Martha T. Blache. "El Curanderismo"
Martha T. Blache. "El Curanderismo"
Martha T. Blache. "El Curanderismo"
INTRODUCCION
1. Intención y alcance
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procesos legales, como así también observar si al emitir los
fallos se lia tenido en cuenta la intención y antecedentes his-
tóricos, ya que el análisis de estos elementos permitiría una
interpretación más amplia y objetiva de este fenómeno social.
CURANDERISMO FOLKLORICO
3. El curandero folklórico
200
Es esta acepción muy amplia, entran dentro de ella pa-
ra su calificación los que aparentan ser profesionales como
falsos médicos, pseudo dentistas, los que. pretenden corregir
defectos de la visión sin ser oculistas, farmacéuticos que exce-
den los límites de su autorización, etc., y los que aparentan
serlo, pero que también se dedican a curar como los mano
santas, yuyeros, saludadores, etc. De manera que dentro de
este conglomerado denominado curanderismo, podemos distin-
guir dos grupos: los que emplean métodos folklóricos y los
que utilizan otras modalidades.
Curandero folklórico es aquella persona que sin ser mé-
dico, o siéndolo, se dedica a curar, pero para ello emplea los
métodos tradicionales, populares, empíricos, de transmisión
oral, funcionales, anónimos, colectivos, etc., (según una po-
sición teórica respecto al folklore) es decir que reúne las con-
diciones que caracterizan a un heclio folklórico.
Las creencias que las enfermedades provenían de causas
sobrenaturales o por encarnación de malos espíritus, fue lo
que orientó las prácticas medicinales hacia la magia, el miste-
rio, la superstición y como consecuencia, se introducen en la
terapéutica una serie de prácticas de sentido religioso o má-
gico. Este carácter mágico se encuentra no sólo en las técnicas
curativas, sino también preventivas ya que con frecuencia se
han utilizado amuletos para prevenir enfermedades.
Orestcs Di Lullo (1929 :271) dice que "los procedimien-
tos, la superstición los hechizos y embrujamientos que inter-
venían en las curaciones y "daños", eran originados por el
miedo al poder sobrenatural y tenían por objeto rechazarlo o
congraciarse su voluntad..."
Antecesores del curandero fueron los brujos, médicos-he-
chiceros, magos, adivinos, shamanes, etc., todos ellos han te-
nido siempre en cuenta el efecto que producía la enfermedad,
pero nunca la causa misma y este hecho ya lo destaca O. Di
Lullo (1939) cuando dice: "No existe relación de causalidad
en nuestra medicina popular... hacia el dolor convergen los
esfuerzos de su terapéutica, porque mitigar el dolor es el prin-
201
cipio y f i n . . . " Nace la ciencia médica cuando comienzan a
estudiarse las causas de las enfermedades, pero a la par que
ella iba evolucionando, continuaron las prácticas curanderi-
les que aún hoy subsisten, porque persiste todavía el concep-
to de la enfermedad como resultado de la acción de fuerzas
sobrehumanas o de encarnación de espíritus hostiles, así, en
las creencias popular contra ciertos males, valen más los con-
juros y exorcismos que la medicina misma.
En nuestro curandero actual se han sintetizado, amplia-
do y depurado el caudal de conocimientos de la medicina abo-
rigen por un lado y de la medicina española de los siglos XVI
y XVII por otro. Son éstos los dos aportes fundamentales,
pero debemos también mencionar la influencia que ejerciera
la inmigración de fines del siglo pasado y principios del ac-
tual. Pero los procedimientos no son uniformes en todo el
país como lo señala Armando Vivante (1959 :265), "Si en
apariencia el cuadro parece ser común a amplias regiones del
país, esto se debe a la falta de estudios analíticos y críticos,
a la carencia de discriminaciones zonales y a la inexistencia
de investigaciones históricas orientadas a valorar los compo-
nentes folklóricos médicos. Claro que esto no explica todo por-
que, no obstante, existe cierta uniformidad en las líneas ge-
nerales y en determinados detalles, pero esta uniformidad no
es más que la consecuencia de una amplia difusión, lo bas-
tante antigua e intensa como para tender una superficie co-
mún sobre un tres cuarto del territorio argentino".
202
Orestes Di Lullo, el Dr. Mendióroz y Gudiño Kramer, nos
hablan de la actitud de desapego de todo interés o provecho
personal del curandero, quien practica el oficio con un sentido
de caridad y mantiene el prestigio a fuerza de desinterés y
de nobleza, no hace negocio con su profesión, sino que entien-
de cumplir con un deber de solidaridad social.
