Sal de La Tierra Comentarios

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COMENTARIOS AL EVANGELIO

Mt 5, 13-16

1. SAL/LUZ.

"Vosotros sois la sal de la tierra": La parábola de este texto parte una realidad, la sal,
que en el mundo antiguo tenían la fama de ser imprescindible, la sal, es una
exhortación a los discípulos como comunidad ("vosotros"), que pone de relieve la
preocupación eclesial que tiene constantemente Mateo en su evangelio. Juntos, los
discípulos han de ser sal de la tierra, han de salar la tierra. ¿Qué significado tiene la
sal? Indica las funciones de purificación, de dar sabor, de conservar aquello
perecedero, de dar valor, etc. Los sacrificios eran salados, al igual que los pequeños al
nacer. Aplicado a los discípulos indica que con sus obras y su testimonio del Evangelio
han de dar sabor y valor a la humanidad.

"Si la sal se vuelve sosa...": Aunque propiamente la sal no puede perder su sabor,
aquí la imagen queda manipulada al servicio del contenido. Lo que los discípulos
pueden perder es la capacidad de manifestar, con sus obras y su testimonio, el
Evangelio. Esta posibilidad de fracaso se aplica a la imagen de la sal, subrayando que,
de la misma manera que sería totalmente inútil una sal que no tuviera sabor, también
lo sería la comunidad si no hiciese presente en el mundo las obras de la fe.

2.

El Evangelio -colocado en el interior del sermón de la montaña- hace hincapié en este


aspecto de la vocación del creyente. Éste es presentado como, la sal y la ciudad,
evidenciando que el fiel debe influir en la vida de los demás a través del testimonio
personal y comunitario (es importante que el testimonio se inserte siempre en la
Iglesia, de lo contrario carece de sentido).

Finalmente se dice abiertamente que el testimonio del Hijo de Dios sólo es posible por
las obras. En esta afirmación se halla todo el peso de la responsabilidad de los
discípulos humildes y pobres, del Señor. En efecto, el mundo necesita una salvación
en la que a los creyentes les corresponde un papel muy importante. Y ningún
discípulo puede evadirse de su responsabilidad social (si lo hace no habrá sido fiel a
su vocación y será tan inútil como la sal sosa ).

El tema no es difícil de desarrollar, pero habrá que cuidar el estilo; habrá que
procurar mover el corazón hacia la conversión, y para ello se precisa una dureza
suave.

JUAN GUITERAS
MISA DOMINICAL 1975/03

3. LUZ/TESTIMONIO:

"Vosotros sois" conecta redaccionalmente la primera frase de hoy con la última del
domingo pasado (dichosos vosotros cuando os insultan) y, a través de ésta, con los
pobres, los sufridos, los que lloran, etc. Vosotros se refiere, pues, a todos los que el
domingo pasado eran declarados dichosos por Jesús. Todos estos, con su existencia
difícil y desde su existencia, son la sal de la tierra. La conexión redaccional del texto
del domingo pasado y la metáfora misma de la sal quitan al proyecto al que Jesús
llama cualquier ribete de apariencia, prepotencia o apologética. La sal sazona,
conserva los alimentos desde su estar, sin más, en ellos.

"Pero si la sal se vuelve tonta", continúa la metáfora original. Sal tonta. ¡Qué imagen
más gráfica! El v.13 es una invitación a los dichosos del domingo pasado a seguir
abiertos a Dios, a seguir ilusionados y esperanzados, a no desfallecer. Ellos son
demasiado importantes. Otra sorpresa de la enseñanza del Jesús de Mateo. ¡Y van ya
unas cuantas! Recuerda las del domingo pasado.

"Vosotros sois la luz del mundo" (v.14). Una nueva metáfora a la que siguen dos
imágenes subordinadas que explican su sentido: la del poblado en lo alto de un monte
y la de la lamparilla colgada en el interior de las casas (en tiempos de Jesús, se
sobreentiende). El poblado en lo alto del monte es punto de referencia para el
caminante, la lamparilla en la casa posibilita los quehaceres y la reunión familiar. Es
importante anotar esto porque da al proyecto de Jesús su justa perspectiva. El
poblado y la lamparilla están sin más. Es el caminante o los moradores de la casa
quienes aprecian su valor. Así pasa con los que Jesús declara bienaventurados. No
tienen pretensiones de iluminar, no dicen: nosotros os ofrecemos la solución.
Sencillamente están.

Son los demás quienes descubren su talante, sus buenas obras, y desde ese
descubrimiento concluyen la existencia de un Dios Padre. Son los demás quienes
descubren su importancia o valor. No son ellos quienes se dan importancia o valor.
Son los demás quienes, gracias a ellos, llegan a la conclusión de que existe Dios y que
Dios es Padre. Este es el significado de la expresión "dar gloria a vuestro Padre".
"Alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den
gloria a vuestro Padre que está en el cielo".

ALBERTO BENITO
DABAR 1987/14

4.

Contexto: Continúa el desarrollo de lo que significa ser "pescador de hombres". Texto.


Equiparación discípulo/sal (v.13a). Reflexión-advertencia en forma de pregunta y
respuesta (v.13b). Equiparación discípulo/luz (v.14a). Invitación a base de dos
ejemplos (vs. 14b-15). Aplicación (v.16).

Las equiparaciones están formuladas en oraciones nominales (se predica o afirma


algo del sujeto). Predicado con artículo: el sujeto agota la capacidad de significación
del predicado (= no hay otra sal ni otra luz en la tierra). El sujeto adquiere pues
carácter absoluto en el orden de lo afirmado de él en el predicado.

El predicado está formulado con imágenes. Entre sujeto y predicado se establece pues
la relación significado-significante.

Sal y luz son símbolos, e decir, imágenes-puente entre dos órdenes. Pre-texto.
Imágenes domésticas: sal, ciudad en el monte, luz. La sal sazona, conserva
preservando de la corrupción; medio de limpieza pública. "Una cena sin sal no es
cena" (proverbio rabínico). Un manjar sin sal sería intolerable (/Jb/06/06).

Casa-judía popular: una única estancia, iluminada de noche por una pequeña lámpara
de barro alimentada con aceite. Modio/medida de capacidad para áridos (en torno a
ocho litro y medio).

