Socrates y El Socratismo
Socrates y El Socratismo
Socrates y El Socratismo
SCRATES
Y EL SOCRATISMO
A veinticuatro siglos, en nmeros redondos, trans
curridos desde su muerte, el misterio de Scrates
es tan denso como lo fue al principio, o incluso
ms, en razn de las innumerables interpreta
ciones que en el curso de la historia se han
cruzado con este personaje, que, para nuestro
infortunio, no nos dej ni una sola lnea escrita
por l mismo.
Al escribir este libro, Antonio Gmez Robledo
ha sucumbido al hechizo del enigma socrtico y
se ha dejado conducir por una arraigada pasin
que, desde su juventud, lo llev a perseguir, por
todos los meandros asequibles de su vasta
bibliografa e incluso en la misma Atenas, al fil
sofo griego. Pero no slo la pasin por un filsofo
grafo nos comunica este libro.
Dueo de un profundo conocimiento de la cul
tura y la filo s o fa griegas, A ntonio Gm ez
Robledo ha conseguido en estas pginas dibujar
un nuevo retrato del maestro de Platn, en el que
a un tiempo se esboza su circunstancia y se
exponen claramente las principales lneas de su
pensamiento. Una comparacin entre la moral
socrtica y la cristiana y las figuras de Scrates y
de Jess es uno de los captulos ms intere
santes de este valioso libro.
De Antonio Gmez Robledo el FCE ha publica
do tambin Meditacin sobre la justicia, Platn,
los seis grandes temas de su filosofa y Ensayos
sobre las virtudes intelectuales.
ANTONIO GMEZ ROBLEDO
SOCRATES
el socratismo
LJ
60 ANIVERSARIO
EL COLEGIO NACIONAL
D. R. 1994, E l C o l e g i o N a c io n a l
Luis Gonzlez Obregn Nm. 23, Centro; 06020 Mxico, D. F.
D. R. 1966, F o n d o d e C u l t u r a E c o n m ic a
D. R. 1988, F o n d o d e C u l t u r a E c o n m ic a , S. A. d e C. V.
Carretera Picacho-Ajusco 227; 14200 Mxico, D. F
ISBN 968-16-2853-5
Impreso en Mxico
PRLOGO
"Raro ser el amor al que le baste un solo retrato. Ms
bien los multiplica, y se goza hallando en cada uno algn
detalle actitud o expresin, perfil o pliegue, .mirada o
sonrisa, misterio o claridad, que falta o que no luce tan
logrado y neto en los otros.
As lo dej escrito nuestro inolvidable Alfonso Mndez
Planearte, como para excusarse de haber emprendido su
magnfica versin horaciana,1 despus de tantas otras que
l mismo tuvo por excelentes. Y yo, por mi parte, no al
canzo a ver qu otra excusa o justificacin podra a mi
vez proponer, en descargo de la audacia que significa de
la cual me acuso yo ante todo, y antes que otros me la
sealen la publicacin de un libro o un ensayo ms
sobre Scrates.
Obra de amor ha sido, simplemente : del que fue incu
bndose y luego creciendo, en el decurso de tantos aos,
desde aquellos, ya tan remotos, de mi ms temprana ado
lescencia, cuando me hizo estremecer la lectura, en aquellas
tan queridas ediciones vasconcelianas de pasta verde, de
la Apologa, el Fedn y el Banquete, que me abrieron para
siempre el alma a la contemplacin y la vivencia amorosa
de todo lo grande, noble y hermoso. Vinieron luego, vol
ventibus annis, el aprendizaje de la lengua original de los
divinos dilogos, los estudios filosficos, y por ltimo,
tarde tal vez, pero todava con sol en las bardas, el viaje
a Grecia. En todo esto anduvo, al igual que mis mo
destas aristotelizaciones que a su tiempo vieron la luz, mi
persistente contemplacin interior de Scrates, hasta lle
gar el momento en que me ha sido forzoso proferirla.
Deficiente sin duda la imagen resultante, lo extraordinario
sera que no lo fuese, como lo es todo fruto de amor, ya
que, segn aprendimos todos en aquellas mismas pginas
maravillosas, el Amor es hijo de Poros y Pena. Y como
no est aqu ya Scrates, para decir, con el nico arte en
que se ufanaba de ser supremo maestro, si el fruto ha sido
por lo menos viable, no ,hay ms sino sacarlo, tal como
sali, a la plaza pblica. -
Esto del prurito amoroso de tener un retrato ms del
1 Horacio, XL Odas selectas, unam, Mxico, 1946.
8 PRLOGO
X enofonte
P latn
Aristteles
Ar ist fa n e s
L a promocin de A t e n a s a la filosofa
L a I lustraci n y la so fstic a
Algo hay que decir sobre ellos, as no sea sino por la actitud,
de abierta beligerancia que frente a ellos asumieron S
crates y Platn ste sobre todo o con mayor certeza/ pero
profesando siempre hacerlo en tanto que discpulo de S
crates.
