Filosofía de La Educación PDF
Filosofía de La Educación PDF
Filosofía de La Educación PDF
MODALIDAD MIXTA
ANTOLOGÍA
Cuatrimestre: 5
Agosto 2015
1
ÍNDICE
Introducción 3
Contenido temático:
Objetivo particular 6
Temas
Actividades de aprendizaje
Criterios y procedimientos de evaluación
ANTOLOGÍA
Referencias 218
2
INTRODUCCIÓN
Rabindranath Tagore
3
La Universidad de Cuautitlán Izcalli (UCI), manifiesta una vez más, su compromiso
institucional con la formación de profesionistas de alto nivel académico, con la
presentación de esta Antología a los catedráticos y estudiantes de la Licenciatura
en Educación; pretendiendo que los estudiantes indaguen críticamente sobre
distintas perspectivas filosóficas que arrojan luz a los principales conceptos y
actividades constitutivas de la labor pedagógica, reflexionando sobre temas como
el sentido de la educación, el papel que juega el conocimiento dentro de la
educación y la relación que existe entre la labor del educador y el tipo de sociedad
que se desea tener. Lo anterior se logrará a partir del uso que los estudiantes hagan
de las categorías filosóficas y la argumentación como herramientas de análisis para
el fenómeno de la educación.
4
OBJETIVO GENERAL
5
CONTENIDO TEMÁTICO
Objetivo particular: Revisar y analizar las definiciones de educación, estableciendo un concepto propio a partir de la relación con su práctica
docente.
6
TEMA 2: VISIONES DE ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA DE LA EDUCACIÓN No. Horas___________
Objetivo particular: Establecer la idea del hombre en las distintas corrientes filosóficas en contraste con la idea que se tiene en el actual
enfoque educativo.
7
TEMA 3: PROBLEMAS METAFÍSICOS DE LA EDUCACIÓN NO. HORAS___________
Objetivo particular: Identificará la estructura esencial de la educación a partir de la reflexión de los problemas de la la práctica
educativa.
8
TEMA 4: LA FORMACIÓN DE LA PERSONALIDAD NO. HORAS___________
Objetivo particular: Identificará los ámbitos de intervención el tipo de educación y el ámbito de formación a partir del concepto de
educación.
9
TEMA 5: LA FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN EN MÉXICO NO. HORAS___________
Objetivo particular: Reconocerá los distintos tipos de educación a través del tiempo en contraste con la educación actual a partir
del análisis.
10
ANTOLOGÍA
11
TEMA 1
La Filosofía de la Educación
Subtemas:
12
TEMA 1: La Filosofía de la Educación
13
Articulo indexado: Concepto de filosofía de la educación.
Autor: Josep Ma. Quintana Cabanas
Editorial: Biblioteca Nueva. Madrid. http://www.ugr.es/~fjjrios/pce/media/1-
EducacionConcepto.pdf
Año de edición: 2004
Páginas: 30-47
Origen de la filosofía
Grecia es el único pueblo del mundo antiguo donde la sabiduría humana haya
encontrado su camino y donde, por efecto de un feliz equilibrio de las facultades del
alma, y de un largo esfuerzo por conquistar la medida y la disciplina del espíritu, la
razón humana haya llegado a la edad de la fuerza y de la madurez.
Los primeros pensadores de Grecia son los poetas, intérpretes de las tradiciones
religiosas. Creadores de mitos, como Hesíodo. Pero, según, Aristóteles, la filosofía
14
griega comenzó con Tales de Mileto, uno de los sabios que vivieron en el siglo VII y
VI antes de nuestra era.
Estos sabios, siete según la tradición, y de los que los antiguos nos dan diversas
listas, se propusieron, antes que nada, enderezar las costumbres de sus
ciudadanos; sus sentencias se limitan a anunciar las lecciones prácticas que la
experiencia de la vida les dictaba; eran hombres de acción, legisladores o
moralistas; eran hombres prudentes, pero no propiamente filósofos. Solo Tales
abordo entre ellos los estudios especulativos.
Los filósofos que vienen después de él son todavía, en su mayor parte, hombres
públicos que se apasionan por la vida de la ciudad; pero esta actividad práctica no
les impidió poseer desde el principio conciencia clara de la verdadera naturaleza de
su sabiduría. En todo caso, salvo en ciertas personalidades excepcionales, como
Empédocles el taumaturgo, o Pitágoras, fundador de una secta religiosa, la filosofía
griega se distingue inmediatamente de la religión; se forma, incluso, criticando la
mitología popular, y aparece como hija de la sola razón.
En realidad, los griegos fueron los primeros que se inquietaron frente a la realidad y
comenzaron a filosofar. Fueron los primeros que se lanzaron tras la búsqueda de
un primer principio que les diera una explicación fundamental de la realidad. Ellos
nos enseñaron que para filosofar es imprescindible admirarse.
Dice Platón que la primera virtud del filósofo es admirarse, sentir esa divina
inquietud, que hace que donde otros pasan tranquilos, sin vislumbrar siquiera que
hay problemas, el que tiene un barniz filosófico siempre está percibiendo en la más
mínima cosa problemas, misterios, etc., que los demás no ven.
15
como algo que es preciso mantener, pues ella sigue siendo el principio que rige y
domina todo el proceso de filosofar: “de esta manera, afirma Heidegger, la
admiración es esta disposición en la que y para la que se abre el ser del ente. La
admiración es la disposición en cuyo interior, para los filósofos griegos, la
correspondencia al ser del ente se hallaba acordada”. (Heidegger Qu’est ce que la
Philosophie, Pág. 45)
El concepto de Filosofía.
16
Grecia Antigua, como Sócrates, Platón y Aristóteles los que más se han destacado
en los diversos debates filosóficos que se suscitaban por ese entonces; para ellos,
la razón de ser del filosofar era por el asombro que generaban algunas
circunstancias. Se destaca el trascendente aporte de Santo Tomás de Aquino, quien
buscó sistematizar la filosofía de Aristóteles en el marco del pensamiento cristiano.
Luego, ya en tiempos modernos, vendrían a ampliar las bases René Descartes con
su duda metódica como método respuesta a los grandes interrogantes de la
humanidad y Jaspers, quien en un lugar de oposición a todos estos, impuso el
filosofar a partir de la sucesión de situaciones límites como puede ser la muerte. Y
claro, la larga lista siguió a través de la historia con Kant, Hegel, Marx y Wittgenstein,
entre los más destacados.
Así por ejemplo la metafísica se ocupa exclusivamente del ser, sus principios,
fundamentos, causas y propiedades, la gnoseología, por su lado, del conocimiento,
su naturaleza, alcance y origen, la ética, de la moral y la acción humana; la estética,
de la esencia y la percepción de la belleza y por último la lógica que intenta echar
luz sobre los razonamientos correctos y los que no lo son. Además de estas ramas
diversas que enfocan a la filosofía sobre variados aspectos del saber humano,
existen escuelas filosóficas surgidas de las diversas grandes culturas de la Tierra.
Así, es posible señalar que, además de nuestra reconocida filosofía occidental, las
civilizaciones del Asia han dado lugar a grandes filósofos con menor o mayor
repercusión en los actuales tiempos de la globalización. Tanto China como India han
aportado líneas de pensamiento existencial. Del mismo modo, las grandes
religiones, en especial el cristianismo, han aportado escuelas filosóficas completas
de variado impacto en el pensamiento moderno, en muchas ocasiones excediendo
el marco propio de cada una de esas religiones.
17
pilares para el estudio y la profundización de esta disciplina, la filosofía no está
exenta de la rigurosidad que vale aplicar a la totalidad de las ciencias sociales y del
hombre; en este contexto, se advierten numerosos puntos en común con la
sociología, la psicología y otras ramas similares.
Desde que el hombre es hombre se ha sentado a reflexionar sobre el origen del
universo, el sentido de las cosas y sobre su propia existencia. De eso hablamos
cuando nos referimos a la filosofía, que etimológicamente significa “amor a la
sabiduría” y que constituye la práctica metódica de estas reflexiones. Si bien
comparte el cuestionamiento último sobre la existencia humana con la religión, la
filosofía se basa en un razonamiento crítico y sistematizado, abierto al debate y a la
reformulación. Sin embargo, se ha debatido si puede considerarse a la filosofía
como una ciencia, dada la ausencia de los contenidos experimentales o empíricos
que caracterizan a las ciencias fácticas tradicionales.
Sin embargo, cabe señalar que la filosofía puede practicarse en cualquier contexto,
pero su ejecución más sistemática es la que hoy conocemos cuando la estudiamos
como ciencia. Si bien algunos atribuyen el origen del estudio filosófico a los egipcios,
los primeros filósofos de los que se haya tenido referencia real son, por supuesto,
griegos y se los conoce como los “presocráticos”. En adelante y siguiendo distintas
corrientes, nos encontraremos con Platón, discípulo de Sócrates (de quien no se
conserva ningún documento escrito y sólo se lo conoce por las referencias
platónicas), que encontrará una primera oposición filosófica en Aristóteles. Los
textos platónicos han permitido reconocer la sistematización del conocimiento
socrático, propio de los primeros tiempos de esplendor de Atenas, en contraposición
con las obras completas aristotélicas que marcaron gran parte de los conceptos
filosóficos del mundo antiguo, incluido el posterior imperio romano.
18
Es probable que, cuando escuches hablar de filosofía, esta disciplina esté asociada
con el estudio más moderno de esta ciencia. Quizás oíste algo sobre Descartes,
Locke, Hume o Kant, todos ellos grandes exponentes de la filosofía que tiene como
base, o bien la razón (y por eso a algunos se los llama racionalistas), o bien la
experiencia (y a éstos se los denomina empiristas). Ambas corrientes han marcado
caminos con convergencias o divergencias variadas durante la Edad Moderna,
cuyas repercusiones aún se perciben en el conocimiento filosófico de los tiempos
actuales.
No obstante, la filosofía moderna tardía nos llega más de cerca y es aquella que
incluye a pensadores alemanes como Hegel, Engels y Nietzsche. Este último inició
la fase existencialista de la disciplina, convirtiéndose en un filósofo revolucionario,
en muchas ocasiones interpretado de forma equívoca, en especial por los
movimientos europeos totalitarios del siglo XX. Precisamente, fue en ese siglo en el
cual predominó la segmentación de la filosofía en ramas mucho más específicas
como la fenomenología, el existencialismo, la hermenéutica, el estructuralismo y el
postestructuralismo.
A su vez, cabe mencionar aquí que la historia de la filosofía tal como la conocemos
está trazada a partir de los pasos que esta ciencia ha recorrido en Occidente. Por
ende, para abordar la filosofía en toda su plenitud, también hay que ocuparse de
todo lo que ocurrió durante estos siglos en Oriente, donde podemos encontrar a
filósofos de gran envergadura como el chino Confucio. Así, numerosos movimientos
religiosos y místicos del Asia han dado lugar a extensas corrientes filosóficas, como
el mencionado confucionismo y distintas vertientes que, con distintos matices, se
originaron en Japón o China. Por otra parte, el subcontinente indio es sin dudas una
profunda cuna filosófica, en la cual diferentes culturas dieron lugar a escuelas
complejas de filosofía que marcaron la cultura de la India y de naciones vecinas por
siglos.
19
La división de la Filosofía.
Sería sobrecargar este libro enumerar las divisiones filosóficas existentes, que van
desde la preformación en un gran cuerpo doctrinario con Platón y Aristóteles, hasta
las actuales clasificaciones.
División de la Filosofía
Le interesan los
pensamientos correctos.
20
Formal
2. FILOSOFÍA
ESPECULATIVA:
Psicología
Reflexiona sobre el hombre
racional y los seres vivos.
21
La belleza como obra a
producir.
Estética
Estudio filosófico de la
Filosofía Social sociedad.
22
un fenómeno en función de otro fenómeno, mientras que la primera, aunque sus
explicaciones parten del fenómeno, trata de penetrar hasta la esencia de él.
La metafísica: trata del ser de los entes, entendiendo por ente, todo lo que
existe o puede existir. Estudiar al ser de los entes significa, penetrar en el sentido
y fundamento último del universo y de todo cuanto existe.
Teología natural o teodicea: trata del ser absoluto, de la causa primera del
ser, de Dios. Indaga sobre la existencia de Dios en un nivel serio y riguroso; sobre
la naturaleza de lo absoluto; sobre las relaciones de Dios con el mundo, con el
hombre, etc. Son temas de gran importancia, que todo hombre, según su
capacidad, oportunidad y circunstancias desea y debe resolver.
La estética o filosofía del arte y de lo bello: trata temas como la belleza, la esencia
del arte, el papel del espectador y del crítico frente a la obra de arte, la creación
artística, las artes particulares.
23
La educación es un fenómeno que nos concierne a todos desde que nacemos. Los
primeros cuidados maternos, las relaciones sociales que se producen en el seno
familiar o con los grupos de amigos, la asistencia a la escuela, etc., son
experiencias educativas, entre otras muchas, que van configurado de alguna forma
concreta nuestro modo de ser.
Es por este motivo por el que nos resulta familiar hablar de educación. Incluso, a
veces, las personas creen que entienden de educación, y no dudan en dar su
opinión sobre aspectos relacionados con la misma, apoyándose en sus vivencias
como escolares. Pero si nos alejamos de estas posiciones intuitivas respecto al
fenómeno educativo y profundizamos en su verdadero significado, nos daremos
cuenta de su complejidad. Es lo que vamos a hacer en este capítulo, estudiar el
concepto de educación a través del análisis de sus notas características, para
percibir así su verdadera dimensión y sentido.
Identidad conceptual
24
Así pues, debido a la complejidad que entraña la comprensión del término
"educación", se hace necesario el empleo de distintas perspectivas de análisis para
lograrlo. Nosotros vamos a utilizar dos enfoques para su estudio. En el primero nos
acercaremos a las consideraciones etimológicas, así como a las manifestaciones
intuitivas o legas que surgen espontáneamente para referirse a la educación. En el
segundo lo haremos siguiendo el procedimiento más usual en los manuales de
pedagogía, esto es, analizar las características básicas que aparecen en las
definiciones de educación que han aportado los autores y que harán referencia,
según García Carrasco y García del Dujo (1996), al componente ideal o utópico de
lo que se pretende, a la influencia externa, a la intencionalidad, a la humanidad del
fenómeno, a la perspectiva individual o social, a las relaciones de comunicación,
etc. Estas dimensiones las organizaremos atendiendo a dos ejes, la educación
como acción y como efecto, que aportarán orden comprensivo a los mismos.
Etimología
Como el verbo latino educere significa "conducir fuera de", "extraer de dentro hacia
fuera", desde esta posición, la educación se entiende como el desarrollo de las
potencialidades del sujeto basado en la capacidad que tiene para desarrollarse.
Más que la reproducción social, este enfoque plantea la configuración de un sujeto
individual y único.
25
culturales. El fundador de la sociología como disciplina científica, el sociólogo
francés Durkheim, es un representante de esta forma de concebir la educación, ya
que para él, la educación se concreta en la inclusión de los sujetos en la sociedad
a través del proceso de "socialización".
"De todos esos hechos resulta que cada sociedad se labra un cierto ideal de
hombre, de lo que debe ser éste tanto al punto de vista intelectual como físico y
moral; que ese ideal es, en cierta medida, el mismo para todos los ciudadanos de
un país; que a partir de un determinado punto, se diferencia según los ámbitos
particulares que toda sociedad alberga en su seno. Es ese ideal, a la vez único y
diverso, el que representa el polo de la educación. Éste tiene, por tanto, por misión
la de suscitar en el niño: 1. Un cierto número de estados físicos y mentales que la
sociedad a la que pertenece considera como debiendo florecer en cada uno de sus
miembros. 2. Ciertos estados físicos y mentales que el grupo social específico
(casta, clase, familia, profesión) considera asimismo como debiendo existir en todos
aquellos que lo constituyen. Por consiguiente, es la sociedad, en su conjunto, y
cada ámbito social específico, los que determinan ese ideal que la educación
realiza. La sociedad no puede subsistir más que si existe entre sus miembros una
homogeneidad suficiente: la educación perpetúa y refuerza dicha homogeneidad,
fijando por adelantado en el alma del niño las similitudes esenciales que requiere
la vida colectiva. Sin embargo, por otra parte, sin una cierta diversidad toda
cooperación resultaría imposible: la educación asegura la persistencia de dicha
diversidad necesaria, diversificándose por sí mismo y especializándose. Si la
sociedad llega a ese nivel de desarrollo en que las antiguas escisiones en castas o
clases no pueden ya ser mantenidas, prescribirá una educación más uniforme en
su base. Si, al propio tiempo, el trabajo queda más dividido, la sociedad provocará
en los niños, proyectada sobre un primer plano de ideas y de sentimientos
comunes, una diversidad más rica de aptitudes profesionales. Si vive en estado de
conflicto con las sociedades circundantes, se esforzará en formar las mentes según
un modelo de inspiración netamente patriótica; si la competencia internacional
adopta una forma más pacífica, el tipo que trata de realizar resulta más
generalizado y más humano. La educación no es, pues, para ella más que el medio
a través del cual prepara en el espíritu de los niños las condiciones esenciales de
su propia existencia. Veremos más adelante cómo el propio individuo tiene todo
interés en someterse en a dichas exigencias.
26
cierto número de estados físicos, intelectuales y morales que exigen de él tanto la
sociedad política en su conjunto como el medio ambiente específico al que está
especialmente destinado.
27
(1982) o García Aretio (1989), se hace mención a la madurez o a la formación que
el sujeto utiliza para orientar su integración en la sociedad. Las connotaciones
éticas de esta perspectiva son obvias, dado que si la conducta del sujeto se adapta
a las normas sociales, será considerada como adecuada, o, lo que es lo mismo, el
sujeto tendrá "buena educación". El segundo se fija en el contenido, en lo que se
sabe, en lo que se ha adquirido, pero desde el punto de vista de la urbanidad, de
los buenos modales, hablándose en esta ocasión de "tener poca o mucha
educación".
28
respectivamente. Se destacan de la enseñanza la sistematización y la
graduación, mientras que del aprendizaje se estudia el adoctrinamiento, la
manipulación, la instrucción y la formación, con la intención de establecer
límites precisos entre conceptos que son fácilmente confundibles.
Perfeccionamiento Humano
Finalidad e Integralidad
Cuando hemos aludido antes a un modelo ideal de persona y de sociedad que guía
el proceso educativo, estábamos mencionando la finalidad a la que se encamina.
En ella está implícito lo que se desea alcanzar, hacia lo que queremos
aproximarnos con el proceso educativo.
Para que los fines se consideren como algo deseable, dado que se trata de hacer
más valioso al sujeto, es necesario que se apoyen en los valores y en las normas
sociales. Por tanto, los fines educativos son valores que se han elegido y que se
pueden tratar desde una perspectiva pedagógica, con independencia, como dice
Sarramona (1984), de que se consideren como absolutos o como compromisos
sociales.
Una polémica que surge en torno a esta cuestión se centra en la subjetividad que
se puede originar al elegir los valores que determinarán los fines de la educación,
29
pero como afirma Gervilla Castillo (1987), de lo que no cabe duda es que no se
puede educar sin una referencia explícita a la finalidad.
Hacia lo que se tiende, esto es, la finalidad educativa, tiene que ver con el ser
humano. Un ser humano dotado de todas sus cualidades y dimensiones. Por eso
se dice que la educación se dirige hacia el perfeccionamiento integral de la persona,
no debiéndose descuidar ninguna de sus capacidades integrantes: cognitivas,
morales, afectivas, éticas, estéticas, sociales, etc.
Influencia
La educación implica relación social, influencia humana de unos sobre otros. Ahora
bien, a todas las influencias no las podemos considerar como educativas, ya que
deben cumplir algunos requisitos, tales como el respeto a la libertad y a la dignidad
de la persona. Aquí se puede utilizar la máxima de que "el fin no puede justificar los
medios".
30
su labor educadora, quizá convenga resaltar este aspecto, aunque sin olvidar la
existencia y la presencia de la educación informal. La definición restringida de la
educación apoya la idea de intencionalidad, que debe formar parte de la misma.
Sin embargo, el sentido amplio, que acoge a la educación informal o difusa, abarca
todo tipo de influencias que pueden incidir sobre el ser humano, y que, en
propiedad, no se deben considerar como propiamente educativas, ya que, como
advierte Castillejo (1984), son sólo incidencias de factores indeterminados que no
están sometidos a la razón de la persona y que incluso pueden perturbar el propio
proceso perfectivo del ser humano. Así pues, todos aquellos influjos que han sido
controlados y organizados por parte del educador de una forma consciente,
deliberada e intencional, para que incidan positivamente sobre el sujeto, con el
objeto de lograr su plenitud, entendida ésta como fin, son los que deben
considerarse como propiamente educativos. Hay autores que para referirse a las
intenciones deliberadamente educativas utilizan el término propositividad.
31
en el proceso de configuración humana, controlando aquellas influencias que se
consideren negativas para tal fin.
Continuidad
Hace alusión a las influencias educativas que recibe el sujeto que está en proceso
de formación. Cuando hemos hablado de la actividad y de la comunicación, se ha
planteado la necesidad de que las interacciones entre las personas sean
constantes y permanentes, lo que es aplicable a las acciones educativas, dado que
éstas deben buscar la mejora del sujeto de forma incesante, porque nunca se
alcanza el grado de perfección deseado (como fin educativo).
Por ello, la educación puede, y debe, abarcar todas las etapas de la vida, y no
circunscribirse sólo a las etapas escolares. El concepto de "educación permanente"
ha llenado conceptualmente esta característica de la educación, planteando la
constante necesidad que tenemos de educarnos, y dando lugar a nuevos ámbitos
educativos como la "educación de adultos", la "educación de las personas
mayores", etc.
Individualización y Socialización
32
Desde el punto de vista social, la educación se concibe como un proceso
socializador, que procura la adaptación y la incorporación del sujeto a su medio
físico y social, a través de la adquisición de los elementos propios de la cultura
(lenguaje, habilidades, costumbres, actitudes, normas, valores, etc.,). Desde esta
óptica la educación se concibe como el medio ideado por la cultura para insertar al
sujeto en su seno. Por ello se dice que la educación tiene una función reproductora,
ya que la selección que se hace de los contenidos culturales y su posterior
transmisión trata de reproducir las condiciones sociales e ideológicas de la
sociedad en un momento histórico determinado.
Enseñanza/Aprendizaje
33
pobreza intelectual con la que se alcanza el conocimiento. Como es evidente, a
esta modalidad de aprendizaje no la podemos incluir en la esfera de lo educativo.
No obstante hay situaciones en el proceso de enseñanza/aprendizaje en las que el
educador ha de seleccionar los contenidos, pero sin intencionalidad ideológica, sino
educativa. La instrucción es un proceso de enseñanza en el que el educador elige
determinados contenidos educativos para que el sujeto los aprenda con una escasa
participación de la comprensión. Cuando los contenidos de enseñanza son
organizados intelectualmente, llegando al entendimiento completo de los mismos y
estableciendo relaciones cognoscitivas con lo que ya se sabía con anterioridad, se
logra un aprendizaje de más calidad por su significatividad y funcionalidad,
utilizándose para ello el término de formación. Este tipo de conocimiento le vale al
sujeto para seguir indagando, al tiempo que lo puede utilizar para resolver
situaciones problemáticas de su vida cotidiana.
