Memoria Colectiva

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Región y sociedad / año xxvi / no. 59.

2014

Juana Juárez Romero, Salvador Arciga Bernal


y Jorge Mendoza García (coordinadores),
(2012),
Memoria colectiva. Procesos psicosociales,
México,
Universidad Autónoma Metropolitana, Editorial Porrúa,
408 pp.

Al reseñar un libro, ¿cómo lograr que los lectores comprendan de


manera breve y sintética todas las aportaciones que contiene?, ade-
más ¿cómo escribir una reseña de manera amena y convincente,
para que al final compren un ejemplar o varios? Y, cuando una obra
versa sobre temáticas que te obsesionan se debe añadir, en el sentido
más freak o geek, que pasas por una experiencia esotérica o más bien
borgiana, “escribes un libro para reseñar el libro”. Así, cuando re-
dactaba la reseña de cada ensayo, decidí volver a empezar y escribir
algunas ideas, eso sí, obsesivas.1
Memoria colectiva. Procesos psicosociales consta de una presentación, un
prólogo y cuatro secciones: Ideas sobre la memoria colectiva: pro-
cesos psicosociales; Memoria colectiva: prácticas y procesos; Me-
moria colectiva y ciudadanía y Proceso del olvido; cada una cuenta
con cuatro, cinco, dos y un ensayo respectivamente, que suman 12
estudios, firmados por 19 autores y coautores. Llama la atención
que la presentación es una versión algo sintética del prólogo, am-
bos redactados por Juana Juárez Romero, y del primer texto rescato
la expresión: “Si se asume que la memoria colectiva es un proceso
social de reconstrucción de un pasado vivido y/o significado, desde

1 Texto leído en la presentación del libro en la Facultad de Ciencias Humanas, Universidad


Autónoma de Baja California, Mexicali, Baja California, el 8 de noviembre de 2012.
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un punto tiene que hacerse y es desde la perspectiva de un grupo o


colectividad” (p. 7).2 Lo cual empieza a delinear una interpretación
del concepto de memoria colectiva, siempre reconociendo como
punto de partida la obra de Maurice Halbwachs (1877-1945), y
desde la perspectiva disciplinaria de la psicología social, pero que
además es parte de los esfuerzos colegiados de la “Red de memoria
colectiva y construcción de identidades”, que se reafirma en el pró-
logo, donde Juárez Romo expresa:

En efecto, la memoria colectiva es esa reconstrucción de un pasa-


do significativo que se hace desde el presente, tiempo que requie-
re, en ciertos momentos, cierto sentido, encontrar brújula cuando
se ha perdido, porque cuando el sinsentido hace acto de presencia
hay que buscarlo en algún sitio y en ocasiones se encuentra en el
pasado, pero no cualquier pasado sino aquello que ha impacta-
do a una sociedad, como sus gestas, sus hazañas, aquello que se
celebra, aquello que ha dolido, aquello que ha dotado de cierto
regocijo al grupo (p. 14).

Debo indicar que mi lectura de esta obra se articuló con base


en cómo se incorpora, usa y adecua aquí el concepto de memoria
colectiva de Halbwachs, ya que ha sido una de mis obsesiones en
los últimos años, en especial en relación con la forma en que se ha
empleado después de lo acontecido en Nuremberg, y no necesaria-
mente de la perspectiva de Halbwachs, sobre todo en los trabajos
más contemporáneos desde la memoria cultural3 y la posmemoria.4
Así que es una lectura prejuiciada o interesada de este libro, pero a
fin de cuentas todas son así, de lo contrario no existiría el interés

2 Inicié la lectura de esta obra en una versión electrónica, que incluía esta presentación,
que no figuraba ya en el libro impreso, pero decidí dejar esta reseña como había iniciado, por
si tuviera algún valor informativo.
3 “Nuestra memoria no sólo tiene una base social, sino también una base cultural”. “La
memoria cultural es compleja, pluralista, y laberíntica; engloba una cantidad de memorias
vinculantes e identidades plurales distintas en tiempo y en espacio, y de esas tensiones y con-
tradicciones extrae su dinámica propia” (Assmann 2008, 25 y 50).
4 “A diferencia de la memoria que está conectada directamente al pasado, y que puede re-
ferirse a experiencias de todo tipo, la posmemoria se ocupa solamente de hechos traumáticos
cuya perdurabilidad emocional marca las generaciones subsiguientes a los que experimenta-
ron” (Szurmuk 2009, 226).
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de realizar el ejercicio de comprender y contrastar lo expuesto por


