La Confesión Positiva
La Confesión Positiva
La Confesión Positiva
Yo estoy convencido de que todo cristiano que ama la Biblia —sin importar que quiera dedicarse al
ministerio o no — debería recibir un curso elemental de hermenéutica bíblica. Uno pensaría que
un curso así solo se imparte en los seminarios y institutos teológicos, pero no. Con el surgimiento
de Youtube hay buenos cursos de hermenéutica impartido por maestros respetados que si un
cristiano invirtiera algunas horas, se sorprendería de cuánta ayuda le sería para su estudio bíblico
devocional.
En palabras simples, la hermenéutica bíblica es el estudio de las reglas esenciales para la correcta
interpretación de la Biblia. Las cuales, si se desconocen, se corre el gran riesgo de malinterpretar
pasajes bíblicos que, inclusive, podrían desembocar en herejía. En este sentido, el surgimiento de
la doctrina de la confesión positiva se debió esencialmente a no tomar en cuenta las reglas de la
hermenéutica y, en su defecto, se le otorgó a varios pasajes bíblicos una interpretación que
históricamente nunca tuvieron. Por ejemplo, Marcos 11:23 que dice:
“En verdad os digo que cualquiera que diga a este monte: “Quítate y arrójate al mar”, y no dude
en su corazón, sino crea que lo que dice va a suceder, le será concedido”.
¿Qué dicen los de la confesión positiva sobre este pasaje? Que Jesús nos motivó confesar y
declarar para que las cosas que digamos sean hechas al son de nuestras palabras y, por lo tanto,
que la confesión positiva es una doctrina que el Señor mismo enseñó. Pero, ¿es verdad eso?
¿Marcos 11:23 respalda la confesión positiva? No, no la respalda.
Si los creyentes en esta doctrina estudiaran un poquito de hermenéutica descubrirían que Jesús
simplemente empleó una figura retórica o literaria de aquel tiempo para ilustrar una verdad. No es
que nos estuviera enseñando que nuestra boca tiene súper poderes para obtener todo lo que
confiese, sino que nos estaba enseñando a orar.
Por ejemplo, acompáñame al análisis que voy a hacer a dicho pasaje sin consultar ningún
comentario bíblico. Como verás, a ojo desnudo uno descubre que Marcos 11:23 no habla de
confesar positivamente, sino que el contexto nos muestra a Jesús teniendo hambre y como no
halló fruto en una higuera, la maldijo (v. 12-14). Un día después (v. 20), encontraron que la higuera
se había secado y los discípulos se sorprendieron ante este hecho. Fue allí donde Pedro dijo: “Rabí,
mira, la higuera que maldijiste se ha secado” (v. 21) y es aquí donde “Jesús respondió, diciéndoles:
Tened fe en Dios. En verdad os digo que cualquiera que diga a este monte: “Quítate y arrójate al
mar”, y no dude en su corazón, sino crea que lo que dice va a suceder, le será concedido” (v. 22-
23).
La pregunta es: ¿dice este pasaje que si confesamos positivamente las cosas ocurrirán? No, por
eso es importante seguir la regla hermenéutica de leer todo texto en su respectivo contexto para
interpretarlo adecuadamente. Mira lo que Jesús dijo un versículo después: “Por eso os digo que
todas las cosas por las que oréis y pidáis, creed que ya las habéis recibido, y os serán concedidas”
(v. 24). Como ves, el Señor no les estaba dando una fórmula a los discípulos de hablarle a la nada o
a las circunstancias para que fueran modificadas al son de sus dichos, sino que les dijo: “todas las
cosas por las que oréis y pidáis”. Es decir, les estaba enseñando a orar. No a confesar
positivamente.
La confesión positiva es: “¡yo declaro!”, “¡yo confieso!” y “¡yo decreto!”, no es pedir algo en
oración conforme Jesús enseñó. La confesión positiva centra la fe en el poder de las palabras, no
en el poder de Dios. La oración centra la fe en el poder de Dios, no en el de las palabras. Por lo
tanto, a lo que se refiere Marcos 11:23 es a orar con fe, por eso Jesús dijo: “Tened fe en Dios” (v.
22) y luego: “todas las cosas por las que oréis y pidáis, creed que ya las habéis recibido, y os serán
concedidas” (v. 24).
