La Siete Palabras de Cristo en La Cruz Cali 2
La Siete Palabras de Cristo en La Cruz Cali 2
La Siete Palabras de Cristo en La Cruz Cali 2
INTRODUCCIÓN
Cuánto bien hizo Jesús, “pasó haciendo el bien” dice el libro de los
hechos de los Apóstoles, pero los suyos, como dice San Juan en su
prólogo, no lo recibieron.
Jesús tenía motivos de sobra para guardar rencor, para odiar, para
condenar, para maldecir. Desde la altura Jesús nuevamente pudiera
haberse lamentado, como una vez lo hizo de Jerusalén que lo rechazó
y no quiso entender sus signos y milagros.
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¡Oh Jesús del madero, qué gran lección nos das! Cuánto deben
aprender nuestras familias de tu inmenso amor. Cuánto nos falta saber
perdonar al esposo, a la esposa que cometen errores; cuánto falta
saber perdonar a los hijos que se desvían del camino; cuánto nos falta
saber perdonarnos a nosotros mismos que por el contrario, sí
sabemos lo que hacemos, sí somos conscientes de nuestros actos.
II
Tres condenados a muerte. Los tres saben que está todo por terminar.
Sin embargo cada uno asume ese momento desde distintas
posiciones:
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Mira desde el paraíso a todas las familias que se esfuerzan por serte
fieles. Líbralas de la perturbación que rompa su unión.
III
LA MADRE, UN TESORO
Pero la Virgen madre no estaba sola. Otras mujeres estaban con ella
padeciendo el mismo suplicio, siendo solidarias con su pariente y
amiga, viviendo en carne propia el dolor indescriptible que padece una
madre al ver morir a su hijo.
Quienes han pasado por esta pena, afirman que no hay dolor como
ese. Y cuántas madres en los tiempos actuales, están padeciendo el
dolor de haber enterrado sus hijos, víctimas de la violencia, de los
vicios, del odio, de la guerra fratricida.
Cuánto nos falta para saber reconocer en toda mujer la persona que
tiene la misma dignidad del hombre, que merece respeto, cuidado,
amor. La mujer es la expresión más clara de la belleza y la ternura de
Dios. ¿Por qué entonces, atentamos contra ellas?
Jesús nos da una lección de nunca olvidar: para él, su madre era un
tesoro. ¿Lo son las mamás para nosotros? O por el contrario, nuestras
madres las vemos simplemente como las que nos dieron la vida pero
tienen la obligación de cuidarnos, de darnos de comer, de lavarnos la
ropa, de atendernos. ¿Y qué les damos nosotros?
María del calvario, que tus lágrimas nos ayuden a reconocer nuestras
faltas. Que tu valentía nos enseñe a ser fieles discípulos de tu Hijo;
que mirándote a ti, Virgen dolorosa a los pies de tu Hijo, abras
nuestros corazones para saber amar a nuestras madres y respetar a
todas las mujeres, reflejos de tu amor.
Madre del dolor, “dame ese llanto bendito para llorar mis
pecados; dame esos clavos clavados, esa corona, ese grito, ese
puñal, ese escrito y esa cruz para loarte, para urgirte y
consolarte, Oh Virgen de los Dolores, para ir sembrando de
flores tu viacrucis parte a parte. Amén”.
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IV
CONFIANZA EN LA ADVERSIDAD
EL SACRAMENTO DE LA FAMILIA
Será san Juan quien también nos relate el encuentro de Cristo con la
Samaritana, cuando Jesús dice a la mujer: “Si conocieras el don de
Dios y quien es el que te dice dame de beber, tú le habrías pedido a
él, y el te habría dado agua viva… Todo el que beba del agua que yo
le de, no tendrá jamás sed” (Jn. 4, 10. 14).
Tal vez uno de los hechos más comunes que seguramente lleva a las
crisis matrimoniales, al menos en cuanto a los matrimonios
sacramentales, es precisamente el hecho de no confiar y no creer en
la fuerza del sacramento. Muchos se casan en la Iglesia por tradición,
porque es más solemne, porque en familia siempre se había hecho
así, etc. La mayoría se casan sin ser realmente conscientes de las
implicaciones del sacramento del matrimonio, incluso el meramente
civil. Una muestra de ello es la generalizada aversión a los encuentros
preparatorios previos a la celebración, con argumentos como no tengo
tiempo, son muy largos, son muy aburridos, ya lo sé todo, llevamos
muchos años viviendo juntos, trabajo en otra ciudad, son muy
costosos y demás.
Cristo tiene sed física, pero también, tiene sed de esposos que
responsablemente luchen por construir familias sólidas, en las que
Dios ocupe un lugar especial. Lo escuchamos hace poco, que “los
esposos son el recuerdo permanente, para la Iglesia, de lo que
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acaeció en la cruz; son el uno para el otro y para los hijos, testigos de
la salvación, de la que el sacramento les hace partícipes”.
VI
LA RESPONSABILIDAD FAMILIAR
Jesús pasó haciendo el bien. Se esforzó por hacerlo todo bien. Sabía
que su misión no era fácil, sin embargo, cargó con gusto la cruz para
salvarnos. Por eso, como haciendo un recuento de sus treinta y tres
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años de vida, sólo podía reconocer una cosa: todo estaba cumplido.
Entregó su vida y nos regaló el Evangelio. No quiso obligarnos a
seguirlo, nos lo propuso presentándose él mismo como “el camino, la
verdad y la vida” (Jn. 14, 6). En él se cumplieron plenamente las
predicciones que les había hecho a sus discípulos: “Les he dicho esto
para que no se escandalicen. Los expulsarán de las sinagogas. E
incluso llegará la hora en que todo el los mate piense que da culto a
Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al padre ni a mí” (Jn.
16, 1-3).
Pero tampoco se puede negar que son muchos, y más visibles, los
padres irresponsables que sólo traen hijos al mundo dejándolos solos
y abandonados, constituyéndolos en huérfanos con padres vivos.
El Hijo de Dios lo hizo todo bien, por eso pudo decir: “todo está
cumplido”. Y ustedes los papás, y ustedes las mamás, ¿podrán decir
lo mismo?
Señor Jesús, has que los padres de familia de Cali, tomen conciencia
de sus obligaciones; ayúdalos a cumplir a cabalidad la tarea de ser
modelos de vida y de esperanza para sus esposas y sus hijos. No los
dejes desviar del camino del bien. Enséñales no sólo a ser
proveedores de cosas en el hogar, sino los que al estilo de San José,
el varón justo, protejan su familia y la acompañen en el itinerario
terreno.
VII