Gloria en sentido objetivo: cualidad en el tú que impresiona al yo (por ejemplo en la


expresión: la gloria de tal señor es imperecedera). Gloria en sentido subjetivo:
movimiento del yo hacia el tú (expresiones: alabar a uno, dar gloria, bendecir).

Sentido del texto. Desde el momento que el texto está montado sobre imágenes, el
primer paso para detectar su sentido deberá ser la contemplación sin prisas de esas
imágenes. Fruto de esa contemplación caemos en la cuenta de que sal y luz son
imágenes funcionales. Dada, pues, la equiparación discípulos (=vosotros)-luz y sal, la
formulación general del sentido del texto podría ser ésta: funciones de los discípulos
entre los hombres (tierra y mundo tienen sentido antropológico).

1. Los discípulos son sal, es decir, sazonan y evitan la corrupción, y esto con carácter
absoluto (=la sal). Los discípulos de Jesús son necesarios e insustituibles en nuestro
mundo. Cuando la sal se pierde, aún se puede usar en la limpieza pública. Pero
inevitablemente los transeúntes la pisan. Si los discípulos no son sal no sirven para
nada (invitación imperativa).

2. Los discípulos de Jesús son luz que ilumina a los hombres y no hay más luz que
ellos. Invitación imperativa a serlo porque para esto están. De ellos depende que los
demás hombres den gloria al Padre, es decir, descubran que Dios es Padre. Y esto
sólo lo descubrirán si los discípulos viven y son hermanos. En esta fraternidad
consisten las buenas obras a que Jesús se refiere. ¿Tienen los discípulos de Jesús una
identidad entre los hombres? Ante este texto la duda sobra. ¡Qué inabarcable
responsabilidad!

DABAR 1978/13

5.

Las dos pequeñas parábolas de la sal y de la luz que leemos en el evangelio de hoy
enlazan directamente con el inicio del sermón del monte (las bienaventuranzas) que
nos fue proclamado hace una semana, y se dirigen a los mismos oyentes: a los
discípulos. Las bienaventuranzas terminan diciendo: "Vosotros sois dichosos
cuando...", y el texto de hoy comienza: vosotros sois..." Las bienaventuranzas nos
definían al discípulo de Jesús; este par de parábolas -que expresan el pensamiento de
Jesús con imágenes muy familiares a los oyentes- indican cuál es la misión de los
discípulos en el mundo, ante los hombres. La primera imagen es la de la sal. Los
discípulos -y todos los seguidores de Cristo- son la sal de la tierra, de los hombres.

Una primera aplicación de la imagen nos la podría dar el culto: las víctimas, antes de
ser sacrificadas, eran cubiertas totalmente de sal y, en este sentido, la misión de los
discípulos sería la de disponer la tierra para ser aceptable a Dios. Pero la imagen de la
luz que viene a continuación nos inclina a pensar que su sentido se toma
principalmente a partir del uso doméstico y cotidiano de la sal (artículo imprescindible
y de primera necesidad), usada para dar gusto, purificar y conservar. A partir de esta
última cualidad, la sal habría pasado a significar la validez y perennidad de un
contrato o de una alianza: el discípulo debe conservar y dar gusto al mundo de los
hombres en su alianza con Dios. Y del mismo modo que lo hace la sal: de forma
discreta y prácticamente sin aparecer a la vista.

En Palestina se usaba sal procedente del mar Muerto, bastante impura y que podía
perder el gusto; entonces no servía absolutamente para nada, como el discípulo que
no realiza su misión.

La segunda imagen es la de la luz, de fuerte raigambre bíblica (cfr. primera lectura de


hoy). Dios es luz y Cristo es la luz del mundo. Los discípulos deben serlo en tanto que
están unidos a Cristo, que forman su pueblo, el nuevo Israel. La casa de la gente
sencilla, de una sola habitación, era iluminada por una lamparilla colgada en el techo,
y posiblemente un celemín u otro utensilio casero era utilizado como apagavelas; por
eso podemos entender "meter una vela bajo el celemín" como sinónimo de apagarla.
¡No se enciende una luz para apagarla enseguida! Su misión es iluminar a todos los
de casa.

El testimonio del Evangelio que dan los discípulos y las obras que realizan de acuerdo
con este Evangelio -cuyo primer anuncio son las bienaventuranzas- deben ser luz
para todos, para que los hombres conozcan quién es Dios y le den gloria. Con
palabras de la segunda lectura: viendo las obras de los discípulos, los hombres tienen
que ver "el poder de Dios" que actúa en los creyentes y deben sentirse atraídos hacia
El.

J. ROCA
MISA DOMINICAL 1981/03

6. SAL/LUZ/QUIENES-SON:

Por lo que se refiere al texto evangélico, convendrá subrayar su carácter de


continuación de las bienaventuranzas. Son los dichosos según JC -son los
"bienaventurados"- quienes son sal y luz. Es necesario precisarlo para evitar la
impresión de que el simple hecho de ser cristianos nos constituya en sal y luz. La
frase introducida para iniciar la lectura litúrgica ("dijo Jesús a sus discípulos") podría
ser interpretada equivocadamente y de hecho hay una larga costumbre -larga y mala
costumbre- de atribuirnos este carácter de luz y sal sin reconocer que Jesús habla de
quienes son pobres, trabajan por la paz, luchan por la justicia, saben ser
misericordiosos y limpios de corazón... Ellos son quienes son sal y luz de Dios -porque
son realmente "hijos de Dios en el mundo.

Con todo, en la redacción mateana, se incluye un grito de alerta atribuido a Jesús


ante el peligro -fácil peligro- de quienes se creen luz y sal dejen de serlo (y, sin
embargo, se sigan atribuyendo con hueca jactancia estas cualidades). Se trata,
evidentemente, de un grito de alerta dirigido a quienes por el hecho de ser discípulos
de Jesús y sin que sus "buenas obras" -las descritas en la primera lectura- lo
acrediten, se creen luz y sal.

La sal que se vuelve sosa...; la luz que ya no alumbra, ya no ilumina... No se trata


tanto de un voluntarismo -como con frecuencia se interpreta- sino de una realidad (de
nuevo: de las "buenas obras"). El discípulo de Jesús que vive realmente fiel a las
"bienaventuranzas" -que se siente interpelado, afectado, tocado por ellas...- es luz y
sal del mundo sin necesidad de proponérselo. En nuestra sociedad "secularizada", el
testimonio cristiano podría caer en la tentación de imaginar que lo más urgente e
importante es querer ser luz y sal, cuando -ahora y siempre- lo urgente e importante
es simplemente serlo. No es un problema de publicidad, sino de realidad.

