Cuerpos Desobedientes - Travestismo e Identidad de Género
Cuerpos Desobedientes - Travestismo e Identidad de Género
Cuerpos Desobedientes - Travestismo e Identidad de Género
§ Jt «
JOSEFINA FERNÁNDEZ
CUERPOS
DESOBEDIENTES
TRAVESTISMO
E IDENTIDAD DE GÉNERO
F ernán dez, Josefina
C u erp o s desobedientes: travestism o e id en tid a d de genero.
- 1° eíi. - B uenos Aires : L dhasa, 2 0 0 4 .
2 1 6 p. ; 2 3 x l5 c m .* (líu sa y u )
ISB N 9 5 0 -9 0 0 9 -1 6 -4
I. lim a y o A rgen tin o , (, T ítu lo
C D D A 864
© Josefina Fernández
© IDAES, Universidad Nacional de San M artín
© Edhasa, 2004
Paraguay 824 6* piso, Buenos Aires
info@cdhasa.eom.ar
ISBN: 950-9009-16-4
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
Impreso en Argentina
D edico este lib ro a la m em o ria d e m i p a pá, q u ien
solía d ecirm e: "Nunca opines sobre e l m u n d o desd e
la vereda d e enfrente". Lo d ed ico tam b ién a Lohana
B erk in spor h a b erm e a com p a ñ a d o a cru za r la ca lle
y a Iren e co m o lega d o d e la fr a s e d e su abuelo, a
q u ien no con oció.
Yo tengo el género femenino, lo que rodea la persona, lo que te marca
como género femenino, ésas tengo. Por ejemplo la forma de vestir, de
vivir, las actitudes, el nombre, la vida cotidiana: por ejemplo, levan
tarme y ponerme crema, que no es del género masculino. De lo mas
culino también tengo cosas. Cuando era chica yo trataba de ocultar
lo femenino, que no se me escapara para que no me descubrieran.
Luego hice lo contrario, que no me salieran gestos masculinos. Ahora
ya nada de eso me importa.
(Testimonio de una activista travesti)
índice
El encuentro ...................................................................................................................13
Primera parte
Lo que se dice de ellas
Segunda parte
La voz de las travestis
Agradecimientos ........................................................................................................205
2 Si bien la in vestig ació n giró en torno al travestism o y las rep resen tacio n es de
género, el foco estuvo puesto en esa catego ría p articu lar de travestism o q u e es el traves-
tism o p rostibu lar, aco tad o a la C iu d ad de B uen os A ires y o rgan izad o en la década de
los años noventa en tres o rganizacio nes. C ab e d estacar q u e la m a yo ría d e las travestís
q u e residen en la C iu d a d d e B uenos A ires viven de la p ro stitu c ió n , sien d o u n p o rcen
taje m ín im o el de aq u ella s q u e tien en otras activ id ad es lab o rales. S egú n un estudio
descrip tivo ex p lo rato rio elabo rado por la D eíen so ría del Pueblo d e la C iu d a d de B u e
nos A ires y la A so ciació n de L ucha por la Id en tid ad Travestí y Ti an se x u al, realizado en
base a 147 encuestas a personas travestís, el 8 9 % trabaja en prostitución . El resto en cu en
tra su fuente d e in greso s a través d e la fam ilia o de la p areja 9 % ; del trab ajo de p e lu q u e
ría 1% ; de la activ id ad au tó n o m a 3 % ; o de o tras activ id ad es no esp ecificad as 3 % . El
1% restante de las en cu estadas no co n testó la p regu n ta. Fuente: I n fo n n e p r e lim in a r
sob re la sitn a ció n d e las tra vestís en la C iu d a d d e B u en o s Aires. A ño 1 999. D eíen so ría del
Pueblo de la C iu d ad d e B uenos A ires y A so ciació n de L ucha por la Id e n tid ad Travestí
yT ran sex u at. B uenos A ires, 1999. '
JO SE R N A FERNÁNDEZ 15
1 La in vestig ació n fue realizada en el transcurso del añu 1 9 9 9 com o p arte del
M agíster en Socio lo gía de la C u ltu ra del IDAES (U niversidad N acio n al de San M artín )
bajo la dirección académ ica de la D ra. D ora Barrancos. C o n tó , asim ism o , con el finan-
ciam ien to de la F u n d ació n C arlo s C h agas/M c A rtliu r (San Pablo, B rasil), T ercer P ro
g ra m a d e T rein a m en to ern P esquisa sob re D ereitos R eprodutim is a n A m erica L atina e C a rib e
- PRO D IR ///H u m en s-M ítscu lin ich u lesy la su p erv isió n a ca d é m ica del Dr. R ich ard G u y
P arker (P ro leso r del In stitu to de M e d ic in a S o cial - U liR J A B IA , R ío d" Ja n e iro , Brasil
y de la U n iversid ad de C o lu m b ia , E E .U U .).
16 C u e r p o s d u s o u e d i l -n t u s
No es extraño, por tanto, que en esa época se hayan conocido los prim e
ros esfuerzos científicos por estudiar la sexualidad; esfuerzos que, en los
países europeos, recibirán el nombre de Sexo logia , entendida como una
especie de “ciencia del deseo” (W eeks, 1993) que se ocupará de revelar la
clave oculta de la naturaleza sexual hum ana. Se inician los debates sobre
la existencia o no de la sexualidad infantil y adolescente, de la histeria y la
sexualidad femenina, y comienzan las primeras especulaciones sobre la ho
mosexualidad, la intersexualidad, el herm afroditism o y sobre el tem a que
hoy nos ocupa: el travestismo. En este recorrido, el concepto de genero
tendrá tam bién su lugar.
C om o identidad psicosocial, el concepto de género aparece por pri
m era vez en el cam po de las ciencias m édicas, a m ediados del siglo XX,
en un intento por explicar y echar luz sobre un conjunto de prácticas
anóm alas reunidas bajo el nombre de “aberraciones sexuales”, dentro de
las cuales estaba el travestismo. Donna H araw ay (1995) exam ina el ori
gen del concepto de género e identifica los factores que rodearon el sur
gim ien to del paradigm a de la identidad de genero. Ellos son, entre otros,
el énfasis en la som ática sexual y en la psicopatología por parte de los
grandes sexólogos del siglo XIX y de sus seguidores, interesados en ex
plicar las "inversiones sexuales"; el continuo desarrollo de la endocrino
logía bioquím ica y fisiológica a partir de los años veinte; la psicobiología
de las diferencias de sexo surgidas de la psicología com parativa; las hipó
tesis múltiples sobre el dimorfismo sexual hormonal, cromosómico y neural
convergentes en los años cincuenta; y las prim eras cirugías de cam bio de
sexo alrededor de 1960. La categoría de género surge en el ám bito de las
J o se fin a F iír n An d f .z 21
eco n ó m ica y respeto so cial. C o n relació n a los an álisis p ro ven ien tes de la an tro p o lo g ía
fem in ista, son reveladoras las revisiones q u e B árbara V o ih ies y K ay M a rtin (1 9 7 8 )
hacen de las etn o grafías clásicas sobre los b erd a ch e , b i jr a s y n a d ie &p a rtir de las cuales
elaboran su p ro p u esta de géneros su p ern u m erario s.
J o se fin a F ernández 23
cencía grave”, punibles con penas de hasta dos años de trabajos forza
dos.
Para el caso de la A rgentina finisecular, Jorge Salessi (1995) nos refiere
los diversos propósitos que cum plieron las construcciones textuales, des
cripciones y ordenam ientos taxonómicos de inversiones sexuales o genéri
cas como la homosexualidad, el travestismo y la pederastía pasiva o activa.
Por un lado, se trataba de controlar, a través de la estigm atización y crim i
nalización, una cultura de homosexuales y travestis crecientem ente visible
en el Buenos Aires de la época. Por otro lado, la construcción que se hizo
por entonces de la hom osexualidad definía a ésta como un mal que ace
chaba espacios de formación e instrucción del nuevo sujeto argentino ta
les como las escuelas y el ejército2. En estudios similares sobre desviaciones
sexuales efectuados en M éxico, Rob Buffmgton (1998) señala que éstas
ponían en peligro el desarrollo nacional, político, económico y social del
país. La homosexualidad, afirm a el autor, socavaba la existencia m ism a de
la N ación, al fomentar uniones sexuales estériles en una era obsesionada
por la reproducción nacional y la supervivencia internacional.
Si bien el punto de partida en el tratam iento de las llam adas desvia
ciones sexuales fue com ún a algunos países de Europa occidental y de
A m érica Latina, no lo fueron los actores que intervinieron en el estudio
de las mismas. En A rgentina, México y Nicaragua, por ejem plo, fueron
los médicos crim inólogos quienes encabezaron las investigaciones de los
desvíos sexuales y quienes, estando com prom etidos directa o indirecta
mente en el desarrollo nacional, político, económ ico y social de sus países,
no dudaron en asociarlos “científicam ente” al concepto de delito.
El nombre elegido para designar al sujeto de prácticas hom osexuales
en A rgen tin a a fines del siglo XIX y com ienzos del XX fue "invertido
4 Ellis acuñó d term ino eon ism o inspirado en un lam oso travestido, el C hevalier d 'Eon.
qu ien , en el siglo XVIII, adoptó el vestido fem enino y llegó a ser visto co m ún m en te com o
una m ujer. El C hevalier fue un m iem bro clave del cuerpo dip lom ático francés y apareció
com o una m ujer tanto en los m edios oficiales com o en la privacidad de su hogar. La elec
ción del C hevalier d 'E o n com o cpónim o del térm ino “inversión sexo-cstctica” es sign ifica
tiva. dado que Ellis notó que el C hevalier tuvo una predisposición co nstitutiva para la vida
30 C u e r po s d e so be d ie n te s
tenía el m ism o sentido que inversión sexual, aun cuando Ellis pensó que
am bas inversiones tenían una base orgánica. Si la inversión sexual sig n i
ficaba im pulso sexual, orgánico e innato hacia el m ism o sexo, para Ellis
la inversión sexo-estética era aquella que conducía a una persona a sen
tirse como alguien del sexo opuesto, y a adoptar las tareas, hábitos y vesti
dos del otro sexo, m ientras la dirección del im pulso sexual se m antenía
norm al. A su ju icio , tanto homosexuales como travestis m anifestaban
tipos de anom alías sexuales interm edias.
En las ciencias sexuales argentinas la categoría de hom osexual no
reemplazó a la de invertido sexual; por el contrario, esta últim a persistió
y, como dice Salessi, fue utilizada para especificar, más allá de la elección
del objeto sexual, el rol adoptado en la relación sexual entre personas del
m ism o sexo. Del mismo modo, tampoco hubo nom bres específicos para
d istin gu ir hom osexualidad de travestismo. A ún así, en el conjunto de
los registros dejados por los m édicos crim inólogos, es posible rastrear las
diferencias entre un concepto y el otro. H om osexualidad significaba elec
ción de objeto sexual incorrecto, sin interesar el rol asum ido en la relación
sexual. Pederastía pasiva denotaba la inversión del rol insertivo definido
como correcto para los varones. Q uienes asum ían el rol pasivo y, ade
más, invertían otras costumbres com o vestido, m odales y hábitos, pade
cían entonces del delirio de creerse una m ujer en el cuerpo de un hombre.
Estas personas, que según el diagnóstico de los m édicos padecían de ilu
sión delirante, eran seguram ente las travestis.
Estas descripciones, aunque en un lenguaje diferente al de las cien
cias m édicas, aparecen tam bién en expresiones culturales de la época.
En efecto, en 1914 se estrena en el Teatro N acional de Buenos Aires el
dram a realista de José González C astillo (1 8 8 5 -1 9 3 7 )5, Los invertidos.
qu e eligió, favorecida por una disposición casi asexual, y agregó que en la gente con este tipo
de ano m alía p síquica, el vigor físico sexual parece anorm al. Según Ellis, el C h evalier no se
travestía periódicam ente; más bien, escogió vivir com o m ujer. La asexualidad adscripta al
C hevalier es ahora considerada parte del sín drom e transexual.
