El Gaucho

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GAUCHO.....

no era ese tu nombre

LA PATRIA CIMARRONA
introducción
El advenimiento y subsistencia de ese tipo étnico y social, que después de un prolongado transcurso del tiempo se calificaría
como "gaucho", está lógica e indisolublemente ligado, a la ocupación del territorio por el hombre europeo y,
consecuentemente, al mestizaje iberoamericano, a la cuantiosa propagación del ganado, equino primero y bovino después,
como así también a la mezquina distribución de las tierras realengas y el particular concepto de propiedad, que practicaron los
fundadores y principales vecinos de la colonia rioplatense, sobre aquellos animales montaraces que posteriormente se
multiplicaron espontáneamente en las pampas.

1- difusión del ganado caballar en las pampas


Los primeros cuarenta y ocho caballos y yeguas llegaron a las indias occidentales transportados en el segundo y
tercer viaje de Cristóbal Colón (1493 y 1498) fletándose muchos más en los navíos que en años posteriores
echaron anclas en los puertos caribeños. Como aportes de la corona real en un principio y por iniciativa o riesgo
particular después, dieron lugar a una progresiva y lucrativa actividad de procreo en función de la cual fueron
propagados a todas las posesiones españolas de la tierra firme; desde México se expandieron a las llanuras del
oeste norteamericano, así como otros de sus descendientes llegaron hasta el Perú, Bolivia, Chile y el noroeste
argentino. No es este el caso del Brasil, Paraguay, Uruguay y las pampas argentinas, tierras en las cuales
fueron introducidos directamente desde el viejo mundo.

En mayo de 1534 se firmó en la ciudad de Toledo la capitulación mediante la cual el Rey Carlos V otorga a
Pedro de Mendoza licencia para conquistar y poblar en los términos del río que llamaron de la Plata y por allí
calar y pasar la tierra hasta llegar a la mar del Sur (Océano Pacífico) obligándose a traer de España mil
hombres, armas, vituallas y cien caballos, entre machos enteros y yeguas.
Desconociéndose el número exacto de equinos embarcados en virtud de esas negociaciones, como así también
la cantidad que a título personal transportaron algunos de los caballeros que integraban esa nutrida expedición
y/o las menguas sobrevenidas durante la navegación, debe recurrirse al más antiguo antecedente, que es la
crónica de Schmidl, recordando que en Canarias, en razón de convenios celebrados por Mendoza con
importantes señores del lugar, "levantaron en las islas tres compañías de soldados, fletaron tres embarcaciones
y se proveyeron de armas, municiones y caballos".[1]
“Allí levantamos una ciudad que se llamó Bonas Ayers. También traíamos de España, en los 14 navíos, 72 caballos y yeguas...
a esto la gente no tenía qué comer, se moría de hambre, y la miseria era grande; por fin llegó a tal grado que ya ni los
caballos servían, ni alcanzaban a prestar servicio alguno.” [2]
Con sobrados motivos, mucho se ha conjeturado y aún se conjetura, sobre la cantidad de yeguarizos
que lograron arribar a aquel primitivo asentamiento a orillas del Paraná Guazú, a las confusiones comprobadas
de Schmidl, en algunos pasajes del relato, deben sumarse las deficiencias atribuibles a traductores y copistas,
pero también surgen de sus anotaciones de viaje “multitud de hechos, nombres, fechas y cantidades que cita
en ellas, cuya exactitud el tiempo ha confirmado”[3] y que, por lo tanto, no autorizan a prejuzgar
desfavorablemente sobre la veracidad de sus datos e informaciones.
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La carabela "Santiago", del capitán Cristóbal Frias Marañón, salió muy rezagada con respecto al resto de la
flota, tras muchas peripecias cambió de ruta para recalar finalmente en la isla Santo Domingo, atribuyéndose a
una notoria imprevisión en la cantidad de agua almacenada “que de sed se murio en dicho navio nueve ombres
e una muger e once bestyas cavallares”[4], bajas equinas a las que debe sumarse una cantidad similar que se
transportaba en una de las naves de menor calado que se fue a pique, a raíz de un recio temporal, en las
costas del Brasil, con las cuales se completaría una cantidad de cuadrúpedos aproximada a la estipulada por
Mendoza.

En tal sentido y en cuanto a este punto se refiere, también debe citarse una real cédula fechada en Guadalajara
el 30 de mayo de 1547, extraño documento por el cual se otorga a Juan de Salazar de Espinosa un nuevo
escudo de armas y otras menciones honoríficas, además del blasón que ya ostentaba por su linaje familiar,
minuta en la que se hace referencia a un desconocido acto de intrepidez cuando " llevando ciertos indios
guaranis hasta ochenta caballos y yeguas de los cristianos españoles que en dicha provincia había, y habiendo
quemado los dichos indios el pueblo de Buenos Aires, salistes a los dichos indios a caballo solo y peleastes con
ellos y le quitastes la cabalgada que llevaban, como todo ello dixiste constaba y parecía por una información de
que ante Nos. en el Nuestro Consejo de las Indias hicistes presentacion e nos suplicastes que en remuneracion
de los dichos vuestros servicios y porque de vos y dellos quedase perpetua memoria ..." [5]
Si bien estos episodios, de los cuales el propio Salazar “hizo presentación”, no son mencionados en crónica
alguna, lo que aquí interesa destacar, es que la caballada aludida prácticamente coincide con la cantidad que
apuntaría Schmidl, en Baviera, veinte años después, al componer su célebre relación.

Por supuesto, se ignora la suerte corrida por aquellos yeguarizos de la primigenia Buenos Aires. Se desconoce
puntualmente si Juan de Ayolas en 1536, Salazar de Espinosa en 1537, o en alguno de los viajes posteriores se
llevaron caballos en los bergantines o bateles que trabajosamente remontaban los ríos Paraná y Paraguay, lo
cierto es que la documentación existente no hace ninguna alusión a ellos en la entonces recientemente fundada
ciudad de Asunción de la primera mitad del siglo XVI y la razón para descartar sus servicios puede haber sido la
necesidad de navegar contra la corriente, a veces con vientos desfavorables, cuando la reducida capacidad de
lastre o arqueo facilitaba la tarea de eludir los bancos de arena, utilizar los remos o bordear a la sirga.
Tanto es así, que cuando en abril de 1541 llega a la isla de Santa Catarina (Brasil) un bergantín con nueve
españoles desertores del real de Buenos Aires, por los malos tratamientos que allí recibían, ellos suministran a
Álvar Nuñez Cabeza de Vaca, entre otras informaciones relacionadas con la marcha de la conquista en el Río de
la Plata, la noticia que "hera imposible suvir cavallos por el rrio arriba"[6], razón por la cual éste decide
marchar por tierra siguiendo las riberas del Itabuçú.

Por este dato se puede inferir, además, que no siendo el objetivo de aquella gente costerar por tierra el Paraná,
por desconocimiento del terreno y la beligerancia indiana, ni irrumpir en la inhóspita llanura, los pocos o
muchos yeguarizos existentes no prestaron mayor utilidad a sus hidalgos caballeros, como dijo Schmidl,
quedando por tanto librados a su suerte, si no es que, con anterioridad y espontáneamente, estos hubieron de
remontar los cursos de agua internándose en el ruderal para saciar sus apremiantes necesidades de pastizales,
abrevaderos y libertad.

Recién tres o cuatro años después de la “fundación” de Santiago del Estero en el Nuevo Maestrazgo de Santiago
(no fue más que el traslado de la ranchería del Barco, población establecida por Juan Nuñez de Prado en 1552,
a media legua de distancia, en julio de 1553, por orden de Francisco de Aguirre, “la primera lanza de Chile”) y
merced a los esfuerzos del capitán Hernán Mejía de Miraval y otros caballeros que lo secundaron en la travesía,
como al socorro aportado desde aquel territorio trasandino por el capitán Juan Pérez de Zurita al hacerse cargo
del gobierno de esa provincia del Tucumán, se dispuso en el lugar de una importante cantidad de ganado
mayor y menor, siendo posteriormente sus vecinos, potreros y sementeras, las dehesas que abastecieron
comúnmente a las futuras localizaciones efectuadas en territorio argentino, pero descontándose, por razones
cronológicas y geográficas, que éste haya sido el origen biológico de las caballadas montaraces de las pampas.

Como también se ha supuesto que hayan sido aborígenes de Chile los que arrearon yeguarizos desde los valles
intermontanos hasta la planicie herbácea, cabe analizar brevemente los orígenes de la evolución equina en el
país limítrofe.

https://www.youtube.com/watch?v=ON20gUzbxy8
Al mismo tiempo que se despoblaba Buenos Aires, Pedro de Valdivia había fundado en febrero de 1541
la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo, “procuré de me dar buena maña, y busqué prestado entre
mercaderes y con lo que yo tenía y con amigos que me favorecieron, hice hasta ciento y cincuenta hombres de
pie y caballo, con que vine a esta tierra; pasando en el camino todo grandes trabajos de hambres, guerras con
indios, y otras malas venturas que en estas partes ha habido hasta el día de hoy en abundancia.”
La carencia de voluntarios, pertrechos y cabalgaduras fue una constante en la conquista de esta parte
de América y por ello reiteradamente Valdivia despacha algún emisario al Perú para “ que me compre caballos
para dar a los que han muerto en la guerra como muy buenos soldados, hasta que tengan de qué los comprar,
porque no es justo anden a pie, pues son buenos hombres de caballo y la tierra ha menester; y algunas yeguas
para que con otras cincuenta que aquí hay al presente, no tenga de aquí adelante necesidad de enviar a traer
caballos de otras partes...”[7]

No obstante algunos refuerzos, la situación se mantiene por años: “Como esperaba de cada día socorro, mi
cuidado e diligencia era en hacer sembrar maíz e trigo en sus tiempos, y en sacar el oro que con la poca
posibilidad que había se podía, para enviar siempre por gente, caballos y armas, que esto es de lo que acá
tenemos nescesidad, porque lo demás que venimos a buscar, como gente no falte, ello sobrará, con el ayuda
de Dios”, es por ello que Valdivia al explicar las bondades de la tierra insiste en su abultada pretensión: “ muy
sana, fertilísima e apacible, de muy lindo temple, riquísima de minas de oro, que en ninguna parte se ha dado
cata que no se saque, abundante de gente, ganado e mantenimiento, gran noticia muy cerca de cantidad de
oro sobre la tierra, y en ella no hay otra falta sino es de españoles y caballos.”[8]
El teniente Francisco de Villagra, que había sido comisionado por Valdivia para le “trujese algún socorro
de gente e caballos”, razón por la que había reclutado soldados y comprado provisiones, armas, herrajes y
cabalgaduras en el Alto Perú (actual Bolivia) fue el primero que recorrió, en 1551, gran parte de la región “de
las provincias de Cuyo, que es en las espaldas de los reinos de Chile”, donde por encontrar cerrados los pasos
cordilleranos hubo de acampar durante el invierno para tramontar los Andes en el mes de octubre por el paso
deUchpallaqta (Uspallata: pueblo de las cenizas, en quechua) seguido de doscientos hombres y cuatrocientos
caballos y yeguas.

Sin embargo, pese a las matanzas que les causaban los mapuches, comienza a conformarse durante la primera
década una remonta estimada en cinco centenares de animales, por lo que aquel da cuenta que paulatinamente
ha “remediádose muchos de potros, que ya hay en la tierra y yeguas”, con los que se intentarán nuevas
conquistas, poblamientos o entradas en tierras de Arauco, en las regiones de Cuyo y del Neuquén. [9]
Se hecha de ver que el ganado caballar, imprescindible para el transporte, el trabajo y la guerra, no
sobreabundaba en aquellos parajes como para permitirse, indios o cristianos, un uso discrecional o el traslado
fuera del área donde resultaba indispensable.
En cuanto a los beligerantes “araucanos”, estos recién incorporarían el caballo a sus temibles partidas
en la última parte del siglo XVI, es decir, paralelamente al repoblamiento de Buenos Aires por la gente de
Garay, aunque ya en 1556 se lo había visto a Lautaro cruzar el Biobío montando un brioso potro y a Caupolicán
presentarse a la vista del enemigo, durante 1557, en un soberbio animal de pelaje blanco, aderezados ambos
con prendas y despojos españoles de anteriores encuentros.

Con motivo de una escaramuza sostenida en Millapoa en 1584 un cronista diría que “en viendo coyuntura salió
un escuadrón de indios de a pie y otro de a caballo; que ya en estos tiempos hay muchos indios de guerra que
manejan tan bien un caballo, y saben entrar y salir con él en cualquier oportunidad, como un caballero
jerezano", mencionándose entre los más intrépidos de ese tiempo al bravo Cadiguala, que cayera en los
campos de Puren en 1586 al frente de “trescientos de a caballo y eran los de a pie en grande suma.”[10]

Ocurre que con las relaciones interétnicas, pacíficas u hostiles, comienza un irreversible proceso aculturativo, el
nativo, comienza a introducir en su mundo elementos materiales (caballos, armas, arneses, ganado mayor y
menor, granos, semillas, ropajes) pero también adquiere vocablos, ideas y tácticas de guerra del invasor.

Por lo expuesto, no queda otra opción que aceptar la teoría tradicional sobre el origen de los yeguarizos
que se multiplicaron en las pampas durante la segunda mitad del siglo XVI.

[1] - Noticias de la Historia General de las Islas Canarias por Joseph de Viera y Clavijo - Madrid – 1752 – Eduardo
Madero: Historia del Puerto de Buenos Aires – Ed. La Nación – Bs.As. – 1902
[2] - Ulrich Schmidl: Viaje al Río de la Plata (1567) – Prólogo, traducción y notas de Sanuel Lafone Quevedo – Ed. Cabaut y Cía. – Bs. As. –
1903 – Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
[3] - Samuel Lafone Quevedo - Prólogo de Viaje al Río de la Plata de Ulrich Schmidl - Ed. Cabaut y Cía. – Bs. As. –
1903 – Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
[4] - Juan Angel del Bono: Peripecias y enfermedades en la conquista de América – Ed. Plus Ultra – Bs. As. - 1993
[5] - Enrique de Gandía: Historia de la Conquista del Río de la Plata y del Paraguay – Ed. García Santos – Bs. As. –
1932
[6] - Enrique de Gandía : obra citada
[7] - Carta de Valdivia al Rey Carlos V : La Serena - 4 de septiembre de 1545 – Biblioteca Virtual Cervantes
[8] - La mencionada abundancia de gente y ganados hace referencia a la población y animales nativos de la tierra americana. Carta de
Valdivia al Rey Carlos V : Concepción - 15 de octubre de 1550 – Biblioteca Virtual Cervantes
[9] - Carta de Valdivia al Rey Carlos V : Concepción - 25 de septiembre de 1551 – Biblioteca Virtual Cervantes
[10] - Crónica del Reino de Chile (~1594) : Escrita por el Capitán Pedro Mariño de Lobera - Reducida a nuevo método y estilo por el Padre
Bartolomé de Escobar de la Compañía de Jesús - Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
http://www.mbmsystems.ru/
Fray Juan de Rivadeneyra, autor de una sucinta relación fechada en 1581, importante por los conocimientos
que aporta sobre la parte por entonces recorrida de nuestro territorio, asevera al respecto que “ hay grandísima
suma de caballos que se quedaron allí desde el tiempo de don Pedro de Mendoza ... cuarenta y cuatro caballos
y yeguas que han multiplicado, cosa extraña, y en este tiempo no los han visto los españoles, más de la fama
que dan los indios que dicen que cubren las llanadas que es cosa de admiración.”
No explica el mencionado fraile la fuente de la cual obtuvo este dato incierto que expone en forma tan precisa y
concluyente, avalado solamente por el criterio de los eruditos que en general juzgan su relación como “notable
por su información y conocimiento de la tierra”, aunque siempre se ha sospechado de su dudosa exactitud en
este punto.[11]

Pocos años después, en octubre de 1585, el tesorero Hernando de Montalvo expresaría en una carta que
quedaron en Buenos Aires, cuando la desampararon Domingo de Irala y Antón Cabrera, “ ciertas yeguas y
caballos de la casta de cordoba y xerez de la frontera de las cuales an multiplicado cantidad de mas de ochenta
mil cabezas que cubre los campos de caballos y yeguas y potros de cincuenta Años a esta
parte ......” [12], cuantía que resultaría aceptable sólo a partir de un plantel inicial bastante superior al aludido
por Ruy Díaz de Guzmán en 1612, cuando dice con evidente vaguedad que “parece que dejaron en aquella
tierra cinco yeguas y siete caballos; de los cuales el día de hoy han venido a tanto multiplico, en menos de 70
años, que no se puede numerar; porque son tantos los caballos e yeguas, que parecen grandes montañas, y
tienen ocupado desde el Cabo Blanco hasta el Fuerte de Gaboto, que son más de 80 leguas y llegan hasta la
Cordillera.”[13]

Detengámonos en este punto, como proponen Brailovsky y Foguelman, para plantearnos las razones que
posibilitaron la cuantiosa proliferación y propagación de los primeros caballos que, abandonados y/o alejados,
se multiplicaron generosamente en la obstinada indocilidad de las pampas.
Es de imaginar que una cantidad mayor de ejemplares que la declarada en esta antigua crónica se haya alzado
durante las peripecias que sufrió aquel rudimentario poblado de Buenos Aires en sus cinco años de existencia,
pues como dicen los autores aludidos, “un principio ecológico bastante comprobado es que hace falta una cierta
dimensión mínima para que una población animal subsista en estado salvaje”. Su extinción es casi segura si el
número de ejemplares es reducido, depende de las características atávicas de cada especie, de los accidentes a
que están expuestos, de sus enfermedades genéticas, agravadas por cruzamientos consanguíneos y una serie
de factores concurrentes, como la hostilidad del hábitat, la presencia de otras especies que compitan por el
mismo espacio y las mismas nutrientes, la existencia de depredadores, etc. [14]

Lo cierto es que se formaron yeguadas dispersas tierra adentro, que Garay encontró cuarenta años después
(1581) en su expedición al sur del Salado, “...avise á V.A. como avia sabido que avia cierta cantidad de ganado
caballuno cerca del asiento de buenos ayres procedidos de unas yeguas que quedaron allí en el tiempo de don
Pedro quando esto escrivi no las aviamos visto y en effecto hay un buen golpe de ellas.” [15]
En lo que se refiere al ganado vacuno, ha quedado fehacientemente comprobada parte de la información
suministrada por Ruy Díaz de Guzmán sobre la primera introducción de bovinos en el puerto y pueblo de la
Asunción, Gobernación del Río de la Plata, en octubre de 1555, cuando llegaron desde las costas del Brasil Juan
de Salazar de Espinosa y Ruy Díaz Melgarejo, también arribaron varias mujeres y “doncellas para poblar”, como
asimismo una docena de castellanos, seis portugueses decididos a establecerse en el Paraguay y una cantidad
no determinada de nativos de armas y vacunos.

En diciembre de 1568 (en representación del recientemente nombrado gobernador provisional del Paraguay y
Río de la Plata, Juan Ortíz de Zárate) entra en Asunción su teniente de gobernador, el contador Felipe de
Cáceres, procedente de Lima y Santa Cruz de la Sierra, conduciendo una importante cantidad de ganado
vacuno, yeguarizo y ovino, columna en la que el capitán Juan de Garay ejercía el mando de la gente armada.
No debe olvidarse que Garay, para sustentar el poblamiento de Santa Fe (1573) y Buenos Aires (1580)
introdujo cientos de esos vacunos y millares de tales yeguarizos, extraídos del Paraguay, para formar los
primeros rodeos desbravados de ambas ciudades, como así también que posteriores inserciones incrementarían
dichas existencias.

La falta de los cuidados imprescindibles, por ausencia o indolencia de los nuevos hacendados y la carencia de
indios de servicio en cantidad suficiente, facilitaron que las yeguadas y vacadas invadieran campos y
sementeras. Su alejamiento, ordenado por el Cabildo para evitar esos continuos daños, hizo posible que se
alzaran en busca de las mejores pasturas y aguadas, especialmente en épocas de sequía, internándose hacía
los lugares más apartados, donde se procrearon sin limitaciones durante un sinnúmero de generaciones.

Es oportuno aclarar que la instalación de los primeros alambrados, en la segunda mitad del siglo
XIX, no tuvo por objeto demarcar los campos ni separar los potreros, su función se reducía a
proteger con su cercado las huertas, algunas pequeñas arboledas o montes frutales y a erigir
corrales más funcionales para encerrar los animales.

Un estanciero de Chascomús, Richard Black Newton fue, en 1845, el primero en utilizar el cerco de
alambre, material por entonces de aproximadamente un centímetro de diámetro, pero sólo con la
finalidad mencionada, recién treinta años después se advierte de manera terminante su adelanto
técnico e importación masiva. [16]

El mismo impulso expansivo exteriorizarían los ganados introducidos en todas las ciudades recientemente
fundadas, así, en 1616 - según dato aportado por Coni - Hernandarias dice haber despachado desde Santa Fe
“yndios y españoles a un paraje cuarenta leguas de alli donde descubrieron gran suma de ganados
cimarrones...” y en 1628 fray Vázquez de Espinosa, refiriéndose a los campos del sur y este de Córdoba,
manifestaba que “por todas aquellas llanuras y pampas hay muchos caballos y yeguas cimarronas”[17],
mientras que otro antiguo documento, también extractado por Coni [18], da cuenta de un gran alzamiento
producido en las estancias de Buenos Aires en 1652, cuando “... murio toda la gente de servicio esclavos y no
habia indios a no ser pampas incapaces de domesticar y se alzo toda la hacienda yendo a dar hasta el
Carcarañá por el Norte y el Saladillo por el Sud “, nombre que también se daba por ese entonces al río Salado
de Buenos Aires, propensión que durante centurias mantuvieron las toradas y caballadas dispersas, que así se
entreveraron, siguiendo el rumbo de las cañadas, vadeando ríos y rebasando arroyos, tanto, que esa impronta
es recogida también por la poesía gauchesca de finales del siglo XIX :

"trató de trair el ganado


que pudieran recogerle
de la costa del Salado,
donde dejuramente
debería andar alzado
pues a no cair al rodeo
ya se habría acostumbrado" [19]

[11] - Descripción de la Gobernación del Río de la Plata, por Fray Juan de Rivadeneyra, según la relación y aviso de los oficiales reales de
aquella provincia. (1581) Citas y transcripciones de Francisco de Aparicio – Suma de Geografía – Ed. Peuser – Bs. As. – 1958 y Héctor
Adolfo Cordero: El primitivo Buenos Aires – Ed. Plus Ultra – Bs. As. – 1986
[12] - Fernando O. Assunção: Historia del Gaucho - Ed. Claridad - Bs.As. - 1999
[13] - Ruy Díaz de Guzmán: La Argentina (1612) - Ed. Emecé - Bs.As. - 1998
[14] - Antonio Elio Brailovsky y Dina Foguelman: Memoria Verde - Ed. Sudamericana - Bs.As. - 1997
[15] - Juan de Garay: Carta al Rey del 20/abril/1582 en Historia de la Ciudad y Provincia de Santa Fe - Manuel
Cervera - Ed. La Unión - Sta.Fe - 1907
[16] - Horacio C.E. Giberti – Roberto O. Fraboschi : La Argentina : Suma de Geografía – Ed. Peuser – Bs.As. – 1959
[17] - Vicente Sierra: Historia de la Argentina - Ed. Científica Argentina - Bs.As. - 1970
[18] - Emilio A. Coni: El Gaucho – Ed. Solar / Hachette – Bs.As. – 1969
[19] - Hilario Ascasubi: Santos Vega o Los mellizos de la Flor (1872) - Ed. Vaccaro - Bs.As. - 1919

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En sentido estricto llamábase “alzados” a los animales, relativamente mansos, criados en un hábitat agreste,
que escapaban del dominio de sus dueños y “cimarrones”, a los ariscos descendientes de aquellos, nacidos en
bravía libertad. Muchas especulaciones se han hecho sobre el término “cimarrón”, voz de base española pero
originada en centroamérica y que impuesta por el uso popular se generaliza en todos los niveles de la población
con la genérica acepción de “animal doméstico que huye al campo y se hace montaraz” .[20]
Parece ser que los cerdos fueron los primeros animales que en las Antillas se hicieron cerriles, “... que como no
se críen con grano, sino con raices muy suaves y frutas delicadas, como son ovos y cimas, la carne dellos es
muy sana, y más delicada y sabrosa...”, dice el padre Las Casas, por lo que parece evidente la formación de
ese vocablo a partir de “cima”, con el sentido de “tallo del cardo y otras verduras”, significado que
etimológicamente deriva del latín “cyma”, renuevos o brotes de las plantas, que los animales ramoneaban para
mantener su vida silvestre, es decir, no dependiente de las raciones de sus amos. [21]
Por extensión, del cerdo comedor de cimas, se aplicó también a los otros animales (potros cimarrones, perros
cimarrones) plantas (apio cimarrón, verdolaga cimarrona) y aún al ser humano que se retiraba a la rusticidad
de la vida campestre o se echaba al monte, para indicar que se criaban o crecían espontáneamente, sin
ningún cuidado ni refinamiento, donde se adaptaban las características propias de cada especie a las
condiciones naturales del medio.

Las caballadas cimarronas formaban hatos de cientos, miles de ejemplares que – según dice un puntual
observador como fue Félix de Azara - embestían al galope a los yeguarizos mansos, no integrando un frente de
batalla sino largas e ininterrumpidas columnas que, pasando entre aquellos, los alborotaban con sus relinchos y
los incorporaban sin dificultad a su tropel.
Al respecto, Azara escribe: “Entre las muchas cimarronadas que me han pasado por delante no he visto otro
color sino el castaño, que en algunos baxa á zaino y en otros se acerca á alazán: y quando se ve un bayo, pio,
tordillo o de otra tinta, ya se sabe que fue domado y que se escapó.”[22]
Pareciera ser que en las pampas, durante una selección de tres siglos y al margen de los cambios evolutivos
que también en el pelaje de los animales provoca la mano del hombre, la naturaleza propendió a uniformar
genéticamente la capa de las manadas salvajes, retomando las formas de un común y ancestral antecesor
desarrollado durante millones de años en lejanos paisajes de estepas graminosas y climas áridos, homocromía
tendiente a favorecer su encubrimiento con los colores de las arenas y pajonales del medio ambiente para
eludir la acción de sus enemigos naturales.
Es un concepto generalizado en la Argentina, dice Solanet, que el pelo característico de la raza criolla lo
constituye el gateado capa distintiva producto de la selección natural y de la mimética evolución de una típica
manta de los ejemplares traídos a América, término de vieja cepa española utilizado para referirse el bayo
leonado oscuro con raya de mula negruzca en el filo del lomo, desde la cruz hasta la cola, en este caso de dos
dedos de ancho y de otras cebraduras o líneas transversales en los miembros, ejemplar que para su mayor
perfección debe exponer “las cerdas de la crin y cola, la parte distal de los remos y la punta de las orejas (hasta
un tercio de su longitud) de color oscuro”, particularidad de las orejas similar a las del puma. [23]

"Era un gateado tiznao
de ancha raya sobre el lomo,

Caballos criollos Las Emilias-San José


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de esos que elijo y domo
con los cuartos atigraos.
Pelos que ya están mermaos
  por ser de criollas manadas,
 que con clines encrespadas
vagaban en campo abierto
    por el disco del desierto
de la pampa desolada."  [24]

En la patagonia austral, en inmediaciones de la cordillera y el río Santa Cruz, encuentra Francisco P. Moreno,
durante su viaje de 1877, los últimos exponentes de las antiguas yeguadas “que en siglos pasados vagaban
salvajes en las pampas de Buenos Aires, viven en estas regiones desde los tiempos que los indios recuerdan.
Generalmente son de colores unidos; predominan los oscuros, zainos y colorados ...” [25]

Foto: Mónica Stark


caballosypastoreo.galeon.com

“Pelo gateado, pelaje
de paja brava reseca;
color de pampa salvaje
que no ha sufrido el ultraje
del barbijo de la reja. 
Por su pelo, en la jornada 
libertadora, con tino 
lo ensilló la paisanada, 
porque era monta esfumada
entre el polvo del camino ...” [26]
Alfredo Ebelot reproduce las observaciones del francés Edouard Losson que como antecedente inmediato
considera al caballo berberisco o bereber (del árabebarbar, bárbaro o natural de Berbería) que es el único que
tiene cinco vértebras lumbares, igual que el cimarrón y la mula del Poytou, con la que comparten, además,
análoga conformación del torso, como así la fuerza, resistencia y sobriedad que le son propias, no
descartándose un posible y ancestral antepasado común, en tanto que los caballos árabes, persas y tártaros
tienen seis vértebras lumbares, peculiaridades que los invalidan como antecesores propincuos de nuestras
indómitas bagualadas.

El predecesor del caballo pampa - dice Daireaux - es el caballo de Berbería, originario de los países del África
mediterránea, Marruecos, Argelia, Túnez y Libia, situados en la región también llamada del Magreb, oeste en
árabe (por un error muy extendido se confunde con el caballo asiático que los árabes llevaron a aquellos
territorios en sus migraciones) siendo introducidos posteriormente en Andalucía durante los siete siglos de
dominación musulmana y por cuyo cruzamiento resultó mejorada la caballería ibérica que se arraigó en las
pampas tras el descubrimiento de América; “la vida de la pampa ha dado a la raza y ha transmitido por la
herencia durante tres siglos, cualidades de resistencia, de sobriedad y de temperamento, que no se encuentran
en ninguna otra parte... vive de lo que encuentra; va sin resistirse, donde el que lo monta tiene necesidad de ir
y al aire que se le exige; es pequeño, pero robusto y puede marchar mucho y muy de prisa con el peso de un
hombre. En una palabra es un caballo de guerra, un caballo de campo.” [27]
Mediante providencias de fechas 17 y 24 de octubre de 1580, según consta en las actas levantadas al efecto,
Juan de Garay reparte a los nuevos pobladores un solar (cuarto de manzana) en la planta urbana y una
"quadra" (manzana) fuera de la ciudad, para granjas o huertas, luego una fracción de tierra (chácara) para los
cultivos indispensables y por último, parcelas más extensas o suertes de estancia, para cría de ganado.
El vocablo chacra o “chácara”, como las denominaban en ese entonces, proviene del quechua o runa-simi,
chakra que significa "campo de cultivo, sementera". Del antiguo Perú la trajeron los conquistadores hispanos
como sinónimo de finca rural destinada exclusivamente, en un principio, a la agricultura.

Suertes de "chácaras" en el actual Partido de San Isidro


http://www.estrucplan.com.ar/NotaColor/SanIsidro/Historia.asp
Con respecto a las medidas asignadas a las suertes de estancia (media legua de frente a un río por legua y
media de fondo) alrededor de 2.000 ha, poco más o menos, según el tipo de legua española que se utilizara en
aquel tiempo, concuerdan distintos autores - entre ellos Giberti - en que la extensión de esos lotes no resultaba
excesiva, más aún, hasta podrían considerarse insuficientes, habida cuenta que sin alambrados, adecuadas
pasturas, aguadas permanentes ni control veterinario, en el mejor de los casos, puede suponerse una
receptividad de 1.000 vacunos (es decir media cabeza por hectárea, la mitad de lo que actualmente se
considera como promedio normal) plantel que produciría no más de 100 cueros por año.

El origen del latifundio colonial se deberá a los gobernadores españoles posteriores (y en mayor medida
durante los gobiernos independientes del siglo XIX) que en algunos casos particulares efectuaron dadivosas
mercedes de tierras, favoreciendo la concentración en pocas manos de gran cantidad de “suertes” y no por el
tamaño de cada una de éstas, como también las fueron superando, con el correr de los años, los ganaderos
más afortunados, activos o aprovechados, que las adquirían por transmisión hereditaria, compraventa, alianza
matrimonial, apropiación de hecho, etc., proceso de acumulación que se desarrollará en forma paralela al
incremento de los ganados y la valorización de los cueros.

Además de los beneficios derivados de la tenencia de los indios repartidos y del dominio de solares, cuadras,
suertes de chacras y estancias, también les fue concedida por Garay a los primeros pobladores, el libre
usufructo de los potros silvestres, descendientes, como la mayoría de ellos, de los que arribaran con Mendoza
en 1536.

La rentable explotación pastoril de entonces contaba con una constante económicamente favorable: la escasa
demanda de mano de obra.

