Der. Internacional

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Análisis del Tratado de 20 de Octubre de 1904.

Desde el punto de vista formal, el tratado suscrito en Santiago de Chile, por el


que Bolivia cede a Chile a perpetuidad el territorio costero con que nació a la
vida independiente, cumplió con los requisitos generalmente establecidos.

Uno de esos requisitos consagrados para la validez de los tratados es que,


quienes los firman cuenten con la expresa representación de su gobierno. El
poder otorgado a quien está encargado por su país para suscribir un tratado, se
consigna en un documento –plenipotencia o plenos poderes– autorizado y
suscrito por el respectivo Jefe de Estado que es el conductor de las relaciones
exteriores de su país.

Para la suscripción del Tratado de Paz y Amistad de 20 de octubre de 1904, el


Presidente de la República de Bolivia otorgó plenos poderes al Plenipotenciario
don Alberto Gutiérrez y el Presidente de Chile al Ministro de Relaciones
Exteriores don Emilio Bello Codesido. Conforme a la práctica establecida, a la
firma del tratado, se canjearon los respectivos plenos poderes “hallándolos en
buena y debida forma”.

Pese a que las formas en el Tratado fueron inobjetables a la firma del tratado,
surgió una importante cuestión referida al territorio comprendido entre los
paralelos 23 y 24. En efecto, el artículo 2° establece que “…quedan reconocidos
de dominio absoluto y perpetuo de Chile los territorios ocupados por éste en
virtud del artículo 2° del Pacto de Tregua de 4 de abril de 1884” .
Inmediatamente fue advertido que no se mencionaba expresamente el territorio
comprendido entre los mencionados paralelos, aunque se indicaba que el
tratado se refería al “dominio absoluto y perpetuo de Chile los territorios
ocupados por éste…”. Esto fue resuelto a menos de dos meses de la suscripción
del Tratado. Recientemente se expuso nuevamente la cuestión, como un punto
que podría favorecía a Bolivia en la recuperación de ese territorio,
presuntamente no cedido a Chile por el Tratado de 1904. Quizá por falta de
difusión se desconocía que hubo una posterior aclaración. En efecto, el 15 de
noviembre de 1904, en el Acta Aclaratoria del Tratado de Paz y Amistad entre
Chile y Bolivia, suscrita en Santiago por el Ministro de Relaciones Exteriores de
Chile, don Luis A. Vergara y el Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario
de Bolivia en Chile, don Alberto Gutiérrez, se recoge lo expuesto por el
representante boliviano, en sentido de que “…debidamente autorizado por su
Gobierno, no tenía inconveniente para hacer la declaración pedida por el señor
Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, esto es, que el Gobierno de Bolivia
reconoce el dominio absoluto y perpetuo de Chile en el territorio situado entre
los paralelos 23 y 24 de latitud meridional, desde el mar hasta el actual deslinde
con la República Argentina”. En realidad, de no darse la aclaración, Bolivia quizá
hubiera podido jurídicamente, pero siempre en el campo teórico reclamar
soberanía sobre el territorio mencionado, aunque hubiera supuesto una
solución de continuidad del territorio chileno, sin conexión con Bolivia.

La otra cuestión es mucho más importante y dramática. El Tratado de 1904 fue


producto de la imposición, respaldada por la fuerza; fue el resultado de la
conquista y suscrito cuando Chile ocupaba militarmente el territorio que fuera
incuestionablemente boliviano. Claro que hay chilenos, que sostienen
majaderamente que el Tratado de 1904 no fue resultado de la presión y la
amenaza, puesto que, cuando se suscribió –dicen– no había tropas chilenas en
territorio boliviano. La distorsión, se hace notoria ante la evidencia, reconocida
aún en el tratado de 1904: “… quedan reconocidos del dominio absoluto de
Chile los territorios ocupados por éste…”. Pero es más: Chile, en el tiempo en
que se negoció, suscribió y ratificó el mencionado tratado, ocupaba por la
fuerza con pleno control militar, como resultado de una guerra, el territorio
boliviano del Litoral y sus poblaciones y puertos como Antofagasta, Mejillones y
Tocopilla y la población de Calama. Aunque con diferentes connotaciones a las
que tienen los pactos en el derecho común, es inobjetable que hubo violencia y,
por tanto, un vicio en el consentimiento. Se trató, en efecto, del consentimiento
dado por una Nación amenazada, como lo prueba la nota de 13 de agosto de
1900 enviada al Gobierno de Bolivia por el representante diplomático chileno en
La Paz, Abraham König. He aquí algo de lo dicho en esa carta:

