Lo Dionisiaco y Lo Apolíneo en Fritz Perls

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LO DIONISIACO Y LO APOLÍNEO EN FRITZ PERLS

1. Lo dionisiaco

Si Fritz Perls fue un profeta de Dioniso, como a menudo se ha propuesto


–uno que hacia efectivamente presente lo dionisiaco en su contacto con la gente,
cambiándola a través de la oportunidad de encuentro con ese espíritu–
diríamos que Nietzsche fue un apóstol de Dioniso: uno que a través de su
filosofar comprendió que la única salvación para la civilización occidental
podría ser una inyección de espíritu dionisiaco. Nos veía Nietzsche demasiado
bien educados, convencionales e insignificantes, y le parecía que en nuestro
afán de no pecar contra el cielo no nos damos cuenta de nuestros crímenes
contra la tierra –contra nuestros cuerpos y contra las realidades concretas. Él
comprendió, antes que nadie, el fantasma del moralismo en el mundo: eso que
Freud llegó a llamar el “super yo” y que, lejos de constituir una fuente de
bondad es una tiranía del “tú debes” que le impide a las personas valorar sus
deseos y su intuición y termina redundando en destructividad; esa voz postiza
interior que muchas veces es el eco de la voz de los padres, de los abuelos y en
general del mundo, y que no ha sido integrada o convertida en una sabiduría
propia, sino que permanece en nosotros como un “introyecto” –como se dice
hoy en día en psicoterapia. Eso que Nietzsche entendió tan cabalmente se lo
traspasó a Freud, y Freud fue quien empezó a liberar efectivamente a la gente
de esa excesiva tiranía interior.
¿Pero por qué hablamos de lo “dionisiaco” sin conformarnos con llamarlo
simplemente “espontaneidad”?, ¿por qué recurrir a un símbolo griego antiguo?
Dioniso es un dios. Y porque los griegos consideraron que cuando el espíritu de
Dioniso entraba en una persona –cuando una persona se “dionisificaba”, como
era el caso en las bacanales– ésta se espiritualiza, entrando en comunión con lo
divino.
Lo dionisiaco fue entre los griegos una religión, en tanto que la
espontaneidad en la psicoterapia no alcanza sino raramente un nivel espiritual
obvio. La renuncia al control de nuestra “mente pequeña” sobre la totalidad de
lo que somos es un proceso intrínsecamente espiritual, y que la espontaneidad
más profunda de la persona inevitablemente lleva a la persona a ser ella misma
–por más que pase por una fase de descontrol de tipo egoico.
Digamos que el problema humano, ese “mal” que es enfermedad y
constituye la raíz de la destructividad, consiste en una tiranía intrapsiquica: una
condición intrapsiquica en que uno de nuestros tres cerebros ha asumido la
función de rey absoluto o emperador. Ya Gurdjieff se refería a los seres
humanos como “pobres tricerebrados cuyos tres cerebros están
desintonizados”, pero hoy en día la estructura ternaria del cerebro humano es