5 En el lib ro J o s é G onzález C astillo: c in e m u d o, fá b r i c a s y g a r fo n n ie r e s . A n íb al Ford
y N ora M azzio cti p resen tan de m an era ejem p la r y sin té tica a.este d ra m a tu rg o . Lo lia-
J o siu in a R 'JW Á N D l;/ 31
T ravestism o y transexualidad
ccn a través de su obra, a la que definen com o “un en tram ado con m atrices de la A rg e n
tin a m oderna: con la p e rc e p c ió n - en tre la g a r f o n n i e r e y la fá b ric a - d e la ciu d ad m asiva
y b ab iló n ic a; con los len guajes de la d e n u n c ia y la p o lítica en fu erte co n flicto con la
legislació n y el d u ro Estado -p o s te rio r a la C o m u n a de P a rís - de p rin c ip io s de siglo ;
con el desarrollo de los m edio s de co m u n icac ió n desde el in terio r de las tran sfo rm acio
nes sociales y tecn o ló gicas; con las estru c tu ras, aún b ásicas, aún p ersisten tes, con q u e
procesam os y co n stitu im o s n uestra c o tid ia n e id a d , den tro o fuera de la p an ta lla o esce
na" (1 9 9 1 :7 7 ).
32 C uerpos o rs o m n iiiN n -s
Las distinciones hechas por Benjamín entre sexo y género fueron posibles
gracias al trabajo de M oney y de los Hampsons en 1950. Estos inaugura
ron la separación sem ántica entre sexo (biológico) y género (psicosocial),
que B enjam ín había identificado como arriba y abajo del cinturón . Al
mismo tiem po que B enjam ín estaba trabajando con el tem a del tran-
scxunlism o, Robert Stollcr iba desarrollando criterios ctiológico s para
el d iagnóstico del transexualism o, tanto com o su teoría de la id e n ti
dad de género. El trabajo de Stollcr condujo a la con cep tualizació n del
transexualism o como un desorden de la id en tid ad de género: el tran
sexual es, para él, un individuo que ha desarrollado una id en tid ad de
género equivocada según su sexo propio. Un cam ino sim ilar siguieron
la hom osexualidad y el travestism o, categorías que junto al tran sexua
lism o aparecieron caracterizadas en la prim era edición del D iagnnstiv
a n d S ta tistica l M a n u a l f o r M en ta l D isord er en 1952 com o “desviacio
nes sexuales”, y fueron redefinidas años después com o desórdenes de
la id en tid ad de género.
R etom ando la cronología de K ing (1 9 9 8 ), este d eslizam ien to del
concepto de sexo al de género corresponde tam bién a un desp laza
m iento del consultorio a la calle. La lucha organizada de los ho m o
sexuales desembocó en la despatologización de sus prácticas sexuales y
la desregulación m édica. El travestism o dejó así de ser rema de interés
m édico al tiem po que en los países centrales se inicia su experien cia
organizativa. En la voz de V irgin ia Princc, activista que en los años
setenta abogó por los derechos travestís en E E .U U ., la d istin ció n teó
rica entre sexo y genero h abilitó la opción por la iden tidad travestí, la
p o sib ilidad de im itar las cualidades genéricas. Al mism o tiem po, y con
trariam ente a la hom osexualidad y el travestism o, el transexualism o, por
no contentarse con actuar el género y em peñarse en exhib ir el cuerpo
34 — C u i-R I'O S Dl-.St >111.1 MI N I I S
6 M ie n tras hom osexuales y travestís h ab ían sido sujetos de tratam ien to s m éd ico -
p sico ló gico s o rien tad o s a e lim in ar co n d u ctas co n sid erad as perversas, las terap ias para
los transexu ales ten ían com o fin fa c ilita r los deseos de los tran sex u ales, aliv iarlo s del
su frim ien to .
J o se fin a F ernández 35
tal y de A m érica Latina, es posible señalar que al tiem po que las clasifi
caciones de la crim inología, m edicina, sexología y psiquiatría, asociaban
hom osexualidad, travestismo y transexualidad al terreno de las patolo
gías y/o del delito, las mismas proporcionaban sim ultáneam ente el m ar
co propicio para la reivindicación de una identidad propia, alejada de las
definiciones médicas o en franca resistencia a ellas.
Si bien voces como la de la Bella O tero no se plantearon explícita
m ente propósitos tales como la descrim inalización de la práctica travestí
en A rgentina, ellas dan cuenta de una cultura que no recibe pasivam ente
el discurso dom inante sino que establece un diálogo con éste m ediante
una m ueca de resistencia que, valiéndose del remedo, deja constancia de
sí m ism a y de su em peño por encontrar un lugar en la sociedad.
Desde aquellos testim onios registrados en los Archivos de Psiquia
tría de fines del siglo XIX y principios del XX a la actualidad, poco se
conoce sobre el posterior devenir del travestismo en A rgentina. La m e
m oria de las mism as protagonistas, m ayores de setenta años, me p erm i
tió acceder a algunos recazos de inform ación sobre este vacío histórico
de datos.
A juicio de ellas, el prim er período del gobierno peronista es el que
más claram ente inició la persecución de gays y travestís, ejercieran o no
la prostitución callejera. Las maneras de cam inar, el vestido y la ap arien
cia en general serán motivo de una condena de la que hasta entonces
estaban excluidas.
De manera contraria, los años setenta son caracterizados como de
“destape travestí artístico” y el mismo se inicia con la llegada al país de una
travestí brasilera que actúa por prim era vez en un conocido teatro porte
ño. Su actuación constituye la “llave” que abrirá la puerta a posteriores
representaciones de travestís locales. Poco después, por iniciativa de un
productor llam ado Pepe Parada, arriba a Buenos Aires una travestí de ori
gen francés, que debuta en el Teatro Nacional. La reacción de la Iglesia,
más precisamente la Acción C atólica, y algunos sectores políticam ente de
derecha llevan a esta travestí a la cárcel de Devoto con un arresto de treinta
días. Gracias a la intervención de la Embajada de Francia, la travestí es
devuelta a su país, de donde regresará a Buenos Aires luego de un tiempo,
36 C u m u ’o s n i - s o m i>!i n i i s
Las m ism as travestís ¡i través de las cualcs in ten té recabar d atos sobre este largo
p erío do de ú em p o , recuerdan q u e tam b ién fue d u ra n te la década del seten ta q u e se
estrenó una p elícu la titu la d a o rig in a lm en te M i nn viti e l I n n rsli. Este n o m b re debió
m o d ificarse, una ve/, m á s, gracias a la in terven ció n de la A cción C a tó lic a . En ad elan te,
la p elícu la aparecerá en los carteles con el n om bre M i n o v ia el...
J O S I Í I IN A I i R N Á N D P .7. 37
una violación a la norma que había clausurado los burdeles. Al otro lado,
había quienes insistían en que dicha ley no penalizaba la prostitución
sino sólo los burdeles. G radualm ente, se produce un desplazam iento de
estos sitios de com ercio sexual a los cabarets y sim ilares espacios noctur
nos y a las calles de la ciudad.
Según relata Donna G uy (1994), la consecuencia más destacada atri
buida a la Ley de Profilaxis Social fue un supuesto aum ento de la hom o
sexualidad. H asta los años treinta el com portam iento hom oerótico entre
varones adultos no constituía un problem a de im portancia. Solam ente
aquellos varones que vestían prendas fem eninas o que seducían a jóve
nes y menores eran arrestados. Sin em bargo, poco a poco esto com enzó
a cam biar y el hipotético increm ento de la hom osexualidad fue asociado
a fallas propias de la Ley de Profilaxis. En el marco de las discusiones
sobre ésta, durante las décadas de 1930 y 1940 las autoridades m ilitares
arg e n tin a s d ecid iero n a b rir b u rd eles p ró xim o s a los c u a rte le s y
despenalizar la prostitución fem enina. En el año 1944, duran te el go
bierno m ilitar del presidente Edelmiro Farell, se firm a el decreto 10.638,
dos de cuyos artículos constituyen enm iendas a la Ley de Profilaxis. Uno
de ellos perm itirá el funcionam iento de algunas casas de prostitución
con la condición de que las mujeres fueran som etidas a exám enes m édi
cos. O tro artículo refiere enfáticam ente que las m ujeres em pleadas en
burdeles autorizados no serían penalizadas. Este decreto es interpretado
en la literatura sobre el tem a como un esfuerzo por evitar el riesgo de
“incidentes hom osexuales” en la tropa m ilitar, que em pezaban a tom ar
estado público, y por evitar tam bién la adquisición de enferm edades
venéreas. Llegamos así al prim er gobierno peronista (1 9 4 6 -1 9 5 5 ) con la
legalización de los burdeles m unicipales en 1954. D urante la dictadura
de A ram buru es ratificada, m ediante el Decreto Ley 1 1.925, la conven
ción de las Naciones U nidas del 2 de diciem bre de 1949 —cuya letra
constituía un claro pronunciam iento por la represión de la (rata de perso
nas y de la explotación de la prostitución ajena—consagra a nivel m undial
el sistem a abolicionista. Poco después, en el transcurso de la presidencia
de A rturo Frondizi dicha convención será nuevam ente ratificada con la
Ley 14.467, conocida com o Ley óm nibus.
38 CuiíRI’OS D l i S O B l i D I K N T H S
Los edictos policiales o Códigos de Faltas acom pañan este largo pro
ceso asum iendo modalidades diferentes. A unque com ienzan a regir en el
año 1870, será recién a principios del siglo XX cuando se delega a la poli
cía la represión, conrrol y regulación de la vida cotidiana. D urante el go
bierno de facto de Aram buru se establece una nueva Ley O rgánica de la
Policía Federal, vigente hasta el año 1998, a través de la cual se faculta a
esta fuerza no sólo a em itir los edictos sino tam bién a aplicarlos. El C o n
greso Nacional los convierte en ley durante el gobierno de Frondizi y en el
año 1985, cuando Fernando de la Rúa se desempeñaba como intendente
de la C iu d ad de Buenos Aires, se otorga a la policía com petencia para
juzgar. Ebriedad, vagancia, m endicidad, desórdenes y prostitución podrán,
en adelante, ser castigados con treinta días de arresto. El escándalo inclu i
rá una figura que afecta directam ente a las travestís: serán reprim idos,
entre otros, “los que se exhibieren en la vía pública con ropas del sexo
contrario” (Artículo 2° F) y “las personas de uno u otro sexo que p ública
mente incitaren o se ofrecieren al acto carnal” (Artículo 2° H).
D istanciándose gradualm ente del consultorio m édico, pero no de
la cárcel, el travestismo en A rgentina hará su entrada en el dom inio p ú
blico en los años noventa y dará lugar no sólo a m ovim ientos sociales y
agrupam ientos cuyas voces se instalan en el espacio social, sino tam bién
a un debate que ya se mueve con referencias teóricas plurales.
C a p ítu lo 2
G arber aclara insistentem ente que tercer género no quiere d ecir gén e
ro borroso: no se trata de otro sexo sino de un m odo de articu lació n ,
una m anera de describir un espacio de posibilidad, un desafío a la noción
de binariedad, que pone en cuestión las categorías de m asculino y fem e
nino, ya sean éstas consideradas esenciales o construidas, biológicas o
culturales. En una perspectiva sim ilar se encuentra Judith Butler (1 9 9 1 ),
filósofa fem inista que desde hace unos años viene estudiando los lím i
tes de la categoría de género y su relación con los grupos de diversidad
sexual. Según esta autora, no se trata ya de hacer h incapié en estos
grupos y ubicarlos en el lugar del tercer genero sino de d eco n stru ir el
género m ism o.
C ada una de estas polém icas -q u e serán presentadas más d etallad a
m ente a continuación—pone de manifiesto el actual desafío que el tra
vestismo parece proponer a las relaciones establecidas entre diferencia
sexual, representación de género y opción sexual.
1 G en H ek m a (1 9 9 6 ) d esarro lla la teoría del u ran ism o prop uesta por U lrich s,
an te rio r a H irsch feld , y su d efin ició n de la h o m o sex u alid ad com o tercer sexo.
J o se fin a F ernández 43
APor e jem p lo , en tre los z u ír icl sexo de un n iño req u ería lin a serie de in te rv e n c io
nes. A ntes del n acim ien to , los padres h acían ofrendas p ara in flu ir en el sexo del feto en
desarrollo. El sexo del in fan te no era fijado en el m o m en to del n acim iento . Si lin a m u jer
lo m ab a un a siesta d u ran te el trab ajo , por ejem p lo , los z u ñ í creían q u e el sexo de su
chico p o día cam b iar. D espués del n ac im ie n to , las in terv en cio n es in ten ta b a n in flu ir en
el sexo físico. L i co m adron a m asajeab a y m an ip u lab a la cara, n ariz, ojos y ge n ita les del
niño. Si el n iñ o era varón, ella arro jab a agu a sobre su pen e para prevenir su d esarro llo .
