Depresión
Depresión
Depresión
La depresión puede tener importantes consecuencias sociales, laborales y personales, desde la incapacidad laboral (ya que
se puede presentar un agotamiento que se verá reflejado en la falta de interés hacia uno mismo, o incluso el desgano para
la productividad, lo cual no solo afectará a quien está pasando por la depresión, sino también a quienes lo rodean) hasta el
suicidio. Otros síntomas por los cuales se puede detectar este trastorno son cambio del aspecto personal, enlentecimiento
psicomotriz, tono de voz bajo, constante tristeza, llanto fácil o espontáneo, disminución de la atención, ideas pesimistas,
ideas hipocondríacas y alteraciones del sueño. Desde la biopsiquiatría, a través de un enfoque farmacológico, se propone el
uso de antidepresivos. Sin embargo, los antidepresivos sólo han demostrado ser especialmente eficaces en depresión
mayor/grave (en el sentido clínico del término, no coloquial).3
El término en psicología de conducta (ver terapia de conducta o modificación de conducta) hace referencia a la descripción
de una situación individual mediante síntomas. La diferencia radica en que la suma de estos síntomas no implica en este
caso un síndrome, sino conductas aisladas que pudieran si acaso establecer relaciones entre sí (pero no cualidades
emergentes e independientes a estas respuestas). Así, la depresión no sería causa de la tristeza ni del suicidio, sino una
mera descripción de la situación del sujeto. Pudiera acaso establecerse una relación con el suicidio en un sentido
estadístico, pero tan sólo como una relación entre conductas (la del suicidio y las que compongan el cuadro clínico de la
depresión). Es decir, en este sentido la depresión tiene una explicación basada en el ambiente o contexto, como un
aprendizaje desadaptativo.
Los principales tipos de depresión son el trastorno depresivo mayor, el trastorno distímico, el trastorno ciclotímico, el
trastorno afectivo estacional y la depresión bipolar. El trastorno depresivo mayor, el distímico y ciclotímico son las formas
más comunes de depresión, el trastorno distímico y ciclotímico son más crónicos, con una tristeza persistente durante al
menos dos años. El trastorno afectivo estacional tiene los mismos síntomas que el trastorno depresivo mayor, en lo que
difiere es que se produce en una época del año, suele ser el invierno. La depresión bipolar es la fase depresiva de un
trastorno llamado trastorno bipolar.4
Índice
Clasificación
Historia
Epidemiología
Etiología
Teoría inflamatoria
Factores ambientales
Estrés psicosocial y trauma
Dieta
Permeabilidad intestinal e intolerancia alimentaria
Ejercicio
Obesidad
Tabaquismo
Trastornos atópicos
Enfermedades periodontales
Sueño
Vitamina D
Otros
Genética
Cuadro clínico
Trastorno depresivo mayor, episodio único o recidivante
Trastorno distímico
Trastorno adaptativo con estado de ánimo depresivo o mixto (ansiedad y ánimo depresivo)
Trastorno depresivo no especificado
Otros tipos
Trastorno depresivo asociado a duelo patológico
Clasificación de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental
Situaciones particulares
En las mujeres
En los varones
En la vejez
En la infancia
En el bebé
Diagnóstico
Diagnóstico diferencial
Tratamiento
Farmacológico
Psicoterapia
Psicoterapia interpersonal
Terapia cognitiva
Terapia conductual
Psicoterapias psicodinámicas breves
Acompañamiento terapéutico y casas de medio camino
Medidas coadyuvantes
Pronóstico
Profilaxis
Véase también
Bibliografía
Referencias
Enlaces externos
Clasificación
Los criterios de clasificación diagnósticos pueden recoger con bastante aproximación el espectro de presentación de los
síntomas depresivos.5 La clasificación está detallada en el apartado Cuadro clínico.
Historia
Conocida en sus inicios con el nombre de melancolía (del griego clásico μέλας ‘negro’ y χολή ‘bilis’), la depresión aparece
descrita o referenciada en numerosos escritos y tratados médicos de la Antigüedad. El origen del término se encuentra en
Hipócrates, aunque hay que esperar hasta el año 1725, cuando el británico Richard Blackmore rebautiza el cuadro con el
término actual de depresión.6 Hasta el nacimiento de la psiquiatría moderna, su origen y sus tratamientos alternan entre
la magia y una terapia ambientalista de carácter empírico (dietas, paseos, música, etc.) pero, con el advenimiento de la
controversia de la biopsiquiatría y el despegue de la psicofarmacología, pasa a ser descrita como acaso una enfermedad
más. Su alta prevalencia y su relación con la esfera emocional la han convertido, a lo largo de la historia, en frecuente
recurso artístico e incluso en bandera de movimientos culturales como el romanticismo.
Epidemiología
Las cifras de prevalencia de la depresión varían dependiendo de los estudios, en función de la inclusión tan sólo de
trastornos depresivos mayores o de otros tipos de trastornos depresivos. En general, se suelen recoger cifras de
prevalencia en países occidentales de aproximadamente 3 por ciento en la población general, y para el trastorno depresivo
mayor, una incidencia anual del 1 al 2 por mil.7
Según la OMS en el mundo hay más de 350 millones de personas con depresión.8
Estudios y estadísticas parecen coincidir en que la prevalencia es casi el doble en la mujer que en el hombre, aunque no
son pocos los trabajos que cuestionan esta asimétrica incidencia: existen estudios que indican que la depresión en el
hombre es mucho menos admitida y su sintomatología reporta de manera diferente.9
Algunos factores estresantes vitales, como el nacimiento de un hijo, las crisis de pareja, el abuso de sustancias tóxicas
(principalmente alcohol) o la presencia de una enfermedad orgánica crónica se asocian con un riesgo incrementado de
desarrollar un trastorno depresivo mayor. En cuanto a la asociación familiar debida a factores genéticos, la existencia de
un pariente de primer grado con antecedentes de trastorno depresivo mayor aumenta el riesgo entre 1,5 y 3 veces frente a
la población general.10 La mayor duración del primer episodio y el mayor número de episodios en la vida de aquellos con
depresión de inicio temprano se debe a la falta de detección y tratamiento oportuno en jóvenes.
Etiología
El origen de la depresión es complejo, ya que en su aparición influyen factores genéticos, biológicos y psicosociales. Entre
todos ellos, los factores biológicos son los que merecen especial atención, incluyendo la Psico-Neuro-Inmunología, que
plantea un puente entre los enfoques estrictamente biológicos y psicológicos.1
Un elevado y creciente número de evidencias indica que los episodios depresivos se asocian no sólo con cambios en la
neurotransmisión del sistema nervioso central, sino también con cambios estructurales en el cerebro, producidos a través
de mecanismos neuroendocrinos, inflamatorios e inmunológicos.1
Algunos tipos de depresión tienden a afectar a miembros de la misma familia, lo cual sugeriría que se puede heredar una
predisposición biológica.11 12 En algunas familias la depresión severa se presenta generación tras generación. Sin
embargo, la depresión severa también puede afectar a personas que no tienen una historia familiar de depresión.
