El Pecado Original de Orange II Al CEC
El Pecado Original de Orange II Al CEC
El Pecado Original de Orange II Al CEC
A lo largo de la historia, la tradición cristiana ha ido formulando los dogmas de fe, mostrando
una evolución respecto a los anteriores. Han sido fruto de la reflexión de la Sagrada Escritura, y
de las luchas dogmáticas que se fueron suscitando al intentar dar razón de estás. Con todo, el
Magisterio buscando preservar el depósito de la fe ha publicado el CEC con cosas nuevas y
cosas antiguas1.
Al hablar respecto a la caída del hombre –el pecado original 2- el CEC lo aborda en la primera
parte, al explicar el Símbolo de la fe, que es ante todo el símbolo bautismal3. Comienza con la
afirmación de que Dios es bueno, pero a pesar de ello el hombre experimenta el sufrimiento,
introduciendo la clásica formulación: ¿de dónde viene el mal? El pecado, por tanto, es una
realidad que no podemos ignorar. Por ello, presenta en continuación con el Concilio de Trento,
las enseñanzas respecto al pecado original 4, que se abordaron en la V sesión del Concilio, y que
sin duda son una obra maestra en el terreno dogmático. Así el CEC, retoma los seis cánones de
esta sesión, que a su vez reproducían y matizaban el contenido del II Concilio de Orange sobre
la doctrina agustiniana frente a los semipelagianos. La novedad agustiniana al interpretar el
pasaje de Pablo en Rom 5, 12 recaía en el vocabulario, y aunque muchos lo consideran el
formulador de este dogma, sólo podemos atribuirle su sistematización que después sería
desarrollada. Observamos así, que los primeros cincos cánones del II Concilio de Orange, están
recogidos en los cinco primeros de Trento, y el canon trece en relación con el sexto. Son las
ideas que a su vez toma el CEC, partiendo de Trento, haciendo alusión en su n. 406 a esta
historia doctrinal. En el primer canon Trento habla del pecado de Adán y sus consecuencias,
remontándolo a los orígenes en el paraíso, habla del pecado en su elemento formal, mientras que
Orange decía corrupción, hasta en el segundo canon explicitar “pecado”, recuerda que con el
pecado Adán perdió la santidad y justicia, los dones preternaturales en los que había sido
constituido. El CEC incluye que por este motivo el diablo adquirió cierto dominio sobre el
hombre, aunque este permanezca libre 5. En consecuencia para la humanidad, por la
prevaricación de Adán se introdujo la muerte del pecado y del alma, que llamamos pecado,
siendo todos implicados por la unidad del género humano6, transmisión que es un misterio que
no podemos comprender. Por ello, el remedio para el pecado original que se trasmite por
propagación7es el bautismo de cuantos han sido revestidos en Cristo8, aclarando el CEC que las
consecuencias para la naturaleza (concupiscencia) persiste en el hombre, en lo que llama
combate espiritual9, tal como lo desarrolla Trento10. El canon seis de Trento declara que María
no se incluye entre los pecadores, aunque no desarrolla el dogma que el CEC en el n. 491
introduce fue preservada de toda mancha de pecado original citando la formulación del dogma
de la Inmaculada por Pío IX11. El CEC introduce12 la victoria de Cristo sobre el pecado que nos
1
cfr. Mt 13,52
2
cfr. CEC nn. 385-421
3
CEC n. 189
4
cfr. DS 1510-1516
5
cfr. CEC n. 407
6
cfr. CEC n. 403
7
cfr. CEC404; DS 1513
8
cfr. Ga 3, 27; DS 1513
9
cfr. CEC 405-409
10
cfr. DS 1515
11
cfr. Pío IX: DS 2803
12
cfr. CEC n. 420
ha dado mejores bienes que los perdidos por el pecado; porque “Donde abundó el pecado
sobreabundó la gracia” (Rm 5,20).
La segunda parte, al hablar sobre el pecado 13 introducirá la distinción entre pecado mortal y
venial; señalando que la reiteración de éstos engendra los vicios, que se pueden distinguir según
la virtud a la que se oponen. Aquí radica la novedad que aporta el CEC respecto al Concilio de
Trento y II Orange. Está parte inicia recordando la misericordia de Dios con los pecadores, por
medio de su Hijo, Jesucristo, que estaba destinado a salvar al pueblo de sus pecados. Exhorta a
la conversión, que requiere de una doble dadiva, en la gracia y en el amor. Ofrece una
definición de pecado, tomando la que ofrece San Agustín 14. Y continúa señalando la diversidad
de pecados; cuya raíz está en el corazón del hombre 15 que está en relación con GS n. 13 que
habla del pecado cuando el hombre examina su corazón, ofreciendo las raíces antropológicas de
la división intima del hombre. Así presentan los numerales una visión y explicación moral del
pecado, ya que se abordan en la tercera parte del CEC sobre la vida en Cristo, por ello explicita
las condiciones necesarias para que exista el pecado, en cuanto que es el mal moral al que el
hombre por las heridas en su naturaleza, experimenta el dolor y el sufrimiento; sin olvidar que
Cristo en su Redención es el contrapeso que nos salva.
13
cfr. CEC nn. 1846-1876
14
cfr. S. Agustín, Contra Faustum manichaeum
15
cfr. CEC n. 1853