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Misterio de la Iglesia
Peregrina - Dispersa - Perseguida
©Ediciones del Alcázar
La Plata 1721 - Bella Vista
Buenos Aires
República Argentina.
Realización gráfica:
Marcelo J. Gristelli
(marcelogristelli@yahoo.com.ar)
Diseño de tapa: M. Virginia Olivera Ch.
Pequeña Grey
Misterio de la Iglesia
Peregrina-Dispersa-Perseguida
Horacio Bojorge;
1a ed. Buenos Aires, Del Alcázar, 2012.
86 p. ; 21x14 cm. - Serie Encuentros
ISBN 978-987-20459-4-4
Fecha de catalogación: 24/10/2012
CDD 291.2
Este libro no puede reproducirse, total o parcialmente, por ningún método gráfico,
electrónico o mecánico, incluyendo los sistemas de fotocopia, registro magnetofónico
o de almacenamiento y alimentación de datos, sin expreso consentimiento del editor.
“No te pido que los saques del mundo
sino que los guardes del Maligno.
No son del mundo
como yo no soy del Mundo”
(Juan 17, 15-16)
Introducción
La Iglesia Católica es una nación peregrina entre las
demás naciones de este mundo. Y por esta condición de
peregrina es diversa de las otras naciones y por eso está
dispersa entre ellas y dentro de ellas. Esto no es algo acci-
dental, sino que es la situación que le es propia y natural
por su esencia.
Ella se encuentra en la tierra en una condición de pro-
visoriedad porque la meta de su peregrinación no está en
este mundo, como lo está para las demás naciones de la
inmanencia, en medio de las cuales vive sin embargo tam-
bién ella. Pero no vive afincada o instalada definitivamen-
te en un lugar, sino en situación de dispersión.
Los católicos, en cuanto tales, nos reunimos para la Eu-
caristía, pero al final se nos dice: “Ite Missa est”. La misa
ha terminado, podéis ir en paz. Cuando se acaba la Misa,
los católicos volvemos a la dispersión. Algo parecido su-
cede con otros encuentros entre católicos: una vez que
finalizan, volvemos cada uno a su ciudad y a su casa. Vol-
vemos a la dispersión.
Y esto no es algo lamentable. Es la condición natural de
nuestra vida. Somos una nación dispersa; nos unimos fun-
damentalmente para la Eucaristía o para otras ocasiones
de la Familia del Padre, cuando el Padre nos quiere reunir.
En lenguaje militar se habla de “orden disperso” o de
“formación dispersa” de los soldados. Si hoy éstos se jun-
taran en pelotones o en filas compactas serían fácilmente
aniquilables. Aunque nuestra situación dispersa no tenga
una razón de ser táctica, es posible que también a noso-
tros nos haga menos visibles al enemigo y más difícilmen-
te alcanzables por los tiros de la persecución. Porque, ade-
más de peregrina y dispersa, nuestra nación es una nación
perseguida y oprimida. Así lo ha sido siempre y lo sigue
siendo a lo largo de toda la historia.
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I PARTE
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Hebreos 13,14.
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1ª Juan 2, 19: “Salieron de entre nosotros, pero no eran de nosotros; si hu-
bieran sido de los nuestros habrían permanecido con nosotros; pero sucede así
para que quede de manifiesto que no todos son de los nuestros”.
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Me he ocupado del misterio de la iniquidad, en griego la anomía, en la con-
ferencia que se ha publicado como opúsculo con el título El liberalismo es la
iniquidad. La Rebelión contra el Padre. Ediciones Del Alcázar, (Colección
Encuentros) Buenos Aires, 2008, 52 págs.
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1.- Fundamento
a) Testimonios de la Liturgia
El Canon Romano de la Misa, comienza con una oración
en la que se pide a Dios que proteja a su Iglesia y la con-
gregue en la unidad: “Padre... te pedimos humildemente...
que aceptes estos dones... ante todo por tu Iglesia... para
que la congregues en la unidad y la gobiernes”. “Acuérdate
Señor de tus hijos, y de los que aquí has reunido...”. “Reu-
nidos... veneramos”.
En el Prefacio dominical VI los fieles declaran que: “to-
davía peregrinos en este mundo”, experimentan “las prue-
bas cotidianas de tu amor”: “En ti vivimos, nos movemos
y existimos; y, todavía peregrinos en este mundo, no sólo
experimentamos las pruebas cotidianas de tu amor, sino
que poseemos ya en prenda la vida futura”.
