LCDE040 - A. Thorkent - La Amenaza Del Infinito
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LCDE040 - A. Thorkent - La Amenaza Del Infinito
A. Thorkent
La Conquista del Espacio/040
1
Estaba solo.
Abandonado en medio de aquel paraje hostil, desamparado y con apenas unos
minutos de vida, los que pudiera proporcionarle su menguada reserva de oxgeno.
Marc Alevin se dijo que esperara hasta que notase la falta de aire en su escafandra
para quitrsela. No deseaba morir por asfixia. El ambiente glido de Plutn le
congelara en unos instantes, evitndole sufrimientos.
Sera la mejor forma de morir. Incluso poda hacerlo ya. Poco sacara a los instantes
de angustia que le quedaban por vivir. No poda concebir esperanza alguna de
salvacin, no en aquel planeta perdido en las sombras del Sistema Solar y apartado
por completo de las rutas espaciales.
Haba sido un tonto, un cretino y ahora pagaba las consecuencias.
Pero en seguida se dijo que otro en su lugar hubiera corrido con su misma mala
suerte.
No poda haber hecho nada para evitar tan terrible y definitiva situacin.
Absolutamente nada.
Cuando uno se topa con una partida de asesinos en potencia, cualquier intento por
evitar la tragedia resulta una quimera.
Mir el trozo de terreno donde media hora antes haba estado aposentado su
astrocohete, requemado el hielo por el fuego de las toberas al aterrizar y despegar.
Marc alz la mirada y contempl las estrellas, rutilantes y cegadoras all, que no
exista atmsfera. En realidad, la atmsfera de Plutn era la que sus pies pisaban,
helada, petrificada por el fro espacial y la lejana del Sol.
Sinti algo de fro, pero en seguida se dijo que se trataba de una aprensin suya. La
calefaccin de su traje funcionaba perfectamente. Antes se le agotara el oxgeno
que las bateras que le daban calor.
El paisaje que le rodeaba era brutalmente gigantesco y hermoso a la vez. Enormes
montaas de hielo, de amonaco congelado, se alzaban en el horizonte, despidiendo
coloridos destellos ante los dbiles rayos del Sol.
Marc ri con amargura. La expedicin haba constituido un xito. Haban hallado la
legendaria astronave Aurora a diez kilmetros del lugar donde l esperaba ahora
la muerte. La vieja nave, perdida en el espacio veinte aos antes, estaba medio
enterrada en un lago de helio y constituy una pequea proeza sacar de ella su
valioso cargamento.
Cuando l quiso reclutar la tripulacin en Titn, tuvo dificultades. Nadie iba a Plutn
y todo el mundo crey que estaba loco. Marc asegur que l saba el punto casi
exacto donde se haba perdido el Aurora,
Durante meses Marc estudi las rutas posibles que pudo haber tornado el Aurora
una vez que perdi el control y dedujo, mediante complicados clculos, que no. se
haba perdido en el espacio, rumbo al infinito, sino que se haba estrellado en el
desrtico Plutn.
Tuvo que poner de su bolsillo todo el dinero necesario para alquilar la nave Star.
Por suerte, l era capitn del espacio y nada ms necesit media docena de
corrientes navegantes para que le ayudaran a manejarla. La empresa no slo acab
con sus ahorros, sino que estaba entrampado hasta la mdula. Sonri con sdico
divertimiento. Los acreedores esperaran intilmente en la Tierra su regreso para
cobrar.
Mort y los dems podan negarse a pagar sus deudas. La ley les protegera en este
caso.
Marc se pregunt por qu pensaba en cosas tan simples cuando la vida se le iba
agotando a cada segundo que transcurra.
Mir su cronmetro ajustado sobre su brazo cubierto por la gruesa tela de amianto y
slice. Apenas le quedaban cinco minutos de oxgeno. Cuando sintiese el primer
sntoma de asfixia se quitara la escafandra y acabara con sus sufrimientos en un
instante.
Record los ltimos momentos vividos, cuando sacaron del Aurora casi todo el
valioso cargamento.
El estaba en la cabina de mando del Star y Mort lo llam por radio. Su voz son
alborozada cuando le dijo:
Lo hemos conseguido, capitn!
Marc tom el micrfono nerviosamente.
Qu han conseguido, Mort?
Hemos hallado el Aurora sigui Mort. Est medio enterrado en un pequeo
lago de helio casi congelado. Con la gra del oruga lo hemos izado unos metros y
creo que podremos entrar.
Tengan cuidado de no tocar el helio. Est inundado el interior?
No, capitn. Debi llegar aqu con los retrocohetes en funcionamiento, pues no
presenta indicios de fuerte colisin.
Voy para all. Tengan todos mucho cuidado. Inform a Elas de lo que le haba
comunicado Mort y le dijo que con Garca se quedasen en el Star. l ira hasta el
lago con Levistong en el otro oruga. Seguramente Mort necesitara la segunda gra
para elevar ms al Aurora.
Llegaron donde Mort y el resto de la tripulacin trabajaban con la gra al borde del
lado helado de helio en pocos minutos. Marc se estremeci al ver salir de la costra
de helio el fuselaje sucio y abollado del Aurora. Mort haba izado casi un treinta
por ciento de la segunda seccin, la de popa. Precisamente, la que les interesaba.
All estaban las bodegas. Y en ellas, la fabulosa carga.
Mort se acerc a Alevin, despus de ordenar a Levistong que acercase la otra gra
lo ms cerca posible del lago. Otros dos hombres ataron las cadenas y pusieron el
motor en marcha. La mole de acero del Aurora se alz otros pocos metros del
lago. Ya era suficiente.
Podremos entrar por esa esclusa dijo Mort a Alevin.
Marc asinti y en un breve instante la esclusa qued abierta. Junto con Mort entr.
Otro hombre les sigui. Ayudados con lmparas recorrieron los niveles. La nave
haba resistido la presin del helio y no ofreca ninguna grieta. Era una suerte.
Podran bajar hasta la bodega.
La presencia de varios esqueletos no les inquiet.
Saban que iban a encontrarse con ellos. Fueron directos a la bodega y se hallaron
frente a una doble puerta de acero, cerrada. Emplearon sus pistolas y derritieron la
vieja cerradura. Dentro, la impresionante cantidad de mercancas no les impidi
descubrir en seguida las dos cajas de acero pintadas de rojo. Cargaron con ellas y
las llevaron al exterior. Los hombres que haban permanecido fuera ayudaron a
trasladadas a la orilla. Uno de ellos hizo intencin de usar un soplete para violentar
las cerraduras, pero Marc le contuvo con un ademn.
Llevemos las cajas a la nave. All sern abiertas. Marc no not la mirada de
ansiedad pintada en el rostro de Mort. Tampoco, el cruce de miradas que ste hizo
con los dems hombres.
Yo bajar de nuevo a la nave dijo Marc.
Para qu, capitn? pregunt Mort. La carga interesante ya est aqu. El
resto no vale nada en comparacin.
Debemos llevamos la bitcora y cuantos documentos podamos encontrar de la
tripulacin. Los familiares nos lo agradecern.
Es perder el tiempo, capitn.
Pero Marc estaba dispuesto a bajar de nuevo al interior.
Pueden llevarse uno de los orugas dijo. La nave no se hundir con una sola
gra. Yo ir pronto a nuestra nave. No es nada arriesgado volver all.
Sus hombres asintieron y cargaron las cajas pintadas de rojo en uno de los coches
oruga.
Marc regres al Aurora. Recorri los pasadizos con dificultad. La inclinacin de la
nave era muy pronunciada y sus botas metlicas resbalaban en el piso de acero. Se
encontr con varios esqueletos; pero ya haban perdido hasta el ltimo rastro de
ropa. Dedujo que los hombres haban muerto casi todos antes que el Aurora
llegara a Plutn. El ltimo superviviente de ellos apenas si pudo controlar los
retrocohetes de la nave para evitar la colisin. Pero el golpe lo debi matar. Tal vez
estuvo enfermo.
Marc pens averiguar todo esto en la sala de control. Pero sus esperanzas se vieron
defraudadas cuando se encontr con la desagradable sorpresa de comprobar que
aquella seccin de la nave estaba inundada de helio. La proa no haba resistido el
golpe y su casco se haba roto en varios sitios. Por un milagro toda la nave no haba
sido inundada.
Desalentado, regres. Al salir al exterior comprob que sus hombres ya haban
vuelto al Star en uno de los oruga. Mont en el otro y desenganch las cadenas
que sostenan al Aurora. La vieja nave volvi a hundirse lentamente en el lago,
para siempre esta vez.
Cuando Marc lleg hasta el Star se sorprendi al ver que el otro oruga ya haba
sido izado al interior de la nave. No record haber ordenado nada al respecto a sus
hombres.
Entr en el departamento estanco y se despoj del traje espacial. No encontr a
nadie en los dems niveles hasta que lleg a la habitacin que les serva de
comedor, la ms amplia de todas.
Entr en ella sin que sus hombres se percataran.
Todos estaban situados alrededor de la mesa, en donde haban colocado las cajas
del Aurora. Ambas estaban abiertas y el oro y el platino corran de mano en mano.
Exclamaciones de asombro coreaban cada aparicin de una nueva y fabulosa joya.
Mare cerr con fuerza la puerta tras s, furioso. Seis rostros se volvieron hacia l. En
cada uno de ellos poda leerse una expresin distinta y ninguna amistosa.
No les dije nada sobre que abrieran las cajas sin mi presencia dijo Marc,
acercndose a la mesa y contemplando el tesoro desparramado sobre ella.
No pudimos contener nuestra impaciencia dijo Mort.
Lo comprendo respondi el capitn, empezando a recoger las joyas y lingotes,
reintegrndolo todo a las cajas.
hacia las estrellas al tiempo que murmuraba una plegaria, descubri la nave dorada,
inmensa y resplandeciente, que pareca surgir del firmamento estrellado y descenda
a velocidad endiablada sobre la superficie de Plutn.
