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Universidad Nacional Autónoma de México

Facultad de Filosofía y Letras


Colegio de Historia

Los ancestros de los otomíes de la Sierra


Madre Oriental. Aportes para una historia
regional

Tesis para obtener el grado de Licenciado en Historia


Presenta
Domingo España Soto
Directora: Dra. Marie- Areti Hers

México, D.F., Mayo de 2015


Los ancestros de los otomíes de la Sierra Madre Oriental.
Aportes para una historia regional

2
Los ancestros de los otomíes de la Sierra Madre Oriental. Aportes
para una historia regional

Índice

Agradecimientos 6
Introducción 11
Capítulo 1. La historia de los ancestros de los otomíes de la Sierra Madre
Oriental y su estudio 19

1.1 Descripción geográfica para viajeros 19


1.2 El estudio de la territorialidad de los otomíes 36
1.3 Aclaración a una grave generalización 38

Capítulo 2. Breve historia de los otomíes serranos 49

2.1 Las primeras noticias 49

2.2 La llegada de los españoles 54

2.3 Los primeros encomenderos 57

2.4 Entre congregaciones y ambiciosos españoles 64

2.5 Las mercedes y los repartimientos 71

2.6 La evangelización 81

Capítulo 3. Visita a un santuario olvidado 95

3.1 introducción 95

3.2 similitudes y diferencias entre las pinturas rupestres del Mezquital y la


Sierra Madre Oriental 98

3
Estilo 102

El tipo de roca sobre la que se pinta 103

Diferenciación del espacio 104

Influencia regional 111

Utilización de los antiguos espacios sagrados 111

3.3 La Cueva Pintada 114

3.4 La interpretación de las pinturas 115

3.5 La Ceremonia del Fuego Nuevo (1er Panel). 119

Interpretación 123

3.6 El numeral de las lunas y el sacrificio del venado (2do panel) 147

Interpretación 152

3.7 El Señor del Mundo y el tiempo (3er panel). 178

Interpretación 196

3.8 El Ancestro Mayor, el Señor de la Abundancia

(4to Panel) 204


Interpretación 224

3.9 El Inframundo (nidu)

(5to Panel) 228

Interpretación 244

Conclusiones 250

4
Capítulo 4. Los ancestros de los otomíes 253

Introducción 253

4.2 Familia, parentesco y linaje 253

4.3 Lo que dicen los otomíes sobre sus ancestros 256

4.4 Las diferentes representaciones de los ancestros 263

4.5 El culto a los ancestros 270

El destino de los muertos 279

La intervención de los muertos en las relaciones sociales 287

Entre la fusión y la yuxtaposición de las ideas 291

a) Catecismos en otomí creados por los frailes 292


b) Catecismos figurados creados por los propios otomíes 303
c) Las Animitas 311
d) El Carnaval 322

Conclusiones 329

Fuentes consultadas 341

5
Agradecimientos

Son muchas las personas a quienes debo agradecer el que me hayan acompañado y
ayudado en este largo trabajo de investigación, al cual he dedicado más de diez
años entre archivos, bibliotecas, andanzas y trabajos de campo. Inicié cuando aún
era un bachiller del Colegio de Ciencias y Humanidades (UNAM), siempre con la
inquietud de saber más sobre el lugar (Agua Blanca de Iturbide, Hidalgo), y la región
que me vio nacer, hasta que entré al Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y
Letras en donde adquirí diversas herramientas que me permitieron ampliar mis
conocimientos académicos, mismos que se ven reflejados en esta investigación.

Mis más sinceros agradecimientos a la Dra. Marie- Areti Hers por aceptar
dirigirme en la realización de esta tesis, por la libertad que me dio para investigar
algo que para otros era “imposible”,- tanto por la extensión del tema, como por las
disciplinas con las que la he desarrollado (antropología, arqueología, historia y
etnografía)-, por haberme introducido al mundo de la apreciación de la imagen y el
trabajo de campo; frente a los sitios de pintura rupestre. Todo esto en verdad que me
ha dado nuevas herramientas y me ha ayudado en mi formación profesional. Gracias
por los consejos, la confianza, por esa sencillez y calidez humana que la caracteriza.
Agradezco la beca de tesis y el apoyo para trabajo de campo que se me
otorgó en el marco del proyecto “Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la
memoria identitaria”, segunda etapa del proyecto “La mazorca y el niño Dios. El arte
otomí: continuidad histórica y riqueza viva del Mezquital”. Auspiciados por la
Dirección General de Asuntos del Personal Académico y el Instituto de
Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México mediante
el Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica
(PAPIIT), clave: IN402113.

A mis lectores de tesis: Dra. Berenice Alcántara Rojas, Dr. Fernando


Berrojálbiz, Mtra. Raquel Güereca y el Dr. Félix Lerma; por sus observaciones y
sugerencias, con las que se ha enriquecido sustancialmente este trabajo.

6
Al Dr. Jacques Galinier, profundo especialista y conocedor de los otomíes serranos,
quien leyó a detalle el presente trabajo de investigación e hizo valiosos comentarios.
A la Dra. Patricia Torres Mejía y el Mtro. Israel Hinojosa Baliño, quienes me
dieron la oportunidad de aprender a realizar mis propios mapas de investigación en
el Laboratorio de Sistemas de Información Geográfica (Antropo-SIG) del Centro de
Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS-DF).
Al Dr.Francisco Rivas Castro del Departamento de Antropología Social del
INAH, por haberme mostrado la clave de la interpretación en el primer panel de la
Cueva Pintada (Calabazas), con respecto al significado de las constelaciones
prehispánicas, su relación con la cuenta del tiempo y los antiguos rituales.
Al Dr. Luis Pérez Lugo de la Universidad Autónoma Chapingo, investigador y
hablante del otomí, oriundo de Atixtaca, Veracruz, por su amistad y confianza, con
quien en 2013, junto con otros compañeros, recorrí parte de los antiguos caminos
entre los rumbos de Huayacocotla y Tutotepec.
Al multifacético Francisco Luna Tavera, historiador local, artista, Bädi (hombre
de conocimiento) ‘betri (mayordomo) y Huañü (Gran otomí) del Mezquital, por
compartir su conocimiento, dejarnos ver los rituales de su comunidad, y permitirnos
entender la cosmovisión de sus paisanos.
A todos los “hidalgos” del seminario Arte y comunidades otomíes...; Félix,
Rocío, Vanya, Nicté, Daniela, Alfonso y Hebert, con quienes me ha tocado trabajar
en la Sierra Madre Oriental y el Mezquital, convivir, discutir y consensar cada una de
mis interpretaciones y propuestas, en torno a los paneles, escenas y detalles que se
encuentran representados en la Cueva Pintada (Calabazas).
A Alfonso Vite, por haberme invitado desde 2009 a formar parte del entonces
llamado proyecto La mazorca y el niño Dios, propuesta que por diversas razones la
pude considerar hasta finales de 2012, cuando me decidí a enfocar mi investigación
en la Cueva Pintada y el culto a los ancestros entre los antiguos y actuales otomíes.
A Daniela Peña y Nicté Hernández por haberme enseñado los principios de
Photoshop para realizar los dibujos (calcas) de las pinturas rupestres, mismos que
fueron de gran ayuda para manejar después Illustrator.

7
A la Mtra. RocíoGress por sus críticas, comentarios y sugerencias en torno a la
apreciación visual de las imágenes, las representaciones de las pinturas rupestres y
los trazos.
A la Mtra. Vanya Valdovinos y David Rodríguez por acompañarme en varios
trabajos de campo en la Cueva Pintada (Calabazas), sitios aledaños y en el interior
de la propia sierra. Gracias por introducirme en el mundo del registro de la pintura
rupestre.
A la Dra. Ana Díaz por sus sugerencias y comentarios en torno a la extensión
y delimitación de este trabajo de investigación.
A Hebert Pérez, por las excelentes fotografías.
Al arqueólogo Daniel Herrera por ayudarme a corroborar todos mis dibujos
digitales in situ, por panel, escenas y detalles en la Cueva Pintada (Calabazas) y
sitios aledaños.
A la Lic. Marina Bayón, la Dra. Maricela González por sus sugerencias y
comentarios.
A todas aquellas personas que en alguna ocasión me han ayudado a
reconstruir esta historia, aunque muchas de ellas, cada vez que me veían me
preguntaban cuándo terminaría mi investigación, ahora puedo decirles que el tiempo
que dedicaron a escucharme y enseñarme no fue en vano. Es así que agradezco.
A Juan Lemus, Donaciano Islas de la Ranchería Rosa de Castilla, Marcos
Yáñez de Cerro Alto, por hablarme en 2008 de las antiguas haciendas y el agrarismo
de la región, lo que me permitió corroborar y entender muchos de los documentos,
mapas y planos del Archivo General Agrario y el Archivo General de la Nación.
A Jerónimo Licona de Agua Blanca por haberme mostrado muchos papeles
del reparto agrario, y los referentes a la historia local.
A Jaime Jarillo de Calabazas por haberme llevado a conocer el sitio de Apulco
el Viejo.
Al Ing. Emigdio Hernández de la Hacienda de Vaquerías, Atotonilco, Hgo., por
haberme mostrado unos antiguos mapas, mismos que me permitieron corroborar los
datos de archivo.

8
Especial agradecimiento debo a mi tocayo Domingo Velasco y su esposa Cristina de
Tutotepec, a quienes conozco desde hace varios años. Gracias por el hospedaje, la
comida y las finas atenciones que me han dado a mí y a las personas que me han
acompañado en las diversas ocasionesque he estado en Tuto, para hacer trabajo de
campo, ver “los costumbres” de la Santísima Campana y las sanimitas.
Debo mencionar que en esta legendaria comunidad de Tutotepec he conocido
a muchas personas que también son partícipes en la elaboración de esta historia,
entre las quedestacan;
Oliva San Juan y su padre Juan San Juan Borbolla (†), con quien aún tuve la
oportunidad de platicar en 2013 sobre las antiguas costumbres que se tenían en Tuto
para realizar los rituales del Día de Muertos y de Todos los Santos.
A Luis Mendoza, agradezco el que en varias ocasiones nos haya guiado por
los antiguos caminos y veredas de la región de Tutotepec, y el que me haya llevado
a la Peña del Gato.
A todos los mayordomos de las sanimitas (ánimas) de los años 2012- 2013 y
2014- 2015, por habernos permitido participar en “el costumbre” y explicarnos en qué
consiste el culto a sus ancestros (antepasados).
Agradezco a Teodora Manrique San Agustín de Tierra Blanca; Eugenio
Velasco San Agustín y Josefina Andrés de Pie del Cerro; Enrique Mérida de
Mavodo, Juan San Juan de San Bartolo, Elodia San Juan Tolentino y Faustino Marín
Ortega de Xuchitlán; Francisco San Agustín Velasco de Santa Cruz, Francisco San
Agustín San Agustín de Agua Escondida; Eriberto Trejo Cruz de Xuchitlán; Jorge
Tolentino San Agustín, Alfredo Trejo, Jacinto Martinez Váldez, Santiago San Juan
San Agustín de Xuchutlán; y a los principales Francisco Soria San Agustín de Santa
Cruz y Herminio Velasco San Juan de La Flor.
A Doña Cande y Don Manuel de Tuto, por haberme permitido estar en su casa
mientras los mayordomos hacían los preparativos para “el costumbre” de las
sanimitas.
Finalmente, debo un especial agradecimiento a mis queridísimos padres:

9
A mi madre, Juana Soto Soto, por inculcarme el tener la fortaleza de salir siempre
adelante sin importar los obstáculos, por ser la mujer que me dio la vida y me ha
enseñado a vivirla, gracias por tu confianza.
A mi padre, Crisóforo España López, por tu prodigiosa memoria que siempre
recuerda con precisión las cosas del pasado, tanto las que te tocó vivir durante tus
más de 80 años de experiencia, como las que mi abuela (Esther López) te contó, y
las cosas que les tocó vivir a mis bisabuelos y tatarabuelos. En verdad que todo eso,
siempre me ha inclinado a estudiar la historia, gracias por las enseñanzas que me
has dado, por darme ánimos siempre diciéndome lo orgulloso que te sientes de tus
hijos.
Ami hermano Adrián España por haberme obsequiado los libros de Baldor
(Algebra, aritmética y trigonometría), entre otros títulos de física y química, que
tenían el objetivo de encaminarme a las ciencias “exactas”, aunque al final las
ciencias sociales llamaron más mi atención. Gracias por la intención y por todos
estos años que he convivido contigo.
A mis demás hermanos: Abraham, Leonardo, Alejandro, Brígida y Antonio, por
darme ánimos y recordarme que tarde o temprano las metas se deben cumplir.
A mis estimados amigos que han compartido la misma carrera, los
conocimientos y algunos proyectos, en especial a José Luis Quezada a quien
conozco desde que íbamos en el CCH Vallejo; a Ulises León, con quién desarrollé
varios proyectos estudiantiles en el Colegio de Historia, gracias por leer en diversas
ocasiones este trabajo de investigación y por tus sugerencias de corrección de estilo.
En fin, agradezco a todas aquellas personas que en algún momento me han
ayudado a reconstruir esta historia sobre los Ancestros de los otomíes de la Sierra
Madre Oriental.

10
Introducción

Este trabajo de investigación como su título lo enuncia, versa sobre la historia de los
ancestros de los otomíes serranos; sobre sus ancestros míticos y sus ancestros más
cercanos; los primeros habitaron la tierra en épocas antediluvianas, pero se dice que
quedaron petrificados en las rocas, para dar paso a los segundos, pertenecientes a
la actual era de la humanidad, quienes, también fueron contemporáneos de la
llegada de los españoles y su descendencia se perpetua hasta nuestros días.

El objetivo principal es conocer a unos ancestros antediluvianos que se


quedaron abandonados desde hace más de 400 años, o mejor dicho ya casi 500,
allá por los rumbos del actual municipio de Agua Blanca de Iturbide, Hidalgo. En el
sitio llamado “Calabazas” o la Cueva Pintada, en donde se delinearon por medio de
“la pintura blanca” las facciones a los ancestros, de las que se puede distinguir: sus
cabezas, sus ojos, la boca desdentada, sus huesos, las manos y uno que otro
testimonio de las relaciones que siguieron manteniendo con la nueva generación de
la humanidad, en particular con los otomíes.

Cabe mencionarse que las pinturas rupestres de la Cueva Pintada


(Calabazas) estan asociadas a otros sitios aledaños, localizados entre el río
Camarones y el Meco, en donde también es constante la representación de los
ancestros, mismos que se encuentran acompañados por otras representaciones
referentes a la astronomía, el ciclo agricóla, la ceremonia del fuego nuevo, la petición
de lluvias y los mitos de creación. En otras palabras, este tipo de antiguos sitios
sagrados que contienen pinturas rupestres, son a la vez un “códice de piedra”, del
que nos hemos dado cuenta que la narrativa y las representaciones que contienen,
concuerdan con la tradición oral de los actuales otomíes serranos y del Mezquital,
particularmente con respecto al culto a los ancetros. Del que hemos tenido la
oportunidad de observar varios rituales (costumbres) entre los otomíes de

11
Tutotepec. Además de que también hemos corroborado la información que han
recogido varios investigadores, como Galinier, Baéz Cubero y otros, entre los
otomíes serranos.

Como se ha enunciado anteriormente, en nuestra región de estudio, además


de la Cueva Pintada, se encuentran otros antiguos sitios sagrados, localizados sobre
el mismo río Camarones y el Meco en Agua Blanca de Iturbide; en Metepec,
Acatlán, Tulancingo, Huasca, Tenango, Tutotepec, Huayacocotla y Meztitlán, lo que
reconfigura el espacio sagrado de los antiguos otomíes. Una región espiritual que
nos permite conocer más sobre los limites territoriales del antiguo Señorío
independiente de Tutotepec, del cual, se ha generalizado demasiado (Carrasco:
1950 y Davies: 1968). Se dice, estaba habitado principalmente por otomíes.
Mencionando simplemente “Tutotepec”, “Huayacocotla” o “Tulancingo”. Dejando
lagunas territoriales de por medio, entre pueblo y pueblo, y sin historia, a muchas de
las antiguas y pequeñas comunidades que en aquellos tiempos fueron importantes,
o que formaron parte de estas cabeceras. Para evitar ese error, se ha decidido
entresacar de los viejos papeles varios cuadros en los que se muestra los nombres
de los pueblos, la distancia que había a las cabeceras, el número de habitantes y el
idioma que se hablaba.

Es así que los antiguos otomíes de la Sierra Madre Oriental habitaban una
amplia extensión territorial que iba desde Tulancingo, Metepec, Acaxochitlán,
Acatlán, Huascazaloya (Huasca), Atotonilco, Meztitlán, hasta Huayacocotla y
Tutotepec (pueblos y comunidades que comprenden parte de los actuales estados
de Hidalgo, Veracruz y Puebla). Con la llegada de los españoles, encomenderos y
primeros religiosos, desde las primeras décadas del siglo XVI y hasta principios del
siglo XVII, debido al repliegue de los otomíes a lo más abrupto de la sierra y la
barranca, quienes huyendo de la conquista espiritual dejaron abandonados para
siempre algunos de sus principales sitios sagrados, gran parte del altiplano y las
estribaciones de la sierra fueron despoblados.

12
El proceso de despoblamiento de gran parte de nuestra región de estudio tuvo varios
origenes: desde la invasión de los primeros pobladores españoles, la persecución
que generaron los frailes agustinos con sus intentos de evangelización, las grandes
epidemias como el cocoliztli, las políticas de congregación, y el acaparamiento de
grandes extensiones de tierra por otros advenedizos españoles. Lo que obligó a que
muchos otomíes se replegaran a la sierra y a las barrancas, dejando olvidados sus
lugares sagrados, tal y como sucedió con el santuario de los ancestros que se
estudia en el tercer capítulo.

Muchos de los antiguos sitios sagrados que se localizan en el altiplano no se


recuerdan en la memoria colectiva de los otomíes serranos actuales, sin embargo,
se mantienen vigentes otros como el cerro Napateco, en Santa Ana Hueytlalpan, al
que vienen a visitarlo desde la sierra, o el Mayonika (la Iglesia Antigua), también
conocido como México Chiquito, en donde covergen varias peregrinaciones
provenientes de varias localidades y regiones en tiempos de secas para petición de
lluvias; lugar en donde residen varias potencias, como los “Antiguas”, los ancestros
primigenios que constantemente se mencionan en las narraciones referentes a los
tiempos de la creación del mundo.

Espacios sagrados que a la vez se relacionan con la antigua iglesia de


Tutotepec, el Cerro del Oro, la Gruta de los Manantiales, en San Bartolo; el Cirio,
Tenango de Doria- en donde hay pinturas rupestres del mismo estilo que la Cueva
Pintada (Clabazas)-; y el Cerro del Brujo, en donde también hemos encontrado
restos de “pintura blanca”; la Peña del Gato, en donde se localizaron petrograbados;
y otros tantos sitios que delimitan el espacio sagrado, la territorialidad y el culto a los
ancestros entre los otomíes de la Sierra Madre Oriental. De ahí el que hayamos
decidido reconstruir en el presente trabajo una historia sobre el territorio de los
antiguos otomíes que habitaban en el altiplano (cerca de Tulancingo) y las
estribaciones de la sierra, quienes dejaron sus sitios sagrados, y particularmente a
sus ancestros, totalmente abandonados.

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En ese contexto, nuestra hipotesis es que:

a) En la Cueva Pintada (Calabazas) y sitios aledaños se contiene la versión


más antigua del culto que le rinden los otomíes a los ancestros. Mismo
que desde la época prehispánica hasta la actualidad, ha pasado por un
proceso de cambio, metamorfosis y reformulación, en el que se han
mantenido en gran medida las antiguas ideas, por ejemplo, al fusionar la
imagen del ancestro, el Cristo y el Sol.

b) El Sol y el Cristo se fusionaron en la cosmovisión otomí por tener una


historia similar, ambos después de su sacrificio, bajan al mundo de los
muertos, para después resusitar y subir al cielo acompañados por los
ancestros, reproduciendo el ciclo del día y la noche, la vida y la muerte.

c) El culto a los ancestros entre los otomíes ha sobrevivido a lo largo del


tiempo por el simple hecho de ser considerados como los dueños del
espacio, el cerro, la cueva y todas las cosas; como la abundancia, la
salud, las semillas y los animales, de ahí que el ser humano este en
constante deuda con ellos, por ser además los intermediarios de las
relaciones sociales que mantienen los vivos.

Para explicar y desarrollar los anteriores planteamientos en este trabajo de


investigación, el lector se dará cuenta de que nuestra metodología de trabajo se
basa en una comparación y contrastación de informaciones de disciplinas y fuentes
de información diversas como: la historia y los documentos, la etnohistoria y el
estudio de mapas antiguos, y especialmente de catecismos ideograficos o
pictograficos, y escritos en español-otomí; más el trabajo de campo que nos ha
conducido a una observación detallada de los rituales (costumbres) que dedican a
los ancestros en Tutotepec; la arqueología y el estudio del conjunto de pinturas
rupestres identificadas en la Cueva Pintada (Calabazas). Todo ello para mostrar el
culto a los ancestros y la territorialidad entre los otomíes de la Sierra Madre Oriental

14
desde la época prehispánica hasta la actualidad y el proceso de cambio,
metamorfosis y reformulación que han sufrido a través de estos siglos.

Es bajo ese contexto, que en el primer capítulo introducimos al lector a nuestra


región de estudio por medio de una “Descripción geografica para viajeros”, en la que
se muestran y se reconstruyen los antiguos caminos, que después se convietieron
en Reales y ahora se han trasnformado en carreteras pavimentadas que comunican
las diversas comunidades y pueblos del Valle de Tulancingo (altiplano), la sierra de
Tutotepec, Tenango y Huayacocotla; la barranca que conduce a la Vega de
Meztitlán, junto con otras comunidades aledañas, en las que habitán o habitaban
otomíes. Se destaca la orografía, el clima y la vegetación por la que el antiguo y el
actual viajero puede encontrarse. Además de indicarle la localización de los antiguos
sitios sagrados que configuraban la región espiritual de los otomíes serranos, frente
al proceso de despoblación y repliegue que se dio después de la llegada de los
españoles y la región habitable que actualmente ocupan.

Después hacemos una “aclaración a una grave generalización”, Carrasco


(1950) siguiendo a Torquemada [1615] (1723) menciona que Tulancingo estaba
dividido en dos parcialidades Tlaixpa y Tlahtoca, “la primera al norte, quera otomí, y
la otra al sur, de mexicanos o nahuas”. Lo que respondía más bien a una cuestión
tributaria y no de divisionismo étnico, pues varios documentos corroboran que a la
llegada de los españoles, los otomíes y los nahuas habitaban en las mismas
comunidades.
En ese contexto, también mostramos en el primer capítulo — de manera muy
breve — los alcances y limitaciones que han tenido los trabajos de varios
investigadores sobre el estudio de la territorialidad de los otomíes serranos. Desde
los años 30 y hasta finales de los 60 del siglo XX, se les presentó de manera muy
general y con bastantes “lagunas territoriales” o como pueblos y comunidades que
parecían no tener historia. Es hasta principios de los años 70 que comenzaron a salir
a la luz trabajos que muestran claramente la distribución geográfica de los actuales

15
otomíes de la Sierra Madre Oriental, en regiones compartidas con los nahuas,
tepehuas y totonacos. Sin embargo, nada se ha dicho sobre el territorio que se
quedó despoblado por cuatrocientos años en el altiplano, y donde hoy en día cuesta
trabajo creer que alguna vez habitaron otomíes.

Así, en el segundo capítulo nos abocamos a mostrar una historia totalmente


desconocida, en la que se resalta el proceso de repliegue de los antiguos otomíes a
lo más apartado de la sierra y la barranca, quines dejaron abandonados sus
principales sitios sagrados. Para esta recosntrucción histórica se ha recurrido a las
Relaciones Geográficas, los documentos de las Congregaciones Civiles, las
mercedes de tierras, las Crónicas, al análisis de los antiguos mapas y al
reconocimiento geográfico de la región de estudio.

Insertos en este contexto, en el tercer capítulo analizamos extensamente uno


de los santuarios de los antiguos otomíes: la Cueva Pintada (Calabazas), que se
trata de un sitio de pinturas rupestres localizado en el municipio de Agua Blanca de
Iturbide, Hidalgo. Las escenas y narrativa de este “códice de piedra” nos remiten a
una de las versiones más antiguas de la cosmovisión otomí, misma que se
corresponde con la tradición oral de los actuales otomíes serranos y del Mezquital.

Asimismo, nos permiten acercarnos a varias temáticas estrechamente


relacionadas con los ancestros: la ceremonia del fuego nuevo, la petición de lluvias,
los tiempos de la creación, cuando salió el Sol por primera vez, y la historia de los
mismos ancestros antediluvianos que según la tradición oral se quedaron
petrificados, con todas las riquezas (el maíz, las plantas y los animales) en el interior
de las montañas, cuevas y barrancas, después de un diluvio.

Para ello, primero desarrollamos la descripción exhaustiva de cada uno de los


elementos que componen los paneles; después mostramos las imágenes y dibujos
de las escenas y detalles; y finalmente, realizamos una interpretación, privilegiando
las fuentes otomíes: los escasos códices (el Huamantla y el Huichapan); la tradición

16
oral recogida en trabajo de campo; y la información de los trabajos antropológicos y
etnográficos más recientes, en donde hemos podido corroborar que varios elementos
de las narraciones son anteriores a la llegada de los españoles.

Por último, el cuarto capítulo está dedicado al culto a los ancestros. Se explica
la continuidad y metamorfosis que éste sufrió con la introducción del cristianismo; es
decir, cómo lo asimiló para lograr supervivir a la evangelización y transmitirse de
generación en generación hasta nuestros días. Un ejemplo claro de ello, es la
imagen del Cristo-Sol, en el que se fusionan los dos personajes por tener una historia
similar en ambas cosmovisiones (la cristiana y la otomí). Entre los otomíes, tanto
antiguos como actuales, algunos informantes mencionan que el Sol en el momento
de su muerte entra en el inframundo (nidu), el lugar de los muertos, para después
resucitar y subir al firmamento celeste acompañado de los guerreros ancestros
muertos en batalla (tal y como se ha podido corroborar en las pinturas rupestres).
Mientras que en la tradición cristiana se dice que después de la muerte de Cristo,
éste baja al mundo de los muertos, resucita al tercer día y sube a los cielos
acompañado por los primeros padres y profetas (Abraham, Jacob, David, etc.); de
ahí la estrecha asociación que vive en el Cristo-Sol.

Para explicar la transformación de ideas en el pensamiento otomí, hemos


recurrido a los antiguos catecismos escritos en español-otomí, elaborados por los
frailes y padres conocedores del idioma (desde el siglo XVII al XIX), para que el resto
de sus compañeros neófitos en la lengua pudieran oficiar los sacramentos a sus
feligreses. Por otra parte, revisamos los catecismos pictóricos o ideográficos, mejor
conocidos como testerianos, que fueron elaborados por los otomíes para catequizar
y evangelizar a sus propios paisanos, y que según algunas fuentes, se seguían
utilizando incluso a principios del siglo XIX. En estos últimos, son constantes las
imágenes del Cristo-Sol y el mundo de los muertos, lo que nos demuestra la
asimilación de las nuevas ideas y el surgimiento de un cristianismo otomí.

17
Por último, hemos observado la vida ritual, en la que destaca el constante culto a los
ancestros; mismo que sigue muy vigente en la región de Tutotepec, donde 12
mayordomos reguardan las antiguas reliquias de las “animitas” durante todo el año
para suceder el cargo a otros 12 mayordomos el 2 de noviembre. En este caso,
como se muestra en el apartado correspondiente, el culto a los ancestros no se limita
a lo que se conoce como “Día de muertos y Todos Santos”, que se festeja a nivel
nacional entre el 31 de octubre y 2 de noviembre, sino que se extienden a todo el
año; los rituales (costumbres), las ofrendas de comida, las flores y las velas se ponen
de manera constante y permanente; además, los otomíes visitan de manera
periódica los lugares sagrados (cerros y cuevas) para dejar flores a los ancestros
antediluvianos (los gigantes), los dueños del centro y del ombligo del mundo,
Tutotepec.

Cabe mencionar, que entre los otomíes serranos, se piensa que después de
determinados años y con la ayuda de los familiares cercanos, todos los muertos se
ancestralizan (vuelven ancestros), se convierten en jueces, benefactores y
protectores del pueblo; además, son consejeros de los bädis (hombres de
conocimiento), con quienes se comunican por medio de los sueños y de otros
medios, para regular las relaciones sociales de los vivos. De ahí que los otomíes
muestren una constante preocupación por no olvidar a sus ancestros, ya que de
hacerlo, dicen, podría haber consecuencias catastróficas en la salud, la abundancia,
las cosechas, los animales, o incluso, provocar el fin de la humanidad.

Bajo esta perspectiva, es que analizamos la territorialidad y el culto a los


ancestros entre los otomíes de la Sierra Madre Oriental; desde sus fuentes más
antiguas hasta las expresiones rituales más recientes, que se fusionan,
metamorfosean y se yuxtaponen.

18
Capítulo 1. La historia de los ancestros de los otomíes de la
Sierra Madre Oriental y su estudio

1.1 Descripción geográfica para viajeros

La siguiente descripción geográfica es para todos aquellos viajeros curiosos que deseen
visitar la región y los lugares de los hechos, que se van ha referir en las páginas y
capítulos siguientes. En primer lugar, es de advertir que se ha hecho la reconstrucción de
los viejos caminos, por medio de algunos papeles y mapas antiguos; de diferentes fechas
y años, en donde destacan también los fragmentos de las descripciones que se hacen
sobre la impenetrable y desconocida región serrana, que nos dan a conocer algunas
personalidades militares, quienes tuvieron que adentrarse en lo más fragoso de la zona
para perseguir a los insurrectos de los años de 1800 y fracción. Tema en el que no nos
meteremos, para no entrar en facciones y en cuestiones de política. De sus cosas de
estos hombres, sólo utilizaremos la información geográfica que nos servirá para
ilustrarnos y mantenernos al tanto de las vicisitudes y de los parajes por los que vamos
a pasar.
Pues se debe aclarar que después de la llegada de los españoles, muchas de las
veredas de a pie, se hicieron caminos Reales o de herradura, y éstos a sus vez se han
convertido en carreteras que actualmente nos comunican con las antiguas comunidades
de la región de Tulancingo, la barranca y de la sierra, de las que hablaremos en el
siguiente capítulo dedicado a la parte histórica. Mientras que otros caminos se han
perdido, o se siguen perdiendo, porque las nuevas carreteras los retoman en mejores
puntos, quedándose pedazos de los antiguos senderos, abandonados en lo más fragoso
e intrincado de los montes y barrancas, de los que sólo los lugareños reconocen y de
algunos cuantos que ha caminado el que esto escribe. Actualmente, en los últimos años
se han abierto una gran cantidad de carreteras y brechas que pueden confundir hasta el
más cauto de los viajeros, porque dos o tres caminos que no existían hace diez años para
llegar a un solo punto, ahora configuran lo que parece una maraña difícil de entender. De
ahí la necesidad de mostrar los viejos mapas, para regresarle un poco de historia a todas
aquellas comunidades que piensan que no la tienen.
Desde inmemorables años se ha generalizado en las crónicas, los libros, y entre
las personas de la ciudad y los círculos académicos, el que para llegar al Golfo por el

19
rumbo de Tuxpan, desde la Ciudad México, necesariamente, después de Tulancingo, se
tenía que pasar por Acaxochitlán y Guauchinango. Rumbos por los que se desviaría uno
para adentrarse a la sierra de Tutotepec. Cosa que no es del todo cierta, porque existían
y existen otros puntos por los que se puede pasar, los cuales en aquellos tiempos y aún
ahora, en aquellos caminos que están abandonados, son un poco difíciles de transitar, al
igual que el famoso camino Real de México- Tulancingo- Guachinango Tuxpan.

Esta creencia y generalización reside en que este famoso camino era antiguamente
más transitado por un número considerable de españoles que se asentaron en el pueblo
de Guauchinango, al igual que en Tulancingo. Mientras que los otros caminos que van a
la sierra de Tutotepec, Atotonilco, Huayacocotla y Meztitlán, pronto se quedaron
encerrados en los dominios de unos cuantos españoles y encomenderos. Y poco después
dentro de lo que sería la Composición de la hacienda de San Pedro Sultepec y Anexas:
como Apulco y Santiago, caminos que permanecieron por varios siglos en manos de una
sola persona o familia. Pero estos antiguos caminos, ahora deben ser revalorados, porque
fue en ellos que hicieron sus correrías los primeros frailes agustinos, como fray Alonso de
Borja, persiguiendo a los otomíes que ante su presencia despoblaban los llanos dejando
sus antiguos aposentos y lugares sagrados.

Después de haber hecho las aclaraciones pertinentes, es momento de poner orden


a nuestro viaje; establecer las rutas que se pueden tomar para llegar a la sierra y a los
antiguos dominios del Señorío Independiente de Tutotepec, sus ventajas y desventajas,
los lugares por los que nos podemos detener, la calidad de los diversos climas y la mejor
temporada en que se recomienda ir. Tal vez, el estimado lector sea de la opinión de que
“primero lo conocido que por conocer”, si es así, le propongo describir la ruta que va por
los rumbos de Acaxochitlán, que deja de lado el famoso camino real de Guauchinango.
En segundo lugar, le mostraré el camino que pasa por el antiguo pueblo de Metepec.
Luego, las bifurcaciones que van de Apulco al mismo Tutotepec, o del primer punto a
Huayacocotla, y porque no a Atotonilco, Sultepec y Meztitlán, por donde se encuentra las
famosas comunidades de Atecoxco y Xoxoteco.

Comenzando nuestro viaje desde la ciudad México a unas 30 leguas al nordeste,


por el antiguo camino que es bastante conocido y que pasa por los rumbos de
Teotihuacán, Zinguilucan y Santa María Tecajete, se llega al pueblo –ahora ciudad-, de
Tulancingo, que se encuentra en las faldas del cerro del Tezontle. Pueblo en el que para

20
1602 vivían más de 2000 habitantes1, entre los que había “más de 100 familias de
españoles”, quienes se encontraban entreverados entre mestizos, mulatos, y una gran
cantidad de naturales mexicanos y otomíes.
En aquellos tiempos el pueblo de Tulancingo tenía una traza de calles largas y
muy buenas casas de piedra y de adobe, “con muchos nogales y otros árboles frutales y
algunos cerca de ellos de tunales que dan grana”. De este a oeste se extiende un
grande y fértil valle, cubierto por un antiguo sistema de riego: Tulancingo-Tulantepec-
Acatlán, el cual se encontraba antiguamente en manos de unos cuantos españoles, que
habían reducido a lo más mínimo a las comunidades y parcelas de los naturales de la
región. Y como nos lo menciona la Descripción Geografica de 1825:
La mayor parte del valle de Tulancingo se riegan con el río de su nombre, que se forma del
de San Lorenzo y el de Hueyapa: el primero nace a tres leguas [al] sur y el segundo a dos
leguas [al] sureste de Tulancingo; y juntos a 1\4 de legua (al oeste) del mismo, corren
formando ya uno solo en espacio de 4 a 5 leguas con dirección de sur a norte a unirse con
el de Tortugas que nace en la municipalidad de Acaxochitlán [...] Y todos estos: él de los
Camarones que se forma de las vertientes del cerro de “Tecodolmé” uno de los que dan
principio a la sierra; el de Acatlán y el de Huasca que nacen del pie de la cordillera central
del distrito [de Tulancingo], forman el caudaloso río llamado, vulgarmente, “la barranca de
Meztitlán” [el Río Grande], cuya denominación se le da porque en el partido de este
nombre es donde aumenta considerablemente su caudal, pudíendose decir que es él
único regulador de su prosperidad, pues a proporción que suben o bajan sus
inundaciones que fertilizan la famosa Vega de Meztitlán, es mayor o menor la cosecha de
sus labradores2.

Pero antes de seguir con la descripción, será mejor que les muestre un mapa de la
jurisdicción de Tulancingo (1792), en el que se representa fielmente la región que he
venido estudiando desde hace varios años, veámoslo en la siguiente página (Fig. 1):

1
Ese número de habitantes corresponde a 1602, AGN, Tierras, Vol. 183, exp. 2, f.176, “Visita del pueblo de Tulancingo
y sus sujetos, congregación común”. Por ejemplo, en 1825, el pueblo de Tulancingo tenía 6583 habitantes, Véase,
Francisco Ortega, Descripción Geográfica..., supra..., Nota siguiente.
2 Descripción tomada de Francisco Ortega, Descripción Geográfica y estadística del distrito de Tulancingo, 1825.
Paleografía, introducción y notas de René García Castro, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores
en Antropología Social, 1995, pp. 31-32.

21
Figura 1. Mapa: Jurisdicción de Tulancingo (1792), en el que se muestra los pueblos, haciendas y ranchos,
AGN, Padrones, Vol. 1, f. 27. [Número de pieza 2802.Clasificación: 978/1440].

22
Como podemos apreciar en este mapa, el pueblo de Tulancingo se identifica con la
circunferencia más grande, que esta coronada con una cruz, justo abajo del cerro de
“Guapalcalco”, rumbo por el que se interceptan las dos sierras, la de Pachuca, en
donde destaca al suroeste el Cerro de las Navajas. Mientras que por el Noroeste corre
la sierra de Tutotepec y Tenango, de la que aquí sólo se muestran las enormes
montañas. Casi en medio, muy cerca de la rosa de los vientos, y al noroeste de
Tulancingo, tenemos lo que aquí se denomina como Barranca de San Pedro, lo que se
refiere a la entrada de la Vega de Meztitlán, eso es por los rumbos de Sultepec, en
donde se localiza la Hacienda de las Vaquerías, representada por un tríangulo que
está pegado a las montañas de la sierra de Tutotepec, y justo del otro lado de la
barranca, al suroeste de este punto, se encuentra Atotonilco.
Deteniéndonos a analizar más a detalle este mapa, podremos apreciar que la gran
mayoría de las comunidades de los naturales, están replegadas a las montañas
(Círculos con cruz), salvo los pueblos de Metepec, Santa Ana Hueytlalpan y
Tlasocoyucan, que estaban reducidos a lo más mínimo de sus originales propiedades,
teniendo por los lados a varias haciendas ganaderas. Mientras que por otra parte,
vemos una gran cantidad de labores (recuadros punteados), en las que sabemos que
se sembraba prioritariamente el trigo, junto a las que aparecen muchísimas haciendas
(triángulos) que se dedicaban al beneficio de los metales del lado de Atotonilco y a la
ganadería del lado de la sierra de Tutotepec.

Este mapa, más que mostrarlo por capricho, se puede decir que es uno de los que
nos da una idea más clara del despoblamiento que sufrieron por 400 años estas
grandes extensiones de la región, siendo muchos de estos pobladores de origen
otomí, quienes se replegaron a lo más abrupto de la sierra y las barrancas.

Continuando con nuestro viaje, de acuerdo con los antiguos mapas, el viajero debía
encaminarse a las afueras Tulancingo, pasar por el Molino y casa nombrada
“Guapalcalco”, para tomar el camino que va a la Huasteca (por Meztitlán), desviándose
en el crucero a la derecha para atravesar por el cerro de Huapalcalco donde están
unos cues (pirámides), y pasar muy cerca de la comunidad de los naturales de
Theostoc (Cueva Divina) que se localiza atrás del cerro antes mencionado, por el lado
en donde se oculta el Sol. Por estos rumbos el viajero debía tener mucho cuidado en
seguir las indicaciones anteriores. Pues lamentablemente, no podía pasar por el
camino de abajo, el que está más cercano al río, porque según lo muestra el mapa y

23
algunos antiguos papeles, esos terrenos andaban en litigios entre unos españoles y
los naturales, por lo que ya no se podía pasar a ver el gran Cue (pirámide) que tiene
una larga cruz de madera en la cima, ni se podía pasar a comprar algo de comer o
beber en el bentorrillo que fabricó Don Antonio de Romero, ni mucho menos, el
pensar en pasar por la hacienda de San Nicolás. Sino que se debía pasar entre el
Cerrillo de Zoltepec, el Cerro de Napateco y sus ranchos. Para mayor detalle véanse
los siguientes dos mapas (Figs. 2 y 3).

24
Figura 2. Mapa en el que se muestra el pueblo de Tulancingo (1739), los caminos que van de
dicho pueblo para la Huasteca, Acaxochitlán, Cerro Hupalcalco, San Nicolás, cerrillo de
Zoltepec, entre otros. AGN, Tierras, vol. 2576, exp. 2, cuad. 7, f. 37. [Número de pieza: 1504.
Clasificación: 978/0138].

25
Figura 3. Mapa en el que se muestra el pueblo de Tulancingo (1739), los caminos que van para
la Huasteca, Acaxochitlán, Cerro de Hupalcalco, Cerro de Soltepec, la comunidad deTeostoc y
San Nicolás. AGN, Tierras, vol. 2576, exp. 2, cuad. 2, f. 63. [Número de pieza: 1502
Clasificación: 978/0136].

26
Después de haber librado este inconveniente, de pasar por donde no se debe. De la
comunidad de los naturales de Napateco, el antiguo viajero llegaba a un punto en
donde se dividen varios caminos, el que se dirige al oeste, retoma el camino principal
de la huasteca, y nos lleva a varios lugares como Apulco- Huayacocotla, San Pedro
Sultepec, Atotonilco y a Meztitlán. El del noroeste nos lleva a Santa Ana Hueytlalpan y
a Metepec. Nosotros por el momento tomaremos el que da más al noreste, nos llevará
a San Pedro Amaxac que está sobre el camino a Acaxochitlán- Guauchinango, ruta
que como lo dice un antiguo ingeniero, llamado Ramón Almaraz, quien hizo algunos
trabajos de exploración allá por los años de 1865:

Para ir de Tulancingo a Huauchinango por el camino de Acaxuchitlan con rumbo N. E.,


caminando 16 kilometros de terreno plano que forma parte del hermoso Valle de
Tulancingo; en el transito se pasa serca del rancho de Napateco y del pueblo de Santa
Ana, y de allí se llega a los pueblos de San Pedro y la Asunción [Santa María de],
donde acaba el llano y comienza la sierra. Esta se presenta aquí como una débil
columna, pues la diferencia de alturas entre llano y la parte más alta de la sierra, en el
camino, es solamente de 95 metros; sus pendientes son suaves y de fácil acceso.3

Nosotros nos detendremos en el pueblo de San Pedro, el cual, en 1602 tenía


pobladores otomíes y mexicanos, que “habita[ban] en buenas casas de piedra y adobe
[...] teniendo la mucha parte de sus tierras de riego, cultivan[do] arboles de nueces y
magueyes y por granjería la cosecha de lentejas, habas, alverjones y el maíz [sic.]”.4
Como verá nuestro acompañante viajero, luego de que salimos del Valle de Tulancingo y
nos adentramos en la sierra, la vegetación va cambiando poco a poco, pues se ven
“pinos, ocotes y encinos de grandes dimensiones y de un follaje hermoso”. El clima se
empieza a tornar más frío, y en ocasiones los grandes bancos de neblina nos impiden ver
a la distancia. Continuamos nuestro camino, y no seguimos rumbo a Acaxochitlán, sino
que tomamos el que va rumbo al pueblo de Chila, en donde también podemos ver que
hay otomíes. Desde este punto, nos daremos cuenta de que cada vez empezamos a
descender, el camino, ahora es transitable en vehiculo, pero antes solamente a pie o a
lomo de mula, por una estrecha vereda y al borde de los desfiladeros, bastante
peligrosos, que si algún descuidado se caía al precipicio no estaba para contarlo. Bajando
cada vez más estos serpenteantes caminos, en razón de haber descendido unos 1000

3 Descripción tomada de la Memoria acerca de los terrenos de Metlatoyuca, presentada al Ministerio de Fomento
por la Comisión Exploradora presidida por el ingeniero D. Ramón Almaraz., México. Imprenta Imperia, 1866., p. 5.
4 Ruvalcava, Congregaciones…, Op. Cit., p. 22.

27
metros desde que nos encontrábamos en el altiplano5, hasta que se llega a un gran
pueblo, asentado en un pequeño valle, llamado Pahuatlán, que fue asiento de españoles
y mestizos bien acomodados en la época de la colonia. Con muy buenas casas
construidas de piedra y adobe, con sus tlapancos para almacenar las mercancías y las
semillas; sus techos se caracterizan por ser de teja rojiza y tablón.
Como nos da razón otro de nuestros informantes, para llegar a Pahuatlán desde el
camino por donde venimos, el cual no ha cambiado mucho por más de 300 años;

Este trayecto no era otra cosa que una vía angosta de terracería, con pendientes
retorcidas, curvas que rodeaban los cerros y desfiladeros peligrosos, sin embargo fue
utilizado por los arrieros y miles de pobladores que realizaban el trayecto Pahuatlán-
Honey (Chila).6

Desde este pueblo se puede ver a lo lejos el asentamiento de la antigua comunidad


de Atla, pero sin demorarnos más en este sitio, debemos continuar para cruzar el Río
San Marcos, el que antiguamente, en tiempos de lluvias se volvía un poco peligroso para
vadearlo. Después de este punto, debemos empezar a subir las pesadas cuestas de la
montaña y llegar a las comunidades de Xochimilco, y San Pablito, en donde los otomíes
que lo habitan, fabrican el papel amate, sacado de las cortezas de unos árboles. Es un
papel que también se le llama de “brujo”, porque con él se representan a los antiguos
dioses, a aquellos que han sobrevivido a la llegada de los religiosos y los españoles.
Pero no me detendré en hacer mayores descripciones, puesto que ya es bien conocido
por otras personas que lo han mencionado en varios libros. Mejor pasaremos de aquí por
el camino que va a la antigua comunidad de San Nicolás hasta Tutotepec. De adonde
dejaremos que nos guíe la descripción que hace en 1643, Juan de Palafox, Obispo de
Puebla, en la que se nos describe mejor uno de los parajes que a nosotros nos interesan,
pues nos comenta que:

En el camino, que es asperísimo y todo de subidas hasta llegar a Tututepec, está el cirio
pascual que de una peña forma la naturaleza, separada de las demás con tanta perfección
que aun el pabilo y los granos de inciencio parece que se reconocen y señalan, y allí cerca,
enfrente, forman como una iglesia los peñascos, cosa bien notable y digna de reparar7

5 Dato tomado de la Monografía de Pahuatlán, Temas fundamentales de Puebla: Biblioteca Mínima para los
Poblanos, México, Consejo Editorial Gobierno del Estado, s/f , (Dinámica Social), p. 11.
6 Descripción tomada de Daniel H. Vargas Serna, La pahua frondosa. Reportaje histórico y cultural de Pahuatlán de
Valle, México, Ediciones del programa de Desarrollo Cultural de la Huasteca, 2012, p. 112.
7 Descripción tomada de Juan de Palafox, Relación de la Visita Eclesiástica…, Op. Cit., p. 90.

28
Es de notar que en este paraje llamado el Cirio, el obispo no se haya enterado de que
existía un lugar sagrado para los otomíes, en donde se le rendía culto a la Bok' yä, “la
Serpiente Negra de la Lluvia”, a la que ahora encontramos pintada en uno de estos
peñascos, junto con otras pinturas, de las que se puede reconocer que son de la misma
tradición que las de la Cueva Pintada (Calabazas), como se verá en el capítulo tres de
este trabajo.

Para no hacer nuestra descripción geográfica demasiado larga y tediosa para el


lector, lo dejaré por estos parajes para que pueda contemplar las pinturas, en medio de
las extensas nieblas y la exuberante vegetación de gigantescos helechos. En donde el
clima es bastante lluvioso y frío, por lo que se recomienda ir bien abrigado. De aquí podrá
llegar por su cuenta a San Agustín Tenango, y de ahí conseguir a un guía que lo lleve a
Tutotepec, para lo que tendrá que pasar por San Bartolomé y Santiago.

Volviéndonos a encontrar de nuevo, ahora en el pueblo Tutotepec, mencionaré


como podemos salir o adentrarnos más en la sierra, por los otros caminos que les he
prometido: esto ya nos será más fácil, porque ya he explicado gran parte de las
condiciones geográficas de la región. De Tutotepec se puede regresar directamente al
Valle de Tulancingo, devolviéndonos por el antiguo camino que sigue después de
Tenango, para pasar por Santa Mónica Xoconochtla. Bueno, le cedo la palabra a un
antropólogo y viajero norteamericano que lo transitó en el año de 1900, desde Tenango al
paraje llamado Tortugas, en Metepec, quien nos da la siguiente razón:

Nuestro camino iba al lado de un precipicio: a nuestra izquierda se levantaban los grandes
riscos con sus superficies casi verticales de piedra lisa; las cimas eran dentadas, por lo que
podíamos deducir que la masa estaba formada por rocas estratificadas, inclinadas en la
punta. Al salir del pueblo [de Tenango] vimos dos rocas angostas y paralelas [El Estribo]
que parecían una puerta de ascenso. Más allá, unas rocas desgastadas formaban una
columna afilada, un poco separadas de las rocas de atrás, a la derecha estaba el
precipicio, abrupto y, en unas ocasiones, casi vertical. Después de una hora y media de
cabalgar por un camino bastante bueno, llegamos al gran ascenso. Era magnifico, aunque
difícil. En algunos sitios, la vereda estaba cubierta de lodo; en otros de piedras ásperas; y
en otros se convertía en el lecho de un torrente de montaña. Mientras seguíamos por este
desfiladero, otros desfiladeros naturales se le unían, con bonitas cascadas, hendiduras
desgastadas por las caídas de agua, árboles cuyos troncos estaban cubiertos de musgo
verde, muchos helechos marchitos por las heladas tardías, riscos y una maravillosa

29
variedad de rocas en completo desorden. Por fin llegamos a la cumbre [...] después de un
descenso considerable, nuestro ascenso final fue sencillo, la vereda se fue mejorando
cada vez más, hasta que, cerca de Metepec, se tornó en un verdadero camino para
carretas. Desde allí pudimos admirar un paisaje magnifico: un bosque de pinos, y más allá
la llanura café, tan típica de Hidalgo, mecida por el igualmente típico viento hidalguense.
Cabalgamos velozmente desde la herrería de Trinidad a Metepec, y de allí a las
8
Tortugas.

Esta larga pero precisa descripción del camino, nos pone muy cerca de adonde
comenzamos nuestro viaje a la sierra, sólo hay que seguir de Tortugas, por otro paraje
llamado el Acocul, el antiguo Acoculco, en donde también se encuentran rastros de un
santuario otomí, es un sitio que también tiene pinturas blancas. Este mismo camino nos
llevará por San Nicolás (Cebolletas) hasta el crucero de la cruz de piedra y el gran Cue
que se encuentra cerca de “Guapalcalco”. Y del cerro del mismo nombre, en donde
encontramos en sus peñas, pinturas rojas y blancas, estás últimas de tradición totalmente
otomí, lo que nos indica la importancia del lugar. Paraje que ya conocemos
perfectamente, por los planos mostrados anteriormente.

Tercero y cuarto camino

Con las anteriores descripciones geográficas de la sierra de Tutotepec, entendemos y


comprendemos las noticias que da Hernán Cortes al emperador Carlos V, en la Cuarta
Carta de Relación escrita el 15 de octubre de 1524, cuando le dice que “por las sierras
reventaron diez o doce caballos, por el aspereza de ellas”9, en la ocasión que bajó en
persona para aplacar la sublevación de los otomíes del antiguo Señorío Independiente de
Tutotepec, en donde apresó y ahorcó al señor principal, y al resto de los sospechosos que
fueron 200, los mandó herrar para venderlos en almonedas como esclavos.

Antes de proseguir en otros asuntos, debemos de reanudar la descripción de los


otros caminos que salen de Tutotepec. Por lo que en esta ocasión tomaremos el camino
que sale hasta Apulco, lugar en donde se estableció el primer encomendero de la región,
Diego Rodríguez de Orozco, quien obligó a que los naturales se replegarán en lo más
apartado de la sierra. Quedando entre sus dominios, y muy cerca de Apulco, abandonado

8 Descripción tomada de Friederick Starr, En el México Indio…, Op. Cit., pp. 252-253.
9 Hernán Cortes, Cartas de Relación…, Op. Cit., p. 178.

30
un gran Santuario de los otomíes, La Cueva Pintada (Calabazas), misma que se verá en
el capítulo tres. Si es que nuestro lector quiere seguirnos acompañando hasta ese lugar.
Pues bien, ahora tomaremos el camino de la Peña del Gato, por el que haremos
aproximadamente 4 horas en bajar el cerro, caminar entre otros y subir la cumbre hasta
llegar a Apulco. El nombre de este camino data de tiempos inmemoriales, bueno,
seguramente, se le dio después de la llegada de los españoles, quienes trajeron estos
animales, mismos que habrán impresionado a los naturales. Pues este paraje adquiere tal
nombre, porque en lo alto de la peña, la misma roca adquiere esa forma. Pero dejaré que
nos dé una idea el informe de parte que hizo en 1815 el comandante militar del entonces
Fuerte de Apulco, el Capitán D. José María Luvían, quien al igual que los primeros frailes
del siglo XVI y XVII, conoció profundamente la sierra, en sus correrías en contra de los
rebeldes insurrectos de la Independencia. Cumpliendo con sus deberes militares,
menciona sobre el camino de la Peña del Gato, lo siguiente:
“me interne en la sierra [desde Apulco], cuyos caminos ya estaban nuevamente
imposibilitados de poderse transitar; pero a pesar de esto y a costa de imponderables
trabajos y peligros de perder la vida en aquellos despeñaderos entre en Tutotepec [...] por
la vereda nombrada del Gato, para no ser sentido de los espías que la canalla [los
insurrectos] tenía por el camino real. Al momento cubrí con el mayor silencio las tres
salidas que tiene el pueblo, poniendo a cuatro hombres ocultos en cada una de ellas”10

Mientras que el otro y último camino que sale de Tutotepec, se ramifica para varios
lugares, pues puede uno seguir para Tlachichilco, Zacualpan, Texcatepec, Huayacocotla
u otros tantos lugares en plena sierra. Pero como es evidente por las descripciones
geográficas que he dado sobre la región; la sierra Tutotepec, sólo tenía unas cuantas
entradas y salidas, las cuales eran de difícil acceso, por lo que necesariamente hay que
llevar un guía, para no adentrase en las montañas y llegar al precipicio de un voladero sin
salida, además de la peligrosidad de los animales, y alimañas, como las serpientes
venenosas. Como se ha mencionado, al igual que Hernán Cortes, otros hombres de
armas, que eran ajenos a la región la atravesarían; los insurrectos que se refugiaban y
levantaban en armas a los pobladores y los realistas como José María Luvian, que los
perseguía por todos estos rumbos, principalmente entre los años de 1813- 1816. En fin,
lo que cabe resaltar de todos estos hombres, es que fueron al igual que los frailes, los

10 Descripción tomada de la Gaceta del Gobierno de México, Jueves 28 de diciembre de 1815, Tomo VI, Número 841,
p. 1410. “Nota de Convoy. Del teniente coronel y comandante D. Francisco de las Piedras, y parte del comandante
militar del fuerte de Apulco, Capitán D. José María Luvian, por el que se impondrá V. E., de la interesante
expedición que ha hecho en contra de los rebeldes de Tutotepec y del feliz resultado que tuvo”.

31
primeros fuereños en conocer muy bien las entradas y salidas de esta parte de la sierra.
Pues si bien, en los informes de los militares realistas se nos ha dejado varias
descripciones de las dificultades del terreno, además, nos han dejado un espectacular
mapa en el que se representan todos los pueblos y las principales comunidades de la
sierra, junto con el gran entramado de caminos que nos llevan a las más diversas partes
como la Huasteca y el Golfo. Lo que es de gran importancia para nosotros, pues por fin
podemos mostrarle a nuestro estimado lector, como en estas partes se encontraba
bastante poblado, mientras que en el altiplano, existían grandes extensiones de tierra en
manos de unos cuantos hacendados. Compárese el siguiente mapa (Fig. 4) con el de la
Jurisdicción del Distrito de Tulancingo (Fig.1).

32
Figura 4. Mapa de 1815, en el que se muestra los destacamentos de realistas en Tulancingo, Acatlán,
Guayacocotla y Apulco; más los pueblos de la sierra en los que se refugiaban los insurgentes;
Guauchinango, Naupán, Pahuatlán, Tenango, Tutotepec, Tlachichilco, Huehuetla, Tlacuilo, y diversas
comunidades como Santa Ana Hueytlalpan, Metepec y la Magdalena. AGN, Operaciones de
Guerra, vol. 650, f. 111. [Número de pieza 667, Clasificación: 978/1321].

Con tantos mapas debe ser imposible que nos hayamos perdido, ahora ya
debemos estar en la Hacienda de Apulco, en donde antiguamente, por casi cuatro siglos
habitaron unos cuantos empleados, porque el resto de la región estaba cubierto de
ganado, principalmente de vacas. Pues bien, esta hacienda formaba parte de la

33
Composición de San Pedro Sultepec, Las Vaquerías.
Se puede decir que este punto de Apulco, es la embocadura de la barranca que
va hacía la Vega de Meztitlán y también es la embocadura a la Sierra de Tutotepec.
Además de que está muy cercano a los límites que dejan al sureste, el fértil Valle de
Tulancingo, o mejor dicho a la Hueytlalpan, que termina por los rumbos del Acocul, en
donde el viajero que viene del antiguo camino Huapalcalco- San Nicolás - Apulco, se dará
cuenta de que es justo por estos lugares en donde, después de haber caminado la llanura
por largo rato, empezará a bajar y subir siguiendo el serpenteante camino que bordea las
largas lomas que se desprenden de las montañas de la propia sierra de Tutotepec.

Por estos rumbos de Apulco el viajero notará que si se encamina hacia la montaña
el clima es bastante frío, con extensos bancos de neblina que bajan de la sierra por las
mañanas y las tardes, mientras que en la época de lluvias y de nortes, todo el día está
nublado y con una llovizna intermitente. Pero sí el viajero se aleja de esta línea
montañosa, hacía el suroeste, con rumbo a la barranca y a la hacienda de San Pedro
Sultepec, el clima cambia a seco y cálido, por lo que el viajero notará el cambio en
cuestión de unos cuantos minutos, al estar entre esta línea climática. Mientras que para la
sierra se puede obtener dos cosechas de temporal, en el llano y en las lomas de clima
seco, sólo una, con riesgos de que haya un mal temporal de lluvias y se malogren las
cosechas.
De este lado de la embocadura a la barranca y el camino de Sultepec, la
vegetación es en su mayor parte de encinos y sabinos, que se conglomeran en las
cercanías de los arroyos, mientras que en el resto de las lomas se encuentran revestidas
de chaparrales, pastizales, y algunos magueyes. La tierra es poco fértil, y por lo general
se trata de la que se conoce localmente como negra y “chiclosa”, que en tiempos de
seca es bastante “terremotosa” y en tiempos de lluvia, hace unos atascaderos que es
casi imposible cultivarla. Llegando a las inmediaciones de Vaquerías, la flora es un poco
diferente, se encuentra gran cantidad de huisaches, uñas de gato, nopales silvestres y
algunas cactáceas. Vegetación algo parecida a la barranca, en donde se tiene, además
gran cantidad de garambuyos, mezquites y lechugillas.
Claro, sin contar que en las partes bajas de la barranca, son bastante fértiles por
estar irrigadas por el río, en donde se dan varias cosechas al año, de cosas diferentes al
maíz, como tomate, chile, cacahuate y papaya.
Pues bien, sólo me limitaré a decir que por este camino de Apulco, después de
pasar por Milpa Vieja, y de llegar a un paraje denominado el Encino, podemos tomar al

34
noroeste la ruta que nos lleva hasta el antiguo pueblo de Huayacocotla. Pero antes
debemos mencionarles a los actuales viajeros que antiguamente no existía el pueblo de
Agua Blanca de Iturbide, cuya cabecera era San Pedrito, que se reconoció como tal en
1874. Por lo que del paraje llamado el Encino, el viajero debía continuar por la Sabanilla,
para desviarse por Cerro Alto, por donde había que cruzar el Río Meco para pasar por
Apulco el Viejo, la ranchería de Calabazas, y continuar con rumbo a Los Cues (San
Miguel), Puerto de Lobo, hasta llegar al lugar de destino, Huayacocotla, trayectoria que
es bastante boscosa y fría. En caso de que el viajero quiera desviarse para el rumbo de
los Zacualpas, San Pedrito, o San Martín, o cruzar de estos últimos puntos a Tutotepec,
puede consultar los mapas de las haciendas de San Pedro Sultepec (págs.79 y 80 ).
En el caso de que decidamos ir hacia el sureste, desde este paraje del Encino,
tomaremos el camino Real que va para la hacienda de San Pedro Sultepec (las
Vaquerías), Atotonilco, Meztitlán y sus alrededores. En donde nos daremos cuenta de
que el camino serpentea sobre una larga loma que nace de las estribaciones de la sierra,
a los lados se extienden grandes chaparrales y pastizales. Luego empezamos una subida
bastante leve, nos encontramos en la parte más alta de la loma, desde a donde podemos
avistar gran parte del paisaje. Actualmente, tenemos que pasar por las comunidades de
la Cañada de Flores y el Barrio del Yolo, lugares por los que antiguamente, sólo nos
podiamos encontrar con algún arriero, o con las manadas de vacas que se iban a vender
a diversos mercados de la región.
Continuando con nuestro camino, por fin empezamos a bajar, por este lado se
empieza a ver la embocadura a la barranca, a la que se le pierde el fin a lo lejos, en las
tardes, con el Sol ocultándose, el fondo adquiere un color azulado que no nos permite
ver muy bien, pero parece que rodea las grandes montañas que están frente a nosotros, -
el Cerro Pelón y el de Donangü-. Después de esta maravillosa vista, ponemos los ojos
sobre el camino, y empezamos a apreciar las aguas del río, es el río Meco, del que a
unos cuantos pasos, sus aguas se van al precipicio, para recorrer la larga barranca,
estamos en el paraje llamado el Malpaso, lo cruzamos y del otro lado nos toparemos
con el río Camarones, después un pequeño arroyuelo, para subir por otra loma y volver a
bajar para pasar por el Arroyo Seco, para de nueva cuenta subir hasta llegar al Llano,
también conocido como Buena Vista, continuaremos nuestro camino por varias horas
hacia el oeste hasta llegar a las Vaquerías, de ahí cualquier persona lo puede llevar a
uno a Meztitlán o, a Atotonilco, de lo contrario, con los mapas es suficiente. Hasta aquí las
descripciones geográficas, en el capítulo siguiente mostraremos la Cueva Pintada, un
santuario de los antiguos otomíes de la región.

