Antropología Forense y El Retrato Hablado

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Antropología Forense y el Retrato Hablado

Lic. Ma. Jimena Marranghello

Como menciona Flores Guerrero “Con la aparición del hombre inicio el estudio de la
identificación, siendo el mismo el que ideo sistemas para llevar a cabo esa acción. Los
antecedentes de algunas formas de identificación se remontan desde la aparición de las
culturas mesoamericanas como la Tolteca, Olmeca, Maya y Azteca, estas culturas
desarrollaban un sistema de reconstrucción o reproducción cráneo-facial” (Flores
Guerrero, Diana Carolina: 2004).

Desde que el hombre es hombre, este ha buscado e ideado un sistema que le permita
identificarse, diferenciarse y reconocerse de los demás, esto va desde el nombre propio
hasta la identificación física; la utilización de las características físicas y conductuales
como herramientas individualizantes se llevaba a cabo desde tiempos antiguos. La
historia de la identificación humana se remonta a la invención de los nombres, ya que
prematuramente el hombre, tuvo la necesidad de individualizarse; conforme la
civilización avanzaba, y las sociedades se hacen más numerosas, surge el problema de
identificar al criminal que huyó de la justicia, la identificación y filiación de personas
NN.

“El estudio de la identificación de un individuo, se tomó en cuenta desde su


morfología, sus costumbres, las prendas de vestir, las señas particulares, hasta las
marcas hechas a los esclavos con hierros calientes.” (Flores Guerrero, Diana Carolina:
2004). Es importante destacar que: “con el crecimiento poblacional, el mero hecho de
portar un nombre no se hacía suficiente, pues se daban muchas reiteraciones, por lo que
se necesitó de la creación de los nombres patronímicos o apellidos que, en un inicio,
eran producto de la ubicación geográfica de la persona, o bien, relacionados con su
profesión o características físicas” (Albarellos, Laura: 2011)

Dada la importancia de identificar a las personas que cometen un acto delictivo y con
ello llegar a determinar su responsabilidad, es necesario contar un método de
identificación utilizando los rasgos biométricos del rostro; las cuales se obtienen
mediante la realización de entrevistas con las víctimas del hecho esto con el fin de
identificar al agresor e individualizarlo contribuyendo con esto para su pronta captura;
en el caso de restos donde no es posible realizar una individualizacion a través de la
entrevista, es importante el trabajo de los Antropólogos Forenses quienes a partir del
estudio de los restos óseos (identificación aproximada de edad, sexo, raza y análisis de
laboratorio), permiten realizar al artista un retrato de los mismos y de esta mara
posibilitar su identificación. El problema de la identificación surge entonces con el
origen del hombre y la necesidad de distinguir a los congéneres, pero que lo ubicaran
dentro de un grupo social o familiar. Tal vez, lo más importante para distinguir a una
persona dentro de una sociedad es la identificación personal, que la hará única y
diferente de los demás.

Identificación humana

Son varias las ramas especializadas para la identificación humana, una de ellas es bien
conocida como el "retrato hablado". En este sentido, más que la tecnología, la eficacia
depende del factor humano.

La identificación de personas, consistente en establecer la Identidad, características,


individualidad, y/o semejanza de las personas y puede hacerse por muy variados
métodos, los que fundamentalmente son:

• Identificación por los rasgos exteriores.

• Identificación médico-legal o forense.

• Identificación odontológica.

• Identificación antropológica.

• Identificación biológica.

• Identificación mediante fotos de archivos criminales.

• Presentación al reconocimiento mediante fotos.

• Presentación al reconocimiento en fila (rueda) de personas.

El retrato hablado es una técnica que debería complementar las diferentes disciplinas de
la criminalística, para la investigación rostros involucrados en la identificación. Para la
realización de un retrato hablado se deben tener conocimientos de computación,
anatomía humana (ósea, muscular, ligamentosa), manejo de morfología, conocimientos
mínimos de antropología Cultura general. Capacidad investigativa que haga aflorar los
datos en el subconsciente del testigo. Conocimientos de leyes vigentes. Contar con un
cuestionario sistematizado para llevar adelante el retrato en conjunto con el relato del
testigo.