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una cosa ampliamente aceptada por la embriología y la neurofisiología.
Es un concepto grandioso éste que tuvieron los griegos al concebir un dios
loco. Pues, Dioniso no es solamente el dios del placer. Se lo asocia con el vino y
se lo considera también dios de la embriaguez, que a su vez entraña un dejarse
ir, dejando de lado el control habitual sobre la propia mente para abandonarse a
una entrega más profunda que la simple espontaneidad cotidiana. Sabemos
hoy, además, que la embriaguez que conocieron los griegos no era sólo la que
produce el vino; pues, en los misterios, que eran el corazón de la religión griega,
se le agregaba al vino alguna substancia alucinógena.
Los griegos, a través de los misterios, conocían la embriaguez curativa y el
poder transformador de las plantas mágicas, que ayudan a la persona
suficientemente motivada a disolver sus condicionamientos limitantes. De ello
nos ha quedado apenas el vino como símbolo de la embriaguez y de la
transformación.
Pero el concepto de Dioniso va más allá de la idea de una embriaguez
religiosa o embriaguez santa: llegaba a la “locura santa”, la “locura divina” y
éste es un concepto verdaderamente original en el mundo de la religiosidad y,
más ampliamente, en la historia.
¿Qué se quiere decir, al hablarse de una “locura divina”?, Ello entraña una
invitación a cada uno de nosotros a santificar el loco que tenemos dentro, y a
concebir que la locura, lejos de ser algo que deba ser siempre combatido o
suprimido, pueda merecer ser escuchado.
La psiquiatría ha tardado mucho en llegar a lo mismo. Pues en la psiquiatría
moderna ha entrado tal punto de vista –sin llegar a ser universalmente
aceptado– en el mundo académico. Fue éste talvez el mensaje más característico
de la así llamada antipsiquiatría, que surgió de la propuesta de Ronald Laing –a
los psicóticos, decía Laing, no hay que “tratarlos”, hay que acompañarlos– lo
que entraña respetarlos e intentar comprenderlos.
Decimos todo esto a propósito de Dioniso como un dios de la locura. Si hay
un camino dionisiaco, este es uno que pasa por la locura; no para combatirla,
sino para sanar y hacerse más sabio. El camino dionisiaco es una invitación a la
entrega, a la renuncia al control, al disolverse. Y la entrega es algo así como un
quitarse de en medio, un hacerse trasparente a lo que quiera ocurrir a través de
uno. Es ésta típicamente la actitud chamánica, y es también una invitación al
trance, a la posesión divina, a la inspiración –todo ello característico de las
religiones estáticas. Entregándose a eso que se hace a través de uno, uno
termina por encontrar su propio ser espiritual.
Hay una notable semejanza entre Dioniso y Cristo. Pues Dioniso es, entre
todos los dioses, no sólo uno nacido de mujer, y un hijo del padre de los dioses,
sino que es un dios que muere y renace. Y dice el mito de Dioniso que al final
de su vida llega al Olimpo, y allí “se sienta a la diestra del padre”. Si el
cristianismo tomó esta frase de la antigüedad, ello nos dice que entre los
primeros cristianos había una gran familiaridad con el parentesco entre el

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antiguo dios sacrificado y devorado con el nuevo Hijo de Dios que ofrece
simbólicamente su carne y su sangre en el rito de la comunión.
Pero es característico de Dioniso el que también no sea sólo un dios
sacrificado, sino un dios marginal: un dios perseguido. La locura es el castigo a
que lo somete la celosa mujer de Zeus, Hera. Porque tiene celos de Dioniso, lo
enloquece. Pero a través de su participación en los misterios de la Gran Madre
éste se cura. Se puede decir que sana de su locura entrando en ella.
Es Dioniso el más humano de los dioses, pues aunque haya en la mitología
griega otros dioses nacidos de mujer –como Apolo y Hermes– no sólo es él un
perseguido y marginal, y uno que conoce la locura, sino –como hemos
mencionado– un dios que muere. El dios de la muerte y del renacimiento,
podemos decir. Es cocinado, incluso, y partido en pedazos y devorado, tanto en
el mito como en el rito, en el que se come la carne de Dioniso, simbólicamente,
tras el despedazamiento de un animal.
Dioniso se simbolizaba en cuatro animales, principalmente: en la serpiente,
en el toro y en el macho cabrío y en la pantera; todos estos aluden a la
animalidad misma, y su calidad sagrada. El que el macho cabrío, con sus
cuernos, su barba y pata dividida se haya trasformado en emblema del
demonio nos dice que se tomó la imagen de Dioniso para definir lo demoníaco.
No cabe duda que el mito y el culto de Dioniso reflejan el conocimiento de
una muerte interior que lleva a un nuevo nacimiento –de una “muerte en Dios’,
como se la ha llamado en el misticismo cristiano–; pero difieren la carne; es
decir, la instintividad que compartimos con los animales. Y en tanto que lo
dionisiaco se asocia al placer, la historia de la Iglesia ha sido una historia muy
marcada por la actitud opuesta; y parece que la oposición al placer no sea
esencial ni original en el Cristianismo, sino algo que lo ha contaminado desde
los primeros tiempos.
En una cultura en que Dioniso es el demonio, ¿cómo va a parecer espiritual
lo dionisiaco? A lo más, puede decirse que constituya una espontaneidad
reparadora, pero no se la llega a santificar. No se tiene mucha fe en la sacralidad
o en la virtud en la “autorregulación organísmica”–para usar un término de la
terapia gestáltica. La terapia gestáltica fue uno de los florecimientos más
notables en el jardín de los años sesenta, época cuyo espíritu inspiró a un
teólogo norteamericano– Sam Keen, de California–a escribir un libro intitulado
“A un Dios Danzante”.
Como Shiva en Oriente, también Dioniso es un dios que baila; y un dios que
canta, y el dios del teatro; en suma, de la expresividad. Y el teatro, las tragedias
griegas, era un acto religioso en que se representaba indirectamente la tragedia
de Dioniso, reiterada en la tragedia de cada uno de los héroes clásicos.
La Gestalt tal vez sea la más dionisíaca de las terapias. El creador de la
Gestalt –Fritz Perls– fue alguien a quien se ha caracterizado como una especie
de apóstol de Dioniso. Lo que significa un apóstol del placer y un apóstol de la
naturalidad, entre otras cosas.