35
1.2 El estudio de la territorialidad de los otomíes

Los actuales otomíes de la Sierra Madre Oriental, ocupan una vasta región que se
extiende desde el este del estado de Hidalgo, hasta la gran planicie costera del norte de
Veracruz y el norte montañoso de Puebla, en donde conviven con nahuas, tepehuas y
totonacos. En los antiguos documentos de archivo, mapas y sitios de pintura rupestre que
se han asociado a los antiguos sitios sagrados de los otomíes, se muestra un territorio
mucho más amplio, que incluía desde las faldas del altiplano central (Valle de Tulancingo)
hasta las estribaciones de la propia sierra y la barranca que conduce a la Vega de
Meztitlán. Es así que en este trabajo consideramos dos tipos de territorio, el habitable y el
sagrado como algo indisociable, por la estrecha relación que existe en la actual
cosmovisión otomí de la naturaleza, el paisaje y el individuo que la habita.
Emprender este estudio necesariamente nos remite a demostrar si existieron
otomíes en la región que mencionamos y el ¿porqué abandonaron a sus ancestros?
Cuestión que nos obliga a escribir una breve historia de los otomíes serranos, de quienes
desde tiempos antiguos, se tiene noticia que habitaban por Tulancingo, Metepec,
Acaxochitlán, Tutotepec, Huayacocotla, Acatlán, Atotonilco y la parte de la barranca que
nos conduce a la Vega de Meztitlán, como se demuestra en el segundo capítulo.
En el medio académico se ha generalizado que Tulancingo estaba dividido en dos
parcialidades, Tlaixpan y Tlatocan, en las que, en una, habitaban otomíes y en la otra,
mexicanos. Divisionismo que no del todo es cierto, porque hasta en las comunidades
más pequeñas de la región, habitaban otomíes y mexicanos, mientras que en lo más
adentrado de la sierra, los otomíes también compartían territorio con otros grupos como
tepehuas y totonacos. Disertación a la que se le dedicará un apartado en este mismo
capítulo, más adelante.
Varios de los mapas que se muestran en este trabajo, son de principios del siglo
XVI, los cuales son de fundamental importancia para demostrar cartográficamente como
se despobló esta región, en la que años atrás se había mencionado que estaba
totalmente poblada. Lo que refuerza en gran medida nuestra tesis sobre el prolongado
abandono del sitio estudiado (la Cueva Pintada) y sus aledaños.
Sólo para completar este orden de ideas, haré una breve reseña de lo que se ha
hecho sobre la territorialidad de los otomíes serranos, en donde no se ve reflejada gran
parte de nuestra región de estudio. En los trabajos de carácter histórico es evidente que
el desconocimiento de la región y de las fuentes de archivo, han contribuido a tal

36
generalización. Mientras que los trabajos de carácter antropológico y etnográfico, que se
han dedicado a determinados lugares, han dejado de lado, dentro de su mapeo, algunas
comunidades otomíes como San Martín, San Pedrito y Tetetla, que se encuentran en el
Municipio de Agua Blanca de Iturbide, Hgo.
Es en este sentido que tenemos primero los mapas que realizó Jacques Soustelle11
en los años 30´s del siglo pasado, sobre los pueblos que hablan otomí, en los que no nos
da a conocer las pequeñas comunidades y los límites precisos para poder determinar el
territorio de los otomíes de la sierra.
Otra fuente, son los mapas realizados por Pedro Carrasco12, los cuales están
basados en información etnohistórica, en donde se muestran las migraciones y los
asentamientos de los otomíes a través de la historia. Sin embrago, también representan
solamente determinados puntos geográficos como Tutotepec, Huayacocotla, Meztitlán,
etc., en los que el autor reconoce que son “lugares localizados aproximadamente”.
Fue Nigel Davies, quien a finales de los años 60’ s, en su trabajo sobre Los
Señoríos independientes del imperio Azteca, delimitó los señoríos de Meztitlán y
Tototepec, basado en diferentes fuentes etnohistóricas, y en diversas listas de tributarios
aztecas, como la del Códice Mendocino, la Carta de Don Pablo Nazareo, los Anales de
Tlatelolco. Además de que tomó en cuenta la Relación de Metztitlan y la Memoria del
pueblo de Tutotepec, documento del que dice “de las 28 estancias, sólo se han podido
identificar 4: Temazcalapan (Temazca en la Relación), Tenanco (hoy Tenango de Doria),
Tlachco (hoy Tlaxco), y Acuauhtlan”13. Esto en gran medida por su desconocimiento de la
región, y de varios documentos. Además de que algunos nombres han cambiado y otros
finalmente se han desplazado por los de origen cristiano.
Finalmente, James Dow, a principios de los años 70´s da a conocer unos mapas
en los que establece el área cultural de los actuales otomíes serranos en cuatro subáreas
culturales: 1) subárea de Tulancingo, 2) subárea de la Sierra Alta, 3) subárea de
Tutotepec, y 4) subárea de la Sierra Baja14. Este mismo investigador, con su trabajo de
campo como antropólogo y la ayuda de varios maestros bilingües de la región, elabora

11
Jacques Soustelle, La familia otomí-pame del cetro de México, México, instituto Mexiquense de Cultura,
Universidad Autónoma del Estado de México, 1993.
12
Pedro Carrasco Pizana, Los otomíes. Cultura e historia prehispánicas de los pueblos mesoamericanos de habla
otomiana, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto Nacional de Antropología e Historia,
1950., pp. 247. 279,281 y 291.
13
Nigel Davies, Los Señoríos Independientes del Imperio Azteca, Instituto Nacional de antropología e Historia, México,
1968., pp. 29-65. , p. 39.
14
James W. Dow, Santos y supervivencias. Funciones de la religión en una comunidad otomí, México, Instituto
Nacional Indigenista, Secretaría de Educación Pública, 1974, p. 65.

37
otros mapas15 que muestran el área cultural de los otros grupos vecinos a los otomíes: los
nahuas, los tepehuas, los totonacas y los mestizos, con lo que es la primera vez que se
muestra la superposición, el traslape y las relaciones entre varios grupos culturales de
una misma región.
De la misma manera, la regionalización del territorio que ocupan los actuales
otomíes serranos, es dada a conocer a finales de los años 70’s por Jacques Galinier16
en unos mapas que muestran su región de estudio, la cual divide en la Zona Meridional,
Septentrional y Oriental, en donde además señala los puntos geográficos habitados por
nahuas, tepehuas y totonacos. En otros de sus mapas nos muestra los principales centros
de artesanías tradicionales (otomíes), y los circuitos comerciales de los otomíes del
altiplano (San Pedro Tlachichilco y Santa Ana Hueytlalpan) con los de la sierra.

Como es evidente, a pesar de que se encuentren varios sitios de pinturas rupestres


de filiación otomí en la región (Agua Blanca, Metepec, Acatlán, Tulancingo Tenango de
Doria, Hgo., y Huayacocotla, Ver.), gran parte de ella no es considerada, ni identificada
por los investigadores del mundo otopame. Lo cual, de cierta manera es lógico, pues
grandes extensiones de estos rumbos permanecieron despobladas por 400 años, hasta
que varios grupos de rancheros mestizos bajaron a poblarlas después del reparto agrario
que se dio en los años 20's , 30's del siglo pasado. Por lo que espero que la presente
investigación pueda contribuir al conocimiento de los otomíes serranos.

1.3 Aclaración a una grave generalización

La afirmación de que Tulancingo estaba dividido en dos parcialidades; Tlatoca y


Tlaixpan, la una habitada por mexicanos y acolhuas, y la otra habitada por otomíes, debe
ser tomada con mucho cuidado, pues si bien existieron estas dos parcialidades en
Tulancingo, Pedro Carrasco, al igual que otros autores que le siguen citando, toman las
palabras de Torquemada, quien al hablar del origen de los otomíes de la región, dice al
respecto:
Los cuales (otomíes) llevaban por capitán y caudillo a Chimalquixintecutli, hecharon por la
parte que va hacía el Norte, para lo cual, les dieron paso los Tezcucanos; y dicen

15
James W. Dow, “Ubicación de los idiomas ñahñu” (otomí), nahua, totonaco, tepehua, y español en la Sierra Oriental
de Hidalgo, la Sierra Norte de Puebla y la Sierra Norte de Veracruz, 1998 b, en: http://oakland.edu/~dow .
16
Jaques Galinier, N´yühü, Les indiens Otomis, Hiérarchie sociale et tradition dans le sud de la Huasteca, México,
Mission Archéologique et Ethnologique Française au Mexique, Etudes Mésoaméricaines II, 2., 1979, pp. 35, 39,
44, 245.

38
afirmativamente de éstos, que llegaron a las provincias de Tullanzinco y Quauhchinanco
[...] en los cuales sitios halló Chimalquixintecuhtli poblado a Macuilocaltecutli, con otros
muchos de su parcialidad y alianza [...]Cuando estos Teochichimecas (otomíes) llegaron a
estos lugares, hallaron a otras gentes que los tenían poblados, y éstos eran de los
primeros hombres de aquellos primeros tiempos, en los cuales el rey Xolotl, y su hijo
Nopaltzin, y los demás sucesores, habían ido poblando [...]Estos teochichimecas son los
que ahora llaman Otomíes, de la cual lengua, y de la que llamamos comunmente
mexicana, está poblado aquel pueblo, dividido en dos parcialidades; una que llaman
Tlatohcan, es de los Mexicanos, Acolhuas y Tezcucanos, y esta cae a la parte del
mediodía. La otra, que cae hacía el norte, que se llama de Tlaixpan, es de los que hablan
esta lengua otomí, y ninguno de todos ellos se nombran por este nombre, sino por el
nombre de Chichimecatl, que es el antiguo que ellos tuvieron, aunque ahora los unos y los
otros la hablan mexicana, pero en realidad de verdad son diversos porque unos son
acolhuas y los otros chichimecas. De aquella parte que digo hacía el norte hay pueblos de
otomíes que hablan en su lengua y son sujetos a estos dichos de la parte de Tlaixpan; así
como también a esta otra parte del Mediodía cae en otros pueblos, que hablan la lengua
Mexicana, y son sujetos a los señores de la parcialidad de Tlahtoca [...] y entre todos
estos ay de estas dos Parcialidades (conbiene a saber) Nahuatlacas, Acolhuas, y
Chichimecas Otomíes.17.

Como es evidente, en la nota anterior es bastante claro que se trata de una de las
migraciones chichimecas que aprendieron la lengua, o que ya estaban emparentados con
los otomíes, quienes llegaron a la región y se extendieron hasta la sierra, pero se pone
particular énfasis en las dos parcialidades en que se dividió Tulancingo, en donde se dice
que Tlatoca es de los mexicanos, acolhuas y tezcocanos, mientras que Tlaixpan es de los
otomíes. Generalización que se ha venido arrastrando en la escritura de la historia
regional, pues debe aclararse, que esa división antes y después de la llegada de los
españoles, no necesariamente definía cuestiones de grupo étnico, sino más bien,
tributarias. Pues existen documentos de archivo que prueban que en las diferentes
comunidades como San Antonio, Santa María Nativitas, San Lorenzo, San Marcos, San
Francisco Xaltepec, San Sebastían, La Magdalena Metepec, San Mateo Zacatepec, Santa
Ana Hueytlalpan, San Pedro Texalapa y Santa María Asunción, pertenecientes a las dos
parcialidades de Tulancingo: Tlatoca y Tlaixpan, habitaban y convivían juntos, otomíes y
mexicanos18.

17
Juan de Torquemada, Primera y segunda parte de los veinte i un libros rituales …, Op. Cit., p. 261,
18
Varios de estos documentos se encuentran compilados en Jesús Ruvalcaba Mercado y Ariane Baroni Boissonas

39
Por una confirmación hecha en 1592 por el Virrey Velasco y otros documentos, se sabe
que efectivamente la parcialidad de Tlahtoca pertenecía a los dominios del cacique y
gobernador Diego Alexandrino, antiguo descendiente de Bernardino Chanpotzin, de
quien, como dicen los documentos; “en su tiempo vinieron los españoles a la conquista
de esta tierra y fue el primer cacique que se bautizó de la dicha parte de Tlatocan”, quien
a su vez era descendiente directo de Hueimihuatzin, “el primer cazique chichimeco
poblador que vino a este dicho pueblo de quien descendieron todos los dichos caciques
hasta el dicho don Diego Alexandrino hijo legítimo del dicho don Miguel Alexandrino su
padre difunto ”.19
Como se puede inferir, los naturales de la parcialidad de Tlatoca entregaban tributo
a Diego Alexandrino, al igual que a sus antecesores, y después, con la llegada de los
españoles, parte de estos derechos pasaron al encomendero Luis de Terrazas, mientras
que la otra parte, la de Tlaixpan se quedó en manos de Francisco de Ávila (o Dávila por
contracción). Y no en balde, los herederos de estos últimos, fueron los primeros que se
opusieron a las opiniones de otros de sus vecinos de origen ibérico, con respecto a la
política de congregación que se pretendía llevar a cabo en Tulancingo, a principios del
siglo XVII (entre 1600- 1606), pues como lo demuestran los documentos, y como bien lo
resume Jesús Ruvalcaba:
“Hernando de Ávila y Francisco de Terrazas, beneficiarios y herederos de los derechos a
los tributos en Tulancingo, se opusieron con destreza a un cambio de planes. Como cada
uno disfrutaba la “mitad de los señores principales de Tulancingo”, se oponían a que se
formasen poblaciones con gente de ambas parcialidades, como el Xaltepec que se
proyectaba; porque “aunque por sus patrimonios poseen los puestos de sus estancias,
tierras y frutos de ellas, al sembrarlos y recoger los tributos y servicios personal hay
siempre grandes diferencias y bandos y juntos todos, como se pretende, la enemistad
crecerá” (PNE, I: 31). Todo indica que a uno le tributaba Tlaixpa y a otro Tlatoca”20.

Con lo cual queda más que demostrado, que las dos parcialidades de Tulancingo;
Tlatocan y Tlaixpan, diferenciaban a quien tenían que tributar determinadas comunidades
de la región, en las que habitaban y convivían de manera conjunta, otomíes y mexicanos.
Y no es de extrañar que la generalización provocada por Torquemada, y el
desconocimiento de los pocos documentos que se encuentran en archivo sobre la región,

(Comps.), Congregaciones Civiles de Tulancingo, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en


Antropología Social (CIESAS), 1994.
19
Archivo General de la Nación, Ramo de Tierras, Vol. 2723, exp. 2, 10 fs.; Véase Pedro Carrasco, “Los caciques
chichimecas de Tulancingo”, en Estudios de Cultura Náhuatl, núm. 4, 1963. pp. 85-91, p. 88-89.
20
Jesús Ruvalcaba Mercado y Ariane Baroni Boissonas (Comps.), Congregaciones Civiles de Tulancingo, p. 170.

40
generen asombro, como ha sucedido con Guy Stresser-Pean, quien en su obra sobre los
Lienzos de Acaxochitlán, menciona: “Es curioso observar que en 1569 (los otomíes)
ocupaban todavía Acaxochitlán y sus alrededores”.21 Como se puede constatar en la
relación que hace Pedro de Romero de Bazán, cura y vicario del pueblo de Acaxochatlan
(Sic.)22, en la que cuantifica “1600 indios” en encomienda a Luisa de Acuña (viuda del
primer encomendero Luis de la Torre), en donde cada una de sus estancias estaban
habitadas por varios grupos, lo que nos da un panorama más claro de las relaciones
sociales de los otomíes serranos, y también de la gran extensión territorial que ocupaban.
Véase el siguiente cuadro (núm. 1) que he elaborado con base en la dicha relación.

21
Stresser-Péan, Guy, Los lienzos de Acaxochitlan (Hidalgo) y su importancia en la historia del poblamiento de la sierra
Norte de Puela y zonas vecinas, México, Gobierno del Estado de Hidalgo, Instituto Hidalguense de la Educación
Media Superior y Superior, Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo, Centre Francais d’Etudes
Mésoaméricaines et Centroaméricaines, 1998., p. 52.
22
Relación de Acaxochatlan [Acaxochitlán] por su cura y vicario, Pedro Romero de Bazán, en Francisco del Paso y
Troncoso, Papeles de Nueva España, Tomo V, Relaciones geográficas de la Diócesis de Tlaxcala, Manuscrito de la
Real Academia de la Historia de Madrid y del Archivo de Indias en Sevilla, Años 1580- 1582, Madrid, Est.
Tipográfico sucesores de Rivadeneyra, 1905, (Segunda Serie Geografía y Estadística), pp. 270-272.

41
El pueblo de Acaxochitlán (Hgo.) y sus comunidades sujetas entre los años de
1580 y 1582
Nombre de la Lengua que se Distancia de la Número de
estancia o pueblo habla cabecera tributarios
Acaxochitlan y la Mexicana y otomi 250
Asunpsión
San Pedro Amaxac otomy ½ legua 200
La Natividad otomy Más de ½ legua 40
Cuachevatlan
Zacuautla Más de ½ legua 100
Santa Ana Zacuala otomy ½ legua 60
Santa Catalina Otomy 1 legua 60
Tlatelco
San Miguel Mexicana y 1 legua 50
Quaquacala othonaque
Los Tres Reyes Mexicana ½ legua 50
Quvatlan
Santiago Tepepa Otomy ½ legua 100
San Francisco Tonaque y Mexicana ½ legua 40
Chapantla
San Joan Thotonaque y
Heloxochitlan mexicana
La Asunción Atlan Otomy 2 leguas 150
San Pedro y San Otomy, mexicana y 2 leguas 140
Pablo xolotla thotonaque
San Marcos Naupa Thotonaque 1 ½ legua 150
San Agustín Thotonaque y 1 ½ legua 110
Tlaxpanaloya mexicana
Chachauantla Totonaque 1 legua 150
Cuadro 1. Datos tomados de la Relación de Acaxochitlán..,en Francisco del Paso yTroncoso,
Papeles de Nueva España.., t. V, Relaciones geograficas de la diocesis de Tlaxcala, Años 1580-
1582, pp. 270-272.

Esta diversidad étnica entre otomíes y mexicanos, también es evidente en los


pueblos de Acatlán y Atotonilco que son vecinos de Tulancingo, Meztitlán, Huayacocolta,
y estos últimos, a su vez de Tutotepec. Por lo que no se podría generalizar la afirmación
de que los otomíes se extendían desde “Atotonilco, Guayacocotla hasta Tutototepec”,
porque eso no nos informa sobre población y distribución geográfica de las pequeñas
comunidades que dependen de estas cabeceras. Como se menciona en la Descripción
de la Provincia de Atotonilco, que escribió el 19 de febrero de 1561 fray Joan Pérez;

42
“Todos los naturales que viven en estas estancias son otomíes, que no hay ningún
mexicano en ellas sino es solamente en la cabecera que se llama Atotonilco y en otra que
se llama Quachquetzaloya [Huasquezaloya, o simplemente Huasca]”23. Por lo que será
de gran utilidad el que se elabore otro cuadro del dicho documento, él cual servirá para
demostrar en detalle la continuidad territorial de los otomíes serranos, en la época
prehispánica y parte de los primeros años de la Colonia. Para no seguir generalizando, y
confundiendo a nuestros lectores, como ya lo han hecho varios autores, quienes han
tomado notas aisladas que no permiten explicar la correspondencia de las fuentes más
tardías; al sólo mencionar determinados lugares como otomíes, dejando lagunas de
territorio que no se sabe a quién pertenecieron. Por el simple hecho de que dejan de
considerar varias comunidades, que se quedaron despobladas durante mucho tiempo, o
que ya desaparecieron. Veamos el siguiente cuadro (núm. 2).

23
Descripción de la provincia de Atotonilco [Hgo.], en Francisco del Paso y Troncoso, Papeles de Nueva España, Tomo
III, Descripción del Arzobispado de México, sacada de las memorias originales hechas por los doctrineros o
capellanes y compiladas por Fr. Bartolomé de Ledesma, O. S. D., administrador del mismo arzobispado [1569]”
Manuscrito del Archivo de Indias en Sevilla, Año 1571, Madrid, Est. Tipográfico sucesores de Rivadeneyra, 1905,
(Segunda Serie Geografía y Estadística), pp.90-94., p. 92.

43
Descripción de los pueblos que pertenecían a Atotonilco, (Hgo.) en
1561
Pueblo o estancia Lengua que se Distancia de la Número de
habla cabecera tributarios
Atotonilco otomí y (cabecera) 1380
mexicana
Yautengo otomí 2 leguas 800
Amaxac otomí Legua y media 464
Quauhtla otomí 1 legua 253
Quachquetzaloya otomí y 2 leguas 630
(Guascazaloya) mexicana
Los Reyes otomí 1 legua [en la
barranca]
Santa Catalina otomí 1 legua (en la 328
barranca)
San Martín otomí 1 legua [en la
barranca]
Tepexixpuchco otomí 3 leguas 70
Mizquitlan otomí 5 leguas 80
Zultepec otomí Al otro lado de la 160
barranca
Zetlyguetzian otomí ítem 160
Cuadro 2. Datos tomados de la Descripción de la Provincia de Atotonilco.., en Francisco del
Paso y Troncoso, Papeles de Nueva España, t. III, Descripción del Arzobispado de México, Año
de 1571, pp. 90-94.
Siguiendo con el problema de la generalización que se podría ocasionar al
mencionar simplemente un fragmento de la descripción que hace en 1569, Gaspar de
Valdez, vicario de Guayacocotla, sobre dicho pueblo, sus estancias y sus pobladores, que
a manera de conclusión dice; “hablan estos naturales tres lenguas muy diferentes unas de
otras que son otomi la mayor cantidad y mexicana y tepegua, esta no hay quien la sepa
por ser pocos”.24 Razón por la que prefiero mostrar en el siguiente cuadro (núm. 3) la
información más detallada, para que se dé una idea más clara de la historia y de la
territorialidad de los otomíes serranos.

24
Descripción del pueblo de Guey Acocotla [Huayacocotla, Ver.], del vicario Gaspar de Váldez, 24 de noviembre de
1569, en Francisco del Paso y Troncoso, Papeles de Nueva España., Tomo III, Descripción del Arzobispado de
México, sacada de las memorias originales hechas por los doctrineros o capellanes y compiladas por Fr. Bartolomé
de Ledesma, O. S. D., administrador del mismo arzobispado [1569]”. Manuscrito del Archivo de Indias en Sevilla,
Año 1571, Madrid, Est. Tipográfico sucesores de Rivadeneyra, 1905, (Segunda Serie Geografía y Estadística), pp.
113-118.

44
Descripción del pueblo de Huayacocotla, (Ver.) y sus comunidades en
1569
Pueblo o Estancia Lengua que se Distancia a la Número de tributarios
habla cabecera
Guayacocotla otomí (Cabecera) 108 tributarios casados
Tenantitlan otomí 2 leguas 41 casados, 7 viudas, 8
muchachos 12 años arriba
Tescatepeque otomí 3 leguas 140 casados, 15 viudas, 15
muchachos
Patachiuhca otomí 7 leguas 230 casados, 22 viudos, 20
muchachos
Omaxac (la mitad otomíes 9 leguas 37 tributarios casados, 3
y la otra mitad viudas, 7 muchachos.
tepehuas)
Atlahuaco tepehua 11 leguas 28 tributantes casados
Xilitla otomí 12 leguas 68 casados, 2 viudas, 13
muchachos
Atsopilco otomí “es la postrera 43 casados
vissita de la parte
de Tototepeque”
Tlilquauhtla otomí 11 leguas 62 casados, 2 viudas, 3
muchachos.
Tlaquetzaloya (de los que hay 8 leguas 250 casados, 10 viudas, 15
196 tributarios muchachos.
tepehuas, los
demás otomis)
Hueytetlan otomí 2 leguas 60 tributarios casados, 10
muchachos.
Tepehuizco otomí 3 leguas y media 65 casados, 5 viudas, 12
muchachos.
Tzacualpa otomí 3 leguas 90 casados, 6 viudas, 15
muchachos.
Tlachichilco otomí 3 leguas 61 tributarios casados
Omaxac otomí 1 legua 22 tributarios casados
Tzilacatipa otomí 3 leguas 90 casados, 10 muchachos.
Chachapala otomí 9 leguas 69 casados, 9 viudas, 12
muchachos.
Tzontecomatlan otomí 7 leguas 114 casados, 12 muchachos.
Tlachco otomí 6 leguas 33 casados, 6 muchachos.
Hueyatetlan otomí 8 leguas 49 casados, 8 viudas,
8muchachos.

45
Totoneltepixco otomí 9 leguas 17 casados, 5 muchachos.
Xilotla (los más son 10 leguas 71 tributarios casados, 8
tepehuas) muchachos.
Papatoyuauhtla otomí 11 leguas 15 tributarios casados.
Tzoyotlan otomí 10 leguas 34 casados, 6 viudas, 8
muchachos.
Vuestecomaco otomí 9 leguas, 75 casados, 8 biudas, 10
muchachos
Cuestlan otomí 10 leguas 24 tributarios casados, 10
muchachos.
Vinasco otomí 10 leguas 15 tributarios casados.
Quimistepulco otomí 9 leguas 66 casados, 5 viudas.
Pataloya otomí 8 leguas 107casados, 12 viudas, 6
muchachos.
Tolintla otomí 7 leguas y media 27 casados, 3 viudas, 4
muchachos.
Telcoyuca otomí 8 leguas 20 tributarios, 2 viudos.
Mazaguacan otomí 6 leguas 30 casados, 5 viudas, 8
muchachos.
Moloxtla otomí 4 leguas y media 51 casados, 11 viudos, 8
muchachos.
Cuadro 3. Datos Tomados de la Descripción del pueblo de Guey Acocotla [Huayacocotla,
Ver.].., en Francisco del Paso y Troncoso, Papeles de Nueva España, t. III, Descripción del
arzobispado de México..., Año de 1569, pp.113-118.

Con los cuadros y comentarios que se han vertido en las páginas anteriores, se ha
dejado entrever que los otomíes compartían territorio con otros grupos, en una misma
comunidad, en la que habitaban con nahuas, tepehuas y totonacos. Unos años más tarde,
parte de todo esto cambiaría; pues se intentaron las primeras congregaciones después de
la llegada de los españoles y los primeros religiosos, en las que se quiso reducir a los
otomíes en Tezcatepec, a los nahuas en Tlachichilco, y a los tepehuas en Pataloyan.25 En
donde se quiera o no, se reconfiguró el espacio territorial de los otomíes serranos, en
casos específicos. Razón por la que muchos investigadores se confunden, al encontrar o
enterarse de que una “lejana comunidad era, o sigue siendo otomí”. Ahora la explicación
sería que esa comunidad o grupo, simplemente no obedeció ese tipo de políticas de
congregación, o que se huyeron a lo más inaccesible para evitarlas. He ahí la gran
complejidad para determinar el territorio habitado por los otomíes en la época

25
AGN, Indios, Vol. 6, 1ra parte, exp. 729, año de 1592, “comisión a Pedro de Portes para reducir los sujetos de
Guyacocotla a sus reparos”.

46
prehispánica y en los primeros años de la llegada de los españoles. Más adelante se
desglosa el tema de los encomenderos y las congregaciones, proceso histórico que
reconfiguraría drásticamente el territorio de los otomíes serranos. La información que se
mostró anteriormente en los cuadros, es anterior a estos procesos y al despojo territorial
que llevaron a cabo los españoles. Por lo que se convierten en los únicos documentos
que nos permiten entender otros más tardíos, con lo que se corrobora la despoblación de
gran parte de la región estudiada. Tal y como se verá a lo largo de este capítulo.

Ahora bien, al mencionar que existía convivencia entre mexicanos, otomíes y otros
grupos de la región, no se quiere decir que las relaciones interétnicas hayan sido muy
buenas, pues, por ejemplo, entre los mexicas y los otomíes, en el Valle de Tulancingo,
como lo cita Guy Stresser Pean, las tensiones entre los grupos enemigos se desataron
con la rebelión de los otomíes en 1450, misma que aplacaron los mexicas26. De lo que se
pude inferir, por los documentos de archivo, que de cierta manera estos otomíes del
altiplano; de las estribaciones de la sierra, si bien quedaron un poco subyugados, pero
siguieron resistiendo hasta después de la llegada de los españoles, al igual que sus
parientes y vecinos cercanos del Señorío independiente de Tutotepec, quienes se
replegaron a lo más abrupto de la sierra para escapar de las leyes de congregación,
evangelización, tributo y repartimiento, complicando por completo las intenciones de todos
esos fuereños, a costa de perder territorio en el altiplano y alejarse un poco de sus
parientes que se han mencionado en las líneas anteriores, los de los alrededores de
Tulancingo.

26
Guy Stresser- Péan, Los Lienzos de Acaxochitlán…., Op. cit. p.37.

47
Mapa Regional

Veracruz

Hidalgo

Puebla

48
Capítulo 2. Breve historia de los otomíes serranos

2.1 Las primeras noticias

Se tienen noticias de que los otomíes de la Sierra Madre Oriental son procedentes del
reino de Xaltocan, quienes después de la caída de Tollan extendieron su dominio hacia
el este, abarcando las regiones más orientales como la Sierra de Puebla, por los rumbos
de Tototepec y Metztitlán, en el periodo que va de 1220 a 1272, años por los que los
otomíes cubrieron por primera vez a esta región.27 Tiempo después, otras oleadas de
gente llegarían a estas tierras, en un segundo momento migratorio, por los años del
reinado de Quinatzin, cuando grupos de chichimecas hablantes de otomí, mejor
identificados por Diego Muñoz Carmargo28 y Fray Juan de Torquemada29 como
teochichimecas, arribaron a la región. Se dice que los teochichimecas antes habían
fundado un lugar llamado Poyauhtla hacia el año de 1260, donde habitaron hasta ser
obligados a salir en 1324, y fue entonces que se trasladaron a la sierra de Tutotepec, para
reunirse con los anteriores otomíes, por quienes fueron muy bien recibidos. El tercer
momento migratorio de los otomíes, pero esta vez de repliegue, sucedió en 139530,
cuando Tezozomoc frente al reino tepaneca de Azcapotzalco, derrotó al reino otomí de
Xaltocan, obligando a que su rey “se fuera a Metztitlán, de donde también lo era, y con
él muchos otomíes se establecen en las provincias de Metztitlán y Tototepec que se
libran de caer bajo el poder de los tepanecas”.31

Como es evidente, por estos años se empiezan a intensificar la lucha de poderes y


el divisionismo del territorio. Es así que posteriormente a los hechos referidos, sucede
la formación de la Triple Alianza para derrocar a los tepanecas de su posición dominante,
con la unión de los principales de Tenochtitlán, Texcoco y Tacuba, quienes se encargaron

27
Pedro Carrasco, Los otomíes. Cultura e historia prehispánicas de los pueblos mesoamericanos de habla otomiana,
México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1950, p. 254-
255.
28
Diego Muñoz Camargo, Historia de Tlaxcala, publicada y anotada por Alfredo Chavero, México, Oficina Tip. De la
Secretaria de Fomento, 1892., p. 37, 44-45 y 96.
29
Juan de Torquemada, Primera y segunda parte de los veinte i un libros rituales y monarquía indiana, con el origen y
guerras de los indios Occidentales, de sus poblaciones, descubrimiento, conquista, conversión y otras cosas
maravillosas de la mesma tierra, distribuidos en tres tomos. Madrid, Oficina Real y acosta de Nicolás Rodríguez
Franco, 1723, p. 261.
30
Anales de Cuauhtitlan, paleografía y traducción de Rafael Tena, México, Consejo Nacional para la Cultura y las
Artes, (Col. Cien de México), 2011, p. 79-101.
31
Pedro Carrasco, Los otomíes…, Op. Cit., pp. 266-268.

49
de conquistar y repartirse los territorios de este imperio; “de manera que cuando llegaron
los españoles, todos los otomianos estaban bajo el poder de la Triple Alianza con
excepción de los refugiados en Michoacán y Tlaxcala, y los de los señoríos
independientes de Meztitlán, Uayacocotla y Tototepec en la Sierra de Puebla ”32.
Aunque debe aclararse que los acolhuas de Texcoco, ya habían aprovechado el fin del
reino otomí xaltocano para conquistar Tulancingo antes de que finalizara el siglo XIV, por
lo que éste, según Carrasco, quedó dividido en dos barrios: Tlaixpan al norte, que era
otomí, y Tlahtocan, al sur, de mexicanos o nahuas.33
Pero antes debe aclararse también, que para ese entonces, los teochichimecas
descendientes de Xólotl, ya se habían emparentado con otros grupos, entre los que se
pude contar a los mismos acolhuas en Texcoco34. Por lo que fue de esa manera que en
Tulancingo gobernaron varios de los descendientes del reino de Xólotl y de Nopaltzin su
hijo, línea y parentela de la que provinieron los antecesores del cacique principal de la
parcialidad de Tlatoca en Tulancingo; Don Diego Alexandrino.

De esta manera es posible comprender las relaciones históricas entre acolhuas,


chichimecas, mejicanos y otomíes en Tulancingo y parte de la región. Lo que en nada
quiere decir que haya habido unas muy buenas relaciones sociales y políticas entre los
diversos grupos. Pues, existen evidencias de que a la muerte de Xólotl y a principios del
reinado de Nopalzint (1325), los de Tulancingo “Apellidaron nuevo Rei de los mismos
suios [Sic.]”35, problema que conllevó a una guerra de 19 días entre los sublevados y el
ejército del emperador texcocano. Mientras que en otra ocasión, los otomíes volvieron a
poner resistencia al empoderamiento acolhua-chichimeca, durante el reinado de
Quinatzin, cuando los caciques de las provincias de Meztitlán y Tutotepec: “habiendo
juntado un grueso ejército, sin poderlo estorbar Quinatzin, se vinieron sobre la ciudad de
Tezcuco y la sitiaron por cuatro partes”36, tal y como nos lo relata el cronista texcocano,
Don Fernando de Alva Ixtlixochilt. Mientras que fray Juan de Torquemada, difiere un
poco de lo anterior, al mencionar que hubo una “cita para el enfrentamiento” en un paraje
llamado Tlaximalco, de lo que se podría inferir que fueron tal vez, dos momentos del
mismo conflicto, en donde nos dice éste último: “se vieron con tanto poder y gente que
quisieron ser reyes ellos en sus tierras”, por lo que se negaron a reconocer a Quinatzin,

32
Ibid., p. 273.
33
Ibid., p. 37.
34
Manuscrit Ramirez, Histoire de l’origine des indiens qui habitent la Nouvelle Espagne selon leurs traditions. Publié
par D. Charnay, Paris, Ernest Leroux, Éditeur. 1903, p. 8.
35
Juan de Torquemada, Primera y segunda parte de los veinte i un libros rituales…, Op. Cit., p. 66.
36
Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Obras Históricas, v. II, Edmundo O’ Gorman (ed.), México, UNAM: IIH, 1975: p. 26.

50
dejando de pagar tributo, al que estaban obligados37. En esta ocasión, dice Torquemada
que la guerra duró 40 días, y que por fin “quedaron sujetos estos señores”. Afirmación
que habrá que tomar con muchas reservas, por el resto de documentos que nos muestran
lo contrario a lo largo de la historia.

En la plancha (Lámina) 4 del Códice Xólotl se tiene registrada la sublevación de


los Señores de Tutotepec y Meztitlán en contra de Quinantzin (ver figs. 1 y 2), quienes
rodearon por varios puntos a Texcoco; los enfrentamientos se dieron por la sierra de
Tlaloc, Chiconautla, Patlachiucan (Pachuca) y Zoltepec (Zultepec). En este documento
se reconoce a los de Tutotepec por el glifo del cerro y el pájaro que tiene cada uno de
los personajes atrás de su cabeza, mientras que los de Meztitlán se identifican por el glifo
de la casa y la media luna. En donde podemos ver que Quinatzin salió a la defensa por
el lado de la sierra de Tlaloc (Quauximalco); Tochintzin enfrentó a los que venían
acompañados por el rebelde Yacanex en Chiconautla; otros jefes al mando de tropas
auxiliares contuvieron el avance de los de Tutotepec y Meztitlán por el lado de Pachuca
(arriba del cerro con la luna) y Nopaltzin, el hermano de Quinatzin, se adentró hasta
Zoltepec, muy cerca de Tulancingo para atacar y replegar por el centro a los rebeldes. Sin
embargo, sabemos que perdió la vida por estos rumbos, pues aparece capturado por
uno de Tulancingo.
Es en esta plancha del códice que podemos identificar varios puntos de nuestra
región de estudio, primero tenemos representado a Zoltepec, [Sultepec], “el Cerro de la
Codorniz”, que se localiza muy cerca de Tulancingo. A un lado aparece el glifo del río con
sus dos vertientes que se le unen y termina en una media luna, desde donde se sigue la
representación de un camino que atraviesa por una montaña (peña) que tiene pintada otra
media luna. El glifo del río y la media luna se refieren a la región de Apulco, que viene de
la palabra Apolco, “lugar en que se pierde el agua”38, misma que cae hacia la barranca
que conduce a la Vega de Meztitlán, este último lugar es representado por la peña con la
luna.39

37
Juan de Torquemada, Primera y segunda parte de los veinte i un libros rituales…, Op. Cit., p. 85.
38
Debe aclararse que antiguamente existía un lugar llamado Apulco el Viejo, localizado cerca del río Meco (Agua
Blanca), entre lo que ahora se llama Calabazas y Cerro Alto. Punto del que a escasos 3 Km al sur-oeste y en el río
Camarones se localiza la Cueva Pintada, misma que dista un kilometro de la embocadura a la barranca que conduce a
la Vega de Meztitlán. El significado de Apulco (Apolco) se puede ver en: Antonio Peñafiel, Nomenclatura geográfica de
México; Etimologías de los nombres de lugar correspondientes a los principales idiomas que se hablan en la república,
México, Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento, 1897., p. 26.
39
Una de las mejores descripciones de la luna pintada en una peña de Meztitlán, se encuentran en; Juan de Grijalva
Crónica de la orden de N. P. S. Agustín…, Op. Cit., pp. 32 bis y 33.

51
Figura 5. Los otomíes de Tutotepec y Meztitlán en guerra contra Quinantzin señor de los
acolhuas-chichimecas de Texcoco (1325). Códice Xólotl, Plancha 4, Tomado de Charles Dibble,
1980.
52
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53 19
2.2 La llegada de los españoles

Después de que los españoles sitiaron y rindieron a los mexicas de Tenochtitlán, con la
ayuda de algunos de sus aliados en 1521, según el propio Hernán Cortés, las provincias
de Tutotepec y Meztitlán, “tierra asaz y fuerte, bien usitada en el ejercicio de las armas
por los contrarios que de todas partes tienen [tenían]”40. Viendo lo que con la gente de los
mexicas se había hecho y el punto hasta donde podían llegar sus hombres y aliados bajo
el nombre del Emperador, estas dos provincias enviaron mensajeros y se ofrecieron por
súbditos y vasallos. Pero dice Cortés que después de la llegada de Cristóbal de Tapia,
quien “con bullicios y desasosiegos que en otras gentes causo”, los de Tutotepec y
Meztitlán “no sólo dejaron de prestar la obediencia que antes habían ofrecido”, sino que
hicieron muchos daños a los comarcanos de la región, que ya habían reconocido la
autoridad de los españoles, a quienes les quemaron muchos pueblos y les mataron
mucha gente. Cortés ante el temor de que estas dos provincias levantaran a otros
pueblos, envió “un capitán con treinta de acaballo y cien peones, ballesteros y
escopeteros y rodeleros, y con mucha gente de los amigos”, con los que tuvieron varios
encuentros en los que murieron dos españoles y varios de los aliados, de lo que Cortés
finalmente dice ante Carlos V: “Plugo a nuestro Señor que ellos de su Voluntad se
volvieron de paz y me trajeron los señores, a los cuales yo perdone por haberse ellos
venido sin haberlos prendido”.

40
Las siguientes palabras entrecomilladas, de este apartado, pertenecen al mismo Hernán Cortés, quien da razón de
nuestra región de estudio, en su cuarta Carta de Relación que envió a Carlos V; escrita el 15 de octubre de 1524;
Hernán Cortés, Cartas de relación, Porrúa, México, 1994 .(Sepan Cuantos, núm. 7)., pp. 177-178.

54
Figura 3. Españoles y Tlaxcaltecas subordinando a los de Meztitlán. Lienzo de Tlaxcala. Imagen
tomada de Alfredo Chavero, Lienzo de Tlaxcala, México, Litografía del Timbre, 1892, p. 49.

55
La subordinación voluntaria de estas dos provincias al parecer había sido estratégica y
nominal, por lo menos para los de Tutotepec, quienes enterados de que Hernán Cortés se
encontraba por los rumbos de Pánuco, y de que tal vez se volvía para España, se
tornaron a rebelar, de los que él mismo Cortés nos testifica; “bajó de su tierra el señor
con mucha gente, y quemó más de veinte pueblos de los de nuestros amigos, y mató y
prendió a mucha gente de ellos”. Por lo que Hernán Cortés en persona se adentró en la
sierra y llegó a Tutotepec, para aplacar la sublevación y volver a reducir a los naturales de
la región, suceso revelador, pues en su cuarta Carta de Relación a Carlos V, escrita el 15
de octubre de 1524, dice lo siguiente:
“Aunque en la entrada mataron alguna gente de nuestros amigos que quedaba rezagada, y
por la sierra reventaron diez o doce caballos, por el aspereza de ellas, se conquistó toda la
provincia, y fue preso el señor y un hermano suyo muchacho, y otro capitán general suyo
que tenía la una frontera de la tierra; y el cual dicho señor y su capitán fueron luego
ahorcados, y todos los que se prendieron en la guerra hechos esclavos, que serán hasta
doscientas personas; los cuales se herraron y se vendieron en almonedas, y pagado el
quinto que de ello perteneció a vuestra majestad, lo demás se repartió entre los que se
hallaron en la guerra; aunque no hubo para pagar el tercio de los caballos que murieron,
porque, por ser la tierra pobre, no se hubo otro despojo. La demás gente que en esta
dicha provincia quedó, vino de paz y lo está, y por señor de ella aquel muchacho hermano
del señor que murió; aunque al presente no sirve ni aprovecha de nada, por ser, como es,
la tierra pobre, como dije, más de tener seguridad de ella que no nos alborote los que
sirven; y aun para más seguridad, he puesto en ella algunos naturales de los de esta
tierra”41.

A pesar de que Cortés dice que la región era “tierra pobre”; los documentos de
archivo nos demuestran que fue disputada entre varios españoles. Eso de “tierra pobre”42
es más bien, por la fragosidad y dificultad que representó durante los primeros años, el
sacar los productos y las cosechas de estas fértiles serranías. Pero como el mismo Cortés
nos lo confía, se seguía temiendo que los principales de la provincia de Tutotepec
levantaran en armas a las otras provincias y pueblos cercanos. Rebeldía que fue patente
durante toda la época colonial, aunque sólo se limitara a los confines de la propia sierra,
como se verá en las siguientes páginas.

41
Ibíd.
42
En comparación con otras; en las que se pudo desarrollar la mineria y los cultivos comerciales.

56
2.3 Los primeros encomenderos

Como se vio en las líneas anteriores, fueron los otomíes del antiguo señorío
Independiente de Tutotepec, quienes en fechas tempranas se rebelaron en contra de la
Corona española y el mismo Hernán Cortés tuvo que internarse en la sierra para aplacar
la situación, ahorcando al Señor natural que gobernaba el mencionado reino y dando
castigo ejemplar a un gran número de sus pobladores43. Sin embargo, esto no impidió que
éstos, décadas después, siguieran en contra de las políticas de reducción y congregación,
por lo que refugiaron a sus vecinos y parientes otomíes de Huayacocotla y Chicontepec
en 1594.44

A pesar de todo ello, en la región se fueron imponiendo los encomenderos


españoles, quienes más que administrar y usufructuar los tributos en especie, en trabajo o
en dinero para su simple manutención a cambio de propiciar la evangelización y el “buen
gobierno” entre los naturales, estos y otros españoles que llegaron después buscaron los
mecanismos legales para tener derechos sobre la propiedad de la tierras que codiciaban.
Lo que finalmente lograron con la obtención de las mercedes de los virreyes, las compras
hechas a los mismos naturales, o bien, por el pago de “Composiciones” a su Majestad,
el Rey de España, quien por estar en guerra, implementó este tipo de mecanismo que le
redituaba una cuarta parte del valor total de dicha “composición”, la cual, en realidad era
una legalización de la propiedad privada que se formaba por extensiones de territorio
obtenido por merced, compra y por tierras mal habidas; ya fuera por invasión o despojo,
lo cual, para este burocrático método, no importaba, siempre y cuando los españoles
interesados escribieran en sus peticiones que la tierra era “eriaza y baldía”, o que tenía
tantos años que la estaban trabajando. Dejando de lado todas las “contradicciones” que
pudieran hacer los naturales ante las autoridades, como se mostrará más adelante.

Es bajo esas circunstancias que en la región se establecieron varios


encomenderos, como se mencionó anteriormente. En Tulancingo se le otorgó encomienda
hacia 1526 a Francisco de Terrazas, a quien le correspondió la parcialidad de Tlatoca, y

43
Hernán Cortés, Cartas de relación…, Op. Cit., p. 177-178.
44
Archivo General de la Nación (AGN), indios, Vol. 6., 1° parte, exp. 801, f. 214r. , año 1594 “Para que Pedro de Portes,
con vara de justicia, vaya a Tutotepec y haga que el gobernador y demás tequitlatos hagan volver a Huayacocotla
y Chicontepec a los naturales que se hubiesen ido”.

57
a Francisco de Ávila (Dávila) la de Tlaixpa. Mientras que la encomienda de Atotonilco,
Huazcazaloya y Acatlán le fue dada a Pedro de Paz, la de Acaxochitlán la obtuvo Luis de
la Torre, y la de Tutotepec le fue otorgada a Alonso Giraldo, pero después se reasignó a
Tomás Muñoz (Maese Thomas), quien la heredó a su hijo Diego Rodríguez de Orozco.
Es en el caso de la encomienda de Tulancingo y de Tutotepec, en donde se puede
apreciar la codicia y los pleitos que se generaron entre los mismos españoles por
poseerlas, quienes habían participado en la conquista de varios lugares, y de
Tenochtitlan, y otros que llegaron un poco después, pero que finalmente eran parientes
o amigos cercanos de Hernán Cortés, quienes también codiciaban parte del repartimiento.
En Tulancingo, antes de que la encomienda se dividiera entre los Terrazas y los Dávila,
había sido asignada a Francisco de Vargas, a quien Hernán Cortés después se la quitó,
para reasignarla a estos últimos que se han mencionado. Lo que permitió que Francisco
de Vargas “se relacionara con el enemigo acérrimo del conquistador extremeño y
presidente de la Primera Audiencia novohispana, Beltrán Nuño de Guzmán, con el que
participó en las crueles conquistas del Pánuco y Colima, [...] Fruto de esta contribución,
Guzmán le asignó la encomienda de Tangitavo”45.
En el caso de la encomienda del antiguo Señorío Independiente de Tutotepec,
como bien lo cita Francisco Luis Jiménez de Abollado, existe un documento en el Archivo
General de Indias, en el que se muestra la pugna entre varios españoles por adquirirla.
Del mencionado documento sólo he podido consultar el catálogo que lo menciona, en el
que resalta la siguiente leyenda;
“1530-1533, Maestro Tomás, vecino de México, con Juan Tirado, Toribio Camargo y Alonso
Giraldo, de la misma vecindad, sobre derecho al pueblo de indios de Tututepec”46.

Proceso del que Jiménez Abollado, resalta que sólo después de “la desaparición y
muerte de Giraldo, abrió la posibilidad de Maese Manuel Thomas de posesionarse de una
de las encomiendas “más productivas” del centro de la Nueva España”47. Encomienda
que después heredaría su hijo Diego Rodríguez de Orozco, y este, a su vez, la pasaría
en tercera vida a su hija Doña María de Mendoza Orozco, quien la pasó en cuarta vida a

45
Francisco Luis Jiménez de Abollado, “La encomienda en el centro de México: las Jurisdicciones de Tula y Tulancingo”
en Francisco Luis Jiménez de Abollado (cord.), Aspiraciones señoriales: encomenderos y caciques indígenas al
norte del Valle de México, Siglo XVI, México, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, 2009, pp. 43-78, p. 62.
46
Archivo General de Indias, Justicia, 113, núm. 8, 2 piezas (fojas). “Autos entre Partes”; “1530-1533
Maestro Tomás, vecino de México, con Juan Tirado, Toribio Camargo y Alonso Giraldo, de la misma vecindad,
sobre derecho al pueblo de indios de Tututepec”.
47
Francisco Luis Jiménez de Abollado, “La encomienda en el centro de México….”, Op. Cit., p. 64.

58
su sobrina D. Antonia de Mendoza y Bustos, quien la recibió en 164348.
La cantidad de tributos que daban los naturales de Tutotepec a estos encomenderos, sin
lugar a dudas fueron cambiando conforme a las tasaciones que se establecían cada año.
Pero sólo para darnos una idea de lo que se le tributaba a Rodríguez de Orozco, a quien
en algunas ocasiones se le tenía que llevar hasta la ciudad de México49:

Quatro tributos cada año en cada tres meses catorze cargas de mantas de algodón que
cada carga tiene veinte mantas e cada manta tiene cuatro pies a demas le dan una
gallina de la tierra cada dia y este es el tributo que son obligados a pagar conforme a su
tasación [Sic.]50.

Debe mencionarse que fue el encomendero Diego Rodríguez de Orozco quien


obtuvo merced en 1544 para establecer una estancia de ganado mayor (vacas) en Apulco,
y fue también a quien se le acusó años después de haber participado en la conjura de
Martín Cortes51, por lo que se le desterró y se le obligó a que se fuera a España por
muchos años, ordenanzas que finalmente quebrantó para regresar a ver el estado de sus
haciendas52. Sin embrago, siguió conservando la encomienda de Tututotepec. Mientras
que su hija Doña María de Mendoza Orozco fue por más de 20 años Rectora del Colegio
de Nuestra Señora de la Caridad, en la Ciudad de México, por lo que sus haciendas las
mantenían bajo el cuidado de terceros, y finalmente se les tributaba en la Ciudad de
México o en Tulancingo.

Por un documento llamado Memoria del Pueblo de Tototepec53, firmado por Fray
Diego de Sagüesa, sabemos que éste tenía 28 estancias y que era “pueblo de otomis
todo el [sic.]” en encomienda de Diego Rodríguez de Orozco, con un conteo para ese

48
Archivo General de Indias, México, 243, Núm. 11, 20 fs., “Confirmación de la encomienda de Tototepec” y Archivo
General de la Nación, Reales Cédulas Duplicados, año 1643, Vol. 50, exp. 8, f. 10 v. “Confirmación de las
declaraciones que hicieron los virreyesde la nueva España en virtud de cédula real para que Doña Antonia de
Mendoza y Bustos gosase en cuarta vida por la suya los indios que tuvo en tercera su tía en la Nueva España”.
49
AGN, Indios, Vol. 6, exp. 45, f. 12 V., año de 1591, “Alcalde mayor de Tulancingo para que no consienta dar indios por
tamemes”.
50
Archivo General de Indias, Patronato General, 214, R 1, f. V, “Proceso contra Diego Rodríguez de Orozco: rebelión de
la Nueva España”.
51 Ibíd.
52 AGN, Real Hacienda, Vol. 1291, exp. 356, 155 fs., año de 1594. “Penas de estrados y gastos de justicia, Diego
Rodríguez de Orozco. Condenado por los alcaldes de la Corte por quebrantar el destierro que se le había
impuesto”
53 Memoria del Pueblo de Tototepec [Tutotepec, Hgo.], firmado por Fray Diego de Sagësa, S. F., en Francisco del Paso
y Troncoso, Papeles de Nueva España, Tomo V, Relaciones geográficas de la Diócesis de Tlaxcala, Manuscrito de la
Real Academia de la Historia de Madrid y del Archivo de Indias en Sevilla, Año de 1580-1582, Madrid, Est.
Tipográfico sucesores de Rivadeneyra, 1905, (Segunda Serie Geografía y Estadística), pp. 284-286.

59
entonces de 3600 personas, en que “an faltado algunos de 7 años a esta parte por los
tigres que se los comían”. Dichas 28 estancias, “dista una estancia de otra una legua y
legua y media y 2 leguas y tres, y la que más 4 leguas”. Véase a continuación el nombre
de cada una de las estancias y el número de tributarios que tenían, considerándose como
un tributario a un hombre con su mujer, más el resto de sus hijos, menores de 14 años.

El Pueblo de Tutotepec,(Hgo.) y sus comunidades antes de 1580-1582


Estancia o lugar Distancia de la cabecera Número de tributantes
Tototepec (cabecera) 600
Chiltepec 2 leguas 130
Temazca (Temazcalapa) 3 leguas 130
Matzatlan 3 leguas 22
Ayanalotonco 3 leguas 51
Quauhapan 3 leguas 47
Tochpantongo 3 leguas 84
(Champantongo)
Tlatenpan 3leguas 49
Tenango (de Doria) 4 leguas 389
Metzontla 4 leguas 60
Tzocozoquatlan 4 leguas 53
Tlazcayuca 6 leguas 240
Auacatlan 6 leguas 116
Chiapan 6 leguas 40
Tzaqualpan (Zacualpan) 6 leguas 20
Maquiloctlan 7 leguas 30
Quaspan 8 leguas 60
Tlachco (Tlaxco) 8 leguas 140
Tonalan 6 leguas 60
Yauyaualco 8 leguas 127
Texalpan 8 leguas 140
Alouactlan 8 leguas 60
Tlacotepec 9 leguas 30
Quauacalco 11 leguas 149
Achioquautlan 11 leguas 24
Palzoquitlan 11 leguas 20
Cuadro 4. Datos tomados de la Memoria del pueblo de Tototepec..., en Francisco del Paso y
Troncocoso, Papeles de Nueva España, t. V., Años de 1580-1582, pp. 284-286.

60
Como se puede apreciar en esta relación es difícil identificar cada uno de los pueblos
que conformaban el antiguo señorío de Tutotepec, porque no se menciona la advocación
cristiana a la que se les adjudicó a cada lugar. Sin embargo, es seguro que todos estos
pueblos, o por lo menos en su mayoría, corresponden a los que se mencionan en 1765-
1769, en el proceso de sedición del Mesías Diego, en la que se dice sólo tuvo seguidores
otomíes, mismos que corresponden al antiguo Señorío de Tutotepec, y que era para ese
entonces República de Indios. Véase el siguiente cuadro (núm. 5).

Siglo XVIII Actualmente Municipo


Acalman Pueblo de Acalman Municipio de Tlaxco (Puebla)
Atlalpan Pueblo de Atlalpan Municipio de Tlaxco (Puebla)
Cuaxtla Pueblo de Cuxtla Municipio de Tlaxco (Puebla)
(El) Pozo Ranchería de El Pozo
Municipio de Pantepec (Puebla)
Santiago Pueblo de Santiago Municipio de San Bartolo Tutotepec
(Hidalgo)
San Andrés Godoo Pueblo de San Andrés Municipio de San Bartolo Tutotepec
(Hidalgo)
San Antonio Pueblo de San Antonio Municipio de Huehuetla (Hidalgo)
San Bartolomé Pueblo de San Bartolo Municipio de San Bartolo Tutotepec
(Hidalgo)
San Clemente Pueblo de SanMunicipio de Huehuetla (Hidalgo)
Clemente
San Jerónimo Pueblo de SanMunicipio de San Bartolo Tutotepec
Jerónimo (Hidalgo)
San GregorioPueblo de SanMunicipio de Huehuetla (Hidalgo)
Xococapan Gregorio
San Mateo Pueblo de San Mateo Municipio de San Bartolo Tutotepec
(Hidalgo)
San Patricio ? ?
San Pedrito Pueblo de San Municipio de Agua Blanca de Iturbide
Pedrito (Hidalgo)
San Pedro Pueblo de San Pedro Municipio de Acaxochitlán (Hidalgo)
(Tlachichilco)?
Santa Ana Pueblo de Santa Ana Municipio de Tulancingo (Hidalgo)
Hueytlalpan Hueytlalpan
Santa María Pueblo de Santa Municipio de Tenango de Doria (Hidalgo)
María Temazcalapa
Santa Úrsula Pueblo de Santa Municipio de Huehuetla (Hidalgo)
Úrsula
Tlaxco (Tlachco) Pueblo de Tlaxco Municipio de Tlaxco (Puebla)
Tliltepec Pueblo de Tiltepec Municipio de Tlacuilotepec (Puebla)
Tzicatlán Ranchería de Zicatlán Municipio de Huehuetla (Hidalgo)
Cuadro 5. Tomado de Guy Stresser-Péan, El Sol-Dios y Cristo, OP. Cit. p. 109.

61
Debe aclararse que el número de estancias pertenecientes a Tutotepec fue cambiando a
lo largo de la historia. Por ejemplo, años después de haber llegado los españoles, y
seguramente, de que se escribiera la Memoria del pueblo de Tututotepec, en el que se
reconocen 28 estancias. En otro documento posterior, identificado como el Proceso de
Diego Rodriguez de Orozco, los naturales declararon ante las autoridades que el
encomendero Rodríguez de Orozco solo tenía este pueblo con diez y nueve estancias
que le tributaban.54
Por un documento de 1718 sabemos cuáles eran los límites de la cabecera de
Tutotepec, por el testimonio de los principales de aquella época, quienes ante el
cercamiento que provocaban las haciendas y la pérdida de gran parte de su territorio en
el altiplano. Agregado a todo ello, nos informa que Tenango ya se había independizado
administrativamente con unas comunidades que le reconocían como cabecera, por lo que
los principales de Tutotepec querían:

“saver las tierras que les tocan, y pertenecen y en que de inmemorial tiempo, sus
antepasados y ellos, se hallavan en quieta y pasifica possecion de todas las tierras que
vajo los linderos en el figurados: por la parte del oriente con tierras de los naturales de
la cavecera de Tenanco de la misma jurisdiccion de Tulanzingo, Río de por medio: por el
norte con tierras de los naturales del pueblo de San Benito Huehuetla, sujetto a la
misma cavecera de Tenanco, también Rio de por medio: por el Poniente con tierras de los
naturales de Tlachichilco y pueblo de Zaqualpa de la jurisdiccion de Chicontepeque, que a
uno y a otro pueblo dividen las tierras los Rios que hay de por medio: por el sur llegan
hasta una cruz que se halla adelante de una Cuevesilla de una peña que está en el camino
que ba de Tototepeque al pueblo de Tulancingo por cuyo viento lindan las tierras de mis
partes con las de la Hacienda nombrada Apulco”55

Inquietud para la que se mandó un Juez Comisario de Tulancingo, especialista en


asuntos de límites de tierras, composiciones, ventas e indultos, quién corroboró las
informaciones y cada uno de los linderos antes mencionados, mismo que dijo que la
cabecera de Tutotepec:
“se hallo estar poseyendo como diez sitios de estancia de ganado menor de buenas y
malas tierras, Montes, barrancas y peñascos, y peñas, y no ser comprendidos por las

54 AGI, “Procesos contra Diego rodríguez”, doc. Cit.


55 AGN, Tierras, Vol. 2935, exp. 70, 3 fs., años de 1717-1719, f. 1v. “Real Provision incitativa con incersion del
novissimo autto acordado para que con arreglamiento ael, y del Despacho que se cita se administre justicia a los
naturales de la cavecera de Tulanzingo y demas de su jurisdicion en razon de lo que se refiere”

62
seicientas varas que les tocan por cada viento, y por las demás en todo lo que
necesitaran los admitio a composición y les suplico, y dispenso las faltas y defectos de
titulos, por haber servido a su Magestad con la cantidad de Ciento y cincuenta pesos, en
que se apreciaron las demasias y para conservar la dicha antigua poseción”.56

En otro documento de 174457, en el que se hace referencia al amparo y


seguimiento de los límites de la cabecera de Tutotepec, se mencionan las haciendas y
ranchos que tenía cerca, del lado de Tulancingo, entre los que se puede destacar el
Rancho Buena Vista de cría de ganado mayor (vacas, caballos y mulas) y el Rancho
Acoculco (Acocul, Metepec) de cría de ganado mayor y menor (borregas y cabras), La
Hacienda de San Lorenzo (Rocaferro) igualmente de ganado mayor. En este documento
se menciona a los 9 pueblos (comunidades) que estaban sujetas administrativamente a
Tenango, y los 14 pueblos que aún quedaban bajo la administración de Tutotepec58, en
los que no había hacienda o rancho de por medio. Como se desglosa en el siguiente
cuadro (núm. 6).

56 Ibíd., fs. 1v- 2r.


57 AGN, Tierras, vol. 338, exp. 2. 14 fs., f. 4r. y 13 r. año 1716. “Relación de los pueblos, haciendas, ranchos, así como
de los poseedores de aguas y tierras en la jurisdicción de Tulancingo”.
58
El proceso de separación de algunas comunidades y pueblos como Tenango y Huehuetla de la antigua cabecera de
Tutotepec se puede ver en Diego Felipe Aparicio, La separación y división de los pueblos indios en la sierra de
Tutotepeque, Alcaldía Mayor de Tulancingo (1744-1800), Tesis de licenciatura en Historia y Sociedad
Contemporánea, Colegio de Humanidades y ciencias Sociales, Universidad Autónoma de la Ciudad de México,
2012.

63
Pueblos o comunidades sujetas a la cabecera Pueblos o comunidades sujetas a la cabecera
de Tutotepec (1744) de Tenango (1744)
1) San Pedro (Agua Blanca de Iturbide) 1) Santa Mónica
2) San Martín (Agua Blanca de Iturbide) 2) San Nicolás
3) San Cornelio (Agua Blanca de Iturbide) 3) San Pablo
4) Santa Cruz 4) Santa Úrsula
5) Santa Cruz 5) San Guillermo
6) San Juan 6) San Benito Huehuetla
7) San Lorenzo (Achiotepec) 7) San Antonio
8) San Ambrosio 8) Santa Ines
9) San Geronimo [sic.] 9) Santa María Temazcalapa
10) San Gregorio Xococapan Más una ranchería llamada Zicatlan [Zacatlan]
11) San Sebastián
12) Santa Catharina [sic.]
13) Santiago
14) San Bartholome [sic.]

Cuadro 6. Datos tomados de la “Relación de los pueblos, haciendas ..., AGN, Tierras, vol. 338,
exp. 2. 14 fs., f. 4r. y 13 r. año 1716.

2.4 Entre congregaciones y ambiciosos españoles

Después del establecimiento de las primeras encomiendas en la región, y de que éstas


les fueron otorgadas a unos cuantos españoles que se destacaron en la conquista, hubo
otros que entraron en competencia codiciando en primera instancia las fértiles tierras del
Valle de Tulancingo- Tulantepec- Acatlán, en donde se sabe que “existió un distrito de
riego prehispánico que siguió funcionando durante la Colonia y hasta nuestros días”59 y
también codiciaron las otras tierras que dan hacia Acaxochitlán, Santa Ana Hueytlalpan,
Metepec y Apulco, para pedir mercedes de caballerías de tierra y estancias de ganado
mayor y menor, por quienes para ese entonces no eran tan notables y pudientes, pero
que, como lo muestran los documentos de archivo, éstos últimos trataron de sacar su
mejor jugada de naipes o su mejor tirada de ajedrez para apoderarse de la mayor
extensión de tierra posible, esperando a que las circunstancias les fueran favorables.