Como ves, este análisis del texto lo hice simplemente leyendo el pasaje en su contexto y sabiendo
que —hermenéuticamente hablando — existen figuras superlativas del lenguaje del primer siglo
que, si no conocemos, podríamos incurrir en malinterpretaciones y hasta en doctrinas que la Biblia
no respalda. Por ejemplo, esto es lo mismo que ocurre en Mateo 18:8-9 que dice:
«Y si tu mano o tu pie te es ocasión de pecar, córtatelo y échalo de ti; te es mejor entrar en la vida
manco o cojo, que teniendo dos manos y dos pies, ser echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te es
ocasión de pecar, arráncatelo y échalo de ti. Te es mejor entrar en la vida con un solo ojo, que
teniendo dos ojos, ser echado en el infierno de fuego».
Cuando alguien no está familiarizado con el lenguaje superlativo que empleaban los rabinos del
primer siglo, uno podía hasta espantarse ante las palabras de Jesús y preguntar: «¿Acaso Jesús
estaba enseñando a amputarnos los miembros para heredar la vida eterna? ¿Será que él estaba
hablando literalmente de que nos cercenáramos y dejáramos correr la hemorragia?» ¡Obvio que
no! Jesús simplemente estaba describiendo la radicalidad con que debíamos luchar en contra del
pecado interior y sacar de nuestro ojo y cortar de nuestras manos y pies el deseo de pecar. No
amputarnos literalmente, sino cortar simbólicamente de nuestras vidas todo aquello que nos
induzca al mal.
La idea de emplear este tipo de lenguaje de los rabinos era causar un impacto en la mente de los
escuchas y hacer de sus enseñanzas lecciones inolvidables para que comprendieran las verdades
espirituales. Jesús no estaba hablando literalmente en Mateo 18:8-9 ni tampoco literalmente en
Marcos 11:23. Estaba empleando figuras retóricas de grado superlativo con el fin de pintar en la
mente de sus seguidores cuadros difíciles de borrar de sus cabezas.
Es más, cuando vamos a un comentario bíblico del evangelio de Marcos para conocer cuál es el
significado histórico que el cristianismo le ha dado a estas palabras de Jesús, descubrimos
precisamente eso, que Jesús estaba hablando simbólicamente y en ningún modo confirmando la
confesión positiva como doctrina cristiana. William Hendriksen en su comentario sobre Marcos
11:23 dice:
«“Este monte” se refiere al monte de los Olivos; “el mar” al mar Muerto. Para que este monte se
levante literalmente y se arroje en el mar, significaría una caída de unos 1,200 metros. Ahora bien,
resultaría algo totalmente ingenuo aun tratar, mediante una concentración de fe, lanzar el monte
de los Olivos al mar. Por tanto, a la luz de un contexto que habla acerca de la fe y de la oración,
esta sorprendente figura significa que ninguna labor en armonía con la voluntad de Dios será
imposible para quienes creen y no dudan (Mt. 17:20; 21:21; Lc. 17:6). Otros argumentos que
confirman esta explicación son los siguientes: a) El frecuente uso de lenguaje figurado que hace
Cristo (ejemplos del cual ocurren también en el evangelio de Marcos: 1:17; 2:20-22; 3:33-35; 5:39;
7:27; 8:15; 9:12, 13; 9:43, 45; 10:38, 39). b) La bien conocida figura retórica que se halla en Zac.
4:7: “¿Quién eres tú, oh gran monte? Delante de Zorobabel serás reducido a llanura”, refiriéndose
a una montaña de dificultades que desaparecerían. c) Las palabras que inmediatamente siguen (en
Mr. 11:24).
En modo alguno deberíamos debilitar la fuerza de esta expresión y restarle valor a su significado…
Es muy evidente que el versículo 24 tiene un estrecho paralelismo con el versículo 23. En
consecuencia, dado que el versículo 23 es verdad; “por tanto” el versículo 24 también es verdad.
En general, el significado de los dos versículos es el mismo. Y… en cierto sentido, el pensamiento
expresado en el versículo 24 es aún más fuerte que el contenido en el versículo 23: la persona
descrita en el versículo 23 cree que lo que dice va a suceder; las descritas en el versículo 24 están
tan seguras de la respuesta a la oración, que en lo que a ellos concierne ya ha sucedido; ya lo han
recibido» (Pág. 337-338).