Esta actitud nos permite establecer la diferencia entre
el curandero y el charlatán (utilice éste métodos folklóricos
o no) : mientras que el primero cree honestamente y tiene ple-
na confianza en sus poderes, otorgados por la gracia divina
y actúa en forma desinteresada, al segundo, lo impulsa el afán
de lucro y sabe de la ineficacia de su tratamiento.
Se mencionan a continuación algunas clases de curande-
ros folldóricos que han tenido difusión en nuestro país; para
algunos de ellos no se puede dar una apreciación definitiva
sobre su vigencia actual, ya que hasta el momento no se han
realizado estudios que enfoquen en forma analítica un pano-
rama del curanderismo en las diversas regiones folklóricas ar-
gentinas.
a) Mano santa
203
Jordán por el profeta Elíseo exclamó: "Creí que invocaría a
su Dios y me tocaría con la mano", según consta en el libro
de los Reyes, Lib. IV, cap. I (Bergeret Lafont 1942 :75).
También ha sido frecuente el atribuirle poderes curati-
vos a las manos de personas a quienes se consideraba de estir-
pe superior como el Rey. La curación del "mal del Rey" (es-
crófula) se lograba con sólo el roce de la mano real sobre el
enfermo. "La ceremonia del "toque" empezó realizándola Clo-
doveo el franco, en Francia en el 496, en este país duró la
práctica hasta 1775; Luis XIV, "tocó" a dos mil quinientas
personas durante su reinado". (Gerardo Rodríguez López)
En Inglaterra Carlos II realizó la imposición de manos
a unos cien mil escrófulos. Esta creencia está basada en los
poderes mágicos o sobrenaturales atribuidos a los reyes y en
virtud de los cuales podían otorgar ciertos beneficios a sus
súbditos como estas curaciones.
No es indispensable que figure el contacto de la mano
privilegiada sobre la zona afectada, en ocasiones esta ceremo-
nia puede faltar. En ciertos casos, el mano santa puede rece-
tar yuyos, hacer uso de oraciones y de la señal de la cruz.
A veces la cura puede efectuarse a distancia, es suficiente
poner una prenda del enfermo en manos del manosanta para
que el paciente recupere la salud.
b) Saludador
204
vehículo curativo. Para curar al sordo-mudo en Decápolis, Je-
sucristo tocóle los oídos y la lengua con los dedos untados
de saliva (Marcos VII, 33) y el ciego de Betzaida recuperó
la visión del mismo modo (Marcos IX, 23).
La particularidad del saludador reside en curar la hi-
drofobia en hombres y animales. A veces hacían la curación
chupando las mordeduras y sacando el veneno, o humedecien-
do los dedos en su saliva componían huesos rotos o dislocados.
Althaparro (1944 :131/134) menciona otro sistema de
curación que consiste en aplicar sobre la región afectada por
la dolencia, pabilos impregnados con la saliva de la "médica".
c) Herboristas o yuyeros
205
En la segunda condición reside precisamente la diferen-
cia, cuando dice:
2) por no necesitar oficiante misterioso, sino que cual-
quiera puede realizar la cura o aplicar el remedio
natural.
Para el herborista no hay hierba que no posea alguna
virtud, pero solamente usa aquellas cuya bondad tiene acre-
ditada la experiencia y que conoce por tradición, acompañan-
do a la droga de conjuros y sortilegios.
d) Adivino
206
c) Cura de palabras
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necesita oficiante, puede hacerlo el mismo enfermo. En Ale-
mania las curas por las oraciones ha tomado tanto incremen-
to que se han publicado farmacopeas de oraciones en las que
se designan una para cada enfermedad. También en la Ar-
gentina hay difundidos algunos de estos libros como el "Te-
soro de milagros y oraciones de la cruz de Caravaca" en el
cual se citan oraciones curativas contra la erisipela, anginas,
hernias, quebraduras, nubes en los ojos, nostalgia, parálisis,
etc. En estos casos ya no interviene la magia, sino la idea de
Dios; es el paciente quien solicita la intervención de la divi-
nidad. Según una reciente encuesta del Concilio Nacional de
Iglesias, efectuando en los Estados Unidos de Norte América,
142 de los 460 ministros protestantes, utilizan de modo regu-
lar la oración como medio curativo.