Hablar de los sofistas como se debe, es decir, con verdad
y justicia, es hasta hoy algo por extremo difcil, y por la
sencilla razn de que as como de ellos nos han quedado
apenas escasos fragmentos de sus obras, de Platn, en, cam
bio, su implacable adversario, conservamos todos y cada
uno de sus dilogos, as los autnticos como los dudosos
y los apcrifos. Y como en este caso se trata nada menos,
con toda probabilidad; del mayor escritor del mundo, es
natural que el terrible veredicto platnico haya tenido una
vigencia secular e incontrastable. Es apenas en pocas rela
tivamente modernas cuando se ha iniciado la necesaria
labor revisionista, pero sus conclusiones tendrn que ser
siempre ms o menos conjeturales, por falta del necesario
m aterial para em itir un juicio definitivo. Hasta donde nos
es posible apreciar el estado de la cuestin, juzgamos pru
dente limitarnos a las siguientes observaciones.
El primer dato firme, de rigurosa comprobacin en los
textos y los autores, es la evolucin semntica del vocablo
"sofista" ().24 En un principio, y como derivado
inmediatamente del verbo (imaginar, inventar, '
excogitar), empez por designar a todo aquel que es hbil,
experto, o que sobresale en cualquier arte o actividad, no
slo la filosofa o la literatura, sino tambin el canto, la
msica, la adivinacin, etc. A mediados del siglo v a. C. y
en Atenas, pas a significar el maestro de retrica y filo
sofa ; y con Platn y Xenofonte, por ltimo, asume el senti
do peyorativo, que desde entonces ha sido el predominan
te, de charlatn, impostor o embaucador.
En la poca que ms nos interesa aqu, o sea hacia
mediados del siglo v, se conoce con el nombre de "sofis
tas, en efecto, a esos maestros ambulantes de elocuencia
y filosofa (tomando esta palabra, a su vez, no en un sentido
Gomperz, por ms que para l la Aufklrung helnica cubra no
slo a los sofistas, sino tambin hacia atrs, a los atomistas (Leuci-
po y Demcrito) y dems epgonos de la filosofa natural, por las
conexiones de sentido que Gomperz cree percibir entre unos y otros,
y que oportunamente haremos ver en el texto.
24 Vase, para n ir ms lejos, el Diccionario de Bailly, ctel que
tomamos prcticamente cuanto decimos en el texto.
LA ILUSTRACIN Y LA SOFISTICA 65
38 Symp., 221c-222a.
90 SOCRATES SEGN SU VIDA
E l partero e sp ir it u a l
S crates e n s u vida fa m il ia r
L a Apologa platnica
La doble acusacin
La m is i n d iv in a de S crates
los dos casos, que nos son ya bien conocidos, de los gene
rales de las Arginusas y de Len de Salamina.
Pero si Scrates insiste en uno y otro caso, en que por
su conducta se jug la vida, no es tanto por darse baos
de pureza, cuanto para llevar a sus jueces esta conviccin :
"Para que sepis les dice que no he de someterme a na
die en lo que no es justo, as sea por temor de la m uerte."47
Ahora bien, por esto mismo precisamente, por preferir
incondicionalmente la justicia a todo otro bien, cualquiera
que sea, es por lo que Scrates, aunque se lo ordenasen sus
jurados, no podr m udar de hbitos, abandonar el gnero
de vida que ha llevado, ya que hacerlo sera no solamente
injusto, sino impo, por ser tal vida, y la actividad a ella
consiguiente, algo que Scrates no ha elegido por s mis
mo, sino que le ha sido impuesto por la divinidad.
Cmo aparece concretamente, en la Apologa, esta vo
cacin divina, a la que Scrates no puede, por motivo
ninguno, ser infiel? Los textos no son aqu muy fciles de
coordinar, pero intentaremos armonizarlos en la forma que
nos parece ser la ms congruente, despus de haberlos
examinado.
En prim er lugar, se refiere Scrates a un viaje que hizo
a Delfos su amigo Querefn, quien estando all, oy de la
Pitia el orculo de que nadie era ms sabio que Scrates.
