Resumen El Espejo Cristiano - Espejo Feudal

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 3

2.

- El espejo cristiano
Según la historia oficial europea, el segundo elemento caracterizador de “lo europeo”, junto ala
cultura clásica, es el cristianismo. Éste suele sernos presentado como una doctrina definida desde
sus orígenes, cuando lo cierto es que entre el cristianismo original y el de la época constantiniana
hubo una larga y compleja evolución.
Fontana divide dicha evolución en tres etapas: la del Jesús histórico, la del paso de la Palestina
rural a las ciudades helenísticas y la de la asociación del cristianismo con el Imperio, que lo
contagió de todas las rigideces del poder.
La primera y, especialmente, la segunda etapa tuvieron un carácter plural y comunitario. Existía
una gran variedad de “herejías”, no en el sentido de “secta”, que tomó posteriormente, sino en el
sentido originario de airesis,  esto es, “elección”, “opinión” o “escuela de pensamiento”.
Todas estas “escuelas” convivieron sin demasiados conflictos hasta que Constantino asoció el
cristianismo al Imperio y creó una Iglesia con una autoridad centralizada que tenía la potestad de
fijar las “verdades” admitidas que pasó convertirse en uno de los principales apoyos de ese nuevo
“Imperio cristiano”.”
Como la diversidad de opiniones podía su-poner una contestación de su poder, la Iglesia
reescribirá su propia historia, logrando imponerla idea de que el cristianismo fue, desde su ori-gen,
una sola doctrina unitaria. Con el objetivo de legitimarse, inventará el concepto de
“herejía”, al que empezó a atribuirle siempre los mismos rasgos: promiscuidad, sodomía, brujería,
origen oriental, elementos de dualismo o antropofagia. Estos estereotipos se seguirán utilizando
a lo largo de toda la historia como, por ejemplo, en las condenas de los templarios y delos cátaros
o en las “cazas de brujas” del siglo XVII.
Paradójicamente, las herejías presentaban numerosos elementos que recuerdan al cristianismo
primitivo: creencia en la proximidad de un fin de los tiempos, ascetismo, celibato, vegetarianismo,
numerología, astrología, valoración de evangelios “apócrifos” y de la tradición gnóstica, etc.
Lo que parece evidente es que su persecución no fue tanto una cuestión de “dogma” como de
disciplina. No es de extrañar que la Iglesia temiese a unas comunidades que se mantenían al
margen del poder episcopal, que presentaban una fuerte participación de los laicos, incluyendo a
las mujeres, que eran muy críticas con sus actos, etc.
Pero la Iglesia no perseguirá sólo a ese otro interior que era el hereje, sino también a ese otro
exterior que era el pagano. Se producirán persecuciones y campañas militares –ahora son los
paganos los que son arrojados a las fieras o quemados por los cristianos- con el objetivo de acabar
con las últimas comunidades paganas, lo que, según Fontana, no parece que haya sucedido hasta
el siglo IX.
Por su parte, Martín, obispo de Tours, luchó contra la vieja religión “pagana”, que no era más que
un sincretismo que integraba las divinidades locales en un panteón común de origen
grecorromano. Sus esfuerzos evangelizadores le lleva-ron a incendiar templos, talar árboles
sagrados, derribar ídolos, etc.
El paso del cristianismo primitivo a la cristiandad oficial conllevó numerosos cambios que, en un
principio, escapan a la esfera de la religión. Cambios en las costumbres (se eliminan los juegos
circenses, la fiesta del 1 de enero…), en la concepción del tiempo y de la historia (se introduce un
nuevo calendario, se empieza a contarlos años a partir del inicio de la “era cristiana”), en la
concepción del espacio (a la geografía, realista aunque imprecisa, de la cultura clásica le sucederán
unos mapas del mundo alegóricos), en la ordenación de la ciudad (el modelo reticular de la ciudad
romana es sustituido por un modelo de crecimiento más espontáneo que tiene como centro
principal el templo), en las normas de la vida (sexualidad, matrimonio).Fue durante lo que
conocemos como la “era patrística” o “Iglesia de la Antigüedad tardía”, cuando se completó el
proceso de fijación de la doctrina “católica” en Occidente y se emprendió la gran tarea de la
conversión del mundo “bárbaro”: germanos, celtas, galos, etc.
Pero sería simplificar demasiado identificar la evangelización con la expansión de Europa ya que la
conversión al cristianismo se limitaba en muchas partes a las capas dirigentes urbanas, mientras
que en el campo perduraba el paganismo autóctono y romano, que hoy en día sobrevive como
superstición o folklore, a lo que se sumaron de forma bastante superficial algunos pocos
elementos cristianos. De esa mezcla compleja, dice Fontana, surgirá la cultura medieval.
No debemos, pues, simplificar la historia con el manejo de unos conceptos demasiado generales,
como son los de “cristianismo”, “paganismo” o “herejía” ya que eso supondría, por un lado,
renunciar a comprender la realidad en toda su complejidad y, por el otro, adoptar el lenguaje
manipulador de los poderosos.

