Identidad Profesional Del Cientista de La Educación
Identidad Profesional Del Cientista de La Educación
Identidad Profesional Del Cientista de La Educación
INTRODUCCIÓN
Una investigación desarrollada en Argentina, durante los años 2000 a 2002, 1 permitió
profundizar sobre aquellos procesos simbólicos y cognitivos que alumnos y graduados
desarrollan a lo largo de su trayectoria en la formación inicial, en lo atinente a cómo van
configurando su propio campo profesional, desde la perspectiva de las representaciones
sociales.
El estudio de caso se focalizó en la carrera de Ciencias de la Educación de la Universidad
Nacional de Salta- Argentina- constituyendo ésta la primera investigación en profundidad
realizada en este ámbito institucional.
Quizá sea importante aclarar que, en Argentina, Ciencias de la Educación es una carrera
que se cursa como propia del grado universitario, tanto para obtener el título de Licenciado
como el de Profesor, sin requerir de una titulación previa en otra disciplina.
La aclaración se justifica porque esta situación lleva a plantear varias cuestiones como: el
perfil de quienes aspiran a inscribirse en la carrera, sus motivaciones y trayectoria
académica previa, las posibilidades y expectativas de inserción profesional y laboral a
mediano y largo plazo, la percepción de un colectivo profesional de pertenencia, la
apreciación de su proceso de construcción de la profesionalidad, la apropiación del objeto
disciplinar, la percepción de un reconocimiento social hacia la profesión, entre otras de las
dimensiones que integran y complejizan el campo profesional del cientista de la educación.
Otra aclaración importante es la de tener en cuenta que en Argentina, y particularmente en
la Universidad pública en donde se focalizó el estudio, el ingreso es libre y no tiene
restricciones de ningún tipo (notas, pruebas de aptitud, selectividad) al momento de elegir
cualquier carrera y de inscribirse en ella. Este dato es importante a tener en cuenta ya que
juega como una variable considerable al momento de describir las motivaciones,
expectativas y trayectorias previas del grupo de alumnos ingresantes a cualquier carrera, y
particularmente a la de Ciencias de la Educación, que en el caso de la Universidad Nacional
de Salta es significativamente masivo en relación al resto de las carreras humanísticas y
sociales.
LA INVESTIGACIÓN INICIAL
Al inicio de la investigación que da base a este artículo, una de las preocupaciones más
relevantes fue la reiteración de un discurso compartido tanto por estudiantes y profesores de
la carrera como también por los graduados insertados laboralmente fuera del ámbito de la
universidad, en relación con la dificultad de auto percibirse incluidos en un campo
profesional descrito por ellos mismos como diluido, poco reconocido socialmente, disperso
en cuanto a las posibilidades de inserción laboral en ámbitos no formales de la educación,
recortado según la actual demanda del sistema educativo formal, sin ningún tipo de
regulación profesional más que la gremial, cuestionado por parte de otros campos
profesionales afines, con solapamientos y superposiciones de competencias profesionales y
con un objeto disciplinar inasible y fragmentado, entre algunas de las aristas de esta mirada
compartida hacia el campo profesional2 en Ciencias de la Educación.
Así planteado, surge con claridad la necesidad de interpretar y explicar todos aquellos
procesos intra e intersubjetivos que se ponen en juego durante la formación inicial y que
contribuyen a configurar, desde las representaciones sociales de los actores, el campo
profesional del cientista de la educación.
Para poder comprender los alcances del planteo se hace necesario aludir –sintéticamente- a
los ejes teóricos que enmarcaron el estudio, para luego dar cuenta de las conclusiones en lo
atinente a los procesos de conformación identitaria durante la formación inicial.
Para investigar el problema fue necesario profundizar en cada una de las dimensiones
incluidas en el constructo campo profesional, esto es: identidad profesional, contexto socio-
laboral, formación inicial, conocimiento disciplinar, profesionalidad y cultura profesional,
en un estudio longitudinal y comparativo, de corte cualitativo.