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2. Lo apolíneo

La terapia gestáltica, que décadas atrás fue el más poderoso fermento del
mundo humanista y que hemos caracterizado como altamente dionisíaca, es
también muy apolínea, y aquí introducimos un nombre que hace referencia a
otro dios griego, que representa justamente lo contrario de Dioniso: Apolo.
De modo que aunque sea cierto que Fritz Perls haya sido un gran
dionisiaco, sería aún más exacto decir que fue un cincuenta por ciento
dionisiaco y cincuenta por ciento apolíneo. ¿Qué queremos decir con esto?
Parece una contradicción, ya que hablar de lo dionisiaco es hablar de
entrega, y lo apolíneo dice relación con el control. Dioniso es embriaguez, en
tanto que Apolo es lucidez. ¿No son acaso cosas contradictorias? ¿No son
incompatibles? Sólo aparentemente. Los polos dionisiaco y apolíneo del espíritu
constituyen una complementariedad.
La forma de espiritualidad prevalente en las altas civilizaciones es una
espiritualidad apolínea, y se asocia a ciertas formas ya prefijadas de la virtud:
ciertas normas, ciertos mandamientos, reglas o recetas. El camino dionisiaco, en
cambio, es completamente misterioso. Lo apolíneo, en cambio, es una actitud
mental que se orienta según ciertas formas establecidas, ciertos principios.
Explicamos algo más acerca de la naturaleza de Apolo, a través de algunos
símbolos, comenzando con el primero de sus actos. Apenas nace Apolo, lo
primero que hace es pedir su arco y sus flechas, y ello presagia cosas que el
resto de su mito confirma: que es un dios agresivo, y también un dios certero.
¿Por qué quiere su arco y sus flechas? Lo primero que hará tras nacer, en su
mítica vida, será buscar a Pitón, la serpiente del oráculo de la Diosa Madre en
Delfos, matarla y arrebatárselo.
Sabemos que la cultura griega anterior a la época de los dioses olímpicos
–como en todo el mediterráneo– pasó por un periodo matriarcal, y podemos
decir que Apolo es un dios particularmente patriarcal; es el prototipo del
“matador de monstruos” y el monstruo en la cultura patriarcal tiene una
connotación femenina. Apolo se apropia del, que hasta hoy asociamos a su
nombre, y de sus sacerdotisas o pitonisas, sibilas.
En nuestra propia mitología cristiana encontramos algo semejante al
monstruo en la figura de Eva, la tentadora que acarreó nuestra caída. Eva
sugiere una personificación de la carnalidad, pero se combina en ella la
femineidad propiamente tal –cual es la vocación y maestría del amor, con un
problema de la femineidad o una femineidad problemática: la pasionalidad que
es degradación del amor y del instinto. Esta “pecaminosidad” –equivalente de
la monstruosidad de otros mitos– sería el residuo simbólico de un problema
real que se hizo sentir a fines del período matriarcal, impulsando la revuelta
masculina.
En el mito de Apolo que derroca al monstruo podemos decir que se refleja

