100% encontró este documento útil (1 voto)
177 vistas18 páginas

JAPON

Los colores tradicionales de Japón son una colección de colores utilizados tradicionalmente en el arte, la literatura y los textiles japoneses como el kimono. Estos colores se originan en el sistema de clasificación de rango de 12 niveles establecido en el siglo VII, el cual determinaba el rango y jerarquía social basado en ciertos colores. Algunos colores como el naranja estaban reservados estrictamente para funcionarios de alto rango, mientras que otros colores estaban permitidos para el público en general. La mayoría de los
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
100% encontró este documento útil (1 voto)
177 vistas18 páginas

JAPON

Los colores tradicionales de Japón son una colección de colores utilizados tradicionalmente en el arte, la literatura y los textiles japoneses como el kimono. Estos colores se originan en el sistema de clasificación de rango de 12 niveles establecido en el siglo VII, el cual determinaba el rango y jerarquía social basado en ciertos colores. Algunos colores como el naranja estaban reservados estrictamente para funcionarios de alto rango, mientras que otros colores estaban permitidos para el público en general. La mayoría de los
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 18

COLORES TRADICIONALES DE JAPÓN

Los colores tradicionales de Japón son una colección de colores


utilizados tradicionalmente en el arte japonés, la literatura, los
textiles como el kimono y otras artesanías japonesas.

Historia
Los colores tradicionales de Japón remontan sus orígenes históricos al
Sistema de Clasificación y Rango de Doce Niveles, establecido en 603 por
el Príncipe Shōtoku y basado en los cinco elementos chinos. En este
sistema, el rango y la jerarquía social se mostraban y se determinaban por
ciertos colores. Los colores conocidos como kinjiki ( 禁 色 , "colores
prohibidos" ) estaban estrictamente reservados para las túnicas de los
funcionarios gubernamentales de más alto rango; por ejemplo, el color
Ōtan (naranja) se usó como color para las túnicas de kuge y se prohibió su
uso por cualquier otro rango inferior. Colores conocidos como yurushiiro (
許 し 色 ,"colores permitidos" ) fueron permitidos para uso de la gente
común.

La mayoría de los nombres de colores se originan a partir de los nombres


de plantas, flores y animales que los tenían o se parecían a ellos. Ciertos
colores y técnicas de teñido se han utilizado desde el período Asuka ,
mientras que otros se desarrollaron tan tarde como el período Meiji,
cuando los tintes sintéticos se volvieron comunes.

Debido a la larga historia de uso de este sistema de color, existen algunas


variaciones en el color y los nombres. Muchos de los nombres de estos
colores provienen de la cultura china, donde el sistema jerárquico de
colores es aún más complejo.
Los colores tradicionales de Japón son una colección de colores utilizados
tradicionalmente en la literatura japonesa, los textiles, como el kimono, y otras artes
japonesas y la artesanía. El sistema de clasificación de rango de 12 niveles se
estableció en 603 por el príncipe Shōtoku y estaba basado en el sistema de cinco
elementos. En este sistema, el rango y jerarquía social se muestra y se determina por
ciertos colores.

Los colores conocidos como kinjiki (禁 色, "colores prohibidos") eran estrictamente


reservados para los trajes de los funcionarios públicos de más alto rango. Los colores
conocidos como yurushiiro (許 し 色, "colores permisibles ") estaban permitidos para
su uso por la gente común.

Los funcionarios llevaban gorras de seda que fueron decoradas con oro y plata, y una
pluma que indicaba la posición del oficial. Estos rangos se basaban en las seis
virtudes confucianas, mayores y menores: la virtud toku, la benevolencia jin, la
propiedad rei, la sinceridad shin, la justicia gi y el conocimiento chi. La
mayoría de los nombres de los colores provienen de los nombres de plantas, flores y
animales que se parecen. Ciertos colores y las técnicas de teñido se han utilizado
desde el periodo de Asuka, mientras que otros han desarrollado en la época tan tardía
como el periodo Meiji, cuando los colorantes sintéticos se volvieron comunes.

La sociedad japonesa tiene viejas tradiciones que han dado forma a los
japoneses desde hace milenios. Los colores tienen asociaciones simbólicas
que aparecen en los rituales, el vestido y el arte japonés, y muchos han
mantenido esos significados incluso a medida que la sociedad japonesa
cambia rápidamente. Trazando inspiración desde la naturaleza a los textos
históricos, el simbolismo del color japonés ayuda a otros a identificar el estado
emocional o los deseos de las personas que llevan ciertos colores.