Desde esta perspectiva, García Carrasco y García del Dujo (1996) apuntan que la
característica fundamental de las definiciones que ellos han estudiado es la
formación, entendida como la consecuencia fundamental de los procesos de
influencia.
Por su parte Sarramona (2000), en un intento de síntesis, sugiere que la educación
tiene que ver con las siguientes características:
Proceso de humanización.
Acción dinámica del sujeto educando con otros sujetos y con su entorno.
Intervención de una escala de valores.
Permite la integración social de los individuos.
Elemento fundamental de la cultura.
Proceso permanentemente inacabado.
34
En este mismo sentido, García Aretio (1989) culmina su análisis sobre las
definiciones que proporcionan cuarenta y siete autores con una propuesta parecida
a la anterior, indicando que la característica que más se repite es la "formación",
seguida muy de lejos por la "socialización", la "influencia" y el "proceso activo". Tras
su estudio caracteriza la educación así:
Esto ha sucedido, sin duda, por falta de especialistas dedicados a este campo, ya
que han de ser personas dotadas de una formación muy particular. El mero
pedagogo no sirve para ello, pues le faltan los conocimientos filosóficos requeridos.
35
La Filosofía de la educación es Filosofía y, como tal, es quehacer privativo del
filósofo. Pero ocurre que es un campo muy concreto de la Filosofía, que precisa de
especiales conocimientos pedagógicos y, que por no haberlos recibido, los filósofos
normalmente no se dedican a este campo, que les resulta extraño. En resumen, la
Filosofía de la educación como disciplina científica ha sido tierra de nadie, y ha
quedado por configurar.
Pero el actual desarrollo de los curricula universitarios exige que esta laguna sea
colmada.
Mejor será, por consiguiente, que –contra la costumbre habitual- esa filosofía de la
educación se haga explícita y crítica. Esto equivale a sentar la necesidad de una
Filosofía de la educación, no sólo desde el requerimiento de su inevitabilidad, sino
también desde el de la trascendencia que tiene en la orientación direccional que
tomará la educación.
Creemos que no es preciso insistir en esa tesis evidente, pero -como contrapartida
a lo que suele suceder en nuestros ambientes pedagógicos bueno será recordar
que los autores han visto así esta cuestión; desde O. Reboul, para quien «un
maestro que no se haga preguntas sobre lo que enseña desprecia sus asignaturas,
la cultura y a sus alumnos y a sí mismo», hasta Fr. De Honvre y R. Hubert, el cual
36
escribe: «Una Pedagogía, es especialmente en su parte general, que traza las
líneas directivas en las que debe encarrilarse la acción educativa, es ante todo una
filosofía de la educación [...l.
37
Presentándose la primera dentro del cuadro de esta última, hemos de establecer
dicho cuadro para localizar la Filosofía de la educación en el puesto que en el
mismo le corresponde, y ver las relaciones que guarda con la Filosofía en general
y con las diversas ramas de la misma en particular. Son varias las clasificaciones
que se han elaborado en cuestión de materias filosóficas; nosotros proponemos
una más, con la esperanza de que sirva para aclarar precisamente el puesto y la
función que corresponden a la Filosofía de la educación dentro de todo el sistema
de especialidades filosóficas. Para simplificar, reducimos nuestra taxonomía a las
materias clásicas o fundamentales, y lo nuevo es sólo alguno de los criterios en que
se funda, como comentaremos en seguida. Dicha clasificación es la siguiente.
38
Concepto y contenido del concepto de Filosofía de la Educación
Todo dicho anteriormente quedará más claro si tratamos de especificar mejor los
contenidos de la Filosofía de la educación, es decir, su temática. Hace falta insistir
en ello, pues la mayoría de tratados de Filosofía de la educación resultan
incompletos, ya que se limitan a desarrollar uno o algunos temas, y dejan por
considerar otros que también son importantes. A este hecho aludíamos al
comienzo, cuando afirmábamos que la Filosofía de la educación, como disciplina
científica o académica, se halla todavía en período de gestación.
39
TEMA 2
Visiones de Antropología filosófica de la educación
Subtemas:
2.1. Idea de hombre y educación en el idealismo
2.2. Idea de hombre y educación en el marxismo
2.3. Idea de hombre y educación en el existencialismo
2.4 Idea del hombre y educación en el humanismo
40
TEMA 2: Visiones de Antropología filosófica de la educación
41
Así tenemos la Filosofía de la Educación del Idealismo, y la Filosofía de la
Educación del Materialismo.
La Filosofía de la Educación del Espiritualismo, que a su vez se divide en: Filosofía
de la Educación del Humanismo; y Filosofía de la Educación de la orientación
metafísica, según que se considere al hombre en un orden tan sólo natural, o
sobrenatural.
Características de estas filosofías de la educación
La Filosofía de la Educación del Idealismo, consecuente con las conclusiones a las
que desemboca este sistema afirma la divinización del Estado, y por lo tanto la
educación queda subordinada a él, absorbida por él, cayendo en el absolutismo.
La Filosofía de la Educación en el Materialismo Comunista, igualmente
consecuente con sus principios, viene a parar también en el absolutismo de la
dictadura del proletariado. En el estado actual del proceso de la implantación del
Comunismo, la educación es dirigida por el Estado, para afianzar las doctrinas del
marxismo.
La Filosofía de la Educación del Humanismo, reconoce la espiritualidad en el
hombre y trata de realizar un desarrollo armónico en él, pero prescinde de los
auxilios sobrenaturales.
La Filosofía de la Educación de la orientación metafísica trata de auxiliar al
educando, en su desenvolvimiento integral, para ayudarlo más eficazmente en esa
lucha tan difícil que ha de sostener en esta vida para prepararlo para la prueba final.
En las siguientes unidades abordaremos el estudio y discusión de estas filosofías
de la educación que comprenden la segunda parte de este tratado.
42
El idealismo es un sistema filosófico en el que el punto de partida es la idea.
El idealismo ontológico afirma que la idea existe en un orden extra mental y la
realidad circundante es sombra o apariencia de esa idea.
El idealismo empírico es el que identifica la idea con la sensación y niega que en la
realidad exista un ser subsistente o sustancial. El idealismo trascendental afirma
que existe la idea absoluta en la cual se desenvuelve la realidad y toda la
multiplicidad de lo real a través de un proceso dialéctico. La Idea Absoluta se pone
a sí misma, se desborda en la naturaleza, la extiende en el espacio, la desenvuelve
en el tiempo, la funde en sí misma.
La filosofía de la educación del idealismo ontológico filosofía platónica
43
Afirma esta filosofía que este principio podría dejar de existir por aniquilación o por
corrupción. No por lo segundo, por ser simple. No por aniquilación porque repugna:
a la Sabiduría divina contradiciéndose a sí misma porque pone deseos de
inmortalidad.
Contradice a su Bondad, porque sería monstruoso estar defraudando al hombre en
esta forma.
Finalmente a la Justicia: si no existe sanción ultraterrena queda borrada la
naturaleza del bien y del mal, ya que las sanciones terrenas son insuficientes.
Luego existe en el hombre ese principio de inmortalidad que es el que determina el
criterio de valoración para lo humano. De ello concluye el Tomismo que el educador
debe tener presente que la vida actual no lo es todo.
Si los conceptos deben tener un contenido para no ser puro nombre y dicho
contenido es universal, no puede provenir de los seres materiales que son
concretos y singulares; luego debe admitirse que el contenido objetivo de dichos
conceptos es lo inteligible: la idea, y como la idea de un ser nos manifiesta su
esencia, debe existir un mundo puramente inteligible constituido por realidades
abstractas universales; un mundo de las ideas: el “Hiperuranio”.
De este modo, la “idea” es la realidad extramental correspondiente al concepto.
Las esencias son las ideas, las ideas son el ser, y el ser es la Verdad.
En el hiperuranio los seres están jerarquizados, estructurando una pirámide en cuya
cima está la idea del Sumo Bien que al mismo tiempo es Suma Belleza; en orden
descendente encontramos las demás esencia hasta llegara las más imperfectas,
pero todas ellas teniendo como origen y como fin el Sumo Bien.
Otro punto interesante es la desvaloración del mundo sensible. La Idea es el Ser y
el Ser es la Verdad.
Los seres de aquí abajo no son verdaderos seres pero sí tienen cierta apariencia
del verdadero ser, en cuanto que en el mundo están las ideas de algún modo.
En este aspecto la Filosofía platónica es obscura; encontramos ideas imprecisas
que nos hablan de imitación, participación. El mundo sensible imita el mundo real;
participa de las ideas; las ideas son los arquetipos, los modelos, según los cuales
las cosas son plasmadas en este mundo sensible.
Aquí estamos frente a un dualismo metafísico y cosmológico, habiendo partido del
dualismo gnoseológico socrático: concepto, sensación.
44
Conclusiones de su teoría del conocimiento
Aun admitiendo que el mundo sensible es una participación, una limitación del
mundo de las ideas, queda por explicar cómo se diferencia de éste, o sea,
admitiendo que el mundo sensible es una sombra de las ideas, es necesario admitir
algo que sea como la pantalla en la que la misma sombra se recibe y se forma. El
carácter propio de este imitante o participante (pantalla) es la indeterminación.
Platón le da dos nombres: Apeiron o lo indeterminado, especie de caos o
mezcolanza informe, desordenada. Jora o sea espacio vacío, indiferenciado. Si las
ideas son la realidad verdadera, el verdadero ser, su elemento antitético debe
decirse más bien “no ser”.
La causa formal: son las ideas. La causa material: es la jora.
El demiurgo
Opinión y verdad
45
El conocimiento sensible nos da la opinión “Doxa”. El conocimiento intelectual que
tiene por objeto el mundo suprasensible, inmutable, adquiere la verdad. Con esto
se está depreciando en una forma decisiva el conocimiento sensible.
La ascensión dialéctica
Es el método filosófico que usa Platón. Como la Filosofía se refiere tanto al conocer
como al obrar, la Dialéctica posee un contenido lógico y ascético, o moral que tiene
como finalidad el dominio de las pasiones, que provienen del cuerpo y son un
obstáculo para el conocer racional. El hombre debe vivir practicando esta ascética
y cuanto más purificado se encuentre, mayor será el premio que recibirá en la otra
vida, pudiendo gozar con mayor plenitud de la contemplación del Sumo Bien e
Infinita Belleza.
Innatismo
Si el hombre posee los conceptos y no los puede adquirir del mundo sensible, es
forzoso admitir el innatismo de las ideas y la preexistencia de las almas.
Concepción antropológica
El hombre es esencialmente alma que ha vivido con anterioridad y que por una falta
fue sentenciado a expiarla habiendo sido encarcelado en un cuerpo que es materia,
que como densa niebla y cerrada nube ha entenebrecido todas las ideas que el
alma lleva consigo.
La unión que existe entre estos dos elementos es accidental como la que existe
entre el piloto y la nave.
Las sensaciones tienen la función de despertar las ideas en el alma; las cosas
sensibles evocan al entendimiento las ideas y los arquetipos de las cosas.
Concepción política
46
Dos son los pilares sobre los que se levanta la estructura del Estado: la justicia en
el sentido de rectitud y la Educación. Sin estas bases no puede existir la vida de la
comunidad política.
Platón afirma que el hombre tiene una misión decisiva en la vida: dominar su parte
animal instintiva sujetándola a la razón para poder llegar a contemplar la idea del
Sumo Bien.
Niega la concepción del naturalismo pedagógico que más tarde aparecerá con
Rousseau que afirma la inocencia ingénita del niño y del hombre. Sin embargo, no
cae en el pesimismo ni en el error en que más tarde caerán los pedagogos
deterministas para quienes la educación consiste en la transformación del animal
en el hombre.
47
En los Diálogos de la Politeia, afirma que la educación es incumbencia del Estado
y quiere que los hijos se eduquen en una especie de hospicios. Sin embargo si
atendemos a su pensamiento, cuando Platón habla de una organización
comunitaria en la que se prohibía la propiedad y la familia se refería a la clase de
los guerreros, porque éstos debían estar dispuestos a trasladarse en cualquier
momento al llamado de la guerra. La familia y la propiedad sí les estaban permitidas
a la clase de los artesanos, que constituían la parte más numerosa del pueblo, los
cuales sí podían atender a la educación de sus hijos.
Descartes
48
En este juicio se puede prescindir del contenido del acto de pensar. Pero de lo que
no se puede prescindir ni dudar es de la certeza que aparece en la intuición
inmediata de mí ser, en el pensar. Esta intuición se me presenta clara y distinta.
Este juicio me proporciona entonces el criterio de certeza, es decir, es verdad todo
aquello de lo cual yo tengo un conocimiento claro y distinto. Como de la conciencia
de mi yo.
La razón considera verdadero sólo lo que conoce como tal, clara y distintamente;
niega aunque no abiertamente que puede tener límites y afirma que el límite de la
razón es el límite de la verdad misma, es decir, más allá de sus ideas claras y
distintas, no hay verdad, sino que hay la no verdad, que para la razón es la nada.
La duda hiperbólica o universal inicial, es el acto de nacimiento de la razón
hiperbólica de capacidad ilimitada, la razón decreta con él su absoluta soberanía,
mayor ella misma que todo límite a pesar de que Descartes considera a Dios como
garantía de toda verdad humana.
El pensamiento moderno nace con su pecado de origen, el pecado que la razón
comete contra la razón, en cuanto que sólo con un acto irracional, contrario a la
misma racionalidad, la razón puede proclamarse absoluta. Fue Pascal (1623-1662)
el primer gran moderno que se enfrenta contra el pensamiento moderno. Para él,
el acto con el cual la razón niega que alguna cosa le sobrepasa en un acto
irracional, en cuanto es racional conforme al orden auténtico, intrínseco y siempre
actual de la razón reconocer que muchas cosas le sobrepasan.
“Pero advertí enseguida que aun queriendo pensar, de este modo, que todo es
falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa. Y al advertir
que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firme y segura que las suposiciones
más extravagantes de los escépticos no eran capaces de conmovería, juzgué
que podía aceptarla sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que
buscaba.
Después de esto consideré, en general, lo que se requiere para que una
proposición sea verdadera y cierta; pues ya que acababa de encontrar una que
sabía que lo era, pensé que debía saber también en qué consistía esa certeza.
Y habiendo notado que en la proposición pienso, luego soy, no hay nada que
me asegure que digo la verdad, sino que veo muy claramente que para pensar
es preciso ser, juzgué que podía admitir como regla general que las cosas que
concebimos muy clara y distintamente son todas verdaderas, pero que sólo hay
alguna dificultad en advertir cuáles son las que concebimos distintamente.
R. Descartes, Discurso del Método, Cuarta parte.
“El último paso de la razón es reconocer que existen infinidad de cosas que la
superan; muy torpe tendría que ser, si no llegase a reconocer esto.
Y si las cosas naturales la sobrepasan, ¿qué se dirá de las sobrenaturales?”
49
Blas Pascal, Pensamientos, Frag. 267
El idealismo empírico
50
Siguiendo el pensamiento cartesiano, desembocamos en aquellos autores
que toman la revancha contra eI exclusivismo del método deductivo o matemático,
empleando el método empírico. Ellos son Locke y Hume, quienes niegan la
irreductibilidad de las ideas a las imágenes. Locke pone entre paréntesis la idea de
sustancia, como sustrato sustentante de las cualidades sensibles de los cuerpos.
Hume, más lógico, asienta que no existen las sustancias y que si bien se dan ideas
y percepciones, aquéllas difieren de éstas por su menor intensidad. El hombre
queda reducido a un haz de percepciones. Niega asimismo el carácter de
necesidad y universalidad en el acontecer de las leyes que rigen el universo,
sostiene que la relación entre causa y efecto tan sólo se afirma por costumbre .
El criticismo de Kant
51
por los accidentes no pueden conocerse por los sentidos, pero el entendimiento sí
puede entenderlas.
El idealismo trascendental
52
Idealismo Hegeliano (Jorge Guillermo Federico). Afirma que es absurdo poner este
Absoluto que se desarrolla en dos líneas heterogéneas: para Hegel, el Absoluto
está sumergido en la Historia.
Cuando él habla del Espíritu, o Idea, entiende la realidad fundamental, que no debe
confundirse con la idea fenómeno del pensamiento individual, trata solamente de
identificar con esta palabra lo real con lo racional.
Ciencia del Saber Absoluto: La segunda parte del sistema de la ciencia, trata del
saber absoluto, o sea de la Idea Absoluta, o mejor del Espíritu Divino.
La Filosofía de Hegel parte de la idea, es decir, del ser, y es, desde el primer
momento dialéctica. La inteligencia que capta lo real y lo real captado por la
inteligencia se identifican según la filosofía de este autor. La dialéctica .es tanto un
movimiento de la mente cuanto un movimiento del ser. Y la Lógica hegeliana no es
otra cosa que esta dialéctica del ser. La Lógica es Lógica del ente, es decir
Ontología.
53
La Filosofía del Espíritu Subjetivo se divide a su vez en: Antropología,
Fenomenología, Psicología.
Para Hegel la Lógica es Metafísica, por tanto la Dialéctica no sólo es del orden
mental, sino del orden real. El ser pasa por estas tres fases: afirmación, negación,
negación de la negación. Según este proceso dialéctico, Dios, o sea la Idea
Absoluta y Universal, es, no el Ser, sino el “Eterno Devenir” (Gott in Werden).
En la Etica que es la superación del espíritu objetivo y subjetivo, nos habla de tres
sociedades: la familia, la sociedad civil y el Estado.
El momento más alto de la Etica objetiva es el Estado que no es nunca medio, sino
fin en sí mismo (Socialismo). Hegel se opone al liberalismo roussoniano y afirma
que el “Estado es la Idea divina, en tanto ella existe en la tierra” (Filosofía de la
Historia. Introducción). Estatolatría o sea adoración del Estado.
54
“La inteligencia es para el idealismo un actuar, y absolutamente nada más. Ni
siquiera se la debe llamar un ente activo, porque con esta expresión se alude a algo
estable, a que es inherente la actividad. Mas para admitir tal algo no tiene el
idealismo fundamento alguno, ya que éste no reside en su principio, y todo lo
restante hay que deducirlo...
Un idealismo trascendente sería un sistema tal que dedujese del actuar libre y
completamente sin ley de la inteligencia las representaciones determinadas; una su
posición completamente contradictoria, ya que, como se ha advertido hace un
momento, a un actuar semejante no es aplicable el principio de razón”.
J. G. Fichte, Dogmatismo e Idealismo
“Todo saber se basa en la coincidencia de un elemento objetivo con otro subjetivo...
Podríamos dar el nombre de naturaleza a todo lo meramente objetivo en nuestro
conocimiento; denominamos, en cambio, yo o intelecto a la esencia de todo lo
subjetivo. Ambos conceptos son contrapuestos. En un principio el intelecto se
concibe como lo meramente imaginable, la naturaleza como lo meramente
imaginable, considerando a aquél como lo consciente, a ésta como lo inconsciente.
Pero en todo saber es indispensable la coincidencia recíproca de ambos (de lo
consciente y de lo inconsciente en sí), planteándose el problema de interpretar esa
coincidencia”.
F. W. ScheIIing, Sistema del idealismo trascendental, Introducción, 1-2
Para salir de la realidad vulgar no hay, pues, más que dos caminos: la poesía, que
nos traslada a un mundo ideal, y la filosofía, que hace desaparezca ante nosotros
por completo el mundo real...”
55
obra según sus principios universales. La educación es una forma del pensamiento.
Más concreta mente: la educación consiste en que el hombre sepa reprimirse y no
obre meramente según sus inclinaciones y apetitos, sino que se recoja... La
educación expresa pues, esta sencilla determinación; imprimir a un contenido el
carácter de lo universal”. Hegel, Lecciones sobre la filosofía de la Historia Universal,
Introducción, lI.
56
Su manifestación da de sí, formas manifestativas de su propia esencia
fundamental, constituyendo: el mundo, la Historia, el hombre.
4. El método: denominado por ellos de la Intuición Intelectual, se encamina
a aprehender directamente la esencia de ese Absoluto Intemporal.
Tipología caracterológica
57
los espíritus, los pensamientos, las almas. Pero la distinción nunca es abolición de
la identidad.
Schelling es una personalidad intelectual de tipo completamente distinto a Fichte,
éste es un apóstol de la conciencia moral y de la educación popular, mientras que
Schelling fue un delicado artista, y no hombre de acción como el anterior.
Hegel: Para él, al Absoluto es la razón.
¿Qué es lo que existe? responde la razón. Todo lo demás son manifestaciones de
la razón.
¿Pero qué es la razón? no es la razón estática, quieta como una especie de facultad
captativa de conceptos, siempre igual a sí misma.
La razón es potencia dinámica, llena de posibilidades que se van desenvolviendo
en el tiempo.
La razón es movimiento. Es razonamiento que se desenvuelve a través de:
afirmación, negación, negación de la negación, o lo que es lo mismo conciliación
de los contrarios.
La razón es el germen de la realidad, lo real es racional y lo racional es real.
Fichte es el prohombre del movimiento revolucionario nacionalista. Es el hombre
de acción, el apóstol de la conciencia moral, y la educación. Schelling es un
delicado artista, dotado de un alma contemplativa. Hegel es el prototipo del
intelectual puro, del hombre lógico, del pensador racional frío.
“El hombre no es otra cosa que lo que la educación hace de él. En la educación se
oculta el secreto de la perfección humana” (Kant)
Kant y sus ideas
Expondremos algunos de sus pensamientos vertidos en su Breve Tratado de
Pedagogía, que contienen las lecciones dadas en la Universidad por' este autor.
Tiene de la educación una elevadísima idea, porque es la que hace que el hombre
sea hombre. Afirma que la educación y el progreso van inseparablemente unidos.
La influencia de Rousseau es manifiesta respecto a la tesis que sostiene de la
bondad natural innata, pero tan sólo como una bondad potencial que la educación
actúa. El niño tiene una singular propensión -- corromperse, de ahí que la educación
debe ser rígida y severa para, protegerlo de los peligros y desviaciones ya desde
un principio.
58
Su filosofía y sobre todo su moral, informa todas estas ideas. El fin de la educación
es eminentemente ético: modelar hombres de carácter capaces de dirigirse por sí
mismos, sin necesidad de apelar a presiones ajenas a su propia voluntad.
Recordemos que el imperativo categórico de su moral expresa: “Obra de tal forma
que la máxima de tu voluntad pueda servir al mismo tiempo de norma de legislación
universal”. Por esta razón, la educación se encamina a hacer al hombre libre, y la
libertad para él excluye toda dependencia. Supone una voluntad autónoma que
quiere el bien por el bien mismo, el deber por el deber.
Los medios para tal fin se pueden sintetizar en el respeto a la dignidad humana.
Respetar la humanidad en los otros y en sí mismo, tal es el contenido esencial de
la moral.
En esa forma la educación aparece como una infatigable ascensión y un constante
esfuerzo que se dirige a superar las deficiencias del “ser natural”, y para lograrlo ha
de tenerse presente siempre una disciplina rígida y severa.
Como la educación familiar fomenta los mimos, prefiere la escuela pública en donde
el niño siente las limitaciones de su libertad por la de sus compañeros y en donde
el maestro en una forma impersonal aplicará la regla del recto obrar.