El estudio de caso permitió indagar y relacionar cada una de estas dimensiones de análisis,
llevando a dos niveles de resultados en la investigación inicial:
a. Por un lado, la descripción del campo profesional del cientista de la educación desde las
representaciones de tres colectivos: a) los alumnos próximos a graduarse (en tres
momentos: antes, durante y después del practicum); b) los graduados noveles (o
principiantes, con un ejercicio profesional de tres años); y c) los profesores
(particularmente, integrantes del equipo de practicum del último año de la carrera), todo
ello en base al juego y relación de sus distintas dimensiones.
b. Por otro lado, los resultados arrojaron una interpretación y explicación del modo en
cómo se configura ese campo profesional durante la formación inicial o de grado, poniendo
en superficie los mecanismos de apropiación y justificación de los modelos profesionales
que confluyen en la configuración identitaria, percibiendo con claridad, como conclusión
de la investigación, tres formas o modalidades de categorización:
Vamos a detenernos en el primer nivel de los resultados, es decir la descripción del campo
profesional del cientista de la educación, dejando el tratamiento del segundo nivel para una
próxima oportunidad. Para ello, intentaremos reconstruirlo a partir de responder
sucintamente a las siguientes cuestiones:
Decidir acerca de los estudios universitarios implica no sólo elegir una carrera, sino
también encontrar un sentido compatible con los ideales, valores y proyectos vitales
personales. En esta afirmación no están excluidos los gustos o intereses que permiten decir
a un sujeto que “tiene afinidad” con determinada área o campo, pero está claro que la
concentración de los motivos de elección en los “gustos” constituye una simplificación de
la situación en la toma de decisiones del proyecto profesional. En el caso de las alumnas de
Ciencias de la Educación, llama la atención la argumentación a que se echa mano cuando se
intenta justificar el por qué de la elección de la carrera en el momento de su inscripción.
Emerge la siguiente categorización de motivos: “gustos” o intereses: por la docencia, por la
educación, por las materias pedagógicas y psicológicas en general, por interés en el trabajo
asistencial y comunitario; motivos “funcionales”, relacionados con el reconocimiento del
valor formativo y humano de la carrera, con la posibilidad de profundizar la formación ya
recibida, con la falta de medios para continuar estudiando en otras regiones del país, o
decididamente por no poder cursar la carrera preferida; razones familiares y “hereditarias”:
con alusiones al respecto que se María Celia Ilvento refieren a cuestiones familiares de gran
influencia, mencionándose inclusive la “cuestión sanguínea”; causas circunstanciales, como
el azar y la casualidad, el descarte, la desinformación de otras opciones, entre otras.
El análisis de los motivos de elección nos lleva a considerar que hay varias concepciones
subyacentes:
A lo largo del ciclo vital el auto concepto se va integrando y complejizando como resultado
de las interacciones que el sujeto hace de sus diferentes experiencias vitales en general, y
escolares en particular. (Casullo, 1996). Cada nuevo dato o información que se aporta, cada
atribución de significado frente a las distintas imágenes profesionales que se configura, va
integrándose a la percepción que de sí mismo se tiene, y afectando no sólo al auto concepto
sino también a la visión de las posibilidades, las expectativas y las implicaciones subjetivas
frente al futuro.
Al momento de inscribirse en Ciencias de la Educación, hay una representación recurrente
de que ésta es una carrera vinculada a: “la docencia”, “la educación”, “la enseñanza”, “el
magisterio”, a “lo psicológico y lo pedagógico”, en imágenes muy generalizadas y
estereotipadas que anticipan la profesión sin ligarla a ningún tipo de funciones ni
escenarios. Los motivos que se aducen tienen una correspondencia directa con las imágenes
profesionales anticipatorias. Antes del ingreso a la carrera gran parte de los sujetos
(alumnas, graduados y profesores) reconocen que la percepción y la intención de futuro
profesional relacionadas con el ejercicio profesional y con las funciones asignadas al
profesor en Ciencias de la Educación, fueron construidas histórica y subjetivamente a partir
de las vivencias escolares, de los “juegos” de la infancia en la recreación y dramatización
de los roles de maestro- alumno, en las que se mezcla el deseo personal de “ser maestro” o
de seguir el magisterio, o cualquier carrera que se relacione con la educación, con la
docencia y en general con todos aquellos papeles vinculados a “lo humano y formativo”.
Las futuras cientistas no manifiestan ni explicitan, en la instancia de elección de la carrera,
indicios de un proceso de “exploración” (Ginzberg, cit. Guichard, 1996) o de búsqueda
activa de información que complemente o amplíe sus anticipaciones estereotipadas.