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la transición de la época matrística al patriarcado, pero también el episodio
mítico constituye una buena expresión simbólica de algo que ocurre a través de
nuestras vidas, y es un aspecto de nuestro desarrollo espiritual tanto como
nuestro “proceso psicoterapéutico” en un amplio sentido de la palabra.
Y es más: la terapia es, desde cierto punto de vista, un arte de matar monstruos.
Pero Apolo no es sólo un matador de monstruos: es también un dios de la
medicina y de la purificación, el dios del autoconocimiento transformador, y el
dios de ese supremo desapego–des-apasionamiento, y el dios de la armonía que
tal desapegada purificación a través de la visión clara trae consigo.
Todos albergamos un mal interior, en cuyo fondo habita a su vez un tirano
interior, y nuestra neurosis no sólo es una “segunda naturaleza” para nosotros,
sino algo con lo que hemos terminado identificándonos. Vive en nosotros un
personaje que bien podemos considerar un impostor, por cuanto hemos llegado
a considerarlo nuestro ser o nuestro “yo”. En tanto que nuestro verdadero ser
ha sido relegado a un oscuro calabozo en nuestra psique, donde yace olvidado.
¿Cómo mata Apolo a ese impostor? ¿de qué está hecha su saeta? De
conciencia: es la conciencia la misma la que desarma. La luz, al darnos
conciencia de ciertos procesos, los hace desvanecerse, o los cambia. Y así como
en toda psicoterapia hay un aspecto de entrega, –un aprender a soltarse, a dejar
salir lo que está prisionero en nuestro interior y así ser más verdaderos–
también hay este otro aspecto que es ver con la claridad que permite la
trascendencia de las pasiones, para así llegar, por así decirlo, a “conocerle en
nombre al demonio”; conocer el mal en todo detalle, tener conciencia de cómo
funciona nuestra mente neurótica –esa mente parasítica que se interpone entre
nosotros y “el deseo de nuestros corazones”.
Una gran parte de la psicoterapia es eso que encontró Sócrares en su visita
al Oráculo de Delfos: una introducción al conocimiento de sí. Es notorio, sin
embargo, que a través de su historia nuestra cultura no ha sobresalido en
autoconocimiento ni lo ha privilegiado. Era éste un proceso solitario, sobre todo
en los artistas, proceso solitario no tan amparado, no tan ayudado por la cultura
religiosa tradicional.
Se representa al dios de la lucidez y de la armonía con un cuerpo muy bello,
y se lo considera también el dios de la música. ¿Acaso no consiste la música en
la armonía de las partes en un todo? ¿dónde está el secreto de esa armonía? es
“secreto de la conciencia” por excelencia, cual es la neutralidad.
La embriaguez es apasionamiento, Dioniso es el dios de la pasión y de la
expresión; de ahí el teatro. Y el camino dionisiaco es uno de ir con las pasiones
que lleva a conocerlas a través de su loca exageración y a dejarlas atrás a través
de su expresión indulgente.
El camino apolíneo es el contrario: el conocimiento en él se obtiene desde la
distancia y desde la oposición.
El mito nos dice que Apolo era un dios muy violento, que varias veces
compitió con su padre Zeus, y que por ello fue castigado. En una de estas