No admite recompensas pero sí los castigos. El castigo ideal es el castigo natural
que viene como consecuencia de haber quebrantado la ley.
Los pasos que sigue la educación son los siguientes: primero la obediencia en la
que existe una heteronomía, o sea, se obra subordinándose al que nos da la orden,
esto sucede en la niñez; en la juventud cuando ya se puede razonar sobre las
órdenes dadas, se asimila su valor y se obedece por la conveniencia del mandato
mismo, en esa forma, lo que empezó siendo una sumisión exterior se transforma
en una conducta autónoma, se sigue obedeciendo, pero a sí mismo.
Aboga por una educación integral, y se inclina más a la formación que a la
instrucción, ésta no es sino un medio para aquélla.
Fichte y su concepción de la educación
Un momento en extremo penoso para el pueblo alemán motivó las reflexiones de
este pensador sobre la educación.
La derrota del Imperio prusiano y la consiguiente humillación exaltaron el espíritu
de Fichte.
Para lograr una Alemania fuerte se debe empezar por una reforma de sus hombres,
y ésta sólo puede realizarse mediante una nueva educación. Esta es la nota
dominante que está presente y que anima a los vigorosos Discursos a la Nación
Alemana, en donde con vehemencia exalta la idea del nacionalismo.
59
Estos Discursos son en número de catorce y en todos ellos vibra la necesidad de
la reforma educativa alemana.
En el primer discurso Fichte analiza las causas de la caída del imperio. Mas para
lograr la victoria hay que exaltar el patriotismo, y para conseguirla es necesaria la
reforma de la educación.
En el segundo y tercer discursos analiza los principios que informan el concepto de
la nueva educación: la observación, la experiencia, la intuición, pero siempre
ajustadas a las realidades de la vida.
En el noveno discurso exalta la figura de Pestalozzi a quien sigue en muchos
aspectos, como el de la mecanización de la enseñanza, la cual se logra por medio
de la intuición.
En el décimo discurso Fichte entiende que la base de la educación moral de las
juventudes ha de ser la tendencia hacia el bien propio de la naturaleza humana.
En el onceavo discurso se declara en favor del Estado como educador, ya que él
es el único que puede realizar esa unidad nacional tan necesaria para los pueblos,
según las conveniencias de cada momento de su historia nacional.
Hay que advertir que Fichte sigue siendo un idealista y un individualista, aun cuando
aparezca ser de tendencia socialista. Si aboga por el Estado como autoridad
suprema y única de la enseñanza, es porque no quiere partidarismos.
Fichte se aparta de la concepción pietista que considera al hombre como pecador,
pero también rechaza el principio de la utilidad sostenido por la Pedagogía de la
Ilustración, que hace egoísta al educando.
El educando ha de llegar a amar el bien como tal, no por la utilidad que de él pueda
reportar. Para educar adecuadamente al niño hay que separarlo de su familia e
internarlo en centros docentes instalados en el campo, ahí vivirá en un régimen de
coeducación. Los centros educativos han de producir todo lo necesario para la vida.
Otra de sus formas que hablan sobre educación son: La Teoría de la Moral, y
Aforismos sobre la Educación.
El pensamiento de Hegel sobre la educación
En el proceso dialéctico hegeliano, aparece el educando como antítesis, que debe
identificarse con la tesis: el Espíritu Absoluto, por medio de la síntesis que es la
educación y la instrucción.
Afirma que a consecuencia de la supresión de la esclavitud proclamada por el
cristianismo, la demanda de educación e instrucción ha pasado a ser un derecho
genera:, como agentes que son de la libertad a que ha llegado el individuo gracias
60
a la moralización que debe ser fomentada en el educando por todos los medios y
en todos los momentos.
De aquí que la educación debe ofrecerle todos los recursos físicos, intelectuales y
éticos que pueden ayudarle a la perfección moral de su vida.
El objetivo común de la educación y la instrucción es hacer del educando una
personalidad completa que sepa cumplir todos sus deberes.
El educador como representante de los intereses del Espíritu General ayudará al
educando a dominar su propio egoísmo, y procurará elevar su personalidad
mediante la armonización de su ser, deberá conducir al educando a la religión y a
la paz en el Espíritu Absoluto.
Para comprender el concepto que tiene Hegel sobre educación, es conveniente que
distingamos las dos formas más elementales de entender la educación: la
concepción tradicionalista para la cual educar es enseñar a conservar lo que se ha
transmitido de las pasadas generaciones; y la concepción de la educación como
capacitación para la transformación y mejoramiento del legado cultural.
La concepción de Hegel queda ubicada en la primera forma como veremos. La
educación en la sociedad primitiva y parcialmente en la sociedad secundaria, con
preferencia en lo que se refiere a la educación moral y religiosa, consiste en la
transmisión pura y simple de las técnicas consideradas válidas y al mismo tiempo,
en la transmisión de las creencias acerca del carácter sagrado y por lo tanto,
inmutable de esas técnicas.
En la tradición pedagógica de Occidente, este concepto de educación por motivos
obvios, ha sido sostenido y formulado en muy pocas ocasiones. Entre los que lo
han defendido con mayor decisión y nitidez, está Hegel.
“El individuo debe volver a recorrer los grados de formación del Espíritu
Universal, también según el contenido, pero como figuras ya depuestas del
Espíritu. Desde el punto de vista del individuo, su formación consiste en la
conquista de Io que encuentra ante sí, consiste en asumir su naturaleza
inorgánica y en apropiársela”.
G. F. Hegel, Fenomenología del Espíritu, Pref. l l, 3
La influencia de Hegel en la educación ha sido considerable, sobre todo en
Alemania.
61
Schelling en su obra “Catorce lecciones sobre la instrucción académica” expone
que una verdadera instrucción académica debe estar impregnada en el espíritu
filosófico para poder comprender los conocimientos, porque los modos de ser de
las ciencias positivas deben estar integrados en el saber total que ofrece la filosofía.
Además insiste en que la enseñanza debe realizarse no en forma narrativa, sino
que el maestro debe acompañar a los alumnos en el descubrimiento que realizaron
los investigadores porque sólo así se aprende a crear y todo aprendizaje es una re-
creación que debemos nosotros realizar para poder incorporar a nuestro espíritu
las riquezas culturales que nos legaron nuestros antepasados.
62
El ser del hombre no le es dado, sino que es, por lo pronto, pura posibilidad
imaginaria, la especie humana es de una inestabilidad y variabilidad incomparable
con las especies animales. (José Ortega y Gasset, 1965).
Kant señala “por la educación el hombre llega a ser hombre” y Max Scheler dice “la
educación es humanización, el proceso que nos hace hombre”.
Redden y Ryan, la definen como “la influencia deliberada y sistemática ejercida por
la persona madura sobre la inmadura, por medio de la introducción, la disciplina y
el desarrollo armónico de todas las facultades: físicas, sociales, intelectuales,
morales, estéticas y espirituales del ser humano, de acuerdo con la jerarquía
esencial de las mismas, para la utilidad individual y social, dirigida hacia la unión
del educando con su fin último trascendente.
63
disposiciones de conducta y se convierten en miembros, según el modelo de
valores, de esa sociedad o institución.
Así como cimiento de este proceso llamado vida, la verdad se pondera como el
factor capital de la educación.Una mala concepción de la vida puede desencadenar
una mala formación, una equivocada instrucción y con resultados de consecuencias
históricas y sociales para la humanidad.
64
Kant en sus ideas pedagógicas afirma que la educación y el progreso deben ser
inseparables y es la educación la que hace que el hombre sea hombre. La
educación debe ser rígida y severa para evitar corromperse o que se desvíen los
valores morales.
Fichte por su parte hace referencia hacia una reforma educativa, exaltar el
patriotismo mediante esta reforma educativa, también hace referencia sobre la
observación, experiencia e intuición, enfocados a la realidad para el concepto de la
nueva educación. Afirma que la base de la educación moral de las juventudes
deberá estar encaminada hacia el bien propio de la naturaleza humana. El estado
debe fungir como educador.
Para Hegel la educación debe ofrecer al educando todos los recursos físicos,
intelectuales y éticos para lograr la perfección moral de su vida para que pueda
cumplir todos sus deberes. El educador es el representante de los intereses del
espíritu General y le ayudara al educando a elevar su personalidad y conducirlo a
la religión y a la paz en el espíritu
Esta teoría afirma que las ciencias naturales son las únicas que podrán explicar la
realidad, utilizando para ello el método experimental, de observación y de
inducción. La verdad, así, solo sería verdad si era demostrada en base a estos
métodos. Por lo tanto la única realidad es natural, material y sensible, quedando
reducida toda la ciencia a la Ciencia de la Naturaleza. El naturalismo se basó en la
teoría evolucionista de Darwin y de Spencer, pero ya anteriormente Rousseau
65
había dejado las bases de la filosofía naturalista en su obra “Emilio”, señalando: “Si
queremos conocer al hombre como es, debemos buscarlo en la naturaleza”.
Otros existencialistas son Martin Buber, este señala que la persona educada es
aquella cuyo espíritu profundo ha quedado impregnado por lo que ha aprendido; El
hombre es el ser que conoce su situación en el mundo y que, mientras esta en sus
cabales, puede prolongar este conocimiento. (Martín Buber, 1999).
W. Flitner, señala que la educación es un quehacer, al que todos nos toca una
responsabilidad que no podemos eludir.
66
El materialismo marxista – leninista.
I. Materialismo dialéctico.
V. Evaluación.
El materialismo dialéctico
Materialismo.
El materialismo sigue modelos del idealismo socialista panteísta hegeliano, hay que
recordar que para Hegel, la última realidad es la idea absoluta, la cual se desarrolla
mediante una dialecticidad que supone tres fases: Tesis (la idea absoluta en sí); Antitesis
(la idea fuera de sí = Naturaleza), y Síntesis (la idea para sí = el espíritu Absoluto).
Carlos Marx y Federico Engels siguen a Luis Feuerbach en sus ideas filosóficas.
67
...”No es el sujeto quien crea o modifica las cosas al conocerlas, como en el idealismo...”
“La Praxis: consiste en establecer como criterio de verdad, no ya la evidencia, sino “la
acción”, es decir, la UTILIDAD. Es la práctica la que revela el valor absoluto de nuestro
conocimiento....” (Francisco Montes de Oca, Filosofía en sus fuentes, P. 434).
El conocimiento sensible.
Nuestras representaciones sensoriales son las que dan mayor evidencia de la realidad.
Para Feuerbach, el sensorio es el órgano de lo absoluto.
Materia y espíritu
.... ¿Quién tiene prioridad entre el espíritu y la materia?... Feuerbach ha optado por lo
segundo. Engels, siguiendo a Feuerbach dice: “La materia no es un producto del espíritu,
sino que al revés, el espíritu es el producto superior de la materia” (Luis Feuerbach y el
fin de la filosofía clásica alemana). Reyes Mate, Hugo Assman – Reyes Mate; Karl Marx
– Frederich Engels, sobre la religión (I) p.343.
El espíritu se entiende como una de las tantas energías que tiene la materia. La materia
florece en la idea de manera espontánea, y ésta idea que se forma ejerce una influencia
en el hombre, ya sea arrastrándolo o rechazándolo.
68
1. La coherencia, o la ley de la “penetración de la oposición”.
2. El movimiento.
La “ley de la penetración de la oposición” afirma que todas las cosas pueden entenderse
como una sola “unidad”: “La dialéctica considera a la naturaleza... como un todo único,
coherente, en el que los objetos y los fenómenos están orgánicamente entrelazados,
dependen unos de otros y se condicionan de modo recíproco”.
El materialismo radical prohíbe recurrir a una mente superior para la creación del cosmos
y pretende hacer coincidir el materialismo y la dialecticidad.
El movimiento
El salto
Los cambios más importantes que ocurren en la naturaleza son por “salto”, es decir,
aquellos que involucran una circunstancia de golpe, o de brusquedad y existe un nuevo
ajuste.
La ley de “la transformación” menciona que el simple aumento de cualquier cosa, causa
un cambio, tanto cualitativo como cuantitativo y viceversa. Cualidad negada es cantidad;
cantidad negada es cualidad.
Esto se expresa por la “Ley de la negación de la negación” o “Ley del desarrollo a través
de los opuestos”.
69
El espíritu, por su parte, se encuentra en un proceso cuyas fases son: “afirmación”
(Tesis), “negación de la afirmación” (antitesis) y “negación de la negación” (Síntesis). Así,
la dialecticidad del sistema marxista puede considerarse a la contradictoriedad de lo real
El materialismo histórico
...” El modo de producción de la vida material condiciona todos los procesos vitales de la
sociedad política y el espíritu...las fuerzas materiales de producción de la sociedad entran
en conflicto con las condiciones de producción existentes... viene entonces una época
de revolución social. Con el cambio de la base económica, se transforma ya lenta, ya
rápidamente toda la superestructura erigida sobre ella”.
El carácter determinista de la historia: La historia humana está regida por leyes férreas,
fijas, como las que rigen todos los hechos de la naturaleza.
Las superestructuras como factores activos: El marxismo sostiene que no por ser el
factor económico el que tiene la primacía, actúa únicamente él como factor activo y todo
lo demás sea pasivo. ...”se pone de manifiesto que la importancia de la función
organizadora, movilizadora y transformadora de las nuevas ideas y teorías de las nuevas
concepciones e instituciones políticas”.
70
Continua movilidad de la historia: La Historia presenta una dinámica continua. Stalin
señala: “Si es verdad que el mundo está en perfecto movimiento y desarrollo....es claro
que no hay regímenes sociales” (Materialismo dialéctico y materialismo histórico, P. 11).
Salto, que operará con la revolución: La evolución social de la humanidad según sus
leyes de progreso, sucederá con un cambio brusco de vez en cuando, es decir, un salto
que se realizará con la revolución. Según Stalin: “El paso del capitalismo al socialismo y
la liberación de la clase trabajadora del yugo capitalista no puede realizarse por cambios
lentos... sino mediante un cambio cualitativo del régimen capitalista con la revolución”
El verdadero grupo natural es la clase. Los diversos grupos sociales, como la familia, la
profesión, la patria... carecen de importancia.
“La dictadura del proletariado es la guerra más heroica e implacable de la nueva clase
contra el enemigo más potente, contra la burguesía...; la dictadura del proletariado es
una lucha tenaz, sangrienta y no sangrienta, violenta y pacífica, militar y económica,
pedagógica y administrativa contra las fuerzas y las tradiciones de la vieja sociedad”.
El hombre comienza a luchar por la existencia, los medios de producción son utensilios
de piedra, para dar luego paso al arco y a la flecha. Vivió en un régimen de comunidad
primitiva. No había propiedad privada.
Marx cree encontrar vestigios de esta edad en la historia de los antiguos esclavos,
romanos, germanos, celtas, indios.
71
El hombre crea instrumentos de hierro; roturó la tierra surgiendo así la agricultura y la
ganadería. Apareció el régimen de la esclavitud.
La esclavitud apareció de otra forma; los amos oprimían a los artesanos aunque éstos
son dueños de su vida e instrumentos de producción.
Por el trabajo, el hombre se crea. El hombre son las relaciones sociales que derivan del
trabajo. El trabajo ofrece la causa explicativa de la existencia del hombre.
72
Afirma que el hombre es esencialmente un producto de la naturaleza.
Todas las actividades humanas se determinan y moldean por “la lucha de clases”.
La educación en el comunismo
Un crecimiento rápido del número de los que pueden leer, herramienta necesaria para la
difusión de la propaganda.
La familia
El código de 1918 la negaba, los códigos de 1926, 1027 permitía el matrimonio para no
herir susceptibilidades populares, pero permitiendo libertades dentro de éste. A partir de
1935 se estabilizan los matrimonios y se restaura la autoridad de los padres.
La familia, a pesar de todo, es la cúpula vital del estado, cosa que los mismos comunistas
lo tuvieron que aceptar, por lo que han tratado de proteger a la familia cada vez más para
garantizar la solidez de la sociedad.
Cambios recientes
73
En la práctica educativa de la Unión Soviética se han tenido cambios importantes,
especialmente en 1925:
Entre los cambios recientes de la Nueva Constitución Nacional de 1977 se expresan los
derechos garantizados y deberes de los ciudadanos:
74
Apelación legal contra acciones ilegales de funcionarios y organismos del Estado, y
compensaciones por daños en los casos de tales acciones.
Evaluación
El marxismo cae en una visión unilateral al presentar al hombre como un solo producto
del trabajo y de la sociedad.
Con respecto a la dialecticidad, esta se presenta solo como una razón primaria postulada
para la base de un sistema. La dialéctica es el arma que se dedica a destruir la doctrina
del comunismo.
Cabe señalar, que el que se tengan grandes adelantos y buenos profesionistas, no quiere
decir que sea el sistema, sino que a pesar de este han logrado sobresalir en las
conquistas materiales, mas no en las espirituales. Estos progresos posiblemente, más
bien se deban a la disciplina que requiere la organización de un estado socialista que
impone un bien colectivo, aunque se carezca de libertad humana en diversas
manifestaciones de conciencia, expresión, enseñanza, trabajo y vida.
75
Filósofos de las más diversas orientaciones intelectuales, religiosas e ideológicas, se
abocaron a escribir en torno al ser y a la existencia.
Soren Kierkegaard, Miguel de Unamuno, Jean Paul Sartre, Martín Heiddeger, Karl
Jaspers, Friederich Nietzche, Gabriel Marcel, entre otros, son los más destacados
representantes de esta concepción filosófica.
En literatura también encontramos una fuerte corriente plegada a esta filosofía, tal y
como lo demuestran las obras de Fiodor Dostoievski, Albert Camus, Franz Kafka, así
como en la teología de Martín Bubber y Reinhold Nieburhr, entre otros.
El existencialista procuró filosofar desde el punto de vista del actor y no desde el puesto
del espectador. Para ellos, la filosofía no era algo que se aprendía en los libros, sino algo
para ser aprendido en el torbellino de la vida.23 El proceso filosófico debía originarse en
la apasionada conciencia individual de la circunstancia humana, que era el término y la
contingencia de la existencia.
El mundo es para ellos, existencia. Por ello el ser humano debe preguntarse sobre su
humanidad. Ya que ser humano, con verdadera existencia, es hallarse en actitud
problemática.24
La existencia precede a la esencia. No nos puede caber duda de que existimos -dicen
los existencialistas- y esa existencia no tiene razón, nos hallamos aquí sin ningún
sentido; de ahí el surgimiento de la angustia, preocupación sobre la que se habrá de
levantar el edificio filosófico del existencialismo.
Como el hombre no tiene esencia, debe proceder a construirla; pero en ese período de
construcción se enfrenta con la muerte, ya que somos criaturas para la muerte; sin
embargo, antes de que ella llegue, tenemos la opción de determinar nuestra propia vida.
76
Al ser el hombre y la mujer seres sin esencia, pero con existencia, lo que equivale a decir,
seres con libertad absoluta, podemos determinar el tipo de vida al que queremos aspirar.
La ausencia de una esencia, nos convierte en jueces de nuestro destino; elegimos lo que
creemos moralmente que se debe elegir, pero contrario al resto de individuos que
prefieren que le establezcan las normas por seguir, en el existencialismo debemos ser
nosotros quienes las delimitemos.
77
El Humanismo se centra en el hombre mismo y lo concierte en norma, camino y
meta de su propia existencia.
A continuación expondremos tres interpretaciones del humanismo: el humanismo
espiritualista, el humanismo materialista del marxismo y el humanismo del
existencialismo sartriano.
«Humanismo» es un término que para nadie resulta hoy extraño, pues en la vida
ordinaria se lo escucha con relativa frecuencia. No obstante, este hecho no implica
un conocimiento cierto de sus rasgos y alcances. En ello radica tal vez la pertinencia
deesta sucinta revisión, que además está enfocada en el ámbito educativo.
El humanismo surgió como una imagen del mundo al término de la Edad Media
(Villalpando, 1992). Los pensadores humanistas fueron entonces intérpretes de
nuevas aspiraciones humanas impulsados por la decadencia de la filosofía
escolástica, cuyo centro de gravedad era la vida religiosa y la inmortalidad
ultraterrena. El humanismo vino a sustituir esa visión del mundo con la reflexión
filosófica abundante en productos racionales, en la que primaba la idea del hombre
como ser humano, verdadero e integral.
Así, a partir del Renacimiento se instaura un nuevo pensamiento pedagógico: ideas
y doctrinas de elevado sentido humanista definen desde este momento el carácter
y el valor de la educación, que adquiere de ese modo las cualidades de liberalismo,
realismo e integridad. En ese caso, el liberalismo reconoce el valor de la persona
del educando como la parte más significativa en su formación tanto como la
autenticidad del hombre. Dicho reconocimiento se vuelve patente, entre otras
formas, con la supresión de los castigos corporales. A su vez, el realismo reconoce
la naturaleza del educando como punto de partida para su educación, además de
tomar en cuenta el ambiente donde éste se desenvuelve. Por último, la integridad
se refiere a la amplitud de la educación y a la consideración del educando no
solamente como un ser que debe adquirir brillo para su persona o para cultivar
aquello en lo que tenga capacidad, sino que también lo contempla como un ser con
alma, como un conjunto de potencialidades, las cuales es preciso hacer que se
desarrollen.
78
hombres. Al tiempo de indicar que para el aprendizaje se requiere observación y
práctica directas, recomienda formar al hombre en las artes y procurar el
fortalecimiento de su vigor físico. En Francia descuella Francisco Rabelais (¿1494?-
1553), quien escribe Gargantúa y Pantagruel clamando por una educación útil, y
Miguel de Montaigne (1533-1592), autor de los Ensayos, donde asevera que la
educación debe formar al hombre mejor, librarlo de prejuicios sociales y de falsos
orgullos, hacer del educando un ser reflexivo, humanamente formado, antes que
repleto de conocimientos.
El humanismo en el siglo XX
79
Posteriormente vino Burrhus Frederich Skinner (1904-1990), psicólogo
estadounidense, quien también enfocó su estudio en los procesos de aprendizaje
hasta descubrir un nuevo tipo de condicionamiento de la conducta animal,
denominado éste «condicionamiento operante o instrumental», aplicable a todos
los campos de la psicología.
En ambos casos, los estudios están fundamentados en experimentos con la
conducta animal a base de repeticiones. Por ese motivo, el conductismo se
relaciona de inmediato, en educación, con las reacciones humanas automáticas.
En tal caso, el proceso educativo se reduce al suministro controlado de una serie
de factores externos y de estímulos para producir en el educando reacciones
observables. Así, deja de lado las actitudes y motivaciones personales al
considerarlas carentes de valor, además de que limita la creatividad y no permite ni
promueve la reflexión.
Ejemplos de estos condicionamientos pueden ser la memorización (basado en la
ley de la repetición) o la realización de trabajos de imitación en los cuales ya se
conocen los resultados con antelación.
En estos sistemas, la acción humana se explica mediante el arco reflejo, el hombre
queda reducido a un mero mecanismo, productor de conductas medibles, mientras
que la motivación se estimula mediante la actividad reforzada, de la repetición
condicionada. En ello, precisamente, estriba la falla del conductismo: en la
explicación mecanicista de la compleja acción humana.
En sentido contrario al conductismo, que prevaleció en la escena educativa durante
décadas, hoy entendemos el paradigma humanista como un modelo antiautoritario.