J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1987/03

7.

Ser la sal de la tierra es ser su elemento más precioso: sin la sal, la tierra no tiene ya
razón de ser; con la sal, por el contrario, si sigue siendo sal, la tierra puede proseguir
su vocación y su historia. La Iglesia que no es ya fiel a sí misma no solo se pierde,
sino que deja al mundo sin salvador.

(...) Cada discípulo es luz en la medida en que sus acciones se convierten en signos
de Dios para el mundo. El testimonio cristiano está, pues, dotado de visibilidad y
responde a una exigencia misionera: no se santifica uno de manera puramente
interior; no se encuentra uno dispersado en el mundo hasta el punto de perderse en
él en la conformidad total con ese mundo o de olvidar el testimonio de la
trascendencia.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 180

8.

-Sal y luz. Las dos comparaciones empleadas por Jesús (5,13-16) -que encontramos
también en Marcos y en Lucas, aunque en contextos diferentes- son cristalinas y han
de tomarse en su sentido obvio.

Jesús dice -con gran fuerza y simplicidad- que los discípulos deben ser "sal" y "luz";
es decir, que deben ser punto de referencia, de purificación, de transformación, so
pena de la más total inutilidad.

Podemos precisar más. Marcos (/Mc/04/21-22) interpreta las palabras de Jesús así:
hay que manifestar el reino de Dios. A su vez, Lucas (/Lc/08/16-17) parece decir: hay
que poner de manifiesto y en claro para todo el mundo la verdad del mensaje de
Cristo y su validez. Mateo es más moralista, como siempre; haced las obras que
sugiere el evangelio ("Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que vean
vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos").

De cualquier modo, en el fondo, el pensamiento es común: haced visible en vuestra


vida la fuerza transformadora del evangelio; demostrad que el amor nuevo -del que
Cristo ha dado ejemplo- es posible. Jesús, pues, está hablando del deber misionero de
su comunidad. Obsérvese asimismo la dimensión universalista: la "tierra" y el
"mundo" son la humanidad entera sin distinción. Las comparaciones de la luz y de la
ciudad edificada sobre el monte (Jerusalén) se usan a menudo en el Antiguo
Testamento para indicar el significado salvífico universal de Israel, su deber de ser
"signo" de Dios ante todos, punto de convergencia y de encuentro de la humanidad
entera. En otros términos, la comunidad de los discípulos (so pena de ser una
completa inutilidad: ¿de qué serviría la sal insípida o una luz oculta?) debe hacerse
"profecía"; y no de palabra, sino con las obras.

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MATEO
EDIC. PAULINAS/MADRID 1982.Pág. 60

9.

Jesús habla a la muchedumbre desde una montaña. Acaba de proclamar un estilo de


vida tan nuevo como chocante. Y lo ha hecho con autoridad divina. El es el mesías, el
salvador. Por él vivimos la nueva y definitiva alianza con Dios.

En esta perspectiva, quien dice "sí" con su vida a estas enseñanzas es sal y luz. Dos
imágenes de lo que Dios quiere del cristiano en el mundo. La sal da valor y sabor a lo
que toca. Para ello tiene que dejar el salero y disolverse en los alimentos. La luz
también es para otro. Con ella se ve, se puede caminar. Ocultarla no tiene sentido.

Así el cristiano, portador del don de Dios, no puede limitarse a gozarlo y vivirlo sólo
él. Debe alumbrar y dar sabor al mundo. No por vanagloria o haciendo alarde de lo
que posee, sino para que los demás, viéndolo, den gloria al Padre. El ejemplo más
claro es el mismo Jesús, que siempre actuó poniendo su poder y enseñanzas al
servicio de la gloria del Padre.

Estas dos pequeñas parábolas, con preocupación eclesial, dirigidas a los que han
escuchado las bienaventuranzas, señalan, pues, el valor de las obras en favor de los
hombres... Los discípulos harán de la tierra entera una ofrenda o acción de gracias a
Dios. La dificultad de que la sal químicamente no pueda perder su sabor (esta
impropiedad de la imagen), pone de relieve la gravedad de lo que sucede, si los
discípulos descuidan las obras: un aviso explícito para los que por la fe queremos
hacer la obra de Dios.

EUCARISTÍA 1993/08

10.- REFLEXION Evangelio Mateo (5, 13-16)

Ser sal y ser luz. El Señor nos presenta hoy la necesidad de “ser sal”, y lo seremos
al introducir en todos los medios y actividades en las que estamos involucrados, el
ingrediente de la palabra, del amor y del criterio de Jesucristo. Siendo sal, tenemos
todas las posibilidades de “ser” para los demás y de dar el sabor de Dios a la vida del
prójimo. Mas esa sal se puede desvirtuar, nos dice el Señor: cuando empezamos a
posponer los compromisos de oración, cuando el programa de vida se queda
arrumbado en el cajón, o cuando frenamos el esfuerzo de superación humana y
espiritual, la sal que somos va perdiendo su fuerza, y se puede caer en la tibieza
espiritual o en la mediocridad como personas. Hay que vivir la función de “sal” en la
familia ayudando a que vaya resaltando en cada miembro de ella, lo propio y lo
positivo de su ser y armonizar, entre sí, las distintas personalidades y de ese modo
presentar al mundo la certeza de que la armonía familiar influye en bien de la
sociedad.

11.- Leer el comentario del Evangelio por: San Josemaría Escrivá de Balaguer (1902-
1975), presbítero, fundador, Homilía del 4/5/57.

«Brilla para todos aquellos que están en la casa»

Llenar el mundo de luz, ser sal y luz, es tal como el Señor ha descrito la misión de los
discípulos. Llevar hasta los confines de la tierra la buena noticia del amor de Dios. Es
eso a lo que todos los cristianos, de una u otra manera, deben consagrar su vida... La
gracia de la fe no nos ha sido conferida para tenerla escondida, sino bien al contrario,
para brillar delante del os hombres....
Quizás algunos se preguntarán cómo pueden comunicar este conocimiento de Cristo a
los demás. Yo os respondo: con naturalidad, con simplicidad, viviendo exactamente
tal como lo hacéis en medio del mundo, dándoos cuenta que estáis en vuestro trabajo
profesional o al cuidado de vuestra familia, participando de todas las nobles
aspiraciones de los hombres, respetando la legítima libertad de cada uno... La vida
ordinaria puede ser santa y llena de Dios, el Señor nos llama a santificar nuestras
tareas habituales, porque también ahí reside la perfección cristiana.

