Revista Completa
Revista Completa
Revista Completa
Facultad de Psicología
REVISTA DE PSICOLOGÍA
Segunda época
REVISTA DE PSICOLOGÍA
Segunda época
Dirección:
Facultad de Psicología
Calle 48 entre 6 y 7, piso 7mo, (1900) - La Plata, Argentina.
investigacion@psico.unlp.edu.ar
Tel.: (0221) 425-5234/ 422-9715. Interno 111.
ISSN Nº 0556-6274
Dirección de la Revista
ROSSI CASÉ, Lilia. Universidad Nacional de La Plata
Comité Editorial
CCOMPAGNUCCI, Elsa. Universidad Nacional de La Plata.
DELUCCA, Norma. Universidad Nacional de La Plata.
DOMÍNGUEZ LOSTALÓ, Juan Carlos. Universidad Nacional de La
Plata.
ESCARS, J. Carlos. Universidad Nacional de La Plata.
GAVILÁN, Mirta. Universidad Nacional de La Plata.
GIANELLA, Alicia. Universidad Nacional de La Plata.
KLAPPENBACH, Hugo. Universidad Nacional de San Luis.
LUNAZZI, Helena. Universidad Nacional de La Plata.
NAJT, Norma. Universidad Nacional de La Plata.
NAPOLITANO, Graziela. Universidad Nacional de La Plata.
PEREZ, Edith. Alba. Universidad Nacional de La Plata.
PETRIZ, Graciela. Universidad Nacional de La Plata.
PIACENTE, Telma. Universidad Nacional de La Plata.
TALAK, Ana María. Universidad Nacional de la Plata.
TALOU, Carmen. Universidad Nacional de La Plata.
ZANGHELLINI, Jorge. Universidad Nacional de La Plata.
Secretaría Administrativa
FERRER, María de los Ángeles. Universidad Nacional de La Plata
Editorial. ....................................................................................11
Modalidades de la diversidad
en los vínculos familiares.......................................................105
Norma E. Delucca, Mariela González Oddera, Ariel Martínez
Revista de Psicología 11
Los modelos de explicación para las novedades
del desarrollo
Resumen
Abstract
14 Revista de Psicología
supuestos básicos que han orientado la formulación de los problemas
de investigación y las decisiones metodológicas de los psicólogos.
Es decir, explicita los presupuestos ontológicos y epistemológicos
y su modus operandi, buscando establecer las relaciones entre los
componentes del proceso de investigación psicológica: los datos, las
construcciones teóricas, los métodos, los modelos de explicación y
sus presuposiciones (Overton, 1998; Valsiner, 2006).
Nuestro objetivo es examinar, primero, las dificultades del modo
“legítimo” de explicación causal vinculado al pensamiento de la
escisión (Brainerd, 1978) para dar cuenta de las “novedades” en
el desarrollo. Luego, mostrar que un marco epistémico relacional
hace posible esbozar una explicación de tipo sistémico (Castorina
y Baquero, 2005). Finalmente, caracterizar dos versiones de esa
explicación: una dialéctica y otra que no lo es.
16 Revista de Psicología
Ahora bien, el ME de la escisión subyace a la formulación de la
pregunta: ¿cuál o cuáles factores producen un logro intelectual en un
niño? Y esta se responde manipulando las variables independientes,
hasta aislar las causas internas (las capacidades iniciales) o externas,
sean las condiciones ambientales, sean los factores socioculturales.
Otros aspectos epistemológicos no tematizados por los investigado-
res derivan también de dicho ME: se cree en el registro de compor-
tamientos por fuera de una teoría, así como en la descomposición
de los fenómenos en elementos observables. Por ello, la explicación
causal implica la disociación de los hechos observables, a los que
se denomina causas y efectos. Más aún, cuando las series causales
producen un mismo efecto, las causas siguen siendo elementales (y
muchas veces se obtienen por inducción).
Ciertamente, este modelo ha sido eficaz para los problemas del
desarrollo donde se pueden especificar las condiciones indepen-
dientes y las variables dependientes. Pero las cuestiones atinentes
a la emergencia de novedades en el desarrollo psicológico quedan
sin responder: las preguntas por el pasaje de estados de menor co-
nocimiento a estados de mayor conocimiento, central en la psico-
logía constructivista (Chapman, 1988), o la novedad en el cambio
conceptual en los conocimientos de dominio (Carey, 1999), no se
resuelven por la variación de ciertas habilidades o competencias
anteriores; tampoco la variación en las herramientas culturales puede
ser una causa “eficiente” para las transformaciones intrasubjetivas
estudiadas por la escuela sociohistórica.
18 Revista de Psicología
consistencia suficiente entre sus conceptos (Thelen et al., 1998). Con
todo, disponemos de algunos sistemas explicativos que “desde los
supuestos teóricos relacionales van hacia abajo, hacia los fenómenos
empíricos” (Valsiner, 2000: 6). Además de los inicios en Piaget y
Vigotsky, se pueden evocar las teorías de Werner (1957), Boesch
(1991), Valsiner (2000), Oyama (1999) y Hendriks-Jensen (1996),
entre otras.
20 Revista de Psicología
teoría está insuficientemente opercionalizada y se impone introdu-
cir más decididamente a la cultura en la construcción cognoscitiva
(Martí, 2006).
En Vigotsky (1991; 1995), la concepción sistémica forma parte
del núcleo de su programa de investigación. El desarrollo del niño es
un complejo proceso caracterizado por la periodicidad y la novedad
en la aparición de diferentes funciones, así como las metamorfosis
o transformaciones cualitativas de una forma en otra. Su problema
central era cómo los signos y los sistemas de actividad cultural
intervienen en la reorganización de las funciones psicológicas
“naturales”. Para explicar la emergencia de la actividad superior,
apeló a la interpenetración de los procesos naturales y culturales.
El sistema psicológico natural de un niño fue considerado “abierto”
porque admitía su reestructuración por el uso de las herramientas
culturales, de modo tal que nos encontramos ante la ontogénesis de
un nuevo sistema (Vigotsky, 1991).
Sin duda, en Historia del desarrollo de las funciones psíquicas
superiores (1995), Vigotsky, al apelar a los sistemas funcionales
como unidades de análisis, pudo explicar cómo se constituyen los
procesos intrasubjetivos a partir de los intersubjetivos. Además, los
conceptos cotidianos emergen de la actividad espontánea del niño,
la existencia de los significados en el lenguaje adulto y la actividad
intersubjetiva. Para dar cuenta de la génesis del concepto, es im-
prescindible apelar a los intercambios entre esos componentes, ya
que ninguno de ellos, ni su sumatoria, es suficiente.
Las funciones psicológicas superiores son tanto sociales como
individuales, ya que los niños llegan a dominar las herramientas
culturales mientras interactúan con otro que sabe más. Estas adqui-
siciones sólo existen en la relación de los opuestos (la transmisión
cultural y la actividad del individuo), y la hegemonía de cada polo
antagónico se modifica hacia el otro durante su génesis. La explica-
ción de la adquisición reside en la dialéctica de las interconexiones
entre lo intersubjetivo y lo intrasubjetivo.
La segunda versión de la explicación sistémica (Oyama, 1999;
Hendriks-Jensen, 1996) afirma, como la primera, el carácter sisté-
mico de las interacciones entre organismo y medio o entre cultura
22 Revista de Psicología
condiciones “de contorno”. Por el contrario, las influencias causales
de lo que metafóricamente se puede llamar el interior y el exterior
del individuo tienen tal fuerza causal en sus relaciones recíprocas,
que es esta red de influencias la que explica la emergencia de la
novedad, en lugar de admitir niveles diferentes de análisis. Incluso,
en la perspectiva radical, el sistema dinámico de interacciones está
en constante reconfiguración, aunque en ocasiones alcanza cierto
equilibrio y coherencia.
Por otra parte, Oyama critica la interpretación de Valsiner del
concepto de internalización en la obra de Vigotsky, según la cual
la apropiación de los instrumentos culturales involucra una dialé-
ctica entre la transmisión y la actividad transformadora que hace
el individuo. Esto es, la tesis central de que individuo y cultura se
pueden pensar separados de modo “inclusivo” o dialéctico y no ex-
cluyentemente como un dualismo. Para la autora, el proceso mismo
de pasaje de lo exterior a lo interior mantiene las representaciones
de un mundo dado. En cambio, las nuevas formas y funciones son
el resultado de las variaciones de un sistema total que involucra lo
interno y lo externo. Los niños y su medio, digamos, son parte del
mismo sistema dinámico en desarrollo, sin recurrir a procesos de
interiorización.
En nuestra opinión, estas críticas tienen una desventaja: al
rechazar las distinciones entre procesos intrasubjetivos e intersub-
jetivos, o la tesis de un desarrollo cognitivo modulado, se aplanan
las relaciones entre los fenómenos hasta fundirlos en una totalidad
dinámica. En otras palabras, al reconocer sólo separaciones más
débiles dentro de un sistema total, se deja de lado la oposición y
unidad de lo social y lo individual, así como la relativa autonomía
del proceso cognitivo en su interacción dialéctica con las condi-
ciones contextuales. Una explicación que no precisa las relaciones
entre los fenómenos del sistema o desconoce los niveles de análisis
corre el riesgo de no dar cuenta estrictamente de la emergencia de
la novedad psicológica.
24 Revista de Psicología
Nagel, E. (1961). La Estructura de la Ciencia. Barcelona: Paidós.
Overton, W. (1998). Developmental psychology: Philosophy,
concepts and methodology. En Damon, W. y Lerner, R. (eds).
Handbook of Child Psychology. Nueva York: Wiley.
Oyama, S. (1999). Locating development: Locating development
systems. En E. Scholnik, K. Nelson y P. Miller (eds.). Conceptual
Development. Hillsdale: NJ: Erlbaum Associates.
Piaget, J. (1975). La equilibración de las estructuras cognoscitivas.
México: Siglo XXI.
Piaget, J. y García, R. (1981). Psicogénesis e Historia de la Ciencia.
México: Siglo XXI.
Rorty, R. (1979). Philosophy and the Mirror of Nature. Princeton:
Princeton University Press.
Taylor, Ch. (1995). Philosophical Arguments. Cambridge: Harvard
University Press.
Thelen, E. y Smith, L. (1998). Dinamic Systems Theories. En
Damon, W. y Lerner, R. (eds). Handbook of Child Psychology.
Nueva York: Wiley.
Valsiner, J. (2006). Developmental Epistemology and Implications
for Methodology. En Damon, W. y Lerner, R. (eds). Handbook
of Child Psychology. Nueva York: Wiley.
––––– (2000). Culture and Human Development. Londres: Sage.
Vigotsky, L. (1991). El significado de la crisis histórica de la psico-
logía. Obras Escogidas, Tomo I. Madrid: Visor-MEC.
––––– (1995). Historia del desarrollo de las funciones psíquicas
superiores. Obras Escogidas, Tomo III. Madrid: Visor-MEC.
Werner, H. (1957). The concept of development from a comparative
and organismic point of view. En Harris, D. B. The Concept of
Development. Minneapolis: University of Minnesotta Press
Ariel Viguera*
Resumen
Abstract
You can follow a Freudian reading of the work that asserts the
heterogeneity of the psychic material, extending the explanatory
* Licenciado en Psicología. Docente de Corrientes Actuales en Psicología, Fa-
cultad de Psicología, Universidad Nacional de La Plata. E-mail: arielviguera@
gmail.com.
Ariel Viguera 27
scope of psychoanalysis to understand the origin of representation.
It is possible to articulate these ideas to the concept of abduction of
CS Peirce, in particular when referring to a surprise that appears to
the mind of the scientist, like a flash, as a product that emerge behind
the voluntary activity of the subject–conscious thinking. This joint
may become an argument for a justification of the psychological
genesis of hypotheses, as a contribution from psychoanalysis to the
problem of discovery in science.
Keywords: abduction, psychoanalysis, Peirce, Freud.
1
Cf. Freud (1895). También en una serie de textos de carácter netamente
metapsicológico en los cuales Freud desarrolla diversos modelos tópicos para
explicar el funcionamiento del Aparato Psíquico.
28 Revista de Psicología
lo extraordinario de esto que se ha producido es que
tenemos una representación que proviniendo del exte-
rior al mismo tiempo se convierte en realidad en sí, ha
perdido toda referencia de su proveniencia exterior, y
el objeto que produce es un objeto no existente en el
mundo... (Bleichmar, 2000)
Ariel Viguera 29
El enigma de la abducción
2
Retroducción es un término que algunas veces utilizó Peirce para referirse a
la abducción, en tanto la consideraba un razonamiento hacia atrás.
30 Revista de Psicología
o paralela, sino integrados y cooperando en el interior del método
científico. Como ha sido explicitado ya por otros investigadores, uno
de los aspectos más fecundos de la idea peirceana de abducción tiene
que ver con que ilumina el procedimiento por el cual se produce la
génesis de hipótesis en el terreno de la investigación científica.
Los aspectos lógicos y metodológicos de la inferencia abductiva
han sido abordados rigurosamente por Marisa Velasco, quien a mi
juicio resuelve una polémica cuando establece la coexistencia de
dos facetas de la abducción que no debieran ser interpretadas como
caracterizaciones correspondientes a diferentes períodos del pen-
samiento de Peirce. Esta autora muestra cómo pueden encontrarse,
en el mismo trabajo o en trabajos pertenecientes a la misma época,
caracterizaciones donde la abducción aparece tanto vinculada a la
generación de las hipótesis como a la selección de las mismas. De
esta manera, advierte sobre el extravío que supone reducir la ab-
ducción a lo que se conoce bajo el nombre de inferencia a la mejor
explicación (Velasco, 2002).
La doble vertiente de la abducción también ha sido trabajada
por Atocha Aliseda, quien explora la propuesta de Peirce sobre la
relación de los estados mentales de duda y creencia, para ilustrar
cómo el modelo peirceano propone la sorpresa como iniciadora de
toda pesquisa. Aliseda establece la expresión detonador abductivo
para explicar los modos posibles de irrupción de la sorpresa según
se relacione con la novedad o con la anomalía:
Ariel Viguera 31
a la génesis de hipótesis en el proceso epistémico. En relación con
esta problemática, Velasco examina detenidamente el problema de
las justificaciones de la abducción en la obra de Peirce, señalando que
pueden encontrarse justificaciones naturalistas de corte darwiniano
que suponen una tendencia a la correspondencia entre las ideas de
la mente humana y las leyes de la naturaleza, como también, por
otra parte, justificaciones psicológicas. En lo que concierne a estas
últimas, se refiere a las descripciones que involucran términos como
insight, flash, intuición, ligando a la abducción con el instinto. A mi
entender, resuelve a favor de Peirce otro extravío en la interpretación
de su pensamiento cuando aclara que, si bien el autor oscila y deja
abierta su explicación acerca de cómo es que la abducción produce
las ideas, esto de ninguna manera pone en tela de juicio la raciona-
lidad de la inferencia abductiva (Velasco, 2002: 120).
