Chile Vs Bolivia
Chile Vs Bolivia
Chile Vs Bolivia
El contexto histórico es el cimiento de la construcción del caso boliviano. Impedido, por razones jurídicas,
de plantear la revisión del Tratado de 1904, Bolivia recurrió a la historia de nuestras relaciones, viendo
en diversas ocasiones y períodos, el nacimiento y permanencia de una obligación de negociar por parte
de Chile para concederle un acceso soberano al Océano Pacífico. Para ello, la Corte examinó, en orden
cronológico eventos que han marcado la relación entre Bolivia y Chile. Pasó revista a hechos anteriores a
1904, incluyendo el Tratado de Transferencia de Territorio de 1895 que, declaró, jamás entró en vigor.
Aludió al Tratado de Paz de 1904, haciendo hincapié en su artículo II que reconoce que el territorio
ocupado por Chile en aplicación del Pacto de Tregua de 1884 fue delimitado entre Bolivia y Chile y es de
dominio absoluto y perpetuo de Chile. Se refirió a los intercambios y declaraciones de los años 20,
deteniéndose en el Acta suscrita ese año, a intercambios posteriores, a la propuesta Kellog de 1926 y al
Memorándum Matte del mismo año. Más adelante citó la reacción boliviana al Tratado de 1929 con
Perú, el intercambio de notas de 1950, y el Memorándum Trucco de 1961. Finalmente, analizó el proceso
de Charaña, las Declaraciones y Resoluciones ante la OEA, el enfoque fresco de 1986-1987, la
Declaración de Algarve y la Agenda de los 13 puntos. De todos ellos, Bolivia se fijó particularmente en los
Acuerdos Bilaterales y en las Declaraciones y otros Actos Unilaterales de Chile, hechos que, conforme a
su criterio, daban origen a la obligación de negociar.
Tras exponer los antecedentes históricos y de hecho del juicio, y antes de analizar los fundamentos
jurídicos de Bolivia, la Corte hizo tres consideraciones generales. Explicó, en primer lugar, las
características que debe reunir una obligación de negociar. Dijo que, si bien los Estados son libres para
entrar en negociaciones o ponerles fin, si lo hacen, ellas deben ser significativas, es decir, conducirse
haciendo el máximo de esfuerzos para llegar a un acuerdo, aunque este no se logre. El acuerdo no es
obligatorio. En seguida, muy importante es el recuerdo que hizo del objeto de la controversia, el que,
como se señaló anteriormente, fue fijado en la excepción preliminar, acotando el resultado del juicio
solamente a si había o no obligación de negociar. Finalmente, dejó en claro que Bolivia entendía el
término “acceso soberano” como aquel en que un Estado no depende de nada ni de nadie para gozar de
dicho acceso. Acceso soberano es un régimen que asegura una vía ininterrumpida de Bolivia al Océano
Pacífico.
Tras exponer los antecedentes históricos y de hecho del juicio, y antes de analizar los fundamentos
jurídicos de Bolivia, la Corte hizo tres consideraciones generales. Explicó, en primer lugar, las
características que debe reunir una obligación de negociar. Dijo que, si bien los Estados son libres para
entrar en negociaciones o ponerles fin, si lo hacen, ellas deben ser significativas, es decir, conducirse
haciendo el máximo de esfuerzos para llegar a un acuerdo, aunque este no se logre. El acuerdo no es
obligatorio. En seguida, muy importante es el recuerdo que hizo del objeto de la controversia, el que,
como se señaló anteriormente, fue fijado en la excepción preliminar, acotando el resultado del juicio
solamente a si había o no obligación de negociar. Finalmente, dejó en claro que Bolivia entendía el
término “acceso soberano” como aquel en que un Estado no depende de nada ni de nadie para gozar de
dicho acceso. Acceso soberano es un régimen que asegura una vía ininterrumpida de Bolivia al Océano
Pacífico.