Negro
Ryan McVay/Lifesize/Getty Images

El negro es un color potente y premonitorio en la cultura japonesa.


Tradicionalmente, el negro ha representado la muerte, destrucción, muerte,
temor y tristeza. Especialmente cuando se utiliza solo, el negro representa el
luto y la desgracia y suele llevarse en los funerales. El negro ha sido
tradicionalmente un color de formalidad y en mayor medida ha llegado a
representar la elegancia, con la creciente popularidad de las concepciones
occidentales de eventos de corbata negra.

Blanco
Digital Vision./Digital Vision/Getty Images

El blanco ha sido un color auspicioso en Japón durante gran parte de su


historia. Representa la pureza y limpieza en la sociedad japonesa tradicional y
se ve como un color bendito. Debido a la naturaleza sagrada del color, el
blanco es el color de las bodas y otros eventos de la vida alegre y aparece en
la bandera japonesa.

Rojo
John Foxx/Stockbyte/Getty Images

El rojo es un color poderoso en la sociedad tradicional japonesa, que


representa las emociones fuertes en lugar de las ideas. Como el color del sol
en la cultura japonesa y en la bandera japonesa, el rojo es el color de la
energía, la vitalidad, el calor y la energía. También representa el amor y la
intimidad, incluyendo el deseo sexual y la fuerza de la vida y la energía en las
personas.

Azul
Comstock/Comstock/Getty Images

El azul es también un color que representa la pureza y la limpieza en la cultura


tradicional japonesa, en gran parte debido a las vastas extensiones de agua
azul que rodea las islas japonesas. Como tal, el azul representa también
tranquilidad y estabilidad. Además, el azul es un color femenino, y por lo tanto,
en combinación con la asociación con la pureza y la limpieza, suele ser el color
que llevan las mujeres jóvenes para mostrar su pureza.

Verde
Shunsuke Yamamoto Photography/Digital Vision/Getty Images

El verde es el color de la fertilidad y crecimiento en la cultura tradicional


japonesa. Como el color de la naturaleza, la palabra japonesa para verde,
"midori", es también la palabra para la vegetación. Además, el color verde
representa la juventud y vitalidad y la energía del crecimiento. También puede
representar la eternidad, ya que los árboles de hoja perenne nunca pierden sus
hojas o dejan de crecer.

Arte de Japón
Ir a la navegaciónIr a la búsqueda

La gran ola de Kanagawa (1830 - 1833), grabado de Katsushika Hokusai, Metropolitan Museum of


Art, Nueva York.

El arte de Japón (日本美術 Nippon bijutsu ) es una expresión de la cultura


?