Atnito, Marc se incorpor y observ cmo aquel ingenio desconocido, de un tipo de
navo nunca visto por l, se posaba a unos mil metros de donde se encon traba. No
pareca funcionar con cohetes ni ningn medio de navegacin usual. Era esfrica
completamente y slo una ligera protuberancia cnica destacaba en su parte
superior.
Sin pensarlo dos veces, Marc ech a correr hacia la nave. Apenas haba avanzado
cien metros cuando se sinti desfallecer. Con el oxgeno consumido, an tuvo
tiempo de decirse que el destino le haba jugado una mala pasada. La increble
salvacin que poda acudir en su ayuda se haba hecho realidad, pero demasiado
tarde.
A poca distancia de la nave de oro, dobl las rodillas y cay sobre la costra helada
de amonaco, a la vez que su vista se nublaba.
2
Una mano pareci desgarrar las densas tinieblas que hasta entonces le haban
rodeado y vio la primera luz desde que haba credo morir. Era intensa,
completamente blanca y pareca surgir de todas partes. Lo que sus ojos vieron
primero fue una superficie lisa y blanca tambin. Comprendi que se trataba de un
techo. Estaba tendido sobre algo suave que se adaptaba a su anatoma y le
proporcionaba un descanso que nunca hasta entonces haba experimentado.
Su mente era un torbellino de ideas, de pensamientos dispares. Comprenda que
deba estar muerto por asfixia.
Sin embargo, saba que segua viviendo y que se encontraba en un sitio extrao. La
vista no le responda an correctamente y cerr los prpados varias veces en un
intento por aclararla. Cuando volvi a mirar, el techo que tena sobre l pareca estar
convirtindose en cristal.
Parpade de nuevo intentando distinguir las figuras que sobre el techo, ahora
convertido en cristal, estaban de pie, con las miradas bajas y observndole.
Quiso articular unas palabras y entonces se dio cuenta de que unos extraos
aparatos estaban conectados a su boca. Dese quitarlos y no pudo. Intent mover
brazos y piernas y no lo logr. Alguna extraa fuerza sujetaba su cuerpo al inslito
lecho. Sin embargo, ninguna atadura oprima sus miembros.
Slo poda ver y pensar. Al menos era algo, se dijo.
Al menos eran indicios de total evidencia que le permitan admitir la tesis de que
estaba vivo. Era algo. Era demasiado, se corrigi, para un hombre que haba credo
morir.
Record la nave dorada. No era aventurado creer que sus tripulantes le haban visto
e introducido en el interior, donde le haban devuelto a la vida.
Pens que tal vez podra mover la cabeza. Con temor hizo el intento y la gir a su
derecha. Unas paredes tan blancas y fras como lo haban sido el techo antes de
convertirse en cristal se ofrecieron a su vista. Lo que ms le extraaba era la luz. No
encontr ninguna fuente que la produjera. Pareca salir de todas partes, flotar en el
ambiente, en el aire. El aire. Lo aspir con fuerza. Se haba acordado que por
acabrsele en sus depsitos haba estado a punto de morir.
Aquel aire era bueno. Deba decir que mejor no lo haba respirado en toda su vida.
Incluso tena una fragancia que no pudo identificar, pero que resultaba muy
agradable al olfato.
De nuevo mir el techo y estuvo a punto de soltar una exclamacin de asombro. De
nuevo el cristal se haba vuelto opaco, blanco. Se arrepinti de no haber tratado de
descubrir quines eran los extraos observadores de su persona.
Las ideas acudan a su mente ms claras a cada momento, ms fluidas. Pens en la
Tierra, en sus costumbres, en su grado tecnolgico, al menos respecto a lo que l
conoca. Tambin record los fragmentos ms importantes de su vida.
De forma inexplicable rememor todo el vocabulario de su lengua que conoca, los
giros idiomticos y las metforas ms usuales. Casi toda la flora y la fauna de la
Tierra que an superviva, y que l conoca rudimentariamente, pas por su
imaginacin.
Se asombr de estar pensando en tales cosas. No saba qu fuerza le impulsaba a
que por su mente desfilase aquel calidoscopio sin sentido aparente.
Se relaj; pero l segua imaginando hechos, pensando en el sistema poltico de los
planetas federados a la Tierra, en el ritual sexual de los terrestres, en sus
aberraciones, en las ciudades y sus problemas.
Al fin comprendi que le estaban extrayendo de su cerebro todo cuanto saba,
araando en su subconsciente para averiguar la forma de vida de la raza humana y
los planetas dominados por el hombre.
Sintise desfallecer. Empezaba a comprender ciertas cosas. No era preciso ser una
mente privilegiada para averiguar que se encontraba en una nave extraterrestre y
que seres de las estrellas estaban escrutando su cerebro, leyndolo como en un
libro abierto.
La irritacin que le embarg por servir de inconsciente medio informativo a no saba
quines, le produjo un enorme desasosiego. Entonces, un sueo irresistible le
embarg. No intent resistirse a l. Por el contrario, lo acogi con placer.
* * *
Despierta, Marc Alevin.
A los odos de Marc llegaron aquellas palabras, pronunciadas con una muy
agradable entonacin, antes que abriera los ojos y se encontrase ante la visin ms
inesperada que imaginarse pudiera.
En seguida se percat que estaba sentado en una especie de confortable butaca.
Frente a l, acomodada en otra similar, una muchacha de irreal belleza, aturdidora y
de forma inexpresiva. Le miraba atentamente. Marc no poda asegurar si
amistosamente o no. Simplemente, le observaba.
Quiso mover los brazos y parpade al comprobar que no exista ninguna traba que
le impidiese llevar la mano derecha hasta su boca y darse cuenta que no tena en
ella ninguna clase de aparatos. Tragando saliva, dijo:
Este despertar ha sido mejor que el otro. Resulta demasiado osado preguntarle
quin es usted?
Deber llamarme Mara.
Marc peg un respingo en su asiento.
Mara?
Le sorprende? Por qu no Mara?
Confuso, Marc mir cuanto le rodeaba. Se encontraba en una habitacin tan
luminosa como la anterior, pero all el tono de luz era verde claro, muy confortador.
Apenas tena muebles la estancia. Slo los precisos para no poder decir que estaba
vaca.
Mir a la muchacha. Trat de sonrer, esperanzado e que ella le imitara y as poder
comprobar si la sonrisa de la llamada Mara era tan agradable como su anatoma.
Ver, seorita; no hace falta ser un lince para comprender que no me encuentro
en una nave terrestre. Incluso usted, con su apariencia tan deliciosamente humana,
me parece demasiado irreal dijo.
Sus palabras lograron que la muchacha frunciera el entrecejo graciosamente.
Me considera irreal? Por qu?
Su belleza est fuera de lo corriente.
Slo por eso?
Adems, usted no puede llamarse Mara. Este es un nombre demasiado terrestre.
No la creer si me dice que usted es de la Tierra.
No, no lo soy.
Marc se senta estupendamente bien, hasta el extremo de que el buen humor haba
retornado a su ser, cosa que no suceda desde mucho antes de emprender la
expedicin a Plutn.
Lgicamente, segn los ms tradicionales cnones establecidos para estos casos,
usted debera llamarse de alguna forma impronunciable para mis posibilidades
fonticas, o con un largo nmero de serie. Al menos as lo establecieron los antiguos
escritores de ciencia-ficcin, cuando a mediados del siglo pasado intentaron
profetizar la llegada a nuestro viejo planeta de seres extrasolares.
La fmina necesit unos instantes para asimilar las palabras de Marc. Al parecer,
consigui al cabo comprender y sus maravillosos labios, gruesos y sensuales, rojos,
dibujaron una sonrisa que encant profundamente a Marc.
Es cierto. Deb comprender que usted no admitira que este nombre sea realmente
el mo. Pero el caso es que decid adoptarlo para que a usted le resultara ms fcil
llamarme, ms familiar.
Tan extrao es el suyo verdadero? Mara se encogi de hombros.
Como dijo antes, encontrara dificultades en pronunciarlo. Prefiere llamarme por
otro nombre que le agrade ms?
Oh, no. Mara es en verdad un nombre femenino que siempre me ha gustado.
Lo s. Por ese motivo lo eleg entre otros muchos. Marc se incorpor y dio unos
pasos por la estancia.
Se sorprendi al no encontrar ninguna puerta que le mostrase la salida. Se volvi
hacia Mara, preguntndole:
Est dispuesta a contestar a mis preguntas? Tengo que hacerle un montn de
ellas.
Procurar complacerle.
Volvi a sentarse e intent poner en orden sus pensamientos. Tena que averiguar
qu le estaba ocurriendo.
Mire, seorita, espero que me comprenda si le hago preguntas que puedan
parecerle estpidas, pero mis ltimas horas vividas han sido demasiado...
emocionantes. Sabe que estuve a punto de morir asfixiado?
Muri corrigi ella.
Marc crey que un enorme peso caa sobre l.
Mor realmente?
Lo trajeron ya muerto a la nave. Por suerte una pequea chispa de vida an
permaneca en usted y conseguimos resucitarle.
Entonces debo darles las gracias dijo Marc, tragando saliva.
Pese a que su estado fsico era perfecto, pareca que cierto mareo se estaba
adueando de l.
No es preciso darlas. Su presencia es valiosa para nosotros.
S? Puedo saber por qu?
Ignorbamos que este sistema planetario estuviese habitado por una raza
semejante a la nuestra. Hubiramos pasado de largo sin saberlo de no haber
detectado el despegue de una tosca nave. Cremos que exista una colonia de seres
vivos en este helado planeta y slo nos hemos encontrado con usted, en una
situacin bastante delicada.
Seguro. Mis hombres me abandonaron.
Lo sabemos.
Lo saben? Cmo?
Mientras terminaba de sanar averiguamos de usted todo cuanto sabe. Pero
existen cosas que el subconsciente nos las revela de forma confusa. Ser preciso
que usted nos aclare muchas cosas.
