Este poema describe brutalmente los métodos de tortura y asesinato utilizados por los mazorqueros contra los unitarios capturados durante la época de Rosas en Argentina en la década de 1840. Se detallan las formas en que ataban, torturaban y mutilaban a los prisioneros, incluido cortarles las venas del cuello, apuñalarlos, quemarlos y cortarles orejas, barba y cejas antes de dejarlos morir desangrados o para ser comida de animales. El poema tiene como objetivo aterrorizar a los unit
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Este poema describe brutalmente los métodos de tortura y asesinato utilizados por los mazorqueros contra los unitarios capturados durante la época de Rosas en Argentina en la década de 1840. Se detallan las formas en que ataban, torturaban y mutilaban a los prisioneros, incluido cortarles las venas del cuello, apuñalarlos, quemarlos y cortarles orejas, barba y cejas antes de dejarlos morir desangrados o para ser comida de animales. El poema tiene como objetivo aterrorizar a los unit
Este poema describe brutalmente los métodos de tortura y asesinato utilizados por los mazorqueros contra los unitarios capturados durante la época de Rosas en Argentina en la década de 1840. Se detallan las formas en que ataban, torturaban y mutilaban a los prisioneros, incluido cortarles las venas del cuello, apuñalarlos, quemarlos y cortarles orejas, barba y cejas antes de dejarlos morir desangrados o para ser comida de animales. El poema tiene como objetivo aterrorizar a los unit
Este poema describe brutalmente los métodos de tortura y asesinato utilizados por los mazorqueros contra los unitarios capturados durante la época de Rosas en Argentina en la década de 1840. Se detallan las formas en que ataban, torturaban y mutilaban a los prisioneros, incluido cortarles las venas del cuello, apuñalarlos, quemarlos y cortarles orejas, barba y cejas antes de dejarlos morir desangrados o para ser comida de animales. El poema tiene como objetivo aterrorizar a los unit
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H. Ascasubi.
La Refalosa (Paulino Lucero, 1843) que al salvaje
el resuello se le ataje; Amenaza de un mazorquero y degollador de y a derechas los sitia dores de Montevideo dirigida al lo agarra uno de las mechas, gaucho Jacinto Cielo gacetero y soldado de mientras otro la Legión Argentina, defensora de aquella lo sujeta como a potro plaza. de las patas, que si se mueve es a gatas. Mirá, gaucho salvajón, Entretanto, que no pierdo la esperanza, nos clama por cuanto santo y no es chanza, tiene el cielo; de hacerte probar qué cosa pero ahí nomás por consuelo es Tin tin y Refalosa. a su queja: abajito de la oreja, Ahora te diré cómo es: con un puñal bien templao escuchá y no te asustés; y afilao, que para ustedes es canto que se llama el quita penas, más triste que un viernes santo. le atravesamos las venas del pescuezo. Unitario que agarramos ¿Y qué se le hace con eso? lo estiramos; larga sangre que es un gusto, o paradito nomás, y del susto por atrás, entra a revolver los ojos. lo amarran los compañeros por supuesto, mazorqueros, y ligao ¡Ah, hombres flojos! con un maniador doblao, hemos visto algunos de éstos ya queda codo con codo que se muerden y hacen gestos, y desnudito ante todo. y visajes ¡Salvajón! que se pelan los salvajes, Aquí empieza su aflición. largando tamaña lengua; y entre nosotros no es mengua Luego después a los pieses el besarlo, un sobeo en tres dobleces para medio contentarlo. se le atraca, y queda como una estaca. lindamente asigurao, ¡Qué jarana! y parao nos reímos de buena gana lo tenemos clamoriando; y muy mucho, y como medio chanciando de ver que hasta les da chucho; lo pinchamos, y entonces lo desatamos y lo que grita, cantamos y soltamos; la refalosa y tin tin, y lo sabemos parar sin violín. para verlo refalar ¡en la sangre! Pero seguimos el son hasta que le da un calambre en la vaina del latón, Y se cai a patalear, que asentamos y a temblar el cuchillo, y le tantiamos muy fiero, hasta que se estira con las uñas el cogote. el salvaje; y, lo que espira, ¡Brinca el salvaje vilote le sacamos que da risa! una lonja que apreciamos Cuando algunos en camisa el sobarla, se empiezan a revolcar, y de manea gastarla. y a llorar, De ahí se le cortan orejas, que es lo que más nos divierte; barba, patilla y cejas; de igual suerte y pelao que al Presidente le agrada, lo dejamos arrumbao, y larga la carcajada para que engorde algún chancho, de alegría, o carancho. al oír la musiquería y la broma que le damos Conque ya ves, Salvajón; al salvaje que amarramos. nadita te ha de pasar después de hacerte gritar: Finalmente: ¡Viva la Federación! cuando creemos conveniente, después que nos divertimos grandemente, decidimos