Según esto, el humanismo se refiere al estudio y promoción de los procesos
integrales de la persona (Hernández Rojas, 1998). Por lo tanto, la personalidad es
una organización o totalidad que está en continuo tránsito de desarrollo, en cuyo
caso la persona debe ser estudiada en su contexto interpersonal y social. Esta
concepción, justo es aclararlo, toma de la filosofía existencialista la idea de que el
ser humano va creando su personalidad a través de las elecciones y las decisiones
que continuamente asume frente a las situaciones y problemas que van
presentándosele en el transcurso de su vida. Las conductas humanas, en este
sistema, no son consideradas como fragmentarias y simultáneamente implican
aspectos inherentes a la humanidad como el egoísmo, el amor, las relaciones
interpersonales afectivas, las cuestiones éticas, valores como la bondad, o
aspectos naturales físicos como la muerte, la sexualidad, entre muchos otros
.
De acuerdo con esa perspectiva, el humanismo incorpora del existencialismo las
siguientes nociones:
80
* el ser humano es libre para establecer sus propias metas de vida; y
* el ser humano es responsable de sus propias elecciones.
81
De acuerdo con el paradigma humanista, los alumnos son entes individuales,
únicos, diferentes de los demás; personas con iniciativa, con necesidades
personales de crecer, con potencialidad para desarrollar actividades y para
solucionar problemas creativamente. En su concepción, los estudiantes no son
seres que sólo participan cognitivamente sino personas con afectos, intereses y
valores particulares, a quienes debe considerarse en su personalidad total.
Gobernar almas no es el propósito final del docente humanista, sino formar a los
estudiantes en la toma de decisiones dentro de ámbitos donde prime el respeto a
los derechos de la persona, y donde lo justo y lo injusto, como dogma, se cuestione.
Luego entonces, es posible señalar algunos de los rasgos que debe asumir el
educador humanista:
Para finalizar esta brevísima revisión, vale la pena tener presente a Carl Rogers.
Como un estudioso entre quienes más han analizado el concepto de aprendizaje,
Rogers afirma que el alumno promoverá su propio aprendizaje en cuanto éste
llegue a ser significativo para él mismo. Esto sucede cuando en la experiencia se
involucra a la persona como totalidad, cuando se incluyen sus procesos afectivos y
cognitivos, y cuando, además, el aprendizaje tiene lugar en forma experimental. En
este sentido, reviste gran importancia que el alumno considere el tema a tratar como
algo relevante para sus objetivos personales y que el aprendizaje se promueva con
técnicas participativas, a través de las cuales el alumno tome decisiones, movilice
sus propios recursos y se responsabilice de lo que va a aprender.
Simultáneamente, la creación de un ambiente de respeto, comprensión y apoyo
para los alumnos es de igual manera sobresaliente. Por último, Carl Rogers sugiere
82
que el profesor abandone las recetas estereotipadas, y se decida a actuar de
manera innovadora, con base en su personalidad, en su auténtico modo de ser.
El humanismo espiritualista.
83
Para el humanismo, el hombre es fin en sí mismo, y su perfeccionamiento, el fin de
la educación.
Newman señala que la formación del entendimiento como lo mejor del individuo le
capacitará para desempeñar adecuadamente su fin en la sociedad.
Los medios que intervienen en la formación del hombre son. La herencia, el medio
ambiente y el hombre mismo. Por medio de la inteligencia, el hombre debe trazarse
un plan de vida para llegar a realizar un ideal en la vida.
El humanismo para conseguir ello propone una autodisciplina que se expresa en
los siguientes términos: “voluntad de refrenarse”, “control interno” “freno vital contra
ímpetu vital”. Babbit.
Humanismo y religión.
Deporte.
84
Los que lo hacen consistir en la asimilación de los estilos literarios de los pueblos
griego y romano; cuyo fin es adquirir la claridad, dominio y elegancia del ritmo en la
forma plástica.
Los que afirman que el clasicismo consiste en el estudio de los filósofos;, quienes,
tratan de comprender que las situaciones que ocuparon a los filósofos de la
antigüedad, son los mismos de la actualidad.
El sentido de la obra bien hecha: El educando desea realizar una obra por sí mismo,
aun cuando tenga que repetir una y otra vez hasta que le parezca perfecta. Una
obra siempre merece respeto, esté como esté y se debe estimular la
responsabilidad de quien la realizó.
85
El sentido de la cooperación: entender que el hombre necesita de la compañía de
otros para convivir armónicamente y fomentar su vida social. Se debe encaminar al
educando al servicio de sus semejantes, al compañerismo, a la cooperación para
desterrar el espíritu de egoísmo individualista, de pereza o de abstención.
Por ello, para ser maestro se requiere de una vocación para que lleve a cabo su
tarea de que el alumno alcance libertad mediante la adquisición de virtudes
intelectuales y morales.
El subconsciente
Por debajo de las palabras conscientes está la íntima vitalidad del alma que es la
verdadera fuente del conocimiento, del amor y verdaderos deseos humanos.
Para ello hace falta “la atención personal a la floración interior de la naturaleza
racional, y luego un gran esmero en confrontar y vigilar esta razón a punto de
abrirse a un sistema de conocimientos coherentes y bien fundamentados”.
Para esto, debe haber estrechas relaciones entre el maestro y el alumno, y éste
primero, tiene que desechar la memorización y poner en práctica la espontainedad
del alumno.
86
Unificación del trabajo mental y manual. En la infancia y la juventud, es de suma
importancia la integración de manos e inteligencia. La inteligencia debe
manifestarse en los dedos, la expresión oral, la artesanal. El trabajo manual
desarrolla la razón que es teoría y es práctica, y proporciona al alumno destreza y
seguridad.
La formación de la inteligencia
La tradición francesa en éste aspecto pide “una cabeza bien formada y no bien
recatada”.
Una regla de Santo Tomás de Aquino a los maestros: “No abráis delante de los
estudiantes un hoyo que luego no habéis de llenar”.
El humanismo marxista
87
histórico, que se halla en lo real. El hombre es producto de las relaciones sociales,
pero sin que éstas lleguen a enajenarlo.
Marx señala que la alineación “es el hecho por el cual el hombre se encuentra
desposeído de lo que le pertenece por esencia, en provecho de una realidad
ilusoria”.
Alineación religiosa
Marx dice: “la religión es el opio de los pueblos” (Crítica de la filosofía hegeliana del
Derecho).
La religión viene siendo como un sedante que hace soportar el sufrimiento sin
violencia ni reclamaciones y de la cual es necesario liberar al hombre.
Alineación filosófica
La filosofía promete cosas totales y eternas, más no las proporciona, siendo por lo
tanto insuficiente. Por la alineación filosófica el hombre ha perdido su acción en el
provecho de pensar.
Alineación política
Alineación social
Por ésta alineación es que hay división de clases sociales, dejando el hombre de
participar en una parte de la esencia humana.
Alineación económica
88
material capitalista, siendo el ahorro forzado que ha sufrido el trabajador y que
disfruta el empresario.
Es un humanismo que sostiene que el hombre siempre puede superarse más, que
no existen niveles tope para él.
89
históricas, reales, pertenecientes a clases sociales distintas y desea ayudar solo a
las masas oprimidas.
Juzga a las personas no por sus intenciones, sino por sus hechos. El antiguo
humanismo veía en el hombre sojuzgado de la masa trabajadora un ser digno
únicamente de propiedad y conmiserable.
Estos principios de la Ética Marxista son como un ideal que dan la impresión de que
son un ardid para atraer a los incautos a la ideología marxista.
90
- El respeto de la dignidad de la persona humana.
Otro aspecto negativo del socialismo es el impedimento de ahorro por parte del
hombre para ver por un mejor futuro, al destinarse todo en beneficio del Estado.
Asimismo, la falta de libre pensamiento y expresión.
Para Marx, la religión aliena al hombre a pesar de que la aceptación hacia Dios no
sea una enajenación sino una simple afirmación sobre una realidad que uno cree.
Con lo anterior expuesto, surge la pregunta ¿dónde está la libertad plena del
hombre en el humanismo marxista?
91
Los presupuestos del humanismo marxista en la educación son:
A. Makárenko
BLONSKIJ
92
La educación para Blonskij juega un papel de refuerzo en el proceso
infraestructural.
El humanismo existencialista
93
El hecho de que Dios exista confiere soledad y abandono al hombre, dando por
consecuencia el rechazo de la moral cristiana o laica.
“Hay dos escuelas existencialista... los primeros, que son los cristianos... y por otra
parte, los existencialistas ateos... lo que tienen en común es simplemente que
consideran que la existencia precede la esencia.... ( ob. Cit. p. 14)”.
“Si por otra parte, Dios no existe, no encontramos frente a nosotros valores y
ordenes que legitimen nuestra conducta....Es lo que expresare diciendo que el
hombre está condenado a ser libre (p.21)”.
“No hay otro universo que este universo humano, el universo de la subjetividad
humana. Esta unión de la trascendencia, como constitutiva del hombre...es lo que
llamamos humanismo existencialista. Humanismo, porque recordamos al hombre
que no hay otro legislador que el mismo....” (ob, cit. pp.42-43).
Síntesis
En el Humanismo es un existencialismo:
94
- Se descarta la esencia humana, o naturaleza humana, y se sustituye por el
concepto de condición humana.
Para la objeción del quietismo y desesperación, Sartre responde que “la angustia
es condición misma de la acción” (pp.32-33). La angustia es fruto de la
desesperación, del estado de abandono; pero dichos estados de abandono o
desesperación no mueve a la acción. Porque quien se desespera no obra; en el
momento tenemos conciencia de que nuestra acción es estéril, nuestros brazos
caen, y ésta es la actitud natural de un desesperado.
Los católicos le señalan que viéndolo de esta manera, el hombre es una pasión
inútil, es un proyecto fracasado.
En cuanto al optimismo del hombre por ser libre, no se comprende que clase de
libertad sea aquella en la que la elección no está en sus manos, porque Sartre dice
“lo que entendemos por querer en una decisión consciente...no es sino la
manifestación de una elección más original.....que aquello que se llama voluntad” (
ob, cit, pp.23-24).
95
Sartre por ello, se contradice con la intersubjetividad sin esencia humana.
“ En efecto, todo está permitido si Dios no existe y por consiguiente el hombre está
abandonado.... y por otra parte libre, porque una vez lanzado al mundo, él es
responsable de todo lo que hace” (p. 15). Con esto Sartre acentúa la objeción
Entre estas obras tenemos “la Odisea”, “A puerta cerrada”, “El muro”, etc.
La libertad absoluta.
96
El abandono.
Otros existencialistas
Martín Buber
Sus obras son: Yo y Tu (Edit. Fondo de Cultura Económica, Méx.), y Entre Hombre
y Hombre. Para Buber, la persona educada es aquella que está configurada por
una toma de decisiones existencialistas. Sus valores han sido creados en el aquí y
el ahora y se manifiesta a medida que se va relacionando con potros hombres.
W. Flitner.
Flitner señala que la educación es un quehacer, al que todos nos tocan una
responsabilidad que no podemos eludir.
97
El constante hacerse de la persona da a la pedagogía un sentido histórico que se
proyecta en lo suraindividual. El educador ve en el educando tanto su futuro como
el del pueblo.
Jaspers.
REFLEXIÓN.
98
TEMA 3
Problemas metafísicos de la Educación
Subtemas:
99
TEMA 2: Problemas metafísicos de la Educación
100
Regulación del proceso educativo.
Las causas del ser pueden ser: intrínsecas (material y formal) o extrínsecas
(Eficiente, ejemplar y final.
Causa final interna, que es a lo que se destina el ser. Debe coincidir con la causa
formal y ejemplar.
Desde mi perspectiva, estos tres asuntos son motivo de una reflexión profunda por
parte de quienes hemos dedicado nuestra cotidianeidad a la labor educativa. Apoyo
la idea de qué si los educadores lográramos tener un recto conocimiento del
hombre, su naturaleza y de su realidad, se pudiera ayudar a la ciencia de la
educación a salir un poco de la confusión y del desconcierto en que se navega. Es
preciso entonces, recurrir a una verdadera filosofía para que la acción educativa
reciba una adecuada orientación.
101
Todo lo anterior, nos lleva a rescatar algunas reflexiones interesantes en ese
ámbito. Los modos de vida, las condiciones sociales, están viviendo profundos
cambios. La industria, el campo, la salud pública, el ajuste social y definitivamente
la educación, todo se sumerge en un momento histórico cambiante y que presenta
necesidades muy distintas a las de las sociedades anteriores.
Es una realidad que muchos de éstos cambios constantes de los que hablamos han
traído grandes beneficios para el hombre y su entorno. Sin embrago, también es
cierto, que en el plano humano, el individuo se ha visto alejado de principios de vida
fundamentales de una existencia plena. Se nos ha olvidado, en medio de tanto
ajuste y cambio, que los principios de una verdadera filosofía pueden ofrecer al
hombre un criterio válido para interpretar y valorar la vida y el significado de la
misma.
“El hombre, desde hace un siglo se encuentra inmerso con mayor profundidad cada
vez, en una crisis, que sin duda, guarda mucho de común con otras que nos son
familiares por la historia pero que, sin embrago, resulta peculiarísima en un punto
esencial. Nos referimos a la relación del hombre con las nuevas cosas y
circunstancias que han surgido de su propia acción o que, indirectamente se deben
a ella. Podríamos calificar esta peculiaridad de la crisis contemporánea como el
regazo del hombre tras sus obras.
102
deberemos entonces replantearnos una concepción de vida que reconcilie los dos
términos y que en el caso del proceso educativo, revalore muchos aspectos de la
realidad del ser para fomentar una filosofía que le otorgue una certidumbre y una
confianza en su potencialidad humana.
El materialismo
Es el sistema que admite como sustancia única la materia. Las formas más
destacadas del materialismo son las atribuidas a autores como: Demócrito;
Leucipo, etc., autores de la época antigua que presentan una visión mecanicista de
la realidad.
La otra forma del materialismo es la aportada por autores como Marx, Engels,
Lenin, Stalin, etc., que ha sido llamada también materialismo dialéctico.
Los filósofos de la escuela atomista definen que el ser está constituido de átomos
materiales y éstos son eternos y toda realidad está integrada en ellos. La corriente
materialista ha sido seguida por filósofos como Hobbes, Le Metrie, Marx, Engels y
otros quienes dan por supuesto la eternidad de la materia con perennes
transformaciones.
El idealismo
Sistema filosófico que considera a la idea como primera y única realidad esencial.
La esencia del ser es la idea, el mundo de la materia es una ilusión, es una
manifestación de la idea o del pensamiento. Entre sus representantes encontramos
a Platón, del idealismo ontológico; a Hegel, del idealismo trascendental y a
Berkeley, del idealismo empírico.
Idealismo ontológico
103
Idealismo trascendental
3º. La Filosofía del Espíritu, es decir, la Idea de que su alteridad retorna a sí misma.
...En la naturaleza no se podría reconocer otra cosa que la Idea, pero bajo la forma
de exteriorización, y también ella se encuentra en el espíritu como siendo para sí y
llegando a ser en sí y para sí.
El espiritualismo
104
El problema relativo a la naturaleza de la verdad y a la validez del
conocimiento
Saber qué son las cosas es un tema que a todos nos preocupa y ha preocupado a
lo largo de la historia de la humanidad. Sin embargo, nos ha interesado más el
saber qué valor tienen nuestros conocimientos sobre ellas. El problema del
conocimiento puede ser expresado de esta sencilla manera, somos conscientes de
que necesitamos una certeza de que la poseemos.
La actitud de la mente humana es oscilar entre dos extremos: credulidad por una
parte, o sea, confianza en que podemos conocer algo y escepticismo por otra, que
responde a una desconfianza natural porque en muchas ocasiones hemos visto
que no conseguimos la verdad donde creíamos haberla encontrado. Así surge una
actitud normal de crítica, de investigación.
Dogmatismo
Es sostenido por espíritus fuertes que desprecian todas las dificultades y creen que
es innecesario el planteamiento del problema crítico, puesto que para ellos basta la
certeza natural. A ello se responde que tal certeza podría servir para cosas
prácticas del diario vivir, pero no para cimentar en esta certeza natural ni la ciencia
ni la filosofía, porque ha de investigarse la última causa de todo ente. Para ésta
posición epistemológica no existe todavía el problema del conocimiento porque da
por supuesta la posibilidad y la realidad del contacto entre el sujeto y el objeto e
inspira una confianza en la razón humana.
Escepticismo
Sistema Que afirma que no es posible obtener ninguna certeza en las cuestiones
que investiga la filosofía. Niega por tanto, la existencia de la verdad y la posibilidad
del conocimiento. Existen diferentes tipos de escepticismo: el lógico que niega la
posibilidad de todo conocimiento. El especial, que niega cierto tipo de verdades, si
es en el orden moral se denomina escepticismo ético, si es relativo a la metafísica
se denomina agnosticismo. Este último ha influido mucho en otros autores a través
de la filosofía Kantiana, sobre todo en las positivistas y neopositivistas lógicos. En
la antigüedad sus representantes fueron Protágoras, Pirrón, Empírico y Gorgias. En
la edad moderna son muchos los que presentan esta postura en sus obras como
podemos citar a continuación:
105
Empirism.
En él se afirma que no hay más medios de conocimiento que los sentidos, teniendo
como instrumento la intuición sensible y la experimentación.
Racionalismo
Idealismo
Afirma que el pensamiento nada puede conocer fuera de lo que está en él. O sea,
por medio del pensamiento no se puede salir fuera del pensamiento.
Realismo
Concepción idealista
Propuesta por Durkheim y divulgada por Goblot, quienes definen la verdad como:
“el acuerdo de las inteligencias entre sí”. Podemos decir que tratan de visualizar
una creencia colectiva. A esto se responde que no es el acuerdo lo que determina
la verdad, sino la conformidad de la mente con la realidad, porque han existido
errores comunes como la idea de la inmovilidad de la Tierra.
106
Concepción pragmática
La adecuación metafísica
107
buscábamos, que expresa la conexión necesaria entre las cosas de éste mundo y
su origen primero supramundano. Llamamos a este aserto, principio de casualidad”
Análisis fenomenológico.
El mundo del hombre es una realidad dinámica, es decir, que va adquiriendo nuevos
conocimientos a través de la historia, el tiempo y el espacio, lo cual le ayuda a
ampliar su horizonte intelectual.
108
través de un horizonte intelectual en tanto que el animal posee un entorno limitado;
el hombre tiene conciencia de lo que percibe, el animal no y finalmente Marx
Scheler señala que “frente al animal, que siempre dice sí a la realidad... el hombre
es el que puede decir no”.
Unidad: Se refiere a que dentro de uno mismo se rige el principio de unidad entre
las actividades vegetativo-sensitivo-racional como un solo yo.
El origen del hombre a lo largo del tiempo ha generado diferentes posturas, así
tenemos:
109
Determinista: Apoyada por el materialismo que afirma que el hombre procede de la
materia cósmica y por el Idealismo, que dice que éste procede de la Idea Absoluta.
Para que la vida del hombre no sea un absurdo, debe existir algo que le dé una
razón, un significado para tener una felicidad plena y no entregarse a un
materialismo práctico solamente. Un análisis de la existencia humana nos lleva a
concluir que: la humanidad, el hombre, no puede salvarse a sí mismo y que el hallar
el sentido de la existencia humana, no es tarea fácil y supone algo más que un
conocimiento de tipo científico que resulta insuficiente.
110
3.3 La estructura entitativa de la educación
Primer problema
El ente educativo
La existencia de la educación
La esencia de la educación
111
La filosofía tradicional le da prioridad a la esencia, mientras que la filosofía
existencial se la da a la existencia.
“La educación es una modificación accidental del ser sustancial del hombre”.
Segundo problema
Los hábitos tratan de darle la mayor aptitud y perfección. Estos hábitos se dividen
en entitativos y operativos, y pueden ser de naturaleza espiritual; llamados
entonces virtudes (ciencia, sabiduría, arte), o bien morales, llamados virtudes éticas
(prudencia, fortaleza, justicia y templanza).
112
Formación de los hábitos
James, La Vaissiere, Palmes y Boyd Barret sugieren las siguientes reglas para la
formación de los hábitos:
Lanzarse con una fuerte determinación al formar un hábito nuevo o destruir uno
antiguo.
No aceptar ninguna excepción antes de que el hábito que se trata de adquirir este
profundamente arraigado.
Toda capacidad implica la forma de cómo realizar una actividad. Mientras más
actividades se realicen, mayores son las oportunidades de desarrollar capacidades,
hábitos y habilidades.
Las actitudes
Son los estados mentales y emocionales por los cuales el sujeto se adapta a
situaciones determinadas, reaccionando de manera positiva o negativa a ellas,
teniendo por ello las actitudes, un carácter dinámico.
Las habilidades
113
La esencia de la educación se basa en las modificaciones perfectivas que adquiere
la persona con el desarrollo de sus capacidades, la formación de sus hábitos, de
las habilidades y actitudes correctas.
El proceso educativo
Tercer problema
Tesis de la tradición católica, que afirma un daño, pero no radical pero sí accidental.
Kant señala “por la educación el hombre llega a ser hombre” y Max Scheler dice “la
educación es humanización, el proceso que nos hace hombres”.
La realización de la educación.
Cuarto problema
114
Las causas eficientes de la educación son:
Estos agentes son la naturaleza (cosas creadas), la cultura (acción positiva del
hombre para elaborar elementos enriquecedores de la vida) y el medio social.
La familia
Los padres realizan la función educadora natural hacia los hijos, guiándolos,
rigiéndolos y corrigiéndolos. Los padres tienen el derecho de educar a sus hijos.
El estado
Quinto problema
Compañerismo humano.
115
Económicas.
Cívica y jurídica.
Educación mental.
Seguridad divina.
El educador debe hacer coincidir el fin del agente y el fin de la obra educativa.
116
TEMA 4
La formación de la personalidad
Subtemas:
117
TEMA 4: La formación de la personalidad
118
Una cultura viva y formadora debe estar abierta al porvenir, pero anclada en el
pasado. El hombre culto no se asusta frente a lo nuevo ni rehusa las novedades,
pero sabe reconocerlas en su justo valor, conectándolas con el pasado y aclarando
sus semejanzas y desacuerdos.
La educación moral
119
Si el individuo cultiva una buena educación moral, la pondrá en práctica en la
sociedad en que vive y la transmitirá a sus semejantes. Por lo tanto, la conducta de
un maestro debe ser ejemplar para con los alumnos y estar regida por la justicia y
la educación moral, y no por la simpatía. De este modo se logra tener una autoridad
moral que el maestro necesita en su labor educativa.
Educación religiosa
La formación social
120
Su tarea consiste en desenvolver la dimensión individual orientándola hacia el
interés de los demás por medio de un proceso de socialización, el cual supone el
paso por una serie de subculturas relacionadas con la edad que deben recorrer el
niño y el joven.
El proceso de socialización necesita de una maduración del individuo para que este
logre su adaptación dinámica dentro de una sociedad para que pueda realizarse en
su profesión u oficio, manteniendo a la vez una actitud de colaboración y solidaridad
hacia con sus semejantes.
