Irak PDF
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2015
Revista anual
Fecha de inicio: 1995
Edita:
Centro de Estudios del Próximo Oriente y la
Antigüedad Tardía – CEPOAT
Artículos
Espartaco en la arqueología.
Juan Luis Posadas...........................................................................................................................................43
La batalla de Andagoste.
Luis Amela Valverde.........................................................................................................................................51
Repensando las narrativas nacionales: Un análisis del origen, transmisión e influencia en el aprendizaje
histórico.
César López Rodríguez ...................................................................................................................................77
El profesor como predicador, provocador y ermitaño. Un pre-texto para pensar las tareas de la didáctica
de la historia.
Enrique Ibáñez Rojo.........................................................................................................................................93
Entrevista
Reseñas
Cooper, H. (ed.) (2013). Teaching History Creatively. Londres: Routledge. 185 págs.
Marta Gil de Sola Bellas.................................................................................................................................133
5
El patrimonio arqueológico iraquí y su destrucción a lo
largo del tiempo
Iraqi archaeological heritage and its destruction throughout time
Para citar este artículo: Espejel Arroyo, F. (2015). El patrimonio arqueológico iraquí y su
destrucción a lo largo del tiempo. Panta Rei. Revista Digital de Ciencia y Didáctica de la Historia,
9-25.
ISSNe: 2386-8864
DOI: http://dx.doi.org/10.6018/pantarei/2015/1
Resumen
El moderno país de Iraq ocupa una zona en la que se asentaron las principales culturas del
Antiguo Oriente. Un rico patrimonio arqueológico que durante años el país se encargó de estudiar.
Su glorioso pasado era el orgullo de la nación. Cuando en el año 2003 se producía la invasión
de Iraq, los medios de comunicación publicaron noticias sobre el saqueo del Museo Nacional, sin
embargo este no era sino un hecho más, probablemente el más doloroso de los que ha sufrido el
patrimonio de este país a lo largo del tiempo. En primer lugar el expolio de las potencias colonizadoras
europeas, interesadas en aumentar los fondos de sus museos, pasando por la presencia de mafias
internacionales sin escrúpulos, varias guerras desastrosas y un embargo internacional que se
prolongó durante doce años, agravando la ya de por sí delicada situación del país, y que tuvo
consecuencias importantes para el patrimonio arqueológico.
Palabras clave
Iraq, Patrimonio Arqueológico, Saqueo, Patrimonio Cultural, Próximo Oriente
Abstract
The current country of Iraq is located in an area where the main cultures of the Ancient East
settled down. A priceless cultural heritage which was studied by the country for years. Its majestic
past was the pride of the nation. When Iraq was overrun back in 2003, the press published the
looting of the National Museum, though it was not just an isolated event, but the most painful one
the country had suffered throughout time. In the first place, the pillage from the European colonizing
countries interested in increasing the collections of their own museums. Followed by the presence
of international unscrupulous mafias, several disastrous wars and an international embargo which
lasted for twelve years. All the mentioned episodes worsened even more the difficult situation of the
country, which resulted in serious consequences for the cultural heritage.
Key words
Iraq, Archaeological Heritage, Looting, Cultural heritage, Middle East
1 Para contactar con el autor: Fernando Espejel Arroyo. Doctorando. Dpto. de Historia Antigua, Medieval
y Paleografía y Diplomática. Universidad Autónoma de Madrid. Facultad de Filosofía y Letras (módulo II).
Campus de Cantoblanco. Crta. Colmenar Viejo, km. 15 - 28049 Madrid. fernando.espejel@estudiante.uam.es
2 Durante el siglo XIX también encontramos en Oriente a personajes de la talla de J. F. Texier, P. Coste, W.
L. Loftus, J. E. Taylor o J. Oppert por citar tan sólo a algunos de ellos, pero aquí nos centraremos en los que
consideramos más importantes en lo que a formación de colecciones se refiere. Para una visión general sobre
la historia de la investigación en Oriente llevada a cabo durante el siglo XIX y comienzos del XX consultar:
Lloyd (1980), Larsen (1996), Córdoba (2001) o Fagan (2007).
3 La publicación de los trabajos franceses fueron de una extraordinaria calidad. Se trata de una obra de cinco
volúmenes de una naturaleza sobresaliente. El problema de la obra de Botta (Botta y Flandin, 1849-1850), al
igual que la posterior que publicaría V. Place, residía en que se trataban de unos volúmenes monumentales
imposibles de manejar, por lo que prácticamente su difusión fue nula. Por el contrario, los trabajos de A. H.
Esta situación hizo reaccionar a las autoridades turcas, hasta ese momento bastante
permisivas a la hora de conceder permisos de excavación. El imperio Otomano se dio cuenta
del valor que poseían las antigüedades y tomó conciencia de la necesidad de confeccionar una
legislación que protegiesen su valiosísimo patrimonio. Con la experiencia de las leyes pioneras
existentes en Grecia y Egipto que establecían que cualquier hallazgo pertenecía al país en que
este se había producido, Turquía se dispuso a elaborar en marzo de 1869 la primera ley que
prohibía las exportaciones de antigüedades de su territorio. Se trataba de una ley muy sencilla que
prácticamente no tuvo aplicación, pero que dejaba bien clara las intenciones de las autoridades
otomanas. La reglamentación de 1869 hacía incompatible la condición de funcionario y arqueólogo,
pero pronto sería corregida por el Reglamento de 1874, una ley mucho más completa que la del
69, organizada en treinta y seis artículos englobados en cuatro capítulos. Según la Reglamentación
de 1874 toda antigüedad que aún no había sido descubierta pertenecía al gobierno otomano. El
padre de esta nueva ley fue Osman Hamdi Bey (Pottier, 1910; Metzger, 1988; Chuvin, 2007), figura
fundamental en la lucha contra el expolio y padre de la arqueología turca, prueba de ello es que
hasta su entrada en acción todas las excavaciones en la región eran llevadas a cabo por europeos,
animando Hamdi Bey el desarrollo de excavaciones nacionales. Hamdi Bey es un precedente en
la protección del patrimonio en Oriente. El Reglamento de 1874 fue el primero verdaderamente
eficaz. Gracias a él todos los objetos pasaban a ser propiedad del Estado y sólo se autorizaba a
exportar moldes y dibujos. Fue una normativa que las autoridades europeas consideraron bastante
dura, pero aun así, las Ordenaciones de 1884 dieron una mayor cohesión a este Reglamento de
1874. Fue bajo estas circunstancias cuando los alemanes desembarcan en Oriente, los auténticos
renovadores de la ciencia, con una metodología totalmente novedosa. La arqueología en la región a
comienzos del siglo XX estará dominada por misiones alemanas que trabajaran en Babilonia, Assur
o Samarra, ya que los americanos y británicos abandonarán sus actividades. A los trabajos de R.