Si el in fan te era n iñ a, la co m ad ro n a p artía una calabaza al m edio y la frotaba sob re la
vulva para alargarla.
46 C U K R I ’ O S D L S O l U \ D lL iN T l iS
o mezclas entre los com ponentes del género. Por otro lado, H abichayn
encuentra en esa binariedad los motivos del rechazo y la intolerancia a que
están sujetos travestís y transexuales en la sociedad argentina.
A nne Bolín es otra de las estudiosas que adhiere explícitam ente al
paradigm a de géneros supernum erarios en dos de los trabajos revisados
en esta ocasión. En su T raversing Gencler. C ultu ral C ontext a n d G ender
P ractices (1 9 9 6 ), organiza lo que llam a expresión de variaciones de géne
ro, provenientes tanto de sociedades no occidentales como de la nuestra,
en cinco categorías: géneros herm afroditas, tradiciones de los dos esp íri
tus, roles transgenerizados, matrimonios mujer/varón y rituales transgéne
ro. A través de esta tipología, Bolin defiende la necesidad de reparar en el
carácter múltiple del género5. En otro trabajo, T rascendingandTransgendering:
M a le to F em ale Transexuals, D ich otom y a n d D iversity (19 96) señala que
travestís, transexuales y, en general, la com unidad transgénero, convocan
a la desestabilización del sistema de género, de los lím ites de la bipolaridad
y de las oposiciones del esquem a de género. Ellos expresan o sugieren un
co n tin u u m de m asculinidad y fem inidad, una renuncia al género com o
aquello alineado con los genitales, el cuerpo, el rol social. El transgene-
rismo reitera la independencia de los rasgos de género corporizados en el
modelo biocéntrico del sexo occidental.
Bolin realiza su trabajo de cam po en la Sociedad Berdache, organiza
ción de base que agrupa a travestís y transexuales. C om o resultado de sus
investigaciones, ella da cuenta de las representaciones y auto representa
ciones de unos y otros en tanto que fenómenos no s-iempre coincidciucs
entre sí. Las transexuales se auto definen como mujeres atrapadas en cuer
pos masculinos, como personas a quienes la naturaleza les ha hecho una
“broma” que las intervenciones quirúrgicas deberán reparar. Las transexuales
5 D entro de los géneros h erm afro d itas, B o lin in co rp o ra a los n a d ie N avajos, los
sererr P o k o t de K cn ia, los H ijra s de la In d ia , los G u ev ed o ce de S an to D o m in go . C o n fo r
m an la trad ic ió n d e los dos esp íritu s, los P im a d e E E .U U ., los M a h u de P o linesia, los
X anith de Orna. Los P iega n d el n o rte y los M ako d e las Islas M arq u csan as son c o n sid e
rados ejem p lo s de roles transgenerizado s y los m atrim o n io m u je r y m a trim o n io varón
son ¡lu strado s por m edio d e los N a n d iy los A zande. F in alm e n te, lio lin p resenta com o
ejem plo de ritu ales transgénero a los L a ttn u l estud iad o s p o r G . Dateson.
JO S liP IN A FURNÁN D ir/. 47
La expresión m ás clara de cóm o se articu lan estos p rin cip io s son las p olíticas
seguidas con los transexuales luego de la in tervenció n qu irú rgica q u e les asigna otro sexo:
pueden recibir otro do cum ento de id en tid ad , y en adelante se les reconocerá un nom bre
fem enino. Si antes de la intervención el transexual estaba casado, deberá divorciarse, dé
lo contrario estaríam os ante un caso d e lesbianism o, lo cual contraviene el nudo que a rticu
la los p rincipios co n stitutivos del paradigm a de género: la lieterosexualidacl.
48 C u e rpo s d e so be d ie n te s
7 V icto ria B arreda, am iga y co lega, fue p io n era en el estu d io an tro p o ló gico del
travestism o en A rgen tin a. M is prim eras lecturas sobre el tem a fueron diversos artícu lo s
por ella escritos. D ebo a esta au to ra la sed u cció n q u e sus textos m e p ro d u jero n y,
a u n q u e no siem p re co in cid o con la p o stura en ellos asu m h la, m e in vitaro n al d eb ate y
al desarro llo de esta in vestigació n .
J o se fin a F ernandez 51
debe ser fem eninam ente investido. Una especie de com bate contra la
m asculinidad atraviesa la vida de toda travestí. En la producción de sí
m ism as, n inguna de ellas llega a sentirse “feliz propietaria” de un cuer
po; el cuerpo es encarado como una vestim enta y, como tal, es suscepti
ble de ser corregido. Aflora así una naturaleza fem enina, diferente de
aquella que se desenvuelve naturalm ente según los ritm os, fases y ciclos
naturales. La naturaleza fem enina de la travesti gana cuerpo, se consoli
da, com batiendo a todo aquello que sea rastro del varón subyacente.
Según lo registra Silva, la opción travesti será más eficaz cuanto más
tem pranam ente sea reconocida por los sujetos. La iniciación en la ado
lescencia es elogiada como una suerte de m anera sofisticada de reintro-
ducirsc en el dom inio de la naturaleza. En un perm anente diálogo con
la sociedad, la constitución de la identidad travesti im plica, entonces,
un aprendizaje del vestido, de los gestos, de las posturas, de las m aneras
de cam inar, que son puestos a prueba y chequeados en función de las
señales que la sociedad em ite y, finalm ente, incorporados por las propias
actores sociales a sus personajes.
En su Travestism a n d th e Politics q f G cnder, W oodhouse (19 89) ana
liza el travestismo en térm inos que podem os situar entre las perspectivas
que lo consideran como un reforzam iento de las identidades de género,
en este caso, la iden tidad fem enina. En opinión de W oodhouse el tra
vestismo ilustra los procesos de construcción del género. Partiendo del
supuesto de que la m asculinidad en nuestra sociedad es algo que debe
ser alcanzado por todos los varones, aquéllos que no lo logran, com o las
travestis, son situados en el espacio depreciado de lo afem inado. Esta es
la razón por la que la autora piensa que las travestis son consideradas en
todas las ocasiones com o homosexuales; después de todo, dirá, un varón
afem inado no puede ser heterosexual.
El travestismo incluye cam bios de roles e identidad, no solam ente
de lo m asculino y lo fem enino, sino tam bién de la realidad y la fantasía.
En muchos sentidos es, en sí m ism o, una fantasía, un m edio de proyec
ción de un modo de ser diferente, una práctica que resulta en la cons
trucción de una im agen de sí mismo al estilo de las m ujeres. La travesti
adopta otro nombre, otra forma de hablar, puede com portarse m uy
J o se fin a F ernandez 53
8 La “teoría razonada" sigu e la m etodo lo gía básica de autores tales com o G laser,
Bigus, H aden y Strauss. S in ánim o de en trar por ahora en u n a p o lém ica teó rico-m etodo -
lógica, quiero resaltar algu nas de las críticas hechas por E lkin a las perspectivas usadas
para estu d iar el travestism o. El aucor señ ala q u e la m ayo ría de estas perspectivas siguen el
m odelo m éd ico , o rien tado a la clasificación , diagn ó stico y teorización a p artir de la reco
lección de datos biográficos y psicológicos. C ritica tam b ién aqu ello s enfoques so cio ló gi
cos qu e eligen variables desconrexiualizadas y responden a los presupuestos del investigador;
p arten de un p arad igm a sociológico del q u e deducen hipóresis form ales p ara luego co m
probarlas. S eñ ala los problem as q u e aq u ejan a la tradición crítica, dentro de la q u e ub ica
a aqu ello s auto res qu e ven al travestism o com o usurpació n d e la fem in id ad o, en el otro
extrem o, a qu ien es lo en tienden com o expresión sup rem a de subversión.
0 El cu er p o frm in irsitttr Cnmli / i pn ln ; deseos y p rácticas de los fem in izad o s p o r
fi-mi ni y.-ir <n.< rn rrp n s Estos p u ed en in c lu ir cam b io s deseados, efectivos o sim u lad o s,
tanto de las características p rim arias co m o secu n d arias del sexo. A s!, un nivel im p lica-
J o sü i in a F iír n á n d iíz 55
F.l rrnvpsrismo será siempre, para Ekins, una fem in iz a ció n d egen ero , la
cual puede im plicar o no una fem in iz a ción erótica. El varón íem inizante
que define encuentros eróticos homosexuales como heterosexuales, o en
cuentros heterosexuales como lésbicos, por ejemplo, está a m enudo do
tando de género a su sexualidad -p u ed e incluso estar ejerciendo la erótica
feminizante, de la misma manera que intenta masturbarse según lo que
para él es una forma fem enina-, A su vez, ambas fem inizaciones, la de
género y la erótica, pueden o 110 im plicar una fem inización corporal.
Sobre la base de las formas fundam entales de fem inización ya nom
bradas, Ekins señala cinco lases del proceso típ ico ideaTde varón fem ini
zante, orientadas hacia la consolidación definitiva de lo fem enino. La
“fase 1”, que llam a “el com ienzo de la fem inización", se inicia con un
episodio en el que el individuo se viste de m ujer; episodio del que, según
el autor, el sujeto puede tener diversos grados de conciencia. C on fre
cuencia se lo vive como un episodio adverso cuyos significados son in
completos. En términos de interrelaciones entre sexo, sexualidad y género,
la principal característica de esta fase es la indiferenciación, el hecho de
que por tratarse de algo adverso se intenta dejar el episodio He larln, no
rí;i el cam bio cm m o so m ático (110 posible aú n ), go nadal, h o rm o n al, m orfológico y neu-
rológico; y otro n ivel el cam b io de vello facial, co rp oral, o cran ea l, d e las cu erd as v o ca
les, de la co n figu ració n del esq ueleto y de la m u scu latu ra. La e r ó tic a fe m in iz a t it e h ace
referencia a a q u e l tipo de fem inización q u e tien e com o in te n c ión o co m o efecto des-
"pertar eTcfísco sexual o la excitación. C u b re un am plio rango de accio nes q u e van desde
aquel varón fem inizante qu e exp erim enta lo q u e percibe com o un orgasm o m ú ltip le
fe m en in o , a aq u el o tro en el q u e se d e sp ie rta un ero tism o o c a sio n al al m ira r u n a
revista fe m e n in a en un kiosco. El v e n ero fe m in iz a n te repara en las m ú ltip les m an eras
en q u e los varones fe m inizantes ad o p tan la co n d u cta , las em o cio n es y la co gn ició n q u e
so c io -c u ltu ra lm en te se asocian con el h ech o de ser m ujer. El gén ero fe m in iz a n te no
está n ecesariam en te relacion ado a la eró tica fem in izan te. El arco de p o sib ilid a d es es
tam b ién m u y am p lio : están q u ien es ad o p tan la id en tid ad d e gén ero fem en in a a tie m
po co m p leto , pero qu e no qu ieren operarse, no tienen vida sex u al, y trab ajan en o c u
paciones típ ica m e n te fem en inas; tam b ié n aqu ello s varones fe m in izan te s q u e llevan
una vida satisfacto ria com o varón y q u e p erió d ic am e n te se visten de m u jer pero no
ad o p tan a m an e ram ien to s fem en ino s; en el m ed io , en tre am b o s, están q u ien es se c o m
placen con actu a r según un rol estereo tip ad o fem en ino . A ju ic io de Ekins, las c o m b i
naciones para el género fem in izan te son in fin itas.
56 C U F . R t ' O S D E S O M :.DIE NTF .S
u Según M arjo rie Garbcr (1 9 9 2 ) este carácter performativo del género no sería
exclusivo d e las/los travestís. A partir del análisis de revistas dirigid as a travestis señala que
los consejos prácticos contenidos en ellas no difieren de aquéllos qu e en contram os en
otras revistas femeninas. Recomendaciones rales com o el tipo de ve stimenta a utilizar
según la contextura física, maneras de maquillarse y peinarse, cirugías plásticas, etc., se
J o se fin a F ernández 63
presentan en unas y otras revistas de m anera semejante. En este sentido, afirma la autora,
las revistas destinadas a travestís llegan a ser la mejo r forma d e crítica social de cierto
modelo de feminidad, ya que ponen de manifiesto hasta qu é pun to todas las mujeres se
travisten como mujeres cuando se producen a sí m ism as como artefacto;.