Como ya dije, el problema de los creyentes en la confesión positiva es que no conocen de
hermenéutica bíblica y por eso tuercen un montón de pasajes con los que aseguran que la Biblia
respalda su doctrina equivocada. Pero como ya demostré, con simple hermenéutica y si quieres,
con solo consultar un comentario bíblico serio, la claridad de ciertos pasajes emerge y de paso,
evitamos malinterpretar las Escrituras a nuestro anto.
Hay dos cursos de hermenéutica bíblica que quiero recomendarte estudiar. Uno está en
Soundcloud y otro en Youtube. Aunque una simple visita a una buena librería cristiana podría
ayudarte a encontrar buenos libros de hermenéutica, estos dos cursos podrían contribuir a tu vida
si en realidad quieres interpretar correctamente la Escritura. El primero es el del pastor Chuy
Olivares (14 clases) al que puedes acceder dando clic aquí. Y el segundo es del pastor Will Graham
(6 clases) al que puedes acceder dando clic aquí.
Siguiendo con el tema de la pobre hermenéutica de los creyentes en la confesión positiva, quiero
hablar acerca de algunos episodios del Antiguo y Nuevo Testamento que los defensores de esta
doctrina emplean para afirmar que la Escritura enseña a confesar, declarar y decretar. Me voy a
concentrar en tres episodios e iré explicando su correcta interpretación. Y, como verás, si no
conoces las reglas elementales de la hermenéutica, puedes incurrir en malinterpretaciones y hasta
en cosas absurdas como las que luego ejemplificaré.
1 de Reyes describe el ascenso del rey Acab y su esposa Jezabel al reinado en Israel y cuyo reinado
fue de los más detestables delante de los ojos del Señor (1 Reyes 16:30). En medio de ese contexto
surgió el ministerio del profeta Elías donde en 1 Reyes 17 dice:
“Entonces Elías tisbita, que era de los moradores de Galaad[a], dijo a Acab: Vive el SEÑOR, Dios de
Israel, delante de quien estoy, que ciertamente no habrá rocío ni lluvia en estos años, sino por la
palabra de mi boca” (v. 1).
“¡Ya ves!…” dicen los de la confesión positiva, “¡tenemos poderes en nuestra boca para que
ordenemos o restrinjamos las cosas que deben de suceder”. Y lo mismo dicen del siguiente
episodio bíblico.
El profeta Ezequiel y el valle de huesos secos
En este otro conocidísimo relato bíblico, el Señor le muestra una visión al profeta en donde ve un
valle lúgubre y lleno de esqueletos maltrechos. Ezequiel 37 dice:
“Él me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y yo respondí: Señor Dios, tú lo sabes.
Entonces me dijo: Profetiza sobre estos huesos, y diles: “Huesos secos, oíd la palabra del Señor” (v.
3-4).
“¡Ya ves!…” vuelven a decir los de la confesión positiva, “¡Dios le ha dado poder a los seres
humanos para que al son de sus palabras las cosas revivan y hasta de resucitar muertos!”
Todos conocemos este episodio de los evangelios, es donde Jesús calma la tempestad. El texto
dice:
“Cuando entró Jesús en la barca, sus discípulos le siguieron. Y de pronto se desató una gran
tormenta en el mar, de modo que las olas cubrían la barca; pero Jesús estaba dormido. Y
llegándose a Él, le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! Y El les dijo: ¿Por qué
estáis amedrentados, hombres de poca fe? Entonces se levantó, reprendió a los vientos y al mar, y
sobrevino una gran calma” (Mateo 8:23-26).
Una vez más, los de la confesión positiva dicen: “¿Ves? ¡Jesús le habló a la tempestad! ¡Entonces
nosotros también podemos hacerlo y confesar para que las cosas ocurran!”
A tal extremo ha sido la creencia de que este episodio debe ser emulado por los cristianos que,
durante los últimos dos años de la temporada de huracanes en EE.UU., líderes cristianos como:
Guillermo Maldonado, Pat Robertson, Ruddy Gracia y Ana Méndez, han publicado videos donde le
ordenaban a los huracanes que no toquen las costas del país. Y, como tú sabes, todos hicieron el
ridículo debido a que sus órdenes no surtieron efecto y EE.UU. sufrió las inclemencias del clima.