otros, que es descubrirse frente a los otros, pero al mismo tiempo
nosotros nos exponemos ante todos.
El primer ensayo, “Noción y elementos de la memoria colecti-
va”, constituye un recuento breve de la construcción del concepto
de memoria desde la cultura helénica hasta el siglo xx, sobre todo
como el ejercicio normado (socialmente) de recordar: “Así son los
marcos, posibilitan, y así son los sentidos, hacen sentir los mo-
mentos y los sitios” (p. 24). Para después recuperar las propuestas
de la importancia del espacio en el ejercicio colectivo del recordar
normado socialmente, lo que se puede sintetizar en los lugares de
la memoria, y reconocer que es una aportación de los estudiosos
sobre Halbwachs y no de éste propiamente dicho, quien, entiendo,
los vería como una parte de los mecanismos que detonan el recuer-
do en los marcos sociales de la memoria. Considero necesario pun-
tualizar esto, sin dejar de reconocer el avance logrado con la incor-
poración a los estudios sobre la memoria colectiva de los conceptos
y aproximaciones metodológicas de los “lugares de la memoria”,
sobre todo a raíz de los esfuerzos de Pierre Nora (2008).
Aunque, “en el presente artículo se ha realizado un somero re-
corrido por la visión de la memoria colectiva. Se ha intentado ca-
racterizarla y destacar aquello que propuso o delineó Maurice Hal-
bwachs para esta perspectiva social de la memoria” (p. 47), me
parece que se ha viajado por diversos universos académicos sobre
todo posteriores a Halbwachs y es su aportación la que queda di-
fusa, en especial como una contribución o saber situado histórica-
mente. También resalta la ausencia de referencias a Henri Bergson
(1859-1941), maestro de Halbwachs, y de su obra Materia y memoria
(1896), de la cual realizó un ejercicio de alejamiento en Los marcos
sociales de la memoria (2004a), y también que está muy relacionada con
las perspectivas psicológicas asi como con las aportaciones contem-
poráneas de Jan y Aleida Assmann, con su concepto de memoria
cultural.
En “Antiguas renovaciones de la historia, o de las condiciones
de posibilidad de la historia de la memoria y la historia del tiempo
presente”, Eugenia Allier Montaño, hace un planteamiento desde
una perspectiva posterior a Nuremberg, a mi entender más rela-
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cionada con la posmemoria. Es notorio su esfuerzo por definir de


manera históricamente situada las contribuciones de Halbwachs, en
relación con las interpretaciones posteriores de Pierre Nora y Paul
Ricoeur pero, sobre todo, por resolver la aparente contradicción u
oposición entre la historia y la memoria colectiva señalando que la
primera nace de la segunda, luego se distancia regresando a la se-
gunda al catalogarla como objeto de estudio, y “la historia termina
convirtiéndose, con el paso del tiempo, en parte de las memorias
públicas” (p. 65). Sin embargo, la historia académica no controla la
información histórica, sea o no académica, que el colectivo social
decide incorporar a la memoria colectiva. Aquí es propio recordar
lo que Mario Carretero escribe sobre la existencia de tres representa-
ciones del pasado: la historia escolar o “el registro de la historia que
aparece en la escuela; la historia cotidiana, como elemento de una
memoria colectiva” [pero también] existe la historia académica o
historiografía, que cultivan los historiadores y los científicos socia-
les” (2007, 36). Estas formas de recordar lo histórico muchas veces
entran en conflicto, debido a que responden a diferentes intereses
socioculturales e identitarios.
En cuanto a la historia de la memoria como historia del presente,
una cosa es la necesidad disciplinaria de una historia del tiempo pre-
sente o historia inmediata, y otra que en toda investigación histórica
se parte de un “presentismo”. Maurice Halbwachs y Pierre Nora “su-
pusieron que la memoria es vida, pues depende de los grupos que la
portan, y que la historia es muerte pues sólo entra en acción una vez
que la memoria ha desaparecido” (p. 74). Sin embargo, Halbwachs
en Los marcos sociales de la memoria concluyó que “el pensamiento social
es básicamente una memoria, y que todo su contenido está hecho de
recuerdos colectivos, pero sólo permanecen presentes en la sociedad
esos recuerdos que la sociedad, trabajando sobre sus marcos actuales,
puede reconstruir” (2004a, 344). Y, parafraseando a Roger Chartier
(2008): “Escuchar a los muertos con los ojos de los vivos”, me pa-
rece difícil de aceptar esta taxonomía de lo vivo con la memoria-
testimonio y lo muerto con la historia-documento.
Si los historiadores estudiamos un suceso pasado “olvidado” por
la memoria colectiva, es porque somos parte de ese colectivo social,
cultural e identitario y, de cierta manera somos sus arqueólogos o
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genealogistas, y sólo se necesita exponer la “nueva/olvidada” evi-


