RE Riqueza y Desigualdad en El Perú
RE Riqueza y Desigualdad en El Perú
RE Riqueza y Desigualdad en El Perú
(Resumen Ejecutivo)
Germán Alarco
César Castillo
Favio Leiva
Es difícil afirmar que la desigualdad observada en la segunda década del siglo XXI sea superior a la
registrada por Webb y Figueroa (2017[1975]) en la década de los años 60. Desafortunadamente, no
existen las series estadísticas completas para evaluar de manera pormenorizada lo ocurrido con la
distribución de la riqueza y la distribución personal del ingreso. La evidencia sobre la cuota salarial
en el producto evidencia que si bien estamos mejor que en los años 90, los niveles actuales son
inferiores a los años 60, 70 e inicios de los 80. Asimismo, es claro que los estimados oficiales del
GINI para la distribución personal del ingreso están fuera de la realidad. Tanto los ajustes realizados
por otros investigadores como por nosotros permiten catalogarnos como una sociedad que mantiene
elevadas desigualdades en la riqueza y los ingresos, donde la reducciones han sido entre
inexistentes o mínimas. Por otra parte, de conformidad al incremento de los niveles de desigualdad
en la mayoría de las economías del mundo, asociada a la actual fase neoliberal de crecimiento
económico, es difícil pensar que esta se haya reducido en el caso peruano.
El tema de la desigualdad no involucra solo una perspectiva desde la justicia y equidad. La elevada
desigualdad es negativa tanto en las esferas económica, social y política. De partida, una elevada
desigualdad a favor de los estratos de más altos ingresos reduce la propensión a consumir promedio
generando problemas de insuficiencia de demanda efectiva y producción. Posteriormente, será un
elemento que puede contribuir a la formación de burbujas financieras con el clásico ciclo de manía,
pánico y crack descrito por Kindleberger (1991).
La preocupación por la elevada desigualdad no es exclusiva de los economistas. Tal como se anotó
en uno de los epígrafes de este libro, el Papa Benedicto XVI (2009) señaló que esta es un problema
tanto de los países ricos como de los pobres. El aumento sistémico de estas desigualdades entre
grupos sociales dentro de un mismo país y entre las poblaciones de los diferentes países, no sólo
tiende a erosionar la cohesión social y pone en peligro la democracia, sino que tiene un impacto
negativo en el plano económico por el progresivo desgaste del capital social, es decir, del conjunto
de relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son indispensables en toda
convivencia civil.
En la misma dirección, Figueroa (2010) y Stiglitz (2015) señalan que existe un grado limitado de
tolerancia social a la desigualdad. Cuando el grado de desigualdad supera los umbrales de
tolerancia, esta desigualdad será considerada excesiva o injusta y generará desorden social:
inestabilidad política, corrupción, violencia y otras formas de riesgo individual y colectivo. Los
estudios empíricos han encontrado que países con mayor grado de desigualdad tienden a mostrar
más altos grados de violencia y criminalidad, así como mayores grados de inestabilidad política y
democracias más débiles. Por otra parte, una elevada desigualdad afecta también el sistema
democrático al generar inestabilidad, problemas de gobernabilidad y la captura del Estado por parte
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de los grupos económicos que pretenden reorientar las políticas de acuerdo a sus intereses
particulares (Piketty, 2014 y Oxfam, 2014).
La propiedad del capital ha cambiado mucho en estas seis últimas décadas. Efectivamente han
surgido poderosos empresarios emergentes que ahora son importantes a nivel nacional. Sólo se han
mantenido unas pocas familias cuyo origen es anterior a los años 50. Las otras familias de antaño
son simplemente rentistas al vender sus participaciones empresariales. Unos pocos surgen al
amparo de las reformas del gobierno militar en los 70. La crisis de los años 80 destruyó a muchos
de los viejos empresarios, que después fueron sustituidos por otros a partir de la década de los 90 y
la primera década del siglo XXI. La privatización de las empresas públicas sirvió de partida para la
entrada masiva de capital extranjero y aprovechada por unos pocos empresarios locales. Un repaso
de la estructura de la propiedad en la mayoría de los sectores productivos muestra los grandes
cambios ocurridos. Sin embargo, el capital rápidamente se concentró en pocas manos y las
estructuras de mercado (hipótesis sin evaluar por el momento) son predominantemente oligopólicas,
de competencia monopolística y cuasi monopólicas.