Un limitado aprovechamiento de la potencial riqueza del suelo agrícola, sea por carencia de mercados, medios
de transporte e incentivos a la producción, sea como consecuencia del régimen de tenencia de la tierra, sumado
también al exiguo desarrollo de las actividades artesanales e industriales y al escaso o nulo adelanto en materia
de instrucción pública, determinaron, con el paso del tiempo, la formación de una población marginal, rural o
suburbana, nada dispuesta a soportar pacíficamente las paupérrimas condiciones de vida transmitidas
generacionalmente.

2 - difusión del ganado vacuno


en las pampas

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El bovino cimarrón, de carnes magras, patas largas y prominentes “guampas”, poco difería del que llamaban
manso o de rodeo, aunque anota que este estaba siempre más gordo que aquel y que el ganado montaraz
tenía el “cuero algo mas grueso, el pelo del cerviguillo poco mas largo y crespo, y en el color, que es siempre
osco ó roxizo pardo en las partes superiores y negrizco en todo lo demas : bien que domina mas ó menos un
color sobre otro, de modo que lo roxizo en algunos ocupa solo el espinazo, y se extiende en otros hasta las
faldas; y algunos tienen la barriga blanca.”[28]
“Desígnase como criolla la raza formada por la acción del medio sobre los vacunos traídos de España al efectuar la
colonización americana.....

Descendientes de animales poco refinados y productos de una selección natural no dirigida por el hombre, los vacunos
criollos se distinguen lógicamente por su adaptación al medio y resistencia a los factores adversos, pero dejan mucho que
desear como animales de carne. Son de crecimiento tardío, gran desarrollo óseo, patas largas, cuernos poderosos, piel dura y
carne enjuta, todo lo cual se traduce en bajísima aptitud carnicera, como ya viéramos. Producen apenas tres a cinco litros
de leche diarios durante cuatro o cinco meses... Los cueros frescos pesan entre 30 y 50 kilos por su gran espesor y dureza, lo
cual los torna muy aptos para fabricación de suelas. Estos vacunos proporcionan buenos bueyes dada la rusticidad y vigor
propios de la raza.”[29]
Con su verde mar de gramíneas cespitosas, erectas o rastreras, que desde unos pocos centímetros elevaban
sus panojas de espiguillas hasta varios metros de altura, algunas especies ofrecían sus hojas tiernas, verdosas
y palatables, apetecibles forrajeras naturales que el ganado seleccionaría con fruición por entre las asociaciones
de “pastos fuertes” que conformaban altos pajonales y malezales de diversos tipos, las pampas fueron el vasto
y acogedor marco que espontáneamente brindara, en sus aproximadamente cincuenta millones de hectáreas,
una miríada de lagunas transitorias o permanentes, ríos, arroyos, cañadas y pastizales en salobre variedad.

“Los pastos o los vegetales de esta vasta extensión de país - dice Azara, refiriéndose a la región
chacopampeana - no podrían ser suficientes para el alimento de los animales sin la ayuda de la sa l ” que,
cuando naturalmente no la poseen, estos suplen con la que encuentran en las aguas, “no hay arroyo, ni lago, ni
pozo que no sea salobre en verano o cuando las lluvias son raras, porque la lluvia disminuye necesariamente su
salsedumbre”, mientras que “en las llanuras de Montevideo y de Maldonado los ganados buscan y comen con
avidez los huesos secos, que a medida que avanzan hacia el Norte comen una tierra llamada Barrero, que es
una arcilla salada que se encuentra en los barrancos...” [30]
En el mismo sentido se expresa d’Orbigny. “Otro objeto importante para la prosperidad del ganado es la sal,
que abunda en toda la provincia de Buenos Aires pero falta en Corrientes. Por consiguiente, los pocos lugares
en que existen salitrales tienen gran ventaja sobre los que no los tienen. Allí se produce una carne mucho más
sabrosa y los animales engordan con mayor facilidad... En las provincias de Corrientes y Entre Ríos, donde
generalmente el terreno no es salado, se ve que los animales buscan tales lugares, denominados barreros, con
un instinto peculiar, ya al borde de una barranca, ya inclusive en medio del bosque, adonde acuden sin cesar
para lamer ávidamente las eflorescencias salinas.” [31]

Venado de las pampas


Fundación Vida Silvestre - Argentina
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En tiempos prehistóricos habían desaparecido los grandes mamíferos herbívoros como el megaterio, el
toxodonte o el gliptodonte que pastaban en la llanura y que podrían haber disputado su manutención a las
nuevas especies introducidas en las prístinas dehesas; siendo ostensible que ni el ñandú, ni la vizcacha, a pesar
de su amplia difusión, fueron competidores eficientes, así tampoco el guanaco ni el venado de las pampas,
siendo estos últimos los herbívoros más abundantes de las praderas, se comportaron como antagonistas
significativos porque, impresionables y suspicaces a los ruidos, escapaban a medida que el ganado mayor
invadía las mejores pasturas, incluso se dice que las pestes bovinas causaron más estragos en las manadas de
venados que la cacería humana.

Tampoco abundaban los carnívoros en el ámbito pampásico, al menos en tal magnitud, que pudieran ocasionar
la extinción de aquellos, el puma sólo se atrevía con los pequeños potrillos, terneros y animales menores
separados del grupo, pero “es tan cruel sin necesidad que si encuentra ocasión mata cincuenta y más ovejas
para lamer la sangre”; el yaguareté devoraba caballos, vacas, toros, perros, carpinchos, etc., pero “no mata
sino lo que necesita”, pocas veces se internaban en el campo raso, prefiriendo ocultarse en el ruderal, no
siendo relevante, en este aspecto, la presencia del zorro gris, del gato montés o del gato de los pajonales. [32]

Sin embargo, aquellas vacas silvestres hubieron de enfrentarse, tiempo después, con sus peores depredadores:
“un mamífero más pequeño que ellos, pero con buena especialización para la caza: el hombre”, porque “los
tiempos ecológicos no coinciden con los tiempos económicos - apuntaron Brailovsky y Foguelman - la demanda
de cueros creció más rápidamente que la capacidad de reproducción del ganado cimarrón, lo que afectó la
existencia misma del recurso.”
En ese orden de ideas, no es difícil imaginar, tampoco, la importancia que el pellejo animal había adquirido,
como materia prima y de intercambio en las distintas comunidades indígenas que poblaron el actual territorio
argentino antes de la ocupación hispánica y más aún después, con la introducción de las especies europeas.

ALANO ESPAÑOL
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Tras ellos, se formaron grandes jaurías de perros cimarrones, procedentes de los mastines, alanos y otros que
fueron llevados, en principio para amedrentar a los nativos y luego agregados a los caseríos de campo, para
vigilancia, defensa, caza mayor y manejo del ganado, muchos de los cuales, habían adquirido la libertad, tanto
por falta de manutención como por las consiguientes riñas entre congéneres, aventurándose maquinalmente a
ganar la tierra adentro para subsistir de los terneros y potrillos que mataban después de atacar, en gavillas
numerosas, a las vacadas y yeguadas a las que hacían huir, para rodear y aniquilar las crías más pequeñas y
retrasadas.
En las pampas, como una secuela de las brutales matanzas de vacunos y de las cacerías de la fauna silvestre,
las abundantes partes cárnicas no aprovechadas produjeron, al decir de Juan A. García, “un caso interesante de
regresión. El perro también seguía al hombre en el camino de la barbarie”. El leal y noble compañero de todas
las faenas campestres pasó a refugiarse entre los pajonales, cavando sus propias cuevas o ensanchando las
vizcacheras, criándose feroces y crueles, a modo de lobos carniceros o hienas carroñeras. [33]

“Animal esencialmente social, se allegó al toldo del indio y volvió a ser doméstico”, multiplicándose
ilimitadamente, acotaba Zeballos, “cuyo hogar defendían con sus ladridos de alarma y con sus dientes afilados,
cuya familia contribuían a alimentar persiguiendo las aves y los cuadrúpedos en las selvas y en los llanos, y
cuyo cadáver acompañaban, inmolados en su tumba, para empezar el viaje a una nueva y mejor vida.”
Como consecuencia de las frecuentes migraciones de las tolderías, como así las incursiones armadas que
asolaron las campañas tiempo después, durante las guerras indianas y civiles, quedaron perros abandonados
que reciclaban ese proceso.
“Se alimentan de gamas, cuya carrera aventajan y de avestruces, de cuyas gambetas triunfan, aguijoneados por el hambre;
pero la gama y el avestruz escasean, las privaciones aumentan y con ellas su furor...” - anotó Zeballos en 1880 - "durante la
noche no cesaban de aparecerse en cuadrillas al flanco del monte, acechándonos con ojos brillantes y un aspecto tal que
pudieran pintarse como emblemas del hambre. Nos seguían con la vista, con la lengua afuera, fatigados y hasta rabiosos. Los
más osados se deslizaban entre los altos pastizales y aparecían de repente entre nosotros mismos” [34]
No obstante, en 1611 el gobernador Diego Marín Negrón decía que “Ay grandísima multitud de yeguas y
cavallos silvestres con que han dado ocasion a los yndios andar a cavallo y estan ya tan diestros que no les da
cuydado silla ni aparejo...” y en 1619, Diego de Góngora expresaba que los indios cubríanse con pellejos de
venados, sustentándose con su carne, con la de caballos y la de toros cimarrones que abundaban en esos
campos.[35]

Sobre el cambio ecológico provocado por el pastoreo, Brailovsky y Foguelman sostienen que la ausencia de
grandes hervíboros permitía que el ruderal cumpliera lentamente su ciclo biológico completo, la paulatina
descomposición de los elevados pajonales secos, característicos de la llanura original, terminaría por enriquecer
los suelos, abundantes por ello en materia orgánica, pero empobrecidos en nitrógeno que aquellos devolvían
indolentemente.
Las deyecciones de millones de vacas y caballos, favorecieron la diseminación de las semillas de las hierbas
predilectas, en desventaja de las rechazadas y junto con el despojo de los animales muertos, disgregados por
doquier, además de incorporar materia orgánica a los suelos, “reactivan el reciclado del nitrógeno y provocan
un desequilibrio ecológico de magnitud.” Ese impetuoso reciclaje de nitrógeno fácilmente asimilable beneficia el
crecimiento de las plantas anuales, pastos tiernos de rápido crecimiento y, si bien estimula asimismo el rebrote
de los pastos fuertes, estos renuevos eran pisoteados y/o ramoneados por el ganado, que de esta manera
dificultaba su desarrollo.

Cortaderas - Campos del Tuyú (Prov.Bs.As.)


Foto: Fernando Miñarro
Fundación Vida Silvestre - Argentina
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El ganado, fruto del multiplico en ámbito agreste y bravío, también produciría un impensado efecto, que por su
trascendencia llamaríamos providencial, como fue la irreversible alteración de aquel milenario equilibro
ecológico de las pampas como consecuencia de los acelerados y favorables cambios que produjeron en su
vegetación.
En este aspecto son reiteradas y contestes las reflexiones de los viajeros, hombres de ciencia o simples
observadores, que recorrieron nuestro territorio cuando aún esa substitución no se había consumado
totalmente, aunque es de señalar que algunos relictos todavía consiguen asomar empecinadamente en ciertas
cañadas u, otras veces, a los costados de las vías férreas o caminos rurales; “... en las hondonadas inundadas
una parte del año y en lo que los habitantes llaman pajonales, partes más bajas, donde crece una gramínea
que se desarrolla en gavillas tupidas y se eleva hasta la altura de un hombre a caballo, lo que hace la marcha
sumamente penosa. Se ven muchos de estos sitios en las pampas; pero al norte del Salado [es decir sobre la
margen izquierda] la larga estadía del ganado las ha hecho desaparecer, de manera que el aspecto de la
vegetación es completamente distinto.”[36]

Otro factor que contribuiría a la desaparición de los duros pastizales fueron los incendios, que por razones
naturales o por acción humana, caracterizaron también aquel período de nuestra historia.
No solamente se encendían los campos como una táctica de guerra, Zeballos contaba que “los hacendados no
se contentan con la regeneración lenta producida como evolución natural por el progreso del reino orgánico
sobre el teatro geológico de la pampa. El ganado vacuno destruye el pasto fuerte y abona el suelo, pero este
procedimiento es demasiado lento y emplean medios artificiales, como el arado de las tierras, para herir con el
acero la raíz. Se usa también frecuentemente el fuego. Las quemazones pueden ser útiles en los campos
arenosos de la pampa primitiva, donde no hay más que pasto fuerte... pero quemar los pastos mixtos donde
los pastos fuertes alternan ya con los tiernos, es un error, porque si el fuego destruye la simiente de aquellos,
no destruye su raíz, de la cual vuelven a brotar; mientras que quema la semilla de los pastos dulces,
impidiendo su rápida propagación.” [37]

[20] - Berta E. V. de Battini: La Argentina - Suma de Geografía - Ed. Peuser - Bs.As. - 1960
[21] - Berta E. V. de Battini : obra citada
[22] - Félix de Azara: Apuntamientos para la historia natural de los cuadrúpedos del Paraguay y Río de la Plata -
Imprenta de la Viuda de Ibarra - Madrid - 1802
[23] - Emilio Solanet : Pelajes Criollos – Ed. Letemendia – Bs. As. - 2001
[24] - Elías Gordillo Rojas : Pelajes Criollos – El caballo criollo
http://www.folkloredelnorte.com.ar/decimas.htm
[25] - Francisco P. Moreno: Viaje a la Patagonia Austral – Transcripto por Taboada en obra
que se cita.
[26] - E. Pecoits – Transcrito por Solanet en su obra citada.
[27]- Gabriel C. Taboada: El caballo criollo en la historia argentina - Planeta
- Bs.As. - 1999
[28] - Félix de Azara: obra citada
[29] - Horacio C.E. Giberti: Argentina: Suma de Geografía – Ed. Peuser – Bs. As. - 1959
[30] - Félix de Azara: Viajes por la América meridional - Ed. El elefante blanco - Bs. As. - 1998
[31] - Alcide d'Orbigny: Viaje por América Meridional (1828) - Emecé editores - Bs.As. - 1999
[32] - Félix de Azara: Apuntamientos para la historia nat. de los cuadrúpedos - Impr. de la Vda de Ibarra - Madrid - 1802
[33] - Juan Agustín García : La ciudad indiana : Ed. Hyspamérica – Bs.As. – 1986
[34] - Estanislao S. Zeballos : Viaje al país de los araucanos – Ed. Hachette – Bs.As. – 1960
[35] - Manuel M. Cervera y Emilio Coni : obras citadas
[36] - Alcide d'Orbigny: Viaje por América Meridional (1828) - Emecé editores - Bs.As. - 1999
[37] - Estanislao S. Zeballos : Viaje al país de los araucanos (1881) - Ed. Hachette - Bs.As. - 1960

3 - la estancia cimarrona
Debe tenerse en cuenta que los habitantes de las ciudades se discriminaban en “vecinos”, “moradores” y
“estantes”, comprendiéndose en la primera categoría a los pobladores fundadores, a sus legítimos
descendientes, como así también a las personas residentes cuyo arraigo se legitimaba con el transcurso de
cierta cantidad de tiempo, siendo la calidad de padre de familia, la posesión de bienes raíces y la asistencia
personal con armas y caballada a los alardes (formaciones y aprestos para la defensa del lugar) las principales
condiciones para adquirir y mantener la calidad de avecindado, atributo que permitía, entre otros privilegios,
acceder a un cargo en el cabildo local, desempeñar ciertos oficios públicos, obtener mercedes de tierras y las
licencias pertinentes para el aprovechamiento del ganado cimarrón.
La segunda categoría comprendía al resto de los residentes habituales, si bien habitantes permanentes, eran
considerados comunes moradores lugareños (artesanos, soldados, clérigos, peones, indios de servicio,
esclavos, etc.) mientras que en la última se incluía a aquellos individuos cuya estadía en la ciudad, meramente
circunstancial, no se prolongaba más que por un corto lapso, transeúntes, mercaderes ambulantes, forasteros,
etc. Salvo las órdenes religiosas, la gente comprendida en estos últimos grupos no estaba en condiciones de
acceder a un palmo de tierra y, por lo tanto, tampoco formar un rebaño o entablar una tropilla, de acuerdo a
las disposiciones de la época.
A un efecto no querido, el alzamiento de los ganados y otro no pensado, su pródiga multiplicación,
sucedió el aprovechamiento abusivo de ese recurso, circunstancia de la que se derivarían, a su vez,
distintas consecuencias que condicionaron el estilo de vida de las generaciones subsiguientes.

Así como los yeguarizos montaraces merodeaban por las aguadas formadas tierra adentro, al momento del
repoblamiento de Buenos Aires por Garay, el ganado bovino cimarrón recién comienza a cobrar importancia
económica sólo algunos años después del 1600.
En 1602 el rey Felipe III autoriza, durante seis años, la salida por el puerto de distintos productos que se
supone fueron comercializados en parte por las ciudades del interior, en virtud de la incapacidad porteña para
producir unas 2.000 fanegas de harina, 500 quintales de cecina y 500 arrobas de sebo, con destino a las
posesiones portuguesas del Brasil y África; en 1605 se verifica el primer embarque documentado de cueros; en
1606 se prohíbe matar o vender reses sin marca. [38]
Si bien es habitual que se señale al año 1608 como aquel en que el cuerpo capitular autoriza a Melchor Maciel
del Aguila a realizar la primera vaquería en las pampas, en realidad ésta no fue una cacería y matanza sino que
se redujo a la recogida de 800 vacunos para formar estancia en la margen derecha del Riachuelo; en 1609 se
instituye el registro de “accioneros”, en el cual se anotaban los vecinos que se consideraban con derechos
sobre los bovinos alzados o cimarrones, repartiéndose 1.405 cabezas entre los 41 inscriptos, “ según la
hacienda que parecía poseían cada cual y para que la maten en cada un año”, asignándose a los que eran
fundadores o sus descendientes cupos de hasta 150 animales para el aprovechamiento comercial de sus
productos; en 1610 el Cabildo prohíbe “tener ganado en la ciudad, ni en el ejido della una legua en contorno”,
como consecuencia de los daños causados por los semovientes en las tierras de cultivo; en 1614 se conceden
licencias para matar la torada cimarrona, con la condición que no fuera hacienda marcada, vacas ni
terneras;.en 1617 se obliga a todos los ganaderos a registrar sus marcas; en 1618 se incluye entre las
permisiones de exportación la cantidad de 3.000 cueros; en 1636 un bando del gobernador Dávila intenta
corregir, “so pena de la vida y las demás por derecho establecidas, el desorden y usorbitancia que hay en esta
ciudad” de adueñarse de caballos, mulas y vacunos, pese a que “los que perpetran semejantes delitos alegan
ser uso y costumbre en estas partes y no ser delito.” [39]

Los incipientes hacendados, que habían comenzado a efectuar sus primeras y esporádicas “recogidas de ganado
alzado” por los campos aledaños, con el sólo objeto de reunir las reses que escapaban de sus respectivas
heredades, a pocas leguas de la ciudad, en los cercanos pagos del Luján, Matanza o Magdalena, decían en 1673
que para ello ya se alejaban a más de treinta leguas de la ciudad, desde donde sus propietarios arreaban los
animales que apartaban del resto del rodeo, procedimiento que dio origen a inéditas disputas y entredichos por
la posesión de la hacienda orejana. [40]
A efectos de evitar los continuos abusos de una excesiva y/o indiscriminada apropiación, el Cabildo estableció
que solamente quienes fueran dueños de ganado alzado tenían derecho a recobrar, entre las vacadas
cimarronas, un número de cabezas equivalente a la cantidad de vacunos perdidos, que previamente debían
manifestar, dejando testimonio en el registro especialmente habilitado.

Las vaquerías eran incursiones por las pampas para cazar el ganado cimarrón, este procedimiento se
diferenciaba de las efectuadas para reunir animales con la finalidad de formar rodeo, en que las primeras se
asocian con grandes matanzas para la extracción del cuero, sebo y grasa, mientras que las segundas sólo
tenían por finalidad restablecer o incrementar los rebaños.
La peculiar faena tenía por objeto, primero, inmovilizar al animal, seccionándole los tendones del miembro
posterior con el desjarretadero, después, provocarle la muerte con un chuzo y, por último, cuerearle, “...
siendo tan diestros en esto, que hay hombre que desuella sin auxilio veinte y seis reses al día...”, decía Azara.
Si bien durante los primeros años las vaquerías son de corto alcance y modestas las exportaciones de cueros,
las reses comienzan a ser la única riqueza de las pampas, el concepto de “hacienda”, en su recto sentido de
finca rural o conjunto de bienes, particulares y públicos, tiende a confundirse con aquel término y hacienda
pasó a ser, en nuestro territorio, sinónimo de ganado; mientras que en otros países de América continua
designando al predio de gran extensión que se dedica preferentemente a la ganadería, aquí se emplea para
este caso la antigua expresión “estancia” que adquiere nuevo significado, abarcativo no solo del aposento o
cuarto habitable sino, específicamente, de la casa de campo y de las tierras contiguas destinadas a la actividad
pecuaria.

Ocurre que en aquellas épocas la posesión de la tierra ocupaba un lugar secundario, el patrón de medida de la
riqueza - explicaba Giberti - era el número de animales, por ello la apropiación del vacuno fue celosamente
defendida. La propiedad del suelo y del vacuno, más que por sí mismas interesaban por su valor como origen
de licencias para vaquear, acopiar y exportar la corambre.
La práctica pastoril de los primeros pobladores hispánicos en las pampas, estuvo muy lejos de constituir una
forma elemental de organización de recursos humanos y materiales destinados a la crianza de ganados con
fines económicos, de allí que el término ganadería encubre sólo una disimulada aproximación en tanto y en
cuanto tuvo su origen en animales librados a su propia suerte, en un medio que resultó propicio para su
procreación espontánea. “Es decir, que por ganadería colonial no debe entenderse una explotación cuyas bases
fueron creadas por el hombre, sino una forma de trabajo que consistía en usufructuar de un bien natural,
situación análoga a la de quien tala un bosque o arranca frutos de un árbol silvestre”. [41]

Aquí, “en eftas prouincias del rrio de la plata y paraguay”, el ganado y los cueros pasaron a ser, junto con otros
productos del interior, las llamadas “monedas de la tierra”, “... por quanto en algunas Cibdades defta
gobernación atento á que en ella no hay oro ni plata ni moneda corriente y el trato y contrato con los
mercaderes que á ella entran es de bino açucar y otras cosas...”[42]

El ganado vacuno y su corambre, además de ser un recurso de autosubsistencia o consumo inmediato,


cumplieron la función de signo de valor, medida alternativa de los precios y medio de pago, una forma de
economía cimarrona en la que coexistían simultáneamente diversas mercancías locales, como la vara de lienzo
de algodón, la fanega de maíz, la arroba de yerba, etc., cuyo equivalente general era la plata ya que “las
monedas de la tierra” eran ciertas especies que por peso o medida se tasaban en reales, para la justa
comparación de precios y valores.

Como se afirma en un antiguo documento, “Ay mucha falta de Plata y oro en todas estas Provincias tanto que
en ninguna se halla Plata sino en este puerto por la comunicación del y toda es poca...”[43]
Para realizar las salidas por los campos vecinos del pago, con la finalidad de recobrar los animales alzados o
cazar los cimarrones, se concedieron salvoconductos oficiales durante los siglos XVII y XVIII. “Los llamados
rodeos de animales cimarrones en tierras realengas, se hacían en virtud de títulos legítimos de acción y con
permiso de las autoridades.”[44]

Nunca han tenido los vecinos – dícese en una relación del cuerpo capitular del Cabildo porteño – “por si solos el
dominio a los dhos. ganados sino con facultad y permiso de este Cavildo ... desde que por averse retirado los
dhos. ganados a tierras realengas se hicieron comunes en cuya possesion y costumbre y dominio a estado y
esta de muchos años a esta parte por el mayor util y conservasion desta republica. ”[45]

El concepto de accionero involucraba pues, al poseedor de documentos que probaban su derecho al usufructo
sobre cierta parte de esos bienes semovientes y el consecuente privilegio a participar de los beneficios que los
mismos generasen.
Por ello decíase que “...todas las personas que pretenden derecho a la Acsion de Ganados Lo Justifiquen Con
Ynstrumentos legitimos ante este Ylustre Cavildo Segun Costumbre...”[46] los que en caso de ser aprobados y
declarados como tales en las sesiones ordinarias de ese cuerpo colegiado, se copiaban junto con los de
“matricula anttigua” en el “libro q. estta destinado de acsioneros ...”[47] y se guardaban en el arca de tres
llaves, junto con los documentos fundacionales, los libros de actas de estos acuerdos y demás legajos o
minutas considerados confidenciales o de primordial importancia; tanta era su trascendencia económica “que
hasta los mas casamienttos an tenido efecto a tittulo de Parte de acsionero." [48]

El rodeo
Prilidiano Puerredón (Óleo 1861)
Museo Nacional de Bellas Artes (Arg)
http://mnba.gob.ar/

En la antigua legislación española llamábanse bienes “mostrencos” a los animales o cosas perdidas o
abandonadas, es decir, sin dueño conocido, porque se debían mostrar, exhibir o pregonar públicamente, para
que su propietario pudiera enterarse del hallazgo, reivindicar y recuperar lo que por derecho le correspondiese.
No perteneciendo a nadie, esta categoría de bienes era susceptible de apropiación por la primera persona que,
mediante su captura o aprehensión los tomare o recogiese, apoderándose de ellos. [49]
Tal era el régimen legal aplicado a los bienes y cosas en relación con las personas que podían adquirir su
posesión y dominio en la isla La Española (actual Santo Domingo) y otros lugares de la América española desde
los primeros tiempos de la conquista.

"En muchas partes de Indias, y creo son las más, no se


cría bien ganado menor, a causa de ser la yerba alta y
la tierra tan viciosa, que no pueden apacentarse sino
ganados mayores; y así de vacuno hay innumerable
multitud. Y de esto en dos maneras: uno ganado
manso, y que anda en sus hatos, como en tierra de
otras provincias del Perú y en toda la Nueva España. De
este ganado se aprovechan, como en España, para
carne y manteca y terneras, y para bueyes de arado,
etc. En otra forma hay de este ganado alzado al monte;
y así por la aspereza y espesura de los montes, como
por su multitud, no se hierra, ni tiene dueño propio, sino
como caza de monte, el primero que la montea y mata
es el dueño. De este modo han multiplicado las vacas
en la isla Española, y en otras de aquel contorno que
andan a millares sin dueño por los montes y campos.
Aprovéchanse de este ganado para cueros: salen
negros o blancos en sus caballos con desjarretaderas al
campo, y corren los toros o vacas, y la res que hieren y
cae es suya.”[50]
Este concepto adquiriría en las pampas distinta y particular interpretación, en cuanto se refiere al
aprovechamiento del ganado que libremente pastaba en la dilatada planicie.
La caza y apropiación de caballos cimarrones dio lugar a un largo pleito, con el adelantado Juan Torres de Vera
y Aragón quien pretendía adjudicarse su usufructo en nombre de la autoridad real y a cuenta de salarios que
decía atrasados, pero una Real Provisión de 1587 decidió que dichas caballadas fueran de uso común para los
vecinos de Buenos Aires; en 1589 un religioso, Fray Pablo de Velazco apoderado de la orden mercedaria,
procuró apropiarse de los animales sin dueño para destinar su producido “a rescatar infieles”, eufemismo propio
de la época utilizado como tapujo para no decir “comprar esclavos”, desconociendo así el pretendido derecho de
los primeros pobladores.
.
Ya desde 1589 los capitulares venían sosteniendo, según "dixeron unanimes y conformes en el dicho
Cabildo que en lo que toca a lo mostrenco... que en esta çiudad a la sazon no ay ninguno, porque los
conquystadores vinieron a estas Provinçias en la armada de don Pedro de Mendoza agora cincuenta
y cinco años... y quando se despoblo y se subieron a la çiudad de la Asunçion dexaron aqui ciertas
yeguas y caballos de las que traxeron de España de las quales an producido mucha cantidad de
caballos y yeguas y que los hijos de dichos conquistadores y pobladores an venido y vinieron a su
costa y mynsion sin ayuda de nadie con sus armas y cavallos y ganados a poblar de nuevo dicha
çiudad y Puerto de Buenos Ayres y a conquistar los Yndios rebelados que estan en la dicha tierra
donde estan los dichos caballos y cada dia tienen guerra con los dichos Yndios por donde les
perteneçe a los dichos hijos de los primeros conquistadores ser suyos y gozar destos dichos
caballos zimarrones como a jente que de sus padres lo heredaron..... y en lo que toca a las vacas
que dize ser mostrencas, que en esta çiudad no ay ningunas porque todas son de los vezinos de esta
ciudad, y que si an dexado por descuydo de herrar algunas..." [51]

Mediante el citado acuerdo, el Cabildo de Justicia y Regimiento de la Ciudad de la Trinidad, Puerto de Santa
María de Buenos Aires, sentó jurisprudencia criolla sobre la naturaleza jurídica de los vacunos alzados y
cimarrones que habían comenzado el proceso de propagación por los campos periféricos, providencia cuya
efectividad los vecinos hacendados procuraron hacer observar puntualmente, pero con relativa o ninguna
eficacia, durante aproximadamente dos siglos, es decir, mientras existieron bovinos de esa clase.

[38] - Carne en trozos, secada al sol y cubierta con camadas de grasa. La carne secada al sol se llamaba
charque (del queshua "charki") y al charque salado también se lo conoce como tasajo.
[39] - Juan Agustín García : La ciudad indiana - Ed. Hyspamérica - Bs.As. - 1986
[40] - Orejano: Se aplica al aninal sin dueño conocido, sin marca ni señal o corte en la oreja. Marcos A. Morínigo:
Nuevo Diccionario de Americanismos e Indigenismos - Ed. Claridad - Bs.As. - 1998
[41] - Horacio C. E. Giberti : Historia económica de la ganadería argentina - Ed. Hyspamérica - 1970

[42] - Ordenanzas del gobernador Ramírez de Velazco (1597) : Manuel M. Cervera : Historia de la Ciudad y
Provincia de Santa Fe - Impr. La Unión - S.Fe - 1907

[43] - Memoria de las Poblaciones y Provincias destas Governaciones del Paraguay y Rio de la Plata de los
yndios cristianos e ynfieles de que se tiene noticia en ellas y de los sacerdotes que estan ocupados en las
doctrinas del Gobernador Diego Marín Negrón - Bs.As. (1611) - Manuel M. Cervera: Historia de la Ciudad y
Provincia de Santa Fe - La Unión - Santa Fe - 1907
[44] - Berta E. V. de Battini : La Argentina - Suma de Geografía - Ed. Peuser - Bs.As. - 1960
[45] - Acta del 28-jun-1677: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - 1917

[46] - Acta del 20-set-1715: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - 1926
[47] - Acta del 20-oct-1719: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - 1927
[48] - Acta del 9-abr-1681: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - 1917
[49] - Raymundo M. Salvat: Tratado de derecho civil argentino – Tipográf. Edit. Argentina – Bs.As. 1954
[50] - José de Acosta: Historia natural y moral de las Indias (1592) – Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
[51] - Acta del 16-oct-1589: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - 1907

Versión impresa
(copia literal de los manuscritos originales)
Sostener esta doctrina sobre el derecho en propiedad común del ganado montaraz de las pampas no
siempre fue pacíficamente aceptada, le demandó a la pléyade de vecinos, ganaderos y cabildantes que
desfilaron por la extinguida sala de acuerdos, durante más o menos dos siglos, no pocas contrariedades y
sobresaltos mayúsculos que inquietaron su sosegada prosperidad, fundamentalmente cuando los gobernadores
José Martínez de Salazar (1663-1674) Andrés de Robles (1674-1678) Alonso Juan de Valdéz e Inclán (1702-
1708) y Manuel de Velazco y Tejada (1708-1702) pretendieron asumir, como responsabilidades inherentes a
sus funciones, las de autorizar las vaquerías, prorratear la corambre y ajustar su precio con los capitanes o
fletadores de los navíos, operaciones que se había autoadjudicado el cabildo de Buenos Aires desde su creación,
en otras palabras, pretendían, por lo general, no quedar fuera del negocio con este argumento:

"por quantto de algunos años a esta partte por La faltta del Servicio se an ayunttado Los ganados bacunos que
poblaban Las esttancias de Diferenttes Vezinos por Cuya ocassion han yntroducido el Llamarce aucioneros y
prettender derecho a todos Los Ganados que conttienen estas Campañas por mas de sesenta leguas multiplicandose
y Pocrehandoze en ttierras realengas por cuya razon se devieran reputtar y tener por Vienes mostrencos
pertenecientes a su Magestad" [52]

Los consejeros reaccionaron inmediata y enérgicamente apelando esa decisión que contradecía sus antiguas
prerrogativas, sosteniendo que por ser regidores no podían quedar marginados de los beneficios de sus
haciendas, ni privados de sus facultades por tener parientes hacendados en la ciudad, fundándose en la más
conservadora fuente de derecho, que es la costumbre, para reiterar su apego al criterio tradicional :

“...los ganados bacunos retirados en esta jurisd on. y otras los quales no son mostrencos ni que por retirados se
puedan reputar por simarrones ni comunes de derecho natural, sino ganado de dueños conozidos que los tubieron
redusidos a rodeo En sus estancias...” [53]
Pero un nuevo gobernador estaba navegando hacia Buenos Aires y el asunto no pasó a mayores, los regidores
prefirieron aguantar “los embarasos Y disensiones que entre si se orixinan cada dia", como decía Martínez de
Zalazar, antes que correr el riesgo que “todos los besinos universalmente pobres y ricos gosasen del
benefisio de dhos. ganados y coranbres quando La ocasión se ofresca”, como, según parece, pretendía
este funcionario.