Una “profesión sin salida laboral” es una de las perspectivas que resuenan con mucha
insistencia: “a principios de este año nos dijeron directamente, no hay trabajo para los
profesores en Ciencias de la Educación. Algunos docentes lo dicen así nomás, y uno se
queda sentado y se pregunta ¿para qué estoy acá?” Esta imagen tan fuerte, legitimada por el
mismo discurso de los docentes de la carrera, provoca sentimientos contrariados. Pero ¿cuál
es el impacto de estas apreciaciones que se atribuyen a los profesores de la carrera, y a la
vez cómo “tamizan” las valoraciones sociales, las demandas, el conocimiento del contexto
socio-cultural e institucional de las intervenciones profesionales, integrándolos a una
implicación personal de anticipación de futuro? Las expectativas de inserción laboral que se
expresan, son inciertas y manifiestan incertidumbres y dudas. Llama la atención la pobreza
de funciones y roles, de escenarios y contextos anticipados como expectativas hacia la
inserción profesional. Al hacer una implicación personal de “anticipación profesional”, más
bien emergen una serie de sentimientos e impresiones subjetivas frente al futuro propio e
inmediato. En ese sentido pareciera que al proyectarse en imágenes profesionales, en un
compromiso de ver-se y representar- se en lo que le es posible esperar, y en donde el
componente de implicación personal es un imperativo, hay una restricción de la
perspectiva. En el caso de las alumnas, cuando se refieren a un futuro potencial, mediato y
a largo plazo, sus anticipaciones son más ricas y dan cuenta de escenarios, tanto
convencionales como “más creativos e innovadores”.
Pero al momento de representarse trabajando profesionalmente en un plazo próximo a la
graduación, ejerciendo un rol en un contexto laboral determinado, el temor está expresado
en la dificultad de proyectarse en un lugar y en una función profesional, imagen esta que
coincide con lo afirmado por los mismos graduados, en su visión retrospectiva y actual de
la inserción.
Hay también una percepción de amenaza del campo profesional por la situación generada
con la superposición de competencias profesionales, tanto al exterior como al interior del
campo profesional. La esperanza de trabajo y de inserción profesional está puesta
fundamentalmente en el ámbito no formal de la educación, el que es visto como el espacio
propicio para desarrollar prácticas profesionales no convencionales e innovadoras. Esta
perspectiva está en consonancia con lo afirmado por González Soto (1999) cuando le
asigna al ámbito no formal un sentido más “ecológico” que al formal, con acciones de
carácter compensatorio, complementario y de apoyo social o ayuda individual, y que para
las alumnas resulta atrayente por ser un campo casi inexplorado, aunque de él se tenga poca
información.
NOTAS
1 Investigación que diera génesis a la Tesis Doctoral denominada: Las representaciones sobre el campo
profesional en Ciencias de la Educación: la incidencia de las prácticas preprofesionales, en la Universidad
Rovira I Virgili. España. 2003.
2 Se toma el campo profesional desde la perspectiva del estructuralismo constructivista de Bourdieu (1995)
para quien los sujetos se agrupan en ámbitos denominados “campos” a partir del hecho de compartir dos
elementos fundamentales: la posesión de un bien o capital que es común (sea material o simbólico) y la
necesidad de conservarlo y legitimarlo, lo que genera un espacio de relaciones, conflictos y de competencia
por el capital que se juega en él. En ese sentido, los practicantes de las profesiones modernas conforman
campos profesionales, adoptándose este término como posición teórica para esta investigación -y no el de
profesión por considerarlo más pertinente a la perspectiva del estudio. Así, el campo profesional privilegia un
abordaje dinámico y no estático ni delimitado a priori, sino producto y proceso de transformaciones histórica-
sociales, tanto desde lo estructural como de lo singular, en la doble dimensión inter e intra subjetiva.
3 El proceso identitario, desde los aportes psicoanalíticos, se construye, “en la tensión entre lo que quisiera
ser, lo que otros creen que es y lo que él cree que es” (Edelstein, 1999), en base a anteponer y negar imágenes,
en relación a la carencia, al vacío, a la falta, movilizando mediante la angustia el no sé, el no puedo.
El “vacío” es constitutivo de la identidad, tanto personal como profesional, y en ese sentido es interesante
reflexionar sobre los aportes de K. Gergen (1992) acerca del “yo” relacional, saturado, indeterminado,
fragmentado y multifrénico, propio de los escenarios socioinstitucionales del postmodernismo, que colonizan
y difuminan la identidad, sin ejes que la sostengan.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS