La Masoneria Es
La Masoneria Es
La Masoneria Es
¿Cuál es su historia?
Existen buenas obras de este tipo que ayudarán a quién desee obtener
información específica sobre algún aspecto particular del tema. Lo que
aquí nos hemos propuesto es presentar el panorama general, como lo
haríamos ante quien no nunca hubiese oído hablar de la Masonería.
Edición facsímil de la Edición realizada en 1979 bajo la dirección de la Muy Respetable Gran Logia Valle de México.
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La Masonería es...
Prólogo
¿Cuál es su historia?
Política?
¿Interviene en la Política?
Con mucha frecuencia se formula la pregunta de si la Masonería desarrolla
actividades de índole política. Esto es lo primero que se le ocurre a quién lee en las
páginas de la historia la larga lista de estadistas, reformadores, revolucionarios y
patriotas que fueron masones.
Quienes piensen que la masonería es una organización política están
equivocados, como suele equivocarse quien examina superficialmente las cosas y
no penetras tras las apariencias para aquilatar su verdadero significado.
Es cierto que en la Logias Masónicas se han formado hombres como Voltaire,
Washington, Bolívar, Juárez y madero; pero también de ellas han surgido grandes
sabios y artistas, como Franklin, Newton, Mozart, Beethoven, Wagner, Chavero,
Edison, Kant, Spinoza, Rutherford, H. G. Wells, Einstein, Oppenheimer, Dewey y
tantos otros más que nunca se ocuparon de la política, como no fuese desde un
plano filosófico y humanista.
Pese a los esfuerzos de quienes en ciertas épocas han pretendido desentenderse
del carácter real de la institución y han hecho esfuerzos por transformarla en
bandera política, la Masonería ha conservado, hasta ahora, su verdadera naturaleza
de escuela y taller en donde se forja la personalidad y evolucionan las facultades
más nobles del hombre. Es un laboratorio donde se ejercita el análisis y la síntesis
de todas la ideas y de todos los nuevos conceptos filosóficos, en el ambiente
aséptico propio para el claro y reacio pensar, y en donde se funden en el crisol del
trabajo mancomunado y de la lucha constante, los más diversos metales, para
obtener la amalgama y la aleación con que se forjan los hombres capaces de
dedicar sus vidas al progreso de la humanidad, sin distingos de credo, raza u
nacionalidad.
La Masonería ha enseñado a estos hombres a luchar primero consigo mismos,
para limar sus asperezas y fortificar sus almas. Les ha mostrado el camino de la
convivencia fraterna, el respeto mutuo, la dignidad y el heroísmo. Ha inflamado
sus corazones con el amor a sus semejantes y la santa indignación contra la
injusticia y la tiranía que degradan al hombre y encadena su pensamiento. Por eso
es que en su seno se han gestado tantas iniciativas trascendentales para el adelanto
de la humanidad y de ella han surgido, de tiempo en tiempo, grupos fuertes y de
gran cohesión que han logrado imprimir a sus naciones, y al mundo, los más
importantes impulsos evolutivos.
La masonería es esto y mucho más; pero lo que no es, ni ha sido jamás, es un
partido político, ni una organización militante al servicio de tal o cual encumbrad
personalidad, ni los exponentes de tal o cual “ismo” (ni siquiera del liberalismo,
como doctrina política) ni una mafia de “carbonari,” aunque sus detractores así le
hayan descrito con demasiada frecuencia. Jamás podrá ser cualquiera de estas
cosas sin perder de inmediato su sentido humanista y universal, quedando a merced
de las contingencias y a la mezquindad de las lides personalistas, la Masonería
está por encima de la política y, sobretodo de la politiquería.
Pero así como nadie construye una casa para que permanezca deshabitada, ni se
fabrica un barco si nunca ha de navegar, ni se prepara un banquete si nadie ha de
comerlo, ni ejercita el atleta sus músculos si no ha de emplearlos, así también,
carecería de sentido la actividad masónica (personal e interna) del desarrollo de las
facultades superiores del hombre, si no desembocara de forma natural y lógica en
los múltiples cauces de la actividad social desempeñada por cada uno de sus
miembros, dentro de la esfera de influencia personal y como resultado de su
iniciativa propia.
Por ello es que, aún no siendo la masonería una organización política, y
ocupándose como lo hace, principalmente de la evolución personal de cada
hombre, resultaría absurdo que forjase guerreros del progreso y conductores de la
humanidad y les prohibiese toda actividad política, ya que en la realización de
logros concretos, está la justificación histórica de la institución.
De lo cual resulta que, individualmente, los masones si intervienen activamente
en política de sus países cuando la ignorancia, el fanatismo o la ambición, tratan de
sojuzgar a los pueblos.
