La Ruta de Cortés
La Ruta de Cortés
La Ruta de Cortés
INTRODUCCIÓN
España se encontraba bajo el reinado de Carlos I, que residía en Flandes. Transcurría el
año de 1514 Bernal Díaz del Castillo se embarcó con Pedrarias Dávila para conquistar y
gobernar Tierra Firme. Unas veces con buen tiempo y otras con contrario llegaron a
Nombre de Dios. Por enfermedades y dificultades que hubo en ese lugar, Bernal Díaz y
otros de los que con él llegaron a Tierra Firme resolvieron irse a la isla de Cuba
recientemente poblada, gobernada por Diego Velázquez de Cuellar.
Bernal Díaz del Castillo nació en Medina del Campo, hijo de Francisco Díaz del Castillo y
María Diez Rejón, el ansía de seguir el buen ejemplo de sus antepasados en el servicio a
Dios y al rey, fue lo que lo movió a embarcarse hacia América. Tenía veinticuatro años
cuando comenzó su vida de aventurero militar y conquistador.
PRIMERA EXPEDICIÓN
Tres años después de que llegaron a Cuba y como no habían hecho cosas
interesantes, se juntaron 110 soldados de los que en la isla de Cuba no tenían indios y
pidieron a Francisco Hernández de Córdoba que fuera su capitán, pues deseaban
descubrir nuevas tierras.
Compraron tres navíos de buen porte y una cuarta embarcación la proporcionaba el
gobernador con la condición de que fueran a islas cercanas para apresar indios y pagarle
con ellos el barco. Los soldados considerando que eso no era bueno y no lo mandaba
Dios ni el rey; se negaron.
Así que con tres embarcaciones y las mercancías y bastimentos necesarios y después de
oír Misa, zarparon del puerto de Axarauco en La Habana, el 8 de febrero de 1517.
Luego de que doblaron la punta de Santo Antón estando ya en alta mar, navegaron hacia
donde se pone el sol sin conocer aquellas aguas ni los vientos que en ellas dominan.
Entonces hubo una tormenta que duró dos días con sus noches y desde que abonanzó,
siguiendo su navegación, el 1° de marzo divisaron tierra firme, se alegraron mucho, se
acercaron lo más que pudieron y anclaron. Vieron un gran pueblo por eso le pusieron El
Gran Cairo.
La mañana del 4 de marzo vieron diez piraguas que se aproximaban llenas de
nativos, en cuanto llegaron los españoles les hicieron señas de paz para que se
acercaran, sin ningún temor entraron en la nao capitana como unos treinta de ellos, le
repartieron a cada uno un sartalejo de cuentas y los indígenas después de mirar por largo
rato los navíos, se fueron, prometiendo volver más tarde.
Otro día volvió el mismo cacique con doce piraguas y con muestras de paz los llamaba
para que fueran al pueblo, decía: “Cones catoche, cones catoche” que significa “anda acá
a mis casas”. Por eso le pusieron a esa tierra Cabo Catoche (está en el extremo noreste
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de la península de Yucatán). Los españoles viendo su insistencia se decidieron a saltar a
tierra, pero con la mayor cantidad de armas posible.
Cuando ya avanzaban el cacique gritó para que cayeran sobre ellos unos escuadrones de
indios de guerra, que estaban escondidos para matarlos, inmediatamente comenzaron a
flechar e hirieron a quince soldados y luego fueron a luchar cuerpo a cuerpo, pero
huyeron pues experimentaron el buen cortar de las espadas y el daño que les hacían las
ballestas y las escopetas. Quedaron quince muertos y prendieron a dos indios, que
después de bautizados se llamaron Julianillo y Melchorejo.
Así que se vieron libres del peligro volvieron a los navíos y siguieron bordeando la costa
descubriendo hacia donde se pone el sol.
Quince días después divisaron otro pueblo al que llamaron Lázaro, el cual en la
lengua de los nativos se llama Campeche.
Desembarcaron para abastecerse de agua, entonces llegaron los habitantes de aquel
lugar y los llamaron para que fueran a su pueblo, ellos, temerosos, no sabían si acceder o
no; decidieron ir con gran cuidado. Entonces los “papahuaque” o sacerdotes, les
mostraron unos carrizos secos, que algunos indígenas colocaron en el llano y detrás de
ellos se formaron dos escuadrones guerreros, indicándoles que se fueran de su ciudad
antes de aquellos carrizos sean encendidos y acaben de quemarse, si no los matarán.
Por ese motivo los españoles se retiraron.
Volvieron a navegar y debieron soportar la violencia de un mal temporal.
Como les hacía falta el agua saltaron a tierra cerca de un pueblo: Champotón. En eso se
les acercaron muchos hombres de guerra, sin hacer ruido y les preguntaron si venían de
donde sale el sol, los recién llegados respondieron que si y pensaban que significaría
aquello. Los nativos celebraron consejo y los españoles estuvieron alerta.
Durante la noche se juntaron muchos guerreros. Al amanecer vieron más escuadrones
por la costa y cercaron a los españoles por todos lados, tirándoles granizadas de flechas
piedras y varas, con la primera de ellas hirieron como ochenta soldados. Los habitantes
de la región gritaban: “Al calachuni, calachuni” esto es: contra el capitán y le dieron diez
flechazos al pobre Francisco Hernández de Córdoba, quien viendo la gravedad de la
situación decidió que, formando todos ellos un escuadrón rompieran por entre sus rivales
y escaparan hacía los navíos. Mientras se embarcaban les hirieron a muchos. Cuando por
fin estuvieron a salvo dieron muchas gracias a Dios y notaron que faltaban 50 soldados,
por eso pusieron a ese lugar Costa de Mala Pelea.
Todos los que estaban a bordo pasaban mucha sed hasta se les agrietaban la boca y la
lengua, porque como huyeron tan precipitadamente no pudieron cargar los contenedores
de agua en el barco. Seguían bordeando la costa para ver si encontraban agua, pero no
hubo.
Se dirigieron entonces hacia Florida, allí tuvieron otra batalla con los nativos, mas tuvo su
recompensa pues encontraron agua dulce y la llevaron a los barcos, con lo que todos se
alegraron.
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Pasaron junto a los Bajos de Los Mártires. Como no había mucha profundidad, la nao
capitana tocó y le entró mucha agua y aunque todos daban en la bomba no podían
sacarla. Así llegaron al puerto de Carenas en Cuba. Francisco Hernández de Córdoba, el
capitán murió de las heridas diez días después.
Presentaron ante Diego Velázquez unas piecezuelas de oro que se encontraron y
a Julianillo y Melchorejo el gobernador les preguntaba si había minas de oro en su tierra y
ellos a todo decían que sí, entonces les mostraron la planta de cuya raíz se hace el pan
cazabe que en Cuba se llama yuca, y ellos decían tlati por la tierra en la que la plantan,
por eso yuca con tlati es Yucatán, los españoles que estaban presentes decían: “Señor
dicen estos indios que su tierra se dice Yucatlán”. Y así se le quedó, aunque no se
llamara así.
De manera que los que fueron en esta expedición volvieron pobres, pues habían
gastado sus bienes en ella; heridos y cincuenta y siete ya no volvieron.
Diego Velázquez escribió a Castilla, al Consejo de Indias, que él lo había descubierto todo
y que había gastado mucho dinero, pero no hizo mención alguna de los verdaderos
conquistadores.
SEGUNDA EXPEDICIÓN
En 1518 se reunieron con Velázquez: Juan de Grijalva, Alonso Dávila, Francisco
de Montejo y Pedro de Alvarado.