Koldewey y W. Andrae le debe mucho la ciencia oriental, pero no debemos olvidar que a pesar del
excelente trabajo que ambos realizaron en Babilonia o Asur, lo que impulsaba a la Deutsche Orient
Gesellschaft (DOG) era la obtención de piezas que se instalarían en el recién creado Museo de
Berlín (Del Cerro, 1999; Berndhardsson, 2005; Foster, Foster y Gerstenblith, 2005). Prueba de ello
son la Puerta de Ištar o parte de la Vía de las Procesiones que hoy en día podemos admirar en el
Pergamonmuseum de Berlín.
Así estaban las cosas cuanto tuvo lugar la I Guerra Mundial, que deparó la derrota del Imperio
Otomano y la creación de un sistema de mandatos internacionales auspiciados por la Sociedad de
Naciones, quedando el Próximo Oriente bajo la tutela de Francia y Gran Bretaña. Francia se hizo
con el control de Siria y Gran Bretaña con el de Iraq, Arabia y Palestina. Este reparto resultó muy
favorable a Gran Bretaña, pues dentro de su zona se encontraban los principales pozos de petróleo.
Francia no contenta con esto elevó una protesta y consiguió que se revisase este reparto, pudiendo
explotar a partir de entonces los pozos de petróleo de Kirkut.
Los territorios bajo control británico fueron administrados por Gran Bretaña como monarquías
árabes, que pronto debían evolucionar hacia una independencia controlada. Iraq no fue una
excepción. La persona escogida para llevar a cabo esta transición fue el rey Faysal, monarca
Layard (Layard, 1849; 1849-1853) en Nimrud o Nínive fueron de peor calidad, pero en cambio su obra alcanzó
una gran popularidad.
hachemí, hijo de Hussein ibn Ali, que en junio de 1921 se quedó al frente del país aceptando el
reparto realizado entre Francia y Gran Bretaña. Antes de coger las riendas del gobierno, Faysal se
recorrió el país de arriba abajo, quedando fascinado por su patrimonio decidido a conservarlo y a
hacer de él, junto a la educación, la bandera del nuevo país. Entre las personas que compartían este
mismo sueño se encontraba Satti al-Husri, un antiguo funcionario de la administración otomana,
nacionalista moderado y que había entrado en contacto con el mundo europeo. Satti sería el
encargado de reformar la educación siguiendo sus ideas laicas y métodos de enseñanza racionales
y modernos (Del Cerro, 2011). Consideraba que había que rescatar el pasado del país y trató de
inculcárselo a la población, algo que en buena medida consiguió. Para Satti era indispensable
asumir el pasado, para lo que era fundamental recuperar los monumentos en ruinas, acabar con
el expolio y formar un gran museo nacional. Su caballo de batalla era acabar con la ignorancia
a través de la educación. Gracias a las escuelas se creará un sentimiento nacional basado en
un pasado glorioso, sin comparación a ningún otro, declarándose la nación árabe iraquí heredera
de los antiguos sumerios, acadios, babilonios, árabes preislámicos e islámicos, omeyas, abasíes,
tribus beduinas, campesinos y ciudades que habían sufrido la opresión otomana (Córdoba, 2004).
Pero en paralelo a Satti al Husri debemos hablar de Gertudre Bell, consejera y secretaria
de asuntos orientales del alto comisionado para Iraq, Percy Cox. G. Bell también se encontraba
interesada en las antigüedades, tanto que llegaría a obtener de manos de Faysal la responsabilidad
sobre el patrimonio de la nación. En 1922 se creó el Departamento de Antigüedades con Bell como
primera directora y se estableció una sala en el palacio del rey, la Saray, para recoger en ella los objetos
que se encontrasen. Además, Gertrude Bell planteó una nueva regulación de las antigüedades.
Basándose en las regulaciones otomanas de Hamdy Bey, G. Bell propuso una norma que permitiese
el reparto de los hallazgos entre Iraq y las misiones europeas que dirigían excavaciones, con lo que
en la práctica se seguía permitiendo el expolio de manera legal, volviendo las misiones occidentales
a interesarse en reanudar los trabajos arqueológicos (Bernhardsson, 2005; Huot, 2008; Gibson,
2008b). A pesar de este duro revés la sala habilitada en el palacio comenzó a quedarse pequeña,
en parte debido a los descubrimientos que la excavación patrocinada por el Museo Británico y el
Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad de Pennsylvania realizó en el Cementerio
Real de Ur y a los de los alemanes en Warka, la antigua Uruk, por lo que unos años más tarde hubo
de disponer de un pequeño edificio en la calle Ma`amun para que albergase las antigüedades que
ya no cogían en la pequeña Saray, a cuyo frente había sido puesto Abdul Qadir al-Pachachi, un
iraquí que había trabajado con anterioridad en los Archivos Turcos de Estambul (Al-Gailani, 2008).
Pero en el plan de Satti también cobraban importancia las bibliotecas. La primera biblioteca pública
de Bagdad fue fundada en 1919 debido al empeño de unos cuantos particulares, haciéndose cargo
de ella a partir de 1929 el Ministerio de Educación que le dio el nombre de Biblioteca Pública. A la
par, se fueron creando nuevas bibliotecas públicas tanto en la capital como en otras ciudades del
país (Saleh, 2003a).
