Chema Tojeira - Congreso Espiritualidad
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Tal vez una de las experiencias iniciales que llevó a Ignacio, con el
tiempo, a pensar en la necesidad de síntesis entre la experiencia interior del
sentimiento y la llamada a la acción del Evangelio, es la que se narra casi al
comienzo de su autobiografía. Un suceso acaecido y que Ignacio narra “para
que se entienda cómo nuestro Señor se había con esta ánima que aún estaba
ciega, aunque con grandes deseos de servirle en todo lo que conociese” 1. Es el
caso muy conocido del “moro” que, coincidiendo en el camino con Ignacio,
negaba la virginidad post parto de María. Ignacio, con fuertes sentimientos
interiores desde su religiosidad tradicional y su reciente conversión, pero
todavía sin claridad para la toma de decisiones, dejó a la suerte de la mula,
según esta siguiera un camino u otro, la posibilidad de asesinar al morisco o
de seguir adelante haciendo caso omiso de la ofensa a la madre del Señor.
1
Autobiografía 14
2
Pablo, en 1Cor 12, 10 se refiere al carisma de la discreción de espíritus (“diakriseis pneumaton”) como uno
de los diversos dones carismas cristianos
seguimiento al que el Señor nos llama. Y es ese sentimiento interno el que al
final ilumina la razón y la lleva al discernimiento de las opciones concretas e
históricas que toda persona debe tomar. Toda la autobiografía narra ese largo
proceso de crecimiento en el amor apostólico y discreto que le llevó a Ignacio
finalmente a ver a “Cristo como sol... cuando estaba tratando de cosas de
importancia, y aquello le hacía venir en confirmación”3.
6
Carta de Feodor Dostoievski a la Sra Fonvizina, la mujer que le regaló un Nuevo Testamento mientras
estaba en prisión
7
S. Ignacio de Loyola, Autobiografía, final del n° 29
8
Final del Principio y Fundamento en los EE.EE.
9
Anotación 5° para el que entra en los EE.EE.
10
Miguel de Cervantes, Don quijote de la Mancha, edición del 5° centenario, pg 677
11
Ver en EE.EE, nn 94 y 96
Ignacio le dio tanta importancia a ese ánimo que recomendaba para
entrar en los EEEE, que lo convirtió, ya enriquecido por la elección del
seguimiento del Señor, en la fuente principal de la vida comunitaria de la
Compañía de Jesús12. El noble caballero, convertido en seguidor del
crucificado, supo muy pronto que solo podría haber verdadera comunidad si
había unión de ánimos. Unida al ánimo estaba la liberalidad, entendida como
esa libertad generosa de la que Pablo hablaba a los Gálatas cuando les decía
que “para ser libres nos ha liberado Cristo” (Gal 5, 1), y que se convierte en
los momentos de dificultad en “parresía”, audacia libre para anunciar el Reino.
Liberalidad como generosidad que se desprende directamente de la opción de
seguimiento del Señor, nuestro “summo capitán y señor nuestro” 13, más liberal
y más humano que el generoso rey temporal de la parábola ignaciana.
Generosidad plena de libertad evangélica para ir a donde la mayor necesidad y
la mayor gloria de Dios lo solicite. Y de un modo especial, libertad generosa
para seguir a Cristo en la pena, consciente de que será así más fácil seguirle en
la gloria.
12
Así lo entiende el decreto de la CG 32 dedicado a la vida espiritual y comunitaria, considerando la unión de
ánimos como “el punto peculiar de convergencia de toda nuestra vida religiosa” (2)
13
Meditación de dos banderas, EEEE n° 136
14
Juan Pablo II, Pastores Gregis, n° 67
la inequidad”15 que acaba matando, insistimos en la misión de Reconciliación
y Justicia. La libertad de movimiento que pedía Ignacio a los jesuitas,
insistiéndoles en que estuvieran siempre con un pie levantado para acudir a la
misión, se transformó también a través del discernimiento en los ejercicios, en
dinamismo de cambio, adaptación del Evangelio y su mensaje al mundo en
que vivimos, muchas veces anticipándonos y enfrentándonos a lo que el
mundo, cerrado en sí mismo, puede tolerar. La libertad, el ánimo y la cruz se
unen en ese momento en que el mundo rechaza, persigue o mata.
Este último punto de una libertad que opta por permanecer insertada en
las cruces de la historia muestra lo más profundo y original del discernimiento
ignaciano. Si otros santos, anteriores o contemporáneos de Ignacio, como
Francisco de Asís o Juan de la Cruz, optaron respectivamente y con
radicalidad por la pobreza material y la pobreza espiritual, como testimonios
transformadores de su época, Ignacio opta en los EEEE por la que podríamos
llamar pobreza histórica, sin renunciar a las formas clásicas de la pobreza,
material y espiritual. Consciente de que el Señor salva y triunfa desde la cruz,
Ignacio quiere seguirle en una historia en la que la confrontación con las
dinámicas predominantes en el mundo llevan a la pobreza, al oprobio y a ser
tenido y estimado por loco. Si otros santos vivían la pobreza como testimonio
físico del seguimiento de Jesús, o como vaciamiento espiritual indispensable
para encontrar a Dios en la noche del espíritu, Ignacio quiere vivir la
identificación con el Cristo pobre en la historia, predicando entre fieles e
infieles y siguiendo el mismo camino histórico del Señor, que desde la cruz
anuncia el triunfo del Reino.
Esta opción por una pobreza histórica es la que hoy la Compañía asume
en su discernimiento como “audacia de lo improbable”, fruto del escuchar a
Cristo “que nos convoca de nuevo a realizar un servicio de justicia y de paz,
sirviendo a los pobres y excluidos”16, como parte indispensable de nuestra
misión de Reconciliación y justicia. La Compañía podrá tener grandes
instituciones, como universidades, colegios o grandes casas de ejercicios y
espiritualidad, pero solamente serán efectivamente jesuíticas, o ignacianas,
como decimos ahora, si están dispuestas a anunciar el Reino en la historia de
tal manera que provoquen algún tipo de persecución. Sin ánimo resistente y
resiliente, y sin un espíritu libre para optar y servir en la dificultad y “desde
15
Francisco, Evagelii Gaudium, n° 53
16
CG XXXVI, Decreto 1, n°25
los últimos”17, enfrentando persecuciones, será imposible llegar a la exigencia
que plantean los ejercicios desde el contraste entre la historia mundana y el
evangelio. Convertirse en parte de la historia de los pobres implica siempre
sufrir algún tipo de persecución.
17
Francisco, “Si hay que volver a empezar, siempre será desde los últimos”. Fratelli Tutti, n° 235
18
Autobiografía, n° 69
amenazas de la guerra. La herida en Pamplona y el largo proceso de
cicatrización, junto con el agotamiento de los libros de caballerías en la casa
paterna, le llevó a leer vidas de santos. Y si el dolor y las heridas en las luchas
de los caballeros eran fácilmente sobrellevables desde la honra y la búsqueda
de gloria, en los santos descubre otra forma de soportar el dolor, al tiempo que
encuentra en el sufrimiento un nuevo significado. Integrar el sufrimiento en la
vida ayuda generalmente a profundizar en el conocimiento de uno mismo. Y
muy probablemente Ignacio dedujo de su propio sufrimiento la importancia
que el propio dolor o la dificultad tenían para integrar la historia apostólica en
la historia del Reino. El dolor, sea físico o espiritual, crea miedo. Pero el amor
arroja fuera al miedo (1 Jn 4, 18) y puede convertir el dolor de la cruz
histórica y concreta del apóstol en triunfo del Reino.
22
Citado por G. Shurhammer en San Francisco Javier, su vida y su tiempo, Tomo I, pg 811
23
Ibíd, pg 808
24
Formula del Instituto aprobada por Paulo III en 1540, n° 3
Ese modo de entender el sufrimiento se muestra de una manera especial
en el modo ignaciano de entender la muerte. En la parte quinta de las
Constituciones, que habla de los votos y de lo que el jesuita debe o no debe
hacer, se contempla la muerte del jesuita como parte del apostolado. “Como
en la vida toda, así en la muerte y mucho más, debe cada uno de la Compañía
esforzarse y procurar que Dios nuestro Señor sea en él glorificado y servido y
los prójimos edificados”25. Al igual que el sufrimiento, la muerte ha perdido su
aguijón y se ha convertido en un acto apostólico, así como la muerte en cruz
del Señor es para nosotros un acto salvador. Cuando Francisco Javier viajaba
hacia las islas del Moro, hoy parte de las Molucas, recibió un sin fin de avisos
sobre los peligros de muerte que le podían esperar a su llegada. El riesgo y la
amenaza le llenaban de un mayor ánimo y le hacían decir que a las islas
debían cambiarle el nombre y llamarlas islas de creer en Dios. Dios presente
en todas las circunstancias de la vida, haciendo que la muerte no sea un
estorbo para la mirada del apóstol.
26
EE.EE. n°196
27
En la carta mencionada la frase que citamos aparece al iniciarse el numeral 3
28
José Ignacio Tellechea, “Ignacio de Loyola, solo y a pie”
físico le llevó a confiar incluso en las lecturas familiares no acostumbradas por
él, el sufrimiento espiritual le lleva a preguntar al confesor, consultar con una
mujer sabia, obedecer al superior franciscano en tierra santa y comenzar, ya
lograda la superación de sus crisis, a compartir experiencias con otras
personas y a aconsejarlas.
En todas las épocas de cambio coinciden personas con inquietudes
semejantes. Conversan entre ellos y, generalmente uno, en este caso Ignacio,
se convierte en líder. La Universidad de París, como hervidero de inquietudes
y eco y ampliación del espíritu de reforma, propicia el encuentro. Y los
Ejercicios, ya elaborados como síntesis de vida y avance en la “manera y
grado de amor de Dios”29, empiezan a responder tanto a las inquietudes de
identidad cristiana como a la necesidad de transformar la realidad por la vía de
las reformas, que muchos sentían en aquella época.
29
En la quinta edición de “Obras de San Ignacio de Loyola, BAC, nota 104, pg 258, se dice que en los
Ejercicios dados al Dr. Ortiz en Monte Casino, Ignacio usa esa frase en vez de la clásica “tres maneras de
humildad”.
De la misma manera, los primeros en hacer los ejercicios consiguieron
esa libertad por desagregación que no solamente los hizo profundamente libres
para amar y servir, sino que los unió tan profundamente que desde el mismo
ánimo e incluso desde la lejanía, hacía decir a Javier que la Compañía de Jesús
era “Compañía de amor y de conformidad de ánimo” 30. Cuando lo que une a
las personas son la multiplicación de títulos o de cualidades, la capacidad de
celos y rencillas, lo mismo que las alianzas para dominar a los más débiles,
aumentan. La capacidad de verse como “esclavito indigno” 31 de los pobres y
los descartados de este mundo, nos une en el servicio universal y en un magis
permanente que busca siempre la identificación en la historia con el
crucificado. El rechazo de las dignidades eclesiásticas fue, sin duda, parte de
esa libertad evangélica que pone toda su confianza en la cruz y que no quiere
romper el cuerpo de los apóstoles, siempre dispuestos a caminar desde abajo y
desde la encarnación con el Jesús pobre, y desde ahí extender el Reino.
7.- CONCLUSIÓN
35
Prólogo antiguo de la primera edición de las Constituciones atribuido al P. Ribadeneira. Edición de las
constituciones y Normas complementarias, pg 23
36
Cipriano de Cartago, Carta XXXIV, P.L. IV
37
CG XXXII, Decreto 4, Nuestra misión hoy, n°46
38
Ibíd, Diálogo con el Papa, pg 173