Mientras tanto la vaquería se había convertido en una maniobra arriesgada, no sólo por las agresivas
acometidas de la hacienda salvaje, sino también por la antagónica presencia “de yndios pampas de nasion
Serranos desta jurisdission”, tal la denominación que los españoles de aquel tiempo dieron a los guénaken o
puelches de los ríos y serranías situados al suroeste de Buenos Aires, "... que an baxado Y se an situado en
diferentes parajes a voluntad suya dellos Y lo que a resultado a sido volverse a yr a las Campañas llevandose
de camino las cantidades tan considerables de cavallos mulas Y yeguas que son notorias a ttodos los que an
padecido este Daño por la prontitud que tienen en sus retiradas ..." [54]

Rancios documentos destacan la importancia del vacuno, no solo como productor de carne para el
aprovisionamiento de las poblaciones:

“.....el fruto de la Corambre de Toro para Las Cargas de los navios de permisso con Cuya Venta y benefiçio sin tener
otro Los mas de los Veçinos se Visten y abrigan sus familias ... Como Tambien El abasto de sebo y grasa q. son Los
prinçipales generos y frutos p. a El cobtidiano sustento por servir de Azeyte La grassa... Y El sebo Para Alumbrase y
Haçer Jabon... frutos Tan Pingues y neçessarios A la Vida Humana...” [55]

Ya en 1619, el Cabildo de Santa Fe había elaborado una lista de medio centenar de terratenientes con estancias
pobladas de vacunos desde la época de la fundación con el objeto de sostener la exclusividad de sus derechos
para recoger el ganado cimarrón, alegando ser el fruto de los animales que se alzaron desde las primeras
introducciones efectuadas en los rincones del Salado Grande, del Saladillo e islas fluviales, como consta que
hiciera el mismo Garay, poblando con bovinos las tierras situadas en la otra banda del Paraná, en la actual
Entre Ríos, siguiéndolo Hernandarias en 1590, el capitán Feliciano Rodríguez, Juan de Osuna, Cristóbal de
Arévalo, Juan Torres de Pineda y tantos otros en los años subsiguientes.

La primera marca a fuego de ganado que se tenga noticia se había asentado en 1574, a nombre de Pedro
Villalba, en el registro habilitado para ese efecto por el Cabildo de Córdoba; en 1576 se anotan, en Santa Fe,
las del teniente de gobernador Francisco de Sierra y otros cinco renombrados pobladores y en 1577 el Cabildo
de esta última ciudad conmina a los vecinos dueños de ganado para que marquen sus reses, aun antes de
matarlas, pues de lo contrario se considerarían perdidas para sus dueños, precoces antecedentes de la época
fundacional de esas poblaciones que ponen de manifiesto el alto valor del escaso ganado disponible y la
inclinación, ya instalada por aquellos tiempos, a escamotear el ajeno.

En 1589 Francisco de Salas Videla gestionó, ante el Cabildo


de Buenos Aires la legitimación de un "hierro de herrar", exhibiendo el instrumento que utilizaría para marcar a
fuego sus animales, presentando meses después los hierros el general Torres de Navarrete y el alguacil mayor
Francisco de Areco.
A pesar de lo dispuesto y mandado en repetidos acuerdos del ayuntamiento, autos o bandos del gobernador,
con el objeto de limitar las recogidas y matanzas del ganado vacuno cimarrón, publicados al son de cajas y a
viva voz por el mulato esclavo que oficiaba de pregonero en las calles acostumbradas de la antigua ciudad; no
obstante las anunciadas sanciones de decomiso de las caballadas, bueyes y carretas empleadas en esos trajines
y la incautación del sebo, grasa y corambre obtenidos sin licencia, además de la pena accesoria de “ducientos
asotes en El rollo publico” cuando los aprehendidos fueren “Yndios negros O mulatos libres ... Y a los mestisos
de dos meses de pricion en la ttorre del riachuelo”, como así también la inhabilitación perpetua para efectuar
dichas faenas al vecino accionero que subrepticiamente hubiese cedido sus derechos a favor de aquellos
mediante “Un Corto Combenio”, sanciones que se promete “executar Ymbiolablemente”, las actividades
clandestinas se repetían año tras año, siendo común y corriente "qe. muchas personas vezinos y mosos
sueltos que biven de granjerias del canpo [56] an salido de quatro meses a esta parte a las campañas y
tierras Realengas y autualm te esta en ellas y otros para salir a haser y an hecho matansas y Recojidas de
ganados haciendo sevo y grasa sin haver tenido ni sacado lisencia de este Cavildo para el efecto y fuera del
tiempo asignado para dhas. matansas y Recoxidas contrabiniendo á los autos y bandos del Govº. y de este
Cavildo no theniendo algunos de ellos accion ni derecho armando tropas de proposito para ello causando
notable daño á la Repuca y bien comun mor.mente en el tiempo presente de la parision del ganado..."[57]

Estas salidas a la campaña indefectiblemente recrudecían en cuanto decaía o se relajaba la eficacia de los
jueces nombrados en cada pago para el resguardo de las vacadas silvestres, “no se vive impunemente rodeado
de siervos y miserables”, decía hace un siglo Juan Agustín García , la autoridad pública no podía defender sus
personas y bienes de indios o mozos alzados, mestizos y negros, desarrapados o hambrientos, que rondaban
por los campos y caseríos. [58]

Como consecuencia de la dispersión y proliferación de vacunos y yeguarizos principiada a fines del siglo XVI,
comenzaron, desde los primeros años de la siguiente centuria, los conflictos por su posesión y usufructo. La
recogida de los ganados alzados y su consecuente, la vaquería de los cimarrones, es una constante, desde los
primeros tiempos, en los primigenios pueblos y villas coloniales cuyos terrenos circundantes resultasen aptos
para su copiosa multiplicación, pero además de despertar el interés mercantil de los habitantes de esas
precarias y dispersas poblaciones - pomposamente llamadas ciudades - concitaron también la atención de los
aborígenes que desde tiempo inmemorial merodeaban por esos parajes o sus contornos.

Hernandarias organizó en 1616 con los vecinos de la antigua Santa Fe (ubicada entonces en el paraje de
Cayastá) la primera recogida de vacunos a cuarenta leguas al norte de ella, donde pastaba gran suma de
ganados cimarrones y hacia el cual despachó indios y españoles con orden e instrucción de no hacer matanza,
por lo que después de seis meses retornaron con un rodeo de ocho mil cabezas que destinaron al incremento
de sus estancias. Desde ese momento los chaqueños guaycurúes, mocovíes y abipones hostilizaron
persistentemente los establecimientos de campo y la población misma hubo de ser trasladada doce leguas al
sur por esta causa, por los repetidos desbordamientos de las aguas del río y porque a las tropas de carretas se
le agregaban doce leguas de caminos pantanosos, a pesar de lo cual no pudo evitarse que aún un siglo después
aquellos la sitiaran en todos sus rumbos y entraran con fines de pillaje y despojo.

La expansión española siguió las huellas de esta riqueza semoviente hacia el este entrerriano, circunstancia que
si bien bien atraería los avances de los nativos del litoral mesopotámico, charrúas, minuanes y guaraníes no
reducidos, todo indicaría que estos no opusieron un antagonismo inexpugnable, pues la proyección de aquella
no se detendría hasta llegar a la Banda Oriental, territorio en el que la hacienda provenía de las primeras
introducciones efectuadas, desde Santa Fe, por Hernandarias, en los años 1611 y 1617, como así también,
desde Corrientes, por los jesuitas, a partir de 1635.
Después de quebrantar una cruenta resistencia inicial los criollos y mestizos santafesinos terminaron haciendo
vida en común con los naturales que ayudaban en las correrías o cacerías por los campos, en las malocas y en
los saqueos de los poblados jesuíticos, participando activamente en el trueque de mujeres, niños, ganados y
cueros por armas, caballos, bebidas y mercancías de todo género, mientras se extendían por el territorio las
posesiones ganaderas donde algunos aborígenes hasta se ocupaban como peones en los rodeos. [59]

[52] - Acta y auto del 12-ene-1674: Acuerd. del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch.Gral. de la Nac. - Bs. As.
1916
[53] - Acta del 15-ene-1674 : Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. -
1916
[54] - Acta del 29-abr-1686 : Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1917
[55] - Petición del Procurador General sobre el ganado vacuno : Acta del 22 de abril de 1694 – AGN – Bs.As.-
1925
[56] - Granjería: beneficio, lucro o utilidad que se obtiene de las haciendas de campo.
[57] - Acta del 7-set-1676: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1916
[58] - Juan Agustín García: La ciudad indiana – Ed. Hyspamérica – Bs.As. - 1986
[59] - Manuel Cervera: Historia de la ciudad y provincia de Santa Fe – Ed. La Unión – Santa Fe - 1907

Los capataces
Prilidiano Puerredón (Óleo 1861)
http://blogs.lanacion.com.ar/arte

En poco tiempo – apuntó Giberti – las especies bovina y equina “superaron con holgura la demanda de la
reducida población; nacieron así los excedentes exportables que habrían de cambiar la fisonomía del país. Se
comprende sin esfuerzo que el ganado salvaje nada valía: cobraba valor el caballo una vez amansado y los
vacunos sólo rendían beneficios por su cuero, sebo y grasa; productos secundarios eran cerdas, huesos, astas,
etc.”[60]

Como ya se ha dicho, en esa época los ganaderos no se esmeraban en la cría de vacunos, con la recogida de
los alzados o la caza de los cimarrones satisfacían los ocasionales y lucrativos requerimientos de cueros, sebo,
grasa o venta de ganado en pie para las provincias de arriba, en tanto que los habitantes de las ciudades, que
se abastecían de la carne proveniente de algún rodeo manso de las estancias cercanas, pues no era fácil arrear
hasta ellas el arisco o montaraz de las pampas, ni acarrear las reses sacrificadas por la imposibilidad práctica
de evitar su descomposición, vecinos que harían oír repetidamente sus protestas por la cantidad y calidad de la
carne suministrada.

Mediante el régimen de los “navíos de permisión”, buques que ocasional y espaciadamente intentaban la ruta
del Plata, previo permiso otorgado por el Consejo de Indias, para practicar el comercio en esta apartada
comarca de aquel reino, se llegó registrar el despacho anual de unos 20.000 cueros, cantidad que, aunque no
se contabilicen probables omisiones, ni las exportaciones clandestinas, revela el muy parcial aprovechamiento
de la riqueza ganadera disponible, aun cuando, por el carácter irregular de los embarques, en un solo año,
1674, fueron cargados tres navíos (San José, Santa María de Lubeque y La Soledad) con 40.000 cueros.

Tal estado de cosas no variaba pese al transcurso de los años, en forma explícita un testimonio posterior
afirma: “En este puerto ningun vesino tiene ganados errados y de rrodeo como bienes propios en sus estansias
pobladas, por que los que ay estan todos retirados en tierras realengas de muchos años a esta parte y asi no
tienen propiedad particular a ellos sino en comun”[61], razón por la cual para obtener su utilidad y provecho,
aquellos protoestancieros acostumbraban a trabajar, como ya hemos visto, campo afuera, como si sus parcelas
se extendieran sin límites en toda la perspectiva del horizonte. En alguna oportunidad se explicó en la sala de
acuerdos que constituía un motivo suficiente como para suspender cierta celebración patronal el hecho “que de
presente se Hallan los mas de Sus moradores e Hijos de esta Ciudad que suelen asistir a dhas. fiestas fuera en
la campaña en faenas pressisas de su obligazion a que asistir para Bestirsse y Sustentarse ...”[62]

Por eso hemos llamado a este peculiar período, que se prolongó durante todo el siglo XVII, “de la estancia
cimarrona”, para distinguirlo de aquel otro, que comenzará en la siguiente centuria, en que tendrán los ganados
“en sus estansias de rrodeo y errados y como bienes propios ...”[63], aclarándose que ambas formas de
explotación del bovino coexistieron, sin duda, durante mucho tiempo, pero lo que se quiere tipificar, de alguna
manera, es el comportamiento generalmente observado, en términos simplemente relativos, cuando, a raíz de
una mayor regularidad de los embarques, comenzó a avizorarse que en base al pellejo de las reses vacunas se
configuraba una región exclusivamente ganadera, “siendo este negocio uno de los mas prinsipales de la ciu d. y
que mas mira a su pro y utilidad y conservasion.”[64]

El Gobernador José Martínez de Zalazar había intentado al fin de su mandato, sin acatamiento alguno, modificar
el régimen de las vaquerías “para que ttengan Los vezinos sus estancias pobladas de dho. ganado en rodeo
mansso y errado con el hierro de cada uno de los Dueños de dhas. estancias y en esta y no en otra forma
valerse del con estimasson. de su valor...”[65]

En el año 1675 vuelve sobre este asunto el capitán Hernando de Rivera Mondragón, alcalde ordinario del
cabildo porteño, quien describe en pocas palabras la situación pecuaria:

“... propuso que tiene Reconosido Y esta ynfformado como los


mas vezinos desta ciud. En sus estanzias se allan sin ganados
bacunos pa. su sustento en tal manera q e. escasamte. se
conosen tres o quatro estansias qe. tengan ganados y esos en
corta cantidad y que respeto desta Y de ausentarse El ganado
y estar distante y ser las fuerzas de cada vezino cortas p a. con
brevedad y fasilidad recojerle se puede esperar mayor daño y
falta de manera que ni pa. dar abasto le aya en la ocasion que
nesesita El Comun ...”
A continuación propone que, mediando aprobación y bando del gobierno, salgan los vecinos accioneros de cada
pago a reunir el ganado alzado y cimarrón que hubiere tierra adentro para que “ puedan poblar y pueblen sus
haziendas y crien ganados como se a echo En otros tiempos ...”[66]

Esta deprimente imagen contrasta con los cuantiosos prorrateos de decenas de miles de cabezas que efectuaba
el Cabildo entre los distintos accioneros, para regular las matanzas y extracciones de corambre con destino a
los puertos de ultramar y también con las licencias que se otorgaban para recoger ganados cuando los
solicitantes manifestaban la necesidad de aumentar sus disminuídos rodeos, aunque, por lo antedicho, es
evidente que estas tropas se desviaban para otros fines, el contrabando o su comercialización con las ciudades
del interior, al margen de las matanzas efectuadas por “los vezinos desta ciud. sin lisensia deste cavildo y
dando a entenderlo tolera dicho cavildo en unos y se executa en otros...” , según se protestara oportunamente
durante una de las sesiones del cuerpo de regidores. [67]

Pero no obstante el transcurso del tiempo la situación no cambia, es decir que, durante el siglo XVII, ni siquiera
los terratenientes latifundistas eran poseedores de cuantiosos ganados reducidos a rodeo y régimen de engorde
adecuado para el consumo de la población; en la propia sala de acuerdos, el Procurador General, Capitán Diego
Rodríguez, proponía, en abril de 1694, a don Agustín de Robles, Cavallero de la Orden de Santiago, General de
Batalla en los Reales Ejércitos de su Magestad, Gobernador y Capitán General de estas Provincias del Río de la
Plata, se sirviese “disponer y mandar que Todos Los Vezinos de esta Çiudad que tienen estançias pobladas en
la Jurisdiz.on de ella Tengan Rodeos de Ganado Bacuno y que los Conserven para Haçer algun sebo y grassa Y
Carnes para El abasto ...” [68]

La manifiesta reluctancia a incrementar los reducidos planteles desbravados también se debía a la rapacidad y
picardía de los mismos hacendados causantes de los “disgustos y Latroçinios que experimentan Algunos
estançieros que procuran Tener Rodeo en sus estan. as que Como El ganado es Unico y los que lo Tienen pocos
se lo Urtan y destruien en menos tiempo que Tarda en aquerençiarse y Resultta grandes ôdios entre
Ellos...”[69], pero fundamentalmente por la falta de incentivos para formar tropas aptas para el consumo, ya
que con el propósito de evitar el agio, es decir, las maniobras abusivas de acaparamiento o especulación
tendientes al encarecimiento artificial de los productos destinados a cubrir las más elementales necesidades
sociales, los cabildos intervenían en la fijación de precios máximos para la carne, harina, pan, azúcar, yerba,
miel, aguardiente, vino, jabón, velas y algunos otros artículos, por “ser nesesario poner aranseles En las
pulperías y tendejones ... con presio fijo y Justo ... para que Oserben Con puntualidad En la Benta de dichos
generos los presios agsinados...” [70]

Mientras tanto, como un vacuno en pie, aunque enteco y traqueteado seguía siendo
un vacuno, resultaba obviamente lucrativo entregar animales de ínfima calidad si
podía hacerse a un costo más bajo que el precio fijado por los cabildantes, siendo
ese ganado el que preferentemente se introducía en el mercado.

La Pulpería
Jean Léon Pallière (1864/65)

Por esta misma razón también los labradores disimulaban las existencias de granos, en las épocas de sequía,
regateando el precio de sus cosechas al margen de “posturas arancel y medidas”; los tahoneros, por su parte,
retenían harina en fraude a los agricultores que llevaban los granos, debiéndoseles intimar a “reçevir por peso
el trigo q. hubieren de moler Y la harina q. de el Y su molienda resultare lo ayan de entregar por peso en la
misma forma a sus dueños ...q. dichas athaonas tengan particular cuidado en dar la harina caval Y
correspondiente del trigo q. molieren”; los panaderos eran renuentes en amasar cantidades que hicieren bajar
el precio de su manufactura, “por quanto esta ciud.d se a hallado estos dias faltta del principal manttenim. to que
es el pan y q.e el poco q.e a avido a sido muy pequeño de q. e han resultado clamores y queja general; algunos
pulperos, por su lado, entregaban “vino adissionado” y “yerva camini por la del paraguay buena”, reclamando
estos, a su vez, contra los vendedores ambulantes, por que a pesar de “estar conpuestos con su magd. pa.
bender yerva tabaco y otros jeneros de pulperia ... muchos mercaderes la benden sin conpossision Y por las
calles”, creyéndose necesario, entonces, para remediar los excesos que se cometían en esos y otros ramos del
comercio al por menor, que los oficiales de justicia, “a todos tiempos y oras luego Y de ynproviso puedan entrar
a todas las tiendas, tendejones Y tabernas a visitarlas Y reconocer los pesos Y medidas... Y arançel que se les
da escripto”; recaudos que no lograban impedir las negociaciones clandestinas para sacar miles de cabezas de
ganado, cientos de arrobas de sebo y grasa, quintales de cereal u otros artículos fuera de la jurisdicción, con el
objeto de eludir los precios oficiales, la verificación de las piezas de medir o pesar y el pago de los tributos
fiscales.[71]

Durante la segunda mitad del siglo XVII la actividad comercial experimentó una fuerte crisis, por la política
económica imperante que restringía la actividad portuaria con el objeto de evitar la salida de plata potosina, por
la inseguridad de la ruta atlántica, prácticamente en poder de los piratas holandeses que interrumpen la
continuidad de la navegación de ultra mar, por la caída del ritmo de producción de las minas de Potosí, por la
depresión económica de España y por la restauración y separación de Portugal de la corona española en 1640,
que implica la supresión del tráfico marítimo con las colonias del Brasil, circunstancias todas que enmarcan el
acentuado estancamiento que se experimenta en el Río de la Plata, cuyo comercio estaba supeditado a un bajo
nivel de consumo y limitado a un intercambio regional de poca monta, condicionado por una economía sin
mercado y sin perspectivas de desarrollo. [72]

El corral
Jean Léon Pallière (ca. 1855/1866)

No obstante que la carne bovina nunca faltó en Buenos Aires para alimento de los pobladores más humildes,
porque comparada con los demás artículos resultaba de menor precio, al mismo tiempo que era la más
requerida, pese a que abundaban las piezas de caza de la fauna silvestre, el ganado menor y los animales de
granja, el Cabildo recelaba que “los Vezinos entretenidos en entablar Crias de Mulas Tienen puesto Todo su
esmero en Recogidas quantiossas de Yeguas olvidando y no Haçiendo Casso de lo mas preçisso para El
sustento de esta Republica Como Lo es El ganado Bacuno de lo cual sin duda Alguna sino se probee del
Remedio Combeniente a de experimentarse en pocos allarse esta Ciu. dsin abasto alguno de Carne sebo Y
grassa y muy dificulttosso El fruto de la Corambre de Toro para Las Cargas de los navios de permisso ...”[73]
Asimismo en un Auto del Gobernador se da cuenta que los vecinos de las ciudades comarcanas (aludiendo a
Santa Fe, Córdoba y Mendoza principalmente) entran a las campañas de Buenos Aires a “hazer quantiosas
recoxidas de ganado Bacuno matanzas y potreadas de cantidades muy conziderables de Yeguas en
contravencion de los Vandos Publicados que lo Prohiven ...”[74], revelador de la importancia que habían
adquirido los establecimientos dedicados al brutal y mañoso multiplico de mulas destinadas al alto Perú, pues
para ello, se requería una nutrida manada de yeguas, padrillos mutilados y una recua de jumentos, machos y
hembras, todo ello en desmedro de la formación y mantenimiento de hatos de vacunos domésticos, capaces de
proporcionar un producto “mejor que El que se a dado de Veinte años â esta parte por ser ganado de Rodeo
descansado y gordo”, en tanto que no faltaban las amenazas de azotes o prisión para los negros, mulatos,
indios, mestizos o mozos advenedizos que frecuentaban las tierras realengas para hacer su magra porción de
cueros, sebo o grasa y con esa exigua ganancia reconfortar su mísera subsistencia.

Pero una vez más, contrariamente a los bandos publicados al son de cajas de guerra por las calles
acostumbradas de la ciudad, a pesar de la prometida “pena de perdimento” de los productos que hubieren
extraído, como así de la caballada, carruajes y aperos utilizados, pese a la privación de la calidad de accioneros
a los españoles involucrados, “dos meses de prizion en la torre del riachuelo” para los mestizos y “ducientos
asottes en El rollo publico q. se executara Ynbiolablemente”, para los “Yndios, negros o mulatos libres”, no
obstante disponerse, en ciertas oportunidades, que alguna de las compañías de cavallos del batallón de la
ciudad salgan a correr las campañas para aprehender a las personas que sin licencia hicieren recojidas o
matanzas de boyunos y potreadas de yeguas “y trayga ... Carrettas, cavallos, mulas, Yeguas, Bacas y ottros
Efectos q. hallaren “, el enraizado estilo de vida de los vecinos de Buenos Aires, de la campaña y de las
ciudades vecinas, no se modificaría mayormente, devastando los últimos restos de la cimarronada con “la
continua fatiga de tanttas Y ttan repetidas Baquerias como se hazen Por propios Y esttraños”.[75]

BUENOS AIRES (Barrio de Balvanera) ca.1865


Antiguos corrales, matadero y mercado de frutos (Miserere - Once)
Foto: Benito Panunzi (1819-1894)

En julio de 1706 se vuelve a minimizar, tal vez con excesivo dramatismo, la cantidad de vacunos cimarrones
existentes en las pampas, los que de por sí, pastaban en parajes que se consideraban muy alejados por ese
entonces. En tal sentido el Procurador General de la Ciudad de Buenos Aires, Sebastián Agreda de Vergara,
expone en la Sala de Acuerdos del Cabildo que en virtud de las restrictivas medidas adoptadas desde su
fundación, en el sentido que solamente los "accioneros" tenían derecho a usufructuar de ese ganado, así como
de la especial economía y cuidados que estos tuvieron en su explotación resultó la manifiesta abundancia de
vacunos (en realidad, como señalado más arriba, hubo una abusiva utilización del recurso y no sólo para
consumo) mientras que en los tiempos presentes "exaustas las dichas campañas Y consumidos los sobre dichos
ganados... neçesidad que efectivamente experimentara esta y todas las demas Çiudades sin tener de Adonde
suplirla sino que âl presentte ni accioneros ni los demas que tienen estancias se atreven â Salir como solian a
coxer dho. ganado teniendole como les tiene yndizible costo y ningun Ynteres por ser tan pocosô ningunos, las
bacas que ay : de manera que las pocas que an quedado, estan tan corridas..... y que por esta razon el ganado
que se a de Mattar para El abasto de esta Çiu. d es forzoso sea rreçien sacado con muchisimo trabajo de la
Campaña flaco maltratado Y sin que se pueda Usar de el sin peligro de enfermedades no Parando en lo dho.
este Incombeniente. Sino en que dentro de Poco tpo. ni aun el Ganado de la calidad referida se podra sacar
aun a costa de mucho trabaxo, por que totalm. te se acava sino se pone remedio...", agregando el aludido
funcionario que por carecer de rodeos algunos vecinos pobres matan los bueyes y las vacas lecheras.

Ya se han señalado las causas por las cuales no se formaban rodeos de animales mansos, gordos y
aquerenciados, para el consumo de la población, además, por lo que a continuación se expresa, no parece que
la disminución de las vacadas cimarronas fuera de tal magnitud, aunque era evidente una paulatina decadencia,
que preocupaba al aludido funcionario y demás señorías del cabildo, hacendados todos, o poco menos, por su
directa incidencia en la comercialización de cueros, sebo y grasa o para su saca y venta en pie, incluso en las
provincias del Perú, procedimientos que directamente estaban llevando a cabo, desde algún tiempo atrás,
tropas del "Reyno de chile... Mendoza, San Juan, la Puntta, Cordova, Ryo Quarto y Santtafee... llenando como
llenan de bacas las Provinçias de Arriba", de manera que cuando los vecinos ganaderos de Buenos Aires
conducían hasta allí las que habían podido recoger, se encontraban apremiados por el "Vil preçio â que se
benden quedan arruynados y perdidos, sin poder ni aun sacar el costo que les an ttenido...", razón por la cual
deciden elevar dicho informe al Señor Gobernador y Capitán General para que "ponga el remedio que
semejanttes deshordenes piden."[76]
Seguramente los cabildantes sabían algo más que lo expresado en las antedichas actuaciones, porque mientras
ellos decían guardar el procreo de la hacienda, observando los períodos durante los cuales se prohibían las
vaquerías, los vecinos foráneos salían bien proveídos.
El Gobernador Alonso Juan de Valdéz e Inclán, se apresuró a destacar, pocos días después, las repetidas
entradas tierra adentro que el cuerpo de caballería había efectuado por su orden, así como las detenciones y
decomisos efectuados a personas que vaqueaban sin autorización, no obstante hubo de reconocer un buen
número de licencias que graciosamente otorgara a importantes personalidades y órdenes religiosas, tanto de
Buenos Aires como de la Provincia de Santa Fe, por supuestos servicios prestados a la corona de España,
permisiones que en total superaban las 120.000 reses, cantidad que parece demostrar que los campos no
estaban exhaustos, todavía.
A raíz de las insistentes lamentaciones de aquellos vecinos, de sus permanentes quejas sobre las matazas
practicadas por elementos foráneos y de las grandes tropas que se formaban para arrearlas fuera de la
provincia, descuidando el abasto de carne a la ciudad, llegó a decirse en el ámbito gubernamental: " es de
notar, la contradizion, de que no aviendo ninguna Vaca para comer, havia tantas para sacar".[77]

Grupo de hombres mapuches hacia 1890


Autor: Valck, Christian Heinrich (1826-1899)
Colección Biblioteca Nacional de Chile
http://www.memoriachilena.cl/

Es en este tiempo que se concatenan distintas circunstancias: en principio, la notoria disminución y alejamiento
de los bovinos cimarrones; en segundo lugar, las partidas de vaqueros, al internarse en las pampas o las
caravanas de carretas que se encaminaban a las Salinas Grandes (suroeste de la Provincia de Buenos Aires y
sureste de la actual Provincia de La Pampa) advierten la presencia de aborígenes que arreaban importantes
manadas de ganado vacuno[78], hecho que también queda registrado, poco después, cuando se expone acerca
de "los muchos Ladrones, que no solo de las ciudades Comarcanas basten y destruien dhas. campañas, si no
es, de Muchos Yndios âucaés, que de la ôtra p. te de la cordillera de chille han pasado â esta con el mesmo fin
de rrovar y destruîr dhas. campañas, es, forsoso se haga luego despacho como esta pedido con maior numero
de gente q. el que en ôtras Ocasiones séa despachado por el Maior Riesgo que ay de Ladrones y de
Yndios ênemigos". [79]
Por esas razones es que, en tercer lugar, se insistió en la necesidad de formar rodeos mansos, de cría y
engorde, en las estancias más o menos cercanas a la ciudad-puerto y, por último, también se comienza a
hablar, oficialmente, de vaquear en la otra banda del río Uruguay.

La “araucanización de la pampa”, como llama Canals Frau al apogeo de la expansión mapuche sobre las
llanuras del este, con su secuela de cruentos malones, recién había comenzado hacía fines del año 1707,
cuando hubo una gran concentración de pampas, puelches o serranos, pehuenches y huarpes, con la presencia
de “aucáes o indios de la guerra de Chile”, como se los denominaba entonces, a orillas del río Quinto, en el
territorio de la provincia de San Luis.[80]

Años después, en 1711, entre otros muchos asuntos, se vuelve a hacer referencia a una partida de indios de
Chile que, en este caso, habían despojado del ganado y herido a unos troperos que se hallaban tierra adentro,
acordándose que sería necesario enviar dos compañías de caballería para el castigo de los mismos[81] y,
posteriormente, también se informa que proseguían "en las Campañas de esta Jurisdission quatro o cinco
tropas de Cordovezes haziendo Consumo de ganados de esta Ciud. y sus axioneros".[82]

TOLDOS de CATRIEL en AZUL ca.1866


Foto: Benito Panunzi (1819-1894)
Colecc. Witcomb - Arch. Gral. de la Nación
https://www.educ.ar

En la sesión del 14 de octubre de 1713 del Cabildo Justicia y Regimiento (tal era el nombre completo de esa
institución que atendía en primera instancia los asuntos judiciales y regía en los demás aspectos económicos o
administrativos de cada comunidad) de la Ciudad de la Trinidad, Puerto de Santa María de Buenos Aires
(topónimo original usado en la práctica sólo en los escritos oficiales) se dispuso que los Alcaldes de la Santa
Hermandad (vecinos hacendados designados por el Cabildo para ejercer el poder de policía y la administración
de justicia con respecto a los delitos cometidos en el ámbito rural, antecesores de los jueces de paz, que tanta
importancia tuvieron en el desarrollo de la vida rural) debían impedir las "Ventas q. hazen diferentes personas
q. Vajan a las estançias desta Jurisdic.on desde las Ciudades Ynmediatas con diferentes generos... y q. luego
q. tengan noticia q. algun mercader U otra persona este en qualquiera estançia Vendiendo qualesquiera
generos ora sea, a dinero, o a otra qualquier espeçie passe a aberiguarlo y Constando de ello lo trayga presso a
esta Ciud. Embargandole los bienes q. le allare...", obviamente esta medida tenía por finalidad proteger a los
comerciantes porteños, evitar la evasión de las alcabalas y otros impuestos, pero sobre todo que estos
mercachifles ambulantes no se llevaran de retorno animales en pie, cueros, sebo, grasa u otros productos, para
comercializarlos en su lugar de origen, originando su disminución una carestía equivalente para el consumo de
los vecinos urbanos.