Pero antes quisiera que usted me confirmara si...
Qu?
Marc se estruj las manos. Se senta algo ridculo.
Su postura era singular. Todos los indicios observados hasta el momento le
obligaban a pensar que la nave en donde se encontraba y la muchacha no
pertenecan a ningn planeta del cortejo solar. El Hombre no haba encontrado vida
inteligente en ninguno de los otros ocho planetas del Sol. Crea estar solo en el
Universo.
Tal vez cuando alcanzase las estrellas se topara con otras razas de elevado
intelecto, pero difcilmente seran de aspecto humano.
Mir a Mara. Ningn sntoma en su bella persona denotaba que ella no haba
nacido en la Tierra. Tan slo su hermosura, tan extraordinaria, la haca apare cer
como irreal, producto de un ertico sueo, la personificacin de la mujer soada.
Marc aspir hondo y se decidi a preguntar:
Es usted, esta nave y los hombres que me observaban antes, de otra estrella, de
otra galaxia tal vez?
Por supuesto. Cre que lo haba adivinado ya.
Es extraordinario.
Por qu le parece extraordinario? Acaso se imaginaban los terrestres ser los
nicos seres inteligentes de la Metagalaxia? Sabemos por los datos proporcionados
por usted que an no han establecido contacto con seres extraplanetarios, que estn
solos en su Sistema Solar. Pero esto no es indicio para que piensen que millones de
soles no alumbran planetas con vida racional.
Tiene razn. Pero siempre pensamos que no bamos a encontrarnos con seres
iguales a nosotros de procedencia extrasolar.
Esta creencia es una demostracin de su egocentrismo.
Tal vez. Dgame, me equivoco si pienso que aprendi mi lenguaje mientras
dorma, al mismo tiempo que rastreaban mi cerebro?
Es cierto. Todo el personal de esta nave aprendi su idioma. Es muy rudimentario.
Es posible mascull Marc. A cada momento que transcurra se iba sintiendo en
mayor inferioridad ante la muchacha. Por su presencia debo pensar que toda la
tripulacin es femenina? Cre que eran hombres los que me observaban...
Es mixta la tripulacin. Los varones de su raza sienten debilidad hacia las mujeres
y yo fui delegada para estar con usted cuando despertara. Pensamos que mi
presencia le tranquilizara.
Es posible. Pero todo esto lo dejaremos para otra ocasin. Ya he dicho que ahora
debe descansar.
Marc neg con la cabeza.
No deseo descansar. No estoy fatigado. Quiero que me diga qu estn haciendo
en Plutn, cules son sus intenciones. Tal vez han escudriado mi mente para
averiguar la potencia defensiva de los terrestres y conquistarnos.
Si algo resultaba difcil de intentar era hacer un chiste que la desconocida
mentalidad de Mara interpretase como tal y le produjera hilaridad. Al parecer, las
palabras de Marc debieron producir aquel efecto. Mara ri y Marc se sinti
confundido.
Conquistarles? dijo Mara. A ustedes? Oh, Marc. Si stos son los temores
que le torturan, le aseguro que puede descansar tranquilo. Si no han ido a las
estrellas, al menos deben conocer algo de la realidad del Universo. Por qu bamos
a querer conquistarles, cuando tenemos cientos, miles de planetas a nuestra
disposicin? Mara en seguida call. Su rostro se torn serio. Algo pareci
recordar y se apresur a decir: Perdneme. No deb rerme de usted.
Marc la observ sin saber qu responder.
Por un momento olvid algo. S, quiz usted tenga razn al temer que una raza
estelar pueda poner en peligro este sistema planetario. Pero le aseguro que no ser
la ma.
Qu quiere decir?
Volver ms tarde. Para entonces nuestros mandos, junto con el Supremo,
estarn dispuestos para recibirle. Entonces sabr todo lo que ahora quiere saber.
Descanse ahora.
Mara se acerc a la pared y de nuevo se abri la extraa puerta. Marc dijo:
No puede dejarme as. No podr estar tranquilo hasta que...
De sbito, Marc not que sus prpados se volvan muy pesados. Se dej caer en la
butaca que antes ocupara Mara y se qued en un segundo completamente dormido.
La muchacha le dirigi una mirada y cruz la puerta, mientras la butaca se
transformaba en una cmoda cama que acogi a Marc. Luego, la puerta
desapareci y la pared tornse de nuevo pulida y brillante, slida.
3
Podemos hablar en el idioma de los terrestres; nos servir de prctica dijo Mara
a los seis hombres que estaban sentados tras la enorme mesa labrada con
intrincados dibujos.
De acuerdo respondi el hombre que pareca presidir la reunin, renunciando a
su lengua silabeante y casi musical. Dirigindose a Mara, dijo: Nuestra detencin
obligada nos est demorando ms de lo previsto, Coordinadora. Debemos decidir
pronto respecto a Marc Alevin.
Por supuesto asinti otro de los miembros de aquella especie de Consejo. Era
alto y fuerte, de grantico rostro. Ya sabemos que este sistema planetario no nos
ofrece nada interesante. Su civilizacin est en los comienzos y de poca ayuda
puede servimos. En todo caso, sera un estorbo para la presente situacin.
An no emito decisin, Mahdral. Esperar respondi quien consinti en hablar
en lengua terrestre. Tal vez nuestra Coordinadora... Mara, con cuyo nombre se ha
dado a conocer al terrestre Marc, pueda decimos algo de inters.
Mara esperaba el momento para hablar y dijo:
vivos colores, de cuyas puntas se vertan al suelo del cubo un lquido verdoso que
se tomaba oscuro al poco rato de caer.
Por suerte, no podemos percibir el nauseabundo olor que exhalan los varvols
dijo Mahdral.
Marc se volvi para mirar al Consejero. Su rostro deba mostrar un terror tan grande
que despert la hilaridad en Mahdral. Avergonzado, Marc reintegr su atencin al
varvol.
Aquella monstruosidad pareci haberlos visto y se arrastr sobre el suelo
encharcado por sus propios excrementos, pegando sus camosas y brillantes pieles
al cristal. Desde lo ms hondo de aquel cuerpo, Marc crey distinguir unos ojos
rudimentarios, que como ascuas le miraban.
Mara comprendi el estado de nimo de Marc y dijo:
Creo que el terrestre ha comprendido perfectamente por qu no hemos podido
establecer una relacin pacfica con la raza varvol.
Estoy seguro de ello sonri Mahdral.
Mientras salan de la estancia, Mara dijo de no muy buen talante al Consejero:
A todos nos cost trabajo acostumbramos a la presencia de ese monstruo.
Pero yo dudo que el terrestre consiga algo semejante.
Marc estaba mareado, pero no pudo resistir la tentacin de volverse para mirar de
nuevo el cubo que serva de prisin al varvol. Entonces la jaula recobr otra vez su
oscuridad, de lo que se alegr.
Una vez al otro lado de la pesada puerta de acero, el Supremo dijo a Marc:
Ahora nos ocuparemos de que regrese con los suyos, Marc.
Cmo? Van a llevarme a la Tierra?
No podemos correr ese riesgo ni perder de esa forma nuestro preciado tiempo.
Antes de... dos de sus horas ser requerido para la partida.
No entiendo...
Eso es cosa nuestra. Nos veremos, terrestre. Mientras tanto, la Coordinadora le
pondr al corriente de cuanto sabemos acerca de los varvols y sus naves de guerra.
Adems, nuestros tcnicos, le prepararn unos informes en su lengua para que los
entregue a sus lderes.
Los seis hombres que componan el mando de la grhalladahna se alejaron corredor
adelante. Marc qued solo con Mara y los soldados que hacan guardia ante la
entrada de la prisin del varvoI.
Acaso me van a prestar ustedes una pequea nave para regresar?
Mara movi negativamente la cabeza.
Ignoro lo que ha decidido el Supremo. Pero est seguro que ser lo ms correcto.
Vaya, al parecer aqu todo lo decide el Supremo.
No puede decirse que componis una democracia al menos dentro de la nave.
Democracia? repiti Mara. Ah, s. Es una forma de gobierno de tu planeta,
no?
S.
Ella sonri, empezando a caminar. Dijo:
Recuerdo sus pensamientos en cuanto a la efectividad de las democracias
terrestres. Su subconsciente, Marc, est convencido que ninguna de ellas ha sido en
verdad efectiva.
Cogido de sorpresa por las palabras de la muchacha, Marc se rasc la nuca. Tal vez
ella tena razn.
Bueno, lo que quise decir es que no me parece bien que un hombre solo tome
decisiones tan importantes.
Ser Supremo en una nave exploradora de la Liga es algo difcil de alcanzar en.
Grhalladah. Tal vez ms que en ningn otro planeta. Por eso los Supremos nuestros
son muy apreciados. Se requiere mucho tiempo de preparacin para estar
capacitado en el desempeo de tal cometido. Es seguro que las decisiones de un
Supremo siempre son las ms acertadas, teniendo en cuenta que los datos que
posea sean ciertos y completos.
Y si no lo son?
Entonces puede errar, pero no ser por culpa suya. Nuestra raza, Marc, no admira
la persuasin dialctica de una persona para obedecerla, sino su lgica.
Marc no saba adnde lo llevaba Mara. Pero le daba igual un sitio que otro. An no
se haba repuesto de la experiencia sufrida ante la visin del varvol.
Se senta muy preocupado. No imaginaba salida posible, salvacin al sistema Sol.
Los grhalladahnos se marcharan y en poco tiempo los varvols haran acto de
presencia para destruidos.
Comprendo. La de ustedes es una raza prctica, lgica, carente de reacciones
humanas como la nuestra dijo Marc con amargura.
Por qu dice eso?
Marc alz la mirada que haba tenido dirigida al suelo y se enfrent a los bellos ojos
de Mara.