La importancia del estudio y aplicación de las técnicas de identificación personal, no


radica únicamente en la investigación policial en la búsqueda de autores de los hechos
delictivos, sino también en el reconocimiento de las víctimas, principalmente en delitos
contra la vida e integridad física de las personas; el conocimiento de tales técnicas
descriptivas cuenta también con un amplio campo de trabajo en el ámbito social, tanto
desde el punto de vista jurídico como en el que se refiere las relaciones humanas en
sentido general.

El retrato hablado es un método descriptivo, que permite establecer las características


particulares de la fisonomía de un individuo. Su descripción es amplia, de modo tal que
en un verdadero retrato de una persona. Basado en un método tripartita de cualidades
posibles de cada órgano considerado en su aspecto determinado. A la filiación
descriptiva de su retrato hablado, Bertillon, la dividió en tres partes:

• Filiación Civil.

• Filiación Cromática.

• Filiación Morfológica.

Cada persona es diferente y que cada una de sus diferencias pueden ser medida y, de ser
necesario, demostrar.

Antropología Forense: es la aplicación de la ciencia de la Antropología Física al proceso


legal; pudiendo determinar a partir de ella sexo, talla, edad, grupo étnico, e incluso
llegar a la reconstrucción facial de restos humanos. La antropología es una ciencia que
desde sus diferentes ramas ofrece la posibilidad de contar con una mayor cantidad de
herramientas para aportar a un proceso judicial; poniendo énfasis en la aplicación de las
teorías sociales, culturales, de variabilidad biológica y arqueológicas, lo cual permite
concebir al hombre dentro del entorno del cual forma parte, tanto como creador o como
resultado de este.

El objetivo de la Antropología Forense, se ha entendido durante mucho tiempo como el


análisis de los restos óseos con el fin de poder obtener características identificatorias de
la persona, sin tener en cuenta otros factores, relacionados con la muerte del individuo.
Mientras no se tome conciencia que la labor de identificar a un individuo no es sólo
devolver la identidad biológica, sino que se debe considerar a cada cadáver como un ser
social e histórico, cada proceso quedará incompleto, o será insuficiente. Es por ello que
se debe poner el énfasis en la aplicación de las teorías sociales, culturales, de
variabilidad biológica y arqueológicas, que nos permiten visualizar al hombre dentro de
un entorno, dentro de un todo del que forma parte, ya como creador, ya como resultado
de éste.

Antropología Forense y Proceso de Identificación: desde la antropología se ha realizado


gran cantidad de aportes, para la identificación de las personas; uno de los aportes más
importantes en la identificación de N.Ns, en estado de putrefacción, esqueletización o
destrucción parcial o total.

La antropología forense, permite a partir de una mirada holística la identificación de las


personas no solo permitiendo la reconstrucción del rostro de la misma, sino también
realiza un aporte a la identificación forense personal o sociocultural diferente. El motivo
de esta diferencia es que generalmente no se trabaja con restos de personas que aún
conservan intacto el tejido blando, a excepción de casos de desastres masivos, donde
usualmente los cuerpos no se encuentran completos; tampoco se trabaja con
comunidades en general, sino con reductos de comunidades que por lo general han
tenido un proceso de violencia que las ha afectado.

El análisis de restos óseos con fines de identificación, no se puede asimilar al que se


realiza a un cuerpo que aún conserva los elementos necesarios para obtener huellas
dactilares o para tomar fotografías de filiación para el reconocimiento del cuerpo por
parte de un familiar. Del mismo modo, que, para una persona no familiarizada con los
restos óseos, todos los esqueletos parecerán iguales, e imposibilitarán la realización de
una identificación mediante el reconocimiento morfológico.