64 — C u i ' R i ’ o s n i-soni'.n u -N i i :.s
Si con la b oca y o te in co m o d o
y p o r atrás m e quieres amar,
no ten ga s m iedo, ch in ito m ío,
q u e p ro n to m u ch o vas a gozar.
Familia y prostitución
F a m ilia s
D e los v a r o n e s s o y e l s e g u n d o , d e las m u j e r e s v e n g o a s er la p r i m e r a .
( T e s t i m o n i o t r a v e s t i)
sexo b io lógico, una iden tidad que suscita el castigo fam iliar, la repri
m enda en la escuela, la burla y el desprecio de los pares.
Así, tal como ocurre para la m ayoría de los/as niños/as’, las travestís
revelan que las primeras percepciones respecto a la existencia de dos sexos
- y de dos géneros- así como la pertenencia a uno de ellos se sitúan en la
prim era infancia. Sin em bargo, en el caso de las futuras travestís, a dife
rencia del resto de los niños, rsms p iuneras^percepciones, lejos de ser
reconstruidas como parte de su proceso de crecim iento, se tem atizan
com o experiencias atravesadas por la contradicción y el conflicto -c o n
flicto cuyo derrotero estará indefectiblem ente marcado por el suFrimien
to—. Eñ algunos casos, el reconocim iento de la pertenencia a un sexo no
querido 110 es recordado negativam ente; la expectativa de superar la bio
logía m ediante la alternativa del género acalla toda p tro n ip nrinn inm r-
diata. C om o citando a Sim onc de Beauvoir en su célebre frase “no se
nace m ujer, llega una a serlo”, refiere una travestí:
“M is juegos eran las m uñecas, las com adres, preparar la com idita y
eso. (M acía) todo lo que puede hacer una niña. Com o era una nena, yo
hacía eso. Salíam os a cam inar, paseábamos, juntábam os huevitos de ave
para hacer collares. A m í no me gustaba jugar el fútbol. Yo no aceptaba
eso. M i m am á invitaba a los hijos de conocidos de la fam ilia para que yo
fuera a casa de ellos c hiciera cosas m asculinas, pero yo, nada”.
J o se fin a F e r n a n d e z 77
En algu nas ocasiones, con un peso sim ilar a la fam ilia, la escupía es
la fu ente Tlc^rernnocimienro de lad iferen cia. C on la espontaneidad pro
pia de un/a niño/a, una travestí retrotrae al jardín de infantes el m om ento
en que su preferencia por un color estim ado im propio para el uso m as
culino desata un conflicto que pondrá en evidencia su condición de
niño/a diferente:
El franco desacuerdo entre los deseos que revelan haber tenido las
travestís en sus primeros años de vida y las expectativas fam iliares no
sólo se expresa en el vestido y/o la apariencia física. Siguiendo el sistem a
de género binario hegemónico, tam bién los saberes disponibles están ge-
nerizados y tam bién ellos operarán como marcadores de la diferencia:
“Lo que sucede es que nosotras cuando niñas, con esas tendencias
homosexuales, que podrían llam arse homosexuales pero que yo creo que
ya son travestis, ya somos m uy lanzadas, m uy abiertos nuestros com porta-
2 Para estim aciones de este tipo se requieren estudios con objetivos m u y lejanos a
los míos. '
JO S l- liN A F k R N Á N D I- 7. 79
los varones es reconocido a corta edad, insisten en que ellos no son vis
tos como iguales a ellas, son varones.
Las reacciones del medio fam iliar y de la escuela, los dos escenarios
privilegiados de interacción social en la infancia, no se harán espetar
frente a estos com portam ientos. En términos generales, la fam ilia del con-,
junto de las travestis que participaron en esta investigación se com pone
de padre, madre y herm anos/as y, en m uchos casos, se presenta ál prim e
ro como el responsable más im portante del sufrim iento ocasionado a
aquel que aparece como un niño diferente:
“La relación con mi m am á fue mala. Para ella, el hom bre tenía que
sei 4iu in bre'T~hnTiujei m u jer. Yo juga~ba con mi pum a y ella me dcdtf
maricón y yo me acuerdo que mi m am á se enojaba con ella y le decía que
yo era macho. M i m am á quería que yo fuera bien varón y yo, ¡era tan
fem enina! No jugaba a la pelota, nada, no tenía am igos varones y en to n
ces ella me detestaba.”
“M i escuela prim aria fue una locura. Un los colegios, yo sufrí mucho.
Sufro mi prim er sufrimiento a nivel sexual. Lo tengo que hlHjeFvívulcra
los once años, para las vacaciones de julio. Veo que tengo un compañero
que era m uy afem inado y tenía otro que era m uy inteligente y el am igo
inteligente me explica lo que yo no sabía: qué era un hom osexual. El me
habla de lo que era un hom osexual, son los putos, me dice. Y entonces
yo digo: ¡Ay! entonces, yo soy hom osexual. Yo descubro así la palabra
hom osexual. Y cuando me voy para las vacaciones de ju lio , le digo a mi
com pañero que yo creía que era gay, necesitaba decírselo a alguien. Y el
chico se me em pezó a reír, fue m i prim er dolor en la escuela. C uando
vuelvo de las vacaciones, le había dicho a todo a todo el colegio. A h í
em piezo mis prim eras chupinas3.”
“En educación física siem pre tuve problem as. H abía: o handball
para las nenas o fútbol para los varones. M e obligaban a junar fútbol y
yo siem pre me sentía m al.”
yo siem pre decía lo contrario a lo que veía por m iedo a que me descu
brieran. L,o que yo era, ¿viste?”.
“Uno no los quiere hacer sufrir (a la fam ilia) y cu ando tenes proble
mas en la calle, en la escuela, mi m am á n u nca supo por qué. En m í hay
toda una vida de una doble personalidad: tenía que pasar por varoncito,
cuando yo no lo sentía así. Yo me ocupé de tapar la cosa, nosotras, desde
m uy chicas, es como que nos ponemos inteligentes en ese tem a, lleva
mos esa doble personalidad para no hacer sufrir a la gente, pero tam bién
para que no nos caguen la v id ?1]
----------------------------------------
A qu ella etapa d e la vida in fan til en la que era posible, sin tem or a
represalias m ayo res^tener juegos eróticos se verá i n tcrm m pida_a Jo s
fines de auto preservar su propia vida y/o pro tener a divcrsos.m i.cm -
bros fam iliares de m iradas reprobatorias provenientes de vecinas/os y
amigas/os.
Y si en !?■ fam ilia es necesario ocultarse, más aún lo es un escenario
público co no la esc uela71i3oñdcrhT~cx posición-penrcrrTTft tam bién com
prom ete a compañeros/as, amigos/as y maestras/os. En este caso, las es-
J o sefin a F e r n á n d e z 85
Dos son las cosas que quiero destacar de esta cita. Por un lado, la
asociación que la inform ante establece entre preferencia sexual por el
mismo sexo y género. Parecería que, desde un esquem a de percepción
organizado en torno al eje hom osexualidad, la posibilidad de com binar
la con el género m asculino está negada. Por otro lado, ¿ h e c h o de que la
estrategia im plcm cntada para ocultar la hom osexualidad sea “actu ar” el
genero m asculino, "me peleaba como varón”, da pistas para pensar que
ya está relativam ente consolidada una id en tid ad , por lo menos, co n tra
ría a la esperada en razón de su sexo biológico. ¿Cóm o, si no, auto perci
biéndose como no varón, puede “actuarse” com o tal?
A quellos com portam ientos, orientados a o cu ltar una id en tid ad ,
son com unes a los grupos cuyas identidades reciben algún tipo de san
ción social, ya sea por razones étnicas, religiosas, etarias. En este sen ti
do, aun cuando no se ha explorado en p ro fundidad, es probable que
las niñas travestís com partan este trecho con jóvenes cuyas preferen
cias sexuales son hom osexuales. Lo cierto parece ser que, sea q u e ja
necesidad de ocultar aquello “que se es” esté exp licada con el arg u
m ento de proteger a los m iem bros de la fam ilia o de defender una
Tne7Tnrfitd~tñícsc vcTtacacín, sugiere la existencia de atributos identitarios
que están ya organizados, en muchos casos baio el nombre de hom osexua
lidad, y que deben ser protegidos bajo la sim ulació n de perten ecer a un
género no deseado.
86 C u i-.U I’OS DUSOBUDIUNTILS
“M e acuerdo la prim era vez que estaba jugando a que yo era C leo-
patra, llena de sábanas, en la cam a. Entró mi papá, yo no lo escuché y él
entró y yo estaba bárbara, con m úsica. M i papá me vio y no sé si pasé
por Nerón o cómo lo entendió él. Q uedó com o que estaba jugan do y
nada más, pero yo sabía que no era un juego”.
Varios años deberán pasar para que el vestido fem enino no se oculte
en el cuarto propio o se excuse en una fiesta escolar y se constituya, por
tanto, en un aspecto más del ser mujer.
La fam ilia es, como hemos visto, el lugar en cuyo seno las travestis
com ienzan a construir sus primeras iclentidacfes¿ Primero de una m anera
difiisa.^com o resiilrad o del conflicto que genera a los padres la presencia
de un niño cuyos com portam ientos no se ajustan a nq 11 él Íos~soc.í~a~bn e n re
establecidos según su sc)fo. Las m ás tem pranas definiciones vendrán de
la m ano de sus preferencias sexuales, para las cuales !;■ hom osexualidad
eTehreurstrnTíTcepTual disponible en la fam ilia, así como en la escuela.
Al m ism o tiem po que "la diferencia" encuentra la palabra para ser nom
brada, las travestis se escurren de eíIaTiaciendo sus prim eros ensayos de
la actuación de génrrn frm pmno. Recurrir a e s t r a t e g a t[Tie pe rm itan
ocultar esta actuación y evitar con ello el castigo fam iliar y/o elrem ecto
en la escuela, perm ite a las travestis perm anecer en el hogar de origen
por un tiem po. M ientras la vida de las travestís transcurre en la fam ilia,
su identidad parece estar tironeada por dos anclas. C uando la palabra
fn e nnrrada para dar rnnnta de la diferencia es la hom osexualidad, en
to nces,M ¿stajcnyaJil£ iiiidad_dis£ oni^^ asum ida. A ctuar como
varón evitará el castigo. Pero, al m ism o tiem po que se actúa como varón
se ensayan las representaciones de ese género fem enino que luego, lejos
de la fam ilia, saldrá del cuarto escondido y encontrará en el escenario
público, en las calles destinadas al comercio sexual especialm ente, pero
también en las asociaciones que las nuclean y otras más, una posibilidad
de expresión sin ataduras. En este proceso, se irá accediendo a una identi
dad cuyos atributos trascienden la sola preferencia sexual homosexual.
£1 alejam iento de la fam ilia de origen ocurre entre los trece y los diecio
cho años y. en la m ayor parte de los casos, es valorado como el com ienzo
de una nueva vida, de la verdadera vida.
“A los veinte años empecé a ser travestí, abandono del todo la ropa
masculina. Com o gay, tapado, podía estudiar, m antener un trabajo y vivir
en mi casa. H asta que me voy de mi casa, le digo a mi m am á: bueno,
hasra acá me reprim í, ahora quiero vivir.”
jO SF.I-lNA F E R N Á N D E Z 89
“Un día hice un cliente con m ucha plata y pensé que era m i opo rtu
nidad y me fui (de m i casa). M e fui, busqué alq u ilar una habitación, en
una casa de fam ilia, pagué varios meses adelantados. Era la prim era vez
que hacía todo sola. Tenía catorce o quince años. M e com pré sábanas,
todas las cosas, un montón de ropa. Porque antes había que llevar una
ropa abajo y otra arriba, por m i herm ana y el m arido. ¡H orrible! Encima
tenía que an d ar con todas las pastillas a cuestas porque m i herm ana me
decía que me iban a hacer mal y yo las tenía que esconder. Ahí andaba
todo el día de m inifalda. Sólo me dedicaba a trabajar en la calle.”