No olvidemos que la casi totalidad de los días que María ha pasado en esta tierra se
han desarrollado de manera muy semejante a los días de millones de otras mujeres,
consagradas, como ella, a su familia, a la educación de sus hijos, a los quehaceres del
hogar. De todo esto María santifica hasta el más mínimo detalle, eso que muchos
consideran, equivocadamente, como insignificante y sin valor... ¡Bendita vida
ordinaria que puede, de tal manera, estar llena del amor de Dios! Porque he aquí cual
es la explicación de la vida de María: su amor llevado hasta el olvido total de sí,
contenta de encontrarse en el lugar en el cual Dios la quería. Por eso el más pequeño
de sus gestos no ha sido nunca banal, sino al contrario, aparecía lleno de significado...
Nos toca a nosotros intentar ser como ella en las circunstancias precisas en las que
Dios ha querido que vivamos.

12.- "Vosotros sois la luz del mundo"

Texto del Evangelio (Mt 5,13-16): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
"Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya
no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres.
Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de
un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino
sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así
vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y
glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos".
Artículo originalmente publicado por evangeli.net.
Comentario de Josep Font i Gallart (España). Hoy, el Evangelio nos hace una gran
llamada a ser testimonios de Cristo. Y nos invita a serlo de dos maneras,
aparentemente, contradictorias: como la sal y como la luz.
La sal no se ve, pero se nota; se hace gustar, paladear. Hay muchas personas que
“no se dejan ver”, porque son como “hormiguitas” que no paran de trabajar y de
hacer el bien. A su lado se puede paladear la paz, la serenidad, la alegría. Tienen —
como está de moda decir hoy— “buenas radiaciones”.
La luz no se puede esconder. Hay personas que “se las ve de lejos”: Teresa de
Calcuta, el Papa, el párroco de un pueblo. Ocupan puestos importantes por su
liderazgo natural o por su ministerio concreto. Están “encima del candelero”. Como
dice el Evangelio de hoy, "en la cima de un monte" o en "el candelero" (cf. Mt
5,14.15).
Todos estamos llamados a ser sal y luz. Jesús mismo fue “sal” durante treinta años de
vida oculta en Nazaret. Dicen que san Luis Gonzaga, mientras jugaba, al preguntarle
qué haría si supiera que al cabo de pocos momentos habría de morir, contestó:
"Continuaría jugando". Continuaría haciendo la vida normal de cada día, haciendo la
vida agradable a los compañeros de juego.
A veces estamos llamados a ser luz. Lo somos de una manera clara cuando
profesamos nuestra fe en momentos difíciles. Los mártires son grandes lumbreras. Y
hoy, según qué ambiente, el solo hecho de ir a misa ya es motivo de burlas. Ir a misa
ya es ser “luz”. Y la luz siempre se ve; aunque sea muy pequeña. Una lucecita puede
cambiar una noche.
Pidamos los unos por los otros al Señor para que sepamos ser siempre sal. Y sepamos
ser luz cuando sea necesario serlo. Que nuestro obrar de cada día sea de tal manera
que viendo nuestras buenas obras la gente glorifique al Padre del cielo (cf. Mt 5,16).
Artículo originalmente publicado por evangeli.net

Lectio Divina Invocación al Espíritu Santo: Ven, Espíritu Santo. Ven a nuestra vida, a
nuestros corazones, a nuestras conciencias. Mueve nuestra inteligencia y nuestra
voluntad para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el
Cristo. Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.
Amén
1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto? Estudio Bíblico. El evangelio del día de hoy es del
evangelista San Mateo y es una continuidad del relato a las bienaventuranzas que
leímos en la liturgia del pasado domingo. Jesús propone a sus discípulos un nuevo
estilo de vida, que se funda en el amor llevado hasta sus últimas consecuencias y
convierte a sus discípulos en “sal de la tierra” y “luz del mundo”.
Jesús es un gran pedagogo, y para enseñar a sus discípulos en este caso utiliza dos
elementos de uso común. La sal, y la luz. La sal, aparte de dar sabor a los alimentos,
en la época de Jesús su uso principal era preservar de la corrupción. Se suele hablar
simbólicamente de una “alianza de sal”, es decir, de una alianza indestructible.
Es propio de la naturaleza de la luz el alumbrar por cualquier parte que se la lleve y
que introducida en las casas mate las tinieblas, quedando sola la luz.
Por lo tanto, el mundo, sin el conocimiento de Dios, estaba oscurecido con las
tinieblas de la ignorancia. Mas por medio de los Apóstoles se le comunicó la luz de la
verdadera ciencia, y así brilla el conocimiento de Dios y por cualquier parte que
caminen, de su pobre humanidad brota la luz que disipa las tinieblas.
Los discípulos de Jesús son llamados así “sal de la tierra”, porque a ellos de una
manera especial les corresponde sazonar y conservar al mundo, haciéndolo entrar en
alianza con Dios. No puede, pues, esconderse una ciudad colocada sobre un monte.
Aun cuando ella quiera, el monte que la tiene sobre sí, la hace visible a todos. Así los
discípulos, que han sido establecidos en Cristo no pueden esconderse, aun cuando
quieran, porque Jesús los manifiesta. Jesús demuestra con otra comparación por qué
manifiesta a sus discípulos y no permite que se escondan, cuando dice: no se
enciende una lámpara para meterla en un cajón, sino que se pone en el candelero”.
La lámpara es la palabra divina, de la cual se dice en el salmo (118,5): “Tu palabra es
la lámpara que guía mis pasos”. Los que encienden la lámpara son el Padre, el Hijo y
el Espíritu Santo. Preguntas para recordar el texto bíblico: ¿Con qué identifica Jesús a
sus discípulos primero? ¿Qué ocurre cuando la sal pierde su sabor?
¿Cuál es la segunda identificación que Jesús hace sobre sus discípulos?
¿Qué dice Jesús que no se puede hacer con una ciudad situada en un monte? ¿Y con
respecto al fin por el cual se enciende una lámpara? ¿Ante quiénes debe resplandecer
nuestra luz, y con qué fin?