Salvaguardada la racionalidad, la pregunta enigmática por el
cómo de la producción ideica insiste. Si se juega con la metáfora del
homo viator para simbolizar los caminos de la investigación, y se
le asigna a ciertas preguntas el carácter de pequeñas localidades en
las cuales se hace escala para reorganizar los datos y elegir una de
las bifurcaciones disponibles como próximo destino, esta pesquisa
acaba de detenerse en un sitio muy concurrido. El enigma de cómo
llega el hombre a construir “buenas conjeturas” se recorta como
un punto de confluencia y atasco; hay aquí dos tendencias: o bien
se pone el acento en la vía del instinto –operando tácitamente un
reduccionismo de lo psicológico a la idea de un origen innato del
inconciente– o bien se lo pone en la idea de Dios como causa de una
estrecha conexión entre las capacidades cognitivas y la naturaleza. El
denominador común que puede subrayarse es el carácter insondable
de ambas tesis, lo cual produce un efecto de clausura.
Sin embargo, podemos leer en Peirce una referencia explícita a la
práctica imaginativa que estaría en la base de la producción de hipóte-
sis. Nos referimos a esa maravilla teórica que denominó Musement:
32 Revista de Psicología
ciento del tiempo en que uno está despierto, quizás du-
rante un paseo– es suficientemente estimulante, como
para reembolsar el gasto [...] en verdad, es Puro Jue-
go. Ahora bien, todos sabemos que el juego es un vivo
ejercicio de los propios poderes. El Puro Juego no tiene
reglas, excepto la misma ley de la libertad. Sopla donde
quiere. (Peirce, 1996: 69)
Ariel Viguera 33
Freud: la imaginación reprimida, la originalidad
cuestionada
3
Fue Otto Rank quien advirtió a Freud de la semejanza con El mundo como
voluntad y representación de Schopenhauer.
34 Revista de Psicología
en ciencia. El nombre del artículo es Josef Popper-Lynkeus y la teo-
ría del sueño, por referencia al escritor contemporáneo, quien había
establecido afirmaciones sobre los procesos oníricos muy parecidas
a las ideas freudianas y las había volcado en su libro Fantasías de
un realista, publicado en 1899. Uno de los detalles que me interesa
subrayar es que Freud habla aquí de originalidad científica aparente,
ya en la primera frase y con tono de certeza.4 En efecto, considera
la originalidad como una vivencia propia de la subjetividad de los
trabajadores científicos. Dice que todos debieran encontrar, sin gran
esfuerzo, las incitaciones de otros autores o conocimientos a los que
se remontan sus elaboraciones. Remite a la historia de la ciencia
para apoyar la idea de que todo descubrimiento se revela como ya
realizado y olvidado en tiempos anteriores, o al menos vislumbrado
oscuramente o formulado de manera incompleta. Sin embargo, afir-
ma que no será posible establecer tales incitaciones en la totalidad
de las ideas y que ese olvido dará lugar al supuesto de originalidad
como vivencia subjetiva:
El subrayado me pertenece.
4
Ariel Viguera 35
Criptomnesia y determinismo filogenético
5
En particular, Ferenczi a través de otro médico llamado H. Dubowitz.
6
Decía Börne: “Tomen algunas hojas de papel y escriban tres días sucesivos,
sin falsedad ni hipocresía, todo lo que se les pase por la mente. Consignen lo
que piensan sobre ustedes mismos, sobre su mujer, sobre la guerra turca, so-
bre Goethe, sobre el proceso criminal de Fonk, sobre el Juicio Final, sobre sus
jefes; y pasados los tres días, se quedarán atónitos ante los nuevos e inauditos
pensamientos que han tenido. ¡He ahí el arte de convertirse en escritor original
en tres días!”.
36 Revista de Psicología
acaso pusiera en descubierto esa cuota de criptomnesia
que en tantos casos es lícito suponer detrás de una apa-
rente originalidad. (Freud, 1920: 260)
7
Los hombres en cuestión eran Wilhem Fliess, Freud, Hermann Swoboda y Otto
Weininger, en ese orden. En rigor, cada uno de ellos tenía su propia concepción
suficientemente original si se examina en detalle el pensamiento de los autores.
Cf. Roudinesco y Plon (1998).
Ariel Viguera 37
el caso de una “médium”, Catherine Elise Müller, quien aseguraba
realizar visitas al planeta Marte con su “cuerpo astral”. El significado
del término criptomnesia remite a memoria oculta y constituyó la
clave de la explicación de los detalles más enigmáticos del fenómeno
experimentado por esa mujer en estados similares al sonambulismo.
La investigación de Flournoy sobre Catherine, a quien él llamaba
Hélène Smith, se publicó bajo el nombre Desde la India al Planeta
Marte. El suizo logró demostrar que la totalidad de los materiales
que supuestamente provenían de las visitas astrales al planeta rojo
que realizaba la médium eran en realidad recuerdos olvidados de
lecturas de infancia, incluyendo un extraño dialecto que no era otra
cosa que una versión distorsionada del idioma húngaro, la nacio-
nalidad de su padre. Elisabeth Roudinesco le asignó una entrada en
su diccionario, afirmando que Flournoy ocupa un lugar importante
en la historia del descubrimiento del inconciente y del pasaje del
espiritismo al psicoanálisis (Roudinesco y Plon, 1998: 330).
El biógrafo historiador Peter Gay puso el acento en una expresión
freudiana que aparece en la respuesta a una carta de Israel Doryon
fechada en octubre de 1938. Doryon había escrito a Freud para su-
gerirle que su provocadora idea de que Moisés era egipcio ya había
sido expuesta nada menos que por Popper-Lynkeus en uno de los
tantos escritos de los que Freud se había declarado admirador. El
creador del psicoanálisis aduce una vez más:
38 Revista de Psicología
tual. Dicho recurso refleja una concepción según la cual existe una
herencia filogenética que se trasmite en la historia humana a través
de la historia individual en una suerte de memoria formada por
guiones escénicos, fantasmas originarios o esquemas de recuerdos
(Laplanche, 1987).
La fantasía al rescate
Ariel Viguera 39
La formación de fantasías acontece por combinación y
desfiguración, análogamente a la descomposición de un
cuerpo químico que se combina con otro. Y en efecto, la
primera variedad de la desfiguración es la falsificación
del recuerdo por fragmentación, en lo cual son descui-
dadas precisamente las relaciones de tiempo [...] Así, un
fragmento de la escena vista es reunido en la fantasía
con otro de la escena oída, mientras que el fragmento
liberado entra en otra conexión. Con ello, un nexo ori-
ginario se vuelve inhallable ... A cambio están presentes
poetizaciones inconcientes, que no sucumben a la de-
fensa... (Freud, 1897: 293)
8
Cuatro años más tarde, en el apéndice a la segunda edición de su ensayo
sobre la Gradiva de W. Jensen, Freud escribe que la investigación analítica de
las oraciones de los escritores ya no se reduce exclusivamente al intento de
esclarecer las neurosis: “sino que pide saber, además, con qué material de
impresiones y recuerdos ha plasmado el poeta su obra, y por qué caminos y
procesos ese material fue llevado hasta la creación poética” (Freud, 1908: 78).
40 Revista de Psicología
insignificante y osada, pero quizás, en una cierta unión
con otras, que acaso parezcan también desdeñables,
puede entregarnos un eslabón muy bien concertado: de
nada de eso puede juzgar el entendimiento si no la retie-
ne el tiempo bastante para contemplarla en su unión con
esas otras. Y en una mente creadora, me parece, el en-
tendimiento ha retirado su guardia de las puertas; así las
ideas se precipitan por ellas pêle-mêle, y entonces –sólo
entonces– puede aquel dominar con la vista el gran cú-
mulo y modelarlo. Vosotros, señores críticos, o como
quiera que os llaméis, sentís vergüenza o temor frente
a ese delirio momentáneo, pasajero, que sobreviene a
todos los creadores genuinos y cuya duración mayor o
menor distingue al artista pensante del soñador. De ahí
vuestras quejas de infecundidad, porque desestimáis de-
masiado pronto y espigáis con excesivo rigor” (carta del
1º de diciembre de 1788). (Freud, 1900: 124)
Ariel Viguera 41
ses de la obra lo habían suprimido9 en lo que creyeron un gesto que
preservaba al maestro de la crítica positivista: “Sin un especular y
un teorizar metapsicológicos –a punto estuve de decir: fantasear–,
no se da aquí ni un paso adelante...” (Freud, 1937: 228).
Véase la reflexión sobre este punto que ofrece Paul Laurent As-
soun, quizá junto a Castoriadis uno de los más valiosos referentes
entre los psicoanalistas con autorizada formación filosófica:
42 Revista de Psicología
primida en el sentido estricto del término, no sólo en Freud, sino
también en Kant y Aristóteles. Pero volviendo al punto que me
interesa priorizar, insistiré sobre la vinculación de estas ideas con
el concepto de abducción, para afirmar que se halla presente aquí
entre líneas aun cuando no pueda encontrarse referencia alguna
a Peirce en toda la obra del pensador griego. Tampoco Assoun lo
menciona, y no dejaré pasar la ocasión de transmitir lo mucho que
puede lamentarse, en los juegos de la imaginación, que Freud y
Peirce no dialogaran jamás. Ahora bien, este ejercicio de lectura
como muestra en pequeña escala puede complementar estudios
previos que ya establecieron enlaces entre la inferencia abductiva
y el pensamiento freudiano dando lugar a una nueva hipótesis.10
Me propongo explorar si este modo de entender los orígenes de la
representación como formas de inscripción metabólica de elementos
en la psique humana puede erigirse en una explicación psicológica
para la aparición en la conciencia de fragmentos desprendidos de
los procesos de pensamiento que constituyen el magma originario
de la inferencia abductiva. Dicha hipótesis inaugura la idea de un
intercambio doblemente fecundo: el psicoanálisis puede ayudar a
esclarecer los procesos mentales que intervienen en la génesis de
hipótesis justificando psicológicamente la abducción, y este con-
cepto peirceano, entendido a su vez en el interior de un programa
metodológico, puede aportarle a la investigación en psicoanálisis
una herramienta teórico-clínica que sin dudas merece incorporar en
sus indagaciones. Quedan establecidas así las coordenadas de partida
para el capítulo siguiente de esta investigación.
Referencias bibliográficas
10
Me refiero a la totalidad de los trabajos compilados en Eco y Sebeok
(1989).
Ariel Viguera 43
Assoun, P. L. (1982). Introducción a la epistemología freudiana.
México: Siglo XXI.
––––– (1982). Freud, la filosofía y los filósofos. Buenos Aires:
Paidós.
––––– (1984). “Los grandes descubrimientos del psicoanálisis”, en
Jaccard, R. (et al.) (eds.). Historia del psicoanálisis. Barcelona:
Granica.
Bleichmar, S. (1994). “Repetición y temporalidad: una historia
bifronte”, en Bleichmar, S. (et al.) (eds.). Temporalidad, deter-
minación, azar, lo reversible y lo irreversible. Buenos Aires:
Paidós.
––––– (1993). La fundación de lo inconciente. Buenos Aires: Amo-
rrortu.
––––– (2000). Seminario Traumatismo y Simbolización. Buenos
Aires: Amorrortu (en prensa).
Castoriadis, C. (1993). “Lógica, imaginación, reflexión”, en Dorey,
R. (et al.) (eds.). El inconciente y la ciencia. Buenos Aires:
Amorrortu.
Eco, U. y Sebeok, T. (1989). El signo de los tres, Dupin, Holmes,
Peirce. Barcelona: Lumen.
Fann, K. (1970). Peirce’s Theory of Abduction. La Haya: Martinus
Nijhoff.
Freud, S. (1895). “Proyecto de psicología para neurólogos”, en Obras
completas, Tomo I. Buenos Aires: Amorrortu.
––––– (1897). “Manuscrito M”, en Obras completas, Tomo I. Buenos
Aires: Amorrortu.
––––– (1900). “La interpretación de los sueños”, en Obras comple-
tas, Tomos IV y V. Buenos Aires: Amorrortu.
––––– (1901). “Psicopatología de la vida cotidiana”, en Obras
completas, Tomo VI. Buenos Aires: Amorrortu.
––––– (1908). “El delirio y los sueños en la Gradiva de W. Jensen”,
en Obras completas, Tomo IX. Buenos Aires: Amorrortu.
––––– (1914). “Contribución a la historia del movimiento psi-
coanalítico”, en Obras completas, Tomo XIV. Buenos Aires:
Amorrortu.
––––– (1920). “Para la prehistoria de la técnica analítica”, en Obras
44 Revista de Psicología
completas, Tomo XVIII. Buenos Aires: Amorrortu.
––––– (1923). “Josef Popper-Lynkeus y la teoría del sueño”, en
Obras completas, Tomo XIX. Buenos Aires: Amorrortu.
––––– (1937). “Análisis terminable e interminable”, en Obras com-
pletas, Tomo XXIII. Buenos Aires: Amorrortu.
Gay, P. (1989). Freud: una vida de nuestro tiempo. Buenos Aires:
Paidós.
Jaccard, R. (1984). “Freud y la sociedad vienesa”, en Jaccard, R. (et
al.) (eds.). Historia del psicoanálisis. Barcelona: Granica.
Laplanche, J. (1987). Nuevos fundamentos para el psicoanálisis.
Buenos Aires: Amorrortu.
––––– (1999). “Breve tratado del inconciente”, en Entre seducción
e inspiración: el hombre. Buenos Aires: Amorrortu.
Peirce, C. S. (1936-1958). Collected Papers of Charles Sanders
Peirce. Editados por C. Hartshorne, P. Weiss y A. Burks. Cam-
bridge, MA: Harvard University Press.
––––– (1996). “Un argumento olvidado en favor de la realidad de
Dios”, en Cuadernos de Anuario Filosófico, serie universitaria,
34. Pamplona.
––––– (1978). Lecciones sobre el pragmatismo. España: Aguilar.
Roudinesco, E. y Plon, M. (1998). Diccionario de Psicoanálisis.
Buenos Aires: Paidós.
Velasco, M. (2002). “La abducción: sus aspectos lógicos y me-
todológicos”, en Lorenzano, P. y Tula Molina, F. (et al.) (eds.).
Filosofía e Historia de la Ciencia en el Cono Sur. Buenos Aires:
Universidad Nacional de Quilmes.