La Corte inició el análisis de los fundamentos jurídicos planteados por Bolivia, fijando su propia posición
respecto de la obligación de negociar. “En el Derecho Internacional, afirmó, la existencia de una
obligación de negociar tiene que ser establecida de la misma manera que cualquier otra obligación
jurídica. La negociación es parte de la práctica común de los Estados en sus relaciones bilaterales y
multilaterales”8. Agregó que, para que exista una obligación de negociar basada en un acuerdo, los
términos empleados por las Partes, el objeto y las condiciones de las negociaciones, deben demostrar
una intención de obligarse jurídicamente. Esta intención, señaló, en la ausencia de términos expresos
que indiquen la ausencia de un compromiso jurídico, puede ser establecida sobre la base de un examen
objetivo de toda evidencia.
Como se señala más arriba, la parte más extensa del fallo es aquella en que analiza si los hechos
planteados en el juicio, constituyen Acuerdos Bilaterales y Actos Jurídicos Unilaterales, derivándose de
dichas fuentes la obligación jurídica de negociar esgrimida por Bolivia.
En cuanto a los Acuerdos Bilaterales, el Fallo recurre a la Convención de Viena de Derecho de los
Tratados, reconociendo que, conforme al Derecho Internacional Consuetudinario reflejado en su art. 3,
“los Acuerdos no celebrados por escrito” pueden tener valor jurídico pero que, en este caso, dichos
acuerdos requieren de la intención de las Partes para vincularse jurídicamente, lo que también es válido
para los acuerdos tácitos. Recuerda, asimismo, que la prueba de un acuerdo jurídico tácito debe ser
convincente. Bajo este elevado prisma, el Fallo analiza los intercambios diplomáticos de la década de
1920, el intercambio de notas de 1950, la Declaración de Charaña de 1975, los comunicados de 1986, la
Declaración de Algarve y la Agenda de los 13 puntos.
Respecto del Acta de 1920 e intercambios posteriores, la Corte señaló ver en ella un texto que no
contiene compromisos y no es vinculante por expresa disposición del propio Canciller boliviano y
aceptación tácita de su contraparte chilena. Además, descartada el Acta de 1920, también descartó los
intercambios posteriores, aunque expresa que el Memorándum dirigido por el Canciller chileno Jorge
Matte, en 1926, al Secretario de Estado norteamericano, Frank Kellog9, sí podría haber indicado una
obligación de negociar si hubiese estado dirigida a Bolivia
Bolivia en 2013 formalizó una demanda contra Chile ante La Haya para obligar a Santiago a negociar una
salida soberana al mar, perdida en una guerra entre 1879 y 1883 cuando tuvo que ceder 400 kilómetros
de costa y 120.000 kilómetros cuadrados de territorio.
Siempre citando la Convención de Viena, se refiere al intercambio de notas de 1950, diciendo que este
hecho puede originar un Tratado, pero siempre que en su canje se especifique dicho efecto, lo que no
sucedió en este caso. Asimismo destacó que en la práctica internacional, el intercambio de notas se hace
con un mismo lenguaje, lo que tampoco se advierte aquí. Por último, señaló que de las palabras
utilizadas por Chile: “estar dispuesto a iniciar negociaciones”, no se puede inferir la aceptación de una
obligación de negociar un acceso soberano al mar.
En lo relacionado con la reunión de Charaña y su secuencia, la Corte consideró que podría haber surgido
dicha obligación si ambas Partes hubiesen expresado la intención de verse obligadas por la Declaración,
lo que no hicieron. De todo ello se infiere, dice la Corte, que la Declaración fue un documento político10.
De la Declaración Conjunta posterior de fecha 10 de junio de 1977, tampoco se puede inferir una
obligación. En ella ambos gobiernos acordaron iniciar negociaciones, pero no fueron más allá que de
reafirmar la necesidad de proseguir dichas negociaciones, sin mencionar obligación alguna de negociar.
