Resumen El Espejo Cristiano - Espejo Feudal
Resumen El Espejo Cristiano - Espejo Feudal
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- El espejo cristiano
Según la historia oficial europea, el segundo elemento caracterizador de “lo europeo”, junto ala
cultura clásica, es el cristianismo. Éste suele sernos presentado como una doctrina definida desde
sus orígenes, cuando lo cierto es que entre el cristianismo original y el de la época constantiniana
hubo una larga y compleja evolución.
Fontana divide dicha evolución en tres etapas: la del Jesús histórico, la del paso de la Palestina
rural a las ciudades helenísticas y la de la asociación del cristianismo con el Imperio, que lo
contagió de todas las rigideces del poder.
La primera y, especialmente, la segunda etapa tuvieron un carácter plural y comunitario. Existía
una gran variedad de “herejías”, no en el sentido de “secta”, que tomó posteriormente, sino en el
sentido originario de airesis, esto es, “elección”, “opinión” o “escuela de pensamiento”.
Todas estas “escuelas” convivieron sin demasiados conflictos hasta que Constantino asoció el
cristianismo al Imperio y creó una Iglesia con una autoridad centralizada que tenía la potestad de
fijar las “verdades” admitidas que pasó convertirse en uno de los principales apoyos de ese nuevo
“Imperio cristiano”.”
Como la diversidad de opiniones podía su-poner una contestación de su poder, la Iglesia
reescribirá su propia historia, logrando imponerla idea de que el cristianismo fue, desde su ori-gen,
una sola doctrina unitaria. Con el objetivo de legitimarse, inventará el concepto de
“herejía”, al que empezó a atribuirle siempre los mismos rasgos: promiscuidad, sodomía, brujería,
origen oriental, elementos de dualismo o antropofagia. Estos estereotipos se seguirán utilizando
a lo largo de toda la historia como, por ejemplo, en las condenas de los templarios y delos cátaros
o en las “cazas de brujas” del siglo XVII.
Paradójicamente, las herejías presentaban numerosos elementos que recuerdan al cristianismo
primitivo: creencia en la proximidad de un fin de los tiempos, ascetismo, celibato, vegetarianismo,
numerología, astrología, valoración de evangelios “apócrifos” y de la tradición gnóstica, etc.
Lo que parece evidente es que su persecución no fue tanto una cuestión de “dogma” como de
disciplina. No es de extrañar que la Iglesia temiese a unas comunidades que se mantenían al
margen del poder episcopal, que presentaban una fuerte participación de los laicos, incluyendo a
las mujeres, que eran muy críticas con sus actos, etc.
Pero la Iglesia no perseguirá sólo a ese otro interior que era el hereje, sino también a ese otro
exterior que era el pagano. Se producirán persecuciones y campañas militares –ahora son los
paganos los que son arrojados a las fieras o quemados por los cristianos- con el objetivo de acabar
con las últimas comunidades paganas, lo que, según Fontana, no parece que haya sucedido hasta
el siglo IX.
Por su parte, Martín, obispo de Tours, luchó contra la vieja religión “pagana”, que no era más que
un sincretismo que integraba las divinidades locales en un panteón común de origen
grecorromano. Sus esfuerzos evangelizadores le lleva-ron a incendiar templos, talar árboles
sagrados, derribar ídolos, etc.
El paso del cristianismo primitivo a la cristiandad oficial conllevó numerosos cambios que, en un
principio, escapan a la esfera de la religión. Cambios en las costumbres (se eliminan los juegos
circenses, la fiesta del 1 de enero…), en la concepción del tiempo y de la historia (se introduce un
nuevo calendario, se empieza a contarlos años a partir del inicio de la “era cristiana”), en la
concepción del espacio (a la geografía, realista aunque imprecisa, de la cultura clásica le sucederán
unos mapas del mundo alegóricos), en la ordenación de la ciudad (el modelo reticular de la ciudad
romana es sustituido por un modelo de crecimiento más espontáneo que tiene como centro
principal el templo), en las normas de la vida (sexualidad, matrimonio).Fue durante lo que
conocemos como la “era patrística” o “Iglesia de la Antigüedad tardía”, cuando se completó el
proceso de fijación de la doctrina “católica” en Occidente y se emprendió la gran tarea de la
conversión del mundo “bárbaro”: germanos, celtas, galos, etc.
Pero sería simplificar demasiado identificar la evangelización con la expansión de Europa ya que la
conversión al cristianismo se limitaba en muchas partes a las capas dirigentes urbanas, mientras
que en el campo perduraba el paganismo autóctono y romano, que hoy en día sobrevive como
superstición o folklore, a lo que se sumaron de forma bastante superficial algunos pocos
elementos cristianos. De esa mezcla compleja, dice Fontana, surgirá la cultura medieval.
No debemos, pues, simplificar la historia con el manejo de unos conceptos demasiado generales,
como son los de “cristianismo”, “paganismo” o “herejía” ya que eso supondría, por un lado,
renunciar a comprender la realidad en toda su complejidad y, por el otro, adoptar el lenguaje
manipulador de los poderosos.