5. Parafernalia
208
enfocado, destacar el grupo social del que proviene el curan-
dero folklórico. Generalmente surge de las clases inferiores
de la sociedad como la tan conocida Madre María. Por su-
puesto esta no es regla general, ya que hubo curanderos de
gran renombre como Pancho Sierra, perteneciente a una fa-
milia de clase media acomodada y él mismo tenía cierta pre-
paración, obtenida a través de algunos estudios cursados.
No hace muchos años en Alemania (Berlín) se efectuó
una estadística a fin de constatar la profesión de los que se
dedicaban a curar sin autorización y dio como resultado un
elevado porcentaje de zapateros, jornaleros, etc. Dentro de
nuestro medio dice P. Barbieri (1905 :395/97) "Llama la
atención el gran número de mujeres que se dedican al curan-
derismo, casi todas son lavanderas, cocineras, planchadoras,
es decir carecen de toda cultura. Entre los hombres, los char-
latanes que hemos conocido fuera de un periodista y de un
pscudo médico alemán, los demás se ocupaban antes de ejer-
cer la medicina de conductores de tranvías, guardas de ferro-
carril, carreros, estivadores y hasta atorrantes".
Este autor encierra bajo la denominación de charlatán
aquellos a quienes distinguimos como curandero folklórico y
charlatán. Aunque en este caso resulta difícil saber a cuál de
las categorías pertenecería, ya que apenas sabemos de su de-
dicación al ejercicio ilegal de la medicina y su oficio. Arthur
Ramos en "O problema psychologico do curanderismo" (1931 :
978/980) advierte la diferenciación entre estos dos tipos: "To-
das las prácticas que utiliza el charlatán, obedecen a un pla-
no preconcebido de burlar la buena fe de la clientela en pro-
vecho personal. El curandero en la gran mayoría de los casos
es un charlatán involuntario... y su conducta obedece a un
móvil psicológico enteramente distinto al del charlatán.
Este tema será ampliado más adelante, pero podemos ade-
lantar que en general el charlatán proviene de otro grupo so-
cial, clase media, con un nivel superior de cultura.
209
ALGUNAS REGLAMENTACIONES Y LEYES REFERENTES AL
CURANDERISMO
210
en pregonar el trato frecuente con el diablo y el aprendizaje
realizado en las salamancas.
La garrucha consistía en atar las manos del reo con una
cuerda larga que pasaba por una polea suspendida del techo.
Quedaba así el acusado colgado como a un metro del suelo
y sujeto en los pies un enorme peso de hierro. En esta dolo-
rosa posición era interrogado por el juez; si negaba, ordena-
ba aquél que soltaran los verdugos de pronto la cuerda y al
caer el reo al suelo, por lo general se le dislocaban los brazos.
Otro de los tormentos aplicados, fue el garrote, que con-
sistía en ligaduras fuertes hechas en cada uno de los brazos
y piernas, entre la carne y la cuerda se pasaba un palo hasta
la mitad de su longitud y tomándole los verdugos por los dos
extremos, le daban vueltas, retorciéndose de este modo la
cuerda, que a cada vuelta se hundía en las carnes, llegando a
veces a penetrar hasta el hueso. El tormento del garrote fue
aplicado a la india Clara procesada por hechicería.
Fue muy frecuente también quemar a brujos y hechice-
ros, como lo prueba la carta que el Gobernador de Tucumán,
Juan Ramírez de Yelazco dirigiera al rey en 1586, en la que
le comunicaba haber enviado más de cuarenta personas a la
hoguera.
"Investigando a través de los viejos expedientes de la
justicia criminal del siglo XVII que existen en los archivos
de Santiago del Estero y Tucumán, venimos a encontrar que
aquéllos procedimientos crueles, desde los tormentos hasta la
pena del garrote y la hoguera, estaban en boga, lo que quiere
decir que si bien en estos estados no se levantó oficialmente
un Tribunal de la Santa Inquisición, como funcionara en Li-
ma, en cambio la lucha áspera y tenaz que los conquistadores
mantenían con los indios, obligó a los gobrenantes a aplicar
tales penalidades para quebrantar el poder político de los bru-
jos, qufi acaudillaban las tribus contra los españoles, por su
poder de médicos y augures" (E. Catalán 1926 :450).
