La Mujer Política

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Trabajo final Historia de Colombia III

María Alejandra Hernández Ramírez

La mujer política y obrera en las primeras décadas del siglo XX.


Legado: María Cano.

A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, la mujer como ser social estuvo marginada a las
obligaciones de la casa, el mercado y la crianza evangélica de los hijos, sin lograr mayor
participación en la vida científica y mucho menos en la política colombiana. Con la
constitución de 1886, la institución del matrimonio también fue otorgada a la iglesia católica,
lo que produjo un desbalance nuevamente de la mujer frente a los derechos, más permisivos,
del hombre. Ya en las primeras décadas del siglo XX, la influencia de las mujeres en la vida
pública, a través de discursos, de su participación en la educación y el reconocimiento de
algunos hombres intelectuales, de la necesidad de incluir la ideas femeninas en el discurso
nacional, se hizo visible. En 1914 el liberal Ricardo Uribe Escobar, escribe y realza a la mujer
antioqueña, “Su reflexión central apuntaba a reivindicar la libre disposición de sus bienes por
parte de la mujer, el derecho a trabajar y ganar un salario, para llegar a ‘tomar parte en la lucha
por la vida (...) a ser un sujeto social verdadero’ (...) Dentro de las voces masculinas que se
levantaron por los derechos de las mujeres en las primeras décadas del siglo se destacan tres
importantes escritores: Don Tomás Carrasquilla, Luis López de Mesa y Baldomero Sanín
Cano” (Velásquez, p. 185). Es visible el acompañamiento de la lucha femenina por hombres,
por ejemplo de Don Baldomero Sanín, quien luego de vivir un tiempo en Inglaterra, introdujo
un discurso laico en 1927, donde descalificaba la idea de la mujer como objeto del pecado que
aún se avivaba en la sociedad colombiana y propuso que “ La cultura de un pueblo se mide por
la participación que la mujer tenga en los destinos de ese pueblo” (Velásquez, p. 188), así
mismo desde el naciente Partido Socialista Revolucionario y el Partido Liberal se
comprometían a luchar y desarrollar proyectos legislativos a favor de los derechos y las
condiciones de la mujer dentro de la familia y la sociedad. Por otro lado, la prensa e
intelectuales seguían publicando artículos acerca de escritoras nacionales y extranjeras. En
general, fueron sectores progresistas con pensamientos modernizantes los que promovieron las
ideas y luchas incluyentes a favor de la mujer.

Mujer política
Con la llegada del liberalismo al poder en 1930, se proponen una serie de reformas en el
congreso de la República apoyadas por el gobierno con respecto a los derechos civiles de las
mujeres, así las mujeres casadas podrían pedir la separación de bienes sin una causal y generar
una autonomía patrimonial; Una de las pocas mujeres que se comprometieron con el proyecto
fue Ofelia Uribe de Acosta, quien lo difundió en el Congreso Internacional Femenino realizado
en Bogotá, ya que en el senado y la cámara fue sobretodo un “asunto de hombres” como lo
dice la historiadora Magdala Velásquez en su ensayo1. Por otro lado, la profesora María
Himelda Ramírez en una conferencia habla del congreso,

“Lucy Cohen le atribuye al IV Congreso Internacional Femenino, que sesionó en la


ciudad de Bogotá entre el 16 y el 20 de diciembre de 1930, el haber sido una experiencia
organizativa expedita de las colombianas. Bajo la presidencia de Georgina Fletcher, las
delegadas aspiraban a que el gobierno del Presidente Enrique Olaya Herrera, posesionado
ese año luego de la hegemonía conservadora, concretara sus reivindicaciones. El Centro
Femenil de Acción Social asumió gran parte de la organización. Participaron setenta y
dos delegadas que representaban a 14 de los departamentos del país, algunas
organizaciones extranjeras y diversas organizaciones más. Las delegaciones de Boyacá,
Norte de Santander y Antioquia las conformaron entre cuatro y cinco mujeres. También
hubo representación de un grupo de Manizales.” (Ramírez, p. 284).

