VERNANT VIDAL-NAQUET (2002) Mito y Tragedia II, Cap. 1
VERNANT VIDAL-NAQUET (2002) Mito y Tragedia II, Cap. 1
VERNANT VIDAL-NAQUET (2002) Mito y Tragedia II, Cap. 1
«•I tema de todas las tragedias es la leyenda heroica que la epopeya había
•ludo a conocer a cada griego y que nada tiene que ver con Dioniso.
Kn este aspecto, la investigación erudita de los modernos ha prose
guido a las antiguas perplejidades. Se ha intentado comprender la tra
gedia griega relacionándola con sus orígenes religiosos; se ha querido
i rcobrar su auténtico alcance actualizando el viejo fondo dionisíaco del
«|iie supuestamente habría emergido y que, en su pureza, revelaría el se-
t ir to del espíritu griego. Esta es una empresa arriesgada en el terreno
d<· los hechos, vana e ilusoria en el de los principios. Primero los he-
i líos. Los documentos que se citan para enraizar la tragedia en los ritos
•murados de antaño son inciertos. Pongamos por ejemplo la máscara
que llevaban los actores y que se relaciona inmediatamente con los dis-
liat es de animales que, en las representaciones artísticas, luce la tropa
ile sátiros y selenos que componen la alegre escolta de Dioniso con sus
ilnnzas burlescas. Pero la máscara trágica — que Tespis, el creador de la
tiu^edia, no empezaría a utilizar sino después de haber empleado el
Itliinco de cerusa— es una máscara humana, un disfraz bestial. Su furt-
«mn es de orden estético: responde a exigencias concretas del espec-
iiinilo, no a imperativos religiosos que pretenden reflejar estados de po-
te s ió n o aspectos monstruosos mediante la mascarada.
De la doble indicación que proporciona Aristóteles sobre los ante-
i rilentes de la tragedia no se podría extraer mucho más de lo que él se
limitó a formular. La tragedia, escribe, «proviene de quienes conducían
••I ditirambo»,2 es decir, de quienes dirigían un coro cíclico, cantando y
ilmizando la mayoría de las veces — aunque no siempre— para Dioniso.
Muy bien. Pero, al plantear esta filiación, Aristóteles se propone ante'
lodo señalar la serie de transformaciones que, a todos los niveles, con
dujeron a la tragedia, si no a dar la espalda, al menos a romper delibera-
i Límente con su origen «ditirámbico» para convertirse en algo diferente,
luirá alcanzar — como él mismo dice— «su verdadera naturaleza».3 La
u'Ktinda observación de Aristóteles se refiere al «habla satíricá» de la que
In tragedia se alejó al abandonar el tetrámetro característico de una poe-
kIu «asociada a los sátiros y más próxima a la danza», para recurrir al
metro yámbico,4 el único, al parecer del filósofo, que se adapta a la for
ma dialogada, a ese intercambio directo de impresiones entre los prota
5. René Girard, La violence et le sacré, París, 1972 (trad, cast.: Im violencia y lo sa
grado , Barcelona, Anagrama, 1998).
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6. Vcase más adelante el capítulo titulado «El sujeto trágico: historicidad y trans-
.íistoricidad», pág. 77.