Mientras tanto se estaba preparando una segunda expedición o armada con cuatro
navíos. Se acordó que Grijalva fuera por capitán general y los otros caballeros por
capitanes de un barco cada uno. Rápidamente se juntaron 240 compañeros, aportando
cada uno algo de sus bienes.
Cuando todo estuvo listo, después de haber oído Misa, zarparon el 8 de abril, alrededor
del vigésimo día de navegación descubrieron la isla de Cozumel, en adelante siguieron la
misma ruta que la expedición pasada.
Llegaron a Champotón, sus habitantes y los vecinos ya estaban esperándolos para
dar sobre ellos en cuanto se acercaran y tocaran la costa. Esta vez los españoles iban
más preparados, incluso antes de que desembarcaran ya volaba proyectiles de un lado al
otro, flechas, piedras y balas. Aún cuando todavía no saltaban a tierra ya estaban heridos
más de la mitad de los soldados, pero una vez que estuvieron todos en tierra hicieron a
los indígenas perder su furia, por la manera en que se defendían, hasta que les hicieron
retraer junto al pueblo. Después de esto todos los nativos huyeron.
Y los españoles después de curar a los heridos y enterrar a los muertos se embarcaron
nuevamente. Descubrieron un puerto llamado de Términos. Siguieron su derrota hasta
llegar al río de Tabasco, porque así se llamaba el cacique de aquel lugar, entonces le
nombraron río de Grijalva.
Cuando se aproximaban a tierra vieron mucha gente de guerra en canoas cerca de
la ribera, entonces por medio de Julianillo y Melchorejo les hablaron, diciéndoles que no
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tuvieran miedo, que venían de tierras lejanas y tenían un gran emperador al que ellos
debían obedecer. Entonces se les acercaron cuatro canoas y ellos les dieron cuentas
pidiéndoles se las cambiaran por comida. Los indios aceptaron el trueque, pero les
respondieron que señor ya tienen y ellos sin conocerlos quieren darles otro, y que no s
atrevan a darles guerra porque tienen unos 24 000 hombres para combatirlos.
Otro día fueron los indios junto con el cacique y les llevaron comida y un presente que
simbolizaba que los acogían pacíficamente. También les informaron de que hacia donde
se pone el sol había mucho oro y decían: “Colúa, colúa, México, México”. Agradecieron
por todo, les obsequiaron más cuentas verdes y se fueron a embarcar.
Avanzaban siempre costeando, así descubrieron el río de Tonalá al que luego nombraron
Santo Antón, más adelante encontraron el gran río Coatzacoalcos, luego divisaron las
grandes sierras nevadas, y después otras más cerca del mar a las que llamaron sierras
de San Martín. Siguiendo su navegación, Pedro de Alvarado se adelantó a las demás
naves internándose en el río Papaloapan, donde unos lugareños le regalaron pescado;
por eso le pusieron río de Alvarado.
Moctezuma se había enterado de la primera expedición y sus batallas, así también
tuvo noticia de esta segunda, de cómo habían vencido en Champotón, de lo sucedido en
Tabasco, y comprendió que lo que buscaban era hacer trueque de sus cuentas por oro;
mandó a sus gobernadores que propiciaran el intercambio, para poder informarse sobre
quiénes eran esos hombres. No dejaba de tener presente lo que les transmitieron sus
antepasados: que de donde sale el sol, habían de venir, hombres con barba que los
señorearían.
Por eso, en el paraje del siguiente río por el que pasaron había muchos indios con
banderas blancas, llamándolos. Entonces se acercaron algunos soldados que fueron en
los bateles. Como vieron que su intención era pacífica mandaron llamar al resto de la
tripulación. Se saludaron mutuamente los hombres de ambas culturas, entonces el
capitán les dio a entender que venían a rescatar. Así que en los seis que estuvieron allí
juntaron alrededor de $16000 pesos en oro. Tomaron posesión de aquella tierra en
nombre de su Majestad y se fueron a embarcar.
Continuando su camino pasaron por la isla Blanca, la Verde y la de Sacrificios en donde
rescataron poco oro. Hecho esto anclaron frente a otra isla que está más cerca de tierra y
a cuyo amparo están seguros del norte los navíos. Cuando hubieron terminado de hacer
el campamento, fueron algunos soldados con el capitán a explorar la isla, encontraron un
adoratorio con la imagen de Tezcatlipoca y dos muchachos sacrificados muy cruelmente:
ofrecido su corazón y sangre al ídolo, y los brazos y las piernas cortados. Viendo tal
barbarie el general preguntó al indio Francisco, oriundo del río de Banderas, por qué
hacían aquello, él respondió que los de Colúa, o sea los aztecas, los mandaban sacrificar.
Pero en vez de Colúa decía Ulúa y como el capitán se llamaba Juan por San Juan
Bautista, pusieron a aquella isla: San Juan de Ulúa. Algún tiempo después se hizo allí el
puerto de Veracruz.
Decidieron mandar a Pedro de Alvarado con el gobernador de Cuba, y le enviaron la
relación de todo lo que habían descubierto, así como el oro rescatado y los heridos.
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Mientras tanto siguieron descubriendo la costa hasta la provincia de Pánuco y viendo que
no era conveniente avanzar más, se volvieron a Cuba pues entraba el invierno y no tenían
alimentos.
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El ejército se componía de 508 soldados, entre maestres, pilotos y marineros
completaban 100, 16 caballos, 32 ballesteros y 13 escopeteros.
Los indios decían: castilan, por eso Cortés se enteró de que había españoles en
aquella tierra y mandó que los buscaran y rescataran. Les escribió también una carta en
los siguientes términos:
“Señores y hermanos:
Aquí, en Cozumel, he sabido que estáis en poder de un cacique detenidos, y os pido por merced
que luego os vengáis aquí, a Cozumel, que para ello envío un navío con soldados, si los
hubiésedes menester, y rescate para dar a esos indios con quien estáis; y lleva el navío de plazo
ocho días para os aguardar; veníos con toda brevedad; de mí seréis bien mirados y aprovechados.
Yo quedo en esta isla con quinientos soldados y once navíos; en ellos voy, mediante Dios, la vía
de un pueblo que se dice Tabasco.”
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En cuanto el señor de México se enteró de la rebelión de los totonacos, se enojó en
demasía contra los españoles, amenazando con enviar a sus guerreros y no dejar a uno
solo de los rebeldes con vida. Entendiendo esto y las consecuencias que podía tener,
Cortés liberó a los recaudadores, con ello Moctezuma se tranquilizó y envió otro presente
y mensajeros a investigar quiénes eran los españoles. También se quejó mucho de que le
quitaran la obediencia, pero como ellos eran los que habían de venir, según les dijeran
sus antepasados, que por eso no los mandaba destruir, mas que se lamentaba mucho de
su traición.
Los indígenas consideraban a los españoles como teules, esto es dioses o ídolos
porque no le tenían miedo a Moctezuma, éste les enviaba regalos, además de que eran
muy poderosos.
Entonces los conquistadores mandaron a los indios derrocar sus ídolos, a los que
tenían en sus adoratorios o cúes, los habitantes de Cempoala se negaron y se
dispusieron para la guerra, pero amedrentados por las palabras de Cortés depusieron las
armas. El Cacique Gordo le dijo a Cortés que él y su pueblo no eran dignos de llegar a
sus dioses y que ellos hagan lo que quieran.
Nada más termino de hablar subieron cincuenta soldados y derrocaron los ídolos que
cayeron rodando por las escaleras.