Acerca de las peticiones que se realizaron en el congreso internacional y de las que pedían
apoyo del legislativo en Colombia y en otras partes de Latinoamérica, la abogada Olga Patricia
Velásquez comenta,

“Durante la celebración del IV Congreso Internacional Femenino, se propusieron varias


iniciativas, entre ellas, la exigencia de certificado prenupcial y la ciudadanía automática
–que no se cristalizaron en propuestas al legislativo–, el proyecto de capitulaciones
matrimoniales y temas relacionados con la educación de la mujer fueron iniciativas
acogidas por las delegadas que después fueron respaldadas por el ejecutivo y llevadas al
legislativo, pero no vieron luz verde para ser incorporadas en la legislación. El proyecto
de capitulaciones matrimoniales y temas relacionados con la educación de la mujer,
fueron puestas en marcha por las delegadas y acogidas en el cuerpo normativo.”
(Velásquez, p. 25).

1
Su título “La República Liberal y la lucha por los derechos civiles y políticos de las mujeres” en el
Tomo I de Las mujeres en la Historia de Colombia.
Además agrega ciertas notas de la prensa de la época como El Tiempo, El Espectador y la
revista Letras y Encajes, que demuestran el apoyo y reconocen la lucha de las mujeres
organizadoras del evento, con la esperanza de lograra un avance dentro de las legislatura
colombiana.

Aunque finalmente la ley fue aprobada, también tuvo grandes detractores desde el sector
conservador, arguyendo a la pérdida de la figura familiar tradicional y de los valores propios
de la iglesia católica. Dos años más tarde, se firmaron la Ley 28 de 1932 y la Ley de la realidad,
que otorgaban libertad a las mujeres para administrar sus bienes y vincularse a las actividades
económicas sin la necesidad de recurrir a sus esposos. No obstante, la sociedad de la época con
unos valores tan conservadores no permitieron su implementación real, sino sería más adelante,
con unos cambios económicos y culturales, que la mujer adquiere una independencia
económica. Mujeres de la clase alta, en su mayoría, que habían viajado al exterior y habían
sido educadas fueron quienes alzaron la voz y se pronunciaron acerca de los derechos políticos
de las mujeres, “Teresa Santamaria (...) planteó: Queremos el voto para fundar colegios donde
las mujeres puedan cursar bachillerato, para establecer colegios universitarios para mujeres en
donde puedan seguir carreras (...)” (Velásquez, p. 202), y otra serie de justas reivindicaciones
sociales de la mujer.2

Dentro de la Reforma Constitucional de 1936 por el gobierno de Alfonso López Pumarejo,


también se plantearon propuestas a favor de los derechos civiles y políticos de las mujeres, con
muchos defensores dentro del parlamento en su mayoría liberal, al igual que el procurador de
la época quien declaró a los colombianos, casados o no, hombres o mujeres como ciudadanos
iguales. Por otro lado, los detractores conservadores argumentaban su negativa con su “credo
patriarcal”, donde la buena mujer es casera, hogareña, pero nunca politiquera u oradora3.
También en la Reforma se consagraba el derecho de elegir y ser elegida para ejercer el empleo
público. Luego de una pausa en las reformas, en el segundo gobierno de López en 1944 se
presentó el proyecto del sufragio femenino en el congreso, que debido a una suspensión en las
sesiones por el intento de golpe de estado, no logró aprobarse aunque más tarde el presidente
firmó el Decreto 2350 de 1944, como una reforma laboral y social que benefició tanto a obreros