Las variables que explican la desigualdad en cualquier economía son numerosas y diversas. Es un
fenómeno sistémico multidimensional y multifactorial que se alimenta y transforma de manera
continua. Se incorporan fuerzas centrípetas hacia una menor desigualdad y otras centrífugas que la
elevan. En todo momento participan elementos del entorno internacional y los propiamente internos
que responden a factores inerciales, eventos exógenos y como resultado de la interacción de actores
y políticas. Asimismo, no es una cuestión exclusivamente económica, ya que a estos se agregan
elementos técnicos-operativos, étnicos, sociales y políticos. Nada que ver con la interpretación de la
economía estándar que lo circunscribe a un asunto técnico vinculado a la aportación marginal al
producto de cada factor de la producción.
4. Principales conclusiones
La ENAHO tiene serios problemas cuando se le utiliza como instrumento para medir la
desigualdad. Hay un claro subreporte de los ingresos y gastos de los sectores más pudientes de
la sociedad y de las clases medias-altas.
Los resultados relativos a los ingresos, gastos y condiciones de la vivienda de la familia más
pudiente del país, las diez primeras y el 1% de la población de más altos ingresos son insólitos.
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El Excedente Explotación Bruto (ganancias) es el principal componente del valor agregado
bruto con participaciones entre el 40% y 44% de este entre 2007 y 2016. El segundo
componente se refiere a la masa de sueldos y salarios entre el 33% y 34%, seguido por el
ingreso mixto que fluctúa entre 22% y 25%. En términos absolutos en 2016 asciende alrededor
de US$ 75,000 millones. El sector económico que genera las mayores ganancias en la economía
cambia en el tiempo.
De acuerdo a los estimados del GINI sobre la riqueza productiva de los países miembros de la
Alianza del Pacífico realizada por Credit Suisse entre 2010 y 2016 destacan los mayores niveles
de Perú en 2014, seguido por Chile en 2013. Nuevamente encabeza la lista el Perú seguido de
Chile en el año 2016. Entre 2014 y 2016 Perú tiene los mayores niveles de desigualdad con
respecto a los otros socios de la Alianza del Pacífico. Los niveles del GINI de Colombia y
México son en promedio ligeramente inferiores a los del Perú. Respecto a una muestra
internacional más amplia el Perú se ubica por encima del promedio de los países seleccionados
a excepción del año 2013.
En el ranking de desigualdad global el Perú se ubica entre 2010 y 2016 por encima de la
posición 100 con un pico en 2014 con la posición 157 de un total de 184 países. Para 2016 el
Perú ha mejorado su posición pero se ubicaría entre los países de rango de desigualdad más
elevado. Sin embargo, está por debajo de los niveles de concentración de la riqueza de
economías como Brasil, India, EE.UU., Sudáfrica, Tailandia, Indonesia, Ucrania, Emiratos
Árabes Unidos, Egipto, Marruecos, Rusia y Venezuela, entre otros.
Según el Banco Mundial el capital productivo del Perú asciende en 2017 a US$ 605,000
millones y su riqueza total a US$ 2.5 billones destacando su componente de capital humano por
US$ 1.2 billones y un capital natural de US$ 772,000 millones. Con respecto a los otros socios
de la Alianza del Pacífico es quien menos riqueza tiene, incluyendo el valor del capital natural,
aunque sus riquezas del subsuelo son superiores a las de Colombia pero menores a las de Chile
y México.
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El número de billonarios peruanos se elevó continuamente hasta un valor pico en 2013 con 10
familias. En este año la riqueza de estos ascendió a US$ 23,300 millones equivalentes a 11.6%
del PBI. En 2017 sólo se registran cinco familias en este grupo por el menor valor de sus
patrimonios en las bolsas de valores.
La presencia del capital extranjero de acuerdo a la información de las 500 empresas más
grandes del país de América economía entre el 2008 y 2016 fluctúa entre el 50.7% y 54.4% de
las ventas totales del grupo de referencia. Esta participación es superior a las empresas de
capital privado local que fluctuó entre 39.7% y 42.8% de las ventas totales. Estos resultados son
superiores a los observados en el año 2000 y en fechas anteriores como resultado de los
procesos de F&A e internacionalización.
Los Grupos Económicos también han incrementado ligeramente su presencia entre 2007 y 2016
como porcentaje del VBP. En 2007 fueron equivalentes al 22.9% del VBP y para el 2016
representan el 23.9% del VBP. Dentro de estos Grupos Económicos los 20 primeros
representaron entre el 74.8% y el 82.2% de las ventas totales de los Grupos Económicos
identificados por Perú Top. Es interesante resaltar que el primer grupo nacional en cuanto
ventas son las empresas públicas agrupadas en Fonafe.