En 1932 Iraq obtiene la plena independencia y se crea el Departamento de Antigüedades y
Patrimonio, derogándose todas las regulaciones que hacían posible el reparto de antigüedades,
aprobándose leyes que pretendían preservar el patrimonio arqueológico de Iraq y terminar con la
salida de piezas hacia Europa (Córdoba, 2004; Fales, 2006), especialmente tras la aprobación de
una nueva y muy estricta ley de antigüedades en 1936 que establecía que todas las antigüedades y
sitios arqueológicos eran propiedad del estado iraquí. (Gibson 2008b). Con esta nueva legislación,
franceses y británicos dejaron de interesarse por las excavaciones en Iraq y, salvo pequeñas
excepciones como la de S. Lloyd que excavaba para el Servicio de Antigüedades de Iraq, se
marcharon a Siria. Sólo los alemanes con su misión en Warka, y los americanos en el valle del Diyala
continuaron trabajando en Iraq, con lo que se produjo un vacío de expertos que para nada desanimó
a Satti al Husri, sino todo lo contrario. Empujado por el prometedor futuro del patrimonio del país con
su reciente independencia, decidió enviar al Instituto Oriental de Chicago a dos jóvenes estudiantes,
el arqueólogo Fuad Safar y el epigrafista Taha Baqir, al tiempo que empezaba a concebir lo que
en el futuro sería el Muthaf al-Watani (Museo Nacional) (Córdoba, 2003a) –más conocido por los
turistas como Iraq Museum-. Llamó la atención de Satti al Husri un enorme solar situado en la parte
occidental de Bagdad que también era codiciado por otros ministerios, así que ante la falta de dinero
para crear un museo y adelantándose al resto de gabinetes que pudieran estar interesados, decidió
levantar en este solar una réplica de unas de las puertas de Jorsabad siguiendo los dibujos de V.
Place (Del Cerro, 2011)4.
En 1936 con F. Safar y T. Baqir ya de vuelta y M. A. Mustafa, tiene lugar el comienzo de
la investigación arqueológica iraquí, realizándose, con una calidad extraordinaria, excavaciones
en Samarra y Dar al ´Imara y restaurándose monumentos como el Palacio Abasí de Bagdad; la
Mustansiriya o el Jan Maryan entre otros (Córdoba, 2003a). Sin olvidar que todos estos trabajos se
realizaban con la intención de crear un museo en un futuro próximo.
Las décadas de los 40 y 50 fueron años de luchas políticas que llevaron al exilio a multitud
de nacionalistas árabes, entre los que se encontraba Satti al Husri, siendo tiempos de lucha entre
una clase política nacionalista ansiosa de independencia y unas potencias europeas que pretendían
seguir manteniendo su influencia sobre el petróleo. A mediados de los años 40, empieza a publicarse
Sumer, la primera revista científica árabe dedicada al estudio de las culturas antiguas. Pero la II
Guerra mundial tuvo paralizadas las intervenciones arqueológicas extranjeras hasta la década de
los 50. A pesar de las dificultades de estos años, nada impidió que se llevaran a cabo nuevas
excavaciones -Tell Uqair (1940-1942), Aqar Quf (1942-1945), Tell Hassuna (1944), Eridu (1946-
1949) o Hatra (1951)- y que los discípulos de Satti al Husri siguieran luchando por la creación de un
gran museo nacional que recogiese la riqueza cultural de la nación. Además, en la década de los
50 se comenzó a excavar en Nimrud bajo las órdenes de M. Mallowan, unos trabajos que serían
continuados después por D. Oates, además, con la revolución de 1958 prácticamente se eliminaron
las excavaciones ilegales, una situación de estabilidad en el campo de los trabajos arqueológicos
que se mantendría hasta 1990 (Córdoba, 2003b; Gibson, 2008b). El museo comenzó a construirse
en 1957, pero no sería inaugurado hasta el 9 de noviembre de 1966 (Al-Gailani, 2008). Inauguración
a la que fueron invitados los directores de los museos arqueológicos nacionales de toda Europa.
Desgraciadamente, el director del Museo Arqueológico Nacional en ese momento, Luis Vázquez
de Parga, declinó la invitación. Aun así el director de Antigüedades de Iraq, Faisal al Wailly, envió
al Museo Arqueológico Nacional una carta en la que lamentaba la ausencia de representación
española, junto a una medalla conmemorativa de dicha inauguración en la que en el anverso
aparece representada la fachada del Museo Nacional de Iraq, unas manos que sujetan un vaso
del que mana agua y que es el símbolo de la Dirección General de Antigüedades y el año de la
inauguración, mientras que en el reverso una puerta, una lámpara y la leyenda: “El conocimiento
y la justicia nacieron en Iraq” (Del Cerro, 2011). El tiempo que va desde la inauguración del museo
hasta 1980, año en que comienzan las hostilidades contra Irán, pueden ser considerados los años
de oro de la arqueología iraquí y el Museo Nacional (Córdoba, 2004).
El 17 de julio de 1968 el Partido Árabe Socialista Ba’az llega al poder, poniendo en marcha
un programa de nacionalización del petróleo, lo que hizo de Iraq un país rico, impulsando la
educación -mediante la creación de programas que intentaban solucionar el analfabetismo, algo
que consiguieron a finales de la década de los 70- y aumentando el nivel de vida de la población.
Se creó una infraestructura sólida incomparable a la de cualquier otro país del entorno (Saleh
Alkhalifa, 2003b). De esta bonanza económica también se vio beneficiada la Dirección General
de Antigüedades y los museos. La semilla que Satti al Husri había plantado en los años anteriores
recogía sus frutos con una población absolutamente concienciada de su glorioso pasado y con
la defensa de su patrimonio. Este era el verdadero valedor del patrimonio iraquí, el amor que los
ciudadanos de Iraq sentían por sus antigüedades. Durante estos años se consiguió acabar con el
saqueo. En el año 1970 se publicaba en Bagdad el Atlas de los lugares arqueológicos de Iraq, una
4 La misma puerta que con el bombardeo americano de 2003 sufrió el impacto de un misil que provocó un
enorme boquete en el centro de la misma (George y Gibson, 2008).
verdadera carta arqueológica que señalaba 12000 yacimientos catalogados de todas las épocas5,
muchos de los cuales comenzaron a ser investigados por la Dirección General de Antigüedades. El
gobierno se volcó con el patrimonio, poniendo a disposición de la Dirección General de Antigüedades
unos medios económicos y humanos que ningún otro país podía imaginar. Los máximos exponentes
de esta “edad de oro” de la arqueología iraquí que representaron los años 70 fueron Sabah A.