“En tiempo de guerra, las fuerzas de Chile se apoderarían –ostensible


amenaza–del único puerto boliviano con la misma facilidad con que ocuparon
todos los puertos del litoral de Bolivia de 1879.

“…sabido es de todos los que conocen los recursos de mi país –Chile–, que su
poder ofensivo se ha centuplicado en los últimos veinte años”.

“No podemos esperar más (la cesión territorial en favor de Chile). El Gobierno y
el pueblo de Chile consideran que han esperado con paciencia”.

“Chile ha ocupado el litoral y se ha apoderado de él con el mismo título con que


Alemania anexó al imperio la Alsacia y la Lorena, con el mismo título con que
los Estados Unidos de América del Norte han tomado a Puerto Rico. Nuestros
derechos nacen de la victoria, la ley suprema de las naciones.

“Que el litoral es rico y vale millones, eso ya lo sabíamos. Lo guardamos porque


vale; que si nada valiera, no habría interés en su conservación”.
“Terminada la guerra, la nación vencedora impone sus condiciones y exige el
pago de los gastos ocasionados. Bolivia fue vencida, no tenía con qué pagar y
entregó su litoral”.

Nada más claro que lo anterior que es históricamente cierto, que prueba que la
usurpación se consolidó bajo amenazas chilenas para obtener la suscripción de
un tratado. Hay, aun, otros elementos, que la historia recoge como pruebas de
la brutal conducta internacional del Chile de ese tiempo. Consecuentemente,
resulta claro que el Tratado de Paz y Amistad suscrito entre Bolivia y Chile el 20
de octubre de 1904, fue producto de la conquista territorial por la fuerza y de
las amenazas. En suma hubo claros vicios del consentimiento.

Aunque lo anterior constituye una evidencia, el avance del derecho


internacional y, en especial, del derecho de los tratados, no siempre es –por
increíble que parezca al jurista– una causal para invocar la nulidad de lo
pactado.

La Demanda Boliviana

La demanda presentada en abril de 2013, reclama una salida soberana al


océano Pacífico que Bolivia perdió por la fuerza de las armas hace 139 años
cuando fue invadido su puerto de Antofagasta. En este episodio, Bolivia perdió
400 kilómetros lineales de costa y 120.000 kilómetros cuadrados de territorio.

La demanda boliviana se ampara en el “Acuerdo de Charaña” firmado en 1975,


entre los generales Hugo Banzer y Augusto Pinochet y suponía el fin de la
ruptura de las relaciones diplomáticas que habían sido suspendidas en el año
1962.

Con este pacto, el Gobierno chileno ofreció solucionar el asunto de la


territorialidad marítima a través de un canje accediendo una franja de terreno
ariqueño, decisión rechazada por Perú que provocó la ruptura de las relaciones
entre Bolivia y Chile. Según las condiciones del Tratado de Lima de 1929, Perú
tenía que ser consultado previo al acuerdo y por ello propuso un estatuto
trinacional que fue rechazado por sendas dictaduras.

Fue así como el Acuerdo de Charaña se disolvió y el 17 de marzo de 1978


Banzer rompió las relaciones diplomáticas con Chile. Quedaron sin implementar
los seis puntos del acta de Charaña y el conflicto se extendió hasta nuestros
días.
Los 8 argumentos rebatidos por la Corte de La Haya

Bolivia invocó ocho argumentos jurídicos para sostener la demanda marítima.