Es aquí donde la identificación especializada surge como herramienta útil, un


antropólogo con una formación integral, podrá realizar una amplia investigación
preliminar, no solo recolectando información acerca del sitio donde se realizará la
exhumación, condiciones climáticas, de pluviosidad, del suelo, sino también toda la
información referente a la persona o personas a identificar, para que cuando se llegue a
la etapa de laboratorio solamente se tenga que hacer el análisis y cotejos respectivos.
Reconstrucciones Faciales: las reconstrucciones faciales se desarrollan en forma
interdisciplinarias con asistencias a los especialistas en Antropología Forense, que
previamente elaboran un boceto hipotético diferencial de las características anatómicas
de los componentes del rostro, empleando para ello los métodos más utilizados para
efectuar las reconstrucciones faciales de tipo bidimensional que ya se han utilizado
técnicas artísticas de dibujo anatómico o asistidos por computadora.

La identificación de rostros: trata de reconocer si una persona es la misma que se


supone o se busca, a partir de un conjunto de caracteres somáticos, óseos o genéticos.
Este proceso puede ser comparativo o reconstructivo, tendiente a ubicar a una persona
desconocida dentro de un universo biosocial conocido, con el que comparte un
territorio, un origen común y unas características morfométricas afines.

La diferenciación de rostros, tanto por su economía como por su versatilidad y sencillez


continúa siendo la base del proceso de identificación de personas vivas; al tratar con
restos de N.Ns, en estado de putrefacción, esqueletización o destrucción parcial o total,
el trabajo en conjunto de los retratistas y el antropólogo forense, permiten la
individualización de los mismos, para dar con la identidad y filiación de cada uno de
ellos.

En el siglo XIX el Bertillonaje identificaba sujetos vivos mediante fichas, que incluían
los rasgos de la frente, nariz, orejas, dando a cada uno de ellos una escala de 7, según la
forma, dimensión o grado de inclinación, incluyendo también el color del iris izquierdo,
marcas y estigmas particulares, señales y rasgos distintivos de la fisonomía y otras
partes del cuerpo.

El somatotipo facial: el rostro se describe de manera sistemática en el plano de


Francfort, según las diferentes regiones, iniciando desde el cabello hasta su porción
mandibular, facilitando la ubicación de los distintos rasgos se divide por el plano sagital
medio y en tercios horizontales: cerebral (1/3 superior), respiratorio (1/3 medio) y
digestivo (1/3 inferior). Además del sexo, la filiación poblacional, es importante la edad
pues después de los 40 años se observan procesos involutivos, y comienzan a decaer la
nariz y orejas, se aplanan los labios, se profundizan los surcos frontales y el nasobucal.

El cabello: los antropólogos clásicos emplearon la forma y el color del cabello para
diferenciar y caracterizar poblaciones, distinguiendo cabellos lisos (mongoloides,
polinesios y algunos caucasoides), ondulados (caucasoides, australianos, vedas y
etiópidos) y crespos (negroides).

La frente: caracterizada según su anchura, grado de inclinación, desarrollo de los


lóbulos frontales y la región glabelar.

Los ojos: dependen del grado de desarrollo y forma de los arcos superciliares, del grosor
del borde superior, de la ubicación de la cresta lagrimal posterior en el borde medial, del
tubérculo orbital en el borde lateral, de las dimensiones de la órbita. Si son altas se
configura pliegue palpebral superior, si son medias el párpado superior estará
despejado, si son bajas el párpado estará muy abierto.

Cuando las órbitas son muy anchas se forman ojos almendrados, cuando son angostas
los ojos aparecen muy despejados. La forma de las cejas depende de la forma del borde
orbital y de la posición de los arcos superciliares. El tamaño, profundidad y forma de las
cavidades orbitarias estas determinan por la conformación ósea de la región ocular, y a
su vez, la disposición de los párpados y de la apertura palpebral horizontal. Así, los
mongoloides con pómulos sobresalientes observan órbitas altas, acompañadas de una
gran anchura facial. Los australianos y en general los negroides poseen la menor altura
orbital influidas además por un fuerte desarrollo de los arcos superciliares y un descenso
suave en la raíz nasal.

También inciden la disposición de los huesos nasales y del maxilar superior, el tamaño
del globo ocular y la distancia interorbitaria (Valls, 1980: 313). Los caucasoides tienen
los ángulos oculares más juntos (15-26 mm) que los negroides (22-26 mm), éstos a su
vez más que los mongoloides; por su parte, en todos los grupos étnicos las mujeres no
sólo poseen órbitas más altas sino también ángulos internos más próximos que en los
varones.