Actualmente, no existe un perfil claro de biomarcadores asociados con la
depresión que pueda ser usado para el diagnóstico de la enfermedad.13
Teoría inflamatoria
Existe un creciente número de pruebas que demuestran que la depresión está
asociada con una respuesta inflamatoria crónica de bajo grado, que trae
como consecuencia la activación de la inmunidad celular y una respuesta
anti-inflamatoria compensatoria, caracterizada por procesos inmuno-
reguladores negativos. Nuevas evidencias muestran que la depresión clínica Molécula de serotonina. El eje
serotonina-dopamina parece cumplir
se acompaña de un aumento del estrés oxidativo y aparición de respuestas
un papel fundamental en el desarrollo
autoinmunes, que contribuyen a la progresión de la depresión.2 de los trastornos depresivos. En este
descubrimiento se funda el efecto de
La teoría que mayor interés ha suscitado entre los investigadores es la
los modernos antidepresivos,
participación de las citoquinas pro-inflamatorias en los cambios del inhibidores de la recaptación de
comportamiento típicos de la depresión. El aumento de las mismas y sus serotonina.
efectos sobre el sistema nervioso central contribuyen al desarrollo de los
síntomas depresivos somáticos y neuropsicológicos.1 De hecho, en los
estudios donde a participantes sanos se les administran infusiones de endotoxinas para desencadenar la liberación de
citoquinas, aparecen los síntomas depresivos clásicos que también condicionan las características conductuales y
cognitivas típicas de la depresión. Por ejemplo, aproximadamente el 25% de los pacientes que reciben interferón para el
tratamiento de la hepatitis C, desarrolla una depresión importante.2
Muchos estudios realizados hasta el momento han demostrado la existencia de niveles elevados de citoquinas pro-
inflamatorias en el suero de los pacientes con un episodio depresivo grave. Un interesante fenómeno que confirma el
vínculo entre los procesos inflamatorios y los síntomas de la depresión, es la asociación de síntomas depresivos con
enfermedades inflamatorias, autoinmunes o neuroinflamatorias, tales como el asma, la enfermedad pulmonar obstructiva
crónica, la enfermedad cardiovascular, la diabetes, la alergia, la artritis reumatoide, la enfermedad celíaca, la esclerosis
múltiple y la enfermedad de Parkinson.1 2
Los niveles de citoquinas pro-inflamatorias se correlacionan con la gravedad de los síntomas depresivos, mientras que el
tratamiento con antidepresivos y la mejoría clínica conducen a la normalización de la concentración de citoquinas pro-
inflamatorias en los pacientes con depresión. Un metaanálisis de 22 estudios que evaluó la relación entre los niveles de
marcadores inflamatorios y la eficacia de los medicamentos antidepresivos en el tratamiento de la depresión, demostró
una disminución de los niveles de citoquinas pro-inflamatorias, tales como la IL-1β y la IL-6, asociado al uso de fármacos
antidepresivos, especialmente los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina.1
La falta de respuesta a los tratamientos antidepresivos se asocia con niveles persistentemente elevados de marcadores
inflamatorios y puede explicarse por la existencia de procesos inflamatorios crónicos, daño crónico por un aumento del
estrés oxidativo y por la aparición de trastornos autoinmunes.2
Cualquier factor que active la inmunidad celular y los procesos inflamatorios sin una activación concomitante de la
respuesta anti-inflamatoria compensatoria, puede agravar aún más los efectos perjudiciales de los procesos inmuno-
inflamatorios activados.2 Diferentes factores ambientales potencialmente conectados con la inflamación sistémica
aumentan el riesgo de desarrollar depresión; estos incluyen factores de estrés psicosocial, mala alimentación,
permeabilidad intestinal aumentada, intolerancias alimentarias, inactividad física, obesidad, tabaquismo, atopia,
enfermedades periodontales, sueño y deficiencia de vitamina D.1 2
Factores ambientales
El estrés psicosocial puede activar la producción de citoquinas pro-inflamatorias, tales como el factor de necrosis tumoral
alfa (TNF-α) y la interleucina-1 (IL-1), y disminuir los niveles de citoquinas anti-inflamatorias, tales como la interleucina-
10 (IL-10). Esto se ha demostrado en relación con el estrés agudo o crónico, tanto en animales como en humanos.15 Las
citoquinas pro-inflamatorias causan depresión y ansiedad, lo cual puede explicar por qué los influjos psicosociales y los
traumas agudos pueden desencadenar trastornos del estado de ánimo en personas vulnerables, por ejemplo, las que tienen
polimorfismos de genes inmunes, bajos niveles de peptidasas o una mayor carga inflamatoria.2
La evidencia de los modelos animales ha sugerido durante mucho tiempo que la exposición temprana a un trauma en la
infancia puede aumentar el riesgo de un mal funcionamiento futuro de los sistemas nervioso, inmunológico y endocrino.
Estos hallazgos han sido corroborados posteriormente en humanos. Los estudios que exploran la influencia del estrés en
otras enfermedades inflamatorias, tales como el síndrome metabólico y las enfermedades cardiovasculares, han
demostrado consistentemente tendencias similares. Todos estos resultados sugieren que el estrés que se produce en
edades tempranas puede ejercer efectos persistentes durante largos períodos de tiempo, provocando un aumento de la
susceptibilidad a desarrollar enfermedades somáticas y psiquiátricas, y una potencial baja respuesta a los tratamientos. No
obstante, este modelo no explica completamente la vulnerabilidad a padecer enfermedades inflamatorias, sino que el
empleo en la edad adulta de las respuestas aprendidas de mala adaptación al estrés parece jugar un papel fundamental.
