Antonio de Oquendo
Antonio de Oquendo
Antonio de Oquendo
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Socorro de La Mámora
Guerra de los Ochenta Años
Índice
1 Biografía
1.1 Juventud
1.2 Gobernador de la escuadra del Cantábrico
1.3 Encarcelado
1.4 Procesamiento
1.5 El socorro de La Mámora
1.6 La campaña de Brasil
1.7 Gobernador de Mahón
1.8 La batalla de las Dunas
1.9 Regreso a España y muerte
2 Bibliografía
3 Enlaces externos
Biografía
Juventud
Hijo de María de Zandategui, señora de la torre de Lasarte y de Miguel de Oquendo,
capitán general de la Armada de Guipúzcoa, que participó junto a don Álvaro de
Bazán en la batalla de las Terceras, y murió en el desastre de la Invencible. A los
16 años ingresó con la plaza de caballero entretenido en las galeras de Nápoles,
mandadas a la sazón por Pedro de Toledo, distinguiéndose en seguida «por su bella
índole y gran fondo de talento militar».
Hacía 1594 pasó a la Armada del Océano, cuyo general era entonces don Luis Fajardo.
Cuando aún no tenía 18 años se le dio el mando de los bajeles ligeros Delfín de
Escocia y la Dobladilla, pertenecientes a dicha armada.
En junio fueron puestas a sus órdenes las escuadras de Guipúzcoa y de las Cuatro
Villas, y junto a la de Vizcaya compusieron la escuadra llamada del Cantábrico. Con
estas fuerzas efectuó muchos cruceros, protegiendo la llegada de las flotas de
Indias y haciendo numerosas presas. En el mismo año fue nombrado general de la
flota de Nueva España, sin cesar en la escuadra de Cantabria, con la que continuó
al terminar su comisión de América.
Sirvió también con sus fuerzas, en calidad de almirante, a las órdenes del príncipe
Filiberto de Saboya, que ostentaba el título de Príncipe de la Mar. Filiberto hizo
ante el rey un caluroso elogio de Oquendo, y el rey confirió a este el hábito de
Santiago y encargó a don Rodrigo Calderón que, de su mano y en representación de
él, le armase caballero.
Encarcelado
En 1619, Juan Fajardo, almirante general de la escuadra del Océano, pidió permiso
para retirarse, permiso que le fue denegado por confiársele la guarda del Estrecho.
Fajardo decidió retirarse sin el permiso real, por lo que fue arrestado y encerrado
en el castillo de Sanlúcar de Barrameda. Oquendo fue nombrado para sustituirle,
pero este se excusó diciendo que estaba dedicado al alistamiento de su escuadra y a
la construcción de un navío que había de servirle de capitana. Al mismo tiempo
señalaba la inconveniencia de tal sustitución, comunicando al secretario Arostegui:
«que el no ir a servir no era falta de voluntad, sino que por no lo hacer con
honra, es mejor excusarlo».
Molestos los miembros del Consejo contra el que se atrevía de este modo a darles
lecciones, propusieron al rey que se quitase el mando a Oquendo y fuese encerrado
en el castillo de Fuenterrabía. Poco después le fue conmutada a Oquendo esta
prisión por la reclusión en el convento de San Telmo, en San Sebastián, con permiso
para poder salir a inspeccionar su galeón. Intervino al fin su protector, el
príncipe Filiberto, cuyos buenos oficios lograron su liberación. Pronto se le dio
un nuevo mando, el de los galeones de la carrera de Indias, con los que efectuó
algunos viajes.
En los primeros tiempos del reinado de Felipe IV, Oquendo fue consultado por su
ministro el conde-duque de Olivares sobre asuntos de Indias, servicio naval y
comercio de Tierra Firme.
Procesamiento
En 1624 fue procesado, acusado de irregularidades en su mando y favoritismo,
admitiendo en la flota buques inadecuados, por pertenecer a sus amigos, y también
de no permitir las necesarias reparaciones en los buques y de una injustificada
invernada en La Habana. De tal modo, los galeones Espíritu Santo y Santísima
Trinidad se habían ido a pique por ir en malas condiciones, perdiendo el tesoro de
su carga.
