Los Funerales en La Iglesia Boyd K Packer

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Conferencia General Octubre1988

LOS FUNERALES EN LA IGLESIA


por el élder Boyd K. Packer
del Quórum de los Doce Apóstoles

"Hay tres elementos que se combinan en un funeral como no


sucede en ninguna otra reunión: la doctrina del evangelio, el
espíritu de inspiración y las familias reunidas con sentimientos de
amor y consideración los unos por los otros. "
Elder Scott, le damos la bienvenida al quórum. El élder Richard
Scott es un hombre a quien acompaña el Espíritu; lo apoya su
esposa, Jeanene, que está a la par de el en estatura espiritual.
Y a estos cuatro hermanos que hoy han pasado a formar parte del Primer
Quórum de los Setenta, les decimos que disfrutaremos de su amistad y
agradeceremos mucho su ayuda.
Un vecino me contó una vez que hace muchos años, en la época en que él era
misionero, iba con su compañero un día por la cresta de una montaña cuando vieron
a un grupo de gente reunida cerca de una cabaña que había en la falda del cerro. Los
vecinos se habían reunido para un funeral; un niñito se había ahogado y sus padres
mandaron buscar a un predicador para que hablara. El ministro, que recorría a
caballo la región, raramente visitaba a aquellas familias aisladas. Pero, si surgían
problemas, ellos lo mandaban buscar.
Iban a enterrar al pequeño en una tumba que habían abierto cerca de la cabaña.
Los élderes se quedaron detrás de todos, mientras el ministro se aprestaba a
comenzar su sermón para los dolientes.
Si los padres esperaban recibir algún consuelo de aquel religioso, les aguardaba
una ingrata sorpresa. El los reprendió porque el niño no había sido bautizado, y les
dijo crudamente que su hijito estaba perdido en un tormento sin fin y que ellos
tenían la culpa.
Una vez que cubrieron la tumba y después que los vecinos se fueron, los élderes
se acercaron a los apesadumbrados padres. Somos siervos del Señor", le dijeron a la
madre, que sollozaba, "y tenemos un mensaje para ustedes''.
Mientras los afligidos esposos escuchaban, los élderes les explicaron el plan de
redención citando esto del Libro de Mormón: ''Los niños pequeños no necesitan el
arrepentimiento, ni tampoco el bautismo' ? (Moroni 8: 11). Y después les expresaron
su testimonio de la restauración del evangelio.
Me inspira lastima aquel predicador ambulante porque hizo lo mejor que pudo
con la luz y el conocimiento que poseía. Pero hay mucho más de lo que el tenía para
dar.
¡Cuán grande es el consuelo que nos da la verdad en tiempos de pesar! Puesto
que la muerte siempre nos acompaña, el conocimiento de lo esencial que es ese paso
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en el plan de salvación es de un valor inmenso y práctico. Cada uno de nosotros debe


