Lectura 2
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Lectura 2
Y
A. PROPÓSITO:
COMPETENCIAS A TRABAJAR tú la niegas, Susana. ¿Por qué me niegas a mí como tu padre?
Se expresa oralmente en su lengua materna /Lee diversos textos en su lengua materna. ¿Estás loca? - ¿No lo sabías? - ¿Estás loca?
Desempeños Evidencia Instrumento de -Claro que sí, Bartolomé. ¿No lo sabías?
evaluación
- ¿Sabías, Fulgor, que ésa es la mujer más hermosa que se ha dado sobre la
Identifica información explicita, relevante y complementaria Esquema lista de cotejo
seleccionando datos específicos y algunos detalles en la novela Pedro de cuento tierra? Llegué a creer que la había perdido para siempre. Pero ahora no
Paramo” tengo ganas de volverla a perder. ¿Tú me entiendes, Fulgor? Dile a su padre
Explica la trama, y las características y motivaciones de personas y que vaya a seguir explotando sus minas. Y allá . . . me imagino que será
personajes de la novela Pedro Páramo.
fácil desaparecer al viejo en aquellas regiones adonde nadie va nunca . . .
¿No lo crees?
PEDRO PÁRAMO -Puede ser.
-JUAN RULFO- -Necesitamos que sea. Ella tiene que quedarse huérfana. Estamos obligados
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a amparar a alguien ¿No crees tú?
-No lo dudo.
-No lo veo difícil.
-¿Fuiste tú la que dijiste: no lo dudo?
-Entonces andando Fulgor, andando.
-Yo lo dije.
- ¿Y si ella lo llega a saber?
-¿De manera que estás dispuesta a acostarte con
- ¿Quién se lo dirá? A ver, dime, aquí entre nosotros dos, ¿quién se lo dirá?
él?
-Estoy seguro que nadie.
-Sí, Bartolomé.
-Quítale el "estoy seguro que". Quítaselo desde ahorita y ya verás como todo
-¿No sabes que es casado y que ha tenido infinidad
sale bien. Acuérdate del trabajo que dio dar con La Andrómeda. Mándalo
de mujeres?
para allá a seguir trabajando. Que vaya y vuelva. Nada de que se le ocurra
-Sí, Bartolomé.
acarrear con la hija. Ésa aquí se la cuidamos. Allá estará su trabajo y aquí
-No me digas Bartolomé. ¡Soy tu padre!
su casa adonde venga a reconocer. Díselo así, Fulgor.
Bartolomé San Juan, un minero muerto. Susana San Juan, hija de un
-Me vuelve a gustar como acciona usted, patrón, como que se le están
minero muerto en las minas de La Andrómeda. Veía claro. "Tendré que ir
rejuveneciendo los ánimos. Sobre los campos del valle de Comala está
allá a morir", pensó. Luego dijo:-Le he dicho que tú, aunque viuda, sigues
cayendo la lluvia. Una lluvia menuda, extraña para estas tierras que sólo
viviendo con tu marido, o al menos así te comportas; he tratado de
saben de aguaceros. Es domingo. De Apango han bajado los indios con sus
disuadirlo, pero se le hace torva la mirada cuando yo le hablo, y en cuanto
rosarios de manzanillas, su romero, sus manojos de tomillo. No han traído
sale a relucir tu nombre, cierra los ojos. Es, según yo sé, la pura maldad.
ocote porque el ocote está mojado, y ni tierra de encino porque también está
Eso es Pedro Páramo.
mojada por el mucho llover. Tienden sus yerbas en el suelo, b ajo los arcos
- ¿Y yo quién soy?
del portal, y esperan. La lluvia sigue cayendo sobre los charcos.
-Tú eres mi hija. Mía. Hija de Bartolomé San Juan.