Viderman, S. (1970). La construction de l’espace analytique. París:
Denoël.
Ariel Viguera 45
El desarrollo como estrategia adaptativa:
características exclusivas de la infancia humana
Silvia Español*
Resumen
Abstract
Silvia Español 47
and the formation of complex psychological processes. It argues
about the constitutive roll of temporal arts in each of its descripted
features.
Keywords: early infancy, temporal arts, evolution, communi-
cative musicality.
48 Revista de Psicología
de representaciones flexibles que requieren de tiempo y experiencia
para su gestación. La tan extensa y protegida infancia de los prima-
tes humanos es un período delicado, dedicado a la construcción de
representaciones flexibles del mundo físico y social y a intervenir
en función de ellas.
Nuestra disposición a completar las adaptaciones comportamen-
tales durante la ontogenia nos libera de la posibilidad de cometer
algunos “errores”, como el de aquellos famosos patitos que quedaron
“fijados” al etólogo Lorenz. Aunque el reconocimiento de rostros en
humanos es una de las capacidades más encauzadas biológicamen-
te, las representaciones de nuestros cuidadores y progenitores son
complejas y flexibles y se van construyendo durante el desarrollo.
No existe, para nosotros, un instante de impronta o troquelado que
no permite rectificar el equívoco. Existe un prolongado período de
inmadurez en el que se van construyendo representaciones flexibles
y multimodales (visuales, auditivas, táctiles, olfativas) de nuestros
congéneres, del mundo, de nosotros mismos. Este período despierta
un marcado interés teórico porque allí pueden observarse múltiples
lugares donde se produce el ensamble naturaleza-cultura: en la ex-
tensión y transformación del mundo emocional, en la interacción
entre las preferencias estimulares infantiles y el modo de actuar de
los adultos frente a los bebés, y en la formación de las “funciones
críticas de humanización”.
Silvia Español 49
del hombre. Efectos comparables, tal vez, con los producidos por
el bipedismo en la capacidad para manipular objetos y para fabricar
herramientas (al dejar las extremidades superiores libres), pero dife-
rentes. Porque la precocidad del nacimiento no afectó especialmente
el modo de relacionarse con el medio ambiente natural, sino que
marcó decisivamente el mundo social humano, y consecuentemente
modificó las características de los adultos de la especie. La pre-
cocidad del nacimiento afectó el mundo social debido a que de la
inmadurez se derivan la dependencia y el andamiaje parental humano
omnipresente desde el nacimiento (Rochat, 2004).
De acuerdo con Dissanayake (2000), el largo período de inma-
durez de la cría humana generó una presión selectiva para aquellos
mecanismos que garantizaran el contacto psicológico, es decir,
para aquellos mecanismos que tornaran posible las experiencias de
intersubjetividad, de intimidad y de amor con el bebé. Tal presión
selectiva dio lugar a una co-evolución de predisposiciones univer-
sales en poblaciones tanto parentales como filiales que funcionan
de manera temprana durante la ontogenia y están controladas por
subsistemas no conscientes de regulación conductual (Papôusek,
1996). De tal modo, el cuidado parental prolongado, y la consecuente
protección de la cría, quedó, cuanto menos, favorecido y apuntalado.
Pero, además, y como consecuencia de la co-evolución de predis-
posiciones, la modalidad del vínculo con el congénere cambió de
forma radical: no sólo se acentuaron los sentimientos de filiación,
tal como podían estar presentes en nuestros antepasados evolutivos,
sino que emergieron modos de sentir sofisticados vinculados con la
percepción del tiempo.
La presión selectiva para aquellos mecanismos que garantizaran
el contacto psicológico dio lugar a rasgos importantes del andamiaje
parental. Condujo a que conductas filiativas presentes en otros prima-
tes –como expresiones faciales, gestos, movimientos y sonidos– se
elaboraran o trataran de un modo especial, mediante un moldeado
dinámico, rítmico y trasmodal. Para atraer la atención de los bebés,
los padres elaboran sonidos y movimientos ordinarios: repiten (fra-
ses, movimientos, sonidos, expresiones faciales) y exageran (sus
contornos melódicos, su amplitud, su duración y las pausas entre
50 Revista de Psicología
ellos). La elaboración –que conlleva saliencia, novedad, expectativa
y, por tanto, emoción– de lo que de por sí ya son pautas filiativas
tiene la virtud de conducir directamente a un estado de mutualidad
inherentemente placentero y da lugar al establecimiento de las pri-
meras experiencias de intersubjetividad entre el bebé altricial y el
adulto atento (Dissanayake, 2000). La conjunción del desvalimiento
del bebé y del andamiaje parental abrió las puertas a que un ser (el
indefenso) y otro ser (su cuidador) entraran en un contacto íntimo
de sentimientos que trascienden las emociones darwinianas clásicas
(ira, miedo, alegría, interés, tristeza, etcétera), que compartimos
con otros primates, y permitió que emergiera lo que Stern (2000) y
Trevarthen (1998, 2000) denominan sentimientos temporales, modos
de sentir difícilmente verbalizables que se expresan con maestría en
las artes temporales, la música y la danza, pero que encuentran su
germen y origen en las interacciones tempranas en las que adulto y
bebé se entienden a través del lenguaje del tiempo.
El modo no-verbal de ser y estar con el otro esencialmente con-
formado por qualia temporales –prototípico de las interacciones
cara a cara adulto-bebé– perdura a lo largo del desarrollo y acontece
también entre adultos (Gallagher, 2001; Gomila, 2003). Sin em-
bargo, adopta un modo peculiar durante los primeros seis meses de
vida del bebé, en el cual el hacer conjunto de la díada prescinde de
los objetos del medio (Trevarthen, 1998; Español, en prensa). Este
modo diferenciado de ser y estar con el otro se ha transformado
en los últimos años en un imán para todos aquellos que trabajan
en el punto de intersección entre la psicología del desarrollo y la
psicología de la música (Malloch y Trevarthen, 2008). De acuerdo
con este abordaje interdisciplinario del desarrollo, los bebés nacen
o desarrollan tempranamente capacidades particulares que engarzan
perfectamente con modos de actuar de los adultos y permiten que
exista contacto humano desde el momento en que el bebé nace y
establece relación ocular con su madre. Estas capacidades de los
bebés están vinculadas fundamentalmente con la sensibilidad al
tiempo, con la capacidad de expresar e interpretar emociones y con la
capacidad de imitación. La sensibilidad de los bebés al tiempo resulta
particularmente interesante, al menos por tres motivos: porque sobre
Silvia Español 51
ella se concentran datos empíricos sorprendentes provenientes de
estudios experimentales actuales con bebés, porque muestra como
ninguna otra capacidad el engarce perfecto entre las predisposiciones
universales del bebé y los modos de hacer parentales universales,
no conscientes e intuitivos, y porque es un índice de la incidencia
de los componentes de las artes temporales (la música y la danza)
en nuestros rasgos de especie.
52 Revista de Psicología
estimulación multimodal concordante en algún valor temporal, como
la duración o el ritmo, que a ellos los atrae especialmente. Por otro
lado, los estudios microanalíticos de las interacciones adulto-bebé
ponen en videncia una sincronía interactiva basada en el pulso y el
ritmo (es decir, en la organización del tiempo) que es el sustento de
la experiencia placentera de contacto mutuo y de la elaboración de
la intersubjetividad (Trevarthen y Reddy, 2007).
La sensibilidad infantil al tiempo se observa también en algunas
de las habilidades iniciales señaladas en el área de la psicología
cognitiva de la música: como la distinción precoz, en el labora-
torio, de patrones rítmicos, de contornos melódicos prototípicos
y de cambios de tono, de timbre y distancias entre alturas. Estas
precoces habilidades musicales del bebé se ponen en juego en sus
interacciones espontáneas con los adultos: los bebés son sensibles
a los cambios de tono, a los contornos melódicos y tímbricos de la
vocalización parental así como a sus atributos rítmicos, y el pulso
parece ser el elemento esencial para el acoplamiento interactivo
entre ellos (Trevarthen, 2000).
Las capacidades iniciales infantiles parecen especialmente diseña-
das para acoplarse con los rasgos más sobresalientes de la estimulación
adulta. Cuando los adultos se dirigen a los bebés, al menos en nuestra
cultura, remarcan el pulso, retardan el tiempo del habla, hacen pausas
más largas, hablan más rítmicamente, con frases bien segmentadas y
tienden a usar un conjunto de cinco prototipos melódicos (Papôusek,
1996). Organizan, además, sus sonidos y movimientos bajo la forma
repetición-variación. Generan así un tipo de estimulación ideal: por-
que si fuese siempre igual, el bebé se habituaría y perdería interés; y
porque la repetición genera una regularidad que le permite anticipar
el curso del tiempo, es decir, permite predecir lo que vendrá (Rivière,
2003). Los adultos repiten frases, movimientos, sonidos, expresiones
faciales, exagerando sus contornos melódicos, su amplitud, su dura-
ción y las pausas entre ellos, realizando variaciones en la intensidad,
el ritmo, el tono, de forma tal que la estimulación es, al mismo tiempo,
conocida pero nueva.
Finalmente, los estudios experimentales han detectado también
una sensibilidad perceptual del bebé a propiedades amodales (no
Silvia Español 53
dependientes de una modalidad específica) de naturaleza temporal,
como la duración o el ritmo (Lewkowicz, 2000). Datos recientes
indican vínculos entre la dimensión temporal y la información
multimodal: la Hipótesis de la Redundancia Intensensorial sostie-
ne que la información sensorial presentada en forma redundante a
través de dos o más modalidades resalta las propiedades amodales
como el ritmo, la duración, la velocidad, la intensidad, facilitando
el aprendizaje y la discriminación de estas propiedades. En cambio,
bajo condiciones de estimulación unimodal, la atención de los bebés
se dirige más hacia las propiedades específicas del estímulo, como
el tono, la orientación, el timbre o el color (Bahrick et al., 2002).
Es razonable suponer que estas capacidades del bebé, detectadas en
el laboratorio experimental, se ponen en juego en sus interacciones
sociales: el bebé podría, por tanto, establecer equivalencias trans-
modales de rasgos muy globales de tiempo (también de forma e
intensidad), por ejemplo de duración y ritmo de la rica información
que el adulto le ofrece a través de distintas modalidades, auditiva,
visual, kinestésica (Stern, 1985 y 2000). Esta capacidad es la base
cognitiva-perceptual que torna posible la percepción de los senti-
mientos temporales comentados en el punto anterior (Stern, 2000;
Español, 2007 y 2008).
54 Revista de Psicología
intersección entre biología y cultura: al mismo tiempo que están
posibilitadas por la información genética, poseen un origen cultural e
histórico, no biológico. Por eso, Rivière las describe como sirenas o
centaruros: suponen una fuerte preparación biológica –es imposible
explicarlas por procesos asociativos, de imitación o de aprendizaje
empírico–, pero implican un formateo cultural de la mente humana.
Requieren para su desarrollo de un contexto interactivo particular,
lo que habitualmente se denomina crianza, y también del desarrollo
de pautas complejas de intersubjetividad, es decir, de los modos de
contacto humano comentado en los puntos anteriores.
Las FCH son el borde en el que algunos ven el Rubicón que se-
para el mundo humano y animal y otros ven el hilo de continuidad
entre primates no humanos y humanos. En ellas se concentran las
polémicas clásicas y actuales entre hipótesis continuistas y disconti-
nuistas. El lenguaje, la capacidad de crear ficción y las competencias
de atribución mentalista inherentes al Sistema de Teoría de la Mente
son las FCH que enumera Rivière. Sin embargo, existe otro borde
en el que también actualmente se dirime la polémica continuismo-
discontinuismo: la música (Cross, 2003).
Me atrevo a decir que la música también merece ser considerada
una FCH. Aunque Rivière no llegó a plantearlo así, sí la consideró
reiteradamente al elaborar su concepto de FCH. La cartografía de las
funciones mentales, que incluye las FCH como uno de los cuatro tipos
de funciones mentales posibles, fue uno de los últimos temas sobre
los que teorizó y no tuvo tiempo de escribir. Leyendo sus conferencias
editadas (arriba citadas) puede percibirse la insinuación o el atisbo de
una consideración de la música como FCH. Creo que la condición de
la música de ser específica de la especie y a la par estar culturalmente
mediada nos permite pensarla como tal. Pero, además, investigaciones
actuales en el estudio de la infancia indican que ciertos componentes
musicales (como el ritmo, los contornos melódicos, las cualidades
tímbricas) participan en la adquisición del lenguaje (Karmiloff y
Karmiloff, 2001; Papôusek, 1996), en la génesis del juego de ficción
(Español, 2007) y en la formación de las experiencias de intersubjeti-
vidad tempranas (Trevarthen, 2000; Malloch y Trevarthen, 2008). Es
decir, ciertos componentes musicales participan en la conformación
Silvia Español 55
de dos de las FCH y en la constitución de aquello que las atraviesa a
todas, las experiencias de intersubjetividad.
Referencias bibliográficas
56 Revista de Psicología
Cross, I. (2003). “Music and biocultural evolution”, en Clayton, M.,
Herbert, T. y Middleton, R. (eds). The Cultural Study of Music.
A Critical Introduction. Nueva York-Londres: Routledge.
Dissanayake, E. (2000). “Antecedents of the temporal arts in
early mother-infant interaction”, en Wallin, N. L., Merker, B. y
Brown, S. (eds.). The Origins of Music. Cambridge, MA: The
MIT Press.
Español, S. (2007). “Time and Movement in Symbol Formation”, en
Valsiner, J. y Rosa, A. (eds.). The Cambridge Handbook of Socio-
Cultural Psychology. Nueva York: Cambridge University Press.
––––– (2008). “La entrada al mundo a través de las artes temporales”,
en Estudios de Psicología, 29 (1).
––––– (en prensa). “Performances en la infancia; cuando el habla
parece música, danza y poesía”, en Epistemus, 1.
Gallagher, S. (2001). “The practice of mind. Theory, simulation or
primary interaction?”, en Thompson, E. (ed.). Between Our-
selves: Second Person Issues in the Study of Consciousness.
Nueva York: Cambridge University Press.
Gómez, J. C. (2007). El desarrollo de la mente en los simios, los
monos y los niños. Madrid: Morata.
Gomila, A. (2003). “La perspectiva de la segunda persona de atri-
bución mental”, en Duarte, A. y Rabossi, E. (eds.). Psicología
cognitiva y filosofía de la mente. Buenos Aires: Alianza.
Karmiloff, K. y Karmiloff-Smith, A. (2005). Hacia el Lenguaje.
Madrid: Morata.