Al notificrselo Querefn al propio Scrates, queda ste
sumergido en una, al parecer, invencible apora, ya que de
una parte no puede dudar de la veracidad del orculo, y
de la otra est convencido de no tener l mismo ninguna
sabidura en cosa alguna. Para salir, pues, de esta apora
y descubrir el sentido misterioso del orculo, imagina
Scrates el expediente de hacer una tourne por los que
en cada clase social: polticos, poetas, artesanos, pasaban
por ser los ms sabios, con el resultado final de no haber
encontrado en ninguno de ellos la sabidura. No desconoce
Scrates que en muchos de los investigados, en los arte
sanos sobre todo, s exista el saber de aquello en que eran
peritos ; pero como todos presuman de saber adems otras
muchas cosas que en realidad ignoraban, esta sola arro
gancia bastaba para que, quien la tuviese, debiera ser califi
cado simplemente como necio antes que como sabio. En
cuanto a Scrates, consciente por su parte de que nada
saba de nada, era por esto mismo, ms sabio que aquellos
A pol, 32a.
LA MISIN DIVINA DE SCRATES 137
que puede hacer que las riquezas y todo lo dems, del orden
pblico o privado, sean bienes para los hombres. Si por de
cir estas cosas corrompo a la juventud, habr que ver all
mximas ponzoosas; y si alguien dijere que digo otras
cosas, miente.
"En suma, atenienses, bien sea que deis crdito a Anito
o que no se lo deis; que me soltis o no me soltis, tened
por cierto que no podr yo hacer otra cosa, as hubiera de
m orir mil veces."64
Todo esto es, como se ha comentado tantas veces, algo
del todo indito en el mundo antiguo: el encarecimiento
de la propia personalidad; la apelacin, por encima de la
autoridad constituida, a una instancia sobrenatural o pre
ternatural (lenguaje que no encontraremos sino varios
siglos despus, en los Hechos de los Apstoles), y por lti
mo, y tal vez lo ms sorprendente, esta idea fija del "cui
dado del alma.66
Slo porque somos herederos de Scrates y del Evange
lio, no nos causa hoy mayor extraeza esto de que el hom
bre deba preocuparse ante todo de su alm a; slo porque
no nos damos cuenta de que, como observa Taylor,58 es algo
que no aparece en absoluto en toda la literatura anterior a
Scrates. Por qu? No ciertamente porque no hubieran ya
existido ideas de la virtud y de la perfeccin moral, sino
sencillamente porque esto que hoy llamamos "alm a, y
que los griegos denominaban , no se identificaba con
el yo, con la propia persona, con aquello por lo que somos
buenos o malos. En Homero, por ejemplo, el alma es algo
as como un fantasma o sombra, sin la cual no puede vivir
el hombre, pero el hombre mismo no es su alma, sino su
cuerpo, y su vida intelectual o moral est radicada en rga
nos tan concretos como el corazn o el diafragma. Y esta
concepcin perdura en lo sustancial, aun despus de conoci
dos los misterios rficos : el valor del alma sube, por
cierto, incomparablemente, pues se la tiene por una especie
de divinidad en exilio, pero por esto mismo, no hace sino
habitar en m, sin ser todava yo mismo. Slo cuando la
psych, con toda la inmensa estimacin que ya le corres-
M Apol., 28d-29a; 29c-30c.
65 "The call to is repeated with solemn emphasis.
We are to understand that this is the central thing in the teaching
of Socrates." Burnet, Euthyphro, etc., p. 124.
68 Socrates, p. 133.
142 SCRATES SEGN SU APOLOGA
La catstrofe
ea Socrate, p. 136.
M Apol., 38a : 8 .
Op. cit., p. 138.
V. SCRATES SEGN SU MUERTE
Tan trgica por sus antecedentes como en s misma, la
muerte de Scrates tiene an otro fuerte toque de drama
tismo por su voluntariedad, es decir, por haberla aceptado
libremente el sentenciado cuando pudo en todo tiempo, y
hasta el momento supremo, haber apelado a la fuga.
Para ubicar dentro de su contexto histrico la escena
decisiva que nos pinta Platn en el Critn, recordemos
que, aunque las sentencias capitales eran de suyo, en Ate
nas, de ejecucin inmediata, en el caso de Scrates pasa
ron treinta das entre el pronunciamiento del fallo y su
ejecucin, en razn de que, conforme a las leyes religiosas
de Atenas, a nadie poda ajusticiarse mientras no volviese
al Pireo el barco que cada ao enviaban los atenienses a
Dlos. Era sta una theora, una expedicin sagrada a la
isla donde se supona haber nacido Apolo, para agradecer
al dios el haberse visto libre Atenas, en el reinado de Te-
seo, del tributo humano que por muchos aos debieron
pagar al m inotauro de Creta. Ahora bien, el mismo da en
que fue condenado Scrates, el sacerdote de Apolo haba
coronado la proa del barco sagrado, y era preciso, por
tanto, esperar a su regreso para ejecutar al sentenciado.