La nariz: la morfología nasal es muy variable ontogénica, sexual, y poblacionalmente.


Su forma la definen la región de la raíz, el perfil del dorso, la punta y la forma de los
orificios nasales. La raíz está determinada por la forma y grado de desarrollo de la
región glabelar y por la longitud de las prolongaciones nasales del frontal. En los
mongoloides las raíces sobresalen muy poco; son deprimidas en negroides y
pronunciadas en caucasoides, especialmente mediterráneos. El perfil del dorso puede ser
cóncavo, recto, convexo o sinuoso. La punta nasal puede ser respingona, horizontal o
inclinada hacia abajo. Los orificios nasales pueden disponerse longitudinal o
transversalmente o ser más bien redondeados, correspondiendo los primeros a
leptorrinos (narices angostas), los segundos a camerrinos (narices anchas), y los últimos
a la mesorrinia (anchura media)

La boca: la anchura bucal observa relación con la anchura entre las prominencias
caninas a nivel de subespinal. Existe paralelismo entre la anchura nasal y la anchura
entre estas estructuras pues las prominencias caninas constituyen una división
anatómica. Después de los 40 años se incrementa, agudizándose después de los 50 años
de edad. La forma y tamaño de la boca depende del tipo de oclusión, del grado de
prognatismo alveolar y facial, de la profundidad de la fosa canina, de la prominencia
alveolar de incisivos y caninos, del grado de desgaste de los dientes y la forma del borde
alveolar mandibular. La anchura bucal se mide y se configura de distintas maneras, de
acuerdo al autor que se siga. Para Caldwell la comisura labial a nivel frontal se puede
ubicar entre las líneas que unen los puntos infraorbitales y el foramen mentoniano; por
otro lado, de acuerdo a Krogman la comisura bucal tiene la misma anchura que las
pupilas oculares; de éstas se desprenden perpendiculares que delimitan los ángulos
bucales. La anchura también se puede verificar observando la distancia entre los caninos
superiores.

La forma del rostro en general: en el proceso de descripción de la mandíbula se tienen


en cuenta el ángulo goniaco, el cual se considera ancho, femenino si se aproxima a los
125°, recto, cercano a los 110°, considerado masculino. También se observa la eversión
goniáca, la altura del proceso coronoideo, la prominencia del cuerpo mandibular, la
forma del mentón, que puede ser agudo si es femenino y cuadrangular si es masculino.

La reconstrucción facial constituye la culminación del proceso de identificación de las


particularidades de un sujeto, mediante la elaboración de un retrato antropológico que se
plasma gráfica o plásticamente; y constituye la mayor aportación de la Antropología a
las Ciencias Forenses, ya que elabora a partir de un conjunto de huesos un retrato
disponible para divulgar, contrastar, comparar contra fotografías de posibles
desaparecidos. Tiene una serie de ventajas, pues es una prueba de rápida elaboración, de
muy bajo costo, de carácter científico, verificable y repetible, de fácil divulgación que
permite profundizar en la investigación y buscar un nombre. No obstante, es una prueba
no concluyente, que reviste mucha subjetividad pues a partir de un cráneo distintos
artistas pueden elaborar diferentes retratos.
La reconstrucción facial es anatomía comparada y arte, por lo cual se requiere de un
trabajo interdisciplinario, con la colaboración de antropólogos forenses, ilustradores
médicos, médicos y odontólogos. En donde por un lado se produce un retrato
antropológico de acuerdo a los estimativos de sexo, edad, filiación poblacional y rasgos
individualizantes; y por otro, se plasman estos detalles en una reconstrucción gráfica o
plástica. Las medidas de la frente, órbitas, huesos nasales, apertura periforme y
mandíbula se convierten en general en un conjunto de rasgos que se aproximan al rostro
de lo que fue el individuo en vida. Para su elaboración se debe tener en cuenta que:

• El grosor varía en concordancia con el sexo, la edad, filiación poblacional, la


constitución física del individuo y la región facial.

• En todos los grupos las mayores dimensiones se alcanzan en la cohorte de los


41-50 años, después varían según el grupo étnico, en unos disminuyen y en otros se
incrementan, edad cuando se inician los procesos involutivos.