El momento que anhelaban los ambiciosos españoles no se hizo esperar, pues se


empezó a generalizar la despoblación de todos los llanos cercanos a Tulancingo,

59 Jesús Ruvalcaba Mercado, Agricultura indígena en Cempoala, Tepeapulco y Tulancingo, siglo XVI, México,
Departamento del Distrito Federal, Unión de Ciudades Capitales Iberoamericanas, 1985., p. 15.

64
principalmente por los rumbos de Metepec, Acatlán y Atotonilco, muy pegados a la sierra
de Tutotepec y a la barranca que conduce a la Vega de Meztitlán, tal y como nos lo
confirma en esos años, el padre agustino fray Juan de Grijalva, quien menciona que
cuando llegó fray Alonso de Borja a la región, allá por el año de 1536:
Fue nueva conquista esta, porque aunque está en los llanos, y ya había sonado por lo
menos en sus contornos la voz del Evangelio, al pueblo de Atotonilco no había llegado, ni
á la sierra de Tututepec, hasta donde llego la voz de este varon Apóstólico, ni en la mayor
parte de los otomites, porque como la lengua era tan dificil, la gente tan ruda y tan
humilde, estando entre los pies, y a los ojos de todos se avian perdido de vista, y estaban
olvidados.60

Más adelante, fray Juan de Grijalva nos es más revelador, al mencionar como
todas estas llanadas estaban pobladas y de que Alonso de Borja:
Desde este pueblo [Atotonilco] corria este varon Apostolico por toda aquella provincia que
se estiende por la parte del norueste en unas grandisimas llanadas, las quales estavan
tan pobladas de gente, que con ser las casas de estos pobres unos buhios estrechos,
hechos de pencas de maguei [...] cubrian aquellas llanadas tanto que no parecian muchos
pueblos, sino una poblazon sola.61

Como se verá más adelante, en el apartado dedicado a la evangelización de la


región, los frailes agustinos, después de haber visto que estaban tan pobladas todas estas
llanadas, finalmente tuvieron que perseguir a los naturales que las dejaban despobladas
para nunca volver a regresar, con el fin de evitar la evangelización, replegándose a lo más
apartado de la sierra o la barranca.

La segunda causa por la que se despobló gran parte de la región fue por una serie
de epidemias, entre la que más estragos causó, fue la del Cocoliztli de 1543, en la que
Grijalva nos testifica que “de seis partes de indios murieron las cinco”, aparte de las otras
epidemias, como se pude leer a continuación:
...peste general, que como llamaron cocoliztli, de que (como deziamos) de seis partes
de indios murieron las cinco, y como la enfermedad era tan aguda, y tan pestilente, que
en una familia entera no quedaba una sola persona, que pudiese curar de los enfermos,
era necesario, que acudiesen a esto los pocos Españoles que avia. [y los pocos
frailes], ... Lo mesmo hizieron en un sarampion que uvo el año de 63. Y en otra
enfermedad del año de 64 aunque en estas dos no peligraba la vida. [...] El año 76
padecieron un pujamiento
60 Juan de Grijalva, Crónica de la orden de N. P. S. Agustín....., Op. Cit., p. 32.
61 Ibíd., p 34.

65
de sangre, de que murieron muchos; y en otro sarampion que padecieron el año de 95.62

Mermadas las pocas comunidades de otomíes y mexicanos que resistían en el


altiplano y las de los alrededores de Tulancingo, que no se habían replegado con sus
parientes de la sierra o de la barranca, por tener buenas casas y buenas sementeras.
Ahora, bajo estas circunstancias, algunos españoles ambiciosos, que vendrían a competir
con los antiguos por la posesión de las tierras, argumentarían que era necesario “reducir
y congregar” a los naturales para cubrirles las necesidades más básicas, como su buena
“evangelización”.63 Lo que traería toda una serie de complicaciones, y si bien no se
lograron estos primeros objetivos, cada día irían reduciendo y cercando estas pequeñas
comunidades del altiplano, al obtener y despojar a los naturales de grandes extensiones
de tierra. Proceso iniciado a finales de 1590, 1600-1606, y de éste hasta un poco antes de
1620, cuando ya se habían apoderado de gran parte de la región, obligando a que
muchos naturales se siguieran replegando a la sierra.

En la región, las opiniones eran diversas con respecto al tema de las


Congregaciones de Tulancingo (1600-1606). Por ejemplo, los encomenderos Francisco
de Terrazas y Hernando Dávila no estaban de acuerdo en que se movieran los pueblos
de sus sitios por sus intereses de tributos y repartimiento de los que ya eran beneficiarios.
Mientras que el guardián religioso fray Gaspar de Arri consideró que tampoco era
necesario mover a los naturales:
Porque todos están a son de campana de la cabecera de donde, con mucho cuidado serán
y son administrados y es de manera que casi todo es una congregación y que mudándolos
de donde están, los españoles se les entraran en sus tierras y haciendas y perderán
muchas tierras, árboles frutales y grana que cogen en nopales64

Pues aclara que ellos podían visitarlos hasta donde vivieran. Por otra parte, el
alcalde mayor de Tulancingo y encomenderos de Acaxochitlán, Luis de la Torre dijo lo
propio: “que no hay que congregar ningún pueblo, porque todo está justo y cercano a la
cabecera”.65 Mientras que otros cuatro vecinos españoles presentaron pareceres
diferentes, proponiendo uno u otra estancia para punto de congregación, claro, de
acuerdo con sus intereses. Finalmente se impuso la decisión del juez demarcador Alonso

62 Ibíd., p. 68.
63 Se debe tomar en cuenta de que las Congregaciones formaron parte de un proceso de toda la Nueva España.
64 “Visita al Pueblo de Tulancingo y sus sujetos, congregación común”, 1605, en AGN, Tierras, Vol. 183, exp. 2, f. 179
v.; Citado en Jesús Ruvalcava, Las congregaciones, p. 29.
65 Jesús Ruvalcaba Mercado, Las congregaciones…, Op. Cit., p. 27.

66
Pérez de Bocanegra, quien en primera instancia:
-atento a la información- dice que elige el pueblo de Santa María [Nativitas] de la parte de
Tlatoca para que en él se junten los pueblos de San Antonio, San Marcos, San Lorenzo y
Santiago de la dicha parcialidad, que tiene 609 tributarios y para la parte de Tlaixpa elige el
pueblo de [San Francisco] Xaltepec; al cual se le han de juntar los sujetos San Sebastían,
San Matheo, La Magdalena [Metepec], Santa Ana [Hueitlalpan], San Pedro, San Miguel
y la Asunción que tienen 571 tributario; hoja 14.66

Ante esta determinación, las contradicciones no se hicieron esperar por parte de


los naturales de los pueblos de Santiago, San Lorenzo, San Pedro, Santa Ana, San
Matheo, San Marcos, La Magdalena, San Sebastían y la Asunción, quienes por lo
general argumentaron tener:
asiento bueno y buenas casas e iglesia, muchas tierras fértiles y agua en abuandancia [...]
cercanos de la cabecera donde, a sonido de campana, acuden a misa y en su pueblo hay
mucho aprovechamiento y cosecha de trigo, maíz, lentejas, habas, alverjones y otras
cosas, por lo que no sería justo que se les mudara a un lugar que carezcan de esto.67

Como es evidente, para ese entonces los naturales y principales de la región tenían
plantados en sus huertos nogales, magueyales y gran cantidad de nopales de grana,
además de que pastaban algunos ganados menores, lo que ya les dejaba muy buenas
ganancias al año. Por lo que lógicamente, no iban a aceptar ser removidos de sus
puestos, pues además, debe aclararse que otra de las causas de la contradicción que
presentaron todos estos pueblos, fue porque se les quiso mover hasta San Francisco
Xaltepec, con cuyos habitantes tenían antiguas diferencias, entre parcialidades. Y
además, consideraron que no era el lugar más indicado, porque este mencionado pueblo,
si bien tenía tierras de riego, dependía del agua nacida en el Rincón de San Dionisio, del
que también gozaban los de Acatlán68, con quienes también los propios de Xaltepec
tenían problemas.
Este tipo de dificultades y contradicciones, hicieron que Alonso de Bocanegra
hiciera una segunda propuesta en 1601, en la que planteó reunir a los naturales de
Tulancingo en tres congregaciones, dejar en San Francisco Xaltepec, a San Sebastían y
San Matheo con 308 tributarios; congregar en Santa María Nativitas a San Antonio, San
Marcos, San Lorenzo y Santiago con 609 tributarios. Decidió dejar en su lugar a Santa

66 Ibíd., p. 24.
67 Ibíd. p. 24-26.
68 Ibíd., p. 32 y 34; Véase también en Jesús Ruvalcaba, Agricultura india….,Op. Cit., p. 132.

67
Ana Huitlalpan [sic.], en donde se planeó congregar a San Pedro, la Magdalena, San
Miguel y la Asunción, con 300 vecinos tributarios69, originarios de las dos parcialidades de
Tulancingo; Tlaixpa y Tlatoca, a lo que comentaron el Licenciado Alonso Villasana y
Francisco de Terrazas: “y aunque sus patrimonios son hereditarios poseen los puestos de
sus estancias, tierras y frutos de ellas y servicio personal, hay siempre grandes
diferencias y bandos; juntos todos, como se pretende, la enemistad creecera [sic.] ”.

Es así como los pueblos de San Pedro, la Magdalena , San Miguel y la Asunción
aceptaron, por estrategia, cambiar sus asientos a Santa Ana Hueitlalpan en 1603, para lo
que comenzaron los preparativos, con el levantamiento de padrones de cada uno de los
pueblos, barrios y cantidad de tributarios, con la finalidad de asignarles un solar en dicho
pueblo. Para lo que Joan de Galarza, teniente juez congregador de Tulancingo, eligió el
20 de agosto de 1603 a Ximon de Medina, principal y natural otomí de Santa Ana, a
quien se le dio vara de la real de justicia para que hiciera se llevase a cabo las labores
de congregación, bajo la condición de que estaba subalternado “del orden y mandato de
don Manuel Hernández, gobernador del dicho pueblo y cabecera de Tulancingo”.70 Las
autoridades españolas le ordenaron a Ximon de Medina que castigara “ejemplar y
corporalmente” a todas aquellas personas que se resistieran a la reducción, volviéndose
a sus antiguos asientos, o huyéndose, a quienes los debía hacer traer y obligar a que
continuaran con la elaboración de sus nuevas casas.

En realidad este tipo de amenazas no surtieron mucho efecto, pues después de


pasados más de dos años, aún no se podían concluir la construcción de las casas, pues
siempre había un determinado número de tributarios que no se presentaban al
repartimiento, y preferían esconderse, como muestra de que no estaban de acuerdo con
ese tipo de políticas. Para sorpresa de los vecinos españoles, que estaban muy
interesados en las reducciones de los pueblos de la región y de los congregadores, los
naturales de la Magdalena Metepec presentaron una ordenanza que habían obtenido el 2
de agosto de 1605, del propio Virrey Juan de Mendoza, en la que se les concedía; “a los
dichos naturales del dicho pueblo de la Magdalena Metepec se queden en su puesto”.71
Quienes por este medio se libraron de ser reducidos, pero tuvieron que dejar las maderas
y materiales que habían llevado a Santa Ana, para las casas que les habían obligado a
construir, ahora en beneficio de los otros.

69 Jesús Ruvalcaba Mercado, Congregaciones…., Op. Cit., p. 32-33.


70 Ibíd., pp. 71-74.
71 Ibíd., p. 123.

68
Después de este ejemplar suceso de resistencia, se tiene otro más en el caso de la
Congregación de Santa Ana. Los naturales de Santa María Asunción también
demoraron la conclusión de sus nuevas casas con la esperanza de salvarse de
las leyes de reducción. Después de frecuentes ausencias, fueron mandados a traer
presos por el alcalde de Tulancingo, Andrés de Tapia. Pero llegando al mencionado
pueblo el 14 de enero de 1606, el escribano y juez ejecutor simplemente se encontraron
con 4 individuos, mismos que asistían con regularidad al repartimiento de las
congregaciones en Santa Ana, por lo que no los pudieron apresar. Pero dieron noticias
de que el resto “eran idos todos había más de quince días a la Ciudad de México
ante su excelencia el virrey de esta Nueva España a pedir y procurar no sean
congregados en este dicho pueblo, ni levantados del suyo”.72 Casi un mes después,
los de Santa María Asunción obtendrían un libramiento por tiempo indefinido, expedido
por el mismo Virrey. Además de que muy pronto vendría la supresión de la política de
congregaciones.
Mientras, los pueblos de San Miguel y San Pedro, corrieron con una suerte
diferente; finalmente fueron congregados en Santa Ana Hueytlalpan a principios de
1606 (14 de enero), por lo que fueron obligados, amenazados y despojados por
orden del alcalde mayor de Tulancingo, Andrés de Tapia, quien ordenó “traerles, así
mismo, todo su hato, maices y legumbre entera y cumplidamente derribando y
arruinando las dichas casas: asimismo, se traigan todos y cualesquier bienes que
en la iglesia del dicho pueblo hubiere”73 , todo esto bajo la amenaza de que si oponían
resistencia o se huían; “So pena que serán castigados con prisión, pena corporal y
destierro y lo que más convenga”.74 Después de esto, se mandó que se tapiaran las
ventanas y puertas de las iglesias, y que se bardeara el cementerio de estos dos
pueblos, y por supuesto, se mantuvo mucho cuidado en que los recién congregados
no se huyeran de Santa Ana Hueytlalpan.
Como bien se puede apreciar en las líneas anteriores, las congregaciones de
Tulancingo ni a medias se lograron, pues la resistencia de los naturales otomíes y
nahuas de la región se hicieron patentes, y como lo resume Ruvalcaba: “En Tulancingo,
donde se pretendió juntar en tres pueblos los trece existentes, quedaron ocho, Santa
María Metepec, Santa María Asunción, Santiago Tulantepec, San Antonio y San
Francisco Xaltepec, en los que se redujeron los pueblos de San Sebastían y San Matheo;
Santa María Nativitas. Quedaron además los de San Marcos, San Lorenzo y Santa Ana,

72 Ibíd., p. 129-130.
73 Ibíd., p. 130-131.
74 Ibíd., p. 132-134.

69
donde se juntaron San Miguel y San Pedro”.75

Sin embargo, como era de esperarse, existieron otros mecanismos por los que los
españoles ambiciosos de la región lograron cercar y reducir a estos pueblos hasta lo más
mínimo de sus extensiones, como nos lo muestran los diversos mapas antiguos, las
solicitudes de mercedes de caballerías de tierra, de sitios de ganado mayor y menor, y
porque no decirlo de las “composiciones”.

Mientras que, más hacía el interior de la sierra se llevaron a cabo otro tipo de
congregaciones, en las que no se codiciaron tanto las tierras, pues como lo había dicho,
décadas atrás, el mismo Hernán Cortes, eran “tierras pobres”; eran de difícil acceso, no
se podía extender la ganadería a gran escala y no tenía minerales. Pero eran bastante
productivas, en las cuestiones del maíz, el algodón y otros tantos productos, de los que
había más de una cosecha al año. Es de esta manera que por estos rumbos, y
particularmente en Huayacocotla, las congregaciones se llevaron a cabo principalmente
para separar a cada uno de los grupos étnicos, que también, al igual que en Tulancingo
(otomíes y nahuas), vivían mezclados; tepehuas, totonacos, otomíes y nahuas, por lo que
las autoridades españolas y frailes consideraron necesario, el evangelizarlos en su
propia lengua, por lo que se ordenó reunir a los nahuas en Zontecomatlán , los Tepehuas
en Pataloyan y a los otomíes en Texcatepec.76 Mientras que en Tlachihichilco se
congregaron varias comunidades entre 1603 -1606, sin importar que fueran nahuas,
tepehuas u otomíes.
Estas congregaciones también generaron serios problemas entre los otomíes,
quienes de inmediato se opusieron y huyeron a lo más apartado de la sierra, y
principalmente se refugiaron con sus parientes del antiguo Señorío Independiente de
Tutotepec, quienes para ese entonces ya habían alcanzado el título de “República de
Indios”, dependiente de la Alcaldía Mayor de Tulancingo.77
Un claro ejemplo del rechazo a las políticas de congregación, las altas tasas
tributarias, los abusos y los tratos despóticos de los españoles hacia los naturales,
sucedió en 1594, cuando los naturales de Huayacocotla cambiaron temporalmente su
asentamiento a la comunidad de Atixtaca.78

75 Ibíd., p.180.
76
“Para que los indios de Huayacocotla se congreguen en tres pueblos: los otomíes en Tezcaltepec, los mexicanos en
Zontecomatlan y los tepehuas en Pataloyan, para su asiento y población”, año de 1591, AGN, Indios, exp. 75, 1ra
parte, f. 18 r; exp. 729, año de 1592; y exp. 75, foja 173 v., año de 1592.
77
Véase: Baltazar Hernández Vargas, La reestructuración de los pueblos indios en la provincia de Huayacocotla: El caso
de San Agustín Tlachichilco, Ver. 1590- 1650, Tesis de licenciatura en Etnohistoria, Escuela Nacional de
Antropología e Historia, 2001.
78
“El sitio de Atliztaca donde se pobló la cabecera, es tierra fértil”, año de 1594, AGN, Tierras, vol. 2772, exp. 8, f. 3 v.,

70
2.5 Las mercedes y los repartimientos

Como se mencionó en las paginas anteriores, durante y después de los intentos de


congregación, varios de los vecinos españoles de la región entraron en competencia con
los antiguos encomenderos al codiciar determinadas extensiones de tierra que no
tardaron en pedir a los virreyes de la Nueva España, por medio de las mercedes de
caballerías de tierra para labrar y estancias de ganado mayor y menor. Mientras que en
otras ocasiones estos dichos vecinos españoles buscaron la manera de comprarle
directamente la tierra, a algunos de los principales indígenas79, claro, muchas de las
veces sin importar el descontento del resto de la comunidad y de los propios
encomenderos, como lo muestra un mapa de 1589, en el que Pedro Ascencio de Linares
“solicita en merced cuatro caballerías de tierra y una estancia de ganado menor en
términos del pueblos de Tulancingo. [En donde] Los naturales de este pueblo y Francisco
de Terrazas presentaron contradicción”.80 Como se puede apreciar (Fig. 4), en este mapa
se muestran las tierras de las que se hace solicitud; aparecen los pueblos de Tulancingo,
Santa María, San Antonio y San Lorenzo, además contiene algunas anotaciones, que
especifican el Camino Real de Guauchinango a México, las diferentes distancias en
leguas que hay entre determinado pueblo y la estancia que se pide, en donde se lee “esta
es la tierra en que se piden cuatro Caballerias de tierra y es eriaza y baldia”.

Véase una explicación más amplia en Baltazar Hernández, La reestructuración de los pueblos indios…,Op. Cit., p.
34-36.
79 Un ejemplo tardío lo tenemos en Tutotepec, del que después no sabemos que haya pasado con esta propiedad,
pues el territorio de ésta cabecera sigue apareciendo en los documentos como; “sin hacienda o rancho de por
medio”. Pero el documento referido es el que sigue; AGN, Tierras, Vol. 1726, exp. 2, 10 fs., año de 1656. “Licencia
a los naturales del pueblo de Tutotepec, para otorgar escritura de venta de tierras pertenecientes a su comunidad,
a favor de María de Zepeda”.
80 Mapa de Tulantzinco, Hgo. (1589). AGN, Tierras, vol. 2723, exp. 3, f. 49. [Número de pieza: 1857 Clasificación:
978/0493].

71
Figura 4. Mapa en el que se muestran las cuatro caballerías de tierra y una estancia de ganado
menor que solicitaba Pedro Asencio de Linares, asunto del que los naturales de Tulancingo
y el encomendero Francisco de Terrazas presentan contradicción. AGN, Tierras, año de 1589,
vol. 2723, exp. 3, f. 49. [Número de pieza: 1857 Clasificación: 978/0493].

72
El argumento de que las tierras que se pedían en merced por “eriazas y baldías”
nulificaba cualquier intento de contradicción de los propios naturales, pues además se
daba a entender que desde hacía mucho tiempo estaban despobladas y que no se
cultivaban.
Es de esta manera que Andrés de Arellano, gobernador y natural de Pahuatlán,
pidió en 1585 dos caballerías de tierra para uso personal, entre los términos de Santa
María Magdalena [Metepec, Hgo.], Acaxochitlán, San Francisco Ahuazhuatepec
[Ahuazotepec, Pue.], Cautepec [de Hinojosa, Hgo.], San Andrés Aylla [Ahíla] y San
Miguel Tetliztacan [Pueb.], de las que argumenta “están lejos de las casas de los
naturales”, con la intención de apropiarse de las mejores tierras de agua, como la laguna
Apapaztla, muy cercana a Santiago Tepepan y varios ojos de agua. En donde como lo
hemos mencionado en las páginas anteriores, existían varias comunidades otomíes
(véase cuadro de Acaxochitlán, núm. 1), pero en el mapa (Fig. 5), en diversos puntos se
pone que son “montes y sierras baldías”81 .

81
Véase: AGN, Tierras, Vol. 2776, exp. 13, 10 fs., año de 1585, “Autos y diligencias que sigue Don Andrés de arrellano,
gobernador del pueblo de Pahuatlán, quien solicita dos caballerías de tierra de labor en los lagos y términos del
pueblo de Cuautepec”; Mercedes, vol. 12, fs. 129, año de 1585, “una estancia personal que recibe Andrés de
Arellano”; Mercedes, vol. 12, fs. 124. V., año de 1585, “Dos caballerías persona[les] que recibe Andrés de
Arellano”.

73
Figura 5. Mapa en el que se muestra las dos caballerías de tierra que pidió para uso personal
el gobernador principal y natural de Pahuatlán, Andrés de Arellano, quien además,
argumenta que los montes y las sierras estaban baldías entre los pueblos de Santa María
Magdalena Metepec, San Francisco Ahuazotepec, San Miguel Tetliztacan y San Francisco Ahíla,
AGN, Tierras, Vol. 2276, exp. 13, f. 4 [Número de pieza: 2124 Clasificación: 978/0763].

74
Otro interesante documento nos sirve para demostrar cómo se constriñeron a la más
mínima extensión de tierra los pueblos de los naturales de la región, y cómo se obligó a
que los otomíes se replegaran a lo más abrupto de la sierra. Se trata de un mapa de
Tulancingo, realizado en 1617.82 El dicho mapa se acompaña de una nota de petición de
merced y tiene acotada otra, en la que se hace específico el otorgamiento a Diego de
Peredo Suarez. En dicha leyenda se detalla:
Las caballerías corren a su linde y el otro sitio es en terreno del pueblo de SANTA MARIA
MAGDALENA METEPEC, como media legua de él y de las sementeras de los indios
entre dos cerros, el uno el del dicho pueblo y el otro el de APULCO, en un llano y
siendo Vuestra Excelencia servido podrá mandar hacerse al suso dicho la dicha
merced porque de ella no viene daño ni perjuicio a persona alguna y a justa y común
estimación valdrá cada uno de los dichos sitios cincuenta pesos de oro común y cada
caballería de tierra veinticinco pesos del dicho oro, poco más o menos y quedarán valdios,
los cuales por agora no se pueden bien saber ni su cantidad como todo ello más
largamente consta y paresce por las dichas informaciones, autos y diligencias fechas a
que me refiero y este es mi parecer y asi lo juro a Dios y a la Cruz, según forma de
derecho que es fecho en el dicho pueblo de Tulancingo en 8 días del mes de agosto
de 1615 años. Pedro de Ontiveros. [Luego sigue] En el pueblo de Tulancingo en 16
días del mes de enero de 1617 años. Rubricas.” En otra segunda leyenda, más abajo de
la anterior, dice: “Siendo Vuestra Excelencia servido, se puede hacer Merced a Diego de
Peredo Suarez de los cuatro sitios de estancia de ganado menor y seis caballería de tierra
que ha pedido en tierras del pueblo de Tulancingo atento a que no consta por
estas diligencias de perjuicio alguno ni contra derecho de indios ni dicho trelado. Fecho
en México a 20 de abril de 1617 años”
Como se puede apreciar en el mapa (Fig. 6), y por lo que las pequeñas notas
aclaran, se indica el pueblo de Tulancingo, la localización de “las cuatro caballerías de
tierra en terrenos de Tulancingo” que se piden, el sitio de ganado menor en terrenos del
pueblo de Metepec y el cerrillo de Sultepec, en donde se pide “el dicho sitio y doce
caballerías de tierra en terrenos del pueblo de Santa Ana”.

82 Mapa: Tulancingo, Hgo. (1617). AGN, Tierras, vol. 2576, exp. 2, cuad. 5, f. 20. [Número de pieza: 1503 Clasificación:
978 /0137].

75
Figura 6. Mapa: Tulancingo, Hgo. (1617). Muestra la ubicación del pueblo de Tulancingo, su río que
tiene el mismo nombre, cerro de Sacatepec, tierras de Napateco, el Acocul, Metepec Santa Ana
Hueytlalpan y Apulco. AGN, Tierras, vol. 2576, exp. 2, cuad. 5, f. 20. [Número de pieza: 1503
Clasificación: 978/0137].

Debe aclarase que Diego de Peredo Suarez era uno de los grandes ganaderos y
agricultores de la época, quien se enseñoreaba desde Tepeapulco, Apan, hasta
Tulancingo, Acaxochitlán y Zacatlán “con ganados cuyos recorridos cubrían unas veinte
leguas a la redonda, con perjuicios para españoles e indios por igual”.83 Obtuvo el
Mayorazgo con las tierras que adquirió por meced o compra entre 1573- 1608, con
aproximadamente 58 000 ha. En el siguiente cuadro se muestra como poco a poco,
Peredo Suarez fue invadiendo la región con su ganadería intensiva, que incluía en
términos generales, caballos, asnos, mulas, ganado vacuno, cabras, ovejas y cerdos, y
hablando en términos específicos, tenía sitios especializados en los que se podían
encontrar “yeguas mansas de silla”, “yeguas terreras de vientre” y “mulas para tiro”.
Además de que contaba con muchas caballerías de labranza.

83 Jesús Ruvalcaba Mercado, Agricultura indígena…., Op. Cit., p. 203.

76
Para mostrar el acaparamiento de las tierras de la otra parte de la región, del lado que
corre desde Apulco hasta Huayacocotla, Meztitlán y Atotonilco, que se quedaron casi sin
pueblo de por medio, se tienen dos planos de finales del siglo XIX, los cuales fueron
elaborados a partir de otros más antiguos; en los que se muestra como la hacienda de
Apulco formó parte de la Composición de la hacienda de San Pedro Sultepec y anexas,
en los que se indican cada una de las mercedes y compras de tierras que la conforman
desde los años 1601, 1614, etc. En el primer plano aparecen de manera marginal varias
comunidades y pueblos, como Tutotepec, Zacualpan, Tlachichilco, Vinazco, y Atecoxco.
También se puede apreciar a San Pedro Sultepec y el río de Santiago Amaxac. Y por
supuesto, los diversos caminos por los que se podía ir de un punto a otro.
En el segundo plano se puede apreciar cómo los naturales de la región, antes y
después de 1888, recuperaron parte del territorio que les correspondía desde tiempos
inmemoriales, entre los que se pueden mencionar, a los otomíes y naturales de
Huayacocotla, Tutotepec e Iturbide (San Pedro, Agua Blanca) y los de Zacualpan.
Recuérdese que gran parte de estos mapas representan la región de estudio, quedando
entre ellos el sitio de pintura rupestre de la Cueva Pintada (Calabazas), -y sitios
aledaños-, que se analiza en el capítulo 3. Sitio que quedó abandonado por más de 400
años como se puede testificar con el análisis de los diversos mapas.
Estos documentos también son la muestra fehaciente de cómo la región se quedó
despoblada por varios siglos, bueno solamente poblada por unos cuantos peones y
administradores de las haciendas, con miles de vacas, cientos de borregos, cabras y
muchos animales de carga y de montar.

77
En páginas siguientes:

79) Plano de los terrenos de San Pedro Sultepec, [Las Vaquerías], (1784). En el que se muestran los
siguientes asentamientos humanos: San Pedro Guayacocotla, Tlalcruz, Arroyo Hondo, San Nicolás
Tuzanapa, Atecoxco, La Vaquería, Buena Vista (La luz), Piximulco, Vivorillas, Santiago Amaxac, San
Jocesito, Tlachichilquillo y Tutotepec. Vías de Comunicación: Caminos para Guayacocotla, de San
Nicolás para Zacualtipan, San Nicolás a las Vaquerías, de las Vaquerías a Buenavista, a la sierra,
camino real de Apulco, y Tulancingo. Relieve: cerros de las Ollas, de Almoloya, de Chiapantongo y
cumbres. Hidrografía: Arroyo Hondo, de Tejocotes y Amajac, ríos de Santiago Amaxac y Chiflón. Uso
de suelo: Potreros de San José, labor de Vinasco y Potrero de Monrroy. Menciona: la merced
otorgada por el Conde de Monterrey a Gaspar Velarde en 1601; la merced otorgada a Diego
Caballero, para Catalina de Navarrete y Muntufar en 1606 por el Marques de Montes Claros; la
merced otorgada a Diego Osorio Carrillo en 1614 por el Marqués de Guadalcazar y la merced
otorgada a Martín Luzón y Ahumada en 1709. Plano levantado por el Ing. Fernando Rodríguez, con
los datos de los planos respectivos y con los datos levantados por los ingenieros José Serrano y David
M. Uribe, 1918. Archivo General Agrario (AGA), 23/05136. Local, Legajo 1, f. 327.

80) Plano que representa las tierras de San Pedro Sultepec [Las Vaquerías] cedidas por D. Julian F.
Herrera a la comunidad de Huayacocotla en 1888. En este documento se muestra la gran extensión
territorial que los naturales de San Josesito, Vinasco, Vivorillas, Donangú, Zacualpan y San Pedrito
de Iturbide (Agua Blanca), recuperan ante las haciendas de Vaquerías, Santiago, Apulco y la Luz.
Aparecen los límites de los estados de Hidalgo y Veracruz, Arroyo Seco o de los Potrerillos, río de
Santiago, etc. Archivo General Agrario (AGA), 53/05136, Local, Legajo 1, f. 347.

78
79
80
2.6 La evangelización

En las páginas anteriores se ha mostrado cómo la codicia llevó a los españoles a


acaparar grandes extensiones de tierra, aprovechándose de las circunstancias, como el
gran despoblamiento de la región y la vulnerabilidad de las pocas familias o individuos
sobrevivientes que no habían huido a lo más abrupto de la sierra y permanecían al
cuidado de sus parcelas, a quienes se les quiso reducir en unas cuantas comunidades en
contra de su voluntad y obligarles a que abandonasen todo, juntándolos con algunos
vecinos con quienes no mantenían buenas relaciones. Mientras que en el caso de los
conquistadores espirituales parece ser diferente, pués como lo mencionó en esa época
el fraile guardian de Tulancingo, ante los primeros intentos de congregar la región, quien
fue del parecer de que no era necesario mover a los naturales de sus puestos “porque
todos estaban a son de campana”. En lo que se puede apreciar, la entrega y dedicación
que se les tenía a los naturales, sin importar que se tuviese que ir a administrar los
sacramentos de la religión a unas cuantas personas en las comunidades más apartadas.
Tal y como sucedió con los frailes agustinos, quienes se dedicaron a evangelizar gran
parte de los naturales del lado de Acatlán, Huascazaloya, Atotonilco, la barranca y vega
de Meztitlán, Huayacocotla y la sierra de Tutotepec (la Sierra Alta y Baja), sin escatimar
sacrificios, bajando y subiendo esas fragosas tierras, en buenos y malos tiempos para
lograr convertir espiritualmente a unas cuantas almas, y en muchos de los casos
caminaron en balde, pero no por ello desistieron, como se verá más adelante.

En los primeros años, después de la conquista y la llegada de los primeros


españoles en la región, se establecieron también dos órdenes religiosas, la de los
franciscanos y la de los agustinos. Los franciscanos fueron los primeros en establecerse
en Tulancingo, provenientes de la casa prioral de Texcoco, quienes, en 1527
construyeron primero una pequeña ermita en el barrio de “Zapotlán”, y después iniciaron
la construcción del convento dedicado a San Juan Bautista que tuvo por primer guardián
a fray Juan de Padilla, quien según Mendieta, afirmó que en esta comarca;” Todos los
indios sin alguna resistencia habían recebido la fe [Sic.]”84 . Afirmación que se puede
aplicar quizás, de mejor manera entre los de lengua mexicana, pues como se mencionó

84 Gerónimo de Mendieta, Fray. Historia Eclesiástica indiana, obra publicada por Joaquín García Izcabalceta, México,
Antigua Libreria Portal de Agustinos, 1870, pp. 742.

81
anteriormente, uno de los primeros en convertirse y bautizarse, fue Bernardino
Chanpotzin, cacique principal de la línea de los Alexandrino y de la parcialidad de Tlatoca.
Mientras, muchos de los otomíes, que no huyeron a la sierra con sus parientes, porque
tenían pertenencias que cuidar, fueron bautizados, al igual que los mexicanos, y se les
asignó un nombre que acompañó al antiguo que tenían, como se puede corroborar en los
padrones que se levantaron para formar la congregación de Santa Ana Hueytlalpan, en
donde aparecen los nombres de todos los tributarios con sus esposas, quienes
pertenecían a los diferentes barrios y lugares, como Metepec, San Miguel y San Pedro.
Sin embargo, solamente fueron convertidos de manera nominal, pues los frailes
franciscanos no hablaban el otomí y parece por los documentos encontrados después,
que éstos jamás tuvieron la intención de hacerlo.
Tal y como nos lo confirma La Descripción del pueblo de Tolantzinco (Tulancingo)85,
en donde se menciona que en el convento había cuatro religiosos, “los tres sacerdotes;
todos lenguas mexicanas y el otro lego”, lo que quiere decir que no había quien impartiera
la doctrina en otomí. A continuación se entresaca un cuadro de las trece visitas del
convento de Tulancingo, en las que había un total de 5581 (VCCCCCLXXXI) vecinos,
para mostrar la extensión que cubría y las distancias que separaban a cada comunidad de
la cabecera.

85 Descripción del pueblo de Tulantzinco [Tulancingo, Hgo.], en Francisco del Paso y Troncoso, Papeles de la Nueva
España, Tomo III, Descripción del Arzobispado de México, sacada de las memorias originales hechas por los
doctrineros o capellanes y compiladas por Fr. Bartolomé de Ledesma, O. S. D., administrador del mismo
arzobispado [1569]” Manuscrito del Archivo de Indias en Sevilla, Año 1571, Madrid, Est. Tipográfico sucesores de
Rivadeneyra, 1905, (Segunda Serie Geografía y Estadística), pp. 88-89.

82
El pueblo de Tulancingo y sus comunidades antes de 1569
Nombre del lugar Distancia de la cabecera Número de Vecinos
San Joan Tulancingo 2 463 (IICCCCLXIII)
1) Sant Francisco (Jaltepec) Media legua 467 (CCCCLXVII)
2) Sant Sebastian 4 leguas 186 (CLXXXVI)
3) Sant Matheo (Zacatepec) Tres cuartos de legua 375 (CCCLXXV)
4) Santa Maria Madalena (Metepec) 2 leguas 454 (CCCCLIIII)
5) Santa Ana (Hueytlalpan) Legua y media 291 (CCXCI)
6) Sant Pedro (Amaxac/ Tlachichilco) 1 legua 173 (CLXXIII)
7) Santa Clara (Apulco) 3 leguas 31 (XXXI)
8) Santiago (Tulantepec) Media legua 400 (CCCC)
9) Sant Anton (San Antonio 1 legua 237 (CCXXXVII)
Cuautepec)
10) Sant Lorenso (San Lorenzo 2 leguas 245 (CCXLV)
Sayula)
11) Sant Marcos 3 leguas 63 (LXIII)
12) La Natividad de Nuestra Señora 1 legua 253 (CCLIII)
(Santa María Nativitas)
13) La Asumpsion de Nuestra 2 leguas 43 (XLIII)
Señora (Santa María Asunción)
Cuadro 7. Datos tomados de la Descripción del pueblo de Tulantzinco ..., en Francisco del
Paso y Troncocoso, Papeles de Nueva España, t. III., Descripción del arzobispado de México,
Año de 1571, pp. 88-89.

Como es evidente, esta relación es anterior a la congregación que sufrieron los


pueblos de San Sebastián y San Mateo en Xaltepec. Mientras que por otra parte,
aparece Santa Clara de Apulco con escasos 31 vecinos, número, que por las otras
relaciones de la región y documentos citados, se infiere que incluye hombres, mujeres y
niños, en otras palabras a la población entera. La cual, ya sea por las epidemias, o
porque se vio replegada a la sierra gran parte de sus integrantes, en este punto apenas y
tenía presencia, ante la creciente extensión de tierras que estaban en manos del
encomendero Diego Rodríguez de Orozco. Lo que muestra una vez más el
despoblamiento de los llanos.
Como se puede inferir en La Descripción de Tulantzinco, los otomíes de las visitas
de los alrededores de este pueblo se quedaron de cierta manera marginados
espiritualmente, o por lo menos, se puede decir que pudieron tomar un cristianismo más

83
libre y más acorde con su cosmovisión mesoamericana, cosa que no les habrá
disgustado, pues podrían seguir guardando las apariencias y la discreción en sus asuntos
de creencias. Tal vez, eso explica porque aún hoy en día se encuentran muchas
reminiscencias de ese viejo pasado en Santa Ana Hueytlalpan y San Pedro Tlachichilco,
como se verá en el último capítulo de este trabajo.

Casi diez años después de la llegada de los frailes franciscanos a Tulancingo, que
predicaban solamente en mexicano (nahuátl), en 1536 llegaron a la región varios frailes
agustinos, quienes se dedicaron a evangelizar en su propia lengua a los otomíes que
habían huido de los llanos y se habían replegado a lo más abrupto de la sierra y la
barranca, abarcando una extensa región que colindaba con las visitas de la otra orden,
pues se establecieron desde Acatlán, Atotonilco, Meztitlán, Huayacocotla, Guauchinango
y Tutotepec.

En esta gran empresa se destacaron desde los primeros años, fray Juan de Sevilla
y fray Antonio de Roa, quienes persiguieron a los naturales que se habían huido de los
llanos, por los lados que corren desde Atotonilco, por las barrancas de Meztitlán hasta
un poco más allá de Molango, de quienes fray Juan de Grijalva nos los muestra de
manera muy idealizada e idílica en su Crónica, sin embargo, hemos decidido extraer
varios fragmentos de forma literal para que nuestros lectores que no estan avesados en
el oficio de historiar tengan la oportunidad de leer este tipo de descripciones, que tratan
sobre nuestra región de estudio y su proceso de evangelización. Es así que Grijalva
nos menciona:

“Aqui pues entraron el padre F. Juan de Sevilla y el bendito P. Antonio de Roa, corriendo
por estas cierras como si fueran espiritus. Unas vezes subian a las cumbres como si los
llevara el carro de Elias y otras baxavan a las cavernas, en que tenian gran dificultad que
para baxar se atavan unas maromas por debajo de los de los bracos, quedandose
arriba algunos indios, que trayan de paz, para guindarlos hasta llegar a lo mas obscuro, y
mas desviado del camino”86

Pero como lo menciona Grijalva, después de un año, fray Antonio de Roa, de


inmediato se dio cuenta de que no se había avanzado en nada y de que no se tenía a
quien predicar, porque en los lugares en donde alguna vez se dio misa y se puso la cruz,

86 Juan de Grijalva, Crónica de la orden de N. P. S. Agustín…., Op. Cit., p. 33.

84
huían los naturales para no volver jamás, dejando despoblados los llanos para replegarse
a lo más apartado e inaccesible. Por lo que el dicho fraile, decepcionado de esta
empresa, decide dejar solo en estos lugares a fray Juan de Sevilla, y volverse a España.
Roa después de haber obtenido licencia de sus superiores se dirigió a Totoloapan para
esperar embarcación, en donde vio mayores frutos, con respecto a la evangelización de
los naturales, y es ahí en donde conoció a un mestizo87 que le enseñó la lengua
mexicana, por lo que decide regresarse a la sierra con nuevos ánimos y esperanzas.

En esta ocasión el fraile Antonio de Roa, implementó nuevas estrategias de


evangelización, encaminadas a la demostración práctica, no sólo de lo que debería ser
un buen cristiano, sino de la mismísima representación pasionaria de Cristo en su propia
persona, por sólo adelantar un ejemplo, lo que debió impresionar sobremanera a los
naturales de la región, con lo que se los fue ganando poco a poco.

En primer lugar, empezó a poner cruces en todas las serranías y barrancas en


donde encontraba sitios que consideraba de idolatría, como montes y cuevas, en donde,
cada vez que regresaba desde el Convento de Atotonilco a Molango, o Huejutla, según
dice Grijalva en su idealización:
“tenia este santo varon algunos Indios sus familiares, los quales tenia siempre consigo, y
los llevava en su compañia donde quiera que iba. Los quales atormentaban su cuerpo, con
hartas lagrimas y ternura: pero con tanta fiereza, como si fueran sus enemigos, porque les
tenia ya persuadido este santo varon a que asi lo hiziesen. En saliendo de su convento
para ir a predicar por aquellas cierras le ponian una soga a la garaganta, de que le iban
tirando dos de aquellos Indios que llevaba con sigo; y el santo varon yva meditando en la
calle de la amargura, y procuraba estamparse en aquella mansedumbre [...] hasta que
llegavan a alguna Cruz de las que avia en el camino. Alli se arrodillaba con profundo dolor
y sentimiento, y bezaba la Cruz [...] en haziendo esto los Indios le daban de bofetadas y le
escupian en el rostro, y le desnudaban el habito, y le davan a dos manos cincienta azotes
tan recios que le hazian reventar la sangre. Dezia mientras le azotaban una debota oracion
[...] Esta estazion hazia este varon todas la vezes que descubria Cruz en el camino, y
como eran tantas las Cruzes, eran muchas estas estaciones [...] en llegando al pueblo
passaba lo restante del dia en administrar los Indios hasta que llegaba la noche”88

Mientras que por los otros rumbos de esta región, fray Alonso de Borja, quien se
dice aprendió de inmediato el otomí y ya era gran hablante del mexicano, se encargó de

87 Ibíd., p. 36 Bis.
88 Ibíd., pp. 102- 102 Bis.

85
evangelizar la sierra de Tutotepec, en donde “corría también en ella la lengua otomí entre
otras cuatro, que también corren por sus confines”, quien; “camino siempre a pie
atravesando desde Atotonilco donde asistía, hasta Tutotepec con todas sus cerranías”89,
durante 6 años que estuvo en esta región. En donde, a su llegada la resistencia, las
amenazas y la sugestión hacia los propios de la comunidad se hicieron patentes, pues,
precisamente en ese entonces, supuestamente “una gran multitud de fieras que andaban
por aquellas espesuras haziendo tan grande daño en los indios”, por lo que los naturales
de la región echaron rumores y como lo menciona Grijalva:

Corria entonces opinión, y hasta ahora corre entre muchos, de que aquellos Tigres, y
Leones eran ciertos indios hechizeros, a quienes ellos llamaban nahuales; que por arte
Diabólica se convertian en aquellos animales, y azian pedazos a los Indios: ó ya por
vengarse de algunos enojos, que les avian dado: ó ya por hazerles mal.90

Es evidente que, este tipo de “rumores” eran parte de la oposición a la


evangelización por parte de los principales y de los hombres de conocimiento,
quienes como depositarios de la religión local, siguieron amenazando y
sugestionando durante mucho tiempo a sus vecinos y parientes, como lo menciona
otra vez Grijalva, en el año de 1579, se volvieron a ver “algunos rastros”: “Siendo
muchos los daños, y vehementes las sospechas, apresaron a muchos indios, y
ellos confesaron su culpa, y fueron justiciados por ello [...] padeciendo muerte”91

Mientras que por otra parte, como se mencionó anteriormente, los frailes agustinos
implementaron una serie de estrategias para lograr evangelizar a los naturales. Se dice
que el fraile Alonso de Borja fue el primero en la orden que introdujo el cantar las
oraciones en las iglesias y en las cruces de las esquinas, además de entrar en procesión
a misa, entre otras cosas. Pero habrá llamado la atención, que también, al igual que sus
otros compañeros de la orden, -según dice Grijalva- , se destacó por su rara penitencia y
su profundísima humildad, lo que le habrá valido demasiado en la sierra y seguramente
fue objeto de admiración, pues se dice que:
“Ayunaba tres días en la semana, y Viernes, y Sabado con algunas yervas, ó crudas, ó
cozidas en agua: su dormir era muy poco, y a raiz de una tabla, y por cabecera un
trozo de madera. Asotabase todos los días [...], su vestido una jerga gruessa a raiz de las

89 Ibíd., p. 63.
90 Juan de Grijalva, Crónica de la orden de N. P. S. Agustín…, Op. Cit., p. 34 Bis.
91 Ibídem.

86
carnes, y un habito tan estrecho que a ser tanto su espiritu lo ahogara, a que añidia un
aspero cilicio, que le tenía magullado el cuerpo y hecho llaga [...] Fue tan honesto, que
ni en el mirar de los ojos fue reprensible”92

Estas cosas las habrán visto no sólo los naturales de la región de Atotonilco y de
Tutotepec, sino, también sus parientes de Huayacocotla, de donde testifica fray Juan de
Grijalva:
“junto a este pueblo (Tutotepec) ay otro llamado Hueyacocotlan donde tambien tomo casa
nuestro Padre Maestro (Alonso de Borja), y estuvo por algunos años, hasta que andado el
tiempo dexo la provincia aquella casa con arto dolor de los Indios”93

Sin embargo, las enseñanzas del padre Borja no duraron mucho tiempo, apenas
unos seis años estuvo yendo y viniendo entre Atotonilco, Huayacocotla y la región de
Tutotepec, pues llegó el momento en que regresó enfermo, y apenas alcanzó a
despedirse de los naturales otomíes de Atotonilco y se encaminó a la ciudad de México,
en donde murió en 1542.
Al año siguiente, en 1543, llegaron otros 9 religiosos de la orden agustina,
procedentes de España, y algunos de ellos se establecieron en la región, sobresaliendo
entre ellos, el fraile Nicolás de Vite o de Witte, mejor conocido en la región como de San
Pablo, quien estableció sus andanzas por los rumbos de la barranca y Vega de Meztitlán.
Como el mismo fray Juan de Grijalva lo menciona, escribía cartas muy cercanas al
mismo Carlos V, e intercedía con las autoridades virreinales a favor de los naturales94, a
quienes “los libro de grandísimas vejaciones que en aquel tiempo se les hazian [sic.]”, por
lo que los naturales le decían el “Noco” que según Grijalva quiere decir “paesano”,
“amigo” y “compañero”.
Fue tanta la influencia de Fray Nicolás de Vite en la región, que se extendía como
se mencionó antes, desde la propia barranca de la Vega de Meztitlán, hasta Tlanchinol y
Molango, en plena Huasteca. Como se puede rastrear en los documentos de archivo,
décadas después, algunos de los naturales principales y caciques de la región adquirieron
su apellido o su nombre completo, como se puede constatar en 1619 con Don Nicolás de
Vite de Tlalchilnoltipac (Tlalchilnol)95 y otros tantos en Meztitlán de los que sólo tenemos el

92 Ibíd., p. 63.
93 Ibíd., p. 94.
94 E incluso a favor de los propios virreyes, como lo hizo con Luis de Velazco, en la Carta de fray Nicolás de Witte,
agustino, al emperador en la que aconseja nombre para las Audiencias de América personas viejas y
experimentadas, que aumente el sueldo del virrey don Luis de Velasco y que le dé amplitud de poderes. 2 hjs. fol
95 AGN, Indios, Vol. 7, exp. 337 y 338, año 1618, 165 fojas, “Nombramiento de Juez Gobernador de Tlalchinoltipac y

87
apellido. Mientras que por otra parte, del lado de Huasca (Huazcazaloya) se encuentra la
antigua Ranchería de la Barranca del Vite, de la que también se tienen documentos96.
Luego por esos mismos rumbos, en la parte baja de la misma barranca, pero del lado que
toca a Acatlán, se localiza la antigua comunidad de San Pablo, de lo que se puede inferir,
que de ahí el que también se le llamara Fray Nicolás de San Pablo. Estas dos
comunidades se localizan al suroeste del sitio de pintura rupestre (La Cueva Pintada) que
se analiza en el siguiente capítulo. Quedando El Vite del otro lado de la barranca, casi en
plena cuesta. San Pablo, en la parte baja, cercano al río que trae aguas del Camarones y
el Meco (de Agua Blanca), que se unen al Rio Grande de Tulancingo que se dirige a la
Vega de Meztitlán. Lugares a los que se puede bajar y cruzar por antiguas “veredas de
chivo” como las llaman los actuales lugareños, por donde tuvo que pasar, seguramente,
en sus largas y extenuantes caminatas fray Alonso de Borja, cuando no cruzaba de
Atotonilco por la parte de Santa Catarina- Los Reyes a Sultepec, por el camino que
conduce a Apulco y la serranía de Tutotepec, para atender espiritualmente a las
comunidades más apartadas del Camino Real. O cuando no, decidiría ir desde los rumbos
de Sultepec a Huayacocotla, directamente; porque todas estas visitas no se podían hacer
en línea recta, necesariamente tuvo que decidir si pasaba a determinado lugar de ida o
de regreso. Agreguémosle a todo esto, que en las temporadas de lluvias, gran parte de
estos ríos de la región eran infranqueables, lo que aprovecharía para dedicarle más
tiempo de una o de otra parte.

Después de la muerte de fray Alonso de Borja, en 1542, las cosas no serían igual,
ni para sus compañeros de la orden, ni para los propios naturales de la región, y en
particular para los de Tutotepec. Como se puede leer en los capítulos 101 y 102 del libro
cinco de la Crónica de la provincia agustiniana del santísimo nombre de Jesús de México,
escrita por fray Esteban García como continuación de la Crónica de Grijalva (1624). En
donde se da noticia del escándalo que suscitó entre los frailes agustinos, el haberse
enterado de la continuidad de las fiestas del antiguo calendario que aún se celebraban en
Tutotepec, acontecimiento que se puede ubicar entre 1627 y 1635. De lo que se puede
resumir en términos generales, que por esos años, en una ocasión, cuando uno de los
frailes agustinos de Tutotepec iba en camino al convento de Xilitlan (actualmente Xilitla,
en la Huasteca potosina), acompañado con un “joven indio otomí”, quien ya entrado en

sus sujetos en Don Nicolás de Vite, para el año de 1619”.


96 AGN, General de Partes, Vol. 78, Exp. 208, fs. 307v-308., año de 1803, “Se mande al subdelegado informe, si hacer
novedad, sobre la elección del alcalde que el Gobernador del pueblo de Huasca pretende establecer en los indios
de las tierras del paraje el Vite”

88
confianza, ingenuamente le contó al padre agustino todo lo que sabía de la organización
religiosa secreta de los otomíes de Tutotepec. Información que desató de inmediato una
serie de arrestos en contra de los principales sospechosos, quienes fueron castigados
públicamente y enclaustrados durante mucho tiempo para que aprendieran la doctrina
cristiana, misma que se dice, desconocían. Aunado a todo esto, se llevó a cabo la
destrucción de tres oratorios que fueron incendiados. A lo que de acuerdo con fray
Esteban García, hubo algunas reacciones hostiles entre los otomíes más conservadores.
Pues casi de la misma manera en que se le había dicho, un siglo antes, a Fray Alonso de
Borja, sobre los tigres-nahuales que estaban asesinando en “venganza” a algunos de los
propios naturales. Ahora los adivinos anunciaron que las cosechas iban a perderse y que
la iglesia de Tutotepec se caería si no se reanudaban las ceremonias, e incluso si no se
completaban con el sacrificio de un niño.
De lo que se puede inferir por las pocas noticias que nos da este documento, que
la guerra se había desatado, pues se dice que precisamente 15 días después de la
destrucción de los oratorios, “la mitad del techo de la iglesia se derrumbó”, se perdieron
las cosechas, y hubo una epidemia que causó muchos muertos.
El mismo García menciona que años más tarde a este suceso, en 1635, otro fraile
del mismo convento de Tutotepec, cuando iba a visitar a un enfermo de Santa Mónica
Xoconochtla (Tenango), desviándose un poco del camino encontró accidentalmente un
oratorio que contenía diversas cosas, pero lo que más llamó la atención fue una cabeza
de un ídolo de piedra, adornada con plumas y cuentas verdes. En esta ocasión no se
lograron apresar a los sospechosos que le rendían culto, porque se dice, se habían
refugiado en su pueblo de origen; Huayacocotla.

Las cosas son más claras al revisar otros documentos, en los que es evidente que
los frailes agustinos de la región habían perdido el control de “sus conversos”, en primer
lugar, porque ya no existía esa misma entrega y obstinación que tuvieron los primeros
como Borja, Sevilla y Roa. Y en segunda instancia, muchos de estos nuevos frailes,
parecía que ya no estaban interesados en aprender el dificilísimo otomí, ni alguna otra
lengua, lo que era fundamental para ser más eficientes. Y por último, cada día se
sedentarizaban más, saliendo de vez en cuando del convento para dar los últimos
sacramentos a algún moribundo, que debieron ser pocos, no creo que los otomíes más
tradicionalistas les haya importado el recibir este sacramento. Y bueno, también salían
cuando se dirigían a alguna otra visita, ya establecida en determinado punto de las
comunidades, por lo que difícilmente se apartaban del camino. En otras palabras, ya no

89
se entretenían en buscar entre los montes, las cuevas y las barrancas, lo que se podía
considerar como idolatría. Permitiendo a los naturales otomíes, mexicanos, tepehuas y
totonacos, continuar con gran parte de sus antiguas creencias.

Mientras que esa era la situación de la región, otros problemas se les avecinaban a
los religiosos frailes, a quienes se les presentarían otras personas como enemigos, los
clérigos y los obispos que propugnaban por ganar terreno y secularizar gran parte de los
conventos y casas de visita. Como se deja entrever unos años más tarde, en 1646,
cuando el obispo de Puebla, Juan de Palafox, quien en su tercera visita episcopal, se
adentra por estos rumbos de la sierra, y estando en el pueblo de Acaxochitlán que ya
estaba en manos de un clérigo secular llamado Juan de Landa, fue en donde de
inmediato se mostraron los intentos de los frailes agustinos por evitarlo, a lo que
Palafox nos comenta:
vino fray Pedro de Salazar, religioso agustino [...] a visitarme y persuadirme que eran y
estaban malos los caminos para la sierra, donde ellos tienen sus conventos, de que yo no
me di por entendido, diciendo que a donde Dios me puso las ovejas las había de ir a
buscar97

Insinuación a la que efectivamente hizo caso omiso el Obispo Palafox, quien se


adentró en la sierra, pasando por Naupan, Xicotepec, Tlacuilotepec, Pahuatlán, Tenango,
hasta llegar al convento de Tutotepec, del que vertió los siguientes comentarios:

La iglesia parroquial es grande y buena, su invocación Santa María Magdalena. Los indios
del partido son muchísimos y se juzga que llegan a ocho mil, divididos en más de 40
visitas: lenguas mexicana, otomí cerrada y tepehua y algo de totonaco. Era prior fray Juan
de Alfaro [...] Es la administración más perdida y lastimosa de todas porque, sobre no tener
titulos, que es lo principal, siendo los indios la mayor parte otomites y tepeguas, y los otros
mexicanos, no tienen lengua alguna de estas.98

Pues no era para menos que el Obispo Palafox escribiera ese tipo de comentarios,
se le había querido ocultar que el convento se encontraba “sin lengua”, poniendo a otro
religioso, del que lamentablemente no sabemos su nombre, debido a las malas

97Tercera visita Eclesiástica del Obispo Juan de Palafox: 5 de febrero a 27 de junio de 1646” en Juan de Palafox y
Mendoza, Relación de la Visita Eclesiástica del Obispo de Puebla (1643- 1646), Transcripción, introducción y notas
de Bernardo García Martínez, México, Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de Puebla, 1997.p. 91.
98 Ibíd.

90
condiciones del documento, pues la frase simplemente se queda en; “que era prior actual
de [...]”. Pero como se había mencionado anteriormente, en esa época se estaba
intentando restarle poder a las órdenes religiosas, para secularizar todos los conventos y
visitas con un simple clérigo, por lo que se agrega en el documento que:

Este beneficio, si se remueve a los religiosos, es forzoso dividirlo en tres: uno que haga la
cabecera, Tututepec, con diez o doce visitas; otro, San Agustín Tenango, con otras tantas
de tierra fria; otro para los restantes de tierra caliente. Está llena de idolatría; no oyen misa
sino una vez al año. Es gravísimo el escrúpulo que debe causar de ver esto así; avisaré a
Su Santidad.99

Sólo para agregar parte de la trayectoria que siguió por la región el Obispo Juan de
Palafox, se debe mencionar que después de que salió de Tutotepec, pasó a Apulco,
adonde necesariamente tuvo que cruzar el antiguo camino de la Peña del Gato y la
“Vereda”, para seguir hasta Huayacocotla, en busca de Ilamatlan.
Podríamos haber tenido mayor información sobre los agustinos de la región de
Tutotepec, 40 años atrás de lo citado anteriormente, allá por el año de 1606, cuando el
Obispo de Tlaxcala realizó la primera visita para reconocer su jurisdicción, si esté hubiese
llegado al convento de Tutotepec, pero por lo menos nos da un panorama de las
inmediaciones y de los límites en los que habitaban los otomíes serranos con otros
grupos. Llegó a Pantepec (Epantepec, Xalpantepec), del que nos informa que estaba en
manos de religiosos seculares y que es pueblo de varios grupos de naturales:
Es pueblo del Rey de mexicanos, Totonacas y otomies, es pueblo de la Corona y esta muy
acabado, por haberse muerto y huido muchos indios, es doctrina de clerigos, Está vaco
(vacio) el beneficio, esté en él, por ahora por interim el padre Francisco de Rivera, que ni
es lengua de uno ni de otro. Pero, no hayo otro, ni el puesto convida a llamar a nadie, por
ser solo, pobre y enfermo.100

Como es evidente, los intereses de una autoridad secular eran diferentes a la de


los frailes, a quienes las cuestiones de rentabilidad y beneficio monetario no les
importaba, (bueno en los primeros años), mientras que a los seculares si, pues en este
caso el Obispo de Tlaxcala, dice no “trato asuntos de iglesia, ni de clérigos” por ser tan
Vaco, cuando contabiliza por otra parte que había 230 tributarios, y que había confirmado

99 Ibíd., p. 92.
100 Alonso de la Mota y Escobar (Fray), “Visita en Puebla, y primera salida, año 1609” en Alonso de la Mota y Escobar,
Memoriales del Obispo de Tlaxcala, Un recorrido por el centro de México a principios del siglo XVII, Introducción y
notas, Alba González Jácome, México, Secretaría de Educación Pública, 1987. p. 81.

91
antes del medio día en ese lugar a “96 criaturas” que le trajeron. En esta comparativa
hace recordar a los primeros frailes agustinos, quienes en décadas anteriores andaban
persiguiendo aunque fuese a una sola alma de los naturales, para evangelizarla.
Pero de todos modos su información nos ayuda a comprender parte de la problemática de
la evangelización en la región, y principalmente entre los otomíes, quienes como se ha
visto en líneas anteriores, no vivían solos, compartían territorio con otros grupos. Es así
que después de Pantepec pasó a San Agustín Cuautlapehuelco (Cuahutapehual, Puebla),
en donde nos informa que se hablaban tres lenguas: mexicana, otomí y totonaco.

El Obispo de Tlaxcala, tenía pensado tomar en cuenta en su travesía Pahuatlán


y Tutotepec, pero se le dio razón de que no sería bien recibido en este último. Y en el
de Pahuatlán, en donde también había otomíes, y estaba a cargo de los agustinos. Pero
las cosas no le salieron como las tenía planeadas, de lo que comentó lo siguiente de
Pahuatlán: “no fui allá porque el Prior hizo ausencia de allí, él sabe porque, que yo no me
ocupo de saber cosas de frailes”. Mientras que dice lo siguiente de Tutotepec, al haber
llegado a mitad de camino, en Tlacuilotepec: “A ese pueblo había tres leguas [...] no fui
allá porque era de mal camino y supe, que el Prior no gustaba de ello y profeso dar gusto
a frailes, pero muy de fuera”101

Ahora bien, después de haber contextualizado lo mencionado en líneas anteriores


a partir de los diversos documentos existentes y hasta ahora encontrados sobre la región,
no se sabe con exactitud cuáles fueron las relaciones más estrechas entre los propios
naturales y los frailes de la región de Tutotepec, durante esa época. Salvo por unos
fragmentos de una relación de visita que hizo en 1659 el bachiller Francisco de Linares
Urdanivia, párroco de Ilamatlán, quien fue comisionado por el entonces obispo de Puebla,
Diego Osorio de Escobar, para que visitara los conventos agustinos de la sierra.
Documento que se dice, se encuentra en el Archivo General de Indias, del que ha
entresacado también fragmentos Raquel Güereca, tomándolos de la obra de Antonio
Rubial, la cual cita puntualmente. Cuyos fragmentos nos son demasiado reveladores,
pues en ellos podemos constatar los maltratos y abusos que cometían el fraile prior de
Tutotepec, Francisco de Jáuregui y su compañero de orden, fray Bernardo de Baraona en
contra de los naturales de Tenango. Mientras que este fragmento también nos revela los
intereses tributarios del clero secular y en particular de las autoridades del obispado, de lo
que Linares dice sobre estos dos frailes: “funcionaban en el territorio como verdaderos

101 Ibíd., p. 83.

92
caciques” negándose a cobrar “el diezmo que los indios debían pagar al obispado por el
comercio de productos de Castilla”. Ahora véase la descripción de los abusos y los malos
tratos hacia los naturales de Tenango por parte de los frailes agustinos, y en particular del
prior Francisco de Jáuregui, quien:

[...] sólo iba al pueblo a cobrar por unas misas que jamás decía y a los que se le
oponían los azotaba, les quemaba las manos y los pies y les cortaba el cabello; a
algunos incluso los acusó de idolatría, allegándose testimonios de los indios de la
cabecera, que eran sus acérrimos enemigos, y los envió a Puebla a ser juzgados. Fray
Bernardo, por su parte, había hecho prisioneros en Tulancingo a tres indios de Tenango y
los había atado a un palo y azotado durante tres días.102

Se dice que estas quejas fueron confirmadas y aceptadas por los mismos frailes
ante el bachiller Francisco de Linares Urdanivia. Lo que nos confirma que tanto los frailes
como los seculares de esa época tenían en común un mismo interés; los diezmos y los
tributos. De ahí el que se siguieran disputando el territorio. Dejando en pleno descuido
espiritual a los naturales, por una parte, porque de la otra, esto les seguía permitiendo el
que continuasen con sus antiguas creencias.