Hecho esto Cortés habló diciéndoles que ahora serían sus hermanos y les apoyarían
contra Moctezuma y sus mexicanos. También que en aquellos templos no tengan más
ídolos, que quiere darles una gran Señora, madre de Nuestro Señor Jesucristo, en quien
creemos y adoramos, para que también la tengan por Señora y abogada.
Se les dijeron otras cosas referentes a la fe y los indígenas escuchaban de muy buena
voluntad.
Sobre el cú los indios construyeron un altar blanco, quitaron las costras de sangre,
pusieron flores; se colocó allí una cruz y una imagen de la Santísima Virgen. El padre fray
Bartolomé de Olmedo dijo Misa y en ella participaron los indios principales de la región.
El 26 de julio de 1519, partieron de la Nueva España algunos procuradores con la
intención de informar a su Majestad todo lo que habían hecho, llevándole un presente de
oro y pidiéndole además que los favoreciera.
TLAXCALA
Puesto que estaban en un país desconocido, la armada tomó consejo de qué
camino sería mejor seguir y, con la ayuda de los de Cempoala, decidieron ir por Tlaxcala
porque era enemiga de Tenochtitlán.
Cortés envió delante de ellos algunos de sus amigos de Cempoala como mensajeros,
para que tomaran a bien su llegada.
Pero los tlaxcaltecas no los recibieron bien, pues sabían que los acompañaban indios de
los pueblos por los que habían pasado y, como solían dar tributo a Moctezuma, pensaron
que iban contra ellos. Pues varias veces con mañas y astucias habían tratado de entrarles
en su tierra. Antes les contestaban a los mensajeros: “Ahora hemos de matar a esos que
llamáis teules, y comer sus carnes, y veremos si son tan esforzados como publicáis; y
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también comeremos vuestras carnes pues venís con traiciones y con embustes de aquel
traidor de Moctezuma”.
En cuanto entraron a tierras tlaxcaltecas se enteraron que había hasta treinta espías y
muchos más guerreros, preparándoles una emboscada. En aquel momento se desató la
guerra, siendo excedidos los españoles en gran número por sus contrarios. Después de
un buen tiempo de batalla, empezaron a retraerse los enemigos y los conquistadores
junto con sus aliados no los siguieron porque estaban muy cansados.
Eran 3000 otomíes los que en aquella batalla lucharon, de los cuales quedaron muertos
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murieron en los siguientes días, también unos caballos.
Otro día, el 2 de septiembre de1519, salieron de su campamento con mucha
cautela, entonces fueron hacia ellos dos escuadrones de guerreros, unos 6000 en total.
Los españoles enviaron a tres prisioneros que tomaron el día anterior a demandarles paz,
pero causó el efecto contrario, los tlaxcaltecas enfurecieron más arremetiendo con mucha
fuerza.
Al grito dado por Cortés: “Santiago, y a ellos” respondieron los conquistadores de manera
que en poco tiempo causaron muchas bajas en el equipo contrario, entre ellos tres
capitanes.
Entonces comenzaron los tlaxcaltecas a retraerse hacia unos montes muy espesos, allí
estaba en celada el capitán general Xicoténcatl el mozo con más de cuarenta mil
guerreros. En partes escabrosas tenían ventaja los de Tlaxcala, pero en lo llano llevaban
ventaja los de Castilla, pues allí sí podían correr los caballos.
De improviso se vieron cercados de guerreros por todos lados, tenían sobre sí como 20
escuadrones y los soldados no osaban deshacer su escuadrón pues si uno se apartaba,
inmediatamente era herido.
Entonces los tlaxcaltecas se organizaron para matar una yegua, ya llevaban también al
jinete medio muerto, pero sus compañeros ayudaron al pobre soldado que murió en los
días siguientes.
Después de una hora de pelear y a causa de que muchos de los suyos y entre ellos ocho
capitanes eran muertos, se retrajeron los tlaxcaltecas con gran cuidado. Los españoles no
los siguieron pues no se podían tener en pie de lo cansados. Esta batalla tuvo lugar en
Tzompantzingo.
Dos días después salió Cortés con pocos caballos y 200 soldados, por las casas
por donde pasaron prendieron hasta veinte hombres y mujeres sin hacerles ningún daño.
Volvieron al real y soltaron los prisioneros, pero antes les dieron de comer, les
obsequiaron cuentas diciéndoles que no sean más locos y vengan de paz que quieren
tenerlos por hermanos.
Enviaron nuevamente mensajeros a pedir paz, pero Xicoténcatl los rechazó con palabras
soberbias.
El 5 de septiembre por la mañana, salieron de real con mucho cuidado y se
encontraron con los prados llenos de guerreros que los rodearon por todas partes, esta
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batalla fue la más peligrosa que entablaron con los tlaxcaltecas, aunque ellos: peleaban
de mala gana pies dos capitanes no obedecían a Xicoténcatl y no acudieron ese día ellos
ni su gente, además de que temían los caballos, tiros, espadas y ballestas. En aquella
batalla hubo un español muerto y más de 60 heridos, también todos los caballos.
Los caciques tlaxcaltecas consultaron a sus adivinos que entre otras cosas les
dijeron que los españoles perdían su fuerza con la caída del sol, por eso acordaron
sorprenderlos de noche, el capitán Xicoténcatl juntó 10 000 guerreros, los mejores que
tenían y desde tres partes distintas atacaron; pero los encontraron preparados (los
españoles siempre lo estaban) y como había luna pudieron defenderse bien los europeos.
Los tlaxcaltecas se arrepintieron de haberlos atacado en la oscuridad y sacrificaron a dos
de sus adivinos por no haberles salido la cosa como esperaban.
Como los españoles volvieron a demandarles paz a los tlaxcaltecas por cuarta vez, los
caciques acordaron hacer las paces, pues veían que no les hacían daño a los prisioneros
que tomaban y que no habían sido vencidos. Mandaron mensajeros a su capitán
Xicoténcatl para que fuera de paz, pero él no quiso obedecer, aun cuando todos los
caciques, entre ellos su padre, se lo mandaron cuatro veces.
Algunos días después llegaron al real español muchos indios e indias con cargas. Los
principales de ellos le hicieron mucho acato a Cortés y sus compatriotas, pidieron perdón
y les ofrecieron de comer. Ellos con gran contento aceptaron las paces y mandaron a los
indios que las confirmaran.
Estando en esto llegaron mensajeros de Moctezuma quien decían se alegraba de que
hubieran vencido a los tlaxcaltecas, que quiere someterse al emperador don Carlos, pero
que no vayan a México pues la tierra es estéril y le pesaría verlos pasar trabajos. También
llevaron muchas ricas joyas y veinte cargas de ropa.
Mientras tanto vino Xicoténcatl el mozo a entender en las paces y dar la obediencia al rey
de España, diciendo que les habían dado guerra porque pensaban que eran aliados de
los mexicanos, además se quejó mucho de Moctezuma. Todo esto lo oyeron los
embajadores de Moctezuma y se rieron de ello
Veinticuatro días después de llegados tierra de Tlaxcala, entraron en la ciudad, o sea el
23 de septiembre de 1519.
Estando ya aposentados, pusieron un altar y el padre Juan Díaz dijo Misa, en ella
estuvieron presentes los caciques.
Los indígenas llamaban a Cortés “Malinche” porque como doña Marina estaba
siempre con él, para traducir, le decían “el capitán de Marina” y abreviando “Malinche”.