En el intervalo, pues, Scrates pas tranquilamente los
das que le restaban de vida en conversacin con sus ami
gos, quienes, adems, tuvieron tiempo de sobra para apala
brarse con quienes haban de ayudarles, por amistad o por
soborno, a facilitar la fuga del prisionero. La lectura del
Critn nos deja la impresin de esta labor preparatoria, y
el dilogo nos coloca de repente en una situacin por todo
extremo dramtica. Critn, amigo de Scrates por toda la
vida, de su misma edad y del mismo demo de Alpeke,
llega desolado a la prisin, al romper el alba, a decirle
a Scrates que el barco de Dlos ha doblado ya el promon
torio de Sunio, y que, por tanto, llegar al Pireo ese mismo
da, o el siguiente a ms tardar, y una vez llegado, Scra
tes habr de morir.
"Enhorabuena, Critn responde Scrates ; sea as,
si tal es la voluntad de los dioses. Critn, empero, no se
resigna tan fcilmente, y en un largo discurso trata de con
vencer a su amigo que debe acceder a la fuga, para la cual
148
SCRATES SEGN SU MUERTE 149
mal que se hace a las almas. Ten nimo, pues, y di, como
sabes decir, que es mi cuerpo el que entierras ; y entirralo
como te acomode y de la manera que creas ms conforme
con los usos establecidos.
"Dicho esto, se levant Scrates y pas al cuarto vecino
para baarse. Critn le sigui, y Scrates nos pidi que
aguardsemos. As lo hicimos, conversando entre nosotros
ya sobre el tema de la pltica pasada, y volvindolo a exa
minar, o ponderando la tremenda desgracia que nos espe
raba, considerndonos como hurfanos que iban a pasar el
resto de su vida privados de su padre.
"Despus que sali Scrates del bao, le llevaron all
a sus hijos, porque tena tres, dos pequeos y otro ya
mayor, y con ellos entraron las mujeres de su familia.
Habl con ellas en presencia de Critn, hacindoles sus
recomendaciones; despus de lo cual les dijo a las muje
res y a los nios que se retirasen, y volvi a donde nos
otros estbamos. Ya se aproximaba la puesta del sol, pues
Scrates haba permanecido largo rato en el bao. A partir
de este momento fue muy breve el dilogo, porque no bien
se hubo sentado, entr el servidor de los Once, y colocn
dose de pie ante l, le dijo : A ti, Scrates, no tendr que
dirigirte la misma reprensin que a los dems que han es
tado en tu caso; los cuales se sublevan contra m y me
maldicen, en cuanto les intimo, por orden de los magis
trados, que hay que beber el veneno. T, por el contrario,
desde que ests aqu, me has parecido siempre el ms
frme, el ms dulce y el m ejor de cuantos han estado en
este lugar; y estoy seguro de que no estars enfadado
conmigo, sino tan slo con los que sabes que son los res
ponsables de esta situacin. Y ahora, sabes bien lo que
vengo a anunciarte: recibe mi adis, y trata de llevar lo
m ejor que puedas lo que es inevitable. Dicho esto, volvi
la espalda y se retir llorando. Y Scrates, levantando sus
ojos, le dijo: Yo tambin me despido de ti, y hagamos
lo que t digas. Ved, nos dijo al mismo tiempo, qu cor
tesa la de este hombre. Todo el tiempo que he estado
aqu, h a venido a verme y a conversar conmigo; ha sido
el m ejor de los hombres, y en este momento me llora sin
ceramente. Adelante, pues, Critn: obedezcmosle, y que
me traiga el veneno si est machacado, y si no lo est,
que l mismo lo machaque.
"Lo que yo pienso, Scrates, le dijo Critn, es que el
EL RELATO DEL "FEDN 169
El paralelo e n la I lustracin
M is i n de S craitbs y m is i n de J e s s
Todo esto nos lleva naturalm ente al otro tema (que podra
muy bien no ser sino otro aspecto del anterior) del celo
de las almas, por cuya salvacin muri Jess, ofreciendo
al Padre el nico rescate condigno de la culpa original. El
sentimiento cristiano, adems, ha intuido siempre como
el correlato preciso de este celo, no la humanidad en gene
ral como un universal difuso, sino cada alma humana en
particular. A cada Una "busca Jess, como lo recuerda
la liturgia en aquel hermoso verso del Dies irae, inspirado
en el episodio de la samaritana :
M uerte de S crates y m u e r t e de Je s s
E l S crates de D xjprel
E l S crates de G igon
La m is i n religiosa de S crates
E l S crates de M ontuori
Mis r e t r a c t a c i o n e s s o c r t ic a s