No en balde, los españoles y evangelizadores siguieron acusando a los otomíes


de la sierra, de rebeldía e idolatría, y de que se les dispersaban y fugaban para los
lugares más inaccesibles de la región en épocas tardías, muy próximas al periodo de la
Independencia. Sólo para mostrar un panorama más, basta con citar lo que escribió en
1772 Joseph de Leos, alcalde de Tulancingo, quien comunicó al Virrey de la Nueva
España lo siguiente:
Hallo que desde la conquista del reino hasta la estación presente sólo se ha adelantado
a estos naturales, el que tengan nombre de cristianos y vasallos de su Majestad […]
retirados en lo más fragoso y áspero de los montes, dispersos unos de otros, sin
doctrina política, ni cristiana, rústicos totalmente: sin haber como en otras partes,
quien entendiese nuestro idioma: desnudos, en carnes muchos indios e indias: sin
sujeción a la justicia y entregados a la idolatría y ebriedad.103
En conclusión a este apartado, se puede decir que la dificultad de dominar el

102 Raquel Güereca Durán, Un dios y un reino para los indios. La rebelión indígena de Tutotepec, 1769, México,
Bonilla Artiga Editores, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2014,
pp. 103 - 104.
103
AGN, Indios, Vol. 64, exp. 178, f.284- 285. , año 1772, “informe de Joseph de Leos al Virrey sobre los tumultos
ocurridos en la sierra de Tutotepec y medidas llevadas a cabo a fin de apaciguar la región.”

93
territorio y a sus habitantes por parte de los españoles y los religiosos, y la ventajas de
refugio y escape que les posibilitaba la Sierra a los otomíes, han permitido que hasta el
día de hoy se preserve parte de la cosmovisión mesoamericana, a veces demasiado
auténtica, en otras metamorfoseada, ahora con nuevos elementos o con menos, porque
tal o cual cosa está cayendo en el olvido… Sin embargo, existen elementos de larga
duración que mantienen actualmente la cosmovisión de los otomíes del Mezquital y de la
Sierra, como el vivir en y con el espacio que los rodea. Como se verá en los siguientes
capítulos.

94
Capítulo 3. Visita a un Santuario olvidado

3.1 Introducción

Después de haber mostrado una breve historia de los antiguos otomíes de la Sierra
Madre Oriental en el anterior capítulo, en este mostraremos uno de sus santuarios
sagrados, que fue utilizado desde antes de la llegada de los españoles, y que
después de ellos ha sido abandonado por más de cuatrocientos años, se trata del
sitio que contiene “las pinturas rupestres de Calabazas”, localizadas en el municipio
de Agua Blanca de Iturbide, Hidalgo. Sitio mejor conocido entre los lugareños como
la Cueva Pintada, nombre que retomaremos en el presente trabajo de investigación.

Por el estilo, el color y los elementos representados se ha identificado que estas


pinturas son de tradición otomí, pues existen muchos sitios similares en el Mezquital,
mismos que han sido presentados en varias investigaciones de carácter académico por
colegas e interesados en su estudio103, quienes han corroborado que en esa región
existen, aparte de las representaciones prehispánicas, representaciones de la época
del contacto, referentes a la formación de un cristianismo otomí. Mismas que han

103
Cabe destacarse los trabajos del Proyecto La mazorca y el niño Dios, bajo la dirección de la Dra. Marie- Areti Hers, en
el que sus integrantes no se han limitado solamente al registro formal de cada uno de los sitios que ha estudiado, sino
que ha extendido sus esfuerzos a la búsqueda de la información etnográfica, el rescate de la tradición oral, y la
observación de varios rituales que se siguen realizando en las comunidades otomíes de la región, - en los que han
podido corroborar la continuidad y la metamorfosis de la memoria identitaria -, con lo que han logrado desentrañar e
interpretar las pinturas rupestres de varios sitios, véase: Roció Gress Carrasco, Voces de roca: arte rupestre del Valle del
Mezquital como fuente histórica, Tesis de licenciatura en Historia, México, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad
Nacional Autónoma de México, 2008; Elda Vanya Valdovinos Rojas, Bok´yä, la serpiente de lluvia en la tradición Ñahñü
del Valle del Mezquital. Tesis de Licenciatura en Historia, México, Facultad de Filosofía y Letras, 2009; Vite Hernández,
Alfonso. El mecate de los tiempos. Continuidad en una comunidad hñähñü. Tesis de licenciatura en Historia, México,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma México, 2012; Hernández Ortega, Hortencia Nicté- Loi,
Imágenes del cristianismo otomí: El arte rupestre de El Cajón, Edo de Hidalgo, Tesis de licenciatura en Historia, México,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México, 2013; Peña Salinas, Daniela. Negrura de
lluvia entre dioses: El arte rupestre de El Boyé. Tesis de licenciatura en Historia, México, Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad Nacional Autónoma de México, 2014; Francisco Ramiro Luna Tavera, Rä ÄjuÄ Nehñu. El Dios caminante,
Nda Kristo: Rä Äjuä Nehñu: Cristo, el Dios caminante. La historia otomí de la creación del mundo y de la humanidad,
México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, Proyecto la Mazorca y el
Niño Dios, [En Prensa]. Debe aclararse que antes de que esta nueva corriente de historiadores iniciara y presentara
sus trabajos, otros investigadores simplemente habían registrado las pinturas rupestres del Mezquital sin dar
mayores interpretaciones.

95
podido ser interpretadas por la continuidad de la tradición oral y la observación de
varias fiestas rituales, en donde se conservan viejísimas reminiscencias del pasado.

En dicha continuidad de la historia oral y ritual debe aclararse que mientras que los
otomíes de nuestra región de estudio eran despojados de sus tierras, dejando en el
olvido sus santuarios, y se refugiaban en lo más abrupto de la sierra y las barrancas,
los otomíes del Mezquital establecían alianzas con los españoles, convirtiéndose en los
principales caciques y conquistadores de los chichimecas del Norte.104 Razón por la
que tuvieron varios privilegios y libertades, como el que los antiguos principales
mantuvieran el poder en sus comunidades; mientras que el resto de la población y
los sacerdotes pudieron seguir pintando en las cuevas y barrancas para continuar
con sus antiguos rituales, en los que lógicamente se fusionaron las nuevas ideas del
cristianismo.

Como se mostrará en este y en el siguiente capítulo, los elementos que


se encuentran representados en las pinturas rupestres de la Cueva Pintada se
corresponden con gran parte de la cosmovisión de los actuales otomíes; no
sólo serranos, o del Mezquital, sino de otras latitudes como el Estado de México,
Guanajuato y Querétaro, pues diversas narraciones y rituales nos confirman que entre
los otomíes se tenía y se sigue teniendo un culto particular a los antepasados; a
los más cercanos y a los más alejados en la línea del tiempo, que bien podemos
definir como ancestros. Tema fundamental en nuestro sitio de estudio.

Pues en este capítulo mostraremos a los ancestros míticos, a los que los otomíes
mencionan que se quedaron atrapados en las rocas después de un diluvio y antes de
que saliera el Sol, mismos que se reconoce habitaron en otra era de la humanidad.
Los cuales, se encuentran representados en la Cueva Pintada, misma que
describiremos, analizaremos por paneles, escenas y detalles, para de vez en cuando
comparar los elementos con otros sitios de la misma región de estudio, localizados

104
Véase David Wright Carr, Conquistadores otomíes en la guerra chichimeca, México, Secretaria de Cultura y Bienestar
Social, Gobierno del Estado de Querétaro, 1998.

96
entre el río Camarones, el río Meco (Agua Blanca) y parte de la comunidad del Barrio
del Yolo, perteneciente al municipio de Acatlán, Hgo., y de otros más localizados en
plena sierra (Cerro Brujo, Tutotepec y el Cirio, Tenango de Doria), tal y como lo
indicaremos en su momento.

Después de mencionar que las pinturas rupestres de la Cueva Pintada y sitios


aledaños son identificables por su estilo, que es de tradición netamente otomí, se debe
recordar que en el capítulo anterior se ha demostrado que a la llegada de los españoles y
de los primeros evangelizadores, los otomíes habitaban gran parte de los llanos y
lomeríos que se localizan entre la sierra de Tutotepec; Tulancingo, Metepec,
Acaxochitlán, Acatlán, Huascazaloya, Atotonilco, la barranca, Meztitlán, Huayacocotla, y
Agua Blanca de Iturbide.

En segundo lugar, se ha demostrado que los otomíes compartían el territorio dentro


de una misma comunidad con otros grupos, como mexicanos105, tepehuas y
totonacos. Por lo que no nos debe extrañar si encontramos en la Cueva Pintada la
representación de elementos que pudieran parecer de otra filiación étnica. Pues
finalmente se debe recordar que estos grupos, a su vez compartían una visión
mesoamericana.
En tercera instancia, se ha demostrado que la despoblación de gran parte de la
región del Valle de Tulancigo, las estribaciones de la sierra, y los lugares cercanos a
la barranca, tuvo varios orígenes, entre los que se puede enumerar los siguientes:

A) Los primeros intentos de evangelización que llevaron a cabo los frailes agustinos,
provocaron que los naturales huyeran para la sierra y barranca, hacia sus puntos
más inaccesibles, dejando sus pueblos, comunidades, casas y parcelas en el olvido. B)
La serie de epidemias que se generaron después de la llegada de los españoles
provocaron grandes estragos entre los naturales, tal es el caso del Cocoliztli que
diezmó más de la mitad de la población. C) El despojo y el acaparamiento del territorio
por parte de unos cuantos españoles, obligó a que se siguieran replegando cada día
más los otomíes, dejando en el total olvido sus antiguos santuarios espirituales o sitios
sagrados, como se ha mostrado con los documentos y mapas en el capítulo anterior.

105
Entre los habitantes de la sierra es común escuchar que se designe a los hablantes del náhuatl como mexicanos.

97
3. 2 Similitudes y diferencias entre las pinturas rupestres del
Mezquital y la Sierra Madre Oriental

En el estudio de las pinturas rupestres lo primero que suele cuestionarse el público


en general y varios investigadores es el ¿cómo fechar o atribuir a una cultura las
manifestaciones gráfico-rupestres de determinado lugar? En nuestro caso, como ya
lo hemos mencionado anteriormente, el Proyecto la Mazorca y el Niño Dios, en sus
trabajos de investigación ha mostrado varios sitios del Mezquital en donde se pueden
apreciar escenas con elementos totalmente prehispánicos como pirámides con
templos, juegos de pelota, escudos (chimalis), venados, serpientes, lunas y soles,
junto con otros de la época del contacto, referentes a un nuevo cristianismo otomí,
como cruces, iglesias y hombres a caballo, en sitios que pertenecen a comunidades
otomíes asentadas desde mucho antes de la llegada de los españoles y que hasta
hoy en día siguen en su lugar de origen, lo que ha permitido establecer una
temporalidad de por lo menos desde el posclásico [1200-1521] hasta muy entrada la
época colonial.
Mientras que en las pinturas rupestres de los sitios de la Sierra Madre
Oriental, no existen representaciones de la época colonial referentes al nuevo
cristianismo, excepto en el sitio conocido como Huapalcalco, en donde hemos
encontrado, además de las pinturas atribuibles a varios miles de años106, la
representación de tres cruces con basamento y cendales, una en color blanco en el
lado este del cerro La Mesa, la segunda en color rojo, localizada en el lado este

106
Debe aclararse que la mayor parte de las pinturas rupestres de Huapalcalco se han asociado a la
época de los cazadores-recolectores del “Cenolítico superior” (C. 7000-5000 a. de nuestra Era ), o al
lítico o Protoneolítico (C. 5000 – 2500 a. de nuestra Era), véase: Manuel Alberto Morales Damián,
“entorno al estilo de las representaciones rupestres de Banzhá y Huistli- La Mesa”, Estudios sobre
representaciones rupestres en Hidalgo, Manuel Alberto Morales Damián (Coord.), México,
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, 2007, pp. 53-68, p. 60.

98
del cerro el Huistli, y la tercera petrograbada por medio de la técnica del picoteo,
muy cercana a la anterior, por lo que es evidente que existió una reutilización y una
resignificación del espacio sagrado, aún después de la llegada de los españoles y los
primeros religiosos.107
Como lo hemos mencionado anteriormente, en el caso de la Cueva Pintada
que nosotros estudiamos en el presente trabajo, no se encuentran elementos
referentes a la época del contacto o del nuevo cristianismo, pero se puede afirmar
que fue pintada, usada, y repintada como espacio sagrado durante el posclásico
(1200-1521), etapa que corresponde con la llegada de los otomíes procedentes de
Xaltocan en el siglo XIII, hasta que sus descendientes son obligados a replegarse a
lo más abrupto de la sierra y la barranca, ante la presencia de los españoles,
encomenderos y religiosos. Además de que iconográficamente en la Cueva Pintada
se tiene la representación del Brasero doble, como un elemento más que nos
confirma la misma temporalidad del posclásico.

107
Debe mencionarse que existen varios lugares del cerro La Mesa y el Huistli en donde aún hoy en
día se pueden encontrar flores, ofrendas o restos de las mismas, que dejan los otomíes de Santa Ana
Hueytlalpan en fechas importantes dentro del ciclo agrícola como es el 3 de mayo, el año nuevo,
entre otros.

99
Figura 1. Arriba) Pirámides con doble escalinata y oratorio; representación del sacrificio;
personaje a caballo, entre otros elementos; Abajo) Portada de iglesia con campanario, doble
arquería; venado, escudo (Chimali) y cosmograma. El Tendido, Huichapan, Hgo. Foto: Proyecto La
Mazorca y el Niño Dios. El arte otomí: continuidad histórica y riqueza viva del Mezquital, UNAM,
Noviembre de 2005.

Figura 2. Cruz en color rojo con basamento en forma acorazonada y cendales. Resalte del mismo elemento
con DStrech, Huapalcalco, Tulancingo, Hgo. Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes: metamorfo sis de la
memoria identitaria, UNAM, Mayo de 2013.

100
Figura 3. Cruz de color blanco con basamento rectangular y cendales (trazos
irregulares). Huapalcalco, Tulancingo, Hgo. Foto: Proyecto Arte y
comunidades otomíes: metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Mayo
de 2013.

101
Estilo
La tradición de la pintura blanca otomí108 es en sí una unidad cultural, reconocible por
sus constantes iconográficas, con elementos como el venado, el sol, la luna, los
escudos, los guerreros, etc., o por el estilo de su trazo; el que se caracteriza por ser,
más que de tinta plana, una técnica de emplaste, de trazos que van de medio a un
centímetro de grosor, dependiendo que tan lisa o irregular sea la superficie sobre la
que se pinte, en la que se aprovecha el resalte o las protuberancias de la roca para
dar sentido, o tridimensionalidad a cada uno de los elementos, mismos que se
vuelven a repetir si las características son similares en otra parte del espacio.
En diversos sitios se pueden localizar elementos aislados, en donde existe el
espacio suficiente para haber pintado toda una escena, mientras que en otros muy
reducidos, se concentra y se superpone un mayor número de representaciones sin
importar que el tamaño de cada una de ellas sea demasiado pequeño. Eso nos
sugiere que no es casual, ni capricho el que se pinte determinado elemento en la
parte alta o baja de la pared rocosa, en este o en ese otro lugar, pues finalmente el
espacio tiene un sentido ritual y simbólico. Esto último puede corroborarse en los
siguientes ejemplos: los escasos elementos que se pintaron en color blanco en
Huapalcalco (una media luna, un círculo, una lagartija y una cruz) y de forma aislada,
en espacios bien precisos; otra muestra son los dos únicos elementos que dan
nombre al Nicho del Venado y el Ancestro; o la simple representación de tres caras
(wemas) en la Cueva de los Ancestros, cuando en el interior, en las paredes y el
techo sobresalen cientos de rocas que bien pudieron ser consideradas con el mismo
valor simbólico, pero no fue así, quizás, es porque no tienen la apariencia de
cabezas humanas.

108
Cabe mencionarse que en algunos sitios existe uno que otro elemento en color negro y rojo,
mismos que complementan el discurso y la narrativa de las escenas de “la pintura blanca otomí”.

102
Otra de las características de la tradición de la pintura blanca son los
componentes de los que fue hecha y el tipo de aglutinantes con los que fue fijada,
por lo general se utilizaron calizas para obtener el pigmento, pero también arcillas
de un color café claro, y posiblemente como lo menciona Giafranco Cassiano y
Adriana Cassiano Álvarez: “un polvo blanco que puede ser caolín pulverizado y,
seguramente, algún fijador como baba de nopal o de órgano”.109 En el caso de la
Cueva Pintada y sitios aledaños, se pueden considerar diversas posibilidades, muy
cerca, en la barranca se encuentra la antigua comunidad de las Caleras, la cual se
destacaba por la producción de la cal, mientras que en las estribaciones de la propia
Sierra Madre Oriental se encuentran filones y vetas de caolín.

El tipo de roca sobre la que se pinta

Existen diferencias considerables entre las pinturas rupestres del Mezquital y de la


Sierra, por lo general en la primera región fueron plasmadas sobre rocas ígneas, de
composición basáltica-andesítica de coloraciones grisáceas-azuladas. Mientras que
en la Sierra, y particularmente en la Cueva Pintada (Calabazas) y los otros seis sitios
de la región que se localizan sobre el mismo Río Camarones y el Meco, la pintura fue
plasmada sobre una composición sedimentaria de arenisca-conglomerado. Esto ha
influido notablemente en las representaciones de la tradición de la pintura blanca,
pues en el Mezquital cada uno de los trazos se realizó en superficies más planas,
cada uno de los elementos son tres o cuatro veces más grandes que los de nuestra
región de estudio, pues en esta, la mayor parte de los elementos representados son
extremadamente pequeños, de 10 a 20 cm de diámetro, además de que en

109
Giafranco Cassiano y Adriana Cassiano Álvarez, “La pintura rupestre de Huayacocotla y su relación
con el poblamiento otomí”, Ponencia presentada y entregada para publicación en XIV Coloquio
Internacional de Otopames, Mesa 8, Voces y Huellas Otopames en Fuentes Arqueológicas 1. 10 de
octubre 2012. Tulancingo, Hgo. Trabajo proporcionado por los autores.

103
determinadas horas del día y dependiendo del clima (nublado, asoleado, lluvioso),
un visitante que ha estado en el sitio más de una vez se puede dar cuenta de que
en ocasiones se confunden, o no se logra distinguir bien los trazos de cada uno de
los elementos por el mismo color blanco de la arenisca.
Entonces, ¿por qué pintaron precisamente en este lugar los antiguos otomíes?
Podría preguntarse cualquier persona, -si puede haber existido un soporte más duro
y con mayor vistosidad-, como se verá a lo largo de este capítulo, para los otomíes
cada punto de la orografía y del paisaje tiene un particular simbolismo espiritual.

Diferenciación del espacio

Las escenas y las representaciones de cada uno de los sitios del Mezquital y de la
Sierra, nos sugieren que entre los antiguos otomíes existían centros de peregrinación
bien definidos para el culto particular de determinadas fuerzas o entidades de la
naturaleza, por ejemplo, en el Mezquital se encuentran unas cuantas
representaciones de los ancestros (Wuemas), mientras que en los diversos sitios de
la Sierra Madre Oriental son abundantes y es una constante, como en la Cueva
Pintada (Calabazas), Agua Blanca de Iturbide; El Nicho del Venado y el Ancestro,
Metepec; La Cueva de los Ancestros, La Segunda Cueva-Abrigo de los Ancestros, el
Abrigo de la Serpiente, ubicados en la comunidad del Barrio el Yolo, Acatlán Hgo.;
mientras que del lado de Huayacocotla Veracruz, Giafranco Cassiano y Ana María
Álvarez reportan los sitios de Las Ánimas, Santiago; Los Letreros, Maguey Verde,
La Cueva del Ocotillo y Los Pocitos.
Otro ejemplo que muestra la diferenciación del espacio espiritual, es un
elemento muy presente en la tradición oral de los actuales otomíes del Mezquital, la
Bok´yä, “la Serpiente Negra de Lluvia ”, representada en color blanco e identificada
en muchos de los sitios rupestres de esa región por su cuerpo reticulado, o por sus

104
rayas verticales, de la que penden varios colgajos identificados como odres, o
cantaros con los que esta serpiente vierte a chorros la lluvia en la Tierra. De lo que
se debe mencionar que por lo menos en la Cueva Pintada y en los sitios del Río
Camarones y el Meco, no existe la representación de la Bok´yä, por lo que se pude
decir que estos sitios sagrados no estaban dedicados a ella, lo que no quiere decir
que los antiguos otomíes serranos no le rindieran culto, pues se encuentra
representada en plena sierra, en el sitio conocido como El Cirio, Tenango de Doria,
Hgo. Lo que no es meramente casual, la neblina, la humedad y el agua es una
constante por estos rumbos, mientras que en los lugares en donde se localizan los
ancestros, es la zona de transición a lo más árido y seco.
Pero ¿Por qué no se menciona la Bok´yä en la tradición oral de los actuales
otomíes serranos?, ¿A caso se sustituye por Hmuthe, la Señora del Agua, conocida
también como la Sirena? Pues esta última cobra gran importancia en la vida ritual de
los actuales otomíes, tepehuas y nahuas de la sierra, quienes realizan varios
costumbre para petición de lluvias dentro del ciclo agrícola.
Al respecto debe mencionarse que desde mucho antes de la llegada de los
españoles y los primeros religiosos del siglo XVI, entre los otomíes de Xaltocan,
antecesores de los serranos, le rendían culto a una gran serpiente con rostro de
mujer, llamada Apacxapo, a la cual en los Anales de Cuauhtitlan se le describe con
motivo de la prolongada guerra que este pueblo sostuvo con los otomíes de Xaltocan
[1297-1395], en donde se dice:

Se les aparecía en medio de las aguas la nombrada Apacxapo, que era una gran
serpiente con rostro de mujer, y sus cabellos eran largos como los cabellos de las
mujeres; está daba instrucciones [a los xaltocamecas], diciéndoles lo que habría de
sucederles, si tomarían cautivos o morirían o serían cautivados, y les informaba
asimismo sobre cuando habrían de salir los chichimecas para ir a enfrentar a los
xaltocamecas. [Por su parte,] los chichimecas también sabían cuando habrían de

105
venir los xaltocamecas a ofrecer sacrificios a Apacxapo, y entonces los
esperaban allá en donde estaban los linderos. 110

Sabemos que después de la derrota de los otomíes de Xaltocan en 1395,


estos se van para Meztitlán, Tutotepec y Tlaxcala, a donde llevaron consigo gran
parte de sus creencias, tal y como se puede ver en una de sus propias fuentes: el
Códice Huamantla, en donde es posible identificar a la gran serpiente con rostro de
mujer, la Apacxapo, recibiendo ofrendas de sacrificio humano (véase Fig. 41).

Eso nos podría sugerir que con la llegada de los españoles y los primeros
religiosos a la región de la sierra, la antigua Apacxapo y la Bok´yä, adquiere nuevos
elementos, al entrar en un proceso de metamorfosis, en el que en vez de seguir
siendo una mujer con cuerpo de serpiente111, es también una mujer con cuerpo de
pez, y toma prestado el nombre de Sirena. Algo parecido debió haber sucedido
entre los otomíes y matlatzincas del Alto Lerma, estado de México, en donde
también se menciona a una mujer con cuerpo de pez, pero mejor conocida como
Tlanchana o Clanchana (Dama del Agua).112

En el Caso de la Cueva Pintada, las rocas volcánicas incrustadas en las


paredes de arenisca y las mismas irregularidades del soporte, fueron determinantes
para que los antiguos otomíes pintaran rostros o caras humanas, como

110
Anales de Cuauhtitlan, Op. Cit., p. 97.
111
Debe aclararse que en algunos “costumbres” (rituales) de los actuales otomíes de la sierra aún
se siguen recortando en papel las representaciones de la Madre Tierra, caracterizadas por la figura
de una mujer con dos serpientes en los brazos o en la falda, como se mostrará más adelante en este
mismo capítulo.
112
Véase Nadine Béligand, « Les trois âges d'un couple de déités lacustres : éclosion, renaissance et
disparition des sirènes du lac de Chicnahuapan, vallée de Toluca (Mexique) » In: Journal de la Société
des Américanistes. Tome 84 n°1, 1998. pp. 45-72.

106
representación de sus ancestros, los también conocidos como Wemas, sobre los que
se ha desarrollado un arraigado culto en la sierra.
A diferencia del Mezquital, en donde también los mencionan las personas de
las comunidades, e incluso, algunas de ellas los identifican en las mismas pinturas
rupestres. Sin embargo, por las características de la roca de los sitios, su
representación es muy escasa y aislada, en su mayor parte, son representaciones
de cuerpo completo113, distinguibles por el resalte de sus largas extremidades que
los diferencian de los personajes y las escenas que los rodean en tamaño mucho
más pequeño, mientras que los rostros son mucho más extraños, sólo se pintaron en
donde la irregularidad de la roca adquiere, por si sola, la forma de cabeza humana,
en las que se les delinearon las facciones a varios Wuemas en el sitio del Cajón,
Huichapan, y a otro que se encuentra en Nimacú, igual perteneciente a Huichapan,
Hgo.

113
Se pueden identificar en los sitios de Mandodó, San Antonio Tezoquipan, Alfajayucan; San
Miguel Caltepantla, Tecozautla; El Tendido, Huichapan y Jilotla, Meztitlán, Hgo.

107
Figura 4. Izquierda : los Wemas de más de un metro de altura; derecha) personajes y venado de
menor tamaño, Mandodo, Alfajayucan, Hgo. Foto: Proyecto La Mazorca y el Niño Dios. El arte
otomí; continuidad histórica y riqueza viva del Mezquital, UNAM, Septiembre de 2008.

108
Figura 5. Los antiguos otomíes aprovecharon el relieve de la roca para delinear la cara de un
Wema. El Cajón, Huichapan, Hgo. Foto: La Mazorca y el Niño Dios. El Arte otomí; continuidad
histórica y riqueza viva del Mezquital, UNAM, Marzo de 2005.

109
Figura 6. La Bok´yä (Serpiente Negra de Lluvia) pendiendo de la luna. El Cirio, Tenango de
Doria, Hgo. Foto: Vanya Valdovinos, Agosto de 2010.

110
Influencia regional

La “tradición de la pintura blanca” atribuida a los antiguos otomíes, descendientes


de los del reino de Xaltocan, quienes extienden sus dominios desde el siglo XIII por
una amplia región que comprende Tulancingo, Huayacocotla, Meztitlán y Tutotepec,
se pude corroborar en los diferentes sitios como Altepemila, Santiago Tulantepec;
Hueyapan114, Cuautepec de Hinojosa; Huapalcalco, Tulancingo; El Acocul, Metepec;
Cueva Pintada (Calabazas), Agua Blanca de Iturbide; El Abrigo de la Serpiente y
Cueva- Abrigo de los Ancestros, Barrio del Yolo, Acatlán; El Cirio, Tenango de Doria;
El Cerro Brujo, Tutotepec; varias comunidades de Meztitlán (Jilotla, Tochintla, etc.);
Mezquititlán (La Malinche) y en varios sitios de Huayacocotla (La Yerbabuena,
Maguey Verde, Santiago, Ocotillos, Las Ánimas, etc.), estos últimos han sido
registrados por Ana María Álvarez y Giafranco Cassiano115. (Véase Mapa Regional,
pág. 48).

Utilización de los antiguos sitios sagrados

Hemos mencionado que en las pinturas rupestres de Huapalcalco se encuentran


elementos de tradición otomí (la pintura blanca), además de la representación de
cruces con basamento y cendales, netamente atribuibles a la época de la Colonia, y
de que en Hueyapan, Florencia Müler menciona “que parecen ser poshispánicas”,
entonces la interrogante es ¿hasta cuando se siguió utilizando los antiguos sitios

114
Cabe resaltar que Florencia Müler, con respecto a las pinturas blancas del sitio Hueyapan
menciona “que perecen ser poshispánicas, se les nombra el Sol y la Luna”. E. F. Jacobs Müler, “El
Valle de Tulancingo”, Revista Mexicana de Estudios Antropológicos, de la Sociedad Mexicana de
Antropología, Tomo Decimo cuarto (Segunda parte), México, 1956-1957, pp. 129-137, p. 135.
115
Ana María Álvarez y Giafranco Cassiano tienen varias temporadas de trabajo de campo en la
región de Huayacocotla con el Proyecto La Etapa Cazadora-Recolectora en el Estado de Veracruz y
en México, INAH, Veracruz.

111
sagrados? Para contestar a eso se debe mencionar que la “tradición de la pintura
blanca” se puede rastrear en otros lugares diferentes al Mezquital y a la Sierra Madre
Oriental, tal es el caso de la Cueva del Río San Jerónimo, perteneciente a Villa del
Carbón, mismo que formaba parte de la antigua región otomí de Xilotepec- Chiapan
en donde se encuentra el mismo estilo de pintura116, eso nos demuestra la
continuidad cultural otomí, del que se tiene otro sitio relativamente cercano al anterior
y del mismo estilo, llamado La Piedra de la Luna, localizada en Dos Ríos,
Huixquilucan, estado de México, mismo que vio en 1897 Frederick Starr, del que
dice lo siguiente:

Es una piedra enorme, con la superficie inferior plana y la superior redonda, lo


suficiente grande como para un grupo numeroso acampe sobre su superficie. La
tierra bajo la piedra se ha deslavado, y en la parte inferior hay figuras primitivas
pintadas, imitando soles, círculos y diseños simbólicos. Se dice que los indios
[otomíes] de los alrededores respetan esta roca y le dedican plegarías y ofrendas.117

El culto a la Piedra de la Luna entre los otomíes de la región de Huixquilucan,


lo vuelve a con firmar el Padre Garibay (1957)118, Francisco Rivas y Juana Romero,
estos últimos mencionan que hasta hace pocos años los otomíes aún le rendía culto
entre el 21 y 28 de mayo, aparte del que se sigue realizando en el Cerro de la
Campana el Domingo de Pascua, en donde los tiemperos dejan ofrenda a otra roca
para pedir buen temporal.119

116
Véase Roberto Martínez, “La Cueva del Río San Jerónimo: análisis e interpretación de su arte
rupestre”, Cuicuilco, Vol. 9, núm. 25, mayo-agosto, 2002, pp. 1-30.
117
Frederick Starr, El México indio, Op. Cit., p. 86.
118
Miguel Ángel Garibay, “Supervivencias religiosas precolombinas de los otomíes de Huixquilucan,
Estado de México”, en América Indígena, vol. XVII, No. 3, julio de 1957: 207-219, México, p.
119
Francisco Rivas Castro, “El culto a la roca entre los otomíes de Huixquilucan: Arqueología y
Etnografía”, trabajo inédito proporcionado por el autor. 24. Págs.

112
En el caso de nuestra región de estudio, se debe mencionar que existe el sitio
conocido como El Cirio, en donde las comunidades aledañas como San Nicolás y
San Pablo El Grande, se han convertido a las religiones evangélicas, por lo que han
abandonado sus antiguas costumbres, sin embargo, aún se pueden encontrar rastros
de un uso esporádico por los curanderos (bädis) de la región, por ejemplo, en la
pared rocosa del segundo panel junto a las pinturas, destaca una hilera de clavos
metálicos, mismos que seguramente fueron utilizados para colgar ofrendas o recortes
de papel que representan las diferentes fuerzas de la naturaleza; restos de leños
quemados, y alguna que otra ofrenda localizada en el suelo.
En una de las Cuevas del Cerro Brujo de Tutotepec hemos encontrado restos
de pintura blanca, y la representación de una flor de cuatro pétalos (Véase Fig. 95), el
resto ha desaparecido a consecuencia de la humedad y el afloramiento de estalactitas
que día con día siguen creciendo en la pared rocosa. Cabe mencionar que en este
lugar, los otomíes y en particular los bädis siguen haciendo el “costumbre” (rituales)
de manera frecuente a la Señora del Agua y a otras entidades. Por último, se pude
resaltar la presencia de una antigua roca petrograbada en la Peña del Gato, en la que
por lo menos varías veces al año se sigue depositando ofrendas.120 Por último, es
importante destacar que la Cueva Pintada y los sitios aledaños del Río Camarones y
el Meco, con la llegada de los españoles y los primeros religiosos fueron
abandonados, para desaparecer por completo dentro del mapa ritual y espiritual de
los actuales otomíes serranos.

120
En los últimos meses se estaba metiendo maquinaría pesada para abrir la carretera por ese
camino, por lo que es probable que dicha piedra petrograbada y lugar sagrado haya desaparecido.
Sin embargo, se realizó en varias ocasiones trabajo de campo, se registró el sitio y se levantaron
tomas fotográficas.

113
3.3 La Cueva Pintada

Este sitio se localiza al oeste del Ejido de Calabazas, municipio de Agua Blanca de Iturbide,
Hgo., en dos abrigos rocosos que formó el río Camarones, en una de las ondulaciones
de la ladera de una larga loma que nace de las estribaciones de la Sierra Madre Oriental,
misma que termina en el desfiladero de la barranca que conduce a la Vega de Meztitlán;
conocida de diferentes maneras a lo largo del tiempo; la Barranca de las Caleras, de San
Pablo, de San Pedro Sultepec, los Baños, etc. Por lo que desde este punto se tienen
muy cercanos los límites de algunas comunidades de los actuales municipios de Acatlán
y Metepec.

Para acceder a estos dos abrigos rocosos se tiene que subir por el más pequeño, que
mide más de tres metros de largo por un poco más de un metro de altura, ubicado al
noreste del sitio, cuyas representaciones miran al sur. Pasando por una estrecha vereda,
unos metros más adelante en dirección oeste se encuentra el otro abrigo, cuyas
dimensiones rebasan los 20 metros de largo, con variaciones de altura en el techo que
van de más de uno a tres metros, en los que se contienen representadas varias escenas
que se han dividido en cinco paneles. En los que sus motivos representados también
miran en varias direcciones, sureste, este y noreste. A cada panel se le ha dado un
nombre de acuerdo con las escenas y elementos representados.

114
3.4 La interpretación de las pinturas

Para analizar las pinturas rupestres de la Cueva Pintada (Calabazas), se ha hecho


trabajo de campo en diferentes ocasiones (2013), lo que ha dado como resultado
más de 3000 fotografías tomadas por varias personas del Proyecto Arte y
comunidades otomíes…, en diferentes momentos del día y estaciones del año.
Agreguémosle a todo ello, una serie de medidas, tomas con escala a determinados
elementos, notas, apuntes y dibujos a mano alzada in situ, y por supuesto,
discusiones, observaciones y apreciaciones por parte de cada unos de los
integrantes y especialistas en iconografía que nos acompañaron.
Un segundo proceso consistió en analizar todo lo que se encontraba
representado por paneles, escenas y detalles. Los cuales han sido dibujados
mediante un calco digital, que se logró con varios programas como Ilustrator y
Photoshop, herramientas que nos permitieron crear una nueva capa digital, sobre la
que dibujamos sin el riesgo de alterar las fotografías originales.

Finalmente, la mayor parte de estas representaciones rupestres han sido


identificadas e interpretadas con la ayuda de la información etnográfica que se tiene
de los actuales otomíes. En otras ocasiones se tuvo que recurrir a los antiguos
códices o, ir directamente a presenciar algún ritual, o simplemente compararlas con
otras escenas y elementos que se encuentran en las pinturas del Mezquital. Lo que
nos ha confirmado que estas representaciones se siguen correspondiendo con la
actual cosmovisión de los otomíes.

En lo particular, nos dimos cuenta de que el elemento más recurrente de


nuestro sitio de estudio es la representación de los ancestros, de lo que existe la
información suficiente para demostrar que este lugar era un santuario dedicado a
ellos, como se verá en el tercer y cuarto capítulo, tema principal de este trabajo.

115
116
Figuras 7 y 8. Vista panorámica de las estribaciones de la Sierra Madre Oriental y la Cueva Pintada, Agua Blanca de
Iturbide, Hidalgo. Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, 2013.

117
118
3.5 La Ceremonia del Fuego
Nuevo. (1er. Panel)

En el primer abrigo rocoso se encuentra un solo panel que corresponde al primero


de nuestro estudio, cuyas representaciones, en la parte alta se puede decir que
están en buen estado, mientras que las de abajo se han perdido completamente,
sin embargo, se ha logrado interpretar que sus representaciones se refieren a la
antigua “Ceremonia del Fuego Nuevo”.

En la parte central derecha se pude apreciar un brasero doble (5)121, a su izquierda,


leyendo con respecto a la entrada del panel y desde la perspectiva del observador, se
tienen representadas varias constelaciones que se han identificado en el Códice
Florentino y los Primeros Memoriales de Sahagún, como; Mamalhuaztli la “T “
punteada (8), Mía o Miec, la que adquiere la forma de i griega “Y” con el círculo u
“ojo de observación” en medio (9), y otro cúmulo de estrellas (10), de las que más
adelante propondremos una interpretación. Además sobresalen cinco lunas en
su fase creciente y cuarto creciente (1-2, 6-7, 13 y 14), las cuales, se diferencian
entre ellas, por el grosor de su trazo.

En la parte de abajo de las constelaciones, sobre una cavidad que está


labrada en la roca, se encuentra un sacerdote con su cabellera larga (11) y “el palo de
lluvia” o “palo de sonajas”; el Chicahuaztli, el cual, precisamente atraviesa una
pequeña piedra, e incide en la cavidad que está totalmente ahumada, por lo que
podemos inferir que el ritual del Fuego Nuevo se realizó en este sitio, no sólo de
manera simbólica, sino de manera práctica. Al lado izquierdo de este fogón se
encuentra representada una serpiente delineada de perfil (17), en forma ondulada o
zigzagueante, la cual, también en la parte final de su cuerpo atraviesa una pequeña
roca que funge como su cascabel (Crótalo). Arriba de la serpiente, en el borde del panel,
tenemos la representación de una cara con sus ojos, nariz y boca (16), facciones para
las que se aprovechó las texturas de una roca sedimentaria que sobresale de
121
Ver la numeración de los elementos en los dibujos de los paneles correspondientes.

119
Figura 9. Vista general del Panel del Fuego Nuevo, Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y
comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo y edición de foto:
Domingo España Soto.

120
Figura 10. Elementos del Panel del Fuego Nuevo, Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Dibujo: Domingo España Soto.

121
la arenisca, para representar lo que se ha identificado como un “Wema” o ancestro,
de acuerdo con la actual cosmovisión de los otomíes serranos, del Mezquital y de
otras partes, en la que se dice que, en una generación anterior de la humanidad y de
los actuales otomíes, existía otra de gigantes que se quedaron atrapados y
petrificados en las montañas y las cuevas después de un diluvio y de cuando salió el
Sol por primera vez, por eso -dicen-, es posible identificar hoy en día, los rostros y los
huesos atrapados en las piedras.122 Arriba de esté ancestro, tenemos a otro de cuerpo
completo (15), con las manos levantadas, y con sus ojos delineados en una pequeña
protuberancia que resalta de la pared rocosa, misma que funge como su cabeza. Este
ancestro tiene algo que pareciera ser una cola, pero por las fuentes etnográficas,
sabemos que los “antiguas”, como también se les dice a los Wemas entre los
otomíes de la sierra, era una generación de “incivilizados” que andaban cubiertos con
las pieles de los animales. Eso a pesar de que en otras ocasiones se les reconoce
como arquitectos de las grandes construcciones antiguas (iglesias y pirámides),
mismas que se consideran de gran dificultad para los esfuerzos de los actuales
humanos.

122
véase; Jacques Galinier, Pueblos de la Sierra Madre, Op. cit., pp. 447-448.; Elena Vázquez de los
Santos, Los Tenangos, mitos y ritos bordados. Arte textil hidalguense, México, Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes, Dirección General de Culturas Populares, 2008., p. 75.; Rocio Gress Carrasco, Voces
de Roca, Op. Cit., .p. 36-37; Sergio Sánchez Vázquez, “Wemas y cagandhos: Limpias con piedras en el
Valle del Mezquital, Hidalgo”, en Johanna Broda y Catharine Good Eshelman (Cord.), Historia y vida
ceremonial en las comunidades mesoamericanas: Los ritos agrícolas, México, Instituto Nacional de
Antropología e Historia, Universidad Nacional Autónoma de México, 2004, pp. 289-303; y Patricia
Fournier García, “Gigantes alfareros y enanos: mito y cosmovisión mesoamericana entre los hñahñu de
la región de Tula, Hidalgo”, en Dimensión Antropológica, Año 8, Vol. 21, Enero-Abril 2001, p. 71-84.

122
Interpretación

Como es bien sabido, varias culturas del México antiguo desde mucho antes de la
llegada de los españoles ya habían desarrollado sus propios calendarios rituales y
astronómicos, basados en la constante observación de los movimientos del Sol, con
respecto a la variación del punto del horizonte por el que sale o se pone en
determinadas fechas del año; los cambios de las fases de la luna y el movimiento de
las estrellas, en su aparición y su desaparición matutina o vespertina a lo largo del
firmamento nocturno.

Información sobre ello se encuentra en los vestigios arqueológicos, las


narraciones de los Cronistas y en los antiguos códices, en donde podemos evidenciar
los conocimientos astronómicos que tenían los teotihuacanos, los mexicanos (nahuas),
los mayas y por su puesto los otomíes. De estos últimos cabe destacar por ejemplo, el
documento que escribió en el siglo XVII, el otomí Juan de San Francisco de Huichapan,
manuscrito mejor conocido como Códice Huichapan, en donde su autor cuadra los
antiguos meses y días del calendario otomí, con el mexica y principalmente con el
calendario europeo traído por los españoles, lo que nos demuestra que aún en esa
época ciertas personas conservaban este antiguo conocimiento tan especializado.

Se tiene noticias de que algunos pueblos durante mucho tiempo utilizaron su


antiguo sistema de medición del tiempo, aún después de que los españoles y los
primeros frailes introdujeron el calendario ritual cristiano, al que hicieron pequeños
ajustes, tal es el caso de los antiguos otomíes de Tutotepec, quienes igual en el siglo
XVII, alrededor del 1630, se descubrió que seguían realizando sus antiguas
“costumbres” de acuerdo con su antiguo calendario, tal y como nos lo dice el fraile
Esteban García:

Eran tres las chozas en las que se congregaban tres seudo profetas y sacerdotes con sus
discípulos y secuaces, y todos en unos mismos días señalados, porque desde su gentilidad
tuvieron estos indios el año dividido en diez y ocho meses, cada mes de veinte días, que
hacen número de trescientos sesenta días, y a los cinco que le faltan para el cumplimiento
de nuestro año llaman en lengua otomí dupa (días muertos), y los mexicanos días aciagos,
siendo su primer día del año el 2 de Febrero, por lo cual estos falsos sacerdotes cuidaban

123
mucho de la fiesta de la Purificación, que ellos llaman la purificación de las candelas. Para
todos los primeros días de sus meses prevenían las ofrendas y sacrificios…El falso
sacerdote agradecía, en nombre de su dios, el sacrificio, asegurando buenos sucesos en
todo; señalaba el día de la fiesta inmediata, persuadía a todos el abstenerse de relaciones
con mujeres, licitas o ilícitas, por cuatro o por ocho días…. 123

Sabemos que en la época prehispánica existía un sistema de dos calendarios, el


Solar de 365 días, organizado en los dieciocho meses de veinte días, más cinco días
muertos y el calendario ritual de 260 días, dividido en veinte trecenas. Cuyos
calendarios se desfasaban entre ellos y volvían a coincidir cada 52 años 124, para lo que
se realizaba la fiesta de la “gavilla, o atadura de los años”; del Fuego Nuevo125, esto
para propiciar que el Sol continuara con su curso y no se terminara la humanidad.

De acuerdo con el Códice Huichapan, los otomíes tenían una visión particular con
respecto al inicio y al fin del ciclo de 52 años, ellos le llamaban ambinzhui, que quiere
decir “el vencimiento de la oscuridad”126, representado para el año de 1455 en el
mencionado documento, con un cuadrete muy diferente a los demás, contiene el glifo
3 caña sobre un fondo de color negro, y arriba de él se puede apreciar una bandera,
en donde de acuerdo con el texto, Francisco Luna traduce como “el segundo
vencimiento de la oscuridad”. La representación del tercer vencimiento se registra para
el año de 1507 y es muy similar al anterior; otro cuadrete con fondo negro y con el
numeral 2 caña, arriba de él, la representación de una serpiente, una bandera y una
flor.

Ahora bien, como se ha mencionado anteriormente, sabemos que entre los mexicas
y otros pueblos de la región del altiplano, para determinar el inicio de un nuevo año, o
de una “atadura de los años”, y realizar la ceremonia del Fuego Nuevo, esperaban a

123
Esteban García (Fray), O.S.A., Crónica de la provincia agustiniana del Santísimo Nombre de Jesús de México,
Libro Quinto, Archivo Histórico Hispanoamericano- Agustiniano, Madrid, 1918., p. 301-302.
124
Jesús Galindo, “La astronomía prehispánica como expresión de las nociones de espacio y tiempo”, Ciencias,
número 95, Julio-Septiembre, 2009, pp., 67-71, p. 68; Johanna Broda, “Arqueoastronomía y desarrollo de las
ciencias en el México prehispánico” en Marco Arturo Moreno Corral (comp.), Historia de la astronomía en
México, México, Fondo de Cultura Económica, 2000, pp. 68-69.
125
Códice Florentino, Libro VII, Cap. III.
127
Códice de Huichapan, paleografía, traducción, comentarios y notas de Francisco R. Luna Tavera, México,
Gobierno del Estado de Hidalgo, [en prensa], p.

124
Figura 11. La correlación de los meses en tres sistemas calendáricos, en otomí (columna derecha), mexicano o
náhuatl (centro) y cristiano (izquierda) en el Códice de Huichapan. Imagen tomada de Oscar Reyes Retana, Códice de
Huichapan, comentado por Alfonso Caso, México, Telecomunicaciones de México, 1992, Lám. 13.

125
Figuras 12 y 13. En los anales prehispánicos del Códice de Huichapan se registra el
segundo y tercer “Vencimiento de la oscuridad” (ambinzhui), mismo que ocurría cada
ciclo de 52 años, en este caso, el de arriba corresponde a 1455 y el de abajo a 1507. Se
identifican por el glifo 3 y 2 caña que se encuentra en el cuadrete de fondo negro y
con una bandera en la parte superior. Imágenes tomadas de Oscar Reyes Retana,
Códice de Huichapan, comentado por Alfonso Caso, México, Telecomunicaciones de
México, 1992, Lám. 38 y 60.

126
que se pusieran en el cenit a media noche determinados grupos de estrellas, mismas
que llamaban Mamalhuaztli, (el instrumento para encender fuego por ficción), Miec (el
montón) y Tianquiztli (el mercado). De las que los ancianos informantes de fray
Bernadino de Sahagún, le explicaron en qué consistían las creencias que se asociaban
a ellas128, y se las dibujaron en sus Primeros Memoriales.129 De dichas
constelaciones, podemos identificar que se encuentran representadas en el primer
abrigo de la Cueva Pintada dos de ellas; Miec y Mamalhuaztli. La tercera constelación
que se encuentra representada a la izquierda de las dos primeras, no se puede
comparar con ninguna del mencionado documento, por lo que no podemos decir que
se trate de Tianquiztli, porque en realidad esta es la representación de un cúmulo de
varias decenas de estrellas y no de unas cuantas.

128
Códice Florentino, Libro IV, Apéndice y Apología, fol. 80.
129
Primeros Memoriales, Cap. II, pár. 1, f. 282 r.

127
Figura 14. La representación de varios cuerpos celestes entre los mexicanos (nahuas): El sol, eclipses,
constelaciones y fenómenos naturales. Primeros Memoriales, Cap. II, pár. 1, f. 282 r – v.

128
Figura 15. Detalle del sacerdote con Chicahuaztli y las tres constelaciones: Mamalhuaztli, Miec y el cúmulo de
estrellas. Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes, metamorfosis
de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

129
Actualmente los investigadores han identificado varias constelaciones prehispánicas,
por lo que sabemos que Mamalhuaztli (el perforador de Fuego) en realidad es parte
del cinturón y la espada de Orion; Miec (el montón) son las Pléyades (en el Tauro) y
Tianquiztli (el tianguis) es Geminis.130 Ahora bien, para el cúmulo de decenas de
estrellas que se encuentran representadas a la izquierda de Miec y Mamalhuaztli en la
Cueva Pintada, se puede identificar como una nueva constelación, misma que
tampoco sabemos el nombre que le daban los antiguos otomíes, pero por sus
características, es posible determinar que se trata del cúmulo de estrellas que se
localiza entre Sirio y Canopus, dentro del Camino de Santiago (Vía Láctea), pøsø, en
otomí. Lo cual, es lógico, pues en el mundo occidental se identifica a todo este grupo
de constelaciones y estrellas como pertenecientes al invierno, época en la que son
visibles también en el firmamento nocturno de nuestra región de estudio.

Para reforzar lo anterior, hemos realizado una pequeña simulación en un software


llamado Stellarium, mismo que se caracteriza por ser un pequeño planetario, en el que
se muestra a Mamalhuaztli, Miec, Tianquiztli y a la nueva constelación que hemos
identificado, en uno de los momentos en que alcanzan a posicionarse en medio del
firmamento, lógicamente, al mencionado software lo hemos programado con la
localización (coordenadas) de la Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo, para
mostrar cómo era visto por los antiguos otomíes serranos.

130
Cf. Anthony F. Aveni, Observadores del cielo en el México antiguo, Fondo de cultura Económica, México, 1991,
pp. 44-49; Jesús Galindo Trejo, Arqueoastronomía en la América Antigua, Madrid, Editorial Equipo Sirius, 1994,
(Colección la Ciencia y la Tecnología en la Historia), p. 21 y22. Gabriel KenricK, “ Las horas en la vida cotidiana de
los antiguos nahuas”, en Estudios mesoamericanos, Nueva época, año 13, núm. 7, julio-diciembre 2012, pp. 33-57,
p. 43; Existen algunas divergencias entre varios autores sobre la identificación de algunas constelaciones
prehispánicas, pero esto se debe en gran medida, como bien lo dice Gabriel Kenrick, a que dichos autores sólo han
leído el Códice Florentino, y han dejado de lado Los Primeros Memoriales, o simplemente no han tenido la
oportunidad de traducirlos del náhuatl al español, en donde la información se abunda en varios aspectos, tanto en
los dibujos , como en las cualidades de cada una de las constelaciones y fenómenos representados.

130
Figura 16. Detalle de las constelaciones
nahuas: Mamalhuaztli, Miec y Tianquiztli,
Primeros Memoriales, Cap. II, pár. 1, f. 282
r.

131
Ilustración 5. Detalle de varias
constelaciones, de arriba hacia abajo;
Mamalhuaztli, Miec y Tianquiztli. Primeros
Memoriales, Cap. II, pár. 1, f. 282 r.

Figura 17. Constelaciones a medio firmamento, vistas desde la Cueva Pintada (Calabazas), Agua Blanca de Iturbide, Hgo.,
Simulación programada en Stellarium.

132
Al Mamahuaztli en nuestra región de estudio actualmente se le conoce como “el
arado, o el aradito”131; el instrumento utilizado para labrar la tierra. Grupo de estrellas
que efectivamente adquiere esa forma cuando están saliendo por el este, por lo que
es común escuchar el “ya salió el aradito” , mientras que cuando alcanzan la mitad del
firmamento nocturno este grupo de estrellas dan una percepción visual diferente, es
cuando por fin podemos ver la “T”, o el Mamalhuaztli prehispánico.

Debe mencionarse que si una persona observa durante varias noches y, a una
misma hora este grupo de estrellas, se dará cuenta de que su posición de salida en el
horizonte y su altura en el cielo va cambiando cada día, siguiendo a su vez, una
trayectoria que va de este a oeste. Cuando el Sol se está metiendo por el oeste, el
Mamalhuaztli y las constelaciones que la acompañan, están saliendo del otro lado, por
el este. Pero eso sucede sólo en los meses que son visibles en el firmamento
nocturno, desde un poco antes de noviembre hasta marzo, marcando así el inicio y el
fin de la época del invierno, la temporada de sequia.132 De ahí la gran importancia
que tenían estas constelaciones como marcadores del tiempo y del calendario de los
antiguos otomíes serranos.

Es verdad que los actuales otomíes han perdido gran parte de ese antiguo
conocimiento astronómico, pero aún quedan reminiscencias que nos permiten
demostrar que estas mismas constelaciones servían antiguamente como marcadores
de las estaciones del tiempo, pues las estrellas que conforman el Mamalhuaztli de los
nahuas, entre los otomíes de la sierra se le conoce como pontisø133 (las estrellas de la
cruz), de las que Galinier nos dice lo siguiente:

Temusisø designa a la constelación de Escorpión y a “las estrellas de la cruz” (Pontisø), es


decir Orión. Entre las constelaciones se destacan las Pléyades o Siete Cabrillas, cuyo

131
Entre los otomíes de la sierra se reconoce a otra “estrella- arado” (wãhisø), conocida en el mundo occidental
como Osa Mayor. Jacques Galinier, La mitad del mundo, Op. Cit., p. 527.
132
María Teresa Uriarte, “De teotihuacanos, mexicas, sacrificios y estrellas” en Beatriz de la Fuente (Cord.), La
Pintura Mural Prehispánica en México, Vol. I, Teotihuacán, tomo II, Estudios, México, Instituto de Investigaciones
Estéticas, Universidad Nacional Autónoma de México, 1996, pp. 391- 399, p.396.
133
Debe mencionarse que entre los otomíes de la sierra, se menciona que la “Cruz del Cielo” (pontisø) se
comunica con las otras cruces de la Tierra; la Cruz del Cerro, la Cruz del Agua, La Cruz de los Caminos, La Cruz de la
Puerta de la iglesia, y la Cruz del Fuego de cada uno de los hogares. Véase por ejemplo; Israel Lazcarro Salgado, “El
Cristo- Sol en el tiempo otomí: de la Revolución Mexicana al lopezobradorismo”, trabajo presentado en el marco del
Seminario Permanente de estudios de la Huaxteca, Instituto de Investigaciones antropológicas, Universidad
Nacional Autónoma de México, y El Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, Ciudad
universitaria, México, 23 de agosto de 2006. 30 p.

133
nombre otomí ha sido olvidado. Se considera también que la Vía Láctea o pøsø, llamada
también camino de Santiago, nace de los volcanes. Indica la llegada del tiempo frío.134

Temusisø, la constelación de Escorpión, misma que los nahuas llamaban


Citlalcolotl, la hemos encontrado representada en otro sitio de nuestra región de
estudio, en el Abrigo de la Serpiente135, como lo hemos denominado, localizado sobre
el río Meco (Agua Blanca) en los límites del Barrio del Yolo, Acatlán, Hgo. Se debe
aclarar que esta constelación sólo es visible en el firmamento nocturno después de la
desaparición del conjunto del Mamalhuaztli o Pontisø, marcando así a la temporada de
lluvias, desde su inicio hasta su fin. Cabe destacarse que también en este sitio abundan
las representaciones de los ancestros, por lo que en términos generales, en estos sitios
se encuentra la versión más arcaica de las temporalidades en que se les rendía culto a
los antepasados, los ancestros.

A continuación se muestra una simulación del desplazamiento en el firmamento


nocturno de las constelaciones de Mamalhuaztli, Miec y Tianquiztli, para comprender de
mejor manera, como los antiguos otomíes esperaban a que estas constelaciones
coincidieran en la mitad del cielo justo a media noche, para realizar la ceremonia del
Fuego Nuevo, para ello se ha usado un software llamado Stellarium, el cual, tiene la
capacidad de reproducir los movimientos celestes como si fuese un pequeño
planetario, al que se le ha configurado la localización geográfica de nuestra región de
estudio, con la base de datos y las principales constelaciones prehispánicas, y se le ha
fijado casi una hora específica para seguir la posición de dichas constelaciones
después de la puesta del Sol, durante varios meses, en los que podremos ver su
aparición, desplazamiento del horizonte, elevación en el cielo y sus últimas semanas
en las que sólo es visible unas cuantas horas después de la puesta del Sol, pero
ahora posicionadas por el oeste, para días después, desaparecer por completo en el
cielo nocturno, y dar paso a la temporada de lluvias.

134
Jacques Galinier, La mitad del Mundo, Op. Cit., p. 527.
135
En este sitio también se encuentra a un lado del Temusisø (Escorpión), la constelación de la Osa Menor, misma
que los nahuas llamaban Xonecuilli, aún parte de las estrellas que la conforman, entre los actuales otomíes de la
sierra le llaman tãkãmpasø, y es considerada como nefasta. Jacques Galinier, La mitad del Mundo, Op. Cit., p. 527.

134
Figura 18. Simulación del movimiento de Miec, Mamalhuaztli y Tianquiztli a lo largo de varios meses, horas después de la puesta
del Sol, desde su aparición por el Este, hasta alcanzar su máxima altura, y desaparición en el Oeste, vistas desde La Cueva
Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Simulación programada en Stellarium.

135
Ahora bien, con la información que nos da fray Esteban García sobre la celebración
de las candelas y el calendario de los antiguos otomíes serranos, más las
representaciones del primer panel de la Cueva Pintada; en donde se puede apreciar a
un brasero doble, el sacerdote con el Chicahuaztli que incide en el fogón, y las
constelaciones que se han identificado en Los Primeros Memoriales de Sahagún,
como Miec y Mamalhuaztli ,- de acuerdo como las llamaban los mexicanos (nahuas)-
, se puede determinar que el tema de este primer panel, es la representación de
alguna celebración del Fuego Nuevo que realizaron los antiguos otomíes de la región.
Sahagún nos menciona que la última que realizaron los mexicanos tuvo lugar en
1507136, año que también registra el Códice Huichapan para los otomíes137, la que le
seguía debió de haberse hecho en 1558-1559, tiempo para el que ya tenían más de
treinta años los españoles y frailes en estas tierras, quienes se encargaron de erradicar
estas antiguas costumbres. Pero debe recordarse que para esas últimas fechas los
otomíes serranos todavía no eran totalmente despojados de su territorio del altiplano y
además, la información de Esteban García corresponde a más de cien años después de
la llegada de los españoles (1630), época en la que los otomíes seguían con su antiguo
calendario ritual, entonces cabe preguntarse si ¿los otomíes serranos realizaron una
última celebración del Fuego Nuevo en la Cueva Pintada después de la llegada de los
españoles?

La respuesta decidimos dejarla como una simple posibilidad, pues debe recordarse
que dicho ritual también se llevaba a cabo cada año entre los otomíes de la sierra,
Jacques Galinier, en los años 70’s del siglo pasado, encontró que hasta hacía unos
cuantos años, todavía se utilizaba la antigua “técnica del taladro” para producir la llama
de la ceremonia del fuego nuevo (da’ yosipi), realizada en el oratorio de la comunidad
de San Clemente, Hgo138, técnica que nos dice, “consiste en hacer girar entre la palma
de las mano la punta afilada de un palo de madera sobre una base de jonote
Heliucarpus (takoni)” . Además, agrega que la finalidad era lograr prender una hoguera,
para que cada uno de los habitantes tomará una brasa para su hogar. Punto en el que
se debe mencionar, que hasta hace pocos años, en las comunidades del altiplano y en

136
Códice Florentino, Libro IV. Apéndice y Apología. foja 80.
137
Códice de Huichapan, Op. cit. Lám. 60.
138
Jaccques Galinier, N’ yühü, Les indies otomís, Op. Cit., p. 313-314.

136
las casas más tradicionales, los fogones de la cocina tenían un oquedad localizada en
medio, más abajo del nivel en donde se colocaban los leños, al que se le llamaba el
Xictli, o “el ombligo del fogón”, en el que se debía mantener las brasas siempre vivas,
ahora con la industria cerillera esto se ha perdido.

137
Figura 19. Sacerdote haciendo incidir el chicahuaztli en el fogón, representación de la
ceremonia del Fuego Nuevo, Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Fotos:
Proyecto Arte y comunidades otomíes: metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM.
Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

138
Figura 20. Detalle de un personaje sacando fuego con el Mamalhuaztli, Códice
Huamantla, Lám. 6.

Figura 21. Otomí serrano utilizando los dos palos para sacar el Fuego Nuevo, San
Clemente, Hgo. Tomado de Galinier, Les indies otomis.., p. 313.

139
Como se ha explicado anteriormente, las constelaciones representadas en el primer
abrigo de la Cueva Pintada, aparte de servir como marcadores de un año nuevo, estas
marcaban el inicio y fin del invierno, la época de las cosechas y sequía. Ahora bien, en
ese primer panel también encontramos representada a una serpiente, justo a un lado
del fogón en el que el sacerdote hace incidir el chicahuaztli, por lo que la hemos
identificado como Mäkäzibi (Gran Serpiente Celestial de Fuego), de acuerdo con la
tradición oral de los actuales otomíes del Mezquital, quienes todavía recuerdan a
varias serpientes sagradas, de las que dicen, desde los tiempos de la creación de la
humanidad se encargan de regular los tiempos del año: los tiempos de frio, de lluvias y
de secas, como se puede ver a continuación:

Entre viento que baja remolineando,


es que bajan las dos grandes serpientes,
una de color rojo es la Gran Serpiente Celestial de Fuego,
Fuego celeste es su Fuego y es llamada Mäkäzibi,
Fuego Sagrado es su nombre y trajo el calor y el viento y vino a bajar
por el Sur.
Y la otra Gran Serpiente es de color azul
y trajo la lluvia y el viento de lluvia. Serpiente de Agua es,
Agua celeste es su agua y viento Celeste es su viento,
es llamada Sagrada Serpiente Negra de las Aguas Celestiales
que se le llama Bok´ yä y vino a bajar por el Norte.

Entonces es que se juntan y nadan dando giros por la faz de la Tierra.


Agua Celeste y Fuego celeste se juntan y se entrelazan
Y es que provocan los vientos y la lluvia, el calor y el frio….

….Así fue que terminaron su trabajo,


ordenaron el mundo y crearon los tiempos:
el tiempo de los fríos, el tiempo de los vientos,
el tiempo de las aguas, y el tiempo de las secas.

140
Y cuando se juntan y entrelazan,
Se enroscan en espiral, ya suben, ya bajan,
una entra por un lado, y la otra por el otro,
es como si se enfrentaran y producen los grandes vientos
y la lluvia que cubre todo el cielo, aquí es que es que se llama Kenhe,
Gran Serpiente Celestial que cubre toda la inmensidad del cielo.

Y así cuando terminaron su trabajo


sobre la superficie de la Tierra,
en el espacio superior de la Tierra y en el cielo,
la Gran Serpiente de Fuego subió al cielo,
a su casa, a su morada y su lugar es el Cielo del Sol,
su trabajo es ser la Gran Cargadora del Sol.