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ocasiones, fue mandado a ofrecerse como sirviente de un rey en una tierra
lejana. Es claro que, siendo excesivamente arrogante, impetuoso y dominante,
debía aprender a ser humilde, servicial y controlado.
El misterio dionisiaco es el misterio de la inmersión, que es una disolución
de la mente individual en el todo. Se asocia a Dioniso con el ilimitado y fluido
mar, con la embriaguez mística, con la disolución del yo. El misterio apolíneo,
en cambio, es el misterio del fuego que lo quema todo, el misterio de la muerte
interior de la desidentificación respecto a la corriente de la vida.
En su entrega a la corriente de la vida, sin embargo, Dioniso acepta la
muerte, y Apolo, en su distancia desapasionada, sirve al triunfo de la vida y de
sus formas. Uno dice: “yo soy eso” y otro dice: “yo no soy eso”. En la
psicoterapia se hace obvio que la entrega y el autoconocimiento constituyan
vías complementarias y compatibles.
Los antiguos seguramente conocieron un nivel de experiencia profunda,
propia de la madurez espiritual, en que coinciden el “hacerse nada” del
desapego y la entrega a la corriente de la vida una, pues así lo sugieren sus
santuarios y ritos. Así, por ejemplo, la tumba de Dioniso se encuentra en la
gruta de Delfos donde la Pitia trasmitía el oráculo de Apolo.
En su libro Dioniso y la vida eterna Kerény comenta sobre éste y otros signos
iconográficos y rituales que sugieren que Apolo –quien preside sobre los
misterios menores en Delfos– y Dioniso –que preside sobre los misterios
mayores en Eleusis– se corresponden con dos fases de un mismo desarrollo.
Particularmente revelador parece el dato de que los griegos reconocían a
Dioniso en el Osiris de los egipcios y a Apolo en Horus.
Osiris es el padre de la civilización de los egipcios y muere traicionado.
Hace un viaje por la muerte que comienza con el de su sarcófago que se desliza
por las aguas del Nilo, y después de que su cadáver es dividido en 28 porciones
por su enemigo Seth –dios cocodrilo o demonio– engendra en su mujer y
hermana que lo recompone a Horus –el dios vengador con forma de halcón.
Renace Osiris en la forma de Horus, sobre quien Seth ya no puede prevalecer.
Dioniso, el principio de la entrega, es como Osiris victimizado, sacrificado.
Apolo, como Horus, es lo divino en su manifestación combativa y análogo
también a Cristo que se espera vuelva espada en mano.
Podemos leer, en la secuencia, la historia de una misma conciencia que
empieza su crecimiento a través de la entrega, y que al llegar a su madurez
adquiere un control. Y podemos reconocer esta secuencia en nuestra vida
– siempre que hayamos vivido lo suficiente. Todos atravesamos por un periodo
romántico –un periodo extático de embriaguez divina– pero cuando llegamos a
la madurez podemos apreciar una nueva sobriedad que coincide con un nuevo
nivel de autocontrol –un control espontáneo esta vez– que hace menos visibles a
los sabios que a los aprendices.
Pero también es cierto que Apolo, como decíamos, preside sobre los
misterios menores del autoconocimiento, y el hecho que Dioniso, en Eleusis,

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presida sobre los de la muerte y renacimiento, sugiere que la entrega dionisíaca
sea un logro espiritual más avanzado que la agudeza, la auto comprensión y el
desapego que se cultiva a través de la austeridad. También esta secuencia
podemos reconocer en nuestra vida, y no es diferente de la vía propuesta por el
yoga –que empieza con una fase ascética de renuncia y se continúa en un nivel
tántrico de espontaneidad profunda.
Parece un hecho claro que en el mundo de la psicoterapia estos dos
principios no sólo convergen, sino que se van conciliando. Aunque en el mundo
religioso, la espiritualidad de la tierra y la espiritualidad del cielo han
constituido la más importante de las guerras ideológicas, sólo el dogmatismo
político que contamina a la historia de las religiones lo quiere así. La religión
que conoció la sacralidad del cuerpo, de la vida y de la naturaleza, fue en cierta
época pasada reemplazada por la religión de la trascendencia, pero la verdad es
que las dos cosas son complementarias y no contradictorias, y que la
comprensión de su complementariedad encierra un potencial evolutivo. Tal es
la comprensión que se está gestando en la psicoterapia gracias, en parte, a la
magnífica síntesis con que la ha inspirado la terapia gestáltica.
Hay un aspecto de la vida que es horizontal, autoperpetuante o
autopoyética Pero cuando funciona bien este aspecto horizontal de la vida que
libremente se expande, se hace manifiesto también un nivel vertical, que es
“más que vivir”. Dicho de otra manera: cuando la conciencia despierta al
misterio del espíritu, a la gnosis, conciencia del vacío, conciencia de la
conciencia o como quiera que se lo llame, ello no interfiere con el simple vivir,
sino que lo inspira. Cuando aparece la sabiduría, aparece también una mayor
libertad; la vida se pone en orden y todo fluye como debe fluir. Y,
conversamente: cuando todo fluye como debe fluir –es decir cuando todo
procede armoniosamente– la mente adquiere la suficiente sutileza para
entender el misterio de su centro vacío.
La manera como se van amalgamando los dos principios complementarios
de nuestra naturaleza en la comprensión psicológica de hoy puede sernos
beneficiosa después de una larga historia de espiritualidad antidionisíaca.
Esperemos que si este milenio nos trae algo nuevo, vaya a nacer de esa síntesis
entre la espiritualidad del cielo y la espiritualidad de la tierra, la Conciencia
Matriarcal y la Conciencia Patriarcal.

