I. Discernimiento y Proyecto de Vida
I. Discernimiento y Proyecto de Vida
I. Discernimiento y Proyecto de Vida
PERSONAL DE VIDA
Visto desde un punto de vista positivo, el proyecto personal trata de discernir qué
elemento dinamizador tengo que poner en marcha en mi vida para caminar y salir de mi
pequeño mundo de seguridades que dificultan mi conversión y la obediencia de la fe. La
“voluntad de verdad” se convierte en el discernimiento en deseo de conocer lo que Dios
quiere de mí: “Señor qué quieres que haga”. Ese descubrimiento será una iluminación
interior en el Espíritu capaz de desencadenar una dinámica de transformación y un nuevo
nacimiento. Pero todo eso requiere aceptación de sí mismo, tiempo... y finos análisis de la
propia historia personal a la luz del Espíritu.
1
JESÚS CORELLA: El “qué” y el “porqué” del discernimiento, en CONFER, n° 107julioseptiembre 1989.
2
SAN FRANCISCO DE ASÍS: Escritos, biografías, Documentos, BAC, 1980, p. 24.
1
Debido a que esta forma de entender el proyecto supone descender a los fondos oscuros
de uno mismo, cada uno debe conocer el vértigo que le suele producir esta aventura
subacuática. En concreto, las personas que tienden a angustiarse consigo mismo o a ser
obsesivas deben pasar de hacer el proyecto personal, al menos a estos niveles. Veamos los
distintos niveles que abarca el discernimiento personal.
Hay que empezar por superar los miedos a encontrarse con la desnuda realidad de uno
mismo. Muchos de los desengaños del proyecto personal se deben, sin duda, a que ha sido
planteado más como programación de tareas que como discernimiento en el Espíritu. Y es
que no resulta tarea fácil ni cómoda “caminar en verdad” (2 Jn 4). Como dice A. Grün: “ El
conocimiento de uno mismo es la mayor parte de las veces desagradable. Nos arranca
todas las máscaras y descubre lo que hay en nosotros. De ahí que sea comprensible que
muchos quieran evitar sin miramientos el autoconocimiento.”3
El proyecto personal supone una espiritualidad que asume lúcidamente las diversas
dimensiones humanas para integrarlas en la experiencia teologal. El que vive en la verdad
no tiene miedo a luz (Jn 3,21) El autoconocimiento es, seguramente, la parte más difícil y la
más decisiva del discernimiento. Ahí empieza la acción transformaste del Espíritu,
liberándonos para vernos y para aceptarnos como somos. Por eso, el discernimiento sólo
se puede hacer desde una actitud orante.
A ello nos invita el Sal. 139(138): “Dios mío, sondéame para conocer mi corazón, ponme a
prueba para conocer mis sentimientos”. Para un creyente Dios es el fundamento de una
buena autoestima, el fundamento para aceptarse como uno es. No necesito defenderme
ante El: me acepta y me quiere como soy y por lo que soy. El me ama en mi pecado.
“Yo soy Yahvéh tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador... Eres precioso a mis ojos, eres
estimado, y yo te amo” (Is. 43, 1-5)
3
A. GRÜN: La mitad de la vida como experiencia espiritual, Narcea 1993, p 59
4
MARTIN VELASCO, El malestar religioso de nuestra cultura, Paulinas, Madrid 1993. 95.
2
ALGUNAS PALABRAS CLAVE: PLANTEAMIENTOS, ACTITUDES, OPCIONES.
La existencia vivida como vocación se decide en el corazón. Para hablar del corazón
necesitamos apelar a algunos conceptos claves, tales como planteamientos, actitudes,
elecciones y opciones.
PLANTEAMIENTOS
Revisar los planteamientos supone volver a tomar la vida en las propias manos para
preguntarse: “Yo, ¡de qué voy!”. ¿”A qué estoy entregando mi vida”? “¿Qué ha sido de mi
entrega primera?”
a) Lo primero que tengo que decirme, dentro de esta honestidad conmigo mismo, es que lo
mío es seguir a Jesús. Es lo que define la identidad de toda existencia cristiana y religiosa.
No se trata de recorrer mis propios caminos, en los que me encuentro, tal vez, muy
entretenido. Lo mío es el seguimiento de Jesús. Y seguir a Jesús significa echarse a andar
tras de alguien que me va a llevar por caminos imprevisibles que exigen un corazón libre y
dispuesto.
“Si os mantenéis fieles a mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad, y
la verdad os hará libres” . (Jn 8,31-32)
3
no es en solidaridad y misión. No se puede caminar con Jesús sino recorriendo con él los
caminos de los más desvalidos y desheredados.
Al desierto (prueba) que representa esos tramos duros de la vida en los que, como
el pueblo de Israel, no me queda más remedio que asumir mi pobreza, mi
impotencia y mi soledad. Por ellas Dios me educa, me capacita para escucharle y
me libera de mis miedos para confiar y abandonarme sólo en El.
Al monte (intimidad) como lugar privilegiado para recuperar el amor primero, su
intimidad . Como al pueblo escogido, allí lo libra de las trampas del templo, de la
ley y del sábado para volver a descubrir el rostro del Dios vivo, libre y liberador.
A la periferia, a vivir en el servicio y no en el poder.
A la frontera, donde el profeta asume la responsabilidad y los riesgos de denunciar
las mentiras del hombre satisfecho y los abusos de poder.5
Seguir a Jesús.
Esperarlo todo del Espíritu.
Permanecer en diálogo y en oración con la Palabra y con la comunidad.
Ejercitarme en la gratuidad como amor/servicio y minoridad.
Leer mi vida como historia de salvación
Encontrarme con el amor primero en el desierto, en el monte, en la periferia y en la
frontera.
ACTITUDES
Las actitudes son las posturas que adopta el corazón, la disposición existencial más radical
de la que brotan los actos. Decíamos que el hombre es proyecto, su proyecto. Y que
proyecto significa “estar lanzado hacia”, (proicere). La vocación del hombre, por eso, no es
llegar, sino estar siempre en camino tras lo que ama el corazón: actitud. Esta actitud
antropológica tiene su traducción teológica: vivir en actitud de pertenencia al Señor, de
conversión constante, de seguimiento permanente. La opción cristiana no consiste en dar
un salto espectacular a un determinado nivel moral para permanecer en él: es dinámica de
procesos y de etapas de seguimiento, tal como lo expresa Patxi Loidi.
5
Cf. JON SOBRINO: La resurrección de la verdadera Iglesia, Santander, 1981, p. 335.
4
Para estar contigo, hay que tomar la mochila y andar. Tú siempre estás andando. El que se sienta te
pierde. No hay más remedio que levantarse. ¿Dónde tienes la mochila? ¿Has recogido la tienda?
¡Vamos! Tu voz es caliente y segura. Otra vez andando campo a través. Atrás aquel lugar tranquilo
donde pusimos la tienda ayer. Hoy pondremos en otro lugar que mañana quedará atrás. Tú en
cabeza, más cargado que nadie, ladeando piedras y saltando arroyos. Hay que seguirte. Casa,
seguridad, verdad eterna, bondad absoluta... Estas palabras no están en tu diccionario. Tú usas
otras palabras. Mañana, Tierra prometida, desierto, andar, pobres, tiendas de campaña... ¿Hacia
dónde salimos mañana?6
Las crisis son los momentos en que la libertad decide rupturas en las encrucijadas del
camino. La condición para mantenerse en itinerancia es permanecer en actitud de pobre.
Esa pobreza que me hace libre para no instalarme cuando mi corazón no está poseído por
ninguna otra realidad que no sea el Señor. Esa pobreza que me posibilita recibir el
proyecto como don y entenderlo como servicio/entrega. El que no es pobre busca
controlar la vida, se instala y se aisla. Y cuando sirve, pasa factura. El que es pobre, en
cambio, crece en disponibilidad para dejar actuar a Dios y para dejarse afectar por el dolor
de los hermanos. Crece en sensibilidad para captar la indigencia de los pobres y para
intuir cómo servirles mejor. La compasión que siente “el pobre” por los pobres le va
transformando y le va colmando el corazón de humanidad compasiva. La actitud básica
del creyente es la del pobre que espera, confía y acoge el don.
ELECCIONES Y OPCIONES
Hay que distinguir entre elegir y optar. En la vida hacemos muchas elecciones. La elección
es un acto de la voluntad por la que se escoge una cosa entre varias posibles En el proceso
formativo, en el proceso vocacional, uno hace elecciones. Las elecciones suponen dos
cosas: no solamente elegir esto, sino también renunciar a lo otro. A la hora de elegir hay
que tener en cuenta no solamente lo que se elige, sino también lo que se deja. No hay
elecciones si no hay rupturas y renuncias. No se progresa en identidad sino es a base de
elecciones que implican autolimitaciones y renuncias. La escultura no emerge del bloque
de granito si no es a base de arrancarle esquirlas. Algunas de estas elecciones son muy
importantes.
6
F. LOIDI: Mar Rojo, DDB, Bilbao 1976, p. 104.
5
Ahora hay que echar raíces en aquello que he elegido. Y echar raíces con el corazón en
aquello que se ha elegido se llama optar.
Yo elegí una vez, e hice los votos perpetuos, pero ahora tengo que estar todos los días
echando raíces y optando por ser seguidor de Jesús, optando por esta Comunidad y
optando por esta vocación. La opción es un compromiso permanente. Solamente si la
opción es permanente el compromiso se hace perpetuo. No existe opción que te ahorre el
tener que seguir empeñando el corazón. Por eso, optar y vivir como converso es lo mismo.
En el tema que nos ocupa, esto es decisivo, ya que el Proyecto de vida lo que busca es
recrear la opción fundamental en las distintas fases y encrucijadas de la vida. Por eso no
podemos dar por supuesto ni nuestros planteamientos, ni nuestras actitudes, ni nuestra
opción fundamental.
Ellos expresan dónde y cómo está nuestro corazón, el cual fácilmente tiende a sustituir a
Dios por el templo, la nueva tierra o el nuevo rey. Esa fue la tragedia de Israel que,
mientras estaba en el desierto, iba eligiendo e iba optando por Yahvé. Pero cuando llegó a
la tierra prometida se quedó con la tierra, con el templo y con el rey, y rechazó a Yahvé.
Puedo permanecer fiel a la elección del rol de religioso y, sin embargo, traicionar mi
opción fundamental. La opción fundamental se mantiene al filo de una libertad que
renueva cada día su pertenencia a su Señor. El proyecto, como discernimiento en el
Espíritu, consiste en ese descenso al centro del corazón para ver, en voluntad de verdad,
hasta qué punto mi historia vocacional se mantiene en dinámicas de fidelidad y en
procesos de seguimiento, para tomar así consciencia de las verdaderas motivaciones que
conducen mi historia creyente.
Y es que es muy fácil cambiar de ruta sin aviso y pasar de seguir los caminos de Jesús a
seguir nuestros propios caminos; de anunciar a Dios a anunciarnos a nosotros mismos; de
obedecer a Dios a obedecer a nuestros afectos, nuestras pulsiones, nuestras relaciones; de
construir el Reino a construir nuestro pequeño reino de seguridades y acomodaciones. Y
ese giro puede darse como si no hubiera pasado nada, dando por supuesto que venimos
siguiendo de cerca al Maestro. Sin darnos cuenta, cambiamos fácilmente la opción por el
rol, El Dios vivo por los ídolos. El proyecto personal quiere ejercer sobre todo ello un
discernimiento vigilante. Muchas veces, consciente o inconscientemente, hacemos la
opción de no hacer opciones, de no complicarnos la vida a esos niveles que nos desinstalan
constantemente y nos lo cuestionan todo. Por eso lo evitamos.