Por ejemplo, hay pruebas de que la personalidad y la forma en que una persona responde a los estresores psicosociales,
tales como la tensión laboral o el estrés ante un examen, pueden contribuir a desarrollar procesos inflamatorios.2
Comprender y modificar los factores de riesgo relacionados con el estrés y el estilo de vida supone un paso importante en
la prevención de las enfermedades inflamatorias, tales como la depresión.2
Dieta
En todo el mundo, desde las últimas décadas del siglo XX, se han venido produciendo importantes cambios en los hábitos
alimentarios. Los patrones dietéticos saludables, abundantes en fibra, alimentos ricos en nutrientes y ácidos grasos
omega-3, han sido sustituidos por dietas altas en grasas saturadas y azúcares refinados.2
Diversos componentes de la dieta pueden influir negativamente sobre el funcionamiento del sistema inmunitario y
aumentar los niveles de inflamación sistémica, lo cual predispone al desarrollo de la depresión. Numerosos estudios
realizados desde 2009 demuestran asociaciones inversas entre la calidad de la dieta y los trastornos mentales como la
ansiedad y la depresión, tanto en adultos como en niños y adolescentes de todas las culturas.2
Un patrón poco saludable ("occidental"), caracterizado por una elevada carga glucémica, rico en carbohidratos refinados y
azúcares añadidos, carnes rojas y procesadas, y otros alimentos muy elaborados, se asocia con un aumento de los
marcadores de inflamación. Una dieta desproporcionadamente alta en ácidos grasos omega-6 (comúnmente utilizados en
los alimentos procesados), aumenta la producción de citoquinas pro-inflamatorias. Los ácidos grasos “trans” inducen
inflamación de manera similar.2
Por el contrario, se ha comprobado que un patrón de dieta saludable (como la dieta mediterránea), caracterizado por un
mayor consumo de pescado, legumbres, frutas, verduras y granos enteros, se asocia con concentraciones plasmáticas
reducidas de marcadores inflamatorios. La fibra contenida en alimentos de grano entero parece tener funciones de
modulación inmune y protege contra el estrés oxidativo, que es una consecuencia de la inflamación y una característica de
la enfermedad depresiva. Los ácidos grasos omega-3, que son componentes importantes de muchos alimentos saludables,
tales como los mariscos, verduras de hoja verde, legumbres y nueces, actúan reduciendo la inflamación. El consumo de
magnesio está inversamente relacionado con los niveles séricos de proteína C reactiva (PCR), que es un importante
marcador de inflamación a nivel general.2
La carencia de ciertos nutrientes también está asociada con el desarrollo de depresión, como la disminución del contenido
de licopeno en los alimentos y de la disponibilidad de selenio en las aguas subterráneas.2
La permeabilidad intestinal aumentada, que consiste en una disfunción de la barrera intestinal, es uno de los factores que
provocan inflamación sistémica y niveles elevados de citoquinas pro-inflamatorias. Estos hallazgos han sido
documentados en pacientes con depresión.1
El papel principal de la barrera intestinal consiste en regular el paso de los nutrientes y bloquear el paso tanto de los
microorganismos como de los antígenos. Cuando la permeabilidad intestinal está aumentada, la barrera intestinal pierde
su función protectora y pasan al torrente sanguíneo moléculas que no deberían pasar, tales como ciertas bacterias
intestinales, toxinas y nutrientes incompletamente digeridos.1
Se ha demostrado que el aumento de la permeabilidad intestinal puede ser provocado por la exposición a bacterias,
drogas, al estrés o bien por determinados alimentos, como la gliadina (fracción proteica del gluten). La gliadina provoca
un aumento de la permeabilidad intestinal, independientemente de la base genética existente, es decir, tanto en celíacos
como en no celíacos.1
El paso de nutrientes incompletamente digeridos de la luz intestinal a la sangre conduce a la activación del sistema
inmunitario, que puede iniciar la producción de anticuerpos específicos del tipo IgG contra nutrientes. Como
consecuencia, se desarrolla hipersensibilidad a ciertos alimentos (que es de tipo retardada e IgG mediada) e inflamación,
que se mantiene de forma crónica por el consumo repetido de los alimentos alergénicos. Se ha confirmado el papel de los
anticuerpos específicos del tipo IgG en los enfermos celíacos, en los cuales ocurre una reacción retardada contra el
gluten.1
La naturaleza retrasada de la reacción IgG mediada, en la que los síntomas aparecen horas o incluso días después de la
ingesta del alimento, constituye un importante obstáculo para el diagnóstico, puesto que al paciente le resulta imposible
identificar la causa de la alergia. Por el contrario, los anticuerpos del tipo IgE son responsables de reacciones alérgicas
agudas (alergias IgE mediadas), que aparecen inmediatamente.1
Existe actualmente un creciente interés acerca del papel de la microbiota en el mantenimiento del funcionamiento
adecuado de la barrera intestinal, el eje cerebro-intestino y los trastornos psiquiátricos. Una flora intestinal equilibrada es
un factor importante en la reducción de los niveles de citoquinas pro-inflamatorias y el mantenimiento de la barrera
intestinal. Esta es la razón por la cual el sobrecrecimiento bacteriano intestinal puede provocar un aumento de la
permeabilidad intestinal, lo que permite a los lipopolisacáridos bacterianos penetrar en la sangre. En los pacientes con
depresión, se han encontrado niveles significativamente elevados de anticuerpos del tipo IgA e IgM contra los
lipopolisacáridos de bacterias Gram negativas.2 1 Esta observación es muy importante, ya que los metabolitos de ciertas
bacterias penetran en la sangre, además de afectar negativamente al funcionamiento del sistema nervioso central.1
Ejercicio
El comportamiento sedentario se considera un factor de riesgo importante y novedoso para una serie de trastornos de
salud, por su relación con el aumento de la inflamación, si bien no se comprende plenamente la fisiología subyacente de la
conducta sedentaria. La sarcopenia (pérdida general de masa muscular y fuerza, asociada al envejecimiento o el
sedentarismo) está ligada además con un deterioro cognitivo en los ancianos, que parece estar mediado por la
inflamación.2
Practicar ejercicio de forma habitual ha demostrado ser un tratamiento eficaz para la depresión y los trastornos de
ansiedad y protege contra el desarrollo de nuevas enfermedades depresivas. El ejercicio regular reduce la inflamación
sistémica a través de la adaptación homeostática y disminuye la leptina, cuyos niveles elevados también están implicados
en el desarrollo de la depresión. Estos hallazgos apoyan el papel de la inflamación en la mejora del estado de ánimo
inducido por el ejercicio.2
Por el contrario, se ha demostrado que la inactividad física durante la infancia se asocia con un mayor riesgo de
desarrollar depresión en la edad adulta.2
Obesidad
Se ha demostrado que la obesidad, la cual constituye actualmente un problema de salud creciente que ya alcanza
proporciones epidémicas, puede predisponer al desarrollo de la sintomatología depresiva y la depresión clínica. Asimismo,
hay evidencias de que la depresión predispone a la obesidad de una manera bidireccional. Un reciente meta-análisis
encontró que la depresión eleva en un 58% las probabilidades de desarrollar obesidad y que la obesidad aumenta en un
55% el riesgo de padecer depresión a largo plazo.2
La obesidad es un estado inflamatorio y se relaciona con una amplia serie de enfermedades crónicas. Las citoquinas pro-
inflamatorias están involucradas en el metabolismo de la grasa. Se ha demostrado que la obesidad, independientemente
de la edad y de otros factores de confusión potenciales, aumenta los niveles de citoquinas inflamatorias (o viceversa) en
todos los índices de obesidad, en particular en la obesidad abdominal. Este hecho proporciona una probable explicación
de los aumentos observados en enfermedades concomitantes, como la depresión.2