La pregunta entonces es: ¿son los profetas Elías y Ezequiel una confirmación de que los cristianos
tienen poderes sobrenaturales en sus bocas? ¿Es el pasaje de Jesús calmando la tempestad un aval
para que los hijos de Dios le den órdenes a la creación y esta les obedezca? La respuesta en un
rotundo… ¡no! ¿Cómo lo sabemos? Porque cuando se conocen los rudimentos de la hermenéutica
bíblica, comprendes cómo deben interpretarse esos acontecimientos sobrenaturales descritos en
la Escritura.
Si revisas los links que te sugerí al inicio de esta entrada y escuchas específicamente la serie del
pastor Will Graham, él menciona un principio hermenéutico elemental que dice: “No tomes un
pasaje descriptivo y lo conviertas en prescriptivo”. ¿Leíste bien? Vuelve a leerlo por favor: “No
tomes un pasaje descriptivo y lo conviertas en prescriptivo”.
Esto significa que cuando estudies la Biblia, el hecho de que tú leas un relato bíblico no significa
que haya un mandamiento detrás de este. Claro, seguramente hay pasajes descriptivos —que
relatan ciertos acontecimientos — de los cuales podemos extraer principios, lecciones y verdades
que aporten a nuestra vida como cristianos. Pero una cosa es esa y otra creer que un relato es
normativo para toda la cristiandad. ¿Me explico?
Esto significa que el hecho de que el profeta Elías haya dicho: “ciertamente no habrá rocío ni lluvia
en estos años, sino por la palabra de mi boca” (1 Reyes 17:1) y Ezequiel diga: “Profetiza sobre
estos huesos, y diles…” (Ezequiel 37:4), no significa que deba ser el modus operandi de todo
cristiano para enfrentar cualquier circunstancia de la vida y la forma de modificar las
eventualidades al son de nuestras confesiones. Si esto realmente fuera así, entonces el apóstol
Pablo hubiera imitado a Jesús al enfrentarse al huracán Euroclidón (Hechos 27:9-26). Pero ¿qué
hizo Pablo ante el temible ciclón? No le ordenó que se desintegrara. Simplemente les brindó
palabras de ánimo a quienes iban con él. ¿Por qué Pablo no imitó a Cristo deteniendo la
tempestad? ¿Por qué no se paró sobre la proa y grito: «¡Euroclidón! ¡Calla y enmudece!»? Ah,
porque Pablo sabía que hay pasajes que solo son descriptivos, no prescriptivos.
Quienes convierten pasajes descriptivos en fórmulas para toda la cristiandad están violando una
regla hermenéutica elemental que, por desconocer, los podría llevar a incurrir en absurdos como
ordenarle a los huracanes que no toquen las costas y, peor aún, a declarar sano a un enfermo
terminal —como pasó con el caso de Julio Melgar — creyendo que por el poder de sus palabras las
personas se curarán.
Mateo 14:22-33 describe la escena en la que Jesús caminó sobre las aguas. ¿Vamos entonces a
caminar sobre el mar, los lagos y las piscinas así como Cristo? ¿Por qué no si para los de la
confesión positiva las historias de Elías, Ezequiel y otras más son prescriptivas? Ah, porque saben
que no deben sacar fórmulas de pasajes sobrenaturales como este.
Juan 9:1-7 describe la vez que Jesús le untó lodo a un ciego y, luego, cómo este fue al estanque a
lavarse para recuperar la vista. ¿Por qué los de la confesión positiva, en vez de confesar la sanidad,
no le untan lodo a todo mundo para sanarlos? ¿Por qué en lugar declarar sanos a los enfermos no
toman un pegoste de tierra con saliva y los mandan a lavarse? Ah, porque este pasaje —como los
otros que he citado — no son prescriptivos, sino descriptivos.
El asunto es que los de la confesión positiva no son consecuentes con su propia hermenéutica y
solo toman los pasajes bíblicos que les conviene para «disque» confirmar su doctrina. ¡A ver!
¡Tomen estos pasajes que cité! ¿Por qué no prueban caminar sobre un charco de 10 centímetros a
ver si no se hunden? ¿Por qué no montan un tienda de «lodo sanador» para ofrecerlo a quienes
padecen miopía o astigmatismo? ¿Por qué no motivan a los evasores de impuestos a que vayan a
pescar con mosca? ¡Ah, verdad! No lo hacen porque no son consecuentes con su propia
hermenéutica.
