El Filioque: ¿Un Tema Que Divide A La Iglesia?
El Filioque: ¿Un Tema Que Divide A La Iglesia?
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1. Terminología
^a controversia del Filioque es ante todo una controver-
sia sobre palabras. Como muchos autores recientes han seña-
lado, 3arte del desacuerdo teológico entre nuestras comunio-
nes p,irece estar arraigado en las sutiles pero significativas
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a) Teológico:
Si se entiende "teología", en el sentido patrístico, como
reflexión sobre el Dios trinitario, Ia cuestión teológica que
está detrás de esta disputa es si el Hijo debe ser pensado
como alguien que juega un papel en el origen del Espíritu,
como una hipóstasis o "persona" divina, que procede del
Padre, el cual es Ia única fuente última del Misterio divino. La
tradición griega, como hemos visto, ha relacionado general-
mente Juan 15, 26 y Ia formulación del Credo de 381 con Ia
afirmación de que Io que todos sabemos del origen hipostá-
tico del Espíritu es que "procede del Padre", en un modo dis-
tinto de, pero paralelo a, Ia "generación" del Hijo por el Padre
(p.e., Juan de Damasco, Sobre Ia fe ortodoxa 1, 8). No obstante,
esta misma tradición reconoce que Ia "misión" del Espíritu en
el mundo también incluye al Hijo, que recibe el Espíritu en su
propia humanidad en su bautismo, sopla el Espíritu sobre los
Doce en Ia tarde de Ia resurrección, y envía el Espíritu con
poder al mundo, mediante Ia predicación carismática de los
Apóstoles, en Pentecostés. Por otra parte, Ia tradición latina
desde Tertuliano ha tendido a asumir que dado el orden en el
que Ia Iglesia normalmente nombra las personas en Ia Trini-
dad situando al Espíritu detrás del Hijo, se debe pensar que él
procede "del" Padre "a través" del Hijo. Agustín, que en
varios pasajes insiste en que el Espíritu Santo "procede del
Padre", porque como Dios no es inferior al Hijo (De fide et
Symbolo Q, 19; Enchiridion 9, 3), desarrolla, en otros textos, su
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b) Eclesiológico
El otro problema permanentemente presente desde el
siglo VIII en el debate sobre el Filioque es el de Ia autoridad
pastoral y de enseñanza en Ia Igtesia, más precisamente, el
problema de Ia autoridad del obispo de Roma para resolver
cuestiones dogmáticas de modo definitivo, simplemente en
virtud de su oficio. Desde el concilio de Efeso (431), Ia tradi-
ción dogmática de las Iglesias oriental y occidental ha afir-
mado repetidamente que Ia norma final de Ia ortodoxia en Ia
interpretación del Evangelio cristiano debe ser "Ia fe de
Nicea". La tradición ortodoxa ve que Ia expresión normativa
de esta fe tienen que ser los Credos y cánones formulados por
los concilios que han sido recibidos por las Iglesias apostóli-
cas como "ecuménicos", como expresión de Ia permanente y
universal fe apostólica. La tradición católica acepta también
formulaciones conciliares como normativas dogmáticamente,
y atribuye una importancia única a los siete concilios que han
sido aceptados como ecuménicos por las Iglesias ortodoxa y
católica. No obstante, al reconocer Ia primacía universal del
obispo de Roma en materias de fe y de servicio de unidad, Ia
tradición católica acepta Ia autoridad del papa para confir-
mar el proceso de recepción conciliar, y para definir Io que
entra o no entra en conflicto con Ia "fe de Nicea" y Ia tradición
apostólica. Así, mientras Ia teología ortodoxa ha visto Ia apro-
bación última por los papas, en el siglo XI, del uso del Filioque
en el Credo latino como una usurpación de Ia autoridad dog-
mática propia sólo de los concilio ecuménicos, Ia teología
católica Io ha visto como un ejercicio legítimo de su autoridad
primacial para proclamar y clarificar Ia fe de Ia Iglesia. Como
nuestro propio estudio ha mostrado repetidamente, es preci-
samente en las épocas en las que los problemas de poder y de
control han interesado a nuestras Iglesias, cuando Ia cuestión
del Filioque ha emergido como un problema central: mante-
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IV. RECOMENDACIONES
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