Dos son, entonces, las rupturas que genera el distanciam iento del
ho garfam iliar. Por un lado, el abandono de las prendas m asculinas y In
eleccióTi, en su lugar, de una apariencia fem enina y, por otro lado, la prác
tica prosnb^jar. Em pezar a ser travesti es em pezar a vestir de m ujer y
llevar su cuerpo en dirección a ese género; como en seguida veremos, el
'escenario posible para eso es la prostitución.
P rostitución
Cuando un cliente busca una travesti, quiere una puta; si no, quiere
una mujer.
(Testimonio travesti)
de las cuales ubica a la iravesii. M ientras que la le in in id a d radical del travesti, afirma
Perlonger, p uede desencadenar un deven ir m uje r, la virilidad del m iclié - q u e hace
gala, en su presentació n ante el cliente, de una exacerbada m a s c u l in i d a d - , encarna,
c u a n d o no una co p ia, un a exacerbación p aródic a del m odelo m a y o r it a 'i o de hombre,
q u e le corre sponde por asig nació n a nató m ica.
7 En el estudio realizado por la Dcfensoría del Pueblo de la C i u d a d de Buenos
Aires, ya citado, el 9 0 % de las encuartadas son argentin as, de las cuale s el 6 2 % provie
ne de provincias del interior del país, liste d a lo , a u n q u e parcial en tanto se realizó sólo
sobre un universo de 147 travestis, señala qu e, efeciivam ente, se ale jan de sus zonas de
residencia originales.
92 C U F .R P O S DESO BED IENTES
las m ujeres en prostitución son dos de los actores más destacados en este
proceso.
D e la fa m ilia a la ca lle
“Yo empecé la calle a los catorce años, en Panam ericana. Fui la prim e
ra travesti de catorce años trabajando en Panam ericana. M is padres sa
bían, pero no me decían nada. C on el dinero que sacaba me com praba. A
la edad mía, ¿cuánto podía sacar?, no era m ucha plata. Juntaba plata para
comprarme hormonas, para inyectarm e y tener pechos de horm ona.”
efímera renegociar su [upar denrro de ellas, lo más impnrr-jnrc p-irprc tfr r-1
descub rim ien to ae un escenario a partir del cual se inician nuevas búsque
das. En relación con él la familia pasa a un segundo plano. La alternativa de
situarse en el lugar de q uien dispone de dinero y. por tanto, obliga a 1:^
familia a una aceptación (negociada) de la identidad, deja de ser una lucha
lo suficientemente atractiva para las travestís. Su destino está definido con
relación al nuevo ámbito, extra-familiar, que comienza a ser explorado y que
va adquiriendo un rol mucho más importante en la búsqueda de reconoci
miento: lacalIejTiism aTinalniente, terminarán alejándose d e lhogar paren tal
y de su entorno de relaciones, en muchos casos de manera definitiva.
El p u p ila je
El pasaje de la fam ilia a la calle se hará sigu iendo una m odalidad organ i
zativa que las travestis llam an “p upilaje” y que constituye una m anera de
regu la rla s relaciones entre las travestis en el ám bito de trabajo, lis tam
bién el mecanismo a través del cual se socializa a las más jóvenes en "cíles^
íiones relativas a la prostitución. ~ --------- -------
Intervienen en el pupilaje dos actores: las p u p ila s y la m a d re que las
tiene a cargo. Las primeras buscan en la madre proiccción~cattejn7ry-b«s^.
can también*modelos de identificación v pautas culturales para moverse
en el escenario p rn u ih u ln*, Pupila y madre tienen una im portante dife
rencia de edad y, sobre todo, de experiencia en la prostitución. Ser p u p i
la de una travesti garantiza tranquilidad para trabajar. La m arpinalidad.
así como las exigencias derivadas de la m ism a situación de trabajo, con
duce m uchas veces a las travestís al consum o excesivo de drogas y alco
hol que ellas explicanjcom o una m anera de resistir ese tipo de acnvicTad
con coraje y durante largas horas.
“Tenés que tener pilas para bancarte m ucho tiem po acá. La prosti
tución te lleva toda tu energía, y no sólo la física, tam bién la m ental.
C uando ya no tenés más, entonces, viene bien una ayudita. Es bueno
para el cansancio, para el frío, para bancarte a los clientes cuando un día
no tenés ganas de bancarlos.” -
Jo sr.i-iN A F ernández 95
b l escen a rio p ro p io
Dos parecen ser las únicas opciones de vida de las travestis: casa/varón
vs. calle/m ujer y las valoraciones atribuidas a am bos pares son claram en
te diferentes. Al tiem po que la ca.IV rs p\ lu gar q n r presenta a la rravpsn
como m ujer, púdiendo allí ejercer librem ente este género, en la casa sólo
le queda ser un varón disfrazado; esto es, una m u jer que se viste, de
m aneta artificial, de varón.
salim os a las ocho de la noche. Desde las seis de la tarde estamos con el
baño, el perfum e, el m aquillaje, el vestido, antes ya fuiste a com prarte la
ropa. Vamos a trabajar, a ofrecer un espectáculo. Yo podría tener acá un
listado de teléfonos, estar en bom bacha y corpino y que vengan y pase
uno y otro y otro. Pero no nos satisface, nos satisface más salir, conven
cer, ir a conquistar al cliente, seducirlo.”
Este tipo de testim onios conduce a pensar que, aun cuando la pros
titución sea el único m edio disponible a las travestis para procurarse
cimero, es valorada tam bién según un plus al que no se asocian razones
económ icas. Un sistema que las excluye v m argina - n o .stSliiTmwámir.a,
sino tam bién sim b ó licam en te- lleva a las travestis a construir su espacio
p ro stib ular como fuente de poder y de autoestim a. La intervención dF
los clientes en dicho espacio puede explicar estos signos adicionales que
tiene la prostitución para las travestis im plicadas en esta investigación.
Una de las primeras actividades políticas que com partí con las organiza
ciones travestis transcurrió a finales del año 1998 y consistió en recorrer a
altas horas de la noche las calles destinadas al comercio sexual en tres ba
rrios de la C iudad de Buenos Aires; Palermo Viejo, Flores y C onstitución.
La actividad se denominó patrullas nocturnas y tuvo dos objetivos9. Por
un lado, recoger denuncias de violaciones policiales al Código de C o nvi
vencia, cuando éste ya había incorporado el A rtículo 7 1 que reglam entaba
las m ujeres opta por salir a la calle en el transcurso del día, las travestis lo
hacen más frecuentem ente en horario nocturno. Los mocivos que éstas
últim as atribuyen a ello están vinculadas, por un lado, al tiem po que de
ben in v en ir en su arreglo personal, m ayor que en el caso de las m ujeres
y, por otro latió, a las ventajas que proporciona la noche en lo que a
apariencia física se refiere. A diferencia de la luz del día, la noche perm i
te el ocultam iento de aspectos corporales tales com o la barba o el excesi
vo m aquillaje que pretende sim ularla.
Esta segregación horaria, anclada en el cuerpo travesti, im pacta d i
rectam ente en el tipo de clientes a los que ellas y mujeres acceden: clienté
ocasional para estas últim as y decidido y preparado para consum ir pros
titución en el caso de las travestis.
M ujeres que han desplazado, aunque relativam ente, como lugar cen
tral de sus vidas la esfera dom éstica y se han lanzado, por las razones que
fueran, a un espacio público como el propio de la prostitución callejera,
atravesado por la violencia y la condena, apelan en la intim idad tic la
relación con el cliente a estrategias propias de la construcción de lo fe
menino en nuestra sociedad. Este no es el caso de las travestís, para quie
nes el propio glíW iou rh s resguarda de todo posible conflicto con el cliente
al tiem po que no m antienen con él relaciones prolongadas en el tiem po.
C on referencia a la orientación sexual de los clientes, las travestis, en
nin gú n caso, consideran que quienes las dem andan sean hom osexuales;
algunas los ven com prom etidos en una bisexualidad que lejos de acep
tarse com o tal es encubierta por el hecho de que para estos clientes las
travestis encarnan, al menos en la superficie, una im agen fem enina.
A unque m uy raram ente, relacionarse con una travestí puede “con
fundir” al cliente en lo que respecta a su preferencia sexual, pero no a ella.
La im agen fem enina de la travestí puede ser suficiente para que el cliente
ponga a buen resguardo su heterosexualidad; no obstanre, esto es una
ficción que fácilm ente se desvanece en el encuentro con el cuerpo travestí.
hacer otras cuestiones que sabe que sólo puede hacerlo con la travesti sin
que le digan vos sos hom osexual, sos m aricón.”
dad m asculina a la hora de atribuir una determ ina orientación sexual a sus
clientes. Dicha genitalidad participa en los intercam bios sexuales como
principio ordenador y nombra bisexuales a aquellos clientes que la buscan
o con la que se relacionan, dejando la etiqueta de heterosexuales para los
que tratan de negarla vinculándose en cambio con otras partes del cuerpo.
Ahora bien, el travestismo no solamente hace posible el acceso a d i
versas prácticas sexuales que com prometen la preferencia sexual esperada
y que habilitan placeres corrientem ente vedados, tam bién la exhibición y
la búsqueda de una escucha tienen su lugar. En estos casos, el cliente paga
para “mostrarse” con una travesti en lugares públicos tales como restau
rantes o calles no necesariamente de la zona de prostitución o para relatar
su historia de vida, buscar consejos para sus problemas personales.
En estas peculiaridades que se auto atribuyen las travestis, ellas constru
yen a su público clientelar segregándolo del conjunto de quienes consumen
prostitución: tienen por clientes a bisexuales no asumidos, a heterosexuales
que buscan ocasionalm ente prácticas sexuales no frecuentes en su vida
cotidiana y a aquellos otros para quienes pasear con una travesti es fuen
te de algún tipo de reconocim iento social. Y esta segregación resalta aún
más cuando se incorporan en el entram ado de miradas y valoraciones
otros de los actores del escenario prostibular: las mujeres en prostitución.
Confrontadas con éstas, las travestis com binan principios tales como
la orientación sexual, el género y el com portam iento sexual, lo cual per
mite a los clientes un tipo de prácticas que les están negadas si quienes
intervienen son las mujeres p ro stitutas11.
“Los clientes buscan chicas activas. Los tipos, como son m uy ma-
chistas, se traban con las m ujeres. Por más putas que ellas sean, siem pre
son mujeres. No les va a decir: A m í tam bién me gusta la pija’ o ‘préstam e
binación con el sexo m asculino del cuerpo travesti. De hecho, las traves
tis que participaron en esta investigación parecen atribuir un com po
nente homosexual a aquellos clientes que se vinculan con ellas para explorar
ciertas partes de sus cuerpos que sólo pueden ser atendidas por una travesti
en virtud de sus atributos biológicos m asculinos; clientes que encuen
tran en la im agen fem enina, específicam ente construida por la travesti,
las condiciones para la realización libre de im pulsos homo eróticos. Si,
por otro lado, el cliente niega toda relación con la genitalidad m asculi
na, entonces, la palabra elegida para ellos es heterosexual. C om o ya se
ñalé, esa imr.gen fem enina que atrae a cierto tipo de clientes no es la
m ism a que la de las m ujeres en prostitución. Los atributos de la im agen
fem enina travesti están marcados por las cualidades propias al estereoti
po social asociado a las prostitutas. Si un estereotipo es un conjunto de
operaciones a partir de las cuales se toman unas pocas características de
una determ inada población —operación d e sim p lifica ció n - y se extienden al
conjunto de la misma —operación d egcn cra liz n ció n -, entonces el estereoti
po correspondiente a las mujeres prostitutas encuentra su expresión más
fiel en las travestis en prostitución (Prieswerk y Perrot, 1979).
Indagando aún más sobre las diferencias que las travestis m anifies
tan tener respecto a las mujeres en prostitución, siem pre desde la pers
pectiva que las primeras atribuyen al cliente, podemos decir que el cuerpo
travesti atrae especialm ente por llevar sim ultáneam ente signos fem eni
nos y m asculinos.
“Yo creo que somos mejor en el sexo, los tipos dicen así. Al tipo le
gusta, sabe cuando nos calentamos, comparten algo. De las mujeres no
saben cuando se están excitando, en cambio de nosotras sí saben. Saben
cuando estamos excitadas y al tipo le gusta eso, que nos excitemos.”
hombre con tetas. Puede ver lina m ujer espectacular, tipo Moria Casan,
está el cliente que ve una mujer con tetas y es activo. Si ve una mujer con
pene, también. De las dos formas, se relaciona con el pene. Pero si ve un
hombre con tetas, es pasivo.”