2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios en el texto? Hagámonos unas preguntas
para profundizar más en esta Palabra de Salvación: SAL, es decir dar sabor,
comunicar, transmitir, contagiar a otros aquello que uno vive. En este sentido, ¿de
qué manera busco vivir el estilo de Jesús y trato de identificarme con su proyecto de
AMOR?
Mi identidad cristiana es ser sal y luz del mundo, por lo tanto es necesario conocerse
bien para poder vivir plenamente. ¿Por qué? ¿Entiendo que una vida sin Jesús se
vuelve sosa, es decir carente de sentido? ¿De qué modo estoy dispuesto a dar “sabor”
a los demás? LUZ, estamos llamados a ser una pequeña luz en medio de este mundo
desorientado, pero buscador de la verdad, que necesita encontrar a Dios para dar
sentido a su vida. ¿Comprendo que desde mi bautismo soy hijo de la Luz? ¿Y soy
consciente de lo que eso significa? ¿Cómo iluminaremos a los demás si no es con
nuestras buenas obras, es decir, con obras que reflejen lo que somos y anunciamos?
¿Y cuáles son estas obras que estoy decidido a realizar, cambiar o mejorar a partir de
ahora?
¿De qué sirve que hablemos con mucha elocuencia si nuestras palabras no van
precedidas y acompañadas por el “sabor” y fuerza que da a las palabras el testimonio
de una vida cristiana coherente, nutrida de caridad? ¿Crees que estás siendo “luz del
mundo”? ¿Por qué? 3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?
Orar es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el
momento de decirle algo al Señor. A pesar de las incomprensiones de los demás. A
pasar de mis momentos débiles. A pesar de las horas de cansancio. Quiero ser
dichoso con los que te siguen con corazón sencillo: Con los pobres que sienten
necesidad de ti. Con los que sufren en su caminar por la vida. Con los que trabajan
por implantar la justicia. Con los de corazón puro. Con los que llevan consigo la paz, y
la transmiten. Opto por desterrar de mí la hipocresía, la ostentación, el lujo…
Opto por tener un corazón abierto para dar y recibir perdón. Opto por atesorar en el
Cielo, gastando mi vida por los demás en la tierra. YO TE SIGO
He querido poner la mano en el arado y emprender el camino que Tú seguiste. Haz de
mí un hombre recio. Haz de mí un hombre decidido a no dejar rincones de mi vida sin
abrirlos al juicio de tu Palabra. He decidido no volver la mirada atrás. Porque es la
tentación de quien cree que ya hizo bastante. Porque es el pecado del que pudo hacer
y no hizo. AYÚDAME, Señor ser sal y luz del mundo… Amén
Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor. Hoy damos
gracias por su resurrección y porque nos llena de alegría. Añadimos nuestras
intenciones de oración.

4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Como interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?


Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del
Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón. "Brille
igualmente la luz de ustedes ante los hombres"
(Versículos 16) Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para
que otros crean. 5.- ACCION: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?
Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces pues no soy un
verdadero cristiano. En lo personal, vuelvo a leer el texto, buscando lo que el Señor
me está diciendo. Él quiere entrar en contacto más personal conmigo. Profundizo en
mi oración y cercanía con Él. Pero como signo exterior, voy a realizar alguna acción
humilde. Por ejemplo, ayudar en la limpieza a alguna persona anciana o pobre que
necesite ayuda, visitar a algún enfermo y llevarle consuelo y cariño, o alguna obra de
caridad que manifieste mi actitud de espera en el Señor. Con tu grupo, proponerse
una actividad que nos ayude a demostrar que estamos a la espera del Señor. Si bien
un cambio personal es necesario, es bueno revisar la vida del grupo y proponerse
actividades de servicio del Evangelio. Es tiempo propicio para una actividad externa
que manifieste nuestra identidad de cristianos que dan sabor y aportan luz al mundo.
Puede ser organizar una misión, una oración comunitaria, tal vez si puedes apoyar en
la parroquia alguna actividad que apoye el sacramento de la reconciliación y un acto
penitencial sería muy oportuno.

† Meditación diaria Quinto Domingo ciclo a SER LUZ CON EL EJEMPLO

— Los cristianos debemos ser sal y luz en medio del mundo. El ejemplo ha de ir por
delante.

—Ejemplaridad en la vida familiar, profesional, etc.

— Ejemplares en la caridad y en la templanza. Para nada sirve la sal insípida.

I. En el Evangelio de la Misa de este domingo1 nos habla el Señor de nuestra


responsabilidad ante el mundo: Vosotros sois la sal de la tierra... Vosotros sois la luz
del mundo. Y nos lo dice a cada uno, a quienes queremos ser sus discípulos.

La sal da sabor a los alimentos, los hace agradables, preserva de la corrupción y era
un símbolo de la sabiduría divina. En el Antiguo Testamento se prescribía que todo lo
que se ofreciera a Dios llevase la sal2, significando la voluntad del oferente de que
fuera agradable. La luz es la primera obra de Dios en la creación3, y es símbolo del
mismo Señor, del Cielo y de la Vida. Las tinieblas, por el contrario, significan la
muerte, el infierno, el desorden y el mal.

Los discípulos de Cristo son la sal de la tierra: dan un sentido más alto a todos los
valores humanos, evitan la corrupción, traen con sus palabras la sabiduría a los
hombres. Son también luz del mundo, que orienta y señala el camino en medio de la
oscuridad. Cuando viven según su fe, con su comportamiento irreprochable y sencillo,
brillan como luceros en el mundo4, en medio del trabajo y de sus quehaceres, en su
vida corriente. En cambio, ¡cómo se nota cuando el cristiano no actúa en la familia, en
la sociedad, en la vida pública de los pueblos! Cuando el cristiano no lleva la doctrina
de Cristo allí donde se desarrolla su vida, los mismos valores humanos se vuelven
insípidos, sin trascendencia alguna, y muchas veces se corrompen.