Tabaquismo
Se ha demostrado repetidamente que las tasas de tabaquismo son significativamente más elevadas en los pacientes que
padecen depresión, si bien la explicación es compleja. Las tres posibles hipótesis son que fumar provoca el desarrollo de la
depresión, que la depresión aumenta los comportamientos que inducen a fumar y que los factores compartidos de
vulnerabilidad aumentan el riesgo de ambos. Una importante vía es el efecto que los miles de sustancias químicas
presentes en el humo del tabaco tienen sobre el aumento de la inflamación sistémica, la exposición al estrés oxidativo y la
respuesta inmune.2
Trastornos atópicos
Los resultados de diversos estudios demuestran que los trastornos atópicos, cuya prevalencia ha ido aumentando de
manera constante durante las últimas décadas, se asocian con un aumento del riesgo de padecer depresión clínica y
sintomatología depresiva. La atopia es el resultado de una respuesta inflamatoria a la exposición a alérgenos comunes, lo
que lleva al desarrollo de síntomas alérgicos, tales como asma, eczema o rinitis.2
Enfermedades periodontales
Las enfermedades periodontales, incluyendo la gingivitis y la periodontitis, constituyen una gran preocupación de salud
pública. Está documentado que los pacientes psiquiátricos tienen peor estado de salud oral. Estudios recientes sugieren
que la depresión en particular puede estar asociada con la enfermedad periodontal, si bien otros estudios no han
encontrado ninguna asociación.2
La enfermedad periodontal es una enfermedad inflamatoria, tanto a nivel local como a nivel sistémico, y se asocia con
niveles séricos elevados de proteína C reactiva. Además, tiene un significativo valor predictivo de otras enfermedades
inflamatorias. No obstante, a pesar de existir ciertas evidencias de que las infecciones periodontales pueden desempeñar
un papel en algunas enfermedades neurodegenerativas, actualmente sigue habiendo escasez de pruebas acerca de si la
translocación de bacterias periodontales juega un papel en algunos pacientes con depresión clínica.2
Como tal, la enfermedad periodontal puede considerarse un marcador de un fallo del sistema inmunitario para luchar
contra la inflamación, aumentando el riesgo de depresión a través de sus efectos inflamatorios sistémicos, que pueden
potenciar los síntomas de los procesos inflamatorios y oxidativos, y por lo tanto depresivos. Por otra parte, los efectos
psicosociales de la falta de higiene oral, tales como vergüenza, soledad o aislamiento, pueden predisponer al desarrollo de
depresión.2
Sueño
La regulación del sueño es un componente esencial para la comprensión de la fisiopatología y el tratamiento de la
depresión. Influye en el estado de ánimo13 y desempeña un papel fundamental en la regulación de diversos sistemas
fisiológicos y psicológicos. Las alteraciones del sueño están relacionadas con una serie de consecuencias negativas para la
salud, tales como peor calidad de vida, comorbilidad y un mayor riesgo de mortalidad;2 a menudo persisten más allá del
episodio clínico de depresión y aumentan la vulnerabilidad a la recaída. Asimismo, los cambios en el sueño predicen la
respuesta al tratamiento de la depresión y muchos tratamientos antidepresivos influyen sobre el sueño.13 Regular los
hábitos de sueño puede constituir un factor de protección frente a los problemas de salud mental.2
Los pacientes depresivos padecen frecuentemente trastornos del sueño,13 con tasas más altas que las de la población
general.2 Se estima que hasta un 80-90% de las personas que sufren una depresión importante también experimentan
trastornos del sueño.2
Varios estudios prospectivos y epidemiológicos han sugerido que las alteraciones del sueño pueden predisponer a
desarrollar posteriormente trastornos del estado de ánimo, que los síntomas del insomnio a menudo aumentan el riesgo
de recaída en pacientes previamente diagnosticados con trastorno depresivo mayor y que los períodos de insomnio a
menudo preceden a los episodios de manía en pacientes bipolares.2
Se ha observado una serie de cambios en el sueño en los pacientes depresivos, si bien ningún marcador del sueño aislado
se asocia específicamente con la depresión. Entre ellos, los más fiables incluyen alteraciones en la continuidad (por
ejemplo, retraso en la conciliación del sueño y disminución de su eficiencia), inicio más temprano de la fase de
movimientos oculares rápidos del sueño (REM), aumento de la actividad, la densidad y la cantidad de la fase REM, y
disminución de la fase de ondas lentas. Algunos de estos marcadores del sueño se han detectado en personas sanas con
alto riesgo familiar de depresión y se asocian con el desarrollo posterior de depresión.13
Tanto la privación crónica como aguda del sueño producen deficiencias en el funcionamiento del sistema inmunitario,
caracterizadas por el aumento de los niveles de citoquinas pro-inflamatorias, tales como la proteína C reactiva, el factor de
necrosis tumoral alfa (TFN-α) y la interleucina-6 (IL-6). Un creciente número de investigaciones sugiere que las
restricciones del sueño se asocian con alteraciones neuroendocrinas y neurobiológicas similares a las observadas en los
trastornos del estado de ánimo. También se cree que los aumentos en las citoquinas pro-inflamatorias TFN-α e IL-6
provocados por la privación del sueño están relacionados con una reducción de la neurogénesis adulta (nacimiento de
nuevas neuronas), comparable con las alteraciones que se encuentran en los pacientes depresivos. Por este motivo, se ha
propuesto que la inhibición de la neurogénesis mediante el proceso de interrupción crónica del sueño también puede ser
una causa de la depresión. Tanto el tratamiento farmacológico con éxito de la depresión como la mejora del sueño
nocturno se asocian con una disminución de los niveles de las citoquinas IL-6.2
Vitamina D
En la población occidental, la deficiencia de vitamina D, especialmente 25-hidroxivitamina D, está muy extendida. Los
niveles séricos bajos de vitamina D están vinculados con diversos trastornos de salud, como el cáncer, la osteoporosis y la
depresión.2
La fisiología de la vitamina D se solapa con la fisiopatología de la depresión. Existen receptores de la vitamina D en áreas
clave del cerebro; y la vitamina D juega un papel en los ritmos circadianos y el sueño, afecta a los glucocorticoides e influye
en el crecimiento neuronal, la proliferación celular en el cerebro en desarrollo y la embriogénesis.2
Respecto a los potenciales efectos antidepresivos de la vitamina D existen resultados contradictorios, con estudios que
arrojan resultados positivos y otros, por el contrario, resultados negativos. La vitamina D posee efectos moduladores sobre
la inmunidad. Se ha demostrado que la suplementación con vitamina D reduce notablemente los niveles de las citoquinas
pro-inflamatorias TFN-α e IL-6 (ambas claramente asociadas con la depresión) y el estrés oxidativo (que está
estrechamente vinculado con la inflamación). La vitamina D derivada de una exposición segura al sol puede reducir la
inflamación sistémica.2
Otros
Se ha propuesto la hipótesis de que la alta exposición a los pesticidas (incluyendo envenenamiento) que experimentan los
residentes en zonas rurales y los trabajadores agrícolas, constituye un riesgo elevado para el desarrollo de trastornos
psiquiátricos, tales como la depresión y conductas suicidas. Sin embargo, los datos epidemiológicos que apoyan esta teoría
son muy limitados y no concluyentes.16
Existen evidencias de la relación entre la alteración de los ritmos circadianos y el desarrollo de síntomas depresivos. Entre
ellos, destacan los cambios de humor diurnos, el patrón de actividad diaria, la concentración alterada y la organización
día/noche.17
Genética
Se ha encontrado durante la historia de la medicina genes vinculados a que una persona sea o no más susceptible a la
depresión:
Los análisis de GWAS identifican dos SNPs en síndromes depresivos en los cromosomas 12 y 18, rs7973260 y rs62100776
respectivamente.