Lewkowicz, D. (2000). “The development of intersensory temporal
perception: A epigenetic system/limitations view”, en Psycho-
logical Bulletin, 126 (2).
Malloch, S. y Trevarthen, C. (eds.) (2008). Communicative Musi-
cality: Exploring the Basis of Human Companionship. Oxford:
Oxford University Press.
Markova, G. y Legerstee, M. (2006). “Contingency, imitation and
affect sharing: Foundations of infants’ social awareness”, en
Developmental Psychology, 42.
Papoušek, H. (1996). “Musicality in infancy research: biological and
cultural origins of early musicality”, en Deliege, I. y Sloboda, J.
Silvia Español 57
(eds). Musical Beginnings. Origins and Development of Musical
Competence. Oxford: Oxford University Press.
Papoušek, H. (1996). “Intuitive parenting: a hidden source of mu-
sical stimulation in infancy”, en Deliege, I. y Sloboda, J. (eds).
Musical Beginnings. Origins and Development of Musical
Competence. Oxford: Oxford University Press.
Rivière, A. (2003). “Interacción precoz. Una perspectiva vygotskiana
a partir de los esquemas de Piaget”, en Belinchón, M., Rosa,
A., Sotillo, M. y Marichalar, I. (comp.). Ángel Rivière. Obras
Escogidas, Vol. II. Madrid: Panamericana.
––––– (2003a). “Educación y modelos del desarrollo”, en Belinchón,
M., Rosa, A., Sotillo, M. y Marichalar, I. (comp.). Ángel Rivière.
Obras Escogidas, Vol. III. Madrid: Panamericana.
––––– (2003b). “Desarrollo y educación: El papel de la educación
en el ‘diseño’ del desarrollo humano”, en Belinchón, M., Rosa,
A., Sotillo, M. y Marichalar, I. (comp.). Ángel Rivière. Obras
Escogidas, Vol. III. Madrid: Panamericana.
Rochat, Ph. (2004). El mundo del bebé. Madrid: Morata.
Stern, D. (1991). El mundo interpersonal del infante. Una perspec-
tiva desde el psicoanálisis y la psicología evolutiva. Buenos
Aires: Paidós.
––––– (2000). “Putting time back into our considerations of infant
experience: a microdiachronic view”, en Infant Mental Health
Journal, 21 (1-2).
Trevarthen, C. (1998). “The concept and foundations of infant in-
tersubjectivity”, en Bråten, S. (ed.). Intersubjective Communi-
cation and Emotion in Early Ontogeny. Cambridge: Cambridge
University Press.
––––– (2000). “Musicality and the intrinsic motive pulse: evidence
from human psychobiology and infant communication”, en
Musicæ Scientiæ, Special Issue.
Trevarthen, C. y Reddy, V. (2007). “Consciousness in infants”, en
Velmans, M. y Schneider, S. (eds.). The Blackwell Companion
to Consciousness. MA: Blackwell Publishing.
58 Revista de Psicología
Adolescencias y escuelas: interpelando a Vygotsky
en el siglo xxi. Unidades de análisis que entrelazan
tramas y recorridos, encuentros y desencuentros
Cristina Erausquin*
Resumen
Cristina Erausquin 59
la revisión que autores contemporáneos post-vigotskianos realizan
de la categoría de Zona de Desarrollo Próximo. La lectura puede
ampliar la perspectiva de agentes psicoeducativos sobre problemas
y estrategias de intervención, tomando distancia de una lógica
aplicacionista y enriqueciendo las lógicas de implicación y trans-
formación situacional.
Palabras clave: unidades de análisis, zona de desarrollo próximo,
procesos psíquicos superiores, personalidad.
Abstract
60 Revista de Psicología
En el marco de la perspectiva crítica de la Psicología Educacio-
nal Contemporánea, se analizan categorías para la comprensión y
el abordaje de los encuentros y desencuentros entre adolescentes y
escuelas, el fracaso escolar y los criterios de educabilidad en el nivel
medio. Los textos de Lev Vigotsky de Paidología del adolescente,
con un marco epistémico que articuló psicología, desarrollo y educa-
ción, se proyectan sobre la crisis contemporánea de confianza en las
profesiones (Schon, 1998), que tiene la sociedad también en los pro-
fesionales del área psicoeducativa. Crisis que se funda en la escasa
contribución de discursos y prácticas para la solución de problemas
de desigualdad, injusticia, fracaso personal y colectivo, también
en lo escolar; un estado de cosas que denuncia el agotamiento del
paradigma positivista de la relación entre lo académico, la ciencia
y los problemas del mundo. Crisis que habilita el movimiento de la
disciplina psicológica para salir fuera de sí (Greco, 2009), a la vez
que hallar su especificidad frente al desafío de necesidades educa-
tivas, en el intercambio de experiencias y concepciones con otras
disciplinas y agencias, para construir conjuntamente nuevos objetos
de intervención, indagación y reflexión. La recontextualización de
la lectura de la obra y su entrelazamiento con la categoría de Zona
de Desarrollo Próximo pueden enriquecer la mirada de agentes psi-
coeducativos sobre problemas y estrategias de intervención, a través
del distanciamiento de una lógica aplicacionista (Coll, 1995) que
extrapola teorías expandiendo su dominio a contextos muy diferentes
de los de su producción, a la vez “reduciendo” hechos complejos a
relaciones elementales y unidireccionales entre variables medibles
y predecibles en su comportamiento (Baquero, 2002). La mirada
psicoeducativa articula la contemporaneidad del pensamiento de
Vigotsky con el crecimiento de una lógica de implicación y trans-
formación de situaciones, a partir de su problematización, análisis
y toma de conciencia, desde el escenario de la acción y de la expe-
riencia compartida.
Cristina Erausquin 61
Adolescencias y escuelas: encuentros y desencuentros
62 Revista de Psicología
adolescentes. Ambas, a partir de enunciados universales y generales,
parecen excluir diferencias socioculturales y mundos de significado.
Los discursos sobre los adolescentes no sólo describen, sino también
crean realidades, allí donde pretenden capturar epistémicamente
fenómenos complejos y heterogéneos, que atraviesan trayectorias
de jóvenes en y por las escuelas. Es necesario problematizar el sur-
gimiento de categorías con las cuales las diferentes culturas nombran
y definen a los jóvenes, para delinear perfiles contemporáneos de
tensiones esenciales que atraviesan las adolescencias, situadas en
determinados contextos sociohistóricos. ¿Desde dónde pensar hoy
la cuestión de los jóvenes? Desde diferentes ámbitos se proponen
visiones negativas, vinculando la adolescencia con las adicciones, la
violencia, la delincuencia, el desinterés por la participación en la vida
política, las evaluaciones desfavorables de los rendimientos acadé-
micos, la apatía, el desgano, la falta de motivación por la lectura, el
uso transgresor o empobrecido del lenguaje. Es necesario desarticular
una visión de la adolescencia identificada con un lugar de amenaza
y peligrosidad, como la que dibujan frecuentemente los mass media,
o como un fracaso de toda posibilidad educativa o de desarrollo de
la mente, como profecía de destino inexorablemente vinculada a di-
cha etapa de la vida (incluyendo “indiferencia” y “desinterés” como
amenaza de “disolución” del legado cultural). El desafío es redefinir
el papel que le cabe a la escuela hoy y los desafíos que enfrenta, en
contextos complejos y de fuerte incertidumbre. Recordando escritos ya
clásicos de Duschatzky y Corea (2002), la propuesta es pensar “nuevos
territorios” para los jóvenes, lugares simbólicos de pertenencia, de
creación de valores, de lazo social, para ampliar su participación en
experiencias educativas capaces de configurar subjetividades implica-
das en la transformación creativa de los escenarios socioculturales.
Cristina Erausquin 63
los múltiples hilos que lo constituyen, en sus aspectos visibles, pero
sobre todo en los que permanecen en las zonas de sombra de la com-
prensión. Con demasiada frecuencia las miradas de los profesionales
psicoeducativos se han centrado en “alumnos problema”, “bajo
rendimiento”, “desinterés por aprender”, “problemas de conducta”,
“violencia entre pares”, “inadaptación a las normas escolares” y
“conflictos con profesores”, como revelan diez años de investigacio-
nes realizadas en nuestro contexto sobre el trabajo de los psicólogos
en las escuelas (Erausquin et al., 2001). Las preguntas de los profe-
sionales no siempre problematizaron las condiciones de posibilidad y
enriquecimiento de la enseñanza y el aprendizaje en los adolescentes.
Muchas veces se situaron en el marco de discursos pedagógicos y
psicológicos para definir déficits individuales, evaluar capacidades
de sujetos en relación con una media esperable, determinar si las
conductas particulares se acomodan a lo que la escuela puede acep-
tar. Se pensó que los jóvenes deben ir al encuentro y vincularse con
una escuela que tiene pautas predeterminadas, y se olvidó que las
instituciones educativas tienen la responsabilidad de establecer un
vínculo significativo y relevante con ellos. Reconocer situaciones
de fracaso escolar implica no sólo analizar individualmente a los
“sujetos con problemas”, sino comprender que los sujetos, en forma
individual o grupal, inmersos en situaciones educativas, pueden
encontrarse “en problemas” a partir de un desencuentro básico de
las escuelas con ellos (Baquero, 2000).
64 Revista de Psicología
El enfoque obliga a reformular el concepto de educabilidad de los
sujetos adolescentes (Baquero, 2001) y entender la educatividad en
términos de relaciones subjetivo-situacionales, como delimitación de
condiciones, alcances y límites que posee potencialmente la acción
educativa sobre sujetos definidos en situaciones definidas (Eraus-
quin, 2006). Se trata de descubrir cómo “hacer posible la enseñanza
y el aprendizaje en un contexto y situación determinados, en relación
con sujetos particulares que interpelan a la escuela con sus diferen-
cias” (Greco, 2002), mientras tradicionalmente la “educabilidad”
fue concebida en términos de rasgos, capacidades y coeficientes
intelectuales que tienen los individuos y que los limitan en su aptitud
para recibir educación. La concepción sustancialista del sujeto en
la modernidad –presente en concepciones que legitimaron acciones
de etiquetamiento y exclusión– niega la heterogeneidad entre los
sujetos y desconoce singularidades situacionales, transformando en
deficiencia la diferencia de aquellos que se alejan de lo esperado.
Cristina Erausquin 65
La cuestión central es responder a la pregunta: ¿adquiere el hom-
bre en el proceso de su desarrollo nuevos intereses o ellos se reducen
a atracciones innatamente predeterminadas por factores biológicos?
Por otra parte, si los adquiere, ¿es mediante adiestramiento y entre-
namiento basado en la simple fuerza de una repetición externamente
impuesta? ¿Hay sólo hábitos, o hay sólo disposiciones incitadoras,
que ponen en movimiento y mantienen el curso de las operaciones?
Es necesario explicar –y tanto Vigotsky como Piaget ordenan su
agenda en torno a ello– cómo surge la novedad en el proceso del
desarrollo. Los mismos hábitos y mecanismos psicofisiológicos,
que desde un punto de vista formal no muestran diferencias esen-
ciales en las distintas etapas de la vida, se insertan en un sistema
de atracciones y aspiraciones completamente distinto y con una
orientación diferente en cada etapa, y de ello surge la peculiaridad
de su estructura, de su actividad y de sus cambios.
En su discusión con lo que denominaba “psicología objetiva”,
que abarca lo que hoy se conoce como conductismo y reflexología–,
Vigotsky sostuvo que una teoría del interés edificada sobre una base
exclusivamente biológica, que sitúa el origen de la conducta en lo
innato agregándole lo adquirido por condicionamiento, no puede
comprender la relación dialéctica entre forma y contenido, porque no
aprecia la importancia en la ontogenia humana de la diferencia entre
línea natural y línea cultural del desarrollo. Según la concepción
mecanicista, los motivos que movilizan el comportamiento están
supeditados a las mismas leyes de formación que los reflejos condi-
cionados. En el otro polo de la discusión, la “psicología dinámica”
–identificando Vigotsky a Mc Dougall como un exponente– postula
que toda aspiración e interés parte de una atracción instintiva: los
hábitos sólo determinan el modo como realizamos las tareas, pero
no son las fuerzas motrices del proceso. Según esta concepción,
los intereses no se adquieren ni se forman del mismo modo que
los hábitos: las fuerzas incitadoras de la actividad son innatas y
están condicionadas por la naturaleza biológica de los instintos;
son inclinaciones constantes de la personalidad, profundas y esta-
bles, que orientan el comportamiento. Para Vigotsky, los modelos
mecanicistas ofrecen una visión del hombre que no lo diferencia
66 Revista de Psicología
de una máquina adiestrable y no explican la complejidad y orga-
nización de los sistemas de conducta. Los modelos dinámicos, por
otra parte, ofrecen una visión del hombre que lo hace moverse en
círculo, sin avanzar más allá de lo instintivo innato, y no explican
cómo supera los límites de su naturaleza animal y desarrolla cultura
en la vida social. Ambos dejan sin explicar cómo surge lo nuevo en
el proceso del desarrollo. La teoría estructuralista de los intereses
–cuyo exponente es Kurt Lewin– reconoce, en cambio, que las
necesidades, inclinaciones e intereses son procesos integrales de
mayor amplitud que una reacción aislada, y que la actividad humana
no es una suma mecánica de hábitos desorganizados. Los intereses
no se adquieren ni se tienen en forma innata; se desarrollan. Son
procesos vitales, profundamente enraizados en la base biológica,
pero que se desarrollan conjuntamente con el desarrollo global de
la personalidad. En base a una necesidad o interés del individuo,
se modifica la estructura del medio circundante, la estructura del
campo, y a su vez el carácter incitador de las cosas reestructura
activamente las necesidades del individuo. Para Vigotsky, el déficit
de la teoría estructuralista es que no toma en cuenta el cambio de
la naturaleza humana en el proceso de desarrollo histórico-social,
las nuevas necesidades surgidas y la transformación que la cultura
produce en las necesidades naturales. Diferenciar la línea cultural
en la formación de necesidades, de la línea biológica de atraccio-
nes orgánicas, tiene importancia en la “edad de transición”, que es
como Vigotsky denomina a la adolescencia. En los términos de una
Psicología General de corte marxista-hegeliano, Vigotsky plantea
que el interés en su forma superior, al hacerse consciente y libre, se
presenta ante nosotros como una atracción para sí, a diferencia del
impulso instintivo, que es una atracción en sí. En la adolescencia,
según Vigotsky, los hábitos, en tanto mecanismos de comportamiento
ya conformados, no cambian radicalmente, pero sí los intereses y
necesidades. El descenso en el rendimiento, la apatía en la tarea
productiva escolar, señalan un cambio en las necesidades e intereses
de los jóvenes, no un empobrecimiento o involución en sus mecanis-
mos de comportamiento. Las dos líneas de desarrollo se diferencian
claramente en la adolescencia; en ninguna otra edad se revela con tal
Cristina Erausquin 67
evidencia el hecho de que la maduración y formación de atracciones
constituyen la premisa necesaria pero no suficiente para explicar la
modificación de los intereses. Esferas enteras de objetos y activida-
des, antes neutrales, se convierten ahora en momentos de la génesis
de su conducta: a la par que el nuevo mundo interno, surge para el
adolescente un mundo externo nuevo. Los procesos de desarrollo
complejo recuerdan la transformación de la oruga en crisálida y
de la crisálida en mariposa, es decir, presuponen tanto la extinción
o reducción de las formas viejas como el nacimiento y maduración
de las nuevas, en una compleja concatenación. Los momentos de
rechazo, negativismo, ruptura de interés, inquietud generalizada,
descriptos por la psicología clásica del adolescente como “fase de
oposicionismo”, son representativos del movimiento de retracción
que rehúsa lo dado y se aparta, pero que a la vez anticipa o despliega,
en otros planos y esferas, la novedad de otras atracciones y vínculos.