Cuando miramos a nuestro alrededor nos parece como si, en muchas ocasiones, los
hombres hubieran perdido la sal y la luz de Cristo. “La vida civil se encuentra marcada
por las consecuencias de las ideologías secularizadas, que van, desde la negación de
Dios o la limitación de la libertad religiosa, a la preponderante importancia atribuida al
éxito económico respecto a los valores humanos del trabajo y de la producción; desde
el materialismo y el hedonismo, que atacan los valores de la familia prolífica y unida,
los de la vida recién concebida y la tutela moral de la juventud, a un “nihilismo” que
desarma la voluntad para afrontar problemas cruciales como los de los nuevos
pobres, emigrantes, minorías étnicas y religiosas, recto uso de los medios de
información, mientras arma las manos del terrorismo”5. Hay muchos males que se
derivan de “la defección de bautizados y creyentes de las razones profundas de su fe
y del vigor doctrinal y moral de esa visión cristiana de la vida, que garantiza el
equilibrio a personas y comunidades”6. Se ha llegado a esta situación –en la que es
preciso evangelizar de nuevo a Europa y al mundo7– por el cúmulo de omisiones de
tantos cristianos que no han sido sal y luz, como el Señor les pedía.

Cristo nos dejó su doctrina y su vida para que los hombres encuentren sentido a su
existencia y hallen la felicidad y la salvación. No puede ocultarse una ciudad situada
en lo alto de un monte; ni se enciende una luz para ponerla debajo del celemín, sino
sobre un candelero a fin de que alumbre a todos los de la casa, nos sigue diciendo el
Señor en el Evangelio de la Misa. Alumbre así vuestra luz ante los hombres para que
vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. Y
para eso es necesario, en primer lugar, el ejemplo de una vida recta, la limpieza de
conducta, el ejercicio de las virtudes humanas y cristianas en la vida sencilla de todos
los días. La luz, el buen ejemplo, ha de ir por delante.

II. Frente a esa marea de materialismo y de sensualidad que ahoga a los hombres, el
Señor “quiere que de nuestras almas salga otra oleada –blanca y poderosa, como la
diestra del Señor–, que anegue, con su pureza, la podredumbre de todo materialismo
y neutralice la corrupción, que ha inundado el Orbe: a eso vienen –y a más– los hijos
de Dios”8, a llevar a Cristo a tantos que conviven con nosotros, a que Dios no sea un
extraño en la sociedad.

Transformaremos de verdad el mundo –comenzando por ese mundo quizá pequeño


en el que se lleva a cabo nuestra actividad y en el que se despiertan nuestras
ilusiones– si la enseñanza comienza con el testimonio de la vida personal: si somos
ejemplares, competentes y honrados en el trabajo profesional; en la familia,
dedicando a los hijos, a los padres, el tiempo que necesitan; si nos ven alegres,
también en medio de la contradicción y del dolor; si somos cordiales..., “creerán a
nuestras obras más que a cualquier otro discurso”9 y se sentirán atraídos a la vida
que muestran nuestras acciones. El ejemplo prepara la tierra en la que fructificará la
palabra. Sin nada que no sea propio de cristianos corrientes, podemos mostrar lo que
significa seguir de verdad al Señor en el quehacer cotidiano, como hicieron los
primeros cristianos. San Pablo lo urgía así a los fieles de Éfeso: os conjuro a que os
portéis de una manera digna de la vocación a la que habéis sido llamados10.

Nos han de conocer como hombres y mujeres leales, sencillos, veraces, alegres,
trabajadores, optimistas; nos hemos de comportar como personas que cumplen con
rectitud sus deberes y que saben actuar en todo momento como hijos de Dios, que no
se dejan arrastrar por cualquier corriente. La vida del cristiano constituirá entonces
una señal por la que conocerán el espíritu de Cristo. Por eso, debemos preguntarnos
con frecuencia en nuestra oración personal si nuestros compañeros de trabajo,
nuestros familiares y amigos, al presenciar nuestras acciones, se ven movidos a
glorificar a Dios, porque ven en ellas la luz de Cristo: será un buen signo de que hay
luz en nosotros y no oscuridad, amor a Dios y no tibieza. “Él –nos dice el Papa Juan
Pablo II– tiene necesidad de vosotros... De algún modo le prestáis vuestro rostro,
vuestro corazón, toda vuestra persona, convencidos, entregados al bien de los demás,
servidores fieles del Evangelio. Entonces será Jesús mismo el que quede bien; pero si
fueseis flojos y viles, oscureceríais su auténtica identidad y no le haríais honor”11. No
perdamos nunca de vista esta realidad: los demás han de ver a Cristo en nuestro
sencillo y sereno comportamiento diario: en el trabajo, en el descanso, al recibir
buenas o malas noticias, cuando hablamos o permanecemos en silencio... Y para esto
es necesario seguir muy de cerca al Maestro.

III. En la Primera lectura12, el Profeta Isaías enumera una serie de obras de


misericordia, que darán al cristiano la posibilidad de manifestar la caridad de su
corazón, y que consisten en amar a los demás como nos ama el Señor13: compartir
el pan y el techo, vestir al desnudo, desterrar los gestos amenazadores y las
maledicencias. Entonces –canta el Salmo responsorial– romperá tu luz como la aurora
(...), brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía14. La caridad
ejercida a nuestro alrededor, en las circunstancias más diferentes, será un testimonio
que atraerá a muchos a la fe de Cristo, pues Él mismo dijo: En esto conocerán que
sois mis discípulos15. Las mismas normas corrientes de la convivencia, que para
muchas personas se quedan en algo exterior y solo las practican porque hacen más
fácil el trato social, para los cristianos deben ser fruto también de la caridad –de su
unión con Dios, que llena de contenido sobrenatural esos gestos–, manifestación
externa de aprecio y de interés. “Ahora adivino –escribe Santa Teresa de Lisieux– que
la verdadera caridad consiste en soportar todos los defectos del prójimo, en no
extrañar sus debilidades, en edificarse con sus menores virtudes; pero he aprendido
especialmente que la caridad no debe quedar encerrada en el fondo del corazón, pues
no se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín, sino sobre un candelero a
fin de que alumbre a todos los de la casa. Me parece que esta antorcha representa la
caridad que debe iluminar y alegrar no solo a aquellos que más quiero, sino a todos
los que están en la casa”16, a toda la familia, a cada uno de los que comparten
nuestro trabajo... Caridad que se manifestará en muchos casos a través de las formas
usuales de la educación y de la cortesía.