La Corte Internacional de Justicia (CIJ) analizó cada uno de ellos y ayer
concluyó que son “insuficientes” para demostrar la obligación de Chile a
negociar un acceso soberano al océano Pacífico para los bolivianos.

La Corte citó estos argumentos jurídicos que planteó Bolivia: 1. Los acuerdos
bilaterales; 2. Las declaraciones y otros actos unilaterales de Chile; 3. La
aquiescencia; 4. El Stoppel, 5. Las expectativas legítimas; 6. El párrafo 3 del
artículo 2 de la carta de la ONU; 7. Las resoluciones de la Asamblea General de
la OEA y 8. El alcance jurídico de los instrumentos de los actos y elementos de
conducta considerados de manera acumulativa, según ANF.

Cada uno de estos argumentos de Bolivia, los ocho, se convirtieron en una


negativa de la Corte de La Haya al pedido de Bolivia en su demanda presentada
en abril 2013. Este es un resumen de las observaciones del Tribunal.

ACUERDOS BILATERALES La demanda de Bolivia se fundamentó principalmente


en los acuerdos bilaterales; sin embargo, los magistrados no vieron en ninguno
de los actos bilaterales mencionados motivos para estimar que Chile contrajo
una obligación jurídica de negociar con Bolivia.

Sobre el acuerdo de Charaña, firmado en 1975, entre los presidentes de Bolivia


y Chile, Hugo Banzer y Augusto Pinochet, que era considerado por Bolivia como
uno de los acuerdos más firmes, el Tribunal afirmo que más que un
compromiso entre estados fue una declaración política.

ACTOS UNILATERALES La Corte de La Haya estima que “los actos unilaterales”


señalados por Bolivia no reúnen los requisitos necesarios, ya que su
formulación no deja entender que Chile haya contraído una obligación jurídica
de negociar, ni muestra que tuviera intención de asumir compromisos.

“La Corte concluye que la obligación de negociar un acceso soberano de Bolivia


al mar no puede fundarse en ninguno de los actos unilaterales de Chile a los
que hace referencia Bolivia”, dijo el juez presidente de la CIJ, Abdulqawi Ahmed
Yusuf, encargado de leer el fallo.

AQUIESCENCIA Otra base jurídica a la que se refirió Bolivia para alegar la


existencia de una obligación es la aquiescencia o consentimiento. Bolivia hizo
referencia a la declaración de octubre 1979 y también a la de noviembre de
1984.

Para la Corte, Bolivia no presentó ninguna prueba que “demostrara” que,


mediante un silencio o consentimiento tácito, Chile aceptara la obligación de
negociar una salida al mar, como La Paz defendía en referencia a la firma de la
Convención de la ONU sobre el Derecho del Mar de 1982.

STOPPEL La Corte concluye que en el caso presente las condiciones esenciales


para el Stoppel, o impedimento, no se cumplen. Si bien se han efectuado
afirmaciones repetidas por parte de Chile de su disposición para negociar un
acceso soberano de Bolivia al Pacífico, no implican una obligación de negociar.

Los jueces estipulan, en este punto, que las posiciones de Chile "no indican la
existencia de una obligación a negociar" y que "Bolivia no probó que modificara
su posición en detrimento suyo o en beneficio de Chile en base a las tomas de
posición" de los chilenos.

EXPECTATIVAS LEGÍTIMAS La CIJ reconoce que algunas sentencias arbitrales


recogen este principio, pero rechaza su extensión al "derecho internacional
general".

Para Bolivia, las declaraciones sucesivas de Chile a lo largo de los años crearon
unas expectativas legítimas de recobrar un acceso soberano, un principio que
ya habrían utilizado tribunales de arbitraje en asuntos relativos a la protección
de las inversiones.

