LCDE040 - A. Thorkent - La Amenaza Del Infinito

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La amenaza del infinito

A. Thorkent
La Conquista del Espacio/040

1
Estaba solo.
Abandonado en medio de aquel paraje hostil, desamparado y con apenas unos
minutos de vida, los que pudiera proporcionarle su menguada reserva de oxgeno.
Marc Alevin se dijo que esperara hasta que notase la falta de aire en su escafandra
para quitrsela. No deseaba morir por asfixia. El ambiente glido de Plutn le
congelara en unos instantes, evitndole sufrimientos.
Sera la mejor forma de morir. Incluso poda hacerlo ya. Poco sacara a los instantes
de angustia que le quedaban por vivir. No poda concebir esperanza alguna de
salvacin, no en aquel planeta perdido en las sombras del Sistema Solar y apartado
por completo de las rutas espaciales.
Haba sido un tonto, un cretino y ahora pagaba las consecuencias.
Pero en seguida se dijo que otro en su lugar hubiera corrido con su misma mala
suerte.
No poda haber hecho nada para evitar tan terrible y definitiva situacin.
Absolutamente nada.
Cuando uno se topa con una partida de asesinos en potencia, cualquier intento por
evitar la tragedia resulta una quimera.
Mir el trozo de terreno donde media hora antes haba estado aposentado su
astrocohete, requemado el hielo por el fuego de las toberas al aterrizar y despegar.
Marc alz la mirada y contempl las estrellas, rutilantes y cegadoras all, que no
exista atmsfera. En realidad, la atmsfera de Plutn era la que sus pies pisaban,
helada, petrificada por el fro espacial y la lejana del Sol.
Sinti algo de fro, pero en seguida se dijo que se trataba de una aprensin suya. La
calefaccin de su traje funcionaba perfectamente. Antes se le agotara el oxgeno
que las bateras que le daban calor.
El paisaje que le rodeaba era brutalmente gigantesco y hermoso a la vez. Enormes
montaas de hielo, de amonaco congelado, se alzaban en el horizonte, despidiendo
coloridos destellos ante los dbiles rayos del Sol.
Marc ri con amargura. La expedicin haba constituido un xito. Haban hallado la
legendaria astronave Aurora a diez kilmetros del lugar donde l esperaba ahora
la muerte. La vieja nave, perdida en el espacio veinte aos antes, estaba medio
enterrada en un lago de helio y constituy una pequea proeza sacar de ella su
valioso cargamento.
Cuando l quiso reclutar la tripulacin en Titn, tuvo dificultades. Nadie iba a Plutn
y todo el mundo crey que estaba loco. Marc asegur que l saba el punto casi
exacto donde se haba perdido el Aurora,
Durante meses Marc estudi las rutas posibles que pudo haber tornado el Aurora
una vez que perdi el control y dedujo, mediante complicados clculos, que no. se
haba perdido en el espacio, rumbo al infinito, sino que se haba estrellado en el
desrtico Plutn.

Tuvo que poner de su bolsillo todo el dinero necesario para alquilar la nave Star.
Por suerte, l era capitn del espacio y nada ms necesit media docena de
corrientes navegantes para que le ayudaran a manejarla. La empresa no slo acab
con sus ahorros, sino que estaba entrampado hasta la mdula. Sonri con sdico
divertimiento. Los acreedores esperaran intilmente en la Tierra su regreso para
cobrar.
Mort y los dems podan negarse a pagar sus deudas. La ley les protegera en este
caso.
Marc se pregunt por qu pensaba en cosas tan simples cuando la vida se le iba
agotando a cada segundo que transcurra.
Mir su cronmetro ajustado sobre su brazo cubierto por la gruesa tela de amianto y
slice. Apenas le quedaban cinco minutos de oxgeno. Cuando sintiese el primer
sntoma de asfixia se quitara la escafandra y acabara con sus sufrimientos en un
instante.
Record los ltimos momentos vividos, cuando sacaron del Aurora casi todo el
valioso cargamento.
El estaba en la cabina de mando del Star y Mort lo llam por radio. Su voz son
alborozada cuando le dijo:
Lo hemos conseguido, capitn!
Marc tom el micrfono nerviosamente.
Qu han conseguido, Mort?
Hemos hallado el Aurora sigui Mort. Est medio enterrado en un pequeo
lago de helio casi congelado. Con la gra del oruga lo hemos izado unos metros y
creo que podremos entrar.
Tengan cuidado de no tocar el helio. Est inundado el interior?
No, capitn. Debi llegar aqu con los retrocohetes en funcionamiento, pues no
presenta indicios de fuerte colisin.
Voy para all. Tengan todos mucho cuidado. Inform a Elas de lo que le haba
comunicado Mort y le dijo que con Garca se quedasen en el Star. l ira hasta el
lago con Levistong en el otro oruga. Seguramente Mort necesitara la segunda gra
para elevar ms al Aurora.
Llegaron donde Mort y el resto de la tripulacin trabajaban con la gra al borde del
lado helado de helio en pocos minutos. Marc se estremeci al ver salir de la costra
de helio el fuselaje sucio y abollado del Aurora. Mort haba izado casi un treinta
por ciento de la segunda seccin, la de popa. Precisamente, la que les interesaba.
All estaban las bodegas. Y en ellas, la fabulosa carga.
Mort se acerc a Alevin, despus de ordenar a Levistong que acercase la otra gra
lo ms cerca posible del lago. Otros dos hombres ataron las cadenas y pusieron el
motor en marcha. La mole de acero del Aurora se alz otros pocos metros del
lago. Ya era suficiente.
Podremos entrar por esa esclusa dijo Mort a Alevin.
Marc asinti y en un breve instante la esclusa qued abierta. Junto con Mort entr.
Otro hombre les sigui. Ayudados con lmparas recorrieron los niveles. La nave
haba resistido la presin del helio y no ofreca ninguna grieta. Era una suerte.
Podran bajar hasta la bodega.
La presencia de varios esqueletos no les inquiet.
Saban que iban a encontrarse con ellos. Fueron directos a la bodega y se hallaron
frente a una doble puerta de acero, cerrada. Emplearon sus pistolas y derritieron la
vieja cerradura. Dentro, la impresionante cantidad de mercancas no les impidi
descubrir en seguida las dos cajas de acero pintadas de rojo. Cargaron con ellas y

las llevaron al exterior. Los hombres que haban permanecido fuera ayudaron a
trasladadas a la orilla. Uno de ellos hizo intencin de usar un soplete para violentar
las cerraduras, pero Marc le contuvo con un ademn.
Llevemos las cajas a la nave. All sern abiertas. Marc no not la mirada de
ansiedad pintada en el rostro de Mort. Tampoco, el cruce de miradas que ste hizo
con los dems hombres.
Yo bajar de nuevo a la nave dijo Marc.
Para qu, capitn? pregunt Mort. La carga interesante ya est aqu. El
resto no vale nada en comparacin.
Debemos llevamos la bitcora y cuantos documentos podamos encontrar de la
tripulacin. Los familiares nos lo agradecern.
Es perder el tiempo, capitn.
Pero Marc estaba dispuesto a bajar de nuevo al interior.
Pueden llevarse uno de los orugas dijo. La nave no se hundir con una sola
gra. Yo ir pronto a nuestra nave. No es nada arriesgado volver all.
Sus hombres asintieron y cargaron las cajas pintadas de rojo en uno de los coches
oruga.
Marc regres al Aurora. Recorri los pasadizos con dificultad. La inclinacin de la
nave era muy pronunciada y sus botas metlicas resbalaban en el piso de acero. Se
encontr con varios esqueletos; pero ya haban perdido hasta el ltimo rastro de
ropa. Dedujo que los hombres haban muerto casi todos antes que el Aurora
llegara a Plutn. El ltimo superviviente de ellos apenas si pudo controlar los
retrocohetes de la nave para evitar la colisin. Pero el golpe lo debi matar. Tal vez
estuvo enfermo.
Marc pens averiguar todo esto en la sala de control. Pero sus esperanzas se vieron
defraudadas cuando se encontr con la desagradable sorpresa de comprobar que
aquella seccin de la nave estaba inundada de helio. La proa no haba resistido el
golpe y su casco se haba roto en varios sitios. Por un milagro toda la nave no haba
sido inundada.
Desalentado, regres. Al salir al exterior comprob que sus hombres ya haban
vuelto al Star en uno de los oruga. Mont en el otro y desenganch las cadenas
que sostenan al Aurora. La vieja nave volvi a hundirse lentamente en el lago,
para siempre esta vez.
Cuando Marc lleg hasta el Star se sorprendi al ver que el otro oruga ya haba
sido izado al interior de la nave. No record haber ordenado nada al respecto a sus
hombres.
Entr en el departamento estanco y se despoj del traje espacial. No encontr a
nadie en los dems niveles hasta que lleg a la habitacin que les serva de
comedor, la ms amplia de todas.
Entr en ella sin que sus hombres se percataran.
Todos estaban situados alrededor de la mesa, en donde haban colocado las cajas
del Aurora. Ambas estaban abiertas y el oro y el platino corran de mano en mano.
Exclamaciones de asombro coreaban cada aparicin de una nueva y fabulosa joya.
Mare cerr con fuerza la puerta tras s, furioso. Seis rostros se volvieron hacia l. En
cada uno de ellos poda leerse una expresin distinta y ninguna amistosa.
No les dije nada sobre que abrieran las cajas sin mi presencia dijo Marc,
acercndose a la mesa y contemplando el tesoro desparramado sobre ella.
No pudimos contener nuestra impaciencia dijo Mort.
Lo comprendo respondi el capitn, empezando a recoger las joyas y lingotes,
reintegrndolo todo a las cajas.

Los hombres le observaban en silencio. Mort carraspe y pregunt:


Puede decimos qu pasar ahora, capitn?
Marc levant la mirada hacia su segundo. Le escrut fijamente. Notaba la densidad
que reinaba en el ambiente, la aspereza en los ojos de sus hombres. Aquello
empezaba a no gustarle.
Qu quiere decir, Mortimer? pregunt, ponindose en guardia.
Mort aadi:
Quiero decir que ya encontramos el tesoro. Todo el mundo lo daba por perdido
desde haca veinte aos. Usted tuvo razn. Lo encontr. Acert en el lugar. Todos
nosotros queremos saber cul va a ser el destino de esto y seal las dos cajas.
Es muy simple respondi Marc. Este tesoro est valorado en cien millones de
crditos. Los propietarios, Harriman & Sons, ofrecieron el diez por ciento de su valor
a quien lo encontrase. No estaba asegurado porque ninguna compaa quiso cubrir
la pliza. Creo que con gusto nos darn diez millones de recompensa. Ya saben que
el diezmo de esta cantidad pertenece a la tripulacin. Corresponder un cuarto de
milln a Mortimer y ciento cincuenta mil crditos a cada tripulante. Est claro?
Alguna duda?
Mort recibi las miradas ansiosas de sus compaeros.
Sabindose amparado por ellos, replic con seguridad:
No estamos conformes.
Marc sinti el primer aviso de que entre sus hombres exista una confabulacin
contra l. Tal vez ellos no haban esperado que regresase tan pronto del Aurora y
haban pensado en partir sin l. Su anticipado regreso debi haberles sorprendido.
Es la ley dijo Marc.
Vamos, capitn. Usted sabe que todo el mundo se ri de usted cuando quiso
encontrar ayuda para localizar el tesoro del Aurora. Nadie le crey cuando dijo
que conoca el lugar exacto en Plutn en donde se hallaba la nave.
Qu insina, Mort?
Podemos regresar a la Tierra y confesar nuestro fracaso. Unas burlas bien valen
una fortuna de cien millones. Nadie averiguar jams que el Aurora fue
encontrado. Hasta malvendido, el tesoro vale ms de cincuenta millones. Tal vez
sesenta.
Hablan en plural. Se olvidan de que esta empresa es ma exclusivamente.
Ustedes son mis tripulantes y conocen perfectamente las leyes del espacio. No
tolerar ms esta situacin. Regresen a sus puestos. Olvidar lo sucedido.
Mort sac la mano de su mono de trabajo. Empuaba una pistola y apuntaba con
ella a Alevin.
Usted ser quien olvidar, capitn. Y para siempre.
Est loco, Mort. Ser castigado por insubordinacin.
Todos estn conmigo. Ha sido un tonto, capitn.
Podamos habernos repartido esta fortuna en partes iguales; pero ya no podemos
confiar en usted.
Marc palideci. Empezaba a imaginarse lo que sus hombres se proponan. Una vez
qu saba sus intenciones... Estaban dispuestos a todo. La ambicin se haba
adueado de ellos y estaban ciegos.
Son unos locos. Sern castigados por motn.
No, capitn; no se engae. Nadie sabr nada.
Qu van a hacer?

Le dejaremos aqu. Cuando se le termine el aire, morir. Nosotros diremos que


usted se perdi y no le encontramos, que estaba desesperado porque fracas.
Nadie vendr a buscar su cadver.
Aunque as lo hicieran, Marc saba que nunca encontraran sus restos. Adems,
quin se iba a molestar en organizar un costoso viaje a Plutn para buscarle? Las
autoridades daban por buena la versin de Mortimer y el asunto quedara archivado.
Observ la resuelta actitud de la tripulacin y comprendi que de nada iban a valerle
las amenazas o las splicas.
Mort orden a Lewis y Carreira que izaran el segundo oruga. Cuando la operacin
hubo finalizado, dirigindose a Marc, dijo:
Vamos, capitn. Ha llegado la hora de la partida.
Crame si le digo que lamento dejarle aqu. Pero esperaba esta postura por su
parte. Es lo bastante estpido para ser honrado. Harriman & Sons ya ni se acuerdan
de la fortuna que perdieron en el Aurora.
Levistong y Garca ayudaron a Marc a ponerse el casco, Por la radio, antes de iniciar
el descenso por la escalerilla metlica, Marc dijo a Mort, que segua apuntndole con
la pistola:
No est tan seguro de salir con la suya, Mortimer.
Eso lo veremos. Vamos, descienda de una vez.
Cuando Marc pis de nuevo la helada superficie de Plutn, escuch que Mort le
deca:
Hubiera podido disfrutar de la vida y de un buen montn de millones de no ser tan
tonto, capitn. Pero con su actitud nuestra fortuna se ha incrementado grandemente.
Escuch una risotada y luego sinti que la conexin quedaba rota. Marc se alej de
la nave. Pronto se encenderan los cohetes y deba alejarse si no quera morir
abrasado. Cuando hubo alcanzado una elevacin de la superficie helada se
pregunt si no mereca la pena acabar cuanto antes.
Diez minutos despus, el Star se elev de Plutn en medio de un torrente de
fuego y un silencio sobrecogedor. Marc contempl la ascensin de la nave hacia las
estrellas e instantes despus el punto de ignicin desapareci.
Estaba solo.
Comprendi que se requera una situacin como la suya para que un hombre
supiera lo que significaba la absoluta soledad. Ningn ser humano, ni
microorganismo viviente, exista en miles de millas a la redonda, en millones de
kilmetros. La ltima colonia estable de la Tierra estaba situada en los satlites de
Saturno.
As haba ocurrido todo. La ambicin se haba adueado de sus hombres y le haban
condenado a muerte. Y Mort tena razn. Nadie les iba a acusar de su muerte. Todos
tendran que aceptar que el Star regresaba a su base sin su quimrico capitn,
porque ste se haba perdido buscando la fabulosa nave Aurora.
Si antes de partir de Titn le haban tomado por loco, la versin de Mortimer
corroborara tales sospechas.
Se sent, dispuesto a esperar resignado la muerte, aunque en su interior algo
intentaba rebelarse contra el cruel destino.
Se senta ms desamparado que un nufrago en medio de un ocano terrestre. Al
menos ste tena la esperanza fundada de que un barco diese con l. Pero a Marc
no poda ocurrirle semejante cosa. Ninguna nave se acercaba a Neptuno y mucho
menos a Plutn. All nadie tena nada que hacer.
Sinti los primeros sntomas de viciamiento en su escafandra. Resueltamente,
acerc su mano derecha al casco de slice y titanio. Entonces, al alzar la mirada

hacia las estrellas al tiempo que murmuraba una plegaria, descubri la nave dorada,
inmensa y resplandeciente, que pareca surgir del firmamento estrellado y descenda
a velocidad endiablada sobre la superficie de Plutn.
Atnito, Marc se incorpor y observ cmo aquel ingenio desconocido, de un tipo de
navo nunca visto por l, se posaba a unos mil metros de donde se encon traba. No
pareca funcionar con cohetes ni ningn medio de navegacin usual. Era esfrica
completamente y slo una ligera protuberancia cnica destacaba en su parte
superior.
Sin pensarlo dos veces, Marc ech a correr hacia la nave. Apenas haba avanzado
cien metros cuando se sinti desfallecer. Con el oxgeno consumido, an tuvo
tiempo de decirse que el destino le haba jugado una mala pasada. La increble
salvacin que poda acudir en su ayuda se haba hecho realidad, pero demasiado
tarde.
A poca distancia de la nave de oro, dobl las rodillas y cay sobre la costra helada
de amonaco, a la vez que su vista se nublaba.
2
Una mano pareci desgarrar las densas tinieblas que hasta entonces le haban
rodeado y vio la primera luz desde que haba credo morir. Era intensa,
completamente blanca y pareca surgir de todas partes. Lo que sus ojos vieron
primero fue una superficie lisa y blanca tambin. Comprendi que se trataba de un
techo. Estaba tendido sobre algo suave que se adaptaba a su anatoma y le
proporcionaba un descanso que nunca hasta entonces haba experimentado.
Su mente era un torbellino de ideas, de pensamientos dispares. Comprenda que
deba estar muerto por asfixia.
Sin embargo, saba que segua viviendo y que se encontraba en un sitio extrao. La
vista no le responda an correctamente y cerr los prpados varias veces en un
intento por aclararla. Cuando volvi a mirar, el techo que tena sobre l pareca estar
convirtindose en cristal.
Parpade de nuevo intentando distinguir las figuras que sobre el techo, ahora
convertido en cristal, estaban de pie, con las miradas bajas y observndole.
Quiso articular unas palabras y entonces se dio cuenta de que unos extraos
aparatos estaban conectados a su boca. Dese quitarlos y no pudo. Intent mover
brazos y piernas y no lo logr. Alguna extraa fuerza sujetaba su cuerpo al inslito
lecho. Sin embargo, ninguna atadura oprima sus miembros.
Slo poda ver y pensar. Al menos era algo, se dijo.
Al menos eran indicios de total evidencia que le permitan admitir la tesis de que
estaba vivo. Era algo. Era demasiado, se corrigi, para un hombre que haba credo
morir.
Record la nave dorada. No era aventurado creer que sus tripulantes le haban visto
e introducido en el interior, donde le haban devuelto a la vida.
Pens que tal vez podra mover la cabeza. Con temor hizo el intento y la gir a su
derecha. Unas paredes tan blancas y fras como lo haban sido el techo antes de
convertirse en cristal se ofrecieron a su vista. Lo que ms le extraaba era la luz. No
encontr ninguna fuente que la produjera. Pareca salir de todas partes, flotar en el
ambiente, en el aire. El aire. Lo aspir con fuerza. Se haba acordado que por
acabrsele en sus depsitos haba estado a punto de morir.