Es algo similar a lo que pensadores contemporáneos, como Rochex
(2002), denominan proceso de secundarización, en el sentido de
distanciamiento y posicionamiento frente a “lo dado” como legado
cultural o familiar.
Por otra parte, el análisis de Vigotsky, si bien asentado en el
núcleo de las teorías modernas sobre la adolescencia, abre camino
a las preguntas contemporáneas sobre la diversidad, cuando enfo-
ca las diferencias entre fases de la adolescencia de acuerdo con el
género y la clase social de los sujetos. En las investigaciones de sus
discípulos y colegas rusos sobre los adolescentes y la escuela, se
reelaboran las unidades de análisis (Vigotsky, 1934) que han utiliza-
do las psicologías modernas en el recorte de los problemas. Dichos
investigadores critican las postulaciones de psicólogos evolutivos
sobre el “negativismo” adolescente, como contraparte “natural” de
sus impulsos, partiendo de que incluso en los mamíferos superiores
los reflejos negativos pueden ser inhibidos y modificados en y por
el medio social. “La manifestación negativa de tales síntomas se
debe, en medida muy considerable, a fallos en el planteamiento
pedagógico, no en la naturaleza de los individuos.” Zagorovski,
discípulo de Vigotsky, al concluir una investigación de análisis
cualitativo con 104 adolescentes escolarizados de trece y catorce
68 Revista de Psicología
años, propone delinear, no tipos fijos e invariables de conducta,
sino “formas de comportamiento del escolar soviético”1. ¿Es lo
que observamos la fase negativa del adolescente –se pregunta– o la
fase negativa de la “pedagogía del adolescente”? Vigotsky señala
que Zagorovsky, en su reflexión sobre las categorías de análisis del
“negativismo adolescente”, parece tener en cuenta el factor externo
sólo como posible inhibidor del fenómeno, pero, además de ello, el
contexto debe ser examinado como potencial formador y creador
de nuevos intereses.
Cristina Erausquin 69
bién dialéctica y genética– de los procesos de desarrollo cognitivo.
Pero, al mismo tiempo, señala que la “paidología clásica” sólo vio en
la adolescencia un periodo de turbulencia emocional, de cambios de
intereses, de ampliación de contenidos, de posicionamientos existen-
ciales, entendiendo el proceso adolescente como si el pensamiento
permaneciera inerte frente a los cambios emocionales, de intereses
y de experiencias. Anticipa de este modo la crítica contemporánea
a la “teoría de la escisión” en el pensamiento moderno acerca del
sujeto (Castorina y Baquero, 2005).
Situando el punto de partida en los cambios biológicos de la
pubertad y en los impactos que en el nivel simbólico los mismos
producen, suele naturalizarse –y esto aún se presenta hoy en pro-
gramas de estudio universitario de Psicología del Desarrollo Ado-
lescente– la visión de un desorden pulsional, de una conflictiva y
de un conjunto de apegos y desapegos libidinales, como si sólo
fueran fuerzas exentas de racionalidad las que gobiernan el com-
portamiento, o bien –evidenciando la “escisión” del pensamiento
moderno en psicología (Castorina y Baquero, 2005)– se postulan
transformaciones estructurales de la inteligencia –como en el mo-
delo piagetiano–, como autónomas en su estructura de la “fuerza
motriz” de los afectos, intereses y necesidades. Vigotsky formula
la hipótesis, en cambio, de que la “edad de la transición” es el mo-
mento en el que se forja, o por lo menos se consolida, la formación
interfuncional de la conciencia. ¿No es acaso típico del período
adolescente el posicionamiento personal, la toma de conciencia y
la propia perspectiva de sí mismo y del mundo? ¿No es ese posi-
cionamiento frente al legado de la anterior generación, vinculando
la historia al presente y al devenir, lo que “hace trama” entre las
adolescencias y los escenarios socioculturales? La formación de
conceptos y el reordenamiento de la visión del mundo a partir de
su categorización no es equiparable, como característica distintiva
del pensamiento adolescente en la teoría vigotskiana, a la estructura
de las operaciones formales en la teoría piagetiana. La organización
unívoca y estructural de un “estadio de operaciones cognoscitivas”
no se corresponde con la mirada de lo heterogéneo, centrada en una
unidad –no una identidad– entre lo racional y lo emocional, que
70 Revista de Psicología
Vigotsky desarrolla en relación con el adolescente. Para Vigotsky,
el adolescente es un ser que, habiendo participado en “zonas de
desarrollo” a partir de experiencias de “buen aprendizaje”, hace un
movimiento trascendental para apropiarse de la cultura de su época,
y es ese un plano de la voluntad y de la conciencia que, unido a la
vivencia de la libertad, no surge en la ontogenia hasta “la edad de
transición”. En un desanudamiento dialéctico, Vigotsky pretende
demostrar que la ampliación de intereses del adolescente hacia
esferas más alejadas de la experiencia inmediata –lo que denomina
“concepción del mundo”– se realiza a partir de su participación
en esferas más amplias de la vida social, que son condición pero
también consecuencia del pensamiento conceptual. Para el autor,
el pensamiento conceptual implica un nivel cualitativamente nuevo
de racionalidad que tampoco identifica con las “formas resecas” de
la lógica formal. En su pensamiento, abstraer no es vaciar, sino
interrelacionar.
Cristina Erausquin 71
época, y de ese modo abre el camino a la diversidad de adolescencias
y culturas. También es necesario leer a Vigotsky, como a Piaget, en
relación con las condiciones sociohistóricas de producción de su
pensamiento, para recontextualizar los alcances de sus aportes para
la comprensión de los problemas actuales. En medio de procesos
de de-subjetivación y exclusión de grandes sectores juveniles de
la participación efectiva en la producción de culturas socialmente
legitimadas, no se pueden dar por proporcionados los estímulos
que todo adolescente tenga o perciba para apropiarse de la cultura
de su época.
No es el pensamiento formal el que predomina en la creatividad
adolescente, desde la perspectiva de Vigotsky, sino el entrelazamien-
to entre lo abstracto y lo concreto en el pensamiento y el lenguaje,
como aparece en las palabras que adquieren y a la vez revelan
diferentes sentidos en las metáforas. La presencia de lo concreto
remarca el anclaje en el sentido contextual, vivencial, singular, que
enriquece e interpela al pensamiento en conceptos, por su tendencia
a la artificialidad y a la parcialidad de rasgos.
En el capítulo sobre las “funciones psíquicas superiores”, Vigots-
ky retoma la ley del desarrollo del sistema nervioso y de la conducta
de Kretschmer, que ha sido especialmente relevante en su concepción
de los “sistemas psicológicos”. Según esta:
72 Revista de Psicología
de ellas: se estructuran a medida que se forman complejas combina-
ciones de las funciones elementales en nuevas síntesis. Esta ley del
“todo superior a las partes” e irreductible a los elementos apunta a las
unidades de análisis y a los dominios genéticos (Wertsch, 1988) en el
enfoque de Vigotsky del desarrollo cognitivo humano. Las funciones
psíquicas superiores no pueden desconocer su base en el mecanismo
automático asociativo de las funciones psíquicas elementales; no se
reducen a él, pero tampoco pueden ser incompatibles con él.
Vigotsky se refiere también a la evolución de una función psíquica
superior clave en la edad de transición: el pensamiento práctico. La
psicología clásica, que partía de la autoobservación, consideraba
básico el desarrollo del pensamiento interno, vinculado con el len-
guaje y las representaciones, y veía en la acción racional práctica
sólo la continuación de los procesos del pensamiento interno. Vi-
gotsky invierte el sentido de esa explicación y vincula el desarrollo
del pensamiento práctico del adolescente a su preocupación por el
trabajo profesional. Considera precario atribuir los cambios en dicho
desarrollo a los cambios de funcionamiento del organismo y al factor
biológico de la maduración sexual. Parece haber sido ya determinado
por Piaget, según Vigotsky, que la capacidad de comprender adecua-
damente la relación interna entre la palabra y la acción surge recién
en la “edad de transición”. La novedad no es de la función, sino de
la interrelación e interconexión entre la función del pensamiento
práctico y el pensamiento en conceptos. En la infancia, la resolución
de problemas llega a apoyarse en el lenguaje interior, pero siempre
bajo el control de la percepción, de la situación real y de la acción
sobre ella. En la “edad de transición”, el pensamiento en conceptos
permite una síntesis nueva: el adolescente, al margen de una situación
visual directa, puede resolver una tarea de pensamiento práctico a
través de conceptos. El surgimiento de la función del lenguaje en la
planificación de la acción constituye el fundamento para el desarrollo
de la autoconciencia y los mecanismos volitivos.
Cristina Erausquin 73
Imaginación y creatividad del adolescente
74 Revista de Psicología
polo de actividad subjetiva, pero también uno de creación objetiva, la
actividad práctica, la encarnación de una idea en inventos científicos
o construcciones técnicas, en la “edad de transición”.
Cristina Erausquin 75
indivisible” –razón y afectividad–, en proceso de conformarse,
abarcando las potencialidades humanas a desarrollar en relación con
las condiciones sociales. La personalidad es una síntesis dialéctica
en la cual el individuo y las relaciones sociales se integran en un
sistema concreto y a la vez potencial.
Cuando Vigotsky retoma las investigaciones de Busemann sobre
la autoconciencia en la edad de transición, parte de que no es un
hecho primario. La autoconciencia adquiere, en las investigaciones
de Busemann,2 un perfil diferente según el medio social al que
pertenecen y la posición social que ocupan los adolescentes. Se
pone de manifiesto, en estas orientaciones y en los resultados de
su seguimiento en diferentes cortes genéticos, el incremento de la
variedad interindividual a lo largo del desarrollo: el medio ejerce
una influencia cada vez más duradera y los individuos se diferencian
cada vez más entre sí. En la edad de transición, la desigualdad del
medio social origina diferencias muy notorias en la estructura de
la personalidad. La autoconciencia no es un estadio en el desarro-
llo de la personalidad, originado ineludiblemente por los estadios
anteriores; es un cierto momento del ser conciente, contingente al
desarrollo cultural del hombre. La autoconciencia del adolescente
obrero, en comparación con el adolescente burgués, no está retenida
en un estadio de desarrollo más temprano; se trata de un adolescente
con otro tipo de desarrollo de su personalidad, otra estructura y
dinámica de su autoconciencia. Vigotsky comparte la deducción
fundamental de Busemann: el desarrollo de la autoconciencia de-
pende del contenido cultural del medio en una medida superior a
cualquier otro aspecto de la vida psíquica. La crítica de Vigotsky a
Busemann se centra en que, en vez de un análisis cualitativo de las
diferencias en la conciencia del adolescente en los diversos medios
sociales, dicho autor señala “la demora” en el pasaje de un estadio
a otro, apuntando a una jerarquía genética entre lo inferior y lo
superior o a una teleología unidireccional dada como necesaria y
natural (Wertsch, 1993). En la “edad de la transición”, el desarro-
llo de la memoria, la atención, el pensamiento, no constituye un
simple despliegue de las capacidades heredadas. Incluye el paso
2
Vigotsky, op. cit., pp. 232-243.
76 Revista de Psicología
de la dominación y la regulación interna de los procesos a través
de nuevas conexiones, relaciones e interdependencias estructurales
entre diversas funciones.
Cristina Erausquin 77
ZDP como una zona de construcción social de conocimientos e
identidades, un sistema funcional de interacción e interdependencia
en escenarios socioculturales específicos (Newman, Griffin y Cole,
1991; Erausquin, 2001). Además de la discusión que introducen los
enfoques contextualistas sobre el cambio cognitivo, también desde
otras perspectivas –psicoanalíticas y socioculturales– se complejiza
el significado de la ZDP a través de conceptos que apuntan a la su-
peración de la “reducción al individuo y del individuo” (Baquero,
2002; Erausquin, 2006). En una dirección similar, surge la diferencia
entre la “internalización como dominio” y la “internalización como
apropiación”, a través del concepto de “resistencia” (Wertsch, 1999;
Litowitz, 1993). ¿Por qué pensar siempre al alumno y al docente tan
espontánea y naturalmente motivados para la apropiación mutua,
felizmente productora de un pasaje y una delegación de competencias
y poder desde uno hacia otro? Si la apropiación implica identificación
y la identificación representa “ocupar el lugar del otro”, “asesinarlo
para ocupar su lugar en la cultura” (Winnicott, 1982), ¿por qué no
va a haber rechazo a seguir la dirección que dicho “otro” pretende
imprimirle a mi conducta hoy? Si la identificación con el padre o el
docente puede involucrar obtener su poder, ¿por qué no resistirle y
apropiarme de su poder ya? Si bien este análisis permitiría también
entender procesos de fracaso escolar –como resistencia– en niños y
adultos escolarizados, resulta ineludible para comprender los proce-
sos adolescentes y sus relaciones con las escuelas. En estos análisis
confluyen la diversidad cultural y la diversidad idiosincrásica de
los adolescentes, la resistencia de los jóvenes puesta al servicio de
rehusar el legado o reformularlo en la construcción de un proyecto
personal (Rochex, 2002), la resistencia de las culturas emergentes a la
cultura dominante –como lo son también las “culturas juveniles”, sin
legitimación social y en interacción con la cultura escolar “oficial”
(Tenti Fanfani, 2000)–. En relación con estos procesos adolescentes
de resistencia, es necesario analizar el conjunto de estrategias o tácti-
cas de no sujeción del proceso de apropiación cultural de dominados
o colonizados en diversos espacios culturales y sectores sociales
que existen dentro de “una supuesta misma cultura”, como plantea
De Certeau (citado en Wertsch, 1999). La de-subjetivacion de los
78 Revista de Psicología
adolescentes en la escuela contemporánea produce efectos deseados
e indeseados –por unos y otros–, que muchas veces adoptan la forma
de resistencias tácticas y estratégicas, no siempre conscientes para
los propios actores involucrados. El recurso en dichas resistencias
puede ser denunciar, a través de la pérdida de sentido de lo escolar, el
vaciamiento de sentidos, objetivos y motivos hasta ayer vigentes, no
sólo en la escuela, sino en todas las instituciones sociales. Estudiar,
compartir, comprender, explicar, interpretar, o aun “construir” –en
el sentido freudiano del concepto– procesos de resistencia permitirá
abordarlos como posicionamientos subjetivos, intersubjetivos y psi-
cosociales, que se recortan también en el espacio de los dispositivos
escolares. Ello implica acompañar a jóvenes y adolescentes en su
avance entre los intersticios del sistema, para recuperar ángulos
de visibilidad, libertad y acción transformadora de sí mismo y del
mundo. Y también implica contribuir a que los psicólogos que tra-
bajan en escuelas, entre intervenciones y reflexiones sobre prácticas
pedagógicas, participen en experiencias de reconstrucción crítica
del legado vigotskiano, interpelándolo desde la contemporaneidad
situada, actualizándolo en su análisis de la diversidad y educabilidad
de niños y adolescentes en las escuelas.
