10 DerechoPublico&Privado LopezMuniz2012 PDF
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Revistas@iustel.com
1. INTRODUCCiÓN
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Martinez López-Muñiz - Derecho público y derecho privado, disyuntiva determinante para el estado de dere".
Ha sido, sin embargo, la eclosión del constitucionalismo, que dio nueva forma al
Estado a partir de la revolución independentista americana y la ulterior revolución
francesa , lo que, en el orden operativo, llevó a cambiar más radicalmente las cosas. Fue
con él como se pasó a enfatizar más inequívocamente la importancia de distinguir más
netamente Derecho público y Derecho privado, mientras se trataba de construir el nuevo
Derecho público del Estado de Derecho.
Es, con todo, de notar que, en el ámbito británico, a pesar de su conocida relevancia
en la promoción histórica de lo que acabaría siendo conocido como el Estado de
Derecho, tras sus revoluciones del siglo XVII se siguió un proceso más pausado y sin
saltos bruscos en los siglos siguientes. Aún en todo el siglo XIX y hasta muy entrado el
XX se mantendría como opinión común la negación de la existencia de un Derecho
público propiamente tal, diferente del privado, porque no habría en realidad otro Derecho
que el común. Hace tiempo, sin embargo, que el Reino Unido se ha incorporado
también, aun con sus peculiaridades, a la corriente universal de reafirmación de la
contraposición entre el Derecho público y el privado 3.
No cabe desconocer, empero, los trágicos fracasos de los postulados del Estado de
Derecho que se han vivido en el siglo XX, muy particularmente en amplios territorios del
continente europeo y, desde ellos, en otros muchos países de todo el mundo. Para los
Estados totalitarios, en una u otra medida, todo el Derecho tiende a tomar la apariencia
de un Derecho público, aunque en realidad todo él queda a la vez, y en parte por eso
mismo, desnaturalizado y convertido en puro cascarón formal, desvitalizado
jurídicamente, como tal Derecho por tanto.
Junto a esas más amargas experiencias, que han provocado conflictos destructivos y
asolado pueblos enteros, a lo largo de largos decenios, la teoría jurídica elaborada o
reelaborada en el mismo siglo bajo Estados constitucionales confesada y
reconocidamente de Derecho, ha propuesto o aceptado no infrecuentemente, aun con
formulaciones heterogéneas según las épocas, planteamientos adversos a la
trascendencia, la conveniencia o incluso la posibilidad misma de una neta o firme
diferenciación entre el Derecho público y el privado, en su raíz, en sus implicaciones o en
sus aplicaciones. Hasta puede hablarse de una amplia tendencia a minimizar la
importancia de la distinción, que puede llegar a veces hasta considerar que sus
principios y reglas serían en gran medida intercambiables. Para algunos la simple
referencia a tal distinción a los efectos de enmarcar una institución, o trazar unos
principios, o deducir unas exigencias, desencadena ya reacciones alérgicas, que llaman
al empirismo práctico y rechazan los "conceptualismos dogmáticos", que supuestamente
3 Vid., la claridad con que lo expone The Hon Mr Justice LAWS, John, "The Constitutional
Foundations of Modern Public Law", ERPUREOP, otoño 1998, pp. 579-587 .
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encorsetarían en exceso las soluciones eficaces. Otros siguen usándola, pero alterando
de tal modo su sentido y justificación que más bien parecen propiciar la "superación" de
este tipo de distingos ante los cambios supuestamente "modernizadores" que estaría
reclamando la nueva sociedad "global" necesitada de una, al parecer, inédita
<1
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Martlnez L6pez-Muñiz - Derecho público y derecho privado, disyuntNa determinante para el estado de dere .. .
6 Vid . nuestro trabajo "La garantía constitucional del Derecho Administrativo", en Manuel BALADO
y J.A. GARciA REGUEIRO (dirs .), J. LÓPEZ DE LERMA, A. PRADA Y A. RUBIALES (coord .), La Constitución
española de 1978 en su XXV aniversario, Bosch, Barcelona 2003, pp. 1079-1087, Y en Revista
Iberoamericana de Administración Pública, 9, julio-diciembre 2002, pp . 17-27. Similares ideas se
expusieron ya antes en "¿Sociedades pÚblicas para construir y contratar obras públicas? (A
propósito de algunas innovaciones de la Ley de acompañamiento de los Presupuestos del Estado
para 1997)", RAP, 144, 1997, pp. 60-62.