Es importante que se incluya una formación de conciencia despierta y un espíritu
abierto a las necesidades sociales y a los cambios que puedan presentarse en la
sociedad en que vive.
La educación social incluye la formación cívica y la educación política.
La formación cívica
La formación política
Es otra parte de la formación social, la tarea del maestro en este aspecto es la de
ser un guía imparcial en cuestiones del estado para crear solamente reflexión en el
estudiante y que éste se desprenda de juicios propios.
121
“... toda intromisión partidarista en los centros docentes origina una situación
peligrosa que amenaza la pureza interior y la ecuanimidad requerida en la
enseñanza”
La formación social del educador debe estar enriquecida por la práctica de virtudes
humanas sólidas, las cuales le hayan fomentado una personalidad firme, ya que es
un ejemplo a seguir; el profesor debe obrar con lealtad, sinceridad, rectitud moral,
y evitar incurrir en situaciones de timidez, impulsivilidad, falta de tacto, inconciencia
y pereza que puedan ser percibidas por el educando.
La educación estética
Es la educación que tiene el hombre por y para el arte a través del cultivo de la
sensibilidad y el fomento de la habilidad creadora para formar en la persona una
disponibilidad de actuar de manera delicada en su conducta y en todas las
actividades que lleve a cabo.
La educación estética además, debe promover el afecto hacia las obras de la
naturaleza, las cuales reflejan armonía, orden, esplendor y grandeza.
Educación biológica
122
Los deportes y la gimnasia
123
EL DESCUBRIMIENTO DE LOS VALORES.
La adolescencia es la etapa de la vida del ser humano en la cual suelen presentarse
toda una gama de valores a prueba; es la edad en que todo se entrega en pos del
valor. Cuando alguien capta un valor, su espíritu se inclina hacia él; he ahí la
importancia del fomento de la educación de descubrir ese horizonte de valiosos
valores desde ésta etapa de vida.
LA CEGUERA AXIOLÓGICA.
La captación de los valores es a través de la estructura psíquica del sujeto, así
como de la educación y el medio ambiente en que este se desenvuelve.
La educación debe cultivar todos los valores posibles, sin el predominio de unos,
dejando a un lado el fomento y desarrollo de otros.
La ceguera axiológica se presenta en quien lo mismo le da lo bueno y lo malo, la
virtud o el vicio. La labor del educador consiste en no caer en dicha ceguera
axiológica y aún menos en lo correspondiente al campo moral.
124
Tema 5
La Filosofía de la Educación en México
Subtemas:
5.1 La filosofía de la educación en la etapa de formación del Estado
Mexicano
125
TEMA 2: La Filosofía de la Educación en México
Supere aude es el rasgo fundamental con el que Kant define a la ilustración. Para
él, “tener el valor de servirse del propio entendimiento” era signo de madurez. Por
ello, la ilustración manifestaba el momento en que la humanidad había dejado de
ser menor de edad.
126
Para los filósofos del siglo XVIII, esta “audacia” en el ámbito del conocer significaba
buscar la verdad con la luz del entendimiento, abandonando dogmas paralizantes
o prejuicios que lo ensombrecieran. Y a esta actitud como cognoscentes, que
implicaba haberse liberado del “oscurantismo”, se vinculaba una actitud moral: la
de la autonomía. De este modo, “ser ilustrado” significaba, también, acceder a la
posibilidad de dirigirse por sí mismo, es decir, lograr “el gobierno del hombre por su
propia razón”.
La autonomía se manifestó, a los ojos de los pensadores del siglo XVIII, como un
valor cuyo logro implicaba rebasar el contorno de la individualidad. Ser autónomo
significaba, pues, “gobernarse a sí mismo”, no sólo en la intimidad de la conciencia,
sino como miembro de una comunidad, como parte de un todo social, en otras
palabras, consistía en autonormarse en la vida civil: la autonomía era el núcleo del
contrato social que representaba el fin del “Antiguo régimen”. Rousseau, en El
Contrato social, lo expresó mejor que ningún otro al definir dicho contrato como
“una forma de asociación que defienda y proteja con la fuerza común la persona y
los bienes de cada asociado, y por la cual cada uno, uniéndose a todos, no
obedezca sino a sí mismo y permanezca libre como antes”. En el contexto
rousseauniano, gracias al pacto social, el individuo pierde su libertad natural y gana,
a cambio, la libertad civil y la libertad moral consistente en “la obediencia a la ley”;
también, gracias al pacto social se “establece entre los ciudadanos una igualdad
tal, que todos se obligan bajo las mismas condiciones y todos gozan de idénticos
derechos”.
La autonomía fue un valor que adquirió especial relevancia en los primeros años
de la vida independiente de México. Además del significado teórico, en concepto
127
de autonomía se revistió de diversos significados ideológicos que se correspondían
con la práctica política de las diversas fuerzas sociales en conflicto, y que fueron
modificándose al ritmo de los acontecimientos. Dichos significados no fueron del
todo ajenos a la teorización –pues por la vía de una “intelligentsia criolla”, cuyos
componentes actuaron como voceros orgánicos de las clases, las decisiones
políticas se vincularon con los sentidos teoréticos- pero adquirieron un carácter
histórico que superó, en los hechos, el apriorismo.
Para identificar las fuerzas sociales en conflicto, es preciso considerar una de las
contradicciones cuya solución será planteada por la revolución de independencia:
la que existía entre el desarrollo de las fuerzas productivas y el sistema estamental
colonial.
Entre las clases medias, Semo enumera a los dueños de talleres, comercios o
parcelas pequeñas o medianas, que trabajan ellos mismos y que ocupaban a un
número reducido de trabajadores. Se trata de un conjunto heterogéneo entre los
128
que destaca la pequeña burguesía que, ligada al ascenso del capitalismo, ajena a
todo privilegio colonial y obstaculizada permanentemente por los elementos
precapitalistas de la estructura colonial, muchas veces dará la batalla que
correspondía dar a la burguesía. Es a este sector de las clases medias al que se
encuentran vinculados la “intelligentsia criolla” –sector sin futuro en la estructura
colonial y portador de la ideología burguesa liberal-, numerosos miembros del bajo
clero y muchos militares de grado que habrían de participar en el proceso
revolucionario.
Por último, estaban las clases trabajadoras constituidas por los campesinos
(peones acasillados, peones eventuales, jornaleros, arrendatarios), los artesanos
(miembros de gremios o indígenas explotados por toda clase de intermediarios),
los trabajadores asalariados (de los obrajes, de las minas o encargados de trabajos
poco calificados) y los esclavos (que trabajaban en los ingenios, en las minas o en
los servicios domésticos).
Aunque los estamentos no coinciden con las clases, sus fronteras no son ajenas a
la escala social. Por esto, la acción de los diferentes sectores de la población
durante el proceso revolucionario fue resultado del entrecruzamiento de los
intereses y necesidades de clase con los que derivan de la pertenencia al
estamento, aunque estos últimos se subordinaron a los primeros.
Puesto que, como hemos ya indicado, las actitudes y las creencias se condicionan
recíprocamente, es menester dilucidar algunas de las creencias básicas
compartidas por los miembros de cada uno de esos cuatro bloques, con el fin de
entender las actitudes colectivas que se generaron en torno a la autonomía.
129
Estas creencias implicaban una toma de posición con respecto al significado de
ciertas nociones –lo cual quiere decir que dicho significado fuese totalmente claro
y consciente para los sujetos protagónicos-. “Libertad”, “igualdad”, “soberanía” y
“nación” son, entre esas nociones, las más importantes. Y, desde luego, no
podemos pasar por alto las implicaciones de la yuxtaposición de dichas nociones
en el contexto de la alternativa de la independencia política.
Los miembros de este bloque social compartían una creencia fundamental: había
un desacoplamiento entre la esfera legislativa y administrativa y la base económica.
130
Se hacía necesaria entonces una adecuación de la primera a la segunda. Por esto,
su actitud era simplemente reformista, y la “autonomía” no significó para ellos,
inicialmente, “libertad de hacer patria”, sino libertad de manejar y dirigir la sociedad
ya hecha. No obstante, pronto dieron un paso más hacia la independencia: “cuando
falta el rey, la nación recobra su potestad legislativa” sostuvieron sus voceros-, la
soberanía recae entonces en la nación, lo que en lenguaje conservador significaba
no el pueblo, sino los organismos políticos que lo representaban. De éstos surgirían
las leyes que serían fuente de todos los derechos, en especial de la libertad que
requerían las facciones de clase, componentes de este bloque, para acceder al
poder político y para favorecer la acumulación capitalista. De la igualdad “más valía
no hablar demasiado”.
Es difícil determinar una actitud homogénea en este grupo, pues si bien es cierto
que a la pequeña burguesía estaba vinculada una buena parte de los miembros de
la “intelligentsia criolla”, sería falso afirmar que todos los hombres letrados de la
Nueva España abrazaran el ideario liberal; antes bien, hubo quienes defendían la
“soberanía de la nación” fundados en la teoría tomista tratando de eludir el
“peligroso” deísmo de los ilustrados franceses. Por otro lado, es preciso recordar
que el liberalismo de los siglos XVIII y XIX, si bien se caracterizó por el acento en
el contractualismo y en la idea de la soberanía popular, y defendió casi de manera
generalizada la idea de la “igualdad” frente a la ley, no se distinguió por el énfasis
en la democracia. Antes bien, muchos autores consideraron válida, “por estar
basada en el orden natural”, la idea de un Estado censatario conforme a la cual sólo
los varones con cierta instrucción y con determinados ingresos, que eran
registrados a partir de un censo, podían ejercer “por el pueblo” y “para el pueblo”
las funciones de gobierno. Así, la gran masa de “el pueblo” quedaba excluida de la
posibilidad de gobernar.
131
“autodeterminarse” y de conformar una nueva nación transformando el orden
colonial. Sólo así la soberanía recaería verdaderamente en el pueblo. Sin embargo,
“el pueblo” quedaba restringido a sus representantes en el Congreso, mismos que
–huelga decirlo- debían ser “hombres instruidos” –característica muy restrictiva en
una sociedad en la que la instrucción era ajena a las clases trabajadoras y
prácticamente, un privilegio de los individuos del sexo masculino y de sangre
europea.
Para dar lugar a la nueva nación, hacía falta una Ley Suprema que la constituyera.
Ésta, la Constitución, sería la fuente de todos los derechos fundamentales y la base
de la prosperidad futura de la nación. La práctica liberal habría de caracterizarse, a
partir de entonces, por su énfasis en el constitucionalismo.
132
movimiento sólo hablaron en su nombre. Así, cuando Hidalgo apeló a la “voz común
de la nación, y más tarde Morelos a la “voluntad general” lo hicieron –como señala
Villoroprobablemente inspirados en algunas teorías liberales; pero en el contexto
revolucionario “la nación” no significó “los cuerpos constituidos” ni los “hombres
honrados” del Ayuntamiento, sino las clases trabajadoras, y la “voz de la nación” y
la “voluntad general” tenía como referente la voluntad de esas clases.
Muchas son las razones para suponer que las actitudes y creencias populares
fueron interpretadas a la luz de las teorías de los ilustrados, especialmente las de
Montesquieu y Rosseau. No obstante, el significado histórico social siempre rebasó
a la argumentación teórica. Así por ejemplo, cuando Morelos rechaza la proposición
de establecer un gobierno en nombre de Fernando VII, y manifiesta que es preciso
“quitar la máscara a la independencia”, el concepto de “autonomía” rebasa el
significado de “autolegislación” y pasa a significar “autodeterminación”, “libertad de
hacer patria”; cuando Hidalgo, o Morelos, en el contexto revolucionario rechazan la
esclavitud y reivindican la igualdad de todos los hombres, este concepto difiere
mucho del concepto rousseauniano de la igualdad emanada del Contrato social;
ellos se refieren a la igualdad como exigencia radical de las clases trabajadoras, y
no como “sentimiento de amor y justicia” proveniente de la conciencia. No en balde,
el Reglamento provisional político del Imperio mexicano de 1821, elaborado cuando
el grupo conservador había vuelto a tomar las riendas del movimiento de
independencia, establece la precisión de que se trata de “igualdad legal” (art. 9°);
“igualdad” ciertamente más acorde con la teoría liberal, pero más alejada del
proyecto de las clases trabajadoras.
Con el Siglo de las Luces, la teoría y la práctica educativas, como muchas otras
cosas, se transformaron y contribuyeron a conformar un nuevo modelo educativo.
Su influjo llegó con cierto retraso a América: en la Nueva España, el periodo con el
que se impuso el proyecto ilustrado abarcó los últimos quince años del siglo XVIII
133
y se extendió hasta 1833, fecha en la que una reforma educativa marcaría la
adopción de un nuevo proyecto educativo.
Se creía firmemente, pues, que sin ilustración no había libertad y que, a su vez,
ésta era condición de la felicidad de los miembros de la sociedad. Esta creencia,
fundamentada teóricamente por los ilustrados españoles, se incorporó a la
ideología de las clases dominantes y clases medias en la Nueva España.
134
La reacción colonialista no promovió más instrucción que la religiosa y pretendió
conservar el beneficio de “las luces” como privilegio de unos pocos. Pero para los
conservadores y liberales que deseaban la independencia, la ilustración se convirtió
en la panacea. Así por ejemplo, Alamán, ilustre representante del grupo
conservador, sostenía que un buen gobierno debía sustentarse en una opinión
pública fundada en sanos principios, los cuales sólo podían adquirirse por la
educación; “sin instrucción no hay libertad”, decía. Esto no difería mucho del sentir
de los liberales: en opinión de J. M. L. Mora, uno de los liberales más destacados
del periodo, la “instrucción de la juventud” constituía “la base sobre la que
descansan las instituciones sociales de un pueblo”.
135
provinciales, ayuntamientos y alcaldes –rezaba el ordenamiento- “No omitirán
diligencia… para extirpar la ociosidad y promover la instrucción, ocupación y moral
pública” (art. 90); competía al gobierno, expedir “reglamentos y órdenes oportunas
conforme a las leyes, para promover y hacer que los establecimientos de
instrucción y moral pública… llenen los objetos de su institución” (art. 99).
136
Proclamada la independencia, el bloque social constituido por la reacción
colonialista desapareció de la escena; así nada se opuso a que el organismo creado
para ocuparse de la educación iniciara sus funciones con el firme propósito de
“propagar las luces”255 y formulara un Proyecto de Reglamento general de
instrucción pública (dic. de 1823) que reconocía a la instrucción como derecho de
todo ciudadano (art. 1) y uniforme en cuanto a métodos y tratados elementales (art
3), y para que “nadie careciese de instrucción” se ordenó la creación de escuelas
para niñas y adultos (art. 51), se encargó a los ayuntamientos que vigilasen, por
medio de comisiones que los padres enviaran a sus hijos a las escuelas (art. 61) y
se estipuló, como indispensable para ejercer los derechos de ciudadano, el saber
leer y escribir, así como conocer el catecismo religioso y el político de las
obligaciones y derechos del ciudadano (arts. 34 y 35). De acuerdo con este
proyecto, la finalidad de la educación consistía en instruir a los niños y formar sus
costumbres en utilidad propia y en provecho de la nación (art. 33).
Del análisis de estos planes, tanto de los documentos normativos, como de los
contenidos curriculares, se desprende que la educación se concebía como un
proceso destinado a trasmitir conocimientos y desarrollar habilidades –lo que se
resumía en el concepto de instrucción-, y a promover una moral social. Ambos
aspectos constituían las bases de la ilustración que podía ser acrecentada por los
propios ciudadanos y que constituía la condición que hacía posible que el individuo
137
accediera al gobierno de sí mismo, y que la sociedad en su conjunto consolidara la
independencia y procurase la prosperidad de la nación.
De este modo, la autonomía, entendida ya sea como concepto ético –que significó
“ejercicio de la libertad fundada en la razón” o “gobierno de sí mismo”-, ya sea como
concepto político –que connotaba “soberanía de la nación”, “independencia
política”, “libertad civil” e “igualdad legal”-, se manifestó como el criterio axiológico
del proyecto educativo del periodo comprendido entre 1810 y 1833. En torno a ese
valor se establecieron los fines y los principios educativos que orientaron la toma
de decisiones y la práctica educativas.
Una vez definidos los elementos que, en el proyecto educativo ilustrado, dan
respuesta a los problemas de la filosofía de la educación, corresponde
138
preguntarnos si constituyen o no elementos praxeológicos, es decir, si son
elementos teóricos que orientan una praxis educativa. Para dar respuesta a esta
interrogante es menester considerar la racionalidad del proyecto, no sólo en lo
expresado en las leyes y en los planes de estudio, sino también en lo que hemos
llamado “proyecto explícito” y “proyecto oculto”. Igualmente, es indispensable no
perder de vista la relación entre la teoría y la práctica, así como los aspectos
ideológicos del proyecto.
El carácter liberal del proyecto queda reforzado por las premisas no explícitas que
encontramos en la argumentación teórica del liberalismo inglés y francés; ésta
constituyó la crítica teórica al antiguo régimen y la justificación de un nuevo orden:
el capitalista.
139
sus deseos. Por otro lado, el hecho de que se utilizaran indistintamente los términos
“próspera” y “feliz” para indicar el rasgo característico de tal sociedad, hace suponer
que esa tesis central, a la que nos referimos, se apoyaba además en la premisa
liberal que es expresión de la creencia en un orden natural que conduce a un
progreso constante de la sociedad, en tanto no sea violentado. Ese orden o
legalidad natural operaba como una “mano invisible” que armonizaba los intereses
económicos bajo el signo de la ley de la oferta y la demanda –tesis básica de la
economía libéralo como una “providencia”, un “impulso” o un “efecto natural” que
conduciría al ser humano a procurar la convivencia armónica e inspiraría el curso
de la historia – premisa que mutatis mutandis adoptan la mayoría de los ilustrados-
. En los derechos del hombre defendidos por los teóricos liberales, se creía haber
interpretado ese orden natural: la vida, la libertad –en todas las facetas que
interesaban a la burguesía, como la libertad de empresa, de contratación, de
comercio, de elección de representantes- y la propiedad eran los derechos
fundamentales. “Todos los hombres” tenían esos derechos; en eso eran iguales, y
la ley debía consagrar esa igualdad. Correspondía a la educación preparar al
hombre para ejercerlos y contribuir con ello a la prosperidad o felicidad de la nación.
140
de todos los habitantes de la nueva nación. No obstante, los fines educacionales
que se perseguían distaban mucho del proyecto popular revolucionario. En efecto,
la libertad preconizada en el proyecto fue entendida, a la manera de la ilustración,
como ejercicio de un derecho que no contradecía las relaciones de dominación
existentes – significado radicalmente distinto de la libertad entendida como
“revocación de las formas de dominación”-; por su parte, el concepto de igualdad
implícito en el proyecto tuvo como referente la igualdad legal, concepto distinto del
de equidad que respondía al reclamo de las clases trabajadoras y que se resume
en la fórmula marxiana: “a cada quien según sus necesidades”. Por ende, la
autonomía que en el sentir de las clases trabajadoras significara
“autodeterminación” , “emancipación” y auténtica “soberanía popular”, constituyó,
sólo en apariencia, el valor orientador del proyecto, pues la carga teórica liberal de
dicho concepto y la significación que el momento histórico le confería, le impusieron
límites severos.
141
Es innegable que la igualdad legal implícita en el proyecto ilustrado representa una
superación del orden estamental de la Colonia y, en este sentido, constituye un
elemento de crítica al “viejo orden”. Ahí radica su mérito; pero su defecto ya lo
señala la crítica marxiana: ese derecho, entendido a la manera del burgués, hace
a los hombres “iguales en el cielo del mundo político y desiguales en la existencia
terrenal de la sociedad”.260 La educación habría de promover la aceptación de esa
igualdad formal, en desmedro de la equidad –entendida como exigencia radical- y
en esa medida, dejaría de operar como praxis educativa.
También era un gran avance poner como fuente de los derechos “la voluntad
general”, en lugar de la “voluntad del soberano español”, no obstante –y volvemos
a la crítica marxiana- se trata de una voluntad abstracta: “no es una voluntad real,
individual, consciente, sino la abstracción de la voluntad”. Por ello, “la voz de la
voluntad general”, tal como fue interpretada en el proyecto ilustrado –como un
conjunto de principios que debía asumir el educando, para fortalecer las
instituciones liberales-, fue también una voz ajena a los intereses de las clases
trabajadoras. La trasmisión de tales principios se convertía, entonces, en un
proceso seudoeducativo.
Un último elemento que aleja al proyecto liberal del proyecto popular revolucionario,
es el que se refiere a la relación pueblo-constitución. Aplicando nuevamente la
rigurosa crítica marxiana, diremos que mientras que en el proyecto liberal la nación
es el “pueblo de la constitución”, en el proyecto popular revolucionario, los términos
dejan de estar falsamente invertidos: el sujeto es “el pueblo” y el predicado es “la
constitución”; se trata, pues, de “la constitución del pueblo” y no del “pueblo de la
constitución”. Así el proceso educativo tendía a reforzar el asentimiento a esa
relación falsamente invertida: la Constitución era, en sentido literal constitución, es
decir, era la Ley la que daba realidad al pueblo y no viceversa. De ahí, que el “pacto
de asociación” fuese entendido en el proyecto educativo como si fuese “pacto de
sujeción”, lo cual se refleja en el rubro “catecismo político” que denota una de las
asignaturas del plan de 1827; de acuerdo con esto, los principios habrían de
aceptarse como dogma, y cumplirse para tener realidad como ciudadano; en esto
radicaba la “moral pública” que debía ser obra de la educación.
142
creatividad e iniciativa. A esto estaban expuestos los niños que tenían posibilidades
de estudiar -a excepción de un puñado de estudiantes que gozaban de la
prerrogativa de una educación conducida por profesores “particulares”.
Con todo, los niños y adultos que tenían acceso a las escuelas eran una pequeña
minoría. La intención de “propagar las luces” formaba parte del discurso político
pero no de la práctica: un altísimo porcentaje de la población urbana no sabía leer
ni escribir, y para la campesina la educación era un horizonte inalcanzable. Con
esto se daba lugar a la división social del saber, en la que las ventajas estaban del
lado de las clases dominantes. La ignorancia de las masas trabajadoras favoreció
la sobreexplotación de la fuerza de trabajo, en beneficio de los terratenientes y de
la burguesía, y además reforzó, en los hechos, los patrones estamentales, pues
mientras que los criollos tuvieron fácil acceso a la instrucción, los indígenas
permanecieron presas de la ignorancia; eran objeto del adoctrinamiento religioso,
pero el saber científico les estaba vedado, aun en sus niveles más elementales, en
virtud del lugar que ocupaban en las relaciones sociales.