Por este documento puede inferirse, que se estaba verificando un proceso de formación de rodeos permanentes
y poblamiento en los precarios establecimientos rurales de la época, lo cual habría despertado el interés de los
buhoneros, porque en esa misma reunión se consideró "q. en las dhas. estançias y chacaras ay diferentes
personas de las Ciudades Ymediattas Con familias y q. estas no teniendo de q. mantenerse se sustentan del
ganado ageno y entran a las campañas sin licençia a hazer faenas de Sevo y graza... âssi ay en dhas. estançias
y chacaras muchos Yndios mestizos y mulatos libres arrimados a ellas, y sin Concierto alguno (es decir sin trato
o convenio de trabajo) de cuya tolerançia resultan los yncombenientes... q. algunos destos estan Vagamundos
y q. Van con otros a las Campañas Sin liçencia o q. hazen daños en las Sementeras y ganado ajeno, los
traygan ante las Justicias ordinarias para que les obliguen a q. Se Conçierten y les Castiguen los exesos q.
hubieren Cometido...", acordando, además, que se haría todo el esfuerzo posible para que no falten vacunos
para el consumo y otros menesteres de los habitantes, pues el cimarrón de las pampas "se ba acabando
respecto de q. abra quince años poco mas o menos se hazian las faenas de Sevo y graça Corambre y recojidas
de ganado, 20 y 30 leguas de esta Ciud. y oy aun saliendo nobenta y ciento aun no se consigue el hazerlas sino
es con mucho travajo, por q. el poco ganado q. a quedado en dhas. Campa. as se â retirado a las
Çierras ynmediatas, a la gran Cordillera a donde Vajan los Yndios Aucaes Chilenos q. ademas de llevarse
grandes porciones del executan muertes y Robos en los q. Van a dhas. faenas Como se esta
Experimentando". [83]

Siempre en la misma sala capitular de sus acuerdos, alcaldes y regidores se enteraron, en setiembre de 1714,
que un vecino que había pasado tierra adentro, nada menos que unas cien leguas, en busca de algún ganado
para hacer "un poco" de grasa y sebo (fórmula repetida por quienes, sin cumplir con el requisito de una
autorización previa, se internaban durante varios días en las pampas con el pretexto de acopiar una cantidad
suficiente para su uso doméstico y la finalidad, no declarada, de vender el excedente, como así también, si la
ocasión se ofrecía, arrear algún rebaño vacuno) estando en esas faenas, continúa el acta, "Vio algunas
humaredas En la Sierra y presumiendo fuesen de Yndios, Se Volvio retirando para tras y al llegar a la falda del
Serro q. llaman del tandil encontro con un troso de Yndios que le parecieron Aucaes quienes le quitaron la
Cavallada q. llevava y por q. la Quiso defender le Yrieron Con Una lanza en un ombro q. fue milagro no averle
muertto; Y que reconoçiendo el Ymposible de restaurarla y defenderse se Vino huyendo Con dies hombres que
llevava...", comentario que revela como la penetración mapuche se acentuaba en búsqueda también de los
semovientes cimarrones que, aunque en menor número, todavía pastaban en esas inmediaciones. [84]

El fragmento que se reproduce a continuación, copia literal del manuscrito original del escribano actuante en el
Cabildo, contiene la petición de Andrés Gómez de la Quintana, vecino y Procurador General, por medio de la
cual se evidencia el progresivo avance de los nativos trasandinos sobre la planicie central argentina. a los que
precisamente ubica, en ese momento, en las Salinas Grandes.
PETICIÓN DEL PROCURADOR GENERAL PARA CONTENER A LOS INDIOS AUCAS
CABILDO DEL 19 DE SETIEMBRE DE 1714
ACUERDOS DEL EXTINGUIDO CABILDO DE BUENOS AIRES
ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN - Edit. 1926
Apremiante situación que corrobora otro escrito, del mes de diciembre de ese mismo año, en el cual se hace
referencia a diferentes "robos y muertes" perpetrados por otras partidas de "Yndios Aucaes y Serranos" en
campos aledaños a la laguna "q. llaman Palantelen Veynte y Sinco leguas de la Capilla de Luxan ymediato
paraje a esta Ciud.", célebre laguna (ubicada en el actual partido de Alberti, a un par de leguas del río Salado)
paradero de indios y lugar de concentración de las tropas y carretas que salían tierra adentro en busca de las
Salinas Grandes, relación que prueba el grado de inserción de esos componentes foráneos en la llanura
central. [85]
Sin embargo, dijo Canals Frau, pese a la presión ejercida, transcurrirían varios decenios hasta que fueran amos
absolutos de la planicie mediante infiltraciones constantes y sucesivas, adaptaciones y fusiones, aculturaciones
y amalgamas, por las que un pueblo sedentario de tipo andino se transformó, en el nuevo medio ambiente, en
diversas comunidades seminómadas que vivirían preferentemente de la ganadería y subsidiariamente de la
caza, la recolección, el saqueo y alguna incipiente agricultura, perfeccionando, en un proceso generalmente
pacífico, pero no exento de violencias y/o desplazamientos, la sustitución étnica de las poblaciones realmente
oriundas. De ese conglomerado de ándidos mapuches, pehuenches cordilleranos, huárpidos cuyanos,
tehuelches patagónicos y puelches serranos, resultaría una notoria heterogeneidad en el subtipo racial de los
habitantes de las pampas.[86]
Origen de los malones CLIQUEAR AQUÍ

De la antigua abundancia casi ilimitada – dijo Giberti – se pasó a un período de restricciones atisbándose la
paulatina consunción del ganado cimarrón; el sobreprecio de los cueros que se embarcaban, legal o
clandestinamente, impulsó a los ganaderos a tratar de preservar mucho más las existencias vacunas
magnificando su evidente decadencia, por ello se advierte la tendencia a impedir drásticamente las arreadas de
los indios furtivos o el menudo escamoteo de la masiva mano de obra desocupada o subocupada de aquellos
tiempos, negros o mulatos manumisos, criollos o mestizos arrimados a algunas estancias, mozos disgregados
en precarios ranchos levantados en tierras baldías o aparentemente sin dueño, arrieros de mulas y troperos de
carretas que volvían del puerto al interior, “Como los mesmos españoles”, es decir, “Todo Genero de
personas... de qualquier Estado Calidad Y Condizion...”, como también la cuantiosa competencia de tratantes
forasteros que en confusas pandillas entraban a las campañas “en ttodos Los tiempos del año”, a todos los
cuales endilgaban el epíteto de "ladrones", porque aquellos patricios estancieros, cuyos elementos más
representativos intervenían también en el tráfico negrero, en la especulación comercial y en el contrabando de
productos y mercaderías, no toleraban que sin su autorización o licencia para vaquear, se pretendiera
usufructuar del ganado bovino cimarrón que se había propagado desde las orillas de la mar océano hasta el pie
de las altas cumbres cordilleranas.

Así, simultáneamente con las convulsionadas cuadrillas de peones, cuartedores, desjarretadores, cuereadores,
baquianos, carreteros, capataces, etc., de las bien montadas y aviadas tropas fletadas por pudientes
ganaderos, sigilosamente se desplegaban también logreros, vagos o desvalidos procurando subsistir con el
producto de algunos cueros, unas pocas “vegigas de grasa” y otros tantos “sacos de Sevos”, pero coadyuvando,
definitiva e irremediablemente, a la completa destrucción del recurso.

Por su parte los nativos de Chile ya habían denominado "huinca" al español y todo aquel que no fuera originario
de aquellas tierras, vocablo aparentemente derivado del verbo "huincùn", que es hurtar bestias o ganado,
según Febres y Rosas. [87]
La pisadora de maíz
Jean Léon Pallière (ca. 1868)
Museo Nacional de Bellas Artes (Arg)
http://mnba.gob.ar/

La insuficiente cantidad de maderas, por la falta, poco menos que absoluta, de árboles en las pampas
primigenias, la inexistencia a orillas del Plata de cantera alguna de donde extraer materiales para la
construcción y la total carencia de metales; alejados durante algunas épocas, incluso, de la posibilidad de
importarlos, en bruto o manufacturados, llevó necesariamente al aprovechamiento de la ganadería, no sólo
para consumo o como único bien de capital, sino como proveedor de un material substituto cuya utilización se
generalizó de tal forma que Sarmiento acuñó la expresión “la civilización del cuero” para referirse a este
prolongado período que se extendió incluso durante la época de nuestra organización como país independiente,
frase repetida hasta el cansancio por célebres escritores en homenaje a la fuerza expresiva que encierra en
relación con el contexto histórico al que se refiere.
En 1742, el Procurador General Antonio Félix de Saravia, mientras exponía sobre la necesidad de restringir el
comercio ganadero con el Paraguay y ciudades del interior, que amenazaba con disminuir manifiestamente las
cimarronas existencias vacunas, se preguntaba:

"...qual es el âseyte con que generalm. te se guizan las Viandas o comidas en toda esta tierra presisam. te  se a de responder que la grasa


de Bacas es el Unico y comun ... qual  la Unica garcia de que se hazen las Sogas ô lazos q. llaman Guascas [88] tan nesesarias para
Infinitos ministerios? se a de desir presisamente que es la piel o cuero del genero bacuno, los costales ô sacos para guardar y reparar
el trigo de aguas humedades polvo y Sabandijas de que Jenero son no ay Otro ni puede âber en toda esta Prov. a equibalente al cuero
de nobillo ô Vaca porque si Se caresiera de este genero ... Se perdiera el trigo en que consiste la recojida de las cosechas ... en la gran
copia de cueros de toro y Baca de q. cada Uno se prebiene fuera de que es quasi Inesplicable lo yndispensable que Son estos Jeneros
en esta tierra para muchos menesteres Sin poderze allarse ôtros que con tanta comodidad y con tan poco gasto Suplan su falta ... Y
no es de menor Utilidad la abundancia de sevo de dho. ganado pues es la Unica materia de que Se sirbe el comun para alumbrarze de
noche cuyo consumo es renglon considerable.”[89]

Félix de Azara, el célebre ingeniero militar, aficionado a las ciencias humanas y naturales, diría años después:
“El ganado suple aquí casi todas las necesidades. La mayor parte de la gente no come pan ni otra cosa que su
carne asada; de las astas hacen vasos, cucharas y peines; y poniendo un tapón en lo más grueso, abriendo un
agujero en la punta, les sirven de jarros y cántaros, llamándolos “chifles”. Del cuero fabrican todas las cuerdas
y sogas, la mayor parte de los utensilios, como canastas y arcas, llamándolas tipas y petacas; y haciendo con
un cuero una candileja de cuatro picos, a que llaman pelota, pasan en ella los ríos aunque sean de media milla
o más de travesía. Sobre el cuero duermen, con él hacen puertas y ventanas, y muchas veces las casas. La
grasa suple al aceyte, aun en Quaresma. Del sebo hacen velas y xabon, y los huesos sirven de leña para los
hornos y aun en las casas, porque escasea mucho en los campos, principalmente de Buenos Aires. Las
calaveras son sus sillas y bancos.”[90]

Debe tenerse en cuenta, además, la serie de piezas sueltas que, en conjunto, componían el apero o montura
para las cabalgaduras y también los accesorios imprescindibles como riendas, bozales, cabestros, rebenques,
lazos, boleadoras, alforjas, etc.
Los bueyes se uncían al yugo con fuertes y resistentes guascas y las carretas se cubrían con cueros cosidos,
material que a veces también se utilizaba para cubrir el piso del carromato.
La vivienda - como dijeron Chiozza y Correa Morales - “expresa la voluntad de arraigo del hombre en el paisaje
y revela al observador atento la capacidad de sus moradores para adaptarse a las condiciones del ambiente
natural respondiendo a las exigencias de su género de vida, de acuerdo con la índole del vínculo legal que les
liga a la tierra, los recursos económicos de que disponen, el grupo social al que pertenecen, las circunstancias
históricas y sus gustos personales.” [91]
Precisamente, la exigüidad de materiales en el medio, la precariedad en la tenencia de la tierra y la cortedad de
recursos económicos, determinaron la difusión del rústico rancho como el tipo de morada más genuino de las
pampas, hasta convertirse en parte inescindible de su paisaje.
Origen de la palabra rancho CLIQUEAR AQUÍ

El esqueleto del rancho se apoya en los horcones, postes altos y fuertes que terminan en una horqueta, sobre
las que se asientan la cumbrera, el travesaño longitudinal más elevado y las dos costaneras o vigas laterales
más bajas. Entre aquella y éstas se cruza un cierto número de varas que se fijan con tientos de cuero crudo,
encima de las mismas se atraviesa, a lo largo, el emparrillado de cañas, ramas o correas que forma la base de
la cubierta.
El uso de la paja quinchada [92], es decir manojos de paja colorada, paja de embarrar, cortadera, espadaña,
junco, olivillo o chilca, atados con fibras vegetales o tiras delgadas de cuero crudo (tientos) y recubierta con
barro por dentro y/o por fuera, tanto para el techo como para los muros, podría decirse que era una
construcción de cierto lujo.
Idilio criollo
Jean Léon Pallière (ca. 1861)
Museo Nacional de Bellas Artes (Arg)
http://mnba.gob.ar/

El Capitan Miller, visitando una estancia del sur en 1817, encuentra que “tenía tres habitaciones: la principal
era un cuarto de cuarenta y dos pies de largo y quince de ancho, sin chimenea ni ventanas, y el todo estaba
construído de paredes de caña, cubiertas por dentro, y por fuera, de arcilla (barro). Las pocas vigas que
formaban los apoyos las habían traído del Monte del Tordillo, distante diez y ocho leguas, y estaban sujetos con
tiras de cuero como todas las casas de las pampas, pues no se conocen en ellas los clavos; las puertas las
hacen comúnmente con pieles de toro extendidas en marcos de madera.”
Con respecto al corral dijo: “es un círculo cerrado de fuertes estacas clavadas en el suelo y atadas unas a otras
con tiras de cueros...”[93]

En su viaje de 1848 por la campaña bonaerense, Mac Cann detalla el más rumboso mueble que encuentra en
algunos de los ranchos que visita. “A lo largo de la pared había unos postes bajos, como de dos pies de alturas,
sobre los que descansaban estacas sujetas con guascas y cubiertas con un gran cuero de buey. Este aparato
nos sirvió de cama.”Refiriéndose a una casa de posta de la pampa entrerriana, apunta Mac Cann: “La choza
estaba compuesta por una armazón de madera, cortada de los árboles vecinos y recubierta de mazos de pasto,
atados por lonjas de cuero crudo. El moblaje consistía en un cuero seco, colocado sobre una especie de
plataforma elevada, en un ángulo del rancho; esto servía de asiento durante el día y de lecho durante la
noche. Los pocos utensilios domésticos, eran también del orden más primitivo; una olla de hierro, de tres
patas, unas grandes calabazas donde guardaban el agua y conchas recogidas en el río cercano, que hacían de
cucharas. Asegurado en el techo, colgaba un cuero dispuesto de tal manera que servía para guardarlo todo...”

Para confeccionar las llamadas “botas del país” - explica el mismo autor - se sacrificaba un potrillo, “le sacan el
cuero de las patas traseras, desde el menudillo hasta la mitad, más o menos, del muslo; le raspan el pelo y
mientras el cuero está húmedo, lo adaptan a la pierna y al pie de la persona que ha de usar las botas. Esta
parte, desde el corvejón hacia abajo, forma el pie, y la parte de arriba cubre la pierna... excepto los tres dedos
mayores que, por lo general, quedan a la vista". [94]
Esta bota de potro resultaba muy liviana, muy apropiada para montar y era de uso generalizado entre
aborígenes y paisanaje de aquellos tiempos y lugares.
Transcribe Carreira las observaciones del suizo Carlos Beck Bernard, quien dio testimonio de la aptitud del
cuero para cubrir todas las necesidades de ese extenso período destacando: “Los niños criollos, indios o
mestizos, duermen en sus pequeñas hamacas de cuero en forma de cajón, que se suspenden de las vigas del
techo, con tiras de cuero. El albañil, para transportar la argamasa y la cal, usa una especie de batea de
cuero ...” y en las tahonas donde se molía el trigo “estaba el cernedor, que era de cuero agujereado en diversos
tamaños, por donde pasaba la harina, que luego se guardaba en sacos de cuero.”
No debe olvidarse que del mismo material se confeccionaba la rastra, ancho cinturón ornamentado con
monedas de plata que sujetaba el chiripá [95] de los ganaderos más pudientes, el retobo o forro de cuero del
mate, el barbijo del sombrero, la guayaca [96], bolsita de cuero o tabaquera, usada también para llevar dinero
u objetos personales, el “alzaprima” [97] de las espuelas, quedando, sin duda, fuera de esta reseña muchas
otras aplicaciones, como dijo Carreira.[98]

La cuna
Jean Léon Pallière
http://www.ecured.cu/

En relación con el aprovechamiento del cuero fresco, cortado en tiras (tientos) dijo d’Orbigny: “Casi podría
decirse que no hay trabajo mecánico en el cual no intervengan para algo, pues son muy hábiles para sacarles
partido. Los cortan con maravillosa destreza; saben descarnarlos, depilarlos, suavizarlos, dividirlos en tiras en
tiras muy finas y delgadas, trenzarlos de mil modos, todo esto sin otro instrumento que su cuchillo. Cuando un
cuero debe ser cortado o aplicado a algún uso de los que acabo de enumerar, en lugar de hacerlo secar,
conservándole su forma natural, se lo estira en todos sentidos hasta darle una forma casi cuadrada.” [99]
Los cueros para exportación - apuntaba Mac Cann en 1848 - se preparaban de la siguiente forma: “primero se
los remoja en salmuera, luego se los lava y apila en capas de cuero y sal; en ese estado se mantienen durante
doce meses. Pero el secado de los cueros es una operación engorrosa que exige cuidado y atención. Los que
deben enviarse al mercado inglés o alemán son estirados sólo a lo largo, de modo que el cuero, al secarse,
quede más grueso. Se usan veinticuatro a veintiséis estacas para asegurar los dos extremos al suelo, estirando
el cuero de la cabeza a la cola, para hacerlo largo y angosto, forma en que logra su máximo grosor. Los
destinados a España, o a cualquier otro país que exige cuero delgado, son estaqueados de modo que se
extiendan todo lo posible en sentido lateral y longitudinal. Los cueros para Inglaterra y Amberes son, por lo
común, veinte por ciento más pesados que cualquier otro; y los destinados a España son habitualmente un diez
por ciento mejores en calidad que los comunes.” [100]

Debe consignarse que durante ese siglo XVII es imposible separar, por falta de datos conocidos, la población
urbana de la rural, fundamentalmente porque dicha diferenciación no sería muy notoria en una época en que la
mayor parte de los habitantes, ciudadanos y campestres, estaban aglutinados en torno de la pequeña aldea,
pero setenta años después, siguiendo el empadronamiento de 1726, realizado exclusivamente en los pagos
aledaños a Buenos Aires, por orden del gobernador Bruno Mauricio de Zavala para reclutar pobladores de la
campaña con el objeto de urbanizar el puerto de Montevideo, podemos llegar a tener una idea conjetural de esa
relación dado que el mismo arroja un total de 2.538 habitantes rurales (incluyéndose 94 negros, 78 mestizos,
75 indios, 29 mulatos y 54 pardos) los que representan un 27 % de la cantidad de 9.550 residentes en el área
de la ciudad, según cálculos estimativos de Besio Moreno. [101]
Si desde 1650 a 1700, el promedio anual fue de 20.000 cueros exportados y desde 1700 a 1725 se
comercializaron 75.000 cueros al pelo por año, cantidad que se duplicaría a mediados de ese siglo, sin incluir
las cargazones furtivas y el copioso consumo interno, resulta evidente que todavía abundaba el ganado
cimarrón y que se ocultaban o encubrían las cantidades reales de animales vaqueados y/o reducidos a rodeo,
reservando las reses escogidas para negociarlas fuera del mercado de la ciudad o para hacer corambre recién
cuando los naviós dieran fondo en el puerto, una vez ajustado el precio y sin peligro del ataque de las polillas.

Paisanos
Ángel Della Valle (Óleo)
Museo Nacional de Bellas Artes (Arg)
http://mnba.gob.ar/

Este rudimentario estilo de vida, desarrollado en las pampas durante poco más de un siglo y que continuaría en
las siguientes centurias, fue forjando naturalmente desde sus comienzos, en una buena parte de su población,
la idiosincrasia de un arquetipo humano, todavía innominado, que por sobre todas las cosas rehusaba
emplearse en cualquier tipo de servicio personal, pero que eventualmente se prestaba para las faenas
relacionadas con el manejo del ganado y la caballada; las incursiones tierra adentro, cacerías y matanzas,
despertaron en él los instintos más primitivos, el manejo del facón y el culto al coraje; las largas travesías
forjaron su predisposición para observar en forma atenta y perspicaz las formas, colores y sonidos de la
naturaleza virgen, predecir sus movimientos e intuir sus rumbos, a soportar las inclemencias y las privaciones,
a ser sobrio en exceso y en exceso jugador o lujurioso, comedido y servicial o propenso a las pendencias, según
las ocasiones.

Fue reacio a leyes, bandos y proclamas, porque comprendió que hacía falta un costal de papeles, una talega de
favores o un saco de dinero, para lograr una buena sentencia, la suspicacia indiana alimentó su indolencia, la
arrogancia hispana su apostura y osadía.

Generalmente iletrado, su lenguaje no consistía más que en repetir los arcaísmos aprendidos de sus mayores
- como puede observarse en las transcripciones efectuados de las partes substanciales de distintos
documentos, redactados por las personas más preparadas del momento - vocabulario que en aquellos siglos,
no había completado aún su evolución en el proceso de consolidación de la lengua castellana (recuérdese que la
Real Academia Española recién se fundaría en el año 1713 y sus publicaciones llegarían a estas tierras con la
morosidad que es presumir, aunque en ningún caso a los nacidos y criados en la soledad de los campos).
Complementaban ese panorama lingüístico, como se ha visto, el empleo de numerosas voces aborígenes,
preferentemente de las que procedieron, a través del noroeste argentino, de las altas cumbres peruano-
bolivianas, reveladoras - a mi criterio - de las raíces más recónditas del paisanaje de las pampas. Como dijo
Canal Feijoo, lo propio de la expresión popular es la recreación o reelaboración permanente de lo ya dado,
nadie sabe cuando ni como, circunstancia que pone en evidencia la profundidad de sus orígenes.
Improntas del mestizaje étnico y cultural son también algunas expresiones de la lengua guaraní, o mejor
dicho, avañe'e, incorporadas al habla lugareña, como tapera, tacuara, caracú, etc.

En ambos casos debe hacerse mención a los innumerables vocablos referidos a la toponimia, flora y fauna que
sobreabundan en nuestro territorio, repertorio de voces que se enriquecería durante el siguiente siglo XVIII
como resultado de la penetración mapuche en las pampas.

1. El origen del gauchaje

El fecundo mestizaje fue una de las derivaciones fundamentales de la conquista; desde que los españoles
irrumpen en el Perú no sólo exigieron cuanto oro y cuanta plata tenían los nativos, sino que aspiraron de
inmediato a vivir como señores, bien servidos por las numerosas indias; “... en lo que es costumbres y vida
moral y civil, más corruptos fueron a una mano los soldados y vecinos españoles en aquellos tiempos que los
indios gentiles, por muy distraídos que fuesen; porque, dejando aparte todo lo que es hurtar y robar y hacer
agravios e injurias, o el jurar, blasfemar, renegar, los homicidios, aun entre sí mismos, y otros muchos males,
en lo que toca a la deshonestidad, iba tan roto el negocio, que desde el capitán hasta el mismo soldado vivían
miserablemente, cual con cinco, cual con diez, cual con doce mancebas y todas gentiles, y todas ellas quitadas,
o de sus padres, que las tenían doncellas para casar, o de sus maridos; y por quitar escrupulillos, las hacían
baptizar sin catecismo ni prevención alguna, y acabado el baptismo, las hacían volver a sus casas y pecados, y
las que poco antes fueron mancebas gentiles, el mismo día del baptismo se hacían mancebas baptizadas y
cristianas”[1].

Bajaron los conquistadores por los caminos del Inca hacia los valles del noroeste argentino al mismo tiempo
que otros remontaban el Paraná, allá por el 1536 y los cinco mil mozos y doncellas de la tierra que había en
Asunción del Paraguay cuando aquellos buscaron establecerse nuevamente en la desembocadura del río de la
Plata (1580) son la prueba más concluyente - dice Salas - de este tumultuoso y libérrimo crecimiento de la
población.
“Hay muchos mestizos y españoles casados, aunque son muchos más
los   mestizos   que están por   casar   y   las   mozas mestizas   no   tienen
cuento. A los mozos que tienen ya edad de ponerse la espada, llaman
mancebos   de   garrote,   porque   como   no   hay   espadas,   traen   unos
varapalos terribles como medias lanzas. Son muy buenos hombres de
a caballo y de pie, porque sin calzeta ni zapato los crían que son unos
robles.   Diestros   de   sus   garrotes,   lindos   arcabuceros   por   cabo
yngeniosos y curiosos y osados. En la guerra y aún en la paz...” [2]

Araweté, pueblo tupí-guaraní


Foto: Eduardo Viveiros de Castro
https://img.socioambiental.org/v/publico/arawete/

Por su parte, Irala atribuía dicha situación a esa "antigua y vieja costumbre", reconociendo oficialmente tres
hijos y seis hijas de siete indias distintas, muchachas que se casaron con oficiales del ejército y, una de ellas,
Úrsula, con el capitán Alonso Riquelme de Guzmán, sobrino de Alvar Núñez, de cuya unión nació Ruy Díaz de
Guzmán, que con el tiempo sería nuestro primer historiador rioplatense.

Así describía el clérigo Centenera las relaciones interétnicas imperantes en la Asunción de ese tiempo :
Martín del Barco Centenera (~1535~1601) : La Argentina: poema histórico
Facsímil de la primera edición de Lisboa,por Pedro Crasbeeck - 1602
Biblioteca Virtual Cervantes - http://www.cervantesvirtual.com

Otros documentos de esa época permiten inferir como se va formando la idiosincrasia del elemento humano,
nacido en el suelo americano, desde los tiempos de la conquista y colonización en esta parte del continente, “...
va por capitan para hazer población juan de garay ... lleva nueve españoles, setenta y cinco arcabuces,
cinquenta y cinco caballos y los mancevos hordinariamente son buenos arcabuceros en poco tiempo que lo
usan y gente de caballos...”[3]
Por su número, por su capacidad para adaptarse a las exigencias del rústico medio, por su baquía y destreza en
el manejo de animales y armas, pronto generaron - como dice Salas - la desconfianza de algunos funcionarios
reales y personalidades eclesiásticas, apegados todos a las formalidades de la época, porque vieron despuntar
en aquellos vasallos un cierto carácter alborotador, orgulloso y temerario.

Prácticamente dos siglos después, Azara llegaría a decir que estos mestizos tienen sobre los europeos y criollos
(“hijos nacidos en el país de padre y madre españoles”) alguna superioridad por su talla, elegancia de formas,
talento, sagacidad y actividad, por lo que dice sospechar que la mezcla mejora la casta y, por lo tanto, “ que la
raza europea mejora a la larga unida a la americana.”[4]

Es evidente que el término castellano “mestizo” (del latín misticius, de mixtus, compuesto por mezcla) que no
quiere decir otra cosa que hijo de padres de distinto origen étnico, en especial de padre europeo y madre india,
tenía connotaciones peyorativas en Paraguay, porque como dice un antiguo escrito de Ortiz de Vergara, citado
por Salas, “no conviene llamarles mestizos, sino del nombre que ellos se precian, que es montañeses...”.[5]
Mapa Jesuítico de Paraguay - 1732 - Francisco Retz S.J. (fragmento)

Refiriéndose a las “cibdades” del Paraguay y Río de la Plata dice fray Reginaldo de Lizárraga alrededor del año
1590, “la mayor y más principal se llama Asumption, cabeza de aquel reino, con mucha gente, los más allí
nacidos, mestizos y mestizas; los españoles meros son pocos... El capitán Juan de Garay, viviendo en la
Asumption, donde era vecino, en cabildo pidió le diesen algunos mestizos, allá llamados montañeses, y pocos
españoles, que él quería aventurarse é irse el río abajo con ellos...” pero con respecto a la personalidad de esos
mozos formula más adelante un juicio sumamente adverso:

“Castigaron los viejos conquistadores y criaron en mucha policía á los montañeses y á los meros españoles, como á ellos los
criaron sus padres. Ningún muchacho había de hablar, ni cubrir cabeza, ni sentarse delante de los viejos, aunque tuviesen
barbas, ni los viejos al más estirado llamaban sino tú, cuando mucho un vos muy largo. A los montañeses enseñaban primero á
leer, escribir y contar; luego les daban oficio, y á lo que más se inclinan es á herreros, y son primísimos oficiales; son grandes
arcabuceros, flecheros y nadadores, recios hombres á caballo; andando en la guerra, luego quitan las calzas y zapatos y desnudan
los brazos; ya han perdido esta policía, muertos los viejos, y son la gente más mentirosa del mundo, y como un hombre no tracte
verdad, no le pidan honra.”[6]
Manuscrito atribuido a
Ruy Díaz de Guzmán (1612)
Real Academia de la Historia
bibliotecadigital.rah.es/
La defensa de aquellos hombres de origen heterogéneo es asumida por Ruy Díaz de Guzmán, el primer cronista
rioplatense, mestizo asunceño, nieto de Irala, soldado bisoño en distintas campañas, participó con Hernando de
Lerma en la fundación de Salta, residió en Buenos Aires poco después de su repoblación, llegó a ser teniente de
gobernador en el Guayrá, contador real en Santiago del Estero y alcalde de primer voto en su ciudad natal,
habiendo escrito hacia el año de 1612:

“Son comúnmente buenos soldados, y de gran valor y ánimo inclinados á la guerra, diestros en el manejo de toda especie de armas, y con
especialidad en la escopeta, tanto que cuando salen á sus jornadas, se mantienen con la caza que hacen con ella, y es común en aquella
jente matar al vuelo á bala rasa las aves que van por el aire, y no tenerse por buen soldado el que con una bala no se lleva una paloma, ó
un gorrión: son comunmente buenos ginetes de á caballo de ámbas sillas, de modo que no hay quien no sepa domar un potro, adiestrarle
con curiosidad para la jineta y brida; y sobre todo son muy obedientes y leales servidores de S.M.” [7]

Estas circunstancias no eran exclusivas del Paraguay, en la región del Tucumán el poblamiento de la tierra fue
una prolongación del mestizaje peruano y chileno. Francisco de Aguirre, “la primera lanza de Chile”, a la
sazón gobernador de esa extensa región, preso y engrillado por orden el Santo Oficio de la Inquisición, fue
sentenciado en 1569 a retractarse públicamente, en forma vergonzosa y degradante, durante la celebración de
misa en la Iglesia Mayor de Santiago del Estero, siempre parado, con una vela encendida en la mano y en el
momento de las ofrendas con clara dicción, en alta voz “...é poniendo la mano derecha sobre esta cruz e
crucifijo é sobre los sagrados Evangelios...”, confesar y abjurar de una quincena de manifestaciones, “algunas
heréticas, otras erróneas, otras escandalosas y mal sonantes”, entre ellas, haber dicho en cierta oportunidad
que "se hace más servicio a Dios en hacer mestizos que el pecado que en ello se hace ", jactándose de haber
contribuido a aumentar la población del territorio indiano. [8]

En una carta del año 1607, el gobernador del Tucumán Alonso de Ribera, se refiere a los pobladores de su
jurisdicción, diciendo que además de los vecinos españoles que vivían de sus granjerías y de los mercaderes,
también pobres y de poco caudal:
“El tercero genero de gente en esta Provincia son algunos criollos sueltos, pobres y holgazanes, porque sus padres no les
dejaron de comer, no les enseñaron a trabajar ni ellos se aplican a ello y junto con esto muchos mestizos que son de la propia
calidad.” [9]
Como en todos los rincones de América, consta que desde los primeros tiempos, “ ... en el sacar serbicio los
encomenderos an tenido deshorden y mediante ella los pueblos de sus encomiendas eftan disipados y sin aber
en algunos dellos muchachos ni chinas por haberlos sacado para serbicio personal ... y porque estoy informado
que algunos pobleros con poco temor de Dios y gran cargo de sus conciencias en los pueblos de indios que
tienen a su cargo amançeban publicamente con indias doncellas y solteras forçandolas para ello y haciendo
otros insultos y bellaquerias ...”[10]
Situación que sigue preocupando a Hernandarias en 1603, pues los encomenderos, sus hijos, vecinos o
soldados, suelen convivir con las nativas, por lo que ordena y manda cesen en esa conducta escandalosa y de
público pecado, señalando además que “hay gran desorden en todo este gobierno de sacar indias de unas
partes y otras y no vuelven jamás a sus tierras.” [11]
A ello debe agregarse, de acuerdo a lo preceptuado en las Ordenanzas de Juan Ramírez de Velazco, “que
algunos delinquentes despues de aber cometido grabes delitos se absentan y esconden en los pueblos de indios
o eftancias y mediante efto quedan sin castigo...”