Entre surcos, donde está naciendo el maíz, corre el agua en ríos. Los
En la mente de Susana San Juan comenzaron a caminar las ideas, primero
hombres no han venido hoy al mercado, ocupados en romper sus surcos
lentamente, luego se detuvieron, para después echar a correr de tal modo
para que el agua busque nuevos cauces y no arrastre la milpa tierna. Andan
que no alcanzó sino a decir: -No es cierto. No es cierto.
en grupos, navegando en la tierra anegada, bajo la lluvia, quebrando con
-Este mundo que lo aprieta a uno por todos lados, que va vaciando puños
sus palas los blandos terrones, ligando con sus manos la milpa y tratando
de nuestro polvo aquí y allá, deshaciéndonos en pedazos como si rociara la
de protegerla para que crezca sin trabajo.
tierra con nuestra sangre. ¿Qué hemos hecho? ¿Por qué se nos ha podrido
Los indios esperan. Sienten que es un mal día. Quizá por eso tiemblan - ¿Es usted, don Bartolomé? -y no esperó la respuesta. Lanzó aquel grito
debajo de sus mojados gabanes de paja; no de frío, sino de temor. Y miran que bajó hasta los hombres y las mujeres que regresaban de los campos y
la lluvia desmenuzada y al cielo, que no suelta sus nubes. que los hizo decir: "Parece ser un aullido humano; pero no parece ser de
Nadie viene. El pueblo parece estar solo. La mujer les encargó un poco de ningún ser humano."
hilo de remiendo y algo de azúcar, y de ser posible y de haber, un cedazo La lluvia amortigua los ruidos. Se sigue oyendo aún después de todo,
para colar el atole. El gabán se les hace pesado de humedad conforme se granizando sus gotas, hilvanando el hilo de la vida.
acerca el mediodía. Platican, se cuentan chistes y sueltan la risa. Las - ¿Qué te pasa, Justina? ¿Por qué gritas? -preguntó Susana San Juan.
manzanillas brillan salpicadas por el rocío. Piensan: "Si al menos -Yo no he gritado, Susana. Has de haber estado soñando.
hubiéramos traído tantito pulque, no importaría; pero el cogollo de los -Ya te he dicho que yo no sueño nunca. No tienes consideración de mí.
magueyes está hecho un mar de agua. En fin, qué se le va a hacer." Estoy muy desvelada.
Justina Díaz, cubierta con paraguas, venía por la calle derecha que viene de Anoche no echaste fuera al gato y no me dejó dormir.
la Media Luna, rodeando los chorros que borbotaban sobre las banquetas. -Durmió conmigo, entre mis piernas. Estaba ensopado y por lástima lo dejé
Hizo la señal de la cruz y se persignó al pasar por la puerta de la iglesia quedarse en mi cama; pero no hizo ruido.
mayor. Entró en el portal. Los indios voltearon a verla. Vio la mirada de -No, ruido ni hizo. Sólo se la pasó haciendo circo, brincando de mis pies a
todos como si la escudriñaran. Se detuvo en el primer puesto, compró diez mi cabeza, y maullando quedito como si tuviera hambre.
centavos de hojas de romero, y regresó, seguida por las miradas en hilera de -Le di bien de comer y no se despegó de mí en toda la noche. Estás otra vez
aquel montón de indios. soñando mentiras, Susana.
"Lo caro que está todo en este tiempo -dijo, al tomar de nuevo el camino -Te digo que pasó la noche asustándome con sus brincos. Y aunque sea
hacia la Media Luna-. Este triste ramito de romero por diez centavos. No muy cariñoso tu gato, no lo quiero cuando estoy dormida.
alcanzará ni siquiera para dar olor". -Ves visiones, Susana. Eso es lo que pasa. Cuando venga Pedro Páramo le
Los indios levantaron sus puestos al oscurecer. Entraron en la lluvia con diré que ya no te aguanto. Le diré que me voy. No faltará gente buena que
sus pesados tercios a la espalda; pasaron por la iglesia para rezarle a la me dé trabajo. No todos son maniáticos como tú, ni se viven mortificándola
Virgen, dejándole un manojo de tomillo de limosna. Luego enderezaron a una como tú. Mañana me iré y me llevaré al gato y te quedarás tranquila.
hacia Apango, de donde habían venido. "Ahi será otro día", -No te irás de aquí, maldita y condenada Justina. No te irás a ninguna parte
dijeron. Y por el camino iban contándose chistes y soltando la risa. Justina porque nunca encontrarás quien te quiera como yo.