CHOLULA
Como ya estaban de paz y llevaban varios días en Tlaxcala decidieron continuar
su camino hacia México-Tenochtitlán. Se despidieron muy afectuosamente de los
tlaxcaltecas y emprendieron el camino por Cholula, acompañados por gente de Cempoala
y Tlaxcala. Cortés tenía un doble motivo para elegir ese camino: no mostrar flaqueza ante
los tlaxcaltecas y no dejar enemigo a su paso.
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Al llegar a la ciudad los caciques y papas (sacerdotes idolátricos) salieron a
recibirlos con grandeza, rogándoles que no entraran los tlaxcaltecas a su ciudad pues
eran sus enemigos.
Pero mientras estaban allí, Moctezuma mandó un escuadrón de 20 000 guerreros para
que junto con los habitantes de aquella ciudad les diesen guerra, sacrificaran allí a veinte
y los otros los llevaran presos a México. Ya estaban unos guerreros en Cholula y otros a
sus alrededores, tenían hoyos ocultos hechos en las calles, para que no pudieran correr
los caballos; mamparos especies de barricadas en las azoteas y algunas casas llenas de
varas y cuerdas para amarrarlos.
Cortés y los españoles se enteraron de la traición por lo que les dijeron unos tlaxcaltecas,
dos papas, doña Marina se informó de la conspiración por la esposa de un cacique que la
quería para nuera y se lo comunicó a Cortés y sus capitanes, también la conducta de los
habitantes lo hacía ver pues se comportaban de manera extraña.
Un día por la mañana cuando ya estaba todo preparado para matarlos, se juntaron en un
gran patio cercado los hombres de guerra y los españoles, algunos soldados se colocaron
en la puerta para que nadie saliera. Cortés, montado a caballo, habló a los caciques
diciéndoles que sabía las traiciones y les declaró todo: lo de las trampas en las calles, los
guerreros escondidos, el sacrificio que hicieron de siete personas, la mayoría niños, a su
dios de la guerra; y cómo tenían ya preparadas las ollas con tomates y ají para
comérselos o por lo menos a los veinte que pensaban sacrificar. Y que su ídolo les
prometió la victoria, pero como es falso no tuvo ni tiene poder sobre ellos, y que todas
estas maldades y traiciones que han tratado y puesto por obra han de caer sobre ellos.
Los caciques y papas respondieron que era verdad y ellos no tenían culpa pues así se los
había mandado su señor Moctezuma. Cortés les contestó que esas traiciones ordenadas
por reyes no han de quedar sin castigo. Al tiro de una escopeta comenzó la batalla.
Cuando ya habían pagado por su delito los traidores, llegaron otros caciques de Cholula y
pidieron perdón, diciendo que ellos no estuvieron en la traición sino los de un bando pues
la ciudad estaba dividida en parcialidades. Cortés los perdonó y les mandó poblar de
nuevo su ciudad. De ahí en adelante los antiguos enemigos fueron amigos: cholultecas y
tlaxcaltecas.
El castigo de Cholula se supo en todas las provincias de la Nueva España, así nos lo dice
Bernal Díaz del Castillo: “Si de antes teníamos fama de esforzados y habían sabido de las
guerras de Potonchán (Champotón) y Tabasco y de Cingapacinga y lo de Tlaxcala, y nos
llamaban teules, que es nombre como de sus dioses, […],desde ahí adelante nos tenían
por adivinos, y decían que no se nos podía encubrir cosa ninguna mala que contra
nosotros tratasen que no lo supiésemos, y a esta causa nos mostraban buena voluntad”.
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escuadrones para matarlos. Y el otro camino, obstruido con troncos, iba a Tlalmanalco.
Tomaron este segundo camino y en el pueblo los recibieron bien, en cuanto las
poblaciones vecinas se enteraron que los teules estaban allí, acudieron a verlos y se
quejaron mucho de Moctezuma, no se cansaban de quejarse de las maldades que tenían
que sufrir: les robaban cuanto tenían, se llevaban a sus mujeres e hijas si eran hermosas.
Que los hacían trabajar como esclavos, obligándoles a llevar madera, piedra, leña, maíz;
además les tomaban sus tierras.
ENTRADA EN TENOCHTITLÁN
Así las cosas, Moctezuma cambió de opinión y decidió dejarlos entrar en
Tenochtitlán. Cuando ya iban cerca, la calzada y sus alrededores estaban abarrotados de
gente que los miraba.
Salieron a recibirlos grandes caciques, por mandato de Moctezuma y algún tiempo
después llegó él. Era de buena estatura y bien proporcionado, delgado, no muy moreno,
el cabello largo hasta cubrirle las orejas, barba escaza, el rostro largo y alegre y la mirada
amorosa, grave cuando era necesario, contaba cuarenta años de edad, tenía dos mujeres
como legítimas esposas, se bañaba una vez al día. Lo traían en unas muy finas andas, se
apeó y cuatro señores principales, sus íntimos, le llevaban del brazo, otros cuatro
sujetaban el palio con que lo cubrían y otros más barrían el suelo delante de él y ponían
mantas para que no pisara la tierra.
Cortés y Moctezuma se saludaron, mostrándose gran acato y respeto mutuamente.
Después de hecho el recibimiento entraron en la ciudad y los llevaron a aposentar en un
palacio situado frente al de Moctezuma, él estaba esperándolos allí, tomó a Cortés de la
mano, le regaló un collar de camarones de oro y le dijo: “Malinche: en vuestra casa estáis,
vos y vuestros hermanos; descansa”.
TLATELOLCO Y EL TEOCALLI
Cuatro días después de su llegada avisaron a Moctezuma que deseaban visitar el
templo de Huitzilopochtli, él lo tuvo a bien, pero temiendo que pudieran ofender a sus
dioses decidió ir en persona. Nada más llegó comenzó a sahumar y hacer ritos.
Los españoles se quedaron maravillados al contemplar el mercado de Tlatelolco, su
organización y buen abastecimiento. Vendían desde esclavos, oro, plata, plumas, joyas,
telas de henequén, algodón, ropa, chía, maíz, frijol, cacao, platos y trastes de barro,
cueros de animales, comida, tortillas, aves, armas… y una infinidad de cosas más. Era tan
grande la plaza de Tlatelolco que se necesitaban más de dos días para verlo todo.
Dejando la plaza se dirigieron al gran Cu, rodeado de un circuito de patios todo muy
limpio, el piso empedrado. Las gradas del teocalli (templo) eran ciento catorce, en lo alto
había una placeta con grandes piedras de superficie lisa donde hacían los sacrificios y
mucha sangre. Dentro de un adoratorio estaban los ídolos. Desde esa altura
contemplaron los españoles la plaza y toda la ciudad con sus tres calzadas: la de
Iztapalapa, por la que entraron; la de Tacuba, por la que huyeron la noche triste; y la de
Tepeaquilla.