Quiz es usted la que no comprende. Me asombran en verdad. Saben que
formamos una civilizacin, ms o menos salvaje segn su punto de vista, de varios
miles de millones de seres que los varvols destruirn. Y qu hacen? Se limitan a
contrmelo, a darme el psame. Es como si le dijeran a un enfermo, por afn
morboso, que va a morir en el plazo de unas horas. No sera mejor dejarle en la
ignorancia, que muera tranquilo, sin saber cundo llegar su hora?
Mara pareca confundida.
No entiendo, Marc. Qu intenta decir?
Dgame usted antes: Tenemos alguna posibilidad de vencer a los varvols, de
impedir que usen su arma contra nuestro Sol?
No, no tienen la menor posibilidad.
Haban entrado en una habitacin grande, decorada con murales tridimensionales y
extraos muebles. Mara sac de una caja una bandeja con comida que coloc
encima de una mesa, diciendo:
Es su comida, Marc.
Gracias gru el terrestre. Supone que voy a tener apetito despus de ver al
varvol, despus de enterarme que me voy a ir al diablo junto con todos mis
semejantes?
Como guste replic Mara sentndose en una silla, frente al enfurecido Marc.
Hace mal, de todas formas. Hemos preparado estos alimentos teniendo en cuenta
su capacidad digestiva. Le aseguro que le harn muy bien.
Tal vez luego Marc estaba arrepentido por haberse mostrado tan
desconsiderado con la muchacha. Mir la habitacin y pregunt: Qu es esto?
Es mi habitacin personal. Estaremos aqu hasta que le llamen.
Por qu desean que vuelva a la Tierra, para advertir del peligro? Nada
conseguiremos. Hubiera sido mejor dejar a los miles de millones de desgraciados
que ignoren la realidad. No me gusta que los dems sientan lo mismo que yo siento
ahora, sabiendo que todos vamos a morir.
Marc, me creer si le digo que lo siento?
El se volvi, acercndose adonde estaba Mara.
vista. Lanzamos hace media hora un rayo magntico, creo que as lo llamaran
ustedes, y en pocos minutos la tendremos junto a nosotros.
La estn atrayendo?
S. Nosotros observamos la partida de su nave antes de aterrizar en Plutn y
siempre supimos dnde estaba. Ahora la necesitamos para que usted regrese con
ella a la Tierra.
Marc record el tesoro que encerraba el Star en sus entraas y temi que su
gesto descubriera cules eran sus sentimientos. En seguida un pensamiento acudi
a su mente y expuso sus temores.
Pero con el Star necesitar veinte semanas para regresar a la Tierra.
Nosotros le daremos un superimpulso que le permitir estar en rbita lunar en
menos de diez horas. No tema, su nave no sufrir nada. Navegar en un rayo de luz
de gran aceleracin. Es una forma tosca de navegar, pero eficiente. Ser como si
catapultsemos esa rudimentaria nave.
No podr servirme de los tripulantes para gobernarla. Se amotinaron. Tendrn que
regresar encerrados dijo Marc.
No tendr que hacer nada hasta que est a trescientos mil kilmetros de la Tierra.
A esa altura el Star se detendr y usted podr pedir ayuda. No ser difcil que una
nave de la Tierra acuda en su ayuda y los transborden.
Marc call. Mara, a su lado siempre, dijo:
Sabemos lo que le ocurri con sus hombres. Quisieron matarle para robarle. En
verdad casi lo consiguieron.
El terrestre no respondi. Mir la pantalla. Ahora el Star se vea tan grande en ella
que casi poda leer los nmeros pequeos de su matrcula.
Se pregunt qu estaran pensando sus hombres. Seguramente no daran fe a lo
que sus ojos estaban viendo.
La imagen del Star y las estrellas desaparecieron de la pantalla. En su lugar
apareci una especie de hangar. Una seccin se estaba abriendo, dejando ver el
espacio sideral. Pronto apareci la nave terrestre, flotando. Unas pinzas gigantescas
surgieron de alguna parte y agarraron delicadamente a la nave, dejndola sobre una
plataforma. Luego, la compuerta se cerr.
Operacin concluida. dijo Mahdral. Volvindose a Marc, aadi: Puede
retirarse, terrestre. Le avisaremos cuando pueda ver a su tripulacin.
Qu van a hacer ahora con ellos? pregunt Marc.
Sern encerrados en una de nuestras salas de seguridad... cuando logremos
convencerles de que salgan de la nave. Consideramos que deben estar an muy
asustados dijo el Consejero.
No lo dudo repuso Marc. Y ms lo estarn cuando me vean.
Marc escuch al Supremo dar unas rdenes en su cantarina lengua a unos
hombres. Una seccin metlica descendi del techo del hangar y se peg al fuselaje
del Star. Pareca como un tubo de transbordo. Mir a Mara interrogndola con la
mirada.
Por ese conducto sacaremos a los hombres respondi Mara. No queremos
que entren en contacto con nuestra atmsfera.
Por qu? A m no me afecta.
Lo sabemos; pero no se trata de eso, sino que queremos evitar que nos
contaminen. La tripulacin ser esterilizada previamente.
Marc consider que haba recibido otro golpe bajo.
Los grhalladahnos tenan con los terrestre las mismas consideraciones que ellos con
los monos. Usaban guantes de goma para no tocados. Record el beso que le dio a
mostraran humildes, pero con el tiempo creo que exigiran un puesto predominante
entre nuestros planetas. Se querran erigir en lderes absolutos. Terminaran por
conseguirlo o desencadenaran una guerra.
Y la otra parte?
Resumiendo, que ustedes estn predestinados a ser destruidos por sus mismas
pasiones o participar activamente en la vida galctica.
Marc arrug el ceo. Ignoraba si era debido a la no total dominacin de la lengua
terrestre, pero lo cierto es que algunas veces no comprenda a los grhalladahnos.
Salieron del elevador y penetraron en el corazn palpitante de la dorada nave,
donde se almacenaba el fabuloso poder que la permita desplazarse por los
inmensos espacios estelares.
Cada cierto tiempo necesitamos reponer nuestras energas vitales. La
conseguimos de las ms abundantes fuentes del Cosmos: de las estrellas. Pero no
todas nos sirven para nuestros propsitos. Desde las azules a las rojas son las
arnarillo-anaranjadas las ms provechosas, y, de stas, las espectrales F, G y K.
La explicacin de Mahdral fue acompaada por una indicacin de su brazo derecho
sealando unas docenas de cilindros metlicos erigidos en el centro de la circular
habitacin. Gruesos conductos partan de ellos perdindose en el techo.
Las horas que hemos permanecido detenidos en Plutn nos han servido para
conseguir reservas suficientes para regresar.
Marc esboz una sonrisa y dijo:
Siempre pens que la energa atmica-plasmtica sera la ideal para mover las
futuras naves estelares.
Para qu producir algo que la naturaleza nos brinda en su expresin ms pura?
Las estrellas irradian unas colosales fuerzas que son aprovechables. El proceso del
viaje a travs del espacio-tiempo se estudia antes de cada salto, se graba en un
cerebro electrnico y ste se encarga de desarrollarlo.
Y si se quiere rectificar en medio de un viaje el destino?
Es imposible. Se ha de suspender el programa y emerger al espacio normal para
preparar un nuevo salto. Una nave, mientras viaja por el hiperespacio, deja de existir
para el Universo normal.
As que los combates a velocidad superlumnica son inexistentes, no?
Desde luego. Para luchar se ha de emerger en el espacio normal. Slo se usa
esta emergencia para huir si se considera que la batalla nos sea desfavorable, pero
esta solucin debe ser muy bien considerada antes de llevada a la prctica.
Por qu?
Tanto los varvols como nosotros usamos idnticas fuentes de energa para formar
una coraza defensiva alrededor del casco de la nave, disparar las andanadas de
fuerza desintegradora y hacer funcionar los dems mecanismos vitales de la nave.
Para iniciar el salto se requiere casi toda la potencia de los acumuladores de energa
durante unos minutos, que son los que dejan a la nave absolutamente indefensa.
Entonces un disparo del enemigo sera fatal.
Salieron de la sala y Mahdral pregunt al terrestre si deseaba ver algunas otras
dependencias de la nave.
Me gustara ver a mis tripulantes.
Bien. Iremos all.
Mahdral no pareca tener prisa por llegar hasta los habitculos destinados, al
parecer, a los huspedes peligrosos, como el varvol, adonde dijo el Supremo que
seran conducidos Mortimer y los dems.
Marc aprovech para preguntar al Consejero:
6
Mortimer mir a Elas primero y luego a los cuatro hombres. En todos ellos vio la
misma mirada de temor. Estaban tan asustados o ms que l.
Haban salido del Star cuando comprendieron que la extraa atraccin que los
haba obligado a detener primero su rumbo hacia los asteroides y luego hacerles
retroceder a una velocidad endiablada, ces. Pero al abrir la escotilla se encontraron
con un tnel metlico inundado de una potente luz que los condujo hasta la
habitacin en que ahora se encontraban.
No haban visto a nadie, pero comprendan que se hallaban en algn vehculo de
procedencia extrasolar.
Pudieron ver la esfrica nave dorada cuando el Star se acercaba a ella, atrado
por aquella fuerza imposible de vencer. Haban estado a punto, al principio, de ha cer
estallar la pila atmica, pero la fuerza impulsora no haba podido conseguir vencer la
trayectoria que una fuerza desmesuradamente ms fuerte los conduca.
Por qu me miran? grit Mortimer a los hombres, exasperado ante el profundo
silencio que reinaba entre ellos. Yo tampoco s qu demonios est ocurriendo.
Esta nave no pertenece a la Tierra gimote Carreira.
Mort hizo una mueca de desprecio.
Me crees tan cerdo para no figurrmelo? dijo. Pero quienes sean que viajan
en ella ya deban dar alguna seal de vida, no les parece?
Despus que el tubo les condujo hasta all, ste haba desaparecido
misteriosamente. Elas haba credo verlo por un breve instante desaparecer por la
pared, pero luego la tocaron y no encontraron ninguna fisura. Tampoco hallaron
ninguna puerta. Todos pensaron cmo podran salir de all.