Referencias bibliográficas
Cristina Erausquin 79
Chaiklin, S. (2001). The category of ‘personality’ in Cultural-
Historical Psychology. En Chaiklin, S. (ed.). The Theory and
Practice of Cultural-Historical Psychology. Denmark: Aarhus
University Press.
––––– (2003). The Zone of Proximal Development in Vygotsky’s
analysis of Learning and Instruction. En Kozulin, A., Gindis, B.,
Ageyev, V. y Miller, S. (eds). Vygotsky’s Educational Theory in
Cultural Context. New York: Cambridge University Press.
Coll, C. (1995). Psicología y Educación: aproximación a los objetivos
y contenidos de la Psicología de la Educación. En Coll, Mar-
chesi y Palacios (comps.). Desarrollo Psicológico y Educación.
Madrid: Alianza.
Duschatzky, S. y Corea, C. (2002). Chicos en banda. Los caminos
de la subjetividad en el declive de las insituciones. Buenos
Aires: Paidós.
Erausquin, C., Btesh, E., Bur, R., Camean, S., Rodenas, A. y Sulle,
A. (2001). Enfocando la diversidad de las intervenciones psi-
coeducativas. Génesis y efectos de las representaciones de los
psicólogos que trabajan en escuelas. En IX Anuario de Investi-
gaciones. Buenos Aires: Facultad de Psicología, UBA.
Erausquin, C. (2006). Sobre modelos, estrategias y modalidades de
intervención de psicólogos en educación, en contextos del siglo
xxi: representaciones, prácticas y discursos. Buenos Aires: Publi-
cación Curso Posgrado, Facultad de Psicología, UBA.
Greco, B. (2002). Sobre desencuentros y reencuentros. Una perspectiva
del fracaso escolar ligada a la convivencia en la escuela. En Ensa-
yos y Experiencias, 43. Buenos Aires: Novedades Educativas.
––––– (2009). Pensar y actuar en educación: una psicología “fuera
de sí”. Publicación Premio Facultad de Psicología UBA 2009.
Buenos Aires: Facultad de Psicología, UBA.
Litowitz, B. (1993). Deconstruction of the proximal development
zone. En Contexts for learning. London: Oxford University
Press.
Newman, D., Griffin, P. y Cole, M. (1991). La zona de construcción
del conocimiento. Madrid: Morata.
Rochex, J. Y. (2002). Adolescencia y escolarización secundaria
80 Revista de Psicología
en medios populares: pruebas intelectuales y dinámicas sub-
jetivas. Disponible en: www.me.gov.ar/curriform/publica /
francia/10rochex.pdf.
Schon, D. (1998). El profesional reflexivo. Buenos Aires: Paidós.
Tenti Fanfani, E. (2000). Culturas juveniles y cultura escolar. Bra-
silia: Documento Escuela Joven.
Urresti, M. (2000). Cambio de escenarios sociales, experiencia juve-
nil urbana y escuela”, en Tenti Fanfani, E. (comp.). Una escuela
para adolescentes. Buenos Aires: UNICEF-Losada.
Vygotsky, L. (1984 [1931]). Paidologia del adolescente. En Obras
Escogidas. Tomo IV. Madrid: Visor.
––––– (1993 [1934]). “Pensamiento y Lenguaje”, en Obras Esco-
gidas, Tomo II. Madrid: Visor.
Wertsch, J. (1988). Vygotsky y la formación social de la mente.
Barcelona: Paidós.
––––– (1993). Voces de la mente. Un enfoque socio-cultural para
el estudio de la acción mediada. Madrid: Visor.
––––– (1999). La mente en acción. Buenos Aires: AIQUE.
Winnicott, D. (1982). Realidad y Juego. Buenos Aires: Gedisa.
Cristina Erausquin 81
Desarrollo cognoscitivo y formación de
conocimientos políticos en niños y adolescentes1
Alicia M. Lenzi*
Resumen
1
El artículo reformula la ponencia del simposio “Perspectivas actuales en Psi-
cología del desarrollo”, I Congreso Internacional de la Facultad de Psicología
de la Universidad Nacional de La Plata, 1 al 3 de noviembre de 2007.
Alicia M. Lenzi 83
noción de gobierno nacional en niños y adolescentes de la ciudad
de Buenos Aires y de La Plata.
Palabras clave: desarrollo cognoscitivo, formación de conoci-
mientos políticos, niños y adolescentes, investigación.
Abstract
84 Revista de Psicología
la mente”). Una segunda categoría agrupa los estudios del conoci-
miento moral. La última incluye las investigaciones de las ideas de
niños y adolescentes sobre la sociedad, ya sea de las instituciones
económicas, sociales, jurídicas o políticas.2
Varios interrogantes permean los estudios del desarrollo infantil
del conocimiento social y suscitan arduos debates. Entre ellos se
evocan los siguientes: ¿de qué modo particular los niños y/o ado-
lescentes comprenden el mundo social en que están insertos? Si
construyen ideas sobre ese mundo que cambian en el devenir del
tiempo, ¿esos cambios se deben a la enculturación, a la acumulación
aditiva de experiencias o a una transformación dinámica de otras
ideas previas? En el desarrollo de conocimientos de este dominio,
¿interviene la sociedad y/o la cultura en la que los niños y/o adoles-
centes están situados o sus juicios sociales emergen escindidos de
ese contexto? Si esa intervención sociocultural se acepta, ¿de qué
modo específico sucede?
Tales interrogantes nos convocan a tratar algunos temas, sin
pretender ser exhaustivos dada la complejidad de niveles analíticos
de esta problemática. En consecuencia, en los próximos apartados
se examinan, primero, los principios básicos del reciente consenso
teórico acerca del concepto de desarrollo, que abarca una nueva
perspectiva de carácter sistémica y relacional. En segundo término,
algunas de estas cuestiones se analizan en ciertas investigaciones
acerca del desarrollo de conocimientos políticos en niños y ado-
lescentes, incluyendo un estudio propio, y sus diferentes enfoques
acerca de la relación cognoscente sujeto-objeto o individuo-sociedad.
Esta elección radica en que esas temáticas reflejan ciertos debates
que atraviesan el campo de investigación del desarrollo del cono-
cimiento social.
2
Cf. Barret y Buchanan-Barrow (2005), Berti (2005), Delval (1989), Furnham y
Stacy (1991).
Alicia M. Lenzi 85
desde el siglo xix y arduas controversias durante el siglo xx, presenta
recientemente un relevante consenso entre posiciones disímiles que
intenta superar una fragmentación explicativa estéril.3
En tal sentido, los psicólogos desarrollistas “de avanzada”
acuerdan en que sus rasgos distintivos residen en el estudio de la
emergencia dinámica de novedades psíquicas o en los sistemas de
conocimiento, en sus modificaciones constructivas en el suceder
del tiempo y en la explicación de los procesos que suscitan esos
cambios. Esta perspectiva la comparten tanto los llamados modelos
“organicistas” como los “contextualistas”, aunque mantengan sus
diferentes énfasis programáticos (Overton, 1998a y b, 2007; Valsiner
y Winegar, 1992; Valsiner, 1998, 2006).
En la mayor parte de la psicología del desarrollo del siglo xx
prevalecen explicaciones basadas en antinomias cartesianas (excepto
en los precursores enfoques dialécticos de Vigotsky y Piaget), pro-
vocando debates que aún persisten. Entre otras antinomias, pueden
citarse las siguientes: biología versus cultura, intrapsíquico versus
interpersonal, estructura versus función, estabilidad versus cambio,
transformación versus variación, sujeto versus objeto, o individuo
versus sociedad (Overton, 2004).
La antinomia individuo-sociedad, por ejemplo, se advierte en
algunas versiones del desarrollo de los conocimientos sociales
infantiles en las que ambos polos se escinden. Esto es, se atribuye
ese desarrollo únicamente al individuo o, por el contrario, sólo a
la sociedad. O bien se considera algún tipo de relación débil entre
ambos polos, pero se enfatiza el papel de uno de ellos en detrimento
del otro, produciendo así reduccionismos explicativos.
A fin de superar las miradas del desarrollo en que predomina una
explicación basada en la escisión entre diversas antinomias, recien-
temente se han postulado perspectivas sistémicas y complejas. Estas
ya no son de carácter lineal sino inclusivas, dialécticas y relacionales,
tornando aquellas antinomias excluyentes en “complementarios
indisociables” (Overton, 2004).
Estos enfoques se centran en una unidad de análisis relacional
que, en la explicación del desarrollo, implica la consideración de
86 Revista de Psicología
influencias bidireccionales entre pares de elementos antes vistos
como antinómicos, por ejemplo, entre sujeto y objeto o entre indi-
viduo y sociedad.4
Por otra parte, algunas interpretaciones ingenuas aún atribuyen
los cambios en el desarrollo a la edad cronológica (sólo un simple
indicador del tiempo). En contraste, hoy se acuerda en que el pro-
blema central de la psicología del desarrollo radica en explicar cómo
emerge la novedad (en las funciones psíquicas o en los sistemas de
conocimiento) a partir de la transformación de formas precedentes
que no la contienen.5
Interesa en este punto precisar ciertas conceptualizaciones de
Valsiner, propuestas en sus análisis epistemológicos del concepto
de desarrollo y en tanto representante de la psicología cultural. El
autor retoma ideas centrales de relevantes psicólogos desarrollistas
del siglo xx y define al desarrollo como “la transformación construc-
tiva de una forma [o estructura] en el tiempo irreversible, a través
de los procesos de intercambio entre el organismo y su ambiente”
(1998: 192). Al igual que Piaget (1975/1978), propone que esas
transformaciones se generan en un sistema abierto de intercambios
múltiples entre el individuo y su medio.
No obstante, Valsiner destaca en varios trabajos las dificultades
aún pendientes respecto del concepto y uso de los términos “con-
texto” y “cultura”, que han procurado precisar el amplio concepto
de “ambiente” de la anterior definición. Se trata de una cuestión
que, a nuestro juicio, se torna significativa especialmente en las
investigaciones sobre la formación de los conocimientos sociales y,
particularmente, los políticos, como se analizará posteriormente.
Respecto del término “contexto”, Valsiner considera que remite al
entorno de la actividad del individuo e incluye aspectos que resultan
interdependientes, bidireccionales o interactivos con los procesos
psicológicos de la persona. Por el contrario, señala que otros autores
sólo conciben al contexto como factores ambientales, separados de
los procesos individuales, que lo impactan de modo unidireccional
4
Cf. Castorina y Baquero (2005), Overton (1998a y b, 2007), Valsiner (1998),
entre otros.
5
Cf. Overton (1998a), Piaget (1978), Valsiner (1998, 2006), Vigotsky (1995).
Alicia M. Lenzi 87
y no interactivo, en oposición a los enfoques del desarrollo recientes
(Valsiner y Winegar, 1992).
A su vez, Valsiner afirma que el término “cultura” es ambiguo
en las ciencias sociales, pues se utiliza en un amplio espectro de
versiones. Y en psicología lo es incluso en la denominada psicología
cultural. Esas versiones se extienden desde su equivalencia con el
contexto hasta la fusión entre individuo y cultura, atravesando un
continuum de distintas significaciones (Valsiner, 2000, 2001; en
castellano consultar: Castorina et al., 2007; Cuche, 1996/1999).
En cuanto a ciertas cuestiones metodológicas antes muy deba-
tidas, hoy se acuerda en que el particular y complejo fenómeno del
desarrollo, de carácter esencialmente dinámico por su temporalidad,
exige a todo investigador de este campo establecer diferentes niveles
respecto de las transformaciones cualitativas que se suceden en el
tiempo (Overton, 1998a y b; Valsiner, 2006). Es decir, demanda
caracterizar un nivel T como punto de partida relativo de la organi-
zación, función o sistema de conocimientos que se investiga, luego
determinar el siguiente, T1, T2, y así siguiendo. Por tanto, en cada
nivel es necesario distinguir claramente las novedades alcanzadas
respecto del nivel inmediatamente precedente.
Sin embargo, sostener el anterior principio metodológico no supo-
ne pensar en un predeterminado nivel de desarrollo final. Justamente,
dada la complejidad y multiplicidad de interacciones abiertas entre
la persona y el contexto, en los nuevos enfoques se considera que los
progresos en el desarrollo culminan en un final abierto e impredeci-
ble. Este presupuesto se afirma desde hace tiempo en las versiones
piagetianas,6 y actualmente también en las contextualistas.7
En suma, en función del dinamismo temporal del desarrollo,
el procedimiento metodológico siempre conlleva reconstruir una
génesis (sea ontogenética, sociogenética o microgénética), elucidar
la filiación entre los diferentes niveles establecidos y determinar los
procesos que explican el pasaje de un nivel al siguiente.
A continuación se examinan e ilustran algunas de las cuestiones
recién presentadas mediante el análisis de ciertas investigaciones
88 Revista de Psicología
acerca del desarrollo del conocimiento político en niños y adoles-
centes.
8
Cf. Barret y Buchanan-Barrow (2005), Delval (1989), Furnham y Stacy (1991),
Berti (2005), entre otros.