En los siglos XVI, XVII y XVIII Europa estaba domi-
nada por un espíritu supersticioso que se expande también a
211
las colonias hispano-americanas. Es recién con la influencia
del racionalismo que se desacreditaron las creencias en las bru-
jerías y se suprime la pena de la hoguera impuesta a los
brujos.
Comenta Frazer (1949 :779/780) que es muy probable
que los modernos festivales del fuego europeos sean supervi-
vencias de estas costumbres; ya no se queman a seres huma-
nos, pero si a lo que consideran sus transformaciones como ga-
tos, zorras, serpientes, pues en la creencia popular las brujas
asumían las formas de estos animales. Como también el hecho
de quemar efigies de hechiceros, sea un sustituto de viejas
prácticas.
Vemos que en el transcurso de los siglos ha ido varian-
do el enfoque de este problema hasta la actualidad, en que se
lo encara con mayor amplitud a través de los estudios antro-
pológicos y folklóricos. Es recién con el progreso de estas cien-
cias y la comprensión del fenómeno cultural que el curande-
rismo se ha interpretado en forma más abierta y objetiva.
b) Protomedicato
212
fundamentales del Protomedicato" (Gerardo Rodríguez Ló-
pez 1949 :27 y sigts.).
Este tribunal estaba compuesto por un médico de Su Ma-
jestad y tres examinadores, ante quienes los bachilleres de-
bían rendir la prueba definitiva para obtener la carta de exa-
men, con la cual habían aún de practicar dos años más, en
compañía de un médico aprobado.
En América no hubo Protomedicato hasta 1646, año en
que fueron autorizados los catedráticos de medicina de las
universidades de México y Lima para que presidieran las jun-
tas y concurrencias. (Molina 1948 :34/35).
En el río de la Plata el Tribunal del Protomedicato se
estableció el 17 de agosto de 1780, durante el gobierno del
Virrey Vertiz, siendo su primer presidente el Dr. Miguel
Gorman.
213
Consejo de Higiene Pública por otro, a este último le corres-
pondía la vigilancia del ejercicio de la medicina.
En 1880 este Consejo fue sustituido definitivamente por
el Departamento Nacional de Higiene que recién en 1891 fue
organizado legalmente. Este Departamento entre otras activi-
dades es el encargado de vigilar el ejercicio de la medicina.
La mayor parte de las provincias cuentan en sus respec-
tivas capitales con Consejos de Higiene Pública que desem-
peñan fúnciones análogas al Departamento Nacional de Hi-
giene y cuyas atribuciones principales se reducen a vigilar el
ejercicio de la medicina y demás ramos anexos.
"Hasta la sanción del código penal el ejercicio de un arte de
curar, sin título o autorización, estaba reprimido por la ley
2829, en cuya virtud entró a regir como ley aplicable en la
capital federal y territorio nacionales, una ley de la provin-
cia de Buenos Aires. Conforme a diclia ley, al que ejerciese
algún ramo de la medicina sin título, debía ser llamado por
primera vez ante el Departamento Nacional de Higiene, para
ser apercibido; en caso de reincidencia probada incurriría
en la pena de 5.000.— pesos moneda corriente por la prime-
ra vez, de 10.000.— pesos por la segunda y 20.000.— por la
tercera. Establecía la misma ley que en caso de no satisfa-
cerse la multa o de ulterior reincidencia, el Departamento
de Higiene remitiera los antecedentes al juez del crimen, pa-
ra que éste procediendo breve y sumariamente graduara la
prisión, si debiera imponerla, a razón de un mes por cada
5.000.— pesos de multa. Estas disposiciones han sido dero-
gadas en virtud de lo que prescribe el artículo 305 del Có-
digo Penal" (Eusebio Gómez 1941: 171/172).
El artículo 208 del Código Penal, que está aún en vi-
gencia, se estructuró por primera vez en el proyecto de 1906
donde figuraba como artículo 225, siendo incorporado al or-
denamiento penal vigente sin modificación alguna, y que di-
ce así:
214
1<? El que, sin título ni autorización para el ejercicio
de un arte de curar, o excediendo los límites de la
autorización, anunciare, prescribiere, administrare o
aplicare habitualmente medicamentos, aguas, electri-
cidad, hipnotismo o cualquier medio destinado al tra-
tamiento de las enfermedades de las personas aún
a título gratuito.
2' El que, con título o autorización para el ejercicio de
un arte de curar, anunciare o prometiere la cura-
ción de enfermedades a término fijo o por medios
secretos o infalibles.
