I. Discernimiento y Proyecto de Vida

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SOBRE EL DISCERNIMIENTO Y SU FUNCIÓN EN EL PROYECTO

PERSONAL DE VIDA

Lo determinante del proyecto de vida se decide en el autoconocimiento y en el


discernimiento. El primer paso es el autoconocimiento y la autoaceptación. Pero éstos no
bastan, pues sin discernimiento en el Espíritu no hay proyecto cristiano. Discernir es
cernir: cernir la vida sobre los criterios del Evangelio para ver lo que cuela y lo que no. El
discernimiento es ese ejercicio en el Espíritu por el que una persona o un grupo se esfuerza
por conocer la voluntad de Dios ante una situación en la que hay que tomar decisiones. En
ese ejercicio se analizan los pros y los contras de una o varias decisiones, cuidando de que
en la decisión definitiva no se cuelen intereses narcisistas o análisis y cálculos meramente
humanos. J. Corella define el discernimiento como “un ejercicio espiritual, en el cual, a
través de la percepción y el análisis de ciertas experiencias, llegamos a sentir y conocer la
acción de Dios en nosotros, y a partir de ella, deducimos el conocimiento de su Voluntad
en la disposición de nuestras vidas, en orden a una decisión”.1

El discernimiento ha sido siempre un ejercicio apasionante en todos aquellos hombres y


mujeres que han buscado conocer y cumplir la voluntad del Padre. Es frecuente encontrar
en los santos breves oraciones que expresan esta pasión por conocer la voluntad de Dios.
Así acostumbraba orar, por ej., Francisco de Asís ante el Cristo de San Damián: “Oh alto y
glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón. Dame fe recta, esperanza cierta y
caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla tu santo y veraz
mandamiento”.2

El proyecto personal de vida es una oportunidad de discernimiento en el Espíritu. Es una


buena mediación para vivir en clave de discernimiento, para seguir los procesos y tomar
las decisiones importantes que la vida impone inexorablemente. El proyecto personal
representa un reto a la propia autenticidad, en cuanto que nos invita a enfrentarnos con
nuestras propias trampas, que, consciente o inconscientemente, nos tendemos a nosotros
mismos llevados de intereses inconfesables. En última instancia, el objeto del proyecto
personal es descubrir cuál es esa dificultad central, esa ignorancia o trampa consciente o
inconscientemente consentida con la que no quiero enfrentarme y que está bloqueando mi
propio crecimiento personal y mi despliegue vocacional. Si no llegamos a estos niveles, el
proyecto personal no pasará de ser un simple fervor.

Visto desde un punto de vista positivo, el proyecto personal trata de discernir qué
elemento dinamizador tengo que poner en marcha en mi vida para caminar y salir de mi
pequeño mundo de seguridades que dificultan mi conversión y la obediencia de la fe. La
“voluntad de verdad” se convierte en el discernimiento en deseo de conocer lo que Dios
quiere de mí: “Señor qué quieres que haga”. Ese descubrimiento será una iluminación
interior en el Espíritu capaz de desencadenar una dinámica de transformación y un nuevo
nacimiento. Pero todo eso requiere aceptación de sí mismo, tiempo... y finos análisis de la
propia historia personal a la luz del Espíritu.
1
JESÚS CORELLA: El “qué” y el “porqué” del discernimiento, en CONFER, n° 107julioseptiembre 1989.
2
SAN FRANCISCO DE ASÍS: Escritos, biografías, Documentos, BAC, 1980, p. 24.

1
Debido a que esta forma de entender el proyecto supone descender a los fondos oscuros
de uno mismo, cada uno debe conocer el vértigo que le suele producir esta aventura
subacuática. En concreto, las personas que tienden a angustiarse consigo mismo o a ser
obsesivas deben pasar de hacer el proyecto personal, al menos a estos niveles. Veamos los
distintos niveles que abarca el discernimiento personal.

CORAJE PARA MIRARME A MÍ MISMO Y DECIRME SERENAMENTE QUIÉN SOY

Hay que empezar por superar los miedos a encontrarse con la desnuda realidad de uno
mismo. Muchos de los desengaños del proyecto personal se deben, sin duda, a que ha sido
planteado más como programación de tareas que como discernimiento en el Espíritu. Y es
que no resulta tarea fácil ni cómoda “caminar en verdad” (2 Jn 4). Como dice A. Grün: “ El
conocimiento de uno mismo es la mayor parte de las veces desagradable. Nos arranca
todas las máscaras y descubre lo que hay en nosotros. De ahí que sea comprensible que
muchos quieran evitar sin miramientos el autoconocimiento.”3

El hombre prefiere, a menudo, vivir en una consciente ignorancia de sí mismo o, lo que es


peor, en una especie de “mentira existencial”. Como dice Martín Velasco: “El hombre tiene
la extraña capacidad de ignorarse a sí mismo, de ocultarse de tal forma su propia
condición, de alienarse hasta tal punto, que olvide su propia naturaleza y se haga
insensible a sus problemas, tendencias y aspiraciones más profundas...; es la más clara
condición de “caída” de la propia naturaleza, en interpretación cristiana; es la triste
posibilidad de instalarse en la inautenticidad, que reconocen las antropologías
existencialistas; es, por fin, una de las muestras de la situación de alienación a que pueden
someter al hombre determinadas circunstancias sociales de miseria extrema o de
opulencia”.4

El proyecto personal supone una espiritualidad que asume lúcidamente las diversas
dimensiones humanas para integrarlas en la experiencia teologal. El que vive en la verdad
no tiene miedo a luz (Jn 3,21) El autoconocimiento es, seguramente, la parte más difícil y la
más decisiva del discernimiento. Ahí empieza la acción transformaste del Espíritu,
liberándonos para vernos y para aceptarnos como somos. Por eso, el discernimiento sólo
se puede hacer desde una actitud orante.

A ello nos invita el Sal. 139(138): “Dios mío, sondéame para conocer mi corazón, ponme a
prueba para conocer mis sentimientos”. Para un creyente Dios es el fundamento de una
buena autoestima, el fundamento para aceptarse como uno es. No necesito defenderme
ante El: me acepta y me quiere como soy y por lo que soy. El me ama en mi pecado.

“Yo soy Yahvéh tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador... Eres precioso a mis ojos, eres
estimado, y yo te amo” (Is. 43, 1-5)

3
A. GRÜN: La mitad de la vida como experiencia espiritual, Narcea 1993, p 59
4
MARTIN VELASCO, El malestar religioso de nuestra cultura, Paulinas, Madrid 1993. 95.

2
ALGUNAS PALABRAS CLAVE: PLANTEAMIENTOS, ACTITUDES, OPCIONES.

La existencia vivida como vocación se decide en el corazón. Para hablar del corazón
necesitamos apelar a algunos conceptos claves, tales como planteamientos, actitudes,
elecciones y opciones.

PLANTEAMIENTOS

Revisar los planteamientos supone volver a tomar la vida en las propias manos para
preguntarse: “Yo, ¡de qué voy!”. ¿”A qué estoy entregando mi vida”? “¿Qué ha sido de mi
entrega primera?”

a) Lo primero que tengo que decirme, dentro de esta honestidad conmigo mismo, es que lo
mío es seguir a Jesús. Es lo que define la identidad de toda existencia cristiana y religiosa.
No se trata de recorrer mis propios caminos, en los que me encuentro, tal vez, muy
entretenido. Lo mío es el seguimiento de Jesús. Y seguir a Jesús significa echarse a andar
tras de alguien que me va a llevar por caminos imprevisibles que exigen un corazón libre y
dispuesto.

“Si os mantenéis fieles a mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad, y
la verdad os hará libres” . (Jn 8,31-32)

b) Lo segundo, es reconocer que mi vocación/proyecto es obra del Espíritu. El corazón no


se dispone al discernimiento en voluntad de verdad si no es en el Espíritu. “El Espíritu
santo que enviará mi Padre en mi nombre, os lo enseñará todo” (Jn 14,26). El Espíritu es el
que nos da un corazón libre para vivir en verdad. La verdad y la libertad que nacen del
Espíritu son los que posibilitan vivir en discernimiento y en conversión. No hay arrestos
para echarse a andar por los caminos del Reino si no es por el Espíritu. El dinamismo hacia
la vida que nace de nuestra esterilidad es obra del Espíritu. (Lc. 1,35-36). La voluntad de
verdad que hay en nosotros es ya obra del Espíritu. Esa verdad que se manifiesta sobre
todo en esa voluntad de conocernos, de aceptarnos como somos, y que culmina en ese
deseo de conocer qué quiere Dios de mí, de nosotros.

c) Lo tercero es que el Espíritu tiene sus mediaciones, su lugares de encuentro.

 La Palabra. No hay discipulado sin cultivo de la palabra de Dios: sin búsqueda de


la palabra de Dios, sin el estudio, la meditación y la oración de la Palabra de Dios,
sin releer la propia historia a la luz de la Palabra de Dios.
 La comunidad. No hay seguimiento a Jesús por libre. Los hermanos son el gran
don que Dios nos da en el camino del seguimiento. Con ellos celebro la Eucaristía,
me comunico en la fe, celebro el perdón, me siento hermano, salgo al encuentro de
la amistad, vivo los conflictos como crisis de crecimiento y de purificación, y soy
enviado a los hombres.

d) Cuarto: mi utopía es caminar y avanzar hacia la gratuidad como Amor/Servicio, como


minoridad voluntaria para que nadie tenga que defenderse de mí. No hay seguimiento si

3
no es en solidaridad y misión. No se puede caminar con Jesús sino recorriendo con él los
caminos de los más desvalidos y desheredados.

e) Quinto: percibiendo mi historia como historia de salvación en la que puedo descubrir


“mis signos de los tiempos” como novedad imprevisible que jalonan las distintas etapas
de mi vida. En ellos descubro a Dios que solicita mi libertad, pero sin forzarla: paciencia de
Dios que respeta mis ritmos, mis procesos y mis resistencias.

f) Sexto: cuando me siento perdido, descentrado, cuando me quedo atrapado en las


mediaciones, necesito volver a encontrarme cara a cara con el Dios vivo. Y cuando Dios
quiere hablar al corazón, cita al hombre a sus lugares preferidos:

 Al desierto (prueba) que representa esos tramos duros de la vida en los que, como
el pueblo de Israel, no me queda más remedio que asumir mi pobreza, mi
impotencia y mi soledad. Por ellas Dios me educa, me capacita para escucharle y
me libera de mis miedos para confiar y abandonarme sólo en El.
 Al monte (intimidad) como lugar privilegiado para recuperar el amor primero, su
intimidad . Como al pueblo escogido, allí lo libra de las trampas del templo, de la
ley y del sábado para volver a descubrir el rostro del Dios vivo, libre y liberador.
 A la periferia, a vivir en el servicio y no en el poder.
 A la frontera, donde el profeta asume la responsabilidad y los riesgos de denunciar
las mentiras del hombre satisfecho y los abusos de poder.5

En una palabra, mis planteamientos fundamentales fueron un día :

 Seguir a Jesús.
 Esperarlo todo del Espíritu.
 Permanecer en diálogo y en oración con la Palabra y con la comunidad.
 Ejercitarme en la gratuidad como amor/servicio y minoridad.
 Leer mi vida como historia de salvación
 Encontrarme con el amor primero en el desierto, en el monte, en la periferia y en la
frontera.

ACTITUDES

Las actitudes son las posturas que adopta el corazón, la disposición existencial más radical
de la que brotan los actos. Decíamos que el hombre es proyecto, su proyecto. Y que
proyecto significa “estar lanzado hacia”, (proicere). La vocación del hombre, por eso, no es
llegar, sino estar siempre en camino tras lo que ama el corazón: actitud. Esta actitud
antropológica tiene su traducción teológica: vivir en actitud de pertenencia al Señor, de
conversión constante, de seguimiento permanente. La opción cristiana no consiste en dar
un salto espectacular a un determinado nivel moral para permanecer en él: es dinámica de
procesos y de etapas de seguimiento, tal como lo expresa Patxi Loidi.

5
Cf. JON SOBRINO: La resurrección de la verdadera Iglesia, Santander, 1981, p. 335.

4
Para estar contigo, hay que tomar la mochila y andar. Tú siempre estás andando. El que se sienta te
pierde. No hay más remedio que levantarse. ¿Dónde tienes la mochila? ¿Has recogido la tienda?
¡Vamos! Tu voz es caliente y segura. Otra vez andando campo a través. Atrás aquel lugar tranquilo
donde pusimos la tienda ayer. Hoy pondremos en otro lugar que mañana quedará atrás. Tú en
cabeza, más cargado que nadie, ladeando piedras y saltando arroyos. Hay que seguirte. Casa,
seguridad, verdad eterna, bondad absoluta... Estas palabras no están en tu diccionario. Tú usas
otras palabras. Mañana, Tierra prometida, desierto, andar, pobres, tiendas de campaña... ¿Hacia
dónde salimos mañana?6

La verdad de un proyecto se autentifica en los dinamismos de seguimiento y de confianza


que genera. La vida en itinerancia es signo y garantía de andar al aire del Espíritu. Porque
el proyecto no vive tanto de metas como de dinámicas de Éxodo que nacen de saberse “en
buenas manos”. Las metas no sirven más que para orientar los pasos vacilantes durante un
corto trecho del camino.

Las crisis son los momentos en que la libertad decide rupturas en las encrucijadas del
camino. La condición para mantenerse en itinerancia es permanecer en actitud de pobre.
Esa pobreza que me hace libre para no instalarme cuando mi corazón no está poseído por
ninguna otra realidad que no sea el Señor. Esa pobreza que me posibilita recibir el
proyecto como don y entenderlo como servicio/entrega. El que no es pobre busca
controlar la vida, se instala y se aisla. Y cuando sirve, pasa factura. El que es pobre, en
cambio, crece en disponibilidad para dejar actuar a Dios y para dejarse afectar por el dolor
de los hermanos. Crece en sensibilidad para captar la indigencia de los pobres y para
intuir cómo servirles mejor. La compasión que siente “el pobre” por los pobres le va
transformando y le va colmando el corazón de humanidad compasiva. La actitud básica
del creyente es la del pobre que espera, confía y acoge el don.

ELECCIONES Y OPCIONES

Hay que distinguir entre elegir y optar. En la vida hacemos muchas elecciones. La elección
es un acto de la voluntad por la que se escoge una cosa entre varias posibles En el proceso
formativo, en el proceso vocacional, uno hace elecciones. Las elecciones suponen dos
cosas: no solamente elegir esto, sino también renunciar a lo otro. A la hora de elegir hay
que tener en cuenta no solamente lo que se elige, sino también lo que se deja. No hay
elecciones si no hay rupturas y renuncias. No se progresa en identidad sino es a base de
elecciones que implican autolimitaciones y renuncias. La escultura no emerge del bloque
de granito si no es a base de arrancarle esquirlas. Algunas de estas elecciones son muy
importantes.

Uno decide dedicarse a la enseñanza, elige hacerse religioso, político, empresario o


médico: son elecciones que normalmente se hacen de una vez para siempre. La elección ya
está hecha. En cambio, la opción es más un acto del corazón que de la voluntad. Es echar
raíces permanentemente en aquello que se eligió una vez. No por haber elegido una cosa
la poseo ya. No por haber dicho “yo quiero seguir a Jesús” y dejar aquella carrera o dejar
aquella situación o romper con aquella relación estoy ya siguiendo a Jesús.

6
F. LOIDI: Mar Rojo, DDB, Bilbao 1976, p. 104.

5
Ahora hay que echar raíces en aquello que he elegido. Y echar raíces con el corazón en
aquello que se ha elegido se llama optar.

Yo elegí una vez, e hice los votos perpetuos, pero ahora tengo que estar todos los días
echando raíces y optando por ser seguidor de Jesús, optando por esta Comunidad y
optando por esta vocación. La opción es un compromiso permanente. Solamente si la
opción es permanente el compromiso se hace perpetuo. No existe opción que te ahorre el
tener que seguir empeñando el corazón. Por eso, optar y vivir como converso es lo mismo.
En el tema que nos ocupa, esto es decisivo, ya que el Proyecto de vida lo que busca es
recrear la opción fundamental en las distintas fases y encrucijadas de la vida. Por eso no
podemos dar por supuesto ni nuestros planteamientos, ni nuestras actitudes, ni nuestra
opción fundamental.

Ellos expresan dónde y cómo está nuestro corazón, el cual fácilmente tiende a sustituir a
Dios por el templo, la nueva tierra o el nuevo rey. Esa fue la tragedia de Israel que,
mientras estaba en el desierto, iba eligiendo e iba optando por Yahvé. Pero cuando llegó a
la tierra prometida se quedó con la tierra, con el templo y con el rey, y rechazó a Yahvé.
Puedo permanecer fiel a la elección del rol de religioso y, sin embargo, traicionar mi
opción fundamental. La opción fundamental se mantiene al filo de una libertad que
renueva cada día su pertenencia a su Señor. El proyecto, como discernimiento en el
Espíritu, consiste en ese descenso al centro del corazón para ver, en voluntad de verdad,
hasta qué punto mi historia vocacional se mantiene en dinámicas de fidelidad y en
procesos de seguimiento, para tomar así consciencia de las verdaderas motivaciones que
conducen mi historia creyente.

Y es que es muy fácil cambiar de ruta sin aviso y pasar de seguir los caminos de Jesús a
seguir nuestros propios caminos; de anunciar a Dios a anunciarnos a nosotros mismos; de
obedecer a Dios a obedecer a nuestros afectos, nuestras pulsiones, nuestras relaciones; de
construir el Reino a construir nuestro pequeño reino de seguridades y acomodaciones. Y
ese giro puede darse como si no hubiera pasado nada, dando por supuesto que venimos
siguiendo de cerca al Maestro. Sin darnos cuenta, cambiamos fácilmente la opción por el
rol, El Dios vivo por los ídolos. El proyecto personal quiere ejercer sobre todo ello un
discernimiento vigilante. Muchas veces, consciente o inconscientemente, hacemos la
opción de no hacer opciones, de no complicarnos la vida a esos niveles que nos desinstalan
constantemente y nos lo cuestionan todo. Por eso lo evitamos.

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