Aquel aire era bueno. Deba decir que mejor no lo haba respirado en toda su vida.
Incluso tena una fragancia que no pudo identificar, pero que resultaba muy
agradable al olfato.
De nuevo mir el techo y estuvo a punto de soltar una exclamacin de asombro. De
nuevo el cristal se haba vuelto opaco, blanco. Se arrepinti de no haber tratado de
descubrir quines eran los extraos observadores de su persona.
Las ideas acudan a su mente ms claras a cada momento, ms fluidas. Pens en la
Tierra, en sus costumbres, en su grado tecnolgico, al menos respecto a lo que l
conoca. Tambin record los fragmentos ms importantes de su vida.
De forma inexplicable rememor todo el vocabulario de su lengua que conoca, los
giros idiomticos y las metforas ms usuales. Casi toda la flora y la fauna de la
Tierra que an superviva, y que l conoca rudimentariamente, pas por su
imaginacin.
Se asombr de estar pensando en tales cosas. No saba qu fuerza le impulsaba a
que por su mente desfilase aquel calidoscopio sin sentido aparente.
Se relaj; pero l segua imaginando hechos, pensando en el sistema poltico de los
planetas federados a la Tierra, en el ritual sexual de los terrestres, en sus
aberraciones, en las ciudades y sus problemas.
Al fin comprendi que le estaban extrayendo de su cerebro todo cuanto saba,
araando en su subconsciente para averiguar la forma de vida de la raza humana y
los planetas dominados por el hombre.
Sintise desfallecer. Empezaba a comprender ciertas cosas. No era preciso ser una
mente privilegiada para averiguar que se encontraba en una nave extraterrestre y
que seres de las estrellas estaban escrutando su cerebro, leyndolo como en un
libro abierto.
La irritacin que le embarg por servir de inconsciente medio informativo a no saba
quines, le produjo un enorme desasosiego. Entonces, un sueo irresistible le
embarg. No intent resistirse a l. Por el contrario, lo acogi con placer.
* * *
Despierta, Marc Alevin.
A los odos de Marc llegaron aquellas palabras, pronunciadas con una muy
agradable entonacin, antes que abriera los ojos y se encontrase ante la visin ms
inesperada que imaginarse pudiera.
En seguida se percat que estaba sentado en una especie de confortable butaca.
Frente a l, acomodada en otra similar, una muchacha de irreal belleza, aturdidora y
de forma inexpresiva. Le miraba atentamente. Marc no poda asegurar si
amistosamente o no. Simplemente, le observaba.
Quiso mover los brazos y parpade al comprobar que no exista ninguna traba que
le impidiese llevar la mano derecha hasta su boca y darse cuenta que no tena en
ella ninguna clase de aparatos. Tragando saliva, dijo:
Este despertar ha sido mejor que el otro. Resulta demasiado osado preguntarle
quin es usted?
Deber llamarme Mara.
Marc peg un respingo en su asiento.
Mara?
Le sorprende? Por qu no Mara?
Confuso, Marc mir cuanto le rodeaba. Se encontraba en una habitacin tan
luminosa como la anterior, pero all el tono de luz era verde claro, muy confortador.

Apenas tena muebles la estancia. Slo los precisos para no poder decir que estaba
vaca.
Mir a la muchacha. Trat de sonrer, esperanzado e que ella le imitara y as poder
comprobar si la sonrisa de la llamada Mara era tan agradable como su anatoma.
Ver, seorita; no hace falta ser un lince para comprender que no me encuentro
en una nave terrestre. Incluso usted, con su apariencia tan deliciosamente humana,
me parece demasiado irreal dijo.
Sus palabras lograron que la muchacha frunciera el entrecejo graciosamente.
Me considera irreal? Por qu?
Su belleza est fuera de lo corriente.
Slo por eso?
Adems, usted no puede llamarse Mara. Este es un nombre demasiado terrestre.
No la creer si me dice que usted es de la Tierra.
No, no lo soy.
Marc se senta estupendamente bien, hasta el extremo de que el buen humor haba
retornado a su ser, cosa que no suceda desde mucho antes de emprender la
expedicin a Plutn.
Lgicamente, segn los ms tradicionales cnones establecidos para estos casos,
usted debera llamarse de alguna forma impronunciable para mis posibilidades
fonticas, o con un largo nmero de serie. Al menos as lo establecieron los antiguos
escritores de ciencia-ficcin, cuando a mediados del siglo pasado intentaron
profetizar la llegada a nuestro viejo planeta de seres extrasolares.
La fmina necesit unos instantes para asimilar las palabras de Marc. Al parecer,
consigui al cabo comprender y sus maravillosos labios, gruesos y sensuales, rojos,
dibujaron una sonrisa que encant profundamente a Marc.
Es cierto. Deb comprender que usted no admitira que este nombre sea realmente
el mo. Pero el caso es que decid adoptarlo para que a usted le resultara ms fcil
llamarme, ms familiar.
Tan extrao es el suyo verdadero? Mara se encogi de hombros.
Como dijo antes, encontrara dificultades en pronunciarlo. Prefiere llamarme por
otro nombre que le agrade ms?
Oh, no. Mara es en verdad un nombre femenino que siempre me ha gustado.
Lo s. Por ese motivo lo eleg entre otros muchos. Marc se incorpor y dio unos
pasos por la estancia.
Se sorprendi al no encontrar ninguna puerta que le mostrase la salida. Se volvi
hacia Mara, preguntndole:
Est dispuesta a contestar a mis preguntas? Tengo que hacerle un montn de
ellas.
Procurar complacerle.
Volvi a sentarse e intent poner en orden sus pensamientos. Tena que averiguar
qu le estaba ocurriendo.
Mire, seorita, espero que me comprenda si le hago preguntas que puedan
parecerle estpidas, pero mis ltimas horas vividas han sido demasiado...
emocionantes. Sabe que estuve a punto de morir asfixiado?
Muri corrigi ella.
Marc crey que un enorme peso caa sobre l.
Mor realmente?
Lo trajeron ya muerto a la nave. Por suerte una pequea chispa de vida an
permaneca en usted y conseguimos resucitarle.
Entonces debo darles las gracias dijo Marc, tragando saliva.

Pese a que su estado fsico era perfecto, pareca que cierto mareo se estaba
adueando de l.
No es preciso darlas. Su presencia es valiosa para nosotros.
S? Puedo saber por qu?
Ignorbamos que este sistema planetario estuviese habitado por una raza
semejante a la nuestra. Hubiramos pasado de largo sin saberlo de no haber
detectado el despegue de una tosca nave. Cremos que exista una colonia de seres
vivos en este helado planeta y slo nos hemos encontrado con usted, en una
situacin bastante delicada.
Seguro. Mis hombres me abandonaron.
Lo sabemos.
Lo saben? Cmo?
Mientras terminaba de sanar averiguamos de usted todo cuanto sabe. Pero
existen cosas que el subconsciente nos las revela de forma confusa. Ser preciso
que usted nos aclare muchas cosas.
Pero antes quisiera que usted me confirmara si...
Qu?
Marc se estruj las manos. Se senta algo ridculo.
Su postura era singular. Todos los indicios observados hasta el momento le
obligaban a pensar que la nave en donde se encontraba y la muchacha no
pertenecan a ningn planeta del cortejo solar. El Hombre no haba encontrado vida
inteligente en ninguno de los otros ocho planetas del Sol. Crea estar solo en el
Universo.
Tal vez cuando alcanzase las estrellas se topara con otras razas de elevado
intelecto, pero difcilmente seran de aspecto humano.
Mir a Mara. Ningn sntoma en su bella persona denotaba que ella no haba
nacido en la Tierra. Tan slo su hermosura, tan extraordinaria, la haca apare cer
como irreal, producto de un ertico sueo, la personificacin de la mujer soada.
Marc aspir hondo y se decidi a preguntar:
Es usted, esta nave y los hombres que me observaban antes, de otra estrella, de
otra galaxia tal vez?
Por supuesto. Cre que lo haba adivinado ya.
Es extraordinario.
Por qu le parece extraordinario? Acaso se imaginaban los terrestres ser los
nicos seres inteligentes de la Metagalaxia? Sabemos por los datos proporcionados
por usted que an no han establecido contacto con seres extraplanetarios, que estn
solos en su Sistema Solar. Pero esto no es indicio para que piensen que millones de
soles no alumbran planetas con vida racional.
Tiene razn. Pero siempre pensamos que no bamos a encontrarnos con seres
iguales a nosotros de procedencia extrasolar.
Esta creencia es una demostracin de su egocentrismo.
Tal vez. Dgame, me equivoco si pienso que aprendi mi lenguaje mientras
dorma, al mismo tiempo que rastreaban mi cerebro?
Es cierto. Todo el personal de esta nave aprendi su idioma. Es muy rudimentario.
Es posible mascull Marc. A cada momento que transcurra se iba sintiendo en
mayor inferioridad ante la muchacha. Por su presencia debo pensar que toda la
tripulacin es femenina? Cre que eran hombres los que me observaban...
Es mixta la tripulacin. Los varones de su raza sienten debilidad hacia las mujeres
y yo fui delegada para estar con usted cuando despertara. Pensamos que mi
presencia le tranquilizara.

Acertaron sonri Marc. Dijo divertido: Me creer si le digo que menos me


hubiera sorprendido al despertar, hallar una especie de pulpo en su lugar?
Esa es su idealizacin de un ser procedente de las estrellas?
Al asentir Marc, la muchacha agreg:
Usted nos ha descrito una no muy completa situacin tcnica y social de su raza,
pero s lo suficiente como para que este pensamiento suyo concuerde con nuestras
conclusiones.
Cules conclusiones?
Estn en los balbuceos de los viajes por el espacio. An no se deciden a viajar por
las estrellas ms cercanas. Parecen incluso no haber dominado totalmente los
planetas cercanos. Por qu no realizan vuelos estelares? .
Mare farfull algo y, molesto, dijo:
Porque no podemos, demonios. Nuestras naves apenas alcanzan una veinteava
parte de la velocidad lumnica. Quin est dispuesto a dedicar treinta o ms aos
de su vida para llegar a algn planeta de Alfa del Centauro?
Su exposicin de la tcnica de navegacin planetaria terrestre no fue muy clara.
Su nombre es Marc Alevin, verdad?
Ya veo que me present a ustedes en sueos. As es, en verdad.
Cmo acostumbran a llamarle en su planeta?
Me gusta que las mujeres hermosas me llamen Marc.
Mara lo mir extraada. Pareca no haber comprendido.
Slo las mujeres hermosas pueden llamarle Marc? Por qu?
Marc cay en la cuenta que no deba usar demasiadas argucias lingsticas si no
quera convertir aquella conversacin en algo incomprensible para Mara, y se
apresur a decir:
Olvdelo. Llmeme Marc, por favor. Todo el mundo lo hace as.
Est bien dijo Mara, levantndose. Por ahora es suficiente. No es
aconsejable agotarle con mucha charla. Necesita descansar. No sentir hambre
hasta dentro de algn tiempo. Volver ms tarde.
Eh, no puede dejarme as.
Marc se levant tambin, para quedarse parado en seco inmediatamente,
estupefacto. Mara se haba acercado hasta una de las paredes desnudas y un
rectngulo de sta se haba desvanecido, formando una puerta que conduca a un
corredor iluminado de color celeste.
A las palabras de Marc la muchacha se haba retirado de la pared y la puerta
desapareci, dejando el muro otra vez liso completamente.
Le ocurre algo, Marc? No se encuentra bien? Olvidando la puerta, Marc
protest:
No me sucede nada, por el Espacio. Estoy muy bien. Lo que me ocurre es que
necesito que me aclare, muchas cosas.
Ella no habl. Con el silencio pareci decirle que siguiera.
Tal vez para usted el hecho de encontrarse con un representante de otra raza sea
una cosa normal dijo Marc, pero el caso no es igual para m. Es la primera vez
que un terrestre ve a un ser procedente de las estrellas.
Y bien?
Pero, no lo comprende? Este es un acontecimiento fabuloso. Necesito saber mil
cosas, ya se lo dije antes. Por ejemplo, quines son ustedes y de dnde proceden?
La impaciencia junto con la curiosidad son defectos, al parecer, comunes entre los
miembros de su raza, Marc.
Por supuesto. No es lgico que yo, en mi caso, sienta estas cosas?

Es posible. Pero todo esto lo dejaremos para otra ocasin. Ya he dicho que ahora
debe descansar.
Marc neg con la cabeza.
No deseo descansar. No estoy fatigado. Quiero que me diga qu estn haciendo
en Plutn, cules son sus intenciones. Tal vez han escudriado mi mente para
averiguar la potencia defensiva de los terrestres y conquistarnos.
Si algo resultaba difcil de intentar era hacer un chiste que la desconocida
mentalidad de Mara interpretase como tal y le produjera hilaridad. Al parecer, las
palabras de Marc debieron producir aquel efecto. Mara ri y Marc se sinti
confundido.
Conquistarles? dijo Mara. A ustedes? Oh, Marc. Si stos son los temores
que le torturan, le aseguro que puede descansar tranquilo. Si no han ido a las
estrellas, al menos deben conocer algo de la realidad del Universo. Por qu bamos
a querer conquistarles, cuando tenemos cientos, miles de planetas a nuestra
disposicin? Mara en seguida call. Su rostro se torn serio. Algo pareci
recordar y se apresur a decir: Perdneme. No deb rerme de usted.
Marc la observ sin saber qu responder.
Por un momento olvid algo. S, quiz usted tenga razn al temer que una raza
estelar pueda poner en peligro este sistema planetario. Pero le aseguro que no ser
la ma.
Qu quiere decir?
Volver ms tarde. Para entonces nuestros mandos, junto con el Supremo,
estarn dispuestos para recibirle. Entonces sabr todo lo que ahora quiere saber.
Descanse ahora.
Mara se acerc a la pared y de nuevo se abri la extraa puerta. Marc dijo:
No puede dejarme as. No podr estar tranquilo hasta que...
De sbito, Marc not que sus prpados se volvan muy pesados. Se dej caer en la
butaca que antes ocupara Mara y se qued en un segundo completamente dormido.
La muchacha le dirigi una mirada y cruz la puerta, mientras la butaca se
transformaba en una cmoda cama que acogi a Marc. Luego, la puerta
desapareci y la pared tornse de nuevo pulida y brillante, slida.
3
Podemos hablar en el idioma de los terrestres; nos servir de prctica dijo Mara
a los seis hombres que estaban sentados tras la enorme mesa labrada con
intrincados dibujos.
De acuerdo respondi el hombre que pareca presidir la reunin, renunciando a
su lengua silabeante y casi musical. Dirigindose a Mara, dijo: Nuestra detencin
obligada nos est demorando ms de lo previsto, Coordinadora. Debemos decidir
pronto respecto a Marc Alevin.
Por supuesto asinti otro de los miembros de aquella especie de Consejo. Era
alto y fuerte, de grantico rostro. Ya sabemos que este sistema planetario no nos
ofrece nada interesante. Su civilizacin est en los comienzos y de poca ayuda
puede servimos. En todo caso, sera un estorbo para la presente situacin.
An no emito decisin, Mahdral. Esperar respondi quien consinti en hablar
en lengua terrestre. Tal vez nuestra Coordinadora... Mara, con cuyo nombre se ha
dado a conocer al terrestre Marc, pueda decimos algo de inters.
Mara esperaba el momento para hablar y dijo:

Unos miles de aos de progreso y evolucin no deben convertirse en


razonamiento para que despreciemos esta rama de la raza humana. Si los terrestres
estn en el alba de la civilizacin, ste es un inconveniente que se resuelve por s
solo con el paso del tiempo. Pero estoy segura que no tendrn oportunidad de
alcanzar las metas que nosotros hemos logrado si estn dentro de la ruta de los
varvol.
Eso es obvio asinti el Supremo. Prosigue, Coordinadora.
Es razonable, por lo tanto, que demos alguna clase de ayuda a los terrestres. Al
menos debemos advertirles del peligro que corren.
Mahdral movi la cabeza con pesimismo.
Dudo que tal informacin sea de provecho para esa gente.
Por qu?
Ya vimos cmo es la nave que dej abandonado a Marc Alevin en este planeta. Si
todas las que ellos poseen son similares, poco podrn hacer contra los varvols.
Pero pueden distraerlos por algn tiempo. Recordemos que no estamos sobrados
de l y an nos queda mucho viaje para regresar a nuestros mundos dijo otro de
los consejeros.
Tiempo que estamos desperdiciando en este Sistema Solar arguy, impaciente,
Mahdral.
Unas pocas unidades de naves varvols sern suficientes para destrozar cualquier
intento de defensa de la Tierra dijo un consejero. El resto de sus fuerzas puede
seguir el camino despus de ejecutar su funesto cometido. Y su destino ya saben
cul es: los mundos de la Liga. Para entonces debemos estar all, despus de avisar
a los nuestros y estar preparados para la defensa.
Nos estamos apartando de los motivos fundamentales que nos han hecho
reunirnos record el Supremo.
Mara mir a los seis hombres, que representaban la mxima autoridad de la unidad
exploradora. Decidi hacer un ltimo intento para defender su postura.
Ya nos hemos repuesto de energa. Esta estrella ha sido buena. No creo que sea
vital si perdemos unos instantes en instruir al terrestre adecuadamente, en
informarle de todo lo que sabemos de los varvols. Debe regresar a su mundo e
informar. Considero que esto es lo ms correcto.
Por qu, Coordinadora?
Tal vez el destino hubiera hecho que nuestros dos pueblos se encontrasen en un
futuro no muy lejano, de no haber surgido de las profundidades del Universo los
varvols. Perderemos poco si ofrecemos a los terrestres esta pequea ayuda y s
podemos ganar mucho.
Mahdral se movi pensativo.
Puede ser, Coordinadora dijo. Pero dudo que sus premoniciones sean
certeras. Los datos obtenidos del terrestre durante su estado de semiinconsciencia
no pueden ser ms desconcertantes. Su civilizacin es violenta en grado sumo, y lo
que es ms, todava no han conseguido desterrar de su planeta de origen las
guerras y rencillas. Es aventurado creer que esta raza no est condenada a auto
destruirse en corto plazo. Estoy seguro de que este hecho sera una realidad de no
producirse la llegada de los varvols.
El consejero Mahdral es demasiado pesimista dijo Mara. Otorguemos un
margen de confianza a Marc Alevin y a su pueblo. Por desgracia no tardaremos en
averiguar quin tiene razn.