3- El que con título o autorización para el ejercicio de
un arte de curar, prestare su nombre a otro que no
tuviese título o autorización, para que ejerza los
actos a que se refiere el inciso primero de este ca-
pítulo".
215
"Agreguemos que liemos tenido presente para este ca-
pítulo el provecto que el Poder Ejecutivo remitió al TI. Con-
greso en 1904". (Nerio Rojas 1956: 497).
216
Otro de los procesos (La Ley, Tomo 32, 1943: 655/59)
presenta a un curandero que empleaba diversas modalidades
como el efectuar pases de manos sobre los enfermos, desen-
terrar un sapo de la casa de una de las víctimas para librar-
lo del daño que le habían producido por su intermedio, pro-
meter la curación de los campos mediante la fundición de
libras esterlinas. En otras ocasiones llegó a sustraer anillos
de valor a sus clientes con el pretexto de alejar el "mal" e
indicarle el número de la lotería que sería premiado.
En otro (La Ley Tomo 44, 1946:431) se probó que el
acusado suministraba a los pacientes bebidas que él mismo
preparaba con hierbas; ejercía el arte de curar bajo nombre
supuesto, recibía fuertes sumas de dinero por sus promesas
de cura en breves días y se comprometía a devolverlo si en
el plazo estipulado no sanaban de sus dolencias. Cuando los
enfermos advirtieron el engaño se fugó de la ciudad.
Estamos aquí frente a tres casos de curanderismo; los
métodos empleados por ellos tienen un contenido folklórico,
pero se manifiesta a través de sus actitudes que proceden de
mala fe, con intención de sustraer dinero a los pacientes por
medio de ardides más o menos ingeniosos. Es indudable que
no reúnen las condiciones que señalamos al definir al curan-
dero folklórico.
Otro juicio se refiere al conocido Tibor CJordon (.Juris-
prudencia Argentina 1959: 1:282) a quien se acusa de re-
currir a prácticas místicas que tienden a curaciones de ca-
rácter religioso. Cordon es el director de una agrupación es-
piritual que tiene como lema "Fortaleza de fe". Fue absuelto
pues no se pudo probar que aplicara ningún medio destinado
al tratamiento de enfermedades.
La "Hermana Agustina" (Jurisprudencia Argentina, To-
mo 76, 1941: 843/4) fue procesada por prescribir yuyos y
efectuar pases magnéticos sobre los enfermos y se la conde-
nó a tres meses de prisión.
En La Ley (Tomo 70, 1953: 172/74) encontramos otra
mención, se trata de Pedro Navarro quien curaba daños, afec-
217
ciones y recetaba yuyos. Se lo condena a dos años de pri-
sión como autor responsable del delito de estafa. Fue acusa-
do por uno de sus clientes, quien declaró que el procesado
exigió la entrega de ciertos objetos además de dinero en pago
de las curaciones. Como no pudo probarse la acusación fue
absuelto del delito de estafa.
En el proceso contra Juan Huesis o el "Hermano Juan"
(Jurisprudencia Argentina, Tomo II, 1923: 867/69) se lo de-
manda por dedicarse a curar mediante la fe en Dios. Colo-
caba una mano sobre el enfermo y pronunciaba oraciones de-
lante de un altar, instalado para ese efecto en su casa. Fue
condenado por el Tribunal, pues se consideró que el hecho
estaba encuadrado dentro de la sanción penal porque: "No
es necesario que se receten drogas ni substancias de ninguna
clase, como resulta claramente tanto de su letra al decir aguas,
electricidad, hipnotismo o cualquier medio, como de su pro-
pósito, por cuanto la ley quiere proteger la salud pública, la
que se ataca no solo cuando se le causa ese perjuicio indirecta-
mente, sustrayéndole de la asistencia racional dada por las
personas con título otorgado por la sociedad, únicas autori-
zadas para hacerlo".
En otro juicio citado en "Votos y sentencias penales"
(M. Oderigo 1956:211) se condena a Ramona Larroza por es-
tafas reiteradas, a la pena de cinco meses de prisión. Ella
obtenía dinero por colocar la mano sobre el cuerpo del pa-
ciente, al mismo tiempo que recitaba oraciones. En el juicio
se destaca que como fué probado que la acusada no utilizaba
ningún medio destinado al tratamiento de las enfermedades,
no se considera que haya infringido el art. 208 del Código
Penal, sino el de estafa porque cobraba por sus curaciones.