Cuadro clínico
Código CIE-10
F32 (http://www.who.int/classifications/apps/icd/icd10onlin
e/?gf30.htm+f32), F33 (http://www.who.int/classifications/ap
ps/icd/icd10online/?gf30.htm+f33)
Criterio A: La presencia de por lo menos cinco de los síntomas siguientes, durante al menos dos semanas:
Estado de ánimo triste, disfórico o irritable durante la mayor parte del día y durante la mayor parte de los días
Anhedonia o disminución de la capacidad para disfrutar o mostrar interés y/o placer en las actividades habituales
Disminución o aumento del peso o del apetito
Insomnio o hipersomnio (es decir, dificultades para descansar, ya sea porque se duerme menos de lo que se
acostumbraba o porque se duerme más; véanse los trastornos en el sueño)
Enlentecimiento o agitación psicomotriz
Astenia (sensación de debilidad física)
Sentimientos recurrentes de inutilidad o culpa
Disminución de la capacidad intelectual
Pensamientos recurrentes de muerte o ideas suicidas
Criterio B: No deben existir signos o criterios de trastornos afectivos mixtos (síntomas maníacos y depresivos),
trastornos esquizoafectivos o trastornos esquizofrénicos.
Criterio C: El cuadro repercute negativamente en la esfera social, laboral o en otras áreas vitales del paciente.
Criterio D: Los síntomas no se explican por el consumo de sustancias tóxicas o medicamentos, ni tampoco por una
patología orgánica.
Criterio E: No se explica por una reacción de duelo ante la pérdida de una persona importante para el paciente.
Trastorno distímico
Código CIE-10: F34.1 (http://www.who.int/classifications/apps/icd/icd10online/?gf30.htm+f34) Los criterios para este
tipo de trastorno depresivo son:
Criterio A: Situación anímica crónicamente depresiva o triste durante la mayor parte del día y durante la mayor parte
de los días, durante un mínimo de dos años.
Criterio B: Deben aparecer dos o más de estos síntomas:
Código CIE-10
F43.20 (http://www.who.int/classifications/apps/icd/icd10online/?gf40.htm+f43.20), F43.22 (htt
p://www.who.int/classifications/apps/icd/icd10online/?gf40.htm+f43.22)
Por trastorno adaptativo o depresión reactiva, se acepta la aparición de síntomas cuando ésta ocurre en respuesta a un
acontecimiento vital estresante, y no más allá de los tres meses siguientes a su aparición. Se habla de depresión reactiva
cuando el cuadro es más grave de lo esperable o tiene mayor repercusión funcional de la que cabría esperar para ese factor
estresante. Debe existir, entonces, un criterio de "desproporción" para su diagnóstico.
F32.9 (http://www.who.int/classifications/apps/icd/icd10online/?gf30.htm+f32.9)
Se denomina trastorno depresivo no especificado a aquella situación en la que aparecen algunos síntomas
depresivos, pero no son suficientes para el diagnóstico de alguno de los trastornos previos. Esta situación puede darse
cuando existe un solapamiento de síntomas depresivos con un trastorno por ansiedad (síndrome ansioso-depresivo), en el
contexto de un trastorno disfórico premenstrual o en cuadros de trastorno depresivo post-psicótico (residual) en la
esquizofrenia.
Otros tipos
Situaciones particulares
En las mujeres
La depresión se da en la mujer con una frecuencia que es casi el doble de la del
varón.21 22
En recientes estudios se ha demostrado una asociación entre la aparición de depresión en mujeres de edad avanzada y un
aumento de la mortalidad (por diferentes causas, principalmente por accidentes vasculares cerebrales).27
En los varones
Existen datos con los que se afirma que la prevalencia global de la depresión es inferior entre los varones; aunque hay
estudios que manifiestan que ello se debe a que éstos son menos propensos a admitir su enfermedad, siguiendo las pautas
estipuladas por el sistema cultural para su género, provocando en los varones una mayor cohibición para consultar y ser
diagnosticado por un especialista. En cuanto al suicidio, si bien los datos afirman que los intentos son más comunes en la
mujer que en el hombre, la tasa de suicidio consumado en ellos es cuatro veces más alta que en las mujeres. Utilizando los
hombres una metodología más letal para asegurar su fallecimiento.9
A partir de los 70 años de edad, la tasa de suicidio en el hombre aumenta, alcanzando el nivel máximo después de los 85
años.28 29 30
La depresión también puede afectar la salud física del hombre, aunque en una forma diferente a la de la mujer. Algunos
estudios indican que la depresión se asocia con un riesgo elevado de enfermedad coronaria en ambos sexos. Sin embargo,
sólo en el varón se eleva la tasa de mortalidad debida a una enfermedad coronaria que se da junto con un trastorno
depresivo.31
En la vejez
El inicio clínico de la depresión en el anciano puede cursar con una pobre alteración del estado de ánimo. Incluso puede
aparecer enmascarada con otros síntomas principales, tales como la pérdida de apetito, alteraciones de la memoria,
insomnio, síntomas somáticos, ansiedad o irascibilidad. Puede simular un cuadro de demencia senil, hablándose entonces
de pseudodemencia depresiva.