Mirad exclam Garca sealando en una direccin.
Se volvieron todos para mirar hacia all y retrocedieron asustados al ver que un
segmento de la pulimentada y resplandeciente pared pareca vibrar primero y luego
esfumarse.
La sorpresa fue an mayor cuando la persona que hasta entonces haba estado
detrs de ella avanz unos pasos y pudieron identificarla.
Marc se apresur a decir, puesto que no deseaba presenciar unas escenas que le
haran perder tiempo:
Estoy vivo. Y no piensen que esto es el infierno.
Ms bien puede decirse que he resucitado. S, sa es la palabra correcta. Pero
tampoco nos hallamos en el Paraso.
Los hombres palidecieron intensamente. Levistong y Lewis parecieron ir a
desmayarse. Mortimer, el ms entero, se atrevi a dar unos pasos hacia Marc, hasta
tocarlo con su trmula mano.
S, es cierto. No es una ilusin; pero... cmo? Marc sonri complacido. Al menos
se acordara toda su vida de las seis caras de terror que estaba observando. Era
una pequea venganza la suya, una compensacin por los momentos de angustia
que pas en Plutn, cuando estaba seguro que iba a morir.
Esta nave lleg a tiempo para salvarme. Ahora sus tripulantes les ha hecho
regresar a ustedes porque necesito del Star para volver a la Tierra:
Marc haba sido advertido por el Supremo y MahdraI que apenas si podran
permanecer en el sistema Solar unas horas ms y que l deba partir sin demora
alguna a la Tierra. A la Armada Terrestre le quedaba poco tiempo para tomar
posiciones en los sectores donde los grhalladahnos saban que apareceran las
naves de Varvol.
Por lo tanto, Marc procur relatar a los hombres, someramente y en pocas palabras,
el peligro que corra la Tierra y las pocas esperanzas que existan de salir con vida
de la terrible aventura a la que iban a enfrentarse.
Mortimer y los dems acogieron con escepticismo al principio el relato de Marc, pero
luego, ante la evidencia de encontrarse en una nave extrasolar, perteneciente a una
cultura miles de aos ms avanzada que la terrestre, tuvieron que rendirse a la
realidad.
Ante la sorpresa de Marc, despus que Mortimer le hubo preguntado por el aspecto
fsico de los grhalladahnos y contestado que eran completamente humanos, al
menos externamente, ste dijo sonriente:
Si tan grave est la situacin no me importara irme con estos tipos a su planeta.
Al menos nos salvaramos nosotros. Si tan pocas posibilidades tiene la Tierra de
conjurar el peligro...
Marc sinti deseos de estrangular a Mort. Pero saba que los grhalladahnos los
estaban observando y pens que bastante mala opinin tenan stos ya de los
terrestres para que l la empeorase.
Es usted repugnante, Mortimer. Primero convenci a estos idiotas para cometer un
crimen y ahora no duda en matar a toda la humanidad. Prefiere retirarse
cobardemente antes de arriesgar su cochino pellejo en avisar a la Tierra, para que al
menos intentemos salvarnos todos.
No le han dicho los grhalladahnos que existe una posibilidad entre un milln de
que consigamos destruir la nave insignia varvol, la-que-apaga-los-soles? mascull
Mort. Por qu debemos morir todos? Salvmonos nosotros al menos, capitn. En
el Star tenemos una fortuna.
Dudo que sta sirviera de algo en Grhalladah. Ni tampoco en la Tierra, Marte o
Venus ser de mucha utilidad si no conseguimos derrotar a los varvols.
Marc mir a los dems hombres. Aquel silencio no resultaba muy explcito. Lo mismo
podan estar de acuerdo con las ideas de Mortimer que no. Incluso alguno de ellos
podan fingir, prometerle ayuda en el manejo del Star para regresar a la Tierra y
luego traicionarle. Slo poda confiar un poco en Garca, no en los otros. De todas
formas, deba darles una oportunidad, si ellos le demostraban que estaban
dispuestos a colaborar. No sera agradable tenerlos que encerrar en la bodega.
Regresaremos a la Tierra dijo Marc con firmeza. Partiremos en breves
instantes. Solicitar del Supremo que les permita a ustedes ver al varvol. Tal vez
ante su horrible aspecto cambien de idea.
Marc retrocedi hasta la pared y ante su aproximacin a sta, la puerta qued
abierta. Mort parpade ante aquel prodigio y pregunt:
Cmo lo consigue, capitn?
Marc sonri. Nunca pens que iba a cometer una equivocacin al contestar:
La constitucin molecular de estas estructuras permite abrir estas puertas con slo
el pensamiento. Los grhalladahnos me han enseado cmo hacerlo. Piensen en lo
que les he dicho, muchachos. Tal vez, con una buena actuacin por su parte olvide
lo sucedido en Plutn.
Garca trag saliva y dijo:
Lo hara, capitn? Sabe, yo no estuve muy conforme en eso...
Marc le sonri.
Desde luego. Lo sucedido ser una nimiedad comparado con lo que se nos
avecina. Hasta luego. Me gustara que cuando volviera ya hubieran decidido qu
hacer.
Marc sali y la pared qued cerrada. Mort corri hacia ella y sus manos tropezaron
con una superficie dura, impenetrable.
Si el capitn lo hace, creo que nosotros tambin podremos se volvi a los
tripulantes y les pregunt: No dijo el capitn que en la sala contigua est
encerrado en una jaula el varvol?
S. Qu pretendes ahora? inquiri Garca desafiante.
Enigmticamente, Mort respondi:
Un medio de escapar de aqu. No ser fcil, pero podemos provocar algn jaleo
que mantenga a los tripulantes entretenidos.
Mort, creo que ya hemos causado bastantes problemas gru Lewis. No sali
bien tu plan. Nos quedamos sin el tesoro y podemos ser condenados por toda la
vida por intento de asesinato.
Estamos hasta el cuello, no? Qu ms da ahora arriesgar el pellejo otro tanto?
Poco podemos perder.
Dinos qu intentas demand Elas, reponindose de su miedo.
A su debido tiempo sonri Mort. Antes debo lograr encontrar el impulso
preciso para que esta condenada pared nos deje salir.
* * *
Mara esperaba a Marc fuera. Al fondo del pasillo, los dos soldados seguan
montando guardia ante la entrada, normal y de acero, que serva de prisin al varvol.
En sus ojos leo que no le ha ido muy bien la entrevista con sus hombres dijo
Mara. Al ver la extraeza de Marc al no encontrar all a Mahdral, explic: Tuvo
que regresar con el Supremo.
Marc asinti.
Me temo que tendr que hacer el viaje en solitario.
Ellos tendrn que ir encerrados.
Vayamos a la sala del Consejo. El Supremo nos aguarda all.
Mara tom un camino que hasta entonces desconoca Marc, pero ste pens que la
nave extragalctica era enorme y deban existir innumerables niveles y zonas que l
nunca vera.
Pasaron por delante de un enorme cuadrado de cristal que Marc crey al principio
que se trataba de una gigantesca pantalla de televisin, como la que presida en
lugar preferente la sala de mando.
Pero Mara le aclar:
Es una autntica ventana. El cristal, especial y de un grosor de cerca de medio
metro, es de una seguridad total. Slo durante un combate unas compuertas lo
cierran.
Marc se acerc al cristal y mir las estrellas. Nunca se cansaba de miradas. Saba
que en algn lugar, no muy lejano ya, las fuerzas destructoras varvols se
aproximaban al sistema Solar por el hiperespacio, esa dimensin que los terrestres
an no haban descubierto y que pareca ser el nico medio posible para alcanzar
los mundos lejanos.
Acaso han tenido que luchar con otras razas en su largo periplo de exploracin?
pregunt.
Antes de topamos con los varvols dijo Mara. Se trataba de un planeta que
debi de creer que nosotros ramos los varvols y nos atacaron. Tuvimos que
defendemos y destruimos parte de sus flotas. Cuando pudieron darse cuenta de su
error, lograron establecer contacto y la lucha ces. Nos pidieron disculpas y nos lo
contaron todo. A estas horas ya deben de haber dejado de existir esos seres.
Estaban ms adelantados tecnolgicamente que nosotros?
El nivel cientfico de aquella raza humanoide era parecido al de ustedes, Marc.
El terrestre se volvi a la grhalladahna, dicindole:
Hasta ahora nunca te has dirigido a m tutendome. Por qu?
Existe alguna diferencia importante en el tratamiento gramatical?
Mucha. El tuteo significa que dos personas son viejos amigos.
Nosotros nos conocemos apenas hace unas horas sonri Mara.
Marc contempl la agradable sonrisa de la muchacha.
Ella sonrea poco, pero ya a l le haba dirigido ms de una.
Sin embargo, nos hemos besado dijo ms animado. Y t no pareciste estar
muy disgustada entonces.
Me sorprendiste.
S. Ya me explic Mahdral algo al respecto de vuestras costumbres. Es doloroso
que el adelanto tcnico lleve emparejado el olvido de uno de los ms bellos dones
que dispone la Humanidad.
No te comprendo, Marc. A qu te refieres?
Al amor. Vosotros lo habis desterrado de vuestra civilizacin. No sois
completamente felices, estoy seguro.
Lo somos. Nadie puede echar de menos algo que desconoce.
S. Tal vez tengas razn. Pero yo puedo ayudarte a refrescar la memoria, los
recuerdos que yacen en lo ms profundo de tu subconsciente.
Como hiciera no haca mucho tiempo, Marc volvi a tomar a Mara entre sus brazos.
Esta vez no intent sorprenderla, sino que acerc su rostro al de ella lentamente,
mirndola al mismo tiempo fijamente a los ojos.