Se observa cierta discordancia en los fallos de estos dos
últimos procesos mencionados. Mientras al "Hermano Juan"
se le aplica el art. 208 porque no suministra medicamentos,
pero sustrae a los enfermos de una asistencia racional, a R.
Larroza por cobrar sus curaciones y no utilizar ningún tra-
218
tamiento se la sentencia por estafa. Con lo que a un proble-
ma jurídico similar se le dieron soluciones dispares.
Cabe admitir la posibilidad que del estudio directo de
los juicios, se pudiera llegar a una mejor comprensión de es-
tos fallos, pero por la imposibilidad ya señalada de recurrir a
dichas fuentes, los datos obtenidos están extraídos de las re-
vistas mencionadas.
219
administrar o aplicar cualquier medio destinado al tratamien-
to de las enfermedades. Si bien para la sanción de la pena
es indiferente que quien practique este delito, esté convencido
de sus poderes y no sustente un propósito de enriquecimiento,
al menos estos antecedentes son estimables como para no en-
cuadrar estos hechos como defraudación o estafa, como se ha
propuesto en algunos de los juicios comentados en el punto
anterior. A través de ellos se observa que en algunas oportu-
nidades, no se ha establecido una diferenciación entre el char-
latán y el curandero.
220
11. Algunos casos de crímenes efectuados a instigación
del curandero.
221
dentro de la rama de la magia simpática, que puede denomi-
narse contaminante o contagiosa.
El otro hecho Nerio Rojas por sus características lo ha
titulado "Un crimen medioeval en la actualidad" (1931:453).
En un pueblo de la provincia de Santiago del Estero, una
familia consultó a una curandera preocupados por la situa-
ción del jefe de la casa, quien desde tiempo atrás demostraba
una actitud extraña, se mostraba furioso, rompía sillas y los
amenazaba. Luego de conocer los síntomas la curandera diag-
nosticó que el padre estaba "embrujado", que tenía el diablo
adentro y a quien había vendido sus hijos por un millón y
medio. Les recomendó para su curación un líquido que ella
misma preparó, además recetó golpearlo hasta tanto el padre
les entregara el pacto diabólico.
Los parientes cumplieron lo recetado, pero como el pa-
dre se resistiera, decidieron atarle de pies y manos en cua-
tro estacas para poder golpearlo con látigos de alambre y
cuchillos a fin de acelerar la declaración, con lo que se vería
libre del demoníaco poder que sobre él pesaba. A los pocos
días de iniciado el tratamiento el enfermo murió agobiado por
los golpes.
Es indudable que este es un caso de demopatía aguda.
Como bien lo dice Rojas, sería de interés para estudiarlo en
sus varios aspectos: "Con él ahora (el daño) y antes con el
diablo, hay casos en los cuales resulta muy difícil discriminar
lo que corresponde solo a la superstición y lo que ya es pa-
tológico. Si el primer caso es motivo del folklore y tiene in-
terés para el sociólogo, el segundo es observación de la clíni-
ca y tiene importancia para el psiquiatra. Pero uno y otro se
esclarecen recíprocamente" (N. Rojas 1951:22).
Durante la Edad Media estuvo muy arraigada las creen-
cias que los hechiceros podían efectuar pactos con el demo-
nio. No solo el pueblo creía en estas supersticiones, sino que
también la encontramos entre la realeza, como lo atestigua
el hecho que Felipe II haya enviado a Galicia una comisión
de técnicos de su mayor confianza para averiguar si era cier-
222
to cuanto atribuían a los brujos. En el informe que emitieron
aquellos doctores (que se conserva en el archivo del Esco-
rial), afirmaban que ellos mismos habían visto salir a las do-
ce de la noche a las brujas por las chimeneas, montadas en
escobas (Jesús Rodríguez López 1943:139).
Molina Téllez (1947:278) cita otro caso interesante. Un
hombre se encontraba casi paralítico y el curandero, luego
de varias experiencias afirmó que estaba hechizado por los
ojos de una mujer que rondaban la casa del enfermo. La
única forma de "apagarlos" era pinchar los ojos en un re-
trato de la Manuela, a quien consideraban autora del hechizo.
Esta operación no dio resultado alguno. Fue consultada otra
curandera y de común acuerdo con su colega, resolvieron que
la única posibilidad de sanar al enfermo, sería pincharle los
ojos a la misma Manuela. Para esto fue llevada a la fuerza
hasta la casa del hechizado, a quien previamente le habían
dado una bebida estimulante que le infundió coraje para pin-
charle los ojos a la mujer. A pesar del convencimiento de
ellos que la maléfica mirada de la Manuela no había sido he-
cha con alevosía no dudaron en privarla de la vista para
obtener la curación del paciente.