Díaz entró en el dormitorio de Susana San Juan y puso el romero sobre la -No, no me iré, Susana. No me iré. Bien sabes que estoy aquí para cuidarte.
repisa. Las cortinas cerradas impedían el paso de la luz, así que en aquella No importa que me hagas renegar, te cuidaré siempre. La había cuidado
oscuridad sólo veía las sombras, sólo adivinaba. Supuso que Susana San desde que nació. La había tenido entre sus brazos. La había enseñado a
Juan estaría dormida; ella deseaba que siempre estuviera dormida. Las andar. A dar esos pasos que a ella le parecían eternos. Había visto crecer su
sintió así y se alegró. Pero entonces oyó un suspiro lejano, como salido de boca y sus ojos "como de dulce". "El dulce de menta es azul. Amarillo y azul.
algún rincón de aquella pieza oscura. Verde y Azul. Revuelto con menta y yerbabuena." Le mordía las piernas. La
- ¡Justina! -le dijeron. entretenía dándole de mamar sus senos, que no tenían nada, que eran como
Ella volvió la cabeza. No vio a nadie; pero sintió una mano sobre su hombro de juguete. "Juega -le decía-, juega con este juguetito tuyo." La hubiera
y la respiración de sus oídos. La voz en secreto: "Vete de aquí, Justina. apachurrado y hecho pedazos.
Arregla tus enseres y vete. Ya no te necesitamos." Allá afuera se oía el caer de la lluvia sobre las hojas de los plátanos, se
-Ella sí me necesita -dijo, enderezando el cuerpo-. Está enferma y me sentía como si el agua hirviera sobre el agua estancada en la tierra.
necesita. Las sábanas estaban frías de humedad. Los caños borbotaban, hacían
-Ya no, Justina. Yo me quedaré aquí a cuidarla. espuma, cansados de trabajar durante el día, durante la noche, durante el
día. El agua seguía corriendo, diluviando en incesantes burbujas.
Era la medianoche y allá afuera el ruido del agua apagaba todos los sonidos. Y ella bajó y bajó en columpio, meciéndose en la profundidad, con sus pies
Susana San Juan se levantó despacio. Enderezó el cuerpo lentamente y se bamboleando "en el no encuentro dónde poner los pies".
alejó de la cama. -Más abajo, Susana. Más abajo. Dime si ves algo.
Allí estaba otra vez el peso, en sus pies, caminando por la orilla de su Y cuando encontró el apoyo allí permaneció, callada, porque se enmudeció
cuerpo; tratando de encontrarle la cara: de miedo. La lámpara circulaba y la luz pasaba de largo junto a ella. Y el
- ¿Eres tú, Bartolomé? -preguntó. grito de allá arriba la estremecía:
Le pareció oír rechinar la puerta, como cuando alguien entraba o salía. Y - ¡Dame lo que está allí, Susana!
después sólo la lluvia, intermitente, fría, rodando sobre las hojas de los Y ella agarró la calavera entre sus manos y cuando la luz le dio de lleno la
plátanos, hirviendo en su propio hervor. soltó.
Se durmió y no despertó hasta que la luz alumbró los ladrillos rojos, -Es una calavera de muerto- dijo.
asperjados de rocío entre la gris mañana de un nuevo día. Gritó: -Debes encontrar algo más junto a ella. Dame todo lo que encuentres.
- ¡Justina! EI cadáver se deshizo en canillas; la quijada se desprendió como si fuera de
Y ella apareció en seguida, como si ya hubiera estado allí, envolviendo su azúcar. Le fue dando pedazo a pedazo hasta que llegó a los dedos de los pies
cuerpo en una frazada. y le entregó coyuntura tras coyuntura. Y la calavera primero; aquella bola
- ¿Qué quieres, Susana? redonda que se deshizo entre sus manos.