2
Ibíd., p. 190-202.
3
Ibíd., p. 207.
hombres y mujeres. “La vinculación de las mujeres a la educación secundaria y a la universidad
fue un hecho importante para que este sector tomara conciencia de sus derechos. En 1944
florecieron variadas formas de organización y expresión de las mujeres, con el objeto de
presionar el reconocimiento de sus derechos políticos.” (Velásquez, p. 212). Varios de estos
movimientos acompañados de revistas y programas radiales que surgieron tanto en Tunja como
en Bogotá, primero la Unión Femenina de Colombia fundada por Rosa María Moreno e Ilda
Carriazo, y más tarde la Revista Agitación Femenina fundada por Ofelia Uribe de Acosta,
también en Radio Boyacá el programa La Hora Femenina, y en Bogotá por Lucila Rubio de
Laverde la Alianza Femenina de Colombia, que se unieron por sus derechos políticos. En 1946,
a través de declaraciones públicas reclamaban el reconocimiento de la ciudadanía de la mujer,
incluyendo todas las formaciones educativas, quienes se habían educado representando a las
mujeres campesinas y obreras que habían tenido la oportunidad.

Al mismo tiempo surgía la organización de mujeres obreras, apoyadas por el Partido Socialista
Democrático y de los movimientos y revistas ya mencionadas. Dieron pie, además, en 1945 a
la Primera Conferencia Nacional de Mujeres en Bogotá, donde asistieron obreras, mujeres de
la clase media y estudiantes de diferentes lugares de Colombia, a parte de la presión que estaban
propagando a través de presentaciones y sustentaciones en las plenarias del Congreso. Según
la autora Magdala Velásquez, la oposición era el habitual partido conservador y algunos pocos
convencidos liberales, con discursos machistas, anticomunistas y antisufragistas, con la excusa
de la defensa de la moral y la familia. En la década de los años treinta el ministro de educación
Germán Arciniegas se había opuesto al ingreso de las mujeres a la universidad y creó
universidades femeninas, donde se educaba en orientación familiar, servicio social y
secretariado, por medio de periódicos como El Tiempo y El Siglo se hacía burla y críticas a las
mujeres que pedían el derecho al voto, las mujeres en definitiva pertenecían a la casa y a la
iglesia. Y en el senado, se argumentaba las diferencias entre los sexos que se convierte contra
natura el otorgar cierto tipo de derechos que pertenecían al macho.

“Lucy Cohen estudió los precedentes y las proyecciones de las reformas liberales de los
años treinta, que avanzaron en la igualdad patrimonial de las mujeres casadas así como
también en la corrección de algunas de las barreras de acceso al derecho a la educación
de las niñas y las jóvenes. Aunque el derecho al sufragio fue asumido por diferentes
actoras sociales como un asunto de debate público, se produjo un estancamiento de la
acción parlamentaria sobre el tema, que se activaría en los años cuarenta. La fuerza
argumental de los sectores que se oponían al derecho al sufragio femenino y, más que
todo, su capacidad disuasiva y, por qué no decirlo, amedrentadora, lograba ser difundida
a través de múltiples medios, entre los que figuraba la prensa.” (Ramírez, p. 384)

Por su parte, los defensores en su mayoría del Partido Socialista Democrático tuvieron que
presentar y argumentar con vehemencia el reconocimiento de la ciudadanía femenina en la cual
creían por convicción, uno de los voceros más importantes fue Diego Montaña Cuéllar, quien
expresaba la importancia del papel de la mujer en la participación económica en el país, siendo
ellas parte significativa, casi igualando el número de productores independientes hombres,
igual resaltaba su función de madre que entregaba a sus hijos para la defensa de la patria y la
injusticia de que no pudieran por lo menos intervenir en la legislación de la infancia. Doña
Ofelia Uribe también reconoció el apoyo y acompañamiento de parte del Partido liberal, del
Partido Comunista y otros pocos conservadores. Finalmente, en 1944 se votó en contra del
sufragio femenino, y en la Reforma Constitucional del siguiente año, se declararon ciudadanos
todos los habitantes del territorio colombiano, con la aclaración del voto reservado a los
varones. Por parte de diferentes sectores y de Agitación Femenina, se presentaron discursos de
indignación y crítica hacía el Statu Quo que permanecería intacto en favor de los hombres, y
hacía el liberalismo que había nacido con ideales por los derechos civiles, pero que al parecer
no consideraban a las mujeres como plenas ciudadanas.4