Marc temi que la muchacha se retirara, pero no lo hizo. Incluso crey descubrir en
su mirada cierta ansiedad. La bes primero con suavidad, para luego poner en el
beso toda la pasin que la bella grhalladahna haba despertado en su ser,
estrechndola con fuerza, casi dejndola sin respiracin.
Mara no tard en iniciar una tmida correspondencia a la caricia. Marc not en ella la
ms absoluta inexperiencia. Se pregunt si el acondicionamiento que sufran las
parejas grhalladahnas inclua tambin algo del arte de saber amar.
Cuando ambos se separaron, Marc pregunt:
No te creer si me dices que no has sentido nada.
He notado en tus labios lo que en cualquier muchacha terrestre percibira.
Mara aspir aire. Se compuso sus cabellos. Pareca confusa, como si no
consiguiera darse ella misma una explicacin razonable de por qu se haba dejado
besar por el terrestre.
Ser mejor que regresemos. El Supremo desea darte unas instrucciones antes de
tu partida y ofrecerte unos regalos para las autoridades de la Tierra.
S, unas cuentas de colores para deslumbramos.
Qu dices?
Nada. A veces olvido que no conoces nuestra historia. Cuando mis antepasados
llegaron a un continente llamado Amrica, regalaron a los nativos cristalitos y cosas
sin valor.
Se alejaron del mirador y entraron en uno de los pasillos con cinta deslizante.
Un grhalladahno se acerc y coloc los objetos en una caja metlica que flot en el
aire. Entonces unos siseos se escucharon en la sala. Marc comprendi que alguien,
desde algn punto de la nave, estaba transmitiendo al Supremo un mensaje. Marc
vio la cara de asombro primero en el Supremo y luego una rabia infinita.
Dirigindose a Marc, el Supremo le dijo iracundo:
Sus hombres han intentado escapar, Marc. Al parecer encontraron la onda mental
adecuada para abrir las paredes. Pero cometieron el grave error de entrar en la salaprisin del varvol.
Esos estpidos se habrn llevado un buen susto al verlo dijo Marc. Me alegro.
Se lo merecan.
No se alegre. La visin de la jaula estaba opacada y no saban lo que haba
dentro. Creo que dieron con el abridor manual y el varvol escap.
7
Llegaron hasta la puerta de acero que cerraba la entrada a la sala-prisin del varvol.
Hasta una docena de hombres armados con relucientes corazas de metal negro
estaban apostados ante ella y armados con artilugios desconocidos para Marc, pero
tremendamente amenazadores de aspecto.
El Supremo pregunt al oficial de guardia al mando del destacamento por la
situacin.
Podemos ver lo que ocurre ah dentro, Supremo respondi el oficial. Hizo una
seal a uno de sus hombres, que se acerc portando un rectngulo metlico que
flotaba a unos treinta centmetros del suelo.
Era una pantalla visora. Despus de unos ajustes, el oficial consigui fijar la imagen
y todos pudieron ver lo que suceda al otro lado del muro de acero.
Los terrestres no acertaron a encontrar la abertura que conduce al pasillo y s la
que les ha llevado hasta donde est el varvol explic el oficial.
Marc mir a la pantalla y cerr rpidamente los ojos. Reprimiendo su horror, los abri
y vio que el varvol, fuera de su jaula, tena aprisionado entre sus tentculos a uno de
los terrestres. Lo identific como a Mortimer. Ya estaba muerto. Su cuerpo apareca
flccido, como si careciese de huesos, y la piel terriblemente griscea.
Los dems tripulantes estaban apretujados contra un rincn de la estancia,
temblando de miedo. Parecan estar a punto de desmayarse. Marc vio que movan
todos la boca. Aunque no les llegaba el sonido, era indudable que pedan socorro.
Qu hace el varvol? pregunt Marc a Mara y mirando por encima del hombro
del Supremo la pantalla. Es carnvoro?
No. Slo le interesa el calcio. Con sus tentculos puede absorberlo en pocos
minutos respondi la muchacha. Mira el suelo.
Marc observ que el suelo que rodeaba al varvol estaba impregnado de una
sustancia sucia y pegajosa.
Al tiempo que absorbe el calcio de ese terrestre, expulsa los componentes
impuros de los huesos. Lo realiza por varios de sus tentculos. Esa masa viscosa es
terriblemente venenosa. Comprendes ahora por qu es imposible un entendimiento
con esa raza?
El terrestre asinti. Apart la vista de la pantalla.
El varvol segua distrado con los restos de Mortimer. Pronto se dirigira hacia los
dems si antes no hacan algo para impedirlo.
Es que no piensan actuar? grit Marc.
El engendro extragalctico se movi con una rapidez tan grande que estuvo a punto
de sorprender a Marc. Uno de los tentculos restall en el aire, a menos de diez
centmetros de la cabeza del terrestre. Unas gotas negruzcas cayeron sobre el brazo
cubierto de metal negro y Marc vio con horror cmo ste burbujeaba. Pero por
fortuna no lleg a tomar contacto con su piel.
Marc esquiv como pudo la serie de latigazos tentaculares del varvol. No poda
quedarse quieto un segundo para apuntar. Su espalda toc el muro y corri para
salir de aquella encerrona. Patinando sobre el pulposo cuerpo, el monstruo le
persigui.
Marc comprendi que su error haba sido suponer que el varvol, debido a su aspecto
de pesadilla, era un ser irracional y no un representante de una raza ms avanzada
que la suya misma, y que adems contaba con unos elementos de destruccin
naturales infinitamente superiores.
Todo esto lo comprendi cuando comprob que no poda salir del rincn de la
habitacin, frente adonde los tripulantes gimoteaban de miedo y ansiaban que l
saliera triunfante.
El varvol empujaba al humano hasta el sitio que a l le convena para destruirlo.
Marc sud y decidi que haba llegado el momento de jugarse el todo por el todo.
El monstruo avanzaba hacia l extendiendo cuanto poda sus pringosos tentculos
para evitar la huida. Marc se dej caer al suelo y rod unos metros. Escuch el
inhumano aullido de frustracin lanzado por el varvol, que giraba sobre su grasienta
masa corporal para dirigirse contra l de nuevo.
Entonces Marc apret el disparador en el preciso instante en que los tentculos le
dejaron ver un espacio suficiente para dirigir contra l el disparo de su arma, en
donde supona que tena el cerebro.
Puls el disparador durante varios segundos, mirando con horror cmo el varvol no
se detena en su marcha y apenas estaba a dos metros. Los tentculos cruzaban el
aire delante de su rostro amenazadoramente.
Marc crey llegado el fin y cerr los ojos. Los abri cuando escuch un seco ruido.
Vio al varvol caer pesadamente a sus pies.
Se levant. Estaba agotado, con los nervios destrozados. Los tripulantes se
acercaron a l lentamente, como si temieran que la endiablada criatura pudiera
levantarse y atacarles.
Garca se puso delante de l, pero sin atreverse a mirarle a los ojos.
No sabemos cmo darle las gracias, capitn. Por qu lo hizo?
Marc les mir primero con ira, pero se senta tan cansado que no encontr energas
para gritarles que estaba harto de ellos y que de buena gana hubiera de jado que el
varvol acabara con todos.
Al parecer era mi obligacin; no la de esos hombres. Vamos.
Le siguieron hasta la puerta de acero, que ya se haba abierto para ellos. Marc se
dej despojar de la armadura por los soldados. Dijo al Supremo:
Creo que ya tengo tripulacin.
Confiar en ellos? pregunt recelosamente el Supremo, mientras miraba a los
tripulantes.
S.
Puede volver a equivocarse.
No, esta vez ya no me equivocar.
Garca se apresur a decir:
Haremos lo que usted nos ordene, capitn. Puede fiarse de nosotros.
corriente entre las mujeres de su raza, pero que algunas veces suceda. O tal vez
estaba sometindole a una extraa prueba final.
El Supremo aadi:
Le ofrezco venirse a Grhalladah con nosotros. Sus hombres pueden regresar a la
Tierra.
Marc sinti sobre s la mirada de Mara, esperando de l una respuesta afirmativa.
Sin dejar de mirarla, dijo:
No puedo aceptar. Debo avisar a mis compatriotas.
Recuerde que las posibilidades de vencer a los varvols son casi inexistentes dijo
el Supremo. Su sacrificio ser estril.
Debemos jugar esa probabilidad entre un milln replic Marc entre dientes. A
Mara, le dijo: Adis. Siento tener que despedirme de ti dicindote adis, pero es la
realidad. Nos hemos conocido pocas horas, pero las suficientes para que me haya
enamorado de ti como un colegial. Quiz t comiences a sentir hacia m algo
parecido. Estando a mi lado hubieras experimentado sensaciones inditas en casi
todas las mujeres de tu pueblo. Lo siento por nosotros dos.
Marc... empez a decir la muchacha; pero call al no saber qu ms decir.
Djalo. Pronto millones de aos luz nos separarn sonri Marc con tristeza.
Nunca unos enamorados se sintieron tan alejados el uno del otro como nosotros lo
estaremos.
Marc tom las manos de Mara y las bes. Luego dio media vuelta y corri hacia el
Star, cerrando tras s la compuerta sin querer dirigir una ltima mirada a la
muchacha.
El Supremo indic a los miembros del Consejo y a Mara que se retirasen del
hangar, diciendo:
En conjunto es notable esa raza predestinada a morir bajo el poder destructor y
loco de los varvols. Lstima que sea as!
Minutos despus, la gran esclusa del hangar, cuando el aire se hubo retirado, se
abri y Marc recibi la seal luminosa que le permita encender los motores.
Siguiendo las instrucciones recibidas, situ su nave a unos centenares de metros de
la grhalladahna y esper.
El y sus hombres sintieron la vibracin que sufri el Star al recibir el rayo impulsor.
Conectando la pantalla de popa, Marc vio desaparecer en segundos la esfrica nave
dorada de la Liga.
A la velocidad que viajaban, en pocas horas estaran en rbita lunar.
Marc cerr los ojos. Ahora tena que enfrentarse con lo peor.