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3. Robert Crumb, Mr. Natural, Fritz Perls

«Fritz Perls, alias Mr. Natural, alias Friedrich (Frederick) Salomon Perls, el
Padre de la 'terapia Gestalt'...fue la estrella de muchos caricaturas underground
de Robert Crumb.»—Opus - Guía de la historia del pensamiento esotérico a través de
la vida de sus practicantes, Wikipedia en inglés.

«Su cuerpo corto, con túnica, y su larga barba me hicieron pensar en un cruce
entre el terapeuta de la Gestalt Fritz Pearls y un personaje de dibujos animados
de los años treinta.» —Robert Crumb: La guía esencial de bolsillo —D.K. Holm

«Con su barba gris rebelde, sus labios manchados de nicotina, su overol,


lenguaje escatológico y comportamiento sexualmente agresivo, Perls se
convirtió en un psiquiatra autocrítico e inquieto que se parecía al personaje
underground de caricaturas Mr. Natural.» — Jonathan D. Moreno

«Ya no era Fredericks Perls, M.D., Ph.D. Era FRITZ, el gurú relajado de barba
blanca, como un modelo para la caricatura Mr. Natural, de Robert Crumb. La
última vez que lo vi como Fritz o Mr. Natural, jugamos una partida de ajedrez.»
—La última vez que vi a Fritz, Marc L. Joslyn

«Fritz, cofundador de la psicoterapia Gestalt y director del Instituto Esalen


hasta 1970, cuando murió, sonreía radiantemente desde la tapa de su último
libro de bolsillo, larga barba blanca y ojos vivos como Mr. Natural de Robert
Crumb.» –En los años setenta: aventuras en la contracultura, Barry Miles

Apareció en Estados Unidos un cómic que se llamaba “Mr. Natural”; uno se


pregunta si tal vez hubiese sido inspirado por Fritz Perls. Se ve en él a un
barbudo al que se acercan los discípulos muy respetuosamente: “Mr. Natural,
dígame como debo yo comportarme con mi querida; dice que tiene este
problema con su padre, etc., etc.” y Mr. Natural le responde diciendo cosas muy
simples y un poco blasfemas. “Qué me importan a mi tus pajas mentales”, por
ejemplo. Su comportamiento no pretende de ninguna manera ajustarse a un rol
terapéutico, pero entraña tal confrontación de la estupidez de la persona que
pide ayuda, que termina siendo más sanador que si lo pretendiera.
Algo así era Fritz Perls, cuya manera de hacer terapia era en buena parte su
expresión de verdad y su actitud más humana que profesional. Y además de
natural y mal educado era también Perls un hombre aparentemente
antirreligioso. Una vez en una sesión de terapia que hacía con un ministro
protestante, Perls le decía “tu dios interfiere en nuestra comunicación”, “tú