Mujeres obreras

Uno de los grupos sociales que participaron en las luchas políticas, pero sobretodo en la lucha
laboral fueron las mujeres obreras cuando la industrialización da inicio en Colombia, la
historiadora Rosa Emilia Bermúdez realiza una completa investigación en, Mujeres obreras e
identidades sociales. Cali 1930 - 1960, donde expone las condiciones laborales dentro de la
empresa Croydon, pero que puede servir como una generalización en otras regiones y tipos de
industrias, es interesante, además, la articulación entre trabajo y familia que realiza, tocando
aspectos como la maternidad. Así, desde la primeras décadas del siglo XX, las mujeres
representan un alto porcentaje en el sector industrial, en la ciudad de Cali se desarrollaron las
trilladoras de café y otras industrias de alimentos, donde hasta el 85% de los trabajadores eran

4
Ibíd., p. 224-228.
mujeres y un 10,5% eran menores de edad, en condiciones de sobreexplotación (Bermúdez, p.
22-25). Desde los años veinte se había desarrollado una industria textil pequeña, ya que
funcionaban sobretodo las casas de confección y costura por lo general en casas familiares,
además de experiencias como propietarias de negocios artesanales como sastrerías, modisterías
y sombrererías. Una década después con la entrada de empresas como croydon y otras del
sector cauchero y de confección, el empleo de mujeres en industrias se incrementan, ya que se
apoyan en ésta experiencia independiente; Otro factor que incrementó la población en general,
como la oferta de trabajadores en las ciudades como Cali que se ubican cerca del puerto de
Buenaventura, fueron las migraciones internas, principalmente buscando oportunidades para la
obtención de dinero y ayudar a sus familias en sus pueblos de origen, se presentaron
migraciones principalmente de mujeres jóvenes (menores de 25 años) en condiciones de
orfandad de alguno de los padres o los dos y otras tantas de familias enteras. La autora
Bermúdez, realiza un gran análisis de los criterios y características de las obreras, entre solteras
con hijos, casadas también con hijos y responsables de un hogar, que explica las condiciones
de trabajo y los salarios muy bajos a los que tenían que someterse las mujeres trabajadoras, y
la profesora Ramírez lo condensa de ésta forma

“La industrialización naciente en Medellín, Bogotá y Cali abrió la posibilidad de trabajo


remunerado a las jóvenes migrantes de las áreas rurales, quienes lograron un espacio
diferente a la servidumbre doméstica. Las condiciones de trabajo exigían jornadas
superiores a las ocho horas. Una tendencia del reclutamiento prefería a las jóvenes solteras
y aún a los niños; en cambio, otros empresarios preferían a las mujeres con hijos e hijas,
por la presunción de un desempeño más esmerado por cuanto requerían del trabajo para su
sostenimiento.” (Ramírez, p. 382).

Como se vio en la introducción y contextualización política, la educación para las mujeres era
muy limitada en las primeras décadas del siglo, “(...) pues la educación no se considera
apropiada y prioritaria para ellas; según la sociedad de la época, el papel fundamental de las
mujeres es garantizar la vida armónica de la familia mediante su desempeño como madres y
esposas” (Bermúdez, p. 59) aunque para 1940, se introduce a la educación secundaria y
universitaria, sesgada claro está a las actividades propias del género, costura, artes manuales,
culinaria y oficios del hogar. Así, dentro de los censos y en las industrias se hacía una
diferenciación entre quienes sabían leer o no, en Cali el 94% de las mujeres decía saber leer,
mientras en los hombres era el 96%, parece entonces, que el nivel de escolaridad en la región
era relativamente alta con respecto a otras zonas del país, lo que no interrumpió la presión de
los sectores industriales en el ámbito laboral, debido a la pobreza y a las necesidades básicas
que tenía que cubrir5.

La vida de las mujeres obreras en las fábricas es otro apartado del libro del que se deben
mencionar varios aspectos, empezando por los cambios identitarios y las diferentes relaciones
entre la ciudad, los compañeros y el departamento de producción que son nuevos para la mujer,
y que constituye la adaptación a normas laborales y disciplinares en un espacio además
jerarquizado, entre las normas estaban no faltar ni un sólo día sin causa justificada, ya que
podría ser causal de despido, llegar y salir a la hora exacta, no sentarse, ni charlar con las
compañeras durante las hora de labor y la hora de almuerzo era temporalizada. Las horas de
trabajo que eran de ocho horas, muchas veces se convertían de diez a doce y en otras ocasiones
se abrían turnos nocturnos, significaban cambios en las relaciones y funciones familiares. Estas
leyes fueron, sin embargo, incentivo para incrementar las condiciones productivas y
competitivas positivas para la empresa. La labor, por otra parte, implicaba la manipulación sin
ninguna prevención de diferentes materiales que podían ser químicos, o a diferentes
temperaturas que afectaban directamente la salud de los trabajadores, en su mayoría mujeres
pobres, incapaces de pagar salud privada, “En 1946, la ley establece como procedimiento
obligatorio para las empresas privadas la atención en salud a sus trabajadores (...)” (Bermúdez,
p. 83). La Ley 53 de 1938 durante la República Liberal para la protección a la maternidad debía
ser cumplida tanto por empresas nacionales como extranjeras, no obstante, ésta situación
acarreaba muchas veces despidos y ofensas debido a los “meses perdidos” luego de la licencia
de maternidad y los cambios inevitables en los cuerpos femeninos. Dar a luz, además, se
consideraba muy peligroso debido a la alta tasa de mortalidad materna e infantil por éstas
situaciones, debido a que hasta los años cincuenta se prefería asistir a una partera. Antes, desde
la década de los cuarenta las afiliaciones a salud por parte de las empresas fue de carácter
obligatorio. Como lo anuncia la autora, no fue sino hasta una década después que se inician las
resistencias y acciones femeninas en exigencia de sus derechos laborales y civiles por lo menos
en la empresa ubicada en Cali, Croydon.

Como anteriormente se mencionó el mayor número de trabajadoras eran migrantes de regiones


rurales, que buscaban incrementar sus ingresos, en un inicio se ubicaban en los clásicos barrios

5
Dentro del subtítulo Niveles educativos y saberes acumulados, p. 58-63.
obreros de las ciudades, generalmente en la periferia, algunas otras buscaban nuevas tierras
aledañas para colonizar y habitar, de Cali por ejemplo la autora comenta, “Las empresas (...)
se concentran en una zona periférica de Cali cercana al área residencial de la población que se
caracteriza por ser artesana y en un sentido más general pobre, a su alrededor se establecen una
gran cantidad de migrantes que conforman la población obrera de la ciudad (...)” (Bermúdez,
p. 128). Los barrios se caracterizaban por tener su respectiva iglesia a la que asistían sobre todo
en eventos especiales como bautizos, matrimonios o entierros y también una plaza, que
resultaba uno de los lugares más importantes y concurridos por los obreros, ya que era el lugar
de encuentros, charlas y hasta conmemoraciones a personajes públicos, son también muy
concurridos los teatros o cines, y los escenarios para bailar. Esto demuestra que los salarios
ganados aparte de satisfacer las necesidades familiares, ya fueran de origen o conformadas,
daban lugar a otro tipo de consumo para el ocio y el entretenimiento también con sus familias,
ya fuera con alguna comida o paseo especial, sin dejar también algo para el ahorro que más
tarde utilizarían para la adquisición de una casa o un lote con ayuda de algún préstamo, éste
era uno de los símbolos de progreso en la sociedad de los años treinta y cuarenta al igual que
proporcionar a sus hermano e hijos educación secundaria, ya que cambia y entrega valor a la
posición social para evitar los mismos trabajos a quienes seguían. En su mayoría las obreras se
autodefinen como liberales o afines a ésta ideología, según la autora se debe a la memoria de
sus padres acerca de la Guerra de los Mil Días y a la terrible hegemonía conservadora con la
que inició el siglo XX, por otro lado, ya que eran campesinas y ahora obreras pobres,
encontraban en éste discurso una posibilidad de mejorar sus condiciones de vida. Así aparecen
figuras pertenecientes al Partido Socialista Revolucionario como, Ignacio Torres Giraldo y aún
más cercana la figura política de María Cano6.