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Cortés suplicó a Moctezuma que, ya que estaban en su templo, los dejaran ver sus
dioses, el emperador después de consultarlo con los sacerdotes, accedió invitándolos a
entrar “en una torrecilla y apartamiento a manera de sala, donde estaban dos como
altares, con muy ricas tablazones encima del techo, y en cada altar, estaban dos bultos,
como de gigante, de muy altos cuerpos y muy gordos, y el primero, que estaba a mano
derecha, decían que era el de Huitzilopochtli, su dios de la guerra, y tenía la cara y el
rostro muy ancho y los ojos disformes y espantables; en todo el cuerpo tanta de la
pedrería y oro y perlas y aljófar pegado con engrudo, que hacen en esta tierra de unas
como raíces, que todo el cuerpo y la cabeza estaba lleno de ello, y ceñido el cuerpo unas
a manera de grandes culebras hechas de oro y pedrería, y en una mano tenía un arco y
en otra unas flechas. Y otro ídolo pequeño que allí junto a él estaba, que decían que era
su paje, le tenía una lanza no larga y una rodela muy rica de oro y pedrería; y tenía
puesto al cuello el Huitzilopochtli unas caras de indios y otros como corazones de los
mismos indios, y éstos de oro y de ellos de plata, con mucha pedrería azules; y estaban
allí unos braseros con incienso, que es su copal, y con tres corazones de indios que aquel
día habían sacrificado y se quemaban, y con el humo y copal le habían hecho aquel
sacrificio. Y estaban todas las partes de aquel adoratorio tan bañado y negro de costras
de sangre, y asimismo el suelo, que todo hedía muy malamente. Luego vimos a otra
parte, de la mano izquierda, estar el otro gran bulto del altor de Huitzilopochtli y tenía un
rostro como de oso, y unos ojos que le relumbraban, hechos de sus espejos, […], y el
cuerpo con ricas piedras pegadas según y de la manera del otro su Huitzilopochtli,
porque, según decían, entrambos eran hermanos, y este Tezcatlipoca era el dios de los
infiernos, y tenía cargo de cargo de las ánimas de los mexicanos, y tenía ceñido el cuerpo
con unas figuras como diablillos chicos y las colas de ellos como sierpes, y tenía en las
paredes tantas costras de sangre y el suelo todo bañado de ello. […] Le tenían
presentado cinco corazones de aquel día sacrificados, y en lo alto de todo el cu estaba
otra concavidad muy ricamente labrada la madera de ella, y estaba otro bulto como de
medio hombre y medio lagarto, todo lleno de piedras ricas y la mitad de él enmantado.
Este, decían que el cuerpo de él estaba lleno de todas las semillas que había en toda la
tierra, y decían que era el dios de las sementeras y frutas.”
EL TESORO DE AXAYÁCATL.
En sus aposentos los españoles construyeron un altar y celebraban Misa todos los días
hasta que se les acabó el vino, y rezaban de rodillas delante de la cruz.
Mientras buscaban el lugar más conveniente para el altar, encontraron la puerta oculta
que llevaba al aposento del tesoro de Axayácatl (el padre de Moctezuma), entraron
secretamente y se admiraron de tanta riqueza. En común acuerdo decidieron no tocar
nada y colocaron otra vez la puerta como la encontraron.
Aunque Moctezuma se mostraba muy amoroso con ellos, los conquistadores no
estaban del todo tranquilos, pues tenían muy presentes los avisos que les dieron todos los
pueblos por donde pasaron: que una vez dentro de la ciudad los matarían. Su temor se
aumentó al constatar que los indígenas encargados de darles de comer no querían
hacerlo y llevaban la comida de mala gana. También sus amigos tlaxcaltecas dijeron a
Jerónimo de Aguilar que no les parecía bien la voluntad de los mexicanos desde dos días
atrás. Por ello se juntaron en consejo y decidieron prender a Moctezuma.
12
PRIMER DESBARATE.
Un día por la mañana llegaron dos indios de Tlaxcala con cartas de la Villa Rica:
que Juan de Escalante, el alguacil mayor, era muerto junto con otros seis soldados en una
batalla que tuvieron contra los mexicas, y mataron un caballo y muchos indios totonacos.
Que los pueblos de la sierra y los de Cempoala, estaban alterados y no querían ayudarlos
en nada; ya no los tenían por teules ni los respetaban. Los habitantes de la Villa Rica de
la Vera Cruz no sabían que hacer.
Juan de Escalante había salido a pelear con cuarenta soldados, pocos tiros y una
ballesta, junto con doscientos totonacos, que, a la primera arremetida de los aztecas,
huyeron.
De este desbarate le informaron a Moctezuma y le llevaron la cabeza de un soldado, él
les preguntó que cómo, siendo tantos guerreros no vencieron a tan pocos teules, y ellos
respondieron que una gran señora de Castilla les metía miedo y animaba a los españoles;
entonces Moctezuma entendió que era la Santísima Virgen, la abogada de los cristianos.
Al día siguiente fueron Cortés y Pedro de Alvarado, Gonzalo de Sandoval, Juan
Velázquez de León, Francisco de Lugo, Alfonso de Ávila, Bernal Díaz y sus traductores
Jerónimo de Aguilar y doña Marina; a los palacios de Moctezuma y, después de
saludarse, Cortés le dijo así: “Señor Moctezuma, muy maravillado de vos estoy que,
siendo tan valeroso príncipe y haberse dado por nuestro amigo, mandar a vuestros
capitanes que teníais en la costa cerca de Tuxpán que tomasen armas contra mis
españoles, y tener atrevimiento de robar los pueblos que están en guarda y mamparo de
nuestro rey y señor, y demandarles indios e indias para sacrificar, y matar un español
hermano mío, y un caballo. Que, teniéndole por tan su amigo, mandé a mis capitanes que
en todo lo que posible fuese os sirviesen y favoreciesen, y vuestra merced por el contrario
no lo han hecho, y asimismo en lo de Cholula tuvieron vuestros capitanes con gran copia
de guerreros ordenado por vuestro mandado que nos matasen. Helo disimulado lo de
entonces por lo mucho que os quiero, y asimismo ahora vuestros vasallos y capitanes se
han desvergonzado y tienen pláticas secretas que nos queréis mandar matar; por estas
causas no querría encomenzar guerra ni destruir esta ciudad. Conviene que para todo se
excusar que luego, callando y sin hacer ningún alboroto, se vaya con nosotros a nuestro
aposento, que allí seréis servido y mirado muy bien como en vuestra propia casa. Y que,
si alboroto o voces daba, que luego sería muerto de estos mis capitanes, que no los
traigo para otro efecto”. Moctezuma respondió que él no había mandado que tomaran
armas conta ellos. Después de muchas pláticas que en momentos subieron de tono,
Moctezuma decidió irse con ellos a sus aposentos, porque así le informaron unos papas
que era voluntad de Huitzilopochtli.
Los españoles respetaban mucho a Moctezuma y cuando pasaban delante de él lo
saludaban quitándose el casco o bonete, ellos de día y noche llevaban las armas puestas
y tenían los caballos enfrenados.
Los capitanes que habían matado a Escalante fueron a hablar con Moctezuma,
luego éste los mandó a Cortés para que les hiciese justicia, ellos dijeron que tomaron
armas contra los españoles por mandato del emperador, Cortés se lo echó en cara al
señor de México, pero lo libró de la pena de muerte, en su lugar pagaron los capitanes,
fueron quemados delate del palacio de Moctezuma.
13
DOMINIO ESPAÑOL.
Cacamatzin era sobrino de Moctezuma y señor de Texcoco. Viendo que su tío
estaba preso desde hacía muchos días. Convocó a los señores de Texcoco, Coyoacán,
Tacuba, Iztapalapa y Matlatzinco; para levantarse en armas contra los españoles, soltar a
Moctezuma y proclamarse rey. Entonces el señor de Tenochtitlán le mandó que fuera a
hacer amistad con él y los españoles, que él está preso porque así lo quieren sus dioses.
Pero Cacamatzin no quiso ir, por lo que Moctezuma ordenó que lo trajeran preso a él y los
caciques que le ayudaban en la revuelta.
Teniendo presos a los revoltosos y las ciudades pacificadas, Moctezuma mandó llamar a
los caciques de aquella comarca y les dio un discurso, recordándoles la tradición de sus
antepasados: que de donde sale el sol habían de venir personas que señorearían sus
tierras y allí terminaría el señorío y reino de los mexicas, que él sabía que eran aquellos
vasallos del rey de Castilla, los anunciados. Que se lo han preguntado a su dios
Huitzilopochtli y no quiere responder.