Otro ingrediente conservador del proyecto oculto que resultó indispensable para
reforzar la dominación de clase, fue la forma de dominación sexual que se
manifestó de diversas formas: la mayoría de las niñas que salían de su hogar para
recibir alguna instrucción, acudían a las Amigas –escuelas improvisadas en casas
particulares y atendidas por mujeres de escasa instrucción- o a las escuelas de los
conventos y de las parroquias; en todos estos centros, ajenos al espíritu de
secularización, se les adoctrinaba en cuestiones religiosas y se les adiestraba en
“labores mujeriles” y conductas propias de una “abnegada madre y esposa”. Las
poquísimas alumnas que se contaban en las escuelas del sistema de educación
pública debían seguir un plan de estudios diferente del de los niños. A pesar de que
el proyecto educativo ponía especial acento en la formación de “buenos
ciudadanos” –y se tenía especial cuidado en garantizar que se trasmitiesen los
principios convenientes al caso-, esa preocupación no existió con respecto a las
mujeres, por lo que, en lugar de las “nociones necesarias de Constitución” que se
ofrecían a los niños, las niñas aprendían “moral” y “costura, bordado y labores
femeninas” (plan de 1832). De este modo, la “educación” contribuía a que las
mujeres, se mantuvieran “confinadas al manejo de la aguja y al cultivo del adorno”
-como dijera un articulista de la época- y fuesen útiles para producir y reproducir la
fuerza de trabajo de la que se alimentaría el capital, y para trasmitir los principios
morales que consolidarían las formas de organización social existentes.
143
que, no pocas veces, se consideraron como un lastre intelectual del que había que
deshacerse. La teoría de la servidumbre natural por la cual los indígenas debían
sumisión y respeto al español, y la teoría de una “naturaleza femenina” distinta de
la masculina, se impusieron en la práctica educativa pese a su falta de cientificidad.
Por lo que se refiere a la validez lógica del proyecto, encontramos una contradicción
fundamental: la existente entre el criterio axiológico –la autonomía- y el concepto
de educación. ¿Cómo formar educandos autónomos, promoviendo la asunción
acrítica de principios, como si fuesen dogmas –recordemos el “catecismo político”-
? ¿Cómo lograr que el discente se eleve a la condición de autonomía –aún
entendida a la manera liberal- mediante un proceso educativo en el que se privilegia
la trasmisión?
144
integridad… es para que acopiando luces en la reunión de tantos sabios decidamos
lo que mejor les convenga”.
Una vez analizada la validez social, científica, lógica y práctica del proyecto
ilustrado, cabe preguntarse si éste contiene elementos que pudiesen responder a
preferencias universalizables. En otras palabras, preguntarse por la
correspondencia que pudiera existir entre los valores implicados en los principios y
fines educativos y las necesidades radicales, lo cual aporta los elementos
necesarios para determinar la racionalidad práctica del proyecto ilustrado.
145
no se legitimó; sin embargo, se aplicó con mayor efectividad que el liberal. El
proyecto popular revolucionario, aunque se mantuvo como exigencia radical no
cumplida, aportó un criterio axiológico cuya validez dialéctica es innegable: la
autonomía entendida como autodeterminación, como emancipación, como
equidad, como revocación de las relaciones sociales enajenadas.
La civilización: valor rector del proyecto nacional Una vez que el proyecto liberal se
impuso sobre el de las otras fuerzas sociales, había que asumir sus consecuencias:
los mexicanos del siglo XIX habían ganado la “libertad de hacer patria”; se hallaban,
pues, en una de las encrucijadas de su historia y debían buscar su identidad como
nación. Desde luego, esta tarea no fue asumida por igual por todas las fuerzas
sociales: las actitudes y las creencias que remanifestaron en el periodo
comprendido entre 1833 y 1867 correspondieron a las necesidades e intereses de
clase y de fracciones de clase que se modificaron al ritmo convulso de los
acontecimientos de la época.
Es precisamente por lo accidentado del periodo, que resulta tan difícil reconstruir la
estructura social. No obstante, González Hermosillo nos ofrece un panorama que
nos será de utilidad para aplicar nuestras categorías de análisis. De acuerdo con
este autor, la permanencia y refuncionalización de instituciones y formas de
dominación social precapitalista, presentes todavía en este periodo, posibilitaron la
solidificación de un capitalismo dependiente que se definirá como tal hacia 1880.
se trata, entonces, de una etapa de transición al capitalismo dependiente en la que
la estructura productiva se caracteriza sustancialmente por el peso del sector
agrícola (mayoritariamente de autoconsumo), por una minería relativamente
estancada, y por una industria febril incipiente cuyo desarrollo encuentra obstáculos
146
en la desarticulación del mercado interno y en la actividad comercial, legal o ilegal,
de las casas extranjeras.
Por su parte, las clases medias, a las que se vincularon orgánicamente muchos
intelectuales liberales, estaban integradas por pequeños propietarios dedicados al
comercio y a las artes y oficios, y por artesanos propietarios de algún taller. Con
ellos, compartían intereses y necesidades un buen número de militares de mediana
graduación, empleados públicos, trabajadores de confianza de las haciendas,
maestros de escuela y profesionales libres (abogados, médicos, notarios, etcétera).
Por último, la oligarquía dominante estaba formada por los grandes comerciantes,
los terratenientes y los dueños de minas, así como por el alto clero propietario.
Estos grupos continuaron acaparando cuantiosas fortunas mediante la tradicional
acumulación de rentas; no obstante, de entre ellos, saldría la “fracción emergente”
que impulsaría el proceso de cambio estructural.
No es, pues, incorrecto decir que la lucha política durante este periodo fue un
enfrentamiento entre propietarios. Por su parte, las masas trabajadores
permanecieron atomizadas y dispersas. Es cierto que hubo revueltas y rebeliones
147
campesinas, pero justamente en esos momentos las oligarquías y las
corporaciones privilegiadas se unificaron para enfrentar a las masas como enemigo
común. En cambio, los estratos medios promovieron que se violara la sagrada regla
del juego oligarca, la exclusión de las masas, cuando necesitaron de ellas para
combatir el proyecto centralista.
En realidad, todos deseaban el cambio, pero las actitudes variaban con relación al
proyecto. Las clases dominantes deseaban: “que todo cambie, para que todo siga
igual”. Cada fracción buscaba aumentar y consolidar su poder y el proyecto de
Estado-nación se subordinaba a esa meta. Entretanto, se despojaba a las
comunidades indígenas de sus tierras, y las clases trabajadores eran
sobreexplotadas a la manera precapitalista y, cada vez más, a la manera capitalista.
La riqueza social permanecía como un proyecto no cumplido y las necesidades
radicales seguían insatisfechas.
Acceder a la “civilización” implicaba explotar las riquezas con las que contaban los
pueblos latinoamericanos, en beneficio de quienes apreciaban su valor o –en
término de Zea-, incorporar a un pueblo a la civilización equivalía a incorporarlo al
sistema de explotación capitalista. En esto se resumía, dicho crudamente, el
proyecto civilizatorio fue la teoría liberal. Por eso, cuando dichas fracciones se
opusieron entre sí, en la práctica política, ya con la bandera liberal ya con la
148
conservadora, ello se tradujo –como dice Villegas- en un enfrentamiento de
“liberalismo contra liberalismo”, en el ámbito teórico.
Los obstáculos para el logro de esa meta debían eliminarse, y las corporaciones lo
eran, en opinión de los liberales. Mora, el ideólogo liberal, insistía en que el sentido
de la nacionalidad se diluía en aras de los intereses de las corporaciones; hablarle
al militar y al clérigo de intereses nacionales –decía- sería “hablarle en hebreo”.
Pero estos límites no eran los únicos ni los más importantes: mientras las
corporaciones mantuvieran sus privilegios, la igualdad legal –base de la
“democracia” burguesa- sería un mito, y ello obstaculizaría la legitimación de las
instituciones liberales.
De acuerdo con la teoría liberal, las leyes debían garantizar los derechos
individuales. Por eso, aun en los momentos en que los conservadores lograron
dominar la escena política, en el discurso jurídico aparecen como derechos
inenajenables de todos los habitantes de la República: la libertad, la igualdad, la
seguridad y la propiedad.
149
De este modo, el proyecto nacional se conformaba ajeno a los intereses y
necesidades de las clases populares. Los levantamientos de trabajadores
campesinos –ocasionados por la desamortización de la propiedad comunal
indígena, la sobreexplotación, las múltiples exacciones y las levas- así como las
huelgas y el “tortuguismo” que expresaban la insatisfacción del incipiente
proletariado fueron reacciones, realizadas con más conciencia estamental que de
clase, que sucumbieron ante la represión oficial. Esta situación se tradujo en una
repulsión al Estado y en una falta de identificación con lo mexicano y lo nacional,
especialmente por parte de los campesinos que constituían el sector mayoritario de
la población.
Por ello, la tendencia del nuevo bloque que se fue gestando a lo largo del periodo
consistió en la concentración del poder político para constituir “un poder público
clara y legalmente diferenciado de los intereses particulares” ya fuesen oligarquías
regionales o corporaciones privilegiadas. Ese nuevo Estado que empezó a
delinearse hacia el final de este periodo sería el principal impulsor de la actividad
de los empresarios y de una actividad industrial fuertemente vinculada con el capital
extranjero.
Pero para que el proyecto liberal tuviese éxito, era indispensable modificar las
actitudes que le eran contrarias y que seguían manifestando amplios sectores de
las clases trabajadoras. Se requería crear consenso, y a ello habría de coadyuvar
la aplicación de un proyecto educativo tendiente a promover la aceptación de
ciertas creencias en torno a las bondades del valor fundamental del proyecto: la
civilización.
150
que suprime a la Universidad de México (art. 1° de la Ley del 19 de oct.) y en el que
declara la libertad de enseñanza (art. 24 de la Ley del 23 de oct. De 1833). En
opinión de Tank, esta reforma tenía por objetivo extender la educación primaria a
un mayor número de niños, animando a los particulares –gracias al precepto de
libertad de enseñanza- para que establecieran más escuelas, lo cual no significaba
la eliminación de la enseñanza religiosa. Otros fueron los motivos para suprimir la
universidad. A juicio de Mora, se trataba de una institución “inútil, irreformable y
perniciosa” puesto que en ella “nada se aprendía”, se daban lecciones “meramente
especulativas”, se promovía el hábito del dogmatismo” y se inutilizaba a los jóvenes
“para las ocupaciones laboriosas y positivas”, y, sobre todo, se formaba “teólogos
y canonistas”, en lugar de instruir a los educandos en “los deberes civiles”, en “los
principios de la justicia y del honor” y en “la historia”, y de crear en ellos “el espíritu
de investigación y de duda”.
More resume con claridad los principios que habrían de normar la educación
durante este período: “1º. Destruir cuanto era inútil o perjudicial a la educación y
enseñanza; 2º. Establecer ésta en conformidad con las necesidades determinadas
por el nuevo estado social; y 3º. Difundir entre las masas los medios más precisos
e indispensables de aprender”.
151
enseñanza, pues mientras que muchos liberales procuraban abolir el monopolio del
clero en la enseñanza, incluso contraviniendo el precepto de “libertad de
enseñanza”, los conservadores pretendieron utilizar tal libertad para mantener la
influencia del clero en la educación.
152
En síntesis, de acuerdo con el proyecto liberal, la educación habría de contribuir a
elevar al rango de sociedad civilizada al Estado-nación que se había ido
conformando una vez conseguida la independencia política: la consolidación de las
instituciones liberales –económicas, políticas y sociales-, propias de una nación
civilizada, requería la adhesión a los principios y valores liberales y la asunción de
las creencias que los justificaban, por parte de las clases trabajadoras que
constituían la base de la pirámide social. Esto habría de lograrse no sólo por la
trasmisión de ideas, cuya recepción implicaba un proceso cognoscitivo, sino
también por la transformación de las actitudes morales. La Ley Orgánica de
instrucción pública para el D. F. (1867), con la que se cierra este periodo, expresaba
claramente esta preocupación:”difundir la ilustración en el pueblo es el medio más
seguro y eficaz de moralizarlo y de establecer de una manera sólida la libertad y el
respeto a la constitución y a las leyes”.
Si el valor que sirvió como núcleo de los contenidos educacionales fue “la
civilización”, el criterio que se aplicó para seleccionarlos fue “la utilidad”, entendida
no sólo en el sentido de desechar lo “inútil” y lo “perjudicial” o lo que estorbase al
logro de la civilización, sino también en el sentido utilitarista de lograr “la mayor
suma de bienes” para la mayoría.292 Por eso, la estrategia principal consistió en
extender los servicios educativos: hubo preocupación por la educación de los
153
indígenas, por la educación de los adultos y por la educación de las mujeres, y se
establecieron principios que favorecerían el éxito de la estrategia: la libertad de
enseñanza, la obligatoriedad y la gratuidad.
Ahora bien, puesto que el modelo de civilización eran los países europeos y los
Estados Unidos de América, el modelo educativo también provendría de ahí: los
contenidos por enseñar, los principios por inculcar, los métodos pedagógicos por
aplicar y los valores por adoptar serían aquellos que dictaban los países civilizados.
Baranda expresaba esta actitud, indisolublemente ligada al proyecto liberal, cuando
afirmaba que los mexicanos debían ser “discípulos de otras naciones”, “recoger sus
luces” y procurar una “decente emulación” de ellos.
Las diferentes medidas que se tomaron y los planes de estudio vigentes durante
este periodo muestran la decisión de hacer efectivo el proyecto. Así, por ejemplo,
se estableció un organismo gubernamental directamente encargado de satisfacer
las necesidades educativas,296 se fundó la escuela normal para profesores de
“primeras letras” –una para hombres y otra para mujeres (Plan de 1861)-, se
incorporaron a la pedagogía los principios y métodos recomendados por autores
reconocidos en Europa: Comenio, Rousseau, Pestalozzi, Spencer, Herbart y
Froëbel, entre otros; se trató de multiplicar las escuelas y de atender a un mayor
número de alumnos en ellas –para lo cual continuó aplicándose el método
lancasteriano- y se tomaron medidas para que algunos alumnos adelantados y
154
ciertos pedagogos destacados fuesen a Europa a enriquecer sus conocimientos.
En los planes de estudio se incluyeron las asignaturas destinadas a la formación
cívica –como “catecismo político”, “doctrina social”, “obligaciones del hombre“,
“lectura de la Constitución”, etc.-, idiomas diversos –a veces con exageración, como
en el plan de 1833 que proponía ocho idiomas-, y asignaturas científicas y
humanísticas, así como otras destusadas a formar al estudiante en algún oficio –
como “teneduría de libros”, “jardinería”, “composición de imprenta”, etc.
155
El concepto civilización connotaba dos ideas que podían conjuntarse a
contraponerse dependiendo de su significación histórico social. Por un lado,
significaba la realización de la sociedad capitalista con todo lo que ella implicaba;
por otro, significaba el logro de una “sociedad deliberante y soberana”, es decir, de
una “sociedad democrática”. Si bien, desde el punto de vista liberal burgués, entre
estos dos aspectos de la civilización no existía contradicción alguna, considerando
el punto de vista de las clases que constituían la base de la pirámide social, la
contradicción resulta flagrante. Expliquémonos: para las clases dominantes, una
sociedad civilizada se caracterizaba tanto por el progreso industrial y el desarrollo
comercial, como por la igualdad legal de todos los ciudadanos y la garantía que
ofrecían las leyes para el ejercicio de las libertades económicas y políticas –
igualdad y libertad que definían el carácter democrático de la sociedad-. Para las
clases trabajadoras ambos aspectos se contraponían, ya que mientras el desarrollo
de la industria y del comercio, en una sociedad que se iba perfilando como
capitalista dependiente, se forjaba con la explotación de la que eran objeto, la
“sociedad deliberante y soberana” que se pretendía –según el discurso oficial- no
podía realizarse sino anulando las alienaciones y, por ende, la explotación.
156
tendiente a forjar el “espíritu nacional” en el que habrían de coincidir los intereses
de todas las clases.
Es cierto que algunos liberales fueron más progresistas que otros y confirieron al
proyecto un cierto aire emancipador, sobre todo cuando identificaron “sociedad
civilizada” y “sociedad democrática”. En este sentido, la educación no contribuía de
manera esencial a generar los soportes superestructurales de la sociedad
capitalista, sino a emancipar a los individuos de tutelas nefastas, como lo era la del
clero. No obstante, ese aire emancipador del proyecto se desvanece cuando
consideramos que la identificación de los conceptos “civilización” y “democracia” –
entendida esta última como sociedad en la que se ha abrogado toda forma de
dominación- resultaba imposible en el contexto de la sociedad capitalista
dependiente. De ahí que tal identificación jugara un papel más mistificador que
liberador.
En otras palabras, el proyecto civilizatorio, por más que fuera impulsado por los
liberales, fue un proyecto conservador, y cuando –por la identificación de
“civilización” y “democracia”- se pretendió darle un sentido emancipador, resultó
contradictorio y perdió validez lógica. En efecto, conferir al valor civilización un
carácter emancipatorio sólo era posible si se le desvinculaba del contexto del
capitalismo dependiente que se iba gestando y, por consiguiente, del proyecto
nacional impulsado por los liberales.
Con esa significación liberal burguesa se preservaba la validez lógica del proyecto,
pero a expensas de su validez científica, puesto que el proyecto requería, para ser
legitimado, de una falsa universalización y de una falsa inversión de conceptos, lo
cual le restó objetividad. La falsa universalización consistía en presentar las leyes
del sistema capitalista como leyes naturales y los “valores” de una clase como
valores universales. De esto resultó una falsa inversión que expresa la creencia en
que el estado de civilización confiere al ser humano sus derechos: en palabras de
Marx, no se trataba de que la libertad y la igualdad fuesen respetadas en el
intercambio basado en valores de cambio, sino que el intercambio de valores de
cambio constituía la base productiva, real, de toda igualdad y libertad.
157
tan cara a los partidarios de la Colonia. Sin embargo, en la práctica, continuó el
proyecto oculto que se fundamentaba endechas teorías.
De este modo, la validez práctica del proyecto quedó comprometida con su validez
lógica. Es decir, si se pretendía lograr la finalidad de la educación en el sentido
liberal burgués, ello era posible a condición de que se extendieran los servicios
educativos. Pero si se pretendía concretar el sentido emancipatorio (o democrático)
del proyecto, ello resultaba impracticable en el contexto de la sociedad capitalista
dependiente que se estaba gestando y que se veía favorecida con las diversas
formas de dominación.
Por lo que se refiere a la validez dialéctica del proyecto, es claro que sus valores y
las creencias que a ellos correspondían, difícilmente podían ser universalizables.
Si el valor fundamental era la civilización entendida como progreso, ésta no podía
ser aceptada consciente y libremente por aquellos para quienes el progreso
significaba opresión, despojo y explotación. Si se entendía como “sociedad
deliberante y soberana”, se trataba de un valor fácilmente universalizable siempre
que se entendiera cosa que no sucedía con frecuencia- en correspondencia con las
necesidades radicales.
158
Con todos estos elementos, podemos concluir que el proyecto civilizatorio tiene una
racionalidad técnica en la medida en que la “formación de ciudadanos leales e
industriosos” contribuía de manera eficaz al logro de la “civilización”, entendida a la
manera liberal-burguesa. Pero, también así entendida, carece de racionalidad
práctica y teórica porque las preferencias contenidas en el proyecto no son
universalizables –salvo claro está, por mecanismos mistificadores-, y porque las
creencias que corresponden al criterio axiológico no admiten una justificación
teórica objetiva –ya que se basan en una falsa generalización y en una falsa
inversión.
Pero la educación no podía ser liberadora en virtud del valor que orientaba el
proyecto. Pocos elementos contribuían a conferirle racionalidad práctica, entre
ellos, la intención de formar individuos capaces de constituir una sociedad
“deliberante y soberana”. Pero esto a condición de que se despoje a este concepto
de su significado liberal burgués y se le imprima el sentido que corresponde a las
necesidades y los intereses de los oprimidos y explotados que son, en última
instancia, nuestro parámetro de racionalidad.
Si bien no son muchos los elementos praxeológicos que pueden rescatarse del
proyecto, hay un elemento que, por la crítica que conlleva, significó un singular
avance. Se trata de la tendencia a la progresiva secularización de los contenidos
educativos que se manifestó en la lucha por liberar a la educación del monomio del
clero. Si atendemos al argumento de algunos congresistas, hemos de entender que
esta tendencia a “liberar la inteligencia” de “tutelas nefastas” significaba la
sobrevivencia del aspecto más positivo del criterio axiológico que había privado en
el periodo anterior: la autonomía.
159
Sin embargo, el criterio axiológico se debilitaba cada vez más conforme avanzaba
el siglo, y el criterio del proyecto civilizatorio se despojaba, también cada vez más,
de sus matices emancipadores para dar lugar al proyecto del “orden y progreso”
que habría de orientar la educación hasta el estallido de la Revolución Mexicana y
con el cual se vería acentuado el carácter eminentemente político y deficientemente
moral del proyecto educativo.
La preocupación por darles educación a todos los mexicanos surgió desde los
primeros años del régimen porfirista. La democracia educativa fue una de las metas
más importantes, pero la experiencia fue demostrando que alfabetizar a toda la
población era prácticamente una utopía. Los mayores triunfos se obtuvieron en la
calidad, no en la cantidad. En números relativos, fueron más niños a la escuela,
pero el índice de alfabetismo apenas aumentó. El crecimiento no se dio ahí, sino
en toda la gama de ideologías y en los debates que transformaron y adoptaron
como propia la modernidad en la educación. Podemos decir que la base de la
educación actual se gestó en esos años, que van de 1876 a 1910. Se introdujo la
pedagogía moderna, se crearon y multiplicaron las escuelas normales, se
ofrecieron carreras técnicas a los obreros y la educación superior alcanzó una
época de oro. Sin embargo la obtención de un título no garantizaba ni mayores
sueldos ni mejores oportunidades.
160
Preparatoria como la institución más representativa de la nueva orientación de la
educación.
Gabino Barreda consideraba que la educación debía mostrar la verdad en todos los
aspectos, para formar la conducta, logró preferentemente en la Escuela Nacional
Preparatoria donde se enseñaba a los alumnos a observar, experimentar, razonar
sin recurrir a la teología o a la metafísica, tenía el propósito fundamental de formar
la burguesía mexicana (puntual del posterior Porfiriato) que se constituyó de
individuos cuyos conocimientos e ideologías los hacía de hecho los más viables
conductores de la economía del Estado. En las escuelas del Porfiriato, la variable
fundamental para el cumplimiento de los programas constituía el Maestro.
161
La Educación Normal: en el proceso de la fundación de las escuelas se observó la
influencia de las instituciones normalistas norteamericanas, tanto en su curriculum
como en su administración, todo ello en razón de que los pedagogos mexicanos
recibieron importante formación en aquel país.
162
Dentro de todo este caos la educación fue tomada nuevamente por los clérigos,
que se convirtieron en cómplices silenciosos de la clase en el poder.
Con la salida de Porfirio Díaz, del país, quedo un país débil, golpeado en muchos
aspectos de su vida social, cultural y políticamente hablando. La educación carecía
de una estructura firme, así es que debería de reiniciarse una búsqueda de
estrategias que replantearan la enseñanza elemental, la educación artística o de
artes se canalizó a través de los museos; mientras que la Universidad se dedicaba
a los estudios profesionales. El país en ese momento tenía una preocupación más
primordial que atender antes que el de la educación, la reorganización de un país
que fue golpeado desde sus cimientos que es la estructura social y su organización
económica
163
permanente entre las diversas fuerzas sociales, cada una de las cuales pugna por
hacer efectivo un proyecto nacional acorde con sus intereses y necesidades.