saber cómo y por qué tuvo su origen.
La muerte vino al mundo en el momento de la Caída. Me resulta más fácil
comprender esa palabra, Caída, en las Escrituras si la relaciono tanto con un lugar
como con una condición. Caer quiere decir descender a un lugar más bajo.
La caída del hombre fue un cambio de la presencia de Dios a la vida mortal en la
tierra. Tuvo que sufrir ese cambio a un lugar más bajo como consecuencia de haber
desobedecido una ley.
Caída también puede describir un cambio en la condición. Por ejemplo. la fama o
la prominencia de una persona puede caer. Esta palabra describe lo que pasó cuando
Adán y Eva fueron expulsados del Jardín; sus cuerpos sufrieron una transformación.
Los cuerpos de carne y huesos se convirtieron en cuerpos temporales. Temporal es lo
mismo que temporario. Las Escrituras dicen: ''Porque la vida de toda carne, es su
sangre. . .'' (Levítico 17:14; véase también Deuteronomio 12:23; Enseñanzas del
Profeta José Smith. págs. 241,456.)
El presidente Kimball explicó lo siguiente: ''La sangre, el elemento que da vida a
nuestro cuerpo, reemplazó a la substancia más refinada que circulaba por los cuerpos
de ellos hasta ese momento. Así, ellos y nosotros nos volvimos mortales, sujetos a la
enfermedad, el dolor. e incluso la desintegración física a la que llamamos muerte"
(Ensign, sept. 1978, págs. 5-6).
Después del cambio de la Caída, los cuerpos de carne y huesos con sangre (al
contrario de nuestro cuerpo espiritual) no podían perdurar. La sangre trajo consigo
un limite para la vida; fue como si se hubiera puesto un reloj y se hubiera marcado
una hora. A partir de entonces, todo se movió inexorablemente hacia la muerte.
Repito, temporal quiere decir temporario. La muerte es la realidad de la vida.
Cuando se presentan ciertas condiciones debido a la edad, una enfermedad o un
accidente, el espíritu se separa del cuerpo.
La muerte puede ser trágica cuando el que muere es alguien de quien depende la
felicidad de otras personas, pues muchos mueren demasiado jóvenes. Otras veces es
lenta en llegar a quien la espera ansioso por reunirse con los seres queridos que se
han ido antes. Algunos pasan dulcemente del sueño a la otra vida, mientras que otros
tienen que soportar un largo sufrimiento. También sabemos que la muerte puede ser
terrible y violenta. Amenazar con quitar la vida, o quitarla, aun la propia en el
suicidio, es ofender a Dios porque El "lo ha prohibido. . . desde el principio del
hombre" (Éter 9:19).
Tengo la convicción de que en el mundo espiritual, antes del nacimiento,
esperamos ansiosos el momento de entrar en la vida mortal. También creo que
estábamos dispuestos a aceptar cualquier condición que se nos presentara en esta
vida; quizás supiéramos que la naturaleza impondría límites a la mente, el cuerpo y la
vida misma. Estoy seguro de que, de todos modos. esperamos ansiosamente nuestro
turno.
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Los funerales
Una de las reuniones más solemnes y sagradas de la Iglesia es el funeral de un
miembro que se ha ido. Es un momento de demostraciones de cariño y apoyo, en
que las familias se unen en un espíritu de tierno respeto los unos por los otros; es
una ocasión de contemplar solemnemente las doctrinas del evangelio y los
propósitos del ministerio del Señor Jesucristo.
A menos que esté prohibido por la ley, se nos aconseja sepultar a nuestros
muertos. En la ordenanza del bautismo, así como en otras doctrinas de la Iglesia, hay
importantes referencias simbólicas a la sepultura.
En donde la ley exige otro métodos, la forma de disponer de los restos no anula el
poder de la resurrección. A veces, por un accidente o por la guerra, se pierden los
cuerpos. De todas maneras, es muy importante efectuar el funeral. Encontramos
consuelo en las promesas de las Escrituras con respecto a la total restauración de
cuerpo y espíritu.
Un funeral espiritual y confortante es de suma importancia pues ayuda a consolar
a los dolientes y suaviza la transición del dolor inconsolable a la realidad de que la
vida sigue y debemos continuar adelante. Ya sea que la muerte se espere o que
ocurra repentinamente, un funeral inspirado, en el que se enseñen las doctrinas de la
Resurrección, de la Mediación de Cristo y de la vida venidera, fortalece a los que
deben seguir viviendo.
Muchos que no asisten regularmente a la Iglesia van a un funeral; van con el
espíritu humilde y receptivo. Que triste es que se pierda la oportunidad de una
conversión porque un funeral no sea lo que debe ser.
La razón por la que hablamos de los funerales
Hay razones para temer que estemos alejándonos del sagrado espíritu de
reverencia que debe caracterizar a un funeral. Las Autoridades hemos hablado de
esto en reuniones de consejo, y estamos preocupados.
He leído lo que las revelaciones nos enseñan sobre la muerte y las instrucciones
de las Autoridades Generales con respecto a los funerales.
Quisiera repasar algunos de los consejos, y espero que los obispos presten
atención porque la responsabilidad de preparar y dirigir un funeral en la Iglesia
descansa sobre el obispado.
Los funerales son reuniones de la Iglesia
Los funerales que se efectúan bajo la dirección del sacerdocio son reuniones de la
Iglesia; se han comparado con una reunión sacramental. Citare de un boletín del
sacerdocio:
"Se aconseja que, de ahora en adelante, todos los funerales que se efectúen bajo
la dirección de los oficiales de la Iglesia sigan el modelo general de la reunión
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sacramental respecto a la música, los discursos y las oraciones. Se debe utilizar la