Mujer Guaraní-Kaiowá hilando algodón


.....................Foto: Egon Shaden, 1949.....................
https://pib.socioambiental.org/pt/povo/guarani-kaiowa
Esos factores de carácter exógeno indudablemente originan un creciente entrelazamiento racial y un proceso de
transculturación o intercambio, modificador de la especificidad cultural de ambos grupos, del cual emerge una
nueva realidad compuesta de antiguos y nuevos valores, mitos, elementos materiales, actitudes o
comportamientos, heterogeneidad que extiende su influencia a “las propias ciudades españolas, que nunca
fueron tales en cuanto a la pureza de sus costumbres”, como dice Salas y que constituirá la base del “criollaje”
en la sociedad nacional. “Los pueblos indígenas sufrieron el exterminio y una deculturación compulsiva, pero la
cultura dominante no podía salir indemne de semejante choque. Nace así una cultura mestiza, que amalgama
sangres y cosmovisiones catalizando una nueva realidad, otro tipo social.” [12]

Contrariando expresas disposiciones vigentes, era común el traslado de familias o comunidades nativas,
afincándolas donde fuere necesario para satisfacer las necesidades de los nuevos habitantes y esos nativos, en
el área bonaerense, eran de procedencia guaraní o del noroeste del territorio patrio, sumamente útiles en virtud
de sus ancestrales hábitos de labradores sedentarios, hábiles ya en el manejo de manadas, tropillas, rodeos y
tropas, los cuales permanecían en la ciudad o su periferia, no obstante que Hernandarias informara al Rey, en
1618, que había ordenado volvieran a sus tierras los indios del Paraguay, como asímismo los de la región del
Tucumán que estaban en poder de los encomenderos del puerto de Buenos Aires. [13]

También decía aquel funcionario estar informado “que de la gobernación de tucuman y otras partes se bienen á
las Cibdades defta algunos indios e indias y eftos tales se andan hechos vagamundos sin querer serbir a
nadie...” y que otros “muchos de los indios deftas prouincias se absentan de sus pueblos por no tener en ellos
bastantemente el sustento necesario de lo cual redunda hacerse cimarrones ...”, situación que en pocas
palabras revela, además, una de las fases de la destribalización indígena, la que se produce por dispersión de
los miembros de esas comunidades como una experiencia meramente individual, quienes, aunque no se
acerquen a las estancias, caseríos o ciudades en busca de una utópica asimilación, entrarán en contacto
interétnico con otros grupos o individuos que permanecen aislados o que también se desvincularon de su
anterior hábitat, nativo o foráneo.
Es de señalar que esa vasta región denominada entonces Provincia del Tucumán, Juríes y Diaguitas, se
extendía desde la ciudad de Córdoba hasta el actual Departamento de Tarija (Bolivia) inclusive, cuya capital
original fue Santiago del Estero, comprendiendo, por lo tanto, todo el territorio del noroeste argentino, área
donde predominaban en esos tiempos las lenguas quechua y aymara, origen de muchos vocablos camperos,
algunos de los cuales se utilizan actualmente (por ejemplo: pampa, chacra, cancha, guasca, guacho, chúcaro,
etc.)

Provincia del Tucumán, Juríes y Diaguitas


Capital: Santiago del Estero
Mapa Jesuítico de 1732 - Francisco Retz S.J. (fragmento)
Con respecto a la participación aborigen en la ciudad de Buenos Aires y su campaña, es suficientemente
explícito el comentario que se hizo al respecto en 1675, “yndios no ay otros naturales que los pampas ó
serranos que sobre ser en corto numero a sido y es gente indomitta e imtratable cuyo servisio y asistensia al
español le es de mas perjuisio que utilidad ... el servisio de estos miserables vesinos tienen mas seguro es el
Yndio Domestico que baja de las provinsias de arriba que a cresido salario le sustenta...” [14]

Cabe señalar que los llamados "pampas" no eran otros que los descendientes de los originarios y
antiguos querandies, que dado su escaso número, ante la invasión alóctona, habían optado por retirarse tierra
adentro, mientras que "serranos" fue la denominación que los españoles de aquel tiempo dieron a
losguénaken o puelches, provenientes del norte de la Patagonia, que se habían acercado a las serranías
situadas al suroeste de la actual provincia de Buenos Aires.
Estos pueblos, a su vez, precedieron a los que, lenta e imperceptiblemente se fueron infiltrando en las centurias
siguientes procedentes de la cordillera nevada, sedentarios en Chile, nómadas en las pampas, étnicamente
andinos, de estirpemapuche, que también recibieron el apelativo de "pampas", vocablo que hace referencia a
las inmensas llanuras que estos pueblos tuvieron como habitat en distintas épocas, pero que nada define desde
el punto de vista etnográfico.

Revelador del proceso bidireccional o de intercambio que Colombres denomina transculturación, es el siguiente
párrafo de la relación efectuada en 1611 por Marín Negrón: “Ay grandísima multitud de yeguas y cavallos
silvestres con que han dado ocasion a los yndios andar a cavallo y estan ya tan diestros que no les da cuydado
silla ni aparejo ..... Ay en esta Governacion generalmente en hombres y mugeres un vicio abominable y sucio
que es tomar algunas veces en el dia la yerba con gran cantidad de agua caliente para hacer vomitos con
grandisimo daño de lo espiritual y temporal por que quita totalmente la frequencia del SSantisino Sacramento y
hace a los hombres holgaçanes que es la total ruyna de la tierra y como es tan general temo que no se podra
quitar si Dios no lo ace.” [15]

Vemos pues como, desde su origen, cuando las ciudades no eran más que desperdigados villorrios, comienzan
a configurarse los lineamientos socioculturales de un nuevo y por entonces innominado tipo humano de
características y costumbres peculiares que seguirá las huellas de los équidos y bóvidos dispersos en la
amplitud inconmensurable de la estepa herbácea.
Esas vaquerías, con ganado arisco, indócil y bravío, de la llamada raza ibérica, en sus variantes andaluza y
portuguesa, cuyos representantes actuales serían los animales de lidia - por supuesto que más
perfeccionados [16] - conllevaban un cierto riesgo, además por la cantidad de animales a cazar debía recurrirse
a indios amigos o sometidos, como así también a gente osada, baquiana en correrías y cacerías en parajes
ignotos y que con motivo de esas actividades y/o de su condición marginal de mestizos pobres y desarraigados
de su núcleo familiar, se fueron dispersando por las llanuras. En julio de 1617, Hernandarias dio cuenta de la
existencia de “mozos perdidos”, es decir criollos o mestizos adaptados para sobrellevar una vida errante y
pastoril, fuera de los límites asignados a chacras y estancias:
“He puesto orden en las vaquerias de las que vivía mucha gente
perdida que tenían librado su sustento en el campo... atenderan por
el hambre y necesidad a hacer chacaras y servir poniendose a oficio
a que he forzado y obligado a muchos mozos perdidos ...”[17]
“Mientras se va confundiendo en el conglomerado nacional, el indígena mostrará siempre, por más que trate de evitarlo,
aspectos valiosos de su cultura, que se difundirán entre otros sectores populares. En un principio éstos serán conscientes de
su procedencia, pero luego la irán olvidando, sumergiendo ese bagaje al inconsciente colectivo. Así seguirán usando términos
indígenas y practicando algunas de sus costumbres, con las lógicas transformaciones del caso, pero desconociendo por lo
general su origen. Es lo que se dio en llamarrestcultura o cultura residual.” [18]
Muchas palabras ya habían sido trasladadas por los españoles desde América Central, procedentes de la gran
familia arawak o arahuaca, fundamentalmente de los aborígenes antillanos propagadores del lenguaje
denominado tayno (ej.: ají, batata, bohío, cacique, canoa, hamaca, huracán, jagüel, macana, maíz, sabana,
seibo, etc.) como consecuencia de los primeros contactos de los conquistadores en el nuevo mundo.De esta
manera y parafraseando a Canals Frau, podría decirse que como las palabras no viajan solas, ni las impele el
viento, sino solamente la interacción humana, es decir el contacto físico y cultural, la vinculación con nativos
desarraigados del área quechuaparlante explicaría la vigencia en el habla cotidiana de las pampas, con mayor o
menor pureza, de numerosas voces o expresiones de ese origen y aún en espacios geográficos que no observan
continuidad territorial con el área original de difusión y donde, por lo tanto, no se supone que existiera aquel
sustrato. Con la paulatina desaparición del elemento aborigen, por exterminio o mestización, la población
resultante, denominada “criolla”, ocupará en la producción el lugar dejado por la consunción de aquel,
contribuyendo a la extendida propagación de la que llamaron lengua general y sus formas dialectales. [19]

En 1676 se hace mención de las muchas personas que, contraviniendo autos y bandos del gobierno, entraban a
las campañas y tierras realengas para reunir ganado o hacer matanzas, sebo y grasa, “vezinos y mosos
sueltos que biven de granjerias del canpo.”[20], es decir que, además de algunos individuos avencidados,
había otros que, no se sabiéndose bien donde moraban, aparecen como “sueltos”, es decir dispersos o
disgregados, no contenidos por grupo familiar alguno, que se sustentaban en forma habitual de las ganancias
producidas por esos productos.

Entre otros antecedentes conviene destacar un documento por el cual se pide “Prohiva La Continuaçion q.
Tienen los negros y mulatos Libres Yndios mestisos Y mozos q. no Son acçioneros ni ttienen der. o a los
ganados, En hazer ttan repettidas mattanzas del ganado, Bacuno en todos Los meses del año... ”[21]
En este mismo sentido se advierte que “muchos Vezinos de ella sacan Lizen. as y se las dan a mulatos Libres
mestizos advenedisos y otros Jeneros de Gente q. Con poco Temor de Dios del Vien Unibersal de esta Republica
sin atender a la neçesidad que padeze Hazen destrossos en los Ganados ...”[22]
En otra oportunidad se insiste sobre “Las matanzas de ganados Bacunos que con tanta Continuazion Se Estan
haziendo por Yndios mulatos Y mestisos Y forasteros ...”[23] Consta que los cabildantes, en múltiples reuniones
celebradas en la Sala Capitular, expresaron su preocupación “respecto del clamor ynsesante que ay de los
exsesos que se cometen en los pagos desta Jurisdicion con los muchos bagamundos y forasteros que ay en
ellos.”[24]
Esta situación no era, por supuesto, privativa de aquella aldeana Buenos Aires; en la no menos indiana ciudad
de Corrientes supo decirse, muy pocos años después de su fundación en 1588, “ En esta çiudad ay algunos
guerfanos queno tienen padre y estan sin dotrina ni oficio yseban haçiendo hombres ”[25], en tanto que tiempo
más tarde ya se aseguraba que “en esta rrep.ca avia muchos mosos haraganes que andavan haciendo muchos
daños asi en los Campos como en las chaCras”.[26] Siendo también demostrativo de tal situación, otro
documento originado en ese ayuntamiento “en que se trato la dispusision de una baqueria p. ael sustento de los
pobres... mandamos se haga lista de algunos mosos bagabundos p. a aiudar a dicho baqueo y del ganado se les
page su trabajo ...”[27]

Es evidente el generalizado incumplimiento de las disposiciones que restringían las vaquerías sólo a quienes
tuviesen título de "accionero", porque se reiteran año tras año, incluso con el objeto de asegurar el abasto de
carne a la ciudad de Buenos Aires, se hará mención del “gran dezorden que Causan los que llaman
changadorez quienez Con El pretezto de Conprar A los vesinos Asendados, para Aser Matanzas, Asi para
Cueros, Como Para grasendaz urtan y rroban A los dhos. criadorez dexando Perder la carne maz rrica que Se
pudiera Aprobechar para la manuntension En las canpañaz; de forma que Se allan los rodeos de dhos.
Asendados tan Atenuados y disminuidos ...", por lo que se suplica al Gobernador se sirva “romper bando”
prohibiendo a quienes no tienen crías de ganado, “personaz que llaman changadorez”, sacrificar animales para
aquel fin, imponiéndoseles las penas de decomiso del ganado, cueros, sebo y/o grasa que se encontrare en su
poder y de “prision de Sus personaz y de deztierro Al Presidio y Plasa de montevideo ... ", sugiriendo que de
dicho bando se saquen copias para que los Alcaldes y Jueces de la campaña los distribuyan “en los parajez maz
publicos y los fixen en las capillas de suz Partidos para que llegue A notisia de todos y ninguno Alegue
ynoransia ..." [28]

En estos “mosos sueltos”,


“bagamundos”, “forasteros” y “changadores”, especie de
peones eventuales, es decir temporales o transitorios, que
ocasionalmente trabajaban por cuenta propia o de terceros,
realizando tareas usuales, comunes y habituales en el ámbito
rural, como era la de carnear ganado (comprado, ajeno o
mostrenco) para vender la corambre, se encuentran remotas
manifestaciones de tipo gauchesco en las pampas de Buenos
Aires, cuyo origen, como estamos viendo, se remonta a los
primeros tiempos del proceso de colonización y mestizaje,
extendiéndose desde principios del siglo XVIII, cuando en las
cuchillas de la banda oriental del Uruguay, detrás de las
vacadas cimarronas, se despliegan las tropas de matarifes
santafecinos, santiagueños y correntinos, los que - junto con
los guaraníes que recogían ganado para sus pueblos
misioneros - fueron los primeros en vaquear por los campos de
aquel territorio prácticamente despoblado, denunciándose la
presencia de cientos de ellos hacia 1710, muchos de los
cuales, solapadamente, proveían de corambre a los
portugueses asentados en Colonia y a los navíos que se
acercaban al “paraje q. llaman del Montevideo” y al puerto
natural de “Maldonado en dha. tierra firme”, los que deben
considerarse continuadores, a su vez, de aquellos “mozos
perdidos” que, según Hernandarias, vivían de las vaquerías y
“tenían librado su sustento en el campo”, nada menos que cien
años antes.
2. La dispersión del gauchaje
La banda oriental del río Uruguay fue poblada más tardíamente que la occidental debido a la escasa proyección
territorial de aquellos españoles fundadores que, sin aportes inmigratorios importantes provenientes de la vieja
Europa y con reducida absorción de los nativos del litoral fluvial rioplatense, escasamente tuvieron gente,
elementos y recursos más que para apuntalar los pobres villorrios de Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes, que
evolucionaron vegetativamente a partir de unos pocos centenares de habitantes. Solamente los misioneros
jesuitas iniciaron, desde Asunción, un acelerado y progresivo proceso de evangelización, poblamiento e
introducción de ganados mayores y menores en las altas cuencas del Paraná y del Uruguay, siendo este el
origen de los vacunos que posteriormente se difundieron hacia el norte del Río Negro, en el territorio oriental,
hasta el oeste de Río Grande de San Pedro, en las colonias portuguesas del Brasil, mientras que en el sudoeste
uruguayo se reproducían libremente los bovinos implantados, desde Santa Fe, por Hernandarias en 1611 y
1617, constando que a fines de ese siglo XVII se avistaba cierta cantidad de ganado hasta en la costa llamada
de Maldonado.

Después del efímero asentamiento transitorio de una parte de la marinería de la flotilla de Gaboto en 1527, la
segunda ocupación precaria del actual territorio uruguayo se debe al aporte circunstancial de la gente y naves
que deja en ese mismo surgidero Diego García de Moguer (1528) antes de remontar el Paraná y a su regreso,
antes de volver a España.
Doce años más tarde el capitán Juan Romero, despachado por Alvar Núñez, con orden de “asentar puerto y
pueblo” no atina a permanecer en el sitio más de tres meses, acosado por los charrúas, las inclemencias
estacionales y la desalentadora carencia del prometido apoyo de Asunción.
En julio de 1577 se frustra, una vez más, la generalizada inquietud de poblar una o ambas márgenes del Plata
para allanar las dificultades de avituallamiento y carenaje que frecuentemente se presentaban a la navegación
ultramarina en la embocadura de los grandes cursos fluviales del litoral sudamericano o a la salida de ellos,
antes de retomar el rumbo transoceánico, cuando después de tres años se decide desamparar definitivamente
el pueblo de San Salvador, fundado a orillas del río homónimo, por Juan Ortiz de Zárate y permanentemente
asediado por los entonces beligerantes charrúas.
También fueron de existencia muy fugaz las reducciones franciscanas de San Francisco de Olivares de los
Charrúas y San Juan de Céspedes de los Chanaes, asentadas en la desembocadura del río Negro en 1625.
Recien hacia 1664 el gobierno de Buenos Aires y los religiosos dominicos logran arraigar la primera población,
persistente aún, en la Banda Oriental, la reducción de indios chanaes y charrúas Santo Domingo de Soriano que
albergaba más de 400 almas y que se afincaría definitivamente a orillas del río Negro, a corta distancia de su
confluencia con el río Uruguay.

En la segunda mitad del del siglo XVII el vacío demográfico era poco menos que total al oriente del bajo
Paraná, el espacio correntino no sobrepasaba la cuenca palustre del Iberá y el río Santa Lucía, los santafecinos
sólo se extendían hasta los campos inmediatos a la Bajada del Paraná (actual ciudad de ese nombre) en tanto
que las estancias bonaerenses cubrían en forma discontinuada unas 60 leguas con frente al Paraná-Plata y no
más de 12 a 14 leguas de profundidad; mientras tanto, al este del río Uruguay solo existía la modesta
reducción mencionada en último término; “las inmensas praderas restantes fueron, cuanto más, tierras
transitadas pero no ocupadas”, asegurándose que la primera expedición terrestre fue la de Hernandarias en
1607, que partiendo de Santa Fe con sólo 70 hombres llegó a la boca del Santa Lucía, en proximidades de la
bahía de Montevideo (sitio que recién comenzaría a ser escasamente poblado a partir de 1726).

Solamente la fundación portuguesa de la Nova Colonia do Sacramento en 1680, producto de la proclividad


expansionista de ese reino, altera el desolado panorama de la incuria hispana en sus dominios rioplatenses,
planteándose el secular y cruento conflicto durante el cual fue menester sitiar y tomar dicha plaza en cinco
oportunidades, hasta su recuperación definitiva en 1777, como consecuencia de las concesiones diplomáticas
de España que siempre concluían con la devolución de este enclave a la corona de Portugal. [1]
Antes de seguir, recuérdese lo que dije sobre el particular concepto que los
hacendados, por lo tanto cabildantes, tenían sobre la propiedad en común del
ganado alzado y cimarrón de las pampas de Buenos Aires. Los animales procreados
en la banda oriental del río Uruguay no eran descendientes de los que huyeron de
su efectiva posesión, pero igualmente se consideraban con derecho a ellos, porque
pastaban y se multiplicaban en un territorio comprendido dentro de la gobernación
del Río de la Plata, claro que en este caso el cabildo concedía graciosas y especiales
permisiones a algunos ganaderos de Santa Fe, cuyos antepasados habían
participado de la primera introducción de bovinos en el suroeste de ese territorio y
no estaba en condiciones de negárselas a los curas de las misiones jesuíticas, que
fueron los que ingresaron ganado en la parte norte.

No ignoraban los habitantes de Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes la existencia de


vacunos cimarrones en las campañas uruguayas, pero parece ser que sí
desconocieron la asombrosa riqueza pecuaria que en ellas se apacentaba hasta
1680, año en el cual sitiaron y tomaron por primera vez a la recientemente fundada
fortaleza, cuando fue preciso abastecer de carne a la tropa y a los miles de indios
de las misiones guaraníticas concentrados para desalojar a los portugueses, lo que
se desprende de la carta de 1682 despachada al Rey, desde Santa Fe de la Vera
Cruz, por el jefe de la fuerza, el Maestre de Campo don Antonio de Vera Mujica
donde destaca que “ ... esta Todo lleno y ocupado de ganado Bacuno en cantidad
de Muchos Millones ...” y, al año siguiente, también el gobernador de Buenos Aires
afirmaba que hay “infinito ganado” en las riberas del Santa Lucia.

Debe tenerse en cuenta que para una operación de esta naturaleza, con gran cantidad de animales bravíos o
montaraces, se requería una importante inversión inicial en jornaleros, avíos y vituallas, ya que, “para recoger
en las Campañas de la otra banda y Conducir a esta parte la porcion de quarenta a Cinquenta mill Cavezas de
ganado bacuno...se nesesitan indispensablemente de ciento y Cinquenta peones practicos en estas faenas mill
y Seiscientos Cavallos diez canoas i treinta peones naturales de la Ciudad de Santa fee por ser Unicamente los
que son a proposito para los pazos de los rios... y ser prezisos tres meses para la recoxida Un mes para
ponerse Sobre el Uruguay mes i medio para pasarlo i un mes para llegar al Parana y otro para pasarlo
ocupando los dos pazos que ai en dho. rio”.[2] Por esa razón, en caso de interrupción o impedimento en el
desarrollo de dichas faenas, crecida importante del caudal de los grandes ríos por ejemplo, quedaban en
aquellas campañas decenas de hombres más o menos abandonados a su suerte.

A mediados de 1720 se había planteado recurrir en queja ante el Gobernador “por las continuas tropas de
numerosa Jente que de la Ciudad de santa fee entran a Baquear a las campañas de la otra banda de este rio”,
acaudilladas por personajes principales de aquella población, según consta [3], e integradas por más de
quinientos “hombres de la Vesindad compuestos de Españoles mulatos e indios”, prevenidos para reunir el
ganado disperso, “quienes con el pretexto de q. ofresen algun donatibo para la mantencion de los fuertes y
Ciudad” efectúan la extracción de cueros, sebo, grasa y centenas de miles de reses en pie para su comercio con
“las provincias de arriva"[4], razón por la cual, a pesar de los exagerados datos que se aportan a continuación,
no parece atinado hacer recaer únicamente en los pobres “changadores” la responsabilidad por la depredación
de las “pocas bacas que oy existen en tan cortos campos en comparazion de los de estas campañas”, situación
que debe atribuirse a las sucesivas extralimitaciones y a los continuados excesos cometidos con motivo y en
ocasión de emprendimientos legalmente autorizados, en principio por única vez o por una cantidad determinada
de animales, a personas de cierto predicamento social, como los Sargentos Mayores Andrés López Pintado y
Antonio Márquez Montiel quienes operan mediante un acuerdo que “Yntitulan o llaman de parseria [5]...Y que
aviendo destruido y robado de Ganados con estos destrozos todas las campañas del Parana Se aya estendido
Su Codisia y maldad a ir a destruir y robar las del Uruguai de donde han sacado estos dos hombres Solos mas
de Seisientas mill Vacas Cada año porque es de advertir que Sobre ser tan considerable las porsiones de Cevos
y grasa q. Sacan Y todo el año y años enteros estan acarreando para Transportar Y poner aquí dosientas mill
Vacas que sacan aqui aogan en los rios Caudalosos que tienen que pasar quatrocientas mill quanto menos.”[6]

Por otra parte, las “doctrinas de los Padres de la comp.a de Jhs. tienen pleyto pendiente” con las ciudades de
Buenos Aires y Santa Fe, por la posesión de los ganados que pastan en aquellos campos; además, sendos
autos del Gobernador prohibían “que ninguna persona ... por tiempo de quatro años ... Salga a Baquear a la
Otra banda del rio Uruguay y negro”, excepto los referidos jesuitas, siempre que “hagan las recoxidas de
ganado con toda moderacion y tan Solamente de Los que nesesitaren para su alimento presiso,”[7] habiéndose
iniciado distintas tratativas, sin mayores resultados, para alcanzar una efectiva concordia “ entre esta Ciudad,
aquella y los indios tapes de las Doctrinas”, para convenir los cupos que cada parte podría arriar, sólo para el
sustento de las respectivas poblaciones, pero los capitulares porteños decían que “ la experiencia a manifestado
la ninguna utilidad q. de ella Se a seguido a esta Ciudad" porque acusaban que la de Santa Fe “a conseguido
sacar algunas tropas y estas transportandolas a las provincias de arriva”, mientras que los curas doctrineros “lo
han executado con mayor exseso por la inmediazion a las campañas y sin los estorbos de los Rios y por las
grandes providencias q. tienen para hacer estas faenas”.[8]

Es en virtud de dicha prohibición que, si bien no se interrumpen, al menos disminuyen las matanzas y
formación de rodeos para el acopio de sus productos o la comercialización de reses en pie con las ciudades del
interior, por tal causa, se hace referencia en el seno del Cabildo de Buenos Aires a la permanecia en aquellos
parajes de muchos jornaleros con cavallada y aperos, ya que “en la otra Vanda de Este Rio se albergan muchos
peones bagamundos que biven a su antoxo los cuales no podran dexar de ser perjudiciales a los ganados de
que se avian de mantener precisam. te y que para Vestirse y los demas menesteres no pudiendo travaxar para
el avasto de esta Ciu.d es de creer lo aran para el de la Colonia del Sacram. to resguardados de los indios
Guenoas donde se dize aver españoles Cassados a su usanza y demas que en el se deduze ...”[9]

También preocupaban a los integrantes de esa corporación porteña, los “ynfinitos forasteros de toda la
provincia y fuera de ella pues se allan puntanos Mendozinos Salteños Cordovezes Santafecinos Correntinos y
paraguayos, siendo los menos, o la menor partte Vecinos de esta Ciudad gentte Vagamunda y ociosa ... sin
Justicia sujecion ni temor respecto de no averla y averse esperimentado Varios delitos teniendo por refugio la
Colonia y muchos ladrosisios de Cavallos q. se allan Vendidos a los Portugueses”, oponiéndose a la
permanencia de aquellos que se habían establecido definitivamente “pues ay hombres poblados en ellas q.
pasaron de peones Conchavados y Ya son dueños de haçiendas y pretenden serlo de aquellos Campos”. [10]

En el informe presentado por el vecino y regidor del ayuntamiento de Buenos Aires Sebastián Delgado,
comisionado al efecto para encabezar una partida de inspección en los parajes de Montevideo y Maldonado,
este manifiesta que encontró los despojos recientes de mucha torada muerta y en otro sitio vestigios de una
matanza anterior, no pudiendo hacer otras observaciones por la presencia amenazante de
nativos minuanes que prestan su apoyo a los portugueses de Colonia "pues estos los tienen tan cohechados
con las Continuas dadivas de Vaieta Sombreros espadas Virretes tabaco y aguardiente con que continuamente
los regalan para que les sirvan de frente a estorvar el reconocimiento de las partidas... pues no son estos
indios los que a los Portugueses hacen los cueros por ser una Jente sumam. te aragana y Vagamunda segun lo
que yo reconoci y las noticias que de ellos tengo ni tampoco los hacen los dhos. Portugueses por ser gente
inabil para esto y Solo lo consiguen por medio de los naturales destas Provincias que por la Crecida paga se
agregan a la dha. Colonia... Consiguen el asilo y amparo de los dhos. indios pues al menor rumor que se
apresta destacam.to para evitarlo se refugian y amparan de ellos y sus toldos... pues a ellos se acogen muchas
personas xptianas de todas estas Provincias que quieren bivir sin Dios sin Rey i sin Ley considerandolos por
esta razon cueba de maldades y que se deben estinguir de alli... dhos. indios Juzgandose ellos tan Soberanos y
dueños de los ganados que solo el que les contribuie logra sus Efectos como tambien dudo que qualquier
descam.to corto q. se embie a alguna dilig.a considero que no pasara si no hace alguna contribucion Como asi
me sucedio a mi con el dho. estacamento...".
En el mismo acto se presentan en la sala de acuerdos Gerónimo de Escobar y Dionisio Chiclana, que habiendo
contraído la obligación de proveer de grasa y sebo a la ciudad, dan cuenta de las dificultades que tienen para
poder cumplir ese trato, "porque los indios barbaros Guinoas se an arrimado a los Parages donde
trabaxabamos y son tantas y tales las extorciones que padecemos con su Vecindad que nos an obligado a
retirarnos por no poder Sufrir su tan pesada Carga de Tributos como nos imponen pues no ai Caudales que
puedan tolerar la continua contribucion de yerva y tavaco ademas de los rovos de Cavallos y embarazos que
nos hacen pues estan tan atrevidos y desvergonsados..." [11]

De los párrafos precedentes se infiere que fueron paisanos mestizos de nuestro interior, “prácticos del país”,
diestros para rodear, enlazar, pialar, bolear, desjarretar, carnear, cuerear, domar, arrear, etc., los que adoptan
un estilo de vida errante, ecuestre y transhumante, que paulatinamente los fue alejando de las aún incipientes
poblaciones, llevándolos incluso a convivir con los aborígenes, seguramente mediante algún menudo trueque de
los productos mencionados. Puede conjeturarse también que los bravos nativos ya no lo eran tanto, se
conformaban con amedrentar y cobrar peaje a criollos y españoles, en tanto que estos ya habían perdido la
furia conquistadora de sus antepasados, eran apoltronados estancieros citadinos; si por el noreste de Buenos
Aires no dominaban totalmente la margen oriental del Plata, por el sur y el oeste no traspasaban las orillas del
Salado bonaerense.

Aceleradamente se fue extinguiendo el ganado cimarrón del suroeste uruguayo, área de influencia de la
reducción de Santo Domingo Soriano, de la Colonia del Sacramento y de la “nueba poblasion de S. Phelipe de
Montevideo”, mientras que al norte, en el vasto rincón delimitado por los ríos Uruguay y Negro los pueblos de
las misiones sostenían firmemente su derecho a vaquear, como lo prueba un documento donde consta que “a
la otra vanda de el Rio negro”, donde “havia en dho Paraje suficiente Ganado ... no fue posible poner en
execucion dha cojida” porque los misioneros jesuitas habían alistado “como tres cientos Indios armados para
defensa de el ganado...” [12]

“... los Yndios Ynfieles auxiliados de Ynfinitos peones españoles que
avitan aquellos Cpos. Y aun viben entre los Yndios dando cargas de 
Cueros a los dhos. Portugueses ... muchos españoles de los q. 
avitaban en dha. otra vanda Se han Ydo arrimando a dho. Río 
grande  y entre las personas que se an pasado á avitar en el Rio 
grande es uno Roque de Soria Criollo de esta Ciu.d quien disen esta 
casado con una Portuguesa en dho. Paraje y otro moso Santiageño 
llamado Balthasar y otro llamado Dionisio que fue Cavalleriso del 
Cap.n Juan de Illescas y que de diez que pasaron el dho. Rio grande 
Volbieron dos el uno llamado Areco Y el otro no se supo su nombre 
y estubieron en la reducion y en las demas estancias de aquel 
Campo recojiendo mosos Vagamundos a quienes Ynsitaron se 
fuesen con ellos a dho. Rio grande Y entre Los que llevaron fue 
d.n fernando Bermudes Vezino de esta Ciudad quien avia algunos 
años asistia en la Colonia aviendo abandonado Las obligaciones de 
su ser Y familia, Y la junta de esta Segunda Jentte fue en el Rio de 
Santa Lucia desde donde venian a las estancias, donde hurtaron 
muchos Cavallos con que hisieron Su viaje a dho. Rio grande donde
se mantienen Cojiendo Vacas Y vendiendo a los Portugueses porq. 
se dise que por cada Una les pagan Una moneda de oro 
portuguesa ...” [13]
En 1743 se manifestó en el Cabildo de Buenos Aires “no aver ya ganados cimarrones en la otra banda de este
rio”, sin embargo, como apunta Coni, esta declaración sólo es razonablemente aceptable para aquella región
más conocida, pues es indudable que el ganado silvestre se había corrido más al noreste hacia la costa atlántica
y las nacientes del río Negro, tierras que todavía pertenecían a la corona de España pero sobre las que se hacía
sentir el expansionismo luso-brasileño detrás de las vacadas chúcaras que pacían en esa región. [1]

Supeditado el precio de la corambre a los avatares de la política internacional de España y/o Portugal en
general y al real ordenamiento del comercio con las colonias, en particular, así el ganado era cíclicamente
evaluado con el mayor desprecio y abandono o estimado y disputado con empeño, en tanto arrimaran en
menor o mayor cantidad los navíos ultramarinos, dando lugar en este caso a una depredación implacable de
animales alzados y cimarrones.