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-San Justino
En su diálogo con el judío Trifón, san Justino alega un
hecho nuevo: hay cristianos entre todos los pueblos y na-
ciones. Justino describe el hecho en estos términos: “No
hay raza alguna de hombres, llámense bárbaros o griegos
o con otros nombres cualesquiera, ora habiten en casas o
se llamen nómadas sin viviendas o moren en tiendas de
pastores, entre los que no se ofrezcan por el nombre de
Jesús crucificado, oraciones y acciones de gracias al Padre
y Hacedor de todas las cosas”40.
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ontes en tô kosmô aóratos de autôn theosebeia ménei.
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Mortifican las obras de la carne (Romanos 8,13; 1ª Pedro 3,18). Se trata de
una aplicación de la doctrina paulina de los apetitos contrarios de la carne y el
Espíritu (Gálatas 5,17) como explicación del motivo del odio del mundo a los
cristianos. Es la acedia ante la “diversidad de vida del justo” la que motiva a
sus perseguidores, enseña el libro de la Sabiduría: (1,16 –2,20).
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athánatos hê psujê en thnetô skênômati katoikei, kai Jristianoi paroikousin
en fthartois, tên en ouranois aftharsían prosdejomenoi.
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Carta a Diogneto 5, 1 - 6, 10. Puede verse el texto completo en: Daniel Ruiz
Bueno, Padres Apologistas Griegos, Ed. BAC, (Vol 116) Madrid 1954.
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Lumen Gentium 8 f; la cita de San Agustín está tomada de La ciudad de
Dios Libro 18, 51,2.
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Génesis 4.
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Mateo 25, 34.
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La ciudad de Dios, Libro 15, Cap. 1.
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-Nación envidiada
Los hijos de Dios somos una nación envidiada a la que
se toma por mala siendo buena. Eso es, ni más ni menos,
esa especie de la envidia que llamamos acedia: tristeza por
el bien; tomar el bien por mal y el mal por bien.
Según San Ireneo, el mal propio del demonio es esta en-
vidia, que tiene a Dios por malo. Ésta es la causa del peca-
do del Mal Ángel y de su caída. Por la acedia de Babilonia
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Dimas Antuña, El Testimonio, cita en pp. 19-20.
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(n. del e.) La conferencia a la que se refiere el autor es “La figura del An-
ticristo como recapitulación del Mal, según San Ireneo”, dictada por el p.
Alfredo Sáenz en el marco del XIV Encuentro de Formación Católica de Bs.
As. del C. de Formación S. Bernardo de Claraval, noviembre 2011.
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-Persecución e indefensión
Los cristianos estamos indefensos, como ovejas entre
lobos, entre los hombres de este mundo, que viven de
acuerdo a principios contrarios a los nuestros. Dice el Se-
ñor: “Mirad que Yo os envío como a ovejas entre lobos”
(Mateo 10, 16).
Aunque hablemos en los idiomas de las naciones, sin
embargo nuestro logos no es el de los demás pueblos.
Hablamos una lengua extraña y por eso somos odiados.
Nuestro logos, la lógica de nuestra vida, la lengua cristia-
na, no es entendida por los hombres del mundo; es motivo
de irrisión o de irritación, de burla o de ira.
Y en medio de esa ciudad estamos como las ovejas, in-
defensos. Vivimos sometidos a poderes de los Estados y
autoridades de las naciones de este mundo y es propio de
los gobernantes de este mundo –ya lo decía Jesús– impo-
ner su arbitrio a las naciones sobre las que gobiernan y
dominan. Los cristianos hemos de acatar a las autoridades
de las naciones y pueblos entre los que pasamos como pe-
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Sermón 1 en la Natividad del Señor 1-3; Oficio de Lectura, 25 de Diciembre.
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nal; mientras que lo que sucedió entre Caín y Abel nos hizo
ver la enemistad que hay entre las dos ciudades, entre la
de Dios y la de los hombres. Sostienen entre sí guerra los
malos contra los malos, y asimismo debaten entre sí los
buenos y los malos, pero los buenos con los buenos, si son
prefectos, no pueden tener guerra entre sí”69.
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-Dispersión no es división
Este hecho de la división interior que fragmenta a la
Iglesia en partidos carnales ya lo encontró san Pablo en
Corinto78 y diagnosticó su raíz: la jactancia de la carne que
busca gloriarse ante los hombres por títulos humanos: ri-
queza, sabiduría, nobleza, vinculaciones79.
Este espíritu carnal divide a los corintios hasta en el
momento mismo de la celebración del sacramento de la
unidad, en el momento de la Eucaristía80. Debiendo ser la
Eucaristía el momento en que los dispersos se congregan
para celebrar su comunión espiritual, en la fe, la caridad y
en la inhabitación del Espíritu Santo, las conductas todavía
carnales, no purificadas, meten su cuña divisora entre los
hermanos. Hasta tal punto, que lo que celebran “ya no es
la Cena del Señor”81 sino un simulacro que Pablo reprueba.
Esto les sucede a los corintios porque los motivos que
aglutinan a los hombres carnales en grupos, partidos y
tribus, convocan y congregan a los hombres en uniones y
asociaciones carnales, pero son causa de división espiri-
tual entre los fieles. Esos motivos para asociarse según la
carne, impiden la comunión eclesial perfecta en la caridad
y en su celebración litúrgica en la Eucaristía. Si el corazón
aún es carnal, está cerrado al Espíritu.
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San Pío X, Pascendi dominici gregis, Cito los números 1 y 2.
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-Y oprimida...
“¿Y qué es lo que pide? Lo que hemos dicho antes: Dios
mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica: te invoco
desde los confines de la tierra, esto es, desde todas partes.
¿Y cuál es el motivo de esta súplica? Porque tiene el cora-
zón abatido. Quien así clama demuestra que está en todas
las naciones de todo el mundo, no con grande gloria, sino
con graves tentaciones101”.
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pueblo de los hijos es una nación que tiene una meta tras-
cendente y por lo tanto vive peregrina hacia la patria ce-
lestial. Este enturbiamiento de la conciencia católica brota
de un debilitamiento de la fe y da lugar a tentaciones que
merecería el reproche de los Ángeles de las ciudades y
naciones en las que peregrinamos.
Dos tentaciones principales me parece posible percibir,
que pueden desembocar en desviaciones, tan reprocha-
bles para los Ángeles como los que reprocha el Señor a las
siete Iglesias del Apocalipsis.
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Juan 17, 14.
133
Juan 17, 15.
134
1ª Juan 3, 13.
135
Mateo 10, 16.
136
Marcos 10, 42; Mateo 20, 25.
137
Jesús ya enseñaba: ‘Dad al César lo que es del César’ (Mateo 22, 21; Mar-
cos 12, 17; Lucas 20, 25) Y a pagar el impuesto aunque no se tuviese obliga-
ción, por no dar escándalo (Mateo 17, 24-27). San Pablo enseña la obediencia
a las autoridades civiles como provenientes de Dios y a las que hay que pagar
los impuestos (Romanos 13, 1-7).
138
Del 6 de agosto del 2000.
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Colofón
Y como colofón quiero citar, a modo de síntesis elo-
cuente de todo lo expuesto, un texto del beato Juan Pablo
II en su Carta Apostólica Novo Millennio ineunte:
“Mi mirada en este año [santo del jubileo del 2000] ha
quedado impresionada no sólo por las multitudes que han
llenado la Plaza de san Pedro durante muchas celebracio-
nes. Frecuentemente me he parado a mirar las largas filas
de peregrinos en espera paciente de cruzar la Puerta San-
ta. En cada uno de ellos trataba de imaginar la historia de
su vida, llena de alegrías, ansias y dolores; una historia de
encuentro con Cristo y que en el diálogo con él reempren-
día su camino de esperanza.
Observando también el continuo fluir de los grupos, los
veía como una imagen plástica de la Iglesia peregrina, la
Iglesia que está, como dice san Agustín «entre las perse-
cuciones del mundo y los consuelos de Dios»139. Nosotros
sólo podemos observar el aspecto más externo de este
acontecimiento singular.
¿Quién puede valorar las maravillas de la gracia que
se han dado en los corazones? Conviene callar y adorar,
confiando humildemente en la acción misteriosa de Dios y
cantar su amor infinito:
«¡Misericordias Domini in aeternum cantabo!».”140
139
De Civitate Dei XVIII, 51,2: PL 41, 614; cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const.
dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 8.
140
Carta Apostólica Novo Millennio ineunte, del 6 de enero del 2001; nuestra
cita en el Nº 8.
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ÍNDICE
Introducción......................................................................................................5
I Parte
a) Testimonios de la Liturgia.........................................................................10
b) Testimonios de las Sagradas Escrituras.............................................11
c) Doctrina de algunos Santos Padres
-San Clemente Romano.............................................................................15
-San Justino
-El Discurso a Diogneto.............................................................................16
-El Concilio Vaticano II: La Iglesia peregrina...................................19
-San Agustín - Las dos Ciudades............................................................20
-Diversa, dispersa y oprimida.................................................................22
-Nación envidiada......................................................................................25
-Persecución e indefensión.....................................................................28
-La acedia, causa de la persecución......................................................31
-El trigo y la cizaña en la Iglesia
-Un principio de división interior..........................................................32
-Dispersión no es división........................................................................35
79
II Parte
1.- Las dos tentaciones de la nación dispersa:
asimilación e imitación..............................................................................47
Colofón................................................................................................................78
Índice......................................................................................................................79
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