Análisis Mozart - CViolin5 - K219 PDF
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A esta sorprendente colección aún hay que añadir tres movimientos aislados:
el Adagio K 261 y los dos Rondeau K269 y K 373 que, según era costumbre
en la época, Mozart escribió a petición de los solistas que, al tocar los citados conciertos,
encontraban alguno de sus movimientos demasiado complejo o no de su total agrado.
Esta desbordante actividad creativa se debió en gran medida a tres razones de tipo práctico:
Mozart era el konzertmeister (primer violín de orquesta) del príncipe-arzobispo de Salzburgo,
Colloredo, y en tal cargo era obligado que tuviese obras preparadas para las grandes ocasiones. A
este motivo se unió otro, de carácter puramente musical, el deseo de experimentar con las nuevas
técnicas y formas aprendidas en sus viajes a Italia, a comienzo de los años setenta, en donde
conoció los conciertos de Corelli, Tartini, Vivaldi y Paganini. Y, por último, no hay que olvidar
que Leopold, el padre de Mozart, le había enseñado a tocar el violín y continuamente le
estimulaba a ejercitarse en él.
Hay otros tres conciertos para violín y orquesta posteriores que llevan la “K” indicativa de la
primera catalogación realizada por Ludwig von Köchel: el Concierto en Mi bemol mayor
inicialmente incluido como K 268, sería "el nº 6", y del mismo modo, el Concierto en Re mayor,
catalogado inicialmente como K 271ª, sería el “nº 7” y otro en la misma tonalidad conocido como
“Adelaida”, catalogado como K6 294ª sería el “nº 8”. Pero, aunque los musicólogos no acaban de
ponerse de acuerdo, parece cada vez más claro que se trata de obras “apócrifas” del salzburgués.
El Concierto para violín y orquesta nº 5 en La mayor, fue terminado por Mozart, según el
autógrafo que figura en la partitura original, el 20 de diciembre de 1775. Mozart contaba entonces
con 19 años y se encontraba envuelto en el brillo y la admiración que suscitaba en los salones de
la aristocracia y la burguesía de su ciudad natal, Salzburgo. En poco tiempo la manera de
componer de Mozart había experimentado un gran cambio: de los seis cuartetos compuestos en
Viena en 1773, plenos de seriedad y delicadeza muy al estilo de la Viena de entonces, pasa al
lenguaje mundano y galante de los cinco conciertos para violín, compuestos entre abril y
diciembre de 1775, que cierra este quinto concierto que comentamos. Al ser compuestos en tan
breve plazo de tiempo, se trata de un conjunto de piezas bastante compacto y homogéneo, que
trata de satisfacer, principalmente, los gustos de su patrón, el príncipe-arzobispo Colloredo.
La claridad y el orden, la originalidad de las ideas musicales, fruto de la genialidad del autor y de
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su educación ilustrada, se conjugan perfectamente con la ligereza y la gracia que requería el
ambiente galante en el que se desenvolvía; de ahí la facilidad y el agrado con los que seguimos
escuchando estas obras.
Este concierto, es el más personal, atractivo y perfecto de la serie: la libertad con que Mozart trata
las formas, la abundancia de sorpresas musicales, el desbordante ingenio con que supera cualquier
atisbo de rigidez estructural, el encadenamiento de unos temas con otros en un flujo continuo y
arrollador, la desbordante inspiración… todo se conjuga para producir una obra maestra a la altura
de algunas de sus mejores sinfonías.
Comienza el concierto en La mayor con este primer movimiento en 4/4 y forma de sonata.
Un tutti orquestal expone los dos temas aparentemente principales del movimiento. El primero
presenta un ritmo casi de acompañamiento arpegiado, y en eso se convertirá más adelante, con un
continuo contraste de dinámicas entre el forte y el piano:
El segundo tema, aunque sencillo y conciso, tiene mayor personalidad y da lugar a variaciones
posteriores llenas de gracia que nos recuerdan bastante a Haydn:
La primera intervención del violín solista es un Adagio, se diría que nos recuerda un aria
operística, formado por seis compases y finalizando en un calderón:
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A partir de este tema comienza realmente la estructura del concierto que nos presenta una segunda
novedad: el violín no retoma el tema expuesto al principio del tutti, sino que sobre ese tema como
acompañamiento por parte de las cuerdas, expone una nueva melodía de mayor entidad que el
citado comienzo:
Tras unos pasajes de transición añadidos, pues no estaban presentes en aquel tutti inicial, en los
que el violín solista expone nuevas ideas temáticas bastante atractivas, reaparece el segundo tema,
ahora sí, a cargo del solista.