En tiempos de guerra los portugueses efectuaban entradas en los dominios de España con partidas combinadas
de tropa y paisanos para posicionarse en el terreno, recoger por mano propia la mayor cantidad de ganado en
pie o extraer cantidades considerables de carne salada, sebo, grasa y cueros e introducir en trueque con
aquellos arrieros, matarifes o cuereadores desperdigados, sus mercancías primarias de uso y consumo;
procurando además hostilizar las posesiones, puestos y estancias de propiedad enemiga, es decir de súbditos
españoles, vecinos de Montevideo, Santa Fe o Buenos Aires. En tiempos de paz hacían lo mismo,
solapadamente protegían el contrabando, las entradas, corridas y arreadas.

A la zaga del ganado chúcaro también se había extendido el paisanaje cimarrón por los campos baldíos y
despoblados, como se ha visto en páginas anteriores, hombres de a caballo de todas las provincias situadas de
este lado del Uruguay, indios tapes desarraigados de los pueblos misioneros, soldados portugueses y españoles
desertores de las campañas militares sobre la Colonia y la región fronteriza disputada por ambos reinos,
frecuentada también por pandillas de los temidos “paulistas”, de funestas reminiscencias como “gente muy
belicosa y diestros en las armas porque los más viven de maloquear y hacer guerra” [2], transitada igualmente
por mestizos de toda laya y aborígenes que en pequeñas partidas se acercaban al ganado doméstico de las
pocas, pero extensas, estancias orientales; como consecuencia de esa extracción de ganados se alegaba
entonces “que los vendedores seran los bagamundos y gentes de otras provincias que avitan aquellos parajes ”,
“los changadores - apunta, a su vez, Oyarvide - nombre que se dan a las gentes que se emplean en estas
faenas de matanza de reses ... hacen sus cueros y tratan con los portugueses del Río Grande, que se los
compran a cambio de bebidas, tabaco negro y algunas ropas ...”[3]

Para saber hasta que punto esa “masa ígnara”, como se la denominaría en los círculos más ilustrados, de
“burdas expresiones” y “pringosa chocarrería”, “parásito que vivía de la naturaleza sin fecundarla con su
esfuerzo”, sería la causa única y raíz de todos los males que acusaban las campañas, pobladas de osados
“ladrones, vagabundos y contraventores de los bandos”, es preciso aludir a las proposiciones elevadas por los
hacendados de Buenos Aires y Montevideo en 1794, donde se explayan sobre las necesidades de promover la
industria de la salazón de carnes y el comercio exterior, como única forma de generar puestos de trabajo y
ocupación permanente.
Pero ese mismo escrito deja traslucir también sus mezquinas intenciones, pues para reivindicar la calidad de
propietarios exclusivos del ganado, al que no llaman cimarrón ni mostrenco, ocultan la verdadera naturaleza del
presunto derecho que alegan, además, sin proponérselo, demuestran la desidia con que atendían los rodeos,
resultando evidente que aquellos patricios estancieros eran los que en mayor medida contribuían, en forma
manifiesta o clandestina, a la destrucción de ese recurso natural: (Según copia transliteral efectuada por la
fuente que se cita)

“Por último, Excelentísimo señor, debemos hacer presente a V.E. que hay ciertos parajes, así en esta banda
como en la otra de este río, donde se acumulan muchos millares de ganados vacunos, que por no poderlos
sujetar a rodeo y ponerles su marca cada dueño, se llaman orejanos o alzados; de modo que aunque se conoce
que los de esta banda (que por lo regular se hallan a la parte del sud) son pertenecientes a todos estos
estancieros en común, también es evidente que pertenecen a los de aquella todos los que se hallan de esta
clase en los parajes más remotos, sin que se pueda distinguir a que individuos correspondan en particular,
pues estos extravíos los motivan varias causas generales e imposible de poderlas remediar, como son la falta
de aguadas y pastos que dimanan de una seca general, también por las correrías que se hacen en las mismas
estancias para las matanzas, en cuyos casos se extravían y después procrean a largas distancias, sin haber
arbitrio para marcarlos.
Por esta imposibilidad, y sin embargo de saberse con evidencia que pertenecen a todos los hacendados en
común, ha estado en práctica de muchos años a esta parte, que el que ha querido con licencia o sin ella, ha
usado de los tales ganados aprovechándose de la corambre que han producido, como si fuera único y legítimo
dueño y lo que es más sin tener ni aun remoto derecho a ellos por no ser hacendados, causando con estas
matanzas clandestinas los mayores desórdenes en la campaña, no sólo por matar las vacas, sino por la pérdida
total de las carnes, sebo, grasa, y todo lo demás que produce cada cabeza de ganado a reserva de la piel, que es
lo que sólo aprovechan en tales ocasiones.
Así como hay ganados orejanos o alzados, que no tienen conocido dueño por hallarse sin marcas en terrenos
realengos y desiertos, hay también otros de la misma clase que tienen dueños conocidos, como son los que
existen en las haciendas opulentas, que por no tener los dueños suficientes esclavos o no hallar peones que
conchavar en los tiempos de yerra, se quedan muchos sin la marca y no por esto pierden el derecho que tienen
a los tales ganados y usan de ellos como legítimos dueños, y por estar en su propio terreno les acredita la voz
pública la posesión que gozan.” [4]

No obstante lo expresado en esa “sumisa representación”, con fines “tan útiles al estado y al Real servicio de
S.M.”, en un informe anónimo, encontrado en la colección de documentos del canónigo Dr. Saturnino Segurola,
se dijo que en las estancias de Montevideo pertenecientes a los ganaderos menos pudientes “todas marcan sus
ganados, capan los toros para novillos, porque de este modo les da mas utilidades vendidos para los mataderos
y salazones de carnes y dan grasa y sebo, al paso que el toro no da mas que el cuero; ellos tienen todo el
ganado de rodeo y manso; pero de los ricos ninguno herra; tienen terrenos de 80 y 100 leguas de distancia,
como la estancia de Alceyvar (sic), la Mariscala, y otras que ocupan más terreno que un reino de Europa.”
Estos campos de varios cientos de leguas cuadradas de supericie, habrían de provocar dos graves
consecuencias: impedir la población de aquellas campañas durante años, permitir que los portugueses entrasen
para efectuar matanzas o arreos de ganado y, gradualmente, asentarse sobre el antiguo territorio de la corona
de Castilla.

Diego de Alvear, en su Diario y refiriéndose a la banda oriental, dijo: “Se halla poblada de multitud de grandes
Estancias de la propiedad de los particulares de Buenos Aires y Montevideo. La extensión de cada una es
diferente; las más comunes tienen de 4 a 6 leguas de frente y tanto o poco más de fondo, pero las hay también
mayores de 8, 10 y hasta 15 y 20 leguas, como las de Alzaibar, Viana, Aguirre, García y otros sujetos que
adquirieron derecho a tan vasto territorio, denunciándolos como baldíos”.
“Lo cierto es que quien capa y yerra son únicamente los pobres y los ricos si no lo hacen, fácil es de penetrar
los fines y los motivos”, explicándose en el mencionado escrito que la atención de los propietarios de grandes
extensiones estaba puesta preferentemente en las “avenidas y entradas” que hacían los ganados orejanos de
las sierras, los bovinos de los campos fronterizos, los provenientes de las tierras realengas o los que escapaban
al dominio de los indios de las misiones jesuíticas, ocasiones en que por aviso de los puesteros avanzados,
salían los capataces para apropiarse y matar los vacunos que hallaren en sus terrenos, aún cuando estuviesen
marcados, con el auxilio de gauchos sin ningún salario, “porque en lugar de tener todos los peones que
necesitan, los ricos sólo conservan capataces y esclavos: y esta gente gaucha está á la mira de las avenidas de
los ganados de la Sierra, ó para las faenas clandestinas de cueros; en trato, son á tanto por cuero de cortar,
desollar, estaquear y apilar; que todo el importe es de dos ó tres reales según el convenio de ejecutar las
operaciones en caballos del que le manda ó propios suyos; conforme á la distancia, el riesgo, ó el pago en
dinero, ropa, etc.”
El mayor precio que se pagaba en el Brasil por los animales sin marca fue la razón por la que aquellos
hacendados, “confundiendo los suyos con los que hay en la sierra, hacen sus matanzas y corambres en
crecidos números con los intereses que tienen para no marcar el ganado, pues sin salir de sus estancias logran
ambos beneficios, ya en las avenidas que le entran de animales de la sierra, ó ya de las ventas á los
contrabandistas que los pasan á los portugueses.”
También se critica en el mismo escrito al comercio de Montevideo, porque “fomenta las faenas clandestinas,
adelanta géneros á los que las hacen, introduce los cueros á nombre de hacendados. El de esta ciudad manda
dependientes á la otra banda por Santo Domingo Soriano, Río Negro, Paysandú, Arroyo de la China, Queguay,
Gualeguaychú, con géneros y dinero á acopiar cueros con que fomentar no sólo las faenas clandestinas, sino el
robo de los cueros que faenan los indios ...”
Aquella apropiación de los vacunos cimarrones motivó a los pequeños propietarios de terrenos y ganados “a
fomentar sus criaderos”, aunque también se valían de otro arbitrio: “encierran en corrales el ganado orejano
que se entra de la Sierra, marcan y capan el que pueden para sus estancias, y el que no, le tienen días y días
encerrado hasta que, oreada la marca, le matan para sacar el cuero y que pase por el su hacienda.”
Con respecto al menor precio e igual calidad con que, en algún tiempo, se adquiría la corambre en Europa
manifiesta: “Los campos que poseen los Portugueses en el Río Grande son mucho inferiores a los nuestros en
terrenos y procreos, con que para acopiar en Lisboa tantas porciones de cueros que puedan alí espenderse,
después de los crecidos derechos del quinto y costos, con más utilidad al comprador que los que van de esta
provincia, es forzoso que aquellos sean en el mayor número de nuestros campos ... Los Portugueses han
sacado y sacan de nuestra campaña millones de animales y cueros: sus entradas y salidas son con más
frecuencia...”
“De todo lo espuesto se vé claramente que los excesos de los campos los causan los portugueses gauchos y
fomentan los hacendados, cesarán enteramente colocadas las guardias según se deben poner ”, advirtiendo
además que, obligados los estancieros a marcar sus animales, se evitaría la confusión de los ganados, las
faenas clandestinas, las ventas como bienes propios, por parte de los hacendados, de cueros comprados a los
pulperos de la campaña y a los changadores, el tráfico de los contrabandistas, las desavenencias entre los
vecinos y las discordias con los indios comarcanos. [5]
En términos similares ya se había expresado en 1784 el mismo Félix de Azara, testigo presencial y deponente
autorizado, cuando observa que los comerciantes de Montevideo y Buenos Aires “son los que fomentan estas
matanzas que el gobierno prohíbe a veces, y otras disimula a sus favoritos, y otras las reduce a matar sólo los
machos. Pero rara vez se consigue que se haga lo que se manda, y si alguna vez sucede, como yo lo he visto,
una sola en cuatro o cinco años hay un producto admirable. En fin, este es un asunto en que cabe y hay mucho
monopolio difícil de cortar por la utilidad que tiene para los que andan en él y que se acabará antes de muchos
años porque desaparecerán los ganados y quedarán los campos desiertos.” [6]

En las postrimerías de ese siglo XVIII aparecen en escena los primeros hombres de ciencia en sentido estricto a
bordo de las corbetas Atrevida y Descubierta, integrando la expedición comandada por el ítalo-español
Alessandro Malaspina, secundado por el Cap. de Navío José Bustamante y Guerra, la que fuera fletada por el
rey de España Carlos IV para un viaje de circunnavegación con fines científicos.
Formaron parte de dicho periplo (1789 a 1794) los oficiales de la marina española Felipe Bauzá, José Espinosa
y Tello, los botánicos Luis Née, francés y Thaddäus Peregrinus Xaverius Haenke, austro-húngaro, el zoólogo
guatemalteco encargado del ramo de historia natural Teniente Cnel. Antonio de Pineda y Ramírez, cartógrafos,
pintores, personal e instrumental necesario para el relevamiento hidrográfico, geográfico y biológico de las
regiones recorridas, además de reunir información reservada de la situación política del continente americano.
En la más que interesante publicación que posteriormente se editara, compendio de los numerosos manuscritos
que originaron dichas tareas, se destacan las páginas relacionadas con la descripción de los parajes y
costumbres observadas en los distintos puertos donde hicieron escala y sus alrededores.
En los arrabales de Montevideo, dice dicha crónica, "no se ven sino mataderos y carnicerías; toros que huyen
de los jinetes que los desjarretan, toros que mueren, y hombres ensangrentados que con la mayor agilidad los
desuellan, y extienden y clavan las pieles con estaquillas en el suelo, preparándolas así para que las embarquen
los catalanes, que hacen el principal comercio... se respira el desagradable olor alcalino de las carnes: la vista
se ofende con osarios y despojos de animales, sobre los cuales caen espesas nubes de pájaros voraces,
gaviotas, gallinazas, caranchos y otros, que oscurecen el aire".
En otro de sus párrafos dice que "los guazos o mestizos, o gente del campo del país, viven en ociosa libertad
que suele parar en libertinaje, sustraídos de la vigilancia de la policía"; abundando después en la descripción de
la vestimenta, aperos, vivienda, requiebros, galanteos y demás aspectos relacionados con el estilo de vida
errante de estos personajes del pasado. [7]
En el manuscrito original de esa obra, de 1795, en sendas notas marginales, su autor creyó necesario explicar
el sentido de los vocablos empleados: "Gauchos o Gauderios libertinos“, aclarando que: "Aunque el nombre de
Guazo es el común con que son conocidos estos vagabundos libertinos también se les suele dar el de Gauchos o
Gauderios”.[8]
“Las pasiones favoritas u ordinario ejercicio de estos Guazos son el juego de cualquiera especia, que son: las carreras de
caballo, las corridas de Patos, los Juegos de Naypes y Bochas y Mugeres".
3. La cuestión semántica
Un antiguo documento de 1746 ya expresaba: “aqui llamamos Gauderios gente qe. vive como quiere sin
saberse donde viven ó de qe. se alimentan pues no trabajan ...”[1] y otro manuscrito del mismo funcionario,
fechado en 1785 muestra en forma incontrovertible que “los vagamundos que entonces llamaban changadores
de la Campaña aora los nombran Gauderios”[2] fuente que confirma esa continuidad semántica que en
principio queremos destacar, aunque este último vocablo ya se venía utilizando con anterioridad, como por
ejemplo, un oficio del capitán José de Molina al gobernador Cevallos, fechado en aquella población de Río
Grande de San Pedro a 24 de abril de 1763, que dice así : “...Tambien hize poner en libertad a los Presos que
estaban en la Carcel y poner en ella un Gauderio llamado Pedro y al Dragon Blas Hurtado desertor de los
nuestros que ya estaban embarcados con otros para pasar a la otra vanda ...” [3]
El mismo capitán de infantería, destacado en la frontera brasileña del río Grande, para referirse a la pacífica
gente de campo, pastores y labriegos, emplea la frase “infelices paysanos”, por ser ellos los más perjudicados
por los robos de ganados, cerdos, “mais, porotos y otras semillas... fructos que tenian guardados para su
mantenimiento” [4]
Aquel término vuelve a encontrarse en forma fehaciente cinco años después para designar a un tipo social que,
en aquella región hispano-lusitana, respondía étnicamente a una heterogénea mezcla de provincianos
rioplatenses del este y del oeste, paulistas, mulatos, tapes, minuanes, españoles y portugueses que saquean
las campañas fronterizas, acusándose al comandante del río Pardo de “sostener y abrigar mas de trecientos
Desertores y Gauderios que se emplean no solo en robar las Familias establecidas en estas Campañas sino
también los ganados que del mismo sacan y venden allí con su consentimiento y aun les permite su
introducción en otros parajes de esos Dominios ...”[5]

Dicha adjetivación, por más que responda a esa realidad circundante, de individuos disipados, perdularios o mal
inclinados, su raíz etimológica se vincula con una reducida casta de anticuados vocablos castellanos, también
derivados del latín, como gaudio (de gaudium, gozo, alegría) y gaudeamus (del verbo gaudere, alegrarse,
regocijarse) utilizados sobre todo en el ámbito eclesiástico desde la antigüedad y que con no poca envidia y
fastidiosas ansias alguien aplicaría a estos individuos de ufana y despreocupada existencia. [6]

Esta palabra se utilizó familiarmente, en los círculos más cultos o letrados, como fiesta, regocijo, festín con
comida y bebida abundante; así la emplea Cervantes en una de sus novelas y también Concolorcorvo para
referirse a “muchos holgazanes criollos a quienes con grandísima propiedad llaman gauderios”, describiéndolos
como mozos de “mala camisa y peor vestido” que procuran encubrir “con uno o dos ponchos, de que hacen
cama con los sudaderos del caballo, sirviéndoles de almohada la silla” y que provistos “de una guitarrita, que
aprenden a tocar muy mal y a cantar desentonadamente varias coplas que estropean, y muchas que sacan de
su cabeza, que regularmente ruedan sobre amores. Se pasean a su albedrío por toda la campaña ... y pasan
semanas enteras tendidos sobre un cuero, cantando y tocando ... Muchas veces se juntan de estos cuatro o
cinco, y a veces mas, con pretexto de ir al campo a divertirse, no llevando mas prevención para su
mantenimiento que el lazo, las boleadoras y un cuchillo. Se conviene un día para comer la picana de una vaca o
novillo ... la asan mal, y medio cruda se la comen, sin mas aderezo que un poco de sal, si la llevan por
contingencia. Otras veces matan solo una vaca o novillo por comer el matambre ... Otras veces matan
solamente por comer una lengua, que asan en el rescoldo. Otras se les antojan caracuces, que son los huesos
que tienen tuétano, que revuelven con un palito...”.[7]
Esa descripción, que Concolorcorvo circunscribe a los “mozos nacidos en Montevideo y en los vecinos pagos”,
permite localizar el antecedente más cercano en tiempo y espacio otros bravíos personajes que, como veremos,
se desenvolvían en aquella lejana e indefinida frontera, gente “sin justicia ni religión”.[8]

De las pacientes investigaciones efectuadas por


Assunção durante más de cuarenta años, surge que la
aplicación manuscrita más antigua de la
expresión gaucho se registra en un parte del 23 de
octubre de 1771 emitido por Pablo Carbonell,
comandante de la guarnición oriental de Maldonado
quien, “Haviendo tenido noticia que
algunos gahuchos se havían dejado ver a la Sierra...”,
despacha una partida para apresar a esos malechores y
recuperar, en lo posible, algún ganado. [9]

El término gaucho desde entonces, aunque es lógico suponer un


indeterminado manejo oral durante algún tiempo precedente,
cargará con las connotaciones semánticas que se adjudicaron a
los changadores, primero, y a los gauderios después, pero es
evidente que por entonces aquel vocablo no se había afianzado
en la documentación coetánea y tampoco en el habla cotidiana
de la gente culta o medianamente ilustrada puesto que el
segundo antecedente, hallado por Rodríguez Molas, es fechado
recién en setiembre de 1774 por Ignacio Paredes, oficial
superior del Real de San Carlos, en las cercanías de Colonia, con
el cual da cuenta del procedimiento realizado contra un grupo
de cuatreros que encuentra “mantando toros a jenos... yame
habian avisado queuno delos Faeneros hera veloz y el que
hacia mas daño en los Caballos de los vezinos... io porsalir tan
pronto fui con mui poca Jente que casi los Gauchos me han
hecho burla. Anoche se me escapo un preso por tener la jente
rendida. Enel Campo Serreconoze que hai muchos Gauchos...”,
el tercer documento en orden cronológico, ubicado también por
Assunção, procede de Montevideo y es de agosto de 1780,
refiriéndose, entre otras cuestiones, a los “contrabandistas
bagamundos u ociosos que aqui se conocen pr.Gauchos.” [10]
Para resguardar los campos de las depredaciones “de portugueses contravandistas y foragidos a los cuales se
agregan los nuestros de la misma especie que andan en cuadrillas respetables ... pues es savido haver havido
juntos en la Sierra hasta mas de 300, armados viviendo en Tolderias, con mugeres robadas y todas las demas
cosas que miran a una larga subsistencia”[11] se propone la creación de guardias permanentes o volantes
formadas por “hombres de a caballo, enlazadores, diestros en el manejo de las bolas y en los usos precisos
para vivir y mantenerse siempre en aquellos parages”.
Pero de inmediato aparecen algunas pruebas de cierta tolerancia o connivencia de aquellos comandantes de
campaña, como la que se deja entrever en el siguiente documento de diciembre de 1784, donde se dice que
cierta persona “ha comprado partidas de cueros a unos hombres vagos que llaman Gauchos los que faenaban
Cueros en los citados campos ... no atreviéndose la partida destinada pa. Celar aquellos campos a embargar los
cueros, ni aprehender a los Gauchos”[12], siendo que esos cuerpos se habían establecido para que
persiguiesen y arrestasen “a los muchos malevolos, Ladrones, Desertores y Peones de todas castas que llaman
Gauchos o Gauderios, los cuales sin ocupacion alguna, oficio ni veneficio solo andan bagueando y circulando
por entre las Poblaciones y Partido de este Vecindario y sus inmediaciones, viviendo de lo que pillan, ya en
Changadas de Cueros, ya en arreadas de Cavalladas robadas y otros insultos por el trafico clandestino, sin
querer conchabarse en los trabajos diarios de las Estancias, Labranzas ni recogidas de Ganado ...”[13]
Delimitação da Região do Pampa
http://blog3b2011.blogspot.com.ar/2011/08/biomas-cerrado-e-pampa.html

En la documentación portuguesa aparece tan sólo a partir de enero de 1787 en el Diario de José de Saldanha,
que contiene los informes de la respectiva comisión demarcadora de límites entre las posesiones de España y
Portugal, cuando al vadear el Passo do Arroyo de Caroya, expresó lo siguiente:

"De hum, e outro lado deste passo, assáz bom, e digno da


passagem de carros, ou carretas, se as vezinhas Coxilhas o
permittissem encontramos destroçados ranchinhos, e vestigios
de Coureadores, e Gaúches do Campo....... palavra Hespanhola
uzada neste Paiz para expressar aos Vagabundos, ou ladroens
do Campo, quaes Vaqueiros, costumados a matar os Touros
chimarroens, a sacar-lhes os couros, e a leva-los ocultamente as
Povoaçôes para sua venda ou troca por outros gêneros"
“A uno y otro lado de este paso, asaz bueno y digno del paso de carros o carretas, si las cuchillas vecinas se lo permitiesen,
encontramos ranchitos destrozados, y vestigios de Cuereadores y Gaúches del Campo”, aclarando el autor en la nota
respectiva, “palabra Española usada en este Pais para expresar a los Vagabundos o ladrones del Campo, cuales Vaqueros,
acostumbrados a matar los Toros cimarrones, a sacarles los cueros, y llevarlos ocultamente a las Poblaciones; para su venta o
trueque por otros géneros.”[14]
Ese comentario revela manifiestamente que, aunque usado en aquel país, dicho vocablo no tiene su origen en
el idioma portugués, por lo que su autor lo atribuye al habla castellana propia del territorio contiguo, separado
por una inestable zona fronteriza de la que después sería conocida como “terra gaúcha”, estado de Río Grande
do Sul, en la actual República Federativa do Brasil.

Ya se ha hecho referencia en páginas anteriores a las primeras manifestaciones de la interesada penetración de


los vaqueadores hispano-criollos en los campos riograndenses. En 1738 “se sabe y es público que algunos o
todos que llamamos changadores se han pasado a los portugueses y que estos han llevado sus caballadas para
hacer corambre entre los portugueses y tambien correr bacas...”, según expresara un alcalde encargado de la
seguridad interior en el Cabildo de Montevideo.[1]
Por su parte, escritores brasileños como Aurelio Porto, refiriéndose a las comunidades aborígenes de aquel
territorio, dice que obedecían a un cacique superior, “ou rei, como se intitulava, chamado d. Miguel Caray,
último rei dos minuanos, como primeiro gaúcho do campo” y que, según Diego de Alvear, sería hijo de un tal
Zapata o Ayala, de origen español, natural de Santiago del Estero, establecido a principios de 1700 en un
arroyo que desagua en Lagoa Mirim, conocido más tarde como “arroio do Zapata, ou do Ayala”. Descendiente
de indígenas, por parte materna, tenía Caray cuatro mujeres y habiéndose desempeñado como peón del
hacendado Francisco Pinto Bandeira, consideró ponderable que una de sus hijas conviviera con Rafael Pinto
Bandeira, hijo del anterior [2] "a melhor espada brasileira do século XVIII" y "primeiro caudilho riograndense
de os gaúchos do campo", que disfrutó toda una vida de “campereada, aventura, luta e romance ”, correrías
merced a las cuales adquirió “incomparável riqueza material, milhares de reses, muitas léguas de campo e uma
residencia faustosa ” (según Oyarvide, también caballada de la mejor la calidad con “la marca de los vecinos
españoles de Corrientes, Santa Fe y Montevideo”) prendado en cierta ocasión de una prisionera " mandou
retirá-la dentre a fila, e sem maior demora resolveu desposá-la em o leito nupcial formado pelos arreios da
cavalgadura extendidos sôbre o solo, tendo por teto o firmamento estrelado", aunque para su formal
desposorio prefiriera una "senhora de rara distinção e virtudes."[3]
El párrafo anterior ilustra sobre la confusión étnica dominante, pero siempre está presente el componente
español o criollo de las provincias interiores, debiendo agregarse, a su vez, que “caray” es, en realidad, palabra
guaraní que significa astuto, mañoso, sagaz, ladino. Vocablo con que honraron a sus hechiceros y así también
lo aplicaron a los españoles. [4]

Bastarán, además, unas breves líneas, procedentes de distintas fuentes, para esbozar, en su idioma original, la
pintura del paisaje sulino y aquellos matices que más nos interesan de la expresión humana.
“... os pastos são immensos e cobertos de grandes manadas de bois, cavallos, corças e veados ... os abestruzes percorrem
estas campinas com a ligeireiza do raio ..... náquelle paiz ninguem sahe de casa a pé, e até os que conduzem gados, ovelhas,
carneiros, etc. para pastarem pelas sus ilimitadas planicies, andam sempre a cavallo, e com uma destreza maravilhosa. Tudo
n´este paiz é grande e maravilhoso, mas muito tem que desbravar a industria humana: os habitantes cultivam apenas uma
parte de seus campos, e o resto fica para pastagens de gados. O seu principal negocio consiste nos couros dos bois, e carne
sêcca ...” [5]

El esclarecido viajero tantas veces citado, Félix de Azara, dejó un fiel relato de la forma como se efectuaban las
matanzas de ganado en cercanías de San Miguel, antiguo pueblo guaranítico que había estado en el área de las
misiones jesuiticas y en cuyo territorio se encontraba este testigo ocular en 1784 con motivo u ocasión de uno
de sus tantos viajes por el país, método similar al utilizado secularmente en las pampas del otro lado del Plata.

“Se junta una cuadrilla de gente, por lo común perdida, facinerosa, sin ley ni rey, y va donde hay ganados. Cuando hallan una tropa
o punta de ellos se forma en semicírculo, los de los costados van uniendo el ganado y los que se van en el centro llevan un palo largo
con una media luna bien afilada con que desgarretan todas las reses, sin detenerse hasta que acaban con la que hay o las que tienen
por necesarias. Entonces vuelven por el mismo camino y el que desgarretó, armado de una chuza penetra con ella la entraña de cada
res para matarla, y los demás le quitan el cuero que cargan consigo para estirarle en estacas.  Por lo común el que hizo el ajuste con
dicha gente satisface un real por res al que desgarretó y chuceó, y a los demás un real por cuero. Toda la carne se pierde y cuando
mucho se aprovecha algún sebo. Además se pierden las terneras jóvenes que quedan sin madres.[6]

Al mismo tiempo que los primeros vecinos agricultores se extendían por el litoral marítimo brasileño, otra
población nacía y se formaba en las campañas del sur, teatro “das correrias dos aventureiros”, que
abandonando la afanosa existencia “da labuta agrícola”, se entregaban al seductor nomadismo de la “caça dos
numerosos rebanhos de gado bravio”. Si hacia 1800 “a população errante dos campos e charqueadas era
calculada apenas em pouco mais de quatro mil homens. Pela mesma data contavamse tão sòmente quinhentos
e tantos propietários de estáncias no interior ”, no resulta difícil imaginar la situación en décadas anteriores.
”Era o deserto.”
Diseminados en pequeños grupos perdidos, “insulados na planura, fora do alcance da lei e da autoridade”, el
medio les impone una especial forma de vida “em que os instrumentos são o cavalo, o laço e as boleadeiras” y
para cuyas faenas se requiere “fôrza física e habilidade excepcionais ... agilidade, destemor e resisténcia”,
debiendo además resignarse a morar precariamente en “algum rancho solitario ... cabanas toscas de barro com
tôldo de palha, onde se deixam viver, abarregados com as chinas”.
Fuera de los momentos de intensa actividad en los “rodeios”, “a sua existéncia transcorre entre a ociosidade e
a violéncia... ao pé do fogo, nos galpões o bolicho, lugar de jôgo e bebida em que se ajustam as carreiras,
firmam-se as apostas, surgem os conflitos e travam-se as brigas”.[7]
Bagé - Rio Grande do Sul - Brasil
Autor: Eduardo Amorim
https://www.flickr.com/photos/bombeador/albums/
En cuanto al estilo de vida en aquellos pagos, recogemos el traducido testimonio del naturalista francés
Auguste de Saint-Hilaire, "Na Capitania do Rio Grande, quando se sabe domar um cavalo bravo, atirar o laço,
lançar as bolas, castrar um touro, sangrar um boi, nada mais se quer saber", y los no menos reveladores
párrafos de Lourenço Mário Prunes referidos al régimen alimenticio de aquellas gentes: “Carne assada, carne
cozida, carne picada ou cortada en pedaços, sempre carne, seja de boi ou de vitela, às vêzes de ovelha, carne
pela madrugada, ao meio-dia, carne à tardinha. Carne bastante, mas sempre acompanhada do chimarrão
quente ... No geral os nossos escritores, quer os do fim do século passado, quer os mais recentes, não
concebem a figura do gaúcho sem o chiripá ...” [8]
Es en ese ámbito donde se incorporan los vocablos más frecuentes de las pampas rioplatenses, procedentes de
distintos lenguajes indoamericanos, guaraní, quechua, aymara o del más puro castellano que se entremezclan
con términos preexistentes del idioma portugués (recuérdese su común origen románico) pero que aquí
adquieren nueva identidad en relación con las personas, cosas y actividades predadoras que se desarrollan en
las llanuras y cuchillas de las pampas uruguaya y brasileña. [9]