Entre 1991 y 2016 el valor de las F&A ascendió a US$ 80,950 millones equivalentes al 40% del
PBI. Este valor es menor a la proporción observada en economías como Chile, Argentina,
Brasil y Panamá. El valor pico de estas operaciones fue en 2013 con un monto de US$ 12,936
millones, mientras que el mayor volumen de operaciones fue en 2010. A través del tiempo ha
cambiado la importancia de los sectores económicos involucrados en estas operaciones. En
2010 y 2014 destacan las relativas al sector minero; antes eran más importantes los sectores de
energía, electricidad y telecomunicaciones.
La tendencia no lineal de la participación de la masa salarial en el PBI del Perú muestra una
tendencia decreciente con un pico principal en los años 60, una sima en los 90, de ahí una
recuperación en la segunda parte de los 90, estancamiento y ligero crecimiento al final del
periodo. La participación de la masa salarial en el PBI es inferior al promedio de América
Latina y de la mayoría de las economías desarrolladas. En este último caso se presentó
información de EE.UU.
La estimación oficial del GINI se realiza a partir de la ENAHO. El INEI reporta información
tanto por el lado de los ingresos como del gasto. Los valores del GINI muestran en ambos casos
una clara tendencia decreciente. Sin embargo, es evidente que las encuestas de origen
subestiman especialmente a las familias y personas de altos recursos. En la primera sección de
este documento se anotó que esta encuesta no solo omite a los sectores de altos ingresos sino
que pareciera subestimar también a los estratos de medianos-altos ingresos. Al respecto, varios
investigadores han realizado un recalculo de la información a partir de diversos supuestos.
Todos los resultados, incluyendo las de los autores de este documento, son superiores a los
estimados del INEI. Sin embargo, destacan como más elevados los de Cruz-Saco y Seminario y
los nuestros para el segundo escenario. Tanto los de Yamada y Castro (2006) y Mendoza et al
muestran niveles cercanos a 0.7 para después descender hasta valores alrededor de 0.6. Si se
asigna toda la diferencia entre los resultados de las Cuentas Nacionales y la ENAHO nuestro
tercer escenario arroja los mayores valores para el GINI de la distribución personal del ingreso.
Los ingresos per cápita más recientes del 10% más pobre de la sociedad peruana es US$ 965
anuales mientras que el 10% más rico es de US$ 20,141 reflejando una distancia de 20.9 veces
entre los más ricos y más pobres. El 10% más pobre tiene ingresos similares al Chad,
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Bangladesh, Kirguistan y Tajikistan. El 10% más rico tiene ingresos similares a Portugal,
República Checa y Eslovaquia.
Se ha realizado un cálculo del GINI a partir de las cuentas de depósitos bancarios de las
personas naturales y de las personas jurídicas con fines de lucro. En ambos casos la tendencia es
creciente con valores actuales superiores a 0.87 en el caso de las personas naturales y de 0.90 en
el caso de las personas jurídicas. Los niveles de concentración de la riqueza financiera son muy
elevados.
5. Recomendación principal
El actor central para la redistribución del ingreso reduciendo la elevada desigualdad es el Estado. La
redistribución del ingreso debe hacerse principalmente a nivel horizontal entre actividades
económicas. Su instrumento central es la política tributaria y de gasto público. Desafortunadamente,
es un tema donde estamos en pañales. Una presión tributaria del 16.1% en 2015 y de 14% del PBI
en 2017 es ridícula respecto del promedio de América Latina y el Caribe de 22.7% y de 34.3% del
producto de los países miembros de la OCDE (2018). Hay que arribar rápidamente a una presión
tributaria del 20% equivalente a US$ 12,000 millones adicionales de ingresos públicos para cerrar
brechas de infraestructura, atender servicios sociales y redistribuir ingresos. El fortalecimiento,
mayor eficiencia y eficacia del Estado es una necesidad ahora y lo será aún más dentro de una o dos
décadas por los impactos negativos que la automatización y robotización pueden generar sobre los
niveles de empleo y de reducida absorción de mano de obra. Menores ingresos, menor demanda y
estancamiento podrían ir de la mano de un colapso social y político sin la intervención del Estado y
la Sociedad Civil organizada.
27-6-2018.