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estás poniendo a dios entre tú y yo”. Para Perls bastaba con el tú y el yo, y
diríamos que implícitamente intuía lo divino en el corazón de lo humano. Y su
manera de hacer terapia era tan directa que se saltaba todas las referencias
tradicionales. Partía de la base que todo lo que estamos buscando está ya en el
momento presente.
Robert Crumb, el artista más prolífico y genial en el mundo del cómic:
dibujante, guionista, ilustrador de ropa, carátulas de discos de vinilo (Janis
Joplin entre otras), nació en Filadelfia en 1943. En los años sesenta, Crumb fue
uno de los fundadores del cómic underground y la figura más destacada de
dicho movimiento, con personajes míticos como Mr. Natural y el gato Fritz
(llevado genialmente al cine), ambos son iconos de la contracultura
estadounidense de los años 60 y de la civilización occidental. Es muy bueno
reconocer la neurosis caracterial crumbiana en Flakey Foont o Shuman the
Human o las mujeres obsesivas y algunas otras exuberantes histéricas en sus
cómics. De reciente publicación –quizás por encargo– es “Génesis”,
una versión bastante formal del nuevo testamento de la Biblia; y una
interesante biografía de Franz Kafka.
Mr. Natural (Fred Natural) es un gurú místico que arroja aforismos sobre
los males del mundo moderno y la salvación que se encuentra en el misticismo
y la vida natural. Renunció al mundo material y vive de todo lo que puede
obtener a cambio de sus pepitas de sabiduría. Usualmente representado con un
poco de sobrepeso (aunque su tamaño varía), es calvo con una larga barba
blanca y usa una túnica que lo hace parecerse a las representaciones de Dios o
de un profeta, de un "old man".
El gurú barbudo de Crumb no se disculpa demasiado como para ser
llamado estafador. A pesar de su renuncia al mundo material, es un sibarita
impenitente. Su conversación directa, aunque refrescante, puede meterlo en
problemas, como cuando fue expulsado del cielo por decirle a Dios que es "un
poco cursi" en el cómic "Mr. Natural conoce a Dios". El consejo de Mr. Natural
aparentemente está en desacuerdo con su imagen de sabio, y sus inventos son a
la vez brillantes y chiflados.
Mr. Natural tiene extraños poderes mágicos y posee una visión
cósmica; pero también es malhumorado, cínico, autocompasivo y sufre varias
obsesiones sexuales extrañas. Los aspirantes a discípulos lo están buscando
interminablemente buscando la verdad (entre ellos personajes de Crumb de
larga trayectoria como Flakey Foont y Shuman the Human). Por lo general, los
considera con condescendencia divertida y cierto afecto a regañadientes,
aunque su paciencia a menudo se agota y se complace sádicamente al hacerlos
sentir como idiotas. Si bien es típicamente muy bueno y tiene el control, a veces
termina en situaciones humillantes como languidecer durante años en una
institución mental.
En la "biografía", "Fred Natural" abandona América y viaja durante muchos
años en Asia, que es donde recoge su combinación única de sabiduría y

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artimañas. Durante un tiempo trabajó como taxista en Afganistán. Regresa a los
EE. UU. Durante la era Beat de la década de 1960, y es atraído al área de la
Bahía de San Francisco por chicas núbiles y personas dispuestas a escuchar y
pagar su espiritualidad de improvisación. Exhorta a sus discípulos a comer solo
su propia línea de "Mr. Natural Brand Foods", y a escuchar sus transmisiones en
la radio ficticia WZAP.
Un tema en Mr. Natural es la incapacidad generacional en los Estados
Unidos para conectarse, cada generación rechaza la anterior. Mr. Natural es un
"abuelo" y no un "padre" para el despistado Foont.
«Se recomienda a las personas en búsqueda, pacientes, neuróticos
obsesiv@s, histeric@s, psicoterapeutas, médicos, sanadores, charlatanes de
cursos de fin de semana, seres humanos y demás criaturas vivas y muertas, las
Enseñanzas de Mr. Natural y las paradojas de las Enseñanzas, en ellas, además
del humor de Crumb se encontrará algún estado de sanación de vuestro
carácter y con algunos maestros, “psicos” y gurús conocidos como Fritz Perls
u Osho, y con algún otro que nuestra mente en este momento no recuerda. Toda
relación con la realidad es pura imaginación del lector…».

Nota
Los puntos 1 y 2 de este texto han sido extraídos de la conferencia, del
psiquiatra y escritor chileno Claudio Naranjo, «La dimensión espiritual de la
psicoterapia y nuevo chamanismo», de 14 pp.
En el punto 3, varias de las citas y la biografía de la Wikipedia han sido
traducidas del inglés, con la edición pertinente.

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