- arreada, "apreensão de gado alçado ou de gado alheio; roubo de gado. (Variedad: arriada.)"
- guacho, “cavalo ou terneiro criado em casa; é quase o mesmo que enjeitado ou exposto, por não ser
alimentado pele própria mãe”.
- cancha, “um lugar no matadouro das charqueadas, onde o boi vai morrer; lugar onde um parelheiro está
acostumado a correr”. (Del quechua kancha, recinto, patio, solar destinado para alguna actividad)
- charqueada, "grande estabelecimiento (estancia o fazenda) em que se carneia e se prepara o charque
salgado".
- charqueãr, “preparar a carne da rês o dela fazer charque”.
- charque salgado, “ou simplesmente charque é a carne sêca preparada em mantas com sa l ”. (Del
quechua ch'arki)
- mate, "1 Árvore da família das aquifoliáceas, de cujas folhas se faz o chimarrão. (Ilex paraguaiensis.); erva-
mate. 2 A bebida resultante da infusão de erva-mate, preparada em cuia de porongo e sorvida por meio da
bomba. 3 A porção ou conteúdo de bebida que se ingere a cada vez, no grupo de mateada. 4 Mate-amargo:
chimarrão, mate sem açúcar. Mate-doce: mate com açúcar ou com mel. 5 Em algumas regiões do Rio Grande
ao mate-doce chama-se simplesmente mate. (Do quíchua, mati, cuia onde é tomada a bebida, pelo cast. plat.
mate.)".
- porongo, (del quechua purunku) "1 Fruto do porongueiro, oco e de casca dura, utilizado na confecção de
cuias para chimarrão, bóias para aprender a nadar, etc. 2 Mat. Cuia de chimarrão. (V. cabeça-de-porongo.) (Do
quíchua, poronco, vaso de barro de boca estreita, pelo cast. plat. porongo.)
- chimarrão, (cimarrón) “o gado que vivendo no mato não obedece ao costeio nem rodeio. Também se chama
chimarrão o mate feito sem açûcar”.
- chiripá, “baeta encarnada que os peaes usam trazer ao redor da cintura”.
- quincha, “coberta da casa ou carrêta, feita de palha”. (Del quechua kincha)
- querência, “lugar ou paragem onde o animal assiste de ordinario ao pasto, ou onde foi criado ”.
- egua madrinha, "é aquella junto a da qual se acostuma a pastar porção de cavallos: algumas vezes tem ao
pescoço um Sincerro, especialmente en viagem, ao som do qual os cavallos e mesmo as bestas seguem
reunidos".
- pagos, "o mesmo que lares, na campanha se diz: vou para os meus pagos".
- guayáca, "cinta de couro lavrada com bolsa para guardar dinheiro e mais misteres". (wayaqa: en el mundo
andino, talega o taleguilla, bolsa o bolso, tejido de lana de alpaca o llama).
- tapera, "casa ou sitio abandonado" (del guaraní o avañe'ẽ: tába, pueblo ypûera, pretérito) con el significado
de lugar que estuvo poblado (taperéra, pueblo que fue).
- caracú, "osso da perna do animal" (igual grafía que en guaraní; significa tuétano, médula de los huesos de
un animal)
- poncho, (do castelhano poncho) vestidura de la mãis ou menos quadrada con uma abertura no meio para
enfier a cabeça. O poncho chamado de pala é de fazenda mais fina com as pontas arredondadas; é mais leve,
mais curto, e na campanha é considerado como trajo mais decente. (En aymara y quechuaphalata era fina
lana de alpaca o llama)

El sustantivo china, aplicado aquí a las mujeres indias o mestizas, en la lengua originada en el Perú se utiliza
para designar al género femenino, pero de los animales, con el significado de hembra (“china llama” o llama
hembra)
Si el hombre de las pampas o de las cuchillas era, en términos generales, manifiesta o disimuladamente
discriminado por la sociedad urbana, que no debiera decirse de la mujer, aquella que moraba en los misérrimos
ranchos plantados en las afueras de los poblados o en la soledad de los campos.
Tanto en el área del Río de la Plata como de Río Grande do Sul "la carga semántica del término china, desde su
incorporación a la lengua castellana en la primera mitad del siglo XVI hasta la actualidad, tiene siempre una
connotación negativa, peyorativa o subvalorativa, se ligaba una moral sexual dudosa a una diferencia racial o
étnica.”
Ocurre que la vida afectiva de estas mujeres de la campaña, especialmente de las más pobres, cuando no
estaba “signada por la ilegitimidad, las uniones informales y los amores pasajeros, desde el comercio sexual
esporádico, sin cohabitación, hasta la vida en común y el rapto”, estaba sometida al “ejercicio de la violencia
física masculina, diferentes formas de maltrato físico, abusos sexuales, muerte por cuchillo, rapto, secuestro y
distintas formas de injuria.”[10]

Es en estos pagos donde al ganado alzado se lo conoce como “gado chimarråo” (cimarrón) o “gado chucro”,
como escribe, entre otros Florencio de Abreu [11], “gadaria chucra” dice Lopes Neto [12], para referirse a la
ganadería brava o arisca que vagaba por aquel territorio en tiempos pretéritos, vocablo derivado del queshua
“chukru”[13], duro, que con el sentido de recio y tenazmente montaraz e indócil se aplicó en ambos márgenes
del Plata al ganado equino, vacuno o mular difícil de domesticar, término que en los campos riograndenses se
conservó, de acuerdo a los antecedentes mencionados, aun con mayor pureza que en la jerga mestiza de las
pampas, donde, por alguna razón fonológica pasó a ser “chúcaro”, así como recreando la fonación “ chakra” los
primeros españoles pronunciaron “chácara” para referirse a las tierras de labrantío.
Pero el punto que estimamos más importante para demostrar la vigencia del quechua en aquel país y su
empleo como gentilicio, es el que se refiere a la locución “guasca”, que en los nuevos contornos a donde es
llevada por el criollaje rioplatense que entra en contacto con el hombre de las cuchillas pasa a significar, no sólo
“qualquer tira ou correia de couro cru ”, sino fundamentalmente “homen rústico, forte, guapo,
valente, mulherengo e indiferente à morte”.
Al respecto dice Romaguera Corrêa: "a acepção genuína é de tira ou corda de couro, mas também se aplica ao
rio-grandense da campanha”, mote que – según este autor – les habrían aplicado los norteños habitantes de
las ciudades y que ellos aceptaron y generalizaron. [14]
En ambas orillas del Plata se formaron estamentos transgresores que constituyeron una segregación de la
considerada sociedad común, grupos que, asociados con arreglo a sus elementales tendencias, a sus típicas
costumbres y primitivas normas, establecieron, de igual manera, una íntima relación entre las peculiaridades
sociológicas y filológicas, siendo aquellas en parte diferentes de la sociedad común, se exteriorizan en un
lenguaje en parte distinto que contiene un repertorio de voces y modismos populares, autóctonos y alóctonos,
que expresan las particularidades de esa forma de vida, donde “guasca” conservaría, además, el oculto sentido
y chusco alcance de símbolo fálico, con el que llegaría al lunfardo de Buenos Aires del siglo XIX.
Lo cierto es que así, “guascas”, se autodenominaban jactanciosamente los vaqueadores y cuereadores por
aquellos lugares y en aquellos tiempos, circunstancias en que comienzan las primeras manifestaciones de una
nueva cultura, cuya base y estilo son europeos, ya sea portugués o hispánico, pero que incorpora también
elementos indígenas y de las pampas rioplatenses.

4. La cuestión etimológica
En cuanto al origen de la palabra gaucho, Assunção hace gala de un exhaustivo conocimiento y análisis de la
profusión de hipótesis formuladas al respecto, tanto de las que se originan en las lenguas indoamericanas como
en los más remotos idiomas europeos. [1]
No menos profundo es el estudio comparativo realizado por Morínigo quien parte de una aseveración precisa y
válida hasta el día en que pueda comprobarse fehacientemente lo contrario: es una voz de etimología
incierta.[2]

“Se alguém pudesse reunir os mais respeitados filologistas e


historiadores que se dedicaram à questão em uma sala,
chegaria a uma conclusão simples: ninguém sabe de onde a
palavra veio.”[3]
Sabido es que durante el siglo XIX el término "gaucho" se difundió, tanto por el territorio sudamericano como
así también por el viejo continente, propagado por la gente del común y por una larga lista de viajeros
extranjeros, muchos de los cuales están citados en este trabajo, quienes lo aplicaron, indiscriminada e
impropiamente, a todos los pobladores de las pampas, desde el patrón terrateniente al sufrido peón de
estancia, desde el pacífico labrador al matrero errante, acaso fugitivo o desertor.
En primer término deberíamos dilucidar si debe considerarse como forma primera el término español "gaucho"
y como forma derivada el portugués "gaúcho", o viceversa. Pero esto lleva a pensar otra vez en la locución o
grafía que posiblemente haya dado origen a ambas.

Una interpretación castellana


Assunção conjetura que gaucho deriva de una palabra castellana, al menos usada en España y que en estas
tierras se habría empleado, en sentido figurado, como desviado, mal inclinado, descarriado.
Debe tenerse en cuenta que, como señala este autor, la palabra en cuestión no aparece en las tres primeras
ediciones del Diccionario de la Real Academia (1734 a 1791) registrándose su incorporación recién en la cuarta
edición de 1803, pero relacionada exclusivamente con la arquitectura.

REAL ACADEMIA ESPAÑOLA


http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUILoginNtlle

Significado que sería el único por algún tiempo, hasta que aparece una segunda acepción, que hace referencia
al “habitante medio salvaje de las rancherías que hay en las inmensas pampas o llanuras...", en la obra del
valenciano Salvá, eminente lexicógrafo, afamado gramático y reconocido bibliógrafo, librero y editor
español, que en su obra maestra se propuso, entre otros aspectos, corregir errores del diccionario académico,
adicionar distintas acepciones e incorporar voces americanas de uso generalizado.

"Nuevo diccionario de la lengua castellana que comprende la última edición íntegra, muy
rectificada y mejorada del publicado por la Academia Española y unas veintiséis mil voces,
acepciones, frases y locuciones, entre ellas muchas americanas, añadidas por don Vicente
Salvá".
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA
http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUILoginNtlle

Oficialmente sólo muchos años después, en 1852, admite el DRAE el significado referido al
habitante campestre de las llanuras.

REAL ACADEMIA ESPAÑOLA


http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUILoginNtlle

Por ser gaucho/cha un galicismo técnico usado en arquitectura, así como en otras artes y oficios, originado en
el término francés gauche: “Izquierdo, opuesto al lado derecho, perteneciente al lado siniestro // Torcido, no
recto, no derecho; atravesado, mal colocado, mal dispuesto, etc."[4], desaparece del ilustre diccionario a partir
de 1884, debiendo reemplazarse por “alabeado” o “alabeo”, con el sentido de vicio que toma una superficie al
torcerse o combarse, quedando únicamente la primera entrada, que se aplicaría a nuestro tipo social de las
llanuras rioplatenses, pero aquí en tiempo pretérito, como supuesto “hombre de color que llevaba vida errante
y aventurera en las dilatadas campiñas ...”, agregándose como segunda acepción la que desde tiempo atrás era
usual en estas tierras, aplicada a todo hombre que se desempeñara en tareas rurales, particularmente en las
relacionadas con la ganadería.

DRAE 1884 - Internet Archive


https://archive.org/details/diccionariodel00acaduoft

¿Y porqué se supone que el vocablo gaucho, aplicado al hombre de las pampas bonaerenses y de las cuchillas
uruguayas y riograndenses, derivaría de su homográfo gaucho/cha, utilizado en aquel tiempo en el área de la
geometría, arquitectura, topografía, navegación, etc., originado a su vez en el término francés gauche?
Debe considerarse que aquel vocablo fue el último en aparecer en esta aparente familia de palabras y,
lógicamente, se buscó su antecesor entre el repertorio léxico de la lengua castellana, que por entonces había
incorporado el galicismo aludido, proveniente de gauche y éste de gauchir, que además de "ladearse, torcerse,
alejarse de la línea recta, etc.", daba entrada a una cuarta acepción:

"Tener torcida intención, no proceder con rectitud" [5]


Supuestamente, por ese sentido se les habría endilgado el despectivo epíteto de gauchos a aquellos individuos
mal inclinados, malintencionados, desviados, descarriados, vagabundos, cuatreros, dedicados a apropiarse de
grandes cantidades de ganado para su venta clandestina o a efectuar matanzas para obtener y traficar su
corambre.
Calificativo que también hubiesen merecido el fletador y la oficialidad de los buques mercantes franceses que se
acercaban a las costas uruguayas de Maldonado para contrabanderar cueros por mercancías; los estancieros
fronterizos, orientales y brasileños que compraban a aquellos el producto de sus andanzas, o los contrataban
para vaquear ganado propio, ajeno o mostrenco y, porqué no, los pulperos, comerciantes y acopiadores que
también lucraban con ese rubro.

Esta hipótesis puede objetarse diciendo que por tratarse de un rebuscado tecnicismo culterano, de uso muy
limitado aún en España, no parece posible que, al mismo tiempo, su divulgación se haya extendido hasta las
costas de Maldonado, Colonia y Montevideo en la segunda mitad del siglo XVIII; menos aún, que su empleo se
hubiese vulgarizado de tal manera que es empleado en los partes de rústicos comandantes de las fronteras
orientales de aquel entonces con el alcance de malhechor o forajido.

Al respecto, parecer oportuno intercalar el siguiente párrafo. Finalizaba el siglo XVIII y el Virrey Nicolás de
Arredondo pretendía que el Cabildo le elevase una relación pormenorizada de los hacendados existentes en
cada partido, sus nombres y parajes de residencia, calidad personal, es decir, españoles, indios, mulatos, etc.,
cantidad de tierras que individualmente poseían, número de cabezas de ganado vacuno, caballar o lanar que
mantenían bajo rodeo, marca o señal que cada uno utilizaba, como así también de “ los Sugetos que tengan
ganados sin tierras”, todo ello con el objeto de conformar un padrón de los vecinos de la campaña para mejor
proveer a la inspección, vigilancia y amparo de las campañas o, como dice el acta respectiva, “á fin de q.e se
arregle la policia de los Campos, y se ebiten los desordenes, q.e S.E. como tan celoso desea remediar ... ”;
recién un año después el ayuntamiento responde, “pesaroso de no haber podido cumplir sus deseos,
desempeñando las ordenes de V.E. como correspondía á ellos, y a la gravedad del asunto; Por que no pudiendo
dar la comision á otros sugetos que a los Alcaldes de la Santa Hermandad se hallaba con la moral imposivilidad,
y con el Tropieso, de que careciendo de la instrucción necesaria, pues apenas los mas Savian leer, y
malamente escribir, por no haber otros en la campaña de que hechar mano, no podia conseguir de ellos el
desempeño de la comision ...”[6]
Si la cuestión fuese tan simple, los señores regidores, casi todos estancieros, seguramente evasores y
traficantes de ganado, corambre y granos con las llamadas provincias de arriba y con los mercados
ultramarinos, no se hubiesen demorado en elevar dicha contestación, aparentemente no estaban dispuestos a
ser estrictamente controlados en sus menesteres, por lo que escogieron un argumento verosímil y convincente
para eludir esa tarea, razonamiento que sirve, eso sí, para poner de manifiesto el grado de conocimientos
adquirido por la mayor parte de la población de entonces.

https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Reducciones.PNG

Es más razonable otra suposición de Assunção relacionada con los tratados de límites entre España y Portugal
de 1750 y 1777, por los cuales cada corona designó decenas de geógrafos y topógrafos, o expertos en
mediciones del terreno, de origen español, portugués, alemán, italiano, suizo, etc., para proceder a la
demarcación de ambos dominios, los que estaban en condiciones de manejar esa terminología. A pesar de
haberse estipulado en 1761 la nulidad de todo lo actuado con respecto al primero y el incumplimiento del
segundo por parte del gobierno portugués, muchos de esos peritos, como Félix de Azara, Diego de Alvear, Juan
Francisco Aguirre o Andrés de Oyarvide, realizaron numerosos viajes de investigación dejando textos
trascendentales para el conocimiento geográfico e histórico del país, sin que se haya encontrado, hasta ahora,
escrito alguno que pruebe la utilización del vocablo castellano en cuestión.

Al respecto deben tenerse muy en cuenta las siguientes apreciaciones de Coni referidas a uno de ellos, Andrés
de Oyarvide, a propósito de su extensa Memoria, importante trabajo de geografía matemática y relevamiento
cartográfico:
“Ningún autor como Oyarvide ha dado mayores detalles sobre la vida gauchesca, y sin embargo es el menos citado y
consultado, por cuanto sus referencias al tema se encuentran dispersas en su extensa obra y semiperdidas entre tediosas
observaciones astronómicas. Es de observar que Oyarvide siempre llamachangadores a nuestros personajes, lo que permite
suponer que el calificativogaucho no debía estar todavía muy difundido.” [7]
No obstante, es posible que aquellos comandantes orientales hayan recogido el término gaucho cuando
paulatinamente se dispersaba por los campos a partir de su relativa cercanía, en tiempo y espacio, con los
misioneros, que no sólo asentaron, durante casi dos siglos, los treinta pueblos y estancias jesuíticas, sino que
también estuvieron en la convulsionada Colonia do Sacramento y en la aldeana Montevideo hasta su expulsión
y confiscación de bienes, muebles, papeles y efectos, dispuesta por reales decretos entre 1759 y 1769, poco
tiempo antes de la primera utilización documentada de aquel vocablo, los que, siendo "auténticas
personalidades en el campo de la más alta cultura del siglo”, al decir de Vicente Sierra, que tanto se destacaron
en el ámbito de la arquitectura como en las ciencias matemáticas y la astronomía, precursores del estudio
etnográfico de las comunidades aborígenes y en la descripción cartográfica de la geografía física y humana de
territorios prácticamente desconocidos, ellos estaban estaban en condiciones de conocer la etimología de aquel
tecnicismo y dotarlo de un nuevo contenido semántico que respondiera a la realidad circundante, aunque
tampoco se ha encontrado evidencia alguna al respecto.

Por más que la marinería francesa frecuentase aquellas costas, no parece posible que alguien haya adquirido
estos vocablos directamente del lenguaje oral, fonéticamente "gauche" suena aproximadamente como /gosh/ y
su palabra generadora "gauchir" se pronunciaría /goshier/, habría que suponer la improbable lectura, en aquel
tiempo y en aquellos lugares, de algún manuscrito o impreso con dichas grafías y sus significados, a menos que
se tratara de alguno de los versados funcionarios o misioneros referidos en los párrafos anteriores.

Otra interpretación castellana


El lingüista eslovaco-uruguayo José Pedro Rona se adhiere a la propuesta de otro
autor oriental, Buenaventura Caviglia (hijo) sólo en cuanto a que la procedencia del
vocablo "gaucho" se remonta a la expresión "garrucho", utilizada peyorativamente
por los portugueses en aquella zona fronteriza de las misiones jesuíticas y en cuyo
dialecto lugareño - dice Rona - "la /rr/ vibrante velar múltiple del portugués
brasileño... en esta zona se transforma en fricativa uvular y aun laringal no
diferente virtualmente de la /h/ inglesa" (cuyo sonido parece que es una espiración
sutil, casi imperceptible) "por lo tanto este sonido portugués dialectal no puede ser
reconocido por el hispano-hablante ni identificado con ningún fonema propio, sino
que debe de sentirse como una mera aspiración que el hispano-hablante no puede
reproducir. Para él, es más cercano a un cero fonético que a cualquiera de los
fonemas de su sistema... Mientras gaúcho ha ganado continuamente terreno en el
sur del Brasil hasta convertirse en sinónimo de «riograndense», garrucho se ha ido
eclipsando..." [1]

Suponiendo que esta sea la secuencia


correcta: garrucho > gaúcho >gahucho > gaucho,
queda por resolver, admite Rona, el origen y significado
de garrucho.
Las palabras garrucho-garrucha tuvieron y en parte aún conservan, amplia difusión
en la península ibérica, en el primer caso para denominar ciertos aparejos
marítimos; en el segundo, como una simple o acaso pesada polea, mecanismo vital
en las construcciones de la época para levantar o mover cuerpos pesados o
voluminosos (incluso como elemento de tortura que producía
el descoyuntamiento del reo, tormento también conocido como garrucha) así
mismo, con esta denominación se conocen distintas danzas, pasos o mudanzas
castellanas y leonesas; también se encuentran estos vocablos como antropónimos y
topónimos en distintos lugares de España; algunos ejemplares de la flora y de la
fauna son, o eran, vulgarmente reconocidos por estos nombres y también un tipo
de pistola antigua muy usada en Brasil hasta el siglo pasado.
Pareciera ser que por su eufonía estas voces fueron adoptadas, en diferentes
tiempos y lugares, para distintos tipos de objetos y situaciones, que nada tienen
que ver con el asunto que nos ocupa.

Para explicar dicha locución es preciso hacer un breve comentario de historia


lugareña. La ciudad de Apóstoles está ubicada en el sur de la provincia de Misiones,
a orillas del Chimiray, asentada en la que antes fuera antigua reducción jesuítica de
los Santos Apóstoles Pedro y Pablo (1638) 16 km al sur de otra reducción de la
misma época (San José) y a 27 km de San Carlos de Guabirupá, ésta en la actual
provincia de Corrientes, todas en una vasta región que concentró una nutrida
población de origen guaraní.
En el casco urbano de la reducción de Apóstoles, lógicamente, se encontraba el
templo, muy bien provisto de tallas, esculturas, campanario y lujosos elementos
propios del culto, también la residencia de los jesuitas, una gran cantidad de casas,
como para albergar a los seis mil nativos que supo tener en su mejor época,
talleres, percheles para depósito común de las cosechas, galpones y hornos para
hacer tejas, etc.
Fuera de ese trazado, las chacras particulares de los aborígenes, así como extensos
yerbatales, algodonales, montes frutales, canteras y fábrica de cerámicas, estancias
comunitarias de ganado, etc., de manera que la influencia de la reducción se
extendía hasta más allá del río Uruguay a través de una red caminera que la
comunicaba con los otros poblados jesuíticos y a 30 km del vado por el cual se
cruzaba el río, que con el tiempo sería conocido como el Paso de los Garruchos.
(Actualmente se formaron, frente a frente, dos pueblos con el mismo nombre:
Garruchos, uno sobre la margen derecha del río Uruguay, en la actual provincia
argentina de Corrientes, en el límite con la de Misiones y el otro en el estado
brasileño de Rio Grande do Sul.)

Tras la expulsión de los misioneros en 1667, aquellos antiguos pueblos, como todos
los fundados por esta orden, cayeron en total decadencia, además fueron el
objetivo de los ataques de mamelucos y bandeirantes luso-brasileños aunque estas
poblaciones se encontrasen ubicadas en la margen derecha del río Uruguay.

Faena campera - Garrochistas en la finca Vuelta de la Arena - Andalucía


(Baldomero Martínez 2009)
https://www.flickr.com/photos/baldomartinez

A fines de 1818 la Gaceta de Río de Janeiro, en el marco del reiterado avance portugués sobre el territorio
castellano, da cuenta que en el mes de octubre de ese año, en el pueblo de Apóstoles " se acharem
500 garruchos, pouco mais ou menos" y en el pueblo de San José otros 200 con Andrés Artigas.

Con respecto a ese enfrentamiento, se explicaba en esa crónica que "carregando sobre os garruchos, fugiram
estes para a Praça", destacando además esa noticia que "A 3 horas da tarde appareceu um corpo de cavallaria,
de mais de 200 homens á galope, commandado por André Artigas, en socorro do povo... " y según dice el parte
que se transcribe, "matando-lhe 3 garruchos... e no dia 18 foraõ remetidos para o Rio Pardo
38 garruchos inimigos." [2]

Lo cierto es que los portugueses fueron rechazados de Apóstoles por la resistencia de sus pobladores y la
oportuna intervención del Comandante General de Misiones Andrés Guaçurarí y Artigas (1778-1821) de típico
linaje guaraní y antepasado español, nacido en tierras de la antigua misión jesuítica de San Francisco de Borja,
sobre la orilla izquierda del Río Uruguay (en tierras que eran de la corona de Castilla pero que fueron después
usurpadas por los portugueses) desde su infancia vivió en Santo Tomé, otro poblado jesuita situado en la actual
provincia de Corrientes 60 km al sur del Paso de los Garruchos.
Iniciado durante la Guerra de la Independencia, en la frustrada expedición del Gral. Manuel Belgrano al
Paraguay realista, integró después las formaciones orientales organizadas por José Gervasio Artigas, quien lo
adoptó y autorizó a usar su apellido, logrando desalojar a los paraguayos reaccionarios que habían traspasado
el Paraná y resistir a los brasileños que incursionaban en las márgenes del Uruguay, siendo conocido y exaltado
en toda la mesopotamia argentina, pero particularmente en la provincia de Misiones, como el Comandante
Andresito.

Monumento a Andrés Guaçurarí


Escultor Luis Rodolfo Ocampo (2001)
Santo Tomé (Prov. Corrientes)

Su tropa estaba formada principalmente por nativos guaraníes y mestizos, es decir civiles, nacidos, criados y
avecindados en los pueblos y estancias de las misiones, donde además de su formación en las tareas rurales y
en la doctrina religiosa, cultivaron un ancestral odio hacia los portugueses que en repetidas malocas habían
asolado históricamente sus rebaños y caseríos; si bien en su armamento había armas de fuego y sables, el
elemento ofensivo más usado era una especie de lanza, más bien chuza rudimentaria y tosca de la resistente
caña guaraní conocida como tacuara, llamadas taquâ (huecas) taquâ ratí (macizas)taquâ ruçú (grandes) por
Ruíz de Montoya, en cuya extremidad se fijaba un metal puntiagudo y cortante, arma que estos milicianos
blandían con desparpajo en los escarceos y con temible destreza en sus luchas y entreveros, razón por la cual,
cuando se organizaron en formaciones de combate, más o menos regulares, se los denominó como
"blandengues".

El despectivo nombre de "garruchos" que les asignaron, en este caso los portugueses, es probable que hiciera
referencia a la precariedad de su armamento e, indirectamente a su indiano origen étnico, a la desastrada
pobreza de sus vestimentas o a su inestable forma de vida, derivando esa palabra no del portugués, sino del
castellano "garrocha", vara de unos tres metros y medio de largo y cinco centímetros de grosor, con una punta
de acero (puya) de tres filos, que en la tauromaquia ibérica se empleaba para lidiar en el coso con toros
bravíos, pero que también se usaba en las las tareas campestres, como aguijada o picana, para el apartado y
arreo del ganado vacuno, aunque era función del boyero estimular, pero no causar heridas profundas.
También es probable que los portugueses se refirieran al ya aludido "Desjarreteador: Instrumento (lança de trabalho)
composto de uma afiada meia-lua de metal atada numa taquara comprida. Servia para ferir no garrão e imobilizar o
gado alçado, que se reproduzia naturalmente no Pampa, no tempo das vacarias, por volta do século 18.
Desjarretador (Do castelhano garrocha)" [3]

Poco después, el botánico francés Saint Hilaire, miembro de la Academia de Ciencias de París partió desde Río
Grande (Brasil) y pasó a recorrer el territorio uruguayo, que por ese entonces estaba en gran parte bajo
dominio portugués, con el objeto de observar, describir, clasificar y recolectar especímenes propios de la flora
indiana, pero sus escritos trascienden dicho asunto, ocupándose también de la crónica histórica y de la
descripción costumbrista de los lugares visitados; en su obra Voyage au Rio Grande do sul (1820/21) establece
la relación entre ambos vocablos, al escribir:

"Estos hombres sin religión ni moral, en su mayoría indios


o mestizos, que los portugueses llamaban Garruchos o
Gahuchos y de quienes ya he descrito las costumbres, no
tardaron en unirse a Artigas y sus capitanes cuando éstos
levantaron la bandera de la rebelión." [4]
Obviamente, es durante estas primeras dos décadas del siglo XIX que tal palabreja aparece escrita y por tanto
documentada, pero se ignora desde cuando se vendría usando en el habla coloquial fronteriza, uruguaya o
riograndense, pero sí consta que ya había aparecido hacia 1813, en el sur del territorio oriental, durante el sitio
de Montevideo por tropas de las Provincias Unidas del Río de la Plata, soldados de línea comandados por el
coronel José Rondeau y los blandegues milicianos de José Gervasio Artigas, en una copla atribuida a un
centinela andaluz:
Montevideo Antiguo - Tradiciones y Recuerdos
Isidoro De María (Public. 1887-1895)
Montevideo - 1957

Es indudable que ese epíteto desdeñoso hacía referencia a las irregulares agrupaciones artiguistas, integradas
fundamentalmente por nativos guaraníes y mestizos de toda laya, continuidad semántica que se infiere al
revisar la literatura histórica contemporánea, proveniente principalmente de autores de Buenos Aires o
extranjeros, contrarios a la propuesta federalista y de redistribución de las tierras de los enormes latifundios,
proclamada por el caudillo uruguayo que, dicho sea de paso, era descendiente de primeros pobladores de
Montevideo y de familia de cierto caudal que le había permitido completar estudios primarios con los curas
franciscanos, formación considerable dada la época y los medios disponibles, pero que desde su juventud se
había destacado en aquel ámbito fronterizo hispano-portugués, donde los paisanos tenían como único medio de
subsistencia, las faenas clandestinas y el contrabando de ganado bovino o su corambre, razón por la cual llegó
a contar con su incondicional apoyo.
"No se consideraría seguro ir más allá para no topar con los gauchos, nombre con que se distingue la gente de
Artigas."
"Vive con la misma comida, y de la misma manera con los gauchos que lo rodean, no siendo él mismo en
verdad nada más que un gaucho." [5]
El Grito de Ascencio
Óleo de Juan Bautista Diógenes Hequet
Uruguay (1895/96)

Podría objetarse a esta propuesta, aparentemente lógica y coherente, la tardía aparición en forma escrita del
término garrucho (por su parte, gahucho ya se había graficado cuarenta años antes y también le anteceden el
uso de gaúcho ygaucho, a un lado y otro de esa triple región fronteriza) pero esto en modo alguno es
determinante porque todos estos vocablos, en principio, se propagaban oralmente entre gente comúnmente
iletrada y los pocos que frecuentaban la escritura se cuidaban de emplear expresiones consideradas vulgares o
malsonantes, es decir, impropios de personas instruidas, por lo que sólo se tiene una idea aproximada del lugar
y tiempo en que comenzaron a utilizarse.

Sí podría ponerse en duda lo dicho en el primer párrafo de este punto sobre el registro fonológico del dialecto
lugareño, del cual derivarían los vocablos aludidos, en primer lugar ha de tenerse en cuenta que el
término garrucho no es portugués sino castellano, idioma que influyó fuertemente en el habla de los luso-
brasileños en esa región de intensos contactos, pacíficos o bélicos y, en segundo lugar, la transformación
fonológica del dígrafo /rr/ en una mera /h/ aspirada es válida para otras regiones, incluso actualmente se da el
caso que esta variante es usada en el habla coloquial de gran parte del país, pero parece no haber sido así en
aquellos tiempos.

Ninguna letra es pronunciada de tantas formas en portugués como la letra /r/, asegurándose que se expresa en
más de una decena de fonemas distintos.
En el dialecto gaúcho ese fonema "é mais forte, tendo o som de RRRRRRR, parecendo com o R espanhol". Otras
fuentes afirman que es común escuchar el dígrafo /rr/ igual que en castellano, fuerte y con vibración de lengua,
a diferencia del portugués brasileño en general, en el cual es suave y gutural.

La expansión del portugués en Brasil, su evolución histórica y variaciones regionales, fueron objeto de recientes
estudios de la Universidad de São Paulo (USP), resaltando una innovación del portugués brasileño, por ahora
sin equivalente en Portugal, es la letra “ere” propia del interior de San Pablo, llamada “pajuerana”
o caipira (rústica) en ocasiones tan intensa que parece valer por dos o tres, como en porrrta [puerrrta]
o carrrne, esa “ere” exagerada era la lengua de los bandeirantes paulistas. Siguiendo las rutas de sus malocas
en busca esclavos indianos o de oro, los lingüistas encontraron esa “ere” supuestamente típica de San Pablo en
distintas ciudades de la región y también en el oeste de Santa Catarina y de Rio Grande do Sul, conformando
un modo de hablar similar al portugués del siglo XVIII. [6]

Podría decirse también que el calificativo de garrucho se aplicó en principio al aborigen guaraní, charrúa o sus
congéneres, en tal sentido el ya mencionado Rona cita al cura párroco de São Borja, el francés nacionalizado
brasileño Jean Pierre Gay [7], intelectual, lingüista e historiador que escribió: "Por aquellas paragens dava-se o
nome de garrucha ás indias velhas", es decir, indias viejas, aunque en realidad no es ese su significado literal,
como se ha visto, es sólo un epíteto discriminatorio por razones étnicas y sociales.

¿Se aplicó también la expresión garrucho para caracterizar a los gauderios o changadores trashumantes,
españoles, portugueses, criollos o mestizos que arreaban, faenaban o cuereaban ganado cimarrón o doméstico
alzado, por su propia cuenta y riesgo, para después transar con los estancieros, exportadores o acopiadores
fronterizos.?
¿Acaso este nuevo tipo social, en formación desde un siglo atrás en estos parajes, fue
denominado gaúcho o gaucho por otras razones y su etimología se remonta a otras fuentes?

Después de recorrer este largo camino volvemos al comienzo (ninguém sabe de onde a palavra veio) nadie
sabe de donde vino la palabra.