Después del proceso cadencial comienza el desarrollo caracterizado por la aparición del modo
menor:
Este pequeño desarrollo finaliza con un proceso modulante del violín que busca hasta ir de nuevo
a parar a la tonalidad principal. Es el momento de la recapitulación. Se presentarán, en la tonalidad
fundamental, los dos temas principales con el añadido de algunos adornos o pasajes de “bravura”.
El movimiento finaliza de la manera habitual, con una cadencia de libre ejecución para el solista a
la que sigue el tutti orquestal que cierra el movimiento. El discurso musical queda en una especie
de interrogación, suspendido en el aire, al abrirse la melodía cadencial hacia el agudo.
Este movimiento es uno de los más evocadores de los famosos “lentos” mozartianos. Mozart le
concede mayor relevancia al primer tema, siendo el segundo, por su carácter, más un apéndice del
primero que una idea contrastada. Los temas son cantados en primer lugar por el tutti orquestal.
He aquí el primer tema:
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Seguidamente se presenta el segundo tema:
El preludio del tutti se amplía cuando queda en manos del solista, que lo desarrolla añadiéndole
nuevas ideas melódicas derivadas de las anteriores.
Continúa un desarrollo modulante que también varía las melodías iniciales hasta llegar a la
recapitulación que se identifica muy claramente al retomar el violín solista el primer tema. La
cadencia, de libre ejecución para el solista, surge de los últimos acordes de la coda.
Este último movimiento, en La mayor, presenta la estructura de minueto con un gran trío central
de diferente métrica y tempo. Pero es, a la vez, un rondó en el que el estribillo es el tema principal
del minueto (A-B-A).
MINUETO (A): Comienza el movimiento con el tema del minueto cantado por el solista:
A continuación repite este mismo tema a cargo del tutti y, seguidamente, el violín elabora el
primer episodio contrastante del rondó, con diversas ideas que se suceden hasta la aparición de la
breve pausa impuesta por un calderón. De nuevo se escucha el tema del estribillo, primero en el
violín y después en la orquesta, creando el característico contraste de planos sonoros.
Le sigue el segundo episodio, que modula hacia el relativo menor, comenzando en el registro
grave del instrumento:
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Nuevamente aparece el estribillo que, en esta ocasión, sirve de cierre de la primera sección del
minueto.
TRÍO (B):
El violín nos conduce a un episodio alla turca en el que los violoncellos y los contra bajos golpean
las cuerdas con el arco al revés lo que produce un llamativo efecto percusivo:
Con la cuarta aparición del estribillo se produce el retorno del Minueto (A), primero en el solista
y, a continuación, en la orquesta.
Mozart es incapaz de reiterar el estribillo de modo literal sin introducir, aquí y allá, toques de su
genio, pequeños detalles que, en una quinta aparición del estribillo, contribuyen a redondear este
maravilloso concierto que concluye con una suave ascensión a modo de interrogante.
Trabajo de indagación:
) Como el violín es el protagonista absoluto de la obra, éste puede ser un buen momento para
conocer su fisonomía detallada, su funcionamiento, su afinación, sus técnicas básicas, su
historia… el enigma de los “stradivarius”…
) Véanse, por ejemplo:
http://canales.laverdad.es/cienciaysalud/3_3_9.html
http://www.mailxmail.com/curso/excelencia/orquesta/capitulo1.htm
EL VIOLÍN
• El violín es el instrumento base de la sección de cuerda dentro de la orquesta clásica.
• Está formado por un mástil construido en ébano u otras maderas nobles.
• Sobre el mástil se extienden las cuatro cuerdas.
• En un extremo del mástil se halla la voluta con que se remata el clavijero formado por
cuatro clavijas mediante las que se tensan las cuerdas para su afinación.
• Las tablas armónicas, la delantera con sus dos “efes” o aberturas acústicas, y la trasera
son en buena medida responsables de un buen sonido.
• El arco frota las cuerdas para producir su vibración.
Estas NOTAS DIDÁCTICAS han sido elaboradas por Gumersindo Díaz Lara.
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