Con respecto a las batallas que libran los masones en el mundo, la institución
Masónica se mantiene tan independiente como lo puede ser una Universidad con
relación al trabajo profesional de sus egresados. Existe, sin embargo, una
diferencia importante: mientras que la Universidad se limita a preparar al
estudiante y una vez que le ha entregado su título pierde casi todo contacto con él y
con el buen o mal trabajo que desarrolle, en cambio la Masonería sigue abrigando
con sus alas a sus miembros, dándoles ocasión de que nunca cesen de estudiar y
perfeccionarse, velando por que se consoliden los lazos de fraternidad y
comprensión mutua y juzgando severamente la actuación de cada uno de ellos
cuando violan los principios morales proclamados por el ideario de la Orden.
¿Cuáles son las
obligaciones y los
derechos de un masón?
¿Cuáles son las obligaciones y los derechos de un masón?
Toda sociedad tiene el derecho de exigir de sus miembros el cumplimiento de
ciertas obligaciones y, a la vez, le hace partícipe de los beneficios que le ofrece. La
Masonería no es la excepción, por lo que es justo y necesario que antes de contraer
las obligaciones de un masón, se sepa cuáles son estas obligaciones y cuáles los
derechos que se adquieren.
La primera de las obligaciones consiste en guardar un silencio absoluto de los
asuntos tratados en las reuniones o “tenidas” (como se les designa masónicamente.)
La Masonería no es, propiamente, una sociedad secreta, pero sí es discreta. En los
varios siglos de actuación que lleva recorridos ha podido demostrar que sólo con
reserva, sigilo y discreción se puede estar a salvo de los ataques que nacen de la
incomprensión, del fanatismo, y de la envidia. A los que comentan que: “¡Algo
malo habrá en ello, puesto que se esconden para hacerlo!,” les contestaremos que
nunca las nuevas ideas han encontrado el camino sembrado de comprensión, buena
voluntad y aliento.
Por el contrario, recordemos a Sócrates acusado de pervertir a la juventud, a
Galileo torturado por blasfemo, a Spinoza excomulgado por ateo, y tantos otros que
han seguido igual o peor suerte. Y si hay quien diga que esos tiempos ya pasaron y
que en los tiempos actuales hay libertad de expresión y respeto hacia las ideas
nuevas, les diremos que están en su derecho para creerlo así; pero que la masonería
está estructurada de modo tal que puede seguir funcionando aunque impere un
régimen de opresión política y económica y de coartación de la libertad. Por tanto
no necesita justificar su exigencia de que los miembros guarden cuidadosamente
sus secretos, puesto que esto es parte de su naturaleza, y la sabiduría de este
proceder ha sido constatada en tiempos buenos y malos.
La segunda de las obligaciones de un buen masón es la de trabajar intensamente
en pro de su propia perfección interna. Deberá corregir sus propios defectos,
combatir sus pasiones y prodigarse en el servicio de los demás. En esto consiste el
trabajo masónico, que es, como se dijo antes, un trabajo personal de evolución y
labrado de la personalidad.
No es un buen masón quien solamente se dedica a reunir abundantes
conocimientos sobre filosofía, historia, ciencia litúrgica, psicología, sociología,
etc., si esta ilustración no va acompañada de un auténtico espíritu fraternal que le
impulse a correr en auxilio de cualquier hombre que necesite de sus servicios.
Tampoco podrá calificarse de masónica la labor de quien está animado de grandes
deseos de hacer el bien, pero que carezca de ilustración y capacidad suficientes
para reconocer la forma más eficaz de hacerlo.
El verdadero masón cohonesta sus conocimientos con un trabajo altruista y
virtuoso, y pone en juego ambas cualidades en trabajo infatigable, para que sus
buenos deseos se transformen en realidades palpables.
La tercera obligación a cumplir es la de cumplir con los Estatutos Generales de
la Orden, las Constituciones de la Gran Logia ala que pertenezca y los
Reglamentos particulares de su Logia. Aunque no sería posible dar a conocer en
esta obra este cuerpo de disposiciones legales, bastará explicar que su único objeto
es el de fijar las normas de gobierno y funcionamiento interno de las Logias, y que
todo masón sabe que estas normas tienen como objeto el bien común y jamás
pueden contravenir los principios de honor y virtud que proclama la Orden.
Huelga decir que entre las obligaciones que se desprenden de los Reglamentos
particulares de las logias están incluidos los de asistir puntualmente a las “tenidas”
semanales, estar al corriente en los pagos de las cuotas personales, o “cápitas,” y
conducirse siempre con decoro y orden.
Pasamos a lo que ofrece, en cambio, la Masonería.