Otro aspecto importante, en el que los cristianos hemos de ser esa sal y luz de la que
nos habla el Señor, es la templanza y la sobriedad. Nuestra época “se caracteriza por
la búsqueda del bienestar material a cualquier coste, y por el correspondiente olvido –
mejor sería decir miedo, auténtico pavor– de todo lo que pueda causar sufrimiento.
Con esta perspectiva, palabras como Dios, pecado, cruz, mortificación, vida eterna...,
resultan incomprensibles para gran cantidad de personas, que desconocen su
significado y su contenido”17. Por ello, es particularmente urgente dar testimonio
generoso de templanza y de sobriedad, que manifiestan el señorío de los hijos de
Dios, utilizando los bienes “según las necesidades y deberes, con la moderación del
que los usa, y no del que los valora demasiado y se ve arrastrado por ellos”18.

Le pedimos hoy a la Virgen que sepamos ser sal, que impide la corrupción de las
personas y de la sociedad, y luz, que no solo alumbra sino que calienta, con la vida y
con la palabra; que estemos siempre encendidos en el amor, no apagados; que
nuestra conducta refleje con claridad el rostro amable de Jesucristo. Con la confianza
que Ella nos inspira, pidamos en la intimidad de nuestro corazón: Señor Dios nuestro,
tú que hiciste de tantos santos una lámpara que a la vez ilumina y da calor en medio
de los hombres, concédenos caminar con ese encendimiento de espíritu, como hijos
de la luz19.

1 Mt 5, 13-16. — 2 Cfr. Lev 2, 13. — 3 Gen 1, 1-5.— 4 Cfr. Flp 2, 15. — 5 Juan Pablo
II, Discurso 9-XI-1982. — 6 Ibídem. — 7 ídem, Discurso 11-X-1985. — 8 San
Josemaría Escrivá, Forja, n. 23. — 9 Cfr. San Juan Crisóstomo, Homilía sobre San
Mateo, 15, 9. — 10 Ef 4, 1. — 11 Juan Pablo II, Homilía, 29-V-1983. — 12 Is 58, 7-
10. — 13 Cfr. Jn 15, 12. — 14 Cfr. Sal 3, 4-5. — 15 Cfr. Jn 13, 35. — 16 Santa Teresa
de Lisieux, Historia de un alma, IX, 24. — 17 A. del Portillo, Carta 25-XII-1985, n. 4.
— 18 San Agustín, Sobre las costumbres de la Iglesia católica, 1, 21. — 19 Cfr.
Oración colecta de San Bernardo Abad.

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2ºDomingo de San José LAS VIRTUDES DE SAN JOSÉ

— Humildad del Santo Patriarca. — Fe, esperanza y amor. — Sus virtudes humanas.
I. En este segundo domingo dedicado a San José podemos contemplar las virtudes
por las cuales el Santo Patriarca es modelo para nosotros, que, como él, llevamos una
vida corriente de trabajo. San Mateo, al presentar al Santo Patriarca, escribe: José, su
esposo, como era justo...1. Esta es la alabanza y la definición que el Evangelio hace
de San José: hombre justo. Esta justicia no es solo la virtud que consiste en dar a
cada uno lo que se le debe: es también santidad, práctica habitual de la virtud,
cumplimiento de la voluntad de Dios. El concepto de justo en el Antiguo Testamento
es el mismo que el Evangelio expresa con el término santo. Justo es el que tiene un
corazón puro y es recto en sus intenciones, es el que en su conducta observa todo lo
prescrito con relación a Dios, al prójimo y a sí Mismo...2. José fue justo en todas las
acepciones de la palabra; en él se dieron en plenitud todas las virtudes, en una vida
sencilla, sin relieve humano especial.

Al considerar las virtudes del Santo Patriarca, ocultas en ocasiones a los ojos de los
hombres pero resplandecientes siempre a los ojos de Dios, hemos de tener en cuenta
que estas cualidades a veces no son valoradas por aquellos que solo viven en la
superficie de las cosas y de los acontecimientos. Es un hábito frecuente entre los
hombres “darse enteramente a lo de fuera y descuidar lo interior; trabajar contra
reloj; aceptar la apariencia y despreciar lo efectivo y lo sólido; preocuparse
demasiado por lo que parecen y no pensar qué es lo que deben ser. De aquí que las
virtudes que se estimen sean las que entran en juego en los negocios y en el
comercio de los hombres; muy al contrario, las virtudes interiores y ocultas en las que
el público no toma parte, en donde todo pasa entre Dios y el hombre, no solo no se
siguen, sino que incluso no se comprenden. Y sin embargo, en este secreto radica
todo el misterio de la virtud verdadera (...). José, hombre sencillo, buscó a Dios;
José, hombre desprendido, encontró a Dios; José, hombre retirado, gozó de Dios”3.
Nuestra vida, como la del Santo Patriarca, consiste en buscar a Dios en el quehacer
diario, encontrarle, amarle y alegrarnos en su amor.

La primera virtud que se manifiesta en la vida de San José es la humildad, al


descubrir la grandeza de su vocación y la propia poquedad. Alguna vez, al terminar la
tarea o en medio de ella, mientras miraba a Jesús cerca de él, se preguntaría: ¿por
qué me eligió Dios a mí y no a otro?, ¿qué tengo yo para haber recibido este encargo
divino? Y no encontraría respuesta, porque la elección para una misión divina es
siempre asunto del Señor. Él es el que llama y da gracia abundante para que los
instrumentos sean idóneos. Hemos de tener en cuenta que “el nombre de José
significa, en hebreo, Dios añadirá. Dios añade, a la vida santa de los que cumplen su
voluntad, dimensiones insospechadas: lo importante, lo que da su valor a todo, lo
divino. Dios, a la vida humilde y santa de José, añadió –si se me permite hablar así–
la vida de la Virgen María y la de Jesús, Señor Nuestro. Dios no se deja nunca ganar
en generosidad. José podía hacer suyas las palabras que pronunció Santa María, su
Esposa: Quia fecit mihi magna qui potens est, ha hecho en mí cosas grandes Aquel
que es todopoderoso, quia respexit humilitatem, porque se fijó en mi pequeñez (Lc 1,
48-49).

“José era efectivamente un hombre corriente, en el que Dios se confió para obrar
cosas grandes”4.

El conocimiento de su llamada, la enormidad de la gracia recibida y su gratuidad


confirmaron la humildad de José. Su vida estuvo siempre llena de agradecimiento a
Dios y de admiración ante el encargo recibido. Eso mismo espera el Señor de
nosotros: mirar los acontecimientos a la luz de la propia vocación, vivida en su más
plena radicalidad5, admirarnos una y otra vez ante tanto don de Dios y agradecer la
bondad del Señor que nos llama a trabajar en su viña.

