Responsabilidad Patrimonial
Responsabilidad Patrimonial
Responsabilidad Patrimonial
Capítulo
IV Conclusiones
V Bibliografía
CAPITULO I
Los antecedentes nos remontan a la primera vez que se hace una referencia a
la responsabilidad patrimonial de la administración pública en España al Código
Civil de 1889, en sus artículos 1902 y 1903. No obstante la redacción de este
último artículo, hoy por hoy modificada, reducía los casos sujetos a protección,
aquellos que derivaban de daños producidos por mandatarios singulares, es decir,
de aquellos que no pertenecían a la Administración Pública.
1
Constitución Española (1978) en adelante CE
Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común 2 (Título X,
artículos 139 a 146), modificada parcialmente por la Ley 4/1999, de 13 de enero.
Características de la responsabilidad
Ante ese vacío del ordenamiento jurídico o laguna legal, los Tribunales han de
subsanar dicha laguna, pues tienen el deber de resolver los asuntos de que
conozcan y corresponde a la jurisprudencia, en su función complementaria del
ordenamiento jurídico, hay que interpretar la ley y la costumbre y los principios
2
Ley de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común en
adelante LRJPAC, (Ley 30/1992, de 26 de noviembre)
generales del Derecho, siendo la analogía uno de los instrumentos fundamentales
para llenar las lagunas de la ley, en la medida en que el propio artículo 4.1 del
Título Preliminar del Código Civil señala que procederá la aplicación analógica de
las normas cuando éstas no contemplen un supuesto específico, pero regulen un
supuesto semejante entre los que se aprecie identidad de razón.
La misma razón imposibilita que tal resultado dañoso haya de ser soportado por
una Administración Pública cuando ésta tiene su patrimonio propio y cuando el
daño procede del funcionamiento del servicio de otra Administración, que es titular
de un patrimonio distinto del de la Administración lesionada, puesto que el deber
de indemnizar se basa en el mismo fundamento, que es evitar que una persona
pública o privada haya de soportar la lesión o daño antijurídico producida por el
funcionamiento de los servicios de la Administración Pública (STS 2 de julio de
1998, FJ 4º, a) y c)).
Por ende debe decirse que los requisitos del daño indemnizable son la
antijuridicidad, la efectividad, la evaluabilidad económica y la individualización.
3
Esteve Pardo, José. Universidad de Barcelona, Derecho Administrativo. Marcial Pons, Ediciones Jurídicas y
Sociales. Madrid, 2017
que normalmente, aunque no es una regla absoluta, la persona o personas que
conocen su responsabilidad por el riesgo que crean tratarán de eliminarlos o
limitarlos, en lo posible.
El sector de los vehículos de motor, y por ello todo lo relativo a la seguridad vial
(que precisamente es como se nombra corrientemente), nace estrechamente
relacionado con el descubrimiento del petróleo y su uso generalizado desde hace
bastantes años; teniendo en cuenta precisamente que la articulación del sistema
económico-social-energético actual (con ciertas incertidumbres) integra como uno
de sus pilares más destacables el sector de los vehículos de motor, y el ámbito
completo del tráfico y la seguridad vial.
Será en esta época de finales del siglo cuando se documente la primera víctima
mortal en un accidente de tráfico provocado por uno de los nuevos vehículos a
motor. Concretamente, el 17 de agosto de 1896, la Sra. B. Driscoll se convirtió en
la primera víctima mortal de un accidente de tráfico, cuando caminaba con su hija
a un espectáculo de baile en el Cristal Palace de Londres, y fue arrollada por un
coche al atravesar los jardines del palacio; el aparato, que lo conducía un joven
para enseñar el nuevo ingenio, según los testigos iba “a gran velocidad”,
posiblemente a 12’8 km/h, cuando no debía ir a más de 6’4 km/h.
Aunque influyeron factores más complejos (como el contar con una fuente
motriz que se consideraba inagotable y entonces bastante asequible
económicamente), quizás el decisivo paso para el triunfo del automóvil fue su
capacidad de movilidad y su sentido de la privacidad y la autonomía individual,
llegándose a señalar que “sólo un ingenio que prometía más que transporte podía
tener tanto éxito”.
El éxito fue de tal amplitud que, en las ciudades americanas a finales del siglo
XIX, la generalización del uso de los automóviles se concebía como una opción
más moderna y limpia que la representada por los coches de caballos, al eliminar
de las calles el problema sanitario que creaban sus excrementos de los caballos.
Además, a lo anterior se añadió la producción de vehículos económicos
destinados a toda la población, cuya imagen es el modelo Ford T, fabricado
masivamente por Henry Ford entre 1908 y 1927 (llegando a los casi veintisiete
millones de unidades en 1929). En España, la empresa Hispano comenzará la
fabricación de vehículos en 1904, apareciendo los primeros camiones en 1905;
además, antes de finalizar la I Guerra Mundial, el transporte de viajeros se realiza
casi totalmente mediante autobuses, sustituyendo a las diligencias de caballos;
debiendo esperar algunos años más la sustitución de los carros y carretas de
tracción animal para el transporte de mercancías.
BIBLIOGRAFIA
Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial: artículos 292 a 297.