3.- El espejo feudal


La historia tradicional considera que tras la caída del Imperio Romano vinieron los “siglos oscuros”
de la Edad Media, una época de retro-ceso o estancamiento entre el esplendor de la Antigüedad
clásica y la recuperación del Renacimiento.
Para Fontana hay mucho de dudoso en la idea de una gran ruptura y una recuperación. Parece ser
que, por un lado, los “europeos” de aquel momento no tuvieron esa conciencia de ruptura, como
muestra Gregorio de Tours, que al escribir su historia, a fines del s. VI, no menciona “la caída del
imperio romano”.
Según Fontana, hubo “más adaptación que ruptura” por la sencilla razón de que los bárbaros” no
pretendieron fundar naciones nuevas, sino que intentaron conservar lo más posible de un Imperio
en que basaban su propia legitimidad.” Tanto es así que uno de esos reinos bárbaros, el Imperio
Carolingio, con Carlomagno a la cabeza, soñará con restablecer el Imperio Roma-no.
Por otra parte, no puede decirse que aquélla fuese una edad oscura de inmovilismo ya que hubo
comunicación e intercambio de mercancías, hombres e ideas  y se desarrolló “una considerable
capacidad de asimilar e integrar los aportes externos”. Resulta, asimismo, arriesgado hablar de
estancamiento cuando durante aquellos siglos la población del continente se multiplicó por tres.
Por otra parte, hasta el año mil no apareció el feudalismo, que se caracterizaría principalmente
por una mayor dependencia de la tierra por par-te de los campesinos, que no fue el resultado de
un único proceso sino de múltiples y muy complejos fenómenos históricos.
Normalmente el proceso consistió en que, en aquellos territorios donde había campesinos libres,
que eran la mayoría, empezasen a imponerse familias que acumularon propiedades, compraron
derechos condales, se establecieron en un castillo y empezaron a diferenciarse claramente por su
especialización guerrera y su género de vida.
A ello colaborará la Iglesia, que, mediante la “reforma gregoriana”, redujo el papel que en su seno
desempeñaban los laicos y empezó a controlar la vida cotidiana a través de la parroquia y la
creación de cofradías. Esto provocará, claro está, un desencanto y un malestar que será el origen
de futuras herejías. Ciertamente, en un principio, la Iglesia se alió, mediante la “Paz de Dios”, con
las clases populares para defenderse de la violencia nobiliaria. Sin embargo, “la actuación cada vez
más decidida y autónoma de los campesinos asustó a los eclesiásticos y les llevó a recomponer su
alianza con la aristocracia.” “La Iglesia sacralizaría la entrega de armas al caballero y alentaría la
creación de “órdenes militares” paralelas a las eclesiásticas.”
En lo que respecta a la nobleza feudal, cabe señalar que justamente cuando empezó la de-
cadencia de la caballería –al aparecer los arque-ros en el siglo XII, para defenderse, los caballeros
tuvieron que llevar una armadura cada vez más pesadas, lo que acabó restándoles importancia
militar- fue cuando reforzaron su legitimación construyendo una ideología que anteponía su
función social a su eficacia militar. De este modo, “se creó el mito de la caballería, con su mezcla
de valores nobiliarios y eclesiásticos, que la sociedad europea posterior conservó, porque le
ofrecía el modelo ideal de cómo una minoría superior había conseguido dominar a “las masas”.
”Concluye Fontana que, “en este caso, el espejo deformante, el espejo feudal de la caballería, ha
sido usado para ocultarnos el protagonismo de las “masas”: de los hombres y mujeres de a pie.”

También podría gustarte