Jassim y S. Salman al Rumaiydh. Con la ayuda de misiones extranjeras, fundamentalmente los
tradicionales alemanes, ingleses, estadounidenses y franceses, a los que se unieron japoneses,
belgas, italianos y austriacos, a principios de los 80 la Dirección General de Antigüedades de Iraq
tenía abiertos doscientos yacimientos arqueológicos de manera simultánea, siendo la revista Sumer
el principal medio donde eran publicados los resultados de la investigación. Es ahora cuando se
descubren lugares como Tell es Sawwan, un lugar clave para el estudio de usos agrícolas, técnicas
arquitectónicas, creencias y manufacturas artesanales en el IV milenio a.C., o en el valle del Hamrim
varias misiones realizan importantes avances en nuestros conocimientos sobre la expansión de la
cultura Obeid y la aparición de las primeras sociedades complejas (Jasim, 1985; Córdoba, 2003a).
Pero no sólo se abrieron excavaciones arqueológicas. Otro de los ámbitos en los que se actuó fue
en la restauración de lugares como Babilonia, Assur, Samarra, Nínive, Hatra, Dur Kurigalzu, o en
edificios históricos de Arbil, Kirkut o Mosul. Además se abrieron museos y bibliotecas en cada capital
de provincia, creándose un proyecto pionero hasta entonces como fue la creación del llamado
“Museo de los Niños”, adscrito al museo de Bagdad y pensado para niños menores de 10 años
(Córdoba, 2003b). En 1975 el Museo Nacional de Bagdad cifraba su colección en más de 100000
piezas, la más importante de arqueología mesopotámica del mundo.
Pero esta riqueza económica proporcionada por el petróleo, también iba a ser utilizada por
el gobierno para llevar a cabo su proyecto de convertirse en una potencia dominante en la zona,
lo que llevó a la invasión del vecino Irán a partir del 4 de septiembre de 1980. Se trató de una
guerra muy costosa que movilizó a muchos científicos, gran parte de los recursos económicos que
hasta entonces se dedicaban a la modernización del país fueron destinados a la compra de armas,
convirtiéndose Iraq en el principal comprador dentro de este mercado. Paradójicamente, el 80%
de las armas adquiridas entre 1980 y 1988, el tiempo que duró la guerra contra Irán, procedía de
cuatro de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas: EEUU,
URSS, Francia y China, contando además el régimen de Sadam con una amplia ayuda del mundo
occidental, especialmente de EEUU, país que no se cuestionaba lo más mínimo las políticas de
Sadam Husseim (Saleh, 2003b). Esta guerra contra Irán terminaría ocho años más tarde, dejando
dos países devastados y con cerca de un millón de muertos entre los dos bandos. Durante el tiempo
que duró la confrontación el Museo Nacional permaneció cerrado y la actividad científica disminuyó
considerablemente. Ante el beneplácito de las potencias occidentales en la invasión de Irán, Sadam
se sintió fuerte y en agosto 1990 decidió invadir el vecino Kuwait. Esta vez Sadam se encontraría
con la oposición internacional.
No es espacio éste para relatar los entresijos de aquel enfrentamiento, pero trataremos de
esbozar unas mínimas pinceladas que permitan entender la situación de bloqueo impuesta por
Naciones Unidas posteriormente. Las ansias expansionistas de Sadam Husseim con la intervención
en Irán habían dejado a su país debilitado económicamente, por lo que las autoridades iraquíes
decidieron invadir Kuwait, un país sobre el que reclamaban su soberanía por razones históricas, y
5 Paradójicamente, resulta desolador ver como de estos 12000 yacimientos que ya se catalogaban hace
cuarenta años, solamente tres de ellos son considerados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad: Assur,
Hatra y Samarra, lo que da muestra de la dejadez mostrada por esta institución durante todo este tiempo,
especialmente durante los años que duró el bloqueo internacional tras la I Guerra del Golfo, de hecho, la
UNESCO fue la única institución de la ONU que no pisó Iraq durante los años del embargo.
además de esta manera intentar controlar el precio del petróleo y así poder permitirse la reconstrucción
de Iraq (García y Sorroza, 2003). Ante esta situación, el 2 de agosto de 1990 las fuerzas armadas
iraquíes comienzan la invasión de su vecino. Ese mismo día el Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas emitió la primera de las catorce resoluciones (Resolución 660) durante el tiempo que duró
el conflicto (Maestro y Varea, 1997). En ella condenaba la invasión de Kuwait por parte de Iraq,
apremiaba a los dos países a iniciar conversaciones y exigía Iraq su retirada inmediata6. Ante la
negativa de Iraq a abandonar territorio kuwaití, el 6 de agosto se emitió una nueva Resolución
(661), mediante la que se hacía efectivo el bloqueo internacional a Iraq. Posteriores resoluciones
autorizaban el uso de la fuerza contra Iraq, provocando la por todos conocida como Guerra del
Golfo. Esta guerra trajo consecuencias nefastas sobre el rico patrimonio iraquí. La propia UNESCO
reconoció en su día que como consecuencia directa de las bombas de la coalición, respaldada por
Naciones Unidas, resultaron dañadas las mezquitas Al Kawaz y Al Maaqal en la ciudad de Basora,
la Mustansiriya de Bagdad o los yacimientos de Ur y Tell El Lahm, además de otros monumentos
y edificios históricos. Una vez finalizada la guerra, la Dirección General de Antigüedades de Iraq
remitió a la UNESCO una lista con los lugares que se habían visto afectados, parcial o totalmente,
durante el conflicto y en las semanas inmediatas a la finalización del mismo. En esta misma carta se
requería la ayuda internacional para la restauración del patrimonio afectado y la recuperación de los
objetos robados, en total 13 museos regionales fueron saqueados y más de 5000 objetos sustraídos.