japonesa, desarrollado a lo largo del tiempo en diversos períodos y estilos que


se han ido sucediendo de forma cronológica, en paralelo al devenir histórico,
social y cultural del pueblo japonés. La evolución del arte nipón ha estado
marcada por el desarrollo de su tecnología, siendo una de sus señas distintivas
el uso de materiales autóctonos. Como en el arte occidental, las principales
manifestaciones artísticas han tenido su origen en la religión y el
poder político.1
Una de las principales características del arte japonés es su eclecticismo,
proveniente de los diversos pueblos y culturas que han arribado a sus costas a
lo largo del tiempo: los primeros pobladores instalados en Japón –conocidos
como los Ainu– pertenecían a una rama caucásica procedente del norte y este
de Asia, llegados posiblemente cuando Japón aún estaba unido al continente.
El origen de estos pobladores es incierto, barajando los historiadores diversas
hipótesis, desde una raza uralo-altaica hasta un posible
origen indonesio o mongol. En todo caso, su cultura parecía corresponder
al paleolítico superior o mesolítico. Posteriormente arribaron a las costas
japonesas —al tiempo que a Corea y diversas zonas de China— varios grupos
de raza malaya procedentes del sudeste asiático o islas del Pacífico, que se
fueron introduciendo paulatinamente desde el sur, desplazando a los Ainu
hacia el norte de Japón, mientras que en una posterior oleada llegaron a Japón
varios grupos de la misma etnia procedentes de China y Corea.2 A esta
mezcolanza racial se debe añadir la influencia de otras culturas: debido a
su insularidad, Japón ha estado aislado buena parte de su historia, pero a
intervalos ha ido recibiendo la influencia de las civilizaciones continentales,
sobre todo de China y Corea, especialmente desde el siglo V.3 Así, a la cultura
ancestral nipona derivada de las sucesivas oleadas inmigratorias se añadió la
influencia foránea, forjando un arte ecléctico y abierto a la innovación y el
progreso estilístico. También cabe destacar que gran parte del arte producido
en Japón ha sido de tipo religioso: a la religión sintoísta, la más típicamente
japonesa, formada alrededor del siglo I, se añadió el budismo en torno al siglo
V, forjando un sincretismo religioso que aún hoy perdura, y que también ha
dejado su reflejo en el arte.4
El arte japonés es pues reflejo de estas distintas culturas y tradiciones,
interpretando a su manera los estilos artísticos importados de otros países, que
asumen según su concepto de la vida y el arte, reinterpretando y simplificando
sus características peculiares, como los elaborados templos budistas chinos,
que en Japón sufrieron un proceso de reducción de sus elementos superfluos y
decorativos. Ello da muestra del carácter sincrético del arte japonés, por lo que
siempre ha asumido con naturalidad cualquier innovación procedente de otros
países.5
El arte tiene en la cultura japonesa un gran sentido introspectivo y de
interrelación entre el hombre y la naturaleza, representada igualmente en los
objetos que le envuelven, desde el más ornado y enfático hasta el más simple y
cotidiano. Esto se pone de manifiesto en el valor otorgado a la imperfección, al
carácter efímero de las cosas, al sentido emocional que el japonés establece
con su entorno. Así, por ejemplo, en la ceremonia del té los japoneses valoran
la calma y la tranquilidad de ese estado de contemplación que consiguen con
un sencillo ritual, basado en elementos simples y en una armonía proveniente
de un espacio asimétrico e inacabado. Para los japoneses, la paz y la armonía
están asociadas a la calidez y la comodidad, cualidades a su vez que son fiel
reflejo de su concepto de la belleza. Incluso a la hora de comer, no importa la
cantidad de alimentos o su presentación, sino la percepción sensorial de la
comida y el sentido estético que otorgan a cualquier acto. De igual manera,
los artistas y artesanos japoneses tienen un elevado grado de vinculación con
su obra, sintiendo los materiales como parte esencial de su vida y de su
comunicación con el ambiente que les rodea.6

Índice

 1Fundamentos del arte japonés

 2Periodización

 3Artes plásticas

o 3.1Período Jōmon (11000 a.C.-500 a.C.)

o 3.2Período Yayoi (500 a.C.-300 d.C.)

o 3.3Período Kofun (300-552)

o 3.4Período Asuka (552-710)

o 3.5Período Nara (710-794)

o 3.6Período Heian (794-1185)

o 3.7Período Kamakura (1185-1392)

o 3.8Período Muromachi (1392-1573)

o 3.9Período Azuchi-Momoyama (1573-1603)

o 3.10Período Edo (1603-1868)

o 3.11Época contemporánea (desde 1868)

 4Otras expresiones artísticas

o 4.1Literatura

o 4.2Música

o 4.3Artes escénicas

o 4.4Cine

o 4.5Historieta

o 4.6Videojuegos

 5Véase también

 6Referencias
 7Bibliografía

Fundamentos del arte japonés[editar]

Santuario Itsukushima, con su torii (arco de acceso a un espacio sagrado) situado sobre el Mar
Interior de Seto, ejemplo de integración del arte en el entorno natural.