Iba a comenzar la lucha a muerte contra los varvols.
8
El Almirante Toho mir a sus comandantes de navo, uno por uno. Haba terminado
de darles las ltimas instrucciones. Ahora slo poda decirles:
Caballeros, les deseo suerte; la necesitarn.
Los comandantes saludaron y salieron de la sala de reuniones.
Marc se dirigi a la salida, pero la voz del Almirante le detuvo.
Un momento, comandante Alevin. Deseo hablarle a solas.
Marc esper a que el ltimo de sus compaeros saliera y entonces se acerc a la
mesa. Detrs de sta, el Almirante Toho pareca insignificante dentro de su armadura
Segn los planes, los terrestres apenas tendran unos minutos para dirigir contra las
naves varvols sus proyectiles atmicos si queran triunfar.
Si durante la primera andanada la nave insignia no resultaba destruida, todo el plan
se vendra abajo. Los varvols slo precisaban de unos minutos para disponer su
arma-que-apaga-los-soles y dispararla contra el Sol. Luego, despus de esto, sera
intil luchar, intentar vengar la muerte del sistema planetario. Los varvols huiran en
pocos segundos, una vez cumplida su misin.
Llegaron al crucero Orin y Marc se dirigi a la cabina de mando. All estaba
Carreira, que haca las funciones de lugarteniente. Marc haba logrado acoplar a los
cinco antiguos tripulantes del Star en diversos puestos de confianza.
Carreira fue en tiempos un buen oficial de la Armada y lo destin a aquel puesto de
responsabilidad. El resto de la dotacin eran militares y civiles, reunidos
apresuradamente.
La Tierra haba realizado un gran esfuerzo al reunir una potente flota espacial. Al
principio nadie crea que en poco ms de una semana, mil naves, la mayora de
ellas de tipo comercial armadas apresuradamente, pudieran encontrarse dispuestas
para luchar contra la amenaza varvol.
Pero se haba hecho.
Mil naves de todo tipo y edad aguardaban al enemigo.
No se haba podido ser muy escrupuloso en la eleccin de las tripulaciones. Se tuvo
que echar mano de pilotos y navegadores civiles para poder ponerlas en el espacio.
Todos los capitanes del espacio que se pudieron encontrar se militarizaron.
La Tierra apenas si contaba con un par de cientos de cruceros y otras naves ligeras
de combate. La guerra en el espacio era algo casi desconocido por la Humanidad. Si
hasta entonces todo el mundo se congratulaba por carecer de antecedentes al
respecto, ahora nadie se jactaba de ello.
Las armas que posea la Armada Terrestre, slo haban sido probadas a ttulo
experimental. Nada se saba de su efecto en un combate real y mucho menos ante
un enemigo poseedor de una mayor tcnica.
Carreira present a Marc los datos con la situacin del crucero. Todo estaba
dispuesto para el combate.
Marc despleg un mapa estelar. Mil puntitos rojos sealaban la posicin de las
naves, que formaban un semicrculo que intentara encerrar con su fuego a la flota
enemiga cuando sta hiciera su aparicin.
Recibiremos la orden del almirante Toho de disparar. Lanzaremos primeramente,
como est previsto, diez proyectiles de cinco megatones, calculados para hacer
explosin en un rea no mayor de dos millones de kilmetros cbicos.
Qu se sabe de la resistencia de las naves enemigas para soportar las
explosiones nucleares? pregunt Carreira.
Marc torci el gesto.
Apenas nada replic. Ni los grhalladahnos pudieron informamos
detalladamente al respecto. Al parecer usan escudo de fuerza. Si los hombres de la
Liga hubieran sabido que son vulnerables, creo que se hubieran decidido a quedarse
para ayudamos.
Debieron hacerlo, los muy perros gru Carreira.
No los culpe. No son como nosotros; no pueden pensar igual. Ellos crean
decentemente que obraban bien. Pero dejemos esto, que ya no tiene remedio.
Ocupmonos ahora de la batalla.
Se haba calculado, segn los informes suministrados por los registros de los
grhalladahnos, que los varvols haran su aparicin dentro de una hora. Algunas
naves an marchaban a tomar sus posiciones. Pero para entonces ya todo estara
dispuesto.
Si de la primera andanada no logramos destruir la nave portadora del arma-queapaga-los-soles, entonces pasaremos a la segunda fase del plan. Cada unidad
deber actuar por su cuenta, intentar cubrir el objetivo principal: eliminar a la nave
insignia varvol. Luego, que Dios se apiade de todos nosotros.
Ser difcil que escapen de la primera andanada, seor. Ms de cincuenta mil
megatones desencadenarn su poder destructor en un rea relativamente pequea.
No quedar un metro cuadrado por cubrir.
Pero debemos tener en cuenta que muchos torpedos no estallarn, otros variarn
su rumbo y la mayora tal vez colisionen con otros muchos antes de llegar al rea
elegida. Adems, cabe la posibilidad de que la coraza de las naves varvols resista
una explosin atmica que ocurra a relativa distancia.
Carreira frunci el ceo.
Vamos, que ser una suerte si logramos araarlos al menos.
Marc asinti.
Ms o menos. Los grhalladahnos tenan muy pocas esperanzas de que nosotros
logremos salir victoriosos.
Pero al menos se intentar, no, comandante?
S, por nosotros no quedar. Me pregunto si...
Qu, comandante?
Nada. Me gustara saber si la nave de Grhalladah ha llegado ya a su planeta. Es
seguro que s.
Carreira le mir extraado. Notaba algo raro en su jefe. Se dijo que era lgico que le
encontrase algo diferente cuando estaban a punto de entrar en la batalla ms
decisiva de la historia de la Humanidad. Pregunt:
Puedo retirarme? Quisiera revistar las salas de proyectiles cuanto antes.
Regresar en seguida, seor.
Con ellos estaban en la sala tres hombres, encargados de las comunicaciones
interiores y de establecer contacto con la nave del Almirante Toho. Marc agradeci a
Carreira que le dejara prcticamente solo. Los dems hombres estaban al fondo de
la cabina y no le interrumpiran en sus pensamientos.
Pens en Mara. Pensaba mucho en ella. En realidad, ni un minuto haba dejado de
rememorar la bella imagen de la muchacha, su encantador rostro y el agradable
calor de los labios que l bes en dos ocasiones.
Le hubiera gustado saber si ella haba pensado en l alguna vez desde que se alej
del sistema rumbo a su lejana patria.
Se dijo que era un estpido. Mara perteneca a una raza muy superior a la suya, tal
vez con otra clase de defectos, pero infinitamente ms avanzada, tan distante de la
que l perteneca como ellos lo estaban de los bosquimanos que an vivan en la
Tierra. Pens que l nunca llegara a casarse con una salvaje, ms cercana a los
simios que a los humanos, sucia y maloliente. Entonces, por qu razn Mara tena
que hacerle caso a l?
En seguida trat de corregirse. La comparacin era demasiado desorbitada. El
hombre posee ciertas escalas culturales que una vez superadas las ms inferiores,
la diferencia con las restantes superiores no son tan ostensibles.
Marc se dijo que l no ola como un bosquimano y sus pensamientos espirituales
podan estar al nivel de los compatriotas de Mara. Record con amargura que los
grhalladahnos, a cambio de haber logrado una tcnica envidiable y haber alcanzado
las estrellas, haban perdido algo maravilloso, casi irremplazable por otras
sensaciones ms o menos exticas: el amor.
En tal aspecto eran unos desdichados. Quiz la Humanidad, pese a la prevencin
que le hiciera el Supremo para que no cayeran en la tentacin de desterrar el amor,
irrecuperable luego, cometieron el mismo error.
Marc sac un cigarrillo y se lo llev a los labios.
Mir los grficos de situacin. Su crucero permaneca en el sitio establecido
previamente. Era uno de los primeros en lnea. Sus proyectiles llegaran antes que
otros a las naves de Varvol. Ojal fueran stos los que acertaran, los que conjuraran
el peligro. Si lograban vencer a los varvols, entonces los grhalladahnos, cansados de
esperarlos en sus mundos, regresaran a la Tierra para averiguar qu haba pasado.
Y tal vez con ellos retornara Mara. Y tal vez...
Marc movi la cabeza. Consult su reloj. Se asombr al ver que haba pasado cerca
de una hora. Ni se haba dado cuenta que Carreira haba regresado. Estaba sen tado
en el otro silln, a su lado, y Marc vio que le miraba de vez en cuando de soslayo,
con una mirada de preocupacin, tal vez motivada por la actitud anormal de su jefe.
An tena el cigarrillo apagado en la comisura de sus labios. Sonriendo, Marc fue a
encenderlo cuando las luces rojas de alarma se encendieron.
La voz del Almirante Toho conmocion a todos cuando dijo, trmulo de nerviosismo:
Ha sido detectada la primera nave varvol. Apareci en el punto previsto. En
cualquier momento pueden surgir las dems. Estn atentos a mi voz. No demoren el
disparo de los proyectiles.
Carreira puls la sirena de zafarrancho. El momento haba llegado, mucho antes de
lo que todos pensaban.
9
Los instantes eran cruciales.
Marc poda suponer, sin lugar a equivocarse, que los nervios de los cien mil hombres
que tripulaban las naves de la Armada estaban a flor de piel, a punto de estallar.
Tom el micrfono a travs del cual tena que dar la orden de fuego a los servidores
de los proyectiles cuando l recibiese el aviso del Almirante Toho. Despus de
aquello, cada unidad combatiente tendra plena libertad para actuar segn el criterio
de su comandante, a no ser que desde la nave insignia se ordenase lo contrario.
Marc tom el telescopio y lo enfoc hacia el lugar fijado. Efectivamente, un puntito
resplandeciente al sol haba aparecido, como surgido de la nada.
Apenas tuvo Marc oportunidad de estudiarlo cuando docenas de otros puntos se
unieron al primero, formando una constelacin luminosa. Y en medio de tal, un punto
mayor que los dems, atrajo su atencin.