7 SALA ARQUER , J. M., en su denuncia pionera del problema: "Huida al Derecho privado y huida
del Derecho", REDA, 75, 1992, pp. 399 Y ss. La expresión viene del libro de Fritz FLEINER,
Instituciones de Derecho administrativo, traducido en los años treinta por Sabino ÁLVAREZ-GENDIN,
(Ed. Labor, Barcelona-Madrid-Buenos Aires, 1933) de la 8" ed. alemana (Tübingen, 1928,
reimpresa en 1963), que la aplicó sin embargo a la gestión económica , como advierte
certeramente MARTiN-RETORTILLO, S, op.cit., p.239. La lista de los trabajos sobre este prOblema no
es corta. LAGUNA DE PAZ, J. C. se pronunció al respecto ya en su tesis doctoral, Las empresas
públicas de promoción económica regional (La empresa pÚblica como instrumento de gestión de
ayudas) , Montecorvo, Madrid 1991, pp . 290 Y ss., Y volvió sobre ello en "La renuncia de la
Administración al Derecho administrativo", RAP, 136, 1995, pp. 201 Y ss .
8 Como las que pudieron representar los artículos 53.2 y ss. de la LOFAGE (Ley 6/1997, de 14
de abril), en cuanto a las entidades pÚblicas empresariales y, más modestamente aún, su
disposición adicional duodécima para las sociedades mercantiles estatales.
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Veremos así la distancia que media o debe mediar entre la naturaleza de las
titularidades jurídicas en que se sustentan los bienes públicos y el derecho de propiedad
en su sentido más propio, lo que hay de común y de necesariamente distinto entre los
contratos públicos y los contratos enteramente privados, y la necesidad de un empleo
estatutario distinto de la relación laboral Concluiremos con unas últimas
consideraciones sobre el grado de incompatibilidad de las personificaciones jurídico
privadas con la actuación de los Poderes públicos.
Cuanto contrastará en parte con la admirativa que, hace ya más de
treinta años, en las del n° 82 de la Revista de Administración
correspondiente al primer cuatrimestre de 1977, a la versión española de la monografia
de Martín Derecho público y Derecho privado, que, traducida
por Antonio Esteban Drake, tan prematuramente fallecido, había sido publicada por el
9
Instituto de Estudios Administrativos en 1976 . No hay razón para reducir los elogios a
ese enjundioso y utilísimo estudio, estJeCla atinado en su análisis histórico.
en lo esencial la crítica del ilustre maestro de de
Brisgovia sobre los dualismos radicales en la percepción de la summa divisio del
Derecho. Tras las tres décadas transcurridas me parece, sin que no es atinado
minimizar, hasta el punto en que él lo la trascendencia general de la contraposición
entre ambas .... r<:>"r!<>C! del Derecho. Sin recaer en los errores maximalistas de
quienes exageraron las trataremos de mostrar, en efecto, como decíamos, la
6
Martlnez López-Muñiz - Derecho público y derecho privado, disyuntiva determinante para el estado de dere...
gran importancia que tiene esta distinción, entendida de modo realista y sustantivo, en
razón precisamente de su vinculación esencial con las exigencias más fundamentales
del Estado de Derecho contemporáneo. Hasta el punto de que vemos difícil que
relativizarla desmedidamente no constituya una inquietante amenaza para cuanto él
comporta. Comenzábamos ya a verlo así en la Introducción al Derecho administrativo
publicada en 1986 10, pero, desde entonces, la acumulación de experiencias,
observaciones y análisis contrastados han ido progresivamente acrecentando la
evidencia con que la tesis ha llegado a representársenos racionalmente.
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statum reí Romanae prívatum quod ad singulorum utílitatem: sunt enim quaedam
publice quaedam prívatim 12.
Este planteamiento escindía la unidad del Derecho en dos contrapuestas, cada
una con un fundamento diferente: el bien público, una, y el pretendido bien
estrictamente la otra. El Derecho público sería así percibido inicialmente, en
las de raíz liberal más individualista, como el precio impuesto por el pacto social
imprescindible para la paz y la convivencia que debería, con todo,
al mínimo, pero llegaría a entenderse luego como la expresión de la solidaridad
colectiva, de los "valores" sociales que habrían de conducir al logro ideal de una nueva
humanidad, de y liberada de destructivos egoísmos
individuales. El Derecho privado, por su lado, sería entendido también como el requerido
por la naturaleza misma de la condición libre del ser humano, incluso al
social, para ser más tarde comprendido, con un fuerte prejuicio ideológico de signo
paradójicamente opuesto, como el propio del insaciable interés particular, del egoísmo
individual, del espíritu de lucro insolidario, que anidarían irremediablemente en la libertad
y en la y que, habría que reducir y condicionar
mediante el Derecho público, para a los débiles y advenir a la nueva sociedad.
Semejante dicotomía ha generado en los dos daños graves
innumerables, pero forzoso es reconocer que aún de una u otra manera en
numerosos espíritus, también entre los juristas, dejándose notar su huella en no pocos
escritos doctrinales 13, medidas y decisiones
Observaba con Federico de Castro, a mediados del que
con ello "la antigua unidad de Derecho parece romperse; se habla de dos sistemas
autónomos de normas, radicalmente y los cultivadores de la ciencia jurídica
se apartan en grupos cerrados de que crear para sus disciplinas
métodos y conceptos independientes y que mutuamente se ignoran. Las distintas
políticas utilizan uno u otro concepto, exagerando su distinción,
enfrentándolos y de sus de modo que no es extraño
que las distintas díreccionesteóricas se vean teñidas de uno u otro matiz político, y hasta
que, este desde distintos campos, se niegue razón de ser a la misma
distinción" 14.
12 Cfr. Digesto, 1, 1, 1, 2.
13 Así, muy reciente y radicalmente -aunque s610 de y sin detenimiento-, un
autor de formaci6n romanista y amplia cultura que está propiciando un discutible
en del Derecho de nuestro tiempo: Rafael DOMINGO, "La del
Derecho global", en Persona y 60,2009, p. 35
14 Cfr. DE CASTRO y BRAVO, .... "'"""",,-'"' Derecho civiL, cit, p.67.
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Martlnez l6pez-Muñiz - Derecho público y derecho privado, disyuntiva determinante para el estado de dere...
Pero como afirmase entonces el ilustre civilista, "no existen dos sistemas de Derecho,
ni un Derecho con principios o caracteres exclusivos o esencialmente opuestos a los de
otro Derecho" . El Derecho "es uno" ; "la diversificación se produce porque el Derecho se
realiza respecto a distintas realidades, que requieren normas adecuadas, presididas por
principios que formulen esta especificidad" 15.
No son, pues, los fines de las determinaciones y normas jurídicas, su supuesto
servicio exclusivo o, al menos , prevalente al interés general o al particular, a lo colectivo
o a lo individual , a lo común o a lo personal, lo que explica, justifica y exige la división del
Derecho en público y privado, porque, en realidad, todo el Derecho se fundamenta a la
vez en los dos inescindibles principios de individualidad y socialidad que entretejen y
constituyen la condición personal del ser humano, única razón de ser de lo jurídico: cum
igitur hominum causa omne ius constitutum sit 16.
Tan evidente es la gran importancia que tiene en el Derecho público la debida
determinación y protección de los derechos y libertades individuales de cada persona,
como la relevancia del interés general, del bien común social, en la justa determinación y
protección por el Derecho privado de la propiedad y los demás derechos reales, las
relaciones contractuales entre sujetos particulares , la estructura y régimen de las
sociedades mercantiles o el régimen de los vínculos familiares y sucesorios . Que lo
primero sea así constituye un axioma del Estado de Derecho, precisamente; y, si no
fuera cierto lo segundo, carecería de sentido en realidad toda la regulación legislativa
jurídico-privada y las demás intervenciones públicas dirigidas a velar por el Derecho
privado, incluida la actuación judicial : una regulación y unas intervenciones que no, por
proceder del Poder público, "publifican" el Derecho privado que contribuyen a conformar
y a garantizar, aunque, desde luego, puedan "socializarlo", como a veces se ha dicho, en
el bien entendido que tal socialización sólo será justa en la medida en que las
restricciones a la libertad individual vengan proporcionadamente exigidas por la debida
protección de otros derechos o libertades y, en último término, cabalmente por el bien
común en que todos los derechos y libertades deben armónicamente integrarse, dentro
del más pleno respeto de sus contenidos esenciales .
Si, como se dice en el artículo 10.1 de la vigente Constitución Española, "la dignidad
de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la
personalidad ", y, a la vez e inseparablemente, "el respeto a la ley y a los derechos de los
demás son fundamento del orden político y de la paz social ", es porque, justamente, las
exigencias doblemente individuales y sociales que concurren en toda persona humana
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son, en efecto, el fundamento del orden jurídico -tanto como público- que
sustenta el orden político y genera sólidamente la paz social: opus íustitiae pax.
Tales individuales y aunque mostrarse
las relaciones interpersonales, no son en rigor contrarias ni excluyentes, sino
complementarias; se necesitan mutuamente para armonizarse en el orden justo que
hace posible la plenitud de las personas, aunque tantas veces no sea fácil identificar el
punto de su adecuada armonía y tantas otras la ceguera o la mala voluntad individual se
resistan a tal orden con la pretensión de priorizar e imponer ilimitada o abusivamente lo
individual, lo propio y particular o bien lo que el individuo que detenta el Poder público
trata de presentar, no menos erradamente, como requerido por el interés general
a su custodia. al Derecho cabalmente determinar la medida
de unas y otras, aunque en realidad sólo en cuanto al mínimo imprescindible para
el marco de que necesita el de la libertad -con la que
cada cual ha de lograr finalmente la mejor integración personal de lo individual y lo
social-, y en cuanto a la garantía en último término de la satisfacción de las necesidades
básicas objeto de los derechos fundamentales Pero a esa misión han de
contribuir, cada una a su modo, las dos ramas del Derecho: el público y el
privado. La polarización propia de las teorías finalistas del distinto interés servido por una
y otra parte del Derecho olvida, como señalara De "la unidad interna del
Derecho", desconoce "la conexión entre los principios de personalidad y comunidad" 17 y
obtura, en consecuencia, las vías para lograr un orden justo, un Derecho que merezca
tal nombre Tal dualismo corre además el -como ha bien
lamentablemente, la historia- de transformarse, por radicalización, en negación
de una de las dos En como también ha escrito don Federico
de Castro "la caída en el individualismo extremo o en el totalitarismo que se da en las
teorías negativas es, en parte, el desarrollo lógico de los presupuestos unilaterales de las
teorías dualistas" 18
Partiendo, sin embargo, de la unidad del Derecho al servicio de esa doble
dimensión individual y social de la persona humana, hay, ciertamente, una
razón de ser para la tradicional summa divisio del que es la que
su más o menos activa, en el transcurso de los siglos y que resulta
particularmente activada, a nuestro por los más básicos del Estado
de Derecho. Como ya apuntamos, son los diversos de y de sus relaciones
lo que el objeto propio del Derecho privado y del Derecho público
18 Cfr. ibídem.
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El Derecho público, en suma, tiene un objeto bien distinto del que es propio del
Derecho privado, y no es otro que el Poder público. Pero es éste además su fundamento
su razón de ser y la de sus contenidos
Porque el Poder público sólo explicarse racionalmente y justificarse en función
de la personas humanas, de sus libertades y derechos fundamentales y de su bien
común, el Derecho público no es menos ni más Derecho que el privado, de modo que,
frente a la teorías radicalmente dualistas o negadoras de la juridicidad del uno o del
constituyen dos partes necesarias dentro de la unidad profunda de todo el
Derecho, que determinan y lo que de modo justo y a
cada uno en su propio ámbito, con el mismo fin de hacer posible el bien común,
. entendido como la debida armonización del bien individual de todos en el conjunto social.
socialmente necesario para ese bien común, lo que dota de especificidad a la parte del
Derecho que denominamos público, dentro de la unidad del Derecho. De ahí derivan los
Un magnífico
24 de la realidad y sentido de este tipo de supraconceptos que, sin
se traducen en realidades especificas autónomas en el Derecho privado y
fue objeto muy certero análisis por Manuel REBOLLO PUIG en El enriquecimiento
de la Administración Pública (prólogo de Frank Marcial Pons, Madrid 1995. Vid.
en particular sus pp. 93 Y ss.
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Martfnez López-Muñiz Derecho público y derecho privado, disyuntiva determinante para el estado de dere",
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y esto es así por la evidencia de la trascendencia capital que tiene para el Estado de
Derecho la radicalmente diversa posición que en él se reconoce a la persona humana y
a lo que venimos llamando el Poder público. Esta sí que es la auténtica suprema
distinción del Estado de Derecho. Todos sus postulados esenciales miran cabalmente al
modo como se deben constituir las relaciones entre la persona humana y el Poder
público, siendo aquélla el principio y fundamento de todo el orden y éste algo que
se crea exclusivamente por su necesidad para el servicio de aquélla, y, por ende, de
índole estrictamente instrumental y servicial, aunque haya de dotársele de las
capacidades necesarias para cumplir su papel.
Lo que llamamos el Estado de Derecho surge en la historia como el modelo de
estructura jurídico-política necesaria para someter a Derecho al Poder
público, con ello "los derechos del hombre y del ciudadano", como se
proclamaría en la conocida "Declaración" de los albores de la Revolución francesa de
1789 y, en las similares "Declaraciones" de las colonias americanas
destacadamente la de Virginia- al alzarse como Estados independientes y proponerse su
nueva ordenación constitucional. Se afirma rotundamente la primacía del hombre y de
sus derechos "naturales e 27 como seres "libres e iguales" 28,
27 Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, de la Asamblea Nacional francesa,
de 26 de de 1789, artículo 2.
28 Declaraci6n de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, cit., artículo 1,
16
Martinez López-Muñiz - Derecho público y derecho privado, disyuntiva determinante para el estado de dere ...
garantía a cargo del Poder público . Ello habrá traído consigo una mayor dificultad y
complejidad para armonizar adecuadamente, como debe ser, la garantía de todos esos
derechos fundamentales con la de las libertades que fueron enfatizadas primero en la
historia del Estado de Derecho, pero éste no ha renunciado en modo alguno a la
primacía de éstas, aun debidamente condicionada, a medida que ha ido articulando
medidas para hacerlas más reales y efectivas para todos, removiendo, como dirá el
artículo 9.2 de la Constitución vigente española, los obstáculos que impidan o dificulten
su plenitud, en una perspectiva más completa de justa igualdad.
"La dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre
desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás son
fundamento del orden político y de la paz social", afirma el artículo 10.1 de la
Constitución. Todo cuanto se sitúa en ese plano fundamental, salvo prima facie el
respeto a la ley, corresponde a la persona humana , que es el auténtico fundamento
mismo del sistema, de todo el Derecho, obviamente. Y la alusión al respeto a la ley no
reduce su exclusividad en tal condición, porque en realidad la leyes sólo instrumento al
servicio de las necesidades jurídicas que derivan para las personas de su condición
social; es con ella y sólo en rigor con ella 30 -sin perjuicio de las exigencias más
profundas del Derecho que en ella deben concretarse 31_ como han de articularse las
libertades y derechos de todas las personas, que son, ciertamente, fundamentales, pero
no absolutos, ilimitados. La ley en sr no está en el mismo plano de fundamentalidad de la
persona humana, aunque su mención en este precepto apunta seguramente a situar en
ese nivel la ineludible exigencia de límites para aquellas mismas libertades y derechos
que ella connota y trata de evidenciar, determinar o clarificar y hacer efectiva,
expresándose como acción principalísima del Poder público, que implicará y requerirá
otras también importantes al servicio de la persona humana y sus justas libertades y
derechos. Pero ni la ley ni las demás acciones del Poder público constituyen el
fundamento, sino el instrumento a su servicio, el medio o los medios imprescindibles que
el orden jurídico debe arbitrar para responder verdadera y eficazmente a lo que le
fundamenta, justifica y da sentido.
Dicho de otra manera, la plena personalidad jurídica de todo ser humano en
condiciones de igualdad, su status libertatis y, en consecuencia, su derecho al libre
30 Vid. al respecto GARCíA DE ENTERRiA, E., Democracia, jueves y control de la Administración, 6"
ed., Thomson-Civitas, Cizur Menor (Navarra) 2009, passim, particularmente p. 78.
31 El propio GARCíA DE ENTERRIA, en la op. cit. en nota anterior y en otras diversas publicaciones
hace hincapié en la trascendental importancia, junto a la ley, del Derecho , con sus principios
generales, reflejada, desde luego, en la Constitución Española vigente, ya en sus referencias,
desde el articulo 9.1, al ordenamiento jurídico, y, particularmente, en cuanto a la Administración
pública, con inspiración reconocidamente alemana (art. 20.3 de la Ley Fundamental de Bonn), en
e11031 .
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32 "La persona humana es, pues, un para el Derecho" ( ... ), "no nace por determinación
de la ley" (MEILÁN GIL, José Luís, en su memorable intervención ante el Pleno del
Diputados del 6 de julio de en nombre de UCD, en relación con el artículo de la
sobre el derecho a la vida: cfr. OS núm.1 reproducido en Constitución Española
(Trabajos 11, Servicio de Estudios y Publicaciones, Cortes Madrid
1980, pp. LV,",'''-LV''''
18
Martlnez López-Muñíz - Derecho público y derecho privado, disyuntiva determinante para el estado de dere."
general en una sociedad democrática". Los límites, pues, del Derecho han de ser
explicitados por la ley -se la ley formal, en el Estado democrático por
la legítima popular- y sólo por ella y con una razonable y
proporcionada. De ahí también una reserva de ley como la establecida en el artículo 53.1
de la Constitución que preserva además el contenido esencial de las
libertades y derechos fundamentales, y el principio de interdicción de la arbitrariedad que
su artículo 9.3 predica de todos los poderes públicos y, por también del
De en fin, el conocido como principio pro liberl:ate o in favore líberl:atis, fundamental
al Estado de Derecho, con el que se deben resolver las dudas interpretativas que
planteen las regulaciones jurídicas e incluso las de su constitucional. Como
un eco del viejo adagio quae non prohibita in telfiguntur, que el artículo 5 de la
Declaración francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano formulaba diciendo
que: « Tout ce qui n'est pas défendu par la loí ne peut é{re empéché, et nul ne etre
contrainf ¿ faire ce qu'elle n'ordonne pas », el Tribunal Constitucional español afirmaría
",m.Com'Co en sentencia de 24 de julio de 1984, recordada en su Curso de Derecho
administrativo por los profesores García de Enterria y Tomás-Ramón Fernández, que "el
principio (de libertad) que la Constitución consagra (artículo 1°.1) autoriza a los
ciudadanos a llevar a cabo todas aquellas actividades que la Ley no prohíbe, o
no subordine a requisitos o condiciones determinadas" 33.
Permite esa libertad a cada persona humana no afectada por incapacidades legales
justificadas, obrar sobre la realidad juridica, modificando o
situaciones jurídicas subjetivas propias, aunque ello pueda comportar exclusiones 0, por
el contrario, nuevas posibilidades, indirecta o refleJamente, para terceros. Pero, entre
personas particulares, no afectadas por incapacidad, para incidir directamente con su
capacidad de obrar en situaciones toda persona humana necesita el
consentimiento o acuerdo de las otras personas titulares todas, en principio,
de una misma libertad y autonomía jurídica, incompatible con la sumisión o
sujeción que, de otro modo, se De ahí que el entendido como
acuerdo de voluntades generador de obligaciones sea considerado como
institución prototípica del Derecho privado -aunque algo análogo ocurrirá en el Derecho
33 Cfr. op.cit, 1, 6a ed, Civitas, Madrid 1999, p. 109. Vid. también expresamente sobre el
principio in dubbio pro libertate, la afirmación que se hace en la p. 114 de esta misma obra: "La
libertad es la regla; la limitación es, en cambio, la que, como tal, que interpretar
retrictivamente", debiendo la técnica de que sea "congruente y proporcionada
con los valores constitucionales que con ella
De ahi lo incomprensible de ciertos pronunciamientos recientes ocasionales de la Sala 3.
(Secc.7") del TS -manifiestamente rechazables- según los cuales las facultades f:OTnOl"An,1IlÍ,':¡';:
una determinada libertad pública constitucional tendrfan que ser A"'r)"'f'¡t'f'",rl~.",
orgánica) para ser tenidas como integrantes de su contenido y
judiCial efectiva de los derechos fundamentales 16.04.2008 y 11.07.2008)
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34 Cfr., para la donación, los arts. 623 y 629 C.c., y, para la sucesión \'~'''~''~ e intestada), los
arts. 988 y ss.
35 V'd I .
I . a respecto nuestro estudiO "Sobre la esenda del Derecho" Libro t-1ntTIO"::l1C> al Profesor
¡g/esías Cubría, 11, Universidad de Oviedo, Oviedo 1994, 533-567. '
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Martinez López-Muñiz - Derecho público y derecho privado, disyuntiva determinante para el estado de dere...
36 A nuestro entender las libertades y derechos fundamentales obligan tanto a los sujetos
privados como a los sujetos públicos o al Poder público y, en consecuencia, forman el humus tanto
de Derecho privado como del público. Las elucubraciones de origen alemán sobre la drifte wirkung
de los derechos fundamentales, solo tienen sentido si se parte de una identificación de éstos
solamente como derechos subjetivos públicos, marginándose su más completa y fundamental
comprensión . Variará, sin embargo, lógicamente la incidencia e importancia de unas y otros en los
contenidos de una y otra parte del Derecho y su traducción en derechos determinados en uno y
otro ámbito. Y qué duda cabe en particular de que la garantía última de todos ellos, como de todo
el Derecho, dependerá de las regulaciones y de las actuaciones preventivas, punitivas y
prestacionales que correspondan al Poder público y que habrá de regular el Derecho público.
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38 Su base constitucional no forma parte del núcleo duro o esencial del orden constitucional que
se del artículo 168 de la Constitución.
39 S610 las interadministrativas o, sí se más las entidades
públicas que resultan de una voluntaria asociación de otras, se basan -inmediatamente en
acuerdos o convenios bilaterales o plurilaterales propiamente tales.
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que quedan sujetas a ellas, sin duda , para su supuesto beneficio, pero con
independencia de su asentimiento y de su voluntad y, desde luego, con las
correspondientes cargas y restricciones de su libertad.
Los Poderes públicos, las personas jurídico-públicas no existen sino para llevar a
cabo lo que se dispone en su creación y regulación jurídica . Carecen de libertad y están
vinculados , por tanto, en todo su actuar, de manera positiva, intrínseca y conformadora,
al ordenamiento jurídico a ellos específicamente referido. Es precisamente el Derecho
público la parte del Derecho que detennina las condiciones de justificación, validez y
legitimidad de su existencia, de su organización y de su actividad toda . Y se entiende,
entonces , que esta parte del Derecho, justamente para garantizar adecuadamente
cuanto es propio del Derecho privado y cuanto sea complementariamente necesario para
la integridad de los derechos fundamentales de todas las personas , al tener como objeto
propio y específico el Poder público en su ser y en su operar, haya generado unos
principios adecuados a este tipo de sujetos que son los entes públicos, tan radicalmente
distintos de las personas que llamamos privadas.
Ha sido muy común situar lo específico del Derecho público en las potestades
públicas, el poder, la puissance publique, las prerrogativas necesarias al Poder públ ico,
puesto que, en efecto, nada de esto existe en puridad en el Derecho privado, y el
Derecho público del Estado de Derecho ha debido precisamente articular toda una serie
de principios y reglas para sujetar a Derecho al poder de mando y de imposición y
coacción de los gobernantes 40 . Pero la evidente relevancia sobresaliente de lo que
implica semánticamente la misma noción de Poder público ha dejado demasiado en
segundo plano algo que es incluso más importante y fundamental en una cabal
comprensión jurídica de éste: que, como venimos diciendo, el Poder público nunca
puede organ izarse ni actuar como un sujeto privado, como un sujeto libre, que se trata
de una realidad subjetiva eminentemente sujeta -valga la redundancia- , sometida,
40 Las referencias serían interminables. La generalidad de las obras sobre Derecho público han
tratado en el pasado -y aun hoy- exclusivamente de la sujeción a Derecho del poder, de las
potestades públicas, o se han centrado, al menos, muy principalmente en ello. Una posición crítica
tan destacada como fue la de DUGUIT, hace ya un siglo, dirigía sus alegatos contra un Derecho
público que veía concentrado exclusivamente en el poder (Traité de droit constitutionnel, l. , cit. , pp.
680 Y ss). Y, para la doctrina alemana del XIX, puede verse por ejemplo el análisis de Javier PÉREZ
Royo, "El proyecto de constitución del Derecho público como ciencia en la doctrina alemana del
siglo XIX", Revista de Estudios Político , 1, 1978, pp. 67-98. En la doctrina más reciente,
observamos en Eberhard SCHMIDT-ASSMANN , La teoría general del Derecho administrativo como
sistema, INAP-Marcial Pons, Mad rid 2003, pp. 293 Y ss. una comprensión de la contraposición
entre el Derecho público y el privada muy cercana a la aquí expuesta. Su anclaje, sin embargo, del
Derecho público, de acuerdo con aquella arraigada tradición que no acaba de superarse, en "la
posición especial de los titulares estatales de soberanía" (en la traducción citada) y por tanto en la
idea de poder, sin tomar en consideración suficiente la de sujeción que ello sobre todo comporta,
determina nuestra divergencia , precisamente en cuanto a las exigencias jurídico-públicas de la
actividad que en si misma puede no comportar ejercicio de potestad.
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