El arte japonés, como el resto de su filosofía –o, simplemente, su forma de ver


la vida– es propenso a la intuición, la falta de racionalidad, la
expresión emocional y la sencillez de actos y pensamientos, expresados a
menudo de forma simbólica. Dos de sus características distintivas son la
simplicidad y la naturalidad: las manifestaciones artísticas son reflejo de la
naturaleza, por lo que no requieren una elaborada producción, sino que se
basan en una economía de medios que otorga al arte una gran trascendencia,
como reflejo de algo más elevado que queda tan sólo esbozado, sugerido,
siendo posteriormente interpretado por el espectador. Esta simplicidad provocó
en pintura una tendencia hacia el dibujo lineal, sin perspectiva, con abundancia
de espacios vacíos, que sin embargo se integran armoniosamente en el
conjunto. En arquitectura, queda plasmada en diseños lineales, con planos
asimétricos, en una conjunción de elementos dinámicos y estáticos. A su vez,
esta simplicidad está relacionada con una innata naturalidad en la relación
entre el arte y la naturaleza, que para los japoneses es reflejo de su vida
interior, y la sienten con un delicado sentimiento de melancolía, casi de tristeza.
En especial, el transcurrir de las estaciones les provoca una sensación de
transitoriedad, viendo en la evolución de la naturaleza lo efímero de la vida.
Esta naturalidad se refleja especialmente en la arquitectura, que se integra de
forma armoniosa en su entorno, como se denota en la utilización de materiales
naturales, sin trabajar, mostrando su aspecto rugoso, áspero, inacabado. En
Japón, naturaleza, vida y arte están indisolublemente unidos, y la realización
artística es un símbolo de la totalidad del universo.7
En Japón, el arte pretende conseguir la armonía universal, yendo más allá de la
materia para encontrar el principio generador de vida. La estética
japonesa busca encontrar el sentido de la vida por medio
del arte: belleza equivale a armonía, a creatividad; es un impulso poético, un
camino sensorial que lleva a la realización de la obra, que no tiene finalidad en
sí, sino que va más allá. La belleza es una categoría ontológica, que remite a la
existencia: consiste en alcanzar el sentido con el todo. Como dijo Suzuki
Daisetsu: «la belleza no está en la forma exterior, sino en el significado que
expresa». El arte no está basado en las cualidades sensibles, sino en las
sugestivas; no ha de ser perfecto, sino expresar una cualidad que lleve a la
totalidad. Se pretende captar lo esencial a través de la parte, que sugiere la
totalidad: el vacío es un complemento de aquello que existe. En la filosofía
oriental hay una unidad entre materia y espíritu, predominando la
contemplación y comunión con la naturaleza, por vía de adhesión interior, de
intuición. En Japón, el arte (gei), tiene un sentido más trascendente, más
inmaterial que el concepto de arte aplicado en Occidente: es cualquier
manifestación del espíritu –entendido como energía vital, como esencia que
insufla vida a nuestro cuerpo–, haciendo que éste se desarrolle y evolucione,
consiguiendo una unidad entre cuerpo, mente y espíritu.8

En la Fiesta del Hanami, los japoneses acuden a parques y jardines a observar la belleza de los
cerezos en flor.

El sentido del arte se ha ido desarrollando en la estética japonesa a lo largo del


tiempo: las primeras reflexiones sobre el arte y la belleza provienen de la
antigüedad, cuando se forjaron los principios creadores de la cultura japonesa y
surgieron las principales obras épicas de la literatura japonesa:
el Kojiki (Relatos de cosas antiguas), el Nihonshoki (Anales de Japón) y
el Man'yōshū (Colección de diez mil hojas). En esta época predominó el
concepto de sayakeshi («puro, claro, fresco»), que hacía referencia a un tipo de
belleza caracterizada por la simplicidad, el frescor, una cierta ingenuidad,
perceptible en el uso de materiales ligeros y naturales, como la tierra cocida de
las estatuillas haniwa o la madera en arquitectura. Buen ejemplo de ello es
el templo sintoísta de Ise, construido en madera de ciprés, y que se
reconstruye cada veinte años desde el siglo VIII para preservar su pureza y
frescura. De este concepto se desprende una de las constantes del arte
japonés: el valor otorgado a la belleza efímera, transitoria, fugaz, que
evoluciona con el tiempo. En el Man'yōshū el sayakeshi queda reflejado en los
sentimientos de fidelidad y honestidad, así como en la descripción de
elementos naturales como el cielo y el mar, que inspiran una sensación de
grandiosidad que sobrecoge al hombre. El sayakeshi está ligado al concepto
de naru («devenir»), donde se valora el tiempo como una energía vital que
confluye en el devenir, en la consumación de todos los actos y todas las vidas.9
Posteriormente, durante los periodos Nara y Heian, la estética japonesa
evolucionó rápidamente gracias a su contacto con la cultura china, así como a
la llegada del budismo. El principal concepto de esta época fue el aware, un
sentimiento emotivo que sobrecoge al espectador y le lleva a una profunda
sensación de empatía o piedad. Está ligado a otros términos como el okashi,
aquello que atrae por su alegría y carácter agradable; el omoshiroshi,
propiedad de las cosas radiantes, que llaman la atención por su brillo y
claridad; el yūbi, concepto de gracia, elegancia; el yūga, calidad de
refinamiento en la belleza; el en, la atracción del encanto; el rei, la belleza
propia de la calma; el yasashi, la belleza de la discreción; y el ushin, el sentido
profundo de lo artístico. Un hito en la cultura japonesa de esta época fue
la Historia de Genji de Murasaki Shikibu, que plasmó un nuevo concepto
estético denominado mono-no-aware –término introducido por Motōri
Norinaga–, que transmite un sentimiento de melancolía, de tristeza
contemplativa derivada de la transitoriedad de las cosas, de la belleza efímera,
que dura un instante y perdura en el recuerdo. Es un estado de recreación
derivado de la fugacidad de las cosas y de una agridulce tristeza a su paso,
equivalente en cierta medida al pathos griego y al término virgiliano lacrimae
rerum («lágrimas de las cosas»). En palabras de Kikayama Keita: «es el
sentimiento profundo que nos embarga al contemplar una hermosa mañana de
primavera, y también la tristeza que nos sobrecoge al mirar un atardecer
otoñal. Pero, ante todo, es un sentimiento de delicada melancolía que puede
derivar en una profunda tristeza al sentir hondamente la belleza caduca de
todos los seres de la naturaleza».10 Esta idea de una búsqueda ideal de la
belleza, de un estado de contemplación donde se unen el pensamiento y el
mundo de los sentidos, es característica de la innata sensibilidad japonesa para
la belleza, y queda patente en la fiesta del Hanami, basada en la contemplación
de los cerezos en flor.