Alicia M. Lenzi 89
de las concepciones infantiles y sus transformaciones a través del
tiempo. Por tanto, no acude al criterio de edad para establecer
niveles.
b) Según la tesis piagetiana interaccionista, toda investigación en un
determinado campo del desarrollo implica develar la particular
e indisociable interacción relacional que mantiene un sujeto con
un determinado objeto de conocimiento. Esta cuestión exige al
investigador caracterizar ese objeto recurriendo a la disciplina
particular que lo trata, permitiéndole así concebir los límites que
sus peculiaridades provocan en el conocimiento del sujeto (Cas-
torina y Lenzi, 2000). En el caso de las instituciones políticas,
justamente es la ciencia política la que aportará sus caracterís-
ticas específicas. Se trata del carácter multidisciplinar de esas
instituciones, que incluye aspectos jurídicos, políticos y sociales
(Turiel, 1989), como se explicita más adelante.
No obstante los presupuestos teórico-metodológicos formulados,
la mayoría de las investigaciones clásicas acerca del desarrollo del
conocimiento de las instituciones sociales, a pesar de “inspirar-
se” en Piaget, invalidan su tesis de la interacción dialéctica entre
sujeto-objeto. Así, privilegian sólo el polo del sujeto e ignoran las
características del objeto de conocimiento y las restricciones que
imponen en el desarrollo del conocimiento del sujeto.
Esos estudios describen diversos niveles en las ideas de los
individuos, pero explican el pasaje de un nivel al siguiente “apli-
cando” los estadios piagetianos estructurales, que se limitan a las
transformaciones ocurridas en otro dominio de conocimiento: el
lógico-matemático o físico (Castorina, 2005).
Al centrarse únicamente en el polo del sujeto, creemos que estas
versiones dan lugar a una interpretación individualista del desarrollo,
escindida del contexto, que ignora o minimiza la intervención de lo
social en el proceso constructivo. Además, el nivel explicativo de
ese proceso resulta inconsistente.
Tal perspectiva se ilustra puntualmente, en primer término, en
el estudio de “inspiración piagetiana” de Adelson y O’Neil (1966)
acerca de la evolución de la idea política del “sentido de comuni-
dad” en norteamericanos entre once y dieciocho años. Aquí no se
90 Revista de Psicología
caracteriza el objeto de conocimiento “comunidad” desde la ciencia
política ni se explicitan las relaciones que el sujeto mantiene con
ese objeto. Sólo se privilegia la descripción de las ideas del sujeto
eliminando la tesis piagetiana del interaccionismo sujeto-objeto, y
se explican sus cambios aplicando los niveles clásicos piagetianos
constituidos para el conocimiento lógico matemático.
Además, en esta investigación se establecen cambios en las
ideas según la edad, cuando se ha precisado que Piaget no propone
esta visión. Así, Adelson y O’Neil indican que los más importantes
cambios suceden entre los once y trece años debido al pasaje de
las operaciones piagetianas concretas a las formales, sin referirse
a intervención alguna del contexto. Brevemente, encuentran que,
antes de los trece años, en los juicios políticos de los adolescentes
prevalece la personalización, lo concreto y lo presente; previo a los
quince años la comunidad es impensable como un todo, y recién a
los diecisiete o dieciocho años se conciben las amplias consecuencias
de la acción política.
En segundo lugar, la investigación de Connell (1971) acerca del
desarrollo de las ideas políticas de australianos entre cinco y dieci-
séis años presenta otro enfoque más matizado y enriquecido que el
estudio anterior. Aunque el autor no determina las particularidades
del objeto de conocimiento “político” desde las contribuciones de
la disciplina específica, se evidencia su empleo en la interpretación
de los datos, e incluso en algunas denominaciones de los sucesivos
niveles que establece en este desarrollo: pensamiento intuitivo,
realismo primitivo, construcción del orden político y pensamiento
ideológico.
Si bien en la denominación de los dos primeros niveles perduran
rastros de los estadios piagetianos clásicos del dominio lógico-
matemático, Connell cuestiona su validez para explicar el desarrollo
del conocimiento político, pero aún sin explicitar otros mecanismos
del pasaje de un nivel al siguiente.
A pesar de sus avances, creemos que este estudio ilustra el caso
en el que la relación individuo-sociedad resulta escindida. El inves-
tigador plantea que la familia y la televisión constituyen influencias
sociales que impactan en el desarrollo del conocimiento político.
Alicia M. Lenzi 91
Pero esas influencias son entendidas como factores externos al pro-
ceso constructivo del sujeto, y no como elementos interdependientes
y dialécticos de dicho proceso.
En síntesis, en el primer estudio se ignora la tesis interaccionista,
relacional y dialéctica entre sujeto-objeto de la teoría piagetiana al
privilegiar una explicación que sólo considera al sujeto, dando lugar
a una versión enteramente individualista de este desarrollo. Perdura
así la perspectiva epistemológica de la escisión sujeto-objeto que
se refuerza con otra: en el par individuo-sociedad se anula el polo
complementario de la sociedad. Esto es, el estudio no concibe forma
alguna en que la sociedad interviene en la formación de las ideas
políticas. Un enfoque realmente llamativo para un tipo de conoci-
miento que atraviesa cotidianamente a toda la sociedad.
En la segunda investigación también existe una escisión entre
sujeto y objeto, pero de carácter más débil que en el caso anterior.
La diferencia principal reside en el interesante avance realizado
respecto de la relación individuo-sociedad, pues se argumenta que
la familia y la televisión inciden en la formación de las ideas infan-
tiles políticas. Sin embargo, aún se los considera factores externos
al proceso constructivo.
92 Revista de Psicología
En este subapartado usaremos estas mismas categorías de análisis
para examinar nuestro estudio, pues creemos que el esclarecimiento
metateórico y metametodológico de las cuestiones implicadas en la
investigación del desarrollo influyen de modo decisivo en las propias
prácticas de investigación (Overton, 1998a y b; Valsiner, 2006).
La investigación refiere al desarrollo de la noción de gobierno
nacional en niños y adolescentes. La muestra ha abarcado a 120
sujetos entre 7 y 17 años, pertenecientes a sectores socioeconómicos
medios y bajos de la ciudad de Buenos Aires y La Plata.10 Se ha
diseñado una entrevista semiestructurada que se aplicó individual-
mente con una modalidad de indagación clínico-crítica, característica
de los estudios piagetianos. En el tratamiento de los datos se han
empleado análisis de contenido cualitativo y análisis psicogenéticos
e histórico-críticos a fin de establecer los diferentes niveles en la
construcción de esta noción.
Primero, el enfoque general del estudio parte de los principios
teórico-metodológicos del desarrollo presentados al inicio del artícu-
lo. En concordancia con ellos, se adopta una perspectiva sistémica,
relacional y dialéctica en el proceso de construcción de los cono-
cimientos políticos, que implica la interdependencia de los pares
sujeto-objeto, pero también individuo-sociedad/cultura. En contraste
con el conjunto de antecedentes acerca de la formación de nociones
políticas, concebimos cada uno de esos pares como una unidad re-
lacional al considerarlos complementarios e indisociables.
Segundo, su marco teórico específico, al igual que las dos an-
teriores investigaciones, es piagetiano, pero se basa en la posición
funcionalista que desde hace tiempo enfatiza la dialéctica relacional
en la interacción sujeto-objeto, la estructuración de contenidos más
que las estructuras, y los procesos de diferenciación e integración y
equilibración mayorante, entre otros, para explicar los cambios en el
desarrollo (Piaget, 1978).
Sin embargo, nuestra posición teórica supone un constructivismo
renovado, contextualizado y crítico, que surge ante la particularidad
de la construcción de los conocimientos sociales y políticos. Situa-
dos en este dominio procuramos ir más allá de la unidad relacional
Alicia M. Lenzi 93
sujeto-objeto piagetiana y abordar también la unidad bidireccional
individuo-sociedad/cultura. Creemos que su consideración es crucial
en la constitución de este tipo de conocimientos, mientras que, en
cierto modo, no ha sido resuelta en la teoría piagetiana.
Para precisar la dialéctica de la unidad individuo-sociedad/
cultura, partimos del concepto de marco epistémico o concepción
del mundo propuesto por Piaget y García (1982). Los autores ar-
gumentan que el marco epistémico establece límites al desarrollo
del conocimiento del sujeto al designar las significaciones sociales
que una sociedad particular le confiere a los objetos de su cultura.
Ese marco condiciona parte de los procesos de asimilación en la
interacción sujeto-objeto. Por tanto, esa interacción es dependiente
del contexto en que se sitúan los objetos y del marco de significados
sociales que les atribuye esa sociedad.
En suma, desde esta mirada piagetiana, el individuo no sólo posee
instrumentos cognoscitivos para asimilar objetos, sino una concep-
ción del mundo configurada socioculturalmente que condiciona el
modo en que asimila esos objetos. De allí la posibilidad de pensar
en el modo en que se produce la interdependencia dialéctica de los
procesos constructivos del sujeto con los aspectos socioculturales
de su sociedad. En tal sentido, en una investigación previa acerca de
la génesis de la autoridad escolar (Lenzi y Castorina, 1999/2000),
hemos avanzado con la colaboración de Castorina hacia una nueva
precisión teórica que habilita la apertura piagetiana, recién expli-
citada.
Postulamos entonces que el marco epistémico o concepción del
mundo se plasma en creencias sociales compartidas acerca del mun-
do social (o representaciones sociales según la escuela de Moscovici)
que restringen el proceso de desarrollo del conocimiento del sujeto.
Es decir, tales creencias posibilitan o limitan la construcción de
hipótesis interpretativas del individuo sobre un determinado objeto
de conocimiento y orientan la construcción en esa interacción sin
determinar dichas hipótesis (Lenzi y Castorina, 1999/2000; Lenzi,
2001; Lenzi et al., 2005; Lenzi, 2007). En consecuencia, los aspectos
contextuales y socioculturales de una sociedad ya no se conciben
como factores externos separados del proceso constructivo del su-
94 Revista de Psicología
jeto, sino que se considera de modo relacional que constituyen parte
inherente de ese proceso.
Tercero, en contraste con el estudio de Adelson y O’Neil (1966)
y en consonancia con la tesis interaccionista sujeto-objeto y ciertos
presupuestos metodológicos de la teoría piagetiana antes mencio-
nados, en nuestra investigación se acude explícitamente a la ciencia
política. Sus aportes nos permiten caracterizar no sólo el objeto de
conocimiento “gobierno nacional”, sino esclarecer las restricciones
que sus particularidades suscitan en el proceso de conocimiento del
sujeto durante su desarrollo.
Así, distintos autores del campo de la ciencia política (Habermas,
1999; Orlandi, 1998; Vallès, 2000, entre otros) ponen en evidencia
que el concepto teórico-político de “gobierno nacional” resulta
complejo. Esa condición se debe al carácter multidisciplinar de esta
institución social que abarca al mismo tiempo aspectos jurídicos,
políticos y sociales.
Precisamente, Orlandi (1998) explicita que en todos los países
la institución gobierno nacional constituye un sistema social al-
tamente estructurado y contextualizado de origen sociohistórico-
constitucional. A diferencia de los países europeos con sistemas
políticos parlamentarios, las constituciones de los países americanos
adoptan un régimen democrático presidencialista. En este régimen,
el poder político público se distribuye entre distintas instituciones
separadas y con diferentes funciones (poder ejecutivo, legislativo
y judicial), pero interrelacionadas entre sí a fin de evitar la concen-
tración del poder. Los tres poderes, regulados por normas jurídico-
constitucionales, deciden, legislan y promulgan leyes para organizar
a toda la sociedad.
En el plano metodológico, los aportes científicos acerca de la pe-
culiaridad de un objeto de conocimiento orientan al investigador del
desarrollo durante sus análisis psicogenéticos. Esto es, al establecer
las diferentes ideas de los sujetos acerca del objeto de conocimiento
(en este caso, el gobierno nacional) y sus sucesivas reorganizaciones
respecto de una línea temporal.
En esta instancia, el investigador establece qué aspectos del
concepto que investiga se vuelven progresivamente “visibles” a los
Alicia M. Lenzi 95
ojos de los sujetos, cuáles constituyen obstáculos para su compren-
sión y en qué momento se producen transformaciones en el modo
de conceptualizar ese objeto de conocimiento. Cuando emerge ese
recurrente y sistemático cambio de conceptualización o novedad
cognoscitiva, el investigador establece un determinado nivel en la
sucesiva reconstrucción de la noción que indaga.
Cuarto, aquí presentamos los distintos niveles que formulamos
en el desarrollo de la noción de gobierno nacional.11 Para determinar
esos niveles, durante el análisis de los datos nos hemos interrogado
sistemáticamente sobre las siguientes cuestiones centrales: ¿qué as-
pectos de ese objeto van descubriendo progresivamente los sujetos?,
¿cuáles son los obstáculos más relevantes en la marcha hacia un co-
nocimiento más objetivado?, ¿qué papel juegan las representaciones
sociales sobre el mundo social en este desarrollo conceptual?
Sucintamente, el primer nivel (siete a once años) abarca dos
subniveles. En el primer subnivel, los niños conciben el gobierno
sólo como un lugar físico habitado por una única figura política, el
presidente. En el segundo subnivel, piensan el gobierno como varios
lugares físicos y consideran que el presidente posee un mando débil
sobre un grupo escaso e indiscriminado de políticos que lo “ayudan”
en tareas inespecíficas. Las representaciones sociales de este nivel se
concentran en la figura del presidente, concebida desde una versión
muy benefactora, moralizada y paternalista, que supone relaciones
personalizadas no institucionalizadas (es “el más bueno”, “nos
cuida” personalmente, etcétera). Esas creencias permiten “anclar”
las ideas infantiles desde lo más familiar de sus propias relaciones,
facilitando así la construcción conceptual.
En el segundo nivel (once a trece años), emerge una teoría
ingenua del gobierno nacional, que evidencia una interpretación
fuertemente presidencialista del gobierno con una comprensión
de la institución muy parcial. La teoría se centra en el presidente
o “jefe máximo”, jerárquicamente en la cima del mando (incluso
de los legisladores, si los nombran), de quien dependen todas las
decisiones, aunque no puedan precisarlas. El presidente aprueba las
“leyes” (sólo morales y de tránsito) para evitar el caos social, y no
96 Revista de Psicología
está regulado por normas constitucionales sino morales. Respecto
de las representaciones sociales, en este nivel se advierte una ruptura
incipiente con las sostenidas en el período anterior (“algunos polí-
ticos son corruptos”), posiblemente resultado de sus interacciones
con los medios televisivos.