¡Hey! ¡Amigos de la confesión positiva! Con cariño se los digo: ¡vayan a estudiar hermenéutica y
dejen distorsionar las Escrituras en pro de su doctrina errática! ¿Ok?
La doctrina de la confesión positiva es como un tumor. Tú lo sabes, hay tumores benignos y hay
tumores malignos. El tumor benigno no es que sea bueno, ¡vamos! ¡Es un tumor! Pero se le llama
benigno porque comparado con el maligno tiene mejor pronóstico. Por ejemplo, el benigno solo
requiere una intervención quirúrgica y ya. Es peligroso, causa malestar, hace daño, etc., pero si se
opera —dicen los especialistas— ¡asunto arreglado! Con el tumor maligno no pasa igual. El
maligno puede esparcirse, hace metástasis y las tazas de mortalidad son altísimas.
En este sentido, la confesión positiva tiene una versión “tumor benigno” y otra versión “tumor
maligno”. La versión “tumor benigno” es aquella donde solo crees tener súper poderes en tu boca
y andas confesando y declarando y ya. Como dije, un tumor es un tumor, por más benigno que
sea, si no lo extirpas de tu cuerpo te causará daño. En este caso, la confesión positiva “tumor
benigno” podría causarte desilusiones en tu vida cristiana y en la de otros al comprobar que
confesar y declarar no funciona ante las adversidades de la vida; sin embargo, la otra versión de la
confesión positiva —la versión «tumor maligno»— es la más riesgosa. ¿Por qué? Porque esta
versión va más allá que solo confesar, declarar y decretar cuando se ora. Esta versión induce al
creyente a que no solo crea que tiene súper poderes en sus labios, sino a considerarse a sí mismo
un dios.
Mira, hay algo que muchos creyentes en la confesión positiva no saben y es que esta doctrina es
hija de otra más: la deificación del hombre. Sí, tal cual lo lees. La confesión positiva es hija de la
herejía de considerarte a ti mismo un dios. Por eso, quienes se deifican a sí mismos aseguran
poseer el mismo poder sobrenatural de Dios para hablar y crear al estilo de Dios en Génesis
capítulo uno. Seguramente tú has oído hablar de este tema. Hay líderes evangélicos y seguidores
suyos que creen que son dioses, dioses pequeños, diosecitos… Jehová Juniors. ¡Exacto! ¿Vino a tu
mente el nombre del Ps. Cash Luna? Cash Luna cree en la deificación humana y he ahí por qué
abiertamente ha enseñado que los hijos de Dios son dioses tal cual enseñan los Mormones y la
Nueva Era.
Ahora, no creas que Cash Luna llegó a esa conclusión por sí solo. No, en 2014, en un Congreso
Ensancha en Casa de Dios, Cash tuvo como conferencista principal a Kenneth Copeland, uno de los
principales exponentes de la Teología de la Prosperidad en EE.UU. Copeland abiertamente ha
defendido la deificación del hombre y apologetas respetados como Luisa Jeter de Walker (autora
de «¿Cuál camino?») y Hank Hanegraaff (autor de «Cristianismo en crisis») han documentado sus
aseveraciones donde afirma que los hijos de Dios son dioses pequeños e incluso, decir que él
mismo es Dios. Es decir, Cash Luna no aprendió esta creencia por haber estudiado detenidamente
las Escrituras, sino que, debido a que él mismo es un asiduo defensor de la Teología de la
Prosperidad al punto de vivir un estilo de vida de millonario y, por sus vínculos con Kenneth
Copeland y otros predicadores más de esa línea, él comenzó a creer la herejía de la deificación
humana y afirmar en varias ocasiones que somos «Jehová Juniors» y «Yo Soy´s» en pequeño.
¡Vamos! Afirmar tal cosa es sumamente grave. Y como dije al inicio, la confesión positiva tiene dos
versiones: la versión «tumor benigno» y la versión «tumor maligno». Claro, ambos tumores son
peligrosos; sin embargo, a mi manera de ver, el primero tiene mejor pronóstico que el segundo.
Porque el segundo puede, incluso, provocar que apostates de la fe debido a que te estimula a
usurpar el lugar de Dios.