La Corte dejó constancia que durante este proceso, la propuesta hecha por Chile a Bolivia, fue
consultada por Chile al Perú, de conformidad con lo dispuesto en el art. 1 del Protocolo Complementario
de 1929. Dicha consulta, dice la Corte, fue respondida por Perú, proponiendo situar parte del territorio
litoral de Chile bajo la jurisdicción conjunta de los tres Estados, lo que Chile y Bolivia rechazaron. Más
adelante, la Corte igualmente desestimó el carácter de Acuerdos Bilaterales dado por Bolivia al llamado
“Enfoque Fresco” de 1986-198711, a la Declaración de Algarve12 y a la Agenda de 13 puntos13, por
estimar que de ninguna de las situaciones expuestas era posible concluir que Chile se había obligado a
negociar un acceso soberano al Pacífico.
Respecto de las Declaraciones y Hechos Unilaterales, la gran cantidad de declaraciones formuladas por
autoridades nacionales a lo largo de nuestra historia, la mayoría de las cuales califica Bolivia como
Declaraciones Unilaterales vinculantes, la Corte fijó los criterios para determinar si la declaración de un
Estado conlleva obligaciones jurídicas. Dice: Las declaraciones de esta naturaleza pueden ser y con
frecuencia lo son, muy precisas. Cuando el Estado autor de la declaración entiende que se está obligando
conforme a sus propios términos, esta intención le confiere el carácter de compromiso legal. El Estado, a
partir de este momento, debe seguir una línea de conducta consistente con su declaración. Un
compromiso de estas naturaleza hecho públicamente y con la intención de obligarse, a pesar de no
haberse hecho en el contexto de negociaciones internacionales, es obligatorio”. Además, señaló que
para determinar los efectos jurídicos de una declaración hecha por una persona representante del
Estado, uno debe examinar el contenido real, así como las circunstancias en las que se realizó. Teniendo
en cuenta los criterios señalados, la Corte consideró que las declaraciones y otros actos unilaterales de
Chile no se expresan en términos de asumir un compromiso jurídico. Respecto de las circunstancias en
que se formularon, la Corte no encontró evidencia alguna de una intención de Chile de obligarse a
negociar.
Algunos reclamos
El Tratado de 1904 no puso fin al conflicto binacional. Poco tiempo después se inició una cadena de
reclamos bolivianos y el consecuente deterioro de las relaciones diplomáticas con Chile. Algunos de esos
reclamos fueron:
1920: Bolivia plantea por primera vez, ante la Liga de las Naciones, revisar el Tratado de 1904. Una
gestión que termina sin éxito.
1975: Los dictadores Hugo Banzer (Bolivia) y Augusto Pinochet (Chile) protagonizan el famoso abrazo de
Charaña, que da inicio a una negociación sobre la demanda boliviana. Sin embargo, en 1979 fracasa la
negociación iniciada por los dictadores y se rompen las relaciones diplomáticas.
1979: La Organización de Estados Americanos (OEA) por primera vez declara que "la cuestión marítima
es un asunto de interés hemisférico permanente".
1989: La ONU acepta incluir la demanda boliviana como tema de cualquier sesión a pedido de una de las
partes. Esta referencia consta en un un informe entregado a la OEA en 2008 por el entonces canciller de
Bolivia, David Choquehuanca.
1992: Los presidentes de Bolivia, Jaime Paz Zamora, y de Perú, Alberto Fujimori, firman un acuerdo que
concede a Bolivia una salida al océano Pacífico por el puerto de Ilo, hasta hoy sin uso.
2006: Los presidentes Evo Morales (Bolivia) y Michelle Bachelet (Chile) establecen una agenda de trece
puntos que incluye el tema del mar.
2013: A 134 años del inicio de la Guerra del Pacífico, Evo Morales reitera que el diferendo se resolverá en
el marco del Estado de Derecho vigente en el país. Semanas más tarde, Bolivia anuncia que demandará a
Chile ante los tribunales internacionales para que atienda su reclamación marítima. Y Chile responde que
una demanda sería un serio obstáculo en las relaciones bilaterales.