Cabe señalar que todos los organismos internacionales a los que se solicitó ayuda se abstuvieron
de enviar cualquier tipo de comisión que evaluase los daños. Gracias a esta carta sabemos que
además de yacimientos arqueológicos o monumentos de interés, también resultaron afectados trece
museos y seis bibliotecas fueron destruidas. Entre los museos dañados se encontraba el Museo
Nacional de Bagdad, aunque la peor parte se la llevaron el Museo de Basora, el Museo de Maysan,
el Museo de Kirkut, el Museo Etnográfico de Kirkut y el Museo de Kufa, que vieron como todos
sus fondos fueron saqueados. En esta misma carta también se pedía ayuda internacional para
restaurar los edificios afectados y recuperar los objetos sustraídos (Córdoba, 2000; Gibson 2008b).
En los años posteriores al fin de la guerra, las excavaciones ilegales se dispararon, muchas de las
piezas que conformaban los museos saqueados comenzaron a aparecer en el mercado ilegal de
antigüedades. La magnitud de la catástrofe fue tal que las autoridades iraquíes pidieron la ayuda de
la UNESCO y la INTERPOL para recuperar los objetos robados. Ante la falta de implicación de estas
dos instituciones fue convocada en Bagdad en el mes de diciembre de 1994 una reunión a la que
asistieron especialistas de diferentes países, que se encargaron de verificar y analizar la magnitud
del saqueo. A esta reunión no asistió ningún miembro de la UNESCO o INTERPOL.
Los acuerdos alcanzados y la voluntad de los científicos asistentes de acabar con esta
situación hizo reaccionar a la UNESCO, quien por medio de una carta de su Director General,
el español Federico Mayor Zaragoza, realizaba una llamada a los distintos países para que se
cumpliese lo firmado en la Convención sobre tráfico ilícito de bienes culturales de 1970 (Córdoba,
1997). Eso sí, Mayor Zaragoza, también señalaba que el mayor responsable en tomar medidas
para evitar el saqueo de su patrimonio, es el propio país de origen de esas antigüedades. Vista
semejante reacción del Director General de la UNESCO, no debe extrañarnos la actitud totalmente
pasiva de esta institución ante los daños sufridos por el patrimonio iraquí durante y después de
la guerra. Porque sí el resultado de la guerra fue catastrófico para el patrimonio, no lo iban a ser
menos los posteriores doce años de embargo internacional al que una institución como la ONU -que
en el capítulo 1 de su Carta dice tener como fines mantener la paz y la seguridad internacionales,
fomentar las relaciones de amistad entre las naciones, o realizar la cooperación internacional en la
solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario, entre
otras cosas7- sometió al pueblo iraquí, hundiéndole en la pobreza. También hay que recordar que
6 Todas las resoluciones del Consejo de Seguridad se pueden consultar en la página de Naciones Unidas:
Recuperado de http://www.un.org/es/documents/sc/ (Consulta: 9-03-2015).
7 Artículo 1 de la Carta de las Naciones Unidas firmada el 26 de junio de 1945 y que entró en vigor el 24 de
tras la Guerra del Golfo, Iraq quedó dividido en tres bloques, siendo sólo soberano el gobierno
iraquí en la parte central, con lo que el norte y el sur quedaron expuestos a la entrada de mafias que
saquearon yacimientos, sobre todo en el sur. Así las cosas, a partir de 1994 se disparó el expolio de
sitios arqueológicos, un ejemplo de ello es la cueva de Shanidar, excavada de manera ilegal por un
equipo estadounidense que entró en Iraq por Turquía. Varios yacimientos del sur quedaron a merced
de los saqueadores (Figura 1). Mafias internacionales sin ningún tipo de escrúpulos que en el año
1994 no tuvieron el más mínimo inconveniente en asesinar a Mr. Haddad, guarda de Larsa, para
saquear este antiguo asentamiento (Córdoba, 2000). En el sitio de Nínive es donde mejor tenemos
documentado el saqueo producido tras la guerra. En los años 70 y 80 Nínive había sido reconstruida
y el yacimiento se hizo visitable. A comienzos de los 90 J. M. Rusell visitó Nínive y realizó su tesis
doctoral sobre los relieves de este lugar. En 1997 volvió a Nínive, fotografió los relieves y publicó
una obra en la que podemos constatar que el deterioro de estos durante los años transcurridos entre
sus dos visitas es evidente (Russell, 1998). Este comercio ilegal de antigüedades, se realizaba con
países europeos o Estados Unidos entre otros, y ello a pesar que el embargo impedía la compra
de cualquier objeto a Iraq. Las antigüedades eran sacadas del país a través del Kurdistán, Siria
o Turquía, o directamente a través de Jordania, Arabia Saudí o Kuwait. Desde 1990 los Emiratos
Árabes llegaron a ser el principal mercado de antigüedades iraquíes robadas, lo que dio lugar a la
formación de grandes colecciones privadas. Sólo en contadas ocasiones la policía fronteriza llegaba
a interceptar los objetos, ya que en la mayoría de los casos conseguían salir del país (Gibson,
2008a).
productos químicos necesarios para la conservación de los objetos almacenados en los museos.
Poco a poco se comenzó a trabajar por la recuperación de las piezas, y aparecieron publicaciones
y bases de datos en donde se recopilaban los objetos desaparecidos (Reichel, 2008), de las que
merecen especial atención los tres volúmenes de Lost Heritage. Antiquities Stolen from Iraq´s
Regional Museums (Gibson y McMahon, 1992; Baker, Matthews y Postgate, 1993; Fuji y Oguchi,
1996).
En 1996 también se ponía en marcha gracias al Centro di Scavi de Torino, el B.R.I.L.A.
(Bureau for the Recovering and Investigating of the Iraqi Looted Antiquities), con una lista de objetos
sustraídos que podían consultarse a través de su web8.
El Instituto Oriental de Chicago también creó una base de datos con una lista bastante
completa de los objetos sustraídos9.