Dicho en otros términos, mientras que unos pugnaban por una reforma política, los
otros lo hacían por una reforma agraria; se trataba de fuerzas que tanto por su
origen como por sus propósitos eran parcialmente contradictorias, pero las unía el
interés por derrocar al régimen de Díaz. Una vez logrado el objetivo común, se
desencadenó entre ellos el conflicto. Éste habría de resolverse a favor de los
primeros, no sin que hubiesen asumido las reivindicaciones agrarias.
164
marxiana, como “dar a cada quien según sus necesidades”, entonces habría que
señalar como la exigencia más radical la de transformar Edmundo social. Sin
embargo, esa exigencia permaneció implícita, quizá porque se concibió como una
consecuencia natural del derecho social por el que se luchaba; quizá porque no
estaban dadas las condiciones subjetivas para hacerla explícita.
165
Los lenguajes ideológicos en los que esta cultura habría de expresarse,
preferentemente, son el “liberalismo social”, que a la manera latinoamericana
acepta la intervención del Estado en materia económica, y el “populismo mexicano”
que –en palabras de González Casanova- “es más radical en la expropiación de la
propiedad y más campesino”. Así, ya alternados, ya mezclados, estos lenguajes se
ostentan, aún hoy día, como la palabra del pueblo.360
El equilibrio que se expresa en estos lenguajes pudo lograrse gracias a que el poder
oligárquico y autoritario adoptó los planteamientos populares de democracia y
justicia social. Este fenómeno, según el análisis de González Casanova, ha tenido
en nuestra historia dos momentos culminantes: uno, en el que el criollo hace la
Independencia a nombre de los indios, contra los españoles, y otro, en el que la
burguesía ostenta como “suyas” las reivindicaciones de las masas trabajadoras.
Este último momento, que es el que interesa analizar aquí, se manifiesta desde la
revolución armada de la década de 1910, pasa por la construcción del Estado en al
de 1920, y se agudiza con la radicalización del proceso en la de 1930, para
retroceder durante varias décadas y reaparecer como un último intento, y
brevemente, en la década de 1970, tras la crisis de 1968.
166
Por esta razón, en los momentos en que la lucha de las clases trabajadoras
amenaza con dejar de ser un proceso reformista para convertirse en una lucha
revolucionaria, el criterio axiológico de éstas se impone, pero sólo mientras se
asegura la sobrevivencia del capital, se aplican los controles y se modifican
nuevamente las relaciones de poder.
Dos son los criterios axiológicos que se destacan a lo largo de este siglo y que ya
se perfilaban en el momento de la revolución armada. Dichos criterios responden a
exigencias de clase: por un lado, está la exigencia de justicia social que se ha
planteado con fuerza en diversos momentos, aunque haya quedado restringida
Almario del movimiento social y democrático que pugnaba por reformas; dicha
exigencia fue reivindicada bajo la forma de “reforma agraria”, por lo que toca al
campesinado, y, por lo que se refiere al movimiento obrero, se ajustó al ritmo y a la
forma de la lucha sindical, por otro lado, la principal exigencia de la burguesía ha
sido la del desarrollo; exigencia que esa clase vive cotidianamente como avidez,
como necesidad de acumular riqueza. Pero mientras que las fuerzas sociales
dominadas demandan sin ambages la satisfacción de la necesidad de justicia
social, las clases dominantes siguen la estrategia de presentar su interés particular
como vinculado al de las clases dominadas, bajo la forma de un “desarrollo”
entendido como incremento del producto nacional real (o del producto per capita),
acompañado de una distribución más equitativa de ese producto.
167
El criterio de “justicia social” se vinculó más con las reivindicaciones de los
dominados en las décadas de 1920 y 1930 por lo que se refiere a la educación,
esto se aprecia especialmente en dos proyectos: el de Vasconcelos y el de
Cárdenas. En el primer caso, el criterio adquirió el tono espiritualista de “redención
de los oprimidos”; en el segundo caso, se acercó más a la concepción de la justicia
social como exigencia radical. Este mismo criterio reaparición –aunque se mantuvo
al nivel del discurso político y jurídico y sin afectar significativamente la práctica
educativa- al principio de la década de 1970, como se desprende de los contenidos
de la Ley Federal de Educación, y volvió a entrar en escena en el discurso en el
que se expresaba el proyecto que, con el nombre de Revolución Educativa, se
impulsó durante el gobierno de Miguel de la Madrid, sin embargo, en los proyectos
de los últimos años incluido el proyecto de la Modernización Educativa (1988-1994),
el criterio ha perdido la fuerza axiológica que le daba su vinculación con las
necesidades reales de los dominados y ha sido mediatizado por su relación –casi
identificación- con la democracia formal.
Esto quiere decir que para identificar los criterios axiológicos de la educación hemos
debido hacer un análisis de los proyectos educativos en su conjunto y examinarlos
a la luz del contexto teórico e ideológico en el que se generaron.
Ahora bien, por más que el lenguaje en el que se expresan los proyectos educativos
sea un lenguaje liberal o populista, la filosofía de la educación del Estado mexicano
que surge de la Revolución no se agota en los postulados liberales o populistas,
sino que se nutre de una diversidad de premisas teóricas provenientes de diversas
corrientes filosóficas –entre las más importantes: el espiritualismo bergsoniano, el
marxismo y el pragmatismo- y de una diversidad de justificaciones que explican la
lucha por la hegemonía. Unas y otras dan un sentido teórico e ideológico a los
168
proyectos educativos, que no puede ser ignorado si se quiere dilucidar los
elementos que conforman esa filosofía de la educación. A dicha dilucidación
dedicaremos los siguientes apartados de este trabajo.
Esa lucha revolucionaria fue, sin lugar a dudas, una lucha popular, no tanto porque
el sujeto protagónico fuera el pueblo mismo, sino porque las reivindicaciones que
le dieron impulso rebasaron a las de la burguesía y porque las fuerzas populares
lograron imponer al nuevo Estado un marco legal que sentó las bases para una
reforma agraria y para la creación de una legislación laboral que protegía al
trabajador, al tiempo que abrió el camino para la afectación de los intereses
extranjeros que dominaban la economía mexicana.
La fuerza con la que se impulsaron las demandas populares por un orden social
justo fue factor determinante para definir los contenidos de la reforma jurídica; no
obstante –como afirma J. F. Leal- ni el campesinado ni el proletariado estaba
organizados para formar un gobierno. Esta función le correspondía a los sectores
radicales de la pequeña burguesía urbana y rural que al término de la lucha armada
habría de adoptar las demandas de la rebelión agraria y trataría de garantizar las
exigencias más inmediatas del trabajador industrial, con el fin de resolver el “estado
de equilibrio catastrófico” en el que se encontraban las fuerzas en conflicto;
equilibrio que ponía de manifiesto la relación de esas fuerzas en la lucha por la
hegemonía.
169
Niebla- como un movimiento de recomposición social cuyo objetivo es el de superar
la fragmentación regional, construir una unidad nacional real forjada desde la base
misma de la sociedad, a partir de las masas trabajadoras, desarrollar un sistema
económico que proporcione sustento a ese objetivo, todo lo cual exigen la
recuperación de los recursos naturales de manos de las compañías extranjeras, la
reforma agraria y la construcción de un aparato industrial moderno. Se trata de un
movimiento en el que, sin modificar las estructuras capitalistas, se opera una
alianza entre el Estado y las clases trabajadoras, y el primero juega un papel de
vanguardia.
170
el pragmatismo a la manera de Dewey, que fue impulsado por muchos pedagogos
mexicanos, especialmente por quienes fueron los promotores de la escuela rural
mexicana; y c) el marxismo aplicado a la manera de Bassols durante los años del
maximato, y de García Téllez durante la presidencia de Cárdenas y de Lombardo
Toledano cuya presencia significó la oposición teórica, desde diversas tribunas,
tanto con respecto a las posiciones espiritualistas como a las pragmatistas.
Cada una de las fundamentaciones teóricas a las que hacemos mención merecería
un estudio especial que rebasa el objetivo de este trabajo; por ello, nos limitaremos
a destacar los elementos que permiten comprender el sentido teórico que adquirió
el criterio axiológico en torno al cual se organizaron los contenidos del proyecto, a
la luz de su correspondiente fundamentación filosófica.
Vasconcelos, como otros miembros del Ateneo de la Juventud, adoptó una posición
francamente antipositivista y su repulsa tomó un cariz nacionalista.370 Pero su
defensa de la nacionalidad, imbuida del espiritualismo francés, es ajena a un
regionalismo cerrado.371 Se trata de una posición político-filosófica que rechaza el
“exclusivismo sajón” que “se funda en la fuerza”, y ve su posible superación en “la
capacidad de universalidad del latinoamericano” cuyo fundamento no está en la
fuerza sino “en el sentimiento que unifica”. Por esta razón, su ideal educativo fue la
consolidación de un nacionalismo que integrara las herencias indígena e hispana
en una nueva armonía: “el mestizaje y la unidad nacional”
171
La escuela no debía contribuir a adaptar al alumno al medio en que se va a vivir
pues, en los pueblos latinoamericanos, ello significaba enseñarlos a vivir en la
sumisión; antes bien, su contribución debía orientarse a liberar las energías
contenidas en el espíritu latino. La escuela debía ser una iniciación en la vida –vida
en sentido espiritualista y no pragmático-; por eso, y oponiéndose al principio de
También oponiéndose a Dewey, sostiene que “el alma, no sólo se mueve por
interés”, puesto que se satisface incluso en lo inútil y sus interrogantes brotan
muchas veces de la mera curiosidad, sin que medie la necesidad; cuando
empezamos a sentirnos libres de la necesidad –dice- aparecen las facultades
superiores que engendran la cultura.
172
En este contexto, la educación aparece como medio para lograr la unificación
ideológica en torno al proyecto nacional popular que demandaba “tareas
democráticas” y que se orientaba al logro de una sociedad moderna. De ahí la
contradicción entre un proyecto educativo que reivindicaba la cultura y el modo de
ser indígena, y un proyecto nacional que requería la incorporación de los indígenas
a un proceso cuyo horizonte era la modernización.
El proyecto educativo callista, cuyo eje central fue la escuela rural impulsada por
Moisés Sáenz, tenía el sello de la modernización, y teóricamente adoptó las
principales premisas de Dewey. La “escuela de la acción” y el “aprender haciendo”,
así como la vinculación entre escuela y comunidad fueron los elementos
característicos de este proyecto que si bien retomaba una buena parte del discurso
vasconcelista era, por sus fundamentos filosóficos –individualismo,
experimentalismo y pragmatismo-, profundamente diferente.
La escuela rural –decía M. Sáenz- debía ser un centro social para la comunidad y
favorecer la socialización, es decir, el hecho de que “el pueblo entra a la escuela,
donde hay un espíritu de democrática libertad en el trabajo, donde hay igualdad en
el esfuerzo y realidad en el interés y donde… se tiene la idea de un grupo
perfectamente integrado con comunidad de ideales y de intereses y en cooperación
completa para realizarlos”. La característica de la escuela rural era el nacionalismo:
tenía que contribuir a crear una “comunidad de intereses, de ideales y de
sentimientos, que se llama patriotismo”, y a incorporar al indígena a ese “tipo de
civilización… que constituye nuestra nacionalidad”. El medio para lograrlo era la
actividad, por lo que la escuela se convertía en “un gran campo de actividad”
vinculado a las necesidades de la comunidad.
173
incorporación del indígena a la sociedad nacional y vincular la escuela a la
comunidad. A esta influencia, se sumó la de Comte cuya presencia persistió,
aunque con menor importancia; ello explica por qué, según la concepción de este
pedagogo, la población rural debía ser transportada, gracias a la educación, “de las
etapas inferiores de vida hacia planos superiores”.
174
Sin embargo, los postulados teóricos que surgieron del Congreso mantuvieron
vigente la necesidad de la integración y se expresaron en un lenguaje populista que
si bien matizó la pertenencia de clase de la forma de dominación étnica, no impidió
que se reivindicaran las particularidades étnicas “lengua y cultura incluidas”.387
Esta nueva significación del criterio axiológico era el resultado de un largo proceso:
en el proyecto vasconceliano, la educación debía contribuir a redimir a los oprimidos
incorporándolos a la tarea universal de lograr una raza nueva y liberando su energía
creadora; en el proyecto callista, dicha redención habría de procurarse por la vía de
un proceso educativo que favoreciera su adaptación al medio y su elevación a un
estadio superior de vida, que no era otro que el que le ofrecía su pertenencia a una
nación civilizada. Y al paso del tiempo, los proyectos educativos fueron nutriéndose
de una presencia que se tornó cada vez más importante hacia la década de 1930:
la teoría socialista. Ésta fue adquiriendo interpretaciones diversas que reflejaban
las relaciones de fuerza internas y externas.
La corriente que dominó la escena, sobre todo durante la década de 1930, fue la
que Martínez Verdugo definió como democracia revolucionaria. En el proyecto
político de esta corriente, las tareas prioritarias consistían en lograr una solución
radical y rápida al problema agrario y procurar la independencia plena del país con
respecto del imperialismo.
175
Para el reformismo, ésta sería el resultado “natural” de reformas graduales
orientadas por el ideal de una sociedad justa y democrática. La democracia
revolucionaria, tenía otra interpretación: en el discurso político se afirmaba
reiteradamente que se estaban tomando medidas para la transformación de la
sociedad mexicana en una sociedad socialista, pero en los hechos el advenimiento
de tal sociedad parecía dejarse para una etapa ulterior.
La reforma del artículo 3º en 1934, es clara manifestación del nuevo sentido que
adquiriría ese valor fundamental. Era, todavía, época de “concesión y convenio”,
pues la necesidad radical de justicia se hacía sentir con fuerza por parte de las
clases trabajadoras. No el positivismo, ni el pragmatismo, ni el espiritualismo, como
176
lenguajes filosóficos, habían sabido expresar esta exigencia; de ahí que el
“socialismo marxista” apareciese como más adecuado.
El radicalismo, en este caso el marxismo, era una idea o política que constituía una
ruptura decidida con los valores tradicionales y la ideología de la sociedad
mexicana… El socialismo era para México en los años treinta una ideología radical
que entraba en conflicto con los valores católicos conservadores de la mayoría de
la población del país.
177
logro de la “transformación de las masas rurales”, al ofrecer a los campesinos los
conocimientos que les ayudarían a preservar la salud y los que les permitirían
modificar los métodos de producción, aplicar los adelantos de la ciencia y la
tecnología, e incorporarse a la Nación como “elementos productivos y útiles”. La
educación debía servir, también, para impedir la afirmación de las actitudes
individualistas, congruentes con el sistema capitalista, y estimular las “tendencias
comunales” de los grupos indígenas.
En efecto, de acuerdo con esta política, la acción educativa debía ser congruente
con “el programa de emancipación del indígena” que, según decía Cárdenas, era
“en esencia, el de la emancipación del proletariado de cualquier país, pero sin
olvidar las condiciones especiales de su clima, de sus antecedentes y de sus
necesidades que le dan una peculiar fisonomía”.399 Dicho programa –sostenía
Cárdenas- tenía por objetivo: procurar el desarrollo pleno de todas las potencias y
facultades naturales de los indígenas y el mejoramiento de sus condiciones de vida,
agregando a sus recursos técnica, de la ciencia y del arte, pero siempre sobre la
base de la personalidad racial y el respeto de su conciencia y de su entidad.
178
inteligencia y el ensanche de sus conocimientos le hagan ver el papel que como
productores tienen los proletarios en la sociedad capitalist, y la lucha continua a que
esa posición los conduce frente a los dueños de los instrumentos de producción.
179
La afirmación que subrayamos nos orienta con respecto del sentido que adquiere
el concepto de justicia social: que el individuo está “siempre inmerso en un contexto
social”, no cabe lamedor duda, pero el hecho de que se insista en ello nos permite
inferir que no es el contexto social lo que se pretende transformar, sino sólo el
individuo. Por tanto, formar no significa preparar a quienes han de transformar las
estructuras económico-sociales, sino preparar a los individuos para que mejores
sus condiciones de vida y contribuyan a “combatir las desigualdades”. Si es éste el
sentido de la aclaración –y así nos lo parece- la justicia (bajo la forma de una
“Sociedad igualitaria”) adquiere nuevamente el significado liberal que imperó en los
proyectos educativos del siglo XIX, significado que tan acertadamente definió la
crítica marxiana: se trata de lograr la igualdad en el “cielo jurídico” mientras que se
deja incólume la desigualdad en “la tierra de la realidad social”.
El plan sexenal del periodo avilacamachista ofrece la tesis que habría de servir para
tal subordinación:” Mientras el país no aplique al desenvolvimiento de sus riquezas
la técnica moderna, el crédito, la capacidad organizadora, a fin de crear la
abundancia de recursos y productos nacionales, la Revolución no podrá corporizas
sus conquistas. Sólo fortaleciendo económicamente al país se puede vivir en toda
su plenitud la verdadera revolución; porque sólo entonces al régimen de la riqueza
producida se podrán aplicar las normas de justicia social”, esta tesis, en la
cotidianidad política se tradujo así: “primero hagamos el pastel (la riqueza), aunque
quede en manos de una minoría, después nos lo repartimos equitativamente;
repartir, antes de producir, equivale a repartir pobreza”.
180
como “lucha de clases” y “fin de la explotación” fueron desapareciendo del discurso
político. En su lugar, reaparecieron los conceptos de “armonía social” y “unidad
nacional” vinculados al nuevo criterio: el desarrollo.
Se iniciaba la era de “la escuela del amor”: el “amor a la patria”, el “amor a las
tradiciones nacionales”, el “amor a la libertad” reemplazó a la existencia de justicia
social en la rectoría axiológica de los proyectos educativos; la “confraternidad
universal” sustituyó al concepto de “lucha de clases” y la “convicción democrática”
se sostuvo frente a pretensiones “totalitarias” –por cierto, en momentos en los que
el discurso mistificador de la clase dominante no perdía oportunidad de identificar
181
transformista, requerían del aporte externo para “pisar los umbrales de la
civilización”; aporte que se manifestó en tres aspectos fundamentales: capital,
tecnología y educación.
América Latina, organizada por UNESCO, CEPAL, OEA, OIT Y FAO (1962).
En otras palabras, había que emular a las sociedades industrializadas en las cuales
la preparación de los ciudadanos se convertía en instrumento para la expansión de
la capacidad productiva y la adaptación a la técnica.
Los boletines de la UNESCO ilustran acerca del significado teórico del criterio y del
que adquirió el concepto de “educación” en el proyecto desarrollista. Según lo
expresado en ellos, para que la educación fuese un factor de desarrollo económico,
había que concebirla y hacerla operar como “inversión de rendimientos más o
menos precisables y como utilización eficaz de los recursos humanos”. Desde este
punto de vista, las decisiones en el ámbito educativo habrían de depender de la
relación entre los costos y el “servicio social” que la educación rindiese, lo cual
implicaba poner en estrecha conexión las necesidades educativas y las “urgencias
de un previsible cuadro ocupacional dentro de determinado horizonte de
desarrollo”.
182
desarrollo. Pero –insistimos- no se trata de desarrollo entendido como
“autorrealización del Espíritu”, o como un proceso lineal ascendente de un todo que
deviene perfecto, y mucho menos se trata de la realización progresiva de valores
que corresponden a necesidades radicales; se trata, lisa y llanamente, de un
crecimiento económico que “idealmente” debiera acompañarse de una “más
equitativa” distribución del ingreso.
183
Con todo, la mención de la “justicia social” o de “la persona” no libera al criterio
axiológico de un significado economicista. Sigamos, por ejemplo, la argumentación
de Solana; en ella se distinguen tres posiciones con respecto al desarrollo: a) el
desarrollo consiste en el incremento de la producción de bienes y servicios
(perspectiva desde la cual la inversión es el instrumento básico por utilizar); b) el
desarrollo no sólo se refiere al incremento general del producto, sino a su
distribución; y c) el desarrollo es la capacidad de una comunidad para mejorar por
sí misma sus condiciones de vida, aprovechando los recursos de que dispone.
Desde esta última perspectiva, “desarrollo” no implica un estado de bienestar,
puesto que no es cuestión de lo que tiene la gente, sino de lo que la gente es capaz
de hacer con los recursos de que dispone para mejorar la calidad de su vida.
184
la década de 1940 –“hagamos el pastel, que luego lo repartimos”- aunque se insista
que lo que interesa es la repartición.
En este sentido, no erramos si adoptamos las tesis de Dewey para definir la función
de la educación en los proyectos desarrollistas. De acuerdo con el significado que
le confiere el sentido economicista del desarrollo, la educación tiene como
funciones: la de “dar a los individuos un interés personal en las relaciones y el
control sociales, y los hábitos espirituales que produzcan los cambios sociales sin
introducir el desorden”, y la de proporcionar un “ambiente que organice los impulsos
primitivos” para que éstos puedan aplicarse a “usos mejores” – en ello consiste la
“eficacia social”- como son: la “buena ciudadanía”, “la socialización del espíritu”, “el
desarrollo de la personalidad” y “la corrección de los privilegios y de las privaciones
injustos”, para lo cual se procura desarrollar en el individuo la capacidad para
“abrirse un camino económicamente en el mundo y para administrar últimamente
sic) los recursos económicos en vez de hacerlo para la mera ostentación y el lujo”.
Ahora bien, puesto que desde la perspectiva desarrollista los recursos humanos
son la fuente de todo progreso económico y social, la educación se convierte en
185
una “inversión esencial y una condición previa para el incremento económico y el
desarrollo general de una nación”; por esto, se requiere planificarla – lo que significa
procurar el ajuste entre el producto educativo y la “demanda real” de potencial
humano–, en el marco de los planes nacionales de desarrollo.
186
educación, orientada por el desarrollo, no sólo no ha contribuido a la mejor
distribución del ingreso, pues el sistema educativo se ha ido convirtiendo,
inexorablemente, en una fábrica de desempleados y de subempleados, y la
expansión del sistema escolar ha contribuido eficazmente a la “elevación del
credencialismo”. Para decirlo en pocas palabras, la educación, orientada por el
criterio del desarrollo, ha contribuido a elevar la instrucción promedio de la
población, pero ha dejado intacto su status económico y no ha modificado el
proceso de concentración del ingreso.
187
“buena” es aquella que favorece la permanencia y desarrollo de las
transnacionales. Y aunque la perspectiva del desarrollo nacionalista no apoya esta
tesis, tiene el mismo sentido pragmatista y ha favorecido que, en los hechos, los
fines educativos estén subordinados a las finalidades del capital.
188
Determinemos, en primer lugar, los principios que a nuestro juicio son
fundamentales, para después proceder a su análisis. Dichos principios contribuyen
a definir la educación en el contexto de un determinado ordenamiento jurídico. Así,
los proyectos comprendidos desde el movimiento revolucionario hasta 1934, tienen
el sello que les confiere la Constitución de 1917, la cual estipula que la educación
debe ser “libre” y “laica”. A partir de la reforma del Art. 3º efectuada en 1934, la
educación pública quedó definida como socialista, hasta 1946, año en que una
nueva reforma constitucional definió a la educación como “democrática” y
“nacional”.
Los principios que establecía la Constitución del 17 no eran nuevos, como tampoco
lo era el debate con respecto a la contradicción entre “libertad de enseñanza” y
“laicismo” que se generó con motivo del proyecto de reforma presentado por
Venustiano Carranza el 1 de diciembre de 1916.