-El gato. Otra vez ha venido. -Busca algo más, Susana. Dinero. Ruedas redondas de oro.
-Pobrecita de ti, Susana. Búscalas, Susana.
Se recostó sobre su pecho, abrazándola, hasta que ella logró levantar Entonces ella no supo de ella, sino muchos días después entre el hielo,
aquella cabeza y le preguntó: entre las miradas llenas de hielo de su padre. Por eso reía ahora.
- ¿Por qué lloras? Le diré a Pedro Páramo que eres buena conmigo. No le -Supe que eras tú, Bartolomé. Y la pobre de Justina, que lloraba sobre su
contaré nada de los sustos que me da tu gato. No te pongas así, Justina. corazón, tuvo que levantarse al ver que ella reía y que su risa se convertía
-Tu padre ha muerto, Susana. Antenoche murió, y hoy han venido a decir en carcajada. Afuera seguía lloviendo. Los indios se habían ido. Era lunes y
que nada se puede hacer; que ya lo enterraron; que no lo han podido traer el valle de Comala seguía anegándose en lluvia. Los vientos siguieron
aquí porque el camino era muy largo. soplando todos esos días. Esos vientos que habían traído las lluvias. La
Te has quedado sola. Susana. lluvia se había ido; pero el viento se quedó. Allá en los campos la milpa oreó
-Entonces era él -y sonrió-. Viniste a despedirte de mí -dijo, y sonrió. sus hojas y se acostó sobre los surcos para defenderse del viento. De día era
Muchos años antes, cuando ella era una niña, él le había dicho: pasadero; retorcía las yedras y hacía crujir las tejas en los tejados; pero de
-Baja, Susana, y dime lo que ves. noche gemía, gemía largamente. Pabellones de nubes pasaban en silencio
Estaba colgada de aquella soga que le lastimaba la cintura, que le sangraba por el cielo como si caminaran rozando la tierra.
sus manos; pero que no quería soltar: era como el único hilo que la sostenía Susana San Juan oye el golpe del viento contra la ventana cerrada. Está
al mundo de afuera. acostada con los brazos detrás de la cabeza pensando, oyendo los ruidos de
-No veo nada, papá. la noche; cómo la noche va y viene arrastrada por el soplo del viento sin
-Busca bien, Susana. Haz por encontrar algo. Y la alumbró con su lámpara. quietud. Luego el seco detenerse. Han abierto la puerta. Una racha de aire
-No veo nada, papá. apaga la lámpara. Ve la oscuridad y entonces deja de pensar. Siente
-Te bajaré más. Avísame cuando estés en el suelo. Había entrado por un pequeños susurros. En seguida oye el percutir de su corazón en
pequeño agujero abierto entre las tablas. Había caminado sobre tablones palpitaciones desiguales. Al través de sus párpados cerrados entrevé la
podridos, viejos, astillados y llenos de tierra pegajosa: llama de la luz.
-Baja más abajo, Susana, y encontrarás lo que te digo. No abre los ojos. El cabello está derramado sobre su cara. La luz enciende
gotas de sudor en sus labios. Pregunta: - ¿Eres tú, padre?
-Soy tu padre, hija mía. - Pues, nanada más esto. Mataron a don Fulgor Sesedano. Yo le hacía
Entreabre los ojos. Mira como si cruzara sus cabellos una sombra sobre el compañía. Habíamos ido por el rurrumbo de los vertederos para averiguar
techo, con la cabeza encima de su cara. Y la figura borrosa de aquí enfrente, por qué se estaba escaseando el agua. Y en eso andábamos cucuando vimos
detrás de la lluvia de sus pestañas. Una luz difusa; una luz en el lugar del una manada de hombres que nos salieron al encuentro. Y de entre la
corazón, en forma de corazón pequeño que palpita como llama parpadeante. mumultitud aquella brotó una voz que dijo: "Yo a ése le coconozco. Es el
"Se te está muriendo de pena el corazón -piensa-. Ya sé que vienes a administrador de la Memedia Luna." "A mí ni me totomaron en cuenta. Pero
contarme que murió Florencio; pero eso ya lo sé. No te aflijas por los demás; a don Fulgor le mandaron soltar la bestia. Le dijeron que eran
no te apures por mí. Yo tengo guardado mi dolor en un lugar seguro. No revolucionarios. Que venían por las tierras de usté. ‘Cocórrale! -le dijeron a
dejes que se te apague el corazón." don Fulgor-. ¡Vaya y dígale a su patrón que allá nos veremos!' Y él soltó la
Enderezó el cuerpo y lo arrastró hasta donde estaba el padre Rentería. cacalda, despavorido.