Y la Gran Serpiente de Agua Celestial


Fue que subió al cielo nocturno y se guareció en la
Luna, en su interior, en su seno fue que se acurrucó.139

Aparte de las constantes referencias en la tradición oral, el Proyecto La Mazorca y


Niño Dios, ha encontrado representadas a estas serpientes en las pinturas rupestres
del Mezquital, en donde Mäkäzibi, la Gran Serpiente de Fuego está junto con el
Sol140, mientras que en otros sitios se puede ver a la Bok´yä pendiendo de la Luna,
cuya serpiente a su vez, cuando baja a la Tierra, carga unos colgajos que se han
identificado como los odres de agua, que son utilizados para descargarlos sobre la
Tierra y hacer que llueva. Representaciones que también han sido identificadas en
nuestra región de estudio; por ejemplo en el Cirio, Tenango de Doria, Hgo, se
encuentra la Bok´yä y la Kenhe. Lo que nos demuestra una larga continuidad en la
cosmovisión de los otomíes del Mezquital y de la Sierra.

Para concluir con las interpretaciones del primer panel de la Cueva Pintada, se debe
mencionar que la representación de los dos ancestros (wemas) simboliza en este
caso, a los dueños del fuego, como se verá en las interpretaciones del tercer panel.

139
Francisco R. Luna Tavera, Rä Äjuä Nehñu. El Dios caminante, Op. Cit., pp. 12-14.
140
Ejemplos de ello se encuentra en el sitio del Boye, Huichapan, Hgo. Véase. Vanya Valdovinos, Bok´yä, La
serpiente de lluvia…, Op. Cit., p. 76; Alfonso Vite Hernández, El mecate de los tiempos…, Op. Cit., p. 153;

141
Figura 22. Detalle de la Mäkäzibi (Gran Serpiente Celestial de Fuego), Panel del Fuego Nuevo, Cueva Pintada, Agua Blanca
de Iturbide, Hgo. Fotos: Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Enero de
2013. Dibujo: Domingo España Soto.

142
Figura 23. Detalle de un Ancestro (wema), Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Fotos: Proyecto Arte y
comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

143
Figura 24. Otro de los Ancestros de la Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide,
Hgo. Fotos: Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria
identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo, pág. siguiente: Domingo España Soto.

144
145
A) B)

C) E)

Figura 25. Diferentes representaciones de los


ancestros; A) y B) Segunda Cueva-Abrigo de
los Ancestros, Barrio del Yolo, Acatlán, Hgo.; C)
El Nicho del Venado y el Ancestro, Barrio del
Yolo, Acatlán, Hgo. ; E) El Abrigo de la
Serpiente, Barrio del Yolo, Acatlán, Hgo. Fotos:
Proyecto arte y comunidades otomíes;
metamorfosis de la memoria identitaria,
UNAM, 2013; F) Máscaras rituales adoradas
durante la fiesta del Carnaval:
representaciones de los ancestros, San
Lorenzo Achiotepec, Hgo., Imagen tomada de
Galinier, La mitad del mundo, p. 379.

146
3.6 El numeral de las lunas y el sacrificio del
venado (2do. Panel)

El segundo panel se encuentra, más al oeste y junto al del pequeño abrigo que
acabamos de analizar, tiene varios metros de largo por más de tres metros de altura.
En él se contiene una gran cantidad de elementos, mismos que miran al sureste.
Entre los que resalta a primera vista, un sacerdote-astrónomo (20) con gorro cónico
y con los dos brazos levantados hacía un numeral (10), representado por 10
columnas verticales de puntos rematados por lunas en fase creciente, en las cuatro
primeras de la izquierda, mientras que las otras se han desprendido de la pared rocosa.
Algunas de las columnas de puntos están compuestas por 7 u 8, mientras que del resto
sólo quedan 4 o 5. Otros puntos se han colocado arriba de la primera, y en medio de la
segunda, tercera y cuarta luna. Mientras que debajo de la mano derecha del sacerdote-
astrónomo hay dos puntos vacios (22), en forma de pequeños círculos, lo que sugiere
un ajuste del calendario lunar.

Arriba de esto, en mayor tamaño, el Sol (12), una cruz que ha sido identificada
como la representación de Venus (9) y otra luna (8) delineada casi en circunferencia
completa y muy parecida a la de los códices antiguos. Estos elementos a su vez,
se encuentran coronados en lo alto del abrigo por un hombre con escudo, arco y
flecha (6), que persigue a un venado moteado (7), representación de la que debe
aclararse que no es una escena de cacería: es el sacrificio del hermano o el ancestro
mayor, como se explicará más adelante. Aún, más arriba de la escena del sacrificio,
tenemos dos círculos (2), igual de pintura blanca, pero que están rayados en color
negro. Elemento que está acompañado de otro numeral (1) constituido por tres
columnas verticales de dos puntos cada una, dando un total de 6, en los que también
se tiene un pequeño punto negro en su centro.

Abajo del sacerdote, se encuentra representado a un animal, del que no sabemos si


se trata de un cánido (perro) o un venado, o mejor dicho, de dos animales superpuestos
(21), que están a punto de entrar en una cueva (19). Por lo que se puede decir que este
panel tiene representados a varios espacios, el celeste, con el Sol, Venus, las lunas y el
sacrificio del hermano mayor. El terrenal con la representación del sacerdote, la cueva
sagrada y el animal.

147
Abajo y del lado derecho de todo lo anterior, se encuentra la representación de la
entrada al inframundo, con el Monstruo de la Tierra, o mejor dicho de la Madre Tierra
(26), elemento identificado de acuerdo con los antiguos recortes de papel amate de los
otomíes serranos, con la tradición oral del Mezquital y con unos antiguos catecismos
ideográficos, producidos y utilizados por los propios otomíes, durante más de tres
siglos, en los que se muestra como se apropiaron del cristianismo sin dejar de lado
sus antiguas creencias, como se verá en el capítulo siguiente.

Justo abajo del Monstruo de la Tierra, en el espacio que corresponde al


inframundo, se encuentran varios elementos, cinco lunas (25, 29, 31, 34 y 42), una de
ellas con un numeral de 10 puntos (31), un guerrero con chimalli (37), un cráneo
trazado de perfil (28), una ave (41), un ancestro (wema) delineado de acuerdo con la
textura de la roca (32); una lagartija (33), más otro ancestro (40) que se localiza entre el
cráneo y el ave, cuya representación, por sus extremidades corresponde a los wemas
que no se podían levantar cuando se caían, de acuerdo con lo que dice la tradición oral.
Y por último se tiene a un personaje (27) con dos objetos redondos en cada mano, de
cabellera larga y con el falo erecto. Identificado con la personificación del Sol en el
inframundo, como se explicará en las interpretaciones.

148
Figura 26. Vista panorámica del segundo panel de la Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto:
Proyecto Arte y comunidades otomíes, metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013.

149
Figura 27. Vista panorámica del segundo panel de la Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto:
Proyecto Arte y comunidades otomíes, metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo:
Domingo España Soto.

150
Figura 28. Elementos del Segundo Panel, Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Dibujo: Domingo España Soto.

151
Interpretación

Es evidente que el numeral de las lunas representa un ajuste calendárico de este


cuerpo celeste, pero es muy probable que se refiera a varios meses lunares, los 7 u 8
puntos de cada columna, bien pueden corresponder al intervalo de días en que se da
cada fase lunar. Cabe destacarse que la mayor parte de las lunas representadas en
los sitios de la región son parecidas, mismas que se han identificado en fase creciente.
Punto que se puede tornar debatible entre las personas que están muy poco
acostumbradas a la observación de la luna, pues es común que se hayan educado
con las siguientes reglas: la luna con los cuernos hacia la izquierda y en forma de “D”
es cuarto creciente; la luna con los cuernos hacia la derecha y en forma de “C“ es
cuarto menguante. Entonces, ¿por qué estas lunas se encuentran con los cuernos
hacia arriba, en forma de “U”? La respuesta es que los cuernos de la luna adquieren
esas tres orientaciones. Un día, dos , o tres días después de la luna nueva, después de
que se mete el Sol, podremos apreciarla con los cuernos hacia arriba, y además, es
probable que en un cielo despejado, al tercer día podremos ver el resto de la Luna, en
circunferencia casi completa, con su conejo en el centro, pero con un color más opaco,
lo que en el mundo occidental se le llama “la Luna nueva en brazos de la vieja”, o
simplemente “Luz cenicienta”.141 Fenómeno que se debe a la alineación entre el Sol,
La Tierra y la Luna, mientras el Sol proyecta su luz en la parte de abajo de la Luna, la
Tierra hace lo mismo con el resto, pero en un color más opaco.

Es en ese contexto que ahora sabemos que los antiguos otomíes, y principalmente
“los señores la luna” (los de Meztitlán) y sus parientes del señorío de Tutotepec, hacían
especial reverencia a la luna creciente, de escaso uno o dos días, después de la
nueva.

La representación de la luna en creciente y casi en circunferencia completa por “la


luz cenicienta”, nos remite a las representadas en los antiguos Códices, en las que
aparece en forma de olla, con el conejo, o un cuchillo de obsidiana adentro, y con el
agua desparramándose. Pues no en balde, aún hoy en día en nuestra región de
estudio, entre los campesinos de más avanzada edad, en el tiempo de lluvias se fijan en

141
Siew Meng Chong, Poon Seng Ang, y Albert Lim, Atlas fotográfico de la Luna, trad. Dulcinea Otero-Piñeiro,
Cambridge University Press, 2003, p. 15-16.

152
esta fase de la luna para ver si trae o no trae agua, si viene inclinada, de canto o que
color tiene. En fin es en la luna del cuarto creciente que se empieza la siembra del
maíz y de los productos agrícolas, pues si se hace en otra de las fases, el nacimiento y
crecimiento de las plantas se puede malograr.

Figura 29. La Luna en fase creciente el 2 de febrero de 2014, 20: 23 hrs., una hora antes de ocultarse por el Oeste,
información corroborada en campo (Calabazas, Agua Blanca de Iturbide, Hgo.) y reproducida en Stellarium.

153
En este numeral de las lunas se puede determinar a qué época del año se refiere, pues
la representación del Sol, Venus y de las propias lunas en creciente nos dan la
respuesta. En primer lugar, sabemos que el creciente y cuarto creciente se ven desde
el medio día hasta las primeras horas después de que se mete el sol y hasta la media
noche, mientras que la luna llena se ve desde que se mete el Sol hasta que amanece,
pero poco a poco va retrasando su salida y es común que la gente mencione que la
“luna se está durmiendo”. Después viene el cuarto menguante que se puede ver
desde la media noche hasta el medio día, para dar paso posteriormente a la Luna
nueva, a la “luna muerta” invisible durante una noche. De ahí que sepamos que se trata
de la representación del lucero de la tarde (Venus). Cuya aparición se hace presente
justo después de la puesta del Sol, por el oeste, y es posible verlo durante la época de
lluvias, entre junio y octubre, marcando así la época del ciclo agrícola; del tiempo de
cultivar el maíz. Tal y como lo ha demostrado Iván Sprac, existe una relación entre
Venus, la lluvia y el Maíz.142

Debe mencionarse que en este panel existen dos representaciones de Venus, uno
de ellos identificado por la cruz, el otro por el punto que se localiza arriba de la luna en
fase creciente, lo que quiere decir que se representó la conjunción de estos dos
elementos celestes.

Los dos círculos que se encuentran hasta arriba del panel y que contienen en su
interior varios trazos radiales en color negro, y los seis puntos que los acompañan nos
remiten a la representación de algunos elementos de Tlaloc, el antiguo Dios de la
Lluvia, en donde claramente se pude identificar sus anteojeras. Divinidad que ya
existía en el México antiguo, desde mucho antes de la llegada de los mexicas y es
totalmente reconocible, por ejemplo, en las pinturas rupestres de Tlayacapan, Morelos,
en donde por lo memos se puede decir que datan del periodo posclásico (1200-1521).
Además, tenemos noticias de que se han encontrado “ollitas Tlaloc” en miniatura, en
diversas regiones habitadas por los otomíes (Mezquital, Xilotepec, Chiapan y
Huizquilucan), quienes las relacionan con los ancestros.143

142
Iván Sprac, Venus, lluvia y maíz; simbolismo y astronomía en la cosmovisión mesoamericana, México, Consejo
Nacional para las Culturas y las Artes, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Serie Arqueología, (Colección
Científica), 1998; Iván Sprac, La estrella de Quetzalcóatl, el planeta Venus en Mesoamérica, México, Editorial Diana,
1996.
143
Patricia Fournier, Gigantes, enanos y alfareros.., Op. Cit., pp. 71-84; Ángel María Garibay, Supervivencias de
cultura intelectual precolombina entre los otomíes de Huizquilucan, México, Instituto indigenista Interamericano,
1957; José Ignacio Sánchez Alaniz, “El culto de los cerros en la provincia de Xilotepec- Chiapan” en Dimensión
Antropológica, Año 4, Vol. 9-10, Enero- Agosto, 1997, pp. 225-236.

154
La escena del venado moteado y el personaje con arco y flecha, como habíamos
mencionado anteriormente, no se refiere a un conjuro o escena de cacería, es el
Sacrificio del Hermano Mayor (Makunda), como aún lo recuerdan los otomíes del
Mezquital, quienes dicen:

Y se dice que por esta su sangre del Hermano Venado


germina el maíz, le da fuerza, le da su poder a la Sagrada Tierra
y al Sagrado Grano de Maíz. Así que si la tierra de la milpa ya perdió su fuerza,
ya se agotó, ya no da maíz, por la fuerza de la sangre del Hermano Venado
la milpita vuelve a dar fruto, nos vuelve a dar nuestros alimentos.
La sangre es buen abono.144

El sacrificio del venado, los elementos de Tlaloc, las representaciones de Venus y el


sacerdote-astrónomo frente al numeral, sugieren un ajuste de varios meses del
antiguo calendario lunar, con respecto a la fecha precisa en que debían de comenzar
las siembras, y la petición de lluvias.

144
Francisco R. Luna Tavera, Rä Äjuä Nehñü, El Dios caminante, O.p. Cit. p. 41.

155
Figura 30. Posible representación de las anteojeras de Tlaloc, Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto:
Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo:
Domingo España Soto.

156
Figura 31. Dos representaciones de Tláloc en Tlayacapan, Morelos. Fotos: Vanya Valdovinos,
febrero de 2013.

157
Figura 32. Representación del sacrificio del venado, el Hermano Mayor (Mäkä Fanto Makunda), Cueva Pintada, Agua
blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM,
Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

158
Figura 33. Ancestro localizado en la parte alta, a la izquierda del Sol y el numeral de lunas. Representación de los
ancetros acompañantes del Sol por sus recoorido en el cielo. Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto
Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España
Soto.

159
Figura 34. Detalle del sacerdote- astrónomo ante numeral de lunas y la representación de Venus, Cueva Pintada, Agua
Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM,
Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

160
Figura 35. Detalle, canido o venado, abajo del sacerdote-astrónomo. Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo.
Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo:
Domingo España Soto.

161
Figura 36. Representación de la Cueva Sagrada, Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y
comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

162
Figura 37. Elemento no identificado, localizado en el borde y en el lado izquierdo del numeral de lunas. Cueva Pintada,
Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria,
UNAM, Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

163
Como se ha mencionado en las anteriores páginas, abajo del sacerdote- astrónomo se
tiene la representación de otro espacio, el del inframundo, reconocible por su elementos
contenidos, en especial por el Monstruo de la Tierra, o mejor dicho la Madre Tierra, de
la que sabemos por los otomíes del Mezquital, que en los primeros días de la creación
de la humanidad:

….las noches y los días no pasaban en el cielo


Ni en la tierra, aún el tiempo no era tiempo.
No se conocía el rostro de la Sagrada Tierra, Madre Nuestra,
no se veía su forma , y se dice que forma no tenía.

Solo era como una gran serpiente


o tal vez muchas grandes serpientes entretejidas,
o tal vez una gran tortuga o un gran lagarto como un tsija
o a la mejor de un Zocm´o no se sabe bien, esto se perdió.

Flotaba en la inmensidad de las grandes aguas,


daba espanto verla, tan sólo era como un gran echadero de serpientes,
¡Sólo se veía como un gran hervidero de serpientes¡
Como unas vivas y palpitantes al descubierto.
Así se dice. Así se veía, no se le veía principio ni fin.

A un extremo una gran cabeza monstruosa,


tal vez era de lagarto o de tortuga o tal vez de de serpiente.
Enormes garras eran su sustento y equilibrio.
Nadaba o se movía para adelante o para atrás.
De un lado a otro se movía con sus fauces amenazantes,
Tirando tarascadas a todos lados, dando recios y fuertes silbidos.
Fiero era su rostro. En verdad llenaba de espanto.
Lo juro, así se dice.145

145
Francisco R. Luna Tavera, Rä Äjuä Neñhu, El Dios Caminante, Op. Cit., p. 6.

164
La asociación de la Tierra con la serpiente, nos remite al Códice Huamantla, en donde
los antiguos otomíes de Tlaxcala constantemente pintan la tierra de cultivo, el venado y
la serpiente, pero en una de las láminas aparece con mayor detalle, de sus fauces
sobresale la cabeza de una mujer con el rostro pintado en líneas rojas, a la usanza
antigua, es la representación de la Madre Tierra, a quien en esta ocasión se le está
haciendo un sacrificio humano.

Entre los otomíes de la Sierra también encontramos varios recortes de papel


amate que representa a la Madre Tierra como una mujer con serpientes. Mientras que
en antiguos catecismos pictórico-ideográficos, elaborados y utilizados por los propios
otomíes durante varios siglos después de la llegada de los españoles, nos muestran a
la Madre Tierra y la entrada al inframundo (nidu), tal y como la describen los actuales
otomíes del Mezquital, cuya representación es reconocible en este segundo panel de la
Cueva Pintada.

Figura 38. El Cristo- Sol bajando al lugar de los muertos y su paso por el Monstruo de la Tierra,
Manuscrit N. 76, Testeriano 1, [Catecismo figurado otomí], Biblioteca Nacional de Francia, f. 6-v.

165
Figura 39. Representación del Monstruo de la Tierra, Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte
y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Enero de 2013. Dibujo: Domingo España
Soto.

166
Figura 40. Representación del Cristo bajando al inframundo, por la boca del
Monstruo de la Tierra, y al tercer día resucitado, Catecismo pictórico otomí,
Biblioteca de la Universidad de Princeton, E. U., f. 8.

Figura 41. Representación de un personaje flechado como sacrificio de


la Madre Tierra, Códice Huamantla, Lám. 5. Fuente citada.

167
Figura 42. Representación de la Madre Tierra, con sus cuatro serpientes
en los extremos, recorte en papel amate, San Pablito, Pahuatlán, Pue.
Colector: Jacques Galinier (años 70´s), Le catalogue des objets, Le
Musée du Quai Branly, Paris, Francia.

Figura 43. Representación de La Madre Tierra con el vientre abultado. Recorte de


papel amate, San Pablito, Pahuatlán, Pue., Colector: Bodil Crhistensen (años 30 ´s),
Donateur: Guy et Claude Stresser – Péan, Le Catalogue des Objets, Le Musée du Quai
Branly, Paris, Francia.

168
Figura 44. Representación muy esquematizada de la Madre Tierra, con el vientre
abultado y en la cabeza resaltan varias serpientes. Recorte de papel amate, San
Pablito, Pahuatlán, Pue., Colector: Bodil Crhistensen (años 30 ´s), Donateur: Guy et
Claude Stresser – Péan, Le Catalogue des Objets, Le Musée du Quai Branly, Paris,
Francia.

169
Se debe recordar que los otomíes del Mezquital siguieron pintando en sus lugares
sagrados (en las barrancas), aún después de la llegada de los españoles, por lo que
entre sus antiguas pinturas se pueden encontrar escenas de dicha época, referentes al
nuevo cristianismo otomí, y la manera en que ellos lo entendían, por lo que las antiguas
y nuevas ideas se fusionaron. Como se puede corroborar en la tradición oral, en la
que se dice que después de que los Ts´ ene dieron muerte a Cristo, el Sol dejo de
salir, dejando a la Tierra en completa oscuridad, desorden y destrucción, sin que nadie
supiera si se iba a terminar el mundo y si iba a continuar. Mientras que el Cristo bajaba
al mundo de los antepasados por la Boca de la Serpiente (Ok´ yä), paso por varios
sitios en compañía de su perrito que lo guiaba, un río de sangre, un malpaís, un lugar
muy frío…, un lugar oscuro en donde se guardan los huesos y cráneos de los muertos,
hasta llegar al noveno paraje, en donde se encuentra con la Divina Madre, Manzinana
´ihe, la Dueña de las Serpientes. – Se dice- es entonces que en este lugar llamado
Ntamoankjä, el Äjuä Yozipa Xomta (Nuestro Dios) y Mazidada´ihe (Nuestra Madre) le
restituyen su “Corazón de Fuego”, el cual había sido ocultado por los Ts´enes, sus
sacrificadores. Restituido su corazón, se le encomienda que suba a los cielos para
alumbrar a la Tierra y es de esta manera que nace la historia del Cristo-Sol, entre los
otomíes del Mezquital.

Este tipo de narraciones aún conservan elementos más arcaicos, mismos que nos
ayudan a comprender las representaciones de la parte baja del segundo panel de la
Cueva Pintada, como la presencia de las lunas en “su lugar de aposento”; el
inframundo, los ancestros que acompañan al Sol durante la noche, la representación
del ave, y la personificación del propio Sol, antes de que salga al firmamento cada día,
y antes de que aparezca por primera vez , después de la ceremonia del Fuego Nuevo, o
la “atadura de los años”. Esta última representación se ha identificado en el personaje
que aparece con la cabellera larga, con un objeto en cada mano, y con el falo erecto,
mismo que denota su desnudez. Del que los otomíes del Mezquital mencionan:

Y así es que emprende su camino,


Su marcha para salir del mundo subterráneo para vencer la oscuridad,
Unos dicen que viene como águila,

170
otros que con su traje de águila y otros que sólo con su figura de Sol
como lo vemos hoy, y también se cuenta por los más grandes,
por los más ancianos, que volvió a la vida como un hombre joven.

….Y venía desnudo, así sin nada de vestimenta,


Sólo con su bandera, con su bubai,
con su espada de capitán, con una gran piedra,
la que se llama piedra del zopilote.
Y viene con su corte de pelo y su peinado Xingri,
a la usanza antigua, como se ve su imagen en Naxthey.
Así es.
….viene con el miembro viril bien parado, bien levantado,
muy erguido, bien potente, muy firme y macizo,
lo que en otomí se dice: ´ronguants´u.
Y ahí vienen los Uema [ancestros], muy valientes, con buen ánimo
Entonces fue así no más, sin verse nada,
en medio de la oscuridad, a la hora que se llama
<<la hora del lobo>> canta el pajarito llamado tutum´ixi.
Y su canto es: “Tutum´ixi. Tutum´ixi. Tutum´ixi”
¡Ya viene Nuestro Padre Sol!146

Ahora entendemos el porqué se encuentran las representaciones de los ancestros y


el guerrero con su escudo (chimalli) en la parte baja, en el inframundo con el personaje
fálico, mismo que se dispone a salir para alumbrar la faz de la Tierra. Arriba del
sacerdote- astrónomo y del lado izquierdo del Sol aparecen las caras de dos ancestros
en el espacio celeste, lo que denota que lo siguen acompañando. Por lo que en
términos generales en este segundo panel tenemos representada la petición de lluvias
y la invocación para que el Sol salga otra vez después de la Ceremonia del Fuego
Nuevo, que hemos analizado en el primer panel.

146
Francisco R. Luna Tavera, Rä Äjuä Nehñu, El Dios Caminante, Op. Cit., pp. 70-73.

171
Figura 45. Representación de un cráneo, Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y
comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria. UNAM, Enero de 2013. Dibujo: Domingo España Soto

172
Figura 46. Fragmentos de la cabeza de un ancestro, la luna y el perro, Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo.
Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Enero de 2013. Dibujo:
Domingo España Soto.

173
Figura 47. Representación de un ave en el inframundo, Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto
Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Mayo de 2013. Dibujo: Domingo España
Soto.

174
Figura 48. Representación de la Luna cargada de agua, identificable por sus colgajos y puntos en medio, Cueva
Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria
identitaria, UNAM, Mayo de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

175
Figura 49. Personaje desnudo saliendo del inframundo, con el falo erecto, un objeto en cada mano y su peinado Xingri.
Representación del personaje pobre que se sacrificó para que saliera Sol, con la Luna atrás de él, . Foto: Proyecto Arte
y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Mayo de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

176
Figura 50. Guerrero con chimalli (escudo) en el inframundo, mismo que acompaña al Sol en su recorrido diurno y
nocturno. Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la
memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

177
3. 7 El Señor del Mundo y el tiempo
(3er. Panel)

Este tercer panel en realidad sigue siendo la continuidad del segundo, se localiza más
al oeste y mide más de tres metros de largo por un poco más de uno de altura, la
mayor parte de sus elementos se encuentran representados sobre el techo de la
pequeña oquedad del abrigo. En donde sigue presente el discurso del sacrificio del
venado como el ancestro o el Hermano Mayor, como más adelante lo explicaremos.

En este panel lo que primero llama la atención del observador es la espiral (14)
que está arriba del techo, justo en el centro de la oquedad del abrigo rocoso y sobre
una superficie ennegrecida por el humo (hollín), en la que parte de sus trazos se
superponen en la parte de arriba y del lado derecho con una luna (15) en fase
creciente. Mientras que en los extremos de abajo hay dos triángulos con pequeñas
líneas que les sobresalen (28 y 29). Alrededor de todo ello un venado que sube
(11), otro que cruza (12) y uno que baja (13), los tres con diferente tipo de
representación.

Acercándonos para apreciar un poco mejor los detalles, nos damos cuenta de
que justo abajo de la espiral, hay una varilla metálica que han puesto las autoridades
municipales de hace algunos años, de manera intencional e inconsciente para que los
visitantes pudieran tener un mayor acceso, justo donde se encuentra una piedra que
tiene restos de pintura, poniendo mayor atención, nos daremos cuenta de que se
alcanzan a distinguir los ojos, la boca y parte de la oreja de un Wema o ancestro (1),
como más nos gusta llamarlos, del otro lado de este se encuentran los restos de otro
que tiene la boca abierta y es reconocible parte de sus huesos (2).

Pero antes de continuar con la descripción, se debe aclarar que en este panel es
evidente que hubo repintes en algunos elementos, mismos que nos indican diferentes
épocas, reconocibles por la superposición y el grosor de los trazos, la aspersión de
pintura en determinadas aéreas; de la que se puede inferir la intención de ocultar,
invalidar o eliminar representaciones, y la diferente tonalidad de coloración en algunos
elementos, mismos que se ven más borrosos, más blancos, o más amarillentos.

178
Diferencia que se mostrará con color rojo, amarillo y café en los dibujos que hemos
realizado, para que nuestro lector tenga una idea más clara de las diferentes
temporalidades. Ahora bien, en el caso del fondo ahumado parece ser totalmente
intencional para representar la oscuridad del firmamento nocturno y del inframundo, el
lugar de los muertos, como se verá en las interpretaciones. Pero es evidente que este
espacio se utilizó desde por lo menos una etapa anterior, en la que se pintaron
varios puntos como representación de las estrellas de la bóveda celeste.

Como se mencionó anteriormente, en este panel de la espiral existe la


representación de varios venados, mismos que nos hacen recordar el que se encuentra
en lo alto del segundo panel, arriba del numeral de las lunas, en donde un venado
moteado es perseguido por un personaje que porta escudo, arco y flecha. Pues en este
tercer panel, justo debajo de la representación de un cráneo (10), se encuentra un
personaje (5) que porta una especie de lanza, y persigue a dos venado moteados (3 y
4). Mientras que a la espiral le dan la vuelta otros tres, uno que tiene pintado el cuerpo
todo de blanco, del que es reconocible que se trata de un macho adulto porque tiene
cornamenta (astas), mismo que por la posición de sus patas traseras y delanteras
parece subir por las protuberancias de la roca; mientras que el segundo, sabemos
que es un venado pequeño por su cuerpo moteado, el cual, parece estar corriendo y
tratando de cruzar el otro lado de la espiral. Mientras que un tercero que baja del otro
lado, que se reconoce sólo por sus astas y su cabeza, tiene una greca en su cuerpo y
varios trazos que distorsionan sus extremidades. A ambos lados de este último venado
se tiene a dos personajes, el del lado derecho está en posición de movimiento, porta
cabellera larga, y tiene en una de sus manos algo que parece ser un garrote, o lanza
(21). Mientras que el del lado izquierdo tiene un tocado en la cabeza que adquiere
forma de cruz (22), al igual que el personaje del segundo panel, mismo que persigue el
venado moteado con su arco, chimalli y flecha, nada más que el de este panel, porta
chimalli (escudo), macuahuitl (espada de hojas de obsidiana), y está acompañado por
un perro.

179
En la parte media- baja y del lado derecho de la espiral se encuentra la representación
de un gran cráneo (10), el cual, es reconocible por la representación de su doble
dentadura, la quijada (maxilar), las comisuras de los ojos, y algunas líneas en las
extremidades, lo que posiblemente represente las vertebras del cuello y las clavículas,
en términos generales, el resto de sus huesos. Arriba de él hay aspersión de pintura,
que se superpone con el trazo de una luna en creciente (11) y una mano al positivo. A
los lados existen otros trazos y dos lunas más.
Debajo de este cráneo, hay otro elemento que se identifica como una greca escalonada o
Xicalcoliuhqui (7). Unos centímetros más a la derecha, veremos a un animal (cuadrúpedo) de
larga cola (8), con algo al final de ella, mismo al que hemos identificado por el contexto como
un posible mono que se dirige a un pequeño recuadro (9).

180
Figura 51. Vista panorámica del tercer panel, Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y
comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013.

181
182
Figura 52. Elementos del Tercer Panel, Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Dibujos: Domingo España Soto.

183
Figura 53. La espiral, los tres venados, varias lunas, una mano y otros elementos. Cueva Pintada, Agua Blanca de
Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de
2013. Dibujo: Domingo España Soto.

184
Figura 54. Detalle de la espiral y la luna como representación de las vueltas que le da el Señor del Mundo al universo.
Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria
identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

185
Figura 55. Por la forma de espiral que adquieren los fósiles de amonitas, entre los bädis otomíes de la sierra se
consideran como la representación del Señor del Mundo y las vueltas que este le da al universo. Foto: Domingo
España Soto.

186
Figura 56. Detalle; venado con cornamenta (astas) subiendo sobre la pared rocosa a un lado de la espiral. Cueva
Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria
identitaria, UNAM, Diciembre de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

187
Figura 57. Detalle del venado que cruza la espiral, Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y
comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

188
Figura 58. Detalle del venado desmembrado y sus dos sacrificadores a los extremos, uno con chimalli, macuahuitl y
perro, el otro de cabellera larga, con un garrote o lanza. Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto
arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España
Soto.

189
Figura 59. Detalle de Cráneo, Xicalcoliuhqui, luna y mono. Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto
Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España
Soto.

190
Figura 60. Personaje con garrote o mazo persiguiendo a dos venados, Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto:
Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Diciembre de 2013. Dibujo:
Domingo España Soto.

191
Figura 61. Greca escalonada (Xicalcoliuhqui), Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y
comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Mayo de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

192
Figura 62. Representación de un mono, Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y
comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo: domingo España Soto.

193
Figura 63. Cabeza de Ancestro, Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y comunidades
otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España soto.

194
Figura 64. Detalle de Ancestro, Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y comunidades
otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

195
Interpretación

Entre los otomíes de la sierra, nos dice Galinier que se asocia a la espiral con la forma
notable de los fósiles (amonitas), mismos que tienen poderes mágicos y se conservan
en los altares de los bädis (chamanes), cuyo significado evoca al “Señor del Mundo
[que] circula en el espacio describiendo una espiral: i zãnti kohto ra ŝinhoi, “se enrolla
sobre el universo”147, del que también se dice que le da siete vueltas.148 Este mismo
autor se encontró que la espiral (zãnti) se asocia también con la luna llena, con la idea
de redondez y de plenitud (n´yuti).149
Efectivamente encontramos varias lunas representadas en fase creciente, como la
que se superpone con los trazos de la espiral y otra muy diferente a todas las demás,
que se localiza detrás del venado, y solo es reconocible por las narraciones de los
propios otomíes, casi está en la fase de luna llena, mejor dicho en cuarto creciente, por
la posición y el único ojo que tiene. En este último punto debe aclararse que entre los
otomíes existe una representación antropomorfizada (humanizada) de la luna, de la
que Galinier nos dice lo siguiente:

Posee dos ojos (signos de la dualidad y la ambivalencia sexual del astro). Durante la
fase de conjunción (tûzna) [luna muerta], los ojos del astro- bien abiertos en el momento
de luna llena- se encuentran cerrados. Las fases de cuarto creciente y cuarto menguante
están marcadas por la apertura de un sólo ojo (masculino y femenino).
El carácter masculino de la luna está ligado a su “erección”: la luna, según se dice, es el
amante de todas las mujeres. Las posee, desde que tienen sus primeras reglas,
aprovechándose de que están dormidas para introducirse en ellas. Cuando despiertan el
astro se ha ido ya. De este modo, la luna estrena a las jovencitas: ti dayo ra zäna.150

En ese sentido existe una estrecha relación entre el ancestro, el Señor del Mundo
y la luna como principio regenerador del tiempo, la vida y la fertilidad. Pero ¿cómo
explicar el que la luna sea considerada como femenina y masculina? La respuesta a
una de estas facetas se encuentra en la actual relación que existe entre

147
Jacques Galinier, La mitad del mundo, Op. Cit., pp. 531- 534.
148
Ibíd., p., 428.; Esas siete vueltas también se asocian con los siete viernes que persiguen al Cristo-Sol los
demonios durante el carnaval; además, en el Mezquital se menciona que en ese entonces, el Cristo portaba
su sombrero de siete vueltas, de ahí la importancia de este número.
149
Ibíd., p. 534.
150
Ibíd., p., 540.

196
la Luna y el Diablo, el Cristo y el Sol, del día y la noche, los dos hermanos enemigos
que rigen el mundo. Galinier recogió en los años 70´s un interesante mito otomí en
San Pablito, que habla de un héroe que se aventó al fuego para convertirse en Sol, en
aquellos tiempos en que el mundo era frío y estaba apenas iluminado, los hombres de
entonces decidieron crear el Sol:

Para desempeñar dicho papel, escogieron a un joven huérfano de padre, que era muy
pobre, enfermizo y lleno de granos. Este muchacho de entrada aterrorizado, terminó por
aceptar su destino…Otro candidato se propuso, este era rico y había conseguido ser
aceptado. Los llevaron a ambos al río, donde se bañaron para librarse de toda mancha.
Por otro lado se prendió un brasero en donde se predio un buen fuego con leña. El
primero en aventarse a la flama fue el pobre enfermo. El otro se entretuvo con las
mujeres y también se aventó, pero demasiado tarde, cuando ya no había más que
brazas y cenizas. Ambos emprendieron entonces el camino al cielo. El joven héroe, que
había partido primero, ideó varias estrategias para conservar su ventaja. Fue así como
llegó primero y se convirtió en el Sol…151

Y por supuesto el joven rico se convirtió en la Luna, mismo que se asocia con el
Señor de la Noche, del inframundo, de la cueva y el Señor de la Abundancia. Y es en
ese contexto que ahora entendemos porque se representó en la Cueva Pintada, a la
luna en fase creciente sobre la espiral, pues esta evoca en su conjunto las vueltas que
da el Señor del Mundo sobre el universo, mismo que marca el fin y la posible
renovación de los tiempos, del tiempo de la luz, en el que Sol debe salir para iluminar la
Tierra. Pero en este caso se tiene representado al tiempo en manos del Señor del
Mundo152, quien reproduce los tiempos primigenios, en los que el mundo se
encontraba en plena oscuridad y desorden, tal y como lo siguiere la superficie
ennegrecida o ahumada sobre el que fue pintado. Además de que abajo se
encuentran representados varios ancestros y un cráneo, lo que también simboliza el
inframundo, el lugar de los muertos.
El resto de elementos representados nos confirman que en esta ocasión no son
hombres los sacrificados para que el Sol continúe saliendo sobre la faz de la Tierra, es

151
Galinier, La mitad del mundo, Op. Cit., pp. 689-699.
152
Entre los otomíes de la sierra el Señor del Mundo es la encarnación del mismo Zhitú (Devora muertos), el malo,
el Diablo, el que era dueño de la Tierra y su propietario original.

197
de nuevo el sacrificio del venado quien cumple con este papel ritual, pues abajo del
cráneo hay un personaje con un mazo o garrote persiguiendo a dos venados
moteados; mientras que alrededor del Señor del Mundo (espiral) se encuentran
representados tres, uno de ellos sube sobre la superficie rocosa y tiene cornamenta,
otro cruza, y se identifica que es pequeño por su cuerpo moteado, el tercero que
desciende por uno de sus bordes, sólo es reconocible por su cabeza y su cornamenta,
el resto de sus extremidades están trazadas de manera distorsionada, pero sabemos
que se trata del venado sacrificado por los dos personajes que lo rodean, uno con un
garrote y el otro con escudo, macuahuitl y el perro. En conclusión, se pude decir
también que esta escena nos siguiere la representación de las tres facetas o etapas de
la vida un mismo venado.

El sacrificio del venado es un tema recurrente en las pinturas rupestres y en la


tradición oral del Mezquital, razón por la que sabemos que estas antiguas
representaciones no se tratan de una simple invocación o conjuro de cacería, sino de
algo meramente sagrado, en donde al venado se le reconoce como el primer ser que
fue formado y el primer caminante de la Tierra, de ahí que se le diga Mäkä Fanto
Makunda: (Venado Sagrado Hermano Mayor), mismo que está estrechamente
relacionado con la fertilidad de la tierra y con el elemento solar. Esta idea
lógicamente se fusionó a la llegada de los españoles con la introducción del
cristianismo, y por eso se dice que el Hermano Mayor se dejó que lo sacrificaran los
Ts´ene (demonios) para tratar de evitar que mataran al Cristo caminante, a quien
finalmente también dieron muerte, pero tuvo la cualidad de resurgir del mundo de los
ancestros y subir al cielo como el mismo Sol. De ahí la relación del Venado- Cristo y el
Sol153, por lo que a continuación mostraremos parte de estas narraciones, mismas que
nos permiten entender el porqué se represento en la Cueva Pintada, al venado con su
cabeza, astas y la greca en el cuerpo, bastante identificables, pero con el resto de sus
extremidades distorsionadas y a sus dos sacrificadores:, la historia dice:

153
Entre los otomíes de la sierra se ha perdido el valor sagrado del Venado, pero también se desarrolló una idea
similar sobre el nacimiento del Cristo-Sol, relacionado con la persecución de los diablos y el Cristo que escapa
por el palo Volador. Véase por ejemplo, Guy Stresser-Péan, El Sol, Dios y Cristo. La cristianización de los indios de
México vista desde la sierra de Puebla, México, Fondo de Cultura Económica, Consejo Nacional para las Culturas y
las Artes, Centro de Estudios Mexicanos y Centro americanos, 2011.

198
Entonces es que se encuentran al hermano Venado,
El llamado Makunda, y le preguntan: ¿Tú eres el Kristo?
Y les responde: Si yo soy el Kristo.
Entonces rápidamente le ponen las manos encima,
Lo quieren apresar, no lo capturan.
El hermano venado se les escapa

Allá va corriendo muy veloz,


con sus huaraches de oro,
las turbas lo persiguen, no le dan alcance.
¡Oh Poder!

Ya le ponen la trampa, ya le tienden el mecate.


¡Oh! Ya cayó en su trampa, ya cayó en sus manos.
Rápidamente lo llevan al sacrificadero.
…Entonces el Gran Sacrificador, el llamado Teteña,
Apresta su cuchillo y de un solo tajo le rebana todo el cuello,
De un solo golpe de su cuchillo lo decapita y levanta su cabeza a lo alto
Y da su grito de triunfo y es que se derrama su sangre, sangre bendita
y se dice que por esta su sangre del Hermano Venado
germina el maíz, le da su fuerza, le da su poder a la sagrada Tierra
y al Sagrado Grano de Maíz…
Luego, en seguida viene el sacrificador
Llamado Méxi, El Desollador.
Ya le quita su piel y así luego con esta su piel
del Hermano Mayor se viste y así va muy vestido,
muy elegante y muy galano.

Entonces viene otro gran sacrificador,


el llamado Cortador de Carne y lo desbarata,
lo hace pedazos, lo desmembra y ya van las turbas
con los pedazos del Hermano Mayor…

En ocho pedazos fue desbaratado, en ocho partes fue desmembrado.

199
…y se dice que todos los Ts´ene bebieron su sangre…
Entonces así nomás sin que nadie les dijera,
se dieron cuenta de que no habían matado al Kristo154

Con los anteriores fragmentos es posible identificar al tercer venado que sólo era
reconocible por su cabeza y sus astas, mismo que baja de lado izquierdo de la espiral,
del Señor del Mundo. Ahora sabemos que efectivamente se trata del venado sacrificado
y desmembrado, de ahí la multiplicación de sus extremidades, además de que a ambos
lados de él tenemos representados a sus sacrificadores. En términos generales, lo que
los antiguos otomíes serranos representaron de manera simbólica en el tercer panel
de la Cueva Pintada, es el sacrificio del Hermano Mayor (el venado) para que el
Señor del Mundo dejara salir al Sol sobre la faz de la Tierra, todo esto claramente
se relaciona con la ceremonia del Fuego Nuevo, representada en el primer panel de
este mismo sitio.

En términos generales, la representación de los venados perseguidos por


personas que portan garrotes o mazos , y los venados atrapados en una red del
siguiente panel que vamos a ver, tiene una explicación, misma que hemos encontrado
en las narraciones de la comunidad otomí del Espíritu, Alfajayucan, Hgo., en donde
se recuerda que anteriormente el capitán del carnaval tenía la obligación de subir al
cerro para atrapar a un venado vivo, mismo que se traía al centro del pueblo maneado
con el mecate, se le cantaba, incensaba y rezaba, para posteriormente degollarlo y
verter parte de su sangre en la Tierra, como símbolo del sacrificio y la fertilización.155
Este ritual se sigue haciendo, pero se ha sustituido por otros animales, principalmente la
res, sin embargo, se dice que por las dificultades de todos los gastos y preparativos,
las nuevas generaciones de encargados prefiere comprar la carne, misma que se
prepara para hacer un convite ritual entre toda la comunidad. Recuérdese que el
carnaval tradicional otomí evoca varios combates rituales, entre el Cristo-Sol y las
fuerzas del inframundo, el Señor del Mundo, los Ts´ene, los Xitas (diablos de la
vegetación) y los moros, mismos que se van desarrollando en fechas variables en

154
Francisco R. Luna Tavera, Rä Äjuä Neñhu, El Dios Caminante, Op. Cit., p. 40-41.
155
Comunicación personal de Francisco Luna Tavera. 2013.

200
las diversas comunidades de la región, cubriendo una temporalidad de dos meses,
desde diciembre hasta marzo, o abril para coincidir con la Semana Santa. Temporalidad
que marca el inicio de las cosechas, el invierno y la petición de lluvias, de la fertilización
y regeneración de la Tierra.

La antigua relación que tenía el Sol con la temporada de frío (invierno), la sequía,
la muerte y el inframundo, se ve reflejada en la actual personificación del Cristo-Sol,
mismo que después del ciclo del carnaval, en la Semana Santa, es sacrificado, baja al
inframundo dejando a la humanidad en suspenso y en la oscuridad, pero después
renace y sube al cielo para iluminar el firmamento celeste, marcando a partir de
entonces, la fertilización de la Tierra, la regeneración de la vida y el inicio de la
temporada de las lluvias, todo esto es bien definido por Garret Ríos, quien estudió la
comunidad otomí serrana de San Antonio el Grande, Hgo. En donde existe un ciclo
agrícola dividido en dos temporalidades, el cultivo de secas (tonamil), que se desarrolla
a finales de diciembre a junio, totalmente relacionado con el ciclo del carnaval, y el
cultivo de lluvias (temporal), mismo que se desarrolla desde mediados de junio a
diciembre, enmarcando el ciclo San Antonio. Cuya relación simbólica es respetada
por el “grupo de la tradición”, de lo que dice Garret:

El ciclo de secas representa el viaje de Jesucristo [Sol] por el inframundo, el ciclo de


lluvias son San Antonio en maridaje simbólico con la Sirena, quienes dominan los
fenómenos climáticos y expresan su beneplácito a través de la producción agrícola.156

Por otra parte, no es casual que los antiguos otomíes hayan pintado el enorme
cráneo, la greca escalonada (Xicalcoliuhqui) y el mono con la cola enroscada, el primer
elemento nos remite al lugar de los muertos, mientras que la xicalcoliuhqui, sabemos
que tiene varios significados en el mundo mesoamericano, pero en este contexto es
claro que se trata de la representación del acenso y descenso, el camino por el que se
puede bajar al inframundo y subir al mundo terrenal, por donde entró y salió el
mono, el héroe mítico que roba el fuego a Sihta Shipi (el abuelo del fuego) para

156
María Gabriela Garret Ríos, Identidad y alteridad entre los pentecostales otomíes de la Sierra Otomi- Tepehua, Tesis
de Doctorado en Historia y Estudios Regionales, Xalapa, Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales, Universidad
Veracruzana. 2013., p. 121.

201
distribuirlo entre todos los humanos, entre todos los otomíes, tal y como lo confirma
Galinier:

Sihta Sipi se encuentra en una cueva sentado al lado de un fuego, cuando este no
existía en el mundo de los hombres. Un mono se acerca a él para calentarse, y se
queda dormido. Su cola se mete a la lumbre y empieza a quemar. El mono despierta y
sale corriendo al monte, abrasándolo con su cola de tal manera que la lumbre llega al
pueblo […] este Prometeo otomí es un personaje relacionado eminentemente con la
actividad sexual. Además, su nombre indica una congruencia perfecta con la lumbre.
Se llama S´uhpa <<Cola caliente>>.157

El mono como el héroe mítico del fuego es particular de los otomíes de la sierra,
entre los del Mezquital se menciona que es el tlacuache quien baja a la cueva para
robar el fuego a los Ts´ene, mismos que podemos identificar con los demonios, los
xitas, los hijos de Phota (El Señor del Mundo) y los tíos del Sol, o mejor dicho del Cristo-
Sol.158 Pero en términos generales, estas dos versiones coinciden en varios puntos; A)
en ambas el fuego se encuentra oculto en las profundidades de la cueva, B) a partir de
ese mismo elemento primordial es que se sacrificaron los dos héroes míticos que se
convirtieron en el Sol y la Luna, quienes diariamente hacen su recorrido por el espacio
celeste y el del inframundo. C) El Sol sale de las profundidades de la tierra, de la
cueva sagrada y el lugar de los antepasados, mismo que con la llegada de los
españoles y el cristianismo se identifico con el Cristo-Sol.

De ahí la relación que existe entre la Cueva Sagrada (Cueva Pintada), el fogón,
los ancestros, las constelaciones y el resto de las representaciones de los tres
primeros paneles, de lo que podemos decir que los dos ancestros del primer panel,
son la mismísima representación del Sihta Sibi, (el abuelo del fuego), por ello es
explicable el que los antiguos otomíes serranos hayan venido hasta este sitio para

157
Jacques Galinier, “El fuego y las lógicas culturales. Acerca de las categorías espacio- temporales en el
pensamiento otomí” en José A. González Alcantud y María Jesús Buxo Rey (eds.), El fuego. Mitos, ritos y realidades:
Coloquio Internacional, Granada, 1-3 de febrero de 1995, Granada, Antropos, Diputación Provincial, Centro de
investigaciones Etnológicas Ángel Ganivet ), 1997. (Autores, Textos y Temas. Antropología: 31). pp. 105-122, p.
107-108.
158
Las narraciones de los otomíes del Mezquital mencionan que los Ts´ene dicen cuando capturan al Cristo-Sol;
“Vamos a beber la sangre de nuestro sobrino”, eso como evocación del sacrificio ritual, Véase Canto XXXVII,
Francisco R. Luna, Op. Cit.

202
realizar la ceremonia del Fuego Nuevo, para sacar la “lumbre” de manera ritual en el
lugar en donde la tienen guardada los ancestros, a quienes en vez de robárselas, se
les ha ofrendado con el sacrificio del venado, tal y como nos lo narran las mismas
pinturas.

Con respecto a las diferentes representaciones de los venados, como


mencionamos anteriormente, los que tienen el cuerpo moteado son pequeños y los
que tienen astas son adultos machos. De lo que también es sabido que a los venados
machos en edad adulta, les nacen, crecen y se les caen las astas cada año159, tal vez,
de ahí el que desde la antigüedad se les haya asociado con el Sol, “el nacimiento, el
renacimiento, la fecundidad y la renovación del mundo que persiste hasta la
actualidad”.160 Lo que seguramente también sirvió como marcador del cambio del
tiempo y las estaciones del año, entre los antiguos otomíes.

En la parte baja y del lado izquierdo de la espiral, sobre sus bordes, se tienen dos
triángulos en “V” con pequeñas rayas en los extremos, es probable que estas
representen a las mismas cornamentas (astas) de los venados, pues es bien sabido
que antiguamente eran consideradas como sagradas161, y aún se les puede encontrar
empotradas en la pared de los oratorios familiares de los otomíes del Mezquital,
Querétaro y Guanajuato. Pues dichos lugares están dedicados al culto de los
ancestros, recintos en donde también se encuentran pintados el Sol y la Luna, entre
otras escenas referentes a las antiguas ideas y, a las nuevas que llegaron con el
cristianismo de los españoles.

159
Carlos Galindo- Leal y Manuel Weber, El venado de la Sierra Madre Occidental, Ecología, manejo y conservación,
México, Edicusa-Conabio, 1998.p. 118.
160
Salvador Mandujano Rodríguez, Teresa de J. Pérez Pérez, et al. Venados: animales de los dioses, Xalapa,
Secretaría Educación Veracruz, 2010., p. 24; Véase también: José Manuel A. Chávez Gómez, Los Significados del
Venado Sol en la Cosmovisión Maya. Un atisbo a la mitología y a la historia oral mayanse, México, Editorial
Académica Española, 2010.
161
Debe mencionarse que en otro contexto cultural, Breen Murray ha registrado varios sitios con la representación
de cornamentas de venados petrograbadas en el Noreste de México, en donde destaca aparte de su simbolismo
ritual, su significado matemático, mismo que nos remite a la medición del tiempo; como las estaciones del año y
los meses lunares: William Breen Murray, “Cornamentas y conteo en el arte rupestre del Noreste de México”, en
William Breen Murray (Comp.), Arte rupestre del Noreste, N. L., Fondo Editorial de Nuevo León, 2007 , (La Historia
en la Ciudad del Conocimiento )., pp. 87-103.

203
Finalmente, la representación de los dos ancestros que se localizan muy cerca de la
varilla metálica y justo abajo del Señor del Mundo (la espiral), evocación del mismo
Zhitu (el venerable ancestro), bien pueden representar a los dos ancestros primordiales;
La Madre Vieja y El Padre Viejo de los otomíes.162

3.8 El Ancestro Mayor, el Señor de la


Abundancia (4 To. Panel)

Este apartado corresponde al cuarto panel, localizado a la izquierda del anterior,


donde la pared del abrigo es más plana y larga163, sus elementos representados miran
directamente al este. Arriba y abajo pareciera que se le han desprendido grandes
bloques, pero no es así, nos lo confirman las líneas de pintura blanca que delimitan el
techo y el suelo. Empezaremos a leer de derecha a izquierda.

En la parte de arriba y del lado derecho de este panel se encuentra un


personaje (4) que sostiene algo que termina en forma de círculo con un punto en
medio. Mismo que se ha identificado como un ancestro (wema) por los enormes pies
y manos que tiene, extremidades de las que es posible identificar varios de sus dedos.
Esta representación nos remite a las narraciones de los actuales otomíes serranos,
quienes nos dicen que los antiguas (ancestros) fueron los constructores de las obras
colosales, como las antiguas pirámides, los cerros y la iglesia de Tutotepec.

162
Lourdes Baéz Cubero describe un ritual llamado el Xostu “levantar al difunto”, que se realiza entre los otomíes
de Santa Ana Hueytlalpan, en el que moldean en barro a los dos ancestros primordiales y a un perro, este último
como símbolo del animal que guía a los muertos en el inframundo, además de que se hacen varios recortes de
papel, en los que por supuesto se representa al difunto, lo que en su conjunto se coloca en un pequeño
cochecito de madera, mismo que se despeña en el Cerro Napateco, el lugar de residencia de los ancestros. Véase:
Lourdes Báez Cubero, “Cocinar para los dioses. Comida ritual y alteridad entre los otomíes orientales de Hidalgo”,
trabajo presentado en Atelier thématique ; Nourritures rituelles et altérités au sein de societés amerindiennes /
Taller temático: Comidas rituales y alteridades en sociedades amerindias, Paris, CNRS- CONACYT, 7, 8 et 9
décembre 2011, pp. 1- 15, p. 11.
163
Este panel tiene aproximadamente unos 10 metros de largo y, aparentemente sus elementos se encuentran
aislados pero corresponden a una misma escena.

204
Pero llama la atención un elemento que se encuentra más abajo, es una pirámide (3) de
varios cuerpos o niveles que tienen en su parte alta un templo u oratorio, el cual, a su
vez, tiene la representación del altar sacrificial. Este último elemento ha sido
identificado por varias representaciones que se han encontrado en el Mezquital, en
donde además se puede apreciar a los sacerdotes y al sacrificado sobre el altar
del oratorio. Por lo que no es raro que se le haya representado en la Cueva
Pintada, además, muy cerca de este sitio, por los rumbos de la sierra existe una
ranchería llamada los Cubes (Cues) en donde aún hoy en día se encuentra rastro de
unas antiguas construcciones. Mientras que en varios mapas antiguos nos dan indicios
de otro sitio que se llama la Peña de los ídolos, ubicado en las cercanías de la
comunidad del Potrero y la hacienda de San Pedro Sultepec, aparte de los sitios
arqueológicos ya conocidos en Huapalcalco, los alrededores de Tulancingo y otros tantos
en plena sierra.

Después de la pirámide, más hacia la izquierda se encuentra representada otra


cara de un ancestro (11), una mariposa (12), el ehecacozcatl (joyel del viento) (7),
otro hombre con escudo y lanza (8), un pequeño Sol (9) y un venado moteado (10).
Abajo de los cuales, se encuentra delineada una mano en pintura blanca (13), de la
que hay evidencias de que los trazos se hicieron sobre los mismos dedos del que
la pinto, por lo que es bastante imprecisa. Luego le siguen restos de pintura blanca y
roja.

Casi en la parte central y en el techo de este panel podemos apreciar una mano
roja al negativo (16), lo que quiere decir que la pintaron con una técnica especial que
consiste en esparcir (soplar) el pigmento con la boca o con la ayuda de un utensilio
sobre la mano del autor, quien antes la debió fijar en el lugar preciso de la pared en
el que planeó representar este motivo.

Enmarcando todos los anteriores elementos, de derecha a izquierda por la parte


alta del techo se tiene una línea que arranca desde la cabeza de un ancestro (wema)
(17) que tiene delineadas sus facciones sobre una piedra arenosa, en la que se logra ver
sus ojos y boca. Además de que tiene pintada una protuberancia o chipote en la cabeza.
Del otro lado de la cabeza de este ancestro y en una pequeña oquedad hay una mano

205
en color negro al positivo (18), la cual porta un utensilio en forma de triángulo pero en
color blanco, arriba de estas últimas representaciones, están esbozados dos pequeños
venados (19 y 20). Con la cabeza del ancestro y sus dos manos a los lados, además de
la línea que delimita el panel, nos damos cuenta que el resto de pintura representa parte
de las extremidades y huesos del mismo elemento.

A la izquierda de la mano negra del ancestro, y afuera de la oquedad que la


contiene, hay una luna en cuarto creciente (24), y debajo de todo ello aún es posible
apreciar que hay una línea (23) que se desprende para unirse con las líneas de otra
escena, de la que hemos identificado que se trata de la representación de una red o
trampa (28) que tiene a dos venados atrapados (26 y 27), ambos tienen pintado el
cuerpo todo de blanco y no tienen astas, el primero de la derecha, es bastante
reconocible, porque sólo es atravesado por una línea de la red en las patas delanteras,
mientras que al de la izquierda se le confunden las extremidades de su cuerpo con las
líneas que lo atraviesan, pero es totalmente apreciable su cabeza.

Más a la izquierda de los venados atrapados en la red y casi a media altura de la


pared rocosa se encuentran dos círculos de tamaño considerable (32 y 33), debajo de
los que hay un tercero (34) bastante desgastado, pues es evidente que este pedazo de
la pared rocosa tuvo desmoronamiento, por lo que también se tienen rastros de repinte,
pues la tonalidad de la pintura cambia a un color más blanco y desvanecido en la mitad
superior del circulo.

Debajo de esos tres círculos se enmarca una tenue oquedad en la pared del
abrigo, misma que se intercepta con una piedra sedimentaria en su parte baja e
izquierda, sobre la que se encuentra pintado un pequeño venado moteado (29).
Poniendo mayor atención, nos daremos cuenta de que en su conjunto tenemos la
representación de los ojos, la nariz y la boca (30) que se traga al pequeño venado, esto
último se confirma con el colmillo (31) que se encuentra representado en la parte
superior de la boca, tal y como se puede apreciar en la fotografía y el dibujo.

206
Figura 65. Primera escena del cuarto panel: Representación del Ancestro como poseedor de todas las cosas, Cueva
Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria
identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

207
Figura 66. Elementos del Cuarto Panel (primera parte), Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Dibujo: Domingo España Soto.

208
Ilustración 55. Ancestro (wema) reconocible por sus enormes pies y manos, sostiene algo que termina en
circulo con un punto en medio. Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y comunidades
otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013.

209
Figura 68. Ancestro que sostiene algo que termina en forma de círculo con un punto en medio, Cueva
Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Dibujo: Domingo España Soto.

210
A) B)

C)

Figuras 69 y 70. Diversas representaciones de los Wemas (los ancestros antediluvianos) como los cargadores o los pilares de las
construcciones. A) Recortes de papel que simbolizan a los retranques (pilares) de la Gruta de San Bartolo Tutotepec. Foto: Proyecto Arte y
comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Mayo de 2013, B) Dos Wemas labrados en relieve en el arco de la
puerta de la sacristía de la iglesia de Tunititlán, Chilcuautla, Hgo. C) Otros dos Wemas como representación de los pilares de la Capilla de
“San Diego”, San Miguel Tolimán, Querétaro. Fotos (B y C): Proyecto La mazorca y el niño Dios. El arte otomí; continuidad histórica y riqueza
viva del Mezquital, UNAM, Septiembre de 2007.

211
A)

B)

C)
Figura 71. Detalles: A) Posible representación de las nubes, B) Guerrero acompañante del Sol, C) Venado moteado, pequeño Sol y
ehecacozcatl (Joyel del Viento), Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Fotos: Proyecto Arte y comunidades otomíes;
metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujos: Domingo España Soto.

212
A)

B)

C)

Figura 72. Detalles: A) Representación de pirámide con oratorio y piedra sacrificial, B) Cara de Ancestro petrificado, C) Mariposa como
representación de las almas de los muertos (ancestros), Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Fotos: Proyecto Arte y comunidades
otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujos: Domingo España Soto.

213
Figura 73. Detalle del Ancestro Mayor, el Señor de la Cueva, el Señor de la Abundancia. Se puede apreciar su cabeza, sus
huesos y la mano roja, símbolo del sacrificio y la vida. Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto arte y
comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

214
A)

B)

C)

Figura 74. Detalles: A) cabeza y rasgos faciales del Ancestro, B) Mano roja al negativo en fotografía original y con resalte de color por medio de
DStretch, C) Mano negra al positivo con un objeto en forma de triangulo de color blanco, Fotos: Proyecto Arte y comunidades otomíes;
metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujos: Domingo España Soto.

215
A)

B)

Figura 75. Detalles: A) Elemento blanco con pintura roja en la parte de abajo, mismo que no se ha identificado, B)
Resaltado de la pintura roja con DStretch. Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria
identitaria, UNAM, Marzo de 2013, Dibujo: Domingo España Soto.

216
Figura 76. La mano negra del Ancestro y los dos venados en marcados dentro de la oquedad, el color negro como
símbolo de la muerte, Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes;
metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

217
Figura 77. A la izquierda de la mano negra, venados atrapados en una red como representación del sacrificio y la
pertenencia del Ancestro, Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes;
metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

218
Figura 78. Elementos del Cuarto Panel (Segunda Parte), Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Dibujo: Domingo España Soto.

219
Figura 79. Detalle de venado atrapado en la red, y pintura roja en el fondo como símbolo del sacrificio regenerador de la
vida. Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la
memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

220
A)

B)

Figura 80. Detalles: A) Resalte del color rojo en DStretch del venado atrapado en la red, B) Detalle de una parte de la red y resalte del
rojo, Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes: metamorfosis de la memoria
identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

221
Figura 81. Representación de las fauces de la Madre Tierra devorando un pequeño venado, Cueva Pintada, Agua Blanca
de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de
2013. Dibujo: Domingo España Soto.

222
Figura 82 . Elementos del Cuarto Panel (Tercera Parte), Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Dibujo: Domingo España Soto.

223
Interpretación

En este cuarto panel tenemos la representación de los primeros tiempos de la


humanidad, en primer lugar, el ancestro (wema) que sostiene algo que termina en forma
de círculo, nos remite a las narraciones de los actuales otomíes de la sierra, quienes
nos dicen que los “antiguas” ( los gigantes), fueron los que construyeron en una noche
las grandes obras del pasado, como las ruinas arqueológicas, la iglesia de Tutotepec y
otras que se quedaron petrificadas en las barrancas, montañas y acantilados, como la
torre de la iglesia de Tuto, que se reconoce en el Cirio de Tenango de Doria, parte que
no se pudo trasladar a su sitio para terminar la obra porque que salió el Sol. Esas
narraciones las analizaremos en el siguiente capítulo, pero aquí nos interesa resaltar el
que se considere a los “antiguas” con la capacidad de trasladar de un lado para otro
enormes cosas, tal y como se encuentra representado en este panel. Pues se dice que
en ese entonces, estos ancestros gigantes eran de carnes blandas, y que las piedras
eran livianas, pero cuando salió el Sol, estas últimas se hicieron pesadas y los
ancestros también se convirtieron en rocas y acantilados.164

Debajo de este ancestro tenemos la representación de la pirámide con su oratorio


y piedra sacrificial, más adelante un pequeño venado moteado, que por sus patas
delanteras parece subir sobre la pared rocosa, justo arriba de él un pequeñísimo Sol. Sin
lugar a dudas esta escena evoca el nacimiento del Sol, mismo que se ha dado gracias al
sacrificio del venado del panel anterior, y de los ancestros que se han quedado
165
petrificados , para propiciar la renovación de la vida, el inicio de la nueva era de la
humanidad, y el inicio de la continuidad del tiempo.
Arriba y a la derecha del Sol naciente, hay otros elementos, uno de ellos está en
forma de un “8” inclinado, es probable que aquí los antiguos otomíes hayan querido

164
Israel Lazcarro Salgado, “Las venas del cerro: El agua en el cosmos otomí de la Huasteca sur”, en Israel Sandre
Osorio y Daniel Murillo, Agua y diversidad cultural en México, UNESCO, Programa Hidrológico Internacional, Oficina
Regional de Ciencia para América Latina y el Caribe, Uruguay, 2008, pp. 89- 103, p. 97.
165
Ibídem.