Posición de Chile
Tras conocerse que la CIJ se declaraba competente para atender la petición boliviana, la entonces
presidenta Michelle Bachelet calificó la demanda como "carente de toda base" pues "confunde derechos
con aspiraciones y tergiversa completamente lo que ha sido la historia" entre ambos países.
Poco después, al asumir su segundo mandato (11 de marzo de 2018), Sebastián Piñera declaró que "Chile
no va a perder territorio, mar, integridad territorial o soberanía", independientemente del fallo del
tribunal de La Haya.
Vale recordar que en su anterior mandato (2010-2014), el presidente Piñera fue quien decidió congelar
una serie de acuerdos exploratorios conocidos como la agenda de los 13 puntos, que habían iniciado en
2006 los presidentes Morales y Bachelet.
Por su parte, Daniel Bethlehem, uno de los abogados de la parte chilena, dijo que al entablar el juicio,
Bolivia recurre al sentimiento y no al derecho.
Por último, el equipo legal que defiende la posición chilena anunció, luego de entregar su dúplica a los
alegatos bolivianos, que no tienen ninguna obligación para entregar a Bolivia un acceso al Pacífico, y en
el caso de que se presente un fallo desfavorable para ellos, Bolivia no tendría derecho a una soberanía
territorial en su país.
Además, el académico recuerda que las relaciones chileno-bolivianas han estado marcadas por la
conflictividad en la diplomacia, debido al tema de la salida al mar.
"Entendiendo eso, siento que esta situación se mantendrá por un tiempo porque existe desconfianza.
Entonces, mientras ambos países no sean capaces de construir agendas de cooperación, la conflictividad
seguirá teniendo un rol fundamental dentro de su historia política", finaliza Máximo Quitral.
Chile, por su parte, entregó sus argumentos por escrito en su réplica a la contrademanda, destacó el
texto de la cancillería.
Tras la presentación de este documento por parte del país, el litigio quedaría en condición de pasar a la
fase oral, etapa en la que -de acuerdo con las normas de la Corte- todos los antecedentes presentados
de manera escrita dejan de tener carácter reservado.
El caso sobre el Estatus y Usos de las aguas del Silala fue iniciado por Chile el 6 de junio de 2016.
En su presentación, Chile solicitó al tribunal que declare que el Silala es un curso de agua internacional,
cuyo uso se rige por el derecho internacional consuetudinario, y que el país tiene derecho al uso
equitativo y razonable de las aguas.
Además, Chile solicitó que la Corte establezca que Bolivia tiene la obligación de tomar todas las medidas
apropiadas para prevenir y controlar la contaminación y otras formas de daño a Chile que resulten de sus
actividades en las cercanías del Río Silala.
Asimismo, que declare que Bolivia tiene la obligación de cooperar y de proporcionar a Chile una
notificación oportuna de medidas planificadas que pudiesen tener un efecto negativo sobre recursos
hídricos compartidos del sistema del Río Silala.
Chile defiende que el Silala debe ser considerado un río internacional porque de los 8,5 kilómetros que
mide, 4,7 están en su territorio, mientras que los restantes 3,8 kilómetros recorren Bolivia.
El afluente nace en el Potosí boliviano y cruza la frontera hasta desembocar en otro fluvial situado en
Chile, el Inacaliri, pero su uso y estatus ha erosionado las relaciones entre Santiago y La Paz en los
últimos veinte años.
Según La Paz, las aguas del Silala eran originalmente unos manantiales, pero fueron canalizadas
artificialmente hacia la frontera gracias a unas obras chilenas hechas a principios del siglo XX en territorio
boliviano.
El pasado 10 de octubre, la agente chilena en el caso, Ximena Fuentes, explicó que dichos trabajos
fueron realizados por una empresa privada, no por el Estado chileno, y que esta recibió la autorización
de Bolivia porque su objetivo era evitar la contaminación del agua.
"El agua desciende por la pendiente del terreno, que es bastante fuerte, y solamente puede bajar hacia
el territorio de Chile. No hay ningún desvío artificial, como señala Bolivia", concluyó Fuentes.