Fíjate, cuando hablo del tema de la confesión positiva en mis redes sociales, suelen aparecer
cristianos que chillan y espetan diciendo: “¡Qué barbaridad! ¿Acaso no sabes que Dios nos ha
dicho que llamemos a las cosas que no son como si fuesen? ¿Acaso no crees en el poder que Dios
nos ha dado?” Cuando me escriben eso siempre respondo de la misma forma: “Aja, ¿en qué texto
bíblico se afirma que nosotros debemos de llamar las cosas que no son como si fuesen y que
tenemos el mismo poder de Dios de Génesis capítulo uno?” A lo que responden citándome
Romanos 4:17 que dice:
“(Como está escrito: te he hecho padre de muchas naciones) delante de aquel en quien creyó, es
decir Dios, que da vida a los muertos y llama a las cosas que no existen, como si existieran”.
“¿Viste?…” exclaman los de la confesión positiva, “¡la Biblia dice que llamemos las cosas que no
son como si fuesen! ¡Ya ves! ¡La confesión positiva es bíblica!” Sin embargo, los creyentes de esta
doctrina no solo tienen una pobre hermenéutica bíblica, sino que también les hace falta un curso
de lectura comprensiva. Porque si leyeran detenidamente el texto verían claramente que quien
tiene dicho poder de hablar para que las cosas sean creadas, es Dios, no nosotros. Léelo de nuevo,
dice: “es decir Dios, que da vida a los muertos y llama a las cosas que no existen, como si
existieran”. Quien tiene dicho poder es Dios, no los hombres. Y quien afirme que los hombres
tienen el mismo poder que Dios ejerció en Génesis capítulo uno, no solo está malinterpretando las
Escrituras, sino que está cometiendo herejía porque —por lo menos— tácitamente están diciendo
que él mismo es un dios. ¿Ves lo grave de este asunto? Esta versión de la confesión positiva es la
más riesgosa de todas y que más peligro ocasiona a la vida del creyente porque lo estimula a
deificarse a sí mismo.
Los cristianos creyentes en la confesión positiva que defienden que los hijos de Dios son dioses,
incluso, citan Génesis 1:26-27 para afirmar que cuando el texto dice que fuimos hechos “a su
imagen y semejanza” se refiere a que fuimos hechos «dioses pequeños». Pero si revisas los
capítulos iniciales de Génesis verías que por ningún lugar se sugiere tal cosa. Ser “imagen y
semejanza” no significa ser dioses, porque si así fuera, cuando la serpiente tentó a Eva y le dijo:
“seréis como Dios” (Génesis 3:4), de inmediato Eva hubiera respondido: “¿Cómo Dios? ¡Oye,
serpiente! ¡Te equivocas! Nosotros no necesitamos ser como Dios, ¡ya somos dioses! ¿Para qué
queremos ser como él si ya lo somos?” Pero Eva no le respondió de ese modo porque sabía que
ser “imagen y semejanza” no equivalía ser dioses pequeños.
La gran pregunta aquí es: ¿entonces qué significan los textos de Salmo 82:6 y Juan 10:34 que
afirman que los hijos de Dios son “dioses”? Bueno, veamos que dicen cada uno:
“Yo dije: Vosotros sois dioses, y todos sois hijos del Altísimo” (Salmo 82:6).
“Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: “Yo dije: sois dioses”?” (Juan 10:34).
Para comenzar, tenemos que apelar el principio hermenéutico de que las Escrituras, por ser
inspiradas por el mismo Autor (Espíritu Santo), no se contradicen a sí mismas. ¿Por qué digo esto?
Porque estos dos textos dicen que existen otros “dioses” y esos “dioses” supuestamente somos
nosotros. Pero Isaías dijo lo contrario:
“Yo soy el Señor, y no hay ningún otro; fuera de mí no hay Dios” (Isaías 45:5).
Si no hay más Dios que Dios, ¿por qué entonces Salmo 82:6 y Juan 10:34 dice que hay más dioses?