También en 1996 se celebraba en Madrid el International Court on Crimes against Humanity
Comitted by the UN Security Council in Iraq, donde se reunieron diversos expertos entre los que se
encontraba J. M. Córdoba, encargado de recoger los daños producidos en el patrimonio cultural y
arqueológico10.
A pesar de todo la situación no mejoraba, los mercados de los países desarrollados como
Inglaterra, Suiza, Japón, Estados Unidos o Israel estaban llenos de tablillas, fragmentos de relieves
y todo tipo de antigüedades orientales (Gibson, 1997; Brodie 2008), algo que también se debía a la
falta de interés de estos países por oponerse al mercado ilegal de antigüedades, un comercio sobre
el que a menudo se suele ser más permisivo que con el comercio de drogas, pero que genera un
nivel de ingresos ilícitos similar. El saqueo de yacimientos parecía imparable, algo que fue frenado,
en parte, gracias a la introducción del programa “Petróleo por alimentos” puesto en marcha por parte
de la ONU. La introducción de este programa ayudó a atenuar un poco las duras condiciones de
vida de la población y se retomaron las excavaciones arqueológicas por parte de misiones europeas
e iraquíes. En estos difíciles momentos para el patrimonio iraquí cobrará especial importancia la
figura de D. George, descubridor de la ciudad de Umma, luchador incansable contra las mafias
internacionales y gracias al cual a finales de los 90 pudieron reanudarse las excavaciones en
yacimientos como Assur, bajo la dirección de P. Miglus, en Borsippa por el Institut für Sprachen und
Kulturen des Alten Orients de la Universidad de Inssbruck, o en Uruk por el Instituto Arqueológico
Alemán y el Instituto Francés de Arqueología del Próximo Oriente. En esta época se produjeron
importantes descubrimientos en Umma, Umm al-Aqarib, Zabalam o Tell Schmid (Russell, 2008).
Junto a Donny George hay que destacar la figura de Nawala al-Mutawali directora general de los
museos de Iraq en el momento del saqueo. Los dos juntos formaron el alma de la lucha contra el
saqueo del patrimonio arqueológico iraquí, aunque D. George tuvo que abandonar el país debido a
los intentos de asesinato de los que fue víctima. Entre las excavaciones puestas en marcha a finales
de los 90 me gustaría destacar de una manera especial el proyecto español Tell Mahuz, que si bien
es cierto que se trata de un proyecto que comenzó en 1989-1990 no sería hasta 1997 cuando este
se puso verdaderamente en funcionamiento de manera ininterrumpida hasta 2003. La excavación
de Tell Mahuz fue llevada a cabo por una misión de la Universidad Autónoma de Madrid bajo la
dirección de J. M. Córdoba, tratándose de la primera misión arqueológica española llevada a cabo
en Mesopotamia.
Para terminar con este apartado del embargo internacional, no podemos dejar de indicar
que todo el afecto que los iraquíes sentían por su pasado se perderá durante la década de los 90
(Gibson, 2008a; Rusell, 2008). Conscientes y orgullosos de su pasado, los iraquíes, ante las malas
condiciones de vida comenzaran a vender todo tipo de objetos para así poder sobrevivir y superar
una situación crítica, en buena parte provocada por el bloqueo impuesto por Naciones Unidas,
perdiéndose de esta manera la principal protección de la que gozaba el patrimonio iraquí.
Cuando en 2003 se produjo la invasión de Iraq con el posterior saqueo del Museo Nacional
(George y Gibson, 2008) y diversos museos provinciales, sólo fue una etapa más en la sangría que
llevaba sufriendo el patrimonio de Iraq desde hace muchos años, aunque eso sí, ha sido la que más
eco alcanzó en los medios de comunicación. La intervención militar fue una cuestión bien planeada y
debatida, por lo que hubo tiempo para poner varios objetos a salvo. Se excavaron trincheras delante
del museo Las piezas más importantes fueron trasladadas a las cámaras acorazadas del Banco
de Iraq, mientras que las que permanecieron en el Museo de Iraq al ser imposible su transporte
se intentaron proteger con sacos de arena (Del Cerro, 2011). El problema es que a pesar de los
esfuerzos por conseguir que las piezas no sufrieran daños, el museo se encuentra en un lugar
central de Bagdad y en donde se produjeron los enfrentamientos.
El saqueo tuvo lugar entre los días 8 y 16 de abril, días que aprovecharon bandas organizadas
para desvalijar el museo, robando piezas y destruyendo los archivos para que así fuese más
complicado su posterior rastreo (Figura 2). El asalto al Museo Nacional lo tenemos bien documentado
gracias a trabajos como los de Low (2003), Fales (2006), George (2008a; 2008b) Gibson (2008a) o
George y Gibson (2008).
Figura 2. Sala del archivo del Museo Nacional de Bagdad tras el saqueo (George y Gibson, 2008: Fig. 3)
Ante esta situación la UNESCO convocó una reunión el 17 de abril pero no contó con
información oficial ni con ninguno de los conservadores del museo, acudiendo a ella especialista
iraquíes en el exilio que no tenían conocimiento de lo que había sucedido. Pero esta reunión sí
tuvo el valor de espolear las investigaciones americanas que comenzarían el 22 de abril (Del Cerro,
2011).
Se formó una comisión compuesta por catorce agentes militares y agentes civiles enviados por
el Pentágono a cuya cabeza se encontraba el coronel Matthew Bogdanos con la misión de analizar
lo sucedido. El informe concluía que en el Banco Central se encontraban las piezas más importantes
como el tesoro de las tumbas reales de las reinas asirias de Nimrud. Tres de los cinco almacenes
del museo fueron saqueados y varios miles de objetos robados o rotos11. El informe también recoge
que en los primeros días de la ocupación, merced a la amnistía decretada para las personas que
devolviesen piezas robadas, se recuperaron 915 objetos. Por lo que se refiere a los museos, todos
los museos provinciales y sus respectivas bibliotecas fueron saqueados, mientras que en el de
Bagdad se produjo la destrucción, de manera intencionada, del área administrativa, donde se
rompieron 28 de las 451 vitrinas de la exposición, se robaron 42 grandes obras que por su tamaño
no habían podido ser transportadas a otro lugar y se sustrajeron varios objetos de los almacenes del
museo. Varias bibliotecas sufrieron robos o fueron devastadas por el fuego. La Biblioteca Nacional
fue pasto de las llamas la noche del 11 al 12 de abril ante la indiferencia del ejército norteamericano,
perdiéndose miles de libros antiguos y modernos. El Centro de Documentación y Manuscritos, que
albergaba las primeras muestras de caligrafía árabe fue saqueado, y así, varias bibliotecas más.