dencia para que los individuos en conjunto decidan sobre su grado
y jerarquía de incorporación a la memoria colectiva de esa infor-
mación reconstruida. “La memoria es antes que todo una función
colectiva […] si los recuerdos reaparecen, se debe a que la sociedad
dispone en cada momento de los medios adecuados para reprodu-
cirlos” (Halbwachs 2004a, 337). Tampoco podemos recriminar a
los historiadores de no hacer historia inmediata, si la colectividad ha
decidido que parte de esos acontecimiento no deben formar parte
de su memoria colectiva. Carretero escribe:

La pregunta sobre qué se debe recordar y qué olvidar se confronta


muchas veces a aquella sobre qué se puede recordar y qué olvidar,
disyuntiva para la cual tanto el olvido como la memoria se dispo-
nen en relación con un objetivo principal: el de ofrecer narracio-
nes y marcos de comprensión comunes que permitan reconstruir
la identidad social fracturada y retomar el proyecto compartido
(2007, 179).

Eugenia Allier Montaño señala: “El término memoria, junto a sus


hermanos memoria colectiva y memoria histórica, ha comenzado
a tener un lugar cada vez más visible en el espacio público y en la
academia mexicanos” (p. 57). Así como: “El proceso de autonomi-
zación de la memoria respecto a la historia toma un giro más radical
cuando las memorias singulares, de grupos comunitarios, ponen en
duda la narración histórica de la memoria nacional (aquella enseña-
da y manejada por las instituciones)” (p. 59).
En “Psicologizar la historia, historizar la psicología”, Rodolfo
Suárez Molnar y Alejandro Araujo ponderan la cercanía disciplina-
ria/temática entre la psicología social y la historia: “Nos interesaría
que el presente texto permita mostrar algunos puntos de encuentro
entre la psicología y la historia, tomando como eje la reflexión so-
bre el tema de la memoria” (p. 86). En este trabajo también se hace
énfasis en que la memoria es objeto de reciente interés por parte
de la ciencia histórica, pero no hay indicios de que sea un tema de
reflexión. Llama la atención la sobrevaloración de la historia cultural
como la única válida y con futuro, incluso como la “correcta”, fren-
te a una sociocultural clásica que, de paso, no se define.
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Pero, también indican que “en este sentido, es importante reco-


nocer que la distinción de Nora entre memoria colectiva y memoria
histórica no es, plenamente, la de Halbwachs, porque de uno a otro
ha pasado tanto ‘la nueva historia’ como una rápida proliferación de
las memorias colectivas” (p. 96). Sin entender que los autores cita-
dos están situados en dos contextos históricos diferentes, Halbwachs
padeció la Shoah (catástrofe), en cambio Nora debe lidiar, como toda
la sociedad francesa posterior a Nuremberg, con la cuestión de qué
recordar y qué olvidar en relación con el periodo nazista y el go-
bierno colaboracionista en Francia, además del racismo xenófobo
contemporáneo. Esto es diferente a la denominada “presión de las
memorias colectivas”, entendida como un problema sociopolítico
de origen cultural e identitario. Por ello, se ha privilegiado el estu-
dio de los espacios físicos-concretos, en los cuales los individuos
pertenecientes a diversas colectividades socioculturales e identita-
rias se enfrentan en una disputa por el control de los geosímbolos
específicos, con base en una serie de argumentaciones discursivas
e ideológicas sobre quién tiene derecho sobre los lugares-monu-
mentos-recuerdos/olvidos-identidades-memoria. Estudiar los con-
flictos por los lugares de memoria, donde se realizan los rituales
“memoriativos”, por individuos auto/hetero identificados como de
una identidad colectiva u otra, no necesariamente es estudiar las
memorias colectivas.
En “Los procesos del pensamiento social y la memoria colecti-
va”, Manuel González Navarro y Josué R. Tinoco Amador realizan un
acercamiento desde los trabajos del suicidio hasta los marcos socia-
les de la memoria de Halbwachs, y las interacciones epistemológicas
entre el individuo y el colectivo, por ello consideran importante
ahondar en el pensamiento social y dicen: “El pensamiento social es
entonces una condición histórico-social en la cual se dibujan gran-
des aspiraciones de los grupos y los individuos que participan” (p.
112). Sin embargo, no se logra ver a través del estudio los vínculos
con la memoria y las identidades colectivas, salvo cuando dicen,
entre otras argumentaciones:

