Dios Contra La Ciencia La Ciencia Contra Dios - 689921 PDF
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RICARDO DE QUEROL
19 MAR 2016 - 00:02 CET
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Poetas en el museo
retractarse, todavía se producen encontronazos entre la ciencia y la religión. Es ¿Por qué todos los filmes son iguales?
el caso de los distintos pleitos en torno a la enseñanza de la evolución que han Coetzee se despega del mundo
forzado los creacionistas (o su evolución, valga la ironía, como defensores del
“diseño inteligente”) en los tribunales de EE UU en pleno siglo XXI. Eso sí, a
diferencia de los tiempos de Galileo, ahora la justicia tiende a ponerse del lado de
la ciencia, en este caso, de Darwin.
La batalla se libra también en los estantes de las librerías, donde nuevos ensayos
y algunas biografías traen munición para ambos bandos. El detonante es lo que
se ha venido en llamar nuevo ateísmo, aunque sus promotores no creen que
hagan nada muy distinto que algunos pensadores de la Ilustración: tratar la
religión como una superstición enfrentada al conocimiento y el progreso. Entre
2004 y 2007, un grupo de intelectuales publicaron ensayos muy combativos que
negaban a Dios en nombre de la ciencia y la razón. Eran los llamados cuatro
jinetes: Richard Dawkins (El espejismo de Dios), Sam Harris (El fin de la fe), Dan
Dennett (Romper el hechizo) y Christopher Hitchens (Dios no es bueno).
¿Le parece demasiado agresivo el nuevo ateísmo? Compare con esta obra del
siglo XVIII: la editorial Laetoli edita El buen sentido. Ideas naturales contra ideas
sobrenaturales, de Holbach, publicada de forma clandestina y bajo otro
seudónimo (Marc-Michel Rey) en 1772. Aunque su autoría es dudosa, se atribuye
al ilustrado barón francoalemán Paul Heinrich Dietrich, colaborador de la
Enciclopedia de Diderot. Que no anda con medias tintas: “La teología es la
ignorancia de las cosas naturales reducida a sistema”. Los hombres no son más
que “niños grandes”, escribe Holbach, y confían en un Dios “que no existe más
que en su imaginación, y que se ha dado a conocer únicamente por los estragos,
disputas y locuras que ha causado sobre la Tierra”. Visto así, tampoco Dawkins
es tan ácido. Ni los nuevos ateos son tan nuevos.
No hay debate entre los científicos, pero los enemigos de Darwin no se rinden.
Manuel Bautista publica La paradoja de Darwin o el enigma del Homo sapiens
(Guadalmazán) con el propósito de señalar las supuestas “inconsistencias” de la
evolución, que tacha de construcción ideológica. Casi al final, se ve venir, el libro se
apunta al diseño inteligente. Bautista es un ingeniero aeronáutico con afán
divulgador que ha ocupado cargos en la Administración española. Dawkins no va a
detenerse a replicarlo: ya vapuleó sin piedad esas posturas en Evolución. El mayor
espectáculo sobre la tierra (2009), y antes en El relojero ciego (1986). “Es una
futilidad manifiesta pretender resolver el problema de la complejidad de la vida
postulando la existencia de otra entidad compleja llamada Dios”, escribe en Una luz
fugaz en la oscuridad. “Cuanto más abunda un creacionista en la improbabilidad
estadística, más se dispara en el pie”.
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