“Los berretines que tuve de mujer fueron siempre esos, que los que
se acostaran conmigo no me pidieran el vuelto. Que no me pidieran que los
penetrara, que existe mucho ahora. May muchas travestís que penetran
a los clientes. Yo no, en mis años, jamás voy a permitir que me toquen
adelante.”
“Crecí mucho como persona (militando), sentirme más allá del maltra
to personal, aprendí a que yo era m uy superior a ellos. Antes, yo no sabía si
tenía razón o no. Hoy sé que el otro está abusando y lo hace deliberadamen
te, que está cometiendo un crimen y lo hace conscientemente. Y la satisfac
ción más son mis amigas, sentirnos orgullosas de lo que somos, caminar
libremente, con la frente en alto, aprender a que no hay que salir a pelear a la
calle, que hay que salir a convencer, a dialogar, que tenemos derecho a dis
frutar el sol, la playa y todos los espacios, que cada vez nos plantamos más
frente a cualquiera que nos maltrate, que cada vez volteamos más el mito de
la travesti violenta, marginal, delincuente. Es un mito, pero la travesti que
salía de mujer a la calle y con el pelo rubio, si no iba a pelear la iban a matar.
Entonces, tenía que saber pelear, y no con un hombreo con dos, frente a seis
JO SK l-'IN A l i ü l N Á N n K X 119
o siete machos y, además, tenía que salir ilesa. Ahora tenemos otras armas
para sobrevivir, sabemos pedir ayuda. Cada vez que la travestí tiene proble
mas, hay más gente dispuesta a ayudarla, feto es lo que pudimos empezar a
cambiar desde las organizaciones nuestras. Yo no veré el cambio total, pero
sí las chicas más chicas, para eso trabajamos”.
“Lo más bello que me pasó en mi vida fue gracias a ALITT, fue el
día que hice la paz con mi cuerpo C uando me miré al espejo y dije: L.
tiene tetas, tiene pija, es gordita, esto es y se van al carajo.”
sieran la palabra travesri en la marcha, que era sólo gay lésbica. Decían
Ins lesbianas que agradeciéramos que nos dejaran participar y yo les con
testé que lamentaba mucho ser discriminada por un grupo de discrim i
nadas. Esta frase hizo que una parte de los gays se pusieran de nuestro
lado y las lesbianas y los otros gays se quedaron del otro lado. Si te fijas
en las notas periodísticas de esa época, dicen que convocan a la III M a r
cha del Orgullo Gay Lésbico y abajo, en miniatura, dice: gays, lesbianas,
travestis, transexuales y bisexuales. El acuerdo era otro, pero lo cam bia
ron a la hora de hacer los volantes, lo pusieron chiquitito. El volante era
largo y abajo había un cuadrado en blanco que decía ‘A u sp icia.. por si
alguien quería auspiciar. Entonces, nosotras nos compramos un sello y
se lo pusimos en ese lugar y esos fueron los volantes que nosotras distri
buimos. En la cuarta marcha ya estábamos dispuestas a pelear, pero pasa
lo mismo que en la tercera, cambian los volantes a último momento.
Pero tuvimos en la marcha un acto de presencia más grande todavía que
antes, ya con lentejuelas y plumas, y en los medios aparecían en los
títulos ‘M archa de travestís’, ‘Travestís en la calle’, ‘Colorido travesti’ ,
etc. En la quinta marcha ya aceptaron llamarla marcha del orgullo gay,
lésbico, travesti y transexual. Y había que poner a las lesbianas adelante
porque eran las que estaban invisibilizadas, entonces la marcha se llamó
lésbico, gay, travesti y transexual”.
Las m archas d e l orgu llo gay, lésbico, travesti, transex ual y bisexual
' l’ara la organización de la VIH M archa participaron las tres asociaciones travestis,
ATA, O T T R A y A l . N T ; la Agrupación de Activistas co m ía la M arginación y l.t O p r e
sión Sexual y Social ( A g A M O S ); tina asociación de lesbianas d e n o m in a d a 1.a Fulana: Un
lugar para mujeres que a m a n a mujeres; la C o m u n id a d I lomosexual Argentin a ( ( 'I IA) y
personas no enroladas en ning un a organización. La presencia de transexuales lúe prácti
ca m e n te nula y no lutbo, ese año, participación organizada de bisexuales.
J ü S I 'T I N A F I'R N A N IM :? . 125
“No hay que dar ninguna explicación, tomamos lo que nos corres
ponde y listo. El palco no tiene porqué tener algún cartel que diga ‘m u
nicipalidad’, si lo tiene, lo volamos. Yo digo que no nos quedemos horas
discutiendo esto, avancemos” (OTT11A).
das se dieron entre gays y travestis. En efecto, gran parte de las propuestas
de los gays acentúan la necesidad de elaborar una consigna alusiva al Artícu
lo 71 y al Decreto 150/99; el resto espera que la marcha y su frase convocante
sean la ocasión para abogar por leyes antidiscriminatorias como el derecho
al casamiento, a la adopción de niños/as, a la herencia. No es este el caso
de las travestis, quienes se manifiestan en rotundo desacuerdo argumen
tando que una consigna tal como la planteada no las incluye.
En este tema, como en otros que veremos más adelante, la voz de las
travestis y de las lesbianas se aúna. Aunque con una propuesta más precisa,
las lesbianas entienden que la consigna no debe estar dirigida a los/as legisla
dores/as o a los/as gobernantes, tampoco referirse a las leyes, sino a la comu
nidad, a la que es necesario movilizar. Esta observación es recuperada por
representantes gay, uno de los cuales propone entonces como consigna “A
marchar mi amor” argumentando que se trata de una convocatoria que
explícitamente convoca a personas de la comunidad. Esta sugerencia es re
chazada, aunque por razones diferentes, por una dirigente lesbiana y otra
travesti. Al tiempo que la primera la estima como frívola y reproductora de
la imagen que la sociedad tiene sobre la comunidad GLFT y B, la segunda
alerta sobre el eco militar de la palabra “marchar”. Se someten a escrutinio
“A salir mi amor”, “Gritemos la diferencia”, "A brillar mi amor”, en su m a
yoría provenientes de activistas gays. “Vivo en la hipocresía” es la única con
signa que proponen las travestis y la comisión decide integrarla. Se elige,
también por unanimidad, “En la sombra de la hipocresía, a brillar mi amor”(>.
“Yo quiero plantear el tema de las remeras de la comisión del año pasa
do. Yo quería ir con poca ropa, con las siliconas al aire y como era de la
comisión tuve que encajarme la remera, que te tapaba toda. Este año ha
gamos un distintivo chiquito, que no nos tape todo el cuerpo” (OTTRA).
7 Q uizás sea opo rtu no aclarar, a esta altura, q u e cu a n d o hablo ele las lesbianas, de
los gays y de las travestis m e refiero ex clu sivam ente a lesbianas, gays y travestís que
in tegraron la co m isió n o rganizadora de la marcha.
J o se fin a F krn A n d f .z 129
“Por favor, este año que no se repita lo de antes: la parejica gay toda
amorosa y las tortas todas románticas mirando la luna y allá a lo lejos,
una trava sola, toda así, divina, con culo y tetas. Siempre las travestis
aparecemos así, como si estuviéramos siempre solas y siempre en pose de
diosas” (AL1TT).
las/os bisexuales, tuvieran un lu gar en el escenario. O tra explicación apeló a las im p li
cancias qu e para el conju nto de quie nes fueran a la m archa podía tener leer un discurso
general. Ello ge neraría 1111 sentido de solid arid ad en el público, solid arid ad qu e .segura
m e n te ro m p ía las fronteras de las id entid ades e invitaría a u n a m ayo r sensibilidad en
toda la c o m u n id a d . •
JO SH IM N A F liR N Á N IM '/ . 131
Este interés por valerse de los talleres para hacer visibles a la socie
dad los grados de compromiso asumidos por importantes referentes
de los derechos humanos, se repite a la hora de definir los/as partici
pantes a las reuniones con los medios de com unicación. La propuesta
es seleccionar disidentes y no aliadas/os. Quizás porque el debate que
la com unidad GLTT y B tuvo con los/as legisladores/as era todavía re
ciente, en la definición de este taller se presentaron diferencias. Para las
lesbianas, la com unidad ya escuchó demasiado a los/as legisladores/as.
10 En el “A nexo” se reproducen tex tualm e nte los tres discursos por grupo de ide n
tid ad de la VIH M arch a del O rgullo G L T T y B. •
JO SI-ll lN A F k IIN A N D I'Z 135
otros grupos identitarios. Mientras que para las lesbianas la sociedad apa
rece como un contradestinatario más que las discrimina y oprime no sólo
por ser lesbianas sino también por ser mujeres, en los discursos gay y
travesti la sociedad es construida como un paradestinatario al que hay
que persuadir para que aprenda a convivir con la diferencia.
En el discurso travesti, la persuasión consiste en informar a la socie
dad acerca de la riqueza que existe en aceptar más de dos identidades
sexuales:
“(...) Y venimos acá a decirles que no, para decirnos que no, que
vamos a ser como queramos ser. Poique estamos orgullosas y orgullosos
de quienes somos y desde ahí brillamos. Por la no violencia hacia la
mujer, por la despenalización del aborto, por empleo para todos y todas,
e igual salario para la mujer, por la libre adopción de nuestra sexualidad,
por iguales oportunidades para todos y todas, por las mujeres lesbianas, por
las putas, por las locas, por las viejas, por las gordas, por las judías, por las
pendejas, las indias, las bisexuales (...)”.
Para empezar ce voy a aclarar que somos /as travestis y no los travescis.
(Testimonio de una dirigente travesti, registrado
en la prensa, en ocasión de ser nombrada como el travesti)
de Buenos Aires deja sin efecto los edictos policiales, la policía pasa a
convertirse en un auxiliar de la justicia y, en adelante, las decisiones que
darán en manos de un sistema democrático de fiscales13. Puesto que la
ley se votó rápidamente para evitar que, habiendo caducado los edictos,
la ciudad quedara en un vacío legal en materia contravencional, la mis
ma legislatura estableció un plazo de ciento ochenta días para modifi
carla, tiempo que se redujo a cuatro meses. En julio del mismo año el
Código es modificado: se toleraría la prostitución callejera, pero de m a
nera reglam entada1"1. Se aprueba entonces el Artículo 71, con 34 votos a
favor y 21 en contra, a través del cual no se prohíbe la oferta de sexo en
la calle pero se la limita por medio de figuras como ruidos molestos y
alteración al orden público. Según el mencionado Artículo, prostitutas
y travestis no podrían ya alterar la tranquilidad pública frente a casas,
templos y escuelas. Se considerará que hay alteración a la tranquilidad
cuando las personas en prostitución provoquen ruidos, perturben el
tránsito de personas o vehículos o cuando trabajen y se concentren en un
mismo lugar. La modificación que introdujo el Artículo 71 no habilitó a
la policía para detener a quienes lo violaran. Esta fuerza debía, por el con
trario, dar aviso al fiscal responsable de impartir las instrucciones del caso.
P rim er m o m en to
lin el transcurso del año 1997 y primeros meses del siguiente, gran parte
de la lucha de las organizaciones travestis giro alrededor de la deroga
ción de los Edictos Policiales. Una de las primeras denuncias del colecti
vo se realiza en razón de un reglamento impulsado por la Asociación
Amigos de Avenida de Mayo, organizadora de las fiestas de carnaval en
dicha calle. En el punto 2 del Reglamento de Certam en de Comparsas y
Murgas, los/as organizadores/as establecieron que
S egu n do m o m en to .
Yo les pido a los vecinos que cuando vean los incidentes (agre
sión de travestis en las calles a los vecinos, a sus propiedades) los
filmen o saquen fotos y hagan denuncias. Porque las peleas, las
exhibiciones y el patoterismo están penados, cualquiera sea la
condición sexual de los protagonistas. Los vecinos quieren crear
un gueto, una especie de Travesti Paradise, donde nosotras po
dríamos trabajar, pero a costa de ser excluidas de la sociedad
{Clarín, 11 de junio de 1998).
Tercer m o m en to
en los espacios públicos, podrán ser castigados con penas que com pren
den el trabajo comunitario o multas que varían entre un m ínim o de $2 0
y un máxim o de $500 por día de sanción.