Todas las miradas quedaron fijas en el Supremo. Esperaban las palabras de la


mxima autoridad de la nave exploradora. Su mente privilegiada decidira lo ms
conveniente.
El Supremo alz la diestra y dijo:
Haz pasar al terrestre, Coordinadora. Le advertiremos de la amenaza que se
cierne sobre su pueblo.
Mara asinti y crey ver en la mirada de Mahdral un gesto de contrariedad cuando
ella se volvi para dirigirse a la pared que tena a su espalda y frente a la mesa del
Consejo.
Un gran rectngulo se form en la pared al aproximarse ella y al otro lado apareci
la figura curiosa y expectante de Marc Alevin, quien en pie aguardaba el momento
de pasar al recinto del Consejo. Dos hombres de la nave, con dorados uniformes y
portando extraas armas, le acompaaban. A una seal de Mara, Marc entr en la
estancia. Los soldados quedaron fuera.
Marc se detuvo. Se pregunt cundo cesara de su asombro ante tantas maravillas
como estaba viendo desde que volvi a la vida en aquella nave, que nunca crey
fuera de proporciones tan descomunales.
Ahora se encontraba en lo que pareca ser uno de los puntos ms importantes de
aquel navo extragalctico. Mara le haba dicho que iban a ver al Consejo.
La estancia era grande. El suelo, brillante, casi tanto ms que las paredes, que
refulgan en tonos dorados. A partir de los dos metros de ella, una cpula
transparente permita ver el denso negro sideral entorchado de miradas de estrellas.
Al observar los picachos ms elevados de gas helado, comprendi que an se
encontraban en Plutn.
Avanz hasta la mesa, a unos dos metros de ella. Mara se situ a su lado e hizo la
convencional presentacin.
Marc Alevin, de la Tierra. Su labor, dentro de su pueblo, parece ser la de capitn
del espacio. Est impaciente por conocer muchas cosas respecto a nosotros.
Saludos, Marc Alevin dijo el Supremo. Se dar amplia satisfaccin a su
curiosidad.
As lo espero, seores respondi Marc, algo aturdido. Se pregunt si aquella era
la forma correcta de dirigirse al Consejo. Deseo darles mis ms sinceras gracias
por haberme... salvado la vida.
Estuvo a punto de decir por haberme devuelto a ella, pero opt por decidirse por
la palabra que expres.
No tiene importancia. Nos acercbamos a este planeta cuando nuestros oteadores
registraron una dbil radiacin. Era de su nave que parta, dejndole a usted
abandonado. Entonces decidimos tomar tierra en este lugar. Cremos que aqu cerca
habra alguna ciudad o algo parecido.
De todas formas, les estoy muy agradecido por todo. Ahora, pueden saciar mi
curiosidad?
El Supremo asinti y dijo:
S. Esta es una de las miles de naves exploradoras que nuestra Liga de Planetas
enva constantemente en todas direcciones de la Metagalaxia. Nuestra misin es
descubrir mundos donde florezcan civilizaciones que hayan alcanzado la nuestra, al
menos, y ofrecerles amistad y cooperacin.
Nuestra Liga est compuesta por ms de mil planetas, repartidos en cientos
estrellas. No todos los habitantes de la Liga tienen el mismo aspecto que usted y
nosotros. Los hay que, para su mente, llena de prejuicios y carente de antecedentes

y costumbres, juzgara como monstruosos, pero cuya inteligencia es mil veces


superior a la suya y tal vez tambin algo ms que la nuestra.
Esta nave pertenece a un planeta que gira alrededor de una estrella supergigante,
algo mayor que la que llaman Epsiln de la constelacin de Cochero, pues tiene
cerca de dos mil quinientos millones de dimetro, en kilmetros, por supuesto, para
que lo comprenda. Pese a esto, sus telescopios apenas pueden verla. Esto le dar
una idea de la distancia en que se encuentra nuestra patria. Olvidaba decirle que
llamamos a nuestra estrella Grhallah y el nico planeta que la corteja, el nuestro,
Grhalladah.
Habr comprendido que usamos sus trminos de mediciones para el espacio.
Tambin lo haremos para el tiempo. Salimos de Grhalladah hace dos aos y
alcanzamos galaxias que estn situadas a doscientos mil millones de aos luz de
aqu, lo que supone ms de tres mil millones de nuestra patria.
Por aquellas zonas descubrimos algo terrible. Ustedes an no lo han descubierto
con sus telescopios porque los rastros de la tragedia tardarn doscientos mil
millones de aos en llegar aqu. Tal vez para entonces este Sol se habr apagado
por s solo; pero mucho antes habr muerto prematuramente por la mano
despiadada de unos entes diablicos.
Qu quiere decir con eso de que nuestro Sol morir? Debo entender que esa
amenaza est cerca? pregunt Marc.
En apenas unos das esa amenaza habr hecho su aparicin, aproximadamente
por los alrededores de las rbitas de los planetas octavo y noveno. Desde ese lugar,
el arma-que-apaga-los-soles cumplir con su cometido dijo el Supremo,
sordamente.
Marc mir a todos los hombres del Consejo primero y luego a Mara. Pero la
muchacha no poda tomar las palabras mientras hablase el Supremo. Fue ste quien
sigui hablando:
A causa de su idioma, demasiado nuevo para m, creo que he perdido el hilo de la
exposicin, Marc Alevin. Le ruego me disculpe. Procurar enmendarme.
Deca que descubrimos, que presenciamos, cmo docenas de sistemas solares
moran, apagndose uno tras de otro, hasta que ninguna estrella, enana o gigante,
azul o roja, qued intacta. All vivan muchas razas, en distintos grados de
civilizacin. Algunas eran humanas, otras humanoides y la mayora infrahumanas,
pero todas dignas de ocupar algn da un lugar en la Liga. Llegamos tarde. Los
varvols haban terminado su sucio y destructor trabajo.
Quines son los varvols?
Son gentes destructores; que no queremos calificar ni de infrahumanos. Su
aspecto es repugnante incluso para nosotros. Nunca vimos nada igual. Suponemos
que proceden de algn lugar situado a billones de aos luz, casi en donde el espacio
debe curvarse para volverse a unir en el otro lado.
Viajan en cien naves pequeas, pero casi invuInerables. Disponen del arma-queapaga-los-soles en otra mayor, la capitana. Precipitan la combustin del hidrgeno,
acelerando el proceso atmico y convirtiendo los tomos de un solo ncleo en otros
ms pesados, corno los del plomo o mercurio. En pocas horas los soles consumen
toda la energa que tenan para iones de tiempo y junto con ellos mueren los
planetas de su squito.
Nosotros hemos visto, Marc, cmo cientos de soles desaparecan del Cosmos,
convertidos en densos cuerpos negros, empequeecidos y fros.
Por qu hacen tal cosa los varvols? pregunt Marc, sintiendo un agudo
escalofro.

Lo ignoramos contest el Supremo. Conseguimos apoderamos de uno de


ellos y apenas si logramos comunicamos con l. En realidad, es que no quieren. Lo
mantenemos con vida milagrosamente, pues ms de una vez intent quitrsela. Al
escrutar su mente nos encontramos con la desagradable sorpresa de que apenas si
es inteligente. Su cerebro est acondicionado slo para obedecer y en l germina un
odio mortal a toda la Metagalaxia. Su obsesin es destruir por el simple placer de
destruir.
Es absurdo.
Cierto. Conseguimos trazar la ruta que los varvols van a seguir y alarmados
descubrimos que en apenas unas semanas, Marc, llegarn a los planetas de nuestra
Liga.
Supongo que podrn detenerlos.
Confo en que s. Cuando lleguen a las cercanas de nuestra Galaxia les haremos
frente y estoy seguro que destruiremos su nave capitana. Luego, las dems poco
dao podrn hacemos. Pero para ello necesitamos regresar. Nuestros mensajes
tardarn aos en llegar a la Liga. Con nuestra nave estaremos all en unos das, con
tiempo suficiente para preparar la defensa.
Es asombroso que puedan recorrer cientos de aos luz en unos das. A esa
misma velocidad navegan los varvols?
S. Tanto ellos como nosotros empleamos la curvatura del espacio para
sumergirnos en l viajando a miles de veces la velocidad de la luz, al mismo tiempo
que usamos el plano temporal para mantener la estabilidad con nuestro punto de
partida.
Comprendo. De otra forma, un ao en el espacio representara docenas en sus
mundos. Es la teora de la relatividad del tiempo. Usan un buen sistema para
anularla. Pero, dgame, por qu aterrizaron aqu?
Usamos la energa de los soles amarillos, tipo G, como el suyo, para alimentar
nuestras reservas de energa. Despus de ver lo que ocurra en aquella zona de
estrellas, apenas tuvimos oportunidad de repostamos y accidentalmente elegimos
este planeta para abastecemos.
Por qu eligieron un punto tan distante de nuestro Sol? A cinco mil millones y
pico de kilmetros los rayos solares no deben ser muy intensos.
Pero son ms puros. Es la clase de energa que necesitamos. Ustedes hubieran
descubierto dentro de unos cientos de aos la manera de navegar por el
hiperespacio y el tiempo, de no existir el peligro varvol.
Otra vez se refiere a esa amenaza? Por qu insiste en que los varvols van a
destruimos a nosotros? No saben que existimos. No dijo que marchan
directamente a su Galaxia?
S, pero ellos supieron que los habamos descubierto y se lanzaron en nuestra
persecucin. Apenas les llevamos ventaja. Emergern del hiperespacio en esta
misma zona. Poseen un medio de deteccin extraordinario. Tambin tendrn que
repostar y entonces descubrirn su estrella. Para ellos ser un divertimiento el
destruirla. Luego proseguirn su marcha tras nosotros. Pero para entonces
estaremos preparados y sern destruidos.
Marc crey estar soando de nuevo. Incluso estar sobre la helada atmsfera de
Plutn, esperando la muerte.
Deben estar equivocados. No puede existir una raza que destruya slo por placer.
Ustedes no deben haber intentado dialogar con ella. Estoy seguro que si lo hu bieran
intentado habran llegado a un entendimiento.

Usted cree? pregunt el Supremo con soma. Sigamos. Le voy a mostrar el


varvol prisionero. Luego nos dir si cree posible llegar a un acuerdo con tales seres.
4
Los miembros del Consejo se levantaron y el Supremo sali de la estancia seguido
por ellos. Mara indic a Marc con una seal que fuera tras sus pasos. Ella cerr la
marcha.
Cruzaron interminables corredores densamente alumbrados de amarillo. El suelo,
pese a su brillantez, ahogaba las pisadas. Parecan caminar sobre una mullida
alfombra.
Marc se sinti sobrecogido por el silencio total que rodeaba la nave. Llegaron hasta
un nivel donde el suelo se mova. Al principio fue a pequea velocidad, pero ms
tarde aument y en pocos segundos se encontraron, despus de bajar algunos
niveles, ante una puerta de acero gris. Dos soldados grhalladahnos hacan guardia
delante de ella.
Ante la presencia del Supremo y los dems miembros del Consejo se apartaron con
respeto, pero sin servilismo, de la puerta de acero, que se hundi en el suelo en
silencio.
Penetraron en una estancia casi en penumbras. En el centro de ella se levantaba un
enorme cubo de un material aparentemente silceo, pero opaco totalmente.
Los varvols no pueden resistir apenas la luz explic el Supremo. Tal vez sa
sea la causa por la que ellos odian los soles.
Entonces, Marc not que all haca mucho fro.
Esta temperatura dijo Mahdral que es desagradable para nosotros por lo fra,
apenas si reconforta el cuerpo del varvol, que al parecer necesita una ms baja an.
Detrs de ellos se cerr la puerta de acero.
A una indicacin del Supremo, Mara se acerc a una mesita situada junto a la
entrada y movi un interruptor de los varios que sobre ella haban.
Una tenue luz, incapaz de despejar las penumbras de la estancia, se encendi en el
interior del cubo de cristal.
Marc avanz unos pasos para ver mejor la confusa forma que en el interior del cubo
se mova. Pero en seguida se detuvo, paralizado por el terror, ante lo que haba
descubierto all dentro.
Retrocedi y su cuerpo tropez con el de Mara.
Comprendemos sus sentimientos. Siente asco y terror al contemplar por primera
vez a un varvol, Marc Alevin dijo el Supremo.
Marc trag saliva e intent reponerse. Deba mostrarse fuerte ante los
grhalladahnos. Un terrestre no iba a ser ms pusilnime que ellos. Avanz tanto
como pudo hasta la jaula de cristal, todo lo que su estmago le permiti.
Con los ojos abiertos como platos y temiendo desmayarse o vomitar, Marc
contempl al varvol.
Aquello no poda titulado como una criatura viviente. El no era capaz de clasificada
como un producto del carbono, slice o materia ptrea. Tambin poda creer que se
trataba de una especie de monstruo marino, de la mayor profundidad del ocano.
El varvol era un montn de masa babosa y reluciente en su mayor parte. La zona
inferior de lo que se le poda llamar cuerpo era casi un spero bloque de granito. Los
laterales estaban llenos de seudpodos que se movan sin cesar, delgados y de

vivos colores, de cuyas puntas se vertan al suelo del cubo un lquido verdoso que
se tomaba oscuro al poco rato de caer.
Por suerte, no podemos percibir el nauseabundo olor que exhalan los varvols
dijo Mahdral.
Marc se volvi para mirar al Consejero. Su rostro deba mostrar un terror tan grande
que despert la hilaridad en Mahdral. Avergonzado, Marc reintegr su atencin al
varvol.
Aquella monstruosidad pareci haberlos visto y se arrastr sobre el suelo
encharcado por sus propios excrementos, pegando sus camosas y brillantes pieles
al cristal. Desde lo ms hondo de aquel cuerpo, Marc crey distinguir unos ojos
rudimentarios, que como ascuas le miraban.
Mara comprendi el estado de nimo de Marc y dijo:
Creo que el terrestre ha comprendido perfectamente por qu no hemos podido
establecer una relacin pacfica con la raza varvol.
Estoy seguro de ello sonri Mahdral.
Mientras salan de la estancia, Mara dijo de no muy buen talante al Consejero:
A todos nos cost trabajo acostumbramos a la presencia de ese monstruo.
Pero yo dudo que el terrestre consiga algo semejante.
Marc estaba mareado, pero no pudo resistir la tentacin de volverse para mirar de
nuevo el cubo que serva de prisin al varvol. Entonces la jaula recobr otra vez su
oscuridad, de lo que se alegr.
Una vez al otro lado de la pesada puerta de acero, el Supremo dijo a Marc:
Ahora nos ocuparemos de que regrese con los suyos, Marc.
Cmo? Van a llevarme a la Tierra?
No podemos correr ese riesgo ni perder de esa forma nuestro preciado tiempo.
Antes de... dos de sus horas ser requerido para la partida.
No entiendo...
Eso es cosa nuestra. Nos veremos, terrestre. Mientras tanto, la Coordinadora le
pondr al corriente de cuanto sabemos acerca de los varvols y sus naves de guerra.
Adems, nuestros tcnicos, le prepararn unos informes en su lengua para que los
entregue a sus lderes.
Los seis hombres que componan el mando de la grhalladahna se alejaron corredor
adelante. Marc qued solo con Mara y los soldados que hacan guardia ante la
entrada de la prisin del varvoI.
Acaso me van a prestar ustedes una pequea nave para regresar?
Mara movi negativamente la cabeza.
Ignoro lo que ha decidido el Supremo. Pero est seguro que ser lo ms correcto.
Vaya, al parecer aqu todo lo decide el Supremo.
No puede decirse que componis una democracia al menos dentro de la nave.
Democracia? repiti Mara. Ah, s. Es una forma de gobierno de tu planeta,
no?
S.
Ella sonri, empezando a caminar. Dijo:
Recuerdo sus pensamientos en cuanto a la efectividad de las democracias
terrestres. Su subconsciente, Marc, est convencido que ninguna de ellas ha sido en
verdad efectiva.
Cogido de sorpresa por las palabras de la muchacha, Marc se rasc la nuca. Tal vez
ella tena razn.
Bueno, lo que quise decir es que no me parece bien que un hombre solo tome
decisiones tan importantes.