música al principio del servicio, antes de la primera oración, y quizás también
después de esta, igual que se emplea en nuestras reuniones de los domingos. El final
del funeral debe ser también según nuestra costumbre de tener un número musical
inmediatamente antes de la ultima oración. Donde sea posible, se puede emplear un
coro para el programa musical. Con respecto a los discursos, debe tenerse en cuenta
que los servicios funerales proveen una excelente oportunidad de enseñar las
doctrinas básicas de la Iglesia de una manera positiva. . . El seguir estas indicaciones
hará que nuestros servicios estén de acuerdo con cl modelo establecido y evitara
costumbres que son muy comunes en otros medios." (Priesthood Bulletin, abril de
1972.)
El obispo siempre debe demostrar cariñoso respeto por los familiares del que ha
fallecido y, siempre que los deseos de estos estén de acuerdo con las normas, debe
tratar de complacerlos. A veces un familiar sugiere y hasta insiste en que se haga una
innovación en el servicio funerario en consideración a la familia. El obispo puede
acceder a la solicitud, dentro de lo razonable. Sin embargo, hay limites en lo que se
puede hacer sin alterar la espiritualidad y menoscabar la dignidad del servicio.
Además, debemos recordar que los presentes pueden pensar que esa innovación es
norma comité y emplearla en otros funerales; así, a menos que seamos prudentes,
una innovación que se ha permitido una vez, en consideración a una familia en un
funeral, puede contemplarse como norma aceptada para todos.
A veces el empresario fúnebre, con el deseo de servir a la familia y
desconociendo las doctrinas y normas de la Iglesia, puede cambiar el servicio
funerario. Los obispos deben recordar que cuando se efectúa un funeral bajo la
dirección del sacerdocio, este debe conformarse a las instrucciones que la Iglesia ha
dado. En estos asuntos, debemos considerar al obispo como autoridad presidente, y
no a la familia o al empresario fúnebre.
En los últimos años se ha notado una tendencia a apartarse del modelo
establecido para funerales. En algunos, se mantiene abierto el ataúd para que los
miembros pasen a su lado a la conclusión de los servicios. Y. en el momento de cerrar
el ataúd o de la dedicación de la tumba en el cementerio, en lugar de la sencilla
oración familiar, se han agregado discursos y hasta números musicales. No me refiero
a ciertos servicios especiales que a veces se efectúan en el cementerio en lugar de un
funeral, sino a las alteraciones en la manera sencilla de llevarlo a cabo.
Cuando los miembros de la familia u otras personas sugieran cambios que estén
en notorio desacuerdo con lo establecido, el obispo debe persuadirlos con calma a
seguir el modelo de costumbre. Este no es rígido, sino que tiene la flexibilidad
necesaria para que todo funeral sea apropiado para la persona fallecida.
Discursos de los familiares
Parece que la gente esperara que los familiares mas cercanos del muerto
hablaran en un funeral. Aunque esto no es indebido, no debe considerarse un
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requisito. Generalmente, se pide a los miembros de la familia que ofrezcan la oración