Durante los primeros meses del año 1999, cuando la prohibición
de la práctica prostibuiar era ya casi un hecho, la prensa escrita registra
las evaluaciones de las travestis con relación a las implicancias que ello
tendría en sus vidas. Penalizar la prostitución es regresar a aquel m o
mento en que, estando los edictos vigentes, travestismo y ejercicio de la
prostitución eran una sola cosa. Las travestis, en situación de prostitu
ción o no, serán detenidas por la policía o, a riesgo de ello, deberán recu
rrir al pago ilegal de una considerable cantidad de dinero.
cha callejera cuyo motivo es la protesta por la rclorma del Código. La movi
lización es conducida por un altoparlante que no se cansa de repetir:
Miró, que se había negado durante toda su vida a cualquier tipo de activis
mo político, consiguió un título profesional presentándose como varón
156 C UF.RPO S IM N O ItU nil. N I I S
travestismo dejará de sor tema de moda, pero para entonces habrá logra
do una legitimidad que, aunque reconocida parcialmente, sigue convul
sionando el espacio social de los géneros. El éxito que esa legitim idad le
confiera, dependerá, en último término, como el mismo Bourdieu lo
señala, del grado de vinculación que con la realidad tengan las acciones
y proposiciones, las prácticas y representaciones de las travestis. El traba
jo no será sencillo en una sociedad claramente xenófoba y homófoba
como lo es la argentina.
C ap ítu lo 5
C u erp o travesti
No es natural
ción binaria entre los sexos. La construcción unívoca del sexo - “a cada
uno un sexo y uno solo”- es producida al servicio de la regulación y el
control social de la sexualidad. Ella oculta y unifica artificialmente una
diversidad de funciones sexuales distintas y sin vinculación, para situar
las dentro del mismo discurso. Placeres corporales, funciones biológicas,
formas de comportamiento, relaciones de los sujetos consigo mismos,
son interpretados como manifestaciones o como signos de uno u otro
sexo1. El sexo es, más precisamente, la matriz de disciplinas y el princi
pio de las regulaciones.
En manos de la teoría feminista, el concepto de género también
puso en cuestión esta idea de lo “natural”, permitiendo con ello explorar
cuestiones rales como la diferencia entre los cuerpos sexuados y los seres
socialmente construidos. La distinción entre sexo y género sirvió para
desnaturalizar la asimetría entre varones y mujeres. No obstante, estas
mismas conceptualizaciones de género asumieron como dado el carácter
binario de la sexualidad biológicamente definida y trasladaron esa lógica
al mismo terreno de la gcnerización.
Casi quince años después de la publicación de H istoria d e la sexuali
d a d (I), Judith Butler (1990) introduce en la teoría feminista algunas de
las principales ideas de Foucault, y pone con ello en cuestión la categoría
de género como construcción cultural del sexo o como el significado
cultural que el cuerpo sexuado asume en un momento y contexto da
dos. La ganancia que, tanto desde el punto de vista teórico como políti
co, el feminismo había conseguido separando el sexo del género y, con
ello, el corrimiento de las explicaciones dadas a la subordinación de las
mujeres, del orden de la naturaleza al orden de la cultura, comienzan a
ponerse en duda. Aun admitiendo la existencia de un sexo binario natu
ral y extra discursivo, pronto se vio -m ovim ientos socio-sexuales me
d ia n te - que no hay razón para suponer que también los géneros sean
1 M;ís precisamente, el pen sador francés en un cia: “La noción de sexo p erm itió
agru p a r en tilia un id ad artificial elem entos anatóm icos, funciones biológicas, c o n d u c
tas, sensaciones, placeres y p erm itió el func io n a m ie n to com o prin cip io causal, pero
tam b ié n co m o sentido o m n ip resen te, secreto a descub rir en todas partes: el sexo, pues,
pudo funcio nar com o sig nif ic ante únic o y como signif icado univ ersal” ( 1 9 7 8 : 1 8 7 ) .
J o , SI-FIN A F i-R N Á N D EZ 161
El detalle de la m irada
más redondira y no nene esa salida que tienen los varones. El mentón es
otro lugar de inyección de siliconas, en los varones es más duro y más
salido para afuera. También en la parte de adentro de las piernas, para
complerar el espacio de la cliuequera. Muchas se ponen en la parre de
arriba del pié.”
La lista continúa.
valorado en gran parte de los casos con nombres tales como “diferente”,
“distinto”, pero remediable a través del uso de maquillaje; del mentón,
el rasgo más negativamente valorado fue la barba, a cuyo lado algunas
dibujaban una pinza de depilar.
Otorgar proporciones armónicas a espalda y cadera, corregir los ar
cos de las piernas, evitar la notoriedad de músculos y venas, aum entar el
hueso frontal, etc., son todos objetivos de un proyecto cuyo fin es lograr
un cuerpo femenino. Ahora bien, este cuerpo femenino, meta del pro
yecto, se encuentra atravesado en su proceso de construcción por dos
narrativas. Es un cuerpo que, por un lado, se construirá sobre la base de
un relato del cuerpo masculino que las travestis habitan cuando inician
su travestización. Es en una comparación permanente con éste que van
modelando el cuerpo futuro. Para lograr la corporalidad femenina hay
que dialogar con la propia, que es masculina y que deberá haber sido
leída también exhaustivamente. Ac,ceder a la “gramática” del cuerpo fe
menino obliga o supone conocer la del cuerpo masculino; y no sólo la
“lengua” sino tam bién,'para tomar el par saussurenno, su “habla”. En
efecto, así parece revelarlo una informante al relatar la cautela con que
ha consumido hormonas.
algo similar sucede cuapdo las mujeres miramos nuesrros cuerpos e inter
venimos sobre ellos modificándolos —ya sea para quitarles edad," peso o ras
gos anatómicos que no nos conforman—. Lo hacemos, como las travestis,
sobre la base de un cuerpo narrativizado, por ejemplo, a través del discur
so de la moda y belleza femeninas. Es cierto, pero algunas diferencias
merecen ser establecidas. En el caso del travestismo, la transformación
corporal elegida está orientada a superar el límite del cuerpo propio en lo
que a su conexión con el género respecta. Esta no es una situación equiva
lente a la de las mujeres biológicas que transforman su cuerpo para acer
carlo al ideal, como no lo es tampoco del hecho de que mientras para éstas
dicha transformación se realiza a través del acompañamiento de la sociedad
y sus instituciones, adoptar los signos de la feminidad es, para el travesiis-
mo, un trabajo solitario o, en todo caso, asistido sólo por la comunidad
travesti. Las intervenciones sobre el cuerpo, sea a través del consumo de
hormonas qiftiwyotacfÁft dc-silicOrm, se hnCen de totatíera óclilta a la fami
lia <avel:pF»meí'*óá(j y iejos d e d f a érí d segundo.
¿De dónde provienen, entonces, los signos corporales, el estilo en el
vestir o el adornarse, así como los gestos y comportamientos que las tra
vestís adoptan y usan luego?, ¿sobre la base de qué narrativa femenina se
auto construyen? Aquéllas para quienes es urgente la necesidad de dis
cutir temas referidos a la identidad son quienes nos proporcionan las
primeras respuestas a estas preguntas.
“Como yo no había querido ser varón, esc chico salteño, camisa abieria,
peludo, que domaba caballos, entonces, sólo me quedaba ser mujer, la
paisanita de las dos trenzas. El problema era que mi papá era de una
agrupación de gauchos y quería vestirme de gaucho. Mi papá me subía
al caballo y yo empezaba a los gritos, era un gaucho re fashion. Errtonccs,
si yo no quiero ser varón, entonces, seré mujer y ahí vino entonces que
110 podía ser cualquier mujer. Yo tenía que estar así (adopta posiciones
exageradamente femeninas). Una anécdota graciosa es que cuando salía
coii^uíi tipo a cenar, me pedía una milanesa y comía solo la pum ita,
porque pensaba que por ser mujer no podía comer mucho. Después iba
a mi casa y me agarraba la olla de guiso, porque soy de muy buen comer.
166 C u e r p o s d e ío iíh d ie n t h s
pese a ello, saber cuál era su sexo, les solicitaron el d o c u m e n to nacional de idenridad.
C o m o resultaron ser mujeres biológicas pudieron p articip ar de la fiesta.
J o s i -im n a F e r n á n d e z 169
El proceso
“Lo primero que sentí (al tomar hormonas) fue que dejé de tener
erecciones, ya tenía pechos, chocha, porque yo creía que ya era mujer.
No podía acabar porque me habían dicho que si acababa iba a volver a
ser hombre. Y yo no quería acabar nunca, volví a acabar cuando tuve
diecinueve años. Se me había metido eso en la cabeza. Empecé a sentir
un dolor grande en los pechos, un dolor que no podía apoyar nada,
sentía una pelotita que crecía y crecía.”
Los pcchos femeninos son uno de los sitios más fuertemente valo
rados como signo corporal femenino y, por tanto, más deseado por las
travestis en su proceso de transformación; una vez adquiridos se abre la
puerta al género femenino.
No obstante, aun cuando la identidad de genero que empieza a asu
mirse una vez que se ha producido la inyección de siliconas es, en algunos
casos, femenina, las informantes valoran que la experiencia vital que ellas
tienen con las nuevas formas es diferente a la que tienen las mujeres.
Ese cuerpo, llevado a repetir las formas femeninas para acceder así al
género elegido, aspira a ser bello y deberá, por tanto, ser arrancado del
reino de la naturaleza y conducido al de la cultura; proceso que en la vida
travesti va acompañado de un gran sufrimiento físico3. Cuando realizaba
presión de un arte de vanguardia. Las operacio nes de O rlan son film adas y m ostradas
luego en galerías de arte para el co n su m o cultural. La diferencia es qu e, co m o hacía
notar un a travesti q u e co ncurrió a un teatro porteño d o n d e la m e n c io n a d a artista
exhib ió su o bra en Dueños Aires, sus operacio nes no sólo se realizan co n anestesia para
evitar el sufrimiento sino que un equipo com pleto de médicos la aco m p a ñ a n . C o n tono
irónico, la travesti presente preguntó a la visitante cóm o podía ella interp retar el hecho
de q u e m ie n tras sus operaciones visitaban las galerías de arte del m u n d o , las travestís
de A rgen tina deb ía n inyectarse siliconas en cuartos oscuros, lejos de todo control m é
dic o y, por supuesto, de toda ex hib ic ió n p úb lica rentable. *
JOSKl-'lNA F i í r n á n o i : z 175
“La diferencia (entre gay y travesti) es que ser gay, yo no quería ser
mariquita, quería vestirme de mujer, andar como mujer, además, yo me
sentía mujer. No aceptaba estar como gay, hombre, con barba, bigotes y
tener una relación homosexual. De hecho, cuando comienzo, comienzo
pensando en una operación futura que hoy, con treinta años, no la haría
porque ya no podría disfrutar con los órganos sexuales que tengo. Me
puedo poner prótesis, cambiar la nariz, pero no hacerme la operación
grande porque quiero seguir sintiendo, no quiero ser un ente viviente.”
Jo s ix iN A F e r n a n d e z 179
día, en modo alguno, ser considerada como dada, como algo que estaba
allí y que debía ser descubierto y ubicado en relación con alguna de las
alternativas planteadas. M ás bien me propuse abordarla como un proce
so en movimiento cuyo drama debía comprender a naves de la investi
gación. En el afán por acompañar y desentrañar ese proceso, pude verlo
“coquetear” con las distintas vertientes de interpretado.i que otras y otros
habían ido construyendo a través de estudios anteriores.
Com o ya he dicho, inicié esta investigación con d firme propósito
de abordar el travestismo como un fenómeno que sólo se mostraría a sí
mismo dentro de campos de relaciones producidos por las subjetivida
des travestis, allí donde ellas luchan por ser reconocidas y por abrir espa
cios para su propia existencia. Pero la estructura y las apuestas que iban
definiendo esos campos no siempre coincidían con la lógica que había
organizado mis interrogantes. Si el objeto no esiaba dado desde el prin
cipio, el proceso de su construcción muchas veces lo alejaba de las redes
de preguntas con las que había intentado sujetarlo.