Cuando un anciano se deprime, a veces su depresión se considera erróneamente un aspecto natural de esa etapa de la vida.
La depresión en los ancianos, si no se diagnostica ni se trata, provoca un sufrimiento innecesario para el anciano y para su
familia. Cuando la persona de edad avanzada acude con el médico, puede describir únicamente síntomas físicos. Esto
ocurre porque el anciano puede mostrarse reacio a hablar de su desesperanza y tristeza. La persona anciana puede no
querer hablar de su falta de interés en las actividades normalmente placenteras, o de su pena después de la muerte de un
ser querido, incluso cuando el duelo se prolonga por mucho tiempo.
Las depresiones subyacentes en los ancianos son cada vez más identificadas y tratadas por los profesionales de la salud.
Los profesionales van reconociendo que los síntomas depresivos en los ancianos se pueden pasar por alto fácilmente.
También los profesionales detectan mejor los síntomas depresivos que se deben a efectos secundarios de medicamentos
que el anciano está tomando, o debido a una enfermedad física concomitante. Si se elabora el diagnóstico de depresión, el
tratamiento con medicamentos o psicoterapia ayuda a que la persona deprimida recupere su capacidad para tener una
vida feliz y satisfactoria. La investigación científica reciente indica que la psicoterapia breve (terapia a través de charlas
que ayudan a la persona en sus relaciones cotidianas, y ayudan a aprender a combatir los pensamientos distorsionados
negativamente que generalmente acompañan a la depresión) es efectiva para reducir a corto plazo los síntomas de la
depresión en personas mayores. La psicoterapia también es útil cuando los pacientes ancianos no pueden o no quieren
tomar medicamentos. Estudios realizados acerca de la eficacia de la psicoterapia demuestran que la depresión en la vejez
puede tratarse eficazmente con psicoterapia.32
En la infancia
La depresión en la niñez se
empezó a reconocer en los
años 70. El diagnóstico se
acoge a los mismos criterios
que en el caso de los adultos,
aunque la sintomatología
puede ser algo más confusa.
Su prevalencia en la infancia
es del 1-2 por ciento y, en la
adolescencia, del 4-5 por
La existencia de trastornos depresivos en
ciento.33 El niño deprimido
la infancia comenzó a abordarse en la
literatura médica a partir de la década de puede simular estar
los años setenta. enfermo, rehusar a ir a la
escuela, juega menos o deja
de hacerlo, expresa el deseo On the Threshold of Eternity. El pintor
de no querer separarse de los padres o tiene miedo de que uno de los padres holandés Vincent van Gogh, aquejado
de un grave trastorno mental (quizá
fallezca. En la primera infancia pueden desarrollar síntomas atípicos como
un tipo de psicosis que incluía
somatizaciones difusas, trastornos alimenticios, enuresis, etc. El adolescente
estados de fuerte depresión), pintó
puede expresar mal humor, disminuir el rendimiento escolar, presentar este cuadro en 1890, en el que
conductas desafiantes o presentar brotes de irritabilidad. En ocasiones presenta a un anciano en un estado
expresa el trastorno anímico con el desarrollo de conductas de riesgo de desesperación.
(consumo de sustancias psicotrópicas, comportamientos parasuicidas, etc.).
Dado que los comportamientos normales varían de una etapa de la niñez a la
otra, es a veces difícil establecer si un niño está simplemente pasando por una fase de su desarrollo o si está
verdaderamente padeciendo de depresión. A veces, el niño tiene un cambio de comportamiento notorio que preocupa a los
padres, o el maestro menciona que el "niño no parece ser el mismo". En esos casos puede sospecharse un trastorno
depresivo.
En el bebé
Aunque es menos conocida y poco mencionada los bebés también pueden sufrir de depresión. La depresión anaclítica se
observa principalmente en bebés separados de la madre y confiados al cuidado de instituciones. Una separación radical de
la madre que dure entre tres y cinco meses es suficiente para generar en el bebé la sucesión de síntomas que caracterizan
esta enfermedad. En la primera etapa hay lloriqueos, exigencias y cierto retraimiento. La segunda etapa se manifiesta con
gemidos, pérdida de peso, desinterés por el entorno y retrasos en el desarrollo. En la tercera etapa hay un retraimiento
total, insomnio, rigidez facial, retraso motor generalizado, pérdida de peso y resfriados frecuentes. En situaciones de
privación emocional prolongada, los bebés más propensos a contraer una depresión anaclítica son aquellos que durante el
primer medio año de vida pudieron establecer con sus madres una buena relación. En cualquier caso, cabe destacar que, si
en el curso de la enfermedad la figura materna reaparece, los síntomas y las manifestaciones patológicas van decreciendo
progresivamente y los bebés pueden recuperar, en la mayoría de los casos, el nivel de desarrollo adecuado a su edad.34
Diagnóstico
El primer paso e imprescindible consiste en realizar una completa evaluación del paciente, con la realización de todas las
pruebas necesarias en cada caso, en busca de posibles causas orgánicas, farmacológicas o tóxicas que simulen, provoquen
o empeoren un trastorno depresivo (véase Diagnóstico diferencial).35 36 37 En último término, es la entrevista clínica la
que ofrece los datos necesarios para el diagnóstico, cuando se cumplen los criterios establecidos más arriba.
Una buena evaluación diagnóstica debe incluir una historia médica completa. ¿Cuándo comenzaron los síntomas, cuánto
han durado, cuán serios son? Si el paciente los ha tenido antes, el médico debe averiguar si los síntomas fueron tratados y
qué tratamiento se dio. Quien diagnostique también debe preguntar acerca del uso de alcohol y drogas, y si el paciente
tiene pensamientos de muerte o suicidio. Además, la entrevista debe incluir preguntas sobre otros miembros de la familia.
¿Algún pariente ha tenido depresión y, si fue tratado, qué tratamientos recibió y qué tratamientos fueron efectivos?
Actualmente tienen competencias en este diagnóstico los psiquiatras (licenciados en medicina, especializados en
psiquiatría), psicólogos clínicos (licenciado o grado en psicología, especializado en psicología clínica) y en España, según el
sistema universitario previo a los grados, también tienen competencias en ello los licenciados en psicología.