familiar y dediquen el sepulcro.
Pero si hablan, y repito, no es un requisito en un funeral, tienen la misma
obligación de hacerlo con reverencia y enseñar los principios del evangelio.
A veces, los familiares hablan de cosas que serian apropiadas en una reunión de
familia o una ocasión festiva, pero no en una reunión solemne y sagrada. A pesar de
no ser de mal gusto algún toque de buen humor, debe hacerse en forma muy
prudente. Siempre se debe tener en cuenta que un funeral debe caracterizarse por su
espiritualidad y reverencia.
Hay una declaración en las instrucciones que se refiere a otras reuniones, aparte
del funeral mismo. La citare:
''El obispo... debe procurar que los miembros mantengan un espíritu de
reverencia, dignidad y solemnidad en los servicios relacionados con los funerales.''
(Manual General de Instrucciones, octubre de 1985, sección 2, pagina 7; cursiva
agregada. )
Lo anterior se debe tener en cuenta si se lleva a cabo un velorio, pero este no es
obligatorio.
Para los funerales, generalmente llegan familiares y amigos de otros lugares;
existe la tendencia a saludarse con regocijo y, lamentablemente, a veces con mucho
bullicio; algunos se quedan largo tiempo hablando con los deudos sin tener en cuenta
que hay otros que esperan para saludarlos. Tanto la falta de reverencia como las
demoras indican una carencia de cortesía que va en detrimento de la espiritualidad
de la ocasión.
Las conversaciones entre amigos deben realizarse fuera de la sala donde se
encuentran los dolientes. Es preciso que los lideres locales nos aconsejen
cortésmente al respecto; por cierto que no queremos que se piense que somos una
gente irrespetuosa.
Sea que el funeral se lleve a cabo en una capilla, una empresa fúnebre o en otro
lugar, se debe establecer ese espíritu de reverencia.
Debemos también tener respeto por los sentimientos de los dolientes.
En el momento de la muerte nos encontramos cerca, muy cerca, del mundo de
los espíritus. Surgen sentimientos especiales, que son realmente comunicaciones
espirituales y que pueden perderse si no existe allí un espíritu de reverencia.
En esos momentos de dolor y despedida se puede sentir esa "paz. . . que
sobrepasa todo entendimiento'' (Filipenses 4:7) y que las Escrituras prometen. Esta
es una experiencia muy intima. Muchas personas se maravillan de sentir esa paz, y
hasta una exaltación espiritual, en un momento de tanto dolor e incertidumbre .
Esta inspiración fortalece el testimonio y llegamos a saber, personal e
íntimamente, lo que quiso decir el Señor con estas palabras: "No os dejare huérfanos;
vendré a vosotros'' (Juan 14:18).
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Por lo que se de mi experiencia, el Consolador obra en momentos de reverencia,


silencio y solemnidad. Seria muy triste que nuestra conducta fuera irrespetuosa
cuando hay otras personas que desesperadamente procuran encontrar fortaleza
espiritual.
Las revelaciones nos dicen:
"Viviréis juntos en amor, al grado de que llorareis por los que mueran, y mas
particularmente por aquellos que no tengan la esperanza de una resurrección
gloriosa.'' (Doctrina y Convenios 42:45.)
Un funeral puede ser triste y feliz cuando la muerte ha venido como un alivio
bienhechor. Con todo, son reuniones sagradas y deben caracterizarse por la
solemnidad y la reverencia.
El hijo de Alma creía que la muerte era injusta. Pero en su extraordinario discurso
sobre el arrepentimiento, el profeta Alma le enseñó a su hijo sobre la muerte,
diciendo:
"Y he aquí, no era prudente que el hombre fuese rescatado de esta muerte
temporal, porque esto destruiría el gran plan de felicidad." (Alma 42:8.)
Alma no dijo que el dejar de lado la muerte demoraría o alteraría el plan de
felicidad, sino que dijo que lo destruiría.
En la vida terrenal, las palabras muerte y felicidad no van juntas, pero en el
sentido eterno que tienen son esenciales una para la otra. La muerte es una forma de
rescate. Nuestros primeros padres fueron expulsados del Edén para que no comieran
del árbol de la vida y vivieran para siempre en sus pecados. La muerte que ellos
acarrearon sobre si y sobre nosotros es nuestra jornada de regreso al hogar.
Hay tres elementos que se combinan en un funeral como no sucede en ninguna
otra reunión: la doctrina del evangelio, el espíritu de inspiración y las familias
reunidas con sentimientos de amor y consideración los unos por los otros.
Que podamos reintegrar la actitud de reverencia cada vez que nos reunamos
para honrar la memoria del que ha pasado a través del velo al lugar donde todos
iremos algún día.
En esa separación no hay ningún consuelo que se compare con ''la paz que
sobrepasa todo entendimiento''. Y la reverencia es lo que fomenta esa paz. Que
tengamos reverencia, hermanos y hermanas, lo ruego en el nombre de Jesucristo.
Amen.

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