Gran parte de lo que había por descubrir ya ha sido dicho a lo largo
de este trabajo; en muchos sentidos, la voz de las travestis ha hablado
con tanta fuerza por sí sola que, más allá del esfuerzo teórico por siste
matizar sus contenidos de acuerdo a la metodología seleccionada, temo
que cualquier otro comentario no sea sino mero plagio de la voz de las
travestis. Por ello quiero, en estas conclusiones, plantear sólo dos breves
pasos. En el primero, volver sobre el camino recorrido para recapitularlo
y recoger algunas de las huellas que fueron quedando. En el segundo,
revisar esas huellas a la luz de las preguntas planteadas o, incluso, revisar
las mismas preguntas.
R ecapitulación
conducir a las travestisal sexo biológico del cual provienen y, por ende,
al género del cual buscan separarse: la curva dél em peine de los pies, la
altura de los pómulos, el diámetro de los brazos, el arco de la frente, son
igualmente escrutados y moldeados con la pasión y el detalle de un artis
ta que no sólo se compromete con su obra sino que se identifica existen-
cialmente con ella.
El proceso de regenerización del cuerpo pasa de los vestidos escondi
dos en el cuarto a intervenciones definitivas e, incluso, irreversibles. El
consumo de hormonas, la inyección de siliconas, se realizan en condicio
nes de alto sufrimiento y riesgo de vida, pero marcan un paso importante,
y sin retorno, hacia la propia identidad. Cualquiera sea el vestido, en ade
lante el “alma” lleva marcas expresas de género que nadie podrá borrar.
Eventualmente, sin embargo, estos cuerpos desobedientes que se
obstinan en traicionar una y otra vez las marcas esculpidas con dedica
ción y subimiento, comenzarán a ser explorados, recuperados, vividos —a
menudo conflictivamente- en dimensiones que no estaban previstas en
los modelos narrativizados de la corporeidad femenina, pero que, sin
embargo, tampoco los devuelven al mundo en contra del cual recortan
su identidad. Los signos de un ethos emergente que asume el “cuidado
de sí”, la capacidad de placer del propio cuerpo, el cuestionamiento a los
estereotipos femeninos, comienzan a escurrirse por los bordes de la rígi
da organización de los sexos y los géneros que estructuran tanto los in
tercambios que se producen en el escenario como los papeles que en
ellos representan. Tampoco hay palabras ni esquemas que permitan in
terpretar estos desplazamientos que desbordan las coordenadas defini
das por las categorías establecidas. Son éstas, por ende, las que se utilizan
para nombrarlos, aun cuando en ocasiones se lo haga volviéndolas con
tra sí mismas. Mujeres que no aceptan resignar el placer que permiten
sus penes; gcncrizacioncs feminizantes que advierten sobre el riesgo de
“pegarse un viaje de mujer”; formas de erotismo que no se inscriben en
la imagen de varones ni vedette, son motivos de una prosa que traduce
en am bigüedad la carencia de un lenguaje capaz de trascender las cate
gorías que se utilizaron para construir el m undo y para ubicarse a sí
mismas dentro de él.
190 C u i í r i ’ OS dl ;s o b i : d i i ; n t i -:s
datos, serviría para dar cuenta de las interacciones que ellas establecen
en tanto que colectivo con otros grupos de diversidad sexual a la hora de
discutir el orden de precedencia en una marcha diurna, las consignas que
se adoptarán, los/as interlocutores/as con los/as que vale la pena discutir y
confrontar, la articulación de las luchas por el reconocimiento de la iden
tidad travesti, la reivindicación de derechos ciudadanos o la denuncia de
la represión policial. Tampoco fenómenos como las transformaciones en
las relaciones con el propio cuerpo, el cuestionamiento de los estereoti
pos de mujer, o las búsquedas de formas de ser más reconciliadas con la
propia subjetividad parecen poder ser incluidas dentro del modelo re-
presentacional.
Después de todo, las representaciones o des-representaciones de gé
nero de las travestis, sus prácticas estereotipadas o transgresoras, sus ex
ploraciones y reproducciones, son componentes históricos y situados de
procesos a través de los cuales las personas y colectivos sociales buscan
componer, a partir de recursos culturales disponibles y de formas más o
menos acertadas, vidas con sentido en sociedades que hacen todo por
impedirlo. Y así como estos procesos se empañan cuando proyectamos
sobre ellos esquemas bipolares construidos a p riori, también pueden
volvérsenos opacos cuando los convertimos en simples portadores de un
mensaje que desnuda los secretos ocultos del poder. Las luchas de los
grupos que pugnan por existir y por definir cómo existir, requieren de
modelos de análisis en los que la política no sea reducida a categorías
estéticas. La deconstrucción de los esquemas interpretativos debe dar
lugar a enfoques políticos en los que la crítica de los órdenes simbólicos,
la conquista de nuevos espacios de existencia social y la reconstrucción y
exploración de identidades se sitúen en el centro mismo de las relaciones
que organizan nuestras sociedades, desde las familias hasta las plazas y que
puedan, desde allí, ser entendidas y analizadas.
En definitiva, si pudiera expresarse así, quisiera sostener que la pri
mera hipótesis alberga un núcleo de verdad cuando afirma que los m o
delos de referencia predominantes continúan siendo modelos generi/.ados;
mientras que la segunda acierta al afirmar críticamente que estos m ode
los no agotan los “mundos posibles”. Sin embargo, es la hipótesis de-
J o s i - . r i N A F l: r n á n o i ;z 199
l’or octava vez, este año marchamos para demostrar que formamos parte
de la sociedad, que hacemos y sentimos a pesar de que muchos tratan de
invisibilizarnos, excluirnos y eliminarnos. Hoy, junto a lesbianas, traves
tis, transexuales y bisexuales, y diversas instituciones de derechos h u m a
nos, los gays nos juntamos para consolidar un esfuerzo común de lucha
y de festejo. Y estamos para establecer una sociedad que pueda convivir
con lo diferente, luchas contra las instituciones que generan aparatos
políticos, económicos, ideológicos y culturales de control, represión y opre
sión sobre nuestro cuerpo, nuestro gesto, nuestro amor, nuestro sexo, nues
tras vidas. Luchamos contra los que hacen desaparecer el conflicto. Los
gays somos echados de nuestras familias y de nuestros trabajos. La insti
tución de la Iglesia nos sigue tratando como enfermos y somos persegui
dos y exterminados por la policía. Festejamos ser “costureritas” y luchamos
por no convertirnos en asesinos, poique no queremos participar de un
ejército de prácticas genocidas. Por el contrario, queremos denunciar a
todas las personas que violan nuestros derechos humanos, a los que po
sibilitan que ellos sigan en libertad y a los que callan con su silencio de
complicidad. Nosotros no callamos, brillamos y festejamos estar acá para
poder decir una vez más que vamos a seguir luchando por vivir y am ar a
202 C u e r p o s d e s o m ü m e n t i -s
A l a r c ó n , C r i s t i a n ( 1 9 9 8 ) : “ P r o p o n e n a u n a d i r i g e n t e tr a v e s t i c o m o c a m l i d a t a a
d i p u t a d a . D e la z o n a ro ja al C o n g r e s o N a c i o n a l " , P á g in a / 12, B u e n o s A i
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m im eo.
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El co n te x to d e F ia n c o is R a b ela is, M a d r i d , A l i a n z a .
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C o n g r e s o N a c i o n a l d e A n t r o p o l o g í a S o c i a l , F a c u l t a d d e C i e n c i a s S o c ia l e s
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208 ---------------------C u i - iu ’OS o i:. soiiiínn;N i'i:.s
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M e d i c i n a L e g a l y P s iq u ia tr ía , F a c u l t a d d e M e d i c i n a , B i b l i o t e c a d e G r a
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------------- ( 1 9 0 3 ) : “ L a i n v e r s i ó n s e x u a l a d q u i r i d a . T i p o i n v e r t i d o p r o f e s io n a l.
T ip o in v e rtid o p o r su ge stió n . T ip o in v e rtid o por cau sa d e d e c a im ie n to
m e n t a l ”, e n A r ch iv o s d e P s iq u ia tr ía , C r i m i n o lo g í a y C ie n c ia s A fin es, B i b l i o
te c a d el C o n g r e s o N a c i o n a l , B u e n o s A ir e s , p p . 1 9 3 - 2 0 8 .
-------------- ( 1 9 0 3 ) : “ L a in v e r s i ó n s e x u a l a d q u i r i d a . T i p o p r o f e s io n a l: u n i n v e r t i d o
c o m e r c i a n t e ” , en A rch iv o s d e P siq u ia tría , C r im in o lo g ía y C ie n cia s A jin es , Fa
c u l t a d d e M e d i c i n a , B i b li o t e c a d e G r a d u a d o s , B u e n o s A ires, p p . 2 8 9 - 2 1 3.
-------------( 1 9 0 4 ) : “ L o s a u x i l i a r e s d el v ic io y el d e l i t o ” , e n A r ch iv o s d e P s iq u ia tr ía ,
C r i m i n o lo g í a y C ie n c ia s A fin es, F a c u l t a d d e M e d i c i n a , B i b l i o t e c a d e G r a
d u a d o s , B u e n o s A ir e s , p p . 2 8 9 - 3 1 3 .
JOMÍHNA FERNANDEZ 209
G ó m e z E u s e b io ( 1 9 0 8 ) : L a m a la v i d a e n B u e n o s A ires, B u e n o s A ire s , J u a n
R oldan.
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en V olatile B o d ie s : T o w a r d a C o r p o r e a l F em in is m , B l o o m i n g t o n , I n d i a n a
U n iv e r s ic y Press.
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195. 5, B u e n o s A ir e s , S u d a m e r i c a n a .
H a b y c h a i n , H i l d a ( 1 9 9 5 ) : L os g é n e r o s , ¿ so n s ó lo dos?, c o m u n i c a c i ó n p r e s e n t a d a
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S o c ia l e s d e la U n i v e r s i d a d N a c i o n a l d e l C e n t r o d e la P r o v i n c i a d e B u e n o s
A ire s , O l a v a r r í a , A r g e n t i n a .
M a r a w a y , D o n n a J . ( 1 9 9 5 ) : C ien cia , C y b o r g s y m u jer es . La r e i n v e n c i ó n d e la n a t u
ra lez a , M a d r i d , C á t e d r a .
H a u s m a n , B e r n i c e ( 1 9 9 5 ) : C h a n g in g S e x . T ra nsex u a lisrn , T e c h n o lo g y a n d t b e I d ea
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q u i á t r i c a s s o b r e el t r a v e s t is m o y la t r a n s e x u a l i d a d ” , e n J o s é A n t o n i o N ie t o
( c o m p . ) , T ra n sex u a lid a d , t r a n s g e n e r i s m o y c u ltu r a . A n tr o p o lo g ía , i d e n t i d a d
y g é n e r o , M a d r i d , T a la s a .
K rais, B e a t e ( 1 9 9 3 ) : “G e n d e r a n d S y i n b o l i c V i o l e n t e : F e m a l e O p r e s s i o n in
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E d w a r d L i P u m a y M o s b e P o s t o n e (e d ic s .), B o u ir lie u . C r i l i c a l P e r s p e c tiv e s ,
U n iv e r s ic y o f C h i c a g o Press, C h i c a g o .
L a m a s , M a r t a ( 1 9 8 6 ) : “ L.a a n t r o p o l o g í a f e m i n i s t a y la c a t e g o r í a ‘g é n e r o ’ ” , en
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J o s k h n a 1; i :k n a n o i z 211
-------------- ( 1 9 9 5 ) : “ U s o s , d i f i c u l t a d e s y p o s i b i l i d a d e s d e la c a t e g o r í a g é n e r o ” , e n
M a r t a L a m a s ( c o m p . ) , E l'g é n e r o : La c o n s t r u c c i ó n c u l t u r a l d e la d i fe r e n c i a
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P o w e r in N ica r a g u a , B c r k e le y , C A , U n i v e r s i t y o f C a l i f o r n i a Press.
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c o t i d i a n a ”, e n D a n i e l B a ltle r s t o n y D o n n a G u y ( c o m p . ) , S ex o y s e x u a lid a
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g r i e g o s b a s ta ¡ r e t i d , M a d r i d , C á t e d r a .
L e m e b e l, Pedro ( 1 9 9 7 ) : L oco A fán. C ró n ica s d e S u d a r io , S a n t i a g o d e C h i l e , L O M .
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U n iv e r s id a d M e t r o p o l i t a n a d e C h i l e , S a n t i a g o d e C h i l e , m i m e o .
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J o s m - I N A I'F .R N Á N D E Z 213