14
Como capitán de esa armada iba Pánfilo de Narváez con 1400 soldados y diecinueve
navíos.
Moctezuma tuvo noticia de su llegada y mandó secretamente que los proveyeran de todo
lo necesario, Narváez envió a decir a Moctezuma muchas malas palabras contra Cortés y
los suyos: que eran ladrones que huían de Castilla sin licencia del rey, y que como el rey
se enteró de que estaban allí, lo enviaba a él para soltar a Moctezuma, prenderlos o
matarlos y enviarlos a Castilla.
Tres soldados de los de Cortés se pasaron con los de Narváez, y le contaron todo lo que
habían hecho desde que llegaron a la Nueva España, hablando muy mal de Cortés y
todos los que con él estaban. Como Moctezuma supo que los traidores estaban con a
Narváez, tuvo por cierto todo lo que le dijo y se alegró, pues esperaba pronto deshacerse
de los españoles. Un día le dijo a Cortés: “Malinche, ahora en este punto me han llegado
mensajeros de cómo en el puerto a donde desembarcasteis han venido diez y ocho y más
navíos y mucha gente y caballos, así que no habrás menester hacer navíos… porque
vienen vuestros hermanos para que os vayáis todos a Castilla”. Los mensajeros de Cortés
llegaron tres días después.
Por éstos tres se enteró Narváez de la Villa Rica de la Vera Cruz y allá mandó al padre
Guevara y al escribano Vergara, para que Gonzalo de Sandoval (alguacil mayor) diera la
obediencia a Narváez. Pero como los dos enviados le comunicaron esto a Sandoval de
forma ofensiva y querían obligarle, él los envió presos a Cortés, diciéndoles que vieran
sus asuntos con el que era justicia mayor de la armada.
Cortés los recibió en Tenochtitlán con dádivas y ofrecimientos, los soltó y agasajó. Ellos al
ver tantas ciudades y riquezas se maravillaban y considerando la franqueza de Cortés y
sus soldados, se ofrecieron como servidores de Cortés, quien los mandó de regreso con
Narváez. Los que habían ido como leones volvieron como corderos. En cuanto llegaron al
campamento de Narváez comenzaron a convocar a todos a que se pasaran con Cortés.
Desde Tenochtitlán enviaron una carta al real de Narváez, que llegó antes que el P.
Guevara y el Sr. Vergara, en ella decían muchos ofrecimientos prometiéndole que harían
lo que les mandara. En el real de Narváez se hablaban maravillas de Cortés y sus
compañeros, en parte, era porque veían sus riquezas. Entonces Narváez se enojó y a
todos los que hablaban bien de los integrantes de la primera armada diciendo que no eran
traidores y que prenderlos sería una injusticia, los mandó encarcelar. Mas cinco soldados
escaparon de ser aprisionados, porque huyeron a refugiarse con Sandoval.
Los españoles que estaban en Tenochtitlán acordaron en consejo ir sobre Narváez sin
más tardanza y que allí, en México, quedara Pedro de Alvarado con ochenta soldados
para custodiar a Moctezuma.
Emprendieron el camino el 4 de mayo de 1520 y se reunieron con Gonzalo de Sandoval y
sus hombres en un pueblo cercano a Cempoala. En Cempoala se había establecido
Pánfilo de Narváez, que echó preso al Cacique gordo y maltrataba a los indios.
Algunos capitanes y principales de Narváez apoyaban a Cortés y pensaban bien de él,
pero lo hacían secretamente guardándose de mencionarlo cuando estaban ante Pánfilo.
15
Los de la primera armada enviaron otra carta a Narváez, con el fraile de la Merced
acompañado de Bartolomé Usagre, hermano de Martín Usagre el artillero de esa segunda
armada. Cortés envió también a Juan Velázquez de León, familiar de Diego Velázquez,
para que atrajera a más capitanes a hacerse de su lado. Después de un tiempo
sospecharon de ellos y Narváez corrió a los infiltrados, luego declaró la guerra contra
ellos, prometiendo darle $2 000 pesos a quien matara a Cortés o a Gonzalo de Sandoval.
La organización que siguieron Cortés y los suyos para ir sobre Narváez, la noche del 29
de mayo de 1520, fue de la siguiente manera:
+Pizarro y sesenta soldados más para tomar la artillería.
+Sandoval y otros sesenta subirían al cú donde estaba Narváez y le prenderían o
matarían si se opusiera.
+Juan Velázquez de León y 60 más debían arrestar a Diego Velázquez el Mozo, sobrino
del gobernador de Cuba.
+Cortés con veinte soldados, para ayudar donde hiciera falta.
Justo como lo organizaron lo hicieron, después de tomada la artillería, entraron los demás
soldados, cada cual al puesto asignado. Prendieron primero a Narváez y después a
Salvatierra (que era veedor), junto con Diego Velázquez el Mozo y otros capitanes
importantes.
Obtenida la victoria, Cortés mandó a Francisco de Lugo que llamara a todos los que
habían quedado en los navíos y les quitara las velas, timones y agujas; para que no
avisaran a Diego Velázquez lo ocurrido.
Cortés convenció a los soldados que venían con Narváez de ir con él a México, quedando
presos solo el mismo Narváez y Salvatierra.
SE DESATA LE REBELIÓN
En el mes de mayo, los aztecas celebraban una gran fiesta en honor de
Tezcatlipoca, como eran dominados por los españoles, solicitaron el permiso necesario a
Pedro de Alvarado, quien accedió con tal de que no hubiera víctimas humanas, a pesar
de ello dos jovencitos perdieron la vida el miércoles 16 de mayo de 1520.
La rebelión de la ciudad estaba latente, aún antes de que Cortés se marchara, el sordo
murmullo de indignación crecía, Alvarado se percató de ello y se asustó. Cuando la
danza, después del sacrificio, estaba en su apogeo, Pedro de Alvarado intentó repetir la
hazaña de Cortés contra la conspiración de Cholula, atacando él primero; su error fue que
atacaron a los nobles y gente que estaba bailando en el Teocalli, sin hacer nada a los
guerreros que invadían las calles. Los españoles se volvieron a su aposento y los mexicas
los sitiaron, no cesaban de darles guerra, durante ese día mataron a siete soldados y les
quemaron los aposentos. Todos los españoles que quedaron en Tenochtitlán hubieran
perecido si Moctezuma no ordenara a sus vasallos detener la guerra.
Cortés, ya unificado el ejército, marchó a México. Eran alrededor de 1300
soldados, 96 caballos, 80 ballesteros, 80 escopeteros, además de 2000 guerreros
tlaxcaltecas.
16
Llegaron a Texcoco y no les hicieron ningún recibimiento. Entraron en México-
Tenochtitlán el 24 de junio de 1520, en la festividad del nacimiento de san Juan Bautista.
Todas las casas estaban despobladas y no veían a nadie conocido, accedieron a sus
aposentos y se establecieron como antes.
Esa misma tarde llegó un soldado de Tacuba, mal herido, avisó que la ciudad y el
camino estaban abarrotados de guerreros con todo género de arnas y los rebeldes habían
deshecho un puente. Salió Diego de Ordaz con cuatrocientos soldados a ver aquello, en
cuanto lo divisaron los indígenas comenzaron la pelea, unos salieron a su encuentro y
otros desde las azoteas. A las primeras arremetidas mataron catorce soldados e hirieron a
muchos. Al mismo tiempo, muchos guerreros cercaron los aposentos y les dieron muy
feroz guerra, tanta que, al ir retrayéndose Diego de Ordaz no podía entrar en ellos por
tantos escuadrones que había.