Existen también varios cuestionarios estandarizados que pueden ayudar a discriminar si existe o no un trastorno
depresivo: como la Escala de Depresión de Yesavage,38 la Escala de Depresión de Zung,39 el Inventario de Depresión de
Beck,40 el Test de Depresión de Goldberg41 , el Test de Depresión de Hamilton42 y la Escala de Depresión del Centro de
Estudios Epidemiológicos (CES-D).43 44
La Encuesta para la Pesquisa de Depresión, mediante Tres Preguntas Orales (EPD-3PO) es un test neurosicológico ultra
breve (1-4 preguntas). Algún estudio ha evaluado incluso la eficacia de dos simples preguntas para un diagnóstico rápido
de elevada fiabilidad.45
El diagnostico de los trastornos depresivos continua siendo clínico debido a la inconsistencia de marcadores biológicos, las
escalas o test neuropsicológicos deben ser utilizados como métodos para optimizar la pesquisa o detección y como apoyo o
guía en la entrevista clínicas, así como para la evaluación y el seguimiento objetivo de la evolución clínica de los
pacientes46 . Los test varían según su propósito, su complejidad tanto para el profesional como para el paciente. Estos
tipos de instrumentos de detección podrían ser clasificados como estándares (15 item o más; y/o 4min o más), cortos
(5-14 item o más; y/o 2-4min) y ultra cortos (1-4 item o más; y/o menos 2min).47 . Los test ultra cortos han
demostrado aceptable sensibilidad y especificidad en la detección de los trastornos depresivos. Actualmente el USPSTF
(US Preventive Services Task Force (https://www.uspreventiveservicestaskforce.org/)) recomienda la detección de la
depresión en la población general de adultos, incluidas las mujeres embarazadas y en el posparto. La detección debe
implementarse con sistemas adecuados para garantizar un diagnóstico preciso, un tratamiento eficaz y un seguimiento
adecuado.48 Aunque se han propuestos test de una sola pregunta desarrollada por Harvey Max Chochinov y sus
colaboradores en 1997 49 , los test ultra breves utilizan las preguntas de Whooley 50 51 que representan los dos ítems
referidos al estado de ánimo y anhedonia del PHQ-9 47 Para los hispanohablantes ha sido desarrollada la Encuesta para
la Pesquisa de Depresión, mediante Tres Preguntas Orales (EPD-3PO)46 52 , por el Dr González Cáceres, J.A53 54 que
incluyó una pregunta para la detección de riesgo de suicidio, y debida a sus propiedades psicométricas han sido
recomendados para la identificación de la depresión en pacientes con factores de riesgo como cardiopatías 55 y en los
adultos mayores 52 incluidos los afectados por deterioro cognitivo 56 . Además la EPD-3PO (https://play.google.com/stor
e/apps/details?id=com.mobincube.EPD_3PO.PesquisaDepresion&hl=en) cuenta con una aplicación y se encuentra
disponible en Google Play Store57
Desde la terapia de conducta el objetivo del diagnóstico está en realizar una evaluación individual, cuyos datos permitirán
el diseño individual de tratamiento y controlar dicho proceso. Los cuestionarios no serían usados para comparar distintos
sujetos o para comprobar si alcanza una determinada puntuación. Sino que permiten comparar la puntuación antes y
después del tratamiento, como una medida de control sobre las variables psicológicas en cuestión.
Diagnóstico diferencial
Algunos de los trastornos que cursan frecuentemente con síntomas depresivos o pueden confundirse con una depresión
incluyen:
Tratamiento
En primer lugar, es fundamental identificar y tratar una posible causa orgánica que simule, cause o potencie el cuadro
depresivo, con lo que se consigue, en una buena parte de los casos, la completa recuperación del paciente o un
considerable alivio de sus síntomas.35 36 37
Independientemente de que se llegue a un diagnóstico fino del tipo de trastorno depresivo, si la situación anímica supone
una limitación en las actividades habituales del paciente, o una disminución de su capacidad funcional en cualquiera de
sus esferas (social, laboral, etc.) se considera adecuada la instauración de un tratamiento. El fin del tratamiento es el de
mejorar la situación anímica, así como restaurar un adecuado funcionamiento de las capacidades socio-laborales y
mejorar, en general, la calidad de vida del paciente, disminuyendo la morbilidad y mortalidad, y evitando en lo posible las
recaídas.
La selección del tratamiento dependerá del resultado de la evaluación. Existe una gran variedad de medicamentos
antidepresivos y psicoterapias que se pueden utilizar para tratar los trastornos depresivos.
Los psiquiatras tienen competencias en recetar medicamentos. Los psicólogos (y la persona específicamente formada en
ello mediante la especialización sanitaria en psicología clínica) tienen competencias en psicoterapia u otras formas de
intervención psicoterapeuta desde la modificación de conducta y terapia de conducta (véase psiquiatría y psicología). En
ambos casos, dependiendo del diagnóstico del paciente (según el modelo médico) y de la gravedad de los síntomas (muy
especialmente la terapia de conducta).
Farmacológico
El tratamiento con antidepresivos es el único que ha demostrado una evidencia significativa de efectividad en depresiones
mayores (graves) y en depresiones psicóticas (solos o en combinación con psicoterapia. Recuérdese que "grave" refiere a
un diagnóstico clínico, no al uso coloquial del término).59 Para el resto de depresiones, la psicoterapia se ha mostrado
más eficaz que el tratamiento farmacológico.3
No se han evidenciado diferencias entre la eficacia de los diferentes tipos de antidepresivos, cuyas principales diferencias
estriban más en el tipo de efectos secundarios que pueden provocar. En general, los pacientes presentan mejor tolerancia a
los modernos inhibidores selectivos de recaptación de serotonina que los clásicos antidepresivos tricíclicos y
heterocíclicos.60
La decisión de emplear uno u otro se basa en criterios como la buena respuesta a un fármaco determinado en episodios
previos o en familiares de primer grado, la tolerancia a los posibles efectos secundarios, las interacciones posibles con el
tratamiento habitual del paciente, el precio o la existencia de alguna contraindicación relativa, por la presencia de otra
enfermedad.
Hay que tener en cuenta que el efecto antidepresivo tarda unas dos semanas en aparecer, aumentando progresivamente
hasta su pico de máxima eficacia en torno a los dos meses. Aún no es conocido del todo porqué tarda este periodo.
Los principales grupos de fármacos antidepresivos son los antidepresivos tricíclicos, los inhibidores selectivos de la
recaptación de serotonina (ISRS) y los inhibidores de la enzima monoamino-oxidasa (IMAO), aunque se están
incorporando nuevos grupos como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina y noradrenalina (como la
venlafaxina),los inhibidores selectivos de la recaptación de noradrenalina (reboxetina) y los inhibidores selectivos de
recaptación de serotonina y agonistas parcial del receptor 5HT1A (Vilazodona). En mayor o menor grado, todos ellos
pueden presentar algunos efectos secundarios, principalmente sequedad de boca, estreñimiento, mareos, náuseas,
insomnio o cefalea, siendo los de las últimas generaciones los mejor tolerados.