El tercer nivel (trece a diecisiete años) incluye dos subniveles. En
el primer subnivel, el núcleo de la precedente teoría presidencialista
perdura hasta los diecisiete años en la mayoría adolescente, pero
con ciertas diferenciaciones: la idea de representación política y la
de producción del gobierno de normas sociales. Algunos nombran
los tres poderes sin distinguir a sus funcionarios ni sus tareas, y
los consideran jerárquicamente debajo del presidente. El segundo
subnivel agrupa sólo a un pequeño grupo de adolescentes (única-
mente de sectores socioculturales medios) que muestra un notable
cambio respecto de la teoría anterior al abandonar el presidencia-
lismo fuerte y paternalista. Recién aquí consideran que el gobierno
está formado por los tres poderes, con igual jerarquía entre sí para
evitar la concentración del poder; además, aceptan que lo regulan
normas constitucionales. Pero continúan con limitaciones acerca
de los funcionarios que pertenecen a cada poder y sus respectivas
funciones.
Las representaciones sociales de este nivel juegan un papel re-
levante en la posibilidad de restringir o posibilitar la construcción
de los sujetos. En el primer subnivel (agrupa a la mayoría de los
adolescentes), la representación social de un “jefe máximo” y pater-
nalista limita la objetivación conceptual. Mientras que en el segundo
subnivel desaparece la versión fuerte del presidencialismo debido a
ciertas regulaciones psíquicas funcionales, y probablemente a una
lectura crítica de la información que circula en el contexto, o bien
a la participación en ciertas prácticas políticas. Tales condiciones
posibilitan el cambio de la persistente teoría ingenua precedente y
la ruptura plena con representaciones sociales previas.
En síntesis: los niños sostienen concepciones muy originales y los
adolescentes otras limitadas o bien inacabadas ante la complejidad
del objeto de conocimiento gobierno nacional y el papel que juegan
las creencias sociales de su contexto. En general, se advierten obs-
Alicia M. Lenzi 97
táculos interpretativos respecto de: la estructura interrelacionada de
los tres poderes y su funcionamiento, el accionar de las autoridades
políticas que regula y afecta a toda la sociedad mediante leyes y
el hecho que las autoridades están reguladas por normas constitu-
cionales. Pero, especialmente, se advierten en la comprensión del
modo en que las autoridades ejercen el poder político de dominación
coercitiva.
Así, el núcleo duro de la política –que radica en el ejercicio del
poder político e interactivo entre gobernantes y gobernados– es rela-
tivamente invisible a los ojos del niño, en muchos adolescentes, y aún
entre adultos, como hemos constatado en otras investigaciones.12
Conclusiones
98 Revista de Psicología
el campo. Además, resulta crucial si se admite que el progreso y
la generalización de una disciplina radican en la continua dialé-
ctica entre la construcción teórica y la empírica (Valsiner, 2006).
Justamente, la adopción de un marco teórico común sobre qué es
el desarrollo posibilita a los investigadores precisar sus preguntas
de investigación manteniendo sus disímiles perspectivas teóricas,
construir nuevos conocimientos empíricos a partir de ese marco
común y abrir diálogos con otras perspectivas si son válidas para
elucidar las preguntas de investigación.
Este acotado panorama de lo sucedido en la psicología del desa-
rrollo y su investigación también se refleja en los diferentes estudios
analizados acerca del desarrollo de los conocimientos políticos, rea-
lizados con una diferencia de varias décadas. Ni Adelson y O’Neil
(1966) ni Connell (1971) se formularon preguntas de investigación
referidas al paradigma de la complejidad y sus unidades relacionales,
dialécticas y sistémicas que procuran superar antinomias, pues en
psicología del desarrollo aquel recién se instala a fines de la década
de los noventa. No obstante, debe explicitarse que, ya en los setenta,
Piaget había enunciado sus tesis constructivista e interaccionista de
la unidad relacional sujeto-objeto.
El estudio de Adelson y O’Neil (1966) tiene el mérito de ser el
primero que abre la senda de investigaciones sobre el desarrollo
de nociones políticas. Pero sus inconsistencias, ya expresadas, se
deben al desconocimiento de las tesis piagetianas, a intentar “apli-
car” el Piaget del dominio lógico-matemático y a presuponer una
mente escindida de la sociedad que produce, paradójicamente, ideas
sociopolíticas.
En cambio, Connell (1971), en la misma época, evidencia una
lectura más penetrante de la teoría piagetiana y rechaza aplicar los
niveles operatorios de la construcción del conocimiento lógico-
matemático a la formación de los conocimientos políticos. Su aporte
principal radica en abordar la estrecha relación individuo-sociedad
en este dominio, aunque no logra considerar su modalidad bidirec-
cional y dialéctica en el proceso constructivo.
Las preguntas de investigación de nuestro estudio se han inscripto
en el paradigma de la complejidad (García, 1999, 2000). Como se
Alicia M. Lenzi 99
ha indicado, esta condición ha supuesto considerar la dialéctica uni-
dad relacional sujeto-objeto e individuo-sociedad, ya discutida por
Piaget, pero particularmente la unidad individuo-sociedad/cultura,
procurando subsanar “el descuido piagetiano”.
En ese sentido, hemos realizado una apertura teórica hacia el
movimiento de los psicólogos sociales del desarrollo, iniciado en
los noventa, que desde la teoría de las representaciones sociales de
Moscovici postulan el rol estructurante de la cultura en el desarrollo
(Zittoun, Muller Mirza y Perret-Clermont, 2006). Hoy, en el campo
de la investigación del desarrollo de los conocimientos sociales, una
psicología genética renovada también propone integrar la cultura al
considerar la noción piagetiana de marco epistémico a través de los
aportes moscovicianos (Castorina et al., 2005, 2007).
Sin embargo, en el área de la formación de los conocimientos
políticos, la tentativa que hemos formulado permanece inacabada
debido a la escasez de este tipo de estudios y al hecho de que todavía
no se asume el actual marco teórico común acerca del desarrollo,
aquí discutido. Pensamos que sólo el permanente movimiento entre
la construcción del conocimiento teórico y el empírico posibilitará
continuar precisando las articulaciones ensayadas acerca de los pares
indisociables y complementarios, antes examinados.
Referencias bibliográficas
Norma E. Delucca*
Mariela González Oddera**
Ariel Martínez***
Resumen
Abstract
1
Convocatoria para la acreditación de proyectos de investigación y/o desarrollo
para el año 2010. Programa de incentivos. UNLP. Título del proyecto: Modalidades
de la diversidad, en el ejercicio de la parentalidad y la pareja. Directora: Norma
E. Delucca.
2
Se ha historizado en el número anterior de esta revista la trayectoria de las
diferentes líneas de investigación realizadas.
3
Es interesante encontrar en los primeros autores que históricamente se ocu-
paron del estudio y análisis de las familias a través del tiempo una consideración
afín. Engels (1894) apunta que las familias de los iroqueses (clasificadas como
sindiásmicas por Morgan) tenían una organización doméstica de convivencia
de padres e hijos consanguíneos, pero su sistema de parentesco ampliaba la
categoría y denominación de hijos a los hijos de la hermana de la madre y a los
del hermano del padre.
Objetivos
Metodología
4
Grupos focales o focus group es una técnica de la metodología cualitativa a
la manera de un grupo de discusión en torno a una temática específica.
5
“Reflejo” hace referencia al criterio cualitativo de relevar respuestas que mues-
tren características significativas de diversos actores sociales pertenecientes a
uno o varios sectores sociales. No se trabaja con el criterio de representatividad
que se toma en las muestras para encuestas.
Conclusiones
Referencias bibliográficas
Carmen L. Talou*
Sonia L. Borzi**
María José Sánchez Vázquez***
María Florencia Gómez****
Silvana Escobar*****
Vanesa Hernández Salazar******
Resumen
Abstract
Introducción
Resultados
Conclusiones
Referencias bibliográficas
Elsa Compagnucci*
Paula Cardós**
Carina Scharagrodsky***
Adriana Denegri****
Irina Iglesias*****
Andrés Szychowski******
María V. Fabbi*******
Maia Lescano********
Adriana Palacios*********
1
Programa de Incentivos, UNLP (2008-2009).
2
Proyecto: “La enseñanza y el aprendizaje de la psicología: estudio de la
práctica docente en profesores y principiantes”. Programa de Incentivos, UNLP
(2004-2007).
Abstract
La Psicología Educacional
3
Médica española integrante de la comisión que proyectó el Plan de Estudios
de la carrera de Psicología en la UNLP, Jefa del Departamento de Psicología y
Profesora Titular entre los años 1958 y 1964.
Metodología
Resultados
Referencias bibliográficas
Jorge Zanghellini*
Resumen
1
Flambée époque es una forma de nominar, no sin ironía, al tiempo sin tiempo
de la actualidad, en contraste con la llamada Belle époque europea, que fue
contemporánea del nacimiento del tango en Argentina.
2
Charlemos de amor, despacito, despacito./ Y dime, mi amor, que me quieres,
cariñito./ Charlemos de amor nuestras almas engañemos,/ aunque mañana
lloremos, aunque mañana lloremos,/ la mentira de este amor. Dame tus labios
de raso, aunque mañana en pedazos,/ se quede mi corazón. (Música: Roberto
Rufino, letra: Reinaldo Yiso)
3
Ver Zanghellini, J. (2006). “La escena amorosa”, en eteros, revista de psicoa-
nálisis, 2. La Plata: Facultad de Psicología, UNLP.
4
“Generalizando aun más la ya enorme clase de los dispositivos foucaultia-
nos, llamaré dispositivo literalmente a todo aquello que tenga en algún sentido
la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y
asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres
vivientes.” Agamben, G. (2006). Che cos’è un dispositivo? Roma: Nottetempo.
5
En una investigación sobre la etimología de la voz “tango” y su evolución, el
profesor Oscar Escalada del Bachillerato de Bellas Artes de la UNLP plantea que
“con el estudio de la documentación existente en cuanto al uso del vocablo que
nos ocupa, nos encontraremos con la sorpresa que ya en 1807, el gobernador
Francisco Javier Elío reúne al Cabildo de Montevideo, que dictamina: ‘Sobre
Tambos bailes de Negros [...] Que respecto a que los Bailes de negros son por
todos motivos perjudiciales se prohíban absolutamente’. Pero en el Índice de las
Actas Capitulares se registró esa disposición con el término tango. Este vocablo
no es nuevo en el Río de la Plata. Anteriormente, en 1802, un documento de la
época cuenta de una ‘Tasación hecha por el Maestro Avajo firmado, de la Casa
y Sitio del tango’”.
6
En algunas lenguas africanas, “tango” designaba el lugar donde se reunía a
los negros lugareños para embarcarlos como esclavos. El término “tangomao”
era un africanismo de la lengua portuguesa y quería decir “hombre que trafica
con negros”. En América, por extensión, se llamó “tangos” a los sitios en que
la población negra se reunía para bailar y cantar, y por el mismo proceso de
ampliación verbal, a toda la música que se tocaba allí (Matamoros, 1996). Tam-
bién Rodríguez Molas (1957) liga la palabra “tango” con lugar cerrado, círculo,
cerca.
7
Percanta se llama a la mujer algo tramposa. “Amuraste” es “dejaste”, pero
llorando frente al muro de los lamentos argentino. Ver Casullo (l972).
8
Triste, apesadumbrada y, a la vez, mujer (Casullo, l972).
9
“Desplumar” es “robar”, “enajenar” (Casullo, l972).
10
Lacan, en su Seminario 20, realiza un profundo cambio en la conceptualización
de lo que otros llaman género para definir las diferencias de sexo. En su clasifi-
cación define, por un lado, al hombre que se referencia en lo que se llama goce
fálico, es decir, la satisfacción que refiere a la diferencia fálica, y, por otro lado,
a la posición mujer, que se caracteriza por dos formas de goce: el compartido
con el hombre, el fálico, y aquello que dio en llamar el goce femenino, marcado
justamente por lo que no se referencia, es decir, por lo que no tiene nombre.
Si supieras
que aun dentro de mi alma
conservo aquel cariño
que tuve para ti...!
¡Quién sabe, si supieras
que nunca te he olvidado...!
Volviendo a tu pasado
Te acordarás de mí...
12
Que Lacan (1984) define como la posición de la virilidad, dirigida al semejante.
Haciendo juego significante con Homme, Hombre y sexual.
Roxana E. Gaudio*
Resumen
1
La presente investigación se sitúa en las propuestas de trabajo dadas en
el marco de la carrera de Especialización en Clínica Psicoanalítica con Niños
y Adolescentes de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de La
Plata, cuya directora es la profesora psicóloga Norma Najt.
* Licenciada en Psicología. Docente de Psicología Clínica de Niños y Ado-
lescentes, Facultad de Psicología, Universidad Nacional de La Plata. E-mail:
roxanagaudio@hotmail.com.
Abstract
Propuesta metodológica
Sostén teórico-clínico
Continuidades y rupturas
Reflexiones finales
Referencias bibliográficas
Resumen
Abstract
La Escala ACRA-Abreviada
El presente estudio
Objetivos
Resultados
Rendimiento Académico
Conclusiones
Referencias bibliográficas
Xavier Oñativia*
Lujan Ciccioni**
Resumen
Abstract
Introducción al Dispositivo
1
El desarrollo y formalización de los principios teóricos-metodológicos que
caracterizan la metodología de Intervención por Presencia fue presentado en el
Tercer Congreso Provincial de Psicología organizado por el Colegio de Psicólogos
de la provincia de Buenos Aires en el año 2005 en la ciudad de Bahía Blanca.
Momentos de la intervención
Este modelo de trabajo establece cuatro tiempos lógicos de la
intervención. A lo largo de todo el Dispositivo operan distintas fun-
ciones, pero en cada uno de estos tiempos se destaca el predominio
de alguna de ellas, teniendo en cuenta la particularidad de cada caso,
conformando un sistema de doble entrada.
a. Primer momento: la citación. Tiempo previo a la presencia del
testigo en el Tribunal y sus dependencias. Función de presen-
tación y de inscripción simbólica de la lógica del Dispositivo.
La citación debe constituir una expresión de la lógica que lo
caracteriza, la que habilita un lugar de respeto para el sujeto, valo-
rización de su persona y cuidado en su condición de testigo.
Conclusiones preliminares
Referencias bibliográficas
Resumen
Abstract
1
Antropóloga. Doctora por la Universidad de Buenos Aires. Investigadora
independiente del Consejo Nacional de Investigación Científicas y tecnológica.
Directora de proyectos de Investigación del Centro Regional de Estudios Inter-
disciplinarios sobre el Delito.
Recorrido histórico
Objetivos
Reflexiones finales
Referencias bibliográficas