II. No le hizo vacilar la incredulidad ante la promesa de Dios, sino que, fortalecido por
la fe, dio gloria a Dios.

6. La fe de José, a pesar de la oscuridad del misterio, se mantuvo siempre firme,


precisamente porque fue humilde. La palabra de Dios transmitida por el Ángel le
esclarece la concepción virginal del Salvador, y José creyó con sencillez de corazón.
Pero la oscuridad no debió de tardar en reaparecer: José era pobre, dependía de su
trabajo ya cuando recibe la revelación sobre el misterio de la Maternidad divina de
María; y resulta aún más pobre cuando viene Jesús al mundo, No puede ofrecer un
lugar digno para el nacimiento del Hijo del Altísimo, pues no los reciben en ninguna de
las casas ni en la posada de Belén; y José sabe que aquel Niño es el Señor, Creador
de cielos y tierra. Después, la fe de José se pondría de nuevo a prueba en la huida
precipitada a Egipto... El Dios fuerte huye de Herodes. ¡Cuántas veces nuestra fe
habrá de reafirmarse ante acontecimientos en los que se pone de manifiesto que la
lógica de Dios es, en tantas ocasiones, distinta de la lógica de los hombres! San José
supo ver a Dios en cada acontecimiento, y para esto fue precisa una gran santidad,
resultado de la continua correspondencia a las gracias que recibía.

La esperanza se puso de manifiesto en su anhelo creciente ante la llegada del


Redentor, que había de estar a su cuidado. Más tarde esta virtud se ejercitó desde los
primeros días de Jesús Niño, cuando le vio crecer a su lado, y se preguntaría muchas
veces cuándo se manifestaría como Mesías al mundo. Su amor a Jesús y a María,
alimentado por la fe y la esperanza, creció de día en día. Nadie los quiso tanto como
él. Y este amor se manifestaba en su vida diaria: en la manera de trabajar, en el trato
con los vecinos y clientes...
III.como era justo... La gracia hace que cada hombre llegue a su plenitud, según el
plan previsto por Dios; y no solo sana las heridas de la naturaleza humana, sino que
la perfecciona. Los innumerables dones que recibió San José para cumplir la misión
recibida de Dios y su perfecta correspondencia hicieron del Santo Patriarca un hombre
lleno de virtudes humanas y sobrenaturales. “De las narraciones evangélicas se
desprende la gran personalidad humana de José (...). Yo me lo imagino -decía San
Josemaría Escrivá joven, fuerte, quizá con algunos años más que Nuestra Señora,
pero en la plenitud de la edad y de la energía humana”.

7. Su justicia, su santidad delante de Dios se traslucía en su hombría de bien delante


de los hombres. San José era un hombre bueno, en toda la plenitud de esta palabra:
un hombre del que los demás se podían fiar; leal con los amigos, con los clientes;
honrado, cobrando lo justo, realizando a conciencia los encargos que recibía. Dios se
fió de él hasta el punto de encomendarle a su Madre y a su Hijo. Y no quedó
defraudado.

La vida de San José estuvo llena de trabajo, primero en Nazareth, luego quizá en
Belén, en Egipto y después de nuevo en Nazareth. Todos le conocieron por su
laboriosidad y espíritu de servicio, que debió tener una extraordinaria importancia en
la formación de un carácter recio, como se comprueba en las diversas circunstancias
en las que aparece en el Evangelio. No podía ser de otra manera quien en todo
secundó con tanta prontitud los planes de Dios y se vio sometido a pruebas difíciles,
según nos relata el Evangelio de San Mateo.

Su oficio en aquella época requería destreza y habilidad. En Palestina, un “carpintero”


era un hombre hábil, singularmente hábil y muy estimado8. Construía objetos tan
diversos, y tan necesarios y útiles, como vigas, arcas donde guardar la ropa, mesas,
sillas, las tablas donde se amasaba la harina antes de llevarla al horno, yugos,
artesas... Y utilizaba instrumentos tan distintos como la sierra, el cepillo, la garlopa, el
escoplo, la lima, el formón, la azuela, el martillo... Sabía encolar, ensamblar...
Conocía bien las diferentes maderas: su calidad, su dureza, para qué era más
apropiada cada una...

Según aparece en el Evangelio, las virtudes humanas y sobrenaturales de San José se


pueden resumir en pocas palabras: fue un hombre justo. Justo ante Dios y justo ante
los hombres. Eso se debería decir de cada uno de nosotros. Eso es lo que Dios espera
de todos. Su justicia se manifestaba en un corazón puro e irreprochable, en un oído
dispuesto para captar el querer divino y llevarlo a cabo. Era una persona agradable y
cordial en el trato, atento a las necesidades de sus amigos y vecinos, amable con
todos, alegre. Aunque el Evangelio no ha conservado ninguna palabra suya, sí nos ha
descrito sus obras: acciones sencillas, cotidianas, en las que se reflejaban su santidad
y su amor, y que deben ser el espejo donde frecuentemente nos miremos nosotros,
que hemos de santificar una vida normal, como la del Santo Patriarca. “Se trata, en
definitiva, de la santificación de la vida cotidiana, que cada uno debe alcanzar según
el propio estado y que puede ser fomentada según un modelo accesible a todos: “San
José es el modelo de los humildes, que el cristianismo eleva a grandes destinos; San
José es la prueba de que para ser buenos y auténticos seguidores de Cristo no se
necesitan grandes cosas, sino que se requieren solamente las virtudes comunes,
humanas, sencillas, pero verdaderas y auténticas” (Pablo VI, Alocución, 19-III-
1969)”.

9. 1 Cfr. Mt 1, 18. — 2 Cfr. J. Dheilly, Diccionario bíblico, Herder, Barcelona 1970, voz
Justicia, p. 694 ss. — 3 Bossuet, Segundo panegírico de San José, exordio. — 4 San
Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 40. — 5 Cfr. Juan Pablo II, Exhor. Apost.
Christifideles laici, 30-XII-1988, 2. — 6 Liturgia de las Horas. Solemnidad de San
José, Responsorio de la Primera lectura. — 7 San Josemaría Escrivá, o. c., 40. — 8
Cfr. H. Daniel-Rops, Vida cotidiana en Palestina, Hachette, París 1961, p, 295. — 9
Juan Pablo II, Exhor. Apost, Redemptoris custos, 15-VIII-1989, 24

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