Ser Supremo en una nave exploradora de la Liga es algo difcil de alcanzar en.
Grhalladah. Tal vez ms que en ningn otro planeta. Por eso los Supremos nuestros
son muy apreciados. Se requiere mucho tiempo de preparacin para estar
capacitado en el desempeo de tal cometido. Es seguro que las decisiones de un
Supremo siempre son las ms acertadas, teniendo en cuenta que los datos que
posea sean ciertos y completos.
Y si no lo son?
Entonces puede errar, pero no ser por culpa suya. Nuestra raza, Marc, no admira
la persuasin dialctica de una persona para obedecerla, sino su lgica.
Marc no saba adnde lo llevaba Mara. Pero le daba igual un sitio que otro. An no
se haba repuesto de la experiencia sufrida ante la visin del varvol.
Se senta muy preocupado. No imaginaba salida posible, salvacin al sistema Sol.
Los grhalladahnos se marcharan y en poco tiempo los varvols haran acto de
presencia para destruidos.
Comprendo. La de ustedes es una raza prctica, lgica, carente de reacciones
humanas como la nuestra dijo Marc con amargura.
Por qu dice eso?
Marc alz la mirada que haba tenido dirigida al suelo y se enfrent a los bellos ojos
de Mara.
Quiz es usted la que no comprende. Me asombran en verdad. Saben que
formamos una civilizacin, ms o menos salvaje segn su punto de vista, de varios
miles de millones de seres que los varvols destruirn. Y qu hacen? Se limitan a
contrmelo, a darme el psame. Es como si le dijeran a un enfermo, por afn
morboso, que va a morir en el plazo de unas horas. No sera mejor dejarle en la
ignorancia, que muera tranquilo, sin saber cundo llegar su hora?
Mara pareca confundida.
No entiendo, Marc. Qu intenta decir?
Dgame usted antes: Tenemos alguna posibilidad de vencer a los varvols, de
impedir que usen su arma contra nuestro Sol?
No, no tienen la menor posibilidad.
Haban entrado en una habitacin grande, decorada con murales tridimensionales y
extraos muebles. Mara sac de una caja una bandeja con comida que coloc
encima de una mesa, diciendo:
Es su comida, Marc.
Gracias gru el terrestre. Supone que voy a tener apetito despus de ver al
varvol, despus de enterarme que me voy a ir al diablo junto con todos mis
semejantes?
Como guste replic Mara sentndose en una silla, frente al enfurecido Marc.
Hace mal, de todas formas. Hemos preparado estos alimentos teniendo en cuenta
su capacidad digestiva. Le aseguro que le harn muy bien.
Tal vez luego Marc estaba arrepentido por haberse mostrado tan
desconsiderado con la muchacha. Mir la habitacin y pregunt: Qu es esto?
Es mi habitacin personal. Estaremos aqu hasta que le llamen.
Por qu desean que vuelva a la Tierra, para advertir del peligro? Nada
conseguiremos. Hubiera sido mejor dejar a los miles de millones de desgraciados
que ignoren la realidad. No me gusta que los dems sientan lo mismo que yo siento
ahora, sabiendo que todos vamos a morir.
Marc, me creer si le digo que lo siento?
El se volvi, acercndose adonde estaba Mara.

Por qu no voy a creerla? Yo tambin siento piedad cuando un animalito se


rompe una pata. S, eso es lo que nosotros somos para ustedes: unos animalitos.
Est ofuscado. Pens que iba a reaccionar de otra forma.
Me gustara verla en mi lugar respondi Marc con sorna.
Ella tard unos instantes en decir:
Tal vez tenga razn. No podemos pensar de la misma manera.
Pero an no me dice por qu desean que regrese con los mos.
Hemos pensado que ustedes, ya que no podrn vencer a los varvols, tal vez les
ofrezcan una fuerte resistencia que los entretenga algn tiempo, que nosotros
sabremos aprovechar.
Marc crisp los puos. Aquello colmaba su paciencia.
Furioso, fuera de s, espet a Mara:
Esto es el colmo. No solamente no van a mover un dedo para ayudamos, sino que
incluso nos quieren utilizar para que distraigamos por unas horas, unos das, a sus
enemigos. Sabe lo que estoy pensando de ustedes, de la Liga y de todo cuanto
representan?
La muchacha miraba asombrada a Marc.
No ve las cosas desde un punto lgico, Marc. No comprende que los varvols
llegarn a este sistema inexorablemente y que apagarn su Sol. Lo sentimos, pero
esta demora ser conveniente para nuestros fines. Es normal que intentemos ganar
algo de tiempo.
Marc aspir hondo.
S, comprendo ahora. Ya que es irremediable que muramos, por qu no decimos
lo que va a pasar? Me han estudiado lo suficiente como para que sepan que mi raza
no sucumbir sin luchar, pese a que sabremos que no tenemos posibilidad de
vencer. Siempre ser mejor que dejamos en la ignorancia y que los varvols apenas
si se detendrn aqu el tiempo justo para apagar nuestro Sol.
El terrestre se derrumb en la primera silla que vio. Dej caer cansadamente sus
brazos. Se senta derrotado, sin fuerzas siquiera para insultar a Mara, a su gente.
Para qu? Los grhalladahnos no posean el intelecto adecuado para comprender a
los terrestres. Ellos slo podan mirar a los seres de la Tierra como a una raza
inferior a la que el destino haba privado de que cientos de aos ms tarde se
unieran a la Liga, y la causa eran los varvols. Pero de todas formas, aque llos
salvajes les haran un favor si se oponan a los varvols y retrasaban su llegada a los
planetas de la Liga.
Mara se levant y se acerc a Marc.
Me gustara sentir lo mismo que usted. De veras. Marc hizo una mueca de
desagrado.
No creo que lo consiga por mucho que se esfuerce. Pese a que su aspecto es tan
humano como el mo, dudo que tengan conciencia.
Ella sonri.
S que es mucha la importancia que los humanos de esta estrella dan a lo que
denominan conciencia. Es una cosa impalpable. Cmo pueden creer en algo que
no ven? De qu les sirve?
De bastante. Nos ayuda a comprender a nuestros semejantes, a evitar a veces
que les hagamos dao, a amar a una mujer, a tener hijos con ella, a... Demo nios!
Es fundamental.
Sin embargo, Marc, pese a gozar de esa conciencia, sta no les ha privado que
durante siglos se maten entre s por tonteras.

El hombre debe progresar paulatinamente. Me horroriza pensar, sin embargo, que


es posible que llegue un momento en que pensaremos igual que ustedes, que no
sintamos piedad, al menos, al pensar que millones de seres estn condenados a
morir bajo la impiedad de los varvols y estemos dispuestos a no mover un dedo para
impedirlo.
Nuestra ayuda no es posible.
Quin dice eso? Acaso esta nave no est preparada para repeler un ataque?
No me dir que recorren el Cosmos indefensos...
No, desde luego. Pero no podemos correr el riesgo de que a nuestros mundos no
llegue el aviso del peligro varvol.
Este debe ser un razonamiento del Supremo, eh?
Desde luego. El ha decidido esto. Mejor dicho, apenas se refiri a este tema, a la
posibilidad de ayudar a la Tierra. Est fuera de la ms simple lgica.
A veces es conveniente correr riesgos.
No en este caso.
Me gustara discutir eso con el Supremo.
Puedo transmitirle sus deseos. Le conceder audiencia.
Se lo agradecer.
Mara fue a marcharse, pero Marc la alcanz antes que saliese de la habitacin.
Tomndola de un brazo, hizo que el grcil cuerpo de la muchacha se volviera. Ella lo
mir interrogadoramente, tal vez sorprendida por aquel gesto que consideraba como
una violencia.
Me pregunto hasta qu punto son ustedes humanos dijo Marc. Gozan de una
supercivilizacin, pero su actitud me hace dudar que la hayan alcanzado
plenamente. Incluso me atrevera a pensar que han olvidado lo ms bello que existe
entre humanos, entre todos los seres, racionales o no. Y quiero asegurarme si me
equivoco o no.
Sin dar tiempo a Mara a reaccionar, Marc la tom entre sus brazos y la estrech
fuertemente, besndola con rabia, como si quisiera infundir algo de comprensin a
travs de sus labios. La grhalladahna se dej besar al principio debido a la sorpresa.
Luego, por un breve instante, Marc crey que corresponda a la caricia. Pero en
seguida qued roto el hechizo del momento al desprenderse Mara de los brazos del
terrestre, con fuerza y decisin.
Este es un fiel exponente de las reacciones animales de los de su raza, Marc
Alevin.
Llama a esto reaccin animal? grit Marc. Acaso se han hecho realidad en
ustedes los presagios de quienes, en mi planeta, a finales del siglo pasado
auguraron que en un futuro no lejano las criaturas naceran en laboratorio? Tal vez
han modificado los naturales apetitos sexuales. O los han anulado?
Mara pareci que iba a responder a las palabras de Marc con la misma violencia
que l haba empleado. Su pecho denotaba la respiracin alterada y el fulgor de sus
ojos indicaba su irritacin.
Es perder el tiempo hablando con usted de cosas que estn fuera del alcance de
su intelecto.
El asinti con la cabeza. Estaba completamente sereno.
S, puede ser. Yo soy para ustedes como un mono que no sabe ni bajar de los
rboles. Haba olvidado que soy su husped y que tambin les debo la vida.
Dir al Supremo que usted desea hablarle de cierta cuestin dijo Mara
dirigindose a la pared que prestamente dej abierta la abertura suficiente para que
saliera.

Marc gru entre dientes:


Es muy amable por su parte.
En aquel momento se dej escuchar en la estancia una serie de sonidos parecidos a
unos silbidos. Mara se volvi y Marc pregunt:
Qu es eso?
Me hablan en mi lengua explic. Es una orden del Supremo. Nos pide que
vayamos a la sala de mando. Debe tratarse de algo importante. Vamos, no podemos
hacerle esperar.
5
Cuando llegaron a lo que Mara haba llamado el puente de mando del navo estelar
de Grhalladah, Marc slo precis de unos breves segundos para percatarse que
haban abandonado la helada superficie de Plutn.
Aquella nave era ms asombrosa de lo que pudiera suponer. Era capaz de despegar
de un planeta sin que nadie a bordo se enterase.
Ahora se encontraba, despus de un rpido viaje a travs de unos niveles
deslizantes y ascensores, en una estancia an mayor que la sala del Consejo. En su
centro estaban alineadas una serie de mesas. Un par de docenas de grhalladahnos
de ambos sexos manipulaban en sus complicados mecanismos. Frente a stos, una
gran pantalla visora, de ms de cinco metros por cuatro, ocupaba la pared. A los
laterales, otras pantallas ms pequeas permanecan apagadas.
El Supremo y uno de los miembros del Consejo, Mahdral, permanecan absortos en
la contemplacin de las imgenes que la pantalla iba reflejando.
A su lado, Mara susurr a Marc:
Debemos esperar a que el Supremo se dirija a nosotros.
De qu se trata? pregunt Marc quedamente.
Lo ignoro.
Hemos partido de Plutn dijo Marc mirando a su alrededor.
S. Creo que ahora estamos a unos ochocientos mil kilmetros de ese planeta.
Marc trag saliva. Apenas haba transcurrido una hora desde que estuvieron en la
sala del Consejo y comprendiera que an permanecan en Plutn, cosa que
descubri al ver los picachos helados a travs de la cpula.
Cul es nuestro destino?
No lo s. Slo el Supremo lo sabe. El es quien dirige personalmente esta
operacin. Pero nos estamos adentrando en el sistema planetario.
Marc pens que con naves como aqulla se podra ir a la Tierra en poco ms de
cincuenta horas. Le pregunt a Mara si aquella era la velocidad mxima que podan
alcanzar y, sorprendida por la pregunta, la muchacha respondi:
Qu absurdo! Ahora vamos a paso de tortuga. No empleamos velocidad lumnica
en el interior de los sistemas planetarios, pero incluso esta velocidad de crucero es
inferior a la que solemos emplear normalmente en rutas cortas.
El terrestre se atragant al or la respuesta, y estuvo a punto de ahogarse cuando
descubri en la pantalla un puntito que rpidamente aument de tamao y mostr
las conocidas lneas de su nave, el Star.
Esa es mi nave! grit Marc.
El Supremo se volvi al or la exclamacin.
Ah, ya est aqu el terrestre dijo mostrando una pequea sonrisa. Veo que
pronto ha reconocido su nave. Nuestros aparatos detectores nunca la perdieron de

vista. Lanzamos hace media hora un rayo magntico, creo que as lo llamaran
ustedes, y en pocos minutos la tendremos junto a nosotros.
La estn atrayendo?
S. Nosotros observamos la partida de su nave antes de aterrizar en Plutn y
siempre supimos dnde estaba. Ahora la necesitamos para que usted regrese con
ella a la Tierra.
Marc record el tesoro que encerraba el Star en sus entraas y temi que su
gesto descubriera cules eran sus sentimientos. En seguida un pensamiento acudi
a su mente y expuso sus temores.
Pero con el Star necesitar veinte semanas para regresar a la Tierra.
Nosotros le daremos un superimpulso que le permitir estar en rbita lunar en
menos de diez horas. No tema, su nave no sufrir nada. Navegar en un rayo de luz
de gran aceleracin. Es una forma tosca de navegar, pero eficiente. Ser como si
catapultsemos esa rudimentaria nave.
No podr servirme de los tripulantes para gobernarla. Se amotinaron. Tendrn que
regresar encerrados dijo Marc.
No tendr que hacer nada hasta que est a trescientos mil kilmetros de la Tierra.
A esa altura el Star se detendr y usted podr pedir ayuda. No ser difcil que una
nave de la Tierra acuda en su ayuda y los transborden.
Marc call. Mara, a su lado siempre, dijo:
Sabemos lo que le ocurri con sus hombres. Quisieron matarle para robarle. En
verdad casi lo consiguieron.
El terrestre no respondi. Mir la pantalla. Ahora el Star se vea tan grande en ella
que casi poda leer los nmeros pequeos de su matrcula.
Se pregunt qu estaran pensando sus hombres. Seguramente no daran fe a lo
que sus ojos estaban viendo.
La imagen del Star y las estrellas desaparecieron de la pantalla. En su lugar
apareci una especie de hangar. Una seccin se estaba abriendo, dejando ver el
espacio sideral. Pronto apareci la nave terrestre, flotando. Unas pinzas gigantescas
surgieron de alguna parte y agarraron delicadamente a la nave, dejndola sobre una
plataforma. Luego, la compuerta se cerr.
Operacin concluida. dijo Mahdral. Volvindose a Marc, aadi: Puede
retirarse, terrestre. Le avisaremos cuando pueda ver a su tripulacin.
Qu van a hacer ahora con ellos? pregunt Marc.
Sern encerrados en una de nuestras salas de seguridad... cuando logremos
convencerles de que salgan de la nave. Consideramos que deben estar an muy
asustados dijo el Consejero.
No lo dudo repuso Marc. Y ms lo estarn cuando me vean.
Marc escuch al Supremo dar unas rdenes en su cantarina lengua a unos
hombres. Una seccin metlica descendi del techo del hangar y se peg al fuselaje
del Star. Pareca como un tubo de transbordo. Mir a Mara interrogndola con la
mirada.
Por ese conducto sacaremos a los hombres respondi Mara. No queremos
que entren en contacto con nuestra atmsfera.
Por qu? A m no me afecta.
Lo sabemos; pero no se trata de eso, sino que queremos evitar que nos
contaminen. La tripulacin ser esterilizada previamente.
Marc consider que haba recibido otro golpe bajo.
Los grhalladahnos tenan con los terrestre las mismas consideraciones que ellos con
los monos. Usaban guantes de goma para no tocados. Record el beso que le dio a

Mara y dese saber si a ella le haba molestado demasiado. La muchacha no dio


muestras de sentir repugnancia.
En aquel momento, Mara estaba diciendo a Mahdral:
Tengo un trabajo inaplazable que realizar, Consejero. Podra ocuparse del
terrestre por un momento? Regresar tan pronto pueda.
S, Coordinadora.
Mara sali de la sala de mando sin despedirse de nadie. Pas por el lado de Marc
sin mirarle siquiera de soslayo.
Mahdral se le acerc, para decirle:
Tenemos algn tiempo a nuestra disposicin, terrestre. Dentro de poco estar
camino de la Tierra. Desea aprovecharlo en algo sustancioso?
Marc mir las caderas cimbreantes de Mara al salir de la sala de mando y se dijo
que seguro que poda aprovechar sus ltimos instantes en la nave grhalladahna en
algo, que a l le complacera muchsimo. Pero dud que tomasen en consideracin
sus deseos, y dijo:
Es todo tan fantstico para m, Consejero, que no s qu sera ms notable ver.
S, me gustara charlar algo con usted, al tiempo que me muestra lo que considere
su criterio como ms relevante.
El Consejero asinti y seal la salida.
De acuerdo. Vamos all.
Marc se volvi para mirar al Supremo antes de seguir a Mahdral. La mxima
autoridad de la nave extrasolar estaba sumamente dedicado a distribuir rdenes a
los tcnicos de la sala de mando y no quiso molestarlo. Al parecer, no era una falta
de educacin entre los grhalladahnos marcharse sin despedirse.
Luego le mostrar unos obsequios que el Supremo desea que lleve usted a la
Tierra como muestra de simpata y ardientes deseos de que el destino permita a
nuestras razas que se encuentren en un futuro no muy lejano dijo Mahdral. Lo
har el Supremo antes de la partida.
Me temo que sus buenos deseos deben tener en cuenta el permiso de los varvols,
no? record Marc con sorna.
Pese al poco tiempo que le conozco, creo que ustedes, los terrestres, poseen una
extraa sensibilidad para el humor. Parecen disfrutar haciendo chistes morbosos a
costa de sus propias desgracias.
La situacin no permite que diga cosas simpticas e intrascendentes, no cree?
Tal vez tenga razn. Nosotros estamos acostumbrados a estudiar infinidad de
razas y civilizaciones y estamos inmunizados contra la sorpresa, pero le confieso
que ante las ligeras nociones que tengo de la que vive en este sistema solar, no he
podido reprimir una cierta sensacin de estupor.
De verdad? Debo tomado como un halago?
Soy aficionado a la psicologa planetaria, no un tcnico en tal especialidad dijo
Mahdral haciendo entrar a Marc en uno de los elevadores de ingravidez. Sin
embargo, me atrevera a emitir un juicio que dudo sera errado.
Cul es?
Por una parte, si no son destruidos por los varvals representarn una cierta
amenaza para la Metagalaxia.
Un peligro nosotros?
S. Figrese que no existieran los varvols, que nosotros no hubisemos pasado
junto a ustedes ahora. Quiz dentro de unos siglos notramos su presencia en el
Cosmos, cuando llegaran a desarrollar los viajes estelares. Entonces seran
invitados a ingresar en la Liga, cosa que no dudo que aceptaran. Al principio se

