La Fiaca 1
La Fiaca 1
La Fiaca 1
Cuenta Osvaldo Baigorría en el prólogo de Con el sudor de tu frente que en 1995 la autodenominada FAT
(Federación de Alergia al Trabajo), proclamó el 2 de mayo Día Internacional del Ocio y organizó en
Buenos Aires una “marcha a desgano” -de dos cuadras nada más, claro- contra la adicción al trabajo y a
favor de la fiaca.
“Desgano físico originado por la falta de alimentación momentánea. Deseo de no hacer nada. Languidez. Sopor. Ganas
de acostarse en una hamaca paraguaya durante un siglo”. Así definía la fiaca Roberto Arlt en una de sus más recordadas
aguafuertes porteñas, El origen de algunas palabras de nuestro léxico popular, publicada en el diario El Mundo en 1928.
Al laburo no voy
Aunque la fiaca como palabra tiene origen tano -más precisamente genovés-, el argentino promedio suele mirarla con
cariño y benevolencia, sobre todo los domingos: “Qué fiaca cocinar, pidamos una pizza”. Pero si atenta contra “las
buenas costumbres”, la cosa puede adquirir tintes revolucionarios; así de claro lo tenía Ricardo Talesnik cuando escribió La
fiaca, obra de teatro llevada al cine por Fernando Ayala en 1969. Allí, un oficinista decide faltar al trabajo durante unos
cuantos días: “¡Al laburo no voy!”, canturrea. Como Baterbly, el famoso personaje del cuento de Herman Melville, y su
latiguillo eterno: “preferiría no hacerlo”, que repetía por la simple pero efectiva justificación: “¡Tengo fiaca!”
Hacer la plancha
Parar la moto, desenchufarse, hacer huevo, rascarse el ombligo, mirar el techo; hacer fiaca es no hacer nada, es entregarse
al placer del ocio por el ocio mismo, sin entrar necesariamente en la industria del entretenimiento, en el consumo de ningún
tipo. El que hace fiaca a fondo no es un gran consumidor: no quiere salir, ni moverse, ni siquiera prender la
computadora. “En este país nadie quiere trabajar“, dirán aquellos para los cuales la pereza es un pecado capital, pero la
fiaca es maravillosa y ¡Hasta útil!: repone energías, limpia la mente y la predispone a la creatividad y nuevos desafíos.
Fuente de inspiración, alegría de vivir, nada más dulce que il dolce far niente, sobre todo en un mundo donde las
condiciones de trabajo distan mucho de ser ideales para la gran mayoría. Fiaca y laburo: dos italianismos de cosecha local,
dos caras, tal vez, de una misma moneda. La expresión nos sigue acompañando casi un siglo después, pero ya no la
asociamos con la falta de comida; tampoco con su exceso. Aunque podamos echarle la culpa a un almuerzo sustancioso, a
la lluvia o al calor extremo, lo cierto es que la pereza no necesita motivo alguno para manifestarse y puede
transformarse ella misma, al menos entre amigos, en razón suficiente para no comparecer: “Me dio fiaca.”
CULTURA › ELENA ROGER Y DIEGO REINHOLD
Artistas hiperactivos, Elena Roger y Diego Reinhold sostienen una trayectoria donde la fiaca está ausente.
Roger se especializó en canto, teatro y danza. Actuó en programas de humor como el de Juana Molina
(1997), y musicales como Floricienta, Fiebre de sábado por la noche, Los miserables (donde se destacó en el
rol de Fantine), Houdini, una ilusión musical, y la premiada Mina... che cosa sei? Reinhold no le va en zaga.
Se lo vio casi una década atrás en De frente, March y últimamente en Cómico Stand up y los
megaespectáculos Peter Pan y Mina... Pasó por la escuela de Hugo Midón y a los 17 años integró el elenco
de El Imaginario. Participó en films (El día que me amen, La entrega, Bajo bandera) y en TV (Durmiendo con
mi jefe). Para una y otro, el conflicto que plantea Néstor se ve hoy con otros ojos. “Se acepta que no es
necesario pertenecer, y varios filósofos van por ese camino, pero también es cierto que el sistema capitalista
es tan cruel que en este momento decir no voy más a trabajar deja de ser una actitud anarquista para
convertirse en un brote psicótico: salir del sistema es no tener dónde ir.”
–¿Se acabó la opción de entrar y salir del mercado de trabajo?
Diego Reinhold: –No hay oportunidad de elegir. Adhiero como persona a lo que dice mi personaje, a su toma
de conciencia de todo lo que postergó, pero no a su falta de propuestas. Néstor no propone y se
autodestruye. Quedarse en la cama y no salir porque el mundo es demasiado hostil es desconocer que lo
que ocurre afuera sucede también adentro y que todos tenemos la posibilidad de modificar nuestra vida.
–¿Su rebeldía es inútil?
D. R.: –No, si es por algo que quiere.
–¿Y si ese algo es socialmente improductivo?
D. R.: –Se puede ir en busca de la piedra filosofal. Lo que importa es tener un deseo, y poner en marcha un
mecanismo que ayude a cumplir ese deseo. Hasta el último paria tiene oportunidad de sentirse
espiritualmente bien. Desde un plano filosófico las cosas se ven distintas, y desde ese plano, creo yo, nos
habla La fiaca. ¿Quién quiere ir a trabajar para que otro se beneficie con lo que uno hace? La esclavitud
toma distintas formas: nos dicen que somos libres, pero estamos metidos en un sistema que lo que menos
hace es valorar al ser humano y su libertad espiritual. Son muchos los que viven dormidos. Néstor
“despierta”, descubre que todo es un horror y se planta con “yo voy a hacer mi vida”. Pero es sólo una
reacción, podría modificar algo yendo a trabajar. Cada uno convierte la realidad en lo que quiere que sea.
Para mí esta obra es terapéutica.
–¿Eso de modificar supone armarse un micromundo?
D. R.: –Sí, ¿por qué no? Y desde ese lugar transformar conciencias. El que quiere oír que oiga.
–¿La fiaca es o no es un elogio de la pereza?
Elena Roger: –No se alaba la pereza, ni mucho menos. Puede que Néstor haya tenido un quiebre, como los
que sufren los que se saturan de trabajo y caen estresados. Algunos se rebelan, pero la mayoría cumple
porque no se encuentra fácilmente otro. Esta historia está contada de manera simple, para que el público
saque sus conclusiones. Mi personaje, Marta, es el de una mujer común a la que no le importa vivir de otra
manera. No sufre la monotonía, por eso cuando su marido cambia de actitud se asusta. Ella sólo vuelve a la
casa cuando se entera de que van a televisar a su marido y piensa que así va a ser famoso. Marta es
patética. Como otros, cree que siendo famoso se puede llegar a lugares de mucha comodidad.
–Esa fantasía es también la de los artistas...
E. R.: –Sí, y yo puedo trabajar para la fama porque mi actividad así lo requiere, pero no porque crea que voy
a conseguir grandes cosas. La fama me sirve para mantener mi actividad. Esa gente que aparece porque
solamente es noticia no va a ser célebre. Apenas pasa un tiempo se la olvida.
–¿Cómo es Marta?
E. R.: –Todavía sigo elaborando el personaje: trato de saber cuándo se producen en ella los cambios. Lo
primero que piensa es que lo de su marido es una enfermedad y que se le pasará. Marta no entiende por qué
un empleado ejemplar decide faltar al trabajo o rechazar el dinero que le ofrece la empresa. Lo que se
produce alrededor de ese quiebre es complicado, pero en La fiaca está dicho con tanta sencillez que
cualquiera de nosotros se identifica.