224
representar las nubes, pues más adelante encontramos al ehecacozcatl (el joyel del
viento), mismo que los actuales otomíes llaman edahi / Dähi,166 hasta arriba de todas
estas representaciones se encuentra un guerrero con escudo y lanza, por el contexto
sabemos que representa a los guerreros muertos que acompañan al Sol durante el día.
Mientras que abajo del ehecacozcatl y, aún lado de la pirámide, una cara de un
ancestro y una mariposa, esto evidentemente se asocia con las almas de los muertos,
en este caso con el de los ancestros que se han quedado petrificados al salir el Sol.

El ancestro que enmarca todos los elementos anteriores por medio de las líneas
que delimitan el panel y que tiene una mano roja y una negra, es una muestra clara de
los “antigua” que resguardan la cueva sagrada, la historia del tiempo, las semillas, los
animales y todas las cosas. Como se puede ver en su mano negra tiene un objeto
blanco en forma triangular y arriba de ella hay dos pequeños venados, lo que nos
sugiere que son de su posesión, pues están enmarcados por una pequeña oquedad tal
y como lo podemos ver más adelante con los venados atrapados en la red, de la que
sale una línea que conecta con este mismo ancestro, por lo que se puede decir que
son los venados del Ancestro Mayor, el Señor de la Abundancia (Hmümbeti)167, del
Señor de la Cueva, del Antigua168, quien puede proporcionar las riquezas por medio de
la fertilidad de los animales y la Tierra.

El que los antiguos otomíes le hayan pintado una mano roja y una mano negra al
ancestro tiene una gran carga simbólica, con respecto a la vida y a la muerte, la noche y
el día, pues por un lado se tiene al pequeño venado moteado que sube sobre la pared
rocosa, al igual que el del diminuto Sol naciente. Mientras que del otro lado, los
venados atrapados que evocan la muerte, el sacrificio ritual, pues Galinier nos dice
que entre los otomíes de la sierra, esos:

166
Los actuales otomíes de la sierra tienen la costumbre de poner unos carrizos en ciertas oquedades de las
cuevas para llevarse “los buenos aires” y clavarlos de manera ritual en medio de las milpas, para que estos las
protejan. Véase, Luis Pérez Lugo, Tridimensión cósmica otomí, Aportes al conocimiento de su cultura, México,
Universidad Autónoma Chapingo, Plaza y Valdez, 2007, p. 84.
167
Véase, Jacques Galinier, La mitad del mundo…, Op. Cit. 327.
168
El Bädi otomí Alfonso Margarito García menciona que se tiene que sacrificar un guajolote para que el “Antigua”
mande la lluvia para las cosechas, - porque aclara- “el Antigua es primero que Cristo, porque aquí en la tierra hay
agua, hay viento y nubes…”, Alfonso Margarito García, Historia de curación de antepasado, San Pablito, Pahuatlán,
1978, [Manuscrito tipo códice en papel amate], Lám. 19-22.

225
Dos colores predominan en el carnaval: el negro (del ancestro, de la muerte, del
espacio nocturno), y el rojo (de la sangre, de la vida, del espacio diurno). Para todos
los otomíes estos símbolos cromáticos evocan el sacrificio ritual, la sangre de las
aves ofrecida a las divinidades de la fertilidad, y la sangre menstrual de las mujeres
poseídas a intervalos por el Señor del Carnaval.169

Elementos que siguen haciendo referencia al antes y al después de los tiempos


primordiales, de los que se dice que cuando habitaban “los antiguas” no había luz y
todo estaba rodeado de tinieblas, pero que tiempo después, - como dicen los otomíes de
la sierra-, cuando nace el Sol, estos “antiguas” se quedaron petrificados, encerrados
en sus casas; que son las barrancas, los acantilados y las cuevas, lugares en los que
se quedaron también con las nubes, el viento, las semillas, los animales y todo tipo de
riquezas, razón por la que en algunas comunidades, se llevan las semillas de la
siembra a estos sitios para que sean bendecidas y fertilizadas, mientras que también
se llevan algunos pollos, o simplemente se hace la reverencia de que se les llama, o
se les arrea hacia la cueva sagrada y de regreso hasta el corral de la casa, todo de
manera ritual para propiciar su abundancia.170

Mientras que la representación de la Madre Tierra comiéndose al venado, de nueva


cuenta nos vuelve a remitir al sacrificio del Hermano Mayor, mismo que está
estrechamente ligado con el Sol y la fertilidad de la tierra. De esto último ya no existen
referencias en la tradición oral de los otomíes serranos, quienes poco a poco
sustituyeron al venado por otros animales, con los que se sigue realizando entierros de
ofrendas rituales que tienen esa misma finalidad, de las que dice; “se le tiene que dar
de comer a la Tierra”171, a la Santísima Campana, a la Señora del Agua y a otras
entidades,
169
Jacques Galinier, Lamitad del mundo, Op. Cit., p. 336.
170
Véase por ejemplo, varias narraciones que recoge Luis Pérez Lugo entre los otomíes que viven por los rumbos
de Huayacocotla y San Bartolo Tutotepec, Luis Pérez Lugo, Tridimensión cósmica otomí, Aportes al conocimiento
de su cultura, México, Universidad Autonóma Chapingo, Plaza y Valdez, 2007, pp. 80- 89.
171
David Pérez González, El complejo ritual otomí de la sierra oriental de Hidalgo, Tesis de Licenciatura en
Antropología Social, México, Escuela Nacional de Antropología e Historia, 2011, p. 106; Jaques Galinier, La mitad
del mundo, Op. Cit., p. 385; Gabriel Mendoza, “Ra Ngo Manxa, La Fiesta del Elote”, en Estudios de Cultura Otopame,
Vol. 3, México, Instituto de Investigaciones Antropológicas, Universidad Nacional Autónoma de México, 2002, pp.
173-179, p. 178 y 179.

226
tal y como lo hemos podido presenciar en algunos rituales de Tutotepec, en donde se
nos ha mencionado que incluso en tiempos de malas cosechas, de desastres
naturales y de fuertes desgajamientos de los cerros, se llega a enterrar algunos
animales vivos, como pollos, guajolotes y animales grandes para ofrendar y aplacar a
la Tierra.

De ahí la importancia de este tipo de comida ritual, ofrecida a la Madre Tierra y a


las demás entidades, como bien lo define Lourdes Báez Cubero, estas:

En el mundo de los hombres mantiene las características locales, aprovechando solo su


substancia a través de sus olores y vapores. Pero si se trata de lo que estas entidades
comen en el lugar donde moran, el alimento se ha transformado como todo lo que llega
al inframundo: la comida, los cuerpos de hombres y animales se descomponen; es decir,
lo perecedero del hombre, animales y plantas retornan a la tierra, pero ya degradados,
para nutrirla. 172

En ese contexto, el que los antiguos otomíes hayan pintado a la Madre Tierra y al
pequeño venado que está devorando, también nos remite a lo que actualmente se le
llama “pagar a la Tierra” 173 por las cosechas del año.

172
Lourdes Báez Cubero, “Cocinar para los dioses…”, Op. Cit., p. 6.
173
Se tiene noticias de un caso curioso, en 1770 dos hermanos españoles son acusados de idolatría, uno de ellos
se había casado con una mujer otomí de Tutotepec y habían tenido un hijo que nació enfermo, castigo del que se le
había asegurado era por no “pagar a la milpa, al monte, la tierra, el aire y al agua”, mismo que fue sorprendido
después en su milpa de Tenango ofrendando una olla de tamales y papeles colorados. AGN, Inquisición, “Proceso
contra Joseph y Manuel Gómez, españoles, por idolatrías”, 1770, t. 1149, exp. 24.

227
3.9 El inframundo ( nidu )
(5To Panel)

Nos localizamos en el quinto y último panel, ubicado en el extremo suroeste del


segundo abrigo rocoso de la Cueva Pintada. Sus elementos representados miran
al este. Después de los elementos mencionados anteriormente y de la representación
de las fauces de la Madre Tierra, un poco más a la izquierda, vemos que se deja
asomar en la parte de arriba del abrigo rocoso, la boca y los ojos de una cabeza, que
se encuentra sostenida por una gruesa línea que desciende de lo alto del techo.
Debajo de la boca se prolongan otros trazos que configuran parte del brazo y una
garra con los dedos bastante identificables. En su conjunto esta representación se ha
identificado con el Monstruo de la Tierra, mismo que enmarca la entrada a una
pequeña covacha, y por sus elementos que en su interior se contienen, sabemos que se
trata del nidu o inframundo. Pues abajo, casi al inicio de este panel, se encuentra una
representación bastante esquematizada de un Sol con los rayos doblados y arriba de
él, de su lado derecho, una delgada luna en creciente, cuya pintura es de un color
medio rojizo, mismo que nos sugiere el crepúsculo vespertino, la puesta o “muerte del
sol”, o en otras palabras su viaje al inframundo.

Para hacer la asociación del “Sol con los rayos doblados” nos hemos apoyado en la
propuesta interpretativa que hace Constanza Vega en su artículo sobre “El curso del
Sol en los glifos de la cerámica Azteca tardía”174, en el que también recurre a los
códices y a las fuentes etnohistóricas, para destacar el simbolismo de la flor de cuatro,
cinco y de ocho pétalos, o la Chimalxochitl, la “flor de escudo”, el emblema solar,
para mostrar las maneras en que se representaba de forma estilizada y abstracta el
curso del Sol en el mundo prehispánico, por ejemplo, nos dice que la representación
de la media flor multipétala se asocia con el amanecer o el atardecer; la flor con centro
en espiral desdoblada como simbolización del curso del Sol en relación con el nivel del
mundo; y la espiral desdoblada, como la abstracción del curso diario y anual del mismo
elemento.

174
Constanza Vega Sosa, “El curso del sol en los glifos de la cerámica Azteca tardía”, en Estudios de Cultura
Náhuatl, núm. 17, 1984, pp. 125-170.

228
Después de los elementos anteriores, dos personajes se dirigen hacia los dos
ancestros del fondo, uno de ellos parece ser un sacerdote que porta la cabellera larga
y un bastón en la mano derecha, el segundo que le sigue, parece ser más bien un
guerrero por el escudo y la lanza que porta en sus manos. Arriba de esta arma, se
encuentra la representación de dos pequeños ancestros, uno delineado con pintura
blanca, el otro, a diferencia de todos los demás que se han encontrado en los sitios de
la región y del Mezquital, tiene pintura facial en color negro, de la que se logra distinguir
los trazos de la frente y los dientes. Como es bien sabido, la pintura facial aparece
en la representación de los guerreros y de algunos dioses otomíes, como
otontecutli, quien tienen pintado el rostro de negro, al igual que su esposa
Xochiquetzal, pero está en color rojo, quienes también aparecen en el interior de la
cueva sagrada, junto con sus dos hijos, y uno de ellos precisamente se encuentra
haciendo el fuego nuevo con los dos maderos, tal y como se puede ver en el Códice
de Huamantla (Fig. 96).

Arriba de esa escena, justo en el techo de la covacha de este abrigo rocoso, se


encuentra los fragmentos de una línea en zigzag, pequeñas piedras pintadas, y más
adelante, en una pequeña oquedad se encuentra representado algo que adquiere la
forma de una flor de cinco pétalos175, es muy probable que se refiera a la dirección de
uno de los nueve parajes del inframundo, esta afirmación la hacemos porque existe
una representación similar en el Catecismo pictórico otomí (Fig.97), en donde aparece
el mítico perrito que guía a los muertos , junto a un personaje que esta vestido de color
azul, mismo que señala a este elemento (la flor de cinco pétalos), nada más que en este
catecismo son dos. En la columna de abajo, se representa a otro personaje vestido de
color rojo, que mira el lugar en donde reside Cristo, identificable por el símbolo del ojo y
el monograma del nombre de Jesús, lo que antiguamente sería el Ntamoankjä (el
Sagrado Lugar Donde vive el Dios), y a un lado, en la otra página se encuentra al
primero y al segundo personaje que caminan sobre un cosmograma (los rumbos del
universo) y se dirigen hacia otro monograma del nombre de Jesús. En este caso se trata
de la representación del antiguo paraíso, fusionado con las nuevas ideas del
cristianismo.
175
Una flor parecida, pero de cuatro pétalos (símbolo de los cuatro rumbos del universo), se encuentra pintada en
una de las cuevas del Cerro Brujo de Tutotepec, sitio en el que el resto de pintura ha desaparecido por la humedad
y el afloramiento de pequeñas estalactitas.

229
Figura 83. Vista panorámica del quinto panel, Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y
comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013.

230
231
Figura 84. Representación del Monstruo de la Tierra y la entrada al inframundo (nidu), Cueva Pintada,
Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria
identitaria, UNAM, Marzo de 2013.

232
Figura 85. Representación del Monstruo de la Tierra y la entrada al inframundo (nidu), Cueva
Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Dibujo: Domingo España Soto.

233
Figura 86. Representación del Sol entrando en el inframundo (nidu), reconocible por sus rayos doblados y la luna rojiza en
fase creciente. Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis
de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

234
Figura 87. Dos personajes entrando en el inframundo; un sacerdote que porta un bastón y la cabellera larga y un
guerrero con escudo y lanza, Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes;
metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

235
Figura 88. Pequeño Ancestro localizado arriba del sacerdote y el guerrero, Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo.
Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Mayo de 2013. Dibujo:
Domingo España Soto.

236
Figura 89. Pequeño Ancestro con pintura facial de color negro, localizado arriba de la lanza del guerrero que entra al
inframundo (nidu), Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto; Proyecto Arte y comunidades otomíes;
metamorfosis de la memoria identiria, UNAM, Mayo de 2013. Dibujo Domingo España Soto.

237
A)

B) C)

Figura 90. Detalles de la pintura facial utilizada por los otomíes. A) Xochiquetzal y Otontecutli en la Cueva Sagrada
como los ancestros de los otomíes. B) y C) Guerreros otomíes con cautivo, Códice Huamantla, Lám. 3 y 6. Foto:
World Digital Library. Edición y selección de elementos: Domingo España Soto.

238
Figura 91. Detalle de las caras de dos Ancestros en el fondo de la covacha. Representación del lugar de los muertos,
Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria
identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

239
Figura 92. Representación del lugar de los muertos (nidu), Códice
Huamantla, Lám. 6. Fuente citada.

Figura 93. Detalle de la luna en forma de olla, Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto: Proyecto Arte y
comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

240
Figura 94. Flor de cinco pétalos representada en el techo del quinto panel, Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo.
Foto: Proyecto arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo
Domingo España Soto.

241
Figura 95. Representación de una flor de cuatro pétalos, Cerro Brujo, Tutotepec, Hgo. Foto: Proyecto Arte y
comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Mayo de 2013.

242
Figura 96. Representación de la fusión entre el paraíso cristiano y el inframundo otomí.
Detalle; el perrito que conduce a los muertos al inframundo y el personaje señalando dos flores
de 5 pétalos, posible dirección en la que se localizaban las mujeres muertas en el parto,
Catecismo pictórico otomí, Biblioteca de la Universidad de Princeton, E. U., Lám. 50-51.

243
Interpretación

El primer elemento de este último panel, lo hemos identificado como la representación


del Monstruo de la Tierra y no como un ancestro más, por su localización que enmarca
la entrada de la pequeña covacha del abrigo, por los elementos que se contienen en el
interior del panel, y por sus características, mismas que nos remiten a la tradición oral
de los otomíes del Mezquital, de los que ya se ha citado anteriormente, que mencionan
que en los primeros tiempos de la humanidad, cuando aún no salía el Sol, cuando los
días y las noches no pasaban en el cielo ni en la tierra, y cuando aún no se conocía
muy bien la forma y el rostro de la Sagrada Tierra, se dice que :

A un extremo una gran cabeza monstruosa


y a otro extremo otra cabeza también monstruosa,
tal vez eran de lagarto o de tortuga o tal vez de serpiente.
Enormes garras eran su sustento y su equilibrio.
Nadaba o se movía para adelante o para atrás.
De un lado a otro se movía con sus grandes fauces amenazantes,
Tirando tarascadas a todos lados, dando recios y fuertes silbidos.
Fiero era su rostro. En verdad llenaba de
espanto. Lo juro así se dice.176

Con estas descripciones y con lo que hemos mostrado en el segundo panel,


sabemos que antiguamente había varias representaciones de la Madre Tierra, pero
en términos generales, estas últimas coinciden en “la forma de lagarto” y en “la enorme
garra”, con lo representado en este el último panel de la Cueva Pintada. Mientras que
también sabemos que el interior del panel se trata de la representación del inframundo
(nidu) por los elementos que sugieren el ocultamiento, o la puesta del Sol, el cual
aparece con los rayos doblados y con la luna creciente arriba de él, misma que se
caracteriza por su color rojizo.

176
Francisco R. Luna Tavera, Rä Äjuä Nehñu, El Dios Caminante, Op. Cit., p. 6

244
En su conjunto es la representación del Sol que entra en el lugar de los muertos, de los
ancestros que se encuentran en el fondo y arriba del panel, sitio en el que dos
personajes también se internan para visitarlos, uno de ellos es un sacerdote que porta
su bastón y la cabellera larga y el otro es un guerrero con su lanza y escudo. Arriba de
dichos personajes se encuentran los dos pequeños ancestros, uno de ellos trazado
solamente con la pintura blanca y el otro tiene agregada la pintura facial de color negro,
cuyas representaciones nos remiten a la pareja primordial del Códice Huamantla,
quienes se encuentran en la cueva sagrada y también aparecen con la pintura facial en
color rojo y negro. Debe mencionarse que esta escena también nos remite a los
ancestros y los guerreros muertos que acompañan al Sol en su viaje por el firmamento
celeste durante el día y por el inframundo durante la noche. Reminiscencias de ello aún
se encuentran en las narraciones de los otomíes del Mezquital y de la sierra, de estos
últimos, Galinier, nos explica, que el destino del alma corresponde con el tipo de
muerte, mientras que el cuerpo se va al mundo de los antepasados:

En toda la sierra el trueno (kóni) simboliza a los difuntos que han cometido un crimen
durante su vida terrestre, así como a los ahogados; ambos recorren el cielo haciendo
ruido con sus armas (fusiles y machetes). Por otra parte los rayos (khwei) representa a
las mujeres muertas en el parto, las cuales también son diosas del fuego […] los “muertos
por enfermedad”, su lugar de residencia es variable y pueden, en cualquier momento
“regresar a la tierra” para llevar a cabo alguna acción perturbadora. Las demás almas (los
muertos “de gracia”) alcanzan el S´itâmu.177

En ese sentido, en este último panel también encontramos la representación de las


mujeres muertas en el parto, son las pequeñas piedras pintadas, mismas que evocan a
las “estrellas guerreras”, teniendo ese mismo significado, la línea en zigzag como
representación del rayo y de las diosas del fuego, o bien puede evocar a la Mäkäzibi
(Gran Serpiente Celestial de Fuego), que en términos generales adquieren algunos
atributos en común. Todo esto se complementa con la representación de la flor de cinco
pétalos, misma que habíamos mencionado puede indicar un determinado lugar del
inframundo, el cual está relacionado precisamente con estas mujeres muertas en parto,

177
Galinier, Pueblos de la sierra madre, Op. Cit., p. 487-488.

245
como se puede inferir con la información que nos da Galinier, quien dice: “En la tradición
chamanica, “las estrellas son mujeres que han sido pegadas al cielo, son las flores del
mundo” (pi kwani yu so-un toni sinhoi)”.178

Además, como se puede apreciar en las imágenes de los catecismos ideográficos


otomíes, la representación de la entrada al inframundo (nidu), es precisamente una
cabeza monstruosa, o las fauces de una serpiente, mismas que conducen al lugar de los
muertos, tal y como se ha identificado en este último panel.

Antes de terminar con este sitio, se debe mencionar que existen dos elementos
aislados, apartados de los paneles que acabamos de describir e interpretar, pero que
corresponden al mismo discurso narrativo. Al noreste de la Cueva Pintada y antes de
subir al primer abrigo rocoso , se puede apreciar en la parte alta de la peña a un
personaje bastante desgastado, mismo que tal vez haya representado al guardián de la
cueva, a quien se le tiene que pedir permiso para acceder a ella, tal y como hoy en día lo
hacen los otomíes de la sierra, quienes refieren que hay una “puerta” en la entrada de
cada sitio sagrado, a la que tienen que pedir permiso con ofrendas de flores y velas
para poder acceder al lugar. El segundo elemento se encuentra varios metros más al
suroeste del sitio y, esta justo en la parte baja, a un poco más de un metro de altura
del nivel del río y en la capa sedimentaria. Se trata de un rostro con sus ojos179, boca,
nariz, y rayos en la parte superior. Este elemento se encuentra alterado por varios
rayones de gis y algunas palabras en pintura blanca, mismas que apenas se
alcanzan a distinguir, esto último lógicamente fue realizado en años recientes.

Sin embargo, se puede identificar al círculo con sus ojos, nariz, boca, y los rayos que
le sobresalen en la parte de arriba, como el “Rostro resplandeciente del Sol”, del que
sabemos que está saliendo del inframundo para alumbrar y calentar la Tierra, mejor dicho,

178
Galinier, Lamitad del mundo, Op. Cit., p. 526.
179
Se debe aclarar que entre los actuales otomíes de la sierra se menciona que el Sol sólo tiene un ojo, -dicen- ,
porque de lo contrario fulminaría y quemaría a la Tierra. Sin embargo, hay representaciones en las pinturas
rupestres del Mezquital y en los oratorios familiares en los que aparece el Sol con sus dos ojos, lo cual, nos sugiere
una nueva versión o una transformación del pensamiento de los otomíes serranos.

246
por su cercanía con el río, el Sol sale de las aguas primordiales, tal y como lo
mencionan los otomíes de la sierra, y como bien lo define Israel Lazcarro:

Antes del diluvio pues, el mundo vivía en la oscuridad. De esta forma, el elemento acuático
está relacionado tanto con los orígenes como con los fines: el agua acabo con el mundo
inundándolo, y es justamente de las grandes aguas, del centro del mar, “Xumpf däh
Déhe” “el mar grande”, de donde salió el Sol, frío y mojado hasta alcanzar su altura y
potencia máximas, para calentar y endurecer al mundo. De ahí que el agua esté
relacionada con el inframundo.180

180
Israel Lazcarro, Las venas del cerro…, Op. Cit., p. 97.

247
Figura 97. Personaje aislado, localizado al noreste del sitio de la Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Foto:
Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Diciembre de 2013. Dibujo:
Domingo España Soto.

248
Figura 98. Segundo elemento aislado. Rostro con rayos en la parte superior, mismo que se encuentra Invadido por
rayones y palabras con pintura y gis de reciente factura. Cueva Pintada, Agua Blanaca de Iturbide, Hgo. Proyecto Arte y
comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de 2013. Dibujo: Domingo España Soto.

249
En términos generales, en el cuarto panel tenemos al pequeño Sol que nace a partir del
sacrificio del venado y los ancestros gigantes, se eleva al firmamento para alumbrar la
Tierra, en el quinto panel, se representa descendiendo al lugar de los muertos, al
inframundo (nidu), y mucho más abajo, metros más adelante del sitio, de manera aislada
junto al río, se le representa con los rayos en la parte superior, de nuevo se dispone a
salir. En su conjunto es la representación del viaje diario que hace el Sol en el cielo y el
inframundo, el día y la noche, es el tiempo de los actuales otomíes, es “el tiempo del
costumbre” como ellos mismos le dicen.

Conclusiones

En los abrigos rocosos de la Cueva Pintada se encuentra un verdadero códice otomí, en


el que se narra los primeros tiempos de la creación de la humanidad, cuando no había
luz y todo era tinieblas, en el tiempo en que habitaban los gigantes, quienes después de
un diluvio y de que el Sol salió por primera vez, se quedaron petrificados en las barrancas,
acantilados y cuevas, compartiendo morada con el Señor del Mundo, el Señor de la
Abundancia, el dueño de todas las cosas, como las nubes, los vientos, la lluvia, las
semillas, y los animales. De ahí la estrecha relación entre los ancestros antediluvianos
y los hombres de la actual era de la humanidad, los otomíes serranos, quienes
constantemente los siguen visitando en sus lugares de residencia para agradecerles o
para hacerles petición de lluvias, salud, abundancia y fertilidad.

Por las representaciones astronómicas de este sitio nos hemos dado cuenta que el
culto a los ancestros, desde la antigüedad se corresponde a determinadas
temporalidades del año, de las que se pueden identificar principalmente dos; A) el inicio
de las cosechas, el invierno y la temporada de secas, y B) el inicio de las lluvias y la
siembra. Teniendo de por medio la celebración del año nuevo, asociado con la
regeneración de la vida, las plantas y los animales.

Como es evidente, la asociación entre los ancestros antediluvianos (antiguas) y las


piedras da como resultado un extendido culto a la roca entre los otomíes. Un ejemplo

250
claro de ello, es la importancia que tiene la “antigua” de Xúmfø Déhe (Señora del Agua)
de la Gruta de San Bartolo Tutotepec entre los otomíes de la región, quienes la visten con
toda su indumentaria tradicional, le ofrendan, y hacen peticiones de lluvia y fertilidad.

251
Figura 99. El culto a la roca entre los otomíes de la Sierra. Representación de la Señora del Agua, Gruta los Manantiales,
San Bartolo Tutotepec. Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM,
Mayo de 2013.

252
Capítulo 4. Los ancestros de los otomíes

4.1 Introducción

En el capítulo anterior se han mostrado las representaciones de la Cueva Pintada


(Calabazas), Agua Blanca de Iturbide, Hgo., cuya descripción e interpretación se
ha hecho por paneles, escenas y detalles que van acompañados de sus
respectivos dibujos para su mejor comprensión. De lo que se ha llegado a la
conclusión de que el tema principal de este sitio, es la representación de los
ancestros (wemas) antediluvianos, mismos que –dicen los otomíes- se convirtieron
en piedra en el momento de la salida del Sol, quedándose con todas las
riquezas, la abundancia, el maíz, las plantas, el agua, las nubes y el viento, razón
por la que los actuales otomíes, principalmente los serranos los siguen visitando
en su morada de residencia; las cuevas, acantilados y barrancas para negociar
por medio de ofrendas el que compartan con la humanidad esas valiosísimas
cosas que representan el sustento de la vida, y para que dejen que el mundo siga
existiendo. Es en ese contexto que sólo nos resta mostrar a quienes definen como
ancestros los propios otomíes de las diversas regiones de México, y como es que
el culto a los antepasados se fusionó con el cristianismo que trajeron los
españoles en el siglo XVI.

4.2 Familia, parentesco y linaje

Hablar de los ancestros de los otomíes, necesariamente nos conduce al estudio


del parentesco y del linaje que puede definir a los parientes más cercanos y a los
más alejados como los bisabuelos o tatarabuelos paternos y maternos, o parientes
externos como los suegros y la suegras en línea directa de una familia otomí,
cuestión que ha generado dificultades entre los especialistas con respecto a la
transcripción de la terminología, ya sea por las variantes del otomí, o debido a

253
que en la actualidad, como lo menciona Galinier, “pocos individuos conocen la
totalidad del léxico, y de que ciertas palabras han caído en el olvido”181, mientras
que otras sólo se enuncian en determinados momentos. Razón por la que me
limitaré a mostrar el siguiente cuadro, del que hemos tomado algunos nombres
que se les atribuyen a varios personajes principales del carnaval tradicional otomí,
mismos que son considerados como la definición y representación de los propios
ancestros.

Nombres de algunos personajes que son considerados como la


representación de los ancestros en el Carnaval tradicional otomí.
San Lorenzo Achiotepec, Hgo.
Denominación Significado morfémico Status
pøtha (viejo) “Viejo padre” Ancestro
sumphø (dama) “Mujeres viejas” Ancestro
sihta [Xita] (viejo) “padre podrido” Ancestro primordial
pøna (vieja) (Vieja-madre) Mujer de Shita
Yoti “tiznado” Divinidad del Fuego
Nocturno
Santa Ana Hueytlalpan , Hgo.
zentø (viejo mayor) “viejo solo” Señor del Mundo
pømbe (vieja) “vieja madre” Divinidad terrestre y lunar
sihta (viejo) “padre podrido” Señor de los Muertos
yontu (muerte) “hueso muerto”” Divinidad de la Muerte
pøzithu (diablo) “macho devorador de Auxiliar del Señor del
nombre” Mundo
suzithu (diabla) “hembra devoradora de Auxiliar del Señor del
nombres” Mundo
Cuadro 8. Información tomada de Jacques Galinier, La mitad del mundo, Op. Cit., pp. 380-381 y 449-451.

181
Jacques Galinier, Pueblos de la sierra madre….Op. Cit, p. 184.

254
Como se puede identificar en el cuadro anterior (núm. 8), es evidente que la
formación de estas palabras tienen algún morfema en común entre ellas, por
ejemplo al decir sitha y pøtha, se coincide en el tha/ tá, lo que lógicamente
guarda un significado casi igual pero diferente.

De acuerdo con Francisco Luna, hablante del otomí y gran conocedor del
Mezquital, la palabra Xita, significa abuelo, antepasado y viene del radical Xi; que
quiere decir cascara, “piel” y tá que significa padre. Por lo que Boxita es abuelo.
Mientras que para decir piedra, es Do, radical con el que se forma la palabra
Ndoyo, lo que en sentido literal quiere decir “piedra que camina”. Ahora bien, -
nos recuerda que-, también las piedras son “los huesos de los venerables
uemas”, y que por eso se dice que tienen vida propia y que regresan a su
santuario.

Pues como se mencionó en el capítulo anterior, los otomíes serranos y los


del Mezquital definen como wema a las piedras que según ellos tienen
características humanas, en donde se puede distinguir los brazos, las piernas,
los pies y las cabezas de los gigantes, los ancestros antediluvianos.

Siguiendo con el significado de las palabras en otomí, nuestro informante


nos dice que Hankei, quiere decir esqueleto, y mik’ ey, lo que queda de la
humanidad, como es evidente, estas palabras también nos remiten a la relación
que existe entre las piedras, los huesos y los ancestros. Sin embargo, existen
otras palabras que no necesariamente son en otomí, y que también se refieren a
estos mismos ancestros antediluvianos, los wemas, a los que entre los otomíes
de la sierra también se les conoce como los “Antiguas”, o el Antigua de la Cueva
Sagrada, del cerro, del pueblo, etc.

Por lo que la palabra “antigua” o “los antiguas”, es sinónimo de antepasado


y se refiere a la vez a un periodo de tiempo anterior a otro que ya ha pasado,
por lo que también se debe considerar al antigua- antepasado como el
ascendiente más o menos remoto de una persona o de un grupo de personas, en
este caso de los actuales otomíes. Por lo que en este trabajo de investigación se

255
ha decidido utilizar una palabra más incluyente, “ancestro”, para diferenciarla de
los parientes más cercanos, mismos que pueden aparecer mencionados en los
documentos de archivo como “nuestros antepasados”, de los antepasados
míticos, los ancestros antediluvianos y los “antepasados ya ancestralizados” que
siguen regulando la vida de los actuales otomíes serranos, quienes tienen que
rendirles respeto, hacerles “costumbres” y llevarles ofrendas a sus santuarios.

4.3 Lo que dicen los otomíes sobre sus ancestros

Entre los otomíes del Mezquital se habla de cuatro humanidades anteriores a la


actual, mismas que fueron creadas por Yozipa; la primera se dice que la creó de
barro, pero como era imperfecta y no aprendieron a ofrendarle, decidió destruirla
por medio de un diluvio y no quedó rastro de ella; la segunda la creó dentro del
árbol llamado Hozda, y se caracterizó porque a esas personas no les gustaba
trabajar y también era imperfectas, razón por la que Yozipa les mando fuertes
vientos para destruirlos, pero estos queriéndose salvar se refugiaron en los
montes y se abrazaron fuertemente de los arboles, es por eso que se dice que sí
se salvaron, pero quedaron convertidos en monos; para hacer la tercera
humanidad, se dice que Yozipa entró en una cueva, pero no se sabe de qué
materia creó a esos seres, simplemente se vio salir de ese lugar a varios
hombres y varias mujeres, de quienes no queda muy claro cómo se acabaron,
como se exterminaron, se dice que tal vez llovió fuego del cielo…. Finalmente,
Yozipa creó a la cuarta humanidad en el interior de la biznaga llamada Mäkäturu,
de la que salieron los gigantes llamados Demhu y los Uema ( abuelos y
bisabuelos de los otomíes), y también los otomíes. De los primeros, los Uema
y los Dehmu, se dice que se la pasaron peleando mucho tiempo, hasta el punto
que los primeros quedaron esclavizados por los segundos, a lo que pusieron fin
emborrachando a sus enemigos para matarlos, por lo que los Uema siguieron
viviendo con los otomíes, pero se dice que en ese entonces se vivía en plena
oscuridad, no se cultivaba el maíz, y todo se recogía de la naturaleza, sin

256
embargo, después de un diluvio vino otro tiempo, un tiempo sagrado, el del
Cristo-Sol.182

Esos “uema” (wema) son los mismos a los que hacen referencia los
otomíes de la sierra, mismos que hemos identificado en la Cueva Pintada de
Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Sin embargo, se debe mencionar que Luis Pérez
Lugo recogió una versión un poco diferente entre los otomíes del Estado de
México, quienes le dijeron que las personas de la primera humanidad también
fueron hechos de barro, e igualmente eran gigantes, pero se llamaban magua,
los pie grande, quienes perecieron por su gran tamaño y torpeza, pues el viento
los tiraba, por lo que fueron destruidos y se creó a los Mihki, pero se dice que
eran tan pequeños que “ni un santo podían cargar”, por lo que también fueron
aniquilados, después se creó a los niugua, los tres pies, quienes tampoco se
adaptaron al mundo y se dio origen a los goju, los actuales otomíes. Pérez Lugo
nos aclara que los magua y los niugua pertenecieron a la primera generación, y
sólo continuaron en la segunda los mismos niugua y finalmente en la tercera es
que habitan los goju, los otomíes.183

Patricia Fournier también recogió narraciones que hacen referencia a los


ancestros gigantes y a los ancestros enanos, en una comunidad otomí de la
región de Tula, llamada José María Pino Suárez184, en donde se menciona que
fueron los uemas gigantes quienes enseñaron a los otomíes a hacer la loza, las
ollas de barro, lo que ahora conocemos como el oficio de la alfarería, por lo que
también se les reconoce a estos ancestros como constructores de las antiguas
pirámides, se les caracteriza por ser muy trabajadores y poseedores de grandes
fuerzas; con la capacidad de alzar cosas pesadas y grandes, sin embargo, se
dice que “si se caían se rompían en pedacitos”…En fin, se agrega que ellos
vivieron cuando se comía poco maíz, pero que murieron cuando “se acabó el
mundo”, cuando “se volteó la tierra” “cuando sucedió el diluvio”. Mientras que los

182
Francisco R. Luna Tavera, Rä Äjuä Nehñu. El Dios caminante…, Op. Cit., p. 18-28 [Canto XI-XVI].
183
Luis Pérez Lugo, Tridimensión cósmica…, Op. Cit., p. 118-119.
184
Patricia Fournier, “Gigantes, enanos y alfareros…”, Op. Cit., p. 74 y 75.

257
uemas pequeños, los uemalitos, son considerados como pequeños duendes,
mismos que salen de vez en cuando para asustar a la gente, sin embargo,
también se les reconoce como los guardianes de las milpas, y de las ruinas
arqueológicas que construyeron los gigantes. En términos generales esos dos
tipos de Uemas (wemas) o ancestros nos sugieren la idea de dos humanidades
diferentes, mismas que en el “otro mundo” se reúnen y continúan regulando la
vida de los vivos, los actuales otomíes.

Como se pude ver, las diversas versiones concuerdan en afirmar que los
gigantes, los wemas, los Antiguas fueron los constructores de las grandes obras,
de las que dicen los otomíes de la sierra; “no podrían hacerlas hoy en día los
humanos en tan poco tiempo, una sola noche”. Pero en ambas versiones se dice
algo que pudiese parecer contradictorio, los otomíes del Mezquital afirman que
estos gigantes “no tenían rodillas, que si se caían, se caían para siempre, ya no
se levantaban, [y] que por eso su saludo era: << no se caiga usted>>”185, también
eso mismo se llega a comentar entre los otomíes de la sierra, como bien se lo
explicó Galinier a Luis Pérez Lugo; “ los gigantes son considerados como una
humanidad muy débil: no debían caerse, si se caían, morían, y si uno les soplaba
ya no eran fuertes”, mientras que a Patricia Fournier, en la región de Tula, le
dijeron que “si se caían se rompían en pedacitos”…La respuesta a esta aparente
contradicción de fuerza / debilidad, atribuida a los gigantes se encuentra en las
narraciones de los propios otomíes serranos, quienes les siguen rindiendo culto y
conservan los elementos más arcaicos (antiguos) sobre estos ancestros
antediluvianos, de los que se dice que “su carne era blanda pero que se
endureció y se convirtió en piedra cuando salió el Sol”, al igual que las piedras,
en un principio “eran ligeras, suaves y fácilmente trasportables”, pero después del
desastre (diluvio) y del ascenso del Cristo-Sol, estás se convirtieron en pesadas.186

Así es como se puede entender el porqué los gigantes no se podían caer, y


a la vez, el porqué lograban hacer grandes construcciones en una sola noche. En

185
Francisco Luna R. Tavera, Rä Äjuä Neñhu, El Dios caminante…, Op. Cit., p. 23, [Canto XIV].
186
Galinier, La mitad del mundo…, Op. Cit., p. 601-602.; véase también paginas, 340-341, 509-510, 548-549.

258
ambas versiones se deja entrever que estos gigantes “vivieron” en determinado
tiempo con los primeros otomíes, pues hasta el día de hoy se reconoce a estos
187
wemas, como “los abuelos y bisabuelos nuestros” , a quienes entre los otomíes
no serranos, aún se les sigue reconociendo que fueron ellos los que enseñaron
a hacer varias cosas y heredaron la tierra.

Mientras que entre los actuales otomíes serranos y principalmente entre los
bädis,188 a estos ancestros antediluvianos materializados en piedra y en los
pequeños ídolos prehispánicos, llamados también, “Antiguas”, “santitos” o
Zithamu, se les sigue reconociendo como los señores del Cerro, de la Cueva
Sagrada, del pueblo y de la comunidad, mismos que siguen enseñando a las
nuevas generaciones de otomíes, como depositarios del conocimiento ancestral,
por lo que son sus guías y maestros de los bädis, se comunican con ellos por
medio del sueño y el trance189, este último tiene lugar en los “costumbres”190, que
tienen como finalidad cuestiones relacionadas con la salud de un paciente, el
destino de un difunto, y las peticiones de lluvia, fertilidad y abundancia.

En el contacto entre el bädi y el “Antigua” es común que se mencione que


este último “se le sube” o “se le encarama”, o que “ocupa su cuerpo”, “canta y
habla por medio de su boca”, las cosas que se deben hacer con el paciente, en
los rituales y en los momentos más críticos que aquejan a la comunidad.

Estos ancestros, además de ser los depositarios del conocimiento, son


también los depositarios de todas las riquezas, la abundancia, los animales, las

187
Francisco Luna R. Tavera, Rä Äjuä Neñhu, El Dios caminante…, Op. Cit., p.
188
La palabra bädi significa en otomí “el que sabe”, y hace referencia a la continuidad que ha tenido el
conocimiento y las practicas de los antiguos sacerdotes otomís. Es la persona que en otras culturas se le
conoce como “chaman”, mientras que entre los no otomíes también los identifican como “brujos”, adivinos,
etc.
189
Véase Lourdes Báez Cubero, “El uso ritual de la ´Santa Rosa´ entre los otomíes orientales de Hidalgo: El
caso de Santa Ana Hueytlalpan”, en Cuicuilco, Vol. 19 , núm. 53, enero-abril, 2012, pp. 155-174.
190
Se le llama “costumbre” a la serie de rituales que se apegan a la antigua tradición, y por lo general son
dirigidos por un bädi, en los que se tiene diferentes finalidades, como el restablecimiento de la salud de un
paciente, establecer comunicación con los ancestros, el “Antigua” y los difuntos, y hacer peticiones de
lluvias, abundancia y fertilidad.

259
semillas, el maíz, el agua y el viento. Por lo que tienen la capacidad de regular las
relaciones sociales de los vivos, siendo benévolos en la salud y la buena
producción de la tierra, pero también si no se acuerdan de ellos y si no les
ofrenda, bien pueden no mandar el agua necesaria para las siembras, provocar
calamidades y enfermedades. Razón por la que hasta hoy en día, los otomíes
serranos les siguen haciendo el “costumbre”, para ofrendarlos y visitarlos en sus
lugares de residencia, las barrancas, las cuevas y los cerros, para pedirles que
compartan la abundancia, la salud, la lluvia y las buenas cosechas.

Sin embargo, a pesar de este tipo de ofrendas y alianzas con los ancestros,
entre los actuales otomíes de la sierra persiste la idea de otro posible diluvio, de
otra era de la humanidad, pues como bien lo menciona Galinier:

El diluvio sigue siendo, para los otomíes, el verdadero punto de ruptura del
equilibrio cósmico, del espacio y del tiempo. Su espectro atormenta los espíritus,
su perspectiva es evocada con una frecuencia que traduce la intensidad de la
sensación de degradación, de desgaste del mundo. Tanto en los mitos como en
los episodios rituales, la alusión al diluvio hace referencia a dos tipos de
acontecimientos: los fines del mundo anteriores a la época actual, y el que está
por venir, muy próximo, cuyas primicias son ya perceptibles.191

Esa antigua idea del fin de los tiempos, al parecer ya no se encuentra entre
los otomíes de las otras regiones de México (Querétaro, México, Guanajuato y el
Mezquital), si bien entre ellos sigue existiendo el culto a los antepasados más
cercanos, pero sólo se conservan reminiscencias demasiado aisladas sobre la
anterior era de la humanidad, en la que el mundo estaba habitado por los
“gigantes” (wemas); los ancestros antediluvianos.

Por otra parte, en las narraciones de los otomíes aún resaltan los
comentarios sobre los vestigios de sus ancestros, es así que en el Mezquital, en
donde también, pero en menor medida que la sierra, se sigue identificando a
varias piedras y fósiles como los huesos de los wuemas, e incluso, cabe

191
Galinier, La mitad del mundo, Op. Cit., p. 509.

260
mencionarse que varias personas de Mandodó, Tezoquipan, aún hoy en día
identifican como sus ancestros a los enormes personajes que se encuentran
representados en las pinturas rupestres de la comunidad192. Mientras que a los
ídolos prehispánicos, también considerados en la sierra como una representación
de “los Antiguas”, en algunas comunidades de esta otra región (el Mezquital) se
les llama “antedioses” o cangandhos193, a los que también se les atribuye
propiedades curativas, y de castigo, pues también se considera que son los
dueños de las cosas, de la milpa y los árboles frutales. Por lo que las personas
que se los encuentran tienen el deber de cuidarlos, ofrecerles comida y bebida, y
se dice que en caso de que una persona haya robado alguna fruta o una elote en
la milpa que estaba protegida por los cangandho, estos la enferman y la pueden
llevar hasta la muerte, sino es curado a tiempo con estas mismas piedras.

Como lo menciona Elena Vázquez, cuando los otomíes de la sierra corren


con la suerte de encontrase con una ancestro, un “Antigua”, este:

Se le coloca y venera en el altar de quien lo encontró- pues es considerada una


divinidad y se le atribuye poderes curativos- , y pasará a formar parte de la
herencia que trasmitirá el hijo mayor, quien a su vez se lo dejará a su hijo mayor y
así sucesivamente. La nueva casa del oratorio será la casa familiar, donde se le
rendirá culto y veneración para que proteja a quienes ahí habitan. Es su ancestro y
ha vuelto a casa, hay que cuidarlo con gran recelo.194

Pues es común en la sierra, que la persona que se haya encontrado con


un “Antigua” se vea en la necesidad de buscarle a un padrino para hacerle su
“costumbre” cada año, en donde se debe preocupar por la comida, la música y
las velas…Pero debe aclararse que en la sierra se consideran a unos “Antiguas”
con más poder que otros, pues se dice que no es lo mismo, un “Antigua” que
elige a una persona, que el que elige a un bädi, el cual, tiene un poco más de
poder, mismo que es solamente rebasado por el “Antigua” de un pueblo, y el de

192
Rocío Gress Carrasco, Voces de roca…., p. 36-37 y 41.
193
Sergio Sánchez Vázquez, “Wemas y cagandhos: Limpias con piedras…”, Op. Cit.
194
Elena Vázquez, Los Tenangos… Op. cit., p. 73.

261
este a su vez por el poder del “Antigua mayor”, el que rige el centro y el ombligo
del mundo, como es el caso de la “Sanimita” o “sanimitas” (Animitas) de la
antigua comunidad de Tutotepec, en donde para hacerle su costumbre, ha sido
necesario que exista una organización conformada por doce mayordomos
originarios de diversas comunidades, quienes de manera individual se encargan
de cuidar por un mes las antiguas reliquias, como se explicará más adelante.

Por otra parte, entre los otomíes de Querétaro, y en particular en las


comunidades de Santiago Mezquititlán y San Ildefonso Tultepec, Lydia Van de
Fliert recogió varias narraciones sobre los huesos de los gigantes (´yomunt´i), los
cuales, es posible encontrarlos en las épocas de secas, cuando la tierra abre sus
entrañas y muestra los restos de estos ancestros antediluvianos, de los que se
dice que a pesar de los siglos que han pasado su color sigue siendo blanco, por
lo que tienen un efecto medicinal prodigioso contra un extraño mal, como el aire o
el espanto. Sin embargo, en San Ildefonso, le aclararon a Van de Fliert que “al
comer el hueso humano, el hombre morirá por que no es blanco y está
impregnado de la maldad hereditaria”. Mientras que en Santiago recogió una
versión diferente, le dijeron que “los huesos viejos de seres humanos o animales
enterrados por un espacio mayor de cincuenta años, sirven para quitar el “mal de
aire”.195 Los muelen para mezclarlos con los alimentos y comerlos después”.
Ante este tipo de confidencias, le aclararon a la autora que está estrictamente
prohibido ir a buscar los huesos al panteón y curar al enfermo con ellos.196

Esa idea de que de los huesos de los gigantes tienen propiedades


curativas, como hemos mencionado persiste también en algunas comunidades
del Mezquital, mientras que entre los otomíes de la sierra, se les considera

195
Esto se refiere a entidades invisibles que viajan en el viento y provocan enfermedades, residen en los
cruces de camino, las cuevas, el monte, las barrancas, los manantiales y el panteón. También se identifican
con los espíritus o las almas errantes de las personas que murieron en forma violenta. Además de ser
emanaciones provocadas por los mismos humanos, como los actos de brujería en donde se invoca a
entidades nefastas.
196
Lydia Van de Fliert, El otomí en busca de la vida, Ar ñäñho hongar nzaki, México, Universidad Autónoma
de Querétaro, 1988, (Colección Encuentro 6), pp. 41, 225 y 233.

262
también como los huesos de los ancestros, portadores del líquido que fertiliza la
tierra, por lo que tampoco es de extrañar que en Tutotepec, en la fiesta de la
Santísima Campana, las madrinas encargadas de lavar las ollas de la ofrenda
del año anterior, laven también meticulosamente los huesos de las aves que han
quedado como restos de la comida ritual enterrada en el anterior “costumbre”,
de los que se puede apreciar que los conservan entre sus manos por un largo rato
mientras que estos se secan, para después guardarlos con mucho recelo en las
bolsas de su delantal y llevárselos como reliquias sagradas a sus casas.

4.4 Las diferentes representaciones de los ancestros

Después de haber esbozado lo que dicen los otomíes de las diferentes regiones
de México sobre las anteriores eras de la humanidad y particularmente sobre sus
ancestros antediluvianos, es momento de desglosar la relación que existe entre
los ancestros de los actuales otomíes serranos y los representados en las
pinturas rupestres de la Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo. Por lo que
en primera instancia, debo mencionar que cuando vi por primera vez en 2005, las
piedras pintadas a manera de caras humanas en este sitio y los aledaños de la
región, de inmediato recordé un interesante comentario que hace Jaques Galinier
en una de sus obras, en la que nos dice:

Los otomíes tienen un interés especial en las piedras, a juzgar por la gran
cantidad de creencias que circulan al respecto. Se dice que las piedras son
el resultado de las transformaciones sufridas por divinidades ancestrales,
los gigantes (Wema). Debido a su origen son fuentes de poder y
generadoras de abundancia. Hoy en día se encuentran ejemplares de
piedras sagradas a través de toda la serranía [...] todos los megalitos tiene
nombre de Khato (“piedra divina”). La piedra no se venera como objeto en
sí, sino más bien como principio energético vivo. De esta manera se
comprende porque los otomíes perciben visualmente los contornos y

263
las asperezas de las rocas como huellas de pies gigantes o rostros,197
ahí donde el observador extranjero sólo ve formas desprovistas de
significado.198

Ahora con el presente trabajo de investigación sobre las representaciones


que se encuentran en las pinturas rupestres de la Cueva Pintada,19 no sólo “se
comprende porque los otomíes perciben visualmente los contornos y las
asperezas de las rocas como huellas de pies gigantes o rostros”, pues se puede
corroborar en las mismas piedras del sitio estudiado y de los otros de la región -
que sólo se muestran de manera comparativa-, en las que podemos apreciar
como los trazos en pintura blanca definen las facciones de estos ancestros
antediluvianos, mismos que se caracterizan por la representación de varios
elementos particulares, como los huesos, las manos, el chipote en la cabeza, la
falta de dientes y los ojos en espiral como símbolo de las arrugas producidas por
la vejez.

Además de que también, en los paneles estudiados, se ha dejado


testimonio de la visión del mundo y las relaciones que existen entre los vivos y
los muertos, las diferentes festividades en las que se les rinde culto, como la
ceremonia del Fuego Nuevo, la petición de lluvias, la petición de la abundancia, la
ofrenda a la Madre Tierra por las buenas cosechas, y la visita a los muertos, en
donde se dejan entrever las dos principales temporalidades en las que se les
rendía culto, mismas que hoy en día se encuentran fusionadas con las ceremonias
de los Días de Muertos, la Santa Cruz, y el carnaval tradicional. Lo que corrobora

197
Las negritas son mías para demostrar una vez más que las pinturas rupestres coinciden con las creencias
y las ideas, pues éstas –las ideas- tienen una larga duración y aún hoy en día es posible ver las
permanencias y variaciones del pensamiento otomí.
198
Jacques Galinier, Pueblos de la Sierra Madre, Op. cit., pp. 447-448.
199
A menos de 2 kilómetros al suroeste de la Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo, se encuentra la
barranca del Yolo, en donde los lugareños mencionan que en lo alto de la peña está pintado un rostro de
color negro, mismo que identifican con el “Diablo”, el “Malo”, y “el compadre”, abajo del que se dice hay
unos pequeños altares labrados en los que ciertas personas bajan a bailar y a “dejar cosas” de “brujería”.
Esta información es muy sugerente, pues es muy probable que algunas personas de la región aún
conserven las antiguas ideas de los otomíes, de quienes finalmente son herederos culturales, a pesar de que
ahora sean mestizos.

264
la antigüedad, la metamorfosis y la continuidad de los actuales “costumbres”
(rituales), mismos que han presenciado varios investigadores en la sierra y en
otras partes en donde habitan los otomíes.

Como se pude inferir por lo expuesto en el segundo capítulo de este


trabajo, referente a la parte histórica, es evidente que estas ideas y creencias
sobre la creación del mundo, las eras de la humanidad y los tiempos primigenios,
migraron desde el siglo XIII con sus portadores, los antiguos otomíes de Xaltocan
que se extendieron y replegaron a la región de la Sierra Madre Oriental, de la
cual, los actuales otomíes son sus herederos culturales.

Retomando el tema de este apartado, debe aclararse que también existen


diversas maneras de representar y hacer presentes a los “antiguas”, por ejemplo,
al Señor o Señora del Cerro y el Dueño de una comunidad, o la Dueña del Agua,
y a todos los demás se les puede representar por medio de un recorte de
papel,200 al cual se le viste con su traje tradicional, falda, faja, blusa, trenzas y
quexquemetl, en caso de que se trate de una entidad femenina; mientras que a
una entidad masculina se le pone su pantalón, camisa, sombrero y jorongo en
miniatura. En otros casos son los antiguos ídolos, los que se visten para hacerlos
presentes en el ritual, en la misa de la iglesia y en el oratorio tradicional. Pero en
algunos otros, se trata de pequeños pedazos de figurillas prehispánicas; pequeñas
cabecitas de piedra o de barro que se ponen sobre un maniquí de madera, o sobre
una botella de plástico que sirve como cuerpo del “antigua” o ancestro.

Por ejemplo, en el caso de los otomíes del Estado de México, y en


particular, en la región de Toluca y Huixquilucan, se sabe por el padre Benito de

200
Véase: Alan Sandstrom, y Pamela Sandstrom, Traditional Papermaking and Paper Cult Figures of Mexico,
Oklahoma, University of Oklahoma Press, 1986; Bodil Crhistensen y Samuel Marti, Brujerias y papel
precolombino/ Witchcraft and pre- culumbian paper, México, Ediciones Euromericanas, 1972; Hans Lenz, El
papel indígena mexicano, historia y supervivencia, SEPSetentas, México, 1973; Oscar Alonso Barrón, La
fabricación del papel Amate por los indígenas otomíes. Un vehículo de contenido religioso y cultural. (Trabajo
presentado para la obtención de título de Doctor). España, Facultad de Bellas Artes, Universidad de Sevilla,
2007.

265
Moxo (1803),201 y el padre Miguel Ángel Garibay quien antes de 1950 estuvo
como párroco de este último lugar, que en diversas cuevas de la región, se
representaba a los ancestros por medio de ídolos de barro, mismos que se
seguían fabricando y se compraban por docenas, a los que periódicamente se les
ofrendaba con comida, cera y copal. También a Garibay le mencionó uno de sus
informantes, ante unas de las figurillas, que estas son “los retratos de la gente de
antes, de nuestros padres, los primeros que hubo en este pueblo”.202

Es en ese contexto que entre los otomíes de la sierra, también se


considera a la Campana de la iglesia de Tutotepec, como una “antigua”, al igual
que la piedra de la Gruta de San Bartolo, representación de la Señora de las
Aguas, a quien del mismo modo se viste a la manera tradicional y a quien se le
puede encontrar en recorte de papel o con su cuerpo hecho de una botella de
plástico, en los diversos manantiales de la región, cuyos lugares se consideran
como potencialmente sagrados entre los otomíes.

Como se ha visto en el capítulo anterior, existen variantes en las


representaciones de las caras de los ancestros de las pinturas rupestres de
nuestra región de estudio, las cuales, dependen de la textura y los contornos de la
propia roca, misma que fue elegida de manera precisa por sus características
antropomorfas, en las que podrían decir hoy en día los otomíes, - “ahí se
aparecieron los Antiguas”-, a los que les delinearon los antiguos otomíes sus
rasgos faciales, entre los que destacan la desdientes, las arrugas, el chipote en la
cabeza y los ojos en forma de espiral para denotar de manera demasiado realista
la vejez. Es en ese mismo sentido que tenemos noticias de otras piedras talladas
en forma de cara humana, las cuales se remontan hasta el siglo XVII, cuando el
padre Esteban García hace mención de una que se localizaba, o se localiza en
una comunidad del actual Tenango de Doria, cuando en;

201
Cartas mexicanas escritas por D. Benito María de Moxo en 1805 [Cartas XVII y XVIII], dadas á luz á
impulso del revmo. P. Fr. Andrés Herrero, Tipografía Pellas, Génova, 1837, pp. 174- 220.
202
Ángel María Garibay Kintana, Supervivencias religiosas precolombinas de los otomíes de Huizquilucan,
Estado de México, México, Instituto Indigenista Interamericano, (Ediciones Especiales n° 33), 1957. p. 22.

266
El año de 1635…habiendo ido un religioso a confesar un enfermo de una visita…
llamada Santa Mónica Xoconochtla, desviándose un poco de la iglesia, extraño
una cosa (sic pro casa)nueva y curiosa y abriéndola halló… un rostro humano
de piedra particular muy adornado de plumas y de unas piedras verdes que
estiman mucho los indios y se llaman en mexicano chalchihuite y unas vestiduras
de red tejidas de algodón y lana de diversos colores al modo de nuestras
dalmáticas …No se pudieron aprender los culpables por ser advenedizos
de Uayacocotla.203

El culto a este tipo de rostros humanos esculpidos en piedra, si bien, sigue


presente entre los otomíes de la Sierra Madre Oriental, pero ha desaparecido en
los que se han convertido a las religiones evangélicas, como ha sucedido en las
comunidades de San Nicolás y San Pablo, Tenango de Doria. Sin embargo, aún
es posible que los pobladores de dichos lugares nos den noticias sobre las caras
humanas y los rituales que se realizan en determinados cerros. Tal y como se lo
describe un informante de 64 años de edad, de la comunidad de San Nicolás, a
Elena Vázquez, quien al referirse a la peregrinación que se hacía para pedir lluvia
en el Cerro Brujo, le comenta que:

Cuando se subía al cerro, unos cien metros antes de llegar, había que detenerse
en una piedra cuadrada que tiene forma de cara humana – que nadie sabe
cómo llegó o quién la llevó a ese sitio-, donde también había una cruz, ahí había
que bailar después de haber descansado un rato, cuando terminaban de bailar,
seguían el camino al Cerro del Brujo.204

Mientras que en una práctica de campo que realicé hace unos años, tuve
noticias de que en una localidad de San Bartolo Tutotepec, llamada Kandehe, una
máquina que estaba abriendo la carretera derribó una piedra de más de un metro,
misma que tenía esculpida una cara humana, de la que se dice, su boca era lo

203
Esteban García, Crónica de la Provincia Agustiniana del Santísimo Nombre de Jesús de México, Madrid,
1918., p. 304.
204
Elena Vázquez y de los Santos, Los Tenangos…, Op. Cit., p. 105.

267
suficientemente grande como para que le depositaran la ofrenda los bädis otomíes
de Pie del Cerro. 205

Entre los actuales otomíes de Santa Ana Hueytalpan se sigue rindiendo


culto a los ancestros primordiales, mismos que se pueden encontrar
representados en determinadas piedras, ídolos antiguos, o pequeños fragmentos
prehispánicos, a los que también se les llama Zithamu o “santitos”, cuyos
“costumbres” los ha mostrado en diversos trabajos Lourdes Báez Cubero.206
Estos “Antiguas” también llamados como Zithamus son la representación de los
ancestros que habitan en el Cerro Napateco, el lugar en donde reside el Zithu (el
venerable ancestro), el Señor del Mundo.

Es en Santa Ana Hueytlalpan que se tiene noticias de otra piedra en


forma de rostro humano, como representación del zhitamu principal del pueblo,
mismo que vio en los años treinta del siglo pasado Jacques Soustelle al asistir a
un “costumbre” que se realiza a fines de julio y principios de agosto para pedir
buenas lluvias para la siembra, quien dice que al entrar en el oratorio principal:

El fondo de la pieza está ocupado por un nicho cerrado, en el cual, se dice,


es conservada una imagen (?) [sic.], cuidadosamente envuelta. Ahora bien,
en el muro exterior, exactamente en el eje del nicho, está empotrada una
piedra esculpida en forma de rostro humano207, excesivamente
desgastada. Los /behtoni/ declaran que “fue en este lugar donde se apareció
el / titâhmû/”, y es por lo tanto un ídolo que lo representa quien es el verdadero
objeto de culto. Agreguemos que el santuario está orientado exactamente de
208
oeste a este y el ídolo hace frente al levante.

Además, Soustelle se dio cuenta de que era tanta la importancia de ese


oratorio dedicado a esa piedra del titâhmû/ (Zithamu), que nos dice que hasta “los
205
Información proporcionada por Natividad Neri Soto, San Bartolo Tutotepec. 2010.
206
Lourdes Báez Cubero; “Cocinar para los Dioses…”, Op. Cit.; “El uso ritual de la “Santa Rosa” entre los
otomíes orientales de Hidalgo: El caso de Santa Ana Hueytlalpan”, en Cuicuilco, Vol. 19 , núm. 53, enero-abril
2012, pp. 155-174.
207
Las negritas son mías.
208
Jacques Soustelle, La familia otomí-pame del cetro de México, México, Instituto Mexiquense de Cultura,
Universidad Autónoma del Estado de México, 1993., p. 609.

268
náhuatl vienen desde la región de Huauchinango para aportarles ofrendas”.209 Y
en otra de sus obras, hace una interesante descripción sobre el Zithamu, del que
dice:

Es un rostro tan deslavado por las lluvias, desgastado por el agua y por el viento,
que todos sus rasgos parecen como embotados y nivelados. ¿Quién sabe cuántos
años o cientos de años hace que esta piedra ha sido conservada por los indios,
pasando de un santuario a otro a medida que se los reconstruye, escondida quizá
cuando los monjes [frailes] recorrían los campos en busca de imágenes divinas
que destruir? El uso ha adelgazado los labios y la nariz, que dan una impresión de
fineza, de astucia; los ojos han permanecido como dos bolsas de sombra bajo las
210
dos fuertes arcadas superficiales.

Esta interesante descripción sobre las características faciales del Zithamu


nos remiten a las representaciones de los ancestros de la Cueva Pintada de Agua
Blanca de Iturbide, Hgo., misma que se localiza a un poco más de 19 kilómetros
al noroeste de Santa Ana Hueytlalpan y a unos 23 kilómetros del Cerro Napateco,
este último considerado uno de los más importantes centros sagrados a nivel
regional entre los otomíes de la sierra, equiparable al Mayonikha (la Iglesia Vieja)
y la antigua comunidad de Tutotepec.

Finalmente se debe mencionar que existen otras representaciones de los


ancestros, mismas que se pueden encontrar en las antiguas máscaras que se
utilizaban y se siguen utilizando en algunas comunidades otomíes de la sierra
durante el carnaval, principalmente me refiero a las que portan los Viejos o Xitas,
caracterizadas por las arrugas, la nariz desviada y la boca torcida, de las que se
les conoce en otomí como hmite, los “rostros de la vida”,211 del que llama la
atención, particularmente, la representación de Hmuyantø (Señor con Cabeza
de Viejo), también conocido como el Pøhta (Señor del Mundo) y el Zithu (el
venerable ancestro), Señor del Inframundo y Señor de la Fertilidad, quien se
209
Ibíd., p. 610.
210
Jacques Soustelle, México, tierra india, trad. Rodolfo Usigli, México, Secretaria de Educación Pública,
1971, (Sepsetentas, núm 10)., p. 88.
211
Galinier, El espejo otomí…Op. Cit. p. 69

269
encuentra representado al pie del “palo volador” por un maniquí de paja y una
máscara de madera, caracterizada por su color negro y las rayas blancas que
delimitan su facciones, de la que el propio Galinier, dice lo siguiente:

“La máscara, de rayas blancas, surcadas de arrugas, es el pavoroso símbolo de la


vejez y la muerte, por asociación entre el negro y el blanco. La prominente nariz
hace las veces de un autentico falo facial, reconocido por todos".212

Representaciones faciales de los ancestros totalmente idénticas a las de las


pinturas rupestres de la Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide Hgo., y sitios
aledaños, particularmente, las que se encuentran en los sitios del río Meco (Véase
Fig. 25, Cap. 3), en donde resalta la representación de la falta de dientes, los ojos
en espiral y las rayas que simbolizan las arrugas de la vejez, delineadas con la
característica pintura blanca, pero, sobre las piedras volcánicas de color negro.