Legado: María Cano

Nacida el 12 de agosto de 1887 en la ciudad de Medellín en el seno de una familia de clase


media pero culta y de arraigados ideales liberales, su padre Don Rodolfo Cano fue educador y
lector entre otras cosas de Ernesto Renán, Victor Hugo, Augusto Comte y otra serie de
filósofos. Por su parte, María de los Ángeles, al igual que sus cuatro hermanos mayores se
educaron en los colegios donde su padre ejercía como docente. Religiosamente, la familia
rechazaba las prácticas católicas aunque estudiaban los evangelios y seguías las leyes de jesús

6
Tomado del libro de la historiadora Rosa Emilia Bermúdez, p. 152-163.
autónomamente. La separación de sus padres desintegró el hogar y más tarde sus muertes
tempranas en 1910, obligó a su hermana mayor Carmen Luisa dedicada a la fotografía mantuvo
económicamente la casa. En esa década las influencias de escritoras latinoamericanas llegan al
escritorio de María, interesándose por la poesía erótica y audaz como la de Alfonsina de Storni,
Gabriela Mistral y Delmira Agustini. Animada por Benjamín Tejada, escritor y periodista,
empieza a publicar bajo un seudónimo su trabajo literario, generalmente en prosa, en la
redacción de El Correo Liberal de Medellín, hacía los primeros años de la década de los veinte,
María Cano aún no tenía interés en las luchas sociales, aunque ya aparecían noticias de
diferentes huelgas obreras en la ciudad7.

En 1924, a través de más lecturas y nuevas relaciones se encuentra con estudiantes, obreros
pobres por lo que desarrolla una sensibilidad por los problemas sociales a favor de proletariado,
“(...) fuen en este año de 1924, después de que Luis Tejada publicara su Oración para que no
muera Lenin, cuando María dio su gran paso históricos hacia el campamento revolucionario de
los Trabajadores” (Torres, p. 29). En su libro María Cano, en el amanecer de la clase obrera
Iván Marín Taborda, describe las siete giras de la Flor del Trabajo iniciando en 1925, por la
Federación Obrera de Segovia al norte de Antioquia donde entra en contacto directo con el
lenguaje de los trabajadores e intercede por un líder de los trabajadores en Barrancabermeja,
Raúl Eduardo Mahecha, que había sido preso hacía un año. La segunda gira realizada en 1926,
fue por la zona cafetera del Tolima, desde Honda, Mariquita y luego Ibagué, viajando más tarde
a Girardot, la cuna del socialismo y a Bogotá, donde se instala el III Congreso de la
Confederación Obrera Nacional, CON, del cual era la encargada de organizarlo, en éste se creó
el Partido Socialista Revolucionario (PSR). En diciembre de ese año parte la tercera gira que
llega a Tunja acompañada por Torres Giraldo, Uribe Márquez y Raúl Mahecha, reconocidos
como figuras del socialismo. Comienzos de 1927, se organizaba la cuarta gira por el Río
Magdalena, hacia Barrancabermeja donde se estaba organizando también un huelga en contra
de la Tropical Oil Company, a cargo de Mahecha, uno de los líderes más importantes de la
región. Luego de la visita de María Cano a Barrancabermeja estalló la huelga el 5 de enero y
terminada el 28 de ese mes, a partir de esos acontecimientos, se genera una persecución contra
los líderes tanto de la Confederación como de las huelgas en Barrancabermeja y Girardot. Ya
a mediados de 1927, se prepara la quinta gira, por el occidente de Colombia, en ciudades como
Manizales, Cali y Popayán, en la primera ciudad en medio del discurso de la Flor fueron

