, Lars, apenas un centenar de los invasores podr alcanzar
sus barcos y regresar al norte. Lo que all cuenten impedir que durante
cien aos o ms piensen en volver al sur. Pero para entonces ya podris
defenderos con eficacia por vosotros mismos. O tal vez...