4.5 El culto a los ancestros

Las fechas en las que se les rinde culto

Como se puede apreciar en las escenas de las pinturas rupestres de la Cueva


Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo., la representación de las relaciones entre
los vivos, los ancestros y los muertos es una constante…Por ejemplo, en el quinto
panel, tenemos a un sacerdote y a otro personaje que entran en el “ayo nidu”, el
lugar de los muertos. Luego en los anteriores paneles, se puede apreciar una
serie de constelaciones que sólo aparecen en el firmamento nocturno en un
tiempo que marcaba el fin de las lluvias, el inicio de las cosechas y el inicio del
invierno. Con esto, -al igual que en otras culturas que si tienen códices y crónicas
antiguas -, sabemos que ya existía entre los antiguos otomíes un culto a los
antepasados; los ancestros, y en particular a los muertos en esa época del año.

212
Galinier, La mitad del mundo, Op. Cit., p. 372.

270
Mismo que se fusionó perfectamente con la antigua tradición europea que trajeron
los españoles y los primeros frailes, quienes establecieron en estas nuevas
tierras el cristianismo y la fiesta de Todos los Santos, celebrada el 1° de
noviembre, y de una conmemoración denominada de los Fieles Difuntos,
213
celebrada el 2 de noviembre, pero al igual que otros grupos, los otomíes, no
solamente se limitaron a esos días, se apegaron a sus antiguas costumbres y más
que celebrar a “Todos los Santos”, les siguieron rindiendo culto a los muertos, a
los antepasados más cercanos, mismos que con el paso de los años se dice, se
reúnen y forman parte de de la comunidad de los ancestros primordiales; los
“Antiguas”, los Wemas y los Zithamus, a quienes ya se les confiere un valor
sacralizado, como benefactores de la salud y las buenas cosechas, reguladores y
observadores de las relaciones sociales de los vivos, sus parientes que aún se
han quedado en el mundo terrenal.

Es así que las fechas enunciadas anteriormente vienen a definir lo que se


le ha llamado como “Días de Muertos”, la única ocasión del año en la que el
Venerable Ancestro (Zithu) les abre las puertas del inframundo a todos los
muertos para que vengan a visitar a sus parientes vivos, por lo que estos últimos
empiezan a poner las ofrendas en los altares domésticos desde el medio día del
31 de octubre para las almas de los niños muertos a temprana edad, quienes se
dice se van al otro medio día, el 1° de noviembre, para dar paso a la llegada de
las almas de los adultos mayores quienes están todo el día 2 y se van por la
noche, a los que también se les visita ese mismo día, desde muy temprano en el
panteón, para limpiarles su tumba, ponerles flores de cempasúchil, y disponer más
ofrendas como velas, comida y bebidas, estas últimas, los vivos las comparten de
manera simbólica con sus difuntos, a quienes además, si se cuentan con los
recursos, les pagan varias canciones de música de viento, como sucede en
Tutotepec. El día 3 de noviembre todos los difuntos han regresado a su lugar de
residencia, por lo que los altares domésticos son retirados, y es momento de

213
Véase Guy Stresser- Péan, El Sol-Dios y Cristo…, Op. Cit., pp. 239 y 508.

271
Figura 1. Familia otomí conviviendo con sus difuntos en la comunidad de Tutotepec, Hgo., 2 de Noviembre de 2012, y
detalle las flores de cempasúchil y las velas encendidas de una tumba. Fotos: Domingo España Soto.

272
Figura 2. Música de viento dedicada a los antepasados, Tutotepec, 2 de Noviembre de 2012, Foto: Domingo España
Soto.

273
Figura 3. Niña poniendo flores y encendiendo las velas para sus abuelitos difuntos en Tutotepec, Foto: Proyecto Arte y
comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, 3 de Noviembre de 2013.

274
compartir y repartir el resto las ofrendas, (los tamales, el pan y la fruta) con los
vivos, los compadres, y los familiares más cercanos.

Pero lógicamente, el culto a los muertos entre los otomíes no se limita a


esas fechas, más bien es diferenciado, con respecto a los que murieron de forma
normal, de “gracia” como también se le dice, de los que murieron en “desgracia”;
los asesinados, fulminados por un rayo y las mujeres muertas en parto, a quienes
se les pone la ofrenda afuera de la casa el día 18 de octubre, el día de San Lucas.
La precaución de poner el altar afuera, es porque a este tipo de muertos se les
considera peligrosos, se dice que son los portadores de “malos aires”, de las
enfermedades y calamidades.

Esta diferenciación de la fecha y el espacio en el que se les rinde culto a


los muertos en “desgracia” entre los otomíes, nos ayuda a comprender las
relaciones que existen entre los vivos, los muertos y los ancestros primordiales.
Por ejemplo, en Santa Ana Hueytlalpan, en donde Lourdes Báez Cubero ha
trabajado por varios años, también a este tipo de “muertos en desgracia” nos dice
que se les realiza tres “costumbres”, uno a la vez cada año, que se les llama
Pondi (levantar la Cruz) , Xoxtu (levantar al difunto) y, Yuti (secas), a quien se
dice anteriormente ha avisado con el haber enviado una enfermedad a uno de sus
parientes, para que lo ayuden a pasar a un mejor lugar del inframundo, libre de
infracciones y para que pueda convertirse en ancestro benefactor.

En este caso es el bädi (el que sabe) quien juega un papel muy importante
entre el enfermo, el difunto y los ancestros, pues es él quien tiene el poder de
ser el intermediario e invocar a las “Antiguas”, los Zithamus o los “santitos” como
también le dicen, a los ancestros primigenios materializados en piedras y
guardados celosamente en los oratorios, quienes se convierten en sus guías, y
se comunican con él por medio del sueño, o se introducen en su cuerpo durante
“costumbre” para hablar por medio de su boca. Es así que también el bädi tiene la
capacidad de “introducir en su cuerpo” el alma del difunto, del que Báez Cubero
dice lo siguiente:

275
El difunto al que se ofrecen tres “costumbres”, por ser el causante de la
enfermedad a un familiar cercano, es invitado por el chaman a cada uno de estos
para que platique con su familia y les exprese como quieren que se realicen sus
“costumbres”, qué desea como ofrenda y la cantidad de elementos que deberá
llevar. En esta ocasión el transe tiene como uno de sus objetivos que el difunto se
haga presente en el cuerpo del chaman y entable comunicación con sus parientes
vivos.214

En este tipo de rituales llama la atención particularmente uno de ellos, el


llamado Xoxtu (levantar al difunto), realizado entre enero y febrero, quince días
antes del carnaval. En el que el espacio de los preparativos y las ofrendas se
transforma durante los cuatro días en que dura este “costumbre”, para el que se
reproduce el espacio del inframundo, identificado con el Cerro Napateco, el lugar
en donde residen los ancestros primordiales y el Zhitu (el Venerable Ancestro), en
la misma casa en donde se llevan a cabo los rituales, espacio del que Báez
Cubero comenta lo siguiente:

Las ocasiones en las que me ha tocado participar en este “costumbre” he


observado que las paredes de las habitaciones están pintadas de color azul para
ambientar el espacio nocturno del cerro, que es también entrada al inframundo;
incluso en una ocasión las paredes y techo tenían pintadas en color blanco
medias lunas y estrellas.215

Además de eso se aclara que la habitación es aislada de “las miradas


curiosas”, cubriéndola con una gran lona y tapando todas las ventanas con papel
oscuro, quedando así el espacio en tinieblas, como representación del
inframundo y de los tiempos primigenios, cuando reinaba el Venerable Ancestro
(Zithu), en los tiempos en que no había Sol.

Espacio en el que se hacen los preparativos de las ofrendas, consistentes


en muñecos de papel recortado, atados de lana de colores, tiras de jonote con

214
Lourdes Báez Cubero, “El uso ritual de la Santa Rosa…”, Op. Cit., p. 168.

215
Lourdes Báez Cubero, “Cocinar para los dioses…”, Op. Cit., p. 7

276
formas humanas, complementadas con comida, bebida y utensilios de barro como
los contenedores del alimento y de la bebida. Pero esta ofrenda como nos lo
aclara Báez Cubero, debe ser preparada de una manera especial, porque
posteriormente se lleva al Cerro Napateco, en donde residen los muertos, por los
que se dice que al introducirse en ese espacio el tiempo es otro, no es igual al de
los vivos y al del mundo terrenal, por lo que tampoco los alimentos son iguales,
todo cambia, el maíz se convierte en alberjón cocido sin sal, los tamales no son de
masa de maíz sino de lodo, como nos lo describe Báez Cubero;

Como todo lo que se utiliza en la ofrenda, [las mujeres] utilizan un anafre nuevo.
Todo lo que precisan para “cocinar”, ya lo tienen a la mano. De un gran costal con
tierra traída del cerro [Napateco] mesclan un poco de la misma en un recipiente
con agua para hacer una masa con la que harán los “tamales”. Horas antes ponen
a remojar las hojas de maíz en agua caliente para ablandarlas. Todo se realiza
como si fuera comida verdadera. En una olla grande ponen a cocer los “tamalitos”
por unos minutos. Después retiran los “tamalitos” y vierten en otra olla grande el
alberjón con agua para cocerlos. Cabe aclarar que no condimentan con sal los
alimentos […] la comida ya preparada se vierte en sus respectivas ollas de barro
vestidas también con lana de colores.216

En fin, es en este “costumbre” que se moldean en lodo a los dos ancestros


primordiales, el Padre Viejo y la Madre Vieja , el perro que guía a los muertos en
el inframundo y el recorte de papel que representa al difunto, a los que se les
hace un cochecito de de un cajón de madera, como símbolo del:

Vehículo donde los ancestros realizan sus recorridos por barrancas y túneles de
este espacio, porque este es una réplica del pueblo, con casas, donde se
mantienen formas de organización social, como Santa Ana Hueytlalpan.217

Hemos tratado de parafrasear lo más posible este “costumbre” que describe


Báez Cubero, sin embargo, no podemos dejar de mencionar que la dicha ofrenda
se lleva al Cerro Napateco en determinado tiempo, en la madrugada, antes de que

216
Lourdes Báez Cubero, “Cocinar para los dioses…”, Op. Cit., p. 11-12.
217
Ibíd., p . 8 - 9.

277
salga el Sol, como símbolo del tiempo “otro”, el tiempo en el que reina el Zithu, el
Venerable Ancestro, Señor del Inframundo y de los muertos, el espacio de los
ancestros primordiales. Sitio en donde además se menciona que se sacrifican un
gallo negro y un guajolote, con cuya sangre se riega la ofrenda, para después
aventarlos al fuego y luego al barranco. En conclusión todos estos elementos
nos revelan una enorme continuidad con respecto al culto a los ancestros entre
los otomíes actuales de Santa Ana Hueytlalpan y los otomíes antiguos, quienes
dejaron registrado su “costumbre” en la Cueva Pintada de Agua Blanca de
Iturbide, Hgo, pues las coincidencias de reproducir el inframundo; el pintar las
estrellas y las lunas en la habitación en que se realizan los preparativos, el
moldear en lodo a los ancestros primordiales, el sacrificio de los animales,
(antiguamente el venado, ahora el guajolote y el gallo) a la Madre Tierra y al
Fuego, y la importancia de los “Antiguas”, los Zithamu, como los ancestros
primigenios materializados en piedras y guardados celosamente en los oratorios,
así nos lo confirma.

El Costumbre de la Cruz (Ponti), o de la Santa Cruz, dedicado también a


los “muertos en desgracia” que igualmente se realiza en Santa Ana Hueytlalpan,
y precisamente se lleva a cabo durante todo el mes de mayo. Yolanda Lastra tuvo
la oportunidad de presenciarlos, y nos refiere dos casos. El primero dedicado a
un hombre que murió por una caída de bicicleta y el segundo dedicado a una
mujer que murió de parto, en los que dice que en el altar “había ofrenda similar a
la que se pone en muchos sitios para el día de muertos”,218 en donde también
hace mención del enterramiento de ofrendas, consistentes en los recortes de
papel, comida, bebidas y fruta, en el lugar en donde se cambia la cruz , tanto del
lugar en donde acaeció la muerte como en el panteón. En donde también se
resalta la intervención del bädi, como principal intermediario entre el mundo de los
vivos y el mundo de los muertos.

218
Yolanda Lastra, Los otomíes: Su lengua y su historia, México, Instituto de Investigaciones Antropológicas,
Universidad Nacional Autónoma de México, 2006, pp. 362-373.

278
Es así que entre los otomíes existen otras fechas en las que se sigue rindiendo
culto a los muertos ya ancestralizados, y a los ancestros primordiales en el 31
de diciembre y 1 de enero; al Venerable Ancestro, el Zithu y sus descendientes
los Xitas entre febrero y marzo durante el Carnaval. Mientras que en el caso de
algunas comunidades de la sierra y particularmente en Tutotepec, durante todo el
año se le rinde culto a la Sanimita, el Señor de los Muertos y las almas de todos
los difuntos del mundo, como se verá más adelante. En ese contexto ahora
sabemos que los muertos no solamente pueden retornar una vez al año, sino
varias veces, en las que pueden convivir, enfermar, castigar. Mientras que los
que ya han alcanzado el rango de ancestros tienen la capacidad de venir a curar,
y fertilizar la tierra.

El destino de los muertos

Entre los otomíes de nuestra región de estudio se menciona que todas las almas
de los muertos deben tener un destino final, reunirse con los ancestros
primordiales. Este puede ser un proceso largo, pues después del fallecimiento el
cuerpo se va directamente al mundo de los muertos en donde se descompone y
“se quedan los puros huesos”, mientras que el alma se separa, “se queda” en el
mundo de los vivos y hay que ayudarle a que tenga un destino favorable dentro
del mismo inframundo, el cual, no sólo depende que tan bien o que tan mal se
haya portado una persona, sino de la manera en que esta haya muerto219; por
ejemplo, se dice que el trueno (Koni) representa a los difuntos que han cometido
un crimen durante su vida terrestre y, al igual que los ahogados, recorren el cielo
“haciendo ruido con sus armas” (machetes y fusiles), mientras que las mujeres
muertas en parto se identifican con los rayos (Khwei), y las divinidades del fuego

219
Galinier, Pueblos de la sierra madre, Op. Cit., p. 487-488; David Pérez, El Complejo ritual otomí…, Op. Cit.,
p. 115-116.

279
Figura 4. Representación de las personas que mueren en “desgracia”, ya divinizadas. Arriba: Señora con fusiles en los
brazos acompañada por el Zate "tigre" o animal del monte, como representación de los difuntos ahogados, e
identificados con el trueno y el fuego. Abajo: hombre con machetes en los brazos, como representación de los muertos de
manera violenta, mismos que se asocian con el rayo y como acompañantes del Sol. Gruta de San Bartolo Tutotepec,
Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes: metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Mayo de 2013.

280
(hmüsipi). Entidades que se representan por medio de los recortes de papel en los
diversos rituales (“costumbres”) y que se les pude encontrar en determinados
espacios de las cuevas sagradas; éstas últimas como representación del mundo
de abajo, del inframundo y del lugar en donde reside el Antigua y los dos
ancestros primordiales El Padre y la Madre Vieja, en donde también se dice que
“es como aquí”, “es un pueblo con sus casas, su iglesia y su gente”.

Los espacios en donde residen los “Antiguas”, y los ancestros ya


sacralizados se reconocen en diferentes puntos de la sierra, mismos que son
considerados al mismo tiempo como altamente sagrados y altamente peligrosos,
por ejemplo, se tiene el Cerro Napateco, el Mayonikha (la iglesia Vieja/ México
Chiquito), México El Grande, El Cerro del Oro, la antigua comunidad de Tototepec,
considerada también como el centro y el ombligo del mundo, entre otros lugares,
en donde también se hace referencia que se localiza el inframundo (nidu), del que
como dice Stresser –Péan, “ahí van las almas de la gran mayoría de los hombres
y particularmente los que fallecieron por “muerte natural”, en su casa o en su
cama”,220 quienes con el paso de los años, - algunos dicen que son cuatro, otros
que ocho , o diez-, en los que pasan a un mejor estatus social, se convierten en
Antiguas, se ancestralizan, y se convierten en benefactores, y en observadores
de las relaciones sociales de los vivos. Mientras que escapan a este destino todos
aquellos que murieron víctimas de algún deceso particular, como los ahogados,
los asesinados y a veces los que tuvieron una vida particular, como los propios
bädis,221 quienes, sus almas se convierten en errantes, vengativas, causantes de
enfermedades y se dedican a asustar a los vivos en determinados lugares, como
los cruces de los caminos y el monte.

Razón por la que sus familiares se preocupan porque su difunto llegue a un


buen lugar del inframundo, “libre de infracciones”. Pues Báez Cubero nos refiere
que una parte del mismo Cerro Napateco pertenece a Dios y la otra al Zithu (el
Venerable Ancestro), el Señor del Mundo, el Señor de los Muertos, también
220
Guy Stresser-Péan, El Sol-Dios y Cristo…, Op. Cit., p. 502
221
Los bädis corren el peligro de convertirse en almas “errantes” en el caso de que no se les haga los rituales
precisos después de su muerte.

281
conocido el Antigua, como el Diablo, el “maestro”, o el compadre.222 En su
conjunto todo ello nos remite a pensar que entre los actuales otomíes de la
sierra, aún se conserva gran parte de la antigua idea del inframundo y el lugar
en donde reside Dios, como un espacio no muy distante, localizado entre el cerro,
la Cueva Sagrada, el cementerio, y por supuesto, el centro de la misma
comunidad de Santa Ana Hueytlalpan y Tutotepec.

Pues debe mencionarse que la parte alta de los cerros o montañas para
los otomíes de la sierra representa el acceso al cielo223 y en muchas ocasiones se
dice “es el mismo cielo”, como bien lo menciona Luis Pérez Lugo, al referirse a
México Chiquito,224 el Mayonikha, centro religioso de importancia regional, entre
los otomíes de las comunidades serranas, quienes consideran ahí residen el
Antigua, los ancestros primordiales, la Virgen de Guadalupe y todas las cosas,
como el Sol, el agua, el viento, las semillas, los animales, etc., del que dice lo
siguiente:

Hay que considerar que México Chiquito es considerado como el cielo, solo
porque está arriba del río y del acantilado, aquí el cielo adquiere otra connotación,
no se refiere a lo aéreo, es un lugar simplemente en lo alto.225

222
Lourdes Báez Cubero, “Cocinar para los Dioses….”, Op. Cit., p. 12.
223
Por ejemplo en 1769 en la sierra de Tutotepec y Tenango se dio el caso del bädi y anciano otomí que
se hacía llamar como el Mesías Diego, quien construyó en la cima del cerro San Mateo un adoratorio, y una
estructura llamada “la gloria”: una horca por la que se le llegaba ascendiendo por trece peldaños de una
escalera, misma que estaba flanqueada por cruces, desde donde se decía bajaría a la tierra Dios, para
“invertir el mundo”, mandar un diluvio, acabar con los españoles y los incrédulos, si bien sus seguidores
morirían pero tendrían el poder de resucitar, Véase: AGN, Criminal, Vol. 308, exp. 1; Caso estudiado
ampliamente por Raquel Güereca, en Un dios y un reino para los indios...., Op. Cit.
224
México Chiquito también es conocido como Mayonikha (la Iglesia Vieja), localizado dentro del Municipio
de San Bartolo Tutotepec y en los márgenes del Río Chiflón, límite del estado de Hidalgo y Veracruz, se dice
que en este lugar residen los ancestros primordiales, mismos que se convirtieron en piedra; ahí se
encuentra el “Antigua”, el Señor de la Abundancia, la Virgen de Guadalupe, MäKä sihta Sibi (el Abuelo del
Fuego), Màká Xumpho Déhe (La Dama del Agua), Màká Ximhai (La Sagrada Tierra), El viento, El Venerado
Señor Sol (Màká Hyati), etc., además de todas las cosas, las riquezas, las semillas y los animales.
225
Luis Pérez Lugo, Visión de mundo otomí y maya entorno al agro y al maíz, Editorial Académica Española,
2011, p. 70.

282
En ese mismo sentido se lo han referido a David Pérez, quien también ha
centrado sus investigaciones entre los otomíes de Tenango y San Bartolo
Tutotepec, quien dice del Mayonikha (México Chiquito);

Algunos peregrinos imaginan este lugar como una reunión que se lleva a cabo en
el Cielo donde las diferentes fuerzas dirimen lo que harán alrededor del año. Otras
personas lo comparan con una imagen católica: Cristo, Màkádähmu , reunido con
sus discípulos en la Última Cena.226

En el caso del Cerro Napateco, Frédéric Saumede menciona que existe


“una piedra grabada olmeca que representa un cacique emplumado que es
venerado por los autóctonos [otomíes], que la llaman ´la Luna y el Sol´ y le
dedican ofrendas regulares”.227 Mientras que en la cima del Cerro Brujo de
Tenango de Doria, a James Dow, se le mencionó que se ponía en la parte baja
del altar las velas encendidas “como ofrenda a Dios Abuelo Fuego que acompaña
a nuestro Señor Sol en su viaje”.228 Pues en este mismo lugar, a los pies del
Cerro Brujo, existe un manantial en el que se reconoce que reside “La Señora del
Agua”, lugar en donde las madrinas de varias mayordomías acuden a lavar las
ropas de los Santos antes de su fiesta, entre ellos se puede mencionar El Señor
Santísimo (Cristo crucificado) y San Agustín, este último es el patrono de
Tenango. Además de que también en este lugar sagrado se encuentra una cueva
en la que hay muchos recortes de papel que representan las fuerzas (nzaky) de la
vida de las plantas y los seres humanos.229

226
Véase una excelente descripción en David Pérez, El Complejo ritual otomí…, Op. Cit. pp. 156-192.
227
« Au sud de Hueytlalpan, sur la colline du Cerro Napateco, une pierre gravée olmèque représentant un
cacique empanaché est vénérée par les autochtones qui l´ appellent << La lune et le Soleil >> et lui dédient
des offrandes régulières » ; Frédéric Saumade, Carnaval et émigration saisonnière…, Op. Cit, p. 220.
228
«Many burning candles had been laid at the base of the altar. Later, Don Apolonio referred to these
candles as offerings to God Grandfather Fire who accompanies our lord the Sun in his journey»; James
W.Dow, “Nature Worship within Cargo Rituals in Mexico.” A Paper to be presented at the 2005 Meeting of
the Central States Anthropological Society, March 10-12, 2005, Oxford, Ohio., pp. 1-29, p. 17. [Trabajo
porporcionado por el autor].
229
Ibídem, pp. 8-14.

283
En resumen, al igual que los otomíes antiguos, los actuales siguen considerando
que es en los cerros y en las cuevas de la comunidad en donde residen los
dioses, a quienes después se les unen otras potencias, como las de los difuntos,
quienes después de determinado tiempo dejaron el espacio de los muertos para
adquirir el estatus de ancestralidad, de “Antiguas”, convirtiéndose en benefactores
de los vivos, portadores de la sabiduría milenaria, y propiciadores de la fertilidad y
la salud.

Otro ejemplo de la distribución del espacio se puede corroborar en otro


lugar llamado México el Grande, muy cercano al México Chiquito, en donde se
encuentra una cueva profunda en la que los otomíes serranos identifican a
varias piedras como la representación de los ancestros, las semillas, los
animales, el niño Dios (Cristo) y la Virgen de Guadalupe, esta última es “una
enorme piedra que se sujeta del techo” a la que los bädis le ponen su vestido de
color blanco, mismo que mide desde el techo al suelo unos 20 metros, en donde
como lo dice David Pérez, los otomíes reconocen el cielo (el techo al que solo
sube el bädi) , el mundo terrenal (el piso en que se desarrolla la ofrenda) y el
inframundo (donde se encuentran enterradas todas las semillas).230

Decir que se encuentra representado en este espacio el cielo, la tierra y el


inframundo, no se debe tomar como la simple representación del arriba y el abajo,
el cielo y el infierno cristiano, pues como lo hemos visto en la Cueva Pintada de
Agua Blanca de Iturbide, Hgo., los ancestros antediluvianos están estrechamente
relacionados con el mundo de abajo, con los tiempos primordiales en los que aún
no salía el Sol, mismos a los que se les unen los difuntos convertidos en
“Antiguas”, ahora totalmente relacionados con el “Diablo”, el Zithu (el Venerable
Ancestro). ¿Entonces porqué se encuentra en la misma cueva la representación
de la Virgen de Guadalupe y el niño Dios, el Cristo-Sol?

Como lo menciona Gabriela Garret, en este caso no se pude decir que la


antigua tradición de los otomíes serranos se haya fusionado o sincretizado con

230
David Pérez, El Complejo ritual otomí…, Op. Cit. p. 179.

284
las ideas del cristianismo, traídas por los españoles y los primeros frailes, pues
ella nos aclara que más bien se trata de una yuxtaposición, pues:

Esta mitología de influencia judeocristiana se opone al proceso de transformación


de difunto a Antigua, lo que nos da idea de una yuxtaposición ideológica entre dos
sistemas de valores. Los antiguas (estrato hacia donde se dirigen los buenos
difuntos) no pertenecen al mundo de Arriba, pues como receptáculos del saber y
de la generación tenemos desde la manera que se están dentro del mundo.
Ambas ideologías no son propiamente una fusión, sino una especie de
yuxtaposición que se expresa en lógicas particulares y frecuentemente
contradictorias.231

O como bien lo hemos sostenido a lo largo de este trabajo, entre los


otomíes serranos se considera que finalmente hasta las entidades celestes,
como el Sol (el Cristo-Sol), la luna, las estrellas, diariamente retornan al
inframundo, a la Cueva Sagrada, por ello es que se dice “aquí están los dioses,
aquí hay viento, agua y nubes, aquí está el Antigua”.

Aclarada esa prevalencia de la antigua visión de los otomíes serranos


sobre el espacio y la residencia de los dioses, los ancestros primordiales, a los
que se les unen las almas de los difuntos que también se ancestralizan con el
paso de los años. Es momento de aclarar que antes de que un difunto se una a
la comunidad de los ancestros y llegue a este tipo de espacios, debe pasar a lo
largo de varios años, por varias fases, en la que los parientes vivos deben
realizar varios “costumbres”, mismos que ya hemos mencionado, como “la Cruz”
(Pondi), el Xoxtu (levantar al difunto) y el Y´uti (secas). Pero existe un primer paso
que es el fundamental, llamado el “Cabo de año”, el cual, como lo dice Gabriela
Garret, forma parte del ciclo de exequias que la población en general rinde a sus
difuntos al cumplir el año del fallecimiento. Teniendo como objetivo el “recordar” al
ausente como miembro de la comunidad cristiana, pero en el caso de nuestra
región de estudio, entre los otomíes de la sierra, “se interpreta como una ayuda

231
Gabriela Ríos Garret, “El ´Cabo de año´ de un chaman. Nociones sobre ancestralidad y chamanismo
otomí”, en Dimensión Antropológica, Año 17, Vol. 50, septiembre-diciembre, 2010, pp. 107-132., p. 118-
119.

285
que los vivos prestan a su difunto en su proceso de transformación hacía
ancestro”.232

Hemos tenido la oportunidad de presenciar varios “cabo de año”233 entre


los no otomíes, entre los mestizos de nuestra región de estudio, en donde también
se conservan muchos elementos muy propios de los otomíes serranos, pero
lógicamente en ellos ya no existe la idea de que sus difuntos con el paso de los
años se convertirán en “ancestros” benefactores de los vivos. Además, entre los
no otomíes, determinados espacios de la barranca, el cerro y la cueva representa
el lugar en donde reside el “Diablo”, quien se dice tiene escondidas todas las
riquezas, mismas que se imagina en los “montones”, las bolsas y los barriles de
oro, lo que desde la antigüedad y aún para los actuales otomíes serranos es la
propia morada de los ancestros, en donde efectivamente reside el Zithu (el
Venerable Ancestro), y efectivamente tiene todas las riquezas, pero estas se
traducen en todas las cosas, como las semillas, los animales, el viento, las nubes,
el agua, la salud, etc.

Es así que entre los otomíes de la sierra, el “cabo de año” preserva los
elementos más antiguos. Pues se dice que cuando tiene lugar el acaecimiento de
la muerte de una persona, el cuerpo y el alma de esta se separan, es “como un
sueño”, en la que el alma del individuo no se da cuenta de que el cuerpo que la
contenía ya está muerto, de que este ya se encuentra en el panteón, razón por
que esta, el alma del difunto, aún sigue en el mundo de los vivos, rondando por el
monte y la comunidad, con posibilidades de convertirse en un espíritu errante o en
un “mal aire”.

232
Ibíd., p. 170.
233
Entre los no otomíes también se pone la cruz de cal, se quita el altar domestico y se arma uno especial
con recortes de papel de china, como simulación del firmamento celeste y el terrenal, existe padrinos de la
Cruz de madera, quienes la llevan en peregrinación con cuatro angelitos (niños) a la casa del difunto. Este
ritual de la “levantada de la Cruz” también se realiza durante toda la noche, en donde se rezan varios
rosarios, se cantan alabanzas, se reparte bebidas como café, aguardiente. Al otro día, cuando amanece, se
recoge el altar, se levanta la cruz de cal y se mete en una caja de cartón, misma que será enterrada en la
cabecera de la tumba, en donde se pondrá la nueva Cruz.

286
En este sentido, existen muchos relatos que testifican que al difunto se le sigue
viendo físicamente, como ser etéreo (apariciones) en determinados espacios de
la casa o la milpa, razón por la que “la familia debe ayudar al difunto a separarse
del mundo”,234 para conducirlo al lugar de los muertos, en donde tiene que pasar
por varios niveles, algunos de ellos no tan deseables, en donde debe soportar
padecimientos y castigos, por lo que constantemente se estará comunicando con
sus parientes vivos, por medio de los sueños, quienes deben estar atentos a ellos,
de lo contrario el difunto les enviará una enfermedad, para que respondan a su
llamado, para que busquen la intermediación del bädi, quien tiene la capacidad
de preguntarle al difunto la manera y la cantidad de ofrendas que necesita para su
“costumbre” y así ayudarlo a que algún día se convierta en ancestro (entre cuatro
u ocho años), en depositario del saber primordial. De ahí la constante relación
entre los vivos y los muertos, el porqué los otomíes de la sierra les siguen
rindiendo culto hasta nuestro días, sin importar que hayan llegado a estas tierras
otras ideas con los españoles y los primero frailes.

La intervención de los muertos en las relaciones sociales

Al igual que en otros lugares de México, en Tutotepec y en las demás


comunidades de los otomíes serranos, se tiene la idea de que todos los muertos
regresan periódicamente a la tierra, una vez al año, cuando el Zithu (el Venerable
Ancestro) les abre las puertas del inframundo (nidu) en los “Días de Muertos”.
Pero se dice que es más que una simple visita de los antepasados, pues ellos
vienen a ejercer un control sobre los vivos y a reafirmar las normas sociales que
deben observarse en el plano terrenal durante todo el año.

En ese sentido, en los “Días de Muertos” en Tutotepec no solamente es


acordarse de ellos y ponerles ofrendas, o suspender los trabajos del campo (las
cosechas) para dedicarles un tiempo, es el momento en el que se debe llevar a

234
Ibíd., p. 130.

287
Figura 5. Mayordomos salientes y mayordomos entrantes de la "Sanimitas" de Tutotepec, 2 de noviembre de 2012,
Foto: Domingo España Soto.

288
Figura 6. Teodora Manrique San Agustín, después de cuatro "mayordomías chicas" entrando como Primer
Mayordomo de la "Sanimita" de Tutotepec el 2 de Noviembre de 2012. Foto: Domingo España Soto.

289
Figura 7. Detalle de la "mesa" en donde se desarrolla la asamblea de cambio de cargos para la "Sanimita " de
Tutotepec. Foto: Domingo España Soto.

290
cabo una asamblea ritual de sucesión de responsabilidades, en el que doce
mayordomos salientes confían las antiguas reliquias de las “Sanimitas” (ánimas) a
los doce mayordomos entrantes, a quienes se les dice las reglas y los
compromisos enfrente de sus antepasados y de la iglesia (camposanto e iglesia),
para que cumplan con sus deberes durante todo el año y para que cada uno de
ellos cuide en su casa durante un mes las reliquias, a las que deben ofrendar
todos los días, con desayuno, almuerzo y cena. Pues no solamente es acordarse
de los ancestros y los antepasados unos cuantos días del año, es para que las
ánimas de estos últimos tengan una ofrenda permanente y constantemente se les
este ayudando a “pasar a un mejor lugar”, y así obtener su intercesión ante las
demás potencias. Pues debe aclararse que se considera a Tutotepec como centro
y ombligo del mundo, en donde todos los muertos se reúnen.

Como en cualquier lugar que se les rinda culto a los antepasados o


ancestros, es común escuchar el que si una persona no les pone su ofrenda
ellos se la llevan al lugar de los muertos. Pero como nos lo aclara Galinier, entre
los otomíes serranos:

Lo trágico de estos mitos radica en la idea de que el “lugar de los muertos”


(hnitu)” es el infierno, el reino del mal. Según la interpretación otomí, el
difunto se encuentra disociado entre sus restos visibles (huesos, cenizas)
que están en el inframundo y su alma “de arriba” (mahes´i ) favorable o
235
nefasta, según el caso.

Pero como lo hemos visto anteriormente, el cielo y el infierno casi se


encuentran en un mismo espacio, en el Cerro y la Cueva Sagrada.

Entre la fusión y la yuxtaposición de las ideas

Hoy en día, sabemos cómo se fusionaron estas ideas sobre el inframundo


(nidu), los ancestros míticos, los antepasados y el culto a los muertos más

235
Jacques Galinier, Pueblos de la sierra madre…, Op. Cit. 488.

291
cercanos,236 entre los antiguos otomíes, con las ideas cristianas que se
extendieron en estas tierras, después de la llegada de los españoles y de los
primeros frailes, en donde se les habló a los naturales sobre la resurrección de los
muertos, la gloria eterna y el infierno, tal y como se puede ver en varios
catecismos figurados (pictográficos o ideográficos) y en otros bilingües, escritos en
otomí y español. De los primeros, los catecismos figurados, se tiene noticia que su
creación fue impulsada por los primeros frailes del siglo XVI, entre los que
destacan Fray Pedro de Gante, y Fray Jacobo de Testera, -por este último se les
conoce como códices o catecismos testerianos-, quienes los utilizaron para
evangelizar principalmente a los naturales de habla náhuatl, sin embargo, el uso
de este tipo de catecismos se extendió desde el siglo XVI hasta muy entrado el
siglo XIX entre otros grupos, hablantes de otras lenguas, quienes, como los
otomíes, los hicieron de manera independiente, para catequizar y enseñar un
cristianismo otomí entre sus propios paisanos, manteniendo vigentes las antiguas
ideas. El segundo tipo de catecismos, que se caracterizan por ser en otomí y
español, fueron elaborados por los propios frailes, a manera de cartillas,
catecismos, vocabularios y confesionarios, para que fueran usados por sus
nuevos compañeros, los frailes o curas que no supieran la lengua otomí.

A) Catecismos en otomí creados por los frailes

Uno de los primeros documentos de los que se tiene noticia, es la Doctrina


Cristiana, muy útil y necesaria, en castellano, mexicano y otomí237 que tradujo en
1576 el fraile agustino Melchor de Vargas, prior de Actopan. Su obra está
incompleta y tiene representadas en grabado varias escenas del cristianismo,

236
Aún entre los actuales otomíes serranos se considera que los muertos con el paso de unos cuantos años
se ancestralizan, pasan a un mejor lugar dentro del mismo inframundo (nidu), se reúnen con la comunidad
de los ancestros, o “antiguas” y se convierten en entidades sagradas. Véase, Lourdes Báez Cubero, “Cocinar
para las Dioses…”, Op. Cit., p. 8; Gabriela Ríos Garret, identidad y alteridad…, Op. Cit., p. 226.
237
Melchor de Vargas, Fray, Doctrina Cristiana, muy útil y necesaria, en castellano, mexicano y otomí,
México, Casa de Pedro Balli, 1576. [Manuscrito localizado en la Biblioteca de la Universidad de Texas,
Estados Unidos, Colección Joaquín Galarza Izcabalceta, N. 70.].

292
mismas que tienen un estilo totalmente europeo, su contenido se caracteriza por
el método de pregunta respuesta, sobre que es el Padre Nuestro, el Credo, los
Artículos de la fe, la Salve Regía, los Sacramentos y el Ave María, por lo que en
este primer catecismo no se hace ningún tipo de cuestionamiento hacia las
antiguas creencias de los otomíes, muy vigentes en ese entonces, razón por la
que no nos da muchas luces sobre la confrontación ideológica.
Después siguieron apareciendo varios catecismos, como el del padre
Francisco de Miranda de la Compañía de Jesús, titulado Catecismo Breve en
238
Lengua Otomí (1759), pero se darían cuenta los religiosos que estos
catecismos eran deficientes, por lo que en el IV Concilio Provincial de 1771, se
establece las normas que debían de seguir para la elaboración de nuevos
materiales de catequización, considerando las dificultades que implicaba la
interpretación de la lengua, por lo que el fraile Franciscano Antonio de Guadalupe
Ramírez, quien fue prior del Colegio de San Francisco, en Pachuca, en 1785 sacó
a la luz su obra titulada Breve compendio de todo lo que debe saber y entender el
cristiano, para lograr, ver, conocer y gozar de Dios Nuestro Señor en el cielo
239
eternamente. Dispuesto en lengua othomi… , en donde resaltan las
apreciaciones de uno de sus revisores y sinodales, el Dr. D. Ignacio Ramón
Moreno, quien considera conveniente el que el autor haya puesto especial
cuidado en poner u omitir determinadas palabras, para evitar que entre los
otomíes se malinterpretaran los preceptos del cristianismo con las antiguas ideas,
-como dice, había estado sucediendo- , por ejemplo, dice de la partícula “go”:

Porque aunque ha sido muy usada, y algunos tienen por elegancia añadirla; pero
es mejor no usarla, por no ser necesaria, y ser voz equivoca que también significa
el Gemelo, ó Mellizo, por eso según entiendo, no dice GomäTaahe, en que

238
Francisco de Miranda, Catecismo Breve en Lengua Otomí, México, Imprenta de la Biblioteca Mexicana,
1759.
239
Antonio de Guadalupe Ramírez, Fray, Breve compendio de todo lo que debe saber y entender el cristiano,
para lograr, ver, conocer y gozar de Dios Nuestro Señor en el cielo eternamente. Dispuesto en lengua othomi
y construido literalmente en la lengua Castellana, México, Imprenta nueva Madrileña de los herederos del
Lic. D. Joseph de Jáuregui, 1785.

293
pudiera un neófito, u otro cualesquiera ignorante, entender un Padre Gemelo;
y sólo dice: MäTaahe, que sin equívoco dice Padre Nuestro.240

De esta forma prosigue con la diferencia de escribir en otomí la palabra


“cielo”, y “cielos”, entre otras, mismas que llevan a connotaciones sagradas y
simbólicas de la antigua religión. Pero finalmente en esta problemática se deja
entrever que estos religiosos no tenían otra manera, más que recurrir a las propias
palabras de los otomíes para explicarles los preceptos del cristianismo, y en
muchas ocasiones usar palabras con significados contrarios a lo que ellos
intentaban erradicar, lo que de cierta manera para los otomíes seguía reforzando
sus antiguas ideas, pudiendo bien, disfrazar sus viejas creencias; por ejemplo,
como nos lo confirman las actuales narraciones, los propios catecismos figurados
otomíes, y como lo pudimos corroborar en las pinturas rupestres de la Cueva
Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo., en donde se pude ver que desde mucho
antes de la llegada de los españoles y de los primeros frailes, ya existía la idea de
la muerte del Sol, mismo que baja al inframundo, al lugar de los muertos, y
después renace y sube al cielo acompañado de los ancestros guerreros, las
mujeres muertas en el parto, los ahogados, etcétera. Con el Cristo sucede lo
mismo, después de que lo matan baja al lugar de los muertos, renace y sube
acompañado de los primeros Padres (Abraham, Jacob, David, etc.) según la
tradición cristiana, misma que entre los otomíes tiene su referente con sus
antepasados no muy lejanos y los ancestros antediluvianos, de ahí el que se le
haya asociado con el Cristo-Sol, esto todavía se refuerza más cuando en el
catecismo se dice;

El día del juicio final, ha de venir, muy lleno de su gloria, todo luces, y
resplandores, con cuya admirable Luz verán, cuanta es la sin igual grandeza de su
Majestad […] ha de venir a pedir cuenta a vivos y ha muertos…. 241

240
Ibíd., s./p., [Parecer del Sr. Dr. D. Ignacio Ramón Moreno.].
241
Antonio de Gudalupe Ramírez, Fray, Breve compendio….Op. Cit., p. 61-62

294
IFigura 8. Portada de la Doctrina Cristiana,
muy útil y necesaria, en castellano, mexicano
y otomí, traducida por Fray Melchor de
Vargas, 1576.

Figura 9. Portada y páginas del Catecismo Breve en lengua otomi, dispuesto por el P. Francisco de Miranda, 1759.

Figura 10. Portada y páginas del Breve compendio de todo lo que debe saber y entender el cristiano, para lograr ver,
conocer y gozar de dios..., del P. Fr. Antonio de Guadalupe Ramírez, 1785.

295
Figura 11. Portada y fragmento del Catecismo y declaración de la doctrina cristiana en lengua otomí...del P. Fr. Joaquín López
Yepes, 1826.

Figura 12. Portada y páginas del Catecismo de la doctrina cristiana en lengua otomí, del Presbítero D. Francisco Pérez, 1834.

296
En todos los anteriores catecismos se insiste en los muertos, los pecados, el
infierno, las almas, el purgatorio y el paraíso; en los que los antiguos religiosos
no consideraron que esto lógicamente, (tanto para los antiguos otomíes como
para los actuales), sigue remitiendo al inframundo, al lugar de los muertos, el
lugar en donde residen y descansan las principales potencias, la Cueva Sagrada,
el lugar en donde hasta las potencias celestes descansan o mueren y renacen,
como es el caso del astro solar. Es en ese contexto que varios religiosos
siguieron induciendo a que los otomíes confirmaran y reforzaran sus antiguas
ideas, aunque las intenciones hayan sido las contrarias, un ejemplo claro de ello,
es el catecismo de López Yepes (1826),242 en donde se sigue la habitual
metodología de pregunta respuesta, misma que ya estaba prefijada para que el
converso respondiera una respuesta precisa, en donde el religioso por ejemplo,
debía preguntar ¿Dónde está Dios nuestro Padre?:

Respuesta: En el cielo, en el mundo y en todas cuantas cosas hay.

-Y está en los infiernos?

- R: Sí está.

- P: y padece las penas que hay allá?

-R: No.

-P: Y está en el lodo en los corrales, en las zahúrdas, en los basureros

Y en todas las demás cosas inmundas?

-R: Sí está.

- P: y se le allegan las cosas inmundas?

-R: No.

-P: y está en la lumbre y en el agua?

242
Joaquín López Yepes , Fray, Catecismo y declaración de la doctrina cristiana en la lengua otomí, con un
vocabulario del mismo idioma, México, Impreso en la oficina del ciudadano Alejandro Valdez, 1826.

297
-R: Sí está.

-P: y se quema o se moja?

_ R: No: sea en donde fuere en todo esta y no le puede suceder nada.

-P: Pues porque decimos en la oración del Padre nuestro que está en los cielos?

-R: Porque allí es en donde más admirablemente se manifiesta.

-P: y que le pedimos en esta santa oración?

-R: Siete peticiones, en las tres primeras les pedimos la honra de dios, y en las
otras cuatro le pedimos todos los bienes que necesitamos para nuestra alma y
para nuestros cuerpos.243

Estas preguntas prediseñadas y en otomí, parecen un poco ingenuas por


parte de los religiosos, pues el mencionar si reside Dios en el inframundo, es
seguir reafirmando la antigua idea de los dioses o potencias como moradores de
la Cueva Sagrada; el que si reside en las inmundicias o en el lodo, también sigue
dando continuidad a la idea de que todo sacrificio pasa por una fase de
descomposición, de putrefacción que alimenta a la Madre Tierra, mientras que los
elementos del fuego y el agua, también evocan a otras potencias sagradas, y por
último las peticiones “de todos los bienes necesarios para el alma y el cuerpo”,
nos remiten a la petición de salud, de lluvias, de fertilidad y abundancia en los
animales, tal y como lo vimos representado en la Cueva Pintada.

Como se ha mostrado, las anteriores preguntas dan para que se pueda


encubrir otras, como el si se deben adorar o creer en las “piedras preciosas”, las
piedras azules, “las carátulas” (caras), los adivinos, los encantadores, los
nahuales, los que hacen la fiesta al temazcal, las mazorcas coates (dobles), el
nuevo magueyal, etc., a lo que la respuesta debía ser:

-No nos mande Dios, para que semejante desgracia nos suceda: porque a
muchísimas gentes han engañado los demonios haciéndoles creer en las piedras

243
Ibíd. , p. 49-50.

298
azules y demás ídolos sin cuento que hay en el mundo […] Sábete, que todas
esas infelices gentes y todos que las siguen, cometen un horroroso pecado
mortal….244

Esas repuestas lógicamente se convirtieron en protocolarias pues en el


Mezquital se sigue creyendo en los Cangandos , al igual que en los ancestros,
los “antiguas” y los zithamu entre los otomíes de la sierra, quienes en
determinadas fechas los llevan a bendecir a la misma iglesia.245

Por una parte se prohíbe el culto a las piedras, el símbolo de los huesos de
los ancestros, pero por otra se impulsa y se refuerza, con la pregunta siguiente:

-P: Y a los huesos, y pedacitos de carne, á los cabellos, y demás cosas que
tuvieron los cuerpos de los santos, que reverencia les debemos?

-R: Siempre la misma que debemos á los santos de quienes son; y por eso les
haremos la suplica de que aboguen por nosotros en la presencia de Dios, que
nos conceda lo que le pedimos.246

Lógicamente bajo estos preceptos entran todas las reliquias, los huesos de
los ancestros (wemas), canagandos, “antiguas”, zitamus, etc., mismos a los que
comparten espacio en los altares con los Santos Católicos,247 y a quienes
precisamente se les pide que aboguen de manera favorable entre los otomíes del
Mezquital y de la sierra.

Como hemos podido apreciar, el problema del difícil dominio de la lengua


otomí y la enseñanza del cristianismo implicó un serio reto para los religiosos,
quienes en muchas ocasiones sin saberlo y sin tener las intenciones seguían

244
Ibíd., p. 56-57.
245
Un caso curioso sobre eso sucedió en 1790 entre unas mujeres otomís del Cardonal, quienes fueron acusada
de tener y rendir culto a las “piedritas llamadas C´angandho”, mismas que les “pagaban misa” llevándolas
envueltas con una servilleta en una canasta. Véase; Verónica Kugel, “ ¿Sincretismo o idolatría? Dos
percepciones y una relación de fuerzas desigual en un documento del Archivo Parroquial del Cardonal (S. XVII)”,
en Estudios de Cultura Otopame, Instituto de Investigaciones antropológicas, Universidad Nacional Autónoma
de México, 2002, pp. 77- 104.
246
Joaquín López Yepes , Fray, Catecismo y declaración de la doctrina cristiana…, Op. Cit., p. 59.
247
Véase por ejemplo James Dow, Santos y sobrevivencias…, Op. Cit., pp. 98-100.

299
reforzando las antiguas ideas. Sin embargo, en esos tiempos estaba bien claro
que debían de hacerse modificaciones, es así que el presbítero D. Francisco
Pérez, quien también fue párroco de Actopan y posteriormente catedrático del
idioma otomí en La Nacional y Pontificia Universidad, y además, estudioso de los
catecismos figurados que los propios otomíes hacían, sacó a la luz en 1834 su
Catecismo de la doctrina cristiana en lengua otomí, traducida literalmente al
castellano para que todos los párrocos de los pueblos en lengua otomí lo
utilizaran, además de que en esta obra se contiene el “Manualito otomitica para
los principiantes”, en donde también se traduce del otomí al castellano las
palabras que debía pronunciar un párroco al administrar los Santos Sacramentos
(Bautizo, la Penitencia, Eucaristía, la Extrema-Unción, y el Matrimonio), en donde
se resalta un cauteloso interrogatorio sobre las antiguas ideas, mismas que se
intentan erradicar, por ejemplo, el párroco debía hacer las siguientes preguntas a
sus feligreses otomíes en confesión:

_ Has creído, que cuando canta el tecolote ó brama la lumbre. ó chifla el


gavilucho, ú otros animales, te han de suceder a tí, ó á tus parientes alguna
desgracia?

-Has creído que las gentes se vuelvan burros, perros, guajolotes para chuparse a
las criaturas y para espantar a sus semejantes?

- Has creído en exhalaciones?


….- Y tú (siendo mujer), te has clavado en la cintura cuchillos, o tijeras, u
otras cosas cuando se eclipsa el sol ó la luna, para que no salga tencua248 tu
criatura?
-Has creído o le has hecho creer á algunos, que aquellas almas que están en el
Purgatorio: porque no se acuerdan de ellas, están pidiendo venganza, contra tu
enfermo, ó si lo han entregado a los barrenderos (esto es) a los que murieron de
puñaladas, de rayo, de parto, y ahogados, y dices que este es el golpe que le han
dado a tu enfermo?

248
Aún así se les sigue llamando a las personas que nacen con el labio leporino.

300
…-Has hecho imágenes al sol, al aire, al agua y a la tierra para limpiar a tu
enfermo?

-…y cuando muere tu enfermo, le has echado dinero en la boca, o le has


amarrado escobas en la manos, ó metido debajo de la mortaja alguna cosa?

- ¿Qué significan aquellos magueyes que vds. plantan en los caminos en donde
descansan su cadáver cuando lo llevan a enterrar, y decir vds. que cuando retoña
bien el maguey está en el cielo, y si se marchito está en el purgatorio, y si se seco
está en el infierno?

- ¿Quién os ha contado esto?

- Has aparentado ponerle flores a los santos, para encubrir, ó para ocultar tus
maldades?

-Has perfumado, ó encendido velas a los ídolos para que sane tu enfermo, ó para
que de tu sementera?

- ¿Has creído que tienen una virtud sobrenatural, para que te hagan lo que
les pides?249

Toda esta serie de cuestionamientos que propone el padre Francisco


Pérez, para que se le realicen a los feligreses otomíes en confesión, tiene de
fondo un conocimiento de causa, pues es él quien estudió varios de los
catecismos figurados, realizados por los propios naturales, en donde por supuesto
se dio cuenta de que el cristianismo otomí gira alrededor del culto a los muertos,
de los ancestros, como se mostrará más adelante.

Es lógico que entre los otomíes se haya reconocido de inmediato el


inframundo al que baja Cristo, con el lugar de los muertos otomí, el nidu, del
primero se habla en los catecismos, de la existencia de varios lugares; del Seno
Abraham, del Infierno, el Purgatorio y el Limbo, mientras que en la tradición de los

249
Francisco Pérez, Fray , Catecismo, [Manualito otomitica]…Op. Cit., pp. 7-11.

301
otomíes se menciona varios parajes, los del Mezquital dicen que son nueve, todos
con diferentes características; primero hay que entrar por el lugar llamado Ok´ya:
La Boca de la Serpiente, la entrada de la Cueva Sagrada, para pasar por un río
de sangre; un malpaís, un paraje de montañas muy altas y ásperas; un lugar de
mucho frío, un lugar lleno de murciélagos, un gran llano sin árboles y sin nopales,
sin magueyes, sin agua, un lugar estrecho y bajo en donde el techo y el piso se
juntan, un lugar muy oscuro en donde se guardan los huesos de los muertos,
hasta llegar a una montaña con muchos manantiales, el lugar de reposo,
descanso y regocijo, donde no hay angustia, ni tristezas, ni hambre, ni sed, el
lugar en donde vive Dios.250

De lo que se puede inferir que es de esta manera que los otomíes, han
asimilado las dos visiones, en donde si bien hay muertos que alcanzan el espacio
celeste pero es como acompañantes del sol y como entidades asociadas a la
Señora del Agua (los truenos y los rayos), quienes finalmente tienen que retornar
diariamente al inframundo, al lugar de los muertos, al lugar de residencia de los
principales ancestros, al Zithamu,251 tal y como se encuentra representado en el
quinto panel de la Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo.

Entonces esos nuevos nombres del “infierno”, el “Purgatorio.” y el “Limbo”,


vienen a sustituir otros de los parajes del mismo “nidu”, mismos en los que los
muertos en su viaje pasan penurias y padecimientos, por ello es razonable que los
actuales otomíes se preocupen en ayudar a sus parientes fallecidos para que
cambien a un mejor paraje, a “ otro nivel del mundo de los muertos libre de
cualquier infracción”,252 para que alcancen el Zithamu como se dice entre los
otomíes serranos, o el Ntamoakjä (El Lugar donde acuna el Dios), como se dice
en el Mezquital.

250
Véase Francisco R. Luna Tavera, Rä Äjuä Nehñu, El Dios Caminante….Op. Cit., p.64-65.
251
Como bien lo confirma Lourdes Báez Cubero, en el Cerro Napateco, los otomíes “si bien lo identifican
como morada del “malo”, saben que ahí también habitan sus ancestros primigenios, sus zithamu,
compartiendo espacio con zithu. Báez Cubero, “Cocinar para los dioses…”, Op. Cit., p. 8.
252
Ibídem.

302
Finalmente, sobre el cuestionamiento que hace el padre Francisco Pérez entorno
a la creencia de que las almas de los muertos del Purgatorio se vengan al
enfermar a algún pariente vivo porque no se han acordado de ellos. Se debe
mencionar que es un tema muy recurrente entre los actuales otomíes, recuérdese
que se dice que no se pueden olvidar de sus antepasados, porque son los que
han heredado la tierra, como se lo dijeron los otomíes de Querétaro a Lidia Van
de Flier, y porque son ellos, -como lo dicen los otomíes de la sierra-, los
poseedores del conocimiento ancestral, las riquezas, de la salud y los
mantenimientos, en suma de todas las cosas, mismas que conservan
encerradas en las profundidades de la Cueva Sagrada, tal y como se encuentra
representado en la Cueva Pintada, de ahí el que se espere obtener beneficios de
ellos, siempre y cuando se les agradezca con ofrendas y sacrificios.

B) Catecismos figurados creados por los propios otomíes

El que los antiguos otomíes hayan creado sus propios catecismos figurados, o
ideográficos, mismos en los que representaron la manera en que interpretaron o
entendieron el cristianismo, se puede comprender bastante bien con los
comentarios que hace en 1805 el padre Benito María Moxo en sus Cartas
Mexicanas, en donde menciona que adquirió uno que fue utilizado entre los
otomíes de Xilotepec y que últimamente perteneció al erudito criollo Dn. Juan
José Pastor, del que menciona lo siguiente:

Tengo encima del bufete y abierto delante de mis ojos un catecismo entero
de nuestra santa Religión, formado por un neófito, y escrito todo del
principio al cabo con imágenes o figuras para uso de sus paisanos los
indios otomites, que vivían no muy lejos de esta ciudad, de la otra parte de
los montes…. Este librito que digo se encontró no ha mucho, entre los
muebles de una india que murió en el pueblo de Xilotepeque.253

253
Cartas mexicanas escritas por D. Benito María de Moxo en 1805, dadas á luz á impulso del revmo. P. Fr.
Andrés Herrero, Tipografía Pellas, Génova, 1837, p. 75.

303
Otro comentario que nos confirma que este tipo de catecismos fueron hechos por
los propios otomíes, lo encontramos en fechas más tempranas, a más de una
década después del IV Concilio Provincial de 1771, en donde se decretó que en
“atención a los graves inconvenientes que se pulsan en la variedad de catecismos
en la lengua Othomi” que se creará uno nuevo, por lo que el P. Fr. Antonio de
Guadalupe Ramírez, dice de los anteriores:

Y así ninguno de estos puede dar normas; antes sí, deberán de ser
recogidos todos los Exemplares, que no se Exibieron en el referido Santo
Concilio; tanto impresos como manuscritos, y figurados por los propios
indios.254

Es en ese contexto que hemos consultado dos catecismos que fueron


elaborados por los propios otomíes, mismos que tuvo en sus manos el padre
Francisco Pérez255 en el siglo XIX, el primero se encuentra en la Biblioteca
Nacional de Francia, y está clasificado como el Manuscrit Mexicain . N. 76,
también conocido como el Testeriano n. 1, en donde se contienen aparte de los
dibujos ideográficos, glosas escritas en otomí y algunas leyendas en español,
mismas que indican el título de cada uno de los sacramentos. Mientras que el
segundo catecismo se encuentra en la Biblioteca de la Universidad de Princeton,
Estados Unidos, dicho documento se conoce como “El catecismo pictórico otomí”,

254
Antonio de Guadalupe Ramírez, Fray, Breve compendio de todo lo que deben saber…, O.p. Cit.
[introducción].
255
El Padre Francisco Pérez, fue prior de Actopan, catedrático del otomí en la Nacional y Pontificia
Universidad de México, examinador dictaminador del dicho idioma en el arzobispado y quien escribió en
1834 el Catecismo de la Doctrina Cristiana en la lengua otomí, para beneficio de sus compañeros los
sacerdotes que desconocieran o no dominaran dicha lengua y que además desconocieran las antiguas
creencias de los otomíes, por lo que les traduce el interrogatorio que se les debía hacer en el sacramento de
la confesión. El padre Pérez recogió varios catecismos figurados, hechos por los propios otomíes, de los que
intentó descifrarlos y con ellos se basó para hacer su Catecismo y “Manualito de Otomitica para
principiantes”. Dichos catecismos se encuentran hoy en día resguardados en varios repositorios del mundo,
como la Biblioteca de la Universidad de Princeton y la Biblioteca Nacional de Francia. Véase por ejemplo:
David Charles Wright Carr, “Manuscritos otomíes de la Biblioteca de la Universidad de Princeton” en Estudios
de Cultura Otopame, núm. 4, Instituto de Investigaciones antropológicas, Universidad Nacional Autónoma de
México, 2004, pp. 37-77.

304
también clasificado como Garrett Mesoamerican Manuscripts, no. 3a., en el que su
estilo es mucho más esquematizado y simple, pero es bastante entendible su
discurso. En ambos catecismos se puede apreciar cómo se fusionaron las
antiguas ideas con las nuevas, las del mundo prehispánico y las del cristianismo
traído por los españoles, formando así un nuevo cristianismo otomí.

Como se ha señalado con la imagen que hemos presentado en el capítulo


anterior, referente a una de las representaciones de la Madre Tierra y el
inframundo ( ver interpretaciones del segundo panel), en este catecismos se
fusiona la antigua idea de la muerte y el renacimiento del Sol, con la muerte de
Cristo, quien también baja al inframundo (nidu), al lugar de los muertos y después
resucita y asciende al cielo para iluminar a la humanidad, del que se dice en la
versión cristiana que resucitó a los primeros padres (Abraham, Isac, Jacob y sus
hijos), y a los primeros profetas, idea que seguramente fue muy bien aceptada
por los mismos otomíes, quienes como lo hemos visto en la pinturas rupestres,
desde mucho antes de que llegaran los españoles, tenían la idea de que los
guerreros, los ahogados, la mujeres muertas en el parto,256 divinizados como
ancestros (Wemas), eran y siguen siendo los acompañantes del Sol por su viaje
en el espacio celeste y en el inframundo.

Razón por la que en estos catecismos se tiene representado a Cristo


subiendo por las escaleras del inframundo hacia el cielo y atrás de él algún bulto
mortuorio que también tienen la posición de estar de pie, simbolizando que
también están a punto de subir al espacio celeste para acompañarle, de ahí la

256
La relación simbólica entre los muertos acompañantes del Sol , los muertos que se vengan de los vivos y
el culto a los antepasados que les rinden los otomíes , se puede ver claramente En la “Diligencia de Justicia
en asunto de idolatría”, del Archivo Parroquial de Cardonal, Hgo., 1770, en donde se menciona que Juan
de la Cruz, un hombre hechizado, quien tuvo que realizar varios rituales en el “cerro tirado” para aliviarse,
y que como su padre debía una muerte, la curandera le recomendó ; “Que en asunto a las velas que pidió
y que éstas se encendiesen, ciento al salir el sol, y otras tantas al ponerse fue porque el padre del paciente
debe una muerte, y que éste la hizo con cuchillo y estar ésta en la inteligencia de que los que mueren de
puñaladas y las que mueren de parto, unos y otros sirven al sol estirando unos de su carroza hasta el medio
día y los otros hasta ocaso, y que para que este muerto no estuviese enojado mandó se le pusiesen estas
velas, se le pagase una misa y se echase medio de aceite en la lámpara de ánimas. Citado en Verónica Kugel,
“¿Sincretismo o idolatría?..., Op. Cit., p. 97.

305
idea del Cristo-Sol. Es tal vez por eso que entre los otomíes se le ha tomado
demasiada importancia a la idea cristiana de que Jesucristo volverá otra vez para
internarse en el inframundo específicamente para juzgar a los muertos, los que
se hayan portado bien serán los privilegiados en acompañarle en el mundo
celeste, los que no, tal vez se queden en un lugar no muy deseado, por lo que
se debe rezar constantemente para salvar a las ánimas que se encuentran el
purgatorio, dicen los otomíes serranos.