Como un estallido en su cerebro, la voz del Almirante Toho tron en la estancia,
gritando:
Fuego!
Marc repiti la orden por el micrfono. Y esper. De las mil naves, los proyectiles
atmicos partieron relampagueantes. De haber existido aire, el ruido hubiera sido
atronador.
Eran diez mil mensajeros de muerte los que volaban contra el ncleo de naves
varvols, diez mil esperanzas terrestres. Diez mil ruegos y plegarias pronunciadas en
mil credos.
Aumenten la potencia de los tubos grit Marc por el micrfono. Vamos a por
ellos. Sala de proyectiles, dispongan otra andanada.
Cual una jaura de perros rabiosos y desesperados, las naves terrestres se lanzaron
contra los varvols. Los ltimos proyectiles estallaban inofensivamente,
consumindose los pequeos restos de esperanza de los hombres de la Tierra.
Carreira se volvi para decir a su comandante:
Todo se ha acabado.
No todo an mascull Marc. An tienen que destruimos a nosotros primero
esos monstruos, para que puedan aniquilar nuestro Sol.
Entonces comenz la verdadera batalla.
Las naves varvols, de aspecto opaco y arcnido, se movieron, empero, grcilmente
en el espacio, envolviendo a la de mayor tamao, la capitana, dispuestas a
defenderla, a darle el tiempo preciso para que dispusiera su arma-que-apaga-lossoles.
La defensa que iban a disponer iba a suponer el primer aviso a los terrestres de que
lo que iba a suceder iba a ser un duro camino, un amargo recorrer por el
ensangrentado trayecto que los varvols les estaban preparando.
Las naves terrestres empezaron a sufrir las primeras bajas. De los aparatos varvols
surgieron haces delgados de potente luminosidad que al chocar contra el fuselaje de
los cruceros de la Tierra los doblaron y derritieron como si fueran de mantequilla.
Marc vio el comienzo de lo que l intua el desastre a travs de su telescopio. Pese
al acondicionamiento de la nave, estaba sudando copiosamente. Los servidores del
radar trabajaban como desesperados intentando establecer una cadencia de la
deriva de las naves enemigas para suministrar los datos a la sala de proyectiles.
Fuego cinco proyectiles orden Marc despus de recibir asentimiento del jefe de
radar a su silenciosa pregunta.
Lo que haba comenzado como una batalla disponiendo cada bando de un sector
delimitado para sus unidades, se torn en algo catico. Las naves terrestres fueron
las primeras en perder sus compactas lneas. Se lanzaban como cegadas contra el
enemigo, disparando sus proyectiles que, en su mayora, se perdan en el espacio.
Marc comprendi el estado de nimo de las tripulaciones. Todos saban que no
solamente luchaban contra los varvols, sino contra el tiempo, que estaba a favor del
enemigo.
Cada segundo que transcurra era primordial para la suerte de toda la raza humana.
Si la nave insignia varvol tena tiempo, el Sol sera destruido.
El fuego defensivo varvol pas lentamente a convertirse en ofensivo, mortalmente
ofensivo. Las bajas terrestres iban aumentando alarmantemente.
El Orin se acerc cuanto pudo, apenas unos quinientos kilmetros, hasta las
unidades enemigas. Antes de girar en redondo para alejarse de los destructores
rayos de luz, solt media docena de proyectiles.
Por el telescopio, mientras la nave ruga retirndose del campo de accin de las
armas enemigas, Marc tuvo la pequea alegra de comprobar cmo sus proyectiles
destruan dos naves varvols.
El enemigo no era invencible. Si no actuase en su contra el factor tiempo, la victoria
sera de la Armada Terrestre. Slo les quedaba la esperanza de asustar a los varvols
para obligados a huir.
Marc mir su cronmetro con marcado desaliento.
Apenas faltaban pocos minutos para que los varvols pudieran tener en condiciones
su arma mortaI.
Haban alcanzado el objetivo previsto. Haban destruido la unidad enemiga que iba a
convertir el sistema planetario en algo muerto, que flotara en el espacio por milenios
sin sostener vida en l.
Pero no haban sido los proyectiles terrestres los que haban alcanzado la nave
capitana varvol. Entonces..., quin haba sido?
Las dos ltimas andanadas de proyectiles an seguan llegando hasta las restantes
unidades acompaantes de la desaparecida nave principal de la flota enemiga. Eran
muy pocos en realidad. La mayor parte de ellos haban sido destruidos por los rayos
de energa varvols. Marc segua preguntndose qu haba sucedido.
La respuesta lleg pronto. En el telescopio de Marc apareci pequesima, en un
ngulo, la nave dorada y esfrica de Grahlladah. Si no se trataba de la misma en la
que viajaba Mara, era su hermana gemela.
Marc sinti un vuelco en su corazn.
Los supervivientes navos terrestres retrocedieron. Ya no mereca la pena dejarse
matar por el enemigo, una vez destruida la nave portadora de la terrorfica arma.
Los varvols, al final, haban perdido la batalla y la guerra.
Adems, la nave dorada de Grhalladah estaba dando buena cuenta de los restantes
aparatos varvols. Pas rasante cerca de ellos, enviando rayos destructores que los
convertan en pequeos soles.
Algunas docenas de tenebrosas naves varvols tuvieron ocasin de desaparecer por
el hiperespacio. Los varvols haban comprendido la inutilidad de su presencia en el
Sistema Sol.
Huan.
Marc se dej caer en su asiento. Se volvi para mirar a Carreira. Sonri
ampliamente, pero sin decir nada.
No era preciso. Ambos comprendan.
10
Despus de la alegra de la victoria lleg el momento triste del recuento de bajas.
La Armada Terrestre haba perdido cerca del cincuenta por ciento de sus efectivos.
Unas doscientas naves estaban seriamente averiadas. No podran regresar a la
Tierra. Los supervivientes tuvieron que ser transbordados a otras unidades.
El Almirante Toho felicit a los comandantes y requiri la presencia de Marc Alevin
en su crucero.
Marc acudi, dejando en manos de Carreira el repaso de los daos sufridos. Slo
una vez un disparo del enemigo les toc de forma parcial y las averas eran
fcilmente reparables.
El Almirante recibi a Marc en su reducida cabina.
Estaba el oriental sucio, desaliado, lo que era una cosa extraordinaria en l,
siempre tan pulcro y cuidadoso de su presencia. Los depsitos de aire haban sido
tocados y a punto estuvieron de tener que abandonar la nave insignia de la Flota
Terrestre, de haber durado la batalla unos minutos ms.
Sintese, comandante dijo Toho.
Marc, una vez librado de su traje espacial, se derrumb de manera poco protocolaria
en la silla que el Almirante le sealara.
Ha sido una dura lucha, Marc dijo Toho.
S, seor.
Ahora creo que debe pasar a la cabina contigua. El enviado grhalladahno desea
hablar con usted. Al parecer, sus relaciones con estos seres son muy firmes y slo a
usted desea exponer los trminos iniciales decididos por el Supremo para un posible
acercamiento nuestro a la Liga.
Repentinamente, Marc se sinti furioso. Si se trataba de Mahdral no pasara
ciertamente un rato agradable. El Consejero era un tipo que desde el primer
momento le haba resultado desagradable. Estuvo tentado de declinar aquel
cometido al Almirante, pero pens que iba a serIe muy complicado explicarle las
circunstancias por las que senta cierta aversin hacia Mahdral.
El no comprendera que le arda la sangre al pensar que Mahdral estaba destinado a
desposarse con Mara, siguiendo las normas de la civilizacin grhalladahna respecto
a sus peculiares costumbres sexuales.
Se levant y despus de saludar al Almirante, sali al pasillo. Delante de la puerta
siguiente, cerrada, dud unos instantes antes de abrirla. Movi el picaporte y de un
empujn la abri. La persona que estaba dentro de la habitacin se volvi al
escuchar ruido y Marc quedse bajo el marco con la boca abierta. La persona que
se le ech encima, a los brazos, se la tap con un beso.
Mara... musit Marc.
Querido, querido... Tem que murieras en el combate. No llegamos tan pronto
como hubiramos querido, una vez que termin de convencer al Consejo que as
debamos obrar.
T lo lograste dijo Marc, mirndola extasiado a los ojos.
Fuiste t en realidad. El Supremo se qued muy impresionado cuando arriesgaste
la vida para salvar a tus hombres del varvol. Entonces, cuando apenas estbamos a
medio camino de Grhalladah, el Supremo comprendi que en ciertos momentos
merece la pena no hacer caso a la lgica, sino al corazn.
No pudisteis volver ms a tiempo. Los varvols deban estar a punto de destruir
nuestro Sol.
No pensemos ms en ello. Ahora el peligro ha pasado. Incluso hemos evitado que
los varvols se acercasen a nuestros mundos.
Un pensamiento ensombreci el rostro de Marc.
Pero, ahora, qu hars t?
El Supremo no puede decidir el establecimiento de contactos firmes con vosotros.
Eso lo ha de ordenar la Gran Corte de la Liga. Pero s puede dejar a un grhalladahno
para que vaya preparando un informe de vosotros. Si ste es favorable, lo ms
probable es que ingresis en la Liga. Y ese observador ser yo.
Y tu matrimonio con Mahdral?
Ha quedado aplazado indefinidamente. Seguramente Mabdral ser destinado a
otra mujer cuando regrese a Grhalladab.
Se ofendi al enterarse?
Ella ri de buena gana.
Oh, no. Cuando me vio tan contenta creo que hasta l se alegr. Es un buen
sujeto. No debes guardarle rencor.
No lo har. Me alegro haberme equivocado respecto a Mahdral. Pero ahora...
Ahora, qu?
Debo preocuparme de que t tengas una buena opinin de los terrestres.
Se besaron y ella dijo entrecortadamente:
Estoy segura que con tu ayuda no podr dar un mal informe de vosotros, de
vuestras costumbres.
FIN