Tras estas investigaciones tal y como muestra el trabajo de Low (2003) parece claro que el
museo sufrió la acción de tres tipos de asaltantes. En primer lugar asaltantes que podríamos calificar
como no profesionales que se llevaron todo lo que encontraron en su camino, provocando, además,
graves daños y desperfectos en el museo. En segundo lugar, asaltantes pertenecientes a mafias
organizadas perfectamente preparados y documentados para sustraer algunos de los objetos más
importantes, encargándose de destruir las fichas y documentos para que no quedase rastro de
ellos. Por último, el informe Bogdanos concluía que los objetos solo pudieron ser robados por los
propios trabajadores que se quedaron dentro del museo, ya que eran los únicos que conocían
donde se encontraban las llaves, obviando que las puertas de los almacenes habían sido forzadas
y no abiertas con llaves. Aunque no queda recogido en el informe, por último debemos citar el
testimonio de varios vecinos de los alrededores del museo y de varios trabajadores que aseguran
que los marines también contribuyeron al saqueo, ya que fueron vistos saliendo con varias cajas
del mismo (Del Cerro, 2011). Rápidamente varias de las piezas sustraídas del Museo Nacional y
de otros lugares pasaron al mercado de arte de ciudades occidentales como Nueva York o Roma
(Bailey, 2003).
No sólo los museos sufrieron daños, algunos yacimientos fueron víctima de los bombardeos.
En los yacimientos del sur prosiguió el saqueo (el sitio de Isin ha sido calificado por la UNESCO
como un yacimiento que ya no tiene nada que ofrecer, está completamente saqueado), y otros se
vieron afectados por la actividad que en ellos desarrollaron las tropas invasoras, cuyos ejemplos
más claros los encontramos en Babilonia (Moussa, 2008) o en Ur con la implantación de una base
aérea en las proximidades del yacimiento durante el gobierno de S. Husseim que se mantuvo en
uso con las fuerzas de la Coalición e incluso se construyeron nuevas instalaciones (Hamdani, 2008).
Tras la invasión militar el saqueo del patrimonio arqueológico continuó (Rothfield, 2008),
a partir de 2003 comenzó a llevarse a cabo un programa por parte de varios arqueólogos que
pretendía aleccionar a las tropas militares desplegadas en Iraq sobre la historia y la cultura del país
11 El informe realizado por el coronel Bogdanos puede consultarse en: http://www.defense.gov/news/
Sep2003/d20030922fr.pdf
A comienzos de esta última década parecía que el saqueo había sido parado. Además, a
partir de la intervención militar de 2003, la UNESCO sí se involucró en la defensa del patrimonio y
la situación política del país parecía ir normalizándose muy lentamente. Sin embargo, el desarrollo
de la guerra en Siria con su expansión a Iraq ha provocado nuevos efectos sobre el ya maltrecho
patrimonio iraquí. Con la intención de documentar los daños en el patrimonio sirio, protegerlo y
documentarlo, en 2014 veía la luz por iniciativa del ASOR (American School of Oriental Research)
y el Departamento de Estado de los Estados Unidos la ASOR Syrian Heritage Initiative13. En ella
un equipo de expertos de diversas instituciones académicas realizan un notable esfuerzo no solo
en documentar los desperfectos, sino en darlo a conocer pretendiendo concienciar a la población
e intentando planificar una respuesta. Para ello, entre otras cosas, en su página web se encargan
de recoger información, artículos y noticias de los medios de comunicación y revistas, publicando
informes periódicos en los que actualizan la situación del patrimonio. Sin embargo la labor de la
ASOR Syrian Heritage Initiative no se ha limitado a documentar la brutal destrucción a la que está
siendo sometido el patrimonio sirio desde entonces, sino que también ha centrado su mirada en
Iraq, sobre todo a partir de los graves acontecimientos en importantes museos y sitios arqueológicos
iraquíes
A la paralización de todos los trabajos arqueológicos y los desperfectos causados por las
contiendas hay que añadir una nueva catástrofe, la destrucción sistemática y deliberada del
patrimonio histórico y religioso desde el primer momento en que DAESH, o Estado Islámico como
es conocido popularmente en España, se hizo con el control de varias provincias iraquíes (Danti, Ali,
Paulette, Franklin, Cuneo, Barnes Gordon y Elitzer, 2015). A pesar de que la ASOR Syrian Heritage
Initiative informaba de la posibilidad de que se estuviese llevando a cabo una destrucción deliberada
del patrimonio en la provincia de Mosul (Danti, Ali y Moaz 2015), de varios santuarios en el centro
y noreste de Iraq (Danti, Casana, Paulette, Franklin y Ali, 2015), de la Biblioteca Central de Mosul
y en algunas estructuras históricas de la provincia de Nínive (Danti, Ali, Moaz, Paulette y Franklin,
2015), pero no será hasta finales de febrero de 2015 cuando en todos los medios de comunicación,
nacionales e internacionales, se recogía la noticia de los destrozos causados el 26 de febrero por
los milicianos del Estado Islámico en el museo de Mosul y en el yacimiento de Nínive, causando
unos daños irreparables sobre el valiosísimo patrimonio que albergaban. En un video difundido por
el propio Estado Islámico se puede ver como en el museo son destruidas esculturas de la ciudad de
Hatra, así como varias esculturas originales y réplicas neoasirias de sitios arqueológicos del área
de Mosul. En general, las piezas que se encontraban en el museo fueron sacadas para su venta
en el mercado de antigüedades, mientras que las más grandes, difíciles de transportar, fueron
directamente destruidas, entre estas últimas la mayoría de las esculturas asirias destrozadas eran
réplicas, mientras que casi todas las procedentes de Hatra se trataban de originales. En el video
también aparecen imágenes de varios individuos destruyendo los lamassu de la Puerta de Nergal
en Nínive. Junto a los desperfectos mostrados en el video, por diversos medios también sabemos
que en estas fechas se produjeron quemas de libros en bibliotecas de Mosul, se causaron daños en
varios yacimientos, donde los mejores documentados son los producidos en la región de Tel Afar y
se destruyó la mezquita al-Khidr (Danti, Zettler, Ali, Paulette, Moaz, Cuneo, Elitzer y Breegi, 2015).