CARTA DE LA ONU Otro de los argumentos de Bolivia para justificar la


obligación de negociar de Chile era la Carta de las Naciones Unidas, en concreto
el párrafo 3 del artículo sobre la resolución de controversias internacionales
"por medios pacíficos".

"Las resoluciones de la Asamblea General de la OEA no son vinculantes como


tal y no pueden ser la fuente de una obligación internacional", dictaminan los
magistrados de la CIJ, según diario cruceño El Deber.

RESOLUCIONES DE LA OEA La Corte señala que ninguna de las resoluciones de


la Organizaciones de los Estados Americanos (OEA) indica que Chile tenga
obligación alguna de negociar el acceso soberano de Bolivia al mar, solo
recomienda a Bolivia y Chile que inicien negociaciones sobre esta cuestión.

“Reconocen ambas partes que la resolución de la Asamblea no son vinculantes


de por sí, y no pueden dar lugar a una obligación internacional. La Corte no
puede inferir, a partir del contenido de estas resoluciones ni a partir de la
posición de Chile respecto de su adopción, que Chile haya aceptado una
negociación el acceso por Bolivia soberano al océano Pacífico”.

HISTORIAL ACUMULADO La Corte señala que el argumento de Bolivia sobre el


efecto acumulativo de los actos de Chile no tiene una base para un resultado
final que determine obligación.
Tras dar lectura a sus observaciones, la CIJ dio a conocer su fallo. "La Corte,
por 12 votos contra 3, concluye que la República de Chile no contrajo la
obligación de negociar un acceso soberano al Océano Pacífico para el Estado
Plurinacional de Bolivia", sostuvo el presidente de la Corte, Abdulaqawi Ahmed
Yasuf.

5 Años

Bolivia demandó a Chile ante la Corte de La Haya en 2013 para que el Tribunal
lo obligara a negociar la restitución de la salida soberana al mar y tras cinco
años del proceso se conoció el fallo, adverso para el país.

Los tres jueces que votaron a favor de Bolivia

El resultado fue contundente: por 12 votos a favor y tres en contra, la CIJ


resolvió este lunes que Chile no tiene la obligación de negociar un acceso
soberano al Océano Pacífico para Bolivia. Los tres jueces disidentes, que
votaron a favor de Bolivia son:

1. NAWAF SALAM (Líbano) El magistrado indicó que el intercambio de cartas


puede constituir un acuerdo internacional que crea derechos y obligaciones
para las partes involucradas. En ese sentido, señalas que las Notas
intercambiadas en 1950 entre el Embajador de Bolivia en Chile y el Ministro de
Relaciones Exteriores de ese país, fueron redactadas por personas capaces de
comprometerse con sus respectivos estados.

El juez Salam argumentó que la las declaraciones unilaterales también


presentan una obligación de Chile a negociar con Bolivia. Señaló en particular
una carta enviada por un presidente chileno y su homólogo boliviano. Para el
libanés, ello refleja la intención de Chile de cumplir su compromiso con Bolivia.

2. PATRICK LIPTON ROBINSON (Jamaica). Para este juez, el memorándum


Trucco junto con la respuesta de Bolivia y las declaraciones de Charaña,
constituye una obligación legal por parte de Chile de negociar el acceso
soberano al océano Pacífico. En su opinión, estos dos conjuntos de
instrumentos establecen tratados en el sentido de la Convención de Viena sobre
el Derecho de los Tratados.

Robinson señala que una expresión de disposición a negociar puede asumir el


carácter de una obligación legal si las circunstancias particulares o el contexto
en el que se usan las palabras evidencian la intención de estar legalmente
obligados.

3. YVES DAUDET (Francia) Este magistrado sostuvo que al menos tres


elementos deberían haber sido considerados como una obligación de negociar:
El Acta Protocolizada de 1920, el intercambio de Notas de 1950 y el proceso de
Charaña de 1975-1978, según latercera.com.

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