7
Tomado del libro de Ignacio Torres Giraldo, p. 15-29.
disparados unos fusiles por soldados como forma de intimidación a la multitud, sin embargo
ésta y los líderes siguieron en pie en la plaza. Su discurso también fue escuchado en
Buenaventura, con un gran recibimiento por parte de los obreros del Ferrocarril del Pacífico ,
el Sindicato de oficios y la Liga Campesina.
En septiembre partieron, sin embargo, a La Dorada donde se realizaría la Convención Nacional
del PSR, que fue interrumpida por la fuerza pública, aunque ésta siguió realizándose desde la
cárcel, a las semana los delegados revolucionarios fueron liberados. Hacia noviembre María
Cano y Torres Giraldo, iniciaron la sexta gira por Santander, visitando varias regiones incluida
Bucaramanga, donde se encontraron con Francisco y Pablo Cote, quienes tenían el diario Vox
Populi, de gran aceptación en la región. Por último, la séptima gira que se encargó de recorrer
la Costa Atlántica, donde procuraron dejar en funcionamiento un periódico y se dieron a la
tarea de reunir a todos los movimientos sociales de la región, la gira fue considerada un éxito,
ésta concluyó a finales de marzo de 1928. Desde entonces, María se dedicó a dirigir el periódico
La Justicia y la seccional de PSR de Medellín8.

El ocaso de una vida como lo llama Torres Giraldo, inicia en 1930, cuando surge un Partido de
los proletarios con ideas marxistas, y en el que María Cano tenía gran esperanza, tuvo grandes
diferencias y problemas con líderes como ella debido a su participación en el Partido Socialista
Revolucionario y aunque trato de recobrar la fuerza con la que se dirigía y encontrar apoyo de
grupos sindicales y sociales no tuvo la suerte de conseguirlo. Torres Giraldo, compañero suyo
se refiere a ella,

“Sé, y esto es definitivo, que María Cano había perdido el fuego de su vitalidad
cuando vio apagarse la luz que transparentaba su sangre y llameaba en su cabeza.
María Cano se sintió vacía. Y en realidad lo estaba. Su frágil figura de mujer que
antes ardía como la zarza bíblica, al soplo huracanado de las multitudes, era ya un
tallo que languidecía en la tiniebla de su propia perplejidad. María decidió regresar
a Medellín. (...) María Cano vivió los últimos años de su vida como una flor
marchita en un vaso de agua hasta que el viento se la llevó, precisamente el 26 de
abril de 1967, a solo pocas cuadras de donde había nacido”. (Torres Giraldo, p.
152,170).

8
Recuento tomado del libro de Iván Marín, p. 43-62.
Bibliografía

Bermúdez, Rosa E., 2007, Mujeres obreras e identidades sociales, Cali, 1930-1960: La
Carreta Editores, Medellín.

Marín Taborda, Iván, 1985, María Cano en el amanecer de la clase obrera: Librería Sindical
de Colombia, Bogotá.

Ramírez Rodríguez, María Himelda, 2010, Las mujeres en la construcción de la Nación


colombiana: Texto preparado para la conferencia dictada el 4 de noviembre de 2010 en el
Auditorio “Alfonso Carvajal Escobar” de la Universidad Nacional de Colombia, Sede
Manizales.

Torres Giraldo, Ignacio, 1980, María Cano: Apostolado revolucionario: Carlos Valencia
Editores, Bogotá.

Velásquez Toro, Magdala, Catalina Reyes Cárdenas, Pablo Rodríguez Jiménez, 1995, Las
Mujeres en la Historia de Colombia, Vol. I Mujeres, Historia y Política, Editorial Norma,
Bogotá.

Velásquez, O. P., 2015, “Compañera y no sierva”, los avatares hacia el sufragio femenino
en Colombia: Ambiente Jurídico N° 18: pp. 11-34.

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