El tratamiento con antidepresivos debe mantenerse durante seis a doce meses, para evitar el riesgo de recaídas, aunque el
efecto completo puede conseguirse al mes del inicio del tratamiento. Hay que tener en cuenta que la causa más frecuente
de respuesta terapéutica débil es un mal cumplimiento del tratamiento indicado (abandonos, olvidos, etc.). Alrededor del
25 por ciento de los pacientes abandonan el tratamiento en el primer mes, un 44 por ciento en el primer trimestre, y un 60
por ciento de los pacientes dentro de los seis meses iniciales.,61 62
Recientemente se han publicado resultados que hacen pensar que la fluoxetina (Prozac) no es en realidad un medicamento
tan efectivo contra la depresión como se había anunciado y creído (debido a lo que parece haber sido una manipulación
comercial de los datos científicos presentados inicialmente).63 64
Psicoterapia
Muchas formas de psicoterapia, incluso algunas terapias a corto plazo (10-20 semanas), pueden ser útiles para los
pacientes deprimidos. Ayudan a los pacientes a analizar sus problemas y a resolverlos, a través de un intercambio verbal
con el terapeuta. Algunas veces estos diálogos se combinan con "tareas para hacer en casa" entre una sesión y otra. Los
profesionales de la psicoterapia que utilizan una terapia "de comportamiento" procuran ayudar a que el paciente
encuentre la forma de obtener más satisfacción a través de sus propias acciones. También guían al paciente para que
abandone patrones de conducta que contribuyen a su depresión como causa y consecuencia (mantenedores)65
La última revisión sistemática sobre el tema, de Hollon y Ponniah (2010), indica que existen tres psicoterapias que han
demostrado ser eficaces y específicas para el tratamiento de la depresión, que son la psicoterapia interpersonal, la
psicoterapia cognitiva y la psicoterapia conductual. Otras formas de psicoterapia como la psicoterapia dinámica breve y la
focalizada en la emoción, se consideran posiblemente eficaces, aunque necesitan más estudio.
El tratamiento de depresión mediante la psicoterapia asistida por psilocibina está siendo examinado.66 67 En 2018 la
Food and Drug Administration (FDA) designó como Breakthrough Therapy a esta terapia con psilocibina para
depresiónes resistentes a los tratamientos.68
En los cuadros depresivos severos, para obtener mejores resultados (en especial los que son recurrentes) por lo general se
requieren medicamentos, y ocasionalmente se indica terapia electroconvulsiva (TEC) en condiciones especiales, al lado de
una psicoterapia, o antes de ella. No obstante, la terapia electroconvulsiva es cada vez menos practicada en el mundo.
Psicoterapia interpersonal
La psicoterapia interpersonal parte de la idea de que la depresión está provocada por muchas causas pero que se da en un
contexto interpersonal, y entender ese contexto es básico para poder recuperarse de la depresión y evitar recaídas futuras.
Este tratamiento se hace en 16 sesiones de 1 hora, que comprenden tres fases. En la primera fase (1ª-3ª), el terapeuta
explica en qué consiste la depresión y estudia con el paciente el entorno y el momento en que apareció. En la segunda fase
(4ª-12ª), se establece un tema de conversación (o área problema) que está relacionada con el inicio o el mantenimiento de
la depresión. Hay 4 temas: la no superación de la muerte de un ser querido (duelo complicado), el conflicto con un ser
querido (disputa de rol), el bloqueo para adaptarse a un cambio vital (transición de rol) o la carencia de relaciones con los
demás (déficit interpersonal). Durante esta fase se dialoga con el terapeuta para llegar a superar la pérdida del ser querido,
resolver el conflicto, adaptarse al cambio o mejorar las relaciones con los demás. En la tercera fase (13ª-16ª), se revisan los
logros y se despiden terapeuta y paciente.
Terapia cognitiva
La terapia cognitiva parte de la idea de que la depresión se produce por una alteración en la forma de pensar, que a su vez
afecta a la forma de sentir y de comportarse. El terapeuta ayuda al paciente a analizar los errores que hay en su
pensamiento (lo que se llaman distorsiones cognitivas) para que el paciente piense de una forma más realista, que le ayude
a sentirse mejor y a tomar decisiones para resolver sus problemas. El terapeuta suele mandar tareas para casa y
experimentos para que el paciente ponga a prueba su forma de pensar.
Terapia conductual
Bajo el término de terapia conductual, se incluyen distintas formas de tratamiento que tienen en común el análisis de la
conducta del paciente. Se le ayuda al paciente a programar actividades gratificantes y a organizar su tiempo. También se le
ayuda a ser más asertivo y más sociable, utilizando para ello el juego de rol y ayudándole a exponerse a situaciones sociales
que suele evitar por miedos diversos.
Medidas coadyuvantes
Diferentes estudios apuntan a que realizar ejercicio físico puede reducir hasta un 50% los síntomas, si se practica al menos
tres días a la semana, descenso comparable a la proporcionada por la terapia cognitivo-conductual o los fármacos
antidepresivos. Según un estudio del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos puede elevar hasta un 15% la
eficacia de los medicamentos, facilitando una respuesta terapéutica más rápida de los antidepresivos en pacientes con
trastornos importantes. Tras 16 semanas de tratamiento, el ejercicio acababa siendo tan imprescindible como los propios
medicamentos.69 No obstante la desmotivación generalizada asociada a la depresión podría dificultar en estas personas la
puesta en marcha de programas de ejercicio físico.70
Pronóstico
La falta de respuesta a los tratamientos antidepresivos se asocia con niveles persistentemente elevados de marcadores
inflamatorios y puede explicarse por la existencia de procesos inflamatorios crónicos, la aparición de trastornos
autoinmunes o daño crónico por un aumento del estrés oxidativo.2
No obstante, la mayoría de las causas conocidas de inflamación, mencionadas en el apartado Etiología (Factores
ambientales), pueden ser tratadas y prevenidas. Su identificación abre la posibilidad de influir sobre la neuroprogresión de
la depresión.2
Profilaxis
Evaluar y tratar las fuentes de inflamación provocadas por factores ambientales ayuda a prevenir el riesgo de desarrollar
depresión. La mayoría de ellas, aunque no todas, puede desempeñar un papel en otros problemas psiquiátricos, tales como
el autismo, la esquizofrenia, la conducta bipolar y el trastorno por estrés postraumático.2
Véase también
Depresión resistente al tratamiento
Depresión en animales
Depresión reactiva
Historia de la depresión
Historia de la medicina
Historia de la psiquiatría
Insight
Depresión posparto
Posición depresiva
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