¡Déjame consolarte con mi desconsuelo! -dijo, protegiendo la llama de la vela No muy de prisa por lo pepesado que era; pero corrió. Lo mataron,
con sus manos. cocorriendo. Murió cocon una pata arriba y otra abajo."
El padre Rentería la dejó acercarse a él; la miró cercar con sus manos la "Entonces yo ni me momoví. Esperé que fuera de nonoche y aquí estoy para
vela encendida y luego juntar su cara al pabilo inflamado, hasta que el olor anunciarle lo que papasó."
a carne chamuscada lo obligó a sacudirla, apagándola de un soplo. - ¿Y qué esperas? ¿Por qué no te mueves? Anda y diles a ésos que aquí estoy
Entonces volvió la oscuridad y ella corrió a refugiarse debajo de sus para lo que se les ofrezca. Que vengan a tratar conmigo. Pero antes date un
sábanas. rodeo por La Consagración.
El padre Rentería le dijo: -He venido a confortarte, hija. ¿Conoces al Tilcuate? Allí estará. Dile que necesito verlo. Y a esos fulanos
-Entonces adiós, padre -contestó ella-. No vuelvas. No te necesito. avísales que los espero en cuanto tengan un tiempo disponible. ¿Qué jaiz de
Y oyó cuando se alejaban los pasos que siempre dejaban una sensación de revolucionarios son?
frío, de temblor y miedo. -No lo sé. Ellos ansí se nonombran.
- ¿Para qué vienes a verme, si estás muerto? -Dile al Tilcuate que lo necesito más que de prisa.
El padre Rentería cerró la puerta y salió al aire de la noche. -Así lo haré, papatrón.
El viento seguía soplando. Pedro Páramo volvió a encerrarse en su despacho. Se sentía viejo y
Un hombre al que decían el Tartamudo llegó a la Media Luna y preguntó por abrumado. No le preocupaba Fulgor, que al fin y al cabo ya estaba "más
Pedro Páramo. para la otra que para ésta". Había dado de sí todo lo que tenía que dar;
-¿Para qué lo solicitas? aunque fue muy servicial, lo que sea de cada quien. "De todos modos, los
-Quiero hablar cocon él. 'tilcuatazos' que se van a llevar esos locos", pensó.
-No está. Pensaba más en Susana San Juan, metida siempre en su cuarto,
-Dile, cucuando regrese, que vengo de paparte de don Fulgor. durmiendo, y cuando no, como si durmiera. La noche anterior se la había
-Lo iré a buscar; pero aguántate unas cuantas horas. pasado en pie, recostado en la pared, observando a través de la pálida luz de
-Dile es cocosa de urgencia. la veladora el cuerpo en movimiento de Susana; la cara sudorosa, las manos
-Se lo diré. agitando las sábanas, estrujando la almohada hasta el desmorecimiento.
El hombre al que decían el Tartamudo aguardó arriba del caballo. Pasado Desde que la había traído a vivir aquí no sabía de otras noches pasadas a su
un rato, Pedro Páramo, que nunca había visto, se le puso enfrente: lado, sino de estas noches doloridas, de interminable inquietud. Y se
-¿Qué se te ofrece? preguntaba hasta cuándo terminaría aquello.
-Necesito hablar directamente cocon el patrón.
-Yo soy. ¿Qué quieres?