Jardín de Kenroku-en. En la meditación zen, la labor cotidiana es una manifestación espiritual,


reflejada en el movimiento y el paso ritual del tiempo. Así el jardín representa la visión del cosmos,
donde el gran vacío (mar) se llena con objetos (islas), plasmados en arena y rocas, y en el que la
vegetación evoca el paso del tiempo.

Durante la Edad Media japonesa


(periodos Kamakura, Muromachi y Momoyama), en paralelo al militarismo de la
sociedad feudal japonesa, se impuso el concepto de dō («vía»), que ponía
énfasis en el proceso creativo del arte, en la práctica ceremonial de los ritos
sociales, como se pone de manifiesto en el shodō (caligrafía),
el chadō (ceremonia del té), el kadō o ikebana (el arte de los arreglos florales) y
el kōdō (ceremonia del incienso).11 En estas prácticas no importa el resultado,
sino el proceso evolutivo, el devenir en el tiempo –nuevamente el naru–, así
como el talento demostrado en la perfecta ejecución de los ritos, que denota
destreza, así como un empeño espiritual de búsqueda de la perfección. En
estos nuevos conceptos tuvo una influencia decisiva una variante del budismo
llamada zen, que hacía hincapié en unas determinadas «reglas de vida»
basadas en la meditación, donde la persona pierde la conciencia de sí mismo.
Así, cualquier labor cotidiana trasciende su esencia material para significar una
manifestación espiritual, la cual queda reflejada en el movimiento y el paso
ritual del tiempo. Este concepto queda reflejado igualmente en la jardinería, que
llega a un grado tal de trascendencia donde el jardín es una visión del cosmos,
con un gran vacío (mar) que se llena con objetos (islas), plasmados en arena y
rocas, y donde la vegetación es evocadora del paso del tiempo. La
ambivalencia zen entre el carácter sencillo y la profundidad de una vida
trascendente imbuyó de un espíritu de «elegancia sencilla» (wabi) no sólo al
arte, sino al comportamiento, las relaciones sociales y los aspectos más
cotidianos de la vida. El maestro Sesshū decía que «el zen y el arte son uno».12

En la ceremonia del té se relacionan las cosas pequeñas con el orden cósmico, lo temporal con lo
espiritual. La sala del té es una construcción efímera sin ornamentación e inacabada, pues lo
imperfecto se debe completar en la imaginación. La belleza sólo puede descubrirla quien
mentalmente completa lo incompleto.

El zen se basa en siete principios estéticos: fukinsei (asimetría), forma de negar