Además, en ambos catecismos otomíes se puede ver cómo se entendió la


idea de la Trinidad, las tres personas distintas y un solo Dios; el Dios Padre, el
Dios Hijo y el Dios Espíritu Santo, la elevación de este último y el que se haya
colocado a la diestra del padre, por lo que se representa a Cristo en diversas
ocasiones como el Sol, y particularmente, en el Manuscrito n. 76, se utilizan las
palabras en otomí de “Occha” (Ojá) para nombrarlo, mientras que en este último
catecismo también se representa en varias ocasiones a Dios, el Dios Padre, como
una gran montaña coronada por su rostro; eso nos vuelve remitir a la idea de que
en la punta del cerro está el cielo, y el mismo Señor del Cerro, el Señor Antigua,
el ancestro mayor, lo que confirma las palabras del Bädi otomí Alfonso Margarito
García Téllez, quien dice

“Dios Anticua es primero que el Cristo, los [nos] Governava ante(s) porque aquí
[en] la Tierra (h)ay, (h)ay viento y nove [nube]. Al [En el] cielo no (h)ay nada, por
eso nosierto [no es cierto] [que] vino al [del] cielo, viene asielo [viene del cielo] la
yuvia [lluvia]. Aquí la [en la] Tierra (h)ay Dios, Dios de laViento y lagua [y del
Agua]. Ofrenda la Madre Tierra Necesita, su oración [al] Antigua, es poderoso, el
Dios de yuvia, Dios de Cosechas”.257

Es así que la antigua idea de los ancestros acompañantes del Sol, se


fusiona en ambos catecismos con la nueva idea del Cristo-Sol y la representación
de los santos, mismas que son bastante claras en el Manuscrito n. 76, en donde
se representa en varias ocasiones a los santos como unas pequeñas piedras con

257
Alfonso Margarito García Téllez, Historia de curación de antepasado…Op. Cit, Lám. 19 -20.

306
nariz, boca y ojos, debajo de los que aparece la palabra “Catto”, de la que entre
los otomíes de la sierra “Kato” significa “piedra divina”, pues no nos debe
sorprender que entre los actuales otomíes se consideren algunas imágenes o
santos de bulto como la representación de los mismos ancestros, “los antiguas”
del pueblo, y los zitamu. Cuestión a la que vanamente se enfrentaron los
religiosos, quienes intentaron erradicar los antiguos ídolos por los nuevos santos,
de los cuales, seguramente los antiguos otomíes, no notaron mucha diferencia,
pues igual eran representaciones humanas, tal vez, elaboradas con diferente
material, diferentes rasgos y diferentes historias de vida, pero casi iguales a los
que se querían sustituir. Es de esta manera que los religiosos, sin tener esas
intenciones, contribuyeron nuevamente a que se fusionaran las antiguas ideas
con las que ellos trataron de imponer, pues en vez de sustituir y debilitar las
antiguas creencias, las reforzaron, logrando como resultado un nuevo cristianismo
otomí.

307
Figura 13. Una foja del Manuscrito n. 76,
Testeriano 1, [Catecismo figurado otomí], Biblioteca
Nacional de Francia.

Figura 14. Representación de la muerte de Cristo, su entrada al lugar de los muertos por la boca del Mostruo de la Tierra,
su resurrección y el bulto murtourio levantandose para acompañarle en el cielo. Finalmente el Cristo sentado a la
diestra del Padre, Catecismo pictorico otomi (Garrett Mesoamerican Manuscripts, no. 3a), Biblioteca de la Universidad de
Princetón, Estados Unidos, fs. 22-23.

308
Figura 15. Fragmentos en los que se pude apreciar como entendieron los antiguos otomíes la muerte del Cristo y su
transformación en el Cristo-Sol bajando y saliendo del lugar de los muertos, y el destino de algunas almas,
Manuscrit N° 76 [Catecismo pictórico otomí], Biblioteca Nacional de Francia, fs. 6 v., 7r., 14 r, y 18 v.

309
Figura 16. El Culto a los muertos, Manuscrit N° 76, [Catecismo pictórico otomí] Biblioteca Nacional de Francia, f.
4. V.

Es de esta manera que se logra entender el porqué existe al mismo


tiempo un culto a las almas de origen totalmente cristiano y un culto a las
piedras y a los huesos de los muertos, entre los otomíes serranos, práctica de
origen prehispánico, muy particular en la región de Tutotepec, en donde, como se
ha dicho, existe una mayordomía que le rinde culto a las “ánimas”. Esta misma
comunidad, hace varias décadas se caracterizaba por el culto al osario, o
“huesario” como se le menciona localmente, en donde en las vísperas del 1 y 2 de
noviembre, se dice que se desenterraban los huesos y los cráneos para después
realizar una ceremonia llamada “llorada del hueso” (zóni to´yo). En donde
Galinier traduce “nkuto´yo” como “casa de los huesos”, y nos dice que
etimológicamente, el hueso (to´yo) significa “piedra de esqueleto”, y que el primer
término está asociado a la divinidad suprema, el Dueño del Universo, y el segundo
al mundo de los muertos.258

Este interesante desglose de las palabras “Dueño del Universo” y “mundo


de los muertos”, nos confirma lo que me han dicho varios de los mayordomos de
la “Sánimita”,259 una “Antigua”, que dicen se trata del “Señor de los Muertos” y del
“Señor de Tutotepec”, cuyo lugar es al mismo tiempo el ombligo y centro del
mundo, en donde se tienen que reunir todas las almas, sin importar si son pobres
o ricas, otomís o mestizas, etc., de lo cual hablaremos más adelante.

258
Jacques Galinier, Pueblos de la sierra madre…, Op. Cit., p. 496.
259
Entre los mayordomos de la “Sanimita” se puede mencionar; a la Primera mayordoma, Teodora
Manrique de Piedra Blanca, Eugenio Velasco de Pie del Cerro, Enrique Mérida del Mavodo y Santiago San
Juan Vicente de San Bartolo.

310
Regresando al tema del osario, el señor Juan San Juan Borbolla, originario de
Tutotepec, menciona que se desenterraban los huesos de los muertos ocho o
díez años después de sus deceso, para pasarlos al “huesario” y que para el
“costumbre” de la “llorada del hueso” se ponían las calaveras de un lado y los
huesos por otro sobre una manta blanca, para llevarlos en procesión por todo el
camposanto.

C) Las Sanimitas

Como se ha mencionado en las páginas anteriores, entre los otomíes serranos


algunas piedras son consideradas por sus características como los mismos
ancestros; los “Antiguas”, a los que se les tiene que hacer su “costumbre”. Es así
que los mayordomos de la “Sanimitas” de Tutotepec dicen que la principal es una
piedra, o mejor dicho una “Antigua”260 que fue encontrada hace 234 años por un
señor que dejó colgado su morral en una rama de un árbol cuando trabajaba la
milpa, pero cuando regresó se dio cuenta de que este pesaba demasiado, al
revisarlo se encontró con la “sanimita” y desde ese entonces se le hace el
“costumbre”. Ahora la principal, es acompañada de otras cuatro; la Virgen María,
la Virgen de Guadalupe, la Cruz y una réplica de la original.

Se dice que en la región existen otras “antiguas” consideradas también


como las “Sanimitas”, entre las que se puede mencionar las de las comunidades
de San Juan, Santiago, San Miguel y San Bartolo, a las que también se les hace

260
Debe aclararse que la “Sanimita” o “Antigua” principal y la réplica, en realidad son “platos petitorios” o
“ limosneros” de unos 15 cm. de diámetro, con tres personajes en el centro, representados de medio
cuerpo y con los brazos cruzados en el pecho, mismos que simbolizan la antigua cofradía de Ánimas de
Tutotepec. Reliquias que se encuentran cubiertas con sus ropajes durante todo el año, y sólo después del
cambio de mayordomos (2 de noviembre) se les vuelve a vestir y acomodar una serie de rosarios antiguos
que contienen. El primer plato tiene las siguientes palabas inscritas: “El Pueblo de Tutotepec 1821, Cofradía
de Ánimas”; el segundo dice: “Este es mandado aser por Martín San Agustín en el año de 1895”. El plato de
1821 tiene una antiguedad de 193 años, por lo que es probable que hayan existido otros más antiguos,
mismos que deben corresponder con las fechas que se mencionan en la tradición oral para el inicio del
“Costumbre”.

311
su “costumbre”, pero aclaran los mayordomos que la de Tutotepec tiene más
poder, porque es la que gobierna el ombligo y centro del mundo.

El cuidado y la responsabilidad de seguir con el “costumbre” de las


“Sanimitas” de Tutotepec está a cargo de 12 mayordomos, uno para cada mes
del año. Entre los que destaca el Primer Mayordomo, quien ya ha cumplido
anteriormente con “cuatro mayordomías chicas” en diferentes momentos de su
vida, por lo que es la persona que recibe y entrega la responsabilidad a los otros
12 mayordomos entrantes. Mientras que el resto de los mayordomos se
caracteriza por haber participado en dos o tres mayordomías anteriores, pero
para unos cuantos es la primera vez. Como bien lo ha mencionado Patricia
Gallardo, en la región de Tutotepec:

La constitución de las mayordomías rebasa los límites locales, conformando una


comunidad, ya que están compuestas por un grupo de los habitantes de la
localidad, de localidades cercanas y, a veces, de otros pueblos o estados que
comparten una serie de principios en torno a las creencias y el ritual.261

Los mayordomos de la “Sanimita” de Tutotepec pueden ser incluso del


pueblo de San Bartolo, y de las diversas comunidades, como Pie del Cerro,
Mavodo, Piedra Blanca, San Juan, Chicamole, La Vereda, Santa Cruz, La Flor,
Huasquilla, Xuchitlán, La Venta, Tenantitlán, entre otras. La elección de cada uno
de los mayordomos depende en gran medida de las relaciones familiares y del
compadrazgo que exista con los de la mayordomía que está en funciones, pero
también de las posibilidades económicas que una persona pueda tener para
sostener los fuertes gastos del “costumbre”, pues debe contribuir con trabajo,
bienes y dinero para llevar a cabo los rituales (el “costumbre”), en donde se
necesitan, flores, comida, café, refrescos, aguardiente, botellas de tequila, ceras,
cigarros, incienso, ropas para las “antiguas”, papel, música de tríos o bandas, la
quema de un castillo o toritos, entre otras cosas.

261
Patricia Gallardo Arias, Ritual, palabra y cosmos otomí: yo soy costumbre, yo soy de antigua, México,
Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Nacional Autónoma de México, (Serie Antropológica 22),
2012, p. 75.

312
Es posible escuchar que varios de los mayordomos venden parte de sus bienes,
como animales pequeños y algunos toros para cumplir con su compromiso,
mientras que otros se comprometieron por que estaban trabajando en los Estados
Unidos, el resto, tiene que buscar otros medios, como el salir a trabajar a la
Ciudad de México durante varios meses e incluso más de un año. Pues debe
aclararse que la invitación para que una persona sea mayordomo se hace con
dos o tres años de anticipación para que se vaya preparando con los gastos del
“costumbre” y vaya preguntando a los más antiguos sobre las reglas y
compromisos que se adquieren con la “Sanimita”, en caso de que sea la primera
vez que participa.

El mayordomo debe tener la precaución de seguir reglas estrictas, como el


“estar limpios”, “de no tocar a su mujer”, el mantener una dieta sexual de un mes
antes y un mes después de cada “costumbre”, mientras que, para los que están
en constante contacto con las reliquias de la “Sanimita” y el resto de los
“costumbres”, deben observar esta regla por más de un año. De lo contrario, se
dice que la “Sanimita” castiga, “es muy delicada”, delatando al infractor o su
descontento por medio de “un olor a muerto” que se propaga por toda la
habitación en donde se encuentra el altar.

Cada uno de los mayordomos tiene la obligación de cuidar a la “Sanimita”


en su casa durante un mes, y debe ponerle su ofrenda mañana, tarde y noche, lo
que corresponde con el desayuno, el almuerzo y la cena, con las cosas y los
alimentos que tenga, ya sea “un huevo”, frijoles, carne, o con lo mejor que esté
en sus posibilidades. Pero hay cosas que nunca deben faltar, como el incienso,
del que se debe tener cuidado de que no se acabe, el mantener prendidas las
ceras, el café,262 y poner los ramos de flores, mismas que deben ser cambiadas a
los 15 días, cuando también se realiza un pequeño “costumbre” que se le llama

262
En este caso también se menciona que la “Sanimita” tiene el poder de manifestar su disgusto por medio
del sueño, con el que se comunica con el mayordomo. Además se dice que una persona “no pude negarse
con el compromiso de la “Sanimita”, “no puede negarse a tomar el cargo de mayordomo”, porque “esta lo ha
elegido y puede castigar”.

313
Figura 17. El altar y la "Sanimita" principal de Tototepec. Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de
la memoria identitaria, UNAM, Noviembre de 2013.

314
Figura 18. Las "Sanimitas" en procesión y en la iglesia de Tutotepec. Fotos: Proyecto Arte y comunidades otomíes;
metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, 2 de Noviembre de 2013.

315
“poner la mesa chica”, pues la grande se pone cuando llega y cuando se va la
“Sanimita” de la casa del mayordomo.

Los pequeños ramos de flores tienen un número preciso, los mayordomos


van haciendo pequeños atados de veinticinco pares; en los que, en lo posible se
elabora un ramo con hojas de coyul y una flor de cempasúchil y otro con una flor
que se llama “manita de león”, misma que es de color lila, hasta llegar a 5000 u
8000 mil ramos de flores en total,263 mismos que se distribuyen en diferentes
sitios como ofrenda.

Es en esos momentos del “cambio de flor” de la “Sanimita” cuando los


mayordomos tienen la obligación de llevar también flores a los lugares
sagrados, en donde residen los ancestros antediluvianos; “los Antiguas”, quienes
son dueños del mundo y de todas las cosas que existen, como el maíz, el agua y
los animales. Siendo uno de los lugares más importantes, según los mayordomos,
un cerro muy cercano a Tutotepec, el Cerro del Oro, en cuya cima existen las
ruinas de un antiguo oratorio, del que se dice, fue construido por los “Antiguas”,
quienes sólo alcanzaron a hacer los cimientos y parte de los muros porque el
amanecer y salir el Sol se les interrumpió la obra, por lo que continuaron su
construcción en la iglesia de Tutotepec, en la que pasó lo mismo y por eso no
está acabada, la torre del campanario que le faltaba, se encuentra en el lugar que
se llama el Cirio.264 Pues se aclara que los “Antiguas” tenían la capacidad de
trasladar de un lado para otro las partes completas de una construcción.

263
Los preparativos para el “costumbre” de la ´Sanimita ´ representan una fuerte carga de trabajo, por
ejemplo, para el cambio de mayordomía de este 2013, las “antiguas reliquias” se trasladaron desde la
comunidad de Piedra Blanca a Tutotepec, donde llegaron desde el 27 de octubre por la tarde para que el
resto de los mayordomos se reuniera e hiciera todos los preparativos para el 2 de Noviembre; consistentes
en la elaboración de miles de “ramos de flor”, poner las diversas ofrendas en el altar y en los lugares
sagrados, terminar de conseguir los cohetes, las bebidas y demás insumos, recibir el torito, o el castillo,
matar varios animales para la comida, desgranar maíz, traer el agua y la leña, etc. Además de contratar a
un rezandero para que cada tarde dirigiera el rosario dedicado a las ánimas.
264
Debe recordarse que estas narraciones en la región Tutotepec se relacionan con “el centro y el ombligo
del mundo”, por lo que también se dice que el águila primero se posó en el Cerro del Oro, en donde
extendió sus alas pero estas no cupieron, por lo que después se asentó en la comunidad de Tutotepec, en
donde tampoco cupieron sus alas, por lo que se fue a la ciudad de México…., Sin embargo, en muchos de los

316
Sobre un pequeño altar de este lugar sagrado se encuentran representados “los
Antiguas”; el Señor del Mundo y la Santísima Campana, ambos vestidos a la
manera tradicional, a quienes después de pedir permiso, el mayordomo pone la
“flor” en la entrada del cerro, y en otros puntos del sitio, les cambia la nueva flor,
les hecha cohetes y se les toca con música de viento.

Como es evidente, en este caso particular, las ideas de los otomíes


serranos sobre los ancestros y su costumbre de poner las ofrendas para el
“Antigua” y las almas o ánimas de los muertos se extiende más allá de los días
catalogados por la tradición mexicana como los “Días de Muertos y de los fieles
difuntos”, pues es una ofrenda permanente, en la que 12 mayordomos, con la
ayuda de sus esposas mantienen el costumbre durante todo el año, para después
legar la responsabilidad a otros que los suceden. La constante preocupación por
los ancestros y los antepasados más cercanos entre los otomíes, no sólo es
evidente entre los de la sierra, también se pueden encontrar reminiscencias entre
los del Mezquital, de algunas comunidades del Estado de México, Querétaro y
Guanajuato, en donde se encuentran antiguas capillas familiares o de linaje
dedicadas al culto a los antepasados, y en particular a las ánimas, de ahí que
podamos corroborar la larga duración y la fusión de las ideas prehispánicas con
las traídas después de la llegada de los españoles, lo que ha dado lugar al
llamado cristianismo otomí.

sitios sagrados se sigue representando, por ejemplo, en el Cerro Brujo (Tutotepec) y junto a la “Santísima
Campana” de Tuto podemos ver las “banderas” (servilletas) bordadas con el águila que tiene sus alas
extendidas. Esto nos demuestra una larga continuidad de las antiguas ideas.

317
Figura 19. Se dice que la iglesia de Tutotepec fue construida en una sola noche por los "Antiguas", pero salió el Sol y “les
interrumpió la obra”…. Vista frontal, Foto: Domingo España Soto, 2 de Noviembre de 2012, Vista trasera, Foto; Proyecto
Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Noviembre de 2013.

318
Figura 20. El Cerro del Oro y los Señores de Tutotepec; representados con su recorte de papel y vestidos a manera
tradicional. Fotos: Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Noviembre de
2013.

319
Figura 21. El Mayordomo Eugenio Velasco poniendo la ofrenda de flores y velas a los Señores de Tutotepec. Altar y
cimientos de antiguo oratorio, lugar en donde se afirma que los “Antiguas” intentaron hacer la iglesia de Tuto por
primera vez en la cima del Cerro del Oro, Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria
identitaria, UNAM, Noviembre de 2013.

320
Figura 22. La torre que no pudieron trasladar los "Antiguas" a la Iglesia de Tutotepec, El Cirio Tenango de Doria,
Hgo. Foto: Proyecto Arte y comunidades otomíes; metamorfosis de la memoria identitaria, UNAM, Marzo de
2013.

321
D) El Carnaval

La relación entre los ancestros y las diferentes temporalidades en las que se les
rinde culto, las hemos podido corroborar en su versión más antigua, en las
constelaciones representadas en la Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide,
Hgo., y sitios aledaños, en donde se hacen patentes dos temporalidades
principales del ciclo agrícola, la época de las cosechas, el invierno, el tiempo de
secas y el referente a la petición de lluvias, las siembras y momento de la
regeneración de la vida. Lo que en la versión más cristiana y actual marcaría para
los otomíes el calendario ritual de “Los días de Muertos y Todos los Santos”, la
Santa Cruz y la Semana Santa, cuya transición está marcada a su vez por la
temporada del Carnaval tradicional, los dos meses o “siete viernes” en los que
hacen los preparativos y combates rituales, la persecución del Cristo-Sol por
parte de los diablos (Ts´ne) y el sacrificio del venado quien se hace pasar por el
mismo “Kristo” para salvarlo, cuya sangre fertiliza a la Madre Tierra, pero
finalmente se le da alcance y muerte al Cristo-Sol, mismo que baja al mundo de
los muertos, dejando a la humanidad en plena oscuridad, para después resucitar
y ascender al cielo de manera revitalizada y regeneradora de la vida, según la
versión de los otomíes del Mezquital.

En la versión de los otomíes de la sierra se puede confirmar el mismo


simbolismo en el carnaval, en donde también se le considera como una
temporalidad de transición entre los Días de Muertos y la Semana Santa, como
bien lo menciona Garret Ríos, “el ciclo de secas representa el viaje de Jesucristo
[Sol] por el inframundo”.265 Versión que se complementa con un excelente mito
que recogió Galinier en San Miguel, localidad perteneciente al municipio de San
Bartolo Tutotepec, Hgo., en el que se dice que cuando el Cristo era niño se dirigió
hacia un cerro para observar el juego que se desarrollaba al fondo del lugar de los
muertos,266 en donde los diablos al darse cuenta de él, se pusieron a perseguirlo

265
María Grabiela Garret Ríos, identidad y alteridad….Op. Cit. p. 121.
266
Jaques Galinier, La mitad del mundo…Op. Cit., p. 338.

322
hasta que llegó la Semana Santa, fecha en la que lo alcanzaron, lo mataron,
crucificaron y enterraron, para lo que pusieron al gallo para que avisara por
cualquier cosa, pero este se puso del lado del Cristo -Sol, y cantó cuando este ya
había llegado a la mitad del cielo, razón por la que los diablos golpearon y
desplumaron al gallo. En este caso a diferencia de los otomíes del Mezquital que
aún siguen recordando al Venado como principal sacrificado por el Cristo- Sol,
entre los otomíes de la sierra pronto se asimiló la imagen cristiana del gallo, quien
también logra burlar a los diablos.

Debe mencionarse que Galinier recogió varías versiones similares a esta


entre los otomíes de la sierra, en donde se tiene presente que Cristo nació el 24
de diciembre, fecha que se le conoce como la Navidad, y se bautizó el primero
de enero, para posteriormente morir en la Semana Santa (entre marzo y abril), es
en parte de esta temporalidad que se circunscribe el carnaval, en la que el
Cristo- Sol pasa por el mundo de los muertos y es perseguido por los diablos.
Además se agrega en este tipo de narraciones, algunas pequeñas variantes,
mismas que siguen evocando a las antiguas ideas, referentes al sacrificio, y la
fertilización de la Tierra, pues se dice también que el Cristo- Sol fue gravemente
herido por los diablos y que escapó de ellos al subir al cielo por medio de un
árbol, del que “escurrieron las gotas de sangre con que fertilizó el mundo”,267
especialmente a la tierra con lo que hizo que naciera el maíz. Eso lógicamente nos
remite a las narraciones del Mezquital en las que se menciona el sacrificio del
venado para fertilizar la Tierra, ritual que también estaba presente entre los
antiguos otomíes de la sierra, tal y como lo hemos podido corroborar en las
pinturas rupestres de la Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo.

Ese ascenso del Cristo-Sol y la persecución de los diablos, ahora se


encuentra representado por “el palo volador”, versión muy extendida aún hoy en
día en el carnaval de las comunidades de San Bartolo Tutotepec.

267
Israel Lazacarro, “Las venas del cerro…”, p. 96.

323
Ahora bien, como ya lo han mostrado varios investigadores,268 dentro del carnaval
otomí se pueden apreciar varios elementos arcaicos que hacen referencia a las
antiguas ideas sobre los ancestros; la regeneración de la vegetación (el cambio de
la piel de la tierra); el desollamiento, la fertilidad y la muerte, mismos que están
estrechamente relacionados con varios de los personajes principales, quienes,
entre los otomíes serranos, llaman como Pøhta (Viejo Padre), identificado como el
Señor del Mundo, Señor del Inframundo y Señor de la fertilidad, esposo y
269
hermano de Sumpø (la Mujer Vieja), quienes a su vez, son los padres del Shita
(el Viejo). Para los dos primeros personajes, Galinier encontró que por sus
cualidades, también se les llamaba Zentø (Viejo Mayor) y Pømbe (Vieja Madre)
en Santa Ana Hueytlapan.270 Es de esta manera que al Zentø y el Pøtha, también
se le conoce como Zithu (el Venerable Ancestro) el Señor de los Muertos, los
Zitamus, los ancestros primordiales y los Xitas.

Personajes que se fusionaron y metamorfosearon con la imagen del diablo


de acuerdo con las ideas traídas después de la llegada de los españoles y de los
primeros religiosos, razón por la cual, en el carnaval tradicional se relaciona con la
Semana Santa, pues en los relatos, los cantos y las plegarias que se hacen a
Pøhta, o al Zithu como personaje principal del carnaval, se hace referencia al
antes y después del nacimiento de Cristo, de una época en la que sólo vivían los
“Antiguas” (los ancestros gigantes) y el mundo estaba en total obscuridad, y de
otra en la que se hizo la luz, cuando nació Cristo y salió el Sol. Por lo que se
268
Jean- Paul Provost, “El Carnaval en la huasteca indígena: un análisis de su significado funcional” en Jesús
Ruvalcaba Mercado y Juan Manuel Pérez Cevallos (Coords.), La Huasteca y recorrido por su diversidad,
México, CIESAS, El Colegio de San Luis, A.C., El Colegio de Tamaulipas, 2004, pp. 267- 294.; Lourdes Báez y
Amparo Sevilla (Coords.), De carnaval a Xantolo: Contacto con el inframundo, México, Consejo Nacional
para las culturas y las Artes, 2002. (Ediciones del Programa de Desarrollo Cultural de la Huasteca), p. 13-67.
Jacques Galinier, La mitad del mundo, Op. Cit, pp. 342-382; Patricia Gallardo Arias, Ritual, palabra y cosmos
otomí…,Op. Cit., p. 96-104.
269
Véase Galinier, La mitad del mundo, Op. Cit.
270
Se debe mencionar que las referencias que hace Galinier sobre el carnaval de Santa Ana Hueytlalpan,
corresponden a los años 70’s , ahora aparentemente han cambiado muchas cosas, en primer lugar se deja
ver la influencia en el cambio de las vestimentas y la música , sin embargo los nuevos valores se han
integrado a la antigua cosmovisión, misma que se sigue revitalizando. Véase: Frédéric Saumade, “Carnaval et
émigration saisonnière au Mexique La cosmogonie Otomi régénérée par l'acculturation”, Etudes Rurales,
2004/1, núm. 169-170, pp. 215-236.

324
relaciona al carnaval como un juego entre la vida y la muerte, entre los diablos
(Zithus) que persiguen y matan a Cristo, mismo que resucita y se eleva al Cielo,
sin que sus enemigos le den alcance. De ahí la relación del Cristo- Sol.

Por lo que no nos debe extrañar, el que existan varias mayordomías entre
los otomíes de la sierra que le rinden culto al Señor de Chalma (Cristo crucificado)
durante el periodo de carnaval.271 En donde se le pone su altar al “Chalma”
adentro de la casa del capitán, mientras que la del Pøhta, también conocido como
Zithu (Devora nombres o muertos), el compadre, o el “el diablo”, se coloca afuera
en el patio, cerca del palo volador. Es de esta manera, que en este momento se
rinde culto a las potencias del día y a las de la noche (el inframundo).

Durante la temporalidad del carnaval, la asociación entre el Señor de


Chalma, el Cristo crucificado y el Zithu, evoca a los tiempos primigenios, al tiempo
en manos del “malo”, el Señor del Inframundo y de los Muertos, en el sentido más
amplio de la palabra y en su significado más arcaico (antiguo), pues debe
aclararse que no se trata de la imagen que trajeron los españoles y los frailes
sobre el “Diablo”, sino de otra totalmente diferente, misma que define el escritor
otomí Jacinto Cruz Huerta, quien dice:

Para entender mejor el significado de Rä Zithu, Rä significa la, Zi es un vocablo


que en esta cultura significa o permite concebir a lo que se hace alusión como
muy venerable, y Thu ya transformado de lo que originalmente era Du, significa
muerte. En conjunto se traduciría como “la venerable muerte” del mismo modo que
cuando decimos Zi Dada o Zi Nana cuando nos referimos al equivalente a dios o a
una diosa como nuestro venerable padre o nuestra venerable madre.272

En ese mismo sentido debe entenderse la “antigua” de Tutotepec, la


Sanimita principal, de la que nos dijeron es “es el Señor de la Muerte”, el Señor del
Mundo, mismo que reside en la comunidad, misma que se considera como el

271
Véase David Pérez González, El complejo ritual otomí de la Sierra Oriental de Hidalgo (Tesis de
Licenciatura en Antropología Social), México, Escuela Nacional de Antropología e Historia, 2011, pp. 92-120;
Patricia Gallardo, Ritual, palabra y cosmos otomí…, Op. Cit., p. 103.
272
Jacinto Cruz Huerta, Xä Fentho, Añoranza, México, Estado de Hidalgo, Centro Estatal de Lenguas y
Culturas Indígenas, 2010, p. 70.

325
“mero centro”, en donde se reúnen todas las almas sin importar del lugar de donde
sean y si son otomíes o no, si son pobres o ricos, pues finalmente todos ahí se
reúnen, de ahí la suma importancia de este lugar sagrado, considerado a nivel
regional.

Es en ese contexto que ahora entendemos el porqué “los muertos efectúan


cada año dos idas y venidas regulares de su morada al pueblo, en el momento del
carnaval y para las fiestas de Todos Santos”,273 en esta la última se les agradece
por las cosechas obtenidas y en la primera se les hace peticiones de lluvias,
abundancia y buena salud, por lo que cada uno de los personajes que participa
como Xita en el carnaval, se transforma y adquiere las cualidades de los muertos
que regresan al mundo de los vivos para interceder ante Pøhta, el Zithu, quien
regula las relaciones sociales de los vivos, escucha las peticiones, recibe las
ofrendas y fecunda las semillas para proveer el alimento que será cosechado
durante su otra vuelta, que tiene lugar en el Día de Muertos; en noviembre.

Finalmente, podemos decir que a pesar de los “nuevos tiempos” y el


irreversible cambio de las antiguas vestimentas del carnaval otomí, en las que
destacaba la representación de los “viejos” también conocidos como los xitas; que
se vestían con el paxtle (heno), las hojas secas de rastrojo (maíz), el ixtle de
maguey, y las pieles de animales, ahora se encuentran metamorfoseados con los
trajes de Charro, y las modernas vestimentas que se compran en las tiendas del
pueblo y de la ciudad, junto con las máscaras de plástico y de silicón. Sin
embargo, el antiguo sustrato ideológico del carnaval se conserva, la finalidad es
que estos “viejos” o “diablos” propicien la regeneración de la vida y el regreso de
las lluvias.

La antigua imagen y el simbolismo del “viejo” lo podemos entender


perfectamente con los Xitas de Temascalcingo, Estado de México, en donde
habitan otomíes y mazahuas, quienes también les piden a estos ancestros “el
regreso de las lluvias” y la fertilidad de las semillas. Pero debe aclararse que

273
Jaques Galinier, La mitad del mundo, Op. Cit., p. 226.

326
estos seres se hacen presentes en el pueblo en una fecha especial, casi 60 días
después de la resurrección de Cristo, justo un día antes del jueves de Corpus
Crhisti, por lo que también se les dice Xita Corpus.

327
Figura 23. Xita (viejo) del carnaval de Pie del
Cerro, San Bartolo, Tutotepec, Hgo, del 25 de
febrero de 1955. Foto tomada de Guy Stresser-
Péan, El Sol, Dios y Cristo…, Op. Cit., il. 69.

Figura 24. Xita Corpus de Tamascalcingo, Estado de


México, el 11 de junio de 2009. Foto: Proyecto La
mazorca y el niño Dios. El arte otomí: continuidad
histórica y riqueza viva del Mezquital, UNAM, junio de
2009.

328
Conclusiones

En el presente trabajo de investigación se ha mostrado la versión más antigua del


culto que le rinden los otomíes a los ancestros, mismos que se encuentran
representados en la Cueva Pintada de Agua Blanca de Iturbide, Hgo. y sitios
aledaños, en donde pudimos corroborar gran parte de las narraciones mitológicas
que recogió el antropólogo francés Jaques Galinier en los años setentas del siglo
pasado entre los otomíes de la sierra, y de otros especialistas que siguen
estudiando esta región, el Mezquital, Querétaro, Guanajuato y el Estado de
México.

Nos hemos dado cuenta de que los antiguos otomíes desarrollaron un


sistema de medición del tiempo acorde con los fenómenos astronómicos de
determinadas constelaciones, mismas que se relacionaron desde ese entonces
con el ciclo agrícola y el culto a los ancestros, mismos que se les considera como
los poseedores de las riquezas que se quedaron escondidas en la Cueva
Sagrada.

Las representaciones de la Cueva Pintada nos hablan de dos tiempos, uno


nocturno y otro diurno, el primero habitado por los gigantes, los ancestros y
abuelos de los actuales otomíes, quienes vivían en un mundo caracterizado por
las tinieblas y la oscuridad, cuando aún no se comía el maíz, o se consumía muy
poco, pero ya se elaboraba el pulque y se recogían alimentos silvestres, cuando
las cosas y las piedras eran totalmente livianas, no eran pesadas, por ello estos
ancestros lograron construir grandes obras como la iglesia de Tutotepec, tal y
como lo confirman los otomíes de la sierra. El segundo tiempo se inició a partir de
un diluvio universal, y se refiere a la era solar, el tiempo de la luz , del “Costumbre”
y de los actuales otomíes, y la aparición por vez primera del astro solar, razón por
la que todas las piedras se hicieron pesadas al igual que los ancestros (wemas),
de quienes sus carnes ya no fueron blandas y se quedaron petrificados en los

329
acantilados, las barrancas, las peñas y las cuevas, razón por la que los actuales
otomíes los siguen visitando en sus moradas de residencia.

Hemos corroborado el mito del origen del fuego, mismo que recogió Galinier
entre los otomíes de la sierra, y del que se dice que el mono baja a la Cueva
Sagrada en donde se encuentra Sihta Sibi (el abuelo del fuego) y le roba la
lumbre para después distribuirla entre la humanidad, pues en la Cueva Pintada
encontramos la representación del sacerdote que saca el fuego nuevo, las
constelaciones, el fogón, las representaciones de los ancestros, el enorme
cráneo, la greca escalonada Xicalcoliuqui y el mono con su cola enroscada .

Entre los otomíes del Mezquital y de la Sierra también se habla de un


tiempo en que reinaba la oscuridad y que estaba en manos de los “diablos”, el
Señor del Mundo y de los Muertos, mismo que hemos identificado en las pinturas
rupestres con la representación de la espiral y la luna que se le superpone, como
símbolo de las “siete vueltas que este le da al universo”.

Mientras que para entender las representaciones de los venados sólo


hemos tenido como referente las pinturas rupestres y las narraciones de los
otomíes del Mezquital, por lo que ha sido posible entender en la representación
varios sacrificios rituales, el de la petición de lluvias asociado con el numeral de
lunas en fase creciente, la representación de las anteojeras de “Tlaloc”, y el
Venus como lucero de la tarde y en conjunción con la luna; otra representación del
sacrificio del venado, es cuando este aparece representado a un lado de la espiral
(El Señor del Mundo) y desmembrado con sus dos sacrificadores a los lados, con
la finalidad de que el astro solar no muera y detenga su marcha; una tercera
representación, se refiere a los venados que tiene atrapados en la red y en una
pequeña oquedad el Ancestro Mayor, el Antigua, el Señor la Abundancia,
mismos que se reconoce que cumplen el papel del sacrificio por las manchas en
color rojo que se interceptan con los trazos de color blanco, lo que en su conjunto
se ha interpretado como una simbolización de regeneración de la vida y la
muerte; el cuarto y último tipo de sacrificio, se encuentra representado por los ojos

330
la nariz y las fauces de la Madre Tierra, misma que devora a un pequeño venado,
esto como simbolización de la “paga” que se debe hacer por las buenas cosechas.

También hemos encontrado representadas las diferentes fases de la vida


del Sol, desde su nacimiento hasta su muerte; tanto los otomíes del Mezquital
como los de la sierra, coinciden en que el Sol nació a partir del sacrificio de una
persona, misma que después, con la llegada de los españoles y los primeros
frailes se reconocería en la misma personalidad del Cristo, pero antes de que esto
sucediera, en su versión más antigua,( tal y como se encuentra representado en la
Cueva Pintada, Agua Blanca de Iturbide, Hgo., y como aún se recuerda entre los
otomíes), el Sol después de su muerte diaria renace como un joven, (mismo que
agregan los del Mezquital) sube del inframundo y “viene desnudo con su miembro
viril bien parado”, y lo acompañan varios de los ancestros guerreros hasta que se
eleva por el firmamento. Después se tiene representado al Sol en su forma
completa, el círculo con sus rayos al exterior y se localiza precisamente arriba del
numeral las lunas en fase creciente y muy cerca de las representaciones de Venus
como lucero de la tarde, por lo que sabemos que se refiere a una determinada
época del año, la temporada de lluvias, cuando el Sol reina sobre la faz de la
tierra, esto último lo hemos inferido porque entre los otomíes de la sierra se hace
alusión de que en la temporada de secas y del invierno, “el Sol pasa por el
mundo de los muertos ”, tal y como lo hemos corroborado en el panel que hemos
identificado como la representación del inframundo (nidu), en donde encontramos
la representación de varios ancestros y del Sol con los rayos doblados justo
debajo de una luna rojiza en fase creciente, esto también como representación de
la muerte diaria del Sol, en el que lo acompañan las estrellas, como
representación de las mujeres muertas en el parto.

Es bien conocido que antiguamente el inframundo se dividía en varios


parajes, mismos por los que el Sol en su viaje tenía que pasar, por lo que hemos
encontrado representado de manera aislada y varios metros más hacia el oeste
de la Cueva Pintada y del lado del panel del inframundo, justo en la parte baja y
muy cerca del nivel del río, la representación de una cara con ojos nariz y boca,

331
y con sus rayos en la parte superior, lo que se ha identificado como la salida del
“rostro resplandeciente del Sol”, esto de acuerdo con tradición oral de los
otomíes de la Sierra, quienes dicen que “el Sol sale diariamente de las aguas del
inframundo” y que por ello en las primeras horas de la mañana no calienta muy
bien; una última representación del Sol, se encuentra en la parte baja del cuarto
panel, en donde aparece representado en un tamaño muy pequeño y acompañado
de un venado moteado, la representación de las nubes y el viento, lo que denota
su nacimiento, su salida de la Cueva Sagrada.

Por otra parte, la representación de los ancestros en la Cueva Pintada de


Agua Blanca de Iturbide, Hgo. y sitios aledaños tienen diversas variantes, mismas
que denotan una diferenciación jerárquica en cada uno de ellos, por ejemplo los
dos primeros que se encuentran en el primer panel, dedicado a la ceremonia del
Fuego Nuevo, y que se encuentran muy cerca del fogón y la representación de la
Mäkäzibi (Gran Serpiente Celestial de Fuego),corresponden lógicamente a la
representación del Sihta Sibi , el Abuelo del Fuego; luego encontramos en los
siguientes paneles a varios ancestros mas, unos ubicados en la parte baja y otros
en la parte alta del techo, dicha localización, les confiere una distinta significación,
los primeros se encuentran en el inframundo y los segundos son la
representación de los ancestros que acompañan al Sol por su viaje al firmamento
celeste. Una representación particular de los ancestros, es la que corresponde al
Señor del Mundo reconocible por la espiral y la luna, y los dos wemas, los dos
ancestros primordiales, la Madre Vieja y el Padre Viejo, que se encuentran abajo;
mientras que resalta otra representación del ancestro, la del Señor de la
Abundancia, el Antigua, quien se caracteriza por tener una mano roja y una mano
negra, de lado de la primera enmarca varios elementos, como las nubes, el
viento, el mismo Sol naciente, y el pequeño venado, mientras que del lado de la
mano negra se enmarcan los venados atrapados, símbolo del sacrificio y la
muerte, en contraste con el lado la mano roja en donde también significa el
sacrificio y la vida; en su conjunto esta es la representación del ancestro que
guarda todas las cosas y riquezas en la Cueva Sagrada.

332
Otra representación muy particular de los ancestros es la que encontramos en el
último panel, dedicado al espacio del inframundo, en donde una pequeñísima
piedra tiene representada la nariz, la boca y el ojo en forma de espiral y además
se le delineó la pintura facial en color negro, cuya representación nos remite a
Otontecutli, pero también a los guerreros muertos en batalla, quienes también
hacían uso de ese tipo de pintura facial; y finalmente se tiene la representación de
las caras de los ancestros delineadas sobre determinadas piedras de origen
volcánico y de color negro, mismo que hemos relacionado con las
representaciones de las antiguas máscaras de los Viejos, los Xitas, los
descendientes del Potha, el Zithu, el Señor del Mundo y el Inframundo; debe
recordarse que el color blanco y el negro evocan a la vida y la muerte, la
regeneración de la humanidad.

Hemos llegado también a la conclusión de que la representación de las


manos simboliza a los propios ancestros y su posesión de las cosas, como se
puede ver claramente en la representación del Señor de la Abundancia.

El que los antiguos otomíes serranos hayan tenido que ir necesariamente


al sitio que hoy conocemos como la Cueva Pintada de Agua Blanca de Iturbide,
Hgo., para realizar la ceremonia del Fuego Nuevo, es explicable porque ahí
residen los ancestros, el Shita Sibi (El Abuelo del Fuego), El Señor del Mundo
(Phota, Zithu, etc.), y El Señor de la Abundancia. Ambos con una fuerte carga
simbólica, el primero es el poseedor de la lumbre, elemento con el que los
primeros hombres hicieron una gran hoguera y pidieron que se arrojaran en ella
dos personajes, quienes se sacrificaron y se convirtieron en el Sol y la Luna,
mismos que ahora alumbran la Tierra durante el día y la noche.; El Señor del
Mundo, es la misma representación de ese personaje que se convirtió en la Luna,
se caracteriza por reinar en el mundo de los muertos, ser rico y poseer a todas las
mujeres cada mes en su regla, es el enemigo del Sol, por lo que intenta
apoderarse del tiempo, y dejar a la humanidad de nueva cuenta en plena
oscuridad; mientras que el Señor de la Abundancia, evoca al Antigua, al ancestro

333
que se quedó petrificado en el interior de la Cueva Sagrada, con todas las cosas,
el agua, el viento, el maíz, los animales y todas las riquezas.

Como lo hemos mostrado en las páginas anteriores, entre los otomíes de la


sierra se sigue teniendo la idea de que los muertos se ancestralizan, pero para
llegar a ello dependen de los vivos, y estos a su vez dependen de los muertos;
pues el alma de estos últimos necesita de la ayuda de los parientes vivos para
“separarse del mundo terrenal”, para pasar a un mejor lugar del inframundo, “libre
de infracciones” y para convertirse en ancestro. En cambio, los vivos necesitan
que los muertos, sus parientes difuntos no intenten “vengarse” por medio de un
“susto”, el robo de la “fuerza” y el envío de una enfermedad, por lo que es
conveniente ayudarlos a que se reúnan con los ancestros antediluvianos, con el
Antigua, para que también se divinicen y se ancestralicen, para después recibir
favores de ellos, como la transmisión del conocimiento por medio del sueño y el
trance (este último bien conocido por el bädi), la mediación de las relaciones
sociales, la concesión de la “fuerza”, la salud y la fertilidad de todas las semillas y
animales que se encuentran resguardados en las cuevas, sus lugares de
residencia.

El que se hayan preservado muy bien las antiguas ideas de los otomíes
ante la llegada de los españoles, los frailes y la introducción del cristianismo,
particularmente entre los otomíes de la Sierra y del Mezquital, se debe en gran
medida a que los religiosos se enfrentaron ante una dificilísima lengua, en la que
si bien algunos la aprendieron, otros nunca la dominaron y simplemente se
apoyaron en recitar los catecismos que estaban escritos en español y en otomí,
sin saber del verdadero significado que escondía cada una de las palabras. Pero
no existió otra forma más que tratar de cristianizar con las mismas palabras del
otomí, situación que reforzó y complemento las antiguas ideas, mismas que
durante mucho tiempo y de manera ingenua intentaron erradicar los religiosos.

Existen ejemplos claros de la fusión entre las antiguas y las nuevas ideas,
una de ellas es la que gira en torno al Cristo- Sol, en donde la antigua idea de la
vida del personaje que se convierte en el Sol y la vida y muerte del Cristo,

334
encuentran grandes similitudes, pues de acuerdo con la tradición cristiana, el
Cristo después de su muerte baja al mundo de los muertos, resucita y sube al
cielo, llevándose consigo a los primeros padres y profetas. Mientras que en la
antigua versión otomí, se habla del personaje que se convirtió en el Sol por medio
del sacrificio en la hoguera, de quien después de su muerte también entra al
inframundo, resucita y sube al firmamento celeste, acompañado por algunos de
los ancestros (wemas) y los guerreros muertos en batalla, tal y como lo hemos
identificado en la representación del inframundo, la Madre Tierra, y el personaje
desnudo que muestra su miembro viril en la Cueva Pintada de Agua Blanca de
Iturbide, Hgo., en donde tenemos una de las versiones más antiguas, misma que
se ha comparado con las representaciones de los catecismos pictóricos otomíes.

Finalmente el culto a los ancestros también se vio reforzado con la


insistente idea del cristianismo que menciona que el Cristo “vendrá a juzgar a los
vivos y a los muertos” y de que existe el infierno, el limbo y el purgatorio, razón por
la que los otomíes constantemente se preocupan por un buen destino para sus
antepasados. Si bien todos van al lugar de los muertos, a la Cueva Sagrada, el
Cerro Napateco, o el mismo centro de Tutotepec, se dice que en estos lugares
existen varios parajes, por lo que es necesario que se les asegure un buen lugar,
en donde no padezcan tantas penurias.

Con respecto a lo anterior hemos llegado a la conclusión de que entre los


otomíes de la sierra se tiene bien claro que sigue siendo el antiguo inframundo en
donde tienen que llegar tarde o temprano todos los muertos, de la misma manera
que lo hace diaria y principalmente durante la temporada del invierno el astro
solar, quien después emerge de las aguas inframundanas para calentar la faz de
la Tierra y solamente unos cuantos antepasados, ya ancestralizados y divinizados
son los que lo acompañan en su viaje celeste. Pues finalmente hasta estos
elementos, la Luna, el Sol y las estrellas tienen que retornar diariamente al
inframundo, a la Cueva Sagrada, en donde reside el Señor del Cerro, el Antigua,
el Señor del Mundo.

335
Es de esta manera que podemos entender las palabras de bädi otomí Alfonso
Margarito García Tellez, hijo del famoso bädi Santos García, quien desde los años
treinta del siglo pasado mostró parte de la cosmovisión otomí a Bodil Christensen
y Samuel Martí, después a Hanz Lenz y a tantos otros investigadores que ahora
siguen llegando a la casa de Alfonso Margarito, quien dice;

“Dios Antigua es primero que el Cristo, gobernaba desde antes porque aquí en la
Tierra hay agua, hay viento y nube. En el cielo no hay nada, por eso no es cierto
que vino del cielo, que viene del cielo la lluvia, aquí en la Tierra hay dios del viento
y del agua. Antigua es poderoso, es el dios de la lluvia, dios de las cosechas….”274

Antes de cerrar las conclusiones de esta investigación, se hacen


necesarias unas últimas reflexiones. Como el lector se habrá dado cuenta a lo
largo del desarrollo de este trabajo, la historia de los ancestros de los otomíes de
la Sierra Madre Oriental se aborda desde tres ámbitos diferentes, el primero es,
desde la historia académica y lineal en el primer y segundo capítulo, en los que
hemos recurrido a los documentos, mapas de archivo y crónicas religiosas para
explicar el territorio y el repliegue de los otomíes serranos, las consecuencias de
la llegada de los españoles y la cristianización.

El segundo ámbito de este trabajo es la “historia vivencial”, el pasado


totalmente plasmado en el presente, desde la manera en que los propios otomíes
serranos la narran y la reproducen en sus rituales (costumbres). A diferencia de
la historia académica y lineal, en la que se resalta el pasado como una secuencia
de procesos y sucesos del ayer histórico, que recuerdan determinados personajes
con nombre y apellido, en la visión histórica de los otomíes serranos el pasado

274
Como se ha citado en las páginas anteriores estas palabras se encuentran plasmadas en la Historia de
curación antigua de Alfonso Margarito García, quien de acuerdo con las antiguas ideas, cuestiona el poder
del Cristo y hace una fuerte crítica a los “curas” de quienes dice “no saben cómo trabaja el campo”. Pero
existe otra obra que lleva el mismo título pero atribuida a Antonio López, en donde se incluyen las nuevas
ideas del cristianismo, y se pide permiso de la siguiente manera; “En nombre del Padre , de Hijo y del
Espíritu Santo, dice al Señor Mío Jhesucristo: Perdóname aquí en la tierra porque bamos [a] entregar un
poco de papel amate y de un poco de masa a la Madre Tierra…”, Véase Ursula Dikerhoff, “La historia de
curación antigua de San Pablito, Pahuatlán, Puebla. Autor Antonio López M.”, en Indiana, Instituto Ibero-
Americano de Berlín, núm. 9, 1984, pp. 69- 85.

336
está en constante retorno, se reproduce en cada uno de los rituales, en donde se
hacen presentes las narraciones y los mitos de la creación, de los tiempos
primigenios y de los muertos, que con el transcurso de unos cuantos años pasan
a formar parte de la comunidad de los ancestros, quienes habitan en el mundo
otro, desde el que intervienen en las relaciones sociales de los vivos.

En el tercer y último ámbito se tiene a la “historia como bisagra” entre el


pasado y la cosmovisión otomí y el pasado y la cosmovisión cristiana, en la que
confluyen diversos discursos narrativos que se yuxtaponen, se sincretizan, se
mimetizan y se asimilan; ejemplo claro de ello es la imagen del Cristo-Sol, los
ancestros y los primeros padres y profetas de la iglesia cristiana (Adán y Eva,
Abraham, Jacob, etc.), que dieron origen a un cristianismo otomí.

Al respecto, es interesante saber que hasta hace un poco más de una


década, en la comunidad otomí de San Antonio Corrales, Alfajayucan Hidalgo,
durante las festividades de la Semana Santa, se desmenbraba a un Cristo
articulado y se enterraba debajo de un entarimado de tablas, sobre el que
bailaban los Xitas (los ancestros) para fertilizar la tierra, después, el Sábado de
Gloria, de manera discreta se sacaba y se armaba de nuevo al Cristo para dejarlo
en la iglesia.275

Esta asimilación del Cristo que después de su muerte, baja al mundo de los
muertos, resucita y sube al cielo acompañado de los primeros padres, o los
ancestros, se vuelve a confirmar también en el pequeño calvario del atrio de la
iglesia de San Ildefonso, Tierra Blanca, Guanajuato, en donde dos pequeñas
“cruces cimiento” (fundacionales), elaboradas en madera, tienen inscritos en
español y otomí los nombres de los primeros padres de la humanidad, según la
visión cristiana, en donde se lee; dada para “Adán” y nönö para “Eva”.276

275
Comunicación personal de Francisco Luna Tavera, 2015.
276
Comunicación personal de Isela Peña Peláez, 2015.

337
Por otra parte, existe otra cuestión que amerita reflexionarse en futuras
investigaciones, es sobre “la tradición de la pintura blanca otomí”, que
encontramos en la Cueva Pintada (Calabazas), en sitios aledaños de la sierra y en
el Mezquital. Sobre ella se pueden lanzar varias interrogantes, entre las que
destaca el ¿cuándo comienza esta tradición?, el ¿Porqué pintaron los antiguos
otomíes en determinados lugares? Y ¿Qué intencionalidad religiosa y política se
tuvo? En primera instancia, sabemos que en el Mezquital, los otomíes habitaban
desde por lo menos el epiclásico (siglo VII-X de n.e.), mientras que los serranos
llegan a esta región en el siglo XIII provenientes de Xaltocan. Pero parece ser que
el apogeo de “la pintura blanca otomí” en el Mezquital se da desde el siglo XV
hasta el XVII. En donde se tiene la constante reperesentación del Templo mexica,
de doble cuerpo, los sacrificios y los elementos cristianos, como las iglesias, las
cruces y los hombres a caballo. Mientras que en las pinturas de los antiguos
otomíes serranos se encuentran sólo representaciones de lunas, venados,
constelaciones, ancestros, etc, que nos remiten al posclásico tardío (s. XV y
principios del XVI).

Estas temporalidades se encuentran inmersas en diferentes procesos


históricos. Por una parte, el Mezquital queda bajo el dominio tributario de los
mexicas, mientras que en la sierra, desde tiempo antes, tuvo lugar la rebelión de
los otomíes de Tutotepec y Meztitlán en contra de los acolhuas de Texcoco, y
después los pequeños enclaves de los mexicas en Tulancingo, Atotonilco,
Huascazaloya y Acaxochitlan. Entonces ¿es posible que el inicio de la tradición
de la pintura blanca otomí haya tenido una intención territorial? Frente a los otros
grupos étnicos, en la que quizá se podría hablar de una estrategia otomí de
marcar el territorio, de legitimar el espacio en donde habitan sus ancestros,
quienes “se han aparecido en ese lugar”, tal y como me lo han comentado
algunos de los actuales otomíes, a quienes he tenido la oportunidad de mostrales
fotografías de la Cueva Pintada.

En ese contexto, la constante representación de los wemas (ancestros) y


las escenas rituales en los sitios de pintura rupestre de nuestra región de estudio,

338
aparte de marcar el espacio sagrado, definen la identidad y el territorio de los
antiguos otomíes serranos. Esta afirmación, se puede verificar incluso entre los
actuales otomíes de Tierra Blanca, Guanajuato, quienes a principios del año
2002, en el momento en que el sacerdote de la iglesia de San Ildefonso intentó
reconstruirla, decidieron otorgar el permiso a condición de que se les dejase el
atrio, al cual le pusieron su piso de cemento y plasmaron con piedras de río
gran parte de su cosmovisión. Resaltan la Luna, el Sol, la Virgen de Guadalupe,
las serpientes celestiales, la flor-cosmograma, el brasero del fuego nuevo, y lo
más importante, varias caritas o rostros que también son llamados wemas, los
ancestros primordiales, los fundadores, sustentadores de la vida, y dueños del
espacio y el tiempo.277 Se evidencia así cómo a lo largo de los siglos la continua
reformulación de la antigua religión en un critianismo otomí ha permitido a las
comunidades vivir su pasado como algo vivo y omnipresente.

277
Comunicación personal de Isela Peña Peláez, 2015.

339
Figura 25. Uno de los Wema (ancestro) del atrio de la Iglesia de San Ildefonso, Tierra Blanca, Guanajuato. Foto: Isela Peña Peláez, 2010.

340
Fuentes consultadas

Fuentes primarias

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Indios, vol. 6, exp. 45, f. 12 v., año de 1591, “Alcalde mayor de Tulancingo para que
no consienta dar indios por tamemes”.

Indios, vol. 6., 1° parte, exp. 801, f. 214r. , año de 1594 “Para que Pedro de Portes,
con vara de justicia, vaya a Tutotepec y haga que el gobernador y demás
tequitlatos hagan volver a Huayacocotla y Chicontepec a los naturales que se
hubiesen ido”.

Real Hacienda, vol. 1291, exp. 356, 155 fs., año de 1594. “Penas de estrados y
gastos de justicia, Diego Rodríguez de Orozco. Condenado por los alcaldes de
la Corte por quebrantar el destierro que se le había impuesto”.

Tierras, vol. 183, exp. 2, año 1602, “Visita del pueblo de Tulancingo y sus sujetos,
congregación común”.

Indios, vol. 7, exp. 337 y 338, año 1618, 165 fojas, “Nombramiento de Juez
Gobernador de Tlalchinoltipac y sus sujetos en Don Nicolás de Vite, para el
año de 1619”.

Reales Cédulas y Duplicados, año 1643, Vol. 50, exp. 8, f. 10 v. “Confirmación de las
declaraciones que hicieron los virreyes de la nueva España en virtud de
cédula real para que Doña Antonia de Mendoza y Bustos gozase en cuarta
vida por la suya los indios que tuvo en tercera su tía en la Nueva España”.

Tierras, vol. 1726, exp. 2, 10 fs., año de 1656. “Licencia a los naturales del pueblo de
Tututotepec, para otorgar escritura de venta de tierras pertenecientes a su
comunidad, a favor de María de Zepeda”.

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Tierras, vol. 338, exp. 2. 14 fs., f. 4f. y 13 f. año 1716. “Relación de los pueblos,
haciendas, ranchos, así como de los poseedores de aguas y tierras en la
jurisdicción de Tulancingo”.

Tierras, vol. 2935, exp. 70, 3 fs., años de 1717-1719, fs. 1-3, f. 1v. “Real Provision
incitativa con incersion del novissimo autto acordado para que con
arreglamiento ael, y del Despacho que se cita se administre justicia a los
naturales de la cavecera de Tulanzingo y demas de su jurisdicion en razon de
lo que se refiere”.

Inquisición, “Proceso contra Joseph y Manuel Gómez, españoles, por idolatrías”,


1770, t. 1149, exp. 24.

Indios, vol. 64, exp. 178, f.284- 285. , año 1772, “informe de Joseph de Leos al Virrey
sobre los tumultos ocurridos en la sierra de Tutotepec y medidas llevadas a
cabo a fin de apaciguar la región.”

General de Partes, vol. 78, Exp. 208, fs. 307v-308., año de 1803, “Se mande al
subdelegado informe, si hacer novedad, sobre la elección del alcalde que el
Gobernador del pueblo de Huasca pretende establecer en los indios de las
tierras del paraje el Vite”.

Mapa: Tulantzinco, Hgo. (1589). En soporte de papel con dimensiones de 32.5 x 44.5
cm. Autor: Rodrigo Davila, alcalde mayor. Alcance y contenido: Pedro Asencio de
Linares solicita en merced cuatro caballerías de tierra y una estancia de ganado
menor en términos del pueblo de Tulancingo. Los naturales de este pueblo y
Francisco de Terrazas presentan contradicción. En el mapa se muestra el camino
Real de Guachinango a México, San Lorenzo, Santa María, San Antonio y
Tulancingo. AGN, Tierras, vol. 2723, exp. 3, f. 49. [Número de pieza: 1857
Clasificación: 978/0493].

Mapa: Tulancingo, Hgo. (1617). En soporte de papel con dimensiones de 31.5 x 21


cm. Autor anónimo. Alcance y contenido: Muestra la ubicación del pueblo de
Tulancingo, su río que tiene el mismo nombre, cerro de Sacatepec, tierras de
Napateco, el Acocul, Metepec Santa Ana Hueytlalpan y Apulco. AGN, Tierras,

342
vol. 2576, exp. 2, cuad. 5, f. 20. [Número de pieza: 1503 Clasificación:
978/0137].

Mapa: Tulancingo, Hgo (1739) a. En soporte de papel con dimensiones de 43.5 x 31


cm. Autores: José Díaz Cabrera y Francisco Antonio Mejía. Alcance y
contenido: Muestra el pueblo de Tulancingo, los caminos que van de dicho
pueblo para la Guasteca [Huasteca], Asajochitlan [Acaxochitlán], cerro de
Guapalcalco [Huapalcalco], Cerro de Soltepec, Teostoc y San Nicolás,
realizado en el pleito entre Don Fernando Luis García representante legal de
los Condes de Orizaba contra Don Antonio Romero sobre tierras. AGN,
Tierras, vol. 2576, exp. 2, cuad. 2, f. 63. [Número de pieza: 1502 Clasificación:
978/0136].

Mapa: Tulancingo, Hgo. (1739) b. En soporte de papel con dimensiones de 33.5 x 45


cm, Autores: Francisco Antonio de Mejía, perito nombrado. Alcance y
contenido: Ubicación de Tulancingo del cual se desprende el camino viejo de
Cajochitlán [Acaxochitlán], cerro de Guepalcalco [Huapalcalco], casas del
molino, Teostoque, San Nicolás, San Jhosep de Inojoza, Supitlán y Soltepec.
AGN, Tierras, vol. 2576, exp. 2, cuad. 7, f. 37. [Número de pieza: 1504.
Clasificación: 978/0138].

Mapa: Jurisdicción de Tulanzingo. Hgo. (1792). En soporte de papel con dimensiones


de 29 x 41.2 cm, Autor anónimo. Alcance y contenido. Hidalgo. Descripción
general de Atotonilco el Grande y curatos aledaños a Tulancingo, Hgo. AGN,
Padrones, vol. 1, f. 27. [Número de pieza 2802.Clasificación: 978/1440].

Mapa: Tulancingo, Tenango y Guauchinango, Hgo y Pue. (1815), En soporte de


papel con dimensiones de 45.4 x 61.5 cm, Autor anónimo. Alcance y contenido:
Hidalgo y Puebla. Informe de Francisco de las Piedras, a Félix María Calleja, acerca
del destacamento de Huachinango, Tulancingo y Tenango, AGN, Operaciones de
Guerra, vol. 650, f. 111. [Número de pieza 667, Clasificación: 978/1321].

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Archivo General Agrario (AGA) [México]:

Plano de los terrenos de San Pedro Sultepec, [Las Vaquerías], (1784). Copia simple
de 1918, papel, 33 cm x 22 cm, Ingeniero Fernando Rodríguez. Alcance de
contenido: Se muestran los siguientes asentamientos humanos: San Pedro
Guayacocotla, Tlalcruz, Arroyo Hondo, San Nicolás Tuzanapa, Atecoxco, La
Vaquería, Buena Vista (La luz), y Piximulco, Vivorillas, Santiago Amaxac y San
Jocesito, Tlachichiclquillo y Tutotepec. Vías de Comunicación: Caminos para
Guayacocotla, de San Nicolás para Zacualtipan, San Nicolás a la Baquería, de
la Baquería a Buenavista, a la sierra, camino real de Apulco, y Tulancingo.
Relieve: cerros de las Ollas, de Almoloya, de Chiapantongo y cumbres.
Hidrografía: Arroyo Hondo, de Tejocotes y Amajac, ríos de Santiago Amaxac,
y Chiflón. Uso de suelo: Potreros de San José, labor de Vinasco y Potrero de
Monrroy. Menciona: la merced otorgada por el Conde de Monterrey a Gaspar
Velarde en 1601; la merced otorgada a Diego Caballero, para Catalina de
Navarrete y Muntufar en 1606 por el Marques de Montes Claros; la merced
otorgada a Diego Osorio Carrillo en 1614 por el Marqués de Guadalcazar y
la merced otorgada a Martín Luzón y Ahumada en 1709. Plano levantado por
el Ing. Fernando Rodríguez, con los datos de los planos respectivos y con los
datos levantados por los ingenieros José Serrano y David M. Uribe, 1918.
AGA, 23/05136. Local, Legajo 1, f. 327.

Plano que representa las tierras de San Pedro Sultepec [Las Vaquerías] cedidas por
D. Julian F. Herrera a la comunidad de Huayacocotla en 1888. Copia simple
en papel (34 cm x 22 cm), Autor anónimo. Alcance y contenido: asentamientos
humanos que se mencionan: San Pedro Huayacocotla, Tlalcruz, Vaquerías, La
Luz, San Nicolás Atecoxco, Viborillas, Vinasco, Santiago Amaxac, San
Jocesito, Palo Gordo, hacienda de La Luz, hacienda de Santiago. Vías de
comunicación: caminos a la sierra, de Vaquerías a San Nicolás, de Vinasco,
de Vaquerías a la Luz, de Zacualtipan a Apulco y Tulancingo, etc. Limites de

344
los estados de Hidalgo y Veracruz, Arroyo Seco o de los Potrerillos, río de
Santiago, etc. AGA, 53/05136, Local, Legajo 1, f. 347.

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Papeles de Nueva España, Tomo III, Descripción del Arzobispado de México,
sacada de las memorias originales hechas por los doctrineros o capellanes y
compiladas por Fr. Bartolomé de Ledesma, O. S. D., administrador del mismo
arzobispado [1569]” Manuscrito del Archivo de Indias en Sevilla, Año 1571,
Madrid, Est. Tipográfico sucesores de Rivadeneyra, 1905, (Segunda Serie
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de las memorias originales hechas por los doctrineros o capellanes y
compiladas por Fr. Bartolomé de Ledesma, O. S. D., administrador del mismo
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