A los españoles no les servían de mucho los tiros, ballestas, escopetazos, lanzadas, ni
estocadas que daban, aunque herían a un buen número, porque los huecos que abrían en
aquella multitud furibunda eran rellenados de inmediato.
Pelearon todo el día y esa noche se les pasó en curar heridos. Les incendiaron los
aposentos y los hubieran quemado vivos a todos si no se les hubiera ocurrido volcar gran
cantidad de tierra sobre el edificio.
Al día siguiente murieron otros diez o doce soldados y la mayoría mal heridos. Otro día
por la mañana, no salieron a pelear, estuvieron reforzando su casa y planeando su
estrategia. Pero los indios llegaban hasta allí a atacarlos desde veinte partes diferentes,
pues decían que aquel día no quedaría ninguno de ellos con vida, que sacrificarían sus
corazones y sangre; que con sus piernas y brazos tendrían fiestas y hartazgos, que
echarían sus cuerpos a los tigres, leones y víboras que tenían encerrados. Y a los
tlaxcaltecas que estaban con ellos los meterían en jaulas para engordarlos y sacrificarían
poco a poco.
Día y niche gritaban y rociaban flecha y vara, que los patios estaban llenos de ellas.
El siguiente día los españoles salieron con una especie de torres, eran cuatro, donde
pudieran ir debajo unos veinticinco guerreros para protegerse y tirar desde allí. Este día la
batalla fue más encarnizada, pues los indios arremetían con mucha más furia que los
anteriores.
Los conquistadores determinaron ir al gran cú de Huitzilopochtli, aunque les costara la
vida. Subieron al templo más de 4 000 mexicas además de otros escuadrones que ya
estaban allí y les resistieron el paso un buen rato, los caballos resbalaban y aunque
mataban diez o quince contrarios con cada tiro no podían subir. Esforzándose mucho más
lo lograron, todos chorreando sangre, llenos de heridas y otros ahí quedaron. Llegaron
arriba y prendieron fuego, se quemó gran parte de la sala de los ídolos, emprendieron la
bajada con mucho peligro pues los enemigos los hacían ir rodando hasta diez gradas
abajo. Por todas partes les venía la lluvia de piedras, flechas y varas. Después de llevar a
cabo su hazaña se volvieron a sus aposentos, iban todos heridos… dieciséis ya no
volvieron.
MUERTE DE MOCTEZUMA.
17
Un día después suplicaron a Moctezuma que hablara a los indígenas para que
cesasen la guerra y se pudieran ir, él contestó: “¿Qué quiere ya de mí Malinche, que yo
no deseo vivir ni oírle, pues en tal estado por su causa mi ventura me ha traído?”. El
padre de la Merced y Cristóbal de Olid le insistieron y contestó: “Yo tengo creído que no
aprovecharé cosa ninguna para que cese la guerra, porque ya tienen alzado otro señor y
han propuesto de no os dejar salir de aquí con la vida; así creo que todos vosotros habéis
de morir”.
Entonces salió Moctezuma a una azotea, sus capitanes lo reconocieron y detuvieron la
rociada de pierda y vara. Comenzó a hablarles, mas ellos le dijeron que les pesaba de él,
pues ya habían nombrado a Cuitláhuac como señor, que acabarían la guerra cuando no
que dará uno solo de los españoles y él volvería a ser señor de México.
En eso tiran tanta piedra y vara que le dieron tres pedradas, una en la cabeza, otra en el
brazo y otra en la pierna. Los españoles le rogaban que comiera y se curara, pero no
quiso y murió. Cortés y muchos soldados que lo conocían lo lloraron mucho pue lo
querían como a un padre.
Viendo que los aztecas nunca aceptarían las paces y treguas que les
demandaban, y menos aún ahora que Moctezuma estaba muerto. Acordaron huir durante
la noche, cuando más descuidados estuvieran sus rivales. Armaron un puente móvil, para
ponerlo en donde estaban destruidos los puentes y poder pasar. Cargaron el oro del rey y
lo demás quedó para que los soldados tomasen lo que quisiesen.
LA NOCHE TRISTE.
Antes de que mediara aquella noche oscura del ¿ de julio de 1520, en la que
lloviznaba y había niebla, sacaron el puente y lo pusieron, pasó Cortés, el oro de rey y
muchos de a caballo, mas, no podía faltar, sonó la voz de alarma de los contrincantes. La
laguna se llenó de canoas, e intentaron quitar el puente, se armó la batalla mucho más
intensa que las anteriores, cayeron en el agua muchos caballos e indios muertos y
mercancías. Avanzaron por la calzada y encontraron muchos escuadrones, a estocadas y
cuchilladas pasaban con gran trabajo.
Los guerreros que cargaban sobre ellos por todos lados, la laguna, la calzada y las
azoteas llenas de guerreros… eran cosa de espanto, contra ellos estaba una multitud
inmensa invadiéndolo todo, como si el agua y las piedras se hubieran convertido en
hombres. Los que pasaron primero llegaron salvos a tierra firme. Los demás tuvieron
mucho que sufrir, otros ya no llegaron.
Avanzaron por la calzada, considerando un milagro el salir de esa ciudad, los que lo
lograron.
Cortés se regresó y encontró a Pedro de Alvarado con otros cuatro soldados y ocho
tlaxcaltecas, todos mal heridos, si caballos y chorreando sangre. Como Cortés y los que
con él iba vieron que ya no salían más soldados, les brotaron las lágrimas de los ojos y
Pedro de Alvarado relató que Juan Velázquez de León quedó muerto junto con más de
ochenta caballeros en el puente. Y él y los que consigo venían, que, después de muertos
sus caballos pasaron por el puente con gran peligro, sobre muertos caballos y petacas,
pues el puente estaba a rebosar de ellos.
18
Llegaron a Tacuba y los recibieron con rociadas de vara, piedra y flecha. Para huir
hasta Tlaxcala, cinco tlaxcaltecas los guiaban por lugares escondidos, pero nunca dejaron
de seguirlos escuadrones de mexicanos que no paraban de tirarles, cual granizo: flechas,
varas y piedras, matando a muchos españoles.
Se refugiaron en un cú, curaron a los heridos e hicieron fogatas pues no tenían que
comer. (Tiempo después de la conquista, allí se construyó la iglesia de Nuestra Sra. De
los Remedios). En este lugar se curaron las heridas y lloraron a los muertos que eran
muchos, entre ellos el muy leal Juan Velázquez de León, Francisco de Saucedo,
Francisco de Morla, un Lares y uno al que llamaban Botello que era medio adivino.
También quedaron muertos los hijos e hijas de Moctezuma, Cacamatzin y los otros reyes
de provincias que eran prisioneros.
No había uno solo que no estuviera herido y solo escaparon veintitrés caballos, ballestas
sacaron pocas, los tiros, artillería r pólvora se perdieron en el puente. Las únicas mujeres
que se salvaron fueron: doña Marina, doña Luisa (hija de Xicoténcatl el Viejo) y María de
Estrada, la única mujer de Castilla que había en la Nueva España.
BATALLA DE OTUMBA.
Los aztecas los seguían y les gritaban: “Allá iréis donde no quede ninguno de vosotros
con vida”.
El 14 de julio por la mañana encontraron los campos llenos de guerreros como nunca
antes los habían visto. Tuvieron miedo, pero no tanto como para dejar de pelear hasta
morir.