Estamos aquí frente a una de las prácticas mágicas más
generalizadas como es la de producir un daño a una persona
a través de su retrato. En este caso comenzó con un hechizo
simbólico, para terminar en un hechizo directo.
223
El Dr. Oraison (1955:2868/73) refiriéndose a este pro-
blema se pregunta: Se trata de una sugestión en acción?, in-
fiere entonces que la sugestión es una potencia que contri-
buye a la recuperación de la salud del enfermo. Y lo esen-
cial es que el paciente se beneficie, aún cuando este método
haya sido aplicado por personas que carecen de la autoriza-
ción correspondiente para ejercer la medicina. Por lo que
nuevamente se pregunta el Dr. Oraison: Se debe perseguir
al curandero en este caso o sacar una enseñanza para imitar-
le y hasta superarlo?
Este interrogante cabría contestarlo desde el punto de
vista médico y de la nueva orientación psicosomática de la
medicina.
226
3. ¿Qué medidas cree que permitirán luehar con éxito
contra el curanderismo?
Fue enviada a cuarenta médicos de los cuales contestaron
solamente veintitrés, de manera que no se la puede considerar
decisiva, sino simplemente de orientación.
En respuesta a la primer pregunta, la mayoría de ellos
se manifiestan por la afirmación.
Con respecto a la segunda, diecisiete sobre veintitrés res-
puestas coinciden en señalar como los factores más importan-
tes del curanderismo a la ignorancia en general y a la falta
de educación sanitaria en particular. Los profesionales de
Catamarca; Jujuy y Chaco consideran a la ignorancia en re-
lación con otros aspectos psicológicos, como la influencia de
lo mágico y lo sobrenatural transmitido por la tradición. Ade-
más de las deficiencias culturales, los defectos de la acción
judicial, constituyen el factor citado con mayor asiduidad;
se lo señala concretamente en nueve contestaciones. Con igual
frecuencia aparecen las imperfecciones que muestra la asis-
tencia médica y en cuatro respuestas se considera a la po-
breza como otra de las causas.
Diecisiete de los veintitrés médicos dan como contesta-
ción a la tercer pregunta, la necesidad de elevar la cultura
general, particularmente la sanitaria; una mayor y mejor
persecución de quienes participan en el acto de curanderis-
mo, y el perfeccionamiento de la asistencia médica; el de Co-
rrientes agrega que es necesario "humanidad y comprensión
para con los problemas ajenos; acercar a la gente sin cultu-
ra a un médico técnicamente bien dotado y con cierta acep-
table dosis de bondad".
De las respuestas se infiere que el curanderismo está
muy difundido en la República Argentina. Consideran co-
mo causas preponderantes las deficiencias culturales y de la
educación sanitaria en especial. La poca eficiencia de los ac-
tuales procedimientos judiciales así como los defectos de la
asistencia médica, son las causas que siguen en importancia,
227
mientras que el causal económico, al igual que los aspectos
psicológicos propios y particulares del curanderismo, apare-
cen en los últimos puestos de la escala de frecuencia.
228
por causas sobrenaturales. "En el deseo de vivir es donde to-
ma arraigo la creencia en lo sobrenatural, creencia que al-
canza proporciones universales entre todos los pueblos pasa-
dos o presentes. Las formas de esta creencia varían según las
regiones, lo cual no impide que algunos de sus aspectos se
encuentren en todas partes" (Lowie 1947:288).
Son estas ideas las que no permiten desalojar del pueblo
la profunda fe que tienen en los curanderos.
229
Ira que a pesar de los grandes adelantos científicos, aún hoy
se considera sumamente valioso el aporte que proporciona la
tradición en materia médica.
Relata Tobías Rosenberg (1939:95) que para las erupcio-
nes cutáneas los indígenas acostumbraban a aplicar una hor-
miga negra sobre la parte enferma. La razón de este reme-
dio empírico para los aborígenes, ha sido dada por los quími-
cos. Esa clase de hormigas que ellos utilizaban, entre sus
substancias orgánicas, reúne cierta cantidad de ácido fórmico
que es el mejor remedio para el citado mal.