Para explicar adecuadamente esta aparente contradicción, permíteme citar al exégeta bíblico
Hank Hanegraaff. Él afirma:
«Los maestros de la fe habitualmente citan Juan 10.31-39 como prueba positiva de que los seres
humanos son ciertamente pequeños dioses. Este pasaje sitúa a Jesús a punto de ser apedreado
por haber afirmado que Él es Dios. Él responde a sus oponentes refiriéndose a Salmo 82.6. De
modo irónico, Jesús pregunta: “¿Y acaso… no está escrito en su ley: “Yo he dicho que ustedes son
dioses”? (v. 34). Ante esto, los maestros de la fe exclaman: “Jesús lo dijo, yo lo creo, y eso lo zanja:
¡nosotros somos pequeños dioses!”… La idea de que Jesús enseñase la doctrina de los pequeños
dioses conllevaría implicaciones devastadoras. Para empezar, significaría que Cristo estaba
confundido, ya que Él anteriormente enseñó que hay un único Dios (Marcos 12.29; cf.
Deuteronomio 6.4). Además, significaría que la Biblia es contradictoria, profesando en algunas
ocasiones un único Dios (Isaías 43.10; 44.6) y en otras ocasiones declarando que hay muchos,
como hacen las escrituras mormonas. Finalmente, validaría las seductoras palabras de la
serpiente, que dijo a Eva: «Ustedes serán como Dios» (cf. Génesis 3.5). ¿Entonces por qué, ante
quienes lo apedreaban (Juan 10.31), Jesús serenamente remite a los judíos a Salmo 82? Veamos.
En Salmo 82 encontramos a Dios dando audiencia en la gran asamblea. Él está pronunciando
sentencia sobre jueces que habían de defender a los débiles pero que, en cambio, estaban
mostrando parcialidad hacia los malvados. En un lenguaje tan claro que no puede
malinterpretarse con facilidad, Él ridiculiza a los jueces humanos que tienen la audacia de pensar
de sí mismos que son dioses. En otras palabras, el mensaje de Dios es este: “Entonces creen que
ustedes son dioses, ¿verdad? Bien, ¡la tumba demostrará que ustedes son meros hombres!
Cuando mueran, conocerán para siempre la infinita diferencia que existe entre yo mismo y el más
poderoso de los mortales”. Una cosa es cierta: Una interpretación literal del término dioses en
Salmo 82.6 queda claramente descartada por el contexto. Es difícil pasar por alto que este pasaje
comienza con una fuerte denuncia de las injusticias perpetradas por los jueces de Israel (v. 2).
Como representantes de Dios (cf. Éxodo 4.15-16; 6.28–7.2), ellos deberían haber sido justos; en
cambio, fueron deshonestos. ¡Qué distintos a Dios son los hombres! Dios afirma: “Yo les he dicho:
ustedes son dioses; todos ustedes son hijos del Altísimo. Pero morirán como cualquier mortal;
caerán como cualquier otro gobernante” (Salmo 82.6-7, énfasis añadido). Esos jueces no son
distintos a los demás hombres; están sujetos a las mismas debilidades y errores; ciertamente están
muy lejos de ser dioses, por pequeños que sean, en ningún sentido literal. Interpretar la
designación de dioses dada a los jueces hebreos de modo literal es dar a entender que la nación
de Israel creía en la existencia de más de un Dios; sin embargo, aún una lectura superficial de la
Escritura revela precisamente lo contrario… Si los defensores de la fe quieren tomar literalmente a
Jesús cuando Él hace su irónica afirmación sobre que los hombres son dioses, ¿por qué no tomarlo
también literalmente cuando Él llama a los fariseos «serpientes» (Mateo 23.33)? Claramente, ni
siquiera los hombres malvados son serpientes literalmente; y, sin ninguna duda, no son pequeños
dioses. Aunque somos «hijos» del Altísimo, somos hijos no por naturaleza sino por adopción
(Gálatas 4.5-8). Solamente puede decirse de Cristo mismo que tiene la naturaleza de Dios. Cristo
es el Hijo de Dios unigénito, único, singular en su género (en griego monogenes, una generación o
naturaleza) (Juan 1.14). Solamente Él es verdaderamente Dios por naturaleza (Filipenses 2.6; cf. 1
Juan 1.1; Gálatas 4.8)» (1).
Como ves, las Escrituras no enseñan que los cristianos son dioses y quienes afirman tal cosa para
asegurar que tienen poderes sobrenaturales en sus bocas, han malinterpretado las Escrituras y
sacado a relucir su pobre hermenéutica bíblica. Además de ponerse dentro de una zona de gran
riesgo espiritual por deificarse a sí mismos y andar por la vida como si nada cuando lo que
realmente tienen es un «tumor maligno» en sus mentes.