Como respuesta a estos salvajes actos el gobierno iraquí anunciaba la apertura del Museo Nacional
de Iraq, cerrado desde la guerra del 2003, y que fue oficialmente reabierto por el primer ministro
iraquí Haider al-Abadi el 28 de febrero de 2015.
Tras los ataques a Nínive y el museo de Mosul el estado islámico intensificó sus actuaciones
contra el patrimonio y unos días más tarde les llegó el turno a las mezquitas de Hamou Qado y
Sheikh Mohammad al-Abariqi, ambas en la ciudad de Mosul, a la vez que aumentaban las sospechas
de que se estaban produciendo destrucciones en Nimrud, Hatra, Jorsabad y Assur (Danti, Zettler,
Ali, Moaz, Paulette, Franklin, Cuneo y Elitzer, 2015). Pero, tal y como recogían los medios de
comunicación de todo el mundo, serían los primeros días de marzo los peores para los grandes
yacimientos iraquíes. El 5 de marzo arrasaban con los restos de la antigua Nimrud, situada a unos
30 km al sureste de Mosul en una nueva muestra de su fanatismo. No contentos con esto, dos días
más tarde, el 7 de marzo, trasladaron su afán destructor a otros dos yacimientos situados en las
cercanías de Mosul como son Hatra, la antigua capital de los partos, declarada por la UNESCO
Patrimonio de la Humanidad, y a Jorsabad, en concreto a la antigua Dur Šarrukin, la capital asiria
construida bajo el reinado de Sargón II. A parte de los videos publicados por Estado islámico poco
es lo que sabemos sobre la situación en estos grandes yacimientos. El caso mejor conocido es el de
Nimrud. El área que rodea este yacimiento se encontraba bajo control de ISIS desde junio de 2014 y
a principios de enero salían a la luz unas fotos en las que parecía que el Palacio Noroeste había sido
dañado, pero será el 5 de marzo cuando el ministro iraquí de turismo y antigüedades, además de
numerosas fuentes afirmaban que el sitio había sido arrasado empleando vehículos pesados, y que
el sitio fue saqueado antes de ser destruido. Un estudio más exhaustivo realizado con imágenes de
satélites de alta definición el 7 de marzo mostraba una pequeña perturbación en la entrada al Salón
del Trono del Palacio Noroeste. Una imagen del 1 de abril parece mostrar que desde entonces no
se habían producido nuevos daños, aunque es cierto que en el caso de que se hubiesen causado
destrucciones con equipos de mano como mazas o martillos mecánicos no se apreciarían a través
de las imágenes por satélite. Sin embargo, el 11 de abril el Estado Islámico publicaba un video en
el que varios de sus milicianos provocaban desperfectos en el yacimiento seguido por una gran
detonación. Estos daños han podido ser confirmados con otra imagen, en este caso fechada el
17 de abril, que muestra ya el Palacio Noroeste completamente en ruinas (Figura 3). Según varios
informes que no han podido ser confirmados por la ASOR Syrian Heritage Initiative el 2 de abril
podría haber tenido lugar una detonación en el Palacio Noroeste (Danti, Branting, Paulette y Cuneo
2015).
Figura 3. Palacio Noroeste de Nimrud. a) Imagen del 26 de febrero en la que no se aprecia ningún daño, b) Imagen del
7 de marzo con pequeños desperfectos en la entrada al Salón del Trono, c) Imagen del 17 de abril en la que el Palacio
Noroeste aparece destruido (Danti, Branting, Paulette, y Cuneo, 2015)
Sin duda la provincia de Mosul ha sido la más castigada por el ISIS, y los días siguientes
tras su entrada Hatra y las grandes capitales asirias, fueron destruidos edificios religiosos de esta
provincia y otras cercanas como como los monasterios de St. George, Mar Behnam y Mart Sarah,
las mezquitas de al-Sitt Nafisa, al-Sabunji y al-Imam Ibrahim, el minarete de Qutb al-Din Muhammad
o el cementerio cristiano de Tel Kaif (Danti, Ali, Paulette, Franklin, Cuneo y Elitzer, 2015; Danti,
Trevithick, Ali, Paulette, Cuneo, Franklin y Elitzer, 2015).
8. Conclusión
La destrucción que el patrimonio sufre en varias regiones del planeta, especialmente en Iraq
y Siria, llevó a la Universidad de las Naciones Unidas y la UNESCO a celebrar una reunión el
6 de mayo en París con el título: Mobilization for Heritage: Iraq, Syria and other Conflict-Striken
Countries. Afortunadamente, el nivel de daños en el norte de Iraq parece haber disminuido en el
mes de mayo, sobre todo si los comparamos con los niveles que alcanzó en los meses precedentes.
A su vez, los medios de comunicación han puesto su mirada en los saqueos y en el tráfico y venta
de antigüedades sirias e iraquíes como medio de financiación del Estado Islámico y otros grupos
extremistas (Danti, Ali, Paulette, Franklin, Cuneo, Barnes Gordon y Elitzer, D. 2015).
Así pues estos nuevos sucesos no hacen más que recordarnos el maltrato al que ha
sido sometido a lo largo del tiempo el patrimonio arqueológico iraquí, testigo de una civilización
verdaderamente fascinante que en tiempos pasados habitó esas mismas tierras y cuyos testimonios
no podemos permitir que se pierdan. La destrucción de su patrimonio, junto con el sirio, es un drama
que nuevamente está de actualidad y que hay que añadir a los muchos calvarios por los que ha
tenido que pasar el pueblo iraquí en las últimas décadas.
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