Pudo rebatir cumplidamente todos los cargos que se le habían hecho a impulso de la
envidia de sus contrarios, y al cabo de año y medio se pronunció la sentencia:
privación del mando de las flotas de Indias durante cuatro años, «menos los que
fuesen voluntad de Su Majestad, de su Consejo de Indias o de la gente de Indias, en
su real nombre», y 12 000 ducados de indemnización por lo perdido en los galeones.
El socorro de La Mámora
En 1626 obtuvo en propiedad el cargo de almirante general de la Armada del Océano,
quedando subordinados a él todos los generales de las diferentes escuadras, como él
lo quedaba al capitán general Fadrique de Toledo, en cuyas manos hacía juramento y
homenaje.
La campaña de Brasil
El combate aún estaba indeciso a las 16:00. Al fin, un taco encendido disparado por
un cañón del Santiago prendió fuego a la capitana neerlandesa. La almiranta de su
segundo, el aventurero raguseo Jerónimo Masibradi, acudió y dio remolque al
Santiago, apartándole de la explosión del buque neerlandés. Hans Pater encontró la
muerte en el agua, a donde se había arrojado con gran número de los suyos.
Oquendo se apoderó del estandarte de los Países Bajos y puso en fuga al enemigo,
quemando a este tres mayores galeones y haciéndole 1900 muertos; los españoles
perdieron, por su parte, dos galeones, hundido uno de ellos, el San Antonio, la
almiranta, y 585 muertos y 201 heridos. Tuvo la satisfacción Oquendo de saber que
el galeón apresado por los neerlandeses, el Buenaventura, no pudo ser aprovechado,
y que los españoles prisioneros se apoderaron de la carabela donde los llevaban y
se fugaron.
Cinco días después hubo nuevo avistamiento de las escuadras, pero el almirante Tir,
que sucedió en el mando a Hans Pater, eludió el combate a pesar de su manifiesta
superioridad numérica. Oquendo llevó las tropas de refuerzo a Pernambuco y regresó
a la Península. El 21 de noviembre entró en Lisboa, siendo objeto de entusiastas
manifestaciones. Guipúzcoa le envió un caluroso mensaje de felicitación.
Gobernador de Mahón
Después de esta campaña fue nombrado capitán general de la guarda de la carrera de
Indias, y en calidad de tal efectuó otro viaje a América, hacia la que partió el 23
de abril de 1634, sufriendo un duro temporal a su regreso.
Los neerlandeses, según instrucciones del príncipe de Orange, habían dividido sus
fuerzas en dos escuadras: una de 50 galeones y 10 brulotes, mandada personalmente
por Maarten Harpertszoon Tromp, general en jefe, y otra de 40 buques y 10 brulotes,
a las órdenes del almirante Johan Evertsen.
En esta batalla de las Dunas, la real de Oquendo se defendió tan bravamente que
pudo alcanzar Mardique, siempre reciamente acosado. Cuando se reprochó al almirante
neerlandés el no haberla apresado, respondió «La capitana Real de España con don
Antonio de Oquendo dentro, es invencible». Echó esta a pique a varios buques
enemigos, y cuando entró en puerto pudieron contarse en ella 1700 balazos de cañón,
de diferentes calibres. Durante muchos días hubo que estar dando a las bombas de
achique y tapando boquetes, pero al fin fue salvado el galeón Santiago. La salud de
Oquendo quedó profundamente quebrantada; llevaba más de cuarenta días sin
desnudarse y la alta fiebre le devoraba. No pudo recuperarse por completo. Dijo «Ya
no me falta más que morir, pues he traído a puerto con reputación la nave y el
estandarte».
Bibliografía
Martínez-Valverde y Martínez, Carlos. Enciclopedia General del Mar. Garriga,
Madrid, 1957.
Enlaces externos
Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre Antonio de Oquendo.
Tellechea Idígoras, José Ignacio (2018). «Antonio de Oquendo». Diccionario
Biográfico Español. Real Academia de la Historia.
Texto adaptado con autorización del autor, que permitió su reproducción en
Wikipedia bajo licencia GFDL: Foro de Historia Naval de España y Países de habla
española (requiere registro).
La batalla de los Abrojos, en el Museo Naval.
Inscripción de la estatua de Oquendo en San Sebastián, por Cesáreo Fernández Duro.
Estatua del Almirante Oquendo en San Sebastián.
Antonio de Oquendo en la Enciclopedia Auñamendi.
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