Resulta de interés lo que refiere el Dr. Enrique Korn
(1955:1460) acerca de la "tirada del cuerito". Siendo él di-
rector del Centro de Higiene Maternal e Infantil de Esquel,
comenzó a poner en práctica esta maniobra en todos los ni-
ños afectados con afecciones gastro-intestinales. Este médico
señala que el resultado ha sido benéfico y que "solo la obseca-
cióu o la tosudez pueden negar, puesto que son evidentes, y
su comprobación al alcance de cualquiera, médico o no". Y
agrega: "La excitación producida por el despegamiento de
la piel... restablecería los reflejos nerviosos normales con-
tribuyendo en esta forma a la debilitación, y a veces a la
anulación completa del proceso patológico y a la recupera-
ción de la salud. La explicación de los procesos patológicos y
fisiológicos del organismo desde el punto de vista del nervismo
a base de reflejos, cualquiera que ellos sean, axónicos, anti-
drómicos, interorreceptores, como en este caso que nos ocupa,
debe obligarnos a los clínicos a ocuparnos seriamente de ellos
y sus efectos y no soslayarlos por considerarlos anticientíficos
por su origen popular como en este caso".
Otro aporte lo ofrece un profesor de la Facultad de Me-
dicina de París, quien aplicó con éxito un remedio para lac-
tantes, extraído de su conocimiento del folklore comarcano
(Mendiérez 1934:412/413).
Es interesante destacar la actitud de algunos médicos,
quienes en vez de rechazar a priori los resultados de siglos
de observación empírica, los estudian y analizan y una vez
230
comprobada su eficacia, lo ponen en práctica como en los ca-
sos mencionados.
Otro médico, el doctor Pardal (1937:345) dice que "gran
parte de los descubrimientos en materia médica se han de-
bido a obscuros observadores intuitivos o al empirismo más
rudimentario. En tal forma se acepta como una ley general
en farmacoetnología y farmacohistoria, que la terapéutica na-
ció en las sociedades humanas con anterioridad al desarrollo
de los conocimientos médicos propiamente dichos".
17. Conclusiones.
231
digo penal en que el art. 208, establece las normas para el
ejercicio de la medicina.
Son pocos los casos de curanderismo folklórico, que co-
mo tales han llegado hasta la justicia, pero a través de los
procesos existentes, se observa que la imposición de manos,
la prescripción de yuyos y las curas por oraciones han sido
los método sempleados con más frecuencia. También se pue-
de apreciar que no se ha establecido en algunos casos la di-
ferenciación entre el charlatán y el curandero. Mientras que
los primeros burlan la buena fe de los que a ellos acuden
en provecho personal, los segundos no hacen negocio con su
profesión, sino que actúan en forma desinteresada y con el
propósito de brindar ayuda.
Por lo general el pueblo le concede su fe y su venera-
ción y hay registrados algunos hechos en que por sugerencia
de curanderos se ha llegado a instigar crímenes como medio
terapéutico, lo que evidencia la sugestión que ellos ejercen so-
bre ciertos enfermos.
Recurren al curandero los integrantes de las distintas
capas sociales, por lo que este fenómeno social se observa no
sólo en los medios rurales, sino también en los urbanos y una
de las razones de esta concurrencia la encontramos en el po-
der de sugestión que ejerce el curandero.
A pesar de las leyes represivas, persiste este problema
porque el medio ambiente aún contiene los elementos que per-
miten su subsistencia.
La apreciación de este problema ha ido variando de
acuerdo a las concepciones mágicas, teológicas, naturales y
científicas que se han ido sucediendo. Ha sido abordado des-
de diversos puntos de vista: médico, médico-legal, médico-far-
macéutico, jurídico, policial, etnológico, social; al enfocarlo
ahora desde el punto de vista folklórico y a través de los
procesos legales, no se pretende justificar su actuación, sino
que consideramos que por los antecedentes expuestos no se tra-
ta de vulgares delincuentes o estafadores, sino que ellos me-
recen tratos diferentes. La contribución de los estudios antro-
232
pológicos y folklóricos a este fenómeno, permitirá una com-
prensión más amplia y objetiva de este problema. Además
debe tenerse en cuenta que en las generales de la ley, el
análisis folldórico puede poner en evidencia aspectos particu-
lares de configuración del delito, sin duda útiles para un
mejor ajuste del criterio del juez y del abogado.
MARTHA T. BLACHE
Cramcr 2153. D. Buenos Aires
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