Si la defensa del laicismo fue de corte liberal –a la manera del liberalismo mexicano-
, no lo fue menos la defensa de la libertad de enseñanza. según se desprende de
los debates de la Cámara, este principio se comprendió como un derivado directo
de la libertad de opinión –que, según expresión de uno de los diputados, es la más
189
intocable, intangible, amplia, fecunda y trascendental de todas las libertades del
hombre-. La libertad de enseñanza comprendía, según la interpretación de los
constituyentes, “dos derechos clarísimos, innegables y necesarios”: el derecho de
aprender y el de enseñar; y como derecho, tenía su límite en la libertad de los
demás.
190
Pero el término “socialista” con el que quedó definida la educación en la década de
1930, implicaba mucho más que la destrucción de los privilegios. Según Guevara
Niebla, la educación socialista intentaba: superar las limitaciones del modelo de
educación liberal, acrecentar la responsabilidad de la escuela en el cambio social y
apoyar un proyecto de desarrollo con rasgos nacionalistas y populares. Si bien, el
primero y el tercero de estos propósitos ya estaban presentes en el proyecto
vasconceliano, fue el acento en el segundo de los propósitos lo que predominó en
el debate de la Cámara de Diputados y en el discurso teórico y político de los
impulsores del proyecto. Por esta razón, el principio de la educación socialista fue
congruente con el criterio axiológico de la justicia social en tanto que su aplicación
contribuía a preparar a los hombres y mujeres capaces de construir una sociedad
en la que se revocase la explotación capitalista. Pero ese mismo principio entró en
contradicción con el criterio axiológico que privó después – el del desarrollo- y fue
mediatizado por éste.
Aunque algunos de los principios heredados –como los que determinaban la índole
popular de la escuela, la obligatoriedad y la uniformidad- adquirían un nuevo sentido
a la luz del criterio axiológico y del principio rector del proyecto cardenista, otros se
191
interpretaron de manera semejante a como se habían concebido en proyectos
anteriores. Así, el principio de cientificidad, se concibió a la manera del laicismo
en un periodo anterior: los contenidos educativos debían contribuir a “desfanatizar
y desprejuiciar a las masas y preparar eficientemente a las generaciones futuras”
para el progreso de la sociedad; con la salvedad de que en el caso del proyecto
cardenista el parámetro de ese progreso no era la riqueza material sino la justicia
social.
Pero también hubo principios nuevos, especialmente uno que armonizó bien con el
principio rector y con el criterio axiológico de la justicia social. Se trata del principio
por el cual se define a la escuela socialista como “escuela de trabajo socialmente
útil, activa y funcional”. Si bien este principio podría atribuirse ya al proyecto
vasconceliano, su contenido en el proyecto cardenista es nuevo, en virtud de que
el marco teórico en el que se inscribe no es ya una “evolución espiritual” ni un
desarrollo cultura, sino la lucha por la emancipación de las clases trabajadoras. En
efecto, que la escuela fuera socialmente útil significaba que debía haber
correspondencia entre los contenidos educacionales y las necesidades y los
intereses de las clases trabajadoras; se definía como activa por sus métodos, y
como funcional porque se pretendía procurarle a los trabajadores los aprendizajes
técnicos y científicos que les permitiesen “eliminar a los intermediarios y a las clases
e instituciones parasitarias”, al tiempo que se promovía en ellos la toma de
conciencia de clase, como condición para que pudiesen convertirse en “eficientes
y honestos directores de sus propios fines”, en un nuevo régimen social.
La polémica sobre este punto había surgido un año antes, en el seno del Primer
Congreso de Universitarios Mexicanos (septiembre de 1933), y tuvo como
principales interlocutores a Antonio Caso y a Vicente Lombardo Toledano. El
primero, apoyaba sus tesis en una argumentación espiritualista que resultaba
ideológicamente ajena y hasta contraria a los intereses de las clases trabajadoras.
Por el contrario, estos intereses constituían el elemento central en las tesis de
192
Lombardo Toledano, cuya ponencia sostenía que las universidades y los institutos
de tipo universitario debían contribuir “a la sustitución del régimen capitalista por un
sistema que socialice los instrumentos y los medios de la producción económica”.
193
contra de las verdades presentes;… no hay otra científicamente, en la
posibilidad de su acción, el régimen injusto que nos caracteriza.
A estos elementos, que eran considerados como “debilidades” por parte de los
detractores del proyecto educativo, se sumó otro más al concluir la Segunda Guerra
Mundial: la palabra “socialista” –y lo que ésta significaba- se volvió “peligrosa” en
194
un ambiente político signado por la bipolaridad. Había prisa por mostrar en qué
bando se estaba: reivindicó la “democracia” y la “solidaridad internacional”, y, a
partir de entonces, el principio que obtuvo la rectoría en los proyectos educativos y
que sustituyó al de la “educación socialista” en el ordenamiento fundamental fue el
principio de la educación nacional.
El Artículo 3º Constitucional, vigente desde 1946, establece los principios que han
de orientar la práctica en el ámbito de la educación. Éstos son: la “cientificidad” de
los contenidos y la “neutralidad” con respecto de cualquier doctrina religiosa
(fracción I, párrafo primero); la educación democrática (fracción I, inciso a); la
educación nacional (fracción I, inciso b) y favorecedora de la mejor convivencia
humana (fracción I, inciso c); así como la obligatoriedad de la educación primaria
(fracción VI) y la gratuidad de la educación impartida por el Estado (fracción VIII).
195
Para hacer efectivo ese ideal, era menester “eliminar toda agitación malsana” en
los establecimientos educativos, inculcar el amor a “lo autóctono”, evitar la
imposición de “un solo credo”, repudiar la crueldad de los regímenes totalitarios y
favorecer la libertad de creencias, entendida como “un principio indiscutible y vital
de la democracia”; se trataba en síntesis, de responder a la “vocación multiforme
en todos los hombres: la de la vida”. La educación debía formar “soldados de la
paz, creadores de nueva libertad” y responder al “espíritu de unidad que anhelamos
todos los mexicanos”.450 En este contexto, el maestro debía ser “una fuerza de
homogeneidad, y no un fermento de división”, y su labor había de consistir en
“conquistar la adhesión sincera (de los educandos) para la Patria y de hacerles
trabajar de manera práctica, fomentando el despertar de sus vocaciones,
encauzándolas hacia fines útiles y desarrollando, con el ejemplo, su moralidad y su
fe en el bien”.
De esta manera, de acuerdo con la premisa que había aportado tiempo atrás la
argumentación de Caso, la cuestión social se disolvía en una cuestión moral y la
lucha de clases en la “unión basada en el respeto”. Sin embargo, al llegar a este
punto, el discurso de Torres Bidet abandonaba la explicación espiritualista para
adoptar la pragmatista: la educación debía tener como principio “el respeto a la
persona” lo que significaba –siguiendo la tradición sajona- respeto a “la
individualidad y la libertad”. No obstante, pretendiendo no dejar de lado los ideales
de la Revolución, hacía hincapié en la “solidaridad” y la “interdependencia”,
entendiendo éstas no tanto como fines, cuanto como “límites” de la acción
individual.
196
puro evidente (resultaba) ya inútil”. Afirmaba que tratar de sostener la concepción
democrática vinculada al liberalismo, que describe una sociedad:
197
El discurso político nos permite advertir que, en los proyectos del desarrollo, la
“educación nacional” no sólo se concibe como uno de los signos del nacionalismo
revolucionario, sino como la solución a todos los males,455 lo mismo el desarrollo
que la democracia, la justicia y la paz, todos los valores son resultado de la
educación. Los razonamientos al respecto abunda, y parte de la premisa de que
“educación nacional” significa “igualdad” en tanto que los contenidos educacionales
son los mismos para todos (uniformidad), que cualquier persona puede acceder a
la educación en los establecimientos oficiales (gratuidad), y que el Estado “obliga”
a todos los padres de familia a procurarles educación a sus hijos (obligatoriedad).
198
escolar imperan las prácticas autoritarias, y el nacionalismo queda reducido a
rituales y diluido en símbolos.
199
México contemporáneo; otras, se ha intentado que la educación tenga un sentido
emancipador.
200
incorporación de todos los mexicanos al proyecto nacional fue acogida con
entusiasmo por legisladores, políticos y educadores.
Las Casas del Pueblo y las Misiones culturales (para los indígenas) de la década
de 1920, se orientaban hacia ese fin, pero éste era matizado por nuevas tendencias
teóricas. Dichas instituciones se forjaban como elementos antiimperialistas, bajo el
influjo del “nacionalismo” vasconceliano, e incorporaban “el interés” del educando
y sus necesidades vitales bajo el influjo de la escuela de la acción.
201
de las comunidades” que ha sido oprimidas, explotadas y vejadas,466y tal
dignificación llevaría a cabo como un proceso evolutivo ocurrido en un ambiente
social armónico que, lejos de afectar el orden y las estructuras económicas
vigentes, lo consolidaría.
202
De esta manera, el trabajo se convertía en la experiencia de aprendizaje por
antonomasia, y era, además, una experiencia “significativa” por cuanto ese trabajo
estaba destinado a satisfacer las necesidades de la comunidad.
Sin embargo, “el trabajo” en los proyectos contemporáneos pierde esa potencia
educativa desde el momento en que, en lugar de subordinarse a un propósito
emancipatorio, como el logro de la riqueza social, se subordina al “desarrollo”. En
este sentido, la educación se reduce a la “capacitación para el trabajo”, y se
entiende como un proceso destinado a contribuir a la “producción de riqueza” –no
social, sino material-; riqueza que es producto de la explotación y se concentra en
pocas manos; riqueza que no contribuye a la emancipación humana y que en lugar
de responder a necesidades radicales, responde a intereses mezquinos. De esta
manera, ni el trabajo es una “experiencia educacional” ni la educación es un
proceso liberador, y la “capacitación para el trabajo” no va más allá de un
adiestramiento para ejercer un papel subordinado en la sociedad.
203
educación como un proceso tendiente a homogeneizar las actitudes y creencias,
en pos de la armonía social que se resume en el anhelo de “unidad nacional”.
Ahora bien, puesto que no es válido hacer abstracción del propósito emancipatorio
de la educación socialista sin deformar su sentido, hemos de entender que la
aparente contradicción entre el sentido emancipador y el desarrollista quedaba
salvada, en tanto que el desarrollo se concebía no como fin en sí, sino como
condición de la riqueza social. Entendida de esta manera, pese a la carga reformista
y dogmática que frecuentemente ostentó la educación socialista, ésta significó la
puesta en marcha de un proyecto que, sin abandonar el nacionalismo y el afán de
progreso, pretendía ser liberador.
Así, la educación dejó de ser sinónimo de formación integral –por más que en el
discurso de los proyectos se siga reproduciendo esa fórmula-, y se convirtió en
“formación de cuadros directivos” (lo cual se tradujo en estudios universitarios
dirigidos a élites), en “capacitación técnica” para generar la mano de obra
calificadaque requería el proceso de industrialización, y en “instrucción elemental”
204
para integrar a las comunidades indígenas y campesinas a los procesos
productivos; todo ello, en el marco de la “formación cívica” y “moral” que habría de
hacer propicia la “solidaridad” y la “pacífica convivencia humana”, como se
establece en el Artículo 3º reformado en 1946.
Ahora bien, aunque en los proyectos del México contemporáneo, las finalidades de
la educación están mediatizadas por los ideales de la unidad nacional y el desarrollo
–lo que desde la visión capitalista significa: procurar la armonía social para
favorecer la producción de riqueza que incrementará el capital- no se pierde
oportunidad de afirmar que el proceso educativo tiene como finalidad la formación
de quienes han de forjar una sociedad democrática y justa –entendidos estos
valores con la significación “liberal social” a la que nos hemos referido
anteriormente.
205
ámbito individual y que se refiere al logro de una sociedad democrática,
independiente y justa. En otras palabras, de acuerdo con el contexto teórico e
ideológico, la educación ha de contribuir a forjar un orden social democrático-
burgués, que se funda en la igualdad formal, y se traduce en un sistema de vida
que evoluciona hacia mejores niveles, sin romper el orden establecido.
Por lo tanto, cabe afirmar que en los proyectos educativos de las últimas décadas,
se instrumentaliza al ser humano al subordinar su propio desarrollo al progreso
material. Si esa instrumentalización se hiciera evidente, se le restaría legitimidad a
los proyectos desarrollistas. Quizá a ello se deba que la Ley Federal de Educación,
promulgada en 1973, con una aparente intención de matizar dicha
instrumentalización, asiente que: “El hombre, como integrante de la sociedad, es el
fin último de la educación”.
206
en el hecho de que insiste más en el carácter popular y democrático de la educación
y en que presenta al proyecto educativo como un proyecto de transformación. Sin
embargo, tanto la forma de definir la índole democrática de la educación, como la
manera de interpretar y llevar a la práctica el aspecto “popular” de la educación,
lejos de corresponder con el carácter progresista que se le asignara a esta última,
le confirieron un carácter conservador.
207
liberadora porque sus objetivos sociales son ajenos y hasta opuestos a las
necesidades y reivindicaciones populares.
Jiménez Mier y Terán ofrece una definición de autoritarismo que nos permite
explicar cómo se resuelve la contradicción del Estado mexicano a favor de las
clases dominantes. El autoritarismo –dice- existe cuando a nombre de supuestos
valores se toman decisiones en las que en realidad están ausentes los valores
pregonados.486 Podemos suponer que los “valores pregonados”, son valores
impulsados por los dominados, en tanto que las “decisiones” obedecen a los
intereses de los dominadores. De esta forma, por la vía del autoritarismo, se impone
la dinámica de la desigualdad sobre la tendencia a la igualdad, por más que se
208
procure “igualdad de oportunidades educacionales” (educación democrática y
“educación para todos” (educación popular).
209
ofrecer un servicio flexible de evaluación y acreditación, todo lo cual implicaba la
necesidad de democratizar el gobierno universitario y ejercer una nueva política
presupuestaria.
Un modelo tal pretender recuperar el sentido que las luchas populares han dado a
los términos “democrática” y “popular”, y aunque ese sentido no logró recuperarse
del todo en el Congreso en el que participó la comunidad universitaria en su
conjunto, quedó claro que existen fuerzas sociales que se oponen a que la
educación obedezca a la dinámica de la desigualdad que sigue el rumbo que le
marca la ley de la oferta y la demanda.
Desde este punto de vista, a las organizaciones populares y a quienes pugnan por
un proyecto educativo de transformación, se les condena al inmovilismo o mantener
sus demandas al nivel de reivindicaciones reformistas. Para salvar este escollo,
hemos de insistir en que la educación democrática y popular que está implícita en
la lucha de las clases trabajadoras no tiene como fundamental el “igualitarismo”
formal, sino la desigualdad que corresponde a las necesidades e intereses de clase.
Por otra parte, puesto que “educación” no es sinónimo de “institución escolar” y
menos aún de proceso de “adiestramiento”, el desmoronamiento de “la institución
escolar” (de ese tipo de institución escolar al que nos hemos referido: legalmente
democrática y popular, pero realmente autoritaria y elitista) no significa el
210
desmoronamiento de la educación como proceso liberador; por el contrario,
significa su condición de posibilidad.
Desde esta perspectiva, la lucha por una educación democrática y popular bajo el
signo de la emancipación exige la adecuación de la institución escolar a los
intereses de los dominados y, lejos de perder sentido, tiene más vigencia que
nunca.
En el segundo caso, están los proyectos educativos que se han impulsado a partir
de la década de 1940 y, puesto que el valor fundamental que los orienta es el
desarrollo, están estrechamente ligados a los modelos de crecimiento económico
que se han adoptado en nuestro país. El “crecimiento con inflación” que dominó
durante las décadas de 1940 y 1950 y que exigió un proceso de industrialización y
un sistema de controles sobre las luchas de los trabajadores, se tradujo en un
proyecto educativo que privilegiaba la lógica de la armonía y cuya finalidad era la
consolidación de la unidad nacional. La educación desarrollista se definió como
“educación para la paz, la justicia y la democracia” y adoptó un significado
211
espiritualista, liberal o pragmático, pero siempre ajeno al que tuvieron esos
conceptos en las décadas anteriores.
Pese a los cambios sexenales, los proyectos del desarrollo se han mantenido en
una misma línea: reforzar el cambio cualitativo que se expresaba en la reforma al
Artículo 3º (1946) y que consistía en dejar atrás la educación socialista e impulsar
el desarrollo. Pero la industrialización exigió también un cambio cuantitativo: había
que capacitar a los trabajadores que requería la industria. El modelo de “crecimiento
o tasas constantes, con estabilidad de precios” que se instrumentó a partir de la
década de 1960, hizo necesario el financiamiento externo. Por otro lado, el ímpetu
de la insurgencia obrera forzaba al Estado a recurrir a mecanismos de legitimación:
se aumentó el gasto social y por ende el presupuesto para educación (que llegó a
ser de hasta 28% del presupuesto total).493 De ahí que el proyecto desarrollista de
la década de 1960 se caracterizara por la tendencia al cambio cuantitativo.
Pese a los matices diferentes que presentan los proyectos educativos formulados
desde la década de 1940 hasta la fecha, por el sentido que les confiere el criterio
axiológico que los orienta, constituyen diversas fases de un solo proyecto: el
proyecto educativo desarrollista.
212
como el desarrollo constituyen valores, aunque de distinto rango. En efecto, para
hacer realidad el “derecho desigual” que obliga a “dar a cada quien según sus
necesidades”, se requiere, como condición, el desarrollo de las fuerzas productivas.
Desde esta perspectiva, la justicia es una finalidad en sí, mientras que el desarrollo
se mantiene en una situación subordinada con respecto a la primera. Éste es el
sentido que ha predominado en el proyecto nacional –y, por ende, en el proyecto
educativo- impulsado por las clases trabajadoras, pese a que no siempre se hizo
explícito y a que con frecuencia se le dio una fundamentación teórica que lo
desvirtuó.
213
De esta manera, la validez social de los proyectos educativos encontró sus límites,
por un lado, en las fuerzas sociales que impulsaban un proyecto conservador y, por
otro lado, en la justificación teórica que se le dio a los valores.
Por lo que se refiere a la validez práctica, es necesario reconocer que pocas veces
se superaron tantos obstáculos para hacerlos efectivos, como en las décadas de
1920 y 1930. El impulso que se le dio a la educación rural y a la educación indígena
fue significativo, tanto por lo que toca a la institución estatal como por lo que se
refiere a la voluntad y el trabajo esforzado de los maestros.
Los proyectos orientados por el criterio de la justicia social se han hecho viables
desde el momento en que se ha identificado “justicia” con “igualdad de
oportunidades” y se ha garantizado formalmente que las oportunidades
educacionales sean las mismas para todos. En este sentido, los avances
cuantitativos han contribuido a hacer efectivos esos proyectos. Pero si se entiende
que hacer justicia es “dar a cada quien según sus necesidades”, entonces dichos
proyectos, lejos de cumplirse, han sido obstaculizados por los principios de
“homogeneidad” y de “uniformidad” que se han aplicado en los proyectos
educativos del México contemporáneo.
Algo semejante sucede con los proyectos del desarrollo que enfatizan la necesidad
de elevar la calidad de la educación. Si se entiende por educación la “formación
integral del educando” o se le define como un proceso democrático, es innegable
que el progreso cualitativo debiera contribuir al logro de la riqueza social; pero,
214
puesto que ésta implica la anulación de las diversas formas de dominación, se hace
indispensable formar al educando como un sujeto crítico y transformador de su
realidad, lo cual contradice las metas desarrollistas por cuanto el desarrollo se ve
como fin en sí, se construye sobre la explotación y la opresión, y demanda actitudes
conservadoras.
También en los proyectos orientados por el criterio de la justicia social hay algunos
elementos que van en contra de su validez lógica y de su validez científica. Por lo
que se refiere a la primera, aparecen como relevantes algunas contradicciones: una
de ellas es la que resulta de afirmar, por ejemplo, el respeto a la dignidad de las
comunidades indígenas a la vez que, para incorporarlas a la sociedad nacional, se
establecen programas educacionales que rechazan su lengua y sus costumbres;
otra contradicción consistía en presentar como dogma una interpretación de la
realidad (la teoría socialista) que pretendía contribuir al logro de un orden justo que
implique la libertad.
215
Por lo que toda a la validez científica de los proyectos, está se vio limitada en la
medida en que pretendió la modernización del sistema educativo incorporando
modelos y estrategias pedagógicas que resultaron inadecuados a la circunstancia
mexicana, como lo fue la imposición de un pretendido biculturalismo que se tradujo
en la pérdida de la identidad cultural de algunos de los núcleos indígenas y
campesinos. Por otra parte, también careció de objetividad la creencia en que la
emancipación del ser humano y la revocación de las diversas formas de dominación
se lograrían a partir de un supuesto “sentimiento de solidaridad” que habría de ser
estimulado por la vía de la educación. Al respecto, muchos análisis sociológicos –
por no hablar de la experiencia cotidiana- han mostrado que los dominadores son
capaces de superar ese sentimiento cuando van de por medio sus intereses; pero
la falta de objetividad radica, sobre todo, en lo siguiente: si la clave de la opresión
y la explotación no se encuentra en los sentimientos, sino en las relaciones sociales,
resulta imposible que los sentimientos, por sí solos, puedan modificar esa situación.
De ahí que la fundamentación acerca de esos sentimientos, que aportaron las
concepciones espiritualistas, resultaran poco fructíferas al momento de ponerse en
práctica: las tesis sobre “la energía espiritual”, “la caridad” o “el amor” que los
procesos educativos debían promover, no se tradujeron en la transformación de las
relaciones sociales y, en cambio, sí fueron favorables para la realización de los
proyectos conservadores.
Es verdad que en los proyectos de los primeros años del segundo Estado nacional,
se ponía más énfasis en la justicia –ya sea entendida como “redención”, ya sea
entendida como supresión de la explotación- que en la democracia, y que, cuando
esta última se estableció como un valor que debía orientar los procesos educativos,
se vinculó estrechamente con el desarrollo económico y perdió su radicalidad y su
estrecha relación con la idea de justicia social. Sin embargo, al nivel del discurso,
ambos valores coexisten, aunque frecuentemente con una significación
conservadora. De ahí la importancia de recuperar el significado que le confirieron
las luchas populares: no se trata de entender la democracia como “mejoramiento
del sistema de vida”, sino como ejercicio de la libertad, y a la justicia como “mejor
distribución de la riqueza”, sino como respuesta a las necesidades de cada uno (dar
216
a cada quien según sus necesidades). En este sentido, uno y otro valor demandan
la revocación de las diversas formas de dominación y la realización de la riqueza
social. En consecuencia, interpretados así estos valores, lejos de instrumentalizar
al ser humano, le convierten en el fin de la educación, como se establece en la Ley
federal respectiva.
217
REFERENCIAS
218
REFERENCIAS:
Delval, J. (2010). Los fines de la educación. Editorial Siglo XXI. D.F., México
219
Solano, J. (2002) Educación y aprendizaje. Edit. Coordinación Educativa y Cultural
Centroamericana (CECC)
UAL, (s/f) El idealismo ontológico en la educación. FIES
http://www.medigraphic.com/pdfs/bolclinhosinfson/bis-2011/bis112h.pdf
Yurén, M. (2009) La filosofía de la educación en México. Editorial Trillas. D.F., México
220