Los grupos se disputan los distintos espacios en los que conviven


a través de la memoria colectiva; ya sea la dinámica entre peque-
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ños grupos o la nación como espacio de identidades diversas.


Unos buscan conquistarla a través de la construcción histórica del
futuro. Otros llevan consigo la interpretación del pasado. […] La
construcción de una memoria representa el esfuerzo de un gru-
po por darle un sentido histórico al presente (p. 129).

Me parece que existe una fuerte carga hacia el voluntarismo en


esta concepción de la memoria colectiva, como parte del pensa-
miento social:

La memoria colectiva es esa construcción de voluntades huma-


nas que buscan construir un sentido del presente. Su herramienta
principal se ubica en los antecedentes a manera del pasado. La
memoria es una continuidad que busca perdurar como signo de
identidad. No es un recuerdo de las sensibilidades o emociones
humanas, sino un signo de presencia y confrontación con los
demás grupos o individuos (p. 134).

Además, en el caso “mexicano” se le da un peso excesivo al Esta-


do en la conformación de las identidades y memorias colectivas. Lo
que me lleva a plantear que se debe analizar de manera crítica todas
las aportaciones de Enrique Florescano sobre la denominada “me-
moria mexicana”, que se han hecho desde el estudio de la historia
de lo mexicano, y no desde una historia cultural o sociocultural
de las memorias de las multiculturalidades auto/hetero definidas
como mexicanas, que me parece obvio que no es lo mismo.
Otras colaboraciones, que integran Memoria colectiva. Procesos psico-
sociales hacen que esta obra sea subyugante, retadora y propositiva,
por demás atractiva para los interesados en los temas y estudios
de lo cultural pero, sobre todo, no le puedo negar el gran mérito
de poner en primer plano la necesidad de la recuperación de las
aportaciones de Maurice Halbwachs sobre los marcos sociales de la
memoria y la propia memoria colectiva inconclusa (2004b).
Lo que recuerdo de mis múltiples lecturas sobre los denomina-
dos estudios sobre la memoria colectiva es el hecho de confundirla
con la memoria cultural assmanniana, o con los lugares de memo-
ria noranianos, o dejar en una primera o segunda citas referen-
cias indirectas a Halbwachs. Esta obra, con sinceridad aplastante,
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hace un gran esfuerzo por incorporar lo propuesto por Halbwachs


hace unos noventa años, pero que ha sido en los últimos cuando
de verdad lo estamos estudiando, leyendo con madurez y tratando
de incorporarlo a nuestras problemáticas de inicios del siglo xxi, y
eso nos lleva a que nuestra generación deberá proponer una nueva
teoría general sobre la memoria, ¿quién es la o el valiente?

Mario Alberto Magaña Mancillas*

Bibliografía

Assmann, Jan. 2008. Religión y memoria cultural. Diez estudios. Buenos Ai-
res: Ediciones Lilmod y Libros de la Araucaria.

Carretero, Mario. 2007. Documentos de identidad. La construcción de la memo-


ria histórica en un mundo global. Buenos Aires: Paidós Entornos.

Chartier, Roger. 2008. Escuchar a los muertos con los ojos. Buenos Aires:
Katz Editores.

Halbwachs, Maurice. 2004a. Los marcos sociales de la memoria. Barcelona:


Anthropos.

. 2004b. La memoria colectiva. Zaragoza: Universidad de Zara-


goza.

Nora, Pierre. 2008. Pierre Nora en les lieux de mémoire. Montevideo: Edi-
torial Trilce.

Szurmuk, Mónica. 2009. Posmemoria. En Diccionario de estudios cultura-


les latinoamericanos, coordinado por ídem., y Robert McKee Irwin,
224-228. México: Instituto Mora y Siglo xxi.

* Universidad Autónoma de Baja California, Instituto de Investigaciones Culturales-Mu-


seo. Correo electrónico: alberto.magaa@uabc.edu.mx

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