Entablaron combate después de encomendarse a Dios, a la Virgen y al Señor Santiago.
De cinco en cinco los de a caballo rompían en los escuadrones contrarios, todos
revueltos, pie con pie, ellos dando estocadas y cuchilladas; los indios con sus lanzas,
macanas y espadas. Cortés les aconsejaba herir a señores señalados y Sandoval decía
animándolos: “¡Ea, señores, que hoy es el día en que hemos de vencer; tened esperanza
en Dios, que saldremos de aquí vivos para algún buen fin!”.
Entonces Cortés y los de a caballo que con él iban, derribaron a un señor principal junto
con otros, muerto aquel principal y otros muchos, los aztecas aflojaron su batallar. Mas no
así los españoles, sus aliados los tlaxcaltecas estaban hechos unos leones, con sus
armas hacían maravillas. Los de a caballo persiguieron a sus rivales y regresaron con
victoria.
En total, en esos últimos cinco días, desde la noche triste, en los reencuentros que
tuvieron, los que fallecieron en el camino y en la batalla de Otumba: fueron muertos y
sacrificados 860 soldados, con 72 que asesinaron en Tuxtepec y cinco mujeres de
Castilla.
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Por fin entraron en los dominios tlaxcaltecas. Los caciques vinieron a su encuentro y
lloraban a los muertos y perdidos, ahora los tenían como mucho más valientes pues no
era poco el haber salvado la vida de la furia mexica.
Mas no habían de faltar traidores que se aprovecharan de su penosa situación.
Xicoténcatl el Mozo andaba convocando a sus parientes y amigos, y a los de su
parcialidad. Para de día o de noche, cuando vieran a los españoles más descuidados,
caer sobre ellos, matarlos y hacer amistad con el nuevo señor de México: Cuitláhuac.
Pensaba enriquecerse con sus despojos.
Su padre Xicoténcatl el Viejo, se enteró de ello, pero por más palabras que le decía no
conseguía convencerlo de que abandonara aquel siniestro plan.
Los caciques y señores principales de Tlaxcala arrestaron a Xicoténcatl el Mozo y los que
con él se unieron, si no fuera por su padre Xicoténcatl el Ciego, lo habrían matado.
Después de reposar veintidós días en Tlaxcala, los españoles fueron a castigar y
pacificar los pueblos en los que habían matado españoles sin motivo. Transcurridos
cuarenta días, toda aquella región quedó pacificada.
En ese tiempo ya habían alzado en Tenochtitlán a Cuauhtémoc por señor, pues
Cuitláhuac falleció de viruela.
Mientras tanto llegó de Cuba un barco chico en el que venía por capitán Pedro
Barba con trece soldados, una yegua y un caballo; al cual Diego Velázquez envió para
llevar preso a Cortés, creyendo que Narváez obtuvo victoria.
El teniente de la mar que quedó en la Villa Rica salió a recibirlo en un batel, con soldados
y armas ocultos. Se saludaron y Caballero, el teniente de la mar, invitó a los recién
llegados a ir a un pueblo cercano a descansar. Ellos pasaron al batel para que los llevaran
a tierra, en cuanto los tuvieron a bordo, Caballero dijo a Pedro Barba: “Sed preso por el
señor capitán Hernando Cortés mi señor”. Así los apresaron y enviaron los aparejos del
barco a Cortés. Pedro barba fue hecho capitán de ballesteros.
Ocho días después, llegó otro navío chico con bastimentos que Diego V. enviaba a
Narváez. Traía ocho soldados, seis ballestas, gran cantidad de hilo para hacer cuerda y
una yegua. Así como prendieron a Pedro Barba igualmente hicieron al capitán de esta
embarcación.
Varios señores de los que llegaron con Narváez, entre ellos Andrés de Duero,
demandaron a Cortés licencia para volver a Cuba y él se las dio.
Maxixcatzin murió de viruela y a todos les pesó mucho.
Acordaron hacer trece bergantines, para poder señorear la laguna cuando volvieran a
México.
En aquel tiempo Cortés propuso a Xicoténcatl el Viejo si quería volverse cristiano, él
aceptó y con la mayor fiesta de Tlaxcala se celebró su bautizo, su nuevo nombre fue don
Lorenzo de Vargas.
TEXCOCO
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Se dieron prisa en marchar hacia Texcoco, para en su acequia armar los bergantines y
porque era un buen puesto para hacer entradas en Tenochtitlán.
El 26 de diciembre de 1520 comenzaron a caminar hacia Texcoco, junto con 10 000
tlaxcaltecas. Después de unos días de camino, fueron a su encuentro diez indios, dijeron
que el señor de Texcoco, Coanacochtzin, los esperaba en paz. Pero los habitantes de
aquella ciudad actuaban de manera muy sospechosa, por lo que les pareció a los
conquistadores, que la paz que demostraban era falsa, pues unos soldados que subieron
a un templo de ídolos vieron a todas las mujeres y niños saliendo de la ciudad y quedaron
solo los hombres de guerra, el primero en huir fue el cacique.
Entonces Cortés mandó llamar a los demás caciques y ellos alzaron a otro señor que
luego se bautizó y su nombre fue don Hernando, el cual se ofreció a ayudarles en el cerco
y toma de México -Tenochtitlán.
Como no había mucho que hacer en Texcoco fueron a Iztapalapa, pelearon un buen rato
en tierra firme hasta que los contrarios huyeron. Cuando era ya de noche y estaban en su
improvisado campamento, contentos con el poco botín que ganaron, todo se inundó pues
sus enemigos soltaron dos acequias de agua y abrieron una calzada, por poco se ahogan.
A la mañana siguiente tuvieron una batalla contra los aztecas, no muy favorable para los
españoles pues no tenían pólvora, se les mojó. Volvieron a Texcoco.
Entonces tres pueblos vecinos: Otumba, Tepezcuco y otro, fueron a pedir perdón y paz a
Cortés, obligándose a ser servidores de Su Majestad y estar en contra de los de
Tenochtitlán, luego también el pueblo de Mizquic pactó paz.
Los pueblos de Chalco y Tlalmanalco y sus sujetos también querían pedir paz, pero no
podían por los escuadrones de guerreros mexicanos que allí estaban.
Cortés mandó decir a Cuauhtémoc que hiciera alianza de paz, que viera que era mejor
arreglarse al principio, que en medio o al fin de la guerra, que no perdiera tiempo en hacer
armas y vea que todos los pueblos vecinos están del lado de los españoles y contra él.
Cuando estuvo ya en Texcoco la madera para los bergantines. Cortés fue con algunos
soldados y los tlaxcaltecas a Xaltocan. Antes de entrar a dicho pueblo, se enfrentaron con
grandes escuadrones mexicas. Al día siguiente se enfrentaron de nuevo, los
conquistadores y sus aliados no podían hacer mucho porque la calzada que llevaba al
pueblo fue destruida, lleno todo de agua, entonces entraron por un camino lateral y
pusieron en fuga a sus rivales.
Cerca de Tacuba tuvieron otras batallas, en la segunda los españoles hicieron que
los mexicas se retrajeran y les quemaron algunas casas del pueblo. El tercer encuentro
fue mucho más feroz, pues el número de los contrarios creció, ellos retrocedían fingiendo
miedo para meter a los españoles por la calzada en la ciudad, cuando los tuvieron dentro
volvieron sobre ellos con gran furia. Por ello, Cortés mandó a su ejercito retraerse con
mucho cuidado y así escaparon del poder de México.
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