Las interpretaciones quechua o aymara

Por mi parte me interesa volver a destacar la particular influencia del quechua y el aymara en lo que se refiere
a las actividades campestres, como he analizado en las páginas precedentes, expresiones trasladadas a estas
regiones por mestizos provincianos y aun españoles, que las adulteraron por desconocimiento de su correcta
dicción, o, principalmente, por ignorar la forma de representar esas voces mediante el lenguaje escrito y que
con el tiempo se castellanizaron en virtud de su uso generalizado, razón por la que no me ocuparé de otras
opciones que pueden consultarse en las fuentes citadas.

Si bien la región rioplatense está geográficamente alejada de las áreas quichua parlantes del antiguo Perú,
nunca estuvo distante de su enclave lingüístico en la provincia de Santiago del Estero, donde antiguamente
supo ser hablado poco menos que por la totalidad de sus habitantes, además debe tenerse en cuenta que la
migración es una característica estructural de esa provincia a lo largo de toda su historia, siendo su destino
preferente los campos de Buenos Aires y Santa Fe.

Los primeros cronistas hacían mención de la “lengua general del Cusco o del Perú”, pero no de "la quichua",
término y vocabulario que recién serían empleados y traducidos en caracteres impresos en 1560 y cuya
aplicación como idioma evangélico fue sancionada en los tres Concilios realizados en Lima en 1562, 1567 y
1583, una de cuyas disposiciones obligaba “a todos los curas bajo pena de excomunión y de santa obediencia
que a los indios no se les enseñara la Doctrina y el Catecismo sino en la lengua quichua, sin que sea lícito a
nadie variar el rezo o Catecismo quichua aprobado por el mismo S.Concilio” , denominación que comenzó a
dársele por ese entonces, pero difícilmente, como observa Alderetes, se hubiese podido forzar su extensión
extraterritorial si no hubiese habido fuertes núcleos “quichuizados” desde muy larga data. [1]

Consta que en los comienzos del proceso de colonización, la actividad apostólica realizada por un puñado de
religiosos se desarrolló con muchas dificultades, tales circunstancias no parecen muy propicias para
supuestamente introducir un nuevo lenguaje, simultáneamente iniciar a los nativos en los misterios de la
desconocida religión e inculcarles la extraña y novedosa forma de vida del cristianismo.

Pedro Sotelo de Narváez, en su Relación de las provincias de Tucumán, concluída en 1582 casi treinta años
después de establecida la ciudad de Santiago del Estero, señala que sus cuarenta y ocho vecinos encomenderos
se servían de aproximadamente doce mil aborígenes para las tareas propias de la agrícultura, la ganadería, el
hilado, el tejido, el arreo de ganado, el acarreo de productos y otros servicios, la mayoría de esas heredades se
encontraban muy distantes del pueblo, por lo que los doctrineros salían en misión, en forma anual o bienal, a
las regiones de la sierra o de los ríos, así “el año siguiente de cuarenta y dos salieron otros dos Padres a misión
al río Salado y Dulce por no haber podido correr todo su distrito el año antes porque fuera de muchas
estanzuelas hay entrambos ríos 40 pueblos de indios y arriba de seis mil almas... [2]

Por lo general la lengua castellana, arrolladora lengua de la conquista, se extendió en todo el territorio nacional
sembrando de nombres españoles, fundamentalmente reverenciales o con intención religiosa, también
evocativos de los lejanos lugares de procedencia o de carácter honorífico con la finalidad de perpetuar la
memoria de determinados personajes, incluso abundaron denominaciones descriptivas o anecdóticas, pero el
interés de los conquistadores y colonizadores por los asuntos autóctonos fue ordinariamente muy exiguo y si
bien fueron los misioneros quienes observaron sus costumbres, aprendieron sus lenguas principales y hasta
algunos de sus dialectos, nos parece que se exagera en cuanto a la importancia de los sacerdotes en la
expansión de la llamada lengua general del Cusco, también deben tenerse en cuenta otros factores como la
activa movilidad de las comunidades aborígenes desde tiempos prehispánicos, sus pacíficos contactos de
intercambio, el mestizaje exogámico, etc. y, después de la conquista, con la inserción de sirvientes y mestizos,
ladinos en ambas lenguas, los traslados forzados de grupos encomendados, las relaciones del trabajo y la
producción entre los pobladores españoles y criollos con los autóctonos o los introducidos, preferentemente en
las labores rurales, donde el quechua fue un “instrumento de comunicación eficaz para todos los sectores
sociales... adoptado como lengua vehicular y de uso cotidiano por la población española, criolla y mestiza.” [3]
Igualmente, el suroeste santiagueño y el noroeste cordobés fueron zonas de penetración de parcialidades
catamarqueñas y riojanas, manifiestamente influenciados por culturas preincaicas e incaicas, al punto que,
aunque actualmente el quechua es lengua muerta en esas provincias, en su tiempo originó uno de los dialectos
más importantes en la historia de la cultura sudamericana, cuya difusión está vinculada con la expansión del
imperio incaico y la extracción de oro y plata.[4]

Si la atención espiritual de aquellos españoles, indios, mestizos y gente de color, que aislados vivían en la
inmensidad de los campos, en medio de la pobreza y la ignorancia se desarrollaba con muchas dificultades, por
la falta de recurso humanos para sustentarla, cómo puede ser entonces que ya en 1635 el obispo de Santiago,
Fray Melchor de Maldonado y Saavedra, se quejara porque “en esta tierra poco hablan los indios y españoles en
castellano porque está más connaturalizada la lengua general de los indios”, lengua que sería proscripta casi
un siglo después, en 1770, durante el reinado de Carlos III, aunque esta interdicción no llegó a tener efectos
prácticos.
“...que en cada parroquia se ponga una escuela pública donde los niños aprendan a leer castellano y que en el último idioma
sean instruidos en la doctrina sin permitir que el maestro les hable en otro ni que los niños se traten entre sí usando el
nativo... Que los caciques, alcaldes, fiscales y demás mandones de las parroquias... que bajo de alguna pena se mande en la
ciudad que los padres de familia y madres, así de los verdaderos españoles y de distinción como los plebeyos y mestizos... no
les permitan responder en ningún caso en quichua ni que ellos entre sí se traten en él.” [5]

El influjo de este elemento humano en el área de la banda oriental del río Uruguay, donde consta la primera
exteriorización en forma escrita del vocablo, se manifiesta en la supervivencia de las mismas voces, inclusive,
en algunos topónimos que corroboran su procedencia, tales como el Estero del Santiagueño, el Paso del
Cordobés, el Arroyo Cochengo, la Estancia del Colla, las lagunas, cerro y arroyo del Potrero de Caroya o el
arroyo Lechiguana.

En un principio se buscó su raíz partiendo del término guacho, que tiene con gaucho - como dicen distintos
autores - “una atractiva semejanza fonética”, derivado del quechua wakcha, que significa huérfano y por
extensión, pobre, desgraciado. [6]
En estas lenguas no hay terminaciones, pronombres o artículos masculinos y femeninos, las mismas palabras
se usan para ambos géneros, en otros casos se usan términos diferentes que se anteponen al sustantivo para
indicar cada supuesto, la concordancia de género se logra, pues, mediante la utilización de distintos vocablos
para los seres humanos y otros para los demás reinos de la naturaleza:
seres humanos animales

wayna : muchacho qhari : hombre orqo : macho


sipas : muchacha warmi: mujer china: hembra [7]

Al respecto, se ha dicho que como categoría gramatical, el género no existe en quechua, “hay palabras que por
su propia naturaleza o per se determinan a varones, mujeres o cosas.”[8]

Las expresiones castellanizadas guacho/cha serían un ejemplo de la influencia hispánica en cuanto a este punto
se refiere, como así también de la reiterada utilización del fonema velar sonoro “g ” para cifrar las voces del
runasimi que actualmente se escriben con la semiconsonante bilabial sonora “w ”, que es la grafía adoptada
para una amplia gama de vocablos de la familia quechumara, por apreciársela como más precisa para
representar la fonética original. Así es común encontrar en la literatura hispano-criolla: guano (por wanu)
guasca (por waska) guayaca (por wayaqa) guanaco (por wanaku) guaman (por waman: halcón) etc.
Debe tenerse en cuenta que el personaje tiene con este vocablo una relación conceptual, generalmente se trató
de un individuo desarraigado del ámbito familiar, mestizo de primera o sucesiva generación, tal vez hijo de
padre desconocido; iletrado e indigente, en tanto que poseía escasos recursos materiales; cortés y pudiente, en
cuanto que casi nada necesitaba para satisfacer sus sobrias costumbres.
La crítica lingüística se centra, según apunta Morínigo, en la metátesis vocálica ( gau- por gua-) rareza que no
se verifica en ninguno de los cientos de términos de diversas leguas aborígenes incorporados al idioma
castellano, razón por la cual, no pudiendo explicarse la causa eficiente que produjo este único caso de
alteración en el orden de las letras, se llega a negar la probabilidad de su origen amerindio, agregándose por
parte de Assunção, que en tal caso es completamente infrecuente la permanencia simultánea de ambas
expresiones en el lenguaje popular, una - la supuesta palabra generadora - para designar al individuo huérfano
o ilegítimo y la otra para señalar al morador de las llanuras.

Pero no termina aquí la cuestión, precisamente para intentar una interpretación que explique esa
incompatibilidad, del mismo modo debe considerarse el probable influjo del vocablo “wachuq” (el cronista indio
Guaman Poma de Ayala escribió “uachoc” y los académicos del Cusco "wachoq") adjetivo que traducen como
fornicador, lujurioso, adúltero, por lo tanto, aplicable a aquellos que convivían con mujeres robadas o seducidas
en las incursiones por ranchos y tolderías rioplatenses, voz originada en las tierras montuosas del Perú para
tipificar ciertas conductas humanas contrarias a las disposiciones del incanato.
Es de considerar que también en este caso podrá cuestionarse la metátesis vocálica aludida y el consecuente
préstamo consonántico que convertirían a la palabra aludida en un hipotético /gawchuq/, que en virtud del
alfabeto castellano pentavocálico incorporaría el carácter “o” en la última sílaba, perdiendo, a su vez, el sufijo
agentivo “- q ”, signo del runasimi indicador del agente que realiza la acción. (Por ejemplo, Awaq, el o la que
teje: tejedor/a ; Llamkaq, el o la que trabaja: trabajador/a).
En este orden de ideas debe considerarse la posibilidad que este sea el término progenitor, en sentido biológico
y semántico (“wachay” significa parir, fructificar) razón por la cual guacho y gaucho, perduraron con distinto
significado a través del tiempo y en distintos ámbitos, porque los respectivos vocablos generadores
(wakcha y wachuq) siempre coexistieron en las comarcas andinas.
Por otra parte, tampoco resulta disparatado suponer que la palabra gaúcho, originada en un medio, donde el
paisanaje marginado había adquirido comportamientos que llegaron a caracterizarse por su inusitada violencia,
derive de un vocablo común a ambas lenguas, aymara y queshua, “haucha” o “jaucha”, adjetivo que significa
cruel, furioso, inhumano. [9]

Actualmente los académicos del Cusco, y otros, basándose en el alfabeto fonético internacional, escriben
"hawcha", con el alcance de cruel, despiadado, desalmado, feroz, inhumano, donde el grafema "w" (que se
pronuncia como la castiza vocal "u") tiene el carácter de semivocal que impide el diptongo, aunque sólo en su
grafía, por lo que la intensidad de la voz recae en la penúltima vocal, como ocurre en la amplia mayoría de las
palabras en aymara o en quechua y se asemeja a la voz "gaucho" del castellano rioplatense.

La más adecuada grafía que debe utilizarse para representar las voces quechumaras es una cuestión todavía
inconclusa, aunque versados lingüistas y asociaciones académicas de eruditos tratan de imponer sus
argumentos, en general se advierten notorias discrepancias y encendidos debates que, inclusive, se remontan
al respectivo origen de las distintas lenguas oriundas, sus históricas expansiones, pre y poshispánicas, áreas de
influencia y variedades locales.
En este caso, los primeros estudiosos de esos idiomas, jesuitas por lo general, utilizaron, lógicamente, el
alfabeto castellano de ese entonces para graficar el sonido inicialmente aspirado de dicha palabra nativa, así
emplearon el grafema "h", que todavía portaba una cierta tradición, desde el sistema consonántico medieval,
con ese valor fonológico y que en este caso es un signo de aspiración que se pronuncia con un soplo de aire
sobre las cuerdas vocales, como actualmente la "j" castellana, pero más suavemente, razón por la cual esta
última es empleada por autores contemporáneos, por considerarla más representativa y, así mismo, evitar la
confusión con aquel grafema, que actualmente no se pronuncia.
Ante la falta de un fonema aspirado en el decir colonial, tanto español como portugués y una pronunciación
totalmente diferente de la letra "j", es probable que esa primera sílaba aspirada, en forma moderada, que
obviamente no tenía el mismo registro en las distintas zonas geográficas, ni en las formas coloquiales de los
diferentes grupos sociales, haya sido interpretada como "g", por la persona, o las ocasionales personas que
luego divulgaron el término en forma oral, pues ya se ha dicho que no hay un antecedente escrito de su origen.

Como el quechua no tiene desinencias de género y la intención era referirse a ese tipo de hombres y su peculiar
estilo de vida, se masculinizó el término con la desinencia "o".
Por alguna razón fonológica, en lengua portuguesa la palabra "gaúcho", grave, llana o paroxítona se pronuncia
con énfasis sobre la penúltima vocal produciendo un hiato que opera sobre la división silábica e interrumpe el
diptongo.

Este sería el motivo por el cual en 1771, el ya citado comandante de la guarnición uruguaya de Maldonado,
escribió "gahuchos" como una forma de discontinuar la secuencia vocálica e insinuar un hiato en esa palabra
extraña, cuya etimología es muy posible que ignorara, pero que sería usual desde algún tiempo atrás en ambos
lados de aquel inestable territorio fronterizo disputado por españoles y portugueses, donde se pergeñó esa
irregular transliteración de la voz indiana, todavía vigente en un vasto repertorio de voces quechumaras
referidas a elementos realmente significativos, por que no habría de recurrir alguien a la misma fuente, tal vez
venero de sus ancestros para exhumar un vocablo intencionadamente explícito con una finalidad de carácter
ético o preceptivo.
En cuanto se refiere a las mutaciones vocálicas o consonánticas, no parece que este sea un argumento
definitivo para objetar el origen de una palabra, al fin de cuentas debemos recordar que, en tiempos
medievales, los pobladores ibéricos avecindados en la tierra de los castillos se expresaban en una forma
peculiar de las llamadas lenguas romances o románicas por derivar del latín vulgar, “que no es otra cosa la
lengua castellana sino latín corrompido”, escribió Nebrija [1] recibiendo en distintas etapas de su evolución el
aporte de otras voces provenientes de dialectos regionales o de origen griego, germánico, vascuense, árabe,
etc.; y es así como los copistas anónimos de los siglos X y XI, que comentaban o glosaban las partes más
difíciles de los textos latinos, se daban a entender en el habla común del pueblo llano, de los aldeanos,
labriegos, milicianos o gente de mar, utilizando innumerables metaplasmos (metátesis, epéntesis, aféresis,
apócopes, etc.) figuras de dicción con las que, “añadiendo o quitando o mudando o transportando alguna letra
o sílaba o acento” crearon los más antiguos códices o manuscritos que se han encontrado de nuestro
protolenguaje, consolidado y enriquecido en su constante transformación con la incorporación de otras
terminologías indoamericanas, a partir de la expansión de Castilla en el siglo XVI, en cuya pronunciación o
traslación al lenguaje escrito se incurriera en similares alteraciones, sobre todo en el caso de las palabras
provenientes de lenguajes que no poseyeron un sistema gráfico propio o de expresiones consideradas vulgares
o indecentes.

En este sentido debe mencionarse un opúsculo editado en París, en el año 1833, curioso y patético folleto de
unas pocas páginas, cuyo título, traducido, decía así: "Arribo a Francia de cuatro salvajes charrúas en el
bergantín francés Phaéton de Saint Malo", escrito y publicado por François de Curel, ciudadano francés que,
como oficial superior, se desempeñó con distintos rangos en el ejército napoleónico y, una vez cesado en la
carrera militar, emigró a Buenos Aires en 1827, aparentemente para dedicarse a la enseñanza, tareas por las
cuales fue duramente criticado, tanto en Buenos Aires como en Montevideo, ciudad a la que pasó en 1830,
sospechándose que, en realidad, se trataba de un agente encubierto del organismo encargado de las relaciones
exteriores de su país natal. [2]
En 1833 François de Curel regresa a Francia llevando cuatro aborígenes que supuestamente pertenecían
comunidad charrúa (entre ellos una joven mujer) previa autorización del gobierno de la república oriental, con
el objeto de "ofrecerlos a la curiosidad pública", razón por la cual escribe y publica el mencionado folleto para
interesar a los potenciales espectadores; la "exhibición" se realizaba en un callejón del barrio de los
Campos Elíseos y el precio de la entrada era de 5 francos, de aquella época, por persona. [3] [4]
Con respecto a uno de los nativos, en ese impreso se dijo lo siguiente:

"Le troisiéme s'appelle Tacuabé; il est né d'un Charrua qui s'était fixé dans la petite ville de Paysandu, sur les bords de
l'Uruguay. Élevé parmi les Gauchos (1), il est devenu, quoiqu très jenne, bon dompteur de chevaux , et il a acquis une
connaissance pratique des localités, tellement extraordinaire, qu'on serait plus certain de ne point s'égarer, conduit par luí au
milieu de la nuit, que par quelque autre guide que ce fut en plein jour".
“El tercero se llama Tacuabé, nació de un Charrúa que se había establecido en la pequeña villa de Paysandú, sobre las
riberas del Uruguay. Criado entre los Gauchos (1), se ha vuelto, aunque muy joven, un buen domador de caballos, y adquirió
un conocimiento práctico de las localidades, tan extraordinario, que estaríamos más seguros de no perdernos, conducidos por
él en plena noche que por cualquier otro guía en pleno día".
A pie de página, el citado de Curel explica a sus compatriotas la forma de articular esa exótica palabra:

(1) Cette épithète de Gaucho (prononcez Ga-ou-cho) était appliquée autrefois à des vagabons qui vivaient dans la campagne,
aux dépens des habitants industrieux: aujourd'hui elle se donné indistinctement à tous ce qui habite au-dehors des villes.
(1) Este epíteto de Gaucho (pronúnciese Ga-u-cho) se aplicaba anteriormente a los vagabundos que habitaban la Campaña,
a expensas de los habitantes trabajadores: hoy se da indistintamente a todo el que vive fuera de las ciudades.
Tengamos en cuenta que en francés, la vocal “ou”, se pronuncia como la "u" castellana y la locución transmitida
parece que se corresponde con el término gaúcho, propio de Rio Grande do Sul.

Tratándose esta dicción de una adjetivación fuertemente despectiva, es evidente que no fue utilizada por
aquellos campeadores para autodenominarse genéricamente, sino una calificación rebuscada, un mote echado
a rodar desde algún despacho gubernamental o, más probablemente, desde algún claustro curialesco; los
jesuitas, que competían activamente con hispanos y lusitanos por la posesión del ganado alzado o cimarrón,
por lo general, tenían amplios conocimientos de las principales lenguas aborígenes sudamericanas y, tanto unos
como otros, fueron incisivos censores de esos personajes de los campos de aquel entonces.

Lo cierto es que este término se integró al abundante repertorio de vocablos indianos que se difundieron por las
pampas, algunos de los cuales todavía se usan, en las actuales repúblicas de Argentina y Uruguay, así como
también en el estado de Río Grande do Sul, la "terra gaúcha" y el espacio geográfico colindante.

Rio Grande do Sul tiene una historia de colonización tardía, si se lo compara con otros estados brasileños,
además, sobre esa región se verificó una secular alternancia de dominio entre los imperios español y
portugués.
Los esclavos africanos recién llegarían a fines del siglo XVIII y a partir del siglo siguiente se registró una
importante inmigración europea (italianos, alemanes y otros) que se asentaron principalmente en las tierras del
litoral marítimo.
Si bien la población del estado brasileño de Rio Grande do Sul siempre se consideró esencialmente europea,
recientes estudios de ADN mitocondrial muestran que existen perfiles genéticos diferentes en las distintas
regiones que lo componen, resultando que es en el oeste de ese territorio donde se encuentra los mayores
índices de ancestralidad amerindia por parte materna, precisamente donde se localiza "o pampa riograndense",
mientras que el linaje paterno (cromosoma Y) presenta una mayor identidad con antepasados ibéricos,
particularmente con españoles más que con portugueses, carácter que lo distingue de otros estados brasileños.
(Debe entenderse descendientes de españoles procedentes de las provincias situadas del otro lado de la cuenca del Río de la
Plata, que a su vez portarían sangre y cultura de variados ancestros indianos maternos, fundamentalmente del noroeste
andino, quechuas, aymaras y calchaquíes, como así también guaraníticos de la mesopotamia argentina o de las sabanas y
bosques paraguayos.
Por aquellos tiempos los naturales de las regiones chaqueña y patagónica no habían sido colonizados, mientras que, incluso
durante el siglo XVIII, no existieron asentamientos europeos en las pampas que se extendían más allá del Río Salado de
Buenos Aires y al sur del Río Quinto de Córdoba, por lo que los contactos inter-étnicos no serían muy frecuentes con los
mapuches que bajaban de Chile.
Hacia el 1800 la población del territorio que actualmente ocupa la República Argentina estaba integrada mayoritariamente
por aborígenes, mestizos y afroamericanos, los españoles peninsulares redondeaban el 1% de la población, por esa razón un
estudio genético realizado en 2010 por el Servicio de Huellas Digitales Genéticas de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de
la Universidad de Buenos Aires, bajo la dirección del genetista Daniel Corach, estableció que actualmente, no obstante las
nutridas oleadas inmigratorias registradas entre 1880 y 1950, el aporte genético vía materna proveniente de etnias indígenas
es del 53,7%, siendo un 44,3% para las europeas y el 2,0% africanas.- Corach, Daniel y Lao, Oscar (2010): Inferring
continental ancestry of argentineans from autosomal, Y-chromosomal and mitochondrial DNA artículo en la revista Annals of
Human Genetics, Vol. 78 págs. 65-76)
Los resultados de la investigación no identificaron los linajes amerindios encontrados en las muestras de los
gaúchos como directamente charrúa, que por otra parte es una etiqueta genérica que comprende otros grupos
étnicos que viven en esa región pampeana en los tiempos precoloniales, como Minuano, Guenoa y Yaro, todos
los cuales están asociados etnográficamente con los pobladores precolombinos de la Patagonia. Pero también
otros grupos nativos, como el guaraní, contribuyeron a través de sus mujeres para la formación de las
poblaciones gaúchas contemporáneas, mientras que la descendencia africana en estas regiones es
minoritaria. Por su posición fronteriza, Rio Grande do Sul, es hoy parte de Brasil, pero tanto pudo serlo de
Argentina o de Uruguay, según las fuerzas históricas en juego en aquellos tiempos, por lo tanto, en el lenguaje
gaúcho abundan vocablos y frases en español propias del gaucho rioplatense y ambos incorporaron, a los
arcaísmos de cada uno de sus idiomas de origen, voces indígenas vigentes en sus respectivas geografías y en
menor escala elementos africanos, creando en esa región bilíngüe, hispano-portuguesa, un vocabulario
peculiar, una literatura propiamente gauchesca y un amplio repertorio de danzas tradicionales, entre las cuales
se destaca la "Chula". [5]

Por eso, tal vez para provocar alguna reacción, alguien ha echado a correr la
siguiente frase: "Essa diferença percebesse na aparência, cultura e idioma,
na verdade o Gaúcho é uma etnia dentro do Brasil", no faltando quien
llamara a esa región, "a Pátria de três bandeiras".
Se dice que esa expresión corporal posiblemente sea originaria de Portugal, pero existe mucha incertidumbre al
respecto, también se ha escrito que esas danzas populares "tiveram origem na Espanha em meados dos
séculos XVII e XVIII", pero la mayoría considera que es una manifestación típica de los tropeiros
sulinos, desplegada en los campamentos, alrededor de los fogones, donde se reunía el peonaje después de
largas jornadas de marcha.

«La "Chula" canción - que fue popular en Brasil a mediados del siglo pasado - se enreda en un verdadero
pandemonio, dentro de la bibliografía folclórica brasileña. Algunos estudiosos dan a esa cancioneta como
originaria del Miño o del Duero (Portugal) donde fue "elevada como himno nacional". Otros, por el contrario, la
confunden con el lundú o la aproximan al baiano o baião, dándole procedencia genuinamente brasileña. En
cuanto a la "chula" danza, las informaciones son tan imprecisas que el pandemonio no llega a formarse. De
cualquier modo, sin embargo, jamás encontramos una descripción coreográfica que nos presente la "Chula" tal
como ella fue popular en Rio Grande do Sul: danza de desafío, ejecutada solamente por hombres.»
Así expresaban su incertidumbre los autores abajo citados, hasta que encuentran la primera referencia escrita
de esta danza en el libro "Notícia Descritiva da Provincia do Rio Grande de São Pedro do Sul", escrito por
Nicolau Dreys en 1817 y publicado en 1839, donde el autor manifiesta haber visto danzar a algunos gaúchos
"una especie de chula grave".
"Era verdade, então, que vira, em 1817, alguns gaúchos dançando a chula, sem participação de mulheres!" [6]

El desafío consiste en zapatear cadenciosamente sobre una lanza o vara de madera, de unos cuatro metros de
longitud tendida sobre el suelo, ejecutando complicados pasos a un lado y otro del madero, el segundo
participante debe repetir y aún mejorar las figuras o mudanzas del anterior; resultando desclasificado quien
moviese el obstáculo, perdiese el ritmo, errase el paso o no pudiese repetir las evoluciones del anterior.

No obstante lo dicho y aún aceptando que esta expresión corporal, exclusivamente viril, derive de una remota
danza de pareja mixta, no deja de ser una llamativa "coincidencia" que en lengua runa simi o quechua, el
vocablo ch'ulla, signifique impar, es decir, que se emplea para designar una persona, animal u objeto que
normalmente se usa en número par pero está incompleto; es decir sin pareja, sin compañía, sin semejante,
desigual, solo, soltero.
En cuanto al degradante contenido semántico de la palabra gaucho en aquel tiempo y en esos lugares, téngase
en cuenta que no se aplicaba a toda la gente de campo, sino únicamente a los que “teniendo por suyo
solamente Cavallo, Cuchillo y Lazo, viviendo sin temor de Dios, ni Justicia de manera que como el Campo les
cria el comestible, se mantienen en el años y años”; a los que mataban amigos o hermanos “por tan solo
quatro chinas que suelen robar, quatro Cavallos y quatro frioleras, que no merece todo ello interes de un polvo
de Tabaco”, como informa un cronista anónimo de la última década del siglo XVIII, citado por Coni.
Al respecto, profundiza esas críticas el tantas veces citado Capitán de Fragata Félix de Azara, ingeniero militar,
naturalista y escritor, quien hablando de la gente de campo, que tanto llama “pastores o ganaderos” como
“peones, ginetes, gauchos, camiluchos y gauderios”, destacando que los de estas regiones “son los menos
civilizados de todos los habitantes, y que este género de vida casi ha reducido al estado de indios bravos a los
españoles que lo han adoptado...”, siendo verosímil “que la vida pastoril no sea compatible con la
civilización ..."

"Además de los dichos hay por aquellos campos,


principalmente por los de Montevideo y Maldonado, otra
casta de gente, llamados más propiamente gauchos o
gauderios. Todos son por lo común escapados de las cárceles
de España [7] y del Brasil, o de los que por sus atrocidades
huyen a los desiertos. Su desnudez, su barba larga, su cabello
nunca peinado, y la obscuridad y porquería de semblante, les
hacen espantosos a la vista. Por ningún motivo ni interés
quieren servir a nadie y sobre ser ladrones, roban también
mujeres. Las llevan a los bosques, y viven con ellas en una
choza, alimentándose con vacas silvestres. Cuando tiene
alguna necesidad o capricho el gaucho, roba algunos caballos
o vacas, las lleva y vende en el Brasil, de donde trae lo que le
hace falta..."[8]
“Una de estas mujeres, española, joven y linda, que hacía diez
años que vivía con esta clase de gentes, no quería reunirse
con su familia y veía con sentimiento que yo la hiciera volver a
casa de sus padres. Me contó que había sido robada por uno
llamado Cuenca, a quien mató otro, que fue muerto por un
tercero, éste por un cuarto, al que su último marido había
hecho correr la misma suerte. Nunca pronunciaba el nombre de
Cuenca sin llorar y sin decirme que éste era el primer hombre
del mundo y que su nacimiento había costado la vida a su
madre para que fuese único.” [9]
Aún con mayor crudeza se expresó en 1796 el marino vascongado Andrés de Oyarvide, Primer Piloto de la Real
Armada, graduado posteriormente como Teniente de Fragata, integrante de la segunda partida demarcadora de
límites entre las posesiones españolas y portuguesas, refiriéndose al territorio situado al este del río Uruguay:

“Magníficos campos regados por infinidad de arroyos,


hermosísimos, que antes estaban poblados de ganado vacuno,
pero en el día se hallan muy pocos por las continuas correrías y
matanzas que los changadores han hecho y en particular la
última del año pasado, en que llegó a tanto el desorden que es
muy válida la opinión de que aquí habían mas de 800 a 1.000
hombres con este designio, y así llegaron a exterminar casi
totalmente las grandes vacadas que aquí procreaban, siendo
necesario a la presente para atravesar estos campos, llevar a
prevención carnes y tasajo, por las grandes distancias en que no
encuentra una res, y fueron tantos los excesos de esa época, que
duró como un año en su vigor, que horrorizan las muertes,
violencias, robos y a atrocidades, con que se trataban aquellas
pandillas de forajidos y desalmados entre sí, pues en el celo de
la ganancia que ofrecía el destino en que abundaban los efectos
de ropas, comestibles, bebidas y plata en monedas que varios de
Buenos Aires transportaban a estos parajes para pagar las
corambres, se juntó a la brevedad aquel número considerable de
hombres de las provincias, todos sin justicia ni religión, y así el
capricho del mas valiente daba ley a los otros, ínterin no era
asesinado con toda su parcialidad, que era la decisión de menor
disputa, así los juegos a los que se entregaban al rato que
dejaban la faena, como para apropiarse de las mujeres “chinas”,
que entre ellos vivían voluntarias y algunas adquiridas por
violencia de las estancias de las Misiones, Santo Domingo y
etcéteras, de manera que hasta que hubo toradas en el campo,
hallo la codicia árbitros para surtir tan perniciosa raza de
gentes, recibiendo en cambio los cueros por el importe de 4 o 6
reales cada uno, pagadas en plata o efectos, y luego que
exterminaron los ganados de la campaña que media desde el río
Negro hasta las estancias del Yapeyú al N. del río Daymán, se
fue disipando la tropa de malhechores, aunque en el presente
bien subsisten algunos, en rincones mas excusados, como el
Arerunguá y el Guaviyú, aprovechando alguna res perdida; pero
en todas partes se ven perennes señales de sus inhumanidades,
pues como crueles en la vida no lo están menos con los difuntos,
después que ellos mismos le dan muerte, y así a ninguno se le
daba sepultura quedando pasto de aves y perros cimarrones, y
se ve abundancia de osamentas de cadáveres que recuerdan la
fiereza de aquella gente que impunemente habitó algún tiempo
este desgraciado país, y que fue teatro de las mayores
atrocidades jamás vistas en el territorio mas incivil y bárbaro
que pudiera existir” [10]

Pero he aquí que, contrariando ese sentido y sin


solución de continuidad, se aplicó a todos los habitantes
de los campos, a los paisanos que eran peones o
capataces de estancia, a los domadores, troperos o
carreteros, a los pequeños propietarios de tropillas y
rebaños, aun a los pacíficos labradores, porque su
medio ambiente, vivienda, vestimenta, aperos y
costumbres eran aparentemente similares.
Además, la participación de este elemento humano,
alistado voluntariamente o reclutado por la fuerza, en
las batallas por la independencia o en la cruenta guerra
civil posterior, no sólo cambió el contenido conceptual
del término referido, sino que hasta fue enaltecido
exageradamente como paradigma de todas las
virtudes.

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