la perfección para conseguir el equilibrio presente en la
naturaleza; kanso (austeridad), eliminar lo innecesario y superfluo para
descubrir la simplicidad de la naturaleza; kokō (dignidad solitaria), cualidad que
las personas y objetos adquieren con el paso del tiempo y les proporciona una
mayor pureza de su esencia; shizen (naturalidad), que está ligada a la
sinceridad, lo natural es auténtico e incorruptible; yūgen (profundidad), esencia
verdadera de las cosas, que trasciende su mera materialidad, su aspecto
superficial; datsuzoku (desapego), libertad en la práctica de las artes, cuya
misión es liberar el espíritu, no controlarlo –así, el arte prescinde de todo tipo
de normas y reglas–; seiyaku (serenidad interior), estado de quietud, de
sosiego, necesario para que fluyan los seis principios anteriores.13
Especialmente significativa es la ceremonia del té, donde se sintetiza de forma
magistral el concepto japonés del arte y lo bello, creando una auténtica religión
estética: el «teísmo».14 Esta ceremonia representa la adoración de lo bello en
oposición a la vulgaridad de la existencia cotidiana. Su filosofía,
tanto ética como estética, expresa la concepción integral del hombre con la
naturaleza. Su simplicidad relaciona las cosas pequeñas con el orden cósmico:
la vida es una expresión, y los actos reflejan siempre un pensamiento. Lo
temporal es igual a lo espiritual, lo pequeño a lo grande. Este concepto queda
igualmente reflejado en la sala del té (sukiya), construcción efímera debida a un
impulso poético, despojada de ornamentación, donde se da culto a lo
imperfecto, y siempre se deja algo inacabado, que completará la imaginación.
Es característica la ausencia de simetría, por la concepción zen de que tiene
más importancia la búsqueda de perfección que la propia perfección. La belleza
sólo puede descubrirla quien mentalmente completa lo incompleto.15
Por último, en época moderna –iniciada con el período Edo–, aunque perduran
los conceptos anteriores se introducen algunas nuevas categorías estéticas,
relacionadas con las nuevas clases urbanas que surgen a medida que Japón
se va modernizando: el sui es una determinada finura de corte espiritual,
hallada principalmente en la literatura de Osaka; iki es una elegancia honesta y
directa, presente sobre todo en el teatro kabuki; el karumi es un concepto que
ensalza la ligereza como cualidad esencial bajo la cual se alcanza lo
«profundo» de las cosas, reflejada especialmente en la poesía haiku;
el shiori es una belleza nostálgica; el hosomi es una delicadeza que llega hasta
la esencia de las cosas; y el sabi es la belleza simple, despojada, sin adornos
ni artificios, ensalzando valores como la pobreza y la soledad. Esta última
entroncó con el concepto anterior de wabi, creando una nueva noción
llamada wabi-sabi, la trascendencia de la simplicidad, donde la belleza reside
en la imperfección, en lo incompleto, basada en la fugacidad e impermanencia.
En todos estos conceptos subyace nuevamente la idea del arte como proceso
creativo, y no como realización material. Okakura Kakuzō escribió que «sólo los
artistas persuadidos de la imperfección congénita a su alma son capaces de
engendrar la verdadera belleza».16

 Es la deidad con más reconocimiento debido a que Ebisu es
entre los dioses japoneses conocido como el dios de la fortuna,
quien llevaba siempre una caña de pescar y un pescado.
 Ebisu
 Venerado entre los pescadores por traerles buena suerte en su
oficio, generándoles prosperidad a través de la pesca y el
comercio de la misma, como también es el dios de los
agricultores y mercaderes.

 Es el único de los siete dioses de la buena suerte que su origen
es netamente japonés, es tan adorado que fue hecha una
estatua en conmemoración del dios Ebisu.
 Este dios también ha sido bordado en telas y lienzos, y le han
otorgado el honor de ser el guardián de la salud de los
niños.
 Según la leyenda uno de los nombres del dios Ebisu es
Kotoshronushi-no-mikoto y en el territorio de Kansaí el pueblo lo
llama Ebessan.
 Existe un santuario de imamiya-ebisujinja el cual está dedicado
a la diosa del sol, Ebisu y otros dioses.
 Se conoce que es uno de los dioses del linaje que existió antes
que los dioses celestiales descendieran desde lo alto al
archipiélago de Japón.
 Es uno de los dioses que recibe un millón de visitas por los que
confían plenamente en su prosperidad, esto sucede en varios
santuarios dedicados a este dios.
 Festivales de Ebisu

 En la región de kansai se realizan muy buenos festivales del


dios Ebisu, muy parecidos a los celebrados de tori-noi-chi
también conocido como feria del Ave, en la región de Kanto.
 Una de las diferencias en los festivales de tori-noi-chi, y el
santuario de Otori-jinja en Asakura, los amuletos se atan a los
rastrillos, Kumade, en vez del aventador.
 Es admirable como un pueblo agradece la prosperidad que le
otorga su dios realizando festivales y de esta manera
honrándolo cada año para que la riqueza cultural pase de
generación en generación.

También podría gustarte