• Los mongoloides en comparación con otras poblaciones presentan mayor


desarrollo en el relieve de la región infraorbital, y menor desarrollo en glabela y
cigomaxilar; quizás obedezca a un suave descenso de la región frontal a la nasal y a una
menor profundidad de la fosa canina.

• En caucasoides se observa todo lo contrario. En los negroides se mani fiesta el


mayor desarrollo de giabela y cigomaxilar, y menor curvatura a nivel de zygion e
infraorbitale.

• En la frente el grosor varía generalmente entre 4-6 mm.

• En los ojos no existen diferencias poblacionales ni sexuales en los puntos


entocanthion e infraorbitable.

• En los pómulos el grosor en el punto malare de caucasoides varones oscila entre


7,5-8,5 mm; en mujeres entre 10,0-10,5 mm. Para el zygion en los varones varía entre
6-8 mm, en mujeres entre 7,0-8,5 mm.

• En la nariz el punto nasion posee un grosor que oscila entre 5,5-6,5 mm; en el
rhinion entre 3,0-3,5 mm. En subspinale el grosor es mayor cuando el cartílago nasal es
prominente (11,0-12,5 mm), disminuyendo con la reducción de éste (6,5-7,5 mm).
• En el maxilar el grosor varía ampliamente, alcanzando en los varones 10,5-14,0
mm; en las mujeres oscila entre 9,5-12,5 mm.

• El grosor del tejido blando alrededor de la boca y la nariz varía


independientemente de las otras regiones faciales. Con la edad se incrementa la altura
de la boca en su parte superior (subnasale a stomion), pero disminuye el grosor de los
labios, dada la reducción de la altura coronal por el desgaste.

• En la mandíbula el grosor también observa amplia variabilidad, sobrepasando en


algunas ocasiones los 20,0 mm de espesor en la rama ascendente.

• Los puntos cefalométricos más difíciles de localizar son zygion y el subspinale.

La reconstrucción tridimensional (plástica): se elaboran copias fidedignas del cráneo ya


sea en yeso o en otro material consistente. El cráneo se ubica con el rostro hacia arriba,
cuando fragua él se retoca el vaciado y se marcan los puntos de localización de los
tubérculos orbitales, el tercio superior de la cresta lagrimal posterior y la altura de la
cresta conchal, además de los puntos cefalométricos, se taladran pequeños agujeros, se
insertan palitos calibrados de acuerdo al grosor del tejido blando y se pegan con algún
adhesivo. Inicialmente, se reconstruye una mitad utilizando la otra mitad ósea como
punto de orientación y de referencia para la conformación del relieve; posteriormente se
rellena todo el rostro. Una vez reconstruido los músculos mencionados se procede a
ubicar capas que cubran completamente el rostro hasta las barras calibradas. Una vez
finalizado esto se puede elaborar una mascarilla en yeso o un busto completo que al
pintarse en color bronce da la sensación de una obra escultórica, este último
procedimiento es útil en la elaboración de galerías de antepasados prehistóricos.

Consideraciones finales

El desarrollo de la antropología forense ha contribuido de forma inestimable a la


identificación de las personas; su avance en los últimos años ha llevado a que su labor
sea reconocida, y que se procure el uso de sus métodos a la problemática de la
identificación. Entendida esta como la necesidad de reconocer a una persona que en un
determinado momento formó parte de un grupo social, de una comunidad, un ser
biológico que se relacionó con un entorno al cual afectó y que ocasionó cambios en ese
ser humano. No como un ente aislado.
Así mismo entender que este proceso comienza desde la investigación preliminar,
incluyendo la excavación, análisis y cotejo, terminando en la identificación positiva o
negativa; proceso en el cual participan y aportan todas las áreas dentro del respeto por
las demás y por los conocimientos que se puedan aportar, teniendo siempre presente que
se trabaja no solo por las personas desaparecidas sino sobre todo por los familiares de
estas personas que son quienes finalmente sufren desde el momento en que su ser
querido desapareció y que lo único que buscan es encontrarlo y terminar con el trauma
que implica este fenómeno.

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