mostraran humildes, pero con el tiempo creo que exigiran un puesto predominante
entre nuestros planetas. Se querran erigir en lderes absolutos. Terminaran por
conseguirlo o desencadenaran una guerra.
Y la otra parte?
Resumiendo, que ustedes estn predestinados a ser destruidos por sus mismas
pasiones o participar activamente en la vida galctica.
Marc arrug el ceo. Ignoraba si era debido a la no total dominacin de la lengua
terrestre, pero lo cierto es que algunas veces no comprenda a los grhalladahnos.
Salieron del elevador y penetraron en el corazn palpitante de la dorada nave,
donde se almacenaba el fabuloso poder que la permita desplazarse por los
inmensos espacios estelares.
Cada cierto tiempo necesitamos reponer nuestras energas vitales. La
conseguimos de las ms abundantes fuentes del Cosmos: de las estrellas. Pero no
todas nos sirven para nuestros propsitos. Desde las azules a las rojas son las
arnarillo-anaranjadas las ms provechosas, y, de stas, las espectrales F, G y K.
La explicacin de Mahdral fue acompaada por una indicacin de su brazo derecho
sealando unas docenas de cilindros metlicos erigidos en el centro de la circular
habitacin. Gruesos conductos partan de ellos perdindose en el techo.
Las horas que hemos permanecido detenidos en Plutn nos han servido para
conseguir reservas suficientes para regresar.
Marc esboz una sonrisa y dijo:
Siempre pens que la energa atmica-plasmtica sera la ideal para mover las
futuras naves estelares.
Para qu producir algo que la naturaleza nos brinda en su expresin ms pura?
Las estrellas irradian unas colosales fuerzas que son aprovechables. El proceso del
viaje a travs del espacio-tiempo se estudia antes de cada salto, se graba en un
cerebro electrnico y ste se encarga de desarrollarlo.
Y si se quiere rectificar en medio de un viaje el destino?
Es imposible. Se ha de suspender el programa y emerger al espacio normal para
preparar un nuevo salto. Una nave, mientras viaja por el hiperespacio, deja de existir
para el Universo normal.
As que los combates a velocidad superlumnica son inexistentes, no?
Desde luego. Para luchar se ha de emerger en el espacio normal. Slo se usa
esta emergencia para huir si se considera que la batalla nos sea desfavorable, pero
esta solucin debe ser muy bien considerada antes de llevada a la prctica.
Por qu?
Tanto los varvols como nosotros usamos idnticas fuentes de energa para formar
una coraza defensiva alrededor del casco de la nave, disparar las andanadas de
fuerza desintegradora y hacer funcionar los dems mecanismos vitales de la nave.
Para iniciar el salto se requiere casi toda la potencia de los acumuladores de energa
durante unos minutos, que son los que dejan a la nave absolutamente indefensa.
Entonces un disparo del enemigo sera fatal.
Salieron de la sala y Mahdral pregunt al terrestre si deseaba ver algunas otras
dependencias de la nave.
Me gustara ver a mis tripulantes.
Bien. Iremos all.
Mahdral no pareca tener prisa por llegar hasta los habitculos destinados, al
parecer, a los huspedes peligrosos, como el varvol, adonde dijo el Supremo que
seran conducidos Mortimer y los dems.
Marc aprovech para preguntar al Consejero:

Mahdral, hasta qu punto ha evolucionado su raza para distanciarse de la


nuestra en lo relativo a forma de procrear?
Mahdral se volvi ceudo hacia Marc, diciendo:
No entiendo...
Quiero decir qu medios emplean para reproducirse.
El Consejero debi entender esta vez y solt una corta risita.
Piensa que nuestro adelanto tecnolgico nos ha llevado a ciertas aberraciones al
respecto?
Marc trag saliva antes de responder:
S.
Tal vez nuestros mtodos y costumbres no sean los mismos que los de ustedes,
pero sustancialmente son idnticos.
Me temo que no sea as.
No lo dude. Cierto que hace algunos siglos llegamos al extremo de concebir a
todos nuestros retoos en los laboratorios. No todos los planetas de la Liga
adoptaron nuestros sistemas, y a la larga tuvimos que darles la razn. La gentica
es algo que casi no tiene secretos para nosotros. Pero despus de algunas
generaciones notamos que la raza iba decayendo paulatinamente, que la
inteligencia se apagaba, no avanzaba como deba.
En nuestro planeta se intenta desde hace algn tiempo algo parecido.
No debieran insistir en ello, Marc. Tuvimos que volver a los sistemas normales.
Pero para entonces los apetitos sexuales haban sido olvidados y necesitamos de la
medicina y drogas para hacerlos despertar. Los nios volvieron a nacer de madres y
el peligro que estbamos bordeando desapareci por suerte.
Quiere decir que entre ustedes no existe el amor? Mahdral entorn los ojos.
Si se refiere a lo que ustedes estiman como conocimiento inicial de una persona,
gustarse y luego amarse con todas las consecuencias de la pasin, celos y dems,
debo decirle que entre nosotros prcticamente no existe, aunque sabemos de
algunos casos aislados.
Dgame, MahdraI. Mara ha pasado ya su momento de procreacin? Ha estado
unida alguna vez a un hombre?
Mahdral sonri y pareci hacer un esfuerzo para pensar.
Es curioso dijo. Si yo fuese un terrestre, teniendo en cuenta los sentimientos
que suelen atormentarlos a ustedes, tal vez me hubiera preocupado por esta
cuestin. La verdad es que no estoy seguro, pero creo que, debido a la edad de
Mara, an no ha estado unida a un hombre. Tampoco creo que espere
ansiosamente ese momento.
Casi haban llegado a la sala de mandos. All recibiran del Supremo el permiso para
visitar a la tripulacin del Star. Antes de entrar, Marc pregunt:
Dijo que si usted fuera terrestre se preocupara por el hecho de que Mara hubiese
sido temporalmente desposada o no. A qu se refera?
Al tiempo que indicaba a Marc donde estaba el Supremo para dirigirse a l, Mahdral
dijo:
Olvidaba que lo ignora, Marc. Mara y yo vamos a... desposarnos cuando
regresemos a Grhalladah. Esto dicho en trminos terrestres.
Mahdral le volvi la espalda al caminar y Marc crisp los puos. En aquel momento
no supo identificar su sensacin, pero no haba duda que senta unos celos enormes
hacia MahdraI. No poda imaginarse a Mara en los brazos de aquel hombre, de
edad indescifrable, movidos ambos por una pasin que no sentan en realidad, por
unos apetitos sexuales despertados artificialmente.

6
Mortimer mir a Elas primero y luego a los cuatro hombres. En todos ellos vio la
misma mirada de temor. Estaban tan asustados o ms que l.
Haban salido del Star cuando comprendieron que la extraa atraccin que los
haba obligado a detener primero su rumbo hacia los asteroides y luego hacerles
retroceder a una velocidad endiablada, ces. Pero al abrir la escotilla se encontraron
con un tnel metlico inundado de una potente luz que los condujo hasta la
habitacin en que ahora se encontraban.
No haban visto a nadie, pero comprendan que se hallaban en algn vehculo de
procedencia extrasolar.
Pudieron ver la esfrica nave dorada cuando el Star se acercaba a ella, atrado
por aquella fuerza imposible de vencer. Haban estado a punto, al principio, de ha cer
estallar la pila atmica, pero la fuerza impulsora no haba podido conseguir vencer la
trayectoria que una fuerza desmesuradamente ms fuerte los conduca.
Por qu me miran? grit Mortimer a los hombres, exasperado ante el profundo
silencio que reinaba entre ellos. Yo tampoco s qu demonios est ocurriendo.
Esta nave no pertenece a la Tierra gimote Carreira.
Mort hizo una mueca de desprecio.
Me crees tan cerdo para no figurrmelo? dijo. Pero quienes sean que viajan
en ella ya deban dar alguna seal de vida, no les parece?
Despus que el tubo les condujo hasta all, ste haba desaparecido
misteriosamente. Elas haba credo verlo por un breve instante desaparecer por la
pared, pero luego la tocaron y no encontraron ninguna fisura. Tampoco hallaron
ninguna puerta. Todos pensaron cmo podran salir de all.
Mirad exclam Garca sealando en una direccin.
Se volvieron todos para mirar hacia all y retrocedieron asustados al ver que un
segmento de la pulimentada y resplandeciente pared pareca vibrar primero y luego
esfumarse.
La sorpresa fue an mayor cuando la persona que hasta entonces haba estado
detrs de ella avanz unos pasos y pudieron identificarla.
Marc se apresur a decir, puesto que no deseaba presenciar unas escenas que le
haran perder tiempo:
Estoy vivo. Y no piensen que esto es el infierno.
Ms bien puede decirse que he resucitado. S, sa es la palabra correcta. Pero
tampoco nos hallamos en el Paraso.
Los hombres palidecieron intensamente. Levistong y Lewis parecieron ir a
desmayarse. Mortimer, el ms entero, se atrevi a dar unos pasos hacia Marc, hasta
tocarlo con su trmula mano.
S, es cierto. No es una ilusin; pero... cmo? Marc sonri complacido. Al menos
se acordara toda su vida de las seis caras de terror que estaba observando. Era
una pequea venganza la suya, una compensacin por los momentos de angustia
que pas en Plutn, cuando estaba seguro que iba a morir.
Esta nave lleg a tiempo para salvarme. Ahora sus tripulantes les ha hecho
regresar a ustedes porque necesito del Star para volver a la Tierra:
Marc haba sido advertido por el Supremo y MahdraI que apenas si podran
permanecer en el sistema Solar unas horas ms y que l deba partir sin demora
alguna a la Tierra. A la Armada Terrestre le quedaba poco tiempo para tomar

posiciones en los sectores donde los grhalladahnos saban que apareceran las
naves de Varvol.
Por lo tanto, Marc procur relatar a los hombres, someramente y en pocas palabras,
el peligro que corra la Tierra y las pocas esperanzas que existan de salir con vida
de la terrible aventura a la que iban a enfrentarse.
Mortimer y los dems acogieron con escepticismo al principio el relato de Marc, pero
luego, ante la evidencia de encontrarse en una nave extrasolar, perteneciente a una
cultura miles de aos ms avanzada que la terrestre, tuvieron que rendirse a la
realidad.
Ante la sorpresa de Marc, despus que Mortimer le hubo preguntado por el aspecto
fsico de los grhalladahnos y contestado que eran completamente humanos, al
menos externamente, ste dijo sonriente:
Si tan grave est la situacin no me importara irme con estos tipos a su planeta.
Al menos nos salvaramos nosotros. Si tan pocas posibilidades tiene la Tierra de
conjurar el peligro...
Marc sinti deseos de estrangular a Mort. Pero saba que los grhalladahnos los
estaban observando y pens que bastante mala opinin tenan stos ya de los
terrestres para que l la empeorase.
Es usted repugnante, Mortimer. Primero convenci a estos idiotas para cometer un
crimen y ahora no duda en matar a toda la humanidad. Prefiere retirarse
cobardemente antes de arriesgar su cochino pellejo en avisar a la Tierra, para que al
menos intentemos salvarnos todos.
No le han dicho los grhalladahnos que existe una posibilidad entre un milln de
que consigamos destruir la nave insignia varvol, la-que-apaga-los-soles? mascull
Mort. Por qu debemos morir todos? Salvmonos nosotros al menos, capitn. En
el Star tenemos una fortuna.
Dudo que sta sirviera de algo en Grhalladah. Ni tampoco en la Tierra, Marte o
Venus ser de mucha utilidad si no conseguimos derrotar a los varvols.
Marc mir a los dems hombres. Aquel silencio no resultaba muy explcito. Lo mismo
podan estar de acuerdo con las ideas de Mortimer que no. Incluso alguno de ellos
podan fingir, prometerle ayuda en el manejo del Star para regresar a la Tierra y
luego traicionarle. Slo poda confiar un poco en Garca, no en los otros. De todas
formas, deba darles una oportunidad, si ellos le demostraban que estaban
dispuestos a colaborar. No sera agradable tenerlos que encerrar en la bodega.
Regresaremos a la Tierra dijo Marc con firmeza. Partiremos en breves
instantes. Solicitar del Supremo que les permita a ustedes ver al varvol. Tal vez
ante su horrible aspecto cambien de idea.
Marc retrocedi hasta la pared y ante su aproximacin a sta, la puerta qued
abierta. Mort parpade ante aquel prodigio y pregunt:
Cmo lo consigue, capitn?
Marc sonri. Nunca pens que iba a cometer una equivocacin al contestar:
La constitucin molecular de estas estructuras permite abrir estas puertas con slo
el pensamiento. Los grhalladahnos me han enseado cmo hacerlo. Piensen en lo
que les he dicho, muchachos. Tal vez, con una buena actuacin por su parte olvide
lo sucedido en Plutn.
Garca trag saliva y dijo:
Lo hara, capitn? Sabe, yo no estuve muy conforme en eso...
Marc le sonri.

Desde luego. Lo sucedido ser una nimiedad comparado con lo que se nos
avecina. Hasta luego. Me gustara que cuando volviera ya hubieran decidido qu
hacer.
Marc sali y la pared qued cerrada. Mort corri hacia ella y sus manos tropezaron
con una superficie dura, impenetrable.
Si el capitn lo hace, creo que nosotros tambin podremos se volvi a los
tripulantes y les pregunt: No dijo el capitn que en la sala contigua est
encerrado en una jaula el varvol?
S. Qu pretendes ahora? inquiri Garca desafiante.
Enigmticamente, Mort respondi:
Un medio de escapar de aqu. No ser fcil, pero podemos provocar algn jaleo
que mantenga a los tripulantes entretenidos.
Mort, creo que ya hemos causado bastantes problemas gru Lewis. No sali
bien tu plan. Nos quedamos sin el tesoro y podemos ser condenados por toda la
vida por intento de asesinato.
Estamos hasta el cuello, no? Qu ms da ahora arriesgar el pellejo otro tanto?
Poco podemos perder.
Dinos qu intentas demand Elas, reponindose de su miedo.
A su debido tiempo sonri Mort. Antes debo lograr encontrar el impulso
preciso para que esta condenada pared nos deje salir.
* * *
Mara esperaba a Marc fuera. Al fondo del pasillo, los dos soldados seguan
montando guardia ante la entrada, normal y de acero, que serva de prisin al varvol.
En sus ojos leo que no le ha ido muy bien la entrevista con sus hombres dijo
Mara. Al ver la extraeza de Marc al no encontrar all a Mahdral, explic: Tuvo
que regresar con el Supremo.
Marc asinti.
Me temo que tendr que hacer el viaje en solitario.
Ellos tendrn que ir encerrados.
Vayamos a la sala del Consejo. El Supremo nos aguarda all.
Mara tom un camino que hasta entonces desconoca Marc, pero ste pens que la
nave extragalctica era enorme y deban existir innumerables niveles y zonas que l
nunca vera.
Pasaron por delante de un enorme cuadrado de cristal que Marc crey al principio
que se trataba de una gigantesca pantalla de televisin, como la que presida en
lugar preferente la sala de mando.
Pero Mara le aclar:
Es una autntica ventana. El cristal, especial y de un grosor de cerca de medio
metro, es de una seguridad total. Slo durante un combate unas compuertas lo
cierran.
Marc se acerc al cristal y mir las estrellas. Nunca se cansaba de miradas. Saba
que en algn lugar, no muy lejano ya, las fuerzas destructoras varvols se
aproximaban al sistema Solar por el hiperespacio, esa dimensin que los terrestres
an no haban descubierto y que pareca ser el nico medio posible para alcanzar
los mundos lejanos.
Acaso han tenido que luchar con otras razas en su largo periplo de exploracin?
pregunt.

Antes de topamos con los varvols dijo Mara. Se trataba de un planeta que
debi de creer que nosotros ramos los varvols y nos atacaron. Tuvimos que
defendemos y destruimos parte de sus flotas. Cuando pudieron darse cuenta de su
error, lograron establecer contacto y la lucha ces. Nos pidieron disculpas y nos lo
contaron todo. A estas horas ya deben de haber dejado de existir esos seres.
Estaban ms adelantados tecnolgicamente que nosotros?
El nivel cientfico de aquella raza humanoide era parecido al de ustedes, Marc.
El terrestre se volvi a la grhalladahna, dicindole:
Hasta ahora nunca te has dirigido a m tutendome. Por qu?
Existe alguna diferencia importante en el tratamiento gramatical?
Mucha. El tuteo significa que dos personas son viejos amigos.
Nosotros nos conocemos apenas hace unas horas sonri Mara.
Marc contempl la agradable sonrisa de la muchacha.
Ella sonrea poco, pero ya a l le haba dirigido ms de una.
Sin embargo, nos hemos besado dijo ms animado. Y t no pareciste estar
muy disgustada entonces.
Me sorprendiste.
S. Ya me explic Mahdral algo al respecto de vuestras costumbres. Es doloroso
que el adelanto tcnico lleve emparejado el olvido de uno de los ms bellos dones
que dispone la Humanidad.
No te comprendo, Marc. A qu te refieres?
Al amor. Vosotros lo habis desterrado de vuestra civilizacin. No sois
completamente felices, estoy seguro.
Lo somos. Nadie puede echar de menos algo que desconoce.
S. Tal vez tengas razn. Pero yo puedo ayudarte a refrescar la memoria, los
recuerdos que yacen en lo ms profundo de tu subconsciente.
Como hiciera no haca mucho tiempo, Marc volvi a tomar a Mara entre sus brazos.
Esta vez no intent sorprenderla, sino que acerc su rostro al de ella lentamente,
mirndola al mismo tiempo fijamente a los ojos.
Marc temi que la muchacha se retirara, pero no lo hizo. Incluso crey descubrir en
su mirada cierta ansiedad. La bes primero con suavidad, para luego poner en el
beso toda la pasin que la bella grhalladahna haba despertado en su ser,
estrechndola con fuerza, casi dejndola sin respiracin.
Mara no tard en iniciar una tmida correspondencia a la caricia. Marc not en ella la
ms absoluta inexperiencia. Se pregunt si el acondicionamiento que sufran las
parejas grhalladahnas inclua tambin algo del arte de saber amar.
Cuando ambos se separaron, Marc pregunt:
No te creer si me dices que no has sentido nada.
He notado en tus labios lo que en cualquier muchacha terrestre percibira.
Mara aspir aire. Se compuso sus cabellos. Pareca confusa, como si no
consiguiera darse ella misma una explicacin razonable de por qu se haba dejado
besar por el terrestre.
Ser mejor que regresemos. El Supremo desea darte unas instrucciones antes de
tu partida y ofrecerte unos regalos para las autoridades de la Tierra.
S, unas cuentas de colores para deslumbramos.
Qu dices?
Nada. A veces olvido que no conoces nuestra historia. Cuando mis antepasados
llegaron a un continente llamado Amrica, regalaron a los nativos cristalitos y cosas
sin valor.
Se alejaron del mirador y entraron en uno de los pasillos con cinta deslizante.

Estaremos en unos segundos en la sala del Consejo.


Por mil cohetes! grit Marc. Unos grhalladahnos que iban en la cinta unos
metros ms atrs alzaron sus miradas asombrados. Pienso que t no me
entenders nunca.
Ests muy raro, Marc.
Es posible.
Tal vez no ests recuperado totalmente. Deber decide al Supremo que la
mquina mdica te inspeccione otra vez.
Me encuentro muy bien, no te preocupes.
Entonces, qu te ocurre?
Marc apret los labios. Estaban llegando ante la entrada de la sala de mando. Slo
tena el tiempo justo para decir:
Pero es que no has adivinado que te amo? S, parecer estpido, pero as es.
Fuiste t lo primero que vi cuando volv a la vida y entonces me pareciste un ngel.
Ahora eres la mujer con quien siempre so y debo conformarme con dejarte
marchar a tu estrella, a millones de aos luz sonri con despecho y aadi: Y no
tengo la menor esperanza de despertar en tu insensible corazn el ms mnimo
sentimiento hacia m. No puedo luchar contra cientos de generaciones sin amor de
tu civilizacin.
Mara abri la boca para decir algo, pero la cerr sin emitir palabra. Ya estaban ante
la seal que indicaba donde se les abrira la puerta que comunicaba con la sala del
Consejo. Marc se adelant a Mara y fue l quien la abri.
Es asombroso cmo has podido aprender tan pronto dijo Mara sorprendida.
Mahdral me ense cmo hacerlo sonri Marc amargamente. Es una lstima
que a ti te cueste tanto aprender otras cosas.
Pero ya estaban dentro de la sala del Consejo y el Supremo les miraba. Junto a l,
Mahdral permaneca impasible.
Acrquese, terrestre dijo el Supremo. Estaba junto a una mesa sobre la que
descansaban unos objetos.
Marc se aproxim a la mesa y los mir curioso.
Todo esto deseo que sea entregado a los lderes de su mundo. Si ellos dudaran
de sus palabras, necesitar pruebas para convencerlos. Hemos escrito unas
instrucciones en su idioma para que las comprendan. Hay una grabadora-visora que
les explicar todo cuanto sabemos de los varvols, el punto exacto donde aparecer
en este sistema y cmo deben intentar destruir su nave insignia. Tambin lleva una
pistola de energa y planos para dar una mayor aceleracin a sus proyectiles
atmicos de combate. Existen otras cosas, como medicinas que los mdicos
terrestres agradecern.
Marc asinti en silencio. No tena el menor deseo de hablar. El momento de su
partida estaba prximo y pronto dejara de ver para siempre a Mara.
Dgame cmo le ha ido su entrevista con los tripulantes pidi el Supremo. Le
ayudarn a manejar su nave?
No puedo confiar en ellos respondi Marc distrado. Tendr que encerrarlos
en la bodega, junto con las riquezas por las que me quisieron matar.
Bien. Eso no ser un problema. Usted apenas necesitar de ellos para llevar su
nave. Nuestro rayo impulsor le dejar en rbita lunar.
Cundo es la partida?
Ya puede ser. Dir que conduzcan a los hombres a su nave y los encierren en
donde usted dijo. De acuerdo?

Un grhalladahno se acerc y coloc los objetos en una caja metlica que flot en el
aire. Entonces unos siseos se escucharon en la sala. Marc comprendi que alguien,
desde algn punto de la nave, estaba transmitiendo al Supremo un mensaje. Marc
vio la cara de asombro primero en el Supremo y luego una rabia infinita.
Dirigindose a Marc, el Supremo le dijo iracundo:
Sus hombres han intentado escapar, Marc. Al parecer encontraron la onda mental
adecuada para abrir las paredes. Pero cometieron el grave error de entrar en la salaprisin del varvol.
Esos estpidos se habrn llevado un buen susto al verlo dijo Marc. Me alegro.
Se lo merecan.
No se alegre. La visin de la jaula estaba opacada y no saban lo que haba
dentro. Creo que dieron con el abridor manual y el varvol escap.
7
Llegaron hasta la puerta de acero que cerraba la entrada a la sala-prisin del varvol.
Hasta una docena de hombres armados con relucientes corazas de metal negro
estaban apostados ante ella y armados con artilugios desconocidos para Marc, pero
tremendamente amenazadores de aspecto.
El Supremo pregunt al oficial de guardia al mando del destacamento por la
situacin.
Podemos ver lo que ocurre ah dentro, Supremo respondi el oficial. Hizo una
seal a uno de sus hombres, que se acerc portando un rectngulo metlico que
flotaba a unos treinta centmetros del suelo.
Era una pantalla visora. Despus de unos ajustes, el oficial consigui fijar la imagen
y todos pudieron ver lo que suceda al otro lado del muro de acero.
Los terrestres no acertaron a encontrar la abertura que conduce al pasillo y s la
que les ha llevado hasta donde est el varvol explic el oficial.
Marc mir a la pantalla y cerr rpidamente los ojos. Reprimiendo su horror, los abri
y vio que el varvol, fuera de su jaula, tena aprisionado entre sus tentculos a uno de
los terrestres. Lo identific como a Mortimer. Ya estaba muerto. Su cuerpo apareca
flccido, como si careciese de huesos, y la piel terriblemente griscea.
Los dems tripulantes estaban apretujados contra un rincn de la estancia,
temblando de miedo. Parecan estar a punto de desmayarse. Marc vio que movan
todos la boca. Aunque no les llegaba el sonido, era indudable que pedan socorro.
Qu hace el varvol? pregunt Marc a Mara y mirando por encima del hombro
del Supremo la pantalla. Es carnvoro?
No. Slo le interesa el calcio. Con sus tentculos puede absorberlo en pocos
minutos respondi la muchacha. Mira el suelo.
Marc observ que el suelo que rodeaba al varvol estaba impregnado de una
sustancia sucia y pegajosa.
Al tiempo que absorbe el calcio de ese terrestre, expulsa los componentes
impuros de los huesos. Lo realiza por varios de sus tentculos. Esa masa viscosa es
terriblemente venenosa. Comprendes ahora por qu es imposible un entendimiento
con esa raza?
El terrestre asinti. Apart la vista de la pantalla.
El varvol segua distrado con los restos de Mortimer. Pronto se dirigira hacia los
dems si antes no hacan algo para impedirlo.
Es que no piensan actuar? grit Marc.

Los grhalladhanos se volvie.ron para mirarle con gesto hurao.


Mahdral respondi de mal talante:
Sus compaeros, terrestre, se lo han buscado. No debieron intentar huir.
Ellos ignoraban que el varvol pudiera ser tan peligroso.
El Consejero neg con la cabeza.
No sea tan necio. Ellos lo liberaron con el propsito de crear dificultades y
conseguir huir. Se lo tienen merecido.
No es justo mascull Marc, tomando al Consejero por la pechera de su
metalizado vestido. No pueden consentir que mis compaeros mueran a manos
de esa cosa repugnante.
Mahdral le mir irnico.
A ustedes no hay quien les entienda dijo. Se interesa por ellos cuando
quisieron matarle en aquel planeta?
Dos soldados tornaron a Marc por los brazos y le apartaron de Mahdral.
Es distinto. Su accin no les hace merecedores a que mueran de forma tan
horrible.
El Supremo se abri paso y, enfrentndose con Marc, dijo:
La verdad es que nada podemos hacer, terrestre.
Tuvimos mucho trabajo para poder coger prisionero a ese varvol. Ahora slo
conseguiremos reducirlo si inyectamos en la sala un gas que lo adormecer.
Qu esperan? El varvol se lanzar de un momento a otro contra esos
desdichados.
Lo estn preparando. Pero existe el inconveniente de que ese tipo de gas es el
nico que puede dormir al varvol y al mismo tiempo es mortal para el ser humano.
No existe remedio para salvar a quien lo aspira, aunque sean unos segundos.
Pero de todas formas morirn...
S, pero les evitaremos sufrimientos aadi Mahdral. Es mejor morir as que
entre los tentculos del varvol.
Marc mir atnito a los grhalladhanos. No quera dar crdito a lo que estaba
escuchando.
Tiene que existir otra solucin. Alguien puede entrar ah y matar al varvol con una
de esas armas. Es lo ms sencillo.
El Supremo se sonri.
Desconoce por entero las posibilidades del varvol.
Puede proyectar con violencia contra una persona, a travs de los tentculos, sus
excrementos y destruirIa seal el equipo militar de los soldados, aadiendo:
Estas corazas apenas resisten ese fuerte cido. Comprender que no puedo exigir a
uno de estos hombres que se arriesgue para salvar a unos... seres de otro planeta
cuando las posibilidades de xito son mnimas. Considero que el porcentaje de salir
airoso se reduce a...
Al diablo con sus probabilidades y estadsticas!... grit Marc. Es que ha
desaparecido el valor entre ustedes?
Serenndose, viendo cmo el varvol pareca estar terminando de dar buena cuenta
del pobre Mortimer, Marc dijo:
Yo entrar. Denme una de esas armas y dgame dnde tengo que apretar para
matar a esa fiera les mir a todos de hito en hito. A menos que prefieran
conservar viva esa pesadilla a cambio de la vida de cinco seres humanos.
Mahdral dirigi una mirada interrogadora al Supremo.

La mxima autoridad de la nave parpade. Quiz en toda su vida de dirigente se


haba encontrado ante semejante situacin pocas veces y necesitaba algn tiempo
para decidir. Dijo:
Usted debe regresar con los suyos para advertirIes...
Ahora cuentan esos hombres. Adems, pocas posibilidades son las que
tendremos de salir victoriosos contra los varvols. O es que, tampoco entra en sus
condenados clculos que yo muera antes de avisar a los mos, para que stos
distraigan a los varvols en su beneficio? Me parece que ustedes, pese a su
avanzada tecnologa, carecen de muchas otras cosas que a nosotros nos sobran.
Denme un arma!
Est bien asinti el Supremo. Pero debemos darle las mayores garantas
posibles de salvacin.
Hizo una indicacin al oficial. Uno de los soldados se despoj de su armadura y
otros dos ayudaron a Marc a colocrsela, mientras Mahdral le tenda una de las
armas y le explicaba:
Slo tiene que apretar esa hendidura que ve aqu.
Mientras la oprima, por el can saldr un haz de energa del grueso de un cabello.
Debe apuntar al centro del cuerpo del varvol, que es donde tiene su cerebro.
Procure no tocarlo con las manos. Todo l est impregnado de excrementos y un
contacto prolongado destruira la coraza primero y luego a usted.
Marc se detuvo slo unos segundos para mirar a Mara. La muchacha estaba
preocupada. Aquello complaci a Marc. Y todava ms al descubrir en los bellos ojos
de la muchacha un silencioso deseo de que saliera con bien de la descabellada
empresa.
Los soldados abrieron la puerta de acero y Marc escuch que Mahdral le gritaba:
Adentro! Cerraremos en seguida la puerta.
Marc no vacil y franque el umbral. Rpidamente, la puerta se cerr tras l.
El Supremo volvi su atencin a la pantalla. En ella podan ver cmo Marc,
empuando el arma, se enfrentaba al varvol.
Decididamente, no comprendo a estos seres dijo el Supremo. Si los registros
que efectuamos en la mente del llamado Marc Alevin no nos hubieran indicado que
estaba sana, creera que est loco. Por qu arriesgarse cuando lo ms seguro es
que el varvol le mate?
Mara le mir. Con aplomo, respondi:
Quiz yo soy la nica persona entre nosotros que empieza a comprender los
sentimientos del terrestre.
El Supremo estuvo tentado de ordenarle que aclarase las palabras, pero lo que
suceda en la sala-prisin del varvol requera ahora la mxima atencin.
Marc nunca se sinti posedo de un pnico semejante en su vida, como el que
estaba experimentando entonces. Ni incluso cuando crey morir abandonado en
Plutn haba estado tan asustado.
La visin del varvol era horripilante, capaz de enloquecer a un ser humano. Not que
el monstruo haba descubierto su presencia en la sala y los hmedos tentculos
dejaron caer al suelo impregnado de excrementos lo que quedaba de Mortimer.
Marc aprest el arma. Al fondo, sus hombres se movieron del rincn. En sus ojos
volva a brillar la esperanza.
El varvol avanz deslizndose hacia Marc, el cual retrocedi vivamente al ver que
haba estado a punto de poner su pie derecho sobre la masa gelatinosa que
despeda el monstruo y que iba cubriendo el suelo.

El engendro extragalctico se movi con una rapidez tan grande que estuvo a punto
de sorprender a Marc. Uno de los tentculos restall en el aire, a menos de diez
centmetros de la cabeza del terrestre. Unas gotas negruzcas cayeron sobre el brazo
cubierto de metal negro y Marc vio con horror cmo ste burbujeaba. Pero por
fortuna no lleg a tomar contacto con su piel.
Marc esquiv como pudo la serie de latigazos tentaculares del varvol. No poda
quedarse quieto un segundo para apuntar. Su espalda toc el muro y corri para
salir de aquella encerrona. Patinando sobre el pulposo cuerpo, el monstruo le
persigui.
Marc comprendi que su error haba sido suponer que el varvol, debido a su aspecto
de pesadilla, era un ser irracional y no un representante de una raza ms avanzada
que la suya misma, y que adems contaba con unos elementos de destruccin
naturales infinitamente superiores.
Todo esto lo comprendi cuando comprob que no poda salir del rincn de la
habitacin, frente adonde los tripulantes gimoteaban de miedo y ansiaban que l
saliera triunfante.
El varvol empujaba al humano hasta el sitio que a l le convena para destruirlo.
Marc sud y decidi que haba llegado el momento de jugarse el todo por el todo.
El monstruo avanzaba hacia l extendiendo cuanto poda sus pringosos tentculos
para evitar la huida. Marc se dej caer al suelo y rod unos metros. Escuch el
inhumano aullido de frustracin lanzado por el varvol, que giraba sobre su grasienta
masa corporal para dirigirse contra l de nuevo.
Entonces Marc apret el disparador en el preciso instante en que los tentculos le
dejaron ver un espacio suficiente para dirigir contra l el disparo de su arma, en
donde supona que tena el cerebro.
Puls el disparador durante varios segundos, mirando con horror cmo el varvol no
se detena en su marcha y apenas estaba a dos metros. Los tentculos cruzaban el
aire delante de su rostro amenazadoramente.
Marc crey llegado el fin y cerr los ojos. Los abri cuando escuch un seco ruido.
Vio al varvol caer pesadamente a sus pies.
Se levant. Estaba agotado, con los nervios destrozados. Los tripulantes se
acercaron a l lentamente, como si temieran que la endiablada criatura pudiera
levantarse y atacarles.
Garca se puso delante de l, pero sin atreverse a mirarle a los ojos.
No sabemos cmo darle las gracias, capitn. Por qu lo hizo?
Marc les mir primero con ira, pero se senta tan cansado que no encontr energas
para gritarles que estaba harto de ellos y que de buena gana hubiera de jado que el
varvol acabara con todos.
Al parecer era mi obligacin; no la de esos hombres. Vamos.
Le siguieron hasta la puerta de acero, que ya se haba abierto para ellos. Marc se
dej despojar de la armadura por los soldados. Dijo al Supremo:
Creo que ya tengo tripulacin.
Confiar en ellos? pregunt recelosamente el Supremo, mientras miraba a los
tripulantes.
S.
Puede volver a equivocarse.
No, esta vez ya no me equivocar.
Garca se apresur a decir:
Haremos lo que usted nos ordene, capitn. Puede fiarse de nosotros.

S, demonios apostill Carreira. Y quien vuelva a decir otra tontera se las


entender conmigo.
El Supremo sonri.
Sorprendente... dijo. A mi regreso a Grhalladah tendr oportunidad de
asombrar a mis compatriotas relatndoles esta aventura. En ella me he topado con
una de las ms singulares razas del Cosmos.
Marc no respondi. Sus ojos se posaron en los de Mara, que estaba a su lado.
Sinti la mano de la muchacha y la suya la estrech con fuerza. Nadie se percat de
aquello y Marc not que su cansancio desapareca.
Su nave est lista, Marc Alevin dijo el Supremo.
Le recomiendo que parta cuanto antes.
S, lo har. Se volvi a sus hombres, preguntndoles: Y ustedes? Sepan que
tenemos una importante misin que cumplir. De nosotros depender que la Tierra y
los dems planetas se apresten a la defensa.
Los cinco tripulantes asintieron en silencio.
* * *
Desde la compuerta, Elas hizo una seal a Marc para indicarle que todo estaba
dispuesto para la partida.
El terrestre se volvi hacia el comit de despedida, formado por todo el Consejo de
la nave grhalladahna y Mara.
Marc trag saliva y, dirigindose al Supremo, dijo:
Seor, por el simple hecho de haberme salvado la vida debo estarle agradecido,
pero la suerte de todos mis compatriotas me obliga a censurarle su proceder. Ignoro
el grado de disciplina a que las naves grhalladhanas estn sometidas, pero estoy
seguro que un capitn del espacio de la Tierra no dudara en faltar a las rdenes
superiores por intentar ayudar a una raza que encontrase en su ruta y precisase
ayuda.
Frunciendo el entrecejo, el Supremo inquiri:
Qu insina?
Estoy convencido que esta nave podra vencer a la varvol que lleva el arma-queapaga-Ios-soles. Con la ayuda de la Armada Terrestre podra intentarlo.
El silencio se hizo tenso en el hangar. Los Consejeros miraban a su jefe,
asombrados ante la audacia del terrestre al dirigirse con tanto atrevimiento al primer
mandatario de la nave.
Eso hara usted en mi lugar? pregunt el Supremo.
S, puede estar seguro. No me cree?
Si no hubiera arriesgado usted su vida por salvar la de unos hombres que no
merecan tal accin, no. Ahora debo creerlo.
Marc saba que estaba jugando su ltima baza. Tena pocas esperanzas de alcanzar
su objetivo, pero deba intentarlo.
Qu har usted entonces? pregunt.
Lo siento. Debo regresar a los mundos de la Liga. Es el procedimiento correcto en
este caso.
Gracias de todas formas, Supremo dijo Marc, secamente.
Usted s puede salvarse si lo desea, Marc ofreci el Supremo.
Marc temi que ste hubiera adivinado sus sentimientos hacia la Coordinadora y tal
vez incluso intua que los de la muchacha hacia el terrestre eran similares, algo poco

corriente entre las mujeres de su raza, pero que algunas veces suceda. O tal vez
estaba sometindole a una extraa prueba final.
El Supremo aadi:
Le ofrezco venirse a Grhalladah con nosotros. Sus hombres pueden regresar a la
Tierra.
Marc sinti sobre s la mirada de Mara, esperando de l una respuesta afirmativa.
Sin dejar de mirarla, dijo:
No puedo aceptar. Debo avisar a mis compatriotas.
Recuerde que las posibilidades de vencer a los varvols son casi inexistentes dijo
el Supremo. Su sacrificio ser estril.
Debemos jugar esa probabilidad entre un milln replic Marc entre dientes. A
Mara, le dijo: Adis. Siento tener que despedirme de ti dicindote adis, pero es la
realidad. Nos hemos conocido pocas horas, pero las suficientes para que me haya
enamorado de ti como un colegial. Quiz t comiences a sentir hacia m algo
parecido. Estando a mi lado hubieras experimentado sensaciones inditas en casi
todas las mujeres de tu pueblo. Lo siento por nosotros dos.
Marc... empez a decir la muchacha; pero call al no saber qu ms decir.
Djalo. Pronto millones de aos luz nos separarn sonri Marc con tristeza.
Nunca unos enamorados se sintieron tan alejados el uno del otro como nosotros lo
estaremos.
Marc tom las manos de Mara y las bes. Luego dio media vuelta y corri hacia el
Star, cerrando tras s la compuerta sin querer dirigir una ltima mirada a la
muchacha.
El Supremo indic a los miembros del Consejo y a Mara que se retirasen del
hangar, diciendo:
En conjunto es notable esa raza predestinada a morir bajo el poder destructor y
loco de los varvols. Lstima que sea as!
Minutos despus, la gran esclusa del hangar, cuando el aire se hubo retirado, se
abri y Marc recibi la seal luminosa que le permita encender los motores.
Siguiendo las instrucciones recibidas, situ su nave a unos centenares de metros de
la grhalladahna y esper.
El y sus hombres sintieron la vibracin que sufri el Star al recibir el rayo impulsor.
Conectando la pantalla de popa, Marc vio desaparecer en segundos la esfrica nave
dorada de la Liga.
A la velocidad que viajaban, en pocas horas estaran en rbita lunar.
Marc cerr los ojos. Ahora tena que enfrentarse con lo peor.
Iba a comenzar la lucha a muerte contra los varvols.
8
El Almirante Toho mir a sus comandantes de navo, uno por uno. Haba terminado
de darles las ltimas instrucciones. Ahora slo poda decirles:
Caballeros, les deseo suerte; la necesitarn.
Los comandantes saludaron y salieron de la sala de reuniones.
Marc se dirigi a la salida, pero la voz del Almirante le detuvo.
Un momento, comandante Alevin. Deseo hablarle a solas.
Marc esper a que el ltimo de sus compaeros saliera y entonces se acerc a la
mesa. Detrs de sta, el Almirante Toho pareca insignificante dentro de su armadura

de guerra. Su pequeo crneo pareca ridculo al girar en el interior del crculo


metlico que deba soportar el casco espacial.
Dentro de unos instantes vamos a enfrentamos con la triste realidad, Marc.
Seguramente no volveremos a vemos y deseo pedirle disculpas antes que usted
salga de esta nave para reintegrarse al mando de su crucero.
Disculpas, seor? pregunt Marc, sorprendido.
S. Cuando usted lleg a la Tierra" con las funestas noticias, yo fui el primero en
no darle crdito. Necesit ver las maravillas que los grhalladahnos le dieron. Slo
cuando vi el funcionamiento de esas pequeas mquinas maravillosas pens que
usted deca la verdad, que haba convivido con seres ms adelantados que
nosotros, y que la amenaza que se cierne sobre nosotros es tristemente cierta. Le
ruego que me perdone, comandante.
No, Almirante. No es preciso. Yo, en su lugar, hubiera obrado con idntica
incredulidad. Todo es demasiado fantstico.
Dgame, comandante, por qu insisti usted tanto en llevar a la nave que se le
asign a sus antiguos tripulantes?
ElIos me lo pidieron.
Toho sonri con cierta amargura.
Es curioso. Encontraron el fabuloso tesoro del Aurora que les hubiera hecho
ricos para toda la vida cuando quiz las riquezas no sirvan para nada en estos
planetas dentro de unas horas. Pensaron eso usted y los dems cuando se
ofrecieron voluntarios para combatir a los varvols?
Marc necesit unos instantes para responder:
Es difcil explicar lo que uno siente en estos momentos.
Lstima que uno de sus compaeros muriera a manos del varvol prisionero de los
grhalladahnos cuando ste escap. Los hombres de la Liga debieron agradecerles
sin duda que usted matara a ese monstruo. Ojal la Tierra tenga oportunidad de
recompensarles como se merecen.
Estoy seguro que mis hombres slo se limitan a cumplir con su deber, al igual que
yo.
Puede retirarse, comandante dijo Toho, levantndose y estrechndole la mano
. Celebro haberle conocido. Ser para m un honor que me considere su amigo.
El honor lo es para m que usted desee serlo, seor. Marc salud y sali. En el
pasillo le esperaba Elas, que le entreg el casco espacial. Pregunt mientras se
dirigan a la esclusa:
Por qu le retuvo el Almirante, seor?
Quiso darme las gracias. Y a ustedes tambin.
A nosotros? Por qu?
Para l somos unos hroes mascull Marc.
Elas no respondi. El saba que Marc haba ocultado parte de la verdad de lo
sucedido desde que encontraron el tesoro del Aurora en Plutn. Todo lo referente
al intento de asesinato y robo no era conocido por las autoridades terrestres.
Marc haba silenciado los hechos criminales y hasta el momento no estaba
arrepentido de su proceder. Mortimer haba sido el mximo culpable, el instigador, y
ya haba pagado sus culpas bajo las repelentes garras tentaculares del varvol.
En el compartimiento estanco se colocaron los cascos y salieron al espacio,
abordando una fala que en unos minutos les llev hasta el crucero Orin, al
mando de Marc.
La Armada Terrestre estaba situada a pocos centenares de millas del punto, indicado
por los grhalladahnos, que tomaran los varvols para emerger del hiperespacio.

Segn los planes, los terrestres apenas tendran unos minutos para dirigir contra las
naves varvols sus proyectiles atmicos si queran triunfar.
Si durante la primera andanada la nave insignia no resultaba destruida, todo el plan
se vendra abajo. Los varvols slo precisaban de unos minutos para disponer su
arma-que-apaga-los-soles y dispararla contra el Sol. Luego, despus de esto, sera
intil luchar, intentar vengar la muerte del sistema planetario. Los varvols huiran en
pocos segundos, una vez cumplida su misin.
Llegaron al crucero Orin y Marc se dirigi a la cabina de mando. All estaba
Carreira, que haca las funciones de lugarteniente. Marc haba logrado acoplar a los
cinco antiguos tripulantes del Star en diversos puestos de confianza.
Carreira fue en tiempos un buen oficial de la Armada y lo destin a aquel puesto de
responsabilidad. El resto de la dotacin eran militares y civiles, reunidos
apresuradamente.
La Tierra haba realizado un gran esfuerzo al reunir una potente flota espacial. Al
principio nadie crea que en poco ms de una semana, mil naves, la mayora de
ellas de tipo comercial armadas apresuradamente, pudieran encontrarse dispuestas
para luchar contra la amenaza varvol.
Pero se haba hecho.
Mil naves de todo tipo y edad aguardaban al enemigo.
No se haba podido ser muy escrupuloso en la eleccin de las tripulaciones. Se tuvo
que echar mano de pilotos y navegadores civiles para poder ponerlas en el espacio.
Todos los capitanes del espacio que se pudieron encontrar se militarizaron.
La Tierra apenas si contaba con un par de cientos de cruceros y otras naves ligeras
de combate. La guerra en el espacio era algo casi desconocido por la Humanidad. Si
hasta entonces todo el mundo se congratulaba por carecer de antecedentes al
respecto, ahora nadie se jactaba de ello.
Las armas que posea la Armada Terrestre, slo haban sido probadas a ttulo
experimental. Nada se saba de su efecto en un combate real y mucho menos ante
un enemigo poseedor de una mayor tcnica.
Carreira present a Marc los datos con la situacin del crucero. Todo estaba
dispuesto para el combate.
Marc despleg un mapa estelar. Mil puntitos rojos sealaban la posicin de las
naves, que formaban un semicrculo que intentara encerrar con su fuego a la flota
enemiga cuando sta hiciera su aparicin.
Recibiremos la orden del almirante Toho de disparar. Lanzaremos primeramente,
como est previsto, diez proyectiles de cinco megatones, calculados para hacer
explosin en un rea no mayor de dos millones de kilmetros cbicos.
Qu se sabe de la resistencia de las naves enemigas para soportar las
explosiones nucleares? pregunt Carreira.
Marc torci el gesto.
Apenas nada replic. Ni los grhalladahnos pudieron informamos
detalladamente al respecto. Al parecer usan escudo de fuerza. Si los hombres de la
Liga hubieran sabido que son vulnerables, creo que se hubieran decidido a quedarse
para ayudamos.
Debieron hacerlo, los muy perros gru Carreira.
No los culpe. No son como nosotros; no pueden pensar igual. Ellos crean
decentemente que obraban bien. Pero dejemos esto, que ya no tiene remedio.
Ocupmonos ahora de la batalla.
Se haba calculado, segn los informes suministrados por los registros de los
grhalladahnos, que los varvols haran su aparicin dentro de una hora. Algunas

naves an marchaban a tomar sus posiciones. Pero para entonces ya todo estara
dispuesto.
Si de la primera andanada no logramos destruir la nave portadora del arma-queapaga-los-soles, entonces pasaremos a la segunda fase del plan. Cada unidad
deber actuar por su cuenta, intentar cubrir el objetivo principal: eliminar a la nave
insignia varvol. Luego, que Dios se apiade de todos nosotros.
Ser difcil que escapen de la primera andanada, seor. Ms de cincuenta mil
megatones desencadenarn su poder destructor en un rea relativamente pequea.
No quedar un metro cuadrado por cubrir.
Pero debemos tener en cuenta que muchos torpedos no estallarn, otros variarn
su rumbo y la mayora tal vez colisionen con otros muchos antes de llegar al rea
elegida. Adems, cabe la posibilidad de que la coraza de las naves varvols resista
una explosin atmica que ocurra a relativa distancia.
Carreira frunci el ceo.
Vamos, que ser una suerte si logramos araarlos al menos.
Marc asinti.
Ms o menos. Los grhalladahnos tenan muy pocas esperanzas de que nosotros
logremos salir victoriosos.
Pero al menos se intentar, no, comandante?
S, por nosotros no quedar. Me pregunto si...
Qu, comandante?
Nada. Me gustara saber si la nave de Grhalladah ha llegado ya a su planeta. Es
seguro que s.
Carreira le mir extraado. Notaba algo raro en su jefe. Se dijo que era lgico que le
encontrase algo diferente cuando estaban a punto de entrar en la batalla ms
decisiva de la historia de la Humanidad. Pregunt:
Puedo retirarme? Quisiera revistar las salas de proyectiles cuanto antes.
Regresar en seguida, seor.
Con ellos estaban en la sala tres hombres, encargados de las comunicaciones
interiores y de establecer contacto con la nave del Almirante Toho. Marc agradeci a
Carreira que le dejara prcticamente solo. Los dems hombres estaban al fondo de
la cabina y no le interrumpiran en sus pensamientos.
Pens en Mara. Pensaba mucho en ella. En realidad, ni un minuto haba dejado de
rememorar la bella imagen de la muchacha, su encantador rostro y el agradable
calor de los labios que l bes en dos ocasiones.
Le hubiera gustado saber si ella haba pensado en l alguna vez desde que se alej
del sistema rumbo a su lejana patria.
Se dijo que era un estpido. Mara perteneca a una raza muy superior a la suya, tal
vez con otra clase de defectos, pero infinitamente ms avanzada, tan distante de la
que l perteneca como ellos lo estaban de los bosquimanos que an vivan en la
Tierra. Pens que l nunca llegara a casarse con una salvaje, ms cercana a los
simios que a los humanos, sucia y maloliente. Entonces, por qu razn Mara tena
que hacerle caso a l?
En seguida trat de corregirse. La comparacin era demasiado desorbitada. El
hombre posee ciertas escalas culturales que una vez superadas las ms inferiores,
la diferencia con las restantes superiores no son tan ostensibles.
Marc se dijo que l no ola como un bosquimano y sus pensamientos espirituales
podan estar al nivel de los compatriotas de Mara. Record con amargura que los
grhalladahnos, a cambio de haber logrado una tcnica envidiable y haber alcanzado

las estrellas, haban perdido algo maravilloso, casi irremplazable por otras
sensaciones ms o menos exticas: el amor.
En tal aspecto eran unos desdichados. Quiz la Humanidad, pese a la prevencin
que le hiciera el Supremo para que no cayeran en la tentacin de desterrar el amor,
irrecuperable luego, cometieron el mismo error.
Marc sac un cigarrillo y se lo llev a los labios.
Mir los grficos de situacin. Su crucero permaneca en el sitio establecido
previamente. Era uno de los primeros en lnea. Sus proyectiles llegaran antes que
otros a las naves de Varvol. Ojal fueran stos los que acertaran, los que conjuraran
el peligro. Si lograban vencer a los varvols, entonces los grhalladahnos, cansados de
esperarlos en sus mundos, regresaran a la Tierra para averiguar qu haba pasado.
Y tal vez con ellos retornara Mara. Y tal vez...
Marc movi la cabeza. Consult su reloj. Se asombr al ver que haba pasado cerca
de una hora. Ni se haba dado cuenta que Carreira haba regresado. Estaba sen tado
en el otro silln, a su lado, y Marc vio que le miraba de vez en cuando de soslayo,
con una mirada de preocupacin, tal vez motivada por la actitud anormal de su jefe.
An tena el cigarrillo apagado en la comisura de sus labios. Sonriendo, Marc fue a
encenderlo cuando las luces rojas de alarma se encendieron.
La voz del Almirante Toho conmocion a todos cuando dijo, trmulo de nerviosismo:
Ha sido detectada la primera nave varvol. Apareci en el punto previsto. En
cualquier momento pueden surgir las dems. Estn atentos a mi voz. No demoren el
disparo de los proyectiles.
Carreira puls la sirena de zafarrancho. El momento haba llegado, mucho antes de
lo que todos pensaban.
9
Los instantes eran cruciales.
Marc poda suponer, sin lugar a equivocarse, que los nervios de los cien mil hombres
que tripulaban las naves de la Armada estaban a flor de piel, a punto de estallar.
Tom el micrfono a travs del cual tena que dar la orden de fuego a los servidores
de los proyectiles cuando l recibiese el aviso del Almirante Toho. Despus de
aquello, cada unidad combatiente tendra plena libertad para actuar segn el criterio
de su comandante, a no ser que desde la nave insignia se ordenase lo contrario.
Marc tom el telescopio y lo enfoc hacia el lugar fijado. Efectivamente, un puntito
resplandeciente al sol haba aparecido, como surgido de la nada.
Apenas tuvo Marc oportunidad de estudiarlo cuando docenas de otros puntos se
unieron al primero, formando una constelacin luminosa. Y en medio de tal, un punto
mayor que los dems, atrajo su atencin.
Como un estallido en su cerebro, la voz del Almirante Toho tron en la estancia,
gritando:
Fuego!
Marc repiti la orden por el micrfono. Y esper. De las mil naves, los proyectiles
atmicos partieron relampagueantes. De haber existido aire, el ruido hubiera sido
atronador.
Eran diez mil mensajeros de muerte los que volaban contra el ncleo de naves
varvols, diez mil esperanzas terrestres. Diez mil ruegos y plegarias pronunciadas en
mil credos.

Atencin, sala de mquinas; pongan en funcionamiento todas las toberas. Tomen


el rumbo prefijado dijo Marc por el micrfono.
Tenan instrucciones de mover las naves tan pronto partieran los primeros
proyectiles contra el enemigo. Entonces deban acercarse lo ms posible a stos,
marchar detrs de las bombas nucleares, tomar nuevas posiciones para el caso que
el ataque no tuviese el xito deseado. A partir de entonces, la iniciativa de cada
comandante de unidad sera primordial.
Los proyectiles necesitaron cerca de cinco minutos en recorrer los cincuenta mil
kilmetros que los separaban de los varvols. Eran mucho ms veloces que las
naves, de un nuevo diseo al que se haba acoplado unos propulsores de reciente
invencin.
Cuatro minutos para la toma de contacto anunci Carreira.
Marc sinti las respiraciones entrecortadas de los hombres que estaban con l en la
sala de mando.
Avante dijo a los servidores de la sala de mquinas, como an se la segua
llamando en homenaje a los viejos tiempos.
Casi al mismo tiempo las mil naves se pusieron en movimiento, rodeando al
enemigo.
Marc ech otra mirada por el telescopio. Los varvols seguan manteniendo sus
posiciones. Los grhalladahnos les haban asegurado que una salida del hiperespacio
requera un posterior lapso de inmovilidad para reacondicionar el mecanismo
interno.
Las fuerzas espaciales terrestres parecan no haber perdido el tiempo y todo
indicaba que se sorprendera al enemigo.
Tres minutos anunciaba Carreira.
Pero los varvols podan moverse por el espacio normal a una velocidad an mayor
que la de los proyectiles y burlarse de ellos. Pero los terrestres, guiados nicamente
por sus propios conocimientos, haban ideado un plan en el que tenan depositada
su esperanza. Los proyectiles carecan de componentes metlicos. Todas sus partes
vitales haban sido sustituidas por el vidrio, cermica y madera.
Si los varvols basaban su sistema de deteccin en la localizacin de metales, no se
daran cuenta de lo que se les vena encima hasta que ya fuera demasiado tarde.
Dos minutos dijo Carreira en un hilo de voz. Ciento veinte segundos quedaban
para que los proyectiles ms avanzados llegaran al punto donde deban hacer
explosin. Luego, en una cadena interrumpida, los dems seguiran el mismo
camino.
Marc se asombr al comprobar lo rpidamente que pareca transcurrir el tiempo
cuando tantas cosas trascendentales dependan de l.
Contacto esta vez apenas se pudo escuchar la voz de Carreira.
Inmediatamente, Marc vio por el telescopio encenderse en el negro espacio un
ramillete de fuego multicolor.
Se mordi los labios. Los proyectiles estallaban a corta distancia de las primeras
naves varvols, pero demasiado alejados para producir un efecto concluyente en la
nave capitana.
En una sucesin interrumpida, los dems fueron explotando. Marc aument la
potencia de las lentes y sinti la efmera alegra de ver cmo varias naves enemigas
se consuman dentro de la hoguera atmica.
Entonces ocurri lo que tanto haban estado temiendo todos.
Como una sola, las dems naves se pusieron en movimiento al unsono y se
alejaron del punto fatdico para ellas de reunin de los proyectiles.

Aumenten la potencia de los tubos grit Marc por el micrfono. Vamos a por
ellos. Sala de proyectiles, dispongan otra andanada.
Cual una jaura de perros rabiosos y desesperados, las naves terrestres se lanzaron
contra los varvols. Los ltimos proyectiles estallaban inofensivamente,
consumindose los pequeos restos de esperanza de los hombres de la Tierra.
Carreira se volvi para decir a su comandante:
Todo se ha acabado.
No todo an mascull Marc. An tienen que destruimos a nosotros primero
esos monstruos, para que puedan aniquilar nuestro Sol.
Entonces comenz la verdadera batalla.
Las naves varvols, de aspecto opaco y arcnido, se movieron, empero, grcilmente
en el espacio, envolviendo a la de mayor tamao, la capitana, dispuestas a
defenderla, a darle el tiempo preciso para que dispusiera su arma-que-apaga-lossoles.
La defensa que iban a disponer iba a suponer el primer aviso a los terrestres de que
lo que iba a suceder iba a ser un duro camino, un amargo recorrer por el
ensangrentado trayecto que los varvols les estaban preparando.
Las naves terrestres empezaron a sufrir las primeras bajas. De los aparatos varvols
surgieron haces delgados de potente luminosidad que al chocar contra el fuselaje de
los cruceros de la Tierra los doblaron y derritieron como si fueran de mantequilla.
Marc vio el comienzo de lo que l intua el desastre a travs de su telescopio. Pese
al acondicionamiento de la nave, estaba sudando copiosamente. Los servidores del
radar trabajaban como desesperados intentando establecer una cadencia de la
deriva de las naves enemigas para suministrar los datos a la sala de proyectiles.
Fuego cinco proyectiles orden Marc despus de recibir asentimiento del jefe de
radar a su silenciosa pregunta.
Lo que haba comenzado como una batalla disponiendo cada bando de un sector
delimitado para sus unidades, se torn en algo catico. Las naves terrestres fueron
las primeras en perder sus compactas lneas. Se lanzaban como cegadas contra el
enemigo, disparando sus proyectiles que, en su mayora, se perdan en el espacio.
Marc comprendi el estado de nimo de las tripulaciones. Todos saban que no
solamente luchaban contra los varvols, sino contra el tiempo, que estaba a favor del
enemigo.
Cada segundo que transcurra era primordial para la suerte de toda la raza humana.
Si la nave insignia varvol tena tiempo, el Sol sera destruido.
El fuego defensivo varvol pas lentamente a convertirse en ofensivo, mortalmente
ofensivo. Las bajas terrestres iban aumentando alarmantemente.
El Orin se acerc cuanto pudo, apenas unos quinientos kilmetros, hasta las
unidades enemigas. Antes de girar en redondo para alejarse de los destructores
rayos de luz, solt media docena de proyectiles.
Por el telescopio, mientras la nave ruga retirndose del campo de accin de las
armas enemigas, Marc tuvo la pequea alegra de comprobar cmo sus proyectiles
destruan dos naves varvols.
El enemigo no era invencible. Si no actuase en su contra el factor tiempo, la victoria
sera de la Armada Terrestre. Slo les quedaba la esperanza de asustar a los varvols
para obligados a huir.
Marc mir su cronmetro con marcado desaliento.
Apenas faltaban pocos minutos para que los varvols pudieran tener en condiciones
su arma mortaI.

Mir a su izquierda. Hall la mirada desvada de Carreira. El tambin comprenda


que todo estaba perdido, que la batalla, sin haber acabado, haba sido ganada por el
enemigo. Ningn proyectil terrestre podra alcanzar la nave insignia varvol, ninguna
nave de la Tierra podra acercarse lo suficiente a ella para apuntar adecuadamente.
Los mortferos haces de luz aniquilaban a toda unidad de la Tierra que osaba
aproximarse demasiado.
Atencin a todas las unidades supervivientes. Marc, Carreira y todos los dems
miraron hacia el lugar de donde haba salido la voz temblorosa del Almirante Toho.
Contuvieron la respiracin, expectantes.
Seguramente sta ser la ltima vez que voy a hablarles. Voy a pedirles el mayor
sacrificio. Comprendan simplemente que est por medio la suerte de nuestros
planetas, de nuestro Sol. Con seguridad habis comprendido que el ataque por
sorpresa ha fracasado. Slo nos queda morir. Escuchad mi plan. Es bien simple.
Atacaremos de frente, en masa, a toda la velocidad que nos permitan nuestros
motores. Seguramente el enemigo nos despedazar, pero tal vez consigamos
obtener algo positivo. Concentraremos todo nuestro poder ofensivo en el centro de
su flota. Debemos destruir la nave insignia.
Maniobren de acuerdo con las instrucciones que les ir transmitiendo mi
lugarteniente. Las naves que no puedan seguimos estn libres para hacer lo que
puedan. Atencin!
La voz de otra persona ocup la del Almirante y Carreira se aprest a ir
determinando en el tablero de mando del crucero los datos suministrados. Marc pidi
a la sala de proyectiles un informe de las reservas.
Le comunicaron que disponan de ocho proyectiles.
Marc asinti. Seran suficientes para realizar un ltimo ataque.
Todo listo, comandante dijo Carreira.
Adelante.
Por la pantalla y el telescopio, Marc vio a las naves que quedaban unas
seiscientas maniobrar a toda prisa para formar un bloque compacto. Ofreceran
ms blanco al enemigo, pero al mismo tiempo el fuego de los proyectiles sera ms
denso, ms mortfero.
Marc pens que estaban jugando la ltima y definitiva baza.
Las naves de la Armada Terrestre se lanzaron al mismo tiempo contra el enemigo, a
la vez que soltaban cientos de proyectiles. Se dirigan a ciegas contra los varvols,
dispuestas a disparar sus ltimas posibilidades de destruccin, decididas a morir en
el holocausto atmico definitivo.
Marc se peg al telescopio. Ante l, la nube de proyectiles se acercaba a los navos
enemigos que empezaron a disparar y a destruir unidades terrestres. Apenas
llegaran, decidi Marc, los suficientes proyectiles como para lograr la ansiada
victoria. Pero tal vez lograsen una suficiente aproximacin para poder poner en
accin con ms efectividad el resto de sus proyectiles.
Entonces se dispar la segunda y definitiva andanada de aquel desesperado ataque.
Ahora los navos terrestres estaban sin municiones, desamparados. Slo les
quedaba la posibilidad de lanzarse contra los varvols en un intento supremo suicida.
Pero entonces ocurri lo sorprendente. La nave insignia enemiga recibi un haz de
luz, brillantsimo, procedente de algn lugar ignoto del espacio. La masa de metal
negro, de forma arcnida, estall en medio de una llamarada extraa, multicolor y
convulsa.
Perplejo, Marc no daba crdito a sus ojos.

Haban alcanzado el objetivo previsto. Haban destruido la unidad enemiga que iba a
convertir el sistema planetario en algo muerto, que flotara en el espacio por milenios
sin sostener vida en l.
Pero no haban sido los proyectiles terrestres los que haban alcanzado la nave
capitana varvol. Entonces..., quin haba sido?
Las dos ltimas andanadas de proyectiles an seguan llegando hasta las restantes
unidades acompaantes de la desaparecida nave principal de la flota enemiga. Eran
muy pocos en realidad. La mayor parte de ellos haban sido destruidos por los rayos
de energa varvols. Marc segua preguntndose qu haba sucedido.
La respuesta lleg pronto. En el telescopio de Marc apareci pequesima, en un
ngulo, la nave dorada y esfrica de Grahlladah. Si no se trataba de la misma en la
que viajaba Mara, era su hermana gemela.
Marc sinti un vuelco en su corazn.
Los supervivientes navos terrestres retrocedieron. Ya no mereca la pena dejarse
matar por el enemigo, una vez destruida la nave portadora de la terrorfica arma.
Los varvols, al final, haban perdido la batalla y la guerra.
Adems, la nave dorada de Grhalladah estaba dando buena cuenta de los restantes
aparatos varvols. Pas rasante cerca de ellos, enviando rayos destructores que los
convertan en pequeos soles.
Algunas docenas de tenebrosas naves varvols tuvieron ocasin de desaparecer por
el hiperespacio. Los varvols haban comprendido la inutilidad de su presencia en el
Sistema Sol.
Huan.
Marc se dej caer en su asiento. Se volvi para mirar a Carreira. Sonri
ampliamente, pero sin decir nada.
No era preciso. Ambos comprendan.
10
Despus de la alegra de la victoria lleg el momento triste del recuento de bajas.
La Armada Terrestre haba perdido cerca del cincuenta por ciento de sus efectivos.
Unas doscientas naves estaban seriamente averiadas. No podran regresar a la
Tierra. Los supervivientes tuvieron que ser transbordados a otras unidades.
El Almirante Toho felicit a los comandantes y requiri la presencia de Marc Alevin
en su crucero.
Marc acudi, dejando en manos de Carreira el repaso de los daos sufridos. Slo
una vez un disparo del enemigo les toc de forma parcial y las averas eran
fcilmente reparables.
El Almirante recibi a Marc en su reducida cabina.
Estaba el oriental sucio, desaliado, lo que era una cosa extraordinaria en l,
siempre tan pulcro y cuidadoso de su presencia. Los depsitos de aire haban sido
tocados y a punto estuvieron de tener que abandonar la nave insignia de la Flota
Terrestre, de haber durado la batalla unos minutos ms.
Sintese, comandante dijo Toho.
Marc, una vez librado de su traje espacial, se derrumb de manera poco protocolaria
en la silla que el Almirante le sealara.
Ha sido una dura lucha, Marc dijo Toho.
S, seor.

Muchas bajas. Demasiadas. Cerca de cincuenta mil muertos. Y todo ha sucedido


en poco ms de veinte minutos.
Es la primera vez que luchamos en el espacio. Nuestros antiguos conceptos de la
lucha han quedado anticuados.
Es cierto asinti Toho. Pero vencimos al fin... con la decisiva ayuda de los
grhalladahnos. Llegaron en el momento preciso.
S, es cierto dijo Marc.
Mir al Almirante, preguntndose para qu le haba requerido.
Despus de conocer a travs de su versin, comandante, cmo piensan esos
hombres de la Liga, me sorprendi que intervinieran en la lucha. Les supona camino
de sus mundos. O tal vez ya en ellos.
Yo tambin cre eso, seor. Puedo saber si...?
Qu, comandante?
Qu hay de la nave de Grhalladah?
Sacaron una especie de chalupa de su nave y uno de sus miembros lleg para
entrevistarse conmigo.
Le dijeron por qu decidieron intervenir?
S, algo han dicho. Creo que ha sido usted el causante de su cambio de opinin,
Marc.
Yo?
El Almirante sonri.
El enviado grhalladahno me cont todo lo que verdaderamente ocurri en la nave
de ellos desde que le rescataron en Plutn. Deberamos formarle un consejo de
guerra por ocultar la verdad. Y tambin a sus cinco tripulantes, por supuesto.
Marc pens en MahdraI. Aquel estpido seguramente haba sido quien se fue de la
lengua... Su estpido cerebro no decidi que lo mejor hubiera sido callar parte de los
hechos.
Pero no har nada, por supuesto, contra usted, comandante sigui diciendo
Toho. En cambio, sus hombres...
Yo me hago responsable de ellos, seor. No deseo presentar cargo alguno.
Adems, si no me hubieran dejado abandonado en Plutn, los grhalladahnos nunca
me habran encontrado y la Tierra no hubiese sabido de los varvols y no se habra
preparado para la defensa. Tampoco yo, y mi actuacin, segn afirma usted, no
hubiera obrado como lo hice para convencer posteriormente a los hombres de la
Liga para que intervinieran en la batalla.
El Almirante se rasc la barbilla.
Puede ser que no le falte razn. S, es posible que a causa de una mala accin
cometida por sus hombres se hayan producido una serie de situaciones que al final
han sido beneficiosas para todos.
Est seguro de ello, seor. Adems, el promotor del motn, Mortimer, fue muerto
por el varvol. Tambin su accin promovi que yo interviniera, a riesgo de mi vida,
para salvarlo a l y a los dems. Por desgracia, no llegu a tiempo.
S, ha sido precisamente el hecho de que usted hubiera arriesgado su vida para
salvar a unos hombres que no dudaron en sentenciarlo a muerte lo que caus un
cierto impacto entre los grhalladhanos, lo que conmovi los cimientos ms profundos
de sus viejas convicciones. Por eso regresaron para ayudamos. S, estoy de
acuerdo con usted en dejar zanjado el asunto del motn.
Marc sonri satisfecho.
Gracias, Almirante dijo.

Ahora creo que debe pasar a la cabina contigua. El enviado grhalladahno desea
hablar con usted. Al parecer, sus relaciones con estos seres son muy firmes y slo a
usted desea exponer los trminos iniciales decididos por el Supremo para un posible
acercamiento nuestro a la Liga.
Repentinamente, Marc se sinti furioso. Si se trataba de Mahdral no pasara
ciertamente un rato agradable. El Consejero era un tipo que desde el primer
momento le haba resultado desagradable. Estuvo tentado de declinar aquel
cometido al Almirante, pero pens que iba a serIe muy complicado explicarle las
circunstancias por las que senta cierta aversin hacia Mahdral.
El no comprendera que le arda la sangre al pensar que Mahdral estaba destinado a
desposarse con Mara, siguiendo las normas de la civilizacin grhalladahna respecto
a sus peculiares costumbres sexuales.
Se levant y despus de saludar al Almirante, sali al pasillo. Delante de la puerta
siguiente, cerrada, dud unos instantes antes de abrirla. Movi el picaporte y de un
empujn la abri. La persona que estaba dentro de la habitacin se volvi al
escuchar ruido y Marc quedse bajo el marco con la boca abierta. La persona que
se le ech encima, a los brazos, se la tap con un beso.
Mara... musit Marc.
Querido, querido... Tem que murieras en el combate. No llegamos tan pronto
como hubiramos querido, una vez que termin de convencer al Consejo que as
debamos obrar.
T lo lograste dijo Marc, mirndola extasiado a los ojos.
Fuiste t en realidad. El Supremo se qued muy impresionado cuando arriesgaste
la vida para salvar a tus hombres del varvol. Entonces, cuando apenas estbamos a
medio camino de Grhalladah, el Supremo comprendi que en ciertos momentos
merece la pena no hacer caso a la lgica, sino al corazn.
No pudisteis volver ms a tiempo. Los varvols deban estar a punto de destruir
nuestro Sol.
No pensemos ms en ello. Ahora el peligro ha pasado. Incluso hemos evitado que
los varvols se acercasen a nuestros mundos.
Un pensamiento ensombreci el rostro de Marc.
Pero, ahora, qu hars t?
El Supremo no puede decidir el establecimiento de contactos firmes con vosotros.
Eso lo ha de ordenar la Gran Corte de la Liga. Pero s puede dejar a un grhalladahno
para que vaya preparando un informe de vosotros. Si ste es favorable, lo ms
probable es que ingresis en la Liga. Y ese observador ser yo.
Y tu matrimonio con Mahdral?
Ha quedado aplazado indefinidamente. Seguramente Mabdral ser destinado a
otra mujer cuando regrese a Grhalladab.
Se ofendi al enterarse?
Ella ri de buena gana.
Oh, no. Cuando me vio tan contenta creo que hasta l se alegr. Es un buen
sujeto. No debes guardarle rencor.
No lo har. Me alegro haberme equivocado respecto a Mahdral. Pero ahora...
Ahora, qu?
Debo preocuparme de que t tengas una buena opinin de los terrestres.
Se besaron y ella dijo entrecortadamente:
Estoy segura que